1. LA NUEVA POESÍA.
a. La nueva poesía y la tradición poética previa.
A la poesía cultista del S. XVII se le han buscado precedentes en la Edad Media española e
incluso en la Edad de plata latina. La cadena hasta Góngora se ha establecido desde Séneca y
Lucano hasta Juan de Mena y de ahí a Herrera y Carrillo de Sotomayor. Esta sucesión está
totalmente injustificada para muchos críticos, pues no se han analizado los préstamos y las
influencias de los clásicos a Góngora y tampoco se ve una conexión clara entre Mena y
Góngora. Mena buscaba una nueva fórmula poética, mientras que Góngora retuerce un
modelo ya existente para dotarle de mayor expresividad. Lo que imitaban Mena y el resto de
autores medievales era el italianismo, la imitación de Dante y Petrarca. La lírica del XVII está en
la posición contraria, en un momento de dominio absoluto del repertorio petrarquista busca
formas de actualización.
En el caso de la cadena Garcilaso-Herrera, parece que se continúa con los poetas eróticos y
morales del Barroco: Lope, Quevedo, los sonetos de Villamediana… en estos líricos se perpetúa
el mundo del petrarquismo; el metaforismo, ya fósil, el gusto por la adjetivación, abundante
pero armónica, incluso los temas (lo ético y lo erótico predominan) son comunes a todos ellos.
Góngora desafía esta concepción poética desde el primer momento. Los intereses de don Luis,
intelectual y poco afectivo, se encuentran en el extremo opuesto de la tradición que ha
heredado. La primera actitud es de acatamiento; dentro del petrarquismo busca la zona en la
que se encuentra más cómodo, se deshace de la temática erótica, reduciéndola al mínimo.
Esta poética se opone a Herrera, que aún sigue al petrarquismo escribiendo dentro de un
erotismo cuyos versos se colman de éxtasis y tormentos amorosos, de atributos y admiración a
su dama.
La lírica culta, y en especial la gongorina, es una ruptura con el petrarquismo que viene
provocada por el agotamiento de las fórmulas expresivas y por la nueva realidad histórica. El
culteranismo es una huida del petrarquismo, una huida hacia delante. Frente a la actitud que
ridiculiza la imaginería gastada, de la que participa el propio Góngora, los cultistas huyen del
anquilosamiento aprovechando para la nueva construcción poética los materiales fosilizados.
Herrera, sin embargo, reitera los motivos aunque ya los sentía agotados. El cultismo utiliza lo
que eran creaciones artísticas para crear otras nuevas.
Hay cierto desdén por los versos viejos, como demuestra el prólogo de Flores de poetas
ilustres de Espinosa. También hay una voluntad de buscar nuevos derroteros al gastado
petrarquismo y es Góngora quien consigue la definitiva ruptura al publicar el Polifemo y las
Soledades.
Aunque las polémicas en torno a Góngora no alcanzaron su punto más alto hasta la difusión de
sus grandes poemas, son muchas las disputas y contiendas en que anduvo metido desde sus
tiempos de estudiante en Salamanca.
La rivalidad entre ambos surge en sus años juveniles, cuando eran las figuras máximas entre
los creadores del romancero artístico. La inquina mutua parece que surgió cuando Góngora,
con su ironía y distanciamiento habituales, remedó grotescamente el romance de Lope que
empieza “Ensílleme el potro rucio…”. La parodia no fue bien encajada por Lope. A partir de
aquí se sucedieron los ataques, que se recrudecieron con la publicación del Polifemo y las
Soledades y que continuaron, una vez muerto Góngora, con las parodias de su estilo que
introdujo Lope en las Rimas de Tomé de Burguillos (1634).
En la polémica Lope llevaba las de perder. Góngora era mucho más cruel y despiadado y
además el Fénix tenía muchos puntos flacos en su vida privada que fueron aprovechados por
su rival. Lope tenía también una capacidad de desdén muy inferior a la que podía demostrar
Góngora, cuyos ataques son siempre directos y feroces. Los de Lope se esconden con mucha
frecuencia en el anonimato.
Lope se contagió en seguida del nuevo estilo y en los poemas contenidos en La Circe (1624) y
La Filomena (1619) aceptó e imitó algunos de los hallazgos de su rival. Parece que Lope sintió
bastante rabia ante el triunfo de las obras de Góngora y por ello escribió composiciones
conceptuosas y filosóficas emulando a su rival.
Públicamente Lope siempre se mostró prudente y admirador del cordobés. Sus elogios
presentan a veces ambigüedades, aunque él siempre defiende su sinceridad. Sus parodias, más
que ataques furiosos, son graciosos divertimentos con no mucha hiel, pero con no poca
envidia.
