El capital cuenta con una prolongada trayectoria de resolución de sus dificultades
medioambientales, sin importar si están relacionadas con su utilización de los recursos «naturales», con la capacidad de absorber sustancias contaminantes o de lidiar con la degradación de los hábitats, la pérdida de biodiversidad, el empeoramiento de la calidad del aire, la tierra y el agua, y otras cuestiones similares. La «naturaleza» que estamos explotando y agotando y que supuestamente también nos limita o «se venga» de nosotros está en realidad internalizada en la circulación y acumulación de capital. Por ejemplo, de la agroindustria en su búsqueda de beneficio y es la reinversión de este beneficio lo que hace que la planta crezca de nuevo al año siguiente. La creación de ecosistemas totalmente nuevos mediante la urbanización y la fijación en la tierra de capital en forma de granjas, fincas y fábricas, trascienden la larga historia de cambios medioambientales de origen humano que han convertido a la tierra en su conjunto en un lugar mucho más acogedor para la vida humana Se define a la tecnología como una apropiación humana de objetos y procesos naturales para facilitar la producción. Los frigoríficos (heladera, refrigerador), que facilitaron el reparto de alimentos no contaminados a una poderosa población urbana, fueron identificados, muchos años después, como el origen de los clorofluorocarburos (CFC) que estaban nada menos que ¡destruyendo la capa de ozono estratosférica que nos protege de las radiaciones solares! La configuración de la relación metabólica con la naturaleza se convierte en una actividad autónoma frente a las auténticas necesidades reales. El capital trata de capturar para su propio beneficio la dialéctica de cómo sólo podemos cambiarnos a nosotros mismos al cambiar el mundo (y viceversa). Todos los proyectos ecológicos y medioambientales son proyectos socioeconómicos (y viceversa), ha convertido los asuntos medioambientales en una gran área de actividad empresarial. El gran regalo que hizo Al Gore al movimiento ecologista que trataba de tomar medidas respecto al calentamiento global fue crear un nuevo mercado de emisiones de carbono que ha representado una fuente importante de beneficios especulativos para los hedge funds. Por otra parte, las nuevas formas organizativas desarrolladas para conservar los recursos pesqueros conllevan un modo de privatización que da prioridad al capitalismo financiero y empresarial a gran escala a costa de la pesca artesanal. Es perfectamente posible que el capital continúe circulando y acumulándose en medio de catástrofes medioambientales. Los desastres medioambientales generan abundantes oportunidades para que un «capitalismo del desastre» obtenga excelentes beneficios. Las muertes por hambre de las poblaciones más expuestas y vulnerables y la destrucción masiva de los hábitats no perturbarán necesariamente al capital, Asimismo, los desechos tóxicos se concentran fundamentalmente en las comunidades pobres y vulnerables Es necesario que entendamos mejor cómo funciona la unidad contradictoria entre el capital y la naturaleza. La naturaleza es necesariamente considerada por el capital sólo como una gran reserva de valores de uso potenciales La naturaleza es «una enorme gasolinera» (citando a Heidegger) y los valores de uso naturales son monetizados, capitalizados, comercializados e intercambiados como mercancías. Los individuos privados son libres de extraer riqueza social de su propiedad de una naturaleza mercantilizada. Pueden incluso capitalizarla como riqueza monetaria. El poder de los rentistas se incrementa porque muchos recursos se encuentran en localizaciones geográficas específicas, están sometidos a una competencia monopolística y, por lo tanto, están abiertos a la extracción de rentas del mismo tipo Hace tiempo que este poder se puso de manifiesto; hoy en día se acepta de manera general, por ejemplo, que prácticamente todas las hambrunas que han tenido lugar durante los últimos doscientos años se han producido socialmente y no han sido determinadas por la naturaleza El «acaparamiento de tierras» que se está llevando a cabo actualmente en todo el mundo (especialmente en África) tiene que ver más con la creciente competencia por monopolizar los recursos y la cadena alimentaria con vistas a la extracción de rentas que con el temor a unos inminentes límites naturales impuestos a la producción de alimentos y la extracción de minerales. El movimiento ecologista debe hacerse anticapitalista. Podemos comprender mejor dos cosas En primer lugar, hasta qué punto es importante que el capital se acoja en el manto de la responsabilidad medioambiental para fundamentar legítimamente en el futuro el ecologismo de las grandes empresas a fin de que estas puedan dominar los discursos ecológicos, esto es, definir la naturaleza en sus propios términos, generalmente monetizados En segundo lugar, cuanto más dominante se muestre el motor económico del capital en las diversas formaciones sociales que constituyen el capitalismo mundial, más presentes deben estar las reglas que rigen la relación metabólica del capital con la naturaleza en los discursos, la política y las políticas públicas En la tasa de crecimiento exponencial de la actividad capitalista, la cual está teniendo un impacto igualmente exponencial sobre los niveles de estrés y riesgo medioambientales