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TEMA 7: La poesía en el Barroco III: Lope de Vega y Francisco de

Quevedo.
1. LA OBRA POÉTICA DE LOPE DE VEGA.
a. LÍRICA, VIVENCIA Y VARIEDAD EN LA POESÍA DE LOPE.

Máscara y sinceridad poética

En la lírica de Lope destaca el tono apasionado y vivencial. La dualidad vida/literatura se


resuelve a menudo en una identidad, no puede renunciar a ninguna de las dos. Lope tiene una
singular facilidad para trasponer cuanto le ocurre en la vida real y llevarlo al terreno de la
poesía. Se puede considerar incluso que es una necesidad biológica la de asumir la realidad
íntima y externa y plasmarla en versos. Su mejor obra lírica es reflejo inmediato de cuanto le
acontece.

Lope lleva su visión dramática de la realidad a la lírica y se trasmuta a sí mismo en personaje de


ficción: Zairde, Belardo, Tomé de Burguillos, arrastrando tras de sí a la amada de turno que se
convierte en Filis, Dorotea, Celia, Marcia Leonarda, etc.

Esta recreación lírica de su vida se hace extensible a toda la obra de Lope.

Tonos y variantes
En su variadísimo repertorio literario, nos encontramos con métricas muy diferentes, que van
desde los metros italianos (sonetos, canciones, tercetos encadenados,…), cultas castellanas
(redondillas, quintillas,…) y tradicionales (villancicos, romances, letrillas,…).
Todos los temas caben en su producción: amorosos, religiosos, familiares, patrióticos,
descripción de paisajes y monumentos, poemas históricos, versos de circunstancias…
Limitándose a la poesía culta en metros italianos, Dámaso Alonso distingue cuatro Lopes: el
Lope humano, el manierista-petrarquista, el imitador de Góngora y el poeta filósofo que
pretende dar la réplica conceptuosa a los atrevimientos formales del cordobés.
En Lope tenemos uno de los creadores del romancero nuevo, un autor de maravillosos
villancicos dedicados al Niño Dios, un poeta religioso apasionado y directo, un conceptista frío
y recalcitrante que elogia a los santos con juegos de palabras de dudoso gusto, un teórico del
arte dramático, un parodista anticulterano, un poeta burlesco, un cantor epicúreo a las
pequeñas realidades cotidianas, etc.

b. LÍRICA POPULAR.

Aunque Lope no llegó a publicar ningún volumen que recogiera sus composiciones al modo
tradicional y estas se difundieran en antologías colectivas incluso sin que figurase su nombre o
insertas en sus obras dramáticas o en sus novelas, la poesía tradicional ocupa un papel
importante dentro de la obra literaria de Lope.

Cultivó el romance a lo largo de toda su vida, que aparece con mucha frecuencia en sus
comedias. En este metro cantó sus primeros amores con Elena Osorio y la muerte de su última
amada, Marta de Nevares, en La Dorotea.

Las cancioncillas populares son el alma de su teatro.


i. ROMANCES JUVENILES

Cuentan de manera poetizada las primeras andanzas del autor, sus amores con Elena Osorio y
el rapto y matrimonio con Isabel de Urbina. Se hicieron célebres muy rápido. Aparecieron
impresos en las diversas Flores y en las dos partes del Romancero general. En estas colecciones
no se señalan los nombres, por lo que la atribución presenta serios problemas.

El poeta presenta sus aventuras amorosas mitificándoles y traspuestas al mundo morisco o


pastoril. Lope es maestro de ambos géneros.

ii. ROMANCES MORISCOS

Seguramente son los poemas más tempranos de su producción que han llegado a nosotros.
Destaca en ellos el tono sentimental y apasionado. Ellos se centran en los amores que tuvo
con Elena Osorio y la ruptura posterior. El romance morisco nos cuenta fundamentalmente
la deposción de un galán pobre, pero arrogante y caprichoso, por otro rico y con buenas
influencias. Obviamente, sobre estos poemas planea la sombra del enfrentamiento amoroso
entre Lope y Francisco Perrenot de Grandvela.
Según Millé son 30 los romances moriscos de nuestro poeta. Estos son clasificados por
Carreño en función de las alusiones autobiográficas que contienen y quedan encuadrados en
tres grupos:
- Un primer grupo alude a asuntos anteriores al proceso por libelos. Los
acontecimientos narrados bajo el disfraz morisco se desarrollaron entre 1581 y
1587. El más célebre de este grupo es “Mira, Zaide, que te aviso…” que poetiza las
quejas de Elena Osorio porque iba publicando sus amores a través de sus versos y
que ha tenido tanto éxito que se recogió en Marruecos en nuestros tiempos
después de haberse transmitido por vía oral desde el S. XVII.

- El segundo grupo alude a la ruptura entre los amantes. La causa: un rico competidor.
Lope va a parar a la cárcel y le condenan al destierro. En los romances veremos a
moros, gallardos e indignados, que pasan por circunstancias parecidas. Los hechos
aludidos se desarrollan entre los últimos meses de 1587 y los primeros de 1588.
Predomina el tono desengañado y sarcástico.

- La última etapa la constituyen los romances que aluden a hechos que ocurrieron a
partir de 1588. La cárcel, el destierro y las despedidas son los temas nucleares.

Todos estos romances, y algunos de ellos muy especialmente, ganaron enseguida el favor del
público. Lo que sugestionaba en mayor medida la imaginación de los oyentes era la brillante
escenografía que rodeaba las actitudes, ciertamente teatrales, de los protagonistas. Los moros
que representan al poeta están descritos con un conjunto de características (generosidad,
arrojo, valor…) que Lope soñaba para sí mismo. Hay autoelogios descarados que Lope pone en
boca de Zaida. Se nos revela un Lope convencido de su valía pero necesitado de afirmarla para
superar el papel de amante pobre que le tocó desempeñar.
El lujo de los vestidos y las armas compensan en el poema la indigencia real del poeta. La
degradación moral que supusieron los amores compartidos de Elena, se equilibra con las
actitudes heroicas del álter-ego morisco. Otra versión de los mismo hechos que se presentan
en estos romances se nos da en La Dorotea.
La imaginación desbocada, totalmente desvinculada de su realidad cotidiana, de Lope se
refleja en los romances moriscos mejor que en ningún otro poemario. Cada romance se enlaza
con otros para dar una continuidad argumental a cada historia morisca.

Entre los aspectos estilísticos hay que destacar la agilidad de su ritmo, la brevedad y la
alternancia de descripciones con monólogos. El análisis de la psicología amorosa, mitificada y
engrandecida, es el alma de estos poemas.

La adjetivación es abundante y colorista, las imágenes son sencillas pero gráficas e inmediatas,
abundan los juegos de antítesis y paralelismos.

iii. ROMANCES PASTORILES

Son poemas contemporáneos y posteriores a los moriscos. Expresa momentos de su destierro


y el abandono de Elena Osorio, así como sus amores con Belisa (Isabel de Urbina). En ellos
aparecen frecuentemente sentimientos de abandono y de tristeza, así como de celos, por los
amores de Filis (Elena Osorio). Lope tiene que justificar en sus poemas que ya no ama a Elena y
que Isabel es su único amor. Aunque la realidad es que la mayoría de los romances están
dedicados a Elena, un amor que nunca pudo olvidar y del que la propia Belisa debió sentir
celos (Lope intenta despejar sus dudas en el romance “Llenos de lágrimas tristes…”).

El moro impetuoso ha pasado a ser un pastor melancólico atento a su mundo íntimo, a sus
torturas y fantasmas interiores. A través de los tópicos del mundo pastoril, un pastor-poeta
(casi siempre Belardo) nos narra sus propias desdichas amorosas en un lenguaje depurado y
selecto en el que se insertan algunos motivos rústicos y populares.

Las romances pastoriles, aún más que los moriscos, tienden a la regularidad estrófica y a
menudo tienen un estribillo en versos de distinta medida. Esta regularidad podría atender a la
difusión musical de los poemas. El tono general es tritón y melancólico. El desdén de la amada
provoca el abatimiento en el álter-ego pastoril.

La pasión tiene casi siempre un carácter enfermizo y los celos son tema corriente. Si en los
moriscos el enemigo era el rival poderoso, comúnmente el rey moro, en estos la única
enemiga es Filis-Elena. A veces el verso se torna sarcástico y agresivo, aunque tampoco falta
alguna muestra dispersa de optimismo.

La naturaleza late al compás desolado del corazón del poeta-pastor, como es habitual en el
género pastoril hay una correlación entre paisaje y sentimiento. En consecuencia se presenta
bella pero triste y pesarosa.

El más famoso de estos poemas es “Hortelano era Belardo…” en el que están reflejados sus
dos amores (Elena e Isabel).

iv. ROMANCES DE MADUREZ

Las dimensiones más características del romancero de madurez son la religiosa, la filosófica y
la elegíaca. En sus novelas y dramas aparecen constantemente romances, pues nunca dejó de
escribirlos. De esta época los más destacados son: Romancero espiritual y los romances de La
Dorotea.

