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CAPITULO 16 Pev unas menedas chos animaba y agitaba billetes de 20 dolares ante las bailarinas. Todos, excepto un caballero de mediana edad al que empezaban a salirle las canas, de hombros anchos y brazos musculosos que parecian reventar las mangas cortas de su camisa. Estaba sentado al lado del escenario. Bri lo habia visto ahi cada noche desde hacia una semana, con una bebida mientras veia a las mujeres en el escenario. A veces, llamaba a alguna mesera y sefialaba una bailarina. La mesera entonces avi- saba a la bailarina elegida que el hombre deseaba invitarle un trago. Como vender tanto alcohol como fuera posible era uno de los deseos principales de Big Daddy todas las noches, la bailarina se contorneaba hacia la mesa del sujeto y bebfa con él, cuidando de apenas sorber la bebida para no perder la conciencia. Tras algunos minutos, la chica se iba dela mesa con una gran propina sujeta a su tanga, a veces hasta 100 dolares. Hasta ese momento, a Bri jams la habfan llamado a su mesa. «Cien délares son cien délares», musité, al dirigir una sonrisa seductora al hombre. Su benefactor actual, Lim Ki, habia anunciado la noche previa que volverfa a China al terminar la semana. Le habia rogado que lo acompaiiara. Le habia jurado comprarle un departamento de lujo en la mejor zona de Hong Kong. Hasta entonces, ella habia po- dido frenarlo con algin ademén y una sonrisa incrédula. Pero sabia que sus pequefias distracciones pronto dejarian de surtir efecto. Ella miré hacia su derecha al hombre del que todas las bailarinas hablaban. Su com- Portamiento inexpresivo la intrigaba, «gQuién es ese tipo?», se pregunté Bri al hacer girar su ligero y curvilineo cuerpo alrededor del tubo de metal, por tiltima vez en su segundo baile de la noche. Cuando se detuvo, un borracho que babeaba con un billete de 20 délares le hizo un gesto para que Se acercara. Ella rié y dio una palmadita a la mejilla sin afeitar del borracho, tomé el dinero y se alejé de su alcance justo cuando intent6 sujetarla. Apenas habia recuperado _ el equilibrio sobre sus tacones de 18 centimetros, cuando una mesera llamada Irene le -Susurré al oido: El caballero de la mesa cuatro quiere invitarte un trago. Cec musica ensordecedora por las bocinas. La multitud de hombres semiborra- ius Pnoih © pon UnAS HONEDAS Por fin era su turno. Habfa comenzado a pensar que el hombre preferia a las trigue- fias y las pelirrojas por sobre las rubias. Se pasé un largo mechén dorado por detras de a oreja izquierda y se hizo el fleco hacia la derecha por encima de su ojo. Fue répida- mente a la mesa, con la suavidad y gracia de una top model, —Hola —saludé con dulzura, al reclinar su torso sobre el rostro del extraiio—. Me llamo Missy. ;Qué puedo hacer por ti, carifio? Big Daddy no permitia que alguna de sus bailarinas 0 meseras usara su verdadero nombre con los clientes. Ni siquiera Lim Ki sabia que se llamaba Brianna. Impavido ante su comportamiento agresivo pero tierno, el hombre sefialé el espa- cio vacio en la banca acojinada junto a él —Siéntate, por favor. ;Qué tomas, Missy? Ella acomodé su cuerpo semidesnudo en el asiento, se quité la sandalia de tacon de su pie izquierdo, y colocé su pierna en el regazo de él. —Uy, qué agradable, sentarse un rato. Bailar con tacones altos es terrible, te lo aseguro. Su sontisa fingida era igual ala risita de una quinceafiera. Irene, la mesera que ser- via esa mesa, aparecié a su lado. —jLe sirvo otra, sefior? —Si, treme otro whiskey y otro para mi amiga Missy. Te gusta el whiskey, verdad? Bri sacudié sus pestafias postizas y se encogid de hombros. —Corazén, si tu invitas, me tomo lo que sea. —Entonces —comenzé a decir el extrafio—, jdesde cudnto hace que bailas en el club de Big Daddy? —Un aiio, mas 0 menos. Ella recorrié el muslo y la pantorrilla del hombre con su pie izquierdo. —jHace mucho que andas por aqui, marinero? £1 parpaded, sorprendido. —3Cémo supiste que soy de la marina? —EI tatuaje de ancla en tu brazo derecho te delata. Conoci a un tipo como ta que tenfa uno igualito. —4De veras? jEres de por aqui? —Ahora si —insinué—. ;Ya has venido antes? —Conocia a una chica llamada Zelda, Trabajaba aqui hasta hace unos meses. 3Sigue aqui? Bri se petrificd. «;Quién es este?», Respiré hondamente antes de responder: Zelda se fue poco después de que yo llegué. Regresé a su casa, en el medio oeste, creo. Irene llegé con las dos bebidas y las puso sobre la mesa. El hombre puso un billete de 20 en su bandeja y volvié a mirar a Bri. Ella levanté su vaso hacia el extrafio, —Salud. El la imit6. Ella bebié su trago y se pasé la lengua por el labio superior. =Ya hablamos mucho de Zelda. No me has dicho cémo te llamas. Quisiera cono- certe més a fondo. Me encanta tu sensual acento britinico. Habja descubierto que la mejor manera de evitar insinuaciones indeseables con un hombre, y controlar una conversacién, era forzarlo a hablar de si mismo. . & IWUSION PERDIOA BD pOR UNAS MONEOAS —Lldmame Mac. Si soy del Reino Unido, pero no he estado ahi desde hace ya mu- cho tiempo. —Uy, me encantaria visitar Inglaterra, sobre todo Stratford-on-Avon. «Ser o no ser. He ahi el dilema...». Hizo un gesto como si actuara una puesta en escena de Shakespeare. El hombre aplaudié. —Muy bien. Veo que tengo ante mi a una préxima actriz, Bri se encogié de hombres y suspiré: —Alguna vez lo fui, pero ahora, gquién sabe? Un nuevo grupo de bailarinas gird hacia el escenario y distrajo la atencién del ex- trafio por un momento. —Este, squé dijiste? —Ah, nada... Ella miré el reloj del hombre y luego recorrié con su indice el marco del suyo. —4Le digo a Irene que te traiga otro trago? —No, gracias. Dime, :quién es ese asidtico sentado en la barra? Creo que se nos ha quedado viendo. Bri rié y se acerc6 a Mac, con la esperanza de desanimar a Lim Ki. —Es inofensivo. Se le metié a la cabeza que quiere que lo acompafie a Hong Kong como su amante. Mafiana se va a China. Los ojos de Mac se entrecerraron. Hizo girar el liquido color mbar en su vaso. Qué te pareceria? —jHombre! No me iré con él, te lo aseguro. El volted y la miré a los ojos. —iY si insiste? La misica call6 su risita arrogante. —Ay, puedo con él. Lim Ki es como un gatito. Bri vio a Lim Ki levantarse, dejar un billete en la barra y dirigirse a la oficina de Big Daddy. Su comportamiento indicaba furia y determinacién. Ella volvié a concentrarse en su britanico. —Disculpa, tengo que ir a vestirme... —dijo sonrojada—. O mis bien, a desvestir- me para