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TEMA 2 - TEORÍAS PSICOANALÍTICAS. LA TEORÍA DE S.

FREUD

1.- El desarrollo histórico de las teorías de S. Freud

1.1.- Antecedentes e influencias principales de Freud

1.2.- Épocas del pensamiento freudiano

1.2.1.- El modelo del trauma afectivo

1.2.2.- El modelo topográfico (Aprimera tópica@)

1.2.3.- El modelo estructural (Asegunda tópica@)

1.3.- Dinámica de la Personalidad: ansiedad y defensa

1.4.- Etapas del desarrollo psicosexual

2.- Evolución del Psicoanálisis a partir de Freud

2.1.- La primera disidencia freudiana: A. Adler y C.G. Jung

2.2.- El énfasis cultural e interpersonal: K. Horney y H.S. Sullivan

2.3.- E. Erikson: hacia la 'psicología del yo'

3.- Evaluación crítica del Psicoanálisis

3.1.- La eficacia terapéutica del Psicoanálisis


TEMA 2 - TEORÍAS PSICOANALÍTICAS. LA TEORÍA DE S. FREUD

1.- El desarrollo histórico de las teorías de S. Freud

1.1.- Antecedentes e influencias principales de Freud

La temática psicoanalítica no aparece ex novo a partir de la obra de Freud, sino que va

gestándose lentamente a lo largo del siglo XIX, creando el contexto en el que se enclavará la

gran teorización académica que es el psicoanálisis. Cuando Freud inicia su carrera, el tema de

Alo inconsciente@ ha sido tratado por, al menos, dos autores importantes:

- Carl Gustav Carus: médico y pensador alemán, que elaboró unas lecciones de Psicología

(1831) en donde se defendía que la clave para descifrar lo que acontecía en la conciencia era

lo inconsciente, llegando a afirmar taxativamente que Ala llave para conocer la esencia de la

vida anímica consciente yace en la región de lo inconsciente@. Las leyes que rigen en la

conciencia no son las mismas que las del inconsciente: la necesidad es lo que reina en éste,

mientras la libertad pertenece al ámbito de aquélla.

- Eduard von Hartmann (1842-1906): alemán que en su obra presentó nada menos que una

interpretación de la historia del pensamiento occidental a la luz de los procesos mentales

inconscientes de los autores.

Arthur Schopenhauer (1788-1860) y Friedrich Nietzsche (1844-1900) también serían

representantes de estos Aantecedentes inconscientes@ de Freud (la AFilosofía de la sospecha@) al

referirse a fuerzas Airracionales@ y Aeróticas@ como gobernantes de las personas. Frente al ideal

racionalista e ilustrado del hombre como un ser educable y desarrollado en sociedad, cada vez

más autores apuntaban al lado oscuro, a la bestia interna e invencible, al animal egoísta y

pasional para el que tal educación y sociabilidad sólo es un disfraz (“El extraño caso del doctor

Jekylk y mister Hyde”, Stevenson, 1886). Está claro que Freud recibió el influjo de un

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pensamiento filosófico sensibilizado con los problemas del psiquismo inconsciente.

Tras un bachillerato en donde destaca por su extraordinario formación en humanidades, su paso

por la Universidad completará su formación poniéndole en contacto con una medicina marcada

por el empirismo, el determinismo, el reduccionismo y, en definitiva, por un materialismo

mecanicista muy acusado, que causó un profundo impacto en su formación. Toda la comunidad

científica se encontraba impactada por los avances de la termodinámica y la aparición de la

locomotora a vapor. Especial relevancia cobra aquí la figura de Helmholtz y, sobre todo, del

fisiólogo Ernst Brücke, con el que Freud trabajó seis años en sus años de alumno, el cual veía

a los humanos como sistemas fisiológicos dinámicos que estaban controlados por los principios

físicos de la conservación de la energía.

Freud tomará de Brücke su visión dinámica del funcionamiento psíquico, y así considerará que

el ser humano es un sistema energético, en el cual la energía fluye, se desvía, o se bloquea. Hay

una cantidad limitada y constante de energía (posibilidades de impulso, montante de deseo;

termodinámica - neurodinámica - psicodinámica), de forma que si se usa en una dirección

quedará mucha menos que pueda ser usada en otra dirección (la energía que se usa para

propósitos culturales ya no puede usarse para propósitos sexuales, por ejemplo) (enfoque

económico del psiquismo). La energía psíquica está conectada, enganchada a varias conductas,

personas, cosas, imágenes o ideas (es decir, objetos). Cada una de estas conexiones se

denomina catexia (o catexis). Una catexia muy grande hacia un objeto restará energía para otras

catexias vinculadas a otros objetos. Si la energía encuentra bloqueado un canal de expresión,

se desviará a otro, generalmente aquél que menos resistencia oponga. Por otro lado, el bloqueo

de la energía puede dar lugar a su elaboración, a su conversión en otra cosa, siendo esta

elaboración o trabajo del deseo el proceso fundamental económico del psiquismo, responsable

de toda nuestra conducta cotidiana.

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La energía psíquica está alimentada por los instintos, y es básicamente energía de vida, erótica,

sexual, denominada libido (así mismo, en la última etapa de su obra, Freud también destacó un

segundo tipo de instinto, de pulsión, de impulso, de energía, relacionada con la muerte, con la

destrucción, con el retorno a la materia inorgánica, aunque no fue desarrollada con la

profundidad de la primera (thanatos)).

La meta de toda conducta es la reducción de la tensión que supone toda liberación de energía,

es decir, la meta de toda conducta es el placer.

1.2.- Épocas del pensamiento freudiano

Como base de nuestra exposición, aceptamos en líneas generales la división que de los escritos

de Freud hace Rapaport, consensuada entre los comentaristas y críticos de Freud. Esto es, (1)

una primera etapa preparatoria, de maduración y búsqueda, en donde aún no existe propiamente

el psicoanálisis, que va desde 1883 hasta 1897, en la que se apuntan ya conceptos de

significación psicoanalítica clara, mezclados con ideas que posteriormente se considerarían

erróneas, Aperíodo del trauma afectivo@ o Aperíodo de la teoría de la seducción@ (obra

representativa: AEstudios sobre la histeria@ con Breuer); (2) la segunda etapa, que abarca hasta

1922, es aquélla en la que Freud desarrolla las ideas fundamentales del Psicoanálisis, y las

organiza entorno a su modelo topográfico o Aprimera tópica freudiana@, (enfoque tópico del

psiquismo), con los tres grandes sistemas psíquicos inconsciente, preconsciente y consciente

(obras representativas: ALa interpretación de los sueños@, APsicopatología de la vida

cotidiana@, ACinco lecciones sobre psicoanálisis@). Esta etapa representa el período

verdaderamente constituyente de la doctrina freudiana, y del universo de objetos y conceptos

propios del Psicoanálisis; dentro del propio sistema se le presentarán a Freud dificultades

doctrinales, que le van a forzar a la elaboración de (3) una Asegunda tópica freudiana@ o modelo

estructural, de 1923 a 1939, una nueva concepción del aparato psíquico, donde se definen las

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tres grandes instancias del psiquismo (ello, yo y superyó) respecto de las cuales los sistemas

anteriores devienen adjetivos. Así mismo, en este momento, el sistema se amplía desbordando

el marco psicológico e invadiendo terrenos sociológicos, antropológicos, etc. (obras

representativas:AEl yo y el ello@ o AEl malestar en la cultura@).

