Las Cuatro Relaciones Del Conocimiento

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LAS CUATRO RELACIONES DEL CONOCIMIENTO 61 situacién teérica, en una fase cualquiera, es i dialéctica de sus antecedentes, no se mereibe Sona pueda esa teorfa alcanzar la verdad de adecuacién: la ‘surgiria de sus antecedentes dialécticos, sin dejar de ser iva; dependeria del pasado mas que de una confronta- ‘ actual con las cosas mismas. Cuando aquella adecuacién e cumple, en la relacion cognocitiva, el resultado tiene que ser lependiente de cualquier mutacién histérica, aunque esta mu- tacion sea estructural y dialéctica. Pero también tiene solucion __ Ja aporia de la expresividad. 3. ES NECESARIO tomar nota desde luego de que el problema, en el momento actual, permanece en esa situacién de aporia, y habra de seguir en ella forzosamente si no se altera el esquema de su planteamiento. Ya es un paso decisivo haber logrado pre- sentar los términos que han formado hasta ahora ese esquema en su total complejidad, sistematicamente. Pero esto no basta. Quiere decirse que el problema de la verdad y de la ciencia, sus- citado por el hecho de la historicidad, no tiené solucién mien- tras se juzgue que son tres, nada mas, las relaciones constituti- vas del pensamiento: la relacién epistemolégica, la relacion légica y la relacién histérica (en su doble proyeccién vertical y horizontal). Si fueran éstas solamente, la integracién de la ter- cera con las otras dos seria en definitiva imposible. Pero hay una cuarta relacién, y es justamente la introduccién de esta ultima la que, en vez de complicar més la situacién, per- mite integrar por fin las otras tres. Esta cuarta relacion consti- tutiva es la relacién dialdgica. isamiento es logos. Es logos en el se e raz6n, a_la_ vez en el sentido de al Estas dos acepciones dé término son complemé! MS o reciprocas, como el anverso y el reverso de una moneda, y no debieron nunca desprenderse la una de la otra. Toda palabra es racional, toda razon es simbo- lica. La funcién analitica, sin la cual no puede haber filosofia, a veces ignora cuales son sus limites, se desprende de la realidad que era su objeto, y en su marcha desbordada produce mons- truos de abstraccién que ya no corresponden a cosa alguna. Cada justificar una nuevo matiz que se descubre en abstracto parece j categoria diferente, y las multiples divisiones y subdivisiones —todas plausibles en apariencia, porque las fabrica el_entendi- miento— parcelan el objeto y acaban por disolver su unidad. : Algo asi ha ocurrido con el concepto de logos. Ya pare eens la psicologia sea incapaz de darnos unas significac ones fijas, univocas y claras para los términos razon, entendimiento, ae samiento. Entre tanto, parece también que extsta un acuerdo, tacito en considerar que esas tres funciones mentales (lo mismo LA HISTORIA Y LA VERDAD que si son nada més tres aspectos de una joco o nada que ver con la expresién “Son operaciones calladas, silenciosas. Y es cierto que podemos pensar sin decir nada, Esto nos induce a creer que el logos como palabra es una funcién enteramente distinta del logos como ra. zn, o pensamiento, o entendimiento. Seguin esto, Jos Pensa. mientos pueden ser expresados o no, pero la expresion misma no es parte constitutiva del pensar. La expresion se aiiadiria per accidens al pensamiento. Ha habido psicdlogos, sin embargo, que han llamado la aten- cién sobre el hecho de que pensamos verbalmente, aunque es. temos callados. Y sin recurrir a testimonios recientes, ya Platén habia observado que el yous, que es pensamiento o entendimicn- to, es una funcién activa que ha de entenderse como diévoia: es un “didlogo silencioso”.6 Afiadiremos que el pensamiento no debiera designarse con un sustantivo, vots, sino con un verbo, vosiv; pero el término de la accidén designada por este verbo tran sitivo no es solamente el objeto pensado por el sujeto, sino e/ otro sujeto, la persona en general a quien se comunica, 0 puede comunicarse, lo pensado. Sin este interlocutor posible, los tér- minos en que se articula el pensamiento carecerian de signifi- cado. Esto no lo ha advertido la filosofia tradicionalmente, ni lo advierten las nuevas direcciones semdnticas de la ldgica: la de- finicién de un término no se establece sdlo por una relacién del término con el objeto real significado. La significacién es un hecho dialégico: si el significado no es comuin, el término no significa. Dicho de otra manera: los términos no se aplican a las cosas para comunicar un pensamiento formado por un in- dividuo aisladamente; sin cooperacidn de los simbolos no pucde formarse © articularse pensamiento alguno, de suerte que el ‘puro’ pensar implica ya los términos comunicativos. Todo logos es dialdgico. E insistamos en que no es necesario que la comunicacién se cumpla efectivamente, como fendmeno social, oe que pensar sea dialogar. Aparte del didlogo interior “del - Bees aaa 3 sem) dice Platén, veremos enseguida que Al ech: Pe general es condicién de posibilidad Sapa ejercitar el logos, y todo logos ¢s at pucks at cir, Gaia, funn er ma no se concibié como sistema rary oie | peel? Ee bal, sino como regulador del pepe eee ues peresnresion . ) oreo La expresion cra una impurere nee te enna v subalterna, derivada Sai ee eee araexterne See! al y subjetiva, La relacion Logica era Ja relacién interna del pensamiento c ‘5 ee doblamiento dlialdgico, sin destinatario o inten cn ena ICO, Stinatario o interlocutor, En suma, 6 Sofista, 263a. si son tres, en efecto, misma funcién) tienen p' LAS CUATRO RELACIONES DEL CONOCIMIENTO 63 dirfase que el pensar légico era como una accién intransitiva. Si el pensamiento se expresaba, la légica cuidaba mas bien de elimi- nar todos los factores propiamente expresivos de este logos. Se juzgaba, y se juzga todavia, que estos factores expresivos comprometen la pureza conceptual, indispensable en toda formu- lacion cientifica, y arrastran consigo la ganga del subjetivismo, de la imprecision, la falta de método y de universalidad que son propios de la doxa u opinion precientifica. Por esto ha resultado desconcertante que dicho factor expre- sivo del logos, tan cuidadosamente eliminado en la segunda re- Jacién constitutiva del pensamiento, reapareciese después en la tercera, o sea la relacién histérica. El peso de la tradicién im- pone unos reflejos condicionados a los filésofos, y se comprende asi la renuencia de muchos a aceptar, con todas sus consecuen- cias, el hecho de la historicidad, si la aceptacién ha de poner en compromiso el valor de la légica, que estaba tan afianzado, tan acreditado por la milenaria tarea de la ciencia. Sin razén “pura” ¢cémo podria haber verdades que fuesen validas objetivamente, universal y necesariamente? Pero el valor de la légica no sufre mengua, sino al contrario, cuando se restablece ese factor expresivo 0 dialégico del logos. En efecto: el logos es expresién; pero el cardcter expresivo del logos sélo compromete la eficacia de su aspecto racional para quien haya previamente disociado el uno del otro los dos aspec- tos, y crea que son incompatibles. La verdad no sufre por ser expresiva, porque el logos, como unidad de pensamiento y pala- bra, presenta una doble estructura. Por depurado que sea for- malmente —en la teoria cientifica—, o por expresivo que sea subjetivamente —en una confidencia intima—, el logos implica siempre a la vez una intencién comunicativa y un contenido sig- nificativo. Por imposicién del método, es necesario distinguir entre ex- presion y significacién. Pero la ventaja de claridad que procura el método se perderia si creyésemos que estos dos aspectos de un mismo acto, que nosotros distinguimos para comprenderlo mejor, son dos actos diferentes, disociados, acaso incompatibles, y en todo caso sucesivos. Hemos de reconocer que ésta ha silo y es la opinion prevaleciente, y no sdlo entre los légicos. Parece a primera vista que el logos, cuanto mds expresivo, menos fide- digno sera como representacién de lo real; e inversamente, que s6lo podré ser puro y adecuado cuando se neutralice 0 deshuma- nice, cuando elimine todo lo que pueda ser residuo vital, perso- nal, circunstancial. Esta disociacién de los dos componentes del logos produce una correlativa oposicién de actitudes, en cada una de las cua- les se muestra el empefio de reivindicar uno de los dos aspectos frente al otro. El pensamiento es puro, dicen algunos, y solo LA HISTORIA Y LA VERDAD utralidad impersonal y desinteresada pedra ser leg; auténticamente cientifico: la verdad no es expresiva, -€stos, otros sostienen que el pensamiento es un pro. de la existencia humana, es una funcién vital; que cj eto pensante no corresponde para nada a esa ficcion abstracta “sujeto en general”, elaborada por la filosofia cientifica, sino es el hombre real y concreto, el hombre de carne y hue. que esta vitalmente empefiado, de manera integra, en su acto amiento, porque esta irremediablemente centrado en sj : 0, y no puede tomar frente a las cosas una actitud desinte- resada. De ahi, de ese empefio vital, provendria justamente cl Unico valor, la unica utilidad y el unico sentido que puede tener el logos como pensamiento.7 _ Tienen razén lo mismo unos que otros. Lo que vale tanto como decir que no la tienen ni unos ni otros; pues la verdad a medias es el peor de los errores, sobre todo cuando la media verdad se emplea polémicamente contra la otra mitad comple mentaria La verdad no puede disputar consigo misma. Es cierto, por una parte, que sin la depuracién del método y de la légica, la natural pretensién de verdad del pensamiento ae Jas garantias ue! procuran la. objetividad, la _univoci- , la