mi tercer baile dela noche. —Si, claro. Adelante, Missy. El sujeté un billete de 100 délares al tirante de su brassiere. —Me gusté platicar contigo. Qué agradable conocer a una dama encantadora que sepa citar al Bardo. ;Quizds podria verte en otra ocasién? —Me gustaria. Ella estaba sorprendida de hablar en serio. Volvié a calzarse su zapato de tacén alto, se acomod6 su diminuto atuendo lo mejor que pudo, y se levanté. —Gracias por el trago, Mac. —Apenas lo tocaste —sefialé. —Lo notaste —rié ella—. Es dificil colgarse del tubo estando borracha. Nos vemos. Apenas le quedaban algunos minutos, asi que répidamente se puso su siguiente LUO PEROion POR UNAS MONEDAS disfraz. Sentfa que se le venta encima una espantosa jaqueca. Subié corriendo a las ha- bitaciones a buscar unas pildoras de origen desconocido, que Dana le habia dado para quitarse su ultimo dolor de cabeza, Las tragé, bebid un poco de agua, y bajé al camerino. La puerta de la oficina de Big Daddy estaba entreabierta, Adentro, escuché que su nombre formaba parte de una discusién entre Big Daddy, y la voz que sabfa que pertenecia a Lim Ki. Se detuvo a escuchar. —Quiero levarmela a Hong Kong —declaré el hombre, extrafiamente exaltado—. Te he pagado muy bien por los servicios de Missy. Después del fiasco que resulté ser la niffia esa, Zelda, exijo que me la entregues. Missy tiene la clase que mi establecimiento necesita. ;Cudnto quieres? ;Mil, dos mil, cinco mil? Big Daddy respondié en actitud calculadora, pues estaba a cargo de la negociaci6n. —Como sabe, Missy es una de las bailarinas favoritas de mis mejores clientes. Su valor es muy alto para mi negocio. ;Vio cémo ese tipo babeaba por ella? La voz de Lim Ki denoté resentimiento. —iQué te parece si, ademis, te doy uno o dos kilos de crack? Una vez que mi jefe la vea, sabré lo mucho que vale. A Bri se le hizo un nudo en la garganta. «jJefe? sLim Ki quiere venderme a su jefe? sPor dinero y drogas?» La chica habia escuchado hablar del narcomenudeo que se lle- vaba a cabo en el bar desnudista, Sin embargo, salvo una dosis ocasional para calmar sus nervios, las chicas jamas consumian. Si Big Daddy llegaba a enterarse de que alguna se drogaba, la mandaba con Frankie, y ella volvia a su habitaci6n en la mafiana con los ojos morados y moretones que le impedirian salir al escenario durante una semana. Si reincidia, desaparecia y nadie volvia a saber de ella, Alescuchar que Frankie subia las escaleras, Bri corrié por el pasillo hacia su cuarto, donde se quedé hasta que cerraron la puerta de la oficina. Las otras chicas del nimero ya hab{an salido al escenario cuando Bri se presentd, como si su retraso hubiera sido parte del provocativo espectaculo. —Bri, jdénde estabas? —La regafié Dana mientras las dos chicas toqueteaban el mismo tubo. —Luego te digo. Bri amplié su sonrisa e hizo girar su cuerpo alrededor del otro tubo. Se arqued hacia atrds, tanto, que sus cabellos rubios rozaron el brillante piso del escenario. Instintivamente buscé a Mac entre el piblico, pero ya se habia marchado. Su vista recorrié los lujuriosos rostros de los clientes, en una busqueda desesperada de algin rostro amigable entre la multitud. Fue inutil. Hacia el final de su baile, vio que Big Daddy y Lim Ki venian de la oficina y se estrechaban las manos. Por sus sonrisas, ella se dio cuenta de que habjan Ilegado a algin acuerdo. «Ay, Dios, el Dios de mi padre», ord mientras giraba alrededor del tubo al son de la misica. Por un momento, se pregunté cudntas otras bailarinas habian orado al dar vueltas en ese mismo escenario. Desde que habia conocido a Big Daddy, Bri se habia sentido incapaz de usar la palabra «papi» [daddy] para referirse a su propio padre. La chica mantuvo su sonrisa ILUSION PEROIOA @ POR UNAS HONEOAS seductora ante el publico mientras bailaba. «jNo sé qué hacer! ;Tengo tanto miedo! Si Lim Kise sale con la suya, jamas volveré a ver mi casa», Un resplandor aterrador brillé desde las cegadoras luces sobre su cabeza, ese tipo de destello que se usa en las peliculas de terror, seguido de un abrumador trueno. Ho- rrorizada, Bri miré a sus compajieras de baile. No habfan perdido el ritmo. Los hom- bres en el publico seguian gritando y aplaudiendo como si nada hubiera pasado. Bri se pregunt6 si habia sido su imaginacién, y no dejé de preguntarselo hasta que escuchd una voz ensordecedora en su ofdo. «jBrianna, tienes que huir! jEsta sera tu unica opor- tunidad de escapar!» Le zumbaron los oidos. Espantada, miré a su alrededor, segura de que alguien mas en el lugar habia escuchado la misma estruendosa voz. Pero nadie parecia haberla no- tado. Las bailarinas continuaban su baile, los musicos tocaban, los clientes bebfan y animaban. Big Daddy y Lim Ki estaban en la barra; reian como viejos amigos de farra. En un costado del club, vio a Frankie sujetar a un borracho para echarlo. Cuando la puerta se abrid, apenas alcanzé a ver la brillante camioneta Cadillac de Big Daddy, que relucia en el callejon. Bri gird su cuerpo alrededor del tubo, se estiré hacia atras, se enderez6, y abandoné el escenario a toda velocidad, tras el telén de terciopelo carmesi. Tomé la primera pren- da que encontré, una bata de satin rojo que le llegaba a los muslos; se quité los zapatos de tacén y se puso un par de sandalias que Dana ya no queria. «Muy bien, nifia lista, sahora qué? No tienes coche, ni dinero, ni alguien que te ayude», se regafié a si misma. Luego se acordé de la camioneta de Big Daddy. «Ojala supiera arrancar un carro con los cables!» Entonces recordé el Ilavero en su oficina. Por desgracia, la ruta mds directa hacia las Ilaves y la camioneta, inclufa su paso por el abarrotado club y luego, al lado de Big Daddy y Lim Ki. El corazén se le fue al suelo. «Querido Dios, no puedo hacer esto sola. jEstoy aterrada! Si me atrapan, no sé qué me hardn». CAPITULO 17 A selas en la noche er piso, de un lado al otro, casi muerto de la preocupaci6n, mientras oraba por su ija errante. Un correo electrénico que habia recibido ya entrada la noche, de parte de su amigo de Colorado, lo habia llevado al borde de la desesperacién: «Lo siento, vie- jo amigo. Mi contacto de Los Angeles esta investigando un caso en San Francisco. No te desesperes. Trataré de comunicarme con él mafiana». El reloj del pasillo dio las doce antes de que Bob saliera de la ducha, donde se habia lavado un torrente de lagrimas. En comparacién a las noches anteriores desde que Bri se habia marchado de la casa, la medianoche parecfa haber llegado temprano. Le dolia el corazén al meterse a su cama y apagar la luz. Exhausto, cerré sus ojos y se dispuso a dormir. «Sin las pesadillas, amado Sefior», oré. «Sin las pesadillas». «Ta me guardas en completa paz...», cit6. «Que mi mente siga fija en ti esta noche, Padre celestial». Como a las tres de la mafiana, se desperté, perturbado. Se senté en la cama. jHa- bia escuchado un ruido en el patio? 