1.2.1.- El modelo del trauma afectivo

En su primer trabajo como psiquiatra residente, Freud tuvo ocasión de enfrentarse directamente

con las enfermedades nerviosas (especialmente la histeria), presuntamente orgánicas en

aquellas fechas. No tardó en advertir que la anatomía patológica y el localicismo (Afibras

irritadas@, etc.) constituían una base muy insuficiente para dar razón de muchas enfermedades

mentales que carecían de base orgánica y parecían deberse más bien a causas psíquicas.

Gradualmente, Freud fue perfilando una interpretación funcional de las enfermedades

mentales, en abierta contradicción con las convicciones habituales de la inmensa mayoría de

sus colegas del momento.

En 1882 se entera Freud de que el médico vienés Joseph Breuer estaba tratando a Anna O.

(Berta Pappenheim, que sufría síntomas histéricos como parálisis de un brazo, ciertas

alucinaciones, hablar sólo en inglés a pesar de que ella era alemana, etc.) por un

procedimiento tan poco ortodoxo como la hipnosis y la conversación. Breuer le permite

colaborar en el caso y participar de sus ideas y descubrimientos. Freud advierte la aparente

existencia de una relación entre las experiencias infantiles de las enfermas y sus síntomas

neuróticos. Comprueba que la hipnosis y la conversación ayudan a que las enfermas recuerden

experiencias olvidadas (casi siempre de naturaleza sexual) y experimente cierto alivio al

recuperarlas.

Freud viaja a París en 1885 para trabajar con Charcot, que practica la hipnoterapia en La

Salpêtrière, y vuelve a Viena para seguir colaborando con Breuer, ya con sus propias ideas

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sobre la etiología de la histeria. La idea de fondo suponía que los conflictos emocionales de

tipo sexual (reales y traumáticos) transferían energía y contenidos mentales fuera de la

consciencia, en donde quedaban reprimidos aunque activos. Todos los trastornos neuróticos, al

menos los histéricos, tendrían un origen sexual (pansexualismo). El inconsciente aún no era

propuesto con el carácter sustantivo y fundamental que adquiriría posteriormente; si acaso, se

presentaba como un Acuerpo extraño@ y secundario de tipo patógeno. Por tanto, el

procedimiento para curar al paciente consistiría en ayudarle a recordar y revivir los conflictos

reprimidos por medio de la conversación terapéutica y la hipnosis –aunque Freud rápidamente

abandonó la hipnosis dados sus problemas fácticos (mejorías esporádicas, problemas fácticos

en su aplicación, discontinuidad del recuerdo respecto del estado de consciencia habitual, etc.)

y buscó otras técnicas terapéuticas que sirvieran para lo mismo-. Breuer y Freud liberaban a

sus pacientes de los trastornos neuróticos ayudándoles a tomar conciencia del significado

inconsciente de los síntomas. Finalmente en 1886 Freud abre su propia consulta en la Bergasse

Pero posiblemente el descubrimiento definitivo de esta etapa inicial, en el orden

psicoterapéutico, se refiere a la relación de transferencia. Mediante la transferencia, el paciente

transfiere al terapeuta los sentimientos clave de sus relaciones y conflictos con las personas

implicadas en sus conflictos inconscientes originados en la infancia (generalmente las figuras

paternas, la transferencia viene ayudada por el carácter indiferenciado del analista -detrás,

sin hablar, sin saber nada de él- y la posición tumbada del paciente). Así, el paciente revivirá

hacia el terapeuta los sentimientos conflictivos que tenía ocultos hacia su madre o su padre. La

terapia, así, se convierte en una revivencia del trauma, una segunda oportunidad que, con ayuda

del analista, el sujeto resolverá correctamente, corrigiendo el desarreglo de hace tantos años.

De esta forma, una de las claves más importantes del éxito terapéutico radicará en la habilidad

del terapeuta para manejar y resolver esa transferencia afectiva (transferencia y

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contratransferencia; encontramos aquí un fenómeno típico en la obra freudiana: una doctrina

absurda en su letra concreta, pero interesante si la contemplamos con distancia desde un punto

de vista más abstracto: la terapia como lugar en donde se da el problema, no en donde se

habla de él).

En 1895 el método de las asociaciones libres (caracterizado por pedir al paciente que dé

respuestas inmediatas ante estímulos -generalmente palabras- propuestos por el analista, sin

que importe la lógica, decencia o racionalidad de lo contestado; regla fundamental del

psicoanálisis: decir siempre todo lo que pase por la cabeza durante las sesiones, sin someterlo

a ninguna criba) encuentra su lugar como instrumento terapéutico para la recuperación de los

conflictos en lugar de la hipnosis, que se completará 5 años más tarde con la técnica de la

interpretación de los sueños. En definitiva, hacia 1895 Freud disponía de casi todos los

ingredientes conceptuales para formular un sistema original, centrado en la idea del trauma

afectivo infantil, de naturaleza sexual, en la represión no consciente de los conflictos, y en su

recuperación e interpretación conscientes en virtud de la relación terapéutica y de las técnicas

asociativas y oníricas simbólicamente concebidas.

Freud creía por entonces en la realidad de los episodios de seducción sexual infantil, lo que

equivalía, en último término, a hacer de la teoría de la seducción la piedra angular de toda su

construcción psicológica. En otras palabras, para el Freud de esos años el problema radical de

la neurosis se cifraba en la adaptación del individuo al mundo exterior (en este caso, hostil y

traumático), entendiendo el trastorno como una reacción al ambiente. Estamos ante un Freud

torpemente ambientalista. Sin embargo, para que el Psicoanálisis quedara completamente

prefigurado sería necesario que Freud rompiera con esa creencia, y abandonase la teoría de la

seducción, esto es, la creencia en la realidad efectiva de las experiencias traumáticas y sus

efectos sobre el aparato psíquico, sustituyéndola por la teoría de la represión.

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Así, a partir de 1897, Freud comienza a creer que, en realidad, esas experiencias eran fantasías

y representaciones desiderativas reprimidas, no acontecimientos realmente vividos. Nace así la

primera gran teorización acerca de la Personalidad Aprofunda@ e Ainterna@ del hombre, el

Psicoanálisis, ya abiertamente mentalista e intrapsíquico (el paso de la teoría de la seducción

a la teoría de la represión marca el cambio de un Freud ambientalista a uno mentalista. Ahora

ya no vale de nada mirar al mundo, en el mundo no ocurrió nada. Ahora hay que mirar en el

interior de la mujer: )por qué tuvo ese deseo? )qué hizo con él, cómo lo elaboró, cómo intentó

satisfacerlo? )por qué no lo recuerda? )por qué reaparece años después convertido en un

síntoma neurótico?). Por encima de la extrañeza que cause la idea de que las pacientes desearon

la ocurrencia del abuso en su infancia, habría que atender a la relevancia psicológica que tal

idea tiene, al configurar el núcleo de toda una conceptualización del ser humano: el carácter

Anatural@, universal y esencial para el individuo del deseo edípico lo convierte en un ser

enfrentado de forma inevitable a la sociedad, la cual, también de forma Anatural@, universal y

esencial, se estructura alrededor del tabú del incesto como principio básico de su formación.

Por ello, de forma inherente a la propia condición humana se encuentra su carácter insatisfecho,

su inevitable derrota ante el grupo (siendo la neurosis el resultado de las heridas de la batalla),

y su condena a vivir una vida en donde sólo cabe alcanzar satisfacciones y placeres sustitutivos.

En último término, todos los placeres de la vida sustituyen, recuerdan, conmemoran el deseo

real que jamás se podrá cumplir (el coito incestuoso en Freud, el estado intrauterino en Rank).

Mucho se ha discutido el motivo por el que Freud sustituyó la teoría de la seducción por la

teoría de la represión (la tesis de Masson, la influencia de Fliess). Por el motivo que fuera, lo

cierto es que a partir de 1898, Freud comienza a especular una compleja maquinaria psíquica

capaz de dar cuenta de los informes de abusos infantiles que se recogen en terapia, sobre la

base de que tales abusos no fueron reales.

