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La universidad hoy: Su Verdadera Esencia

La historia reconoce en Bolonia (Italia, 1088), la ciudad que albergó la primera universidad, nacida
como una forma de proteger el interés de estudiantes, principalmente, y profesores acerca de los
saberes que cultivan, e incluso protegerse de ellos y de otros. Estos gremios o corporaciones de
maestros o discípulos se dedican al cultivo de ciertas disciplinas “universales” y que por su importancia
e impacto en las nacientes ciudades fueron progresivamente reconocidas por las autoridades civiles
y/o eclesiásticas, según fuera el caso.

Hoy nadie podría discutir el valor que tienen las universidades para el crecimiento de las naciones,
cuando las políticas públicas incluyen a estas instituciones de educación superior en el desarrollo
científico y tecnológico de sus actividades económicas, sociales y culturales, y no cuando se les
considera como emprendimiento o negocio lucrativo como ocurre en Chile.  La universidad, si bien
desde el punto de vista del saber cultivado allí, es de interés de quien lo busca en sus estructuras por
fines personales, su existencia sin embargo es de interés general, por su impacto en la vida de las
personas y la sociedad.

Hoy tenemos universidades porque el cultivo del saber no sólo es necesario para quienes acceden a
ella, sino porque de ese saber depende lo que pueda hacer y obrar en su vida, pues lo aprendido ha de
ser relevante en su comportamiento cotidiano. Ortega y Gasset, citando un pensamiento oriental
afirma que “Nuestros actos siguen a nuestros pensamientos como la rueda del carro sigue a la pezuña
del buey”.

La universidad en cuanto expresión del espíritu humano genera nuevas ideas, nuevas formas de
concebir y comprender la existencia y nuevas herramientas de trasformación de la realidad. En su
génesis de pensamiento universal, lectio, quaestio y disputatio, son la esencia de la relación docente-
estudiante, docente-saber y estudiante-saber, de donde se sigue que el papel del estudiante en la
universidad será pensar el saber, dudar, criticar, discutir e incluso re-pensar el saber compartido por el
docente en su lección para transformar la sociedad.

Si pudiéramos interpelar a nuestros universitarios y como en el pasado hacerles también la pregunta:


¿Quién es usted?, siendo responsable de su tiempo y espacio tendría que responder, con alegría: ¡Soy
estudiante, soy estudiante, yo quiero estudiar para cambiar la sociedad! Y qué mejor función podría
tener la educación universitaria si con ella no sólo se hace pensante, sino que por educarse en esta
institución se hace responsable de su libertad, humaniza su comunidad y enriquece su cultura.

Aladino Araneda Valdés


Académico Facultad de Educación
Universidad Católica de la Santísima Concepción

http://www.ucsc.cl/blogs-academicos/la-universidad-hoy-su-verdadera-esencia/

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