Trotsky en La Revolución de Octubre - Isaac Deutscher
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Capitulo IX TROTSKY EN LA REVOLUCION DE OCTUBRE Trotsky llegé a Petrogrado el 4 de mayo. La revolucién tenfa entonces diez semanas de edad, y durante esas semanas los acontecimientos se habian desarrollado con tal intensidad y rapidez que la ciudad presentaba un aspec- to como de cosa sofiada aun para el hombre que habia mantenido vivo el recuerdo de sus calles y sus muchedumbres desde 1905", La revolucién ha- bia comenzado donde se habia detenido en 1905; pero ya habia dejado bien atras su reciente punto de partida. El zar y sus ministros eran todavia prisio- neros del Estado, pero para la mayoria de sus antiguos stibditos eran como fantasmas de un pasado remoto. Los esplendores, los terrores y los fetiches seculares de la monarquia parecfan haber desaparecido con las nieves del til- timo invierno. Lenin, que habia regresado exactamente un mes antes que Trotsky, des- cribié la Rusia que encontré a su llegada como el pais més libre del mundo™. Su libertad, ciertamente, era solo de expresi6n; pero de ella se aprovechaba el pueblo al maximo, como si a través del debate apasionado esperara des- cubrir un nuevo modo de vida, puesto que el viejo habia conducido al bor- de del abismo. Aquella tensa btisqueda de nuevos principios, nuevas formas y un nuevo contenido de la vida social, una brisqueda en la que la masa de os humillados y ofendidos participaba con impresionante dignidad, caracte- rizaba el clima moral de Petrogrado en aquella primavera de 1917. Ninguna autoridad y ninguna verdad se daba por sentada. Solo prevalecfa una vaga cxeencia de que lo bueno era lo que impulsaba a la revolucién y ayudaba a comregir los males de que habian sido victimas los oprimidos. El cardcter social de los acontecimientos se reflejaba incluso en el aspecto de la ciudad. Las calles y plazas en el elegante sector del centro estaban constantemente lenas de habitantes de los arrabales suburbanos. Muchedumbres de obre- ros y soldados asistian a las asambleas que tenian lugar dia y noche en calles y plazas y en las fabricas y los cuarteles de las afueras. La bandera roja, que hasta poco antes habia sido el estandarte prohibido de la rebelién, dominaba a arquitectura neoclisica de los edificios a la orilla del Neva. El predominio del obrero y el soldado en la revolucién podia adivinarse en cualquier esce- na o incidente casual en la calle. El recién llegado solo tena que echarle una 363 Trotsky, Mi vidu, tomo I, p. 487. 364 Lenin, Obras (ed. rusa), vol. XXIV, p. 4.242 TROTSKY, EL PROFETA ARMADO ojeada a la capital para advertir cusn incongruente era que el principe Lvov fuera aun el Primer Ministro de la revolucién. Trotsky no hizo mas que depositar a su familia y sus escasas pertenen- cias en una pensidn antes de dirigirse al Instituto Smolny, sede del Soviet de Petrogrado™’, El Comité Ejecutivo de este, sucesor del organismo cuyo espf- ritu rector habia sido él en 1905, se hallaba en sesién. El hombre que ahora lo presidia era Chjeidze, su antiguo compafiero al que recientemente habia ataca- do en Novy Mir. Chjeidze se puso de pie para dar la bienvenida a Trotsky, pero esta fue tibia, A continuacién se produjo una situacién embarazosa. Los mencheviques y los socialrevolucionarios, que estaban en mayoria, no sabian siel recién llegado era su amigo o su enemigo: de amigo de muchos afios pare- cfa haberse convertido en enemigo. Los miembros bolcheviques del Ejecutivo seftalaron que el jefe del soviet de 1905 debfa ser invitado a ocupar un asien- to en el Ejecutivo del soviet actual. Los mencheviques y los socialrevoluciona- rios se consultaron con cuchicheos cohibidos. Por fin convinieron en admitir a Trotsky como miembro adjunto, sin derecho a voto. El no deseaba mas: lo que le interesaba no era el derecho de votar sino la oportunidad de hacerse oft desde la tribuna principal de la revolucién. Gon todo, la frfa recepcién no podia dejar de molestarlo. Angélica Balabsnov, la secretaria del movimiento de Zimmerwald, escribié que Trotsky sospeché incluso que los dirigentes del Partido no habjan actuado con sufi ciente energfa para lograr su liberacién del campo briténico porque no esta- ban muy deseosos de verlo en el escenario. “Tanto los mencheviques como los bolcheviques lo vetan con rencor y desconfianza... en parte por temor a la competencia...”, Sea cual fuere la verdad, el hecho era que entre febrero y mayo los alineamientos se habian definido; los partidos y los grupos habian formado sus filas y aclarado sus actitudes, y los dirigentes habjan asumido sus papeles y ocupado sus posiciones. En 1905 Trotsky habia sido el primero de los emigrados en regresar. Ahora era el ultimo. Y no parecfa haber ningtin puesto vacante adecuado para un hombre de sus dotes y su ambicién. El momento era tal que todos los partidos, con excepcién de los bolche- viques, tenfan razones para temer a cualquier influencia nueva e incalculable. Por primera vez, el régimen que habja nacido de la insurreccién de febrero ha- bia perdido su inestable equilibrio; y ahora trataba de recobrarlo por medio de delicadas alianzas y maniobras. El primer gobierno del principe Lvov habia dejado de existir. En ese gobierno solo habfan estado representados los terra- tenientes y la alta burguesfa, los primeros por los conservadores que seguian a Guchkov y la segunda por los demécratas constitucionales de Miliukov. Los 365 De aqué en adelante “el soviet” (en singular) significa el Soviet de Petrogrado, ex- cepto cuando se especifique lo contrario. 366 L. Trotsky, Mi vids, loc. cit.; N. Sujénov, Spishi o Revolutsi, vol. TIT, pp. 440-441. 367 A. Balabénov, My iif as u rebel, p. 176.ISAAC DEUTSCHER 243 mencheviques y los socialrevolucionarios, que dominaban el soviet, le habian dado su apoyo al gobierno pero no habian participado en él. Con todo, el go- bierno no habria podido existir un solo dia sin el apoyo del soviet, que era el poder de facto creado por la revolucién, Ahora habia llegado el momento en que los partidos socialistas moderados en el soviet no podian seguir apoyando al gobierno sin participar en él. Los partidos que habfan formado el primer gobierno del principe Lvov se es- forzaron por limitar la revolucién al derrocamiento del zar Nicolés II y, de ser posible, salvar a la monarqufa, continuar la guerra y restaurar la disciplina so- Gal y militar, sin la cual era imposible proseguir aquella”™. Los obreros solda- dos que seguian a los soviet tenfan puestas sus esperanzas, por el contrario, en tuna “profindizacién” de la revolucién y en una pronta “paz democritica sin anexiones ni indemnizaciones”. Los socialistas moderados trataban de recon- Giliar las Iineas poltticas y las demandas en confficto. Inevitablemente incurvie- ron en contradicciones flagrantes, ‘Trataron de ayudar al gobiemo a continuar la guerra y al mismo tiempo de satisfacer el anhelo de paz del pueblo, Les dije- ron a sus seguidores que el gobierno habfa renunciado a los rapaces objetivos de guemma del zar “la dominacién rusa de los Balcanes y la conquista de Galitzia y Constantinopla~ y buscaba la conclusién de una paz,justa y democritica’®. El principe Lvov até de hacer funcionar el antiguo aparato administrativo here- dado del zarismo, en tanto que los obreros y soldados consideraban a los soviets como la verdadera administracién. Los mencheviques y los socialrevoluciona- rios abrigaban la esperanza de que el nuevo sistema de gobierno incorporarfa tanto a la antigua administracién como a los soviets. El gobierno se esforzaba por restablecer la disciplina en el ejército hastiado de la guerra y en actitud re- volucionaria, en el que los soldados se negaban a obedecer a sus oficiales y solo escuchaban a los comités elegidos por ellos mismos. Los socialistas moderados se comprometieron a ayudar al gobiemo a restaurar la disciplina, pero al mis mo tiempo exhortaban a los soldados a defender sus derechos recién adquiri- dos, encarnados en la famosa Orden Nitmero 1 del soviet contra los generales y oficiales zaristas. El gobierno deseaba crear garantias para la propiedad rural, en tanto que el campesinado clamaba por un reparto de las propiedades de la aris- tocracia terrateniente. Los mencheviques y los socialrevolucionarios trataban de posponer la solucién de este problema vital hasta que se convocara la Asamblea Constituyente, la cual a su vez fire pospuesta indefinidamente™. 368 P, Miliukov, Jtoria Russkoi Revolutsii, vol. I, libro 1, pp. 5476 passim. 369 *Miliukov... sostuvo que la conquista de Constantinopla era una cnestién de im- portancia vital para Rusia”, escribié Sir George Buchanan, el embajador briténico en Ri sia, en My Mission to Russia, vol. U1, p. 108. 370 Miliukov, ob. cit, vol. I, libro 1, pp. 101115, 125138 passim; L. Trotsky, The History of the Russian Revolution, vol. 1, caps. XEXIIL (De esta obra de Trotsky, como de muchas otzas, no existe una traduccién espafiola digna de confianza; de ahi que citemos la edi- cidn inglesa usada por Deutscher. N. del T). [En el apartado Bibliografia, al final de cada244 TROTSKY, EL PROFETA ARMADO Era inevitable que esta complicada estructura, erigida sobre el equivoco y el engafio, se desmoronara un dfa sobre las cabezas de sus constructores. La primera conmocién la sacudié en abril. Guchkoy, incapaz de restable- cer la disciplina militar, renuncié al Ministerio de la Guerra. Poco después Miliukov tuvo que renunciar al Ministerio de Relaciones Exteriores. Este til- timo habia declarado en una nota a los aliados occidentales de Rusia que el nuevo gobierno mantendria fielmente los objetivos de guerra de su predece- sor zarista, Esto provocé tal estallido de indignacién popular que el primer gobierno del principe Lvov no pudo sostenerse. La légica inexorable de la revolucién empez6 a manifestarse. Al cabo de dos meses la revolucién habia desprestigiado y gastado a su primer gobier- no y a los partidos que lo habian formado. No hacia mucho, en los tiltimos dias del régimen zarista, Doumerge, el Presidente de la Repiblica Francesa, en ocasién de una visita oficial a Petrogrado, habia instado a los dirigen- tes demécratas constitucionales a zanjar pacientemente sus diferencias con el zar. “Al escuchar la palabra ‘paciencia’, Miliukov y Maklakov se pusieron en pie de un salto: “Basta de paciencia! [Ya hemos agotado toda nuestra pa- ciencia! De todos modos, si no obramos con prontitud las masas dejardn de escucharnos...”*!, Esas palabras se convirtieron en uno de los estribillos fa- voritos de la revolucidn, y ahora rebotaban contra Miliukov. La mayorfa socialista moderada del soviet no tenia intenciones de deponer a Miliukov. Pero cuando este comprometié abiertamente al gobierno y al pais a man- tener los objetivos de guerra zaristas, los mencheviques y los socialrevohu- cionarios saltaron: “IBasta de paciencia! Ya hemos agotado toda nuestra paciencia! De todos mods, si no obramos con prontitud las masas dejardn de escucharnos”, Las masas habrian dejado de escucharlos si ellos les hubie- sen dejado toda la direccién del gobierno a los lideres de aquellas clases que habfan usado a la Revolucién de Febrero, pero que no la habjan hecho. Asie formé la primera coalicién entre los demécratas constitucionales y los socialistas moderados. Cuando ‘Trotsky se presenté en la sesién del Ejecutivo del soviet, los nuevos coaligados estaban en vias de repartirse los ministerios. Habria “diez ministerios capitalistas y seis socialistas”. Los demécratas cons- titucionales mantenfan la posicién dominante, de suerte que el programa del nuevo gobierno era, en lo esencial, indistinguible del de su predecesor. Los seis ministerios socialistas solo podfan diluirlo y hacerlo mas digerible para el soviet. Kerensky, que estaba relacionado con el Partido Socialrevolucionario, sucedié a Guchkov como ministro de la Guerra. Tsereteli, el jefe menchevi- que mas eminente de aquel perfodo, antiguo diputado y presidiario conde- nado a trabajos forzados, se convirtié en ministro de Gorreos y ‘Telégrafos. tomo, hemos actualizado las obras, en particular las de Leén Trotsky, como Historia de la Revolucién rusa, por versiones en castellano actuales, revisadas y corregidas. N. del E.] 871 M. Paléologue, La Russie des Tsars pendant la Grande Guerre, vol. Ill, p. 188.ISAAC DEUTSCHER 245 Chernov, jefe de los socialrevolucionarios y participante en la conferencia de Zimmerwald, fue nombrado ministro de Agricultura. Skébeley, el antiguo dis- cfpulo y ayudante editorial de Trotsky, encabezé el ministerio de Trabajo. EL5 de mayo, un dia después de la llegada de Trotsky, los ministros so- cialistas se presentaron ante el soviet para peditle que apoyara a la coali- cién. Cuando Trotsky hizo su aparicién fue saludado con una ovacién, y Skébelev se dirigié a él llamdndolo “querido y amado maestro”, Algunos delegados le pidieron que expresara su opinién sobre el acontecimiento del dia. Trotsky “estaba visiblemente nervioso en aquella primera comparecen- cia, bajo la fija mirada de una masa desconocida y las ojeadas hostiles... de los ‘socialtraidores’”*”. Procedié cautelosamente, Empez6 exaltando la gran- deza de la revolucién, y describié en tal forma la impresién que esta le ha- bia causado al mundo que, por implicacién, redujo a modestas proporciones el acontecimiento de aquel dfa. Si los delegados, dijo, pudieran ver y medir, como lo habia hecho él en el extranjero, el impacto de la revolucién en el mundo, sabrian que Rusia “habia inaugurado una nueva época, una época de sangre y hierro, una lucha que ya no era de nacién contra nacién, sino de las clases suftidas y oprimidas contra sus gobernantes”., Estas palabras estallaron en los ofdos de los ministros socialistas, que se habian comprome- tido a continuar la guerra y a calmar los elementos desencadenados de la re- volucién, “No puedo ocultar”, prosigié Trotsky, “que disiento de mucho de Jo que est sucediendo aqui. Gonsidero que esta participacién en el gobierno es peligrosa... El gobierno de coalicién no nos salvaré de la dualidad de po- der existente; solo trasladaré esa dualidad al propio gobierno”. Esto no era diferente de lo que decian los bolcheviques: estos también hablaban de la di- visién del poder entre los soviets y el gobierno. Como si tratara de no herir a sus viejos amigos, Trotsky se expresé a continuacién en un tono més con- ciliador: “La revolucién no pereceré a causa de un gobierno de coalicién. Pero debemos recordar tres mandamientos: desconfiar de la burguesfa, su- pervisar a nuestros propios dirigentes y depender de nuestra propia fuerza revolucionaria..”