congruencia y el orden sistematico. En este sentido, cl pensamiento cientifico siempre es, ha sido y sera pensamicnto puro, raz6n pura o depurada. Por otra parte, es igualmente cier- to que este pensamiento no es utdpico y ucronico. Es un pr ducto de Ia accién humana. Sobre'lo uno y lo otro habremos de insistir mas adelante; pero desde ahora podemos advertir esto Seria funesto que, al superar la idea racionalista de la razon pura con una idea de la razén vital © histérica, se entendies esta vitalidad como irreductible subjetividad, esta historicidad como relativismo. Concedido que esta confusién silo puede Producirse en las madrgenes del curso central de la filoso! Pero es justamente una confusion que se aviene dema: fadiosbien DORR aa eee entanen, con una forma vital, panica, y que es el personalistne: La ee ee mentoch rencia sobre Ja persona del que hab! puede ° confesion personal, con Ja consi imperio objetivo de Ja realidad, a nes ldgicas y metodologicas de Ja ol que son propias del trabajo cientifico. pe Sa as a eile primera meting, Corioegame 2 dos ds los tamos” caractert u . Ciertas formas de vitalismo y Berenncrertsticos Be Feomedan a eet mo PAUL desembocas en in sls I corresponderian a Ja segunda acti : BRsene Ja, soltst- de esta ultima, véanse Historicismo'y existential forms his Dlema de la filosofia hispantea, passi smo, cap. IX, someterse a las prescripcio- bjetividad y la concordancia, LAS CUATRO RELACIONES DEL CONOCIMIENTO 65 _ Volviendo ahora a la expresividad esencial. Todo lo que sig- nifica expresa, todo lo que expresa significa. Imaginemos una situacién de didlogo entre dos sujetos, cuyo tema de comunica- cidn sea lo mas subjetivo y expresivo, lo menos conceptual y abstracto que pueda darse. Por ejemplo: cada uno de los dos sujetos habla de s{ mismo, y hace confidencias al otro sobre sus experiencias personales privadas. Lo primero que resalta en esta situacion es el hecho de que los interlocutores se entienden. A pesar de cuanto hayan sostenido poetas y fildsofos sobre la inaccesible intimidad del sujeto humano, sobre la imposibilidad de comunicarse o de establecer contacto con ese centro recatado del ser ajeno, el hecho esque la comunicacién existe; pues de otro modo no cabria hablar siquiera de intimidad, ni habria con- fidencias, ni hubiese creado el hombre, con la poesia, un arte verbal especifico de la expresién subjetiva, y con la filosofia y la psicologia unas ciencias analiticas del yo —y el tti— en sus mas recénditas profundidades. Los interlocutores se entienden. El grado y la cualidad de entendimiento a que leguen en el didlogo dependeran de facto- res accidentales, o de las limitaciones esenciales de la expresién misma; pero ni los unos ni las otras invalidan el hecho de que el didlogo produce entendimiento, de que incluso el no haber entendido es susceptible de expresién, y que la discrepancia tiene que sostenerse sobre Ja concordancia basica en aquello de que se discrepa. Pues bien: ¢cudl es la condicion basica de posibili- dad de ese entendimiento, qué es lo que hace inteligible para cada uno el mensaje verbal del otro? Desde luego, ambos em- piean un mismo instrumento de expresién, un mismo sistema simbélico. Esto se da por descontado; pero ¢de qué depende la eficacia de tal sistema? De que cada uno de los términos de ese lenguaje tiene un significado mds o menos univoco, pero suficientemente preciso para que el interlocutor efectue, al es- cucharlo, una instantdnea referencia mental al objeto significa- do por cl que esta hablando. El que esta hablando, por su parte, piensa cn ese mismo objeto cuando lo designa en su expresi6n. Entender es precisamente esto: el acto de una comuin referencia al mismo objeto, promovido por el empleo de una palabra dotada de significacién. La significacién no desaparece por el hecho de que Ja palabra sea expresiva. En el caso de una confidencia intima, la experiencia comu- nicada podra parecernos tnica, intransferible, irreproducible, y por tanto la morada interior del que se expresa decimos que es inabordable, inasequible, irreductiblemente solitaria, radicalmen- te extrafia o ajena. El ti, el ser profundo y auténtico del otro, seria cet inconnu. Sin embargo, ese lirismo de la soledad y la incomunicacién no tiene base fenomenoldgica, sea cual sea su atractivo poético, y no debe quedar de él ningtn vestigio en LA HISTORIA Y LA VERDAD una teoria cientifica; porque la comunicacién intersubjetiya un hecho positivo, y el logos de la confidencia seria absolugs mente ininteligible si la expresién no envolviese unos signific, dos que permiten al que Ja escucha referirse, mediante ellos, a unos datos de experiencia comin. Por singular y privado sea, lo comunicado no puede ser algo verdaderamente unico, si encuentra un eco de comprensién. Si fuera unico, no habrig fidencial es captar el sentido vital de lo expresado; pero este sentido se capta, y sdlo puede captarse, mediante la inteleccién de un significado. La relacién vital expresiva implica la relacién intelectual co-significativa. Y significar no es otra cosa que mentar un objeto cualquiera con un simbolo verbal que permite reconocerlo 0 identificarlo dialégicamente. El pensamiento, pues, no es una facultad solitaria y privada del sujeto, sino una fun- cién comunicativa; es la accién misma de entender —y darse a entender—, la cual presupone siempre un interlocutor en ge- neral. El entender es una accidn transitiva® De ahi se infiere que no puede haber una forma especial del logos que sea pura expresién sin significacién. La expresién quedaria frustrada en su inherente intencién comunicativa, y lo expresado en ella seria incomprensible, si no tuviese significa- cién alguna, si lo comunicado no fuese un cierto contenido sig- nificativo. En suma: la expresién no expresaria nada, si no significase nada. Reciprocamente: la significacién pura tampoco la encontra- mos, desprendida de la expresividad o comunicabilidad. Y no s6lo porque es imposible eliminar o neutralizar por completo €se sujeto humano real y concreto, vital e histdrico, que es el hombre mismo en su actividad comunicativa; sino por una ra z6n anterior, mas radical, que concierne a la esencia de la acti- vidad significante, y no a lo que pueda hacer o no hacer un sujeto particular cuando ejercita esta funcién. Pues, en efecto, Ja condicién previa, sine qua non, que ha de cumplir todo signi- ficado es la de ser inteligible o comprensible, y esto quiere decir comunicable. Hasta el error, hasta la significacién incorrecta Y el engafio, tienen que ser inteligibles; pues gcomo podrian, de ® Hay que insistir en que el término de esa accion transitiva no es ¢! objeto, sino el otro sujeto. El objeto no ¢s sino el medio de comunicacidn, gauello que la hace posible, o sea el contenido de la comunicacién misma. sto permite (obliga, en verdad) a desechar el esquema tradicional de 14 relacion sujeto-objeto, aunque contrarie nociones adquiridas y fuertemente “pees en filosofia. Al introduc esta cuarta relacién constitutive del Pensamiento, qué es la relacién dialdgica, se advierte que estuvo tra ates ente mal establecida la relaciin primera, 0 sea la relacién episte, pelea bl guleto pensante con el objeto pensado. Véase el § 5 de este término con que designarlo. El simbolo es siempre vinculo : comunidad. Lo que importa er m de intimidad con. : LAS CUATRO RELACIONES DEL CONOCIMIENTO 67 otra manera, ser denunciados y corregidos? Pero, sin llegar a esta verificacion, que ya es un fendmeno dialdgico efectivo, el sujeto mismo que esta pensando el objeto real significado no podria entenderlo sino en funcién de un simbolo que, por ser inteligible, es comunicable. Un significado ininteligible, es una contradiccién en los tér- minos. Entiéndase bien que, si no fuese comunicable, ese signi- ficado no seria inteligible ni siquiera para quien lo empleara a solas, antes de formutarlo. La prueba decisiva, naturalmente, la ofrece la comunicacién, cuando llega a efectuarse: un mensaje en el que se habla de algo que nadie puede entender no es un mensaje significativo, y es expresivo sdlo de la demencia, que es el grado mayor de soledad o incomunicabilidad a que puede llegar el hombre. (E incluso aqui, el sentido vital de la expresion trae algtin eco de significaciones inteligibles, como sabe muy bien el Psiquiatra; porque sin esta hermenéutica no seria posible la psiquiatria, la cual es, en medicina mental, lo mismo que es el sentido poético para la comprensién del lirismo de la soledad.) La inteleccién misma, pues, ya es dialdgica en si, atin antes de que los significados definidos en ella se conviertan en mate- ria o contenido de una exposicién o expresién verbal efectiva. Por tanto, no es necesario esperar a que el didlogo se produzca, y analizar entonces la expresién, para comprobar en ella, en medio de las significaciones “puras”, la presencia irrechazable del hombre concreto que las pens«, con todo lo que esto implica. El factor expresivo se encuentra ya en la misma funcion signifi- cativa, como condicién necesaria de la inteligibilidad. No hay conceptos sin palabras. Estas no se afiaden a las significaciones, como etiquetas a un producto ya elaborado. Las palabras, los simbolos en general, forman parte del proceso mismo de la sig- nificacién u objetivacién. Por esto, inteligibilidad y comunicabilidad quieren decir lo mismo. Una significacién es inteligible cuando el simbolo que la constituye es comprensible dialégicamente, 0 sea, cuando tiene la virtud de hacer patente de manera efectiva al otro sujeto la realidad objetiva mentada por el sujeto que la piensa, y que la ex-pone en la expresién. En fin: la “pura” significacién, sin simbolo expresivo, seria puramente insignificante, ininteligible. Por qué se romperia asi el nexo comunicativo, que es esencial al logos? Porque se habria roto el nexo cognoscitivo entre el su- jeto y el objeto: no existe ninguna realidad, conocida por un Sujeto, que no pueda ser expresada simblicamente. La relacién simbélica esta formada conjuntamente por estos dos nexos. Si alguien formulase la hipétesis de una realidad privativa, exclu- siva de un solo sujeto, no sabrfa cémo responder a Ia pregunta ecual es esa realidad? A esta pregunta solo se puede responder con palabras. Lo primero que revelan las palabras es el hecho 68 LA HISTORIA Y LA VERDAD de que soe realidad es compartida. El conocimiento es una Puede verificarse que este planteamiento del problema de “ expresion —y el correspondiente intento de solucionarlo— jg situa en un nivel mas radical que el nivel en que se presentan Ios _ hechos psicoldgicos, sociolégicos ¢ histéricos. Solo en este nivel de una metafisica de la expresion es posible interpretar adecua. damente aquellos hechos, en los cuales se han basado las critj. cas de la filosofia, y de la ciencia en general, por parte de quie- mes juzgaron que la expresividad subjetiva y la expresividad histérica invalidaban definitivamente la pretensién de verdad del pensamiento® Pero es el analisis fenomenoldgico del pensa- miento, y la revelacién de sus diversas relaciones y estructuras, lo que ha permitido advertir que ese factor expresivo, en vez de impedir la consecucién de una verdad, constituye mds bien la condicién real necesaria, o sea literalmente onto-ldgica, de todo conocimiento, lo mismo en la fase precientifica que en la cien- tifica. 4. LA EXPRESION no es incompatible con la verdad. Por el con- trario: sin expresién no hay verdad. Pero estas afirmaciones pudieran parecer dogmaticas, o “expresivas” ellas mismas, a pe- sar de que concluyen un examen que ha sido fenomenolégico. El complemento que ellas requieren ha de consistir en una mayor precisién del concepto de verdad. Muchas confusiones pueden enturbiar esta cuestién si no se advierte —y no es comin ha- cerlo— que el concepto de verdad no es un concepto univoco. La palabra verdad puede tener varias significaciones, por- que hay varios niveles de conocimiento, en cada uno de los cuales se realiza una modalidad especifica de la verdad. Cuando no se distinguen esos niveles se corre el peligro de atribuir y negar a la verdad, al mismo tiempo, ciertos caracteres que ella presenta efectivamente en algtin nivel, pero no en otros. Desde antiguo se ha considerado que la vocacin cientitica tenia como rasgo primario “la busqueda de la verdad”. Esta nocién, se ha difundido y acreditado hasta convertirse en un lu- gar comun, en el que recae: (que no cabe, naturalmente, ica de la expresion. etivo final de esa Metafisica e- iencia en general, y de la metalisica La protongacién de esa’ tarea en Ia presente jl0s Propésitos de aquélla, por si no hubies: nogratico de los fendmenos simbél 2 “ontologia de lo humano” rarse tan sdlo como requerimiento moto mentacién ontolégica de la ciencia, partie en esta obra) se ha presentado en etafi dicho tan s6lo para recalcar cue el oki stitucién del fundamento de la misma, como ciencia primera, obra debiera, pues, confirmar quedado claro que'no se lim expresivos, 0 de los sistem: que ella conticne hubo dolégico, para llegar a | do de Jas evidencias primaria LAS CUATRO RELACIONES DEL CONOCIMIENTO 69 fanos. ¢Qué otro rasgo podria caracterizar mejor esa vocacién? La busqueda de Ja verdad, con desdén hacia otros intereses, es como el signo de nobleza vital del fildsofo y de todo hombre de ciencia. Pero esta formula de “la busqueda de la verdad” tiene mas sentido moral que exactitud tedrica. En ella descubrimos dos implicaciones correlativas, ambas inadmisibles: primero, que- da implicitamente supuesto que, antes de esa vocacién cienti- fica, o aparte de ella, el hombre esta privado de verdades, y ni Jas busca, ni puede procurdrselas aunque las busque; y segundo, se supone que la verdad es algo utépico, o algo situado en una terra ignoia, remota, dificilmente accesible. Para llegar a esta zona habria que emprender, muy bien equipados, una marcha que seria muy ardua, cuya meta permanece incierta, pero que se imicia a partir de un punto en que la verdad, desde luego, no se encuentra. Esta versién un poco romantica de la vocacién cientifica y de la verdad la fabricaron los propios filésofos y la han here- dado los cientificos modernos. La parte de exactitud que pueda contener se refiere solamente a una de las modalidades o nive- les de Ja verdad: la verdad cientifica. Pero es necesario que la ciencia, para comprenderse a si misma, empiece por reconocer gue hay otros niveles y modalidades de la verdad que son mas comunes, fundamentales o primarios. El camino de la ciencia se eniprende desde la verdad; o sea, desde un nivel de la ver- dad, para Negar a otro nivel. En la ausencia completa de verda- des no se promoveria el afan de buscarlas. Este es el hecho que nos permite afirmar que el hombre se encuentra siempre, desde tuego, en la verdad; que no puede existir sin la verdad; que es, en suma, el ser de la verdad, definible por ella ontold- gicamente. La verdad es el reconocimiento del ser. Decimos el re-cono- cimiento, porque esta operacién implica una reiterada aprehen- sién del mismo objeto por el mismo sujeto (sin lo cual no se efectua la identificacin, 0 sea que el scr del objeto no queda fijado en su mismidad objetiva); pero implica sobre todo una aprehension del mismo objeto por dos sujetos diferentes. Este reconocimiento es dialdgico, y en él consiste la decisiva evidencia apodictica del ser, invulnerable a toda critica posterior, a toda posible “‘duda metédica”’. Extremando Jas cosas, para explicarnoslas mejor, pudiera decirse que esta evidencia dia-logica del ser comienza en una fase pre-légi: to indicativo es aqui el antecedente del logos significativo. Sefialar un objeto con el dedo es hacerlo pa- tente a alguien, y esta rudimentaria presentacién constituye una verdadera apéfansis, la cual no es menos cfectiva por ser pre- logica. El objeto es re-conocido, siquiera como presente ante los que ninguno de ellos pueda significarlo y deno- dos sujetos, aun LA HISTORIA Y LA VERDAD -minarlo, porque no sepa qué clase de objeto a ambos su. jetos conocen ya el objeto, entonces el gesto indicativo no es un antecedente, sino un sustituto del simbolo significativo con que lo identifican al hablar. El andlisis de esta situacién vulgar, de la cual. todos los hom- bres hacen la experiencia cotidianamente, tiene interés tan sdlo para revelar que la simple jndicacién muda del objeto, antes de su conceptuacién, contiene ya una verdad, es un germen pre- légico de la verdad légica. El objeto scfialado se hace patente a ; los dos sujetos mediante el gesto; este comun re-conocimiento de algo real y presente es una forma de posesidn del ser. Las formas superiores de posesién, en las cuales es el logos cl que hace presa en el ser, realizan un tipo de verdad mas eminente; pero no hay verdad ninguna que no provenga de una primaria aprehension del ser —como quiera que ésta se efecttie—, en la cual se manifiesta el objeto como algo real, presente y patente. La verdad es la manifestacién del ser. El propio lenguaje tiene también modalidades meramente in- dicativas o pre-conceptuales. Aqui es una palabra, que no sig’ fica ningtin objeto determinado, la que parece ser el sustituto del gesto. El pronombre demostrativo, cuando el objeto que se sefala no ha sido significado con un sustantivo, equivale, en forma verbal, al mero gesto indicativo que se hace con ei indice de la mano, y tiene el mismo valor apofantico o apodictico, es ! decir, precura la misma evidencia primaria de la presencia de algo real. (Y no se olvide que ese pronombre se llama demos- trativo, no porque demuestre, sino porque muestra: la demons- tratio en latin significa lo mismo que significé la dxbderEIc en griego, antes de Aristételes.) vs La simple presencia de un ente es, pues, la materia de la mas fundamental de las verdades. Tan fundamental, que no exige siquiera que “lo” presente haya sido significado, y picrda con la significacién del sustantivo esa literal neutralidad, ese anonimato del pronombre demostrativo y del articulo en género neutro. No es necesario decir “esta mesa’, para que la mesa se haga patente y el interlocutor comparta la evidencia de su Presencia real. Basta decir “esto” para que se establezca el vinculo de entendimiento entre los interlocutores, mediante la comun referencia al objeto. Para ello no seria necesario siquiera que los des supieran a qué clase pertenece el objeto manifiesto. Cuando se dice “esta mesa”, el objeto ya ha sido conceptuado y clasificado; esta formula contiene claramente una verdad, por que €s una proposicién abreviada: “esto es una mesa” seria 1a Bee aes Lo cual se confirma cuando el que indica i“ tbalmente comete un error de significacién; el ot? ee puede entonces replicarle : “eEsta mesa? Pero esto no Gs esa, es una banca.” El error de significacién no destruy® | LAS CUATRO RELACIONES DEL CONOCIMIENTO 7 la evidencia apofantica: el objeto no es una mesa, pero su pre- sencia real es manifiesta, sea él lo que sea. El error de! sustan- tivo no destruye la verdad del pronombre. En tanto que esta presencia es literalmente manifiesta, 0 ma- nifestada, la primaria evidencia légica es compartida, 0 sea dia- légica. Pero incluso la evidencia pre-légica contiene en germen ja verdad primaria del logos. La apéfansis del gesto es igual- mente dialégica: aunque no intervenga