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1.2.2.- El modelo topográfico (Aprimera tópica@)

En esta segunda etapa que va de 1898 a 1923, Freud se va a enfrentar con una problemática

nueva: la adaptación del individuo a sus propias pulsiones inconscientes, para cuyo tratamiento

no le va a servir demasiado la formación médica convencional. Para dar cuenta de esta intensa

actividad interior, Freud necesitaba postular la existencia de un órgano funcional mental (que

crease fantasías, que las reprimiese, que las elaborase en el síntoma, etc.). Fue en ALa

interpretación de los sueños@ donde ese esbozo tuvo su primera exposición en forma de un

aparato psíquico ya propio de todas las personas, y, por tanto, capaz de explicar no sólo los

síntomas psicopatológicos del neurótico, sino también los procesos psíquicos normales. Así,

esta nueva concepción del aparato psíquico, originada en su experiencia clínica, se amplió hasta

transformarse en una Teoría de la Personalidad, y, más tarde, en una metapsicología de alcance

filosófico e importantes repercusiones culturales.

Freud se representa el aparato psíquico como un hipotético instrumento mental, a cuyos

elementos da el nombre de Ainstancias@ o de Asistemas@, los cuales se hallan situados unos detrás

de otros, como los sistemas de lentes de un telescopio (enfoque tópico). Los nombres con que

Freud designa a los tres sistemas de que consta el aparato psíquico representan su grado de

proximidad a la Asuperficie@ de éste, es decir, a la consciencia, y son el sistema consciente

(cons.) (compuesto por aquellos elementos que están presentes en la consciencia), el

preconsciente (prec.) (compuesto por aquellos elementos que no están presentes en la

consciencia pero podrían estarlo) y el inconsciente (inc.) (compuesto por aquellos elementos

que ni están presentes en la consciencia ni podrían estarlo salvo casos excepcionales), llamado

así porque no comunica con la conciencia, sino a través del preconsciente. El inconsciente

ocupa el lugar más profundo e inaccesible del aparato, mientras que el sistema consciente está

situado en el lugar superior y más a mano. Los tres sistemas están demarcados por sus

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respectivas fronteras, cuya función consiste en censurar los contenidos psíquicos para evitar

que las pulsiones interiores emerjan en forma de representaciones insoportables a la superficie

del aparato; su función, en otras palabras, consiste en proteger a la conciencia de aquellos

contenidos que representarían una amenaza para ella.

Puntualicemos los rasgos distintivos de cada sistema:

- el inconsciente: es ilógico (un elemento y su contrario pueden coexistir simultáneamente),

no percibe el tiempo ni el espacio, y confunde la imagen con la realidad. Se encuentra

gobernado por el principio del placer, es decir, busca siempre la liberación inmediata de la

energía psíquica, de la tensión, resultándole indiferente la realidad, la presencia o no del objeto

del deseo. El inconsciente es todo proceso primario, escasamente elaborado. Sus contenidos

significativos son sexuales en su gran mayoría.

- el preconsciente: posee contenidos diversos, algunos procedentes de procesos primarios, del

inconsciente, y otros de estímulos externos. Sus funciones, ya no atenidas al principio del

placer, sirven tanto a la adaptación hacia dentro, a las pulsiones, como hacia fuera, esto es, a

las exigencias del mundo exterior. Entre ellas cabe enumerar la censura de pulsiones, fantasías,

sentimientos y representaciones, la estructuración mnésica, la inhibición o retención de la

energía psíquica (imprescindible para superar los procesos primarios, y que llevará a su

elaboración, trabajo del deseo), y, finalmente, la formación de síntomas.

- el consciente: se ocupa ante todo de la concesión a los contenidos psíquicos de su cualidad

de estar presentes al sujeto, de sus grados de claridad, en función de la atención prestada al

flujo que proviene del preconsciente. El consciente se encuentra gobernado por el principio de

la realidad, es decir, no busca la liberación inmediata de la energía, sino su retención y demora

a la espera de que la realidad se avenga al deseo. El consciente es todo proceso secundario, es

decir, energía psíquica elaborada, modificada, desplazada gracias a su retención. La conciencia,

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dicho de otro modo, comparte muchas funciones con el preconsciente; prevalece en ella el

proceso secundario, la confrontación con la realidad y la percepción del mundo exterior. De

los tres sistemas, sin embargo, es el menos desarrollado en el pensamiento freudiano.

Los contenidos inconscientes, aunque inaccesibles a la consciencia, se pueden conocer

mediante el análisis de pequeñas Afisuras@ o Aescapes@ que rompen el hermetismo de la instancia

inconsciente. Ejemplos de estos procesos son los lapsus (linguae y calami) y actos fallidos de

la vida cotidiana, las realizaciones artísticas, o las asociaciones libres realizadas en terapia

(“Psicopatología de la vida cotidiana”). Corresponderá el terapeuta, de esta forma, interpretar

y analizar estos datos para llegar a la profundidad del psiquismo del sujeto y resolver sus

conflictos profundos.

Pero, sobre todo, el Acamino real@ hacia el inconsciente está configurado por los sueños. Así,

bajo la quietud aparente del durmiente, se oculta un gran alboroto psíquico, en donde los

contenidos inconscientes pueden emerger a la superficie psíquica gracias a que la debilidad del

consciente en ese momento afloja la severidad de la censura. Sin embargo, la censura no

desaparece totalmente, de ahí que los contenidos se presenten disfrazados, elaborados

principalmente mediante los mecanismos de condensación (varios elementos se reúnen en uno

sólo, -personas, situaciones, etc.-) y desplazamiento (los elementos aparecen abstraídos de sus

contextos habituales). Así, los sueños representan básicamente la realización de deseos

inconscientes mediante procesos casi primarios regidos por el principio del placer, y habrá que

interpretarlos en clave simbólica, encontrando bajo su contenido manifiesto su contenido

latente.

1.2.3.- El modelo estructural (Asegunda tópica@)

En 1923, con la publicación de AEl 'yo' y el 'ello'@, Freud expone la nueva concepción estructural

de la mente, que queda dividida en las tres instancias (ello(id), yo(ego) y superyó(superego))

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que de alguna manera recrean los tres sistemas de la etapa anterior. El ello tendría un carácter

plenamente inconsciente, mientras que el yo sería básicamente consciente aunque guardaría

reminiscencias inconscientes de su origen elloico. Por último, la innovación fundamental de

esta Asegunda tópica@ sería la postulación de un superyó, una estructura moral y opuesta al

placer, dotado de amplias funciones dentro del aparato psíquico con componentes tanto

conscientes como inconscientes.

- el ello: la correspondencia entre los rasgos del sistema inconsciente de la Aprimera tópica@ y

los del Aello@ en la segunda es prácticamente completa, si bien en esta segunda tópica se dota

al Aello@ de connotaciones más biologicistas (instintivas) e innatistas. Sigue siendo el reino del

principio del placer, del proceso primario, y sus contenidos son de tipo sexual y, en menor

medida, agresivo. De él proviene toda la energía del aparato psíquico.

- el yo: es la organización integradora de los procesos psíquicos de una persona, dotada de

conciencia, que sirve de mediadora entre el ello, el superyó y el mundo exterior, y trata de

buscar un compromiso razonable entre sus respectivas exigencias. Su cometido en relación con

el mundo exterior consiste en lograr cambios externos que le favorezcan; por lo que toca al

mundo interior, el yo tiene como función dominar las demandas pulsionales del ello y las

demandas morales del superyó, satisfaciéndolas, posponiéndolas o reprimiéndolas, (el yo como

el auriga platónico que debe equilibrar el caballo blanco del superyó y negro del ello sobre el

suelo de la realidad). Está gobernado básicamente por el principio de la realidad.