. Hablé en plural de primera persona ~“debemos”, “nuestra fuerza” como para identificarse, en esa forma, con sus antiguos camaradas. Pero en la sustancia de su discurso fue irreconciliable: “Creo que nuestro proximo paso seré poner todo el poder en manos de los soviets. Solo un po- der tinico puede salvar a Rusia”. Esto también se asemejaba a la consigna de Lenin. Trotsky concluyé su largo y brillante razonamiento con la exclama- cidn de: “iViva la Revolucién rusa, prélogo de la revoluci6n mundial!”, y el auditorio quedé cautivado, si no por sus ideas, cuando menos por Ia sinceri- dad y la elocuencia con que las exponfa’*. 372 N, Sujénoy, ob. cit., vol. III, pp. 440-442. 373. L. Trotsky, Obrus (ed. rusa), vol. IIT, libro 1, pp. 45-46. 374 Sujénov, loc. cit.246 TROTSKY, EL PROFETA ARMADO Uno tras otro los ministros pidieron la palabra para contestar. Chernov prometié que los socialistas harian sentir su influencia en el gobierno, pero para ello necesitaban el apoyo sin reservas del soviet. Tsereteli se refirié a los peligros a que quedarian expuestos los soviets si se negaban a compartir el poder con la burguesia. Skébelev le advirtié a su “amado maestro” que en medio de una revolucién “la raz6n fria era tan necesaria como un coraz6n ardiente”. El soviet le dio un voto de confianza al nuevo gobierno. Solo la mi- noria de extrema izquierda voté en contra. 1 grupo politico que acogié a Trotsky como su jefe natural fue la Organizacién Interdistrital, la Mevhrayonka, como se la llamaba brevemente. El habia sido el inspirador de este grupo desde el extranjero a partir del mo- mento de su creacién en 1913, y habia colaborado en sus publicaciones. El grupo no aspiraba a formar un partido, Era una asociacién provisional de ni-olcheviques-ni-mencheviques, que persistian en la oposicién a la guerra, al principe Lvov y a los “socialpatriotas”, Su influencia se limitaba solamente a unos cuantos distritos obreros de Petrogrado, y aun en ellos fue ahogada por el rdpido ascenso del bolchevismo. A este pequefio grupo pertenecian, sin embargo, hombres que en el pasado habfan sido mencheviques o bolche- viques eminentes y que andando el tiempo volverian a escalar posiciones ele- vadas. La mayoria de ellos, Lunacharsky, Riazdnov, Manuilsky, Pokrovsk; Yoffe, Uritsky y Volodarsky, habian escrito para los periédicos de Trotsky. Otros cuantos, como Karajin y Yuréniev, se convirtieron mas tarde en di- plomaticos soviéticos de fama. Juntos formaban una brillante élite politica, pero su organizacién era demasiado débil y estrecha para poder servir de base a una accién independiente. Cuando Trotsky Ilegé, el grupo discutfa su futuro y contemplaba la posibilidad de una fusin con los bolcheviques y otros grupos de izquierda. En las asambleas piiblicas se les preguntaba a sus agitadores en qué diferian de los bolcheviques y por qué no hacian causa comin con ellos. Y esa pregunta, en verdad, no podfan contestarla satisfac- toriamente. Su separacién de los bolcheviques habia sido resultado de una larga y complicada disputa en el viejo partido; reflejaba diferencias pasadas y no presentes"®, EL 7 de mayo los bolcheviques y la Organizacién Interdistrital prepara- ron una bienvenida especial a Trotsky; y el 10 de mayo se reunieron para considerar la fusién propuesta. Lenin llegé, acompaiiado por Zinéviev y Kameney, y alli Trotsky lo vio por primera vez desde su poco amistoso en- cuentro en Zimmerwald. Sobre esta reunién solo disponemos de unas notas privadas de Lenin, fragmentarias pero muy informativas. Trotsky repitié lo que habfa dicho en la recepcién en su honor: que habfa depuesto su vieja ac- titud y no favorecia ya la unidad entre los bolcheviques y los mencheviques. 875 Sujdnov, ob. cit, vol. IV, p. 365; Trotsky, Obrus (ed. rusa ), vol. II, libro 1, p. 475 véase también el informe de Yuréniev en 6 Syezd RSDRP.ISAAC DEUTSCHER 247 Solo quienes habian roto completamente con el socialpatriotismo debian unirse ahora bajo la bandera de una nueva Internacional. Entonces, apa- rentemente, pregunt6 si Lenin aun sostenfa que la Revolucién rusa tenfa un cardcter meramente burgués y que su resultado seria “una dictadura democratica del proletariado y el campesinado”, no una dictadura prole- taria®®, Parece ser que no estaba bien enterado de la radical reorientacién que Lenin acababa de imprimirle al Partido Bolchevique. Este habia pasado el mes anterior a la llegada de Trotsky sumido en una intensa controversia con el ala derecha de st partido, encabezada por Kameney, y habia persua- dido al partido a que abandonara la “vieja concepcién” bolchevique sobre las perspectivas de la revolucién. Es de suponerse que esto se le explicé a ‘Trotsky inmediatamente. Si no fue otra persona, debe de haber sido su cuiia- do Kémenev quien le dejé saber que los adversarios bolcheviques de Lenin, el propio Kémeney entre ellos, le habjan reprochado a este haberse apropia- do de cabo a rabo la teorfa de la revolucién permanente y haber abandona- do el bolchevismo por el trotskismo. En rigor a la verdad, las sendas de Lenin y Trotsky, divergentes durante tanto tiempo, confiufan ahora. Cada uno de ellos habia llegado a ciertas con- clusiones que el otro habia formulado mucho antes y que el uno habia im- pugnado larga y enconadamente. Pero ninguno de los dos habia adoptado conscientemente el punto de vista del otro. Desde diferentes puntos de par- tida y a través de diferentes procesos, sus mentes habfan avanzado hacia su confluencia actual. Ya hemos visto cémo los acontecimientos de la guerra lle- varon gradualmente a Trotsky a sostener la opinién de que la escisién en el movimiento obrero era irremediable y que los internacionalistas revolucio- narios tenfan el deber de findar nuevos partidos. Mucho antes de la guerra, Lenin habia llegado a la misma conclusién, pero solo en lo tocante al partido ruso. La guerra lo habfa inducido a generalizar la conclusién y a aplicarla al movimiento obrero internacional. En los razonamientos y las reacciones ins- tintivas de Lenin, el factor primordial era su experiencia rusa, aunque esta por sf sola no determinaba su actitud, Trotsky por el contrario, habia proce- dido de la generalizacién internacional a la aplicacién del principio a Rusia. Gualesquiera que fueran los procesos por medio de los cuales llegaron a la conclusién comtin, las implicaciones précticas eran las mismas. Una diferencia similar en el enfoque y una identidad también similar en la conclusién pueden advertirse en sus respectivas valoraciones de las pers- pectivas. En 1905-6 Trotsky habfa previsto la combinacién de las revolucio- nes antifeudal y anticapitalista en Rusia y habia descrito el levantamiento uso como un preludio de la revolucién socialista internacional. Lenin se ha- bia negado entonces a ver en Rusia a la precursora del socialismo colectivis- ta. Dedujo el cardcter y las perspectivas de la revolucién de la etapa histérica 376 Léninskii Sbornik, vol. IV, pp. 300-303.248 TROTSKY, EL PROFETA ARMADO de desarrollo de Rusia y de su estructura social, en la que el campesinado in- dividualista era el elemento mayoritario. Durante la guerra, sin embargo, lle- ga contar con la revolucién socialista en los paises europeos avanzados y a colocar a la Revolucién rusa en su perspectiva internacional. Lo que ahora le parecia decisivo no era que Rusia no estuviera madura para el socialismo, sino que ella era parte de Europa, la que a su juicio sf lo estaba. En conse- cuencia, no vela ya ninguna razén para que la Revolucién rusa se limitara a sus llamados objetivos burgueses. La experiencia del régimen de Febrero le demostraba, ademds, que seria imposible quebrantar el poder de los terrate- nientes sin quebrantar y, a la larga, expropiar a la clase capitalista también, y esto significaba la “dictadura proletaria’ Aunque las antiguas diferencias entre Lenin y Trotsky se habfan desvane- cido, la posicién de los dos hombres era muy diferente. Lenin era el jefe reco- nocido de un gran partido que, aunque constitufa una minoria en los soviets, se habia convertido ya en el micleo aglutinador de toda la oposicién prole- taria al régimen de Febrero. Trotsky y sus amigos eran una pléyade de bri- llantes generales sin un ejército. Como individuo, Trotsky podia hacer ofr su vor desde las tribunas de la revolucién; pero solo un partido de masas y bien disciplinado podfa transformar ahora las palabras en hechos perdurables. Cada bando necesitaba al otro, aunque en diferente grado. Nada le conve- nfa mds a Lenin que poder introducir la pléyade de talentosos propagandis- tas, agitadores, técticos y oradores, encabezados por Trotsky, en el “Estado Mayor” de su partido. Pero se sentia orgulloso del partido que él habia forja- do y consciente de las ventajas que este tenfa. Estaba resuelto a que Trotsky y suis amigos ingresaran en su partido. Dentto de él, estaba dispuesto a con- cederles todos los derechos democraticos, a compartir con ellos su influencia y, como lo demuestra la historia posterior, a permitir que lo derrotaran con tuna mayoria de votos en ocasiones importantes, Pero no estaba dispuesto a desechar su partido y fundirlo con grupos menores en un nuevo organismo. Para hacer tal cosa habria tenido que incurrir en la simula tributo innecesario a la vanidad de otros. En Ia reunién del 10 de mayo les pidié a Trotsky y a los amigos de este que ingresaran inmediatamente en el Partido Bolchevique. Les ofte- cié posiciones en los organismos de direccién y en el cuerpo de redaccién de Praudé. No les puso ninguna condicién. No le pidié a Trotsky que re- nunciara a nada de su pasado; ni siquiera hizo mencién a las controver- sias anteriores. E] mismo las habja expulsado de su mente y esperaba que ‘Trotsky hiciera lo mismo: tanto asi deseaba darse la mano con todos los mn. pagarle un 877 Lenin, Obras (ed. rusa), vol. XXIV, pp. 214-216, 274-275, 276:279, passim. 