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en el S. XVII.
1. BALTASAR GRACIÁN Y LA PROSA DIDÁCTICA
a. TRAYECTORIA BIOGRÁFICA Y PERSONALIDAD CREADORA
Baltasar Gracián y Morales nace en Belmonte, cerca de Calatayud, en el año 1601.
Viene de buena familia, a la que se le reconoce limpieza de sangre. Se cría en casa de
su tío sacerdote Antonio Gracián. De ahí le adviene una fuerte vocación religiosa,
empezando a estudiar sus primeras letras con los jesuitas. En 1619, entra a formar
parte en la Compañía, en un monasterio de Tarragona. Empieza a trasladarse por
diferentes establecimientos de la Orden, ganándose un buen prestigio dentro de ella.
Será su traslado a Huesca en 1636, el que más influya en su hacer literario.
Bajo el círculo del ilustre caballero Lastanosa, germina su primera obra, El héroe, que
aparece en el año 1637. Comienza entonces un infatigable batalla con la Compañía,
puesto que Baltasar no tenía ninguna intención de que sus obras fueran revisadas por
la Compañía, como estaba estipulado en los criterios de la Orden. En 1638, el Padre
Vitelleschi, general de la Orden, escribe una carta al provincial de Aragón exigiendo el
traslado de Gracián. La ayuda del provincial hace que Gracián pueda seguir con su
empresa literaria.
En 1640 es nombrado confesor del virrey de Aragón, el duque de Nocera. Con él
estuvo en Zaragoza y más tarde en Madrid. La capital le produce una honda impresión
por su riqueza artística, aunque le abomina el falso mundillo de la corte. El duque de
Nocera es favorable a una sublevación en Cataluña contra Felipe IV, por lo que es
encarcelado en Madrid, donde muere un año después. Gracián le dedica a su memoria
El político.
Regresa a Zaragoza y poco después marcha a Tarragona donde es nombrado
vicerrector del colegio de Tarragona. Allí los franceses invaden la ciudad. Gracián
marcha a Valencia, para recuperarse de su salud. Allí tendrá un altercado con la
Compañía, por lo que desde entonces detestará a los valencianos.
Paralelamente sigue trabajando en su empresa literaria bajo la protección de
Lastanosa, sin contar con la permisión de la Orden. El problema vuelve a surgir, pero le
salva el ser nombrado capellán del ejército que derrota a los franceses. Eso le vale para
volver a Huesca al lado de su Mecenas en el año 1647. En 1652 se le adjudica la
Cátedra de Escritura en Zaragoza, pero la felicidad de Baltasar acaba con el
nombramiento del nuevo general de la Orden, el Padre Goswin Nickel, que decide
acabar con las publicaciones de Gracián. Se le destituye de su cátedra y es llevado a
Graus. Gracián protesta y pide otro destino. Finalmente es llevado a Tarazona donde
muere en el 1658.
Gracián es un hombre de amplios conocimientos, que, tras abogar por una actitud
crítica de la sociedad de su tiempo, pretende mostrarse como un mentor del hombre
contemporáneo. Alude a la prudencia y a la discreción como códigos fundamentales de
la conducta social en su tiempo. En sus obras se refleja a alguien que conoce muy bien
su sociedad y que pretende enseñar a los demás como moverse en este mundo de
desengaño de su tiempo presente. Su carácter algo amargo y pesimista, llegando a
veces al humor negro, lo acerca a la tendencia literaria de Quevedo. Estamos ante un
intelectual, que ensalza por encima de todo la facultad de la inteligencia.
En la biblioteca del caballero Lastenosa, nuestro autor se embotará enriqueciéndose
de las más sustanciosas obras clásicas, así como de otras obras de su tiempo. En
algunas ocasiones llega a trascribir oraciones y textos aparecidos en estas obras,
incluso en obras posteriores se trascribe a sí mismo. Para nosotros, esto no es indicio
de plagio, pues Gracián había asimilado a la perfección dentro de su pensamiento las
obras a las que hace referencia.
Por hacer una lista de los autores citados, nos centramos en los siguientes:
De los latinos siente especial predilección por Séneca y Cicerón. En segundo término
aparecen autores como Horacio, Ovidio, Marcial… más escasas son las referencias a
otros autores como Virgilio o Terencio.