De las tres instancias que Freud distingue en esta concepción estructural del aparato psíquico,

el yo ocupa la posición más difícil y comprometida, en tanto se halla vinculada en una relación

de dependencia tanto con respecto al ello como al superyó y al mundo exterior, lo que la

convierte en la instancia más tensa y resentida de los conflictos globales del sistema.

- el superyó: Freud introduce el término Asuperyó@ para designar la tercera de las instancias del

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aparato psíquico, tal como lo concibe en la Asegunda tópica@. Se trata de una instancia crítica

del yo, constituida por la interiorización de las prohibiciones parentales, mediante la que se

renuncia a los deseos edípicos prohibidos, actuando de censor o conciencia moral, dictando

restricciones que representan la voz de los padres y sus imperativos morales (frente al principio

del placer y el principio de la realidad, el superyó estaría regido por el principio de la

moralidad).

Esta tercera agencia mental surge del Ayo@, y se constituye en vehículo de la moral, enemigo

del Aello@ y tirano del Ayo@. Su trabajo se lleva a cabo principalmente tanto dentro como fuera

de la consciencia, y sus acusaciones al yo originan conflictos y tensiones provocadoras de

neurosis, preferentemente fobias, obsesiones y melancolías, a la par que sentimientos de

culpabilidad y angustia. La función de canalizar la agresividad a tenor de las normas sociales

es, a fin de cuentas, la que fundamentalmente tiene encomendada en el aparato psíquico, del

cual emerge como diferenciación y con el que mantiene relaciones sumamente complicadas

que bordean ya la reificación antropomórfica de las instancias y sus interrelaciones.

La naturaleza de sus reflexiones psicológicas se prestaba a que Freud las aplicase a problemas

sociales, antropológicos y culturales, más propios del ensayo o la especulación que de la

investigación científica estricta o la investigación clínica. Básicamente, el puente especulativo

que terminó poniendo en contacto el aparato psíquico con la esfera de los valores y las normas

macrosociales fue el superyó, a cuyo cargo quedó la socialización de la agresividad y del

narcisismo. Problemas como el del origen de la sociedad (basado en el complejo de Edipo) y

del liderazgo, el coste de la civilización, el instinto de muerte y las causas de la guerra, los

mitos y las formas arcaicas de la vida en común, los sentimientos religiosos y las convicciones

morales, fueron finalmente abordados por Freud.

1.3.- Dinámica de la Personalidad: ansiedad y defensa

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Dinámicamente, el yo representa para Freud el polo defensivo de la personalidad; es la

instancia que pone en juego los mecanismos de defensa cuando percibe una señal de ansiedad

(angustia). Tras su inicial postura que entendía a la ansiedad como el efecto del bloqueo de la

energía sexual, Freud cambió en esta segunda tópica por la consideración de la ansiedad como

una señal de peligro que recibe el yo. Existen tres tipos de ansiedades adultas: (1) ansiedad

realista: ocurre cuando el sujeto se enfrenta a una situación verdaderamente peligrosa (por

ejemplo, un león, una operación quirúrgica), (2) ansiedad neurótica: ocurre cuando impulsos

del ello inaceptables para el yo son tan fuertes que amenazan con entrar en la conciencia, y el

sujeto teme que el principio del placer y no el de realidad tome el control de la conducta y le

haga comportarse de formas no deseadas (por ejemplo, un deseo sexual en una persona célibe)

(conflicto ello/yo), y (3) ansiedad moral: ocurre a consecuencia de las estrictas demandas del

superyó sobre los contenidos del ello o del yo, y da lugar a intensos sentimientos de vergüenza,

culpa o inferioridad injustificados sobre deseos u otro tipo de conductas (por ejemplo, un deseo

sexual normal en una persona de recta moral) (conflicto superyó/yo).

La ansiedad moviliza las defensas del yo ante el peligro anunciado. Frente a la ansiedad realista

o externa, el yo pondrá en marcha defensas objetivas (por ejemplo, correr ante el león). Sin

embargo, ante las ansiedades neuróticas o morales, el yo pondrá en marcha mecanismos de

defensa que permitan la liberación de la tensión de formas que no alteren el equilibrio que

controla el yo sobre el psiquismo de la persona. En último término, la lucha entre los deseos y

las censuras del sujeto es permanente, y es la fuente de la energía psíquica. Así, en rigor,

absolutamente toda la conducta humana es defensiva, es fruto de la dinámica entre el deseo y

la censura (enfoque dinámico del psiquismo). Los mecanismos de defensa son siempre

inconscientes, son la parte del yo con más reminiscencias elloicas. Los principales son:

- represión: es el mecanismo principal, el más utilizado, el más sencillo y el menos elaborado.

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Consiste en la inhibición de un impulso o evento amenazante manteniéndolo reprimido fuera

de la consciencia, con el consiguiente aumento de la tensión psíquica general del sujeto (por

ejemplo, la represión de un deseo sexual no habitual). Su principal inconveniente es que es un

método muy costoso en términos energéticos para el sistema.

- proyección: consiste en la aparición en la consciencia de un inaceptable contenido

inconsciente amenazante, si bien referido a otra persona o cosa y no a uno mismo (por ejemplo,

atribuir al otro miembro de la pareja la hostilidad que en verdad uno siente por ella, o el

delirio de celos).

- formación reactiva: aparición en la consciencia de un inaceptable contenido inconsciente, si

bien disfrazado de su opuesto (por ejemplo, formar un grupo de lucha contra la pornografía

para ocultar los propios deseos pornógrafos, o la compulsión por la limpieza como escape de

los deseos anales. Así, ante cualquier pasión exagerada conviene sospechar que Aen verdad@

el sujeto posee el deseo contrario. Los mecanismos de defensa pueden combinarse; así,

proyección y formación reactiva pueden convertir un homosexual Ayo deseo a todos@ en un

paranoico Atodos me odian@).

- racionalización: aparición en la consciencia de un inaceptable contenido inconsciente, si bien

atribuido a causas socialmente aceptables (por ejemplo, atribuir la falta de deseo sexual al

Asufrimiento en el Tercer Mundo@).

- sublimación: recanalización de la energía asociada a un inaceptable contenido inconsciente

hacia fines socialmente aceptables. Es la forma más elaborada y madura de vérselas con los

conflictos psíquicos (por ejemplo, el arte o la ciencia como sublimación del sexo).

1.4.- Etapas del desarrollo psicosexual

Freud consideró que el desarrollo evolutivo del sujeto se identificaba básicamente con el

desarrollo de la libido (energía psíquica, básicamente sexual) en la primera infancia, de forma

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que la personalidad se consideraba ya definitivamente formada al término de la tercera etapa

(alrededor de los cinco-seis años de edad). Cinco son las fases de desarrollo psicosexual:

- la etapa oral (o caníbal): ocurre durante el primer año de vida, cuando el niño depende

totalmente de sus semejantes para satisfacer sus necesidades. En esa etapa, el placer corporal

se centra en la boca y en la satisfacción derivada de chupar, tragar, lamer, morder, mientras se

ingieren los alimentos (el niño asimila el mundo comiéndoselo). En este primer momento de

su desarrollo todo en el niño aún es ello, proceso primario, principio del placer.

- la etapa anal (o sádica): (Ala libido recorre el tubo digestivo@), en el segundo año de vida,

está marcada por un cambio del sitio de placer, que se desplaza al ano, y por el enfoque de la

atención en el hecho de retener y expulsar las heces. Durante el entrenamiento del niño para

que aprenda a defecar en el retrete se adquiere la primera experiencia de control impuesto, por

lo que una parte del Aello@ se convierte en Ayo@, al renunciar al principio del placer.