378 Aun antes, Lenin habfa propuesto al Comité Central bolchevique que se invita- raa Trotsky a dirigir el diario popular del Partido, pero la propuesta fue rechazada por el Comité. Krisnaya Létopis, mim. 3, 1923.ISAAC DEUTSCHER 249 que pudieran contribuir a la causa comtin. En aquel entonces abrigaba in- cluso la esperanza de una reconciliacién con Mértov, que se habfa separado de los mencheviques, habia permanecido fiel al programa de Zimmerwald y se oponia al gobierno de coalicién™. Trotsky hubiera tenido que ser mucho menos orgulloso de lo que era para aceptar inmediatamente las propuestas de Lenin. También tenfa que considerar las objeciones planteadas por algunos de sus compaiieros que ha- blaban sobre la falta de democracia en el partido de Lenin y de las “practicas sectarias” de los comités y los concilidbulos bolcheviques. Trotsky, que du- rante tanto tiempo habia criticado al partido de Lenin en los mismos térmi- nos, vefa ahora pocas razones para esas aprensiones. En su respuesta a Lenin se refirié al reciente cambio en el Partido Bolchevique, que, segtin él, “habfa adquirido una perspectiva internacionalista” y se habia “desbolchevizado”. Politicamente, por lo tanto, estaba de completo acuerdo con Lenin, y tam- bign aceptaba la mayor parte de sus propuestas técnicas para la cooperacién inmediata. Pero, precisamente porque el Partido Bolchevique habia cambia- do de manera tan notable y con tanto provecho, a él y a sus amigos no debfa pedirseles que se llamaran bolcheviques. “No puedo describirme como un bolchevique. Es indeseable aferrarse a las viejas etiquetas™™. La unidn de- berfa efectuarse en un nuevo partido, con un nuevo nombre, en un congre- so conjunto de sus organizaciones, Trotsky debe de haber estado consciente de que en tal congreso, los bolcheviques de todos modos habrian tenido una preponderancia absoluta, de manera que toda la diferencia se reducfa a la “etiqueta”. La cuestién era demasiado insignificante para justificar el aferra- miento de Trotsky y sus compafieros a su aislamiento politico; pero por el momento el asunto de la unificacién quedé pospuesto. Cuando por aquellos dias alguien le pregunté a Lenin qué era lo que los mantenia a él y a Trotsky separados a pesar de su completo acuerdo, aquel respondié: “Pero, éno lo sabe usted? La ambicién, la ambicién, la ambicién”"!, Para Trotsky, declararse bolchevique equivalia a una rendi- cién tacita, no ante el Lenin del presente, sino ante el Lenin del pasado; y la idea de una rendicién le repugnaba. Con todo, la rendicién era en parte inevitable, pues el principal arquitecto de lo que resulté ser el parti- do de la revolucién habia sido el Lenin del pasado, el emigrado. Por otra parte, el programa actual del partido encarnaba lo que habia sido el pun- to de vista de Trotsky mas bien que el de Lenin. Y esto no se lo reconocia 379 Lunacharsky (Revolutsinnie Silucti, p. 69) escribe: “En mayo y junio de 1917 Lenin deseaba una alianza con Martov”. El propio Lunacharsky abrigé la esperanza, aun mucho después, de que Martov pudiera convertirse todavia en el jefe de un ala derecha dentro del Partido Bolchevique, y expresé esa esperanza en su libro, publicado en 1923. Ibid., p. 70. 380 Léninskii Sbornik, vol. IV, loc. cit. 381 Balabdnov, ob. cit, pp. 175-17250 TROTSKY, EL PROFETA ARMADO nadie. Pese a todo lo que ello pudo haber lastimado a Trotsky, es casi seguro que Lenin no pensaba en el asunto; y aun cuando hubiese estado dispuesto a expresar el reconocimiento, no habria podido hacerlo en ninguna forma. Un partido revolucionario, en medio de una revolucién, no tiene tiempo para ser puntilloso en cuanto a la paternidad de las ideas politicas. Mds tar- de aquel mismo afio, Lenin no le regateé su homenaje a Trotsky cuando dij que desde que este habia roto con los mencheviques no habia habido mejor bolchevique que él". Trotsky, por su parte, tenfa demasiado sentido politico para no ver que serfa risible insistir en aquel momento en su superior capa- cidad de prediccién. Para él también la politica prictica de la revolucién era infinitamente més importante que los viejos prondsticos tedricos. Su vacila- cién no era mas que el tiltimo aleteo de su oposicién a Lenin. Por el momento siguié siendo un francotirador politico. En su biisque- da de contactos visité la redaccién de Novaya Zhizn (Nueva Vida) de Gorki Ambos se habian conocido y admirado durante mucho tiempo. Sus dife- rencias de edad, temperamento y modo de pensar eran tales que hacian imposible una amistad intima, pero no les habfan impedido colaborar oca sionalmente, sobre todo cuando Gorki se alejé de Lenin. Ahora Gorki ocupaba una posicién intermedia entre los bolcheviques y los menchevi- ques, y en su gran diario los reconvenfa a ambos y a ambos les predica- ba moral revolucionaria, Abrigé la esperanza de poder atraerse a Trotsky creyendo que este, al igual que él, tratarfa de conciliar a los adversarios dentro del campo socialista. Los primeros pronunciamientos de Trotsk; en Petrogrado le habfan causado aprensién, y los colaboradores de su pe- ridédico cuchicheaban que “Trotsky era peor aun que Lenin”. Ello no obs- tante, Gorki organizé una reunién de su cuerpo de redaccién con aquel. De inmediato se hizo claro que sus propésitos estaban en contradiccién. Por otra parte, la influencia de Gorki era estrictamente literaria. Su diari pese a todos sus méritos periodisticos, no tenfa vinculos firmes con las co- rrientes de opinién y con las organizaciones que contaban en la revolucin. En politica marxista, el gran novelista era infantilmente ingenuo. Sin em- bargo, con la falta de modestia caracterfstica de un hombre famoso por es- fuerzo propio, adoptaba la postura de ordculo politico. Nada habria sido més incongruente que la asociacién de Trotsky con Gorki, no digamos ya Ia aceptacién de este por aquel como orientador politico. Trotsky buscaba una firme estructura de organizacién, un sélido asidero en las realidades de la revolucién, y eso no podfa ofrecérselo el escritor. Su intercambio de opiniones fue mas bien agrio, y Trotsky le puso fin diciendo que no le que- daba otra salida que hacer causa comin con Lenin**. 382 Trotsky, The Stalin School of Falsfication, p. 105. 383 Sujénov, ob. cit, vol. IV, p. 191; Trotsky, History of the Russian Revolution, vol. I, pp. 486-487.ISAAC DEUTSCHER 251 Entretanto fund6 Vperiod (Adelante), el periddico de la Organizacién Interdistrital. /period, aunque contaba con muchos colaboradores brillantes, no tuvo éxito, En aquel momento solo alcanzaban gran circulacién los pe- riédicos que disponfan de un poderoso apoyo econémico o de los servicios desinteresados de una organizacién ampliamente ramificada. Vperiod no con- taba con ninguna de las dos cosas. Gomenzé como semanario, pero salfa de las prensas con poca regularidad, y en total se publicaron solo dieciséis ntimeros antes de que la Organizacién Interdistrital ingresara en el Partido Bolchevique. Fue a través de la palabra hablada, mds que de la escrita, como Trotsky hizo sentir su influencia en la vida politica de la capital. Hablé por lo gene- ral en compaiifa de Lunacharsky en innumerables asambleas. Al cabo de solo dos 0 tres semanas después de su Iegada, tanto él como Lunacharsky habfan ganado una enorme popularidad como los agitadores mas elocuen- tes de la izquierda soviética'. La base naval de Kronstadt, situada a las afueras de la capital, fue su campo de accién favorito, y Kronstadt resul- 6 ser sumamente importante en su posterior destino politico. La Marina se hallaba en un estado de completa rebelién. La base formaba una especie de reptiblica roja que no acataba a ninguna autoridad. Los marinos resistian violentamente los intentos del gobierno por volver @ imponerle la discipli- na. El ministerio nombré comisarios, algunos de los cuales se desprestigia- ron a causa de su relacién con el antiguo régimen e incluso con las pandillas de las Genturias Negras. Los marinos se negaron a admititlos en los barcos y golpearon a varios de ellos. Trotsky exhoraba a los marinos a no perder la cabeza y a abstenerse de ejercer la venganza, pero también hacia todo lo posible por atizar su ardor revolucionario. A fines de mayo los ministros socialistas acusaron a los marinos ante el soviet, y Trotsky salié en su defensa. No justificd sus excesos, pero sostuvo que estos podrian haberse evitado si el gobierno no hubiese nombrado comi- sarios a hombres desprestigiados y odiados. “Nuestros ministros socialistas”, exclamé, “se niegan a luchar contra el peligro de las Genturias Negras. En lugar de ello, les declaran la guerra a los marinos y soldados de Kronstadt. Pero si la reaccién levantara cabeza y un general contrarrevolucionario tra- tara de poner una cuerda alrededor del cuello de la revolucién, vuestros comisarios de las Genturias Negras enjabonarfan la cuerda para todos no- sotros, en tanto que los marinos de Kronstadt acudirfan a luchar y a mori con nosotros”, Esta frase fue muy citada posteriormente, cuando los ma- rinos de Kronstadt defendieron en realidad al gobierno de Kerensky contra el motin del general Kornilov, Trotsky también redact6 para ellos el vibran- te manifiesto con el que estos apelaron ante el pais contra el Ministerio de la 384 Sujdnoy, ob. cit., vol. IV, pp. 164-167. 385 Trotsky, Obras (ed. rusa), vol. III, libro 1, p. 52 y ss.252 TROTSKY, EL PROFETA ARMADO Guerra (este fue el primer revés de Kerensky desde que fue nombrado mi- nistro de la Guerra). A partir de ese momento los marinos siguieron fielmen- te a Trotsky, lo protegieron y casi lo idolatraron, y lo obedecieron en todas las ocasiones en que los llamé a la accién o los exhorté a dominar sus éni- mos caldeados®*, ‘También por aquellos dias establecié su tribuna en el Girco Modemo, donde casi todas las noches se dirigia a enormes multitudes, El anfiteatro se atestaba de tal manera que Trotsky generalmente era transportado sobre las cabezas del auditorio hasta la tribuna, y desde Io alto de esta podia ver los ojos excitados de las dos hijas de su primer matrimonio, que asistian a las asambleas. Hablaba sobre las cuestiones del momento y los objetivos de la revolucién con su acostumbrada ldgica penetrante, pero también absorbfa el espiritu de la multitud, su severo sentido de justicia, su deseo de ver las co- sas en sus contornos marcados y claros, su tensién y sus grandes esperanzas. Posteriormente recordé cémo ante la sola presencia de la muchedumbre, las palabras y argumentos que habfa preparado de antemano retrocedfan y se dispersaban en su mente, y otras palabras y argumentos, inesperados para 4 mismo pero que satisfacian uma necesidad de sus oyentes, acudian a sus labios como si provinieran de su subconsciente. A continuacién escuchaba su propia voz como si fuera la de un extrafio, tratando de no quedar a la zaga del impetuoso torrente de sus propias ideas y frases para evitar el peli- gro de que, como los sonémbulos, pudiera despertar stibitamente y suftir un colapso. Aqui sus concepciones politicas dejaban de ser la destilacién de la reflexién individual o de los debates en pequefios cfrculos de politicos profe- sionales. Se fundfa emocionalmente con la cilida y oscura masa humana que tenia por delante, y se convertia en su yehiculo de expresién. Llegé a identi- ficarse en tal forma con el Girco Modemo que, cuando regresaba al Palacio de Téurida o al Instituto Smolny, donde el soviet celebraba sus sesiones, y atacaba a sus adversarios 0 discutia con ellos, estos le gritaban: “IEh, que aqui no esta usted en el Circo Moderno!” 0 “iEn el Circo Moderno no ha- bla usted asi!” A comienzos de julio se reunié en Petrogrado el I Congreso de los soviets de Toda Rusia, cuyas sesiones duraron tres semanas. Por primera vez. los partidos y sus ditigentes se enfrentaron en un foro nacional, el tinico érgano nacional electivo que entonces existfa en Rusia. Los socialistas moderados contaban con cinco sextas partes de los votos aproximadamente. Sus jefes eran intelectuales civiles, pero en sus filas abundaban los uniformes militares y las rubajas campesinas. En la extrema izquierda, entre los 120 miembros de la oposicién, predominaban los obreros de los grandes centros industriales. 386 F. F. Raskélnikov, Kronstadt i Piter v 1917 godt, p. 77. 387 Trotsky, Mi vida, tomo I, p. 501; John Reed, Dies dius que conmovieron al mundo, Edi- torial Grijalbo, México, D-F, 1962, pp. 3738.ISAAC DEUTSCHER 253 El Congreso reflejaba una division entre los elementos militares y rurales de las provincias y los elementos proletarios de las ciudades. Pocos dias an- tes, unas elecciones municipales en Petrogrado habian revelado un desplaza- miento significativo. Los demécratas constitucionales, o kadetes, dominantes en el gobierno, suftieron una derrota aplastante en sus distritos mas “seguros”. Los mencheviques obtuvieron la mitad de los votos. Los barrios obreros vota- ron sélidamente por los bolcheviques. Los mencheviques se presentaron en el Congreso como los esperanzados vencedores del dia. Los bolcheviques traje- ron consigo una nueva confianza en su fatura victoria” Los portavoces de la Oposicién de Izquierda esgrimieron contra la mayo- ria el propio triunfo de esta. El principe Lvov y los kadetes, dijeron, tenian tun apoyo popular insignificante. Los socialistas moderados representaban a la abrumadora mayoria de la nacién. éPor qué entonces se contentaban con los papeles de mandaderos ministeriales de los kadetes? éPor qué no consti- tufan su propio gobierno, tal como estaban democraticamente autorizados y moralmente obligados a hacerlo? Este fue el tenor del discurso de Lenin, y también el tema principal del de Trotsky", Aun cuando su argumenta- cién era en algunas partes mas tajante que la de Lenin, Trotsky se dirigié a la mayoria en un tono mas amistoso, invocando intereses y destinos co- miunes. Traté de que los mencheviques y los socialrevolucionarios cobraran conciencia de su situacién humillante y de persuaditlos a que rompieran su alianza con los partidos burgueses. No tenfa sentido, dijo, tratar de conver tir al gobierno en una cémara de conciliacién de las clases sociales. “Una c&- mara de conciliacién no puede ejercer el poder en una época revolucionaria”. El principe Lvov y los suyos representaban clases acostumbradas a gober- nar y dominar; y los ministros socialistas, con su complejo de inferioridad, se dejaban intimidar con excesiva facilidad. Hizo, sin embargo, unas cuan- tas referencias amistosas a Peshejénov, el menos conocido de los ministros socialistas, que le valievon los aplausos de las bancas de la mayorfa. Y argu- menté en el sentido de que un gobierno formado solo por tales Peshejsnovs serfa “un considerable paso adelante”, “Comprendan, camaradas, que en este asunto no veo las cosas desde el punto de vista de ninguna fraccién © partido, sino desde una perspectiva més amplia...”