Romancero espiritual (1619)

Recoge textos ya publicados en las Rimas sacras y en Los pastores de Belén. La mayor parte de
ellos los escribió a raíz de la honda crisis espiritual que tuvo, en torno a 1612. En el romancero
se alternan la plasmación de las tensiones íntimas del pecador arrepentido, la descripción, con
alardes sangrientos incluidos, de la pasión de Cristo, y poemas conceptistas escritos en
alabanza de diversos santos para las justas poéticas. La calidad estética de estos romances no
es muy alta, aunque no faltan buenos momentos, sobre todo cuando el arrepentido Lope
habla de forma directa y personal o cuando describe, con ingenuidad, el nacimiento e infancia
de Jesús.

Los romances de “La Dorotea” (1632)

Se incluyen en La Dorotea algunos de los más bellos romances de Lope. Constituyen lo que se
ha venido a llamar “el Romancero filosófico”. En ellos perdura la agilidad y belleza de la lírica
juvenil. La estructura métrica tiende a una mayor regularidad en grupos de 4 versos que
constituyen normalmente unidades de contenido.

En La Dorotea el poeta utiliza la máscara que le proporcionan sus personajes para expresar
líricamente sus pensamientos y vivencias, en especial el dolor por la muerte de Marta de
Nevares.

“A mis soledades voy…” es un célebre romance en el que aflora la peculiar combinación de


estoicismo y epicureísmo del Lope viejo y desengañado que busca en su soledad refugio contra
las condiciones adversas de la época. Es un poema equilibrado, sereno, sentencioso que
reflexiona irónicamente sobre la realidad social del momento.

Entre los poemas que suponemos dedicados a Amarilis distinguismos los galantes y los
elegíacos. Los primeros cantan, con renovada lozanía juvenil, el enamoramiento del poeta tan
apasionado como siempre pero quizá más sincero y hondo.

Son importantes también cuatro endechas conocidas como las “barquillas”. El motivo nuclear
es la muerte de Marta de Nevares y el fracaso vital del poeta, que, melancólicamente, se
representa en esa barquilla alegórica estrellada contra las rocas.

c. LÍRICA CULTA

Buena parte de la poesía en metros italianos fue agrupada por Lope en varios volúmenes. Sin
embargo, muchos de estos versos se encuentran dispersos en sus novelas y dramas.

El poeta empieza con poemas (los de La Arcadia y las Rimas) inspirados directamente en
Petrarca, Garcilaso y Herrera, a los que añade la pasión y la espontaneidad propias. La crisis
religiosa de 1612 lo impulsa a escribir y publicar Rimas Sacras, libre irregular pero con algunos
aciertos plenos. Contagiado por la moda culterana, buscará una literatura brillante y barroca
en sus grandes poemas descriptivos (sobre todo en La Circe). Al lado de esos grandes poemas
publicará una poesía más cotidiana y familiar: las epístolas. El último libro publicado por el
poeta, las Rimas de Tomé de Burguillos (1634), presenta el desengaño de la vejez; en él se
descubre, sin amargura, el envés del brillante metaforismo petrarquesco con que abrió su
producción como poeta culto.

Esta evolución es un ejemplo claro de la desintegración barroca del petrarquismo. Los


materiales petrarquescos estaban agotados al empezar el S. XVII, solo la vitalidad de Lope (que
escribe el penúltimo gran canzionere, las Rimas) o el desgarrón afectivo de Quevedo (que
escribe el último, los poemas a Lisi) pudieron prestarles la vibración perdida.

Las Rimas sacras inciden de nuevo en los recursos garcilasistas, pero cambian de tono y
sentido por la sinceridad e inmediatez de muchos de sus poemas y por estar dirigidos a la
Divinidad como expresión de erotismo sagrado.

Después la lírica lopesca emprende otros rumbos. La Circe y La Filomena acomodan los
materiales heredados a nuevas fórmulas poéticas. La parodia en las Rimas de Tomé Burguillos
representa el último eslabón de esta descomposición.

A lo largo de toda su trayectoria, predominan en Lope los temas amorosos y elementos


petrarquistas.

El soneto fue lo más cultivado de entre las combinaciones métricas italianas. Lo incluye en el
teatro como enlace entre dos situaciones.

Muchas de sus églogas, canciones, etc. se publicaron sueltas. Las más interesantes son las
escritas en la vejez, especialmente la égloga Amarilis, compuesta a raíz de la muerte de Marta
de Nevares; la égloga Filis que cuenta la fuga de Antonia Clara; y la Égloga a Claudio que es una
epístola a Claudio Conde, amigo de su juventud, en que repasa su vida.

i. RIMAS (1602)

La primera edición de las Rimas aparece en Madrid en 1602 en un volumen que contenía La
hermosura de Angélica, La Dragontea y 200 sonetos. En 1604 se publica en Sevilla un volumen
del que solo se conocen dos ejemplares; en este la parte lírica se independiza y solo se
publican los 200 sonetos seguidos de unas rimas, que constituyen el cuerpo del libro. En la
edición de 1609 se adjuntó el Arte nuevo de hacer comedias.

Los 200 sonetos


En la colección el tema principal es el amoroso y se incluyen sonetos dedicados a Filis y a
Camila Lucinda. Son sonetos petrarquistas llegados al siglo XVII a través de Herrera, aunque en
muchos de ellos la voz personal de Lope hace olvidar cualquier reminiscencia.
Las aventuras con la Osorio tienen su punto final y culminante en el maravilloso <<Suelta mi
manso, mayoral extraño…>>. Se muestra la imagen del manso engañado por los collares de
oro del rico rival, trasunto pastoril de la competencia entre el poeta y Francisco Perrenot de
Grandvela. Hay una descripción de Elena deliciosa. Tampoco, faltan referencias al destierro.
Los sonetos más apasionados son hacia Camila Lucinda. A imitación del canzionere de estilo
petrarquista, 29 sonetos son en los que explícitamente aparece el nombre de Lucinda y
otros muchos en los que se dirige a ella pero no de forma explícita (por ejemplo a través de
metáforas que la identifican con el sol). Los sonetos a Lucinda cantan un amor hiperbolizado
y fatal, pero correspondido, donde el tema más reiterado es el de la belleza de la amada.
Muchos de ellos saltaron al teatro. La trayectoria cronológica de estos amores se va
dibujando en varios de los sonetos. Algunos de los sonetos dedicados a Camila Lucinda son
“Belleza singular, ingenio raro…”, “Ya no quiero más bien que solo amaros…”, “No tiene
tanta miel Ática hermosa…”.
No faltan en las Rimas las clásicas definiciones de amor a base de términos antitéticos
(“Desmayarse, atreverse, estar furioso…”). De los 200 poemas, 117 son amorosos.
Pese a encontramos en una etapa de plenitud vital de Lope, el sentimiento del desengaño
aflora en algunos poemas. Un estoicismo, que suena a Quevedo, se desparrama por algunos
sonetos que parecen contradecir el ilusionado vitalismo, a menudo tormentoso, de los
poemas eróticos. Junto a ellos hay un grupo de sonetos descriptivos de tema mitológico e
histórico.
Los restantes poemas
En general, los 200 sonetos han hecho sombra a la segunda parte de las Rimas. Sin
embargo, hay algunos poemas muy valiosos en esta, como la Égloga Elisio, intenso
monólogo del amante desesperado por los desdenes de Lucinda, simbolizados por la noche.
También es interesante Égloga Apolo de carácter humorístico en la que el dios se lamenta
de que los poetas, gente soberbia y soez, lo tengan por patrón. Hay ya quejas por la falta de
ayudas y recompensas que aparecerán de nuevo en las Rimas de Tomé de Burguillos.
La Epístola al contador Gaspar de Barrionuevo, que nos habla de su vida en Sevilla, de
Lucinda y sus hijos, es una anticipación de lo que serán las bellísimas epístolas de La
Filomena y La Circe.
ii. RIMAS SACRAS (1614)

Este libro se publica a raíz de la ordenación del poeta. Tuvo un gran éxito y a la edición de
Madrid de 1614 siguieron otras de Lérida (1614 y 1626), Lisboa (1616) y Madrid (1619).

Las Rimas sacras se componen de cien sonetos y un conjunto de poemas de diversa índole y
calidad.