Los ataques de Góngora fueron más duros, su agresividad siempre fue muy superior a la de
Lope, que no se atrevía a atacar de frente a tan poderoso rival. Sus sátiras están mezcladas con
elogios, que parecen sinceros, al poeta cordobés.
De mayor crudeza y distinto signo son las polémicas con Quevedo. Don Luis fue a dar con la
horma de su zapato. Quevedo fue tan duro y agresivo como Góngora (o más) y más
ingenioso, cruel y recrudecido que Lope en el empleo de la sátira, consigue salir victorioso
en su batalla dialéctica con Góngora. Quevedo utilizará como unos de sus argumentos
favoritos el posible origen judío de don Luis y su afición al juego.
La aparición de las Soledades y el Polifemo convirtió las sátiras más personales que venían
cruzándose los poetas en parte de una amplia polémica literaria. Quevedo parodió y
ridiculizó el nuevo estilo tanto en verso como en prosa, en críticas que no solo eran contra
Góngora sino contra todos los excesos del lenguaje literario de la época.
La rivalidad entre los dos autores, debida a razones de antipatía personal acrecentada por la
agresividad de ambos y su poderío verbal, puede deberse también a razones ideológicas: el
estoicismo de Quevedo, la raíz de sus austeros ideales estilísticos, y su ideal de desapego de
las cosas del mundo, no podía menos de ofenderle, moral y estéticamente, el demasiado
apego y la exuberancia estilística de Góngora.
Góngora responderá con violencia y cierto ingenio a las críticas de Quevedo, pero esta
vez, saldrá derrotado en el enfrentamiento dialéctico.
Vida
Luis de Góngora y Argote nace en Córdoba el 11 de julio de 1561, bajo el seno de una familia
acomodada, perteneciente a la nobleza de caballeros. Su posible origen converso, ha sido
motivo de controversia. A este origen semita, se refiere Quevedo en sus insultos contra don
Luis. Con 14 años recibe unos beneficios eclesiásticos, para los cuales debe recibir las órdenes
menores. Estudia en Salamanca, donde comienza a fraguarse su fama como poeta. En 1885
escribe su célebre soneto a Córdoba, una exaltación de su tierra. Su tío renuncia en él a su
puesto de racionero en la catedral de Córdoba. Don Luis debe ordenarse entonces de
mayores. Góngora tiene entonces unos 29 años y lleva una vida alegre y despreocupada, por
la cual recibe una visita pastoral en la que se le hacen numerosas preguntas. En ella se le
acusa de llevar una vida alejada de la piedad cristiana y muy ociosa y mundana. Góngora
responde culpando a otros de rango superior de hacer lo mismo.
Por encargo del cabildo cordobés, viaja a Madrid, Salamanca, Palencia, Cuenca y Valladolid,
donde tuvo sus primeros altercados con Quevedo. Allí debió de entrar en contacto con
Espinosa al que le facilitó los poemas que aparecen en Flores de poetas ilustres.
En 1609 escribe en Córdoba sus grandes poemas: la Fábula de Polifemo y Galatea y las
Soledades. En 1613 se empiezan a difundir por la corte de la mano de don Andrés Almansa y
Mendoza. Con la publicidad de estos poemas se empieza a generar la enorme controversia en
torno a la nueva poesía. Pedro Díaz de Ribas y Almansa entre otros, a favor; Jáuregui,
Quevedo, Lope… en contra.
El poeta prepara un viaja a la corte para situarse en ella gracias a la fama que le habían dado
sus poemas. En 1617 trabaja en el Panegírico al duque de Lerma. El propio duque le nombra
capellán real, para lo que debe ordenarse sacerdote a los 55 años.
La afición al juego, la ostentación por encima de sus posibilidades y la muerte de sus
principales protectores (Lerma, Calderón y el conde de Villamediana) dejan al cordobés en
una situación económica muy difícil. Intenta congraciarse con Olivares y prepara una edición
de sus obras, pero a sus apuros económicos se le une una enfermedad. Muere el 23 de mayo
de 1627 en Córdoba.
Carácter
Góngora fue un poeta andariego y pretendiente en la corte. No participó en guerras ni
expediciones propias del trasiego del siglo XVII. Llevó una <<vida de mozo>>, muy andariega,
y anduvo siempre buscando el favor de la corte, de ahí sus viajes a Madrid y a Valladolid,
lugar donde estaba instalada la corte española. Dentro de él subyacía el deseo de viajar a
grandes cortes como la napolitana, pero su carácter altivo le impedía rogar a los grandes
señores de la época la oportunidad de encaramarse con ellos en alguna aventura de ultramar.
Su adicción al juego, fue el hazmerreír de sus enemigos y sus altas pretensiones de vida, la
causa de la ruina de sus últimos años.