3El ladrido de un perro? No estaba seguro. Se | froté los ojos. Dormido al pie de la cama, el gato Hiram maullé y se acomodé en el otro lado del colchén. «jOra por Brianna!», ordené una voz, «Ora por Brianna ahora mismo!» Resistié la tentacién de acostarse y volver a dormir sin sofiar. Se arrodillé al lado de la cama. «Oh, amado Dios, sme despertaste para decirme que ore por mi pequefia? Muy bien, oraré. ;Qué puedo decir que no te haya dicho ya tantas veces en este ultimo afio?» Respiré profundamente. «Donde sea que ella esté, acompafiala en estos momen- tos. Dale sabiduria y fuerza. Protégela de cualquier mal que la aceche. En Hechos 16: 31 prometiste: “Cree en el Seftor Jesucristo, y se salvaran tu y tu familia’. Esta promesa incluye a mi preciosa Caramelo. Confio en que cumplirds tu Palabra», _ Sintié una sed exasperante, asi que se levanté y caminé al bafio para beber un poco . Al pasar por la puerta de la habitacién de Bri, sintié la impresion de entrar y larse junto a su cama, para reclamar la promesa por segunda vez. Doss: noches habia recorrido Bob el piso de madera de su habitacién en el pri- ILUSION PERDIOA @D A SOLAS EN LA NOCHE La luz de la luna se filtraba desde el exterior mientras llevaba a cabo lo que él con- sideraba una instruccién divina, Después de su partida, habia evitado entrar al cuarto; le parecia demasiado solitario. Preferia imaginar que ella estaba de campamento 0 en una «pijamadap; era mejor que afrontar el vacfo de lo que ahora era la realidad. De nuevo, se arrodillé y oré, Una vez més cité el versiculo para pedir que su hija menor recibiera proteccién. Al levantarse, su rodilla rozé un desgastado zapato tenis de Bri. Derramé lagrimas incontrolables. Se sentd sobre el piso y recargé su cabeza contra el borde del colchén. «Aytdame, Sefior». Apenas acababa de pronunciar esas palabras, cuando una profunda paz lo sobrecogié. Una paz que no habia sentido en meses. Tan alerta como se habja sentido, ahora tenia muchisimo suejio. Cruzé el pasi- Ilo hasta llegar al bafio, bebid un poco mas de agua, y volvié a su propia cama. Se cubrié con las sabanas y bostez6. Mas sofioliento de lo que podia concebir, cerré los ojos. Como si una varita magica se hubiera agitado sobre su cama, todos los proble- mas del dia se perdieron entre las sombras de la noche. CAPITULO La huida —sQué haces aqui? 3No se supone que te toca bailar? —pregunté Sand Bri se agach6 y se froté el tobillo. —Me lo luxé. Lo siento muy hinchado. —iBig Daddy se va a enojar! —advirtié Abby al aplicarse rimel en las pestafias. Sandi concordé. —Si yo fuera tu, me podria esas cosas puntiagudas y al menos saldria a coquetear con los huéspedes. A lo mejor asi no te regafian. —jCémo no! —reviré Abby—. ;Ya quisiera verlo que pusiera sus patas en un par de tacones y andar en tanga por una o dos horas! —Uy, alguien esta de malas —rié Bri—. Pero tienes razon. Me convendria salir a coquetear un rato. ;Qué me pongo? De nuevo, Abby se quejé. —Tan poquito como puedas. Bri se quité la bata de satin rojo y tomé un negligé color verde esmeralda del estante. —Esto est bien. ;Dénde estardn los tacones que le hacen juego? Sandi sefialé las escaleras. —Los vi arriba hace rato. —jGracias! Bri subié las escaleras con rapidez y encontré los zapatos. Tomé un sobre que con- tenia sus escasos ahorros de debajo de su colchén. Estaba vacio. jAlguien le habia roba- do su unico tesoro! Nada podia hacer, salvo bajar otra vez al bar. Con su mejor sonrisa, pasé entre las mesas de hombres borrachos y dejé que la manosearan mas que de costumbre. En consecuencia, le colocaron més dinero en su atuendo. Una risita por ahi, un cosqui- leo por allé; Bri evalué su progreso. Miré por todo el lugar lleno de humo. Vio a Big “Daddy hablar por teléfono y a Lim Ki charlar con el cantinero, «Frankie. sDénde esta _ Frankie?», musité en voz muy baja, El echarfa todo a perder si la vefa afuera del club. Se senté sobre el regazo de un sorprendido cliente, que parecia estar demasiado ebrio E el camerino, varias de las chicas la miraron sorprendidas. ILUSION POROIOA GD A HUIOA como para apreciar el gesto. Al susurrar al ofdo del confundido hombre, vio que Fran- kie salia de la oficina de Big Daddy. Con la esperanza que no la viera, agaché la cabeza y besé el cuello del cliente mientras el cadenero pasé por su mesa y entré al sanitario. La vista de Bri recorrié el lugar una ultima vez, al retirarse del regazo del cliente, tomar el billete de 50 délares que le ofrecié y apresurarse a llegar a la oficina cerrada. Ord como nunca antes en su vida y giré la perilla. Se abrié. Buscé por detras del marco de la puerta. Encontré el gancho en la pared. Sonrié genuinamente, por primera vez en toda la noche, al posar sus dedos sobre el Ilavero. Al quitar las llaves del gancho, se rompié dos ufias. Segura de que la atraparfan, sa- lié a las carreras por la puerta trasera del club y se dirigié a la camioneta de Big Daddy. ‘Una pequeiia luz roja parpadeé desde la esquina superior del edificio. jEra una camara de seguridad! Al darse cuenta de que alguien adentro del club la observaba, entré en panico, Apenas podia respirar. Eligié la que esperaba fuera la Ilave correcta, subié al vehiculo y cerré la puerta. Tuvo que usar ambas manos para controlarse y meter la llave al encendido. Encendié el motor. La poderosa camioneta se lanzé hacia delante; golped una hi- lera de botes metalicos de basura que regaron su contenido por el callején. Ella se espanté al pensar en el dafio que habja sufrido la pintura de la camioneta de Big Daddy, y luego dejé escapar una risa histérica que resoné por la cabina del vehiculo vacio. —iCualquier daiio que hayan hecho los botes ser nada, comparado con el dafio que Big Daddy me hard si me atrapa! Aceleré atin mas y tomé la calle principal. Vio una entrada a la carretera por el norte; desvié la camioneta para rebasar a un carro que iba mas lentamente y le cerré el paso. El conductor reaccioné con un gesto obsceno e hizo sonar su bocina. —Lo siento, amigo. ;A estas horas no deberias andar en la calle! Bri aceleré a fondo mientras la camioneta entraba al tréfico a gran velocidad. Mien- tras