Los terremotos o sismos se producen debido al movimiento de las placas
interiores de la tierra, llamadas capas tectónicas. Cuando las placas se desplazan, colisionan entre sí o se deforman, producen energía que es liberada en forma de temblor. Por esta razón, a este tipo de temblores se los clasifica como sismos tectónicos.
Algunos sismos o terremotos pueden ser provocados por procesos
volcánicos. Cuando un volcán libera el magma interior hacia la superficie, genera sacudidas sísmicas en la tierra.
Del mismo modo, los movimientos de laderas o el hundimiento de
cavidades rocosas pueden generar sismos o terremotos.
Las regiones atravesadas por fallas tectónicas son más propensas a la
actividad sísmica. Las zonas montañosas son un buen ejemplo de ello. Las montañas, a este respecto, nos dan un indicio de los lugares por los cuales pasa una falla.
Consecuencias de los sismos
Dependiendo de su intensidad, los terremotos o sismos pueden provocar diversas consecuencias en la naturaleza y para la vida humana. Entre ellas, podemos mencionar:
rupturas del suelo;
destrucción del patrimonio material; muertes; incendios; maremotos (tsunamis); deslizamientos de tierra. Los sismos leves son básicamente inofensivos, pero los de mayor potencia pueden dar un buen susto o, inclusive, hacer daño.
Un sismo intenso y prolongado puede derrumbar edificios, sacudir las
calles y destrozarlas, y hacer que los objetos colapsen sobre nosotros.
Los grandes terremotos de la historia, de hecho, han
devastado ciudades enteras y han dejado saldos de miles de fallecidos, hogares devastados y personas heridas.