Los sonetos

Los sonetos se dividen en dos grupos: en los 49 primeros habla Lope mismo, de forma íntima y
acertada, en los restantes Lope se limita a comentar de forma poco acertada vidas de santos,
festividades eclesiásticas… y se queda muy lejos de la excelencia de los primeros.
El acierto principal consiste en la humanización de su sentimiento religioso. El amor a la
divinidad queda enteramente asimilado a la pasión cordial que desata el amor humano. Lope
se recrea en la visualización de Cristo y emplea las mismas metáforas que había dedicado
antes a sus amadas terrenas. La autenticidad y el estremecimiento son la nota destacada en
estos poemas. La introspección psicológica del pecador arrepentido se verifica con los mismos
instrumentos que el petrarquismo había proporcionado para el análisis del espíritu del
amante. El poeta vuelca ahora su afectividad en motivos sacros sin abandonar el erotismo e
incluso intensificándolo, pues según Lope el amor divino es más intenso y vivo que el humano
El arrepentimiento, sincero y apasionado, aunque efímero, es otro de los motivos centrales de
la obra (por ejemplo, con respecto a su pasado pecaminoso). El tema dantesco del camino
errado es tratado reiteradamente.
Los mejores versos son en los que el poeta habla directamente con Jesús. En la meditación
ascética sobre la vida presenta, en ocasiones, paralelismos con Quevedo.
El soneto más bello de los estrictamente morales es el dedicado A una calavera, aquí compara
la pasada belleza de la muchacha con su actual podredumbre.
Así, los 49 primeros sonetos constituyen un hermoso poemario donde Lope expresa, con toda
la inmediatez y sinceridad su estado de pecador arrepentido y dispuesto a trocar amores
humanos por los divinos.
Los poemas restantes
Tras los sonetos se incluye un poema en octavas titulado La lágrimas de Madalena, en las que,
narra la conversión de la pecadora, y con ágiles saltos argumentales, acercándose a la técnica
dramática, nos cuenta la pasión y muerte de Jesús. Madalena se nos presenta como Lope,
carnal y sensual, y confiesa que lo que le llevó a Jesús fue el loco deseo de ver su hermosura
humana. Es un poema muy significativo para explicarse la religiosidad colmada de erotismo y
sensualidad de Lope, aunque no es una obra maestra.

El libro contiene diversas glosas y un romancero de la Pasión, que será añadido después al
Romancero espiritual. Las escenas de la pasión son sangrientas y crueles.
El poema clave de estas Rimas sacras es la bellísima Canción a la muerte de Carlos Félix,
donde el poeta, al tiempo que rememora la figura infantil del hijo muerto, con los
detalles deliciosos de la vida cotidiana, trata, con angustia y dolor, de resignarse ante la
voluntad divina.

iii. LOS VERSOS DE LA FILOMENA Y LA CIRCE

La Filomena

La Filomena con otras diversas rimas, prosas y versos fue publicada en Madrid en 1621. Se
trata de una obra miscelánea en la que encontramos: dos poemas narrativos (La Filomena y
La Andrómeda), la Descripción de la Tapada, una novela (Las Fortunas de Diana), diversas
epístolas, poesías varias y el Papel de la nueva poesía.
La Filomena presenta tres realidades: los amores con Marta de Nevares, el ataque de Torres
Rámila en la Spongia y la aparición de las grandes obras gongorinas.
El poema que da título a la obra consta de dos partes: En la primera, se narra el mito de
Filomena, Progne y Tereo. El poeta huye de lo lírico para dar verosimilitud psicológica a los
personajes, acercándose así a lo novelesco y dramático. Se observan ciertos parecidos a la
poesía de Góngora (en los hipérbatos y bimembraciones sobre todo). En la segunda parte,
escrita en silvas, responde a las críticas vertidas por Torres Rámila en la Spongia, al que
derrota y avergüenza. El texto incluye numerosas alusiones autobiográficas.
La Andrómeda tiene menos interés. Es una ampliación de la fábula de Ovidio en Las
metamorfosis, que se inscribe en la moda mitológicas que comenzó con la aparición del
Polifemo.
Lo mejor de La Filomena son las epístolas, libres disertaciones sobre temas variados.
Destacamos la respuesta a una carta de una supuesta poetisa llamada Amarilis Indiana, en la
que nos narra una autobiografía novelesca y distorsionada y nos da noticias de su familia. En
la titulada El jardín de Lope de Vega, describe su jardín y comenta a Francisco de Rioja la
actualidad sobre poetas y poesía. En la dirigida a su amigo, Baltasar Elisio de Medinilla,
relata su vida humilde y tranquila.

En la dirigida a su amigo Baltasar Elisio de Medinilla relata su vida humilde y tranquila y se


queja de los envidiosos y maldicientes, como era costumbre en él. Tema que vuelve a tratar
en la epístola a don Diego Félix Quijada y Riquelme.
Cierra el volumen la respuesta de Lope a un papel que le escribió un señor de estos reinos
en razón a la nueva poesía, donde critica la poesía de Góngora y mantiene su fe en el
petrarquismo y sus modelos españoles: Garcilaso y Herrera.
La Circe
La Circe con otras Rimas y prosas se publica en 1624. Sigue las huellas de La Filomena y está
formado por tres poemas: La Circe, La mañana de San Juan y La rosa blanca; tres novelas y
una serie de epístolas y sonetos.
La Circe es considerada como el poema más perfecto y cuidado de Lope, también el poema
mitológico más pretencioso y en el que más empeño puso seguramente. Son tres largos
cantos, donde, siguiendo a Ovidio y Homero, se nos narra el mito de Ulises y Circe. Algunos
episodios apenas se insinúan para concentrarse en momentos especialmente dramáticos. En
el canto II se incluyen la fábula de Polifemo y Galatea, en un claro deseo de rivalizar con
Góngora. Sí que toma algunos elementos del cordobés pero dota a la fábula de un estilo más
garcilasiano, más próximo a su concepción poética.
La rosa blanca está dedicada a dar un origen mítico al emblema de la hija del conde-duque de
Olivares, doña María de Guzmán. Es una obra muy cuidada pero menor.
En La mañana de San Juan en Madrid, Lope describe con gracia las fiestas de sus paisanos.
Lo más granado de La Circe son las epístolas. La vida cotidiana del poeta se cuaja de lirismo.
Con la agilidad y soltura de su verso, Lope pinta con justeza, sin afectación, los momentos
más gozosos de la convivencia familiar. En la Epístola a don Francisco de Herrera Maldonado
describe la profesión como trinitaria de Marcela, que aparece descrita por su belleza física
con entusiasmo. En la Epístola al doctor Matías de Porras le da información sobre su vida. El
momento más sublime lo tenemos en la descripción de Carlos Félix, <<Carlillos de azucena y
rosa>>. Las demás epístolas, interesantes, sobre todo por sus opiniones literarias y la lucha
contra el culteranismo, son muy inferiores en lirismo.
En los sonetos de La Circe, se canta a un amor platónico en un intento desesperado y
poéticamente logrado de justificar sus relaciones eróticas con Marta de Nevares.

Aparecen también otros motivos como el dedicado a la caza de un jabalí por parte de Felipe IV.

iv. RIMAS HUMANAS Y DIVINAS DEL LICENCIADO TOMÉ DE BURGUILLOS


(1634)

Burguillos y sus rimas

Las Rimas humanas y divinas del licenciado Tomé de Burguillos se publicaron en Madrid
en 1634. Es un conjunto de poesías, en su mayor parte burlescas, publicadas a nombre de
este álter-ego ridículo, Burguillos, un licenciado creado por Lope para las justas en honor
de San Isidro en 1620 y 1622. Lope afirma en el prólogo que Burguillos existió y que al
emigrar a Italia le dejó La gatomaquia. Lope finge reunir el volumen gracias a textos que
le proporcionan los amigos de Burguillos.
El libro lo constituyen dos partes: las Rimas humanas (161 sonetos, una canción burlesca, La
gatomaquia y cinco composiciones a diversos motivos) y las Rimas divinas (dos églogas
pastoriles, un villancico al nacimiento, 4 poemas al Niño de la Cruz y tres romances). Las
Rimas de Burguillos a pesar de su dispar contenido, forman una unidad en la que predomina
el humor guasón y benevolente, expresión del momento de vejez y cansancio en que fueron
escritas. En él aflora el desengaño risueño del viejo poeta que solo aspira a <<templar
tristezas>>. En su conjunto quizá sea el mejor libro de poemas de nuestro autor.
Las Rimas humanas
Los sonetos son un canzionere paródico dedicado a una tal Juana, lavandera del Manzanares, de la
que está enamorado Burguillos. Aquí el humor se tiñe de cordialidad y, sin amargura, va
caricaturizando y desmontando la imaginería petrarquesca a la que tanto partido le había sacado
en otros poemas. La parodia del petrarquismo recurre a la contraposición de los tópicos poéticos
propios de esa corriente con la realidad inmediata.

Los elementos petrarquistas (como la condolencia de la naturaleza ante las cuitas del poeta; los
amores imposibles e ideales; la datación poética del encuentro con la amada; la belleza
hiperbólica), los tópicos poéticos y la descripción del locus amoenus son totalmente
descontextualizados y desvirtualizados, quedando en un plano de utilización paródico y poco
acorde a la verdadera naturaleza del estilo petrarquista.