. Convino con los minis- tos socialistas en que las clases trabajadoras debfan ser disciplinadas, pero no por un ministerio capitalista y en beneficio de la politica capitalista. Este exa el origen de toda la agitacién en la extrema izquierda, de la cual se que- jaba la mayorfa. 388 Sujénov, ob. cit,, vol. IV, pp. 204-206. 389 Lenin, Obrus (ed. rusa), vol. XXV, pp. 314 390 Pervyi Vieras. Syead Sovietov, vol. 1, pp. 142-149. El resumen del discurso de Trotsky se basa en esta fuente. En ediciones posteriores las alusiones amistosas a los menchevi- ques fueron revisadas.254 TROTSKY, EL PROFETA ARMADO “Los llamados agitadores de izquierda”, sostuvo, “preparan el futuro de la Revolucién rusa. Me atrevo a decir que nosotros, con nuestra actividad, no socavamos la autoridad de ustedes, sino que somos un elemento indis- pensable para la preparacién del futuro”. “Gamaradas, no espero convencer- los el dia de hoy, pues esa seria una esperanza demasiado temeraria. Lo que desearfa lograr hoy es hacerles ver que si estamos en oposicién a ustedes, no es por motivos hostiles... de una fraccién egoista sino porque, junto con us- tedes, sufrimos todos los dolores y las agonias de la revolucién. Vemos solu- ciones diferentes de las que ven ustedes y estamos firmemente convencidos de que, si bien ustedes consolidan el presente de la revolucién, nosotros pre- paramos el futuro para ustedes”, A estas alturas, Lenin ya no les concedia a sus adversarios el crédito que Trotsky todavia les daba, aunque conve- nfa con que un “gobierno formado por doce Peshejénovs” representaria un avance respecto a la coalicién actual. Estos debates se vieron exacerbados por el “incidente Grimm”. Grimm exa un parlamentario suizo, socialista y pacifista, que habia participado en la conferencia de Zimmerwald. Al habfa mantenido una posicién “centris- ta” y habia disentido de las tacticas revolucionarias de Lenin, Posteriormente ayudé a preparar el viaje de Lenin a Rusia, a través de Alemania. En mayo, Grimm llevé a los dirigentes de los partidos gobernantes en Petrogrado un mensaje del gobierno alemin en el que este sondeaba a Rusia acerca de las posibilidades de paz. El gobierno ruso expulsé a Grimm como agente ale- man, aunque sin revelar las razones que tenfa para tomar esa medida. Grimm no era, en rigor, un agente aleman. Como pacifista un tanto inge- nuo, le parecfa muy natural ser portador de un sondeo de paz. Poco versado en las complicaciones de la politica revolucionaria rusa, no podia compren- der por qué los socialistas rusos -ya fueran aquellos que, como los bolchevi- ques y Trotsky, clamaban por la paz, 0 aquellos que, como los menchevique: prometian constantemente una paz a corto plazo- se oponfan a su accién’", Lenin y Trotsky no estaban enterados de la actividad de Grimm. EI hecho, sin embargo, de que el gobierno hubiera denunciado a Grimm como agen- te aleman fue utilizado de inmediato para desacreditar a los participantes ru- sos en el movimiento de Zimmerwald. Miliukov pronuncié un discurso en el que, segiin los informes disponibles, acus6 a Lenin y ‘Trotsky de ser tam- bién agentes alemanes. Trotsky salié en defensa de Grimm en el Congreso. Manifesté que, en su opinién, el gobierno no habfa actuado correctamente al expulsar a Grimm, y vio en el incidente una siniestra intriga de Miliukov. Refiriéndose a las acusaciones de Miliukov contra él y Lenin, dijo, volvién- dose hacia la mesa de los periodistas: “Desde esta tribuna de la democracia revolucionaria, me dirijo a la prensa honrada de Rusia con el ruego de que 391 Pervyi Vieros. Syead Savietov, vol. I, p. 149. 392 Balabanoy, ob. cit., p. 178.ISAAC DEUTSCHER 255 recojan estas palabras mias: (Mientras Miliukov no retire esa acusacién, so- bre su frente quedard impreso el estigma de un vil calumniador!”*®. “Las palabras de Trotsky”, informé el periédico de Gorki, “dichas con gran energfa y dignidad, provocaron una ovacién clamorosa en toda la sala. El congreso entero, sin distincién de partidos, le aplaudié ruidosamente du- rante Varios minutos”, Al dia siguiente Miliukov declaré que él no habfa descrito a Lenin ni a Trotsky como agentes alemanes; solo habia dicho que el gobierno deberia encarcelarlos por su actitud subversiva®. Esta fue la tiltima ocasin en que el Congreso aclamé a Trotsky en for- ma tan undnime. A medida que los debates prosiguieron, el abismo que se- paraba a los partidos se hizo permanente. Los dnimos se exaltaron durante tuna controversia acerca de la tiltima Duma. Esa Duma habia sido elegida en 1912 sobre la base de un sufragio muy limitado; habia funcionado como la asamblea consultiva del zar, no como un verdadero Parlamento; y en su gran mayorfa habfa estado formada por incondicionales del zar. Los kade- tes abogaban por el restablecimiento de la Duma, que ellos esperaban utili zar como una base cuasiparlamentaria para su gobierno. Los mencheviques y los socialrevolucionarios presentaron ante el Congreso una resolucién acu- fiada en términos vagos que Mértov parafrased ingeniosamente de la si- guiente manera: “La Duma ya no existe, pero por la presente os dejamos saber nuestra oposicién a cualquier intento de poner fin a su existencia”®*, Lunacharsky presenté una mocién en el sentido de que Ia Duma fuera sepul- tada como una reliquia de un pasado vergonzoso. Trotsky lo secundé con un discurso virulento. Cuando en una de las siguientes sesiones volvié a to- mar la palabra y se ditigié a los delegados llaméndolos, como de costumbre, “Camaradas”, fue interrumpido por una griteria: “Qué clase de camaradas somos usted y nosotros?” y “iDeje ya de llamarnos camaradas!”. Trotsky guardé silencio y se acercé més a los bolcheviques®”. EI problema principal que ocupaba la atencién del Congreso era la si- tuacién del ejército. Desde el derrocamiento del zarismo los frentes habian estado inactivos. Presionado por los aliados occidentales, el gobierno y el Estado Mayor preparaban una nueva ofensiva para la cual deseaban obte- ner la aprobacién de los soviets. El Estado Mayor presionaba también para obtener una revisién de la famosa Orden Niimero 1, la Carta Magna de la libertad de los soldados. En este debate Trotsky pronuncié su discurso prin- cipal, en el que advirtié al gobierno que después de las pérdidas tremendas que el ejército habfa sufrido y después del desbarajuste de sus servicios de 393. Peruyi Vieras. Syezd Sovietov, p. 158. 82. 394 Novaya Zhizn, 6 de junio de 1917. 395 Rech, 7 de junio de 1917. 396 Peruyi Vieros. Syexd Sovictov, pp. 295-298. 397 Ibid., p. 352.256 TROTSKY, EL PROFETA ARMADO aprovisionamiento a causa de la ineficiencia, la especulacién y la conmupcién, el ejército era incapaz de continuar combatiendo. La ofensiva terminarfa en tun desastre y el intento de restablecer la antigua disciplina no conducirfa a ninguna parte. “Afortunadamente para toda la historia de Rusia, nuestro ejército revolucionario ha descartado la vieja concepcién del ejército ruso, la concepcién de la langosta... cuando centenares de miles de hombres so- Ifan mori pasivamente... sin conocer siquiera la finalidad de su sacrificio... iMaldigamos el perfodo histérico que hemos dejado atrés! Lo que ahora es- timamos no és el herofsmo elemental e inconsciente de la masa, sino un he- roismo que se refleje a través de cada toma de conciencia individual”. En el momento actual el ¢ército no tenfa ninguna idea por la cual luchar. “Repito que en este mismo ¢éxcito, tal como ha surgido de la revolucién... existe y existirdn ideas, consignas, propésitos capaces de movilizarlo y de im- partirle a este ejército nuestra unidad y entusiasmo... El ejército de la gran Revolucién francesa respondié conscientemente a los Ilamamientos a una ofensiva, éCual es el meollo del problema? Es este: en la actualidad no existe ningtin propésito semejante que pueda movilizar al ejército... Todo soldado capaz de pensar se pregunta: por cada cinco gotas de sangre que yo derrame hoy, éno estaré derramando una gota por la Revolucién rusa y cuatro por la Bolsa francesa y el imperialismo inglés?”™*, Solo si Rusia se desligaba de los alineamientos imperialistas, solo si el poder de las viejas clases gobernantes era destruido y los soviets establecian un nuevo gobierno, “podremos di gimos a todos los pueblos de Europa y decirles que un baluarte de la revo- lucién se ha alzado ahora en el mapa de Europa”, A continuacién reanudé su didlogo siempre reiterado con los escépticos que no crefan que “la revolucién se propagaria y que el eéxcito revolucio- nario ruso y la democracia rusa encontrarian aliados en Europa”: “Mi res- puesta es que la historia no nos ha dado ninguna garantia a nosotros, a la Revolucién rusa, de que no seremos aplastados, de que nuestra voluntad re- volucionaria no sera estrangulada por una coalicién del capital mundial, de que el imperialismo mundial no nos crucificara”, La Revolucién rusa repre- sentaba un peligro tan grande para las clases propietarias de todos los paises, que elas tratarian de destruirla y de transformar a Rusia en una colonia del capital europeo o, lo que era mas probable, del capital norteamericano. Pero esta prueba de fuerza pertenecfa aun al futuro, y los soviets estaban obliga- dos a prepararse para ella. “Si... la Alemania (revolucionaria) no se alza, o si se alza demasiado débilmente, entonces moveremos nuestros regimientos... no para defendernos, sino para emprender una ofensiva revolucionaria”. En este punto la vigorosa alocucién fue interrumpida por una voz anénima de 399 Ibid., p. 354. 400 Tbid., p. 356 y ss.ISAAC DEUTSCHER 257 entre los delegados: “iEntonces ser demasiado tarde!”. Antes de que termi- nara el afio, la voz anénima demostr6 tener la razén. Pero en el Trotsky que se dirigia al Congreso pueden discernirse claramente los rasgos del hombre que no solo se enfrentarfa, sin ninguna fuerza armada a sus espaldas, a la di- plomacia de los Hohenzollern y los Habsburgo, sino que también crearia el Ejército Rojo. En este Congreso tuvo su tiltimo choque con Plejénov. Se dirigfan fifa- mente el uno al otro como “ciudadanos”, no como “camaradas”. Plejanov habia llegado al extremo de su actitud belicista, y aun los mencheviques se sentian tan incémodos con sus exabruptos chovinistas que se mantenian ale- jados de él. Pero el Congreso rindié un célido homenaje a los méritos pa- sados de Plejénov, solo para que este le endilgara un manoseado sermén patridtico. Trotsky se lo reproché y Plejénov le contesté con altanerfa, com- pardndose a si mismo ora con Danton, ora con Lasalle, y contrastando a los descorazonados y abatidos ejércitos de la Revolucién rusa con los ejércitos de Cromwell y los jacobinos, cuyos “animos se vivificaban cuando bebfan Ja savia de la revolucién”. Mal podia imaginarse el enfermo veterano que su mis joven y muy despreciado adversario seria precisamente el llamado a desempeiiar el papel de Danton ruso, el llamado a hacer que los ejércitos ru- sos “bebieran la savia de la revolucién”. Durante la mayor parte de los trabajos del Congreso, la mayoria traté con desdén a los bolcheviques y sus aliados. Guando ‘Tsereteli, defendien- do al gobierno de coalicién, desafié a los delegados a que dijeran si habia en Rusia un solo partido dispuesto a hacerse cargo él solo de las responsabili- dades del gobierno, Lenin lo interrumpié desde su banca para decitle que su partido estaba dispuesto a ello. La mayorfa ahogé las palabras de Lenin con sus carcajadas. Los delegados de las provincias no estaban enterados de que en Petrogrado la influencia de la oposicién crecia ya como un alud. Lenin de- seaba impresionarlos y mostrarles que Petrogrado exigfa el fin de la coalicién y la formacién de un gobierno socialista, es decir, de un gobiemo forma- do solo por los socialistas moderados. Pese a su declaracién desde la banca, que era una declaracién de principio, no de finalidad inmediata, Lenin no se proponia atin el derrocamiento del gobierno. Menos atin abogaba por una coalicién entre los socialistas moderados y su propio partido. Mientras los bolcheviques fueron una minoria en los soviets, insté a sus seguidores a que no jugaran a tomar el poder, sino a que “les explicaran pacientemente su ac- titud a las masas”, hasta que obtuvieran la mayorfa. Este era el meollo de su constitucionalismo soviético. Mientras tanto, la consigna de los bolcheviques no era “iAbajo el gobierno!”, sino “iAbajo los diez ministros capitalistas!”