Además, su carácter nada cordial también marcó su vida y su obra. Pronto muestra
Góngora una actitud satírica y desdeñosa hacia los demás. Este comportamiento se fue
acrecentando con el paso del tiempo debido a sus insuficiencias económicas. Es una
persona de una agudísima inteligencia, muy carente de afectos.
No hay en Góngora poemas amorosos; sus sonetos petrarquistas son finísimos ejercicios
poéticos, no expresión sincera de sentimientos. Sus canciones religiosas son poemas
conmemorativos y brillantes. La reflexión sobre el paso del tiempo se expresa desde la
clara conciencia, sin ser arrebatado por lo que expresa.
Para buscar a un Góngora zarandeado por la realidad y más emocional, hay que acudir a las
cartas en las que pide dinero con todo el patetismo que es capaz. Sus poemas más
desengañados y desnudos, tratan los mismos problemas, pero desde una perspectiva
melancólica y distante.
Sin embargo, su carácter agrio, destructivo a ratos, feísta en ocasiones, melancólico otras
veces, nos hace darnos cuenta de la complejidad del autor y nos dificulta las trazas
genéricas de su personalidad.
b. La obra poética de Góngora.
Ediciones
Góngora no publicó sus obras en vida, exceptuando los 48 romances que aparecieron en el
Romancero general y las 37 composiciones de las Flores de poetas ilustres. La poesía gongorina
se difundió manuscrita. A partir de su muerte se empiezan a suceder las ediciones de sus
obras. Las ediciones modernas, a partir de la de Foulché-Delbosc, se basan en el <<manuscrito
Chacón>>. La edición de los hermanos Millé es la más asequible y popular.
Millé distribuye su obra en romances, letrillas y otras composiciones de arte menor, sonetos,
otras composiciones de arte mayor y poemas. Esta clasificación totalmente externa poco nos
dice de los estilos y de los tonos utilizados por el poeta.
Góngora destruye los valores admitidos y predica un epicureísmo egoísta y antiheroico, que
exalta la vida despreocupada de anhelos, pasiones e ideales, que se le antojaban carentes de
sentido. Vive al margen de tumultos y de los acontecimientos políticos. Esta actitud ha
permitido a Jammes hablar del apoliticismo gongorino.
Con respecto al amor, se muestra también reacio, en sus poemas, los amores siempre tienen
algo de prostibulario, lo erótico va vinculado al dinero y habla de busconas y pedigüeñas
(como Quevedo). El adulterio es uno d ellos temas reiterados porque se presta al contraste
entre lo que ocurre y lo que fingen los protagonistas. Góngora ridiculiza la hipocresía social
que se crea ante lo que todos saben y callan.
Las contradicciones entre lo que es y lo que debe ser alcanzan especialmente a dos
instituciones: la justicia y la Iglesia. Góngora, eclesiástico de toda la vida, participa de la sátira
anticlerical, atacando las ligerezas sexuales del clero o el reverso grotesco de las festividades
públicas. Las instituciones de justicia son acusadas de soborno y cohecho. Los médicos
también son ridiculizados en sus sátiras.
Poesía escatológica
Quevedo y Góngora cultivan una poesía escatológica desde su juventud. Con mucha
moderación, Lope incorporará esta temática en sus Rimas de Tomé de Burguillos. Góngora
tuvo en seguida fama de poeta escatológico y en la polémica en torno a las Soledades sus
enemigos se lo echaron en cara. Quevedo dice que las letras de nuestro autor “se han
convertido en letrinas”. Los motivos escatológicos llegaron a caracterizar la obra del
cordobés. Incluso en poemas que tratan otros asuntos surge el metaforismo descendente de
carácter escatológico.
Sus versos cáusticos y satíricos encontraron motivos en cuantas realidades salieron a su paso.
Sus viajes comisonado por el cabildo nos han dejado numerosos versos en que ridiculiza las
tierras que recorre (Madrid y el Manzanares, Valladolid y el Esgueva o el Pisuerga).
La compra de Larache en 1609, que formó parte de la campaña de prestigio del duque de
Lerma, provocó la escritura de un soneto antiheroico cuyos primeros versos dicen: “-¿De
dónde bueno, Juan con pedorreras? / Señora mía, de Cagalarache…”.
No debemos olvidar que tanto el Góngora de metáforas ascendentes y de léxico suntuario y
cultista como el escatológico es igual de auténtico.
Góngora desarrolla a la vez sus romances líricos y sus romances paródicos. No parece que
exista una evolución o un cansancio estilístico, sino que lo más probable es que se desarrollen
de forma simultánea. A lo largo de su vida se mantienen los dos tonos .