esquivaba vehiculos, refa. —iGracias por ensefiarme a maniobrar entre los baches de las huertas, papa! Segin yo, esta noche pasard una de cuatro cosas. Me mataré al estrellarme con alguien; me atrapard Frankie, 0 algiin otro maldito; me arrestarén por exceso de velocidad y pasaré Ja noche en la carcel; o legaré a mi casa en unas horas. La ultima posibilidad la mantuvo concentrada durante el largo trayecto hacia la 1-5. Cada par de luces que vefa detrés de ella, la hacfa ir més rapido. Con cada kilé- metro, disminuia el trafico. Dio un alarido triunfal cuando vio las luces del pequefio pueblo de Grapevine. Al entrar con mas calma a la primera gasolinera para llenar el tanque, una patrulla se detuvo junto a ella. El policia bajé, la salud6 al inclinar su gorra hacia ella, y entré al minisuiper. El estémago de Bri rugié. Habian pasado varias horas desde la ultima vez que habfa comido 0 ido al bafio. Eran dos emergencias simulténeas. Al tocar la manilla de la puerta, el brillo de Jas lentejuelas verdes le recordé su falta de ropa. El pénico regres6. «{No puedo entrar a esta tienda vestida asi! ;Ni siquiera puedo bajar para cargar gasolina!» Golpeé el volante con la palma de su mano y grit: —3Qué hago? LLUStON PERDION @ LA wuiog Vio la aguja del medidor en el tablero. El tanque estaba casi vacio. Pronto necesita- ria combustible. Consciente de que le quedaban dos horas de camino y que la camio- neta consumia gasolina como algunos de los clientes del club ingerian alcohol, grité: —jTi empezaste, Dios! Tienes que terminar! Al darse cuenta de que tenia que arriesgarse a quedarse sin gasolina en la carretera, Juch6 para dominarse. —jLenta! jLenta! No llames la atencién. Bri se retiré de las bombas y con discrecién volvié a la autopista. Miraba por el retrovisor, a ver sila segufa la patrulla, o Frankie y sus secuaces. Sabfa que conducir a alta velocidad, como hasta antes de llegar a la gasolinera, ha- ria que la camioneta gastara mas combustible; disminuyé a menos de 100 kilémetros por hora, activé el control de velocidades, y ord. Entre oraciones, revis6 el medidor de gasolina, La aguja no se habia movido. Pens6 que tal vez la aguja estaba atascada, asi que golpeted el vidrio. No se movié. Kilémetro tras kilémetro, la aguja se quedé quieta, mientras la camioneta pasé por campos de algodén y maiz. Lagrimas cafan por sus mejillas al salir de la carretera y conducir los ultimos cinco kilémetros hacia la casa de su padre. Entré al pueblo y pasé por la ferreteria de Hank, donde su padre compraba herramientas, y la cafeteria de Betty, donde ella y Ron co- mfan panqués y bebjan chocolate caliente cuando salian hasta tarde... Tantas veces se habia preguntado si alguna vez volveria a ver aquellos lugares conocidos. De hecho, ya ni siquiera consideraba que la hacienda familiar fuera su hogar. Sabfa que ya no la me- recta, Habfa echado todo a la basura para buscar lo que habia esperado fuera una vida de riqueza, fama y glamur. Al acercarse al valle, su mente se llené de dudas. «sY si ya no me quiere recibir? No lo culparia. Nada merezco de su parte. ;Qué le voy a decir?» Sintié la tentacién de desaparecer en la noche para jamés volver a ser vista. Pero no; Bri decidié que después de sobrevivir a una vida de humillaciones y esclavitud, no estrella- ria la camioneta contra un muro de concreto para suicidarse. Una vez que se deshizo de la tentacién, comenzé a ensayar su discurso para pedir a su padre que la contratara como trabajadora en los huertos, aunque ella le pagara el alquiler de uno de los diminutos cuartos de los trabajadores; asi tendria un techo y tres comidas decentes al dia. «Al menos puedo intentar», considerd. Vio sus ufias rotas y sonrid, «Olvidate de tus ufias perfectas cuando trabajes en los naranjos. Tendrds que cambiar tu negligé de satin por un par de jeans azules y una blusa de franela», musitd. Al hacer que la camioneta diera la vuelta rumbo a la propiedad de su padre, grits para que todo el mundo la escuchara: —Por mi, jams en la vida me vuelvo a poner un negligé! CAPITULO 1 Recibirwente inespevade loteaban por los pies de Maude mientras subia los escalones traseros, y atravesaba el porche blanco hacia la puerta de la cocina de los Austin. Murmuraba para si misma y abrié la puerta trasera; repasé su ment para el desayuno. —Creo que haré una tortilla espafiola con pimientos, hongos, cebolla y la salsa que sobré de ayer. Al sefior Bob le encantan mis tortillas espafiolas. Colgé su suéter de lana tejido a mano de un gancho detrds de la puerta, y se puso su delantal. —Unas papas fritas seran una buena guarnicién. Tengo que exprimir unas naranjas frescas para hacer jugo. Mientras la mujer se lavaba las manos en el fregadero, escuché el sonido de un vehiculo desconocido que se acercaba a una velocidad increible. Miré por la ventana y vio una camioneta negra que rodeaba la casa, para detenerse en el patio trasero. La puerta del conductor se abrié. Una Brianna casi desnuda salié de un salto y caminé rapidamente hacia la puerta de la cocina. El ama de llaves se quedé boquiabierta. Antes de que Maude pudiera reaccionar, Bri entré y casi volé para llegar al bafio de invitados. —Disculpa, Maude. ;Tengo muchas ganas! Las puertas del bajio y la cocina se cerraron al mismo tiempo. Libre de su impre- sion inicial, Maude corrié al pie de las escaleras. —jSefior Bob! jTiene que bajar ahora mismo! jEs muy importante! La excitada voz de la imperturbable ama de Ilaves hizo que Bob Austin se preocu- para al salir de la ducha. Con un mal presentimiento, se puso sus boxers y unos jeans azules antes de terminar de secarse. Tomé su bata de baiio de toalla de la cama y luché _ Para ponérsela mientras corrfa a las escaleras. Su mente asustada conjeturé varios po- accidentes y tragedias. —jQué pasé, Maude? sEstas bien? —jLe dije que bajara! La voz de la mujer se quebré por la emocién. El hombre bajé, tres escalones a la vez, His: legado el otojio al valle. El aire se sentia mas frio. Hojas recién caidas revo- TLUSION PERDIOA CGD RECIBIMIENTO INESPERADU —§Por qué te pusiste asi? sEstés bien? Py Su pie llegaba al ultimo escalén cuando Bri, vestida con un negligé de satin color © esmeralda tan pequefio que apenas era visible, salié del bafio. 