. Pasando por alto las aprensiones que existian en su propio Gomité Central, Lenin preparé con gran secreto una gran manifestacién de masas bajo esta consigna para el 10 de junio. Trotsky, desechando los temores de sus amigos, indujo a la Organizacin Interdistrital a unirse a la manifestacién. Pero el 9 de258 TROTSKY, EL PROFETA ARMADO junio, cuando Pravda hizo un llamamiento piiblico a los obreros y a la guar- nicién, el Ejecutivo del Congreso prohibié la manifestacién. Ni Lenin ni Trotsky deseaban desafiar la prohibicién. Decidieron acatar la decisién de la mayorfa, cancelar la manifestacién y explicar su actitud en tun manifiesto especial. Aquel fue un momento de ansiedad. éLe harfan caso los obreros al aviso de cancelacién? Y si asi lo hicieren, éno interpretarian exréneamente la actitud del Partido? éNo se enfriarfa su voluntad de accién? Lenin redacté una declaracién explicatoria, pero como ni sus seguidores ni 4 mismo quedaron satisfechos con ella, adopté de buen grado otro texto presentado por Trotsky; y este fixe lefdo en el Congreso en nombre de toda la oposicién. Trotsky, que aun no era miembro del Partido, también redacté para el Comité Central bolchevique un manifiesto sobre el mismo asunto", EL 10 de junio Petrogrado permanecié en calma. Pero los dirigentes de la mayorfa del soviet decidieron convocar a otra manifestacién de masas para el 18 de junio, esperando convertirla en una manifestacién de apoyo a su po- litica. El dfa sefialado, medio millén de obreros y soldados desfilaron fren- tea la tribuna donde el Congreso se habfa reunido in corpore. Para desaliento de los socialistas moderados, todos los estandartes en el desfile tenfan inscri- tas consignas bolcheviques: “iAbajo los diez ministros capitalistas!”, “iAbajo la guerra!” y “Todo el poder a los soviets!”, La manifestacién conchryé pa- cfficamente, sin motines ni choques. Pero por primera vez los partidos an- tibolcheviques pudieron medir la impresién que la politica y las consignas bolcheviques habian causado en las masas. En este primer periodo de su actividad ~era apenas el segundo mes des- pués de su regreso- la personalidad de Trotsky habfa adquirido ya un nuevo ¢ inmenso lustre. Lunacharsky escribe que “bajo la influencia del deslum- brante éxito de Trotsky y de la enorme fuerza de su personalidad, muchos de quienes se hallaban cerca de él se inclinaban incluso a ver en Trotsky al primer jefe genuino de la Revolucién rusa. Uritsky... me dijo en una ocasién, y segtin parece también a Manuilsky: ‘Bueno, la gran revolucién ha llegado, y ya ve usted que, aunque Lenin tiene tanta sabidurfa, empieza a opacarse junto al genio de Trotsky”. Esta opinién, aiiade Lunacharsky, era incorrec- ta, no porque exagerara las dotes y el poder de Trotsky, sino porque el al- cance del genio politico de Lenin aun no se habfa revelado. “Es cierto que en este perfodo... Lenin se opacé un poco. No hablaba en piblico muy a menu- do y no escribia mucho. Dirigia principalmente el trabajo de organizacién en el bando bolchevique, mientras Trotsky tronaba en las asambleas”. En 1917, sin embargo, la revolucién se hacia tanto en las asambleas como dentro del dmbito mas reducido del Partido’. 401 Lenin, Obras (ed. rusa), vol. XXV, pp. 60-61; Trotsky, Obras (ed. rusa), vol. IIL, li bro 1, p. 137; y Lénine, pp. 66-69. 402 Lunacharsky, ob. cit, pp. 2528.ISAAC DEUTSCHER 259 A principios de julio los bolcheviques convocaron el VI Congreso nacio- nal de su partido. Seria en esta ocasién cuando la Organizacién Interdistrital ingresarfa en sus filas. Ya no se hablaba mas de cambiar la “etiqueta” del Partido. Durante cierto tiempo la mayorfa de la Organizacién Interdistrital se resistié, y en nombre de ella Yuréniev todavia previno a los miembros contra “Jos malos habitos organizativos” de los bolcheviques y contra su propen- sién a trabajar a través de reducidos concilidbulos secretos. Trotsky encabe- 26 a la minoria que abogaba por realizar la fusién cuanto antes. Argument6 que, con su salida de la zona oscura de la clandestinidad y con el desper- tar del amplio movimiento popular, los bolcheviques se habfan despojado en buena medida de sus viejos habitos, y que lo que quedaba de estos serfa climinado més facilmente en un partido comin que trabajara abiertamen- te, Con la ayuda de Lunacharsky, logré convencer a la mayorfa"’, Pero an- tes de que se efectuara la fusién, el pats se vio sacudido por la crisis de las Jornadas de Julio. Esta fue ta de esas violentas convulsiones que ocurren inesperadamen- te en toda revolucién, trastornan los planes de todos los dirigentes, aceleran el desarrollo de los acontecimientos y llevan la polarizacién de las fuerzas hostiles a su Iimite extremo. La paciencia de la guarnicién y de la poblacién obrera se habia agotado. Las colas para comprar pan crecian interminable- mente. El dinero, cuya circulacién era diez veces mayor que la de preguerra, se habia devaluado. La especulacién era desenfrenada. Las masas veian que desde el comienzo de la revolucién las condiciones de su vida diaria habian empeorado, y se sentian defraudadas. Encima de todo ello, el gobierno puso en marcha la costosa ofensiva militar. Pero aun existia una discrepancia en- tre el estado de dnimo de la capital y el de las provincias. Petrogrado clamaba por un cambio inmediato y por la renuncia del segundo gobierno del princi- pe Lvov. En las provincias, sin embargo, el régimen de Febrero no estaba en modo alguno desprestigiado. ‘Trotsky y Lenin, al examinar el equilibrio de fuerzas en el conjunto del pais, sabjan que todavia no era el momento de pasar al ataque. Pero sus se- guidores en Ia capital, hirviendo de impaciencia, empezaron a ver sus tdc- ticas con desconfianza, Los anarquistas denunciaron la actitud de espera y Ia falsedad de los bolcheviques, del mismo modo que los bolcheviques ha- ban denunciado las vacilaciones y la falsedad de los mencheviques y los so- cialrevolucionarios. Finalmente, varios regimientos colocaron a la direccién bolchevique frente a un hecho consumado y Ilamaron a una manifestaci6n armada para el 3 de julio. Los marinos de Kronstadt y los obreros civiles de la capital, incitados por los agitadores bolcheviques de base, respondie- ron dvidamente al llamado. Como sucede en la mayoria de tales situacio- nes, cuando una iniciativa politica arriesgada surge directamente de la ira 403 Trotsky, Obras (ed. rusa), vol. III, libro 1, pp. 145-149.260 TROTSKY, EL PROFETA ARMADO impulsiva de las masas, el propésito de la iniciativa no era claro. Quienes lla- maban a la manifestacién no sabian si su objetivo era derrocar al gobierno o simplemente manifestar en forma pacifica. La direccién bolchevique hizo un intento de cancelar la manifestacién, tal como lo habia hecho el 10 de junio. Pero esta vez la pasién popular no pudo ser reprimida™. Lenin traté entonces de colocar a su partido a la cabeza del movimien- to a fin de mantenerlo dentro de los limites de una manifestacién pacifica cuyo propésito seria el de exhortar una vez mds a los socialistas moderados a que formaran su propio gobierno basado en los soviets. Para apoyar esta demanda, enormes multitudes invadieron el centro de la ciudad llenando las calles, marchando y celebrando asambleas durante dos dias y dos noches. Los oradores bolcheviques, entre ellos el propio Lenin, les dirigieron la pa- labra, atacando a la coalicién gobernante pero pidiendo calma y disciplina al mismo tiempo. La multitud més numerosa y exaltada sitié el Palacio de Taurida, don- de el Comité Central Ejecutivo de los soviets tenia sus oficinas. La multitud envié delegaciones al Palacio para declarar que no se dispersarfan hasta que los socialistas moderados rompieran su coalicién con los kadetes. Algunos mencheviques y socialrevolucionarios estaban convencidos de que Lenin ha- bfa organizado el espectéculo y se proponfa convertirlo en una insurreccién armada. Cierto era que, para ser los jefes de una insurreccién, los bolchevi- ques se comportaban en forma extraiia: arengaban a las masas, refrendndo- las y previniéndolas contra la comisién de actos de violencia. Existian, sin embargo, algunas apariencias de accién bolchevique premeditada. Se sabia que militantes bolcheviques habfan encabezado la agitacién, y los marinos de Kronstadt figuraban de manera prominente en la conmocién“". Los so- cialistas moderados, presas del terror, se vieron aislados en el Palacio sitia: do. Pidieron ayuda al cuartel general militar, y como casi toda la guarnicién 404 Trotsky, History of the Russian Revolution, vol. Tl, caps. HII; Zinéviev, Obras (ed. rusa), vol. XV, p. 41; Lenin, Obras (ed. rusa), vol. XXV, pp. 142-143. Stalin, que partis pé muy activamente en la fase inicial de los acontecimientos de julio, presenté una ver- sién completa de estos en el VI Congreso del Partido, Stalin, Obras (ed. rusa), vol. II, pp. 156-168. (La versién de Stalin aparece resumida en Isaac Deutscher, Stalin, pp. 150-151). Raskélnikoy, ob. cit., p. 116 y ss. 405 Treinta y cinco afios después de los hechos, R. Abramévich, el dirigente men- chevique, escribié: “El sentimiento antibélico empezé a intensificarse febrilmente después de la malhadada ofensiva de junio. La reaccién hostil a este intento de revivir una gue- rra que ya estaba muerta en la mente de las masas fue tan fuerte que mi propia opinién en aquel momento era que, ya desde los dias de junio, los bolcheviques habrian podido tomar el poder por medio de su conato de golpe de estado si Lenin y sus compaiieros hu- biesen mostrado una mayor determinacién”. (Sotsalisticheskii Véstuik, marzo de 1925: “La ‘Tragedia de una Revolucién Tardfa”). Durante los acontecimientos, sin embargo, y pos- teriormente, Abramévich acusé a los bolcheviques de conspirar abiertamente para tomar el poder. Trotsky, History of the Russian Revolution, vol. Il, p. 39.ISAAC DEUTSCHER 261 estaba de parte de los bolcheviques fue necesario traer un destacamento de confianza desde el frente, Mientras los mencheviques y los socialrevolucio- narios aguardaban a ser rescatados, llegé la noticia de que la multitud en la calle habia capturado a Chernov, el ministro de Agricultura, y estaba a pun- to de lincharlo. Trotsky, que habia pasado toda la noche y la mafiana en el Palacio, ora razonando con los manifestantes afuera, ora con el Ejecutivo adentro, acudié apresuradamente al lugar de los hechos. Lo que sucedié a continuacién ha sido descrito muchas veces, pero nun- ca en forma tan vivida como en los Apuntes sobre la Revolucién de Sujénov: Hasta donde alcanzaba la vista, la multitud se agitaba furiosa. Alrededor de un automévil, un grupo de marinos con rostros nada tranquilizadores se comportaban en una forma excepcionalmente ruda. En el asiento posterior del coche estaba sentado Chernov, que evidentemente habia perdido el do- minio de si. Todo Kronstadt conocfa a Trotsky y parecia confiar en él. Pero la multitud no dio muestras de calmarse cuando este empez6 su discurso. Si en aquel momento se hubiera hecho un disparo provocativo en cualquier lugar cercano, el resultado habrfa sido un terrible bafio de sangre: todos habriamos sido despedazados, incluido Trotsky. Excitado, encontrando sus palabras con dificultad,... Trotsky a duras penas logré ganar la atencién de quienes se hallaban més cerca de él. [Comenzé exaltando las virtudes revolucionarias de Kronstadt en una forma que a Sujénoy le produjo la im- presin de una alabanza indigna] “Vosotros, rojos de Kronstadt, habéis ve- nido aqui tan pronto supisteis del peligro que amenazaba a la revolucién. IViva el Kronstadt rojo, gloria y orgullo de la revolucién!”