- la etapa fálica: la libido ahora se concentra alrededor del falo (el pene en los varones y el

clítoris en las mujeres), y la masturbación se convierte en la actividad placentera por

excelencia. Es el período en que el niño observa la diferencia entre el varón y la mujer, y

atraviesa por el complejo de Edipo; esto ocurre alrededor de los cinco años de edad. Los niños,

desde el nacimiento, encuentran en su madre la satisfacción de todos sus deseos (calor, cariño,

sueño, alimento en la fase oral, control de esfínteres en la fase anal, etc), de forma que al

ingresar en la fase fálica toman a su madre como primer objeto de deseo fálico (por supuesto,

los niños no saben lo que es el coito, pero intuyen vagamente que algún tipo de Adesgarro,

violencia o penetración@ podría practicarse con su pene y su madre). Esto genera un

resentimiento contra el padre, por ser el rival que compite con ellos en el afecto a la madre, por

lo que el niño pasa a desear su desaparición (su muerte). Al conocer que las niñas no tienen

pene, el niño teme ser castrado por el padre como castigo por desear sexualmente a su madre;

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esta angustia (o complejo) de castración (toda ansiedad masculina adulta podrá rastrearse

hasta esta angustia) da por resultado la represión del deseo sexual del niño por su madre. Para

disminuir la ansiedad o el temor de una posible castración el niño se esfuerza por volverse

como el padre o, cuando menos, por identificarse con él (identificación con el agresor),

internalizando en forma gradual el tabú del incesto y, junto a él, los estándares y valores del

padre como si fueran los propios, apareciendo el Asuperyó@ con la moralidad y la socialización

del niño. Las niñas también aman inicialmente a la madre, al ser la proveedora de todas las

satisfacciones, pero rápidamente notan su diferencia respecto a los varones y aparece la envidia

del pene (todo sentimiento de inferioridad femenino adulto podrá rastrearse hasta esta

envidia), por lo que culpan a la madre de su carácter Aincompleto@. Así, pasan a desear un pene,

y a admirar al padre por tenerlo. Su deseo del pene se sustituye más tarde por el deseo de un

niño de su padre (que se desplaza a las muñecas).

Al término de la dinámica edípica, sus componentes afectivos quedan reprimidos y fuera de la

consciencia, aunque la forma variada y particular en cómo se resolvió el complejo de Edipo va

a ser el gran determinante de la personalidad adulta. Jung propuso un Acomplejo de Electra@

que Freud negó, ya que para éste el Edipo, la primacía del falo marca tanto el desarrollo

masculino (por su presencia) como femenino (por su ausencia) (la mujer como un tipo de

hombre). Cabe señalar también que en la obra de Freud el desarrollo del complejo de Edipo

está desprovisto de determinantes culturales o sociales: el Edipo es transcultural y universal,

está determinado por factores biológicos propios de las diferencias anatómicas entre los sexos

(Ala anatomía es el destino@, Napoleón).

- el período de latencia: se caracteriza por una preocupación menos declarada en torno a la

sexualidad; el niño reprime sus recuerdos de sexualidad infantil y de actividad sexual

prohibida, y la libido se sublima hacia actividades de juego, aprendizaje escolar, deportes, etc.

16
- la etapa genital: es la última etapa. Ahora la persona es capaz de lograr satisfacciones

sexuales como adulto. Superado el narcisismo de la infancia, en donde la libido se encuentra

vinculada al propio cuerpo, el individuo consigue que la libido se vincule a los demás, y

adquiere la capacidad de relacionarse con los demás de manera madura y heterosexual.

Cualquier placer obtenido fuera del coito (orgasmo no vaginal, etc) será considerado como

fruto de restos en la evolución de la libido.

El desarrollo aquí expuesto se corresponde con el caso ideal, perfecto. En verdad, el desarrollo

psicosexual de las personas es siempre imperfecto, y se caracteriza por estar salpicado de un

gran número de fijaciones y regresiones. La fijación de la libido es un proceso por el que una

parte de la libido queda atrapada en una etapa y no fluye hacia las siguientes. La privación

severa o la sobreindulgencia extrema en una etapa dada, o bien las alteraciones no uniformes

entre la indulgencia y la privación, pueden ocasionar una fijación, que será tanto más dañina

para la personalidad adulta cuanto más temprana sea en el desarrollo, y, sobre todo, cuanta

mayor cantidad de libido quede fijada (así, cuanta más energía quede retenida, menos energía

le quedará al yo para su funcionamiento habitual). La regresión es un proceso por el cual una

parte de la libido retorna a una etapa previa ya superada. Cuando el sujeto se enfrenta a

situaciones o problemas causantes de gran tensión en una etapa y no tiene recursos para

solucionarlos pueden aparecer regresiones a etapas previas, de modo que el individuo comienza

a manifestar la conducta típica de ese período menos maduro.

Como resultado de estos procesos de fijación y regresión libidinosa, en cada persona

predominará una etapa del desarrollo marcando de forma notable su personalidad adulta. Así,

se podrá hablar de caracteres orales, anales, fálicos y genitales:

- carácter oral: caracterizado por estilos dependientes y pasivos de comportamiento, extremos

de optimismo o pesimismo, apertura a nuevas experiencia e ideas, uso continuo de canales

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orales para la gratificación ante estresores (comer mucho, no comer, fumar, hablar en exceso,

mordisquear cosas, ser irónico, etc).

- carácter anal: caracterizado por la tríada anal freudiana, es decir, la conjunción de rasgos de

extremo orden, limpieza y organización, tacañería y afán de coleccionismo, y obstinación y

terquedad.

- carácter fálico: caracterizado por rasgos como ser impulsivo e irresponsable, decidido,

vanidoso y orgulloso, temeroso de la intimidad y el amor, extremadamente promiscuo o casto,

y muy competitivo (como reminiscencia de la competición edípica).

- carácter genital: es el carácter adulto maduro, caracterizado por una correcta socialización,

ajuste y suficiente energía para llenar una vida plena y activa.

2.- Evolución del Psicoanálisis a partir de Freud

Es preciso señalar el hecho de que una parte considerable del Psicoanálisis desarrollado por los

discípulos de Freud, incluso por los más allegados, tomó muy pronto el camino de la disidencia

y la rebeldía. El punto de fricción principal, iniciador de las primeras discrepancias, fue el

marcado pansexualismo de Freud y su intolerancia al disentimiento. La primera escisión fue la

de Alfred Adler, que muy pronto, en 1911, se opuso abiertamente a la importancia que Freud

concedía a los factores sexuales en la explicación de las neurosis, y abrió la vía, posteriormente

mayoritaria, del Psicoanálisis psicosocial.

Como características generales de los autores postfreudianos caben destacar (1) prestar menos

atención a aspectos elloicos e instintivos, y prestar más atención a la Psicología del yo, (2)

prestar menos atención a los conflictos y causas puramente intrapsíquicos, y prestar más

atención a las causas interpersonales, sociales y a los aspectos relacionales, (3) prestar

menos atención a la primera infancia, y más atención a los desarrollos posteriores y al

18
funcionamiento adulto, y (4) prestar menos atención a los estadios psicosexuales, y prestar

más atención al papel de las fuerzas sociales y culturales en el desarrollo.