en ella el sistema sim- bédlico de la palabra, intervienen otros simbolos, con los cuales establecen los dos sujetos una relacién expresiva; de suerte que la presentacién del objeto es una verdadera comunicacién. Tam- bien el gesto es dialdgico. Ciertamente, el gesto y el pronombre demostrativo carecen de significacién, en el sentido de que no representan univocamente ningtin' objeto determinado; la deter- minacién la adquieren situacionalmente. Son simbolos y tienen, como tales, ellos mismos una significacién precisa constante: la indicacién. O sea que la indicacién puede servir indistinta- mente para cualquier objeto; pero, cuando se aplica a uno, lo identifica tan directamente como el simbolo sustantivo. Lo in- dicado se hace patente entonces porque esta co-presente ante el indicador y ante quien comprende la expresién indicativa. La apéfansis es una presentacién. Viene después la re-pre- sentacién, mediante un simbolo conceptual, sustantivamente sig- nificativo. La representacién conceptual, claro esta, tiene que ser, ella también, apofantica: si el simbolo no hace patente algo real no cumple su funcién propia, no significa o representa nada. Pero en la representacién simbélica hay un componente subjetivo que se sobrezfiade a la mera presentacién. Pues la representacién ya es pensamiento discursivo, y el simbolo con el cual significamos y expresamos lo representado ya no es una mera indicacién: ya no dice solamente que la cosa es, o esta presente, sino que dice lo que es. Todo concepto es un juicio concentrado, comprimido o abreviado. Y por esto, toda repre- sentacién simbélica sustantiva es onto-légica; es un logos sobre el ser, en el cual se manifiesta la clase de ser a que pertenece lo significado: mesa, Arbol, hombre, numero, virtud, lo que sea. El concepto es pensado, es obra o producto de un sujeto pen- sante, La palabra concepto” es un sustantivo formado de un participio pasado que indica el término cumplido de la accién de concebir. Esta es una accién humana, en la que cada cual pone algo de su parte. El logos presenta aqui bien claramente sus dos facetas complementarias: la representacién objetiva y la expresién subjetiva, el contenido significativo y la intencién comunicativa. Pero hay que entender bien cémo se produce el acto de la representacion conceptual. La expresidn se encuentra en la re- presentacién misma. No podremos salir de confusiones mientras sigamos aceptando sin critica oes TSenTiveet eee eas még crédito que el de su uso tradicional 3 ene a tacion seria, o aspiraria a ser, una simp Produccigy Eteral peliebietd ‘como una copia de la huella que hubiese Eriiinprescre! objeto en el entendimiento del sujeto. Este pondria en dicha representacién nada de su parte, excepto mecanismo reproductor. El sujeto seria Sve oe NO serjg productivo. Del concepto quedaria eliminada, entonces, la ey, resin. se are la conceptuacién no es una simple representacion, aun. que reciba este nombre; no se limita a reproducir el objeto; no es un chispazo intuitivo, sino el producto de un Pensamiento relacionante, discursivo. Esto no se advierte a primera vista porque el concepto se formula con una palabra sola, aislada, que seria como la copia de una fotografia instantanea del ob. jeto. Pero la distincién tradicional entre concepto y término no puede aceptarse literalmente: el término, el simbolo verbal, es aquello que utilizamos para conceptuar. Insistamos en que la palabra no se aplica al concepto una vez que éste ha sido ya pen- sado. Tampoco el concepto se forma sustrayendo al objeto de toda conexion real, sino en una relacién con otros objetos que definen o delimitan el campo de la significacién. La operacién es compleja; es expresiva porque es productora, y porque los materiales de la produccién son siempre simbolos, términos dia- légicos. El simbolo “mesa’, con el cual se representa concep- tualmente un determinado objeto, concentra toda una serie de relaciones simbdlicas que prctenden ser verdaderas, a saber: la afirmacién de la realidad objetiva de tal cosa; su distincién respecto de otra cosa, como es la silla; la pertenencia de ambas a un género comun, que es el género mueble; la distincién en- tre este género y los objetos de géneros distintos, etcétera. La expresividad primaria de la conceptuacién radica, pues, en el caracter simbdlico de esta operacion compleja. Conviene retener este hecho. No se advierte excepcién ninguna en la une nimidad con que los filésofos han asimilado la expresividad a la subjetividad. Esta asimilacion ha sido ilustrada moderna dh det persaanaanesic uel ferutbra oobi de un fondo ianto antes de su produccién, determinando des in fondo irracional las orientaciones Y modalidades de una peculiar “manera de ver las cosas”, que seria mas expresiva de la persona que de esas mismas cosas pensadas. Mas tarde, inter vendria el sujeto expresivamente en la comunicacién de lo pel sado, de suerte que arrancaria también de un fondo irracion su distintiva “manera de hablar de las cosas”, : ; en calidad, ninguna de estas dos ingerencias de la subjett vidad puede, ni debe, negarse. La ciencia no las ha negado nunc pero no ha crefdo que fueran irremediables, o sea determinantes 2 LA HISTORIA Y LA VERDAD LAS CUATRO RELACIONES DEL CONOCIMIENTO B Si el pensamiento no sufriera desviaciones irracionales, no hu- biera sido necesario crear estos instrumentos de rectificacién que son el método y la ldégica, los cuales dan la norma del bien pensar y permiten mantener la objetividad. Por esto, repre- senta una crisis para la ciencia la idea de que la expresividad es esencial; porque entonces sus efectos parecen irreparables. La expresién se convierte asi en el concepto clave de un deter- minismo subjetivo irracional. Por esto también, se ha insistido en que Ja reivindicacién de la objetividad cientifica requeria, no Ja negacién del hecho de la expresividad, pero si la negacion de su esencial presencia en todo pensamiento. El aparente conflicto (una de cuyas incidencias es la polémica entre psicologismo y logicismo) no puede resolverse si se pro- longa la discusién sobre la eficacia o ineficacia de las técnicas légicas para depurar el pensamiento de esa ganga psicoldégica de la expresividad. Esta eficacia es un hecho, y el hecho se llama ciencia. Hay que mostrar en cambio que la objetividad cientifica es posible justamente porque la expresividad es esen- cial. Esto requiere precisar el concepto de expresividad. En la polémica sobre el valor objetivo del pensamiento, unos y otros convienen en que la verdad se encuentra en el juicio, con el cual se expresa o formula una opinién. El concepto no presentaria ninguna dificultad. Incluso el determinismo subje- tivo considera implicitamente que el concepto es inexpresivo: la palabra “mesa” designa correctamente el objeto mesa, y en esta simple designacion no intervienen para nada las motivaciones irracionales que fijarian los caminos del pensamiento discursivo, o Ja formacion de opinion Pero el fundamento de la objetivi- dad es precisamente la conceptuaci6n, no la opinién; y la obje- tivacién es ya una operacién discursiva y expresiva. No es expresiva porque manifieste ninguna peculiaridad del sujeto, sino porque es simbdlica. La verdad esta ya en el concepto, y el simbolo (que no expresa el concepto, sino que lo constituye) no es resultado solamente de la relacién del sujeto pensante con el objeto pensado. El nexo de la relacién simbélica es el que se establece entre aquel sujeto pensante y cl otro sujeto en general, para quien el simbolo ha de ser inteligible. La obje- tividad consiste en esta primaria inteligibilidad comin. O sea que la relacién simbélica es objetivante porque es comunican- te. La esencial y radical comunicabilidad del concepto es lo expresivo en él. La expresién de posiciones 0 disposiciones per- sonales frente al objeto, que puedan tomar los sujetos dialo- gantes, o sea la formulacion de sus opiniones personales, es algo posterior. Es evidente que la mas disparatada de las opiniones que un hombre pueda formar sobre un objeto cualquiera presupone la objetivacién de este objeto; y que ningtin otro sujeto podria ‘LA HISTORIA Y LA VERDAD denunciar el disparate si éste no tuviera aquel fondo de verda objetiva que permite Ja identificacion del objeto POF parte de] discrepante. Objetivar el objeto es identificarlo, © sea poseer|g — en comun. Esta condicion previa de toda posible disparidad de opiniones, 0 de “actitudes pensadas NO €s expresiva porque en _ ella esté involucrado el sujeto, sino porque la objetivacién es _ simbdlica y dialégica. No se ha advertido que la expresividag radicaba en este caracter esencialmente dialdgico del logos, mas que en la particular subjetividad de cada individuo que hace uso de su logos. Por esto, es la intersubjetividad, inherente a toda funcién simbélica, la que garantiza la objetividad, aun antes de que el sujeto pueda enturbiarla, manifestandose a s{ mis. mo con-su doxa personal. La expresividad es, ante todo, comuni- cacién. Pero lo comunicado primariamente no es un puro men- saje personal, sino un objeto. Ningiin mensaje es inteligible si no hace patente un objeto de experiencia comun. O sea que la ex- presividad es la forma de una relacién simbdlica intersubjetiva que tiene como base o referencial comuin los objetos significados. Hacen, pues, mal uso de un hecho comprobado quienes afir- man la expresividad a costa de la objetividad. Por esto es tan necesario insistir en que la conceptuacién es ya discursiva; que Ja expresién (bajo especie de comunicabilidad simbolica) se en- cuentra ya en la operacién objetivadora, aunque ella no exprese ninguna