. Pero la multitud Jo escuchaba con expresién sombria. ¥ cuando este traté de hablarles sobre Chernoy, la gente que rodeaba el automévil volvié a enfurecerse. “Habéis venido aqui a afirmar vuestra voluntad [continué Trotsky] y a mostrarle al soviet que la clase obrera no desea ver a la burguesfa en el poder: Pero, épor qué perjudicar vuestra propia causa? éPor qué oscurecer y empaiiar vuestro historial con la violencia mezquina contra individuos aisla- dos?... Cada uno de vosotros ha dado pruebas de su devocién a la revolucién. Cada uno de vosotros est dispuesto a dar su cabeza por la revolucién. Eso me consta... Dame la mano, camarada... Dame tu mano, hermano mio...” Trotsky le tendié Ja mano a un marino que protestaba violentamente contra sus palabras. El marino empuiiaba un rifle con una mano y rechazd con la otra su ademan. Yo pensé que aquel hombre debia de haber escucha- do més de una vez a Trotsky en Kronstadt, y que ahora estaba verdadera- mente bajo la impresién de que este habfa traicionado la causa! 406 Sujénov, ob. cit., vol. IV, pp. 423-425. Véase también V. Chernov, The Greut Russian Revolution, pp. 422-426. Trotsky sostuvo posteriormente que quienes se apodera- ron de Chernov fueron agentes provocadores que no tenfan nada que ver con los marinos.262 TROTSKY, EL PROFETA ARMADO ‘Trotsky, por tiltimo, desafié a la multitud y pidié que quienes desearan ejercer violencia contra Chernov levantaran la mano. Nadie lo hizo. En me- dio del silencio, tomé a Chernov del brazo y lo condujo, medio desmaya- do, al interior del Palacio. El rostro del propio Trotsky, cuando regresé con su enemigo rescatado, estaba mortalmente palido y cubierto de sudor frio. En diversos puntos de la ciudad tuvieron lugar pequefios disturbios y re- friegas, que facilmente pudieron dar origen a un gran derramamiento de san- gre si no hubiese sido por la influencia moderadora de los bolcheviques. A la larga, los manifestantes cedieron al cansancio y su energia decayé. Cuando estaban a punto de dispersarse, llegaron las tropas del frente. Una reaccién violenta se produjo de inmediato. Las organizaciones derechistas secretas y se- misecretas, que hasta entonces se habfan mantenido agazapadas, se echaron ala calle. Después de unos cuantos choques, las multitudes probolcheviques, necesitadas de suefio y descanso, se dispersaron. Precisamente entonces los pe- riédicos publicaron la noticia del colapso de la ofensiva en el frente. Esto atizé el fuego de la reaccién antibolchevique. Los partidos de derecha, los generales y las ligas de oficiales culparon a los bolcheviques. Era su agitacién, dijeron, lo que habfa destruido la moral del ejército y preparado la derrota’”. Esta sola acusacién habria sido suficiente para desencadenar una tor- menta sobre la cabeza del Partido Bolchevique. Pero todavia se le afia- dié otra, més incendiaria aun. Un periddico derechista popular publicé “documentos” segiin los cuales Lenin habia estado a sueldo del Estado Mayor alemén, y el gobierno dicté érdenes de arresto contra él, Zinéviev y Kamenev. Los documentos podian reconocerse a simple vista como una burda falsificacién. El testigo que los presenté, un tal Yermolenko, resul- t6 ser un antiguo delator que actualmente trabajaba para el contraespiona- je militar'”*. Pero en el primer momento la acusacién causé una impresién devastadora. Las apariencias eran contrarias a Lenin, y por el momento las apariencias eran decisivas. El ciudadano apolitico, desconocedor de la historia y los habitos de los partidos revolucionarios, se preguntaba: (Obras, ed. rusa, vol. II, libro 1, p. 193 y ss). A juzgar por la evidencia interna, la versién de Sujdnov, compartida por Raskélnikov, el dirigente de Kronstadt (ob. cit., pp. 128130), pa- rece mas digna de crédito. 407 Una semana antes de estos sucesos, 1 28 de junio, Trotsky escribié en Vperiad:*Y si después de tres afios de guerra y cuatro meses de revolucién no todos los soldados son convencidos por la resolucién evasivamente cautelosa del Gongreso [de los soviets, que aprobé la ofensiva] o por vulgar fanfarronada oratoria de los semiministros semisocialis- tas, entonces la prensa ‘leal’ siempre puede recurrir a un expediente bien probado: puede lamar a la ‘sociedad’ a una cruzada contra los socialistas revolucionarios en general y los bolcheviques en particular”. 408 Una narracién y un andlisis detallados de este asunto aparecerian en Vita de Lenin, proyecto interrumpido por el fallecimiento de Isaac Deutscher. (Nota del Edit). La versién de Kerensky figura en su Grudjfixion of Liberty, pp. 285.294, y su refutacién en M. N. Pokrovsky Oktidbrskayu Revolutsa, pp. 115-136. Vease también Trostky, History, vol. I, pp. 96123.ISAAC DEUTSCHER 263 éNo habia regresado Lenin efectivamente a través de Alemania con el con- sentimiento del gobierno alemén? éNo habfa agitado contra la guerra? éNo habia fomentado la subversién? Era inttil replicar que él habia resuelto viajar a través de Alemania solo después de que todas las otras rutas, a tra- vés de Francia e Inglaterra, le fueron vedadas, y que muchos de sus adversa- rios mencheviques habian regresado junto con él o un poco mas tarde, por Ja misma ruta", Era imttil sefialar que Lenin abrigaba la esperanza de que la revolucién destruyera a los Hohenzollern y a los Habsburgo de la misma manera que habia destruido a los Romanovs. En medio del panico que si- guid a las Jornadas de Julio se pasaban por alto todas esas sutilezas. Las cla- ses altas estaban lenas de temor y odio a la revolucién. Las clases medias se sentfan ciegas de desesperacién. El Estado Mayor necesitaba una expli- cacién satisfactoria del tiltimo desastre militar. ¥ los socialistas moderados sentfan que la tierra se abria bajo sus pies. La necesidad de una cabeza de turco y de un sacrificio propiciatorio era abrumadora. En medio de esta baratinda Trotsky se entrevisté con Lenin. “Ahora”, dijo este, “nos fusilarén, primero a uno y luego a otxo, ya lo verd usted; es el mo- mento que esperaban™"", Lenin contaba con la probabilidad de una contra- rrevolucién victoriosa; crefa que los soviets, castrados por los mencheviques y los socialrevohicionarios, habfan agotado su papel, y preparaba a su partido para un retorno a la clandestinidad, Después de una breve vacilacién, decidié que no se dejarfa encarcelar y que en lugar de ello se ocultarfa en compaiiia de Zindviev. Trotsky veia las cosas con menos pesimismo y la decisién de Lenin le parecié desafortunada, Tal conducta era contraria a sus propios habitos. Pensaba que Lenin no tenfa nada que ocultar; que, por el contrario, lo que le convenia era defenderse ante el puiblico; y que de esa manera le servirfa a su causa mejor que emprendiendo la huida, lo cual solo reforzaria las apariencias adversas en base a las cuales el pueblo podria juzgarlo""'. Kamenev compartia la opinidn de Trotsky y decidié afrontar el encarcelamiento. Pero Lenin se afe- 116 a su decisién. No esperaba un proceso imparcial por parte de un gobierno que le imputaba un ciimulo de acusaciones falsas y hacéa circular documentos falsificados en la prensa. La atmédsfera estaba cargada de tensién. El Partido Bolchevique se hallaba virtualmente aislado. Pravda habia sido clausurada y sus oficinas destrozadas. Los locales bolcheviques en varios distritos habian sido asaltados y destruidos. Nada era mis facil para los matones de la antiga Ojrana, que aun se hallaban enquistados en la policia, o para los fandticos de la 409 Durante la investigacién oficial de las Jornadas de Julio se comprobé que alrede- dor de 500 emigrados rusos habfan regresado de Suiza a través de Alemania. De estos, 450 eran antibolcheviques y “socialpatriotas”. Pakrovsky, ob. cit., p. 123. 410 Trotsky, Lénine, p. 69. 411 Véase Ia declaracién que Trotsky hizo posteriormente en la prisién. Obras (ed. rusa), vol. II, libro 1, p. 193 passim; History, vol. I, pp. 240-241,264 TROTSKY, EL PROFETA ARMADO contrarrevolucidn que asesinar a un odiado jefe de la revolucién mientras en- traba o salia de la carcel. Lenin estaba demasiado consciente de su importan- cia para el Partido como para permitirse correr tal riesgo, y, desechando todas las consideraciones convencionales, se oculté", En los ataques piblicos, el nombre de Trotsky era unido al de Lenin con mucha frecuencia, pero el gobierno no ordené su detencién, Habia razones obvias para ello: él no era, nominalmente, miembro del Partido Bolchevique; las circunstancias de su regreso a Rusia eran tan diferentes de las que habjan rodeado el viaje de Lenin que no resultaba facil ponerle el sambenito de agen- te aleman; y el incidente con Chernoy, el enemigo politico al que tan -valerosa- mente habfa rescatado, estaba todavia en la memoria de todo el mundo. Pero su inmunidad duré poco. Ryech, el periédico de Miliukov, publicé una infor- macién en el sentido de que, antes de su salida de Nueva York, Trotsky ha- bia recibido 10.000 délares de los alemanes residentes en Norteamérica, suma destinada a fomentar la agitacién derrotista en Rusia. En periédicos menos respetables, el Estado Mayor alemén figuraba como el proveedor del dine- ro, Trotsky replicé inmediatamente con una Carta Abierta que aparecié en el periddico de Gorki y desinfié las revelaciones de Miliukov con gran efec- to cémico, comentando irénicamente que los alemanes de Norteamérica 0 el Estado Mayor alemdn aparentemente consideraban que el derrocamiento de un régimen en un pafs enemigo era una empresa sumamente barata, con un costo de solo 10.000 ddlares. Atacé las fuentes de la informacién, dicien- do que esta provenia de Sir George Buchanan, el embajador briténico, quien negé la acusacién, pero ello no impidié que Miliukoy alegara haber recibido la informacién de esa furente. Entonces ‘Trotsky relaté lo que realmente habfa sucedido antes de su salida de Nueva York: los socialistas rusos, norteame- ricanos, letones, judios, finlandeses y germanonorteamericanos organizaron tuna asamblea de despedida para él y otros tres emigrados rusos que habrian de partir con él. En la asamblea se hizo una colecta que produjo 310 délares, de los cuales los asistentes germanonorteamericanos aportaron 100. La suma le fue entregada a Trotsky, quien la repartié por partes iguales entre los emi- grados que regresaban a Rusia. La informacién sobre la asamblea y la colec- ta fue publicada por periddicos norteamericanos. Trotsky concluyé su réplica con una “confesién” humoristica que, segtin le constaba, lo desprestigiarfa mas ante el priblico burgués que la acusacién de ser un agente a sueldo del Estado Mayor alemén: nunca en su vida, escribié, habia poseido 10.000 dé- lares juntos, ni siquiera la décima parte de esa suma'". 412 Esta medida incomodé a no pocos seguidores de Lenin. Solo mucho més tarde, cuando durante la Revolucién alemana Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht fueron ase- sinados en circunstancias similares, quedé plenamente justificada la conducta de Lenin ante quienes en un principio la vieron con malos ojos. 413 Trotsky, Obras (ed. rusa) vol. II, libro 1, pp. 150-154,ISAAC DEUTSCHER 265 En otra Carta Abierta relaté la historia de su amistad y su rompimien- to con Parvus, puesto que esa relacién también fue esgrimida contra él. Denuncié a Alexinsky, el antiguo diputado bolcheyique convertido en rene- gado, como el principal inspirador de la calumnia. Alexinsky, escribi6, habfa sido expulsado por calumniador de todas las organizaciones periodisticas de Paris, y los mencheviques se habian negado a admitirlo, por razones mora- les, en el Soviet de Petrogrado. IY este era el hombre al que ahora erigian en custodio de la moralidad patriétical"* Una ver fracasado este intento de involucrar a Trotsky, se iniciaron las intrigas desde el angulo opuesto. La prensa se llené de versiones alegando que Trotsky habia roto con Lenin, el agente alemén. El 10 de julio, cuatro dias después del ocultamiento de Lenin, Trotsky dirigié la siguiente Carta Abierta al Gobierno Provisional: Ciudadanos Ministros: Entiendo que ustedes han decretado el arresto.. de los camaradas Lenin, Zinéviev y KAmeney, pero que la orden de deten- cién no me incluye a mi. Considero por lo tanto necesario llamar la atencién de ustedes sobre los siguientes hechos: 1. Yo comparto en principio la actitud de Lenin, Zinéviev y Kamenev, y la he expresado en el periddico Vperiod y en todos mis discursos ptiblicos. 2. Mi actitud frente a los sucesos del 3 al 4 de julio fue idéntica a la de los camaradas antes mencionados". Ofrecié una versidn de aquellos sucesos y explicé que el hecho de que él no perteneciera a la organizacién bolchevique se debia a diferencias supera- das que ya carecian de toda significacién. Ustedes carecen de razones légicas para eximirme del efecto del de- creto en virtud del cual se han expedido érdenes de arresto contra Lenin, Zinéviev y Kémenev... Carecen ustedes de razones para dudar de que yo sea un adversario tan irreconciliable de la politica general del Gobierno Pro- visional como los camaradas antes mencionados. Mi exencién solo subraya mejor el cardcter contrarrevolucionario ¢ injustificado de la medida que us- tedes han tomado contra ellos". 