4 —Hola, papi... Las dudas callaron su voz temerosa. Su padre se quedé paralizado. ;Lo engafiaba su mente? jSu imaginacién le hacia |} una mala broma? Miré a su ama de Ilaves que lloraba, y luego a la chica. § —Papi, lo lamento tanto. No sabfa adénde ir. Sé que no merezco que me recibas | como tu hija otra vez y no merezco tu perdén —sabia que balbuceaba mientras las lagrimas le cafan por las mejillas—. Pero si estés dispuesto a contratarme para que tra- baje para tien los huertos, te prometo que trabajaré duro. Me ganaré cada centavo de tu dinero. Nada mis, te pido una oportunidad... El sintié que se le partia el corazén. La mujer que estaba frente a él no era la nifia a la que habfa visto partir hacia poco més de un afio. Su piel se vefa reseca y palida. El brillo de su cabello rubio natural habia dado paso a un tono opaco, similar al de la paja. Tenia las mejillas manchadas de maquillaje barato. Pero sus ojos lo perturbaban mas. El cinismo y el dolor habian sustituido a la alegre inocencia que recordaba. Antes de que ella pudiera terminar el discurso que habia ensayado docenas de ve- ces mientras recorria la Interestatal 99, él se le acercé. —Ay, Caramelo, ya regresaste. Es lo que mas importa. Al envolverla con sus brazos, se dio cuenta de que la chica temblaba. Se quité la bata, se la puso a ella y volvié a abrazarla. —Ya, ya, pequeiia. Todo estard bien. Al abrazarla, recordé cuantas veces la habia calmado para que volviera a dormir después de una pesadilla; las veces que habia curado sus rodillas raspadas tras una caida del columpio del patio; y cémo, en tercer afio, habia consolado su corazén roto cuando el chico que le gustaba, habia preferido a su mejor amiga Judy en su lugar. Briluché para recuperar la compostura y se aparté de él. —No, papi, ya no merezco llamarme tu hija. Hice cosas espantosas, tan horrorosas que ni siquiera puedo mencionarlas. Derroché todo el fideicomiso del abuelo. Alejé a todos los que alguna vez me quisieron; a ti, a Ron, a todos. Para colmo, jme robé la camioneta de un narcotraficante duefio de un bar! Volteé la cabeza para evitar la mirada de su padre. —jEs en serio! Con gusto recolectaré naranjas, podaré arboles o arrancaré hierbas, si me ayudas por esta ultima vez. Pero su padre no escuchaba. —Caramelo, sigues temblando. Ve a tu cuarto, bafiate con agua caliente y descansa. Te ves agotada. ;Tienes hambre? Le diré a Maude que te suba el desayuno, todos tus platillos favoritos. Tomé el rostro de su hija con su arrugadas y asperas manos. —Tu ropa sigue aqui. Todo esta como lo dejaste. —Luego volteé a ver a Maude—- Xo tengo que hacer unas llamadas y ti tienes que organizar una fiesta! —;Una fiesta? —exclamé Maude, sorprendida—. ;Para cuando? ILUSION PeROIDA C@ peciinieWTO INESPERADO —Cuanto antes, mejor. Tiene que ser una fiesta espectacular al estilo de nuestros vecinos del sur, con mariachis y limparas y enchiladas, jmuchas enchiladas! ;También cientos de tamales! Contrata a toda la gente que necesites para que te ayude a cocinar. ‘Tiencdrgate de la comida y yo de lo demas. {Mi hija regresé por fin! ;Hay que celebrar! La mujer mayor sonrié al ver que su jefe recuperaba Ja alegria de vivir. —jHay mucho que hacer! —grité al sacar su teléfono del bolsillo—. jEsta hija mia estaba muerta, y ha revivido! ;Se habfa perdido, y la hemos hallado! Llamé a todas sus amistades. Cuando vio el ntimero de Ron, titubed. Ron se habfa inscrito a la academia de policta y ya tenia novia. «Mejor no lo invito. Pero Ron es un elemento vital en la experiencia de Bri. Ha sido parte de esta familia desde hace mds de una década y querré enterarse, Lo llamaré», Presion6 el botén de «Llamar» antes de cambiar de opinién. —jRon? Te habla Bob Austin. Queria contarte que Bri regres6 y le voy a organizar una fiesta de bienvenida mafiana en la noche. Comienza a las seis. Me gustaria que tu y tu madre vinieran. —Si, claro, Me da mucho gusto que ella esté bien. Oiga, jsefior? Sé que es algo in- cémode, ;pero puedo llevar a Amy Evans? —3A Amy? Por supuesto que si. —Usted sabe que Amy es mi novia desde hace més de tres meses. —Si. No te sientas culpable por seguir con tu vida, Sin importar lo que depare el fu- turo para ustedes dos, eres uno de los amigos més intimos de Bri y querré que celebres con ella. Pero tengo que pedirte un favor... Bob le conté al joven de la camioneta robada y el posible cargamento de drogas que contenia. —Estoy seguro de que esa Cadillac tiene rastreo por GPS. Me preocupa que alguien venga a buscarla y nos quiera hacer dai. ;Se te ocurre cémo podriamos devolverla a su duefio sin causar problemas? —Tiene razén con lo del GPS. Algo que podria hacer es que Ken 0 alguien mas se la leve como a 20 kilémetros o mas lejos de su casa. Mientras tanto, le preguntaré a algunos de mis amigos policias qué podemos hacer. Lo llamaré cuando sepa algo, La ultima llamada de Bob fue a la hermana mayor de Bri, Apenas podia contener la emocién al contarle del regreso de su hermanita. En vez de la alegria que esperé escu- char de Bette, su respuesta fue silencio. —iVerdad que es increfble? Temi que jamés la volveriamos ver con vida. Siguié otro largo silencio. —Claro que me alegra saber que esta bien. sPero para qué la fiesta? sQué no aver- gonz6 ya demasiado a la familia, sin que nuestros amigos y vecinos se enteraran? Sabes a qué se dedicaba, ;verdad? —Si,lo sé, pero eso no es|o importante. ;Ya volvié! Eshora de rodearla con nuestro amor, —jPor favor! Ken y yo iremos para honrar nuestro apellido, pero lo otro, asi ha sido siempre, 30 no? | —sQueé te pasa? No te entiendo, _ Su voz soné llena de resentimiento. ILUSIOM PEROIOA QD RECIBIKTENTO IMESPERADU —;Cudndo fue la tltima vez que me organizaste una fiesta, papa? ;Hay una fiesta para celebrar todos los afios que Ken y yo hemos trabajado a tu lado, llevado tu conta- bilidad y supervisado a tus trabajadores? Bob se rascé la cabeza. Fruncié el cefio. —jTienes miedo de que divida tu parte del negocio entre ustedes dos? No necesitas preocuparte. Financieramente, todo sigue igual. Todo lo que tengo es tuyo. Bette balbuceé unas palabras ininteligibles y luego colg6. Con el coraz6n entris- tecido, Bob superé su dolor para llamar a la mejor organizadora de fiestas del pueblo y pedirle que se encargara de todos los demas detalles. Apenas habia colgado cuando Ron lo Ilamé. —Hola, sefior B. Discutt la situacin de Bri con algunos de mis compaiieros de la academia. Estin de acuerdo en que lo primero que tiene que hacer, es sacar esa camio- neta de su propiedad tan répido como pueda. Si el GPS funciona, y lo mds seguro es que si, entonces corren mucho peligro. —Estoy de acuerdo. Ya le pedi a Ken que se la lleve. Pensamos en que la deje en la parada de la interestatal, al norte de aqui. —Buena idea, Queria decirle que se nos