2.1.- La primera disidencia freudiana: A. Adler y C.G. Jung

Alfred Adler (1870-1937): Se separa del movimiento freudiano en 1911 debido al rechazo del

que son objeto sus ideas. Funda un nuevo movimiento, llamado Psicología Individual o

Psicoanálisis Psicosocial. En su teoría son centrales los conceptos de Asentimiento de

inferioridad@, Alucha por la superioridad@ y Arivalidad entre iguales@. Acentúa la profunda

inferioridad biológica que caracteriza a la primera infancia, y cómo esta vulnerabilidad

biológica está en la raíz de un estado psíquico de gran importancia: el sentimiento de

inferioridad, que caracteriza inicialmente a toda persona. Es la lucha para superar estas

sensaciones de inferioridad la que proporciona la energía para las actividades de la vida (el

propio Adler fue un niño débil y enfermizo).

Cómo se resuelva esa lucha y cómo perciba el sujeto su situación determinarán la personalidad

del adulto. En las personalidades sanas, la lucha contra la inferioridad se resuelve mediante una

compensación que da lugar a seguridad en uno mismo, a preocupaciones relacionadas con la

solidaridad y el interés social, y a un psiquismo presidido por el coraje y el sentido común. Por

el contrario, si el sujeto fracasa al intentar compensar sus sentimientos de inferioridad caerá en

el complejo de inferioridad, considerado como la base de todos los trastornos psíquicos, que

puede presentarse en su forma directa como permanente sensación de inferioridad frente a los

otros o en su forma invertida como sobrecompensación (por ejemplo, como aparente complejo

de superioridad que incluye deseos de control excesivo sobre otros, violencia y creencia en

una supuesta superioridad).

Como Freud, Adler también creía en la gran importancia de los primeros años de la vida para

la formación de la personalidad. Especialmente acentuó el papel que los padres juegan en este

19
proceso, destacando dos tipos de conducta paterna que conducen a la neurosis futura del hijo.

Por un lado, los niños mimados, aquéllos a los que se les ha dado todo hecho, se les ha guardado

de todo riesgo y problema, y se les ha impedido tomar sus propias decisiones y cometer sus

propios errores, serán adultos extremadamente descontentos, continuamente dubitativos,

sobresensibles, impacientes, dependientes. Por otro lado, los niños rechazados, que no han

recibido suficiente amor y atención, serán adultos incapaces de mantener buenas relaciones

interpersonales con los demás, incapaces de experiencias de intimidad con otros.

Adler también se interesó por la relación existente entre neurosis y orden de nacimiento,

destacando cómo los hermanos mayores (destronados tras una época de mimos) tienden a ser

adultos problemáticos, tal y como ocurre también, aunque en menor medida, con los hermanos

menores.

Carl Gustav Jung (1875-1961): Se trata del autor postfreudiano más heterodoxo, el Apríncipe

heredero@ cuya marcha del Amaestro@, provocada por su marcadísima deriva hacia la mística y

la parapsicología, dolió a Freud muy especialmente. Es el fundador de la llamada APsicología

Analítica@. La interpretación sexualista de la energía psíquica por parte de Freud constituyó el

eje de la discrepancia entre él y Jung. Mientras Freud concebía la libido en términos

básicamente sexuales, Jung prefirió considerarla como una energía vital inespecífica de la que

el sexo no era sino un componente.

Jung se apartó también de su maestro en lo referente a la estructura de la mente. Para Jung, la

psique constaba de tres pisos o niveles: el consciente, (que consideraba de importancia

secundaria), el inconsciente personal, (compuesto por los impulsos y vivencias individuales,

tanto reprimidos como olvidados), y el inconsciente colectivo, (el más profundo de todos y

desconocido para el individuo, integrado por la experiencia heredada y acumulada de todas las

20
generaciones anteriores). El inconsciente colectivo constituiría, según Jung, el almacén más

importante de tendencias culturales heredadas y la fuente de las predisposiciones humanas a

actuar de determinadas maneras ante situaciones semejantes. A su través, la herencia cultural

de la humanidad impregnaría y dirigiría la vida mental de los individuos. Las pruebas

recopiladas a favor de la existencia de dicho Ainconsciente colectivo@ se refieren básicamente

a las coincidencias que aparecen entre folklores y mitologías distantes, y entre éstos y los

delirios psicóticos.

Dentro del inconsciente colectivo, nos encontramos con los arquetipos (elementos básicos e

imágenes primordiales, como la madre tierra, el héroe fuerte, la princesa guapa, el anciano

sabio, la bruja mala, el hada madrina, dios), el ánimus (la parte masculina de las mujeres), el

ánima (la parte femenina de los hombres), la sombra (la parte oscura y perversa de la

personalidad), el mandala (diseños circulares con doble eje de simetría que representan al yo),

etc.

Asimismo, Jung propuso dos formas básicas de clasificar a las personas. La primera toma como

criterio cuatro formas diferentes que Jung propone de experimentar el mundo; así, habrá

personas donde predomina la percepción, en otras será la intuición, en otras el sentimiento, y

habrá unas últimas donde predominará el pensamiento. En segundo lugar, Jung fue el primero

en proponer la clasificación de las personas en las categorías de introvertido y extravertido.

Todo el mundo se relaciona con el mundo dando predominio a una de estas dos direcciones.

En las personas introvertidas la orientación es interna, hacia el yo. Su carácter es dubitativo,

reflexivo y precavido. En las personas extravertidas la orientación es externa, hacia el mundo.

Son personas activas, aventureras y socialmente desenvueltas.

2.2.- El énfasis cultural e interpersonal: K. Horney y H.S. Sullivan

Cuando el Psicoanálisis llega a los EE.UU., comienzan a aparecer una serie de autores

21
(neofreudianos) que acentúan las fuerzas sociales más que las fuerzas biológicas en la

determinación de la conducta.

Karen Horney (1885-1952): Su rechazo a considerar que las diferencias hombre/mujer fuesen

de carácter biológico o heredado, así como las diferentes formas de neurosis que observó en su

práctica alemana y norteamericana, le llevaron a considerar que las condiciones culturales

eclipsan por completo a los determinantes biológicos en la determinación de las neurosis

(trabajar duro, más allá de las propias necesidades, es algo considerado muy positivo en

EE.UU., y considerado Aindecente@ en la Grecia clásica), y que las relaciones interpersonales

están en el núcleo del funcionamiento de todas las personalidades, sean sanas o neuróticas.

Consideró que la clave de las neurosis está en la forma en cómo los individuos intentan afrontar

su ansiedad básica (sensación de aislamiento e indefensión en un mundo hostil) aprendida en

familias inadecuadas de formas muy diversas. Existen tres tendencias neuróticas, que ya se

aprenden desde la infancia, con las que los sujetos intentan reducir su ansiedad (que en los

individuos sanos están equilibradas, apareciendo la neurosis cuando una de ellas se exacerba y

anula a las otras dos). En primer lugar, está la tendencia hacia los otros (necesidad imperiosa

de caer bien, de ser aceptado, de ser querido especialmente por alguien, dependencia,

incapacidad de vivir sin pareja, etc). En segundo lugar, está la tendencia contra los otros

(comportamiento agresivo y hostil hacia las demás personas en el supuesto de que el mundo

es hostil y la vida es lucha contra todos). Por último, está la tendencia lejos de los otros

(comportamiento solitario, aislado, que no se vincula emocionalmente a los demás). Al final,

cualquiera de estos tres estilos resulta ser inefectivo para el neurótico, ya que aunque alivia

momentáneamente la ansiedad, crea a la larga más problemas de los que soluciona.

Horney destacó también por su visión feminista y su reconstrucción del Acomplejo de Edipo@

y la Aenvidia del pene@ (introduciendo la Aenvidia del útero@ masculina) desde categorías no

22
sexistas, entendiendo que, a lo sumo, dichos fenómenos tendrían una determinación cultural.