Entre las burlas no faltan algunos poemas galantes, que retratan a diversas damas (algunos de
ellos de tema satírico). Hay también numerosas quejas por el escaso galardón que merecen sus
obras. Las reflexiones morales se contagian del tono burlesco del libro.

Destacamos “Señora, aunque soy pobre, no venía…”, coloquial y bello soneto. “Resuelta en polvo
ya, mas siempre hermosa”, emocionado poema dedicado a la memoria de Marta de Nevares.

Algunos de los sonetos de esta obra son de los más perfectos que salieron de la pluma de Lope.

La gatomaquia

A pesar de estar dentro de las Rimas humanas, le dedicamos un aparte por tratarse de un
poema épico de cierta extensión. Nada menos que unos 2700 versos, divididos en 7 silvas,
que nos cuentan la lucha de amores de dos gatos Marramaquiz y Micifuf, por la mano de
Zapaquilda. El primero, desdeñado intentará chafar la boda y raptar a la hembra, hasta que
un disparo de un hombre lo mata, así el poema, que se anunciaba trágico, acaba de forma
risueña.
A través del poema, Lope, con la animalización de los personajes ridiculiza los
comportamientos humanos de la época. Como literatura paródica, caricaturiza la épica
italiana del Renacimiento, la comedia lopesca y el petrarquismo garcilasiano. Los gatos son
equiparados, con cierta ironía, constantemente a los héroes ariotescos: Orlando, Medoro,
Angélica… Lope hace, como hemos dicho, una parodia de su propio estilo dramático:
reproduce en el mundo distorsionado de los gatos los esquemas repetidos en sus dramas: el
triángulo amoroso, la fábula de amores, celos y honor, la justicia poética al final.
Esta parodia doble de la épica y la comedia está muy lejos de las amargas parodias
quevedescas y gongorinas, y en el fondo se adivina el cariño que siente el poeta por los
mundos literarios que él mismo había cultivado e incluso creado. Los comentarios
distanciadores, la creatividad verbal se unen a la amorosa enumeración de todo tipo de
cacharros domésticos: vestidos, zapatos…
Es, en definitiva, un divertidísimo poema, el mejor texto épico que compuso el Fénix.

Las Rimas divinas


Junto a poemas de un detestable conceptismo sacro, encontramos dos buenos diálogos
pastoriles de gran sencillez e ingenuidad.
d. OTROS LIBROS POÉTICOS

Triunfos divinos

Es un volumen misceláneo que recoge, entre otras cosas, un largo poema religioso en cinco
cantos que pretende imitar, sin éxito, los Trionfi de Petrarca. Aparecen multitud de citas y
referencias eruditas que no hacen más que cansar al lector. De mayor interés nos parecen
algunos de los 46 sonetos que siguen al anterior poema. Algunos de ellos, a la altura de los
que encontramos en las Rimas sacras. Hay también doce sonetos a una rosa, alarde de
virtuosismo poético, una Vida de Cristo por los templos y edificios de Madrid, un poema de
interés documental y el poema La Virgen de la Almudena.

La Vega del Parnaso


La Vega del Parnaso se publicó póstumamente. En ella se recogen obras editadas con
anterioridad, con las églogas Filis y Amarilis y algunas comedias. Entre lo inédito de la obra
destaca la silva El siglo de Oro, última de sus obras, en la que el poeta refleja su amargura; y
el poema Huerto deshecho, en el que tras una noche de tormenta su jardín queda
destrozado, en clara alusión a la fuga de su hija Antonia Clara.

Laurel de Apolo
Es un extenso catálogo de poetas contemporáneos compuesto con ocasión de una sesión en
homenaje a Vicente Espinel que celebró la Academia de Madrid en 1629. Es un texto para
especialistas que recoge textos de unos 300 poetas distribuidos por ríos regionales. Lo mejor
es el humor con que el poeta comenta algunos aspectos. Los elogios, en general, son
excesivamente uniformes.

e. POESÍA ÉPICA

Lope, tan dotado para lo lírico y lo dramático, no llegó a cuajar como poeta narrativo. En sus
obras épicas y novelescas lo más valioso son los instantes en los que asoma la personalidad del
autor o cuando los personajes se erigen momentáneamente en protagonistas de un conflicto
dramático. No tiene en estos géneros ninguna obra maestra, salvo La gatomaquia.

Lope tuvo la obsesión toda su vida de convertirse en el poeta épico nacional, objetivo que no
alcanzará.

La Dragontea

Es un desafortunado poema épico en 10 cantos en defensa de la causa española y el


catolicismo. El hecho de que el protagonista sea un enemigo de España, Drake un corsario
inglés en América y Canarias, no casa con la pretensión inicial del poema. Lope, como
acostumbraba, se perdió en las dimensiones del texto y en su voluntad de seguir con fidelidad
a las fuentes históricas. No supo dar aliento poético ni gracia creadora a su epopeya que
resulta de muy escaso interés y difícil lectura.
El “Isidro”
Isidro, poema castellano se publica en Madrid en 1599 y está dedicado a la villa natal del
poeta. La dedicatoria sabe a cristiano viejo cuando alaba a Madrid por haber nacido en
ella. El poema puede estar vinculado a la campaña de exaltación de la figura del labrador
que aparece en diversas comedias lopescas.
Lo más acertado del texto es la descripción del ambiente que rodea al santo. Como en
otras ocasiones, el poeta no ha resistido la manía de llenar de erudición barata un texto
que no la necesita. El lirismo del poeta no nace de la aparición de la subjetividad del autor,
sino que tiñe de cordialidad las realidades objetivas que describe. En ocasiones la
ramplonería erudita cansa, pero sus descripciones de la vida campesina de Isidro, sencilla e
ingenua, consiguen salvar el texto.

La hermosura de Angélica
La mayor inspiración es Ariosto. Según Vossler, es un “dificultoso engendro híbrido”,
caótico, extenso y desordenado, que resulta muy confuso. La redacción del poema
empieza según Lope, en el galeón de San Juan, en la Armada Invencible. Posiblemente no
se remató hasta pocos años antes de su publicación. Lo mejor del poema es, de nuevo,
cuando Lope vacía su experiencia personal y cuenta sus arrebatados amores con Micaela
de Luján o su turbulenta historia con Elena Osorio.

Jerusalén conquistada
Sigue, evidentemente, a Tasso. Pretende ser un poema nacional: gracias a una invención
poética que explica en el prólogo, hace al rey Alfonso VII partícipe en la tercera cruzada. Lo
más actual y legible ahora mismo del texto son sus digresiones. Los estudiosos se han detenido
sobre todo en las alusiones a Lucinda, pero, según Vossler, ni siquiera en estos temas tan
personales recobra Lope su gracia natural. Otros críticos consideran que esta obra es muy
superior al resto de la poesía épico-narrativa del Siglo de Oro. Aún así, en el momento de su
publicación tuvo mucho éxito (hubo dos ediciones, una en 1611 y otra en 1619).

La “Corona trágica”

Dedicada al papa Urbano VIII cuenta la vida y la muerte de María Estuardo. Se trata de otro
intento fallido. El poeta, tan impulsivo y directo, pierde su gracia. La realidad conflictiva y
dramática de la reina de Escocia no ha sido captada por él más que en unos pocos momentos
que se pierden en el conjunto (600 octavas).

2. LA OBRA POÉTICA DE FRANCISCO DE QUEVEDO


a. TRANSMISIÓN Y CLASIFICACIÓN DE SU OBRA POÉTICA

Ediciones y clasificación

Resulta de extrema dificultad conseguir un acercamiento a la poesía de Quevedo, ya que don


Francisco no se dedicó en vida a la edición de su obra poética, que circuló a través de canales
múltiples (oral, manuscrita, impresa…). Además, los romances y letrillas de Quevedo se
hicieron muy pronto tradición oral. En vida de Quevedo, se publicaron poemas en las diversas
antologías de la época (Flores de Espinosa o la Segunda parte del romancero general de
Madrigal). Muerto el poeta, su sobrino, Pedro de Aldrete, vendió sus cuadernos (incompletos
ya) y Jusepe Antonio González de Salas se encargó de una primera edición. El propio Pedro
editó otro conjunto unos años más tarde (con alguna atribución errónea). Desde entonces, se
multiplicaron las ediciones sobre los poemas del autor, aunque en su mayoría, carentes de
rigor. No fue hasta el año 1963, con la edición de Blecua, cuando se recogen los poemas de
Quevedo con el mayor acierto hasta el momento. De su trabajo de recopilación y edición,
Blecua sacó algunas conclusiones: que Quevedo corregía con cuidado sus poemas y que los
primeros editores no siempre dispusieron de los últimos textos del poeta.