44 Ibid., pp. 155-159. 41: Tbid., pp. 165-166. 416 Loc. cit. Al mismo tiempo Trotsky le escribié una carta a Gorki. Este, que habia sido amigo intimo de Lenin, se comporté (en contraste con Martov, que defendié a Lenin) en forma un tanto vaga. Trotsky se propone instarlo a que salga enérgicamente en defen- sa de Lenin y recordatle el papel de Zola en el proceso Dreyfus. La carta, que Trotsky no envid, aparece en sus Obras (ed. rusa), vol. III, libro I, pp. 346-347.266 TROTSKY, EL PROFETA ARMADO. Durante dos o tres dias, mientras el terror conta los bolcheviques se halla- ba en su fase mas intensa, Trotsky no se present en el soviet. Pasaba las noches en casa de Larin, el antiguo menchevique que estaba a punto de unirse a los bolcheviques. Pero después de la publicacién de la “Carta Abierta al Gobierno Provisional”, Trotsky, lleno de ardor combativo y en actitud desafiante, reapa- recié en puiblico. Defendié a Lenin y al Partido Bolchevique en el soviet, en el Comité Ejecutivo de los soviets y en el Comité Ejecutivo de los soviets campe- sinos. En todas partes hablé en medio de una continua griteria. “Lenin”, excla- mé, “ha luchado por la revolucién durante treinta afios. Yo he luchado contra la opresién de las masas populares durante veinte aiios, Nosotros no podemos sino odiar al militarismo alemén. Solo quien ignore lo que es un revolucionario puede decir otra cosa... No dejéis que nadie en esta sala diga que somos merce- narios alemanes, pues esa es la voz... de la villania”"", Advirtié a los menchevi- ques, que se lavaban las manos en el asunto, que esta serfa su propia perdicién. Chemnoy, el “socialpatriota”, habia sido obligado ya a renunciar a su ministerio por su participacién en el movimiento de Zimmerwald. La contrarrevolucién habia escogido a los bolcheviques como su primer blanco, pero los socialistas moderados serfan las proximas victimas. Aun en aquellos dias de histeria y pénico se le escuchaba con atencién y respeto. Sus llamamientos, sin embargo, tenfan poco o ningtin efecto. Los socialistas moderados sabfan que era absurdo acusar a Lenin y Zindviev de ser agentes alemanes; pero estaban convencidos de que la agitacién bol- chevique contra la guerra habfa ido demasiado lejos, y sospechaban que en las Jornadas de Julio Lenin, y tal vez Lenin y Trotsky, habjan intentado to- mar el poder; y se negaron a levantar un dedo para rehabilitar a Lenin. Solo Martov defendié el honor de su viejo adversario"™, ‘Trotsky permanecié en libertad durante otra quincena. Su desafio ha- bia puesto al gobierno en una situacién dificil. Este no tenia razones legales para ordenar su arresto, a menos que declarara ilegales los principios que regian al soviet en general, incluida su mayorfa moderada, pues en aquellos principios habia enmarcado Trotsky su propia actividad. El gobierno no po- dia, por otra parte, permitirle que siguiera en libertad para hacer escarnio de su accién contra los bolcheviques. La noche del 23 de julio Trotsky y Lunacharsky fueron arrestados y trasladados a la prisién de Krest{, Sujénov describe la impresién que este hecho causé en Petrogrado. Al dia siguiente, el propio Sujénov hablé en una asamblea menchevique en el Circo Modemo. “Mi anuncio del arresto de Trotsky y Lunacharsky... fue recibido con tal , 50-62. 418 Entre las muchas versiones de los acontecimientos de julio, una alegaba la exis- tencia de un plan para establecer la dictadura de un triunvirato compuesto por Lenin, ‘Trotsky y Lunacharsky. La amplitud del crédito que se le concedié a esta versién puede colegirse del hecho de que aun Sujanov se incliné a aceptarla prima ficie. Sujénov, ob. cit., vol. IV, p. 51. 417 Sujsnov, ob. cit., vol. V, pp. 5ISAAC DEUTSCHER 267 huracin de indignacién que durante casi un cuarto de hora fue imposible continuar la reunién. Se escucharon gritos que pedian que toda la multitud, formada por muchos miles de personas, saliera inmediatamente a la calle y expresara su protesta ante las autoridades. Solo con dificultad pudo Mértov reducir el asunto a una improvisada resohucién de protesta™, ‘Asi, en medio de una revolucién en la que sus antiguos amigos y un an- tiguo discfpulo habjan ascendido al poder, Trotsky se encontré en la misma cdrcel en que lo habfa recluido el gobierno zarista en 1905. Las condiciones dentro de la prisién eran peores ahora. Las celdas estaban atestadas de pre- sos: las redadas de sospechosos continuaban y numerosos detenidos ingresa- ban diariamente en el penal. Los delincuentes comunes y los presos politicos ean encerrados juntos, en contraste con el régimen de separacién que el za- rismo les habia permitido disfrutar a los segundos. Todos estaban sometidos auna dieta de hambre. Los criminales, azuzados contra los “agentes alema- nes”, les robaban la comida y los golpeaban. Los fiscales, investigadores y carceleros eran los mismos que bajo el zar. El contraste entre las pretensio- nes de los nuevos gobernantes y el aspecto interno del aparato judicial era notable; y Trotsky, al suftirlo en carne propia, reflexiond que Lenin no ha- bia estado tan errado cuando decidié ocultarse. Gon todo, en medio de este caos brutal, en el que la vida misma del preso se hallaba algunas veces en peligro, atin habia, al igual que bajo el antiguo régimen, margen suficiente para la actividad politica y literaria de los reclusos. Gon polemistas de la ta- Ila de Kameney, Lunacharsky, Anténov-Ovseienko y Krilenko, los debates politicos florecieron. Entre los prisioneros se encontraban también Dibenko y Raskélnikov, los dirigentes de Kronstadt. Alli se encontré reunida casi la mitad de los protagonistas de la Insurreccién de Octubre y casi todo el pri- mer Comisariado de Guerra bolchevique. El propio Trotsky empuiié la pluma, y una vez mds una catarata de articu- los y folletos se desbord6 sobre el mundo exterior. Algunos de estos, incluida una minuciosa descripcién de la vida en la crcl, apareci6, bajo el seudénimo de P. Tanas, en los periddicos bolcheviques, y otros en el diario de Gorki. En otra de sus “Cartas Abiertas al Gobierno Provisional”, Trotsky ridiculizé los procedimientos legales. Revelé que se le acusaba de haber regresado a Rusia, en unién de Lenin, a través de Alemania y de haber sido miembro del Comité Gentral bolchevique. Estas acusaciones confirmaban la arbitrariedad y la ha- ragana indolencia del ministerio ptiblico™’. No fue, por cierto, sino varias se- manas después del arresto de Trotsky cuando la organizacién Interdistrital ingresé finalmente en el Partido Bolchevique y Trotsky pasé a ser miem- bro del Comité Central bolchevique. Su dentncia de los procedimientos judiciales tuvo el efecto de causar la destitucién del fiscal encargado de su 419 Ibid., vol. V, p. 121. 420 Névaya Zhizn, 30 de julio de 1917.268 TROTSKY, EL PROFETA ARMADO. caso. Pero los timites continuaron. “El caso Dreyfuss y el caso Beyliss no son nada en comparacién con este intento deliberado de asesinato moral”, protes- t6 Trotsky ante Zarudny, el Ministro de Justicia que, por una extraiia coinci- dencia, habfa sido abogado defensor en él juicio contra el soviet en 1906". Gon el transcurso de las semanas, los acontecimientos tomaron inespera- damente un cariz que era al mismo tiempo mas prometedor y mas amena- zante para los acusados y su causa. La reaccién contra la “insurreccién” de julio iba amplidndose en un impetuoso movimiento contra todas las institu- ciones y condiciones que se habjan originado en la Revolucién de Febrero: contra los soviets, los comités de soldados, los comités agrarios, los comités de fabricas y los organismos similares que consciente ¢ inconscientemente impugnaban la autoridad del viejo aparato administrativo. La reaccién gol- ped ahora a los socialistas moderados. Los jefes de la derecha sostenfan, no in raz6n, que los bolcheviques no eran sino los partidarios mds consecuen- tes de un estado de cosas con cuya defensa estaban comprometidos también, en diverso grado, los socialistas moderados. La consigna bolchevique de “Todo el poder a los soviets!” no perderfa vigencia mientras existieran los soviets; y los mencheviques y los socialrevohicionarios estaban interesados en su existencia. Si los bolcheviques hacian todo lo posible por intensificar la oposicién del soldado al oficial, los socialistas moderados, portavoces inicia- les de esa oposicién, tenfan cuando menos el interés de impedir que la oficia- lidad recuperara su antiguo status. Los dirigentes de las clases medias habfan abrigado hasta entonces la esperanza de someter a la revolucidn a través de los socialistas moderados; ahora buscaban en torno suyo un dictador militar capaz de sojuzgar o de aplastar a los socialistas moderados al mismo tiem- po que a los bolcheviques. Solo asi tenia posibilidad la derecha, que ahora inclufa a los antiguos liberales, de poner fin a lo que consideraba el capitulo mis vergonzoso de la historia rusa. Los dias de julio habfan demostrado que si alguna fuerza quedaba en la Rusia antibolchevique, esa fuerza residia en la oficialidad del ejército. El recuerdo de los dirigentes socialistas moderados, sitiados en el Palacio de ‘Taurida, temblando por sus vidas y suplicando ser rescatados de las multi- tudes bolcheviques por las tropas leales, no se habia olvidado. Con todo, el mecanismo ilégico del régimen de Febrero era tal que la verdadera relacién de poder se ocultaba ahora mds que nunca tras la fachada del poder polf- tico. Inmediatamente después de las Jornadas de Julio, se formé un segun- do gobierno de coalicién encabezado por Kerensky como Primer Ministro, en el que los socialistas moderados asumicron la jefatura nominal. En su momento de auge ellos habjan sido los socios menores de la coalicién, y 421 Trotsky, Obras (ed. rusa), vol. III, libro 1, p. 203; Raskélnikoy, ob. cit., pp. 170-179. 422 Miliukov, ob. cit, vol. I, libro 2, pp. 5872; A. I. Denikin, Ocherki Russkoi Smuty, vol. I, libro 2, pp. 232.238.ISAAC DEUTSCHER 269 solo después que su debilidad quedé tan devastadoramente revelada llega- ron a asumir el papel de socios principales, cuando menos en apariencia. Semejante paradoja no podia durar. Las fuerzas conservadoras y antirrevolucionarias ponfan sus esperanzas en el general Kornilov, a quien Kerensky habia nombrado Comandante en Jefe. Festejado y aclamado por las clases altas y medias, Kornilov empezé a sentirse y a comportarse como un hombre providencial. Su actitud frente a Kerensky se hizo ambigua y més tarde provocativa. Finalmente, el 24 de agosto, le declaré abiertamente la guerra al gobierno y orden a sus tropas que marcharan sobre la capital. Confiado en la victoria, se jacté de antema- no de la barrida que iba a darle a la revolucién. ‘Trotsky y sus compajieros en Kresti recibieron las noticias con sentimien- tos diversos. Kerensky los mantenfa tras las rejas, y si Kornilov triunfaba se- rian entregados como rehenes virtuales a la soldadesca victoriosa. No les cabia duda de que serfan asesinados, y eso no era en modo alguno una fan- tasia de imaginaciones aterrorizadas, Pero la situacién ofrecta también nue- vas esperanzas. Los socialistas moderados no podian salvarse de Kornilov sin la ayuda de los bolcheviques, del mismo modo que en las Jornadas de Julio no pudieron salvarse de los bolcheviques sin la ayuda de los generales. El propio gobierno no tardé en empezar a repartir fusiles entre las Guardias Rojas, a los que acababa de desarmar. Suplicé a los agitadores bolcheviques ~a cuya influencia destructiva le habia atribuido todos los desastres milita- res~ que pusieran en juego esa misma influencia entre las tropas de Kornilov y las indujeran a desobedecer y abandonar a sus comandantes. Y, por tilt mo, Kerensky les imploré a los marinos de Kronstadt, los villanos de julio, que acudieran a defenderlo, Una escena de fantasfa casi extravagante tuvo lugar en la celda de ‘Trotsky. Los marinos de Kronstadt enviaron una delegacién a preguntar- Ie si debian responder al llamado de Kerensky y defender a este contra Kornilov o si debfan tratar de saldar cuentas tanto con este tiltimo como con aquel. A los marinos més exaltados les atraia mas la segunda disyuntiva. Trotsky razoné con ellos, recordéndoles cémo en mayo los habia defendi- do en el soviet y habia dicho que si un general contrarrevolucionario trata- ba de echarle una soga al cuello a la revolucién, “los marinos de Kronstadt vendrfan a luchar y a morir con nosotros”. Ellos debian honrar ahora esa promesa y posponer el ajuste de cuentas con Kerensky, que de todos modos no podia tardar mucho. Los marinos aceptaron su consejo. Mientras esto sucedia, el Ministerio Puiblico continué mecanicamente su tarea. El interro- gatorio