Harry Stack Sullivan (1892-1949): Es el neofreudiano más Apsicosocial@. Consideraba que

aspectos tan básicos de la personalidad como la ansiedad o el autoconcepto eran interpersonales

en su origen. La ansiedad era fruto de las primeras experiencias con la madre, la cual transmite

dicho sentimiento al niño; y el autoconcepto sería fruto de las percepciones del niño acerca de

cómo es valorado por los demás. Sullivan distingue tres importantes partes en el autoconcepto

o personificación (imágenes mentales que todos tenemos de nosotros y de las demás personas):

el Abuen yo@, asociado a las experiencias positivas, seguras y no ansiosas, el Amal yo@, asociado

con el dolor y las amenazas a la seguridad, y el Ano yo@, la parte del autoconcepto que se rechaza

porque supone una ansiedad intolerable, operando de forma inconsciente (y que es el que

emerge, por ejemplo, en las psicosis).

Dentro de los aspectos evolutivos, Sullivan destacó la importancia de la preadolescencia en la

formación de la personalidad, considerando que las relaciones entre amigos íntimos del mismo

sexo en dicha etapa pueden ser tan importantes como las relaciones con los padres en la infancia

para el establecimiento de la afectividad adulta y la personalidad adaptada.

2.3.- E. Erikson: hacia la 'psicología del yo'

Si para Freud el yo era un mero mediador entre las demandas del ello, el superyó y la realidad,

para Erik Erikson (1902-1994) el yo tiene protagonismo propio en el psiquismo, es una parte

potente, independiente, que trabaja para alcanzar metas, la fundamental de las cuales es

establecer y mantener un sentido de identidad (un sentimiento interno de individualización y

unicidad, al mismo tiempo de que continuidad con el pasado y el futuro de la vida). Su falta se

traduce en una crisis de identidad (un sentimiento de confusión y aturdimiento que se produce

cuando perdemos el sentido de quiénes somos y cuál es nuestro papel en la vida). Las crisis de

identidad son habituales en ciertos momentos de la vida, o en ciertas condiciones sociales

23
extremas (guerras, rápidos cambios sociales como los que caracterizan nuestra época, etc).

A diferencia de Freud, que creía en la formación temprana de la personalidad, Erikson mantuvo

que la personalidad se está formando a lo largo de toda la vida de la persona, y que las fases

evolutivas no terminan en la pubertad sino que continúan hasta la vejez. Así, Erikson señaló

ocho grandes fases psicosociales (ya no psicosexuales) del desarrollo, que abarcan desde el

nacimiento hasta la muerte. En cada una de ellas el sujeto atraviesa una crisis, que podrá ser

resuelta de dos formas, una adaptada y otra inadaptada, siendo esto decisivo para determinar

los problemas de la persona y la forma cómo resolverá las futuras crisis de las futuras fases.

Las ocho fases propuestas por Erikson son:

- confianza básica contra desconfianza básica: abarca el primer año de vida. Si el niño recibe

el cariño que precisa y ve sus otras necesidades cubiertas, sentirá el mundo como un sitio seguro

y confiable. De no ser así, sentirá el mundo de forma hostil y desconfiada. Este estadio es

fundamental para el resto del desarrollo de la persona.

- autonomía contra vergüenza y duda: abarca el segundo y tercer año de vida. El niño intentará

comprobar qué puede hacer sobre las cosas y las personas. Si los padres le permiten

experimentar, equivocarse, actuar, el niño sentirá autonomía y autoconfianza. Si le

sobreprotegen, el niño sentirá vergüenza y duda ante los retos del mundo.

- iniciativa contra culpa: abarca el cuarto y quinto año de vida. Es la versión consciente de la

fase anterior. El niño puede desarrollar un sentido de iniciativa, de propósito, de actividad, o

de resignación y culpa.

- eficacia contra inferioridad: abarca los años escolares de la infancia. El niño compara sus

logros con los de otros niños iguales, y puede experimentar éxito, desarrollando una sensación

de eficacia, o fracaso, desarrollando una sensación de inferioridad.

- identidad contra confusión de roles: es la gran crisis de la adolescencia. La persona se

24
pregunta quién es ella, y toma postura ante temas trascendentes definiendo su personalidad en

ello. Puede encontrar una identidad en esta fase, o vagar erráticamente por múltiples roles sin

encontrarse a sí mismo.

- intimidad contra aislamiento: ocurre durante la primera edad adulta. Lo que se decide aquí es

si la persona va a ser capaz de establecer una relación afectiva íntima y profunda con una pareja,

o si va a bloquearse emocionalmente no manteniendo relaciones afectivas o manteniendo

múltiples relaciones superficiales.

- generatividad contra estancamiento: es la crisis de la edad adulta, relacionada con la forma

de perpetuación a través de los hijos o jóvenes en general. El adulto se siente enriquecido

enseñando al joven. El fracaso en esta crisis lleva a la sensación de estancamiento, sensación

de final, de aburrimiento ante la vida.

- integridad del ego contra desesperanza: en la vejez, ante la proximidad de la muerte, llega en

momento de sentirse satisfecho con el ciclo de la vida vivida encontrándole significado, o de

desesperarse ante una vida desperdiciada, proyectando generalmente ese disgusto hacia otras

personas o hacia la época actual.

3.- Evaluación crítica del Psicoanálisis

Difícilmente el Psicoanálisis puede cumplir los criterios formales exigibles a toda teoría de la

Personalidad. Más bien, la obra de Freud parecería un compendio de los principales errores

que metodológicamente puede cometer un teórico de la Personalidad. En este aspecto, se

pueden resumir en dos los principales errores formales del Psicoanálisis:

- los conceptos psicoanalíticos están muy incorrectamente definidos y planteados. La propia

naturaleza mentalista de los conceptos freudianos imposibilita que el Psicoanálisis pueda ser

aceptado. Leyendo con detalle a Freud encontramos que conceptos clave de su teoría nunca

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han sido definidos de una forma precisa, sino que se ha presupuesto su entendimiento en el

lector, o están descritos de formas ambiguas o vagas. Así, es imposible investigar sobre ellos,

comprobar su adecuación o inadecuación. Esto es mucho más grave aún en aquellos conceptos

que son de carácter cuantitativo (por ejemplo, libido, )cuánta libido debe quedar retenida en

la boca para que el sujeto posea en el futuro un carácter oral?). Los intentos que ha habido

por operacionalizar los conceptos freudianos han dejado de manifiesto que son intrínsecamente

inoperacionalizables ((Johnson, en 1966, pretendió comprobar la Aenvidia del pene@ femenina

estudiando si las mujeres no devolvían unos lápices que se les había prestado en mayor medida

que los hombres!)

- las proposiciones psicoanalíticas son incomprobables, es imposible someterlas a pruebas que

las verifiquen o las falsen. Y esto es así no sólo por la propia naturaleza de los conceptos usados

que se ha comentado anteriormente, sino porque además el Psicoanálisis se ha provisto de una

serie de argucias conceptuales capaces de explicar cualquier tipo de fenómeno que se produzca

(en este sentido el psicoanalista actúa con los datos como el jugador del Tetris con las piezas)

(ejemplos, )son los sujetos orales más dependientes de lo normal? Si el experimento señala

que sí, se comprueba la hipótesis apelando al instinto. Si el experimento señala que no, se

comprueba la hipótesis apelando a la formación reactiva u otras dinámicas defensivas. Si el

experimento no señala ninguna diferencia se comprueba la hipótesis invocando a un

compromiso entre el instinto y la defensa; )son los sueños manifestaciones de deseos

inconscientes? Si el sueño es placentero se comprueba la hipótesis apelando al instinto. Si el

sueño es angustioso se comprueba la hipótesis apelando a la satisfacción de deseos

masoquistas). Nunca podría llegar a demostrarse la falsedad del Psicoanálisis (ni de la religión

vikinga), luego el Psicoanálisis no tiene ningún interés. Justamente porque es capaz de dar

razón de todo no explica nada; o, dicho de otra forma, lo explica todo, pero no predice nada.