opinion, ni se juzgue que contenga ningtin rasgo perso- nal de quien formula el concepto; y en fin, que estos componen- tes subjetivos que pueden entrar después, y entran en efecto, en la formulacién de un juicio, no comprometen el “hecho de Ja verdad”, en ninguno de sus dos niveles: en su nivel primario, porque aqui la verdad es la simple apofansis, que culmina en el concepto; y en el nivel del juicio, porque es la realidad misma de la cosa ya objetivada la que permite la verificacién. La efi- cacia depuradora o correctiva de! método y de la ldgica no de- pende de unas condiciones intrinsecas y formales que estos sistemas posean; depende del servicio epistemoldgico que pre: tan sus formalismos. Sin esa apelacion a lo real, el formalismo légico es vano; pero entonces también carece de sentido, légi- co y epistemoldgico, la contraposicién de opiniones a las que no abona nada mds que la pertinacia con que se defienden. Sdlo en este caso de omisién o rechazo de !a realidad objetiva tiene la expresividad un fundamento irracional. Es la irracionalidad del que afirma “ésta es mi verdad”. Pero la verdad que sea tan s6lo verdadera “para mi” no es verdadera para nadie. Esto quiere decir que toda verdad, incluso la verdad concen- trada del concepto, manifiesta una realidad compartida dialégi- camente. Con Ja simple afirmacién ego cogito, Descartes resta- blece simbélica, efectivamente, la comunicacién intersubjet que parecié cortarse con la duda metédica. Cuando se suprime iicoedinaites. eye ees LAS CUATRO RELACIONES DEL CONOCIMIENTO vic) 0 se olvida este factor dialdgico o expresivo del logos, cl sujeto solo no puede nunca reconstruir o representar un mundo ver- dadero. El mundo es comtin. Sin intersubjetividad no hay. tran- subjetividad. Aunque no hayan claberado tematicamente una teoria de la expresion, algunas direcciones de la filosofia historicista se ca- racterizan por el intento de introducir en el subjetivismo el fac- tor transubjetivo, pero no el intersubjetivo. Lo subjetivo seria la manera de ver las cosas”. Lo transubjetivo seria el condicionante situacional, histdrico, de esta visién. El simple ver se concibe ya como una “posicién antepredicativa”. Y como la “manera de opi- ar” es consecuencia de esa “manera de ver”, de ahi resulta que las opiniones, las presuntas verdades que formulamos sobre las cosas, no tienen otro sentido que el de expresar nuestra manera de estar entre ellas, nuestra relacién vital con la circunstancia. Y esto ocurriria no slo en el pensamiento vulgar, sino en el pensamiento que pretende tener mas alto rango y mayor depura- cién: en la filosofia. (Si ocurre también en Jas cien siti es una cuestion comprometida que el perspectivismo deja cui- dadocamente sin examen. De lo que se trata, al parecer, es de negar el valor cientifico de la filosofia, y de realzar su valor personal en esta negacién; pues la ciencia, con su rigurosa me- todologia, impone demasiadas restricciones, impone una humil- dad ante las cosas que es demasiado catartica para la persona- lidad subjetiva.) El fildsofo expresaria a su modo lo que él es, hablando de lo que alcanza a ver, y no podria dar a su testimo- nio de la circunstancia un significado mas fidedigno y objetivo, porque ningiin punto de vista seria compartible Aparte de sus falsas premisas, esta conclusion no deja de ser paradéjica; pues seria justamente la expresién, que es esen- cjalmente comunicante, aquello que mantendria incomunicado al sujeto. El solipsismo idealista, que es la soledad de la concien- cia, queda transformado asi en cl nuevo solipsismo que es la soledad de la circunstancia. El nuevo solitario cree haber recu- perado un mundo, més all de su conciencia, pero no ha ganado compaiifa. Y si este mundo limitado es para ¢I solo, en realidad no lo ha ganado. ¢Qué sentido tendria la expresién del timico habitante de este mundo? Dicho de otra manera, sin recurrir a esta reduccién al absurdo: gcémo es posible la expresion, si lo comunicado es una perspectiva que no puede compartirse? So- Jedad y expresién son dos términos que no embonan. Sin intersubjetividad no hay objetividad. La expresividad del pensamiento es esencial; pero a su vez lo esencial de esta expresividad ro es la modalidad subjetiva de la relacién perso- nal con los obictos, con lo transubjetivo, ni es la “‘manifesta- Gion del yo”. Lo esencial es la intercomunicacién, la relacion intersubjetiva en general, en la cual consiste cualquier funcién LA HISTORIA Y LA VERDAD simbéli El haber confundido esta expresividad esencial la expresividad circunstancial de un sujeto determinado ie formula su pensamiento en un acto concreto de comunica fue lo que determin6 aquella falsa idea de la razén pretendia neutralizar el sujeto, o deshumanizarlo, como condi. cién necesaria del pensamiento cientifico. Pero la vocacion de objetividad, que es propia de la ciencia, no se propone sino depurar el pensamiento de aquella parte de ja subjetividad que tradicionalmente se resume en la formula “interés individual”, Ni siquiera es necesario, ademas de que no seria posible, eliminar todos los rasgos expresivos del sujeto que ejerce aquella voca. cin. Esta se expresa ya en la misma eleccién vocacional de la ciencia, y después en el estilo, en la preferencia por unos te. mas, en la lucidez para descubrir ciertas verdades o explorar ciertos sectores de Ja realidad, y en la ceguera para otros. Pero esto no significa, por otro lado, que la verdad sea verdadera porque la exprese un sujeto peculiarmente dotado para encon- trarla, o que sea verdadera sdlo para él; ni que deje de ser verdadera la que encontré otro sujeto, que expresa con la biisque- da y con el hallazgo unos caracteres personales diferentes. Nues- tra vida no determina las verdades: sdlo condiciona nuestra ap- titud para encontrarlas. Podemos, pues, establecer como hecho principal que ia expre- sividad del pensamiento es independiente de las modalidades de la expresién personal que aparecen incluso en las formas depu- vadas de la ciencia. Lo mismo en el nivel cientifico que en el precientifico, el pensamiento es en si comunicativo. La objetivi- dad es dialdgica. Lo cual se entiende mejor cuando la palabra simbolo se emplea con un significado vecino del que tuvo origi- nariamente en Grecia. La relacién simbolica implica la afinidad de los términos que entran en ella. Y aunque decimos que las palabras simbolizan las cosas, con esto no precisamos sino un aspecto de la relacién simbdlica; pues ninguna palabra tiene per se afinidad o congruencia necesaria con la cosa que ella sim- boliza. El sujeto tampoco es congruente con el objeto. El objeto no es mas que la base real para una operacién mediadora: es un término intermedio, es un referencial comtin para la relacién entre dos términos que si son afines y congruentes, y éstos son los dos sujetos dialogantes. Simbolizar no es dar nombre a las cosas; 0 mejor dicho, dar nombre a las cosas no es sino comu- nicarse con alguien mediante esas cosas nombradas. Lo simbo- lico es la comunicacién, no el nombramiento. Sin el “otro”, general, la relacion simbdlica de la palabra con la cosa no queda cumplida; no tiene siquiera sentido. O sea que el simbolo eS significativo porque es expresivo, Si no expresa, no significa; Si no significa, no expresa, Esto es Jo relevante nicacign, Pura que sta es la intencién que lleva la defini LAS CUATRO RELACIONES DEL CONOCIMIENTO 77 cién del logos como razén simbdlica. La expresividad es un caracter constitutivo de la razon como tal; no es un compo- nente psicolégico adventicio, y desglosable de la funcién noéti- ca. Con esta concepcién puede evitarse que siga prosperando el contrasentido que se ha propalado durante tantos siglos, a saber: la idea de que hay una forma expresiva del logos, y otra que seria inexpresiva. Sintoma de la decadencia de esta idea es el resultado que ella misma ha producido en nuestros dias: la divisién de los filésofos en partidarios de la razén pura y en partidarios de la razén vital. Pero algunos podrian empefiarse en afirmar que la verdad queda mds comprometida atin cuando se descubre que el logos es expresivo de manera esencial, y no accidental. Y en efecto, lo expresado es expresivo, aparte de la manera como se exprese. Pero una metafisica de la expresién, o una critica de la razon simbolica, obligan a cambiar la tradicional teoria del concepto. Se ha comprobado que en el concepto es donde cuaja, por asi decirlo, la objetivacién: es la forma en que el logos define, iden- tifica 0 manifiesta el ente. Por esto solia decirse que el con- cepto era la “representacién intelectual del objeto”. Sin em- bargo, no es sélo una representacién. Toda forma de pensamiento, incluso el concepto, es una dad@avoic, y a la vez es una xotyois; eS una representacion del objeto y una creacién del sujeto. Dicho de otra manera: la representacién es una creacién en la cual, a pesar de ser un acto subjetivo, con todo lo que esto implica, se hace patente una realidad objetiva. Esta posesi6n comin del ser en la manifestacién es posible porque el concepto es sim- bédlico, o sea comunicante. En tanto que la realidad queda re- presentada inteligiblemente, el simbolo que la representa contie- ne una verdad. Esta representacién podra ser mas o menos correcta o adecuada; pero sera verdadera, en un modo primario, si cumple la intencién comunicativa de la dxéqavois, al lograr que se haga comprensible su contenido significativo. Por su parte, en tanto que ella tiene un caracter simbdlico, esta repre- sentacién objetiva es un producto de la accién humana; por consiguiente, aparte del grado mayor o menor de adecuac ién que ella obtenga, ser4 