ocurrié un plan, pero podria ser peligroso. gTiene tiempo para que lo platiquemos antes de hacer el intento? —Si, claro, ;dénde nos vemos? jEn la Casa de los Waffles de Rosa? —Me parece bien. Te veré ahi en quince minutos. La reunién en el restaurante duré hasta la tarde. Todos los participantes estuvieron de acuerdo en que la Cadillac podia causarle graves problemas a los Austin, pero fuera de eso, diferian. —Lo que no entiendo es por qué no la han reportado como robada —dijo Joe, ofi- cial novato del departamento de policia local. —Serd porque prefieren evitar que las autoridades se metan en sus nefastos nego- cios —razoné Ron—. Por cierto, sefior Austin, jlimpié todas las huellas que pudieran implicarlo a usted 0 a Bri con el vehiculo? —Si, Ken y yo limpiamos el asiento, el tablero, las Ilaves y el volante con desinfec- tante para manos después de dejarla. A propésito dejé las puertas abiertas y la llave en el encendido, a ver si alguien por ahi se la robaba. Todos rieron. —Bien hecho, sefior Austin. [Es lo menos que se merece esa basura! —comenté Rupert, un corpulento y alto cadete de primer afio de la academia—. Para mi seria lo justo. —Penséndolo mejor, no podemos arriesgarnos a dejarla ahi, para que la encuentre algun astuto policia de caminos y la reporte —aiiadié Bob. Joe fruncié el cefio, —Pero no podemos ignorar el hecho de que, al saber que el vehiculo es robado y no hacer algo, nos exponemos a que nos acusen, en caso que algo inesperado suceda. —El mero hecho de saber del robo nos convierte en cémplices. —Les recordé Steve, otro de los siete amigos policias que Ron habia reclutado, —Pero algo tenemos que hacer con esos tipos! —exclamé Ron al dar un golpe ala mesa con el pufio—. Piensen en lo que le han hecho a tantas mujeres, ILUSION PEROIOA G@ gecanenTO wesPteAno —Creo que estas demasiado involucrado, Ron. Mejor ya no te metas, deja que yo me lleve la camioneta de regreso a Los Angeles —aconsejé el mayor y mas sabio Bob, mientras sacudia la cabeza—. No quiero que ustedes se metan en problemas 0, peor, que algo les pase si se enfrentan a esa gente. Ron golpeted la mesa de marmol rojo de imitacién con el tenedor. —No, sefior, no estoy de acuerdo. Usted también estd demasiado involucrado. In- sisto en que mi primera idea es la mejor —procedié a explicar—: Si para mafiana, la camioneta sigue donde la dejaron, yo la llevaré a Los Angeles. El resto de ustedes me puede seguir en la camioneta del papa de Rupert, para que me ayuden a regresar. Asi, en caso de que haya algun roce con la policia, yo seré el nico que haya tocado la Cadillac. Ustedes estardn técnicamente fuera del asunto. Le diré a Big Daddy y a su gente que se alejen de Bri a cambio del vehiculo. Si la busca, no ganar gran cosa, sobre todo si le decimos que la policia de caminos de California estar pendiente de que é1o alguno de sus hombres se acerque a medio kilémetro del Vifiedo. —Crees que no dudar en pegarte un tiro al instante? —dud6 Rupert, mientras sa- cudia la cabeza y se rascaba el rostro—. La tinica amenaza que entiende la gente como él, es la violencia. Todos tendremos que apoyarte. —No sé, tu plan tiene demasiadas fallas, Ron —acordé Bob—. Por ejemplo, squé hards si esos tipos deciden enfrentarte? Ron se encogié de hombros. No hay problema, sefior Bob. Tenemos hasta mafiana en la noche para pensar en los detalles, sverdad? Ya pensaremos qué hacer, se lo aseguro. Nadie se arriesgara de mis. —No nos iremos hasta que la fiesta se haya terminado, jo si? —afiadié Rupert. A Bri no la entusiasmaba la idea de la fiesta. Con renuencia, acepté los planes de su padre. Apenas podia imaginar la vergiienza que sentiria al ver a todos sus amigos, después de lo que le habia pasado. —jMe fui como estrella y regresé como prostituta! —Se quejé. —Atin eres mi hija y jamas pensaré que eres una prostituta. jJamés! Te atrapé un mal que ni siquiera pensabas que existfa. Bob casi siempre cedia a los deseos de Bri, pero esta vez no, aunque conservé la calma. —No sabes todo lo que diran de mi a mis espaldas. —De todos modos hablarén, pero al dar la cara, podras responder sus preguntas con honestidad y dejarlos sin argumentos, Tarde o temprano tendras que asimilar lo que sucedi6, No querrds convertirte en una ermitaiia y vivir el resto de tu vida en una cabafia en las montafias, jo si? " Los ojos de Bri se abrieron como platos. fil agregé: —Eventualmente, tendras que afrontar tu pasado y entonces, al contar con el amor _ yla fuerza de tu familia y tu comunidad, seré mis facil. ~~ —4Pero qué voy a decir, sobre todo a Ron y a su madre? —Dales las gracias por ir a la fiesta y por su amistad durante esta época dificil. Si sientes que necesitas disculparte, pues pideles perdén por el dolor que les causaste. _ —Bob fruncié el cefio. Se adelanté y tomé las manos de su hija—. Es mejor que sepas ILUSiON penook GD RecimiTO tnesPeR400 que Ron siguié adelante. Tiene novia, se llama Amy. Creo que iba uno o dos afios de- trds de ustedes en la escuela. Amy vendra a la fiesta. Los ojos de Bri se llenaron de lagrimas. —No, papi, no, no puedo. —Si, si puedes. Piensa que la fiesta ser tu ultima actuacién ante un publico amiga- ble. Los invitados también son amigos mios, jsabes? Si te rechazan, me rechazan a mi. Le quit6 una lagrima que bajaba por su mejilla derecha. —Bri, has sufrido mucho y, aunque no lo creas, ahora eres mds fuerte. Puedo ver en tus ojos una nueva determinacién. Si no enfrentas tus demonios, Big Daddy y los suyos, ganaran. Te destruirdn. Eres demasiado terca como para permitirlo. Tengo fe en ti, pequefia. Eres un Caramelo muy duro. Bri sonrié al escuchar su apodo. De sus labios, la joven casi creyé sus palabras. —jQué hacemos con la camioneta? jMe la robé! Bob hizo un ademn en sefial de desdén. —No te preocupes por esa pequeiiez. Hiciste lo que pudiste para escapar, Ron, un grupo de sus amigos, y yo, ya nos encargamos. Es mejor que no sepas mds. Mientras tanto, bafiate, péinate, ponte tu mejor vestido y prepdrate para celebrar al mas puro estilo de los Austin. Bri siguié el consejo de su padre. Aunque la mayoria de las amistades y los vecinos irfan por respeto a él, ella decidié poner su mejor cara, responder todas las preguntas y demostrar al mundo que, si, ella era una Austin. CAPITULO 20 Aventuva necturna dades. Ron, que se vefa como un galan de televisién, vestido con su uniforme de policia, dio un beso de despedida a su madre y a Amy. El y otros siete hombres, también vestidos con sus uniformes de novatos, entraron discretamente