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En el fondo, subyaciendo a todos los errores del Psicoanálisis se encuentra uno fundamental y

omnipresente, a saber, Ala necesidad de evitar como sea la refutación@. Esta es la opinión de

autores tan reputados como Popper y Kuhn.

Refiriéndonos ahora a los contenidos doctrinales de la teoría freudiana, cabe señalar con

Eysenck que ninguna otra teoría supuestamente científica de ninguna disciplina ha seguido

manteniéndose teniendo tan poca evidencia a favor, tanta evidencia en contra y tantos modelos

alternativos a ella con menos datos en contra y más a favor. La creencia en el Psicoanálisis es,

en último término, una cuestión de fe, determinada por el deseo que el creyente tiene de creerse

dicha teoría y la complacencia snob de pertenecer a un grupo minoritario de elegidos

interesantes (como ocurre en todas las religiones y en la parapsicología. Curiosamente, la

ortodoxia freudiana reaccionaría a estas críticas señalando que las hacemos como una

resistencia, un mecanismo defensivo de racionalización, porque no queremos aceptar su

verdad. Intentar convencer a un psicoanalista es como intentar escribir en el agua).

3.1.- La eficacia terapéutica del Psicoanálisis

Durante la primera mitad del siglo se aceptó que la terapia psicoanalítica, en cualquiera de sus

variantes, era la terapia adecuada, la terapia de elección, ante los trastornos neuróticos. Esto

fue así por la avalancha de casos clínicos de los que se informaba en donde un sujeto que

padecía un determinado problema neurótico mejoraba sometiéndose a Psicoanálisis.

Sin embargo, a comienzos de la década de los sesenta comenzó a estudiarse la efectividad de

las psicoterapias no mediante el caso clínico sino mediante el análisis estadístico de grupos de

sujetos sometidos a diferentes terapias. Así, Rachman, encabezando un grupo donde también

tuvieron un papel importante Eysenck o Wilson, hizo una revisión de los informes sobre la

mejoría de pacientes neuróticos después de psicoterapia (analítica o ecléctica) y se compararon

los resultados con las mejores estimaciones disponibles de recuperación sin el beneficio de

27
dicha terapia. El porcentaje de mejoría notable al cabo de dos años asociado a la terapia

analítica alcanzaba el 60%, pero el asociado a la terapia ecléctica ascendía al 65%, y, más

sorprendente aún, el asociado a la falta de tratamiento llegaba al 70% (irregularmente

distribuido) (los porcentajes son aproximados). Las cifras no lograron confirmar la hipótesis

de que la psicoterapia facilita la recuperación del desorden neurótico. Desde entonces hasta

nuestros días este tipo de trabajo se ha repetido obteniéndose siempre resultados en la misma

línea. Muchos críticos argumentaron oponiéndose a la ausencia de evidencia para el éxito de

la terapia freudiana, pero nunca lograron presentar la evidencia que faltaba (el peso de la

prueba recae sobre ellos; el argumento, generalmente, tomó la forma de Aningún trabajo

estadístico deshumanizado va a venir a decirme que es mentira lo que día a día veo en mi

práctica clínica@). Finalmente, en sus autorrepresentaciones, el psicoanálisis ha ido derivando

más hacia una técnica de autoconocimiento que hacia una terapia, y ha buscada para su

valoración principios diferentes que los de su eficacia.

Se había descubierto el fenómeno de la Aremisión espontánea@ de las neurosis, la mejoría en un

trastorno neurótico sin la intervención de ayuda profesional. El propio término no es adecuado,

ya que parece indicar que los trastornos neuróticos pueden desaparecer de pronto, porque sí.

Más bien, la remisión espontánea señala a que el propio paso del tiempo, los cambios

ambientales que atraviesa el sujeto, el propio curso de la vida, es terapéutico, (especialmente

en aquellos sujetos que, por acudir a psicoterapia, es probable que estén atravesando un

momento de su vida especialmente malo). Además, el paso del tiempo permite que poco a poco

el sujeto vaya aprendiendo por ensayo y error estrategias que le permitan afrontar su problema.

Estos trabajos han permitido también el estudio del efecto placebo, es decir, la efectividad

terapéutica de principios que son en sí inocuos, pero que presentados en contextos clínicos

provocan mejorías en los sujetos. Las terapias placebo han demostrado su efectividad sobre la

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remisión espontánea (el efecto placebo y la remisión espontánea explican el porqué de la

proliferación de 230 tipos de terapias diferentes según un reciente censo, así como de la

proliferación de todo tipo de prácticas salvíficas o pseudomédicas y productos milagro, de

forma que cada uno de las cuales puede presentar a su favor miles de sinceros casos de

mejorías coincidentes con su práctica. Se trata de engaños, de técnicas falaces que atribuyen

a su especificidad efectos que son debidos inespecíficamente a todo acto clínico o

sencillamente al curso de la vida, como la máquina para elegir el sexo del bebé, o el trabajo

de credibilidad de informes falsos de personalidad y horóscopos del año 1996, haciendo que

el sujeto caiga en la falacia del 'post hoc ergo propter hoc', y siendo especialmente eficaces en

la curación de problemas que se curan solos, Aun reloj parado marca la hora exacta dos veces

al día@. Se entiende, por tanto, que la casuística nunca podrá ser utilizada como prueba de la

efectividad de un tratamiento).

Por último, cabría también proponer una valoración de Freud mucho más positiva de la que las

últimas páginas indican. Por encima de la verdad o falsedad (falsedad, de hecho) de los

contenidos dogmáticos puntuales de la teoría freudiana, le cabe a Freud el mérito de haber

propuesto, por primera vez, una visión funcional de la enfermedad mental, y una propuesta de

tratamiento genuinamente psicológico. En este sentido, toda la Psicología clínica tiene con

Freud una deuda considerable (de la misma forma que todos los físicos y químicos actuales son

hijos de Tales, no porque efectivamente todo sea agua, sino porque dicha tesis suponía el

ejercicio de una lógica materialista en la explicación del cosmos, opuesta al mito imperante

hasta el momento). Toda la Psicología clínica, de la orientación que sea, es freudiana en este

aspecto.

Por otro lado, es preciso reconocer que algunos contenidos de la teoría freudiana están

29
básicamente acertados (curiosamente como también ocurría con la tesis de Tales). Además de

(1) sus iniciales intereses en buscar una explicación de la histeria en las experiencias pasadas

de la paciente (lo que podría ser un antecedente hasta del conductismo), algunos ejemplos de

esto podrían ser (2) la transferencia terapéutica como señal de aviso acerca de la importancia

de la relación personal terapeuta-paciente, (3) la relación afectiva padres-hijos como primera y

determinante experiencia afectiva de los niños que marca las pautas básicas del

desenvolvimiento adulto de las relaciones interpersonales, (4) la primera formulación de los

mecanismos de defensa como propuesta sobre la que construir una consideración dinámica de

las pasiones, y (5) la importancia del deseo sexual en el comportamiento humano (normal y

anormal, aunque algunos detalles especialmente floridos y morbosos de sus exposiciones

revistan a la teoría de un tono increíble). Despojar estos contenidos de las servidumbres

estructuralistas y mentalistas con las que fueron tratados por Freud, y reconstruirlos cabalmente

dentro de un marco de relaciones O-S entre la persona y el mundo, puede ser una tarea

extraordinariamente enriquecedora para la Psicología clínica y la Psicología de la Personalidad.

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