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Abandonar

el fanatismo

Miguel Ángel Martínez Barradas / El mundo iluminado

www.elmundoiluminado.com

Hubo un tiempo en el que el conocimiento no estaba segmentado. Hoy, el pensamiento religioso,


el político y el académico marchan por caminos diferentes, sin embargo, en tiempos
correspondientes a la antigüedad no fue así, sino que religión, política y academia eran un
pensamiento unificado.

La catalogación del conocimiento en diferentes ramas del saber es producto de la


cientifización de la vida, es decir, del triunfo de la racionalidad. Gracias a la razón se consiguen
libertades, pero también se forjan nuevos grilletes. El racionalismo es necesario para el
mejoramiento personal y social, lo demostró Aristóteles, sin embargo, es preciso apelar a un
equilibrio a fin de no seguir avanzando en esta soledad contemporánea.

Pero así como la racionalización del mundo puede resultar inconveniente por lo ya
mencionado, así también la tendencia a la universalización de los saberes, a concebir a las
ciencias como un todo armonizado, es peligroso. Si el aristotelismo representa el rostro racional
del mundo, el platonismo vendrá a manifestarse como la filosofía que postula la armonización
universal de los saberes. Tanto el aristotelismo como el platonismo poseen sus vicios y virtudes.
El principal vicio del aristotelismo es llevar su racionalismo hasta al absurdo. El platonismo
también tiene sus vicios y con seguridad es el de la superstición el más prominente.

Considerando lo anterior, ¿qué tan equilibrada tenemos nuestra balanza? Hoy el


conocimiento está fragmentado debido a que unos se cargan hacia el cientificismo y otros a la
superstición; el fanatismo a unos y a otros esclaviza. Decir que todo debe ser verificado por la
ciencia es un absurdo, pues ni siquiera dicha afirmación es posible corroborarla desde el método
científico. Por el contrario, afirmar que únicamente las dimensiones especulativas del espíritu
son relevantes tampoco es lo mejor cuando nosotros estamos sometidos a la tiranía de la carne.
Nosotros, los contemporáneos, tenemos el mal vicio de creer que la historia de la humanidad es
progresiva, es decir, que con cada año que pasa estamos mucho mejor, sin embargo, basta con
observar cualquier línea del tiempo para reconocer que la historia la mayor de las veces es
regresiva y decadente y esto porque somos incapaces de abandonar el fanatismo. (Lea el texto
completo en el sitio web de El Heraldo de Puebla)

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