En total su romancero se compone de 94 romances y 18 atribuibles, de difícil ordenación.
Soledades
Inmediatamente después del Polifemo escribió Góngora las Soledades. El poema consta de
dos cantos: la Soledad primera y la Soledad segunda con alrededor de 1000 versos cada una,
estando la segunda incompleta. Parece que iba a constar de cuatro partes: de los campos, de
las riberas, de las selvas y del yermo. Pellicer las relacionó con las cuatro edades del hombre:
juventud, adolescencia, virilidad y senectud.
Es chocante que habiendo acabado la Soledad segunda en 1613-1614 no continuara con el
proyecto en los años posteriores y que tampoco acabara ningún otro poema extenso de tipo
cultista.
Las Soledades presentan un hilo narrativo sumamente tenue, lo importante en ellas es la
descripción de la naturaleza. El autor introduce a un joven despersonificado, sin psicología
propia, que solo será un punto de vista referencial. El peregrino es solo unos ojos que ven y
unos oídos que oyen a través de los cuales el poeta presenta el espectáculo de la naturaleza.
Todo el argumento se reduce al peregrinar del joven náufrago que ha abandonado su patria a
causa de unos amores desdichados. Logra llegar a una playa e inicia su camino. Ese primer día
le acogen unos cabreros, al día siguiente se encuentra con unos aldeanos que van a una boda
y asiste con ellos a la ceremonia. La Soledad II nos sitúa junto a una ría. Unos pescadores
invitan al joven a su isla y allí intercede para que el padre de sus anfitriones conceda la mano
de sus hijas a sus enamorados. El poema acaba con una escena de cetrería.
Como vemos, la trama no tiene ningún artificio. Es evidente que Góngora no se proponía
escribir un poema épico, por lo que le sobraban peripecias complejas y personajes densos. La
verdadera protagonista es la naturaleza y el peregrino un simple instrumento para mirarla.
Es tan importante el objeto descrito como la perspectiva desde la que se describe. Buena
parte del metaforismo funde las diversas imágenes que ofrece una misma realidad según la
proximidad, la lejanía o el movimiento del punto de mira. La naturaleza está siempre
presente y en contraposición a ella se rechaza el mundo de la ciudad, de los negocios, de las
empresas militares (la conquista de América aparece como una empresa funesta en la que el
hombre vence temerariamente la resistencia natural y cuyo resultado es el desorden y la
muerte). El mundo ciudadano aparece como símbolo del caos provocado por la ambición. La
naturaleza, tantas veces humillada por el hombre, acaba imponiéndose a artificiosos edificios.
Góngora, como tantos otros barrocos, ha sido arrastrado por el cansancio y el desengaño a
interesarse por lo natural y primario donde descubre un mundo de paz y de inagotable
belleza.
La exaltación de lo natural se quiebra en los últimos versos de la Soledad II con la aparición de
la nobleza guerrera en la escena de caza. Con esta intromisión del mundo épico se rompe el
idilio sostenido a lo largo de los casi dos mil versos anteriores. No sabemos si fue esta la razón
del abandono. Al final, las Soledades vienen a exaltar lo que han repudiado a lo largo de todo
el texto.
Góngora prescinde en el poema del elemento religioso, tan presente en otros poetas que
también describieron minuciosamente la naturaleza. Esta ausencia obedece a su
temperamento, que aspira a dejar a un lado las realidades íntimas.
El arte de las Soledades no es tanto un proceso de embellecimiento, cuanto un
descubrimiento, que en nuestro autor no podía ser cordial sino estético y estetizante, de la
naturaleza.
En las Soledades son frecuentes las imágenes descendentes: el sustituyente tiene menor
identidad que el sustituido, pero le gana en cambio en plasticidad. Hay una pasión por
enumerar y describir objetos (por ejemplo, los cacharros de los pastores), animales (las aves
cetreras del final del poema), flores, frutos…
No tienen las Soledades el elemento trágico que sí que aparecía en el Polifemo, ni sus
contrastes. Su comprensión es más dificultosa. Los rasgos estilísticos son similares, pero la
mayor libertad métrica que le proporciona la silva permite complicar y enredar aún más la
madeja metafórica y simbólica.
3. JUAN DE TASSIS, CONDE DE VILLAMEDIANA (1582-1622)
a. Personalidad creadora y poesía.
