Riding logró captar de manera magistral, no sólo la raíz del
origen del comportamiento de los mexicanos, sino en toda la expresión de la palabra sus máscaras, y el rostro que se oculta detrás de ellas. Al término de la lectura, no pude menos que sentir vergüenza, al reconocer el retrato de mi raza, sumergida en la mediocridad, dispuesta a apostar el todo por el todo, cuando se trata de engañar, aprovechar, fingir, burlar, sacando siempre la máscara adecuada para cada ocasión sin el menor pudor, y más aún ufanándose de ser quien más hábil es en estos menesteres. Sin embargo, algo muy dentro de mí descansó al sentirse perfectamente ubicada fuera de tan terrible contexto. Entendí con más claridad mi aversión a los comentarios grotescos, burlones, con doble sentido, mi total reprobación por la falta de respeto por nuestro exquisito vocabulario que se ha reducido cada vez más a simples expresiones que se encuentra en boca de la juventud, y deplorablemente en boca de los padres, maestros y catedráticos, so pretexto de usar el mismo vocabulario de los jóvenes. ¿Cómo entonces pedirles, cuando llegan a la Universidad que utilicen un lenguaje apropiado, si la falta de cultura viene desde casa y los que dirigen la enseñanza? ¿Cómo pedirles que sepan el origen de las palabras, que razonen, que formen sus propios conceptos y criterios, cuando en las escuelas de enseñanza media no se les pide que lean un solo libro, ya que lo probable es que ni siquiera el maestro lo haya leído, y se concreta a darles resúmenes? Para quienes desconocen el delicioso placer del dialogo que se da entre escritor y lector, el conocimiento de los hechos, intenciones, suposiciones, o interpretaciones que se transmiten directamente, desnudado el alma del interlocutor, y mostrando hasta el último de sus más íntimos deseos, anhelos, miedos, en cada libro, gritando con esa voz que sólo puede interpretar el lector, tal como lo hicieron: Dostoievsky, atreves de Raskolnikov, Tolstoy con Jean Valjean, o Maurice Joly, con sus diálogos entre Maquiavelo y Montesquieu ¿Cómo enseñar a las nuevas generaciones que la honestidad lleva al camino del triunfo, cuando se les muestra con hechos lo contrario, cuando los comentarios en las aulas, tristemente los profesores hablan de ella como una utopía? Si esta lectura no hizo mella en aquellas personas que lo leyeron, si no despertó la conciencia, acerca de los buenos modales, de un buen léxico, aprovechando el vasto y maravilloso vocabulario con que contamos, si no nos llevó por el umbral de la verdad, y honestidad, creo que nos falta un largo camino por recorrer, mis queridos compatriotas mexicanos…