Se advierte que había prestado especial atención a la Historia natural de Plinio. Había
leído también muchas recopilaciones de proverbios latinos.
De los griegos sus autores predilectos son Homero, Esopo, Helidioro y Luciano.
De los literatos de su tiempo, se fija mucho en la prosa de Quevedo y en la de Mateo
Alemán, con los que comparte no solo rasgos estilísticos, sino una concepción parecida
del mundo. Fue un gran admirador de Góngora, a quien elogia en su Agudeza y arte de
ingenio, tanto por su rama culterana como conceptista. Con frecuencia cita a Don Juan
Manuel.
Su estilo es sustancialmente conceptista. Ya en su tiempo, Gracián no tiene la difícil
tarea de crear las nuevas formas de expresión dadas en la literatura barroca, sino de
elegir una tendencia que se amoldara a su personalidad y pretensiones creativas. Sigue
entonces la escuela y el modo de Quevedo. Lo llevará a su máxima expresión y dará
lugar a un tipo de prosa concisa y reconcentrada, la que él considera mejor para su
prosa moralizante, donde la elisión de adjetivos para dar concesión al texto en
detrimento de la cualidad será uno de los rasgos propios de la prosa de Gracián.
El uso de zeugmas, equívocos, elipsis sustantiva, paralelismos, antítesis hacen que el
lector deba permanecer atento a la lectura para conseguir averiguar los mensajes
cifrados en la prosa gracianista muchas veces misión imposible.
Será, además, el teorizador del conceptismo gracias a su obra, Agudeza y arte de
ingenio.
En cuanto al cultivo del culteranismo dentro de sus líneas, se ha de decir que el escaso,
aunque aparecerá en la creación de nuevas palabras mediante la prefijación y
sufijación, lo que hará que Gracián tenga un léxico muy enriquecido y personal, pero
sin llegar a los artificios extremos del culteranismo más radical.
b. OBRA
Podemos trazar cuatro líneas maestras en torno a las que se mueven todas sus obras:
La primera es el ciclo compuesto por los llamados <<libros formativos>>. Son una
respuesta a las necesidades del hombre de su tiempo y el carácter que han de tener
esos hombres para prevalecer en la sociedad. Son: El héroe, El político, El discreto,
Oráculo manual y arte de prudencia y dos intentos inconclusos: El atento y el galante.
Contrasta con estas obras, su composición maestra: El criticón. Esta obra, por su
carácter crítico y diferente, merece un estudio más en profundidad.
De temática religiosa, escasa según valora la crítica, aparece su obra El Comulgatorio.
En el cuarto apartado, llamado de teoría literaria, se incluye su Agudeza y arte de
ingenio, un minucioso estudio de la estética conceptista.
i. LIBROS FORMATIVOS: EL HÉROE, EL DISCRETO, EL POLÍTICO,
ORÁCULO MANUAL Y ARTE DE PRUDENCIA.
El héroe
Es su primera obra escrita. Aparece en el año 1637 en Huesca, y ese mismo año se
hacen dos ediciones más de las que no tenemos ninguna copia. Sí nos han llegado las
ediciones de 1639 y otra manuscrita autógrafa, que contiene una primera redacción de
la obra, notablemente distinta de la definitiva. La edición de 1637 iba dedicada al rey
Felipe IV, - no así la de 1639- y a Lastanosa, gran protector de su obra. Firma con el
pseudónimo de Lorenzo Gracián, su hermano, para no ser descubierto por la
Compañía de Jesús.
La obra consta de XX “primores” en los que nos habla de las cualidades que deben
asistir al hombre ideal. La palabra “héroe” del título no debe entenderse como ser
superior, sino como aquel que sabe triunfar en el trato social. Es, pues, un manual de
conducta. Incita a la prudencia y a la discreción, ponderando el ingenio, la inteligencia
y el buen gusto.
La obra tiene también implicaciones políticas y se alude con frecuencia a la figura del
rey. Se encuentran similitudes con El príncipe de Maquiavelo, pero adaptado al
hombre barroco y católico español del siglo XVII.
Se presenta la convivencia humana en base a relaciones de poder, en las que cualquier
hombre debe ejercitar su capacidad de dominio sobre los demás y ha de evitar ser
dominado. Refleja claramente la actitud del hombre barroco, siempre en guardia
frente al mundo exterior.
