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Maurras encarnó, sin duda alguna, el pensar y el sentir de un arco muy grande de la sociedad
mundial de su tiempo. Destacando y reivindicando posiciones extremas, relacionadas con la
violencia política, el exterminio y el terror, su pensamiento nos será de utilidad para analizar
aquellas posiciones ideológicas y políticas que critican un orden social y estatal basado en la
tolerancia política y religiosa, la diversidad y en la libertad de expresión.
El liberalismo, en la visión del autor, generará “pobreza de espíritu” entre los habitantes
por estar éstos “desviados” de la “forma ideal” que poseen las sociedades.
Para Maurras, el orden político debe estar sujeto a un interés que trasciende incluso a las
mismas personas que es el “interés nacional” como colectivo general. Allí todos los
habitantes encontrarán las máximas de su acción basados en los principios de la “patria” y
de la “tradición”.
En Maurras, es el Estado quien debe encarnar este orden político jerarquizado y a su vez
“encuadrar” a la población dentro de dicho orden. Es la función del Estado, a través de un líder
fuerte, fijar el rumbo de la nación.
A lo largo de la obra de este autor, puede observarse que el Estado debe impedir la
integración dentro de su territorio con “el diferente”, en materia de raza, de política o de
religión, y a su vez, en materia internacional, se debe privilegiar el interés de la nación.
En la concepción política de Maurras, el Estado debe ser un Estado mínimo y guiado por la
autoridad monárquica, organizado además en base a corporaciones, religiosas, militares y
profesionales. Esta organización institucional, alejada de las organización republicana y
democrática, es la más adecuada en su visión del orden.