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Contradiccion 16

El capital cuenta con una prolongada trayectoria de resolución de sus dificultades


medioambientales, sin importar si están relacionadas con su utilización de los
recursos «naturales», con la capacidad de absorber sustancias contaminantes o
de lidiar con la degradación de los hábitats, la pérdida de biodiversidad, el
empeoramiento de la calidad del aire, la tierra y el agua, y otras cuestiones
similares.
La «naturaleza» que estamos explotando y agotando y que supuestamente
también nos limita o «se venga» de nosotros está en realidad internalizada en la
circulación y acumulación de capital.
Por ejemplo, de la agroindustria en su búsqueda de beneficio y es la reinversión
de este beneficio lo que hace que la planta crezca de nuevo al año siguiente.
La creación de ecosistemas totalmente nuevos mediante la urbanización y la
fijación en la tierra de capital en forma de granjas, fincas y fábricas, trascienden la
larga historia de cambios medioambientales de origen humano que han convertido
a la tierra en su conjunto en un lugar mucho más acogedor para la vida humana
Se define a la tecnología como una apropiación humana de objetos y procesos
naturales para facilitar la producción.
Los frigoríficos (heladera, refrigerador), que facilitaron el reparto de alimentos no
contaminados a una poderosa población urbana, fueron identificados, muchos
años después, como el origen de los clorofluorocarburos (CFC) que estaban nada
menos que ¡destruyendo la capa de ozono estratosférica que nos protege de las
radiaciones solares!
La configuración de la relación metabólica con la naturaleza se convierte en una
actividad autónoma frente a las auténticas necesidades reales.
El capital trata de capturar para su propio beneficio la dialéctica de cómo sólo
podemos cambiarnos a nosotros mismos al cambiar el mundo (y viceversa).
Todos los proyectos ecológicos y medioambientales son proyectos
socioeconómicos (y viceversa), ha convertido los asuntos medioambientales en
una gran área de actividad empresarial.
El gran regalo que hizo Al Gore al movimiento ecologista que trataba de tomar
medidas respecto al calentamiento global fue crear un nuevo mercado de
emisiones de carbono que ha representado una fuente importante de beneficios
especulativos para los hedge funds.
Por otra parte, las nuevas formas organizativas desarrolladas para conservar los
recursos pesqueros conllevan un modo de privatización que da prioridad al
capitalismo financiero y empresarial a gran escala a costa de la pesca artesanal.
Es perfectamente posible que el capital continúe circulando y acumulándose en
medio de catástrofes medioambientales. Los desastres medioambientales
generan abundantes oportunidades para que un «capitalismo del desastre»
obtenga excelentes beneficios. Las muertes por hambre de las poblaciones más
expuestas y vulnerables y la destrucción masiva de los hábitats no perturbarán
necesariamente al capital, Asimismo, los desechos tóxicos se concentran
fundamentalmente en las comunidades pobres y vulnerables
Es necesario que entendamos mejor cómo funciona la unidad contradictoria entre
el capital y la naturaleza. La naturaleza es necesariamente considerada por el
capital sólo como una gran reserva de valores de uso potenciales
La naturaleza es «una enorme gasolinera» (citando a Heidegger) y los valores de
uso naturales son monetizados, capitalizados, comercializados e intercambiados
como mercancías.
Los individuos privados son libres de extraer riqueza social de su propiedad de
una naturaleza mercantilizada. Pueden incluso capitalizarla como riqueza
monetaria.
El poder de los rentistas se incrementa porque muchos recursos se encuentran
en localizaciones geográficas específicas, están sometidos a una competencia
monopolística y, por lo tanto, están abiertos a la extracción de rentas del mismo
tipo
Hace tiempo que este poder se puso de manifiesto; hoy en día se acepta de
manera general, por ejemplo, que prácticamente todas las hambrunas que han
tenido lugar durante los últimos doscientos años se han producido socialmente y
no han sido determinadas por la naturaleza
El «acaparamiento de tierras» que se está llevando a cabo actualmente en todo
el mundo (especialmente en África) tiene que ver más con la creciente
competencia por monopolizar los recursos y la cadena alimentaria con vistas a la
extracción de rentas que con el temor a unos inminentes límites naturales
impuestos a la producción de alimentos y la extracción de minerales.
El movimiento ecologista debe hacerse anticapitalista.
Podemos comprender mejor dos cosas
En primer lugar, hasta qué punto es importante que el capital se acoja en el manto
de la responsabilidad medioambiental para fundamentar legítimamente en el
futuro el ecologismo de las grandes empresas a fin de que estas puedan dominar
los discursos ecológicos, esto es, definir la naturaleza en sus propios términos,
generalmente monetizados
En segundo lugar, cuanto más dominante se muestre el motor económico del
capital en las diversas formaciones sociales que constituyen el capitalismo
mundial, más presentes deben estar las reglas que rigen la relación metabólica
del capital con la naturaleza en los discursos, la política y las políticas públicas
En la tasa de crecimiento exponencial de la actividad capitalista, la cual está
teniendo un impacto igualmente exponencial sobre los niveles de estrés y riesgo