Clasificación

Es complicado realizar una clasificación cronológica de la obra y tampoco existe un orden


establecido por el autor, así que la clasificación temática realizada por Blecua nos parece la
más razonable y casi la única posible. Blecua reparte los poemas en los siguientes capítulos:
<<Poemas metafísicos>>, <<Heráclito cristiano>>, <<Poemas religiosos>>, <<Poemas líricos a
diversos asuntos>>, <<Elogios, epitafios, túmulos>>, <<Poemas amorosos>>, <<Canta sola a
Lisi y la amorosa pasión de su amante>>, <<Poemas satíricos y burlescos>>, <<Sátiras
personales>>, <<Jácaras>>, <<Bailes>>, <<Poema heroico de las necedades y locuras de
Orlando>>.
Nosotros seguimos esta clasificación, aunque reducida a cuatro apartados: <<poemas metafísicos,
morales y religiosos>>, <<Poemas de tema amoroso>>, <<Poemas burlescos y satíricos>> y
<<poemas de circunstancias y traducciones>>.

b. POESÍA METAFÍSICA, MORAL Y RELIGIOSA

Poemas existenciales

El tema central es la reflexión sobre el sentido de la existencia, la muerte y el paso del tiempo.
Es frecuente que estos temas se mezclen con otros, en especial con el amoroso y el religioso.
Por ejemplo, muchos de los salmos del Heráclito cristiano se integran en este apartado
existencial.

La vida como muerte

Quevedo mantiene la constante paradoja de la vida como muerte. Nos advierte de que la
muerte no está solo presente en el momento final de nuestras vidas, sino que está se hace
patente en el transcurso de las mismas. En su soneto epigrafiado Contiene una elegante
enseñanza de que todo lo criado tiene su muerte de la enfermedad del tiempo la angustia se
vuelve melancólica contemplación. Quevedo deja constancia en el poema de la belleza fatal y
huidiza de la existencia y descubre con resignación melancólica la trágica condición del ser
humano que va muriendo mientras vive. No encontramos aquí ni al sabio estoico ni al cristiano
esperanzado, sino al hombre que con su carga cultural e ideológica contempla cómo “muere la
vida”.
Este soneto reitera un tema muy tratado por Quevedo, que no hay más muerte que la propia
vida y esto es motivo de desengaño. Es esta pues una poesía del desengaño, que hace ver al
lector que, a diferencia de lo que se suele decir, la vida no es el contrario de la muerte sino
que ambas cosas son solo una. El objetivo de Quevedo es abrir los ojos a los mortales,
desengañarles para que no caigan en el error de esperar la muerte como algo futuro, siendo
en realidad un presente desde la cuna a la sepultura. Para Quevedo cualquier cosa de su
alrededor puede convertirse en una advertencia de este mensaje (por ejemplo, “los muros de
la patria mía…”).

En estos poemas el sentimiento dolorido de la existencia puede desembocar en invocaciones a


la muerte como liberación. Las raíces estoicas y cristianas de esta actitud son evidentes. Sin
embargo, al tiempo que reconoce la inconsistencia de la vida y sus angustias, el poeta se duele
de su brevedad y de su inexorable fugacidad. Usa mucho el oxímoron.

El tiempo fugitivo
El tema de la huida del tiempo está íntimamente ligado a la problemática anterior. En el
soneto “¡Ah de la vida!... ¿Nadie me responde?”, uno de los más inquietantes del poeta,
Quevedo logra sus mayores aciertos al expresar la sucesión vertiginosa de la existencia.
También consigue poner la palabra poética al servicio de la expresión del paso imparable del
tiempo en el soneto “¡Fue sueño ayer; mañana será tierra!”, donde logra abolir la
atemporalidad abstracta del lenguaje y transmitir al lector la rápida sucesión temporal. Las
imágenes tópicas del tema cobran giros nuevos en las manos de Quevedo. El tiempo aparece a
menudo como un ladrón que saquea, huye y se esconde gracias al recurso de la prosopopeya.
Es capaz de saquear al hombre dormido, que incluso en el sueño ve como el tiempo le gana la
partida. Después de hurtar, el tiempo ladrón se da a la huida.
Todo desaparece y cambia ante el paso arrollador del tiempo, como da a entender en el
soneto “Buscas en Roma a Roma, ¡oh peregrino!,…”.
La inconsistencia de la vida
De nuevo aparece el tema que raya la tragedia en Quevedo: que la vida es algo perecedero y
que además es lo único que tenemos. En estos poemas existenciales la perspectiva de la
muerte rara vez apunta hacia la salvación eterna, sino que señala un absoluto vacío. Desde
esta postura es fácil dar el paso hacia el ascetismo que predicará en los poemas morales.

Poemas morales
Apariencias y ambiciones
La primera obsesión del Quevedo moralista es reducir las apariencias externas a su
auténtica dimensión. Por este proceso pasarán todas las realidades humanas,
especialmente las más favorecidas por la Fortuna. Algunos de estos poemas tienen ribetes
existenciales. El más bello ejemplo es <<Verdugo fue el temor, en cuyas manos…>> en el
que en una plaza de toros de Madrid corre el falso rumor de que se ha producido un
incendio y la gente empieza a precipitarse al vacío. El texto descubre la fragilidad del
hombre.
La obsesión del poeta en sus versos morales es evidenciar que en nuestro comportamiento
diario nos movemos, luchamos y morimos por cosas que no existen. Huimos, como los
muertos de la plaza de toros, de falsos rumores y perseguimos falsas apariencias. Tal es el
caso del poder político que Quevedo describe siempre como un gran vacío relleno de los
materiales más deleznables. En torno a estos fantasmas se mueve el coro de los aduladores
contra los que Quevedo también arremete con frecuencia. De especial interés es el que
empieza “Desconoces, Damocles, mi castigo…” que subraya la soledad del poderoso que no
encuentra interlocutor entre sus cortesanos pues todos repiten cuanto dice. Se apunta la
necesidad humana de oír otra voz.
También dedica unos cuantos poemas a personajes que han sufrido caídas después de grandes
ascensos, como don Álvaro de Luna. Otras ambiciones, no estrictamente políticas, merecen
también la censura de Quevedo: el ansia de riquezas, la usura… un conjunto de tópicos
barrocos le sirven para mostrar este rechazo a la ambición (navegación, por ejemplo). En la
silva A una mina muestra el desasosiego a que nos lleva la riqueza al cavar para extraer
metales preciosos.
Se ceba el poeta, sobre todo, con aquellos individuos que pretenden asociar a Dios a sus
empresas injustas.
El apartamiento
Frente a la ambición desmedida de los hombres, don Francisco predica a la vida retirada. Por
un lado, se huye de los peligros de las inmediaciones del poder y por otro, se persigue la única
vía para conseguir la paz: la renuncia. A pesar de todo, Quevedo es consciente de la
resistencia humana al abandono de la ambición.
El tema de la renuncia y la conformidad con el destino es de los más importantes en el
pensamiento moral del autor. El ideal de la virtud cristiana y de la ataraxia epicúrea alientan la
prédica del dominio de uno mismo como única riqueza y poder.
Ensalza el tópico del beatus ille al que adorna graciosamente en el soneto 60, “Dichoso tú,
que, alegre en tu cabaña…”.
A pesar de predicar el abandono de la vida mundana, Quevedo fue un hombre activo y
ambicioso en sus quehaceres políticos. Aunque no es menos cierto que en determinados
momentos se retirase, bien fuera por obligación bien por su propio parecer, a la Torre de Juan
Abad. Desde allí escribiría sonetos, algunos de ellos muestran incluso una visión positiva del
vivir estudioso, incluso frente al paso inexorable del tiempo.
La imagen del sabio estoico aparece en sus sonetos “Tuya es, Demetrio, voz tan animosa…”
y “Llueve, oh Dios, sobre mí persecuciones”. El Sermón estoico de censura moral es, en
cambio, una diatriba contra la ambición y la opulencia.
Advertencias político-morales
Algunos de los poemas morales están dedicados de forma directa a la decadencia española.
La advertencia más directa la tenemos en el soneto “Un godo, que una cueva en la
montaña…”, cuyo último terceto es una traducción de una frase que Séneca había aplicado
al Imperio romano. El soneto tiene una estudiada estructura climática (asistimos al
progresivo engrandecimiento de España) y así la advertencia premonitoria final tiene mayor
rotundidad.
La otra gran composición político-moral es la Epístola satírica y censoria contra las
costumbres presentes de los castellanos. Es una crítica de costumbres en la que los versos
conservan algo de rotundidad (característica de Quevedo) pero que se pierde en sofisterías.
Junto a un ilusorio igualitarismo militarista y feudal se encuentran ideas que se dan la mano
con los arbitristas.