expresiva esencialmente, por ser dialégica (y lo ser4 ademds por los rasgos particulares que revele en cada caso e] sujeto que la formule en un acto concreto de relacién comunicativa). : Ya se percibe que, en general, una verdad sera tanto m: firme cuanto mas se acerque a la evidencia comun de la axépaveis primaria; y sera mas inestable y aventurada cuando tenga ma- yor parte de zxotyoic, es decir, cuando sea mas teorética En tanto que Ja ciencia es teoria, y no una s imple con hechos, ella es literalmente mas poética; quiere decirse que sus conclusiones tienen valor de hipétesis, son productos histéricos LA HISTORIA Y LA VERDAD ‘necesario enmendar y renovar. Por esto, la pureza e fazon que es necesario procurar en el trabajo cientifico, a éliminar todas las arbitrariedades de la subjetividad, no 4,)°% apoyarse precisamente en la doctrina de la razon pura”, de de cual se eliminan las notas de expresividad e historicidag, Est misma labor depuradora es uma accion humana, es parte inte grante de la creacion teorética; y es expresiva, antes que Nada de la vocacién de objetividad caracteristica del cientifico, Tampoco es filoséficamente correcto, entonces, pretender gy, haya una “razén vital”, expresiva o historica, que pueda y qe, contraponerse a la “razén pura”. La indispensable pureza de |, ciencia la interpreté el racionalismo como necesidad de elimi. nar lo expresivo del logos; por su lado, los vitalismos de lg pa. z0n reivindican la expresividad, pero la consideran como fracasg de la verdad objetiva, como licencia para prescindir del métodg y el sistema. Expresiva, historica y vital lo es cualquier forma posible de la razén. Ella no cambia su modo natural de ser por. que cambien los modos de emplearla arbitrados por cada par. ticular sistema. Pero, si la expresividad es un hecho, también es un hecho la verdad. La verdad y la expresion han podido presentarse como términos opuestos porque previamente se di. sociaron los dos componentes del logos que son la expresién y Ja representacién. De ahi provienen todas las confusiones, y una de las que tiene mayor importancia es la que ha llevado a con. siderar implicitamente la verdad como un “acto de afirmacién”. Lo que debia considerarse entonces era si esta afirmacién tenia un valor objetivo, o tenia solamente un valor subjetivo. La cuestién esta mal planteada, porque la verdad, antes que una afirmacion sobre un objeto, es una presentacién del objeto. La presentacion es condicion de posibilidad de toda afirmacion y de toda negacién. En este nivel radical y primario, es verdadera toda proposicion (incluso es verdadero el simple concepto) que resulta inteligible, en el sentido de hacer patente o manifiesto un objeto real cualquiera. La concordancia o discrepancia que pueda surgir respecto de lo afirmado o negado en tal proposi cién viene después, y sdlo puede establecerse sobre la base de |a concordancia previa en que consiste la simple inteligibilidad de Jo expresado. La ultima dificultad pendiente es la de esclarecer de qué manera puede el simbolo representar o hacer patente los objets reales en general. Pero la dificultad desaparece en este esquem de la razon simbdlica que hemos disefado; es una herencia de! €squema tradicional que se trata de superar. Mas que dificil, era imposible mantener Ja objetividad, con la ‘consiguiente pr tension de verdad del pensamiento, y a la vez radicar en la Sol subjetividad la funcién objetivadora. En el sujeto solo no S° puede fundar la objetividad; ni se puede, basdndose sdélo en LAS CUATRO RELACIONES DEL CONOCIMIENTO 79 _explicar la relacién del simbolo con el objeto, y su eventual ‘comprensibilidad. Pero el concepto clave no és el de sujeto, sino el de comunidad, el de relacién intersubjetiva. Por aqui reaparece el factor expresivo, pero ya no como perturbador de la objetividad, sino justamente como fundamento de ella, Pues es un hecho que la objetividad no se consigue en una relacién gno- seolégica del sujeto con el objeto. La objetivacin trasciende la esfera subjetiva individual: objetivar es manifestar o hacer pa- tente un ser, en su realidad propia, independiente de quien la conoce, y esta es una operacién simbdlica, que quiere decir légi- co-dialégica. La verdad es objetiva porque es intersubjetiva. Y ésta es la aparente paradoja que presenta la critica de la raz6n simbdlica, paradoja que puede explicar acaso la renuencia a aceptar sus conclusiones, 0 a reconocer los hechos en que se funda. Pues, en efecto, resulta ahora que la expresividad, lejos de crear un problema, se revela‘como el fundamento mismo de ja verdad, y este fundamento permanece inafectado por la sub- jetividad inherente a las expresiones concretas. Ha sido la pre- tensién de que el logos formase verdades como logos puro, o sea aparte de la expresién (aparte de la relacién intersubjetiva), lo que provocé la crisis de la verdad cuantas veces se pusieron de manifiesto los hechos psicolégicos en los que aparece la sub- jetividad expresiva. También vino de ahi el prejuicio consiguien- te, que consiste en interpretar el concepto de comunidad de la verdad como una especie de consenso de las opiniones.1® Pero Ja verdad no es un plebiscito, Ella sdlo puede depender del consenso de los demas cuando previamente se juzga que ha sido producida por un sujeto solo y a solas, el cual necesitaria efec- tivamente de-un apoyo en la creencia ajena para convencerse, como el ego cartesiano, de que sus pensamientos no son un suefio coherente. El concepto de comunidad de la verdad no re- presenta sino el hecho radical de una coparticipacién simbdlica, de una comun aprehensién o posesién del ser mediante el logos. La verdad es comtn porque es comunicable. Cuando restauramos su significado dual de pensamiento y palabra, reconocemos que el logos es comtin o dialégico, y que siempre entrafia alguna forma de verdad, en tanto que presenta el ser, Sdlo estaria privada de verdad la expresién que fuese per se ininteligible. O sea que la verdad es apofantica porque es poética, activa o expresiva. La prueba de la verdad verificacién, y verificare es facere o hacer verdad: la v un hacer concordante, y la primera prueba a que ella se somete, Ja decisiva, es la de su misma produccién, la de su efectiva co- municabilidad. 10 De este defectuoso entendimiento se dieron algunos ejemplos entre Jos comentaristas de Ia Metafisica de la expresién. De ahi la necesidad de insistir en el punto. LA HISTORIA Y LA VERDAD decir asi que la verdad es tanto mas poética cuanto urosa © cientifica. Ciertamente, este “poeta de la maa es el sujeto humano traspasa a menudo la frontera que a el equilibrio entre la representacién objetiva y la aehine 6n personal; pues esta frontera puede quedar bien delimitaay nceptualmente, pero en la vida real es indecisa, y = nerla, aunque con inseguridades, requiere vigilancia constants _ y cuidadosa: la guia racional del camino, o sca la metodologia No s6lo es poética la poesia, o la fantasia irreal, o la arbitrarie. dad insolidaria del individuo. Pero la ciencia no es poesia por. que sea subjetiva, como esas otras formas de expresién, sino porque es objetivadora: porque es una creacién en Ja modalidad de Ja estricta expresién representativa. 5. La coMUNIDAD esta implicada en el acto, en apariencia solita- rio, de pensar significativamente lo real. Esta comunidad Dbasica no depende de Ja concordancia de otros sujetos con un sujeto pensante, ni puede quedar comprometida por la discrepancia. En efecto, la discrepancia es posible, en el sentido de epistemo- légicamente legitima, cuando se trata de opiniones. En este caso, los pensamientos divergentes parten todos de una base objetiva comin. Esta comunidad de una evidencia basica, cons- tituida por “aquello de que se esta hablando”, es condicién de posibilidad no sdlo de la opinién que resulte verdadera, sino inclusive de la que resulte falsa. En el primer nivel de la verdad encontramos, pues, aquellas simples manifestaciones de lo real cuya forma mds depurad2 y precisa es el concepto. Como el proceso de conceptuacién es discursivo, no esta garantizada de antemano la verdad concep- tual. La correccién del posible error se efecttta apelando a la realidad, tratando de definir mejor el objeto conceptuado. De suerte que este error de hecho tampoco compromete la comu- nidad, porque la verificacién mantiene el referencial comun: se Gesarrolla sin perder de vista el objeto mismo cuyo concepto necesita ser corregido. El concepto pertenece a las “‘verdades de hecho”. También son los hechos, en la ciencia, los que per miten decidir sobre la verdad o el error de una opinién, 0 sea de una explicacién de los hechos, de una tesis de teoria. La ciencia no tiene otro fundamento mds seguro: como veremos, incluso los principios son verdades de hecho. Naturalmente, hay a cuestiones disputadas, que no siempre puc- ee ee 3 mr * A o ro los objetos corr z Besa nee pees son materia de un pensamiento cientifico# ner su légica propia a nto valorativo no deja por ello de te ig) , y los juicios mismos, por ejemplo los juicios ; LAS CUATRO RELACIONES DEL CONOCIMIENTO 81 estéticos, aunque son discutibles, no pierden por ello su virtud apofantica: no dejan de ser reveladores de una evidencia, por el hecho de que la valoracién de lo evidente no sea evidente ella misma. Los comentarios criticos de una escultura podran ser divergentes, pero la escultura es un objeto de experiencia co- mun, y por ello es base a la vez del juicio favorable y del juicio adverso. De esta manera se ve clara la estructura triangular del co- nocimiento: sujeto-objeto-sujeto. Pues no es la relacién perso- nal de los sujetos, el uno con