que insiste ante todo en mercantilizar, privatizar e incorporar cada vez más aspectos de nuestro mundo vital Ello lleva a una intensificación de las presiones, de manera muy destacada en áreas como el cambio climático, la pérdida de diversidad de los hábitats, la imprevisible y trastabillante capacidad de garantizar la seguridad alimentaria y la protección adecuada frente a las nuevas enfermedades Fenómeno de la rápida urbanización y la construcción de entornos urbanizados de muy baja calidad Las escalas geográficas y temporales del ecosistema capitalista se han transformado como respuesta al crecimiento exponencial. Los problemas en el pasado estaban localizados: un río contaminado aquí o una niebla tóxica allá, hoy en día son más regionales como la lluvia ácida, concentraciones de ozono de baja intensidad y agujeros de ozono estratosféricos, o globales como el cambio climático, urbanización global, destrucción de los hábitats, extinción de especies y pérdida de biodiversidad, degradación de los ecosistemas oceánicos, forestales y terrestres, así como la introducción incontrolada de compuestos químicos artificiales, fertilizantes y pesticidas, que tienen efectos colaterales desconocidos y una gama también desconocida de consecuencias sobre la tierra y la vida en todo el planeta La extracción de minerales y la explotación de los recursos energéticos y forestales efectos ecológicos están localizados, dejando tras de sí un paisaje desigual de ciudades mineras abandonadas, suelos agotados, vertederos de residuos tóxicos y valores de activos devaluados. Los beneficios ecológicos están localizados en alguna otra parte. Estas prácticas extractivas y explotadoras se tornan doblemente voraces y violentas bajo regímenes imperiales y coloniales. La explotación de la tierra, la erosión del suelo y la extracción incontrolada de los recursos han dejado una huella de enormes proporciones en los paisajes de todo el mundo y en algunos casos han provocado la destrucción irreversible de aquellos valores de uso necesarios para la supervivencia humana Lamentablemente, carecemos de los conocimientos y los instrumentos necesarios para llegar a una plena estimación de los beneficios y pérdidas en valor de uso o incluso en términos monetarios a escala planetaria Los problemas asociados a la contaminación no se resuelven, sino que cambian de lugar. Los beneficios y las pérdidas desiguales casi siempre redundan, sin embargo, en beneficio de los ricos y los poderosos, dejando a los vulnerables y a los pobres mucho peor de lo que estaban. Esto es al fin y al cabo en lo que siempre ha consistido el imperialismo extractivo. Por ejemplo: Los desechos tóxicos se concentran fundamentalmente en las comunidades pobres y vulnerables. Un peligro fundamental: no sólo carecemos de los dispositivos instrumentales necesarios para gestionar bien el ecosistema capitalista, sino que además hemos de hacer frente a una considerable incertidumbre respecto a toda la gama de cuestiones socio ecológicas Sabemos que las medidas necesarias para asegurarse contra los cambios catastróficos podrían no estar diseñadas y ejecutadas a tiempo Si tenemos la impresión de que va a haber escasez de recursos naturales, podemos sencillamente cambiar nuestras convicciones en el ámbito tecnológico, económico y cultural. Incluso los problemas asociados al calentamiento global, la disminución de la biodiversidad y las configuraciones de nuevas enfermedades, que hoy por hoy han de ser reconocidos como las principales amenazas para la vida humana, podrían manejarse adecuadamente si fuéramos capaces de superar nuestras propias deficiencias políticas y nuestra falta de visión de futuro Sin duda tendremos guerras por los recursos, hambrunas en ciertos lugares y millones de refugiados ambientales, nada de ello viene dictado por límites de orden natural. Si buena parte de la humanidad se ve reducida a la penuria y al hambre la culpa es solamente nuestra y, suponiendo que suceda, reflejará la estupidez y la venalidad humana más que cualquier otra cosa. La propiedad y la mercantilización de la tierra y de su «natural» escasez permiten que una clase terrateniente improductiva extraiga rentas monopolísticas a costa del capital productivo, reduciendo finalmente la tasa de beneficio de la rentista, combina al terrateniente tradicional con todas las formas de propiedad que son en sí mismas improductivas pero que facilitan la apropiación de renta y riqueza Las formas de vida, los materiales genéticos, los procesos biológicos, el conocimiento de la naturaleza y la inteligencia sobre cómo utilizar sus cualidades, capacidades y potenciales (sin importar en absoluto que sean artificiales o específicamente humanas) quedan subsumidos en la lógica de la comercialización Todo ello provoca reacciones, revulsiones y resistencias. El placer de contemplar una puesta de sol, el olor de la lluvia o la maravilla de una tormenta espectacular, incluso la brutalidad de un tornado no puede reducirse a una cruda medida monetaria. La alienación de la naturaleza constituye la alienación de nuestro propio potencial como especie. Esto genera un espíritu de rebeldía en el que conceptos tales como dignidad, respeto, compasión, bondad y afecto se convierten en consignas revolucionarias al tiempo que los valores de verdad y belleza sustituyen a los fríos cálculos del trabajo social.