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ON Cl Tr Revista internacional de Teologta 192 LA ETICA ANTE EL DESAFIO DE LA LIBERACION NCILI & ONCE EDICIONES CRISTIANDAD Madrid 1984 LA ETICA DE LIBERACION EN LOS DOCUMENTOS DE LA IGLESIA DESDE EL VATICANO II En la audiencia general del miércoles 21 de febrero de 1979, Juan Pablo II afirmé: «La liberacién es ciertamente una realidad de fe, uno de los temas biblicos fundamentales, inscritos profundamente en la misién salvifica de Cristo, en la obra de redencidén, en su enseflanza. Este tema nunca ha cesado de constituir el contenido de la vida espi- ritual de los cristianos. La Conferencia del Episcopado Latinoamericano atestigua que este tema retorna en un nuevo contexto histérico; por eso se debe tomar de nuevo en la ensefianza de la Iglesia, en teologia y en pastoral. Debe ser tomado en su propia profundidad y en su autenticidad evangélica». I. UNA IGLESIA COMPROMETIDA CON LA HISTORIA El Concilio Vaticano II ha marcado una nueva etapa en la historia de la Iglesia. Los obispos de todo el mundo se hicieron eco de «los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren», porque ella «se siente intima y realmente solidaria del género humano y de su historian (Gaudium et spes, 1). El espiritu misionero del pueblo de Dios se puso de relieve en términos de un compromiso con el hombre concreto situado dentro de una historia en un afén de colaborar en la construccién de la «fraternidad universal» para continuar la misma obra de Cristo (ibid., 3). ; Nos encontramos frente a una Iglesia que esté abierta 2 los interro- gantes de la historia, compartiendo la tarea de una humanidad llamada 4 «establecer un orden politico, econémico y social que esté més al ser- Vicio del hombre y permita a cada uno y a cada grupo afirmar y cultivar Su propia dignidad» (ibid., 9). _ La perspectiva eclesiolégica del concilio compromet= al pueblo de ios a asumir responsablemente la historia humana, discerniendo los Signos de los tiempos. «El mensaje cristiano n° aparta a los hombres 240 de la edificaci6n del n no, sino que, al contrario, les Esta postura conciliar ha si riores. Pero ¢s€ puede hablar de una ética de liberacién form" mundo ni los leva a despreocuparse del bien aje les impone como deber el hacerlo» (ibid., 34), do reafirmada por los documentos Poste, de un compromiso cristiano en térming; ulada en los documentos eclesiales? II. ¢UNA ETICA DE LIBERACION «OFICIAL»? La respuesta a este interrogante puede asumit dos caminos meto. dolégicos: a) ofrecer una respuesta a partir de una definicién previa de ética de liberaci6n, 0 b) buscar en los mismos textos unas notas caracteristicas, alrededor del concepto de «liberacién» presente en ellos, que apunten hacia una ética de liberacién. No es facil optar por ace mino correcto, pero pienso que lo segundo es més seguro, pues —que yo sepa— no existe ninguna definicién de una ética de liberacién; ain més, se evita el peligro de manipular una seleccién de textos para fun- damentar una tesis de trabajo. En los tiltimos afios, la temética de la liberacién ha estado presente en la ensefianza oficial de la Iglesia. Tomaremos como documentos é referencia la Populorum progressio (1967) 1 el Sinodo Mundial de os Obispos sobre la Justicia (1971)?, Octogesima adveniens (1971), Evangelii nuntiandi (1975)* y Laborem exercens (1981) 5. Estos doce mentos constituyen la instancia universal de la ensefianza. Los doce mentos de Medellin, La Iglesia en la actual transformacién de Améris Latina a la luz del Concilio (1968), y de Puebla, La evangelizaciOn & el presente y en el futuro de América latii i ¢ ente y ] latina (1979), proporcionan instancia latinoamericana del magisterio pastoral. Diche instancia & i i porque es en América latina donde ha surgido con mis fuer eflexin teolégica en torno a Ja temética de la liberacién. Il. EL SIGNIFICADO ETICO DEL CONCEPTO DE «LIBERACION® : i ieee ae «liberacién» ya no constituye ninguna novedsd oe ao ee A pattit de los documentos cits za ética de la palabra ibaa, les que desvelan el sentido y la ™ oe 1. El mi ve te antnt Bist pone de relieve la relevancis '* ién. No se trata de una «moda» tel 1 E n adelante, P.P.