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CURAR ENFERMEDADES DESDE LA METAFÍSICA POR LA

AMADA MAESTRA CONNY MÉNDEZ:

En metafísica estudiamos el medio ambiente y los problemas


del enfermo, y sabemos a qué se deben muchas de las
enfermedades; sahbemos que la colitis es sicosomática. Que los
males del hígado, del estómago, de los intestinos también, y
que el azúcar en la sangre es una complicación psíquica muy
interesante y profunda.

Como nosotros sabemos que todo tiene su origen en la


mente, podemos relacionar también los sucesos exteriores con
los interiores, y viceversa.

Dios nos hizo para ser y estar felices. UN SER FELIZ


JAMÁS ESTÁ ENFERMO. Lo mismo que un enfermo jamás es
feliz.

Ustedes todos conocen el hecho de que al interrumpir el


circuito del mal humor con una sonrisa, se cura el hígado.
Desaparece la bilis. Está descrito en mi libro “Metafísca al Alcance
de Todos”, pero vamos a recordarlo.

Cuando una persona sufre un desagrado y amarra la cara,


como decimos, este gesto, que no es sino un pensamiento
exteriorizado o actuado, tiene una influencia directa con la
glándula pineal que es la glándula de la visión psíquica y
astral. De allí baja la amarga vibración por el líquido céfalo-
raquídeo en la columna vertebral, luego impregna el hígado,
amarga y forma bilis, y esa bilis causa otra vez la expresión
de desagrado en la cara, como también el gusto de amargor
con que la persona amanece.

Es un círculo vicioso muy fácil de cortar. TODO LO QUE HAY


QUE HACER ES SENTIRSE FELIZ. ¿Cómo se hace para sentirse
feliz? Es fácil también, si se tiene voluntad. Primeramente hay
que sonreír. Obligadamente aunque no se sientan ganas. La
primera sonrisa será indudablemente forzada, con las comisuras
de los labios apuntando hacia abajo, pero el segundo esferzo
será mejor.

Ahora hay que comenzar a dar gracias en voz alta por todo
lo que uno ve que posee. Desde un fósforo, la ropa, los
muebles, los familiares, el sol si está brillando o la lluvia si
está cayendo. Todo, absolutamente todo, representa un bien en
su momento apropiado, y nos haría falta en un momento
dado, si no lo tuviéramos, de manera que, pensando en esto,
nos dan deseos de dar gracias, de agradecerlo a Dios.

Ya está estamos pensando en Dios, sentimos gratitud, y esta


combinación dulcifica el hígado. Se corta el circuito vicioso y
se cura el mal. Si todos siguiéramos esta práctica, jamás se
nos perturbarían ni el hígado ni la vida.

Cuando se siente uno MUY afligido, para curar


instantáneamente la aflicción hay que comenzar a declarar
inmediatamente: “BENDIGO EL BIEN EN ESTA SITUACIÓN”.
No hay forma más eficaz para hacer desaparecer toda
aflicción, para impedir que se nos convIerta en causa y efecto
de un mal mayor, y para evitar formar karmas, ya que como
ustedes saben, LA BENDICIÓN AUMENTA EL BIEN QUE SE
BENDICE, TRANSFORMA EL MAL EN BIEN, Y ES VER A
DIOS ALLÍ DONDE APARENTA ESTAR EL MAL.

LIBRO 4 EN 1 POR LA AMADA POR CONNY MÉNDEZ

Querer curar el cáncer. Artículo


publicado el 26 de septiembre de
2012
October 29th, 20222286 vistas
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Luis Miguel Benito de Benito

@drBenito
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El cáncer es un término genérico que se aplica a un grupo de enfermedades que
se caracterizan por la proliferación anómala, desordenada y descontrolada de un
conjunto de células. Sobre su origen, por qué se producen, sabemos algunas
cosas e ignoramos muchas más. Se han invocado la acción de sustancias tóxicas
exógenas, sobre todo el humo del tabaco, abuso de alcohol, alimentos grasos,
algunos colorantes o aislantes, derivados del benceno,... pero también fármacos,
radiaciones ionizantes, agentes infecciosos. Y cómo no, una especial
vulnerabilidad del individuo que lo padece avalado por la genética que
determina mutaciones en los sistemas de control de la replicación celular o en la
reparación de los genes dañados. Se diría, pues, que de la interacción -puntual o
continuada- de una sustancia tóxica con las barreras defensivas del individuo se
da o no se da el desarrollo de un cáncer. Importa, por lo tanto, tanto la
agresividad del agente extraño para producir un cáncer como la resistencia del
individuo para evitar tal desarrollo. Este esquema general rige, mutatis
mutandis, para la instauración y desarrollo de enfermedades infecciosas.