Gran parte de los ejemplos están tomados de otros autores, fundamentalmente
Plutarco y Erasmo.
El político
El político Don Fernando el Católico se publica en Zaragoza en el año 1640, aunque de
esa edición tan solo se conserva un tomo, mientras que de la segunda de 1646 en
Huesca, si conservamos algún ejemplar más. Vuelve a estar firmado bajo el
pseudónimo de Lorenzo Gracián.
En cuanto a su forma, estamos ante un discurso no demasiado extenso, que traza una
biografía personal del monarca, resaltando sus cualidades, especialmente el valor y la
prudencia. La obra tiene un alcance más amplio ya que teoriza sobre la política y es
aplicable a los tiempos en los que fue escrita. En ella hay mucho de tratado filosófico.
De hecho, para muchos críticos, lo de menos es lo que tiene que ver con la semblanza
del rey Fernando y lo más interesante es la exposición de su pensamiento político. Esta
obra guarda unidad con la anterior ya que sigue dibujando el modelo de conducta del
hombre de éxito del siglo XVII tomando como ejemplo a don Fernando.
Gracián expone su discurso siguiendo un esquema antropomórfico ya que sus diversas
partes, cinco en total, se corresponden con algunas partes del cuerpo humano: rostro,
brazos, tronco, sexo, piernas.
Para algunos es el libro menos original, profundo y artístico de Gracián, pero su
lenguaje es brillante y el estilo presenta mayor naturalidad que en su primera obra.
El discreto
Aparece en Huesca en 1646, de nuevo bajo el mecenazgo de Lastanosa y firmada por
Lorenzo Gracián.
La obra consta de veinticinco partes llamadas <<realces>> en las que, se habla de las
cualidades que debe tener el hombre discreto, capaz de triunfar en el trato social (es
un manual práctico). Su analogía con El héroe es clara, aunque aquí se centra más en
todo aquello que puede hacerle a uno brillar en sociedad, especialmente el genio y el
ingenio, mientras que en su primera obra daba primacía a los valores intelectuales. El
primer realce se dirige al príncipe heredero Baltasar Carlos.
La estructura de El discreto es una amalgama de formas que van desde las
conversaciones entre el autor y un amigo, hasta las disertaciones académicas, pasando
por alegorías, cartas, discursos… Esto ha llevado a pensar que los “realces” se
escribieron en momentos distintos, quizá cada uno de ellos fuera un breve discruso
hecho para ser leído en la tertulia de Lastanosa. A pesar de lo que pueda parecer, sí
que hay unidad entre todos los “realces”, porque la intención de Gracián es idéntica en
todos ellos.
Abundan las alusiones a la guerra de Cataluña, problema frente al que se muestra
tolerante, igual que el duque de Nocera. De hecho, hay alguna censura a la rígida
política llevada a cabo por Felipe IV en relación a este conflicto.
Muchos de los diálogos del libro tienen como interlocutores a amigos de Lastanosa. Se
ha querido ver una evocación a ese ambiente tan preciado en un momento en que se
encontraba en una tierra que le era hostil: Valencia.
Del Arco considera que esta es la obra de Gracián en la que más resplandece su
ingenio, no desbordado como en El Criticón, sino reflexivo, sereno y amoroso, y de
modo más inteligible.
Oráculo manual y arte de prudencia
Se imprime en Huesca en 1647, aunque a nosotros solo ha llegado la edición de 1653,
publicada en Madrid. Su título completo es: Oráculo manual y arte de prudencia
sacada de los aforismos que se discurren en las obras de Lorenzo Gracián.
Se compone de trescientas máximas desarrolladas de forma independiente. Son
sentencias, conclusas y bien cerradas, en forma de aforismo de pensamientos de sus
obras anteriores (sobre todo El héroe y El discreto). Es frecuente la alusión a dos
conceptos básicos: el “atento” y el “galante”, lo que ha hecho suponer que algunas
máximas proceden de dos de sus libros no publicados: Avisos al varón atento y El
galante. Alguna parte de la crítica ha creído que en esta obra tuvo participación el
círculo de Lastanosa y el propio prócer aragonés, aunque la mayor parte ha
desestimado esta teoría, diciendo que la obra es exclusivamente de Gracián. En
general, hay acuerdo en que, si bien Gracián se valió de mucho material extraído de
sus propios escritos, los refundió de acuerdo a un plan distinto. El resultado es una
obra de redacción original aunque se haga eco de ideas viejas.