— Sinodo— O.A—* E.N—? LE Ettea de la Uberac din en los documentos de la Iglesia 241 sag de una ancceridacd> teolgicn que se encuentra con una realidad ue va y negadota de la presencia salvadora de Dios, Ms ef conteste ei veafidad injusta que obliga a una lecture del texto anghlicg : séeenin04 de liberacién, alincuchande el Glamor de quienes suften violencia y Ke ven optimidos por sistemas y inecanismos injustos, 7 €s- cuchando también ta interpelacidn de un mundo que Con su perversi- dad contradice el plan del Crendor, tenemos conciencia undnime de la vocacidn de la Iglesia a estar presente en el corazbn del mundo predi- cando 1a Buena Nueva a los pobres, ta liberacién a los oprimidas y la alegtia a Jos afligidos» (Stnodo, 5; ef. Puebla, 487), La Iplesia ve siente Hamada a denuneiar la injusticia y, atin més, se siente en el deber de ayudar a que nazca esta liberacién, de dar testimonio de la misma, de hacer que sea totaly (E.N,, 30). 2. La fe en un Dios, defensor de los pobres y de los oprimidos, nos insta a anunciar un Dios liberador, afin el Antiguo Testamento, Dios se nos revela como el liberador de los oprimidos y él defensor de los pobres, exigiendo a los hombres la fe en él y la justicia para con cl prdjimo, Sélo en la observancia de los deberes de justicia se reconoce verdaderamente al Dios liberador de los oprimidos» (Sinodo, 32; véase ibid., 6; Medellin, Introduccién, 6; Puebla, 1142). 3. La obra de Jestis se entiende como una praxis liberadora. «Cris- ‘o vivid su existencia en el mundo como una donacién radical de si mismo a Dios Padre para la salvacién y la liberacién de los hombres. Con su predicacién proclamé la paternidad de Dios hacia todos los hombres y la intervencién de la justicia divina en favor de los pobres ¥ Optimidos» (Sinodo, 33; cf. Medellin, Justicia, 3; Puebla, 1145). ck La evangelizacién implica la liberacién de toda opresién. La misién de la Iglesia es evangelizar, es decir, «llevar la buena nueva a oe los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar ra dentro, renovar la misma humanidad», convirtiendo «al mismo ee la conciencia personal y colectiva de los hombres, la actividad €, N que ellos estin comprometidos, su vida y ambiente concretos» a 18). La evangelizacién implica un mensaje liberador de todo lo ‘Ne oprime al hombre (ibid., 9 y 29; cf, Puebla, 480). >. Lat liberacién es una mediacién bistorica de la buena nueva. misién de 205 Compr Predicar el evangelio requiere en el tiempo ee que ahora, rs ‘Ometamos en la liberacién integral del hombre, ya na Mor y Ja a existencia terrena. En efecto, si el mensaje cristiano del el muy Justicia no manifiesta su eficacia en la accién por la justicia 7 ndo, muy dificilmente parecerd crefble a los hombres de nues- « 242 T. Mifsud tro tiempo» (Sinodo, 37; cf. Medellin, Justicia, 4; E.N., 9 y 31; p, bla, 483 y 490). No se trata de una liberacién verbal ni superficie sino que involucra la denuncia y la superacién de las causas cores del hombre (cf. Puebla, 1146). ras 6. La liberacién cristiana es una opcién por los pobres contra | injusticia. «Afirmamos Ja necesidad de conversién de toda la Telesis para una opcién preferencial por los pobres, con miras a su liberacién integral» (Puebla, 1134), y esta opcién significa «una conversin y py. tificacién constantes, en todos los cristianos, para el logto de una iden. tificacién cada dia més plena con Cristo pobre y con los pobres» (Pue. bla, 1140). Esta opcién se plantea como criterio de fidelidad de nuestro seguimiento de Cristo. «Es as{ como los pobres son los primeros desti- natarios de la misién, y su evangelizacién es por excelencia sefial y prueba de la misién de Jestis» (Puebla, 1142). Juan Pablo II habla del | servicio al explotado como una misién eclesial de «verificacién de su | fidelidad