Poemas religiosos
“Heráclito cristiano”
El Heráclito cristiano es una breve y bella colección de poemas que el autor escribió en 1613
en la Torre de Juan Abad y la dedicó a su tía doña Margarita de Espinosa. Consta de 28
salmos (sonetos breves y silvas) cuya temática oscila entre lo religioso y lo existencial. Es una
sincera y apasionada reflexión sobre la propia existencia (está subtitulado como Lágrimas de
un penitente).
Los 28 salmos son un diálogo directo con la Divinidad y una contemplación desengañada de
la existencia pasajera. Se abre el Heráclito con un magnífico soneto: “Un nuevo corazón, un
hombre nuevo…” que refleja una honda ansia de regeneración y un amargo desencanto.
El arrepentimiento es temática dominante. Hay un único poema de pedestre conceptismo.
Lo más celebrado de este libro son los sonetos, algunos ya tratados al hablar de la poesía
existencial (“Miré los muros de la patria mía…”, “¡Cómo de entre mis manos te resbalas!”,
“Bien te veo correr, tiempo ligero…”).
Como conjunto, el Heráclito cristiano es lo más auténtico y bello de la poesía religiosa de
Quevedo.
Otros poemas
Son poemas menores, los más destacados están destinados a glosar varias escenas de la
Pasión. Compone un Poema heroico a Cristo resucitado en octavas reales y poemas en
honor a San Raimundo y a San Lorenzo.
Quizás lo más bello de este grupo de poemas sea la paráfrasis incompleta del Cantar de los
cantares, escrita en sextinas, que es una espléndida versión barroca del texto bíblico.

c. POESÍA AMOROSA
i. AMOR Y POESÍA EN QUEVEDO

Raíces biográficas

Sabemos que Quevedo era profundamente misógino, que su matrimonio con doña Esperanza
de Mendoza, además de concertado casi al margen de la voluntad del interesado resultó un
fracaso y acabó en separación. De su poesía satírica en la que tantas veces ridiculiza el
sentimiento amoroso y ofrece desengaños a ingenuos entusiastas no podemos esperar un
profundo poeta del amor. Y sin embargo, Quevedo es un intenso y extenso poeta erótico.

Poco o nada se sabe de las amantes ocultas bajo los nombres de Flora, Fili, Aminta… o incluso
Lisi a quien dedica todo un cancionero. Estos poemas no parecen tener un destinatario
inmediato. En parte, lo que el poeta reproduce son tópicos amatorios de la época, a los que
dota de nueva expresividad, pero, por otro lado, aparecen temas que le preocupan
hondamente y la pasión amorosa presenta autenticidad.

Es obligado, pues, considerar la lírica amorosa quevedesca como ente autónomo, cuya
conexión con la vida del autor se nos escapa.

Raíces culturales

La concepción amorosa de Quevedo parte de una múltiple tradición cultural, quizá sobre todo
es influido por el neoplatonismo y el petrarquismo introspectivo. Parte Quevedo no tanto de
una concepción del amor cuanto de una forma de entender la lírica amorosa. El primer hito en
esta corriente es Petrarca, tras él, los petrarquistas italianos y los españoles, en especial la
cadena Garcilaso-Herrera-Lope. Esa tradición ha lexicalizado el lenguaje poético y Quevedo se
encontrará con la necesidad de revitalizarlo con la introducción de voces extra poéticas,
imágenes hiperbólicas, etc.

Rasgos del amor en la lírica de Quevedo

Lo que caracteriza el erotismo lírico de Quevedo frente a otros autores de la tradición


neoplatónica y petrarquesca es la violencia. El papel de la amada es marginal, más marginal
aún que en el petrarquismo. La introspección psicológica convierte el objeto erótico en mera
disculpa retórica del autoanálisis. Pero esa disculpa retórica tiene importancia en Quevedo por
cuanto le permite expresar una cara de su personalidad que no cabe en otro tipo de poesía: la
necesidad afectiva de la comunicación íntima.

La soledad es tema habitual en esta lírica quevedesca. Es frecuente, también, que el tema
amoroso se impregne de otros motivos como el existencial. Elige los tópicos más dolientes de
la tradición petrarquesca, lo que subraya la violencia de sus versos: Encélado, Tántalo…
Encontramos versos que expresan una profunda desazón íntima.

Se trata, en definitiva, de una afectividad destemplada y angustiosa, muy alejada del


complacido dolor petrarquesco.

ii. LOS ALEDAÑOS DE LA EXPERIENCIA AMOROSA: DEFINICIÓN DEL AMOR


Y POESÍA AMOROSA CORTESANA

Un amplio conjunto de textos amorosos versa sobre los aledaños de la experiencia erótica. Dos
aspectos nos interesan especialmente aquí: las definiciones del amor y los versos galantes.

Definiciones del amor

Sigue Quevedo la técnica manida de descubrir los efectos de la pasión a base de violentas
antítesis. Tres poemas definen de forma directa las características del amor y muchos otros
ocasionalmente definen los efectos amorosos.

Hay una abusiva presencia de tópicos en estos textos, utiliza los tópicos habituales que usaban
los poetas de su época. Algunos son meros ejercicios literarios, pero en ocasiones los motivos
elegidos son reveladores: la soledad en compañía, por ejemplo. Esta preferencia muestra una
de las características de la concepción quevedesca del amor: ese “acompañarse en soledad”
retrata una faceta importante de la psicología amorosa de nuestro poeta.

Poemas galantes

Como tributo a la vida cortesana y a la poesía de la época, Quevedo dedica muchos poemas a
describirnos, con todas las galas del petrarquismo, las gracias de una muchacha o una breve
escena cotidiana en la que interviene una dama. No siempre es fácil distinguir estos poemas
galantes de aquellos en que la pasión amorosa se expresa con mayor autenticidad. Abundan
los juegos conceptistas, más o menos triviales. Dámaso Alonso ha apuntado la transición desde
le colorido alegre y luminoso de estos versos al más sombrío de los auténticamente amorosos.
Hay gracia, entre afectuosa y zumbona, en los sonetos dedicados a “una dama bizca y
hermosa”, a una “dama tuerta” y “A otra dama de igual hermosura y del todo ciega”.
La galantería roza, a veces, una expresión erótica más intensa. También los metros cortos
fueron cauce de poemas galantes.

Poemas amorosos a diversas damas

Se siguen los modelos petrarquistas teñidos de amor cortés. Muchos de estos poemas,
aparentemente apasionados, son puros ejercicios retóricos. El neoplatonismo es clave para
la interpretación de numerosas actitudes. Una de ellas, la diferencia entre querer/amar. En
poemas de estos exalta el amor inteligible respecto al sensitivo, que trasciende más allá de
lo físico.
Los poemas más marcados sensualmente, esconden tras de sí cierto desengaño. El tópico del
carpe diem es tomado desde la vejez de la amada, a la que casi siempre echa por tierra por
haber llegado ya a la vejez.
Por último, va dando paso a una poesía más liberada del estilo petrarquista, desnuda y con
voces vulgares, más cercana a la que culminaría en el cancionero dedicado a Lisi.

iii. “CANTA SOLA A LISI Y LA PASIÓN DE SU AMANTE”

Un “canzoniere” petrarquesco

Los poemas dedicados a Lisi constituyen el último de los grandes cancioneros del
petrarquismo. Encontramos la influencia de Petrarca y de toda la tradición que desciende de él
en los contrastes entre el amor (“fuego”) del poeta y el desdén (“hielo”, “nieve”) de la amada o
en el cómputo de los años consumidos en la pasión amorosa.

El neoplatonismo, propio de estos autores, aparece aquí con renovada fuerza. Tampoco falta
un soneto in morte. Añadamos a todo esto que el cancionero está escrito (excepto un poema
en redondillas) en endecasílabos y que la mayor parte de poemas son sonetos.

Sin salirse mucho de esta tradición petrarquista, hay dos aspectos en el cancionero que son
muy propios de Quevedo: la agudeza conceptista de los sonetos de ocasión y el tema del dolor
y la muerte en confluencia con la experiencia amorosa.

Poemas galantes y de ocasión

Quevedo describe situaciones de la vida cotidiana. Las utiliza para trenzar agudezas y
requiebros. En un retrato de Lisi se acumulan metáforas que apuran las posibilidades de la
tradición petrarquesca. La imagen de Lisi es compendio de la naturaleza y en ella están todas
las riquezas de las Indias.

En el soneto En crespa tempestad el oro undoso aparece una buena muestra (aunque no de las
más complejas) de la agudeza conceptista de Quevedo. En el poema el corazón del poeta,
“sediento de hermosura”, es Leandro que se ahoga en el mar del cabello de Lisi, Ícaro que se
abrasa, fénix que resucita, Midas, Tántalo…
El dolor y la muerte. La “ceniza enamorada”.

El amor como pasión devastadora aparece en el Cancionero de Lisi. El poeta se ofrece como
ejemplo de dolorido sentir. Esta concepción del amor es antigua; pero lo novedoso es la
intensidad de la expresión de la que es capaz de dotar al tópico don Francisco. Los sinsabores
van unidos como una fatalidad a la existencia y como contrapunto gozoso a las angustias
eróticas surge la muerte.
Con esto nos encontramos con dos de los temas más originales y sugestivos de Quevedo: el
del <<amor más allá de la muerte>> y de la <<ceniza enamorada>>. La sutil diferencia entre
uno y otro tópico es que el primero está en estrecha relación con las doctrinas neoplatónicas
(el amor perdura porque es ajeno a lo corporal y terreno, se perpetúa en las almas cuando
abandonan los cuerpos). El segundo es más original, pues las cenizas, los restos corpóreos del
amante perduran después de la muerte. Aunque la escisión entre un tema y otro no es tan
tajante.