medioambientales que insiste ante todo en mercantilizar, privatizar e incorporar
cada vez más aspectos de nuestro mundo vital
Ello lleva a una intensificación de las presiones, de manera muy destacada en
áreas como el cambio climático, la pérdida de diversidad de los hábitats, la
imprevisible y trastabillante capacidad de garantizar la seguridad alimentaria y la
protección adecuada frente a las nuevas enfermedades
Fenómeno de la rápida urbanización y la construcción de entornos urbanizados
de muy baja calidad
Las escalas geográficas y temporales del ecosistema capitalista se han
transformado como respuesta al crecimiento exponencial.
Los problemas en el pasado estaban localizados: un río contaminado aquí o una
niebla tóxica allá, hoy en día son más regionales como la lluvia ácida,
concentraciones de ozono de baja intensidad y agujeros de ozono estratosféricos,
o globales como el cambio climático, urbanización global, destrucción de los
hábitats, extinción de especies y pérdida de biodiversidad, degradación de los
ecosistemas oceánicos, forestales y terrestres, así como la introducción
incontrolada de compuestos químicos artificiales, fertilizantes y pesticidas, que
tienen efectos colaterales desconocidos y una gama también desconocida de
consecuencias sobre la tierra y la vida en todo el planeta
La extracción de minerales y la explotación de los recursos energéticos y
forestales efectos ecológicos están localizados, dejando tras de sí un paisaje
desigual de ciudades mineras abandonadas, suelos agotados, vertederos de
residuos tóxicos y valores de activos devaluados. Los beneficios ecológicos están
localizados en alguna otra parte.
Estas prácticas extractivas y explotadoras se tornan doblemente voraces y
violentas bajo regímenes imperiales y coloniales. La explotación de la tierra, la
erosión del suelo y la extracción incontrolada de los recursos han dejado una
huella de enormes proporciones en los paisajes de todo el mundo y en algunos
casos han provocado la destrucción irreversible de aquellos valores de uso
necesarios para la supervivencia humana
Lamentablemente, carecemos de los conocimientos y los instrumentos necesarios
para llegar a una plena estimación de los beneficios y pérdidas en valor de uso o
incluso en términos monetarios a escala planetaria
Los problemas asociados a la contaminación no se resuelven, sino que cambian
de lugar. Los beneficios y las pérdidas desiguales casi siempre redundan, sin
embargo, en beneficio de los ricos y los poderosos, dejando a los vulnerables y a
los pobres mucho peor de lo que estaban. Esto es al fin y al cabo en lo que siempre
ha consistido el imperialismo extractivo.
Por ejemplo: Los desechos tóxicos se concentran fundamentalmente en las
comunidades pobres y vulnerables.
Un peligro fundamental: no sólo carecemos de los dispositivos instrumentales
necesarios para gestionar bien el ecosistema capitalista, sino que además hemos
de hacer frente a una considerable incertidumbre respecto a toda la gama de
cuestiones socio ecológicas
Sabemos que las medidas necesarias para asegurarse contra los cambios
catastróficos podrían no estar diseñadas y ejecutadas a tiempo
Si tenemos la impresión de que va a haber escasez de recursos naturales,
podemos sencillamente cambiar nuestras convicciones en el ámbito tecnológico,
económico y cultural. Incluso los problemas asociados al calentamiento global, la
disminución de la biodiversidad y las configuraciones de nuevas enfermedades,
que hoy por hoy han de ser reconocidos como las principales amenazas para la
vida humana, podrían manejarse adecuadamente si fuéramos capaces de superar
nuestras propias deficiencias políticas y nuestra falta de visión de futuro
Sin duda tendremos guerras por los recursos, hambrunas en ciertos lugares y
millones de refugiados ambientales, nada de ello viene dictado por límites de
orden natural. Si buena parte de la humanidad se ve reducida a la penuria y al
hambre la culpa es solamente nuestra y, suponiendo que suceda, reflejará la
estupidez y la venalidad humana más que cualquier otra cosa.
La propiedad y la mercantilización de la tierra y de su «natural» escasez permiten
que una clase terrateniente improductiva extraiga rentas monopolísticas a costa
del capital productivo, reduciendo finalmente la tasa de beneficio de la rentista,
combina al terrateniente tradicional con todas las formas de propiedad que son en
sí mismas improductivas pero que facilitan la apropiación de renta y riqueza
Las formas de vida, los materiales genéticos, los procesos biológicos, el
conocimiento de la naturaleza y la inteligencia sobre cómo utilizar sus cualidades,
capacidades y potenciales (sin importar en absoluto que sean artificiales o
específicamente humanas) quedan subsumidos en la lógica de la
comercialización
Todo ello provoca reacciones, revulsiones y resistencias. El placer de contemplar
una puesta de sol, el olor de la lluvia o la maravilla de una tormenta espectacular,
incluso la brutalidad de un tornado no puede reducirse a una cruda medida
monetaria.
La alienación de la naturaleza constituye la alienación de nuestro propio potencial
como especie. Esto genera un espíritu de rebeldía en el que conceptos tales como
dignidad, respeto, compasión, bondad y afecto se convierten en consignas
revolucionarias al tiempo que los valores de verdad y belleza sustituyen a los fríos
cálculos del trabajo social.

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