a Cristo, para poder ser verdaderamente la “Iglesia de los | pobres’» (L. E., 8). El mismo concepto de «liberacién» es ético en cuanto implica um | ortodoxia (creer en el Dios Padre de todos los hombres y en su Hijo Jestis, quien asumié la causa de los hijos marginados para establecet ‘una verdadera hermandad) y a la vez una ortopraxis (la misién del cristiano de denunciar las estructuras injustas que contradicen el plan liberador de Dios). La originalidad ética de Ja tarea liberadora Ja constituye la person de Jestis el Cristo. Su praxis liberadora es la fuerza motivadora de ua compromiso radical para luchar contra la injusticia que crea pobreza J atropellos a la humanidad marginada, porque la imagen divina en est4 «ensombrecida y aun escatnecida» (Puebla, 1142), En los explo dos de la tierra se reconocen «los rasgos suftientes de Cristo, el Seftor, que nos cuestiona e interpela» (Puebla, 31; cf. ibéd., 32-39). La ensefianza oficial de la Iglesia latinoamericana plantea un queht cer ético que, a partir de una opcién preferencial por los pobres, Dust la realizacién histética de la liberacién integral de todo el hombre 7 de todo hombre sin reducciones (sean de tipo «espirituales» © «tem porales») ni identificaciones (la teduccién del reino a un momento me ciso de la historia). En este compromiso radical, la ortopraxis de oy daridad con el pobre y el explotado se convierte en la medida de estimativa moral (cf. E.N., 29-36; Puebla, 480-490). do En esta tarea de transformar Ja historia, el cristiano esté Mame ano acudit «a ninguna clase de violencia nia Ja dialéctca de Ia de clases» (Puebla, 486; cf. E.N., 37). Atin més: se ofrecen criter EESTIOS 4 Ta Tglesig 243 fe discernimiento para distinguir entre la liberacién ~ evangélica: a nivel de contenidos Se pide fidelidad Dios, a la tradicién viva de la Iglesia ya yotitudes se exige un sentido de comunién hagas, y¥ con los dem: y una ideologia a la palabra de SU magisterio, A nivel de con los obispos, en primer sectores del pueblo de Dios; la aportacién efec- iva a la construceis idad; la forma de su saticitud hacia los necesitados; y el esfu evsiclaces viendo en ellos la imagen viva de Jesy Bs de suma importancia subrayar que exi ‘a ortopraxis, recalcando toda una vivencia i rio de discernimiento, En otras Palabras: sdlo se puele evaluar la misién del cristiano, IV. Novas para una ETICA DE LIBERACION Aclatado el sentido de liberacién en la ensefianza oficial de la Igle- sia, podemos elaborar un esquema fundamental, por cierto tudimenta- rio, de una ética de la liberacién. La indignacion éti kes de victimas humanas impone a la reflexién ét ica el desafio y la wgencia de plantear un discurso critico-utdpico con una metodologia profética, a partir de una inquietud social de solidaridad con los oprimidos, imagenes vivas del Dios crucificado. 1, La condicién en que vive la gran mayorfa de Ja humanidad pro- di duce una in, igeacion ética porque no se respetan los derechos mds fun- damentales de la persona humana (alimentacién, vivienda, participa- clin politica, etc.) Atin més: es escandaloso percibir esta realidad triste £8 aquellos paises Cuyos gobernantes se autodenominan cristianos. Esta tragedia humana niega la vocacién filial y fraterna de todo ser humano (S Sinodo, 3; OLA, 2, 3, 10, 11, 15-18; Medellin, Mensaje, 2 y 4; Justicia, 1 y 2; Puebla, 27-50, 55-62, 127-130, 487, 834-840). El Punto de partida del discurso ético lo constituye la situacién intolerable de la humanidad matginada que le hace asumit y ser expresién de los Sndenados al silencio y al abandono, La ética se transforma en la voz & bos sin vor, secr, Esta ttagedia humana impone a Ia reflexién ética un plantea- rae sritico-utdpico de la historia humana; no una postura ee asin, dcsentendimiento histérico, sino un compromiso utépico ak Chala) ee del reino (cf, Medellin, Catequesis, 4). Es preciso sup ar “Wter dicotomia entre nuestro creer y nuestro obrar. Por eso «del 244 T. Mifsud terminar la separacién entre