El soneto “Cerrar podrá mis ojos…”


El más célebre y apasionado de los poema eróticos de Quevedo, Amor constante más allá de
la muerte, funde el tema del amor de ultratumba y el de la ceniza enamorada. El poema tiene
una perfecta estructura clásica. El primer cuarteto expresa la asunción de la muerte como algo
placentero. El segundo cuarteto plantea la situación post mortem. La experiencia amorosa ha
supuesto un enriquecimiento, es ya indestructible. Así pues, el alma no perderá esa vivencia.
En los tercetos se potencia el tema central del soneto, la intuición de que algo mortal no
morirá. El alma, que es inmortal, mantendrá la pasión amorosa tras separarse del cuerpo y, a
su vez, las cenizas del cuerpo perdurarán vivificadas por una experiencia que trasciende y
enriquece al hombre: el amor.
Dámaso Alonso considera este poema “seguramente el mejor de Quevedo, probablemente el
mejor de la literatura española”.

d. POESÍA SATÍRICA Y BURLESCA


i. CLASIFICACIÓN

Es complejo clasificar los miles de temas y tonos que aparecen en la poesía satírica y burlesca
de Quevedo. Los distribuiremos en cinco apartados aunque sea una distribución inexacta.

ii. POEMAS DE LA “VIDA POLTRONA”

Quevedo, tan preocupado en los poemas graves por la concepción de la vida, dedica un buen
número de textos a describirnos una visión de la existencia caracterizada por la aversión a las
grandes empresas, el desprecio del lujo artificioso y la exaltación del vino y de la vida de
mendigos y pícaros.

La mayoría de poemas de esta serie son sonetos con rasgos formales similares: el vocabulario
caprichoso y de germanía, el juego de rimas extrañas, dificultosas y que se mantienen a lo
largo de todo el soneto con el solo cambio de la vocal tónica.

Todos estos poemas exaltan formas de vida antiheroicas e incluso inmorales. Es un


menosprecio de corte y alabanza no de aldea sino de la vida holgazana con tonos claramente
expresionistas (imágenes grotescas y deformes, vocabulario con sonoridad pareja a su
significado…).

Algunos temas ya tratados por Quevedo en los poemas morales surgen aquí con un tono aún
más bronco y desolador, más agresivo y áspero (desvalorización de la existencia, inanidad de lo
real, paso destructor del tiempo). La risa se alimenta en estos versos con los motivos que han
servido otras veces al llanto y al arrepentimiento.

iii. SÁTIRAS

Críticas de los comportamientos sociales

Como a Góngora, el aspecto que más atrae al Quevedo satírico es el contraste entre la
apariencia y la realidad de los comportamientos sociales. Quevedo aprendió sin duda en las
letrillas de Góngora algunos de los recursos que emplea en las suyas. Por ejemplo, el uso de
estribillos alternos. Los personajes y situaciones son los mismos: médicos, la justicia, el poder
del dinero, los viejos teñidos, etc. Quevedo insiste especialísimamente en las putidoncellas,
cornudos, sastres, pasteleros, calvos… que también aparecen en los poemas satíricos del
cordobés.

A través de imágenes y alusiones equívocas aparece la realidad oculta tras las apariencias,
como el médico que “para un mal que quita, receta muchos”.

Especial interés merece el poder del dinero, causa y raíz de falsedades. Varias son las letrillas
que lo tienen como protagonista (“Poderoso caballero / es don Dinero”). Llaman la atención
las varias letrillas cuyo estribillo alude a la prohibición de hablar o a los peligros que conlleva.
Hay un conjunto de letrillas misóginas alusivas al interés de las mujeres en contraste con una
falsa espiritualidad masculina. La corte también es objeto de las sátiras.

Poemas misóginos

La mujer y el matrimonio son blancos predilectos en las sátiras de Quevedo. La misoginia


estaba muy enraizada en la vida y el carácter del poeta. Pero no deben tomarse en serio
cuantos defectos y excesos achaca en sus versos satíricos al sexo femenino. La mayoría de
ellos, como ocurre en otros campos, son puros ejercicios de ingenio.

A caballo entre las críticas de costumbres y la misoginia están las sátiras matrimoniales. Son
numerosísimos los textos en que alude a maridos pacientes y casamientos prostituidos desde
el primer momento. Otros poemas son la exaltación maliciosa de los cornudos, putas y
rufianes y tendrán lugar junto a las jácaras.

Un aspecto en el que el poeta se expresaba con la mayor sinceridad es el de los afeites, que
afecta a ese juego de engaño-desengaño tan caro a nuestro autor. El motivo que con mayor
frecuencia da pie a las sátiras misóginas es el dinero, el interés. Las relaciones se presentan
como un género de prostitución, las mujeres son pedigüeñas y la lucha de los varones es gozar
de sus favores sexuales sin tener que pagar.

A menudo, la mujer es mera disculpa para engarzar ingeniosidades, chistes e hipérboles, como
en las silvas A una mujer pequeña y A una mujer flaca entre otros. Estos poemas suelen estar
empapados de un tono esperpéntico y agrio.
Sátiras contra las viejas

Las viejas son las víctimas de los más crueles epigramas quevedescos. No hay piedad en estos
versos en los que Quevedo da rienda suelta al esperpento y la falta de piedad. Aquí también es
obsesivo el juego del engaño-desengaño. Las hipérboles son importantes en estos poemas. Las
imágenes descendentes se acumulan para trazar auténticos cuadros de horrores.

Las bodas de viejos aparecen grotescamente caricaturizadas en el Epitalamio; la inquina de


Quevedo se ceba con las dueñas en el Epitafio y el tema del carpe diem que vimos en los
poemas amorosos aparece en la más agria y vengativa de sus versiones.

Lo meramente satírico cobra una dimensión moralizante. Lo más habitual, en cambio, es el


metaforismo deformante, el feísmo expresionista y la burla ingeniosa.

Sátiras personales

Contra lo que comúnmente se cree, son escasas las sátiras personales de Quevedo, al menos
las conservadas. Rivalidades literarias o para literarias son la chispa que inicia la sátira en la
mayor parte de las ocasiones.

Góngora es la víctima más importante. La rivalidad surgió, al parecer, con ocasión de los versos
del poeta cordobés contra Valladolid, el Pisuerga y el Tajo. El joven Quevedo salió en defensa
de lo castellano y así midió sus armas con uno de los poetas más granados del momento. La
publicación posteriormente del Polifemo y las Soledades dio origen a una durísima polémica.
Las críticas se dirigen por igual al estilo culterano de Góngora y a su vida privada. La agudeza
de que era capaz Quevedo se une a la íntima antipatía.

Menor relieve tiene la polémica con Ruiz de Alarcón, cuyo hito más importante es la letrilla
“Corcovilla” en la que la figura del dramaturgo jorobado sirve para comparaciones grotescas e
hiperbólicas.

Otras sátiras personales se dedican a Francisco Morovelli de Puebla (crítico de nuestro autor
que chocó con él a causa del patronato de Santa Teresa); Pérez de Montalbán; Morales; Jusepa
Vaca y Vallejo.

iv. POEMAS BURLESCOS

Entre las sátiras, en especial las misóginas, hay poemas puramente burlescos, sin más
pretensión que provocar la risa del lector u obligarle a descifrar las complejas interrelaciones
que aparecen en una imagen o un juego de palabras.
En los poemas burlescos encontramos también moralizaciones, apuntes satíricos y reflexiones
existenciales; pero se trata de algo secundario porque lo esencial es el juego de ingenio. Son
poemas en que el ingenio y el chiste son el motor composicional de estas creaciones. Muchas
veces los temas tratados tienen un tinte fatalista, pero deben ser vistos en su contexto bufo.
Una muestra de intenso humor es el célebre Boda de negros, en que los rasgos de ingenio
rayan en lo surreal. El equívoco llega a tan surrealista extremo, que los asistentes temen
comer morcilla por creer comerse a ellos mismos.
La estructura abierta del romance se presta mejor a estos juegos discursivos, aunque
también encontramos numerosos sonetos como el dedicado a Góngora <<Érase un hombre
a una nariz pegado…>>. Los sonetos por su más rígida estructura y brevedad tienden al
tono conciso y prieto del epigrama.

