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El 

Crumble es una receta dulce tradicional de Gran Bretaña que se puede degustar


como postre o merienda y cuyo ingrediente principal es la fruta. La característica de esta
elaboración es que se hornea o gratina cubriendo la fruta con una mezcla de harina,
mantequilla y azúcar, formando unas migas, así se combina la textura tierna de las frutas
horneadas y la textura crujiente de la costra que se forma sobre las frutas.

Cuentan que esta receta se ideó durante la Segunda Guerra Mundial a raíz de la
necesidad de racionar los alimentos, la elaboración de tartas tradicionales precisaba de
demasiado gasto de harina entre otros ingredientes, así que el crumble (que significa
desmoronarse), esta simple mezcla de frutas, harina, manteca o mantequilla y azúcar, se
convirtió en un postre económico y rico.

Tan rico que en la actualidad es muy habitual la elaboración de crumbles muy variados.


Los más tradicionales son los que se elaboran con manzana, también los de ruibarbo,
peras, ciruelas, zarzamora… suelen buscarse frutas algo ácidas, e incluso se elaboran
crumbles con ingredientes salados para servir como entrante.

La cobertura crujiente del crumble también ha evolucionado, en la actualidad es muy


habitual hacerla con galleta desmenuzada, con harina mezclada con cereales o frutos
secos, con especias aromáticas como la canela o la vainilla… cada una de estas variantes,
proporciona características especiales y con más matices para el paladar.

El crumble en su versión dulce, que es la más habitual, suele acompañarse de algo fresco,
ya que su degustación es en caliente, poco después de haberlo retirado del horno. Lo más
habitual es servirlo con crema pastelera, helado de vainilla (u otros) y nata, así además se
proporciona a los comensales una combinación de temperaturas que también resulta
agradable.

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