la fe y la vida, porque en Cristo Jesiis j = 0 winico que cuenta es ‘la fe que obra por medio del amor’ (G4j 56 (Medellin, Mensaje, 6; of. E.N., 29; Puebla, Mensaje, 3). La simee trégica de la humanidad marginada implica la formacién de ung con ciencia social (Medellin, Justicia, 17), el despertar de un sentido cri (ibid., Paz, 25; Sinodo, 53) y un esfuerzo creador (Medellin, Mensaje 3) para emprender y seguir en la tarea transformadora de la sociedad «No podemos dejar de descubrir en esta voluntad cada dia més teng y apresurada de transformacién las huellas de Ja imagen de Dios en ¢ hombre, como un potente dinamismo» (Medellin, Introduccién, 4; of. ibid., 5). Un planteamiento critico-utépico busca llegar hasta la rafz y | las causas que engendran la marginacién del hombre por el hombre (Sinodo, 9-12; O. A., 15; Puebla, 64-70 y 1254-1293). Esta postura 20 exime de una seria autocritica de parte de la Iglesia (cf. Puebla, 1135) 3. Un planteamiento critico de la realidad histérica, que tenge como punto de referencia la utopia del reino de Dios, exige una meto- dologia ético-profética. La lectura critica de la realidad y el discemi- miento utdpico de la historia humana conducen a una praxis liberado ra. El esquema ver-juzgar-actuar tiene toda su validez si, junto al | critica (ver) y la utopia (juzgar), existe una mediacién praxica (cf. Si nodo, 2; O.A., 4; Puebla, 1307). «No basta recordar los principics afirmar las intenciones, subrayar las injusticias clamorosas y profer denuncias proféticas; estas palabras no tendrén peso real si no vil acompafiadas en cada uno por una toma de conciencia més viva de # propia reponsabilidad y de una accién efectiva» (O. A., 48). Atin més: la situacién hist6rica «exige claridad para ver, lucidez para diagno* ticar y solidaridad para actuar» (Medellin, Mensaje, 3); se trata & una praxis solidaria con los pobres y marginados. La metodologia © | siste en un /eer con una opcién preferencial, un juzgar a partir de © Dios para quien los pobres son sus «predilectos» (cf. Puebla, 1147) y un actuar de solidaridad con ellos. . 4. El mundo de la ética se abre a una profunda inguietud sot! en nombre de los marginados. «No se trata sélo de vencer el hamb® ni siquiera de hacer retroceder la pobreza. El combate contra la m** tia, urgente y necesario, es insuficiente. Se trata de construir un mund? donde todo hombre, sin excepcién de raza, religién o nacionalié pueda vivir una vida plenamente humana, emancipado de las servide® bres que le vienen de parte de los hombres y de una naturaleza ‘a ficientemente dominada; un mundo donde la libertad no sea un# P? bra vana y donde el pobre Lazaro pueda sentarse a la misma mest el rico» (P. P., 47). La realidad de la dimensién social del pecado | : Btica de la liberacion en los documentos de la Iglesia 245 sinoco, 5, 31, 53, 60; Puebla, 70, 73, 185, 186, 281, 452, 515, 1032 1269) exige Una conversion personal que se traduzca en una lucha por {a tvansformacién social de las estructuras pecaminosas (cf. Sinodo 16: O.Ay 45; E.N,, 18 y 36; Puebla, 358, 1134, 1155-1158). «La origh nalidad del mensaje cristiano no consiste directamente en la afirmacion de la necesidad de un cambio de estructuras, sino en la insistencia en jg conversién del hombre, que exige luego este cambio. No tendremos un continente nuevo sin nuevas y renovadas estructuras; sobre todo, no habra continente nuevo sin hombres nuevos, que a la luz del evan- gelio sepan ser verdaderamente libres y responsables» (Medellin, Jus- ticia, 3). Asi, «el servicio a los pobres es 1a medida privilegiada, aunque no exclusiva, de nuestro seguimiento de Cristo» (Puebla, 1145; cf. 1140-1147), 5, La inquietud social se traduce en un empefio ético de solida- ridad con los oprimidos. La trégica y pecaminosa realidad, ya que «todo aquello que afecta a la dignidad del hombre hiere, de algiin modo, al mismo Dios» (Puebla, Mensaje, 3), nos sefiala una solidaridad con y un programa en contra (cf. Puebla, 1154). Es decir, la