el otro, lo que mantiene firme la comunidad del conocer y el pensar, sino la previa sumisién de ambos a las cosas. Aunque la atencién esté puesta en el objeto, y no en el eventual parecer de los demas sujetos, la verificacién © accién de producir verdades es una accién concordante en su gestacion; y lo es ademas porque toda verdad de representacién contiene esencialmente la posibilidad de examinar de nuevo, y de que otros examinen, esa misma realidad comun que ella dejé representada, y que constituye su contenido significativo. La co- munidad de la verdad depende de la comunidad del ser. La diversidad de las subjetividades no disuelve la unidad de lo real. Pero el ser, evidentemente, no se hace comin en Ia percepcidn, que es individual, sino en el logos. La verdad de opinién es una forma mds compleja en la es- cala de niveles de Ja verdad. En la representacién, la verdad es eminentemente apofantica: el ser representado es presentado, aunque la presentacién, cuando es un concepto, implique una accién productora. En la verdad de opinién, por el contrario, lo predominante es esta accién productora. Sin dejar de ser apo- fantica (pues de otro modo no se entenderia), la opinién es mas “poética”. Aqui el sujeto empieza a ocupar una posicién de primer plano, porque la opinién expresa justamente la posi- cién que se toma frente al objeto, cuando se trata de explicarlo. Entramos ya en el reino de las disputas. Aquello sobre lo cual se opina debe ser, desde luego, identificado en la opinién ex- presa; pero es sobre todo el sujeto quien se identifica a si mis- mo, se da a conocer a si mismo (aunque no hable de si mismo, aunque no sea el yo el contenido significativo de su intencién comunicativa: nuestras opiniones nos definen o caracterizan). En este género de comunicacién, la representacién objetiva sirve tan sélo de base para una relacién dialégica en la cual cada uno de los interlocutores se ex-pone a si mismo al pro-poner su opi- ni6én. Por esto opinar es cosa expuesta. Es expuesto porque implica una responsabilidad. Hay que responder de las opiniones propias ante las opiniones ajenas. Como ellas son creaciones personales, nos representan. Pero hay que responder de ellas también, y sobre todo, ante Jas cosas mismas expuestas, de las cuales no puede desprenderse el que i una posicién, y la formula con ese Jo, oe ‘vez hn representante personal y una ‘tent? sn de la realidad. Por esto la opinién es mudadiza, cou vertia Aristételes (86Ea Bena aunque la cosa inj i le es, O se mantenga firme en su ser: ¢] 0 eee. De ahi que la institucién de la ciencia, sistema de verdades in-mutables, ho represente la ambicidn per. sonal de unos sujetos que pretendieran tener verdades més fir mes que los demas, sino la ambicién de dar a las verdades en general la misma firmeza ontoldgica que tienen las cosas; 0 x poner al logos en correspondencia con el ontos. Esto es la onto. logia: toda ciencia es literal ontologia. En la opinién decimos que el supeto empieza a ocupar el primer plano; pero esto no ocurre tan sélo porque el hombre esté formado o deformado de tal manera que no pueda moderar su intromisién en el orden objetivo, o porque se afane siempre en dominar a los demas, aunque sea a costa de una sumisién de las cosas a su interés, de una vision incorrecta de su orden real. Aquella predominancia se explica mas bien, o sea més ra dicalmente, porque las cosas mismas que él conoce primaria- mente impiden al hombre limitarse a reflejarlas. El conocimien- to primario ya es una accién. Pero este conocimiento invita a remontarse hacia una fase secundaria, mas elevada, en la que puedan responderse ciertas preguntas que son vitales, y que la mera presencia de las cosas no resuelve. El qué, el cémo, el por qué y el para qué son materia de opinién. Las cosas ahi estan; su presencia real estd comprobada. Pero esto no es mds que el inicio del conocimiento, la materia prima de que se nutre la ingénita vocacién humana de saber. Todo saber contiene una incognita, con la cual se revela su insuficiencia; y también nues tra insuficiencia, a la gue tratamos de colmar avanzando més en el camino del conocimiento. Este avance es la opinién, y CoD ella Procuramos explicarnos las cosas previamente reconocidas, identificadas y representadas. d Por esto la verdad de opinion es més expresiva que la representacién. El ser j gura, porque es mas “poética”: & ¢Habr4 alguna manera de : lojicamente, la seguridad se 0 ion compartida es 1a més firme s a ciensia representa el primer intento —el tinico en verdad— del conegch? ¢l hombre de implantar una comussded raciotl conocimiento. Explicado en términos actuales, lo que hici@ - : Ton los griegos fue buscar una férmula de la verdad en la cua! % ia LAS CUATRO RELACIONES DEL CONOCIMIENTO 83 se consolidara de manera efectiva, universal y necesaria, la co munidad del pensar. Esto no podifa lograrse por el lado subje- tivo, porque la nueva “libertad de pensamiento”, alcanzada por el hombre al acentuarse su individualidad 6ntica, promovia una variedad de opiniones discordantes. Era mayor la autonomia del “yo”, que es condicién existencial del pensamiento; pero, como consecuencia de ello, era més irreductible el “yo opino” de cada cual. La comunidad tenia que buscarse, pues, por el lado objetivo, apelando a las cosas mismas, para que fuesen ellas las que decidiesen de la verdad o el error de cada opinién. Esta eliminacién de todo lo que implican el subjetivismo y el personalismo naturales o espontaneos de los hombres (a los cua- Jes la sofistica tratara de dar carta de naturaleza filosofica), es la que instituye para siempre la distincién entre la doxa y la episteme, entre la opinion vulgar precientifica y el conocimiento cientifico. La ciencia se propone dar a sus opiniones una estruc- tura en que se restablezca lo mas posible la primacia jerarquica de la_apéfansis Sobre la_pdiesis. La verdad tiene que ser mos- trativa o demostrativa (apofantica o apodictica), o sea que debe mostrar el ser, representarlo tal como es, y no representar slo al individuo que lo piensa. Esta comunidad de la verdad, lograda mediante la con-cor- dancia del pensamiento objetivo, aspira a producir también una con-ciliacién, una atenuacién de la belicosidad inherente al “yo opino” insolidario. Aunque la ventaja sea ética, y se sobreafiada a la puramente epistemoldgica, no es incidental o derivativa. Para el griego —y asi debiera ser para todos— ese aspecto ético forma parte esencial de la vocacién cientifica. Por esto la expre- sion “polémica cientifica” carece de sentido, es una contradic- cién en los términos. Episteme se divorcié de Pélemos desde Tales de Mileto. Las unicas polémicas posibles son las persona- les. Las verdades no pueden pelear; como representaciones de la realidad, son indiferentes respecto de los intereses subjetivos. Disputar sobre conceptos es infringir el ethos de la ciencia, es regresar al nivel de la mera opinién. Sin embargo, se Ilamé y se sigue llamando filosofia a una modalidad de opiniones que no son cientificas, pero tampoco son vulgares. Opinar hemos dicho que es tomar posicién frente a la realidad. Queramos que no, al vivir entre las cosas esta- mos empefiados vitalmente, integramente, en todas nuestras re- Jaciones con ellas, inclusive en la que parece mas neutral, o sea la relacion cognoscitiva. La posicién que adoptamos, si es me- ditada, merece un crédito y tiene una virtud de ejemplaridad. Su expresién puede ser esa forma de philosophia que se designa con el nombre de sopiia o sapiencia. Esta es una filosofia per- sonal, y por ello no puede aquilatarse objetivamente, como la verdad de episteme, apelando a las cosas mismas. Lo manifes- “LA HISTORIA Y¥ LA VERDAD es la actitud, la relacién vital de un indiviqy, 10 eas, y no es por tanto el método, sino un arte de Stine o la cordura, la ecuanimidad y el buen sentido, lo que “mite concederle 0 rehusarle autoridad: arte de lo razonable, s i: que ciencia puramente racional. as “A veces, esta forma de la doxa que es la sapiencia se articy jnternamente, abarca mas cosas, comprende mayor ntimero a relaciones vitales, y entonces su complejidad forma un tejide de teoria. Esto crea un peligro, que ya se advirtid en Grecia y que nunca puede suprimirse por completo, porque esta en |, naturaleza misma de las cosas, de las cosas humanas. Es el ligro de confundir esta indole de teorias con las teorias de la episteme filosdfica. De hecho, en nuestros dias, los hombres de ciencia consideran que la episteme esta concentrada toda ella en el recinto de las ciencias particulares; creen impl{icitamente que la filosofia no es otra cosa, no puede ser otra cosa, que aque lla doxa incierta, mas o menos dotada de sapiencia. También lo creen asi algunos filésofos. Fundada en esta confusién, la acti- tud de los cientificos ante la filosoffa —que es la madre de la ciencia, y ciencia ella misma— viene a ser equivalente a la ac titud que los primeros filésofos tomaban frente a la doxa vul gar, frente a la opinién personal. La confusién se desvanece en cuanto se examina la estructura del conocimiento cientifico y se comprueba que ella es idéntica en Ja teoria de ciencia filoséfica y en la teorfa de ciencia posi- tiva. A diferencia de la teoria no cientifica que es la opinién sapiente, la teorfa cientifica se caracteriza por buscar la sapien cia en la apéfansis, en la representacién adecuada y desintere- sada de las cosas mismas, o sea en la verdad. Pero ¢es que no tiene verdad la sapiencia no cientifica? Si la tiene, pero es vel dad de comprensién, y no es susceptible de comprobacién em- pirica o fenomenolégica. La prueba es de otra indole, y