Biografía
Nace en agosto de 1582, en Lisboa, en un viaje en el que sus padres acompañaban a Felipe
II. Su familia se había ganado su fortuna gracias a numerosos cargos oficiales.
Nuestro personaje llevó una vida ajetreada. Se casó en 1601, pero no por ello dejaría sus múltiples
amoríos. Tuvo problemas con los validos de Felipe III, por lo que lo destierran de la corte. Con
Felipe IV vuelve a Madrid. Organiza una suntuosa fiesta en Aranjuez para celebrar el
cumpleaños del rey. Se representa una comedia suya: La gloria de Niquea. El 21 de agosto de
1622 muere asesinado. Las causas de su asesinato han sido motivo de numerosas hipótesis. La
que más fuerza ha cobrado ha sido la de que fue el rey que, enterado del amor que sentía el
conde por la reina Isabel de Borbón, manda asesinarlo.
Fue una persona de un carácter desequilibrado. Violento y desmedido, su conducta en la
corte fue casi siempre escandalosa. Llevo una vida marcada por su vida prostibularia, su casi
verificada homosexualidad y su gusto por la altanería: joyas, caballos, objetos de arte… a lo
que añadió sus dificultades económicas, desembocaron en un fracaso rotundo en todas las
áreas de su vida. De este fracaso surgen sus composiciones, impregnadas de la insatisfacción
en la que se vio envuelto en la mayor parte de su vida.
A diferencia de la sátira de Góngora, más impersonal y que satiriza contra las costumbres de
la sociedad de su tiempo, la poesía satírica de Villamediana es mucho más personal (cita por
nombre y apellidos) y temeraria. Buscó a sus satirizados en todos los grupos sociales,
igualmente hace alusión al rey o al duque de Lerma que a una comedianta e incluso a él
mismo. Una de sus víctimas favoritas para sus sátiras es Pedro Vergel, alguacil de corte que
tenía a su cargo despejar la plaza en que se corrían los toros. Contra él emplea todo tipo de
juegos verbales sobre los presuntos cuernos de Vergel y sobre su posible origen judaico.
Su sátira, personal y política, se distingue de la de sus contemporáneos, incluido
Quevedo, por lo directo y a veces temerario de sus ataques. Refleja la reacción del
personaje lúcido, orgulloso, fracasado que fue el conde.
ii. Poesía amorosa.
Los sonetos constituyen un mundo más rico y personal, pese a usar los tópicos habituales del
petrarquismo. Hay tres palabras que se repiten mucho en ellos: pensamiento, tormento y
escarmiento. Nos dan idea de la concepción introvertida, atormentada y temerariamente
constante del amor. El objeto ideal de estos amores se identifica, muy neoplatónicamente, con
la luz. La pasión amorosa es un tormento dichoso sobre el que se ha de guardar silencio y que
no tiene por qué ser correspondida, sin importarle esto al autor. La muerte y la locura rondan
sus versos cargados de premoniciones que encajan perfectamente en la leyenda del conde.
Su obra maestra pertenece a este grupo, el soneto “Milagros en quien solo están de asiento/
alta deidad y ser esclarecido…”. Unos ojos, símbolos de luz, son el tema. De nuevo, la sombra
premonitoria de la muerte serpea por los endecasílabos.
El conde conoció a Marino durante su estancia en Italia y sintió devoción por él. A Góngora lo
conocía de antes y Villamediana formó entre los primeros discípulos de don Luis, el más
aventajado e importante sin duda. Sus obras en este género serán una hibridación de
marinismo y gongorismo.
Aunque prestada, la fábula cultista, responde a los intereses del conde, a su tendencia a lo
suntuoso y la pasión por algunos temas míticos.
Escribió Faetón, Fénix, Apolo y Dafne y Europa. La primera es la más valiosa y auténtica.
Fábula de Faetón
El texto consta de 228 octavas y tiene una estructura rigurosamente simétrica, aunque el
lector no se percata de esta cuidada elaboración y no podemos saber si el propio poeta era
consciente de la misma.
Villamediana pinta con sus mejores colores diversos paisajes y ambientes, como el palacio del
sol en el que el poeta pasa revista a una galería de pinturas en que está representadas
numerosas fábulas mitológicas.
Otras fábulas
La más feliz es Europa. El poema está escrito en una silva. Es la de menor pretensión y
empeño. Es una adaptación de la obra de Marino, amplificada y pasada por los usos
estilísticos del culteranismo gongorino.
La Fábula de Apolo y Dafne es la más infeliz. En cuanto a la Fábula del Fénix, realiza una
descripción del ave para después cristianizar (cosa no muy habitual en estos poemas) el
renacimiento de las cenizas como símbolo de la inmortalidad del alma.
4. DISCÍPULOS DE GÓNGORA
a. Pedro Soto de Rojas
Vida
Nace en Granada en 1584. En Madrid entabla amistad con Góngora y Lope. A instancias de
este último edita en 1623 sus poemas de juventud, titulado Desengaños de amor en rimas. De
carácter altivo, se vio inmerso en muchas revueltas en la época. Muere en su Granada natal
en 1658.