solidaridad con los oprimidos implica una lucha contra Ja injusticia en nombre del Dios Padre. No se trata tan sélo de una solidaridad por, sino de una solida- ridad con, que resalta el papel protagénico del oprimido en organizarse, defenderse y promoverse, para que pueda asistir y participar con igual derecho y dignidad en la mesa de la humanidad. «La promocién humana ha de ser la linea de nuestra accién en favor del pobre, de manera que respetemos su dignidad personal y le ensefiemos a ayudarse a s{ mismo» (Medellin, Pobreza de la Iglesia, 11: cf. ibid., Paz, 27, y Educacién, 8; Puebla, 135, 474, 1153, 1162, 1163, 1220; O. A., 43; Sinodo, 17, 54, 73), De esta manera, es el pueblo el que Lega a ser interlocutor inter- pelante de la Iglesia y no el Estado (cf. Medellin, Juventud, 15; ibid., Pastoral de élites, 21; Puebla, 144), buscando la conversién del opresor (cf. Puebla, 1155, 1156). La Iglesia, optando por el hombre y su dig- nidad, denuncia los dos sistemas del liberalismo capitalista y del colec- tivismo marxista (ef, Medellin, Justicia, 10; Puebla, 311-313, 542-546; I 13 y 14), advirtiendo que «el temor del marxismo ee la, chos enfrentar Ia realidad opresiva del capitalismo libertal> ( i : poi como también Ia ideologia estatal de la seguridad te 6, ath aon 314, 547-550) y la mentalidad consumista (cf. ne aicablel de | a 834). Por lo cual es preciso fomentar los pate len en io iertad y de Ja igualdad que permits dl ectores sociales Politico y en lo econémico sin marginaci6n ce S @ . ciu- We no tienen la oportunidad de ejercer su derecho y su deber de 046 T. Mifsud 4 s (cf. Sinodo, 3, 9, 18; O.A., 225 Medellin, Justicia, 7, 16, eee a : 502). La edificacién de la paz Ao se construye sobre ‘ silencio de los oprimidos, sino que «el didlogo por la paz es insepary, ble del didlogo por la justicia» (Juan Pablo II, Jornada de la paz, | dg 10). ag me oficial de la Iglesia ofrece pistas para da elaboracign de una ética de liberacién en contra de todo lo que oprime al hombre en el hoy de la historia. : VV. HACIA UNA ETICA DE LIBERACION Ya existen intentos de formular una ética de liberacién %. Creo que una ética de la liberacién tiene que respetar e incluir los siguientes elementos: a) una ética cristiana, siendo la persona y la praxis de Jestis el Cristo la fuerza inspiradora del quehacer transformador a nivel perso. nal y social; 5) una ética que se deja interpelar por la realidad, es decir, no se trata tan sélo de traducir la fe en obras, sino que la realidad misma constituye el punto de partida de la lectura de los signos de los tiempos y la verificacién ética de nuestra fe; c) una ética desde la humanidad marginada, siendo los pobres y los oprimidos el «lugar ético» privilegiado desde el cual se lee la rea lidad y se entiende Ja buena nueva; 4) una ética de la solidaridad, que propone los valores ejes de un proyecto comitin alternativo elaborado a partir de la causa de los em pobrecidos y asumiéndola, ya que sélo as{ se podria hablar de una ver dadera opcién por los pobres contra la pobteza; dicha solidaridad n0 significa un «paternalismo» paralizante, sino alentar un protagonismo popular en el sentido de que los oprimidos y los marginados sean for" jadores, con los demés, de la historia; : e) una ética de discernimiento capaz de asumir el conflicto pie sente y orientar responsablemente; Hiberoon, BY, interesantes las aportaciones de M. Vidal en Teologta de! f ‘acibn y ética social cristiana: «Studi i y Pa iana: «Studia Moralia» 15 (1977) 207-218, ¥ rel pobre, criterio de moral: «Studia Moralia» 20/2 (1982) a7r304 {con bibliografia sobre el tema). Hacia una moral liberadora: e7s? 1960) oe oat moral fundamental desde América latina (Santiago de Chil “sun primer intento personal de sistematizacién de la moral fund mental desde la éptica liberadora, Fw de da BAandie 28 los documentos de la Iglesia 247 ) wa aka danrgiadords dasranto &® beracioa en todas las di- jrenalanes RYIIANAS V awilales, Y alpersal, interpelando a