Pero además en ocasiones se ha apelado al estado anímico de la persona


para el desarrollo de neoplasias. Si bien la forma de ser psicológica del
individuo no parece intervenir en el desarrollo de un tumor, sí existen
evidencias de la influencia de la actitud del paciente con cáncer sobre su
evolución o pronóstico, apuntando a que el estado emocional y anímico del
paciente pueden condicionar el curso de la enfermedad. Al amparo de estas
evidencias algunos hablan del "poder de la mente" para curar el cáncer (un
renacer desde la palingenesia). Quizás sea demasiado vehemente
expresarse en esos términos sobre todo cuando uno ha conocido gente muy
positiva, muy sesuda que a pesar de su entrega emocional para vencer un cáncer
no pudo con la enfermedad. Sin embargo, algo existe en la evolución de los
tumores que parece ser "sensible" a la actitud emocional de los pacientes. Ya
que los médicos solemos ser reticentes a conceder poder terapéutico a la mente
(como si nos diese miedo que nos quitasen el mérito a los matasanos), cuando
un paciente sobrevive a un tumor contra todo pronóstico, tendemos a
justificarlo hablando en términos de "bajo grado histológico", "escasa
agresividad intrínseca", "mutación espontánea hacia formas más leves", o
cualquier otro circunloquio que signifique lo mismo que decir que "no estaba de
Dios" o "no había llegado su hora" solo que con conceptos más científicos y
menos escatológicos.

Durante muchos años me dediqué a la investigación básica, esa que se


desarrolla en los laboratorios con células o con animales de experimentación.
Buscábamos mecanismos de regulación celular que pudiesen servir para
aplicarlos a los seres humanos con fines terapéuticos, algo que ahora se ha dado
en llamar "investigación traslacional" (traslacional no existe, aún, en el
diccionario de la RAE, existe trasnacional pero no viene al caso). En concreto,
me dediqué al estudio de la apoptosis o muerte celular programada, un
fenómeno descrito por primera vez en 1972 pero que no comenzó a llamar la
atención de los investigadores hasta un par de décadas después. Cuando defendí
mi tesis doctoral en 1995 existían alrededor de 3000 artículos publicados sobre
apoptosis, de ellos los últimos 2500 de los años 1992-1995, un número todavía
accesible a la revisión de la que doy fe que hice para seleccionar los 300 que me
interesaban para mi tesis. A partir de entonces se cuentan por millares los que
se publican cada año de manera que es imposible asimilar todos. Tan sólo en la
base de datos PubMed podemos consultar a día de hoy 231085 artículos
publicados (hasta 2012).

Toda esta proliferación de artículos referido a un aspecto tan concreto como la


apoptosis no ha servido para avanzar mucho más en el conocimiento de la
patogenia aunque sí ha propiciado la aparición de una lista enorme de proteínas
(casi todas con siglas y números) presuntamente implicadas en el
desencadenamiento o inhibición del proceso de la apoptosis que, lejos de
aclararlo, lo hacen cada vez más enrevesado. Al mismo tiempo los intereses de
la industria farmacéutica han forzado la consecución de resultados que podían
favorecer la comercialización de algunos productos que se suponían ventajosos
para vencer la enfermedad. En otra entrada analizaremos lo que ha supuesto el
ensayo clínico en la investigación médica y lo que ahora pretende tomar la
alternativa, la medicina genómica personalizada. Si de lo que se trata es de
curar pacientes, creo que es más ventajoso y rentable estudiar y
analizar por qué se curan esos casos que calificamos de incurables,
esto es, tratar de averiguar qué o quién ha curado a los incurables,
que de ir tras medidas sospechosas de que lo que pretenden en primera
instancia es hacer caja.

Resulta esclarecedor analizar los casos de pacientes desahuciados que se han


presentado con el paso de los años vivos y coleando ante el médico que les dio
por muertos. A veces, es verdad, se trató de errores diagnósticos y el paciente no
padecía una enfermedad tumoral como se creyó. Pero otras veces sí, el
diagnóstico era certero y el pronóstico, según los libros más ortodoxos y
vanguardistas, infausto a corto plazo. Pero el paciente lo supera. ¿Qué ha hecho
el paciente para curarse ya que el conocimiento médico podía tan poco? A la
ciencia no le gusta recurrir al término milagro, porque evoca intervención
sobrenatural que parece reñida con el positivismo a la vez que abofetea el
orgulloso raciocinio humano. A mí, aunque me considero creyente, tampoco me
sacia, porque concluir así y claudicar en el empeño por descubrir qué pasó
anestesia la razón, el deseo de conocer. Voy haciendo acopio con el paso de los
años de los casos clínicos de esta índole, pacientes que fueron desahuciados y
recurrieron a diferentes conductas terapéuticas (medicinas alternativas,
acupuntura, hidroterapia, homeopatía, dietas, meditación transcendental, etc.)
y que obtuvieron resultados favorables e incluso sorprendentes. Al mismo
tiempo mantengo la antena abierta para informarme de los sistemas que se
anuncian curativos, sin ningún tipo de prejuicio, porque cuando lo que está en
juego es la salud de mis pacientes lo que que importa son los resultados. Y la
explicación racional de qué fue lo que le benefició vendrá -si llega- más tarde.

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