Además de los Desengaños Soto de Rojas publicó Los rayos del Faetón y el Paraíso
cerrado para muchos, jardines abiertos para pocos.
Vida
Tenemos pocas noticias de la vida de este poeta, casi todo nos lo dice su editor y prologuista,
José Pellicer y Tovar. Nació en Madrid, probablemente en 1600. Estudió leyes en Alcalá y
Salamanca. Conoció a Góngora, del que siempre se consideró discípulo y admirador. En 1629
murió de sífilis. Sus obras se publicaron en Madrid en 1631 y tuvieron gran éxito. Al morir el
poeta mandó quemar todos sus escritos, así que los que tenemos son una recopilación de
manuscritos sueltos retocada por José Pellicer y Tovar.
Obra poética
Sigue en todo momento el ejemplo gongorino. Lo mejor de su producción son los versos
burlescos inspirados directamente en los romances conceptistas y burlescos del poeta
cordobés. La edición de Pellicer se abre con tres fábulas burlescas: la de Proserpina (dedicada a
Paravicino; se conserva incompleta), la de Europa (dedicada a Góngora) y la de Alfeo y Aretusa.
Lo más importante en estos poemas es la técnica de degradación a que somete a los grandes
mitos clásicos. El modelo es la Fábula de Píramo y Tisbe. Dentro de esta poesía burlesca
también se incluyen el Romance pintándose a sí mismo y el Romance a Tisbe.
El lenguaje resulta difícil y enrevesado a fuerza de ingenio. Abundan los juegos de palabras. Las
descripciones rayan lo grotesco. El vocabulario y las metáforas descendentes son abundantes.
El humor y el atrevimiento verbal son también característicos de Pantaleón de Ribera.
Frente a las fábulas el resto de su producción no tiene tanto interés. Por lo común lo burlesco
se introduce incluso en los poemas cortesanos, como el Soneto al jabalí que mató Felipe IV.
También escribió poemas graves.
Su obra de temática religiosa se reduce a poemas escritos para los certámenes y justas
poéticas en honor de San Isidro, Santa Teresa, San Francisco de Borja…
Vida
Nació en La Coruña en torno a 1620, pero se crio y vivió toda su vida en Granada. Fue amigo de
Soto de Rojas. Murió en 1680.
Fue fundamentalmente un erudito y sus ideas poéticas son eminentemente culteranas. Trillo
será pues seguidor de Góngora y despreciará a los llanos, aunque caerá en los equívocos y
sátiras que desprecia.
Poesías varias
Diferentes son sus versos satíricos y burlescos. El tema dominante en ellos es la mujer a la que
critica por subordinar el amor al interés. En estos poemas se recrea en los aspectos más
desvergonzados y obscenos, abundan las metáforas alusivas a los órganos y actos sexuales.
Las cancioncillas tradicionales están vueltas a lo obsceno gracias a equívocos picardiosos. Los
eufemismos “pico” y “picar” son habituales en el poeta. Una de las más obscenas, aunque ágil
y graciosa, es la que empieza “Soy toquera / y vendo tocas, / y tengo mi cofre / donde las
otras”. Estas letrillas y tantas otras son lo mejor que compuso Trillo. Junto a ellas hay que
señalar algunos romances satíricos como el Retrato del poeta. Trillo participa, como Góngora,
en las burlas contra el clero y sus desafueros sexuales (“Y si es del prior, / peor que peor”).
Estos poemas menores de Trillo nos ofrecen una valiosa muestra del gusto barroco por temas
generalmente ausentes en la expresión lírica.
Epitalamios y panegíricos
Frente a la espontaneidad de las letrillas, los poemas extensos presentan una compleja
elaboración con profusión de cultismos y referencias mitológicas y eruditas. Tanto es así que el
Panegírico natalicio al marqués de Montalbán precisó unas Notas explicatorias escritas por el
propio autor.
El modelo vuelve a ser Góngora, pero aquí Trillo se ha quedado con lo más superficial. Son
poemas de compromiso donde la auténtica poesía brilla por su ausencia.
Fueron muchos los poetas que siguieron las huellas de Góngora, tanto en su obra cultista
como en la burlesca. Se pueden dividir por grupos geográficos: castellanos y andaluces;
aragoneses e hispanoamericanos.
Castellanos y andaluces
El éxito de las Soledades y el Polifemo en Madrid, donde ya era admirado don Luis, trajo
consigo la aparición de imitadores. Algunos son poetas ocasionales, como Paravicino, pero
otros presentan una obra más amplia, como Luis de Ulloa Pereira, del que destacan sus
sonetos heroicos y sus romances, que siguen las huellas gongorinas.