todos para yanmar aaa de los padres y emapodrecichos, ayaviiamoas a Welas, SA Aistinckin de clases, a aceptar y asumir la jana ge Ins pahies, CoN Si estaViesen aveptardo y asumiendo su pro- pi catia 1A aus wiaiva de Cyista, “Todo bo que hicieron a uno de Flos WA HaTIMAMDR, POT harildes que sean, a mi me lo hicieron’ (Mt dad)» Dedla, Mansaja, 3), he T. Missup We ETICA DE LA LIBERACION HIPOTESIS FUNDAMENTALES Si Paul Tillich debié esforzarse para explicar en Estados Unidos la diferente funcién de la Iglesia en Europa, gcudnto mds deberd es- forzarse un tedlogo de América latina o del mundo periférico para mos- iar la funcién critica de la ética en situaciones de exigencia de pro- {undos cambios sociales? 1. I. MORALES EN EL INTERIOR DE LOS SISTEMAS En los Ultimos cincuenta afios se produjo en Estados Unidos y Europa un trénsito de la critica al sistema como totalidad, a la critica s6lo reformista del orden social. Por tomar una fecha indicativa, recor- demos aquel 13 de abril de 1933, cuando el nombre de Tillich? apa- recié en la lista que el gobierno nacional-capitalista de Hitler habia confeccionado para eliminar a los «intelectuales criticos» del sistema *. El mismo escribiré después que, «como en el caso de muchos otros acontecimientos creadores de los afios veinte, que serén destruidos por la persecucién o el exilio, es un hecho que no lograron superar, en la ‘Cf, Paul Tillich, Die Bedeutung der Kirche fiir die Gesellschaftsordnung in Europa und America, en Gesammelte Werke III (Stuttgart 1962) 107ss. Escribe: «La funcién social de la Iglesia no se puede realmente entender s esclarecer su estructura social y econémica, y sin relacionarla con el orden social» (p, 119), ? Cémo no recordar el 30 de marzo de 1975, cuando fuimos incluidos en Semejantes listas, en Mendoza (Argentina), y expulsados de la Universidad Nacional de Cuyo por el mismo tipo de motivos, como en tantas otras partes de Amética latina, ." El anazismo» de Hitler fue un gobierno de derechas que permitié la sviabilidad» del capitalismo nacional alemén (Krupp, Thiessen, Siemens, etc.), Pretendiendo la hegemonfa mundial del mercado capitalista. Los gobiernos militares latinoamericanos (posteriores a 1964) permiten la «viabilidad» de “n capitalismo dependiente de Estados Unidos, lo que es mucho peor. 250 E. Dussel Iglesia y en Ja cultura, el horizonte de Alemania y Europa, « Ep Reinhold Niebuhr publicaba su Moral and Immoral Society Sy i Brunner, Das Gebot und die Ordnungen ®, “a La ctisis de 1929 —crisis del capitalismo y represi6n exe Ja clase obrera del «centro»—, el triunfo de la revolucién Tusa ascensién de Stalin produjeron un vuelco en la teologia. Ej “price, Tillich, el «primer» Niebuhr (y algo antes el «primer» Barth) nos i, blan del paso de una critica del sistema a una moral reformista, py, dente; el «realismo cristiano» —cla ilusién es peligrosa porgue ¢| terribles fanatismos (as{ terminaba su obra Niebuhr)’; Tijlich hal, escrito Die sozialistische Entscheidung*— ird después més bien hai, una teologia de la cultura. En esos afios termina por morir también un movimiento de gear importancia: el «evangelio social» 9, Es admirable leer hoy la obra Richard Ely French and German Socialism (Nueva York 1883), 0, e Ja obra de Washington Gladden, Tools and the Man. Property a: Industry under the Christian Law, en el cap. X, sobre el «s0 uw ctistiano» "°, cuando explica: «En las més recientes obras sobre «! s cialismo encontramos siempre un capitulo titulado ‘Socialismo cristis no’. y «tecnologia» (contra el «capital» y la ssn ieee . Smo nacional, pobre y atrasado, de la periferia) no pro a 7 «desarrollo», sino que implanté las «corporaciones transnacionales», SNe aumentaron la extraccién de riqueza (econémicamente bamerett ‘oldgicamente «vida» y «sangre» de los pueblos y trabajadores de la Petiferia) 3, pitali * Op. cit, 174, : a ; * Vie ai triclo EI pan de la celebracién. Signo comunivario de jus =

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