Es un tratado práctico de cómo debe ser el hombre prudente. De nuevo aparece el
común denominador de los libros formativos de Gracián: consejos dirigidos a los
varones que quieran triunfar en las relaciones sociales.
El estilo lacónico, ha sido puesto en valor por críticos como Haztfeld, que ven en esta
obra una magnífica representación de la capacidad del autor para lograr ese efecto de
concentración y elegancia a un tiempo. Juega con la ambivalencia de las palabras para
obtener expresiones inteligentes y brillantes y para manifestar su agudeza conceptista
mediante el equilibrio de lo concreto y lo abstracto.
ii. AGUDEZA Y ARTE DE INGENIO
Este manifiesto de la estética conceptista sale a la luz en Huesca en el año 1648. Se
tiene constancia de otra obra en el año 1642 con el título Arte de ingenio, tratado de la
agudeza en que se explican todos los modos y diferencias de conceptos. La
reelaboración del año 1648, puede venir motivada por dos acontecimientos:
El primero sería por adecuarse, por vez primera, a la censura de la Compañía de Jesús.
El segundo, por la aparición de una obra de Matteo Pellegrini, con quien mantiene un
cruce de palabras Lastenosa sobre quién había tomado referencias a quién en la
composición de dos obras que tienen tema parecido. Parece claro que ambas obras
fueron independientes y tenían algunas diferencias, por ejemplo, Pellegrini censura el
uso de la agudeza mientras Gracián la eleva a la categoría de valor máximo. Parece
probable que la reelaboración de la obra obedeciera al deseo de distinguirse más de la
obra italiana. La nueva versión tiene añadido un Tratado de los estilos, su propiedad,
ideas del bien hablar, con el arte de erudición y noticias de libros, así como ejemplos
nuevos tomados de la traducción castellana de los epigramas de Marcial y de autores
aragoneses de su tiempo.
Se ha considerado por algunos críticos esta obra como una retórica, aunque el propio
Gracián deja claro que no. Gracián simplemente emprende un análisis de la agudeza
de los conceptos, que es la más brillante expresión de la inteligencia, del ingenio.
Se divide en dos partes. La primera consta de 50 discursos y la segunda de 13. En ellas
estudia las diversas figuras, en especial las que implican un proceso metafórico o juego
conceptual. Cada figura viene ilustrada con un ejemplo, tomados de autores españoles
en general, aunque también recurre a los latinos, italianos y portugueses.
La obra es más bien una colección de ejemplos y una ponderación elogiosa de los
mismos que un análisis exhaustivo de estos. Los 63 discursos siguen, por lo general,
una misma estructura: definición del tipo de concepto y desfile de ejemplos y modelos
que responden a cada variante.
Desmiente la artificial distinción entre conceptistas y culteranos, llegando a tomar la
mayoría de ejemplos de conceptismo de Góngora, un total de 55, mientras que en
Quevedo solo aparecen 7 poemas. Los poetas aragoneses son muy citados.
En definitiva, es una obra que viene a ser una peculiar antología de la lírica española
del siglo XVII sin olvidar a poetas del XVI, Garcilaso, Camoens… y a otros italianos, en
especial Marino y Guarini.
iii. EL CRITICÓN
La obra cumbre de Gracián queda dividida en tres partes. La primera la publica en
Zaragoza en 1651, la segunda en Huesca en 1653 y la tercera en Madrid en 1657. La
primera iba firmada por García de Marlones y la segunda y tercera por Lorenzo
Gracián. Cada parte está dividida en <<crisis>>, término especial que emplea para
referirse a sus capítulos, y que tiene la connotación de juicio. El título de la obra, pues,
vendría a significar colección de crisis, de juicios.
Esquema argumental y contenido
La primera parte se titula En la Primavera de la Niñez y en el Estío de la Juventud. Se
contraponen dos formas de enfocar la vida: la de Andrenio, el hombre natural que se
ha criado solo en compañía de las fieras y se guía por el instinto y la de Critilo, que ha
naufragado y ha sido recogido por Andrenio y es el producto de una civilización.
Emprenden un largo viaje en busca de la amada de Critilo y se encuentran con una
serie de personajes, la Razón, Proteo, Quirón, que les brindan enseñanzas varias.