a la oficina, donde Bob los esperaba. —Antes de que vayan —dijo Bob al respirar profundamente, con los ojos cansados y ojerosos—, tenemos que pedir proteccién a Dios. Los hombres, solemnes, asintieron e inclinaron sus rostros. —Amado Padre celestial, hemos luchado mucho para llegar a este punto. Han su- cedido cosas que ninguno de nosotros pudo anticipar. Sabes que nuestros motivos son puros, y nuestros corazones estin limpios. También sabes que esta hazafia ser4 peligro- sa, Actiia como tii creas necesario para proteger a estos jévenes. Que puedan volver a salvo. En el nombre sagrado de tu Hijo, amén. Bob de nuevo les rogé que lo dejaran acompafarlos. —Bri es mi hija. Yo soy responsable por ella. —jNo! —negé Ron, con sus pulgares metidos detras del cinturén caracteristicodé su profesién—. Bri lo necesita. Si este viajecito, como usted lo llama, sale mal, no que- rr dejarla desprotegida, jo si? Bob suspiré, —Supongo que no. —De eso hemos hablado —indicé Ron mientras veia a sus compafieros—. Después de que se vayan sus invitados, spor qué no se la lleva a la costa por unos dias? Les caeria bien un descanso. A lo mejor Ken y Bette pueden acompafiarlos. Seria bueno comenzar a sanar las heridas, jsabe? . ‘ Bob entendié el razonamiento de la sugerencia de Ron. E —Lo que dices tiene sentido. Si no estamos en la zona, Big Daddy no podra encon- | trarnos. Ademés, tal vez alguien ya se haya robado la Cadillac y todos nuestros planes L seran en vano. C= el reloj en el pasillo de los Austin dio las diez, Bob se retiré de las festivi- ILUSION PERDIOA ED aVENTURA NOCTURNA En las miradas de los jévenes noté que ellos esperaban que ese robo no se hubiera levado a cabo. Ansiaban llevar a cabo su misién, Cada uno se despidié de Bob de mano, mientras Ron cargaba una hielera enorme llena de refrescos, sandwiches de huevo y ga- letas de chocolate, que Maude les habla preparado; y una, mas pequefia, con bocadillos que él pudiera llevar en su vehiculo, —Teveré en la mafiana. —Se despidié Bob de Ron con un amistoso pufietazo al brazo. En la parada de la carretera, los hombres descubrieron que la Cadillac seguia intac- ta. Ron rié al salir de la camioneta de su amigo. —Las Ilaves siguen aqui —anunciéd a su amigos expectantes—. La vida no es justa. jCuando hace falta un ladrén de autos, resulta que la gente es honesta! Los otros siete jovenes rieron, —Los veré en Los Angeles. Subié a la Cadillac, encendié el motor, e hizo sonar la bocina al tomar la interestatal rumbo al sur. Varias estrellas fugaces recorrieron el despejado firmamento. El trayecto fue casi magico. Los hombres habian quedado en detenerse a cargar gasolina en la base del Viftedo, Evitarian conversar entre ellos, para no llamar la atencién. Ron buscé entre las estaciones de radio una que pasaba mtsica cristiana toda la noche. Pens6 que le haria bien para confortarse durante el camino. Se acomodé en el asiento para continuar el largo recorrido por las montafias, hasta la cuenca de Los Angeles. Hizo una mueca al recordar el dolor que habia sentido en lo que él habia legado a considerar, el principio del final de su romance. Su corazén sufria por lo que quizas hubiera podido llegar a ser. Pero como con cualquier otro habito destructivo, sabia que se habfa tomado el tiempo suficiente para olvidarla. Verla otra vez no habia hecho que revivieran sus viejos sentimientos por ella; solamente albergé compasién Por todo lo que habia vivido. Su mente recordé momentos mis felices. Su relacién con Amy era muy diferente. La sonrisa de aquella tranquila y despreocupada jovencita podia aliviar su corazén después de un largo dia de trabajo en las huertas, o durante las semanas de examenes finales en la academia. Con una canasta llena de comida en el asiento trasero de su Junker, Amy dis- frutaba hacer largos recorridos por las colinas, que ella llamaba «viajes de dia». Se estacio- naban aun lado de Ja carretera, extendian un mantel, comian sandwiches de mantequilla de cacahuate y mermelada, y brindaban con sidra de manzana en vasos de plistico. Amy sofiaba con ser maestra de primaria, A Ron le encantaba su gentil actitud con los nifios, los animales y, en especial, con su madre. Pero sobre todo, Ron adoraba su risa espontdnea. Amy se refa de las situaciones mas extraiias. Horas més tarde, Ron entré con la camioneta al oscuro callején detrs del club. Apagd el motor y las luces, Vio por el espejo retrovisor a Rupert, que se detenia detras y también apagaba sus luces, Excepto por el ruido de la musica estridente que salia del club, la noche estaba demasiado tranquila, como si toda la naturaleza contuviera el aliento, a la espera del drama que estaba a punto de desarrollarse, Vio la parpadeante luz roja de la camara de seguridad sobre el letrero de salida, y contuvo el aliento, Alguien que observara desde el bar pronto se daria cuenta de la Ilegada del vehiculo del jefe, o al menos eso pensaba. TRUOIUTE FENUID SQ AVETURA HULIUANA Con la vista fija en la salida, abrié la puerta del conductor, salié, y se agach. Prepa- rado mentalmente para lo peor, se movié por el costado de la camioneta. Esperaba que en cualquier momento se abriera la puerta y saliera un comando de criminales armados. Alinstante, al escuchar un ruido a su izquierda, dio la vuelta; una mano enguantada le cubrié la boca, Ron luché contra su corpulento atacante pero no pudo zafarse. Detras de él, escuché cémo se abrian las puertas de la camioneta de Rupert, junto con el jaleo de botas y susurros de furia. «Perfecto», pensd Ron cuando su atacante le puso el rostro contra el muro de ladrillos junto a la salida del club. «Nos atraparon antes de que tuviéramos opor- tunidad de actuar. jAy, Dios, serfa un excelente momento para que respondieras la oracién del sefior Bob!». «{Cillate! No hagas ruido», le susurré su oponente al ofdo. En silencio, con gran sigilo, diez hombres vestidos de negro con chalecos antibalas y ametralladoras se- miautomiticas, salieron de entre las sombras y rodearon a los que habjan Ilegado en las dos camionetas. Aterrado, Ron tensd los musculos, esperando que comenzara la lluvia de balas. Levanté las llaves con la mano. —Toma las llaves. Vinimos a devolverles la camioneta. Su voz se quebré, igual que la de un adolescente asustado. En respuesta, su ata- cante lo presioné con mas fuerza contra la pared, hasta que sintié que se le iban a romper las costillas. —FBI. jNo quites la cara de la pared! Las manos sobre la cabeza —ordené una gruesa voz. Ron obedecié y el extrafio le esposé las muftecas. Alcanz6 a escuchar que sus amigos recibian el mismo tratamiento. E] agente registré a Ron y luego le quité el celular y Ja billetera. El hombre hizo girar a Ron y le pasé una linterna frente a los ojos. —iQuién eres? ;Qué haces aqui? —El agente miré la ropa de Ron—. gEres policia? 