consist¢ en la eficacia vital o moral; eficacia que se revela en la persis: tencia de su ejemplaridad, en su integracién en la continuidad de una tradicién de cultura que logra modelar la existencia de los hombres y mantener la cohesién de su comunidad espiritual- “sta es una prueba pragmiatica, no teorética, parecida 4 la que exhibe la ciencia natural cuando apoya la verdad en la efi- cacia de sus aplicaciones técnicas. Pero, en el caso de la sophia, esa prueba no es un recurso que delate la deficiencia tedric, porque su finalidad natural es justamente de orden practico- Aqui la praxis es ética, no es utilitaria; ésta es la diferencl# esencial. En todo caso, el logos de la sapiencia es aquél en que aparece mas clara y externamente el cardcter dialdgico de la vet dad. La ejemplaridad de la sapiencia afieja no es mas que el di Jogo que sostienen los hombres de hogafio con los sabios de antafio, por encima del tiempo. Esta forma de actualidad del LAS CUATRO RELACIONES DEL CONOCIMIENTO 85 pasado es lo que se llama experiencia; es una fortuna vital que ningin individuo puede acumular por si solo, y ninguna co- munidad puede perder sin grave riesgo. Por esto, el hombre de ciencia y el hombre comtin, que en nuestros dias suelen mostrar gran desdén y hostilidad por la filosofia, incurren con ello en una doble falta. De una parte, ignoran el hecho de esa identidad de la estructura del conoci- miento cientifico en todas sus formas, estructura que trataremos de describir enseguida. De otra parte, ignoran el valor espect fico de Ja filosofia no cientifica. Ni la sapiencia es una ciencia frustrada, ni la ciencia puede serlo auténticamente sin sapiencia. Aunque la palabra filosofia no designase diversas formas de pensamiento, y no pudiese ella misma ser otra cosa que sophia © sabiduria, habria que reivindicarla siempre, y ahora mas que nunca; porque las ciencias particulares (las naturales, y sobre- todo la fisica) se van haciendo cada vez mds pragmaticas y uti- litarias, en detrimento de esa peculiar modalidad de la sophia que se alcanza con el conocimiento desinteresado de la realidad. Si, ademas de esta pérdida, se invalida la sophia filoséfica ¢qué otros apoyos éticos y vitales puede proporcionarle al hombre su razén, para su existencia individual y para la existencia de su comunidad? Pero la modalidad originaria y la mds eminente de la filoso- fia es justamente la cientifica. La ciencia de filosofia y las cien- cias particulares tienen Ja misma estructura interna. Para en- tenderlo bien, esta estructura pudiera representarse graficamente con una pirdmide dividida en varios niveles sucesivos, desde la base hasta Ja ctispide. En el nivel basico estarian las evidencias primarias, o los principios, que son el tema central de esta obra. El trabajo cientifico se monta sobre esta base. El movimiento ascensional no parte, pues, de una situacién de vacio del conoci- miento, o de una crisis total de los conocimientos precientificos, sino que lo promueve esa pregunta que sugieren las cosas mis- mas ya conocidas, cuando adquirimos la capacidad de no darlas por descontadas. Las cosas estan dadas, o sea que son datos para la ciencia; incluso la posibilidad de responder a esa pre- gunta que ellas sugieren esta dada en la forma de su mera pre- sencia ante nosotros. Quiere decirse que la ciencia no va en busca del ser: sdlo puede partir de su evidencia. Esta evidencia no se torna dudosa; lo que se pone en duda es la opinién vulgar que se ha formado sobre el qué, el cémo, y el por qué de los entes. Digamos que los entes, las cosas todas, a “primera vista” no presentan ningtin problema. La ciencia es una “segunda 11 En verdad, presentan un problema desde luego, incluso para el hom- bre primitivo, a pesar de las evidencias primarias. También el primitivo trata de explicar las cosas, o dar raz6n de ellas, aunque su raz6n no sea todavia racional. La ciencia elimina estos intentos de explicacién subje- LA HISTORIA ¥ LA VERDAD ae sae se pone sobre ellas cuando produce asombro (9, : a ost Bas Ja claridad de su simple presencia envue oo) . *, rs e oscuridad. Esta es una mirada interrogante, a partir de |, se organiza una obse! rvacién metdédica. Asf trata la cienci ql reducir el misterio a problema racional. El misterio queda ae gado (genaltecido?) a ese borde de la existencia en que tien, sentido propio, y donde tratan de él, sin pretender desvanecerty Ja mistica, la poesia. Es la zona de las ultimas preguntas, u ciencia sélo aspira a resolver Jas pentltimas. En este segundo nivel de la pirdmide, que es el de la obser. vacion, la ciencia recoge y critica los hechos de experiencia 9. mun, y busca otros, desarrollando una tarea que no termina pj terminara jamds. Es una tarea de recoleccién y de correccién incesante; y aunque hoy se designa con un nombre que ha ad. quirido gran solemnidad, y es el de “investigacion cientifica’, es manifiesto que corresponde a un nivel que para la ciencia es el mds rudimentario y elemental, el de la actividad proletaria de acarreo de materiales. La aristocracia cientifica, por decirlo asi, la actividad cons. tructiva, comienza en el tercer nivel de la pirdmide, o sea el de las leyes. Los datos no tienen importancia en si; lo que equi- vale a repetir que la mera erudicién es estéril. La btisqueda de datos, el examen de las cosas y de sus relaciones, estuvo guia da solamente por el afan de averiguar las leyes internas de esas cosas y esas relaciones, las cuniformidades y las regularidades funcionales. Las leyes son también hechos comprobados, y st valor o vigencia depende de una verificacién factica; pero oe comprobacién no atafie a la presencia de la cosa, que es el ob- jeto de experiencia comun, sino a su razén propia. Esta razon de la cosa misma ha de ser investigada metédicamente, Y pot esto no la alcanzé la doxa o pensamiento vulgar. Esta caracterizacién de los niveles es esquematica, Y aunque el trabajo cientifico produce deformaciones en el estancamient? de Ja especializacion, ya se comprende que los niveles del tr bajo no corresponden literalmente a una subdivision gremial de los cientfficos, a una clasificacion en departamentos aislados- Y esto es asi, aparte de la variedad en las capacidades individ: des porgue los propios niveles no estan separados unos de otro? ee saiabere Ge Bus caracterizaciones respectivas, sino. a fie? transite de A ve We ee cients eR cee Bie eee uve a otro; si él no lo hace, tienen que enti? iecie Scan a meme organizacién del cuerpo de la Bete one se transito. El mero acopio de los datos a, Q e efectuarse, obedeciendo a una intencién 4¢ P ie fen Joe. que puede haber una sapiencia vital), porque ha descobie', Pacer a a Hpstaumnents) fiel de la representacién objetiva ¥ LAS CUATRO RELACIONES DEL CONOCIMIENTO 87 mas 0 menos definida. Cuando se llega a formular una 4 , €sta debe ser comprobada, y la verificacién experimental, o de otro tipo, obliga a regresar al nivel primario de los datos, del cual se partid. Incluso es necesario regresar a los hechos desde el dpice de la piramide, o sea el nivel superior de la ciencia, en que se encuentran las teorfas. El movimiento de abajo hacia arriba, y de arriba hacia abajo, es incesante. by Establecido, pues, el hecho de la intercomunicacién de los niveles, conviene ahora advertir que el trabajo de la ciencia no concluye cuando el investigador logra formular una ley. Porque la ley permite agrupar o integrar un ntimero o campo definido de hechos sueltos; pero, a su vez, dentro de una misma ciencia, Jas Jeyes sueltas requieren igualmente integracién. Esta agru- pacién coherente de las leyes, esta sintesis, es lo que se llama una teoria, y es la culminacién sistematica de la piramide en toda ciencia. Ahora bien: para comprender el hecho de la historicidad de toda ciencia, el esquema de la pirdmide puede servirnos, porque con él se ponen de manifiesto los rasgos estructurales del pen- samiento cientifico. Advertimos desde luego que, a medida que mos remontamos en la escala de niveles, aumenta el factor crea- cién, sin disminuir por ello el factor representacién. Esto es manifiesto incluso psicolégicamente: para la simple observacién o el acopio erudito de datos sueltos no es necesario discurrir. Si los datos estén correctamente registrados, la verdad que con- tiene este registro es inalterable. Como casi no hay intervencién del pensamiento en esa actividad recolectora, su resultado pue- de decirse que no es histérico, en la misma medida. La tarea es mas apofantica que “poética”. Aunque el hecho que acabamos de sefialar sea tan claro y pa- rezca elemental, debe subrayarse que su significado contraria las presunciones mds acreditadas en la tradicién cientifica. Siem- pre se ha creido que las mas grandes verdades, en el sentido de las mas seguras o definitivas, eran las verdades culminantes de teorfa. Por el contrario, es evidente que las culminantes son precisamente las mas precarias, mientras que las mas segu- ras son las elementales, las modestas verdades de hecho. Pero éstas son las mas seguras justo porque son las menos significa- tivas. Ellas no significan otra cosa que un perfeccionamiento de la observacién comun precientifica; pero no constituyen pro- piamente ciencia: no son sino el material que emplea la ciencia para su construcci6n. % La ciencia es construccién, y empieza propiamente en el ni- vel de las leyes. Estas poseen sin duda alguna la misma fuerza apofantica —o casi Ja misma— que tuvo la observacién de los hechos comprendidos en ellas. Pero la formulacién de una ley ya obliga a discurrir. Por esto, en Ja medida en que la ley es

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