Muchos poetas participaron en lo que Cossío llama “gongorismo atenuado”, como Fray Plácido
de Aguilar, autor de una Fábula de Pan y Siringa cuya filiación gongorina es clara en el gusto
por la bimembración.
Francisco Manuel de Melo escribió un poema, Las lágrimas de Dido, en que resaltan los
recursos culteranos y conceptistas característicos del maestro. Jerónimo de Cáncer navega
entre Góngora y Quevedo, sus fábulas burlescas tienen como modelo la de Píramo y Tisbe.
Entre los culteranos andaluces destacan Miguel Colodrero de Villalobos, que publicó varios
libros de poesía totalmente gongorina, con abundantes neologismos e imágenes acuñadas en
la lectura de las Soledades. Mira de Amescua y Juan de Ovando Santarén también siguieron a
Góngora.
Aragoneses
El ejemplo de los Argensola no logró frenar la difusión del culteranismo gongorino en Aragón.
Matías Ginovés es autor de unas Selvas de todo el año en verso en las que las descripciones
caen en alegorías llevadas a extremos de dudoso gusto. Entre conceptistas y culteranas las
Selvas son un típico producto de la época.
Felices de Cáceres practica según Blecua un gongorismo muy leve pero sigue los pasos de la
poesía descriptiva gongorina en su Vida del verano y descripción de la ribera de Zaragoza.
Matías de Aguirre Sebastián escribió el poema A los sucesos que me pasaron cuando salí de
Zaragoza a ocasión del contagio en el que las huellas gongorinas son evidentes.
Miguel Dicastillo publicó en 1637 una de las muestras más interesantes del culteranismo
aragonés: Aula de Dios en que describe la cartuja Aula Dei. Por el contenido religioso del
poema se asocia más con el Paraíso de Soto de Rojas que con las Soledades claramente
paganas.
Juan de Moncayo es un claro ejemplo de veneración por Góngora que no excluye otras
devociones como las de Quevedo o Lope. El petrarquismo amoroso sigue presente en su obra,
pero las fábulas mitológicas evidencian el influjo gongorino, aunque más por el colorido y la
sensualidad que por la oscuridad verbal. Destaca la de Venus y Adonis y la de Júpiter y Calixto.
El culteranismo en Hispanoamérica
De entra los poetas del Barroco americano la más valiosa es sor Juana Inés de la Cruz, cuya
obra comprende 366 poemas en todos los metros de la época y tocando temas profanos y
sacros. Entre sus sonetos destaca el que empieza “Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba…” en
el que logra una calidad humana y una ternura de sentimientos que por lo general están
ausentes en la obra de sor Juana, que acostumbra a escribir sonetos silogísticos, de gran
colorido y rigor mental. Su poesía más genuinamente gongorina (sus sonetos recordaban a
Góngora pero también a Calderón) es el largo poema en silvas titulado Primero sueño,
enrevesado y difícil. El tema central es la admiración ante el misterio natural del hombre y del
mundo. La actitud de acercamiento admirativo a un aspecto de la realidad sí tiene como
modelo las Soledades con la diferencia de que sor Juana ha elegido un campo todavía más
intrincado y complejo como es el mundo nocturno y onírico.
El otro gran poeta barroco en Hispanoamérica fue el épico Bernardo de Balbuena. Pero hay
muchos más defensores de Góngora en tierras americanas, como Juan de Espinosa Medrano,
que escribió un Apologético en favor de don Luis de Góngora. Hernando Domínguez Camargo
es autor del gongorino Poema heroico de San Ignacio de Loyola y varios romances. Carlos
Sigüenza y Góngora es autor de una Primavera indiana en la línea de la poesía descriptiva del
culteranismo.
En España el cultismo contó con la personalidad avasalladora de Góngora, pero se dio también
al margen del cordobés. Villamediana se acabó incorporando a la escuela gongorina, pero los
primeros pasos en esa dirección los había dado de la mano de Marino. Jáuregui también
apuntó pronto hacia la poesía cultista no gongorina. Posiblemente la evolución natural de la
poesía de Jáuregui se vio alterada por la aparición de las Soledades y el Polifemo, que no
respondían a la idea de poesía elevada que tenía Jáuregui y el Antídoto refleja el desdén que le
produjeron esos poemas tan difíciles que decían “puras frioneras”. En el Antídoto no solo ataca
a Góngora sino que defiende su propia poesía cultista.