prosiguié y Trotsky tuvo que contestar preguntas sobre sus relacio- nes con el Estado Mayor aleman y los bolcheviques. Anténov-Ovseienko y Krilenko, a quienes no les habian formulado cargos al cabo de seis sema- nas de encarcelamiento, amenazaron con iniciar una huelga de hambre, pero Trotsky traté de disuaditlos. Al fin decidié no tomar parte en la farsa de los270 TROTSKY, EL PROFETA ARMADO interrogatorios. Se negé a contestar las preguntas de los investigadores y ex- puso sus razones en una carta al Comité Central de los soviets. Tres dias mas tarde, el 4 de septiembre, fue puesto en libertad bajo fianza. De la prisién se trasladé directamente al Instituto Smolny para participar en una sesién del Comité de Lucha contra la Contrarrevolucién, que habia sido formado, con la aprobacién de Kerensky, por el soviet. Este organismo habia de ser el prototipo del Comité Militar Revolucionario que encabezé la Insurreccién de Octubre. Kornilov no fue derrotado por la fuerza de las armas, sino por la agita- cién bolchevique. Sus tropas desertaron sin disparar un tiro. Gon su derrota se desencadené una nueva serie de acontecimientos que condujeron direc- tamente a la Insurreccién de Octubre. Asi como la revolucién abortada del 3 y el 4 de julio incliné la balanza a favor de la contrarrevolucién, esta con- trarrevolucin abortada la incliné mucho mas vigorosamente en la direcci6n opuesta. El segundo gobierno de coalicién se vino abajo. Los ministros kade- tes renunciaron porque no favorecfan la accién de Kerensky contra Kornilov. Los ministros socialistas se retiraron porque sospechaban que Kerensky ha- bia intrigado con Kornilov contra el soviet, estimulando las ambiciones de aquel. Durante un mes Kerensky, incapaz de reunificar los fragmentos de la coalicién destrozada, goberné a través de un llamado Directorio, un comité pequefio y muy poco representativo. Enel soviet, Trotsky y KAmenev pidieron una investigacién de los aconteci- mientos que habfan desembocado en la korniloviada y del papel de Kerensky en los hechos preliminares. Gon renovada insistencia presionaron a los socia- listas moderados para que rompieran finalmente con los kadetes, muchos de los cuales habian apoyado a Kornilov. Después de la korniloviada, el argu- mento en favor de un gobierno exclusivamente socialista parecfa irrefutable. Guando los mencheviques y los socialrevolucionarios persistieron aun en sus intentos de revivir la coalicién, sus seguidores los abandonaron en masa. Al cabo de unos cuantos dias la mayorfa moderada en el soviet se desintegré. El 9 de septiembre Trotsky pronuncié uno de sus fogosos discursos, exigiendo su propia rehabilitacién y la de los jefes bolcheviques. Pidié el informe del gobier- no, largamente pospuesto, sobre los sucesos de julio, y presenté una mocién en favor de un voto de desconfianza en el Presidium menchevique del soviet. Para inmensa sorpresa de todo el mundo, la mocién fue aprobada. Por prime- ra vez los bolcheviques obtenfan la mayorfa de los votos para una propuesta suya en el soviet. La revolucién habia establecido un nuevo hito™*. 423 En la misma sesin, Trotsky propuso la eleccién de un nuevo Presidium a base de la representacién proporcional. Esto movié a Lenin a comentar airadamente que si Jos mencheviques y los socialrevolucionarios no habfan adoptado la representacién pro- porcional cuando estaban en mayoria, épor qué habrfan los bolcheviques de concederles ese privilegio? Sin embargo, el gesto conciliador de Trotsky fue rechazado también por Jos mencheviques, quienes se negaron a sentarse junto a los bolcheviques en el Presidium.ISAAC DEUTSCHER 27a Al perder terreno en el soviet, los mencheviques y sus aliados intenta- ron agruparse fuera de este. Convocaron para el 14 de septiembre la llama- da Conferencia Democratica. Esta no era en ningtin sentido una asamblea electiva. Su composicién fue concebida para asegurar de antemano una mayoria antibolchevique. Una abigarrada variedad de delegaciones de di- versas instituciones no politicas, como cooperativas y zemsfoos prerrevolu- cionarios, habrian de pronunciarse acerca de todas las cuestiones politicas del momento. La paradoja de la situacién era tal que, independientemen- te de lo que hubo de suceder mas tarde, en esta fase eran los bolcheviques quienes parectan defender firmemente el principio del gobierno represen- tativo y electivo, en tanto que los socialistas moderados trataban de ne- gar ese principio. Los soviets, elegidos en las fibricas y los cuarteles, no representaban a la burguesfa, pero sf representaban a las clases trabajado- ras, al ejército y a sectores importantes del campesinado. Su autoridad y su atractivo popular se debian en parte a la ausencia de cualquier institucién parlamentaria verdaderamente nacional. Esto podrfa hacer pensar que los partidos antibolcheviques estaban vitalmente interesados en la creacién de tales instituciones. Sin embargo, los gobiernos de coalicién posponian una y otra vez las prometidas elecciones a la Asamblea Constituyente, y los bolcheviques clamaban por dichas elecciones. Ellos mismos no tenian aun una idea bien definida de las futuras relaciones entre una Asamblea Constituyente y los soviets. No prevefan que, al investir a los soviets de todo el poder, harfan imposible una Asamblea Constituyente, y que ellos mismos la convocarfan solo para disolverla. Los socialistas moderados, por su parte, acataban las repetidas posposiciones de las elecciones para sa- tisfacer los deseos de los kadetes, quienes temfan que una votacién nacio- nal en aquellos momentos produjera una legislatura demasiado radical", Mientras tanto, los socialistas moderados trataron de crear el sustituto de un Parlamento bajo la forma de la Conferencia Democratica y del llamado pre-Parlamento que nacié de ella. La Conferencia ofrecié un especticulo de desbarajuste en los grupos go- bemantes. Los socialistas moderados expresaron amargas recriminacio- nes contra los kadetes. Los propios partidarios de Kerensky manifestaron abiertamente la desconfianza que este les inspiraba, diciendo que el papel de Kerensky en la korniloviada habia sido ambiguo y que él habia tratado de co- locarse por encima de los partidos que lo habian instalado en el gobierno a fin de instaurar su régimen personal. Kerensky intenté refutar acusaciones y persuadir a la Conferencia de la necesidad de revivir la coalicién guber- namental. Pero su intervencidn fue tan grotescamente melodramatica que desalenté a sus amigos y no alcanzé ninguno de sus objetivos. Fue en esta ocasin cuando Trotsky aparecié por primera vez como el principal portavoz 424 Miliukov, ob, cit., vol. I, libro 2, pp. 91-92.272 TROTSKY, EL PROFETA ARMADO bolchevique. El cronista menchevique de la revolucién describe con las si- guientes palabras la impresin que produjo su discurso! Aquel fue sin duda alguna uno de los discursos més brillantes de este asombroso orador, y no puedo reprimir el deseo de adornar las paginas de mi libro con una reproduccidn casi completa de su magnifica alocucién. Si en el futuro mi libro encontrare un lector, como hoy los encuentra el poco imaginativo libro de Lamartine, que ese lector juzgue por esta pagina el arte oratorio y el pensamiento politico de nuestros dias. Llegard a la conclusién de que la humanidad no ha vivido en vano este tiltimo siglo y medio, y de que los héroes de nuestra revolucién dejan muy atras a los famosos dirigentes de 1789. EI ptiblico reunido en el Teatro Alexandrinsky se sintié clectrizado al escuchar el solo nombre de Trotsky... Trotsky se habia preparado bien. De pie en el escenario, a unos cuantos pasos detrés de él, alcancé a ver sobre el atril que tenia por delante una hoja de papel lena de renglones apretados con frases subrayadas, notas al calce y flechas dibujadas con lpiz azul... Trotsky hablé muy Ilanamente, sin ningiin arte retérico (aunque él puede clevarse a las alturas de ese arte cuando le es necesario), sin ademanes y sin trucos. Esta vez conversé con el auditorio, adelantdndose en ocasiones uno 0 dos pasos y apoyando entonces el codo sobre cl atril. La claridad metalica de la enunciacién y la tersura de la frase, tan caracteristicas de Trotsky, es- tuvieron ausentes en esta oportunidad. No es necesario resumir este discurso, que reprodujo los lineamientos principales de la politica bolchevique. Bastard mencionar unos cuantos pun- tos que ejemplifican el estilo polémico de Trotsky. “Camaradas y ciudada- nos”, comenzé este en tono muy tranquilo, “los ministros socialistas acaban de hablarles a ustedes. Se supone que los ministros comparecen ante orga- nismos representativos para rendir cuentas de su labor. Nuestros ministros han preferido darnos consejos en lugar de rendimnos cuentas. Agradecemos los consejos, pero todavia exigimos la rendicién de cuentas. No consejos, sino cuentas, ciudadanos ministros”, repitié el orador en tono muy so- segado, dando ligeros golpecitos sobre el ptilpito. Resumiendo el debate anterior, observé que ni un solo orador habia defendido a Kerensky, de suerte que el Primer Ministro quedaba condenado por sus propios com- paiieros y seguidores. Esto golped al bando contrario en su punto mas vulnerable, y un colérico tumulto se produjo entre el ptiblico. Una de las cuestiones ms acaloradamente discutidas era un decreto que restablecia la pena de muerte. “iPodréis maldecirme si alguna vez firmo una sentencia de muerte!”, exclamé Kerensky, deseoso de apaciguar a sus propios partidarios resentidos. A esto replicé Trotsky: “Si la pena de muerte es necesaria, écomo 425 Sujdnov, ob. cit, vol. V, pp. 125-126. Véase también Chernov, ob. cit. pp. 306-307.ISAAC DEUTSCHER 273 puede Kerensky comprometerse a no hacer uso de ella? Si piensa que pue- de comprometerse ante toda la opinién democritica y decir que no aplicard la pena de muerte, entonces yo les digo a ustedes que él est convirtiendo el restablecimiento de la pena de muerte en un acto de irresponsabilidad que trasciende los limites de lo criminal”. Los partidarios de la coalicién habian dicho que no debia culparse a todo el partido kadete por la korniloviada, y que los bolcheviques que protestaron cuando su partido fue denunciado como responsable de los sucesos de julio. deberian ser los tiltimos en culpar a los kadetes en masa. “En esa compara- cién”, replicé Trotsky, “hay una pequeiia inexactitud. Cuando los bolchevi- ques fueron acusados de... haber preparado 0 provocado el movimiento del 3 al 5 de julio, ustedes no los estaban invitando a formar parte del gobierno; donde se les estaba invitando era a la prisién de Kresti. Hay cierta diferencia aqui, camaradas... Nosotros decimos: si en relacién con la korniloviada uste- des quieren arrastrar a los kadetes a la cércel, entonces, por favor, no acttien indiscriminadamente. |Examinen el caso de cada kadete individualmente, examinenlo desde todos los angulos posibles!”. El auditorio hostil rompié en carcajadas, y aun los ministros y los dirigentes mas pomposos que se encon- traban en el estrado no pudieron reprimir la risa. Pero esta nota jocosa fue si- lenciada r4pidamente por otra de grave seriedad. Trotsky abogé por que las Guardias Rojas fueran armadas. “éPara qué? éPara qué?”, se oyé gritar des- de las bancas mencheviques. “En primer lugar, para que podamos construir un auténtico baluarte contra la contrarrevolucién”, contesté Trotsky, “contra una nueva y més poderosa korniloviada. En segundo lugar, si la democracia re- volucionaria establece un gobierno de genuina dictadura, si ese nuevo gobierno ofrece una paz honrosa y esa oferta es rechazada, entonces, y esto se los digo a ustedes en nombre de nuestro partido... los obreros armados de Petrogrado y de toda Rusia defenderén la patria de la revolucién contra las tropas del impe- rialismo con un herofsmo nunca antes visto en la historia de Rusia”. Concluyé denunciando el cardcter no representativo de la Conferencia, y encabezé la de- legacién bolchevique que abandoné el recinto**. ‘Aun después de este éxodo, la Conferencia no logré colmar las esperan- zas de Kerensky. Terminé, como habia empezado, en medio de la confusién. Una pequefia minorfa voté en favor de la coalicién, pero enseguida una s6- lida mayorfa se pronuncié enfaticamente en contra de cualquier entendido con los kadetes, que eran los tinicos elementos disponibles para formar una coalicién. Cuando Kerensky, pasando por alto la opinién de su propio seu- do-Parlamento, establecié el 21 de septiembre un nuevo gobierno con los ka- detes, este carecié de base popular desde el primer momento. El tiempo de vida que Trotsky y Lenin hubieron de concederle fue un mes. 426 Trotsky, Obrus (ed. rusa), vol. III, libro 1, pp. 287293.
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