Llegan a Madrid y son engañados por Falsirena.
La segunda parte se llama Juiciosa cortesana filosofía. En el Otoño de la Varonil Edad.
Sigue la peregrinación de los personajes por Aragón (aprovecha para elogiar su tierra,
aunque también para hablar de sus defectos) y Francia, donde viven sorprendentes
aventuras y acaban en los Alpes de Vejecia, donde el Varón Juicioso se encarga de
enviar a la Casa de los Locos a los viajeros que tienen demasiado o poco juicio.
La tercera parte es En el Invierno de la Vejez. Visitan el palacio de Vejecia (la vejez),
lleno de horrores y prosiguen con sus aventuras y sus visitas a distintos lugares, como
el palacio de la Soberbia, la Cueva de la Nada, Roma (donde el Cortesano les informa
de que la amada de Critilo está en el Cielo), el Mesón de la Vida o los sótanos de la
Muerte, donde esta decide acabar con ellos, pero les salva el Inmortal y los conduce a
la Isla de la Inmortalidad, donde el Mérito les deja pasar a la Mansión de la Eternidad.
Como puede apreciarse fácilmente, presenta una gran complejidad estructural en que
se entremezclan los más variados episodios. Junto a los escenarios reales aparecen los
lugares de ficción, poblados por personajes simbólicos. A la alegoría central, que da
cuerpo a la obra, se superponen otras muchas, así como fábulas y apólogos. Los dos
elementos claves que aglutinan todo el relato son la alegoría y el símbolo.
La obra presenta una estructura itinerante, ya que todas las aventuras que viven los
protagonistas se dan a través de sus continuos viajes. Pertenece al grupo de las
llamadas novelas iniciáticas porque a lo largo de ella los personajes van abriéndose al
conocimiento del mundo, inician un aprendizaje que les desvelará los más recónditos
secretos de la vida y la muerte.
Sus conexiones con la novela picaresca ya han sido subrayada por Montesinos: su
estructura itinerante, su visión del mundo, la doctrina moral… No obstante, como ha
apuntado Blecua, hay una diferencia esencial: sus personajes no son de carne y hueso,
sino abstracciones que caen en el terreno de lo irreal e intemporal. El uso de la
alegoría, ajena a todo desarrollo anecdótico, lo aproxima al auto sacramental.
Intención
El criticón es una novela alegórica que muestra el desengaño barroco ofreciendo al
lector una visión totalmente desolada. En sus andanzas los protagonistas se topan con
personajes que les permiten conocer los engaños de la vida. Son una serie de alegorías
puestas al servicio de un fin primordial: demostrar que en el mundo reina la hipocresía
y la falsedad. Después de un análisis implacable de la naturaleza humana saca una
conclusión totalmente desesperanzadora: el hombre es el más cruel y estúpido de los
seres creados por Dios.
En una época depresiva como el Barroco, la única solución es analizar la realidad
circundante y adoptar una actitud más acorde con ella: hay que mantenerse en
guardia, ser prudente, sagaz y precavido ante el engaño y la malicia de la sociedad.
En Gracián el desengaño no desemboca en una actitud ascética que le lleve a apartarse
del mundo, sino todo lo contrario, le incita a adentrarse en él para salir triunfante de la
lucha a través de la prudencia y la cautela.
Gracián expone este punto de vista, quizás porque en sus carnes haya vivido varios
desengaños en sus relaciones personales. De hecho, en la segunda parte, narra varios
episodios relacionados con su vida.
La contraposición del instinto y la razón a través de Andrenio y Critilo le permite poner
en tela de juicio la validez del mundo civilizado y elaborar un auténtico tratado de
filosofía moral. En realidad son un desdoblamiento de las dos facetas complementarias
que integran la personalidad del ser humano: la de los instintos primarios que le
vienen dados por la naturaleza y la del juicio y la razón que los domina en aras de una
convención social que viene impuesta desde fuera.
La división de sus partes en estaciones del año establece un paralelismo con las edades
del hombre. El instintivo Andrenio, se halla en el estío de su juventud, mientras que el
racional Critilo, va camino de la vejez.
