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El Imperio bizantino

A diferencia del Imperio Romano de Occidente, el de Oriente (Imperio bizantino) logró sobrevivir casi un
milenio más. Su grandeza se debió a la riqueza de sus territorios, su bien organizado ejército y su
ubicación estratégica.

Del esplendor a la decadencia

Desde la caída de Roma, los emperadores bizantinos deseaban reunificar los territorios del Imperio
romano y recuperar su grandeza. Bajo el gobierno de Justiniano I (527-565), el Imperio bizantino alcanzó
su máximo esplendor Con la ayuda de sus generales Justiniano recuperó Italia, el norte de África y el sur
de la península ibérica. Finalizadas las conquistas. Justiniano emprendió la reforma del Estado bizantino:
reorganizó la administración central, recopiló las leyes romanas desde la época del emperador Adriano,
mejoró la situación de la hacienda pública y la recaudación de impuestos, y embelleció la ciudad de
Constantinopla, capital del imperio.

A pesar de estos avances, las conquistas de Justiniano no se conservaron durante mucho tiempo. En el
siglo VI. los lombardos invadieron Italia y los visigodos expulsaron a los bizantinos de Hispania.
Posteriormente, en los siglos VII y VIII, los musulmanes ocuparon el sur y el este del mar Mediterráneo,
desde Siria y Palestina hasta el norte de África, en tanto que los pueblos eslavos se establecieron al sur del
Danubio. A partir del siglo XII, el asedio de los turcos y cruzados debilitó cada vez más el imperio, hasta
que este cayó, finalmente, en 1453.

Constantinopla

Constantinopla fue construida a imagen de Roma por el emperador Constantino en el año 330 sobre la
antigua colonia griega de Bizancio. Situada estratégicamente en el estrecho del Bósforo, que comunicaba
el mar Negro y el mar Mediterráneo, llegó a controlar las rutas comerciales entre Europa y Asia. Estaba
construida sobre un puerto natural, el Cuerno de Oro, y protegida por un doble cinturón de murallas.

Toda persona tiene derecho a la legitima defensa

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