El gusto por el equívoco conceptuoso se comunica en un sinfín de poemas. Muchas de


las feroces sátiras quevedescas no tienen como principal fin el ataque personal o la
denuncia de costumbres, sino, como apuntábamos antes, el puro deleite intelectual del
chiste ingenioso o la imagen disparatada.

v. JÁCARAS, POEMAS OBSCENOS Y PROSTIBULARIOS

Jácaras

El género, aunque tiene sus raíces en algunos poemas de Rodrigo de Reinosa, hay que
esperar a Quevedo para que alcance su mayoría de edad literaria. La más célebre muestra
es la Carta de Escarramán a la Méndez, en torno a 1611. El éxito fue inmediato. Se puede
decir entonces que Quevedo es el creador de este género tan característico del Barroco
español. En ellas se cantan las proezas de algún delincuente, entre rufián y ladrón. El
mundo prostibulario y de germanía es fuente de un humor esperpéntico y a menudo
macabro. Nuestro poeta dotó de calidad literaria a estos poemas prostibularios y acuñó un
lenguaje donde el vocabulario de germanía se aúna con el más alambicado de los
conceptismos.
Las jácaras son por lo común cartas que se cruzan entre un jaque (rufián) y su marca (puta), o
la relación que hace un delincuente. En alguna ocasión, el relato en tercera persona sirve para
introducir el parlamento autobiográfico del protagonista. Cabría ver en esta técnica una
conexión con el mundo de la picaresca. El autobiografismo es puramente superficial, pues no
hay una psicología coherente detrás de los personajes, es el autor quien habla y se permite
todo género de chistes. El equívoco es esencia de estos rasgos de humor.
Existen unas dialogías típicas en este tipo de composiciones:
- Los jaques que van forzados a galeras

- El rebenque (látigo del verdugo), que sin ser Papa, cría cardenales.

- Los azotes no agravian porque se dan a traición, por la espalda.

- Las pendencias son mosquitos porque se ahogan en vino.

Las alusiones a textos sagrados sirven también para el equívoco ingenioso. Las figuras y
motivos argumentales de la jácara quevedesca se aplicaron alegóricamente a todos los campos
de la sociedad barroca y a la vida y milagros de santos canonizados. En estos romances nuestro
poeta dio vida a figuras que se hicieron pronto célebres (Escarramán, Lampuga, Villagrán,
Cardoncha, Maguzo…).

Lo de mayor relieve es el ingenio desbordante, el vocabulario apicarado y germanesco y el


humor macabro, que convierten a estos romances en una anticipación del arte valleinclanesco.
Otros poemas
Nos centramos en esta parte en poemas cuyo tema único es el de los adulterios
consentidos.

En algunos sonetos acumula elementos que se relacionan con los cuernos. En el soneto
<<Puto es el hombre que de putas fía…>> la reiteración de la palabra puta y sus derivados
llega nada más y nada menos que a 16 veces, Quevedo parece sentir especial placer en la
reiteración de una voz malsonante.
Los romances también explotan esta materia, donde la mayor extensión permite la alusión a
enfermedades venéreas y el chiste equívoco con los nombres de algunas de ellas. El epitafio
burlesco es la fórmula elegida para recrear comportamientos sexuales anómalos: <<La mayor
puta de las dos Castillas…>>, A un bujarrón…

vi. LAS “NECEDADES DE ORLANDO” Y OTRAS PARODIAS

Quevedo parodista y desmitificador

Quevedo, consciente del degaste de los tópicos mitológicos renacentistas, lleva a cabo un
proceso desmitificador degradante, reduciendo los mitos al mundo rufianesco y
prostibulario como sucede con la fábula de Apolo y Dafne en el soneto <<Bermejazo
platero de las cumbres…>>. Las imágenes poéticas se desvirtúan al ser reducidas a su
literalidad o al contrastarlas con las denominaciones degradadoras.
Como parodista, Quevedo caló enseguida en los recursos gongorinos y explotó para su
poesía sarcástica los cultismos, hipérbatos, fórmulas de contraste… característicos del
cordobés.
El gran poema paródico, es, sin duda, las Necedades de Orlando el enamorado.

“Poema heroico de las necedades y locuras de Orlando el enamorado”


Esta parodia de los poemas del Renacimiento italiano es una de las creaciones más
geniales y representativas del arte barroco y de la poesía quevedesca. El mito de
Orlando, Angélica y Medoro sufre una transformación degradadora conseguida a través
de la inclusión de un vocabulario y un metaforismo que aleja al lector del ambiente
mágico y heroico de los poemas ariotescos. El texto está incompleto y solo abarca los
dos primeros cantos y una octava del tercero.
Alarcos señaló la fusión de las descripciones ascendentes con los contrapuntos burlescos. El
crítico propone como modelo la llegada de Angélica, a la que preceden cuatro gigantes cuya
magnitud esta ponderada de forma grotesca, mientras que el retrato de Angélica se vale de
las imágenes tópicas, enriquecidas por el contraste y un cierto tono hiperbólico. Las técnicas
de contraste imprimen carácter a toda la obra. Puede verse, por ejemplo, en la bella
descripción del caballo frente al retrato del ridículo y minúsculo Astolfo que apenas se
vislumbra sobre los lomos del brioso corcel.
En acuerdo con la estética barroca, Quevedo crea imágenes de segundo grado, pero dirigidas
a la degradación, no a la exaltación de la realidad aludida y eludida. Toda la realidad cae bajo
una mirada distorsionadora y son precisamente los aspectos más hermosos y exaltados los
que merecen las imágenes más descoyuntadas y sorprendentes.
La corte de Carlomagno se compone de un atajo de rufianes. Las figuras de damas y
caballeros, las hazañas de los paladines, etc. sirven a Quevedo para crear un mundo
autónomo donde lo capital es la sonoridad del vocabulario germanesco y el placer de la
imagen sorprendente que raya lo surreal. El deleite verbal se respira en la exuberancia del
léxico y en el torrente de chistes conceptuales.

e. POEMAS DE OCASIÓN Y TRADUCCIONES

Poemas de ocasión

Quevedo, poeta cortesano

La parte de la obra de Quevedo menos atractiva para el lector actual es posiblemente el


conjunto de poemas escritos para celebrar acontecimientos de la época. Entre ellos
encontramos relaciones de festividades en las que el autor ostenta su reconocida capacidad
para el concepto y el chiste. En el romance en que Celebra el tiro con que dio muerte a un toro
el rey nuestro señor hay una muestra de ese arte chispeante e insustancial con imágenes
atrevidas y sugerentes.

Algunos de estos poemas son de valor poético muy limitado, como los dedicados al duque de
Lerma, al duque de Pastrana, etc.

Epitafios y elogios fúnebres


Estos poemas obedecen a circunstancias externas del poeta, aunque a veces ligadas a su
intimidad. Muchos son versos de compromiso que vuelven sobre los tópicos consoladores del
estoicismo y los motivos manidos sobre la grandeza del finado. En este caso están los epitafios a
Felipe III, al duque de Lerma, al príncipe don Carlos y otras figuras de la alta aristocracia
española.
Los momentos álgidos, poéticamente hablando, los alcanza en los epitafios a personajes
históricos (Mucio Cévola, Escipión…) o contemporáneos (Enrique IV, Villamediana…) a los que le
unía algún tipo de afinidad. Muy superiores a los demás son los 4 sonetos dedicados a su amigo
y protector el duque de Osuna, en especial <<Faltar pudo su patria al grande Osuna…>> o <<Del
Asia fue terror, de Europa espanto,…>>

Traducciones e imitaciones

Imitaciones de Marcial

Quevedo, en sus poemas originales, se inspira a menudo en los textos clásicos. En el caso de los
epigramas de Marcial siguió una técnica de adaptación acomodando los versos latinos a los
giros del castellano y recreando las situaciones para aplicarlas a personajes contemporáneos
suyos. Por lo general es una paráfrasis que transcribe en una décima los dísticos latinos.

“Anacreón castellano”

El poeta tradujo y preparó la edición de su traducción de las anacreónticas, pero no llegó a


imprimirse en su tiempo. El texto representa la versión en verso castellano de los poemas
griegos y un comentario en prosa. La fidelidad al original es, a veces, discutible. Los metros
elegidos son variados: silvas, romances, quintillas, etc. Su mérito fundamental quizá sea el
adelantarse a los gustos que proliferarán en el siglo XVIII y darnos la primera traducción de las
anacreónticas.
“Epicteto y Phocílides en español”

Fue el único libro en verso publicado en vida del autor. El estilo de la obra difiere del que es
habitual a él. Con mucha deliberación usa una lengua poética muy familiar y asequible. La falta
de artificio obedece sin duda a la finalidad divulgadora. Quiere hacer llegar al público el mensaje
estoico de los textos de Epicteto.

“Lágrimas de Hieremías castellanas”

Contiene la traducción literal en prosa de los trenos, calcada de la Biblia de Ferrara, unos
comentarios y una traducción en verso y una paráfrasis en heptasílabos y endecasílabos
blancos. En esta paráfrasis es donde hay que buscar al Quevedo poeta. Una voz muy personal
asoma en estos versos que se desnudan de artificios y expresan de manera directa el
desconsuelo que mana de los Trenos.

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