4Son policfas? Ron se sonrojé, —Si y no, sefior. Se lo puedo explicar... —Claro que si. sPor qué trajiste la camioneta de Hector Rodman? —Quién? —pregunté Ron al desviar la mirada de la luz cegadora. —No te hagas el tonto. Los seguimos desde hace varias cuadras, sujetos. Ron tragé saliva, —Sujetos? Me llamo Ron Chaney, Mis amigos y yo vinimos a devolver este vehiculo a su duefio, Big Daddy, —Ron se detuvo y parpaded—. ;Se llama Hector? —jOye! Mas despacio —hablé el hombre con un acento britinico muy distintivo. Llamé a sus compafieros con la mano—. Stibanlos a sus vehiculos para resguardarlos | enlo que les sacamos la verdad. E —Sabe que nos vigilan desde el interior del club, Big Daddy, digo, Hector, y sus F hombres, podrian salir en cualquier momento por esa puerta —advirtid Ron. f El agente a carg6 fanfarroned. Lo dudo, Tenemos un hombre adentro que se encarga de eliminar esa posibilidad. ILUSION PEROIA QD AVENTURA HOCTURKA Se dirigié a otros agentes, —Dustin, Isaac, registren sus camionetas. Brad y Mike, hagan guardia en la salida, | en caso de que alguien salga. A ver, cuénteme su historia. Excepto por los hombres agachados detras de botes de basura a cada lado de la salida del club, el callej6n estaba extrafiamente tranquilo y vacio. El rostro del agente | 1 cargo siguié oculto entre las sombras, mientras Ron narraba la historia de cmo Bri habfa trabajado ahj, y su eventual huida, 1 —Capitén —llamé el hombre que respondfa al hombre de Isaac—. Encontramos crack en el neumitico de la Cadillac. Bastante, de hecho. El agente dirigié su linterna a los ojos de Ron. —jDrogas! ;Y yo que casi te crefa tu embuste! —Créame por favor, sefior. Ninguno de nosotros sabfa que habia drogas en la | camioneta. Solamente queriamos devolver el vehiculo a su duefio e irnos tan rapido como pudiéramos. —jUniformados? —Obviamente fue un error, Pensamos que Big Daddy y sus hombres dudarian en ata- carnos si traiamos nuestros uniformes. Somos oficiales de policia, sefior; al menos, cadetes. El agente sacudié la cabeza y contuvo una sonrisa. —Ustedes casi fastidian una redada internacional por trata de personas. Para su fortuna, la historia de su amiga coincide con la que una mujer llamada Zelda le dijo a los funcionarios de la embajada estadounidense en Hong Kong. Quitale las esposas, Bruno. —Si, capitan. El oficial llamado Bruno retiré las esposas. Ron se froté las muiiecas para restable- cer la circulacién de sus manos y dedos. —Disculpa las esposas, hijo. Llimame Mac. Hemos vigilado el negocio de Hector Rodman desde hace semanas. E] FBI recibié la pista desde Hong Kong, donde una joven escapé de un burdel y Ilegé a la embajada; ahi le dijo a los funcionarios que ori- ginalmente la habfan sacado de este lugar para luego transportarla a China. —Pobre de ella —mascullé Ron—. Dice que han vigilado el lugar desde hace se- manas. Supongo que entonces vio a mi amiga Bri, que bailaba aqui. Una rubia, de escasos veinte afios. Mac sonri6. —Claro que si, Encantadora, definitivamente demasiado elegante para este mu- ladar. Me cit6 a Shakespeare. Pero me dijo que se llamaba Missy. —Mac recuperé ré- pidamente su comportamiento estoico—. Por las drogas en el neumatico y la trata de personas, cuando los arrestemos, estos imbéciles pasaran varios afios en la carcel. —Qué bien, ;Por mi, que se pudran ahi dentro! —afirmé Ron con furia en los ojos, que luego disminuyé—. Digame, jqué le va a pasar a Zelda? Bri querra saberlo. Se hi- cieron amigas mientras estuvieron juntas aqui. Mac asintid. —Sabes que no deberia decirte algo de esto. Pero bueno, ya te dije bastante. Zelda aa testficar en el tribunal, aqui en Estados Unidos y en China. Cuando llegue a nues- TLUSION PCROIOA GB AVENTURA NOCTURNA tro pais, entrard al programa de proteccidén de testigos hasta que sea seguro que regrese con su familia. Ahora mismo, estd en custodia protectora en la embajada. —Gracias, sefior. A Brile dard mucho gusto saberlo, Cree que ella también tendr4 que testificar? —Trataremos de no involucrarla, pero si las otras chicas se niegan a ayudarnos, quizé la necesitemos para condenar a estos criminales. Podemos ubicarla si hace falta. Mac hablo por la radio que llevaba sujeta al cuello de su camisa. —Muy bien, muchachos, suéltenlos. Viven muy lejos de aqui. —;Como sabe dénde localizar a Bri? Mac sonrié amargamente a Ron. —Nosotros sabemos mucho, sefior Chaney; tanto, que se asustaria. Dele mis salu- dos a su madre. —jA mi madre? Mac estreché la mano de Ron y salié de su vehiculo. —Fue, no diria un gusto, pero si una aventura, conocerlo, capitan. Esta seguro de que no necesita mas ayuda para someter a esos tipos? Ron incliné la cabeza a un lado y sonrié. Mac devolvié la sonrisa. —Creo que nosotros podemos encargarnos. Mejor ya vayanse, antes de que cambie de opinién y los arreste por posesién de narcoticos y robo de vehiculos. —jSi, sefior! —salud6 Ron con respeto. Luego corrié hasta la camioneta del padre de Rupert—. Me sentaré adelante —susurré con exageracién a sus amigos. EPILOGO Ahora, al escribir las uiltimas paginas de su relato, me pregunto dénde termina. «Solo yo sé los planes que tengo para ustedes», dice Jeremfas 29: 11. Ron y Amy se casaron el verano siguiente. Bri se veia encantadora en el vestido co- Jor lavanda que usaban las damas de compaiifa. Hoy, el matrimonio radica en el norte de California. Ron, policia novato, hace sus rondas mientras Amy es maestra de un grupo de 25 inquietos alumnos de primer afio. En lo que respecta a Brianna, ha aprendido que las decisiones tienen consecuencias. Las lecciones fueron dolorosas. Su recuperacién ha sido lenta. Pero a medida que los viejos suefios se disuelven en la frfa realidad, nuevas metas surgen de la tragedia de la vida. Bri estudia trabajo social. Desea en su coraz6n ayudar a otras mujeres a recuperar sus vidas tras escapar de la trata de personas. Mientras que Bette y Ken atin trabajan para el negocio familiar, su devocién princi- pal ahora esta dedicada a la llegada de su propia B: Bobby, el cuarto. El abuelo no cabe en sf de la felicidad. A comienzo de este libro, pregunté dénde comienza una historia como la de Brianna. leer muy importante

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