El contenido doctrinal de la obra hace que los rasgos novelescos queden casi
desaparecidos en favor de la preocupación moral y didáctica. Todos los motivos
literarios de la obra se enfocan con vistas a la lección moral exclusivamente. No se les
da el menor desarrollo anecdótico ni provocan la más elemental peripecia.
Fuentes
Mucho se ha dicho de las influencias que ha recibido Gracián, y que han hecho de él,
según algunos críticos, un escritor tradicional y poco original, o incluso, plagiador.
Abundan en El Criticón citas de autores clásicos, como Cicerón, Séneca, Horacio,
Ovidio, Plinio…
Se ha discutido mucho su relación con El Viviente, hijo del Vigilante, de un filósofo
árabe, Ibn Twfail, de la segunda mitad del S. XII. El texto fue publicado traducido al
latín en 1671 y trata la cuestión de si es posible o no que un ser humano que no tenga
contacto alguno con la sociedad, la cultura y la civilización logre adquirir unos
conocimientos científicos y filosóficos por sí solo. Este conflicto se plantea en el
personaje de Andrenio, con el que Gracián quiere demostrar que no es posible adquirir
un conocimiento integral, pero sí se pueden elaborar una serie de nociones
personales, perfectamente válidas, acerca del mundo.
Se ha descartado que Gracián se hubiera inspirado en el texto árabe. También podría
haber recibido influencia de un manuscrito aragonés en el que aparecía un cuentecillo
árabe o iraquí anterior a la obra citada anteriormente, que trataba un tema similar y
que pudo servir como fuente tanto a la obra de Gracián como a la de Ibn Twfail.
Aunque Gracián no tuvo por qué partir de un manuscrito sino de una tradición fijada
oralmente.
Se aprecian también influencias de obras espirituales, como la Biblia, la Summa
Theologica… Otros autores circulan por la obra, como Llull, Quevedo…
Para nosotros Gracián fue un gran lector, influido por muy diversas obras, pero que
supo dar su toque personal a cada una de las ideas que extraía de ellas.
Estilo
Al ya estudiado estilo lacónico y conciso de sus obras, se suma en esta de Gracián una
mayor <<soltura, regularidad y elegancia>>. El estilo es más fluido y conversacional,
más ameno. Aumenta el acierto en la construcción de metáforas y comparaciones. El
símbolo y la alegoría adquieren una profundidad y dimensión comparables a las que
logra Calderón en sus mejores autos sacramentales.
Nace en Portugal en una fecha incierta y muere en 1630. Tiene fama de erudito,
ingresa en la Compañía de Jesús y dedica su vida a la enseñanza de las humanidades.
Su obra más interesante es una poética preceptiva titulada Cisne de Apolo, de las
excelencias y dignidad y todo lo que al Arte Poético pertenece (1602), en la que
aprovecha buena parte de su material docente. Consideramos que esta preceptiva ha
sido injustamente maltratada por la crítica, aunque coincidimos con ella en que la
calidad de las octavas reales que cierran cada capítulo es baja.
Carvallo se inscribe en la tradición platónica herreriana pero sin perder la
independencia de su pensamiento. De Platón toma la definición esencial de la poesía
como hábito del entendimiento, es decir, se trata de algo que no puede adquirirse con
el ejercicio, sino que es intrínseco. El don poético es para Carvallo como una especia de
“furor divino”.
Se estructura en cuatro diálogos, en los que intervienen tres interlocutores: él mismo,
y dos elementos antitéticos: la Lectura y Zoilo. El primero representa el cultivo del
espíritu, mientras que el segundo es la tosquedad ignorante.
En el primer diálogo se nos da la definición de poesía. En el segundo se centra en la
versificación castellana. Lo más interesante de la obra son sus comentarios generales
acerca de la estética literaria. Habla de las sílabas, el acento y la cantidad; describe los
versos castellanos y determina las reglas a que debe someterse cada uno. Hace
referencia tanto a los tradicionales como a los importados de Italia. Algunas de sus
observaciones denotan una fina intuición del fenómeno poético. La tercera parte habla
de los diversos géneros y de la enseñanza de la poesía y en la cuarta, del decoro
poético y del furor que mueve al artista.
Para Carvallo el proceso de creación poética se da en tres pasos: invención, disposición
y elocución, que se corresponderían a materia, forma y fin. Habla también de la poesía
dramática y se manifiesta a favor de la comedia española en la que se aúnan los
primores del arte poético.