Algunos, como Lope, pensaron que Jáuregui atacaba a la lírica culta de Góngora para practicar
la llaneza, pero no era así, por eso se sorprendieron (aunque de forma un poco hipócrita)
cuando apareció el Orfeo. En el mismo año de la edición del Orfeo ofrecerá Jáuregui un corpus
sistemático de sus teorías en el Discurso poético. En él se refuta la doctrina culterana, pero sin
aludir directamente a la figura de Góngora. A la inquina del Antídoto sucede aquí un análisis
riguroso. Se manifiesta en contra de todo retoricismo excesivo y aboga por la claridad formal,
aceptando solamente la dificultad de los conceptos. El mayor valor del texto no está, a su
modo de ver, en recargarlo de figuras retóricas e hipérbatos para oscurecer la expresión, como
hacen los culteranos, sino en saber hallar los conceptos más sutiles e ingeniosos.
Del ejemplo de Jáuregui salió una corriente de poesía culta, distinta de la gongorina y de la
lopesca, pero que se mezcla con ellas. El discípulo más aventajado será Bocángel, que presenta
también el influjo muy notable de Lope.
Vida
Nace en Sevilla en 1583. Artísticamente se formó en Italia. Fue un destacado poeta, pintor y
crítico. Lope elogia su pluma y su pincel en los sonetos finales de la Corona trágica. La
polémica contra Góngora lo unió estrechamente con el Fénix. Esta armonía se rompe con la
publicación del Orfeo y el Discurso Poético por parte de Jáuregui. Las mismas oscilaciones
tuvieron sus relaciones con Quevedo. Muere en Madrid, el 11 de enero de 1641, dos años
después de obtener el hábito de Calatrava.
Jáuregui publicó en vida la traducción de Aminta, las Rimas, que incluyen a Aminta y el Orfeo.
Póstumamente se publicó La Farsalia.
Aminta
Es una de las traducciones más perfectas y acabadas de la égloga pastoril del mismo nombre
de Torcuato Tasso. A pesar de todo, resulta exagerada la opinión de Cervantes en el Quijote
que iguala el texto traducido al original. A pesar de la buena labor de Jáuregui, en ocasiones
sus versos resultan discursivos y aguan el efecto poético del original.
Al reimprimir la obra al frene de las Rimas (1618) limó notablemente la primitiva versión
(1607).
Rimas
Al frente de las Rimas aparece una Introducción en la que Jáuregui expone su poética. Para él
su poema tiene tres partes: alma (asunto), cuerpo (sentencias) y adorno (imágenes,
sonoridad, etc.). Estos tres elementos han de guardar entre sí una correspondencia guiada
por el decoro y la igualdad.
Considera Jáuregui la necesidad de adecuar el estilo utilizado con el tema tratado, y así, se
alejará de la tendencia barroca que permita lo trágico y lo cómico mezclado. Esta estética
priva al autor de muchas posibilidades expresivas. De ellos se resentirán sus Rimas
formalmente muy bien construidas y llenas de altos pensamientos morales, pero poco más.
Los temas amorosos toman los tópicos amorosos de la ausencia y de las penas de amor. El
más celebrado de estos poemas amorosos es la silva titulada Acaecimiento amoroso, donde
se describe con sensualidad y brillantez la entrada en el agua de una jovencita.
De sus poemas morales, destaca el soneto dedicado A un navío destrozado en la ribera del
mar.
Buena parte de las Rimas son poemas de ocasión, como la elegía En la muerte de la reina
Margarita. Tres sátiras se vierten también en sus Rimas, entre las que reluce A una dama
antigua y fea. También aparece un conjunto de enigmas festivos, entre los que sobresalen
Definición de amor (a base de contrarios) y Canción lúgubre al húngaro Tiburcio en la
opresión de Esmirna que es una parodia grotesca al estilo de Góngora.
El libro, que contiene traducciones de Ausonio, Marcial y Horacio, se cierra con las Rimas
sacras, escritas para las justas poéticas y de escaso valor literario para el lector actual.
Orfeo
Este poema de 186 octavas en 5 cantos es la muestra más consumada de la poesía cultista
de Jáuregui, de raíces marinas y no gongorinas.
El Orfeo de Jáuregui nos relata escuetamente la fábula ovidiana. Muestra especial atención a
la descripción pormenorizada y realiza descripciones plásticas con las características de los
cuadros entre un bodegón y un retrato. Comparándolo con el Polifemo de Góngora,
echamos en falta el dramatismo que sí observamos en el poema del cordobés. Por su
extensión y por su etilo, exceptuando los numerosos latinismos, se encuentra muy cerca de
las fábulas mitológicas de Lope, como La Filomena y La Circe.
Obra: clasificación
Benítez Claros divide la obra de Bocángel en tres partes: Rimas y prosas, la Lira de las musas y
los poemas <<áulicos y elogios>>. Compuso además muchos poemas sueltos, en especial
romances. Hoy en día, literariamente hablando nos interesan las obras del Bocángel más
joven: Rimas y prosas y La lira de las musas.