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El vampiro negro

Cuenta La Historia Un Lindo Vampiro que quería tomar sangrecita pero no de los humanos porque
le daba alergia.
Teniente Mac Donald – dijo el oficial de turno Pastoretti-, unos vecinos del barrio de Las Cañas han
informado que hay un hombre con una capa negra. Está trepado a la torre de agua y amenaza con
echar dentro del tranque un virus que convertirá a todos en vampiros.

- ¡Oh no! Otra vez un loco de esos…


El teniente Mac Donald suspiró, cerró disimuladamente el juego de ajedrez de su computadora y se
levantó del sillón.

Cuando el teniente y el oficial llegaron al lugar, vieron que la situación era grave. El hombre –
vampiro se sostenía con una mano de la altísima escalera que llevaba a la torre, y con la otra mano
agitaba una botellita de contenido indefinible. El teniente comprendió que estaba decidido a cumplir
su amenaza. Por eso pidió el megáfono para hablar con él.

- ¡No queremos hacerle daño! Díganos lo desea y nadie saldrá herido.


- ¡Quiero Sangre!- contesto el vampiro.
- ¿De qué grupo y factor? – preguntó Mac Donald, imperturbable.
- ¡Del que sea!
El teniente lo pensó un momento y luego le ordenó a Pastoretti que fuera hasta el hospital para
conseguir un par de bolsas de sangre. Cuando el oficial regresó, volvió a tomar el megáfono y dijo:

- Ya tenemos la sangre que pidió. ¿Ahora bajará para qué podamos hablar?
El vampiro comenzó a bajar la escalera con su capa negra flameando en el viento.

A medida que se acercaba al suelo, parecía cada vez más pequeño e indefenso. Cuando puso un pie
en tierra, el teniente pudo comprobar que apenas media alrededor de un metro y medio.

Una vez de regreso en la comisaría, lo hizo pasar a su oficina. Mientras el vampiro se dejaba caer
sobre una silla, Mac Donald observó que tenía la capa desflecada y el smoking de un negro
arratonado y lleno de agujeros.

- ¿Quiere café? – le preguntó mientras se servía una taza.


- ¡Usted me prometió sangre! ¿No va a cumplir su palabra? – protestó el hombrecito con una cara
de ofendido.
- ¡Calma! Vayamos por partes. ¿Cómo se llama?
- Vlad Tepes XXXVIII.
- ¿Y dice que es vampiro?
- ¡Soy un verdadero vampiro! – Al decir esto, un brillo de orgullo relampagueó en sus ojos, pero
enseguida se apagó-. Aunque si no consigo un poco de sangre, voy a ser el primer vampiro muerto
de hambre en la historia de mi familia.
- ¿Puede demostrar que es lo que dice ser?
El teniente hizo la pregunta sin el menor asomo de burla.

- ¡Claro que puedo! Mire…


Y antes de que Mac Donald tuviera tiempo de reaccionar se envolvió bruscamente hasta la cabeza
en su capa, que un instante después cayó sobre la silla, totalmente vacía. De entre la tela salió
revoloteando una especie de ratón negro con alas enormes que fe a posarse sobre el fichero
metálico. El teniente, atónito, se restregó los ojos con los puños y, cuando volvió a abrirlos, el
vampiro estaba nuevamente sentado frente a él.
- ¿Ahora me cree? – dijo con aire desafiante.
- Eh… bueno… A menos que sea un mago excelente, estoy dispuesto a creerle. Pero si realmente es
un vampiro, ¿Por qué subió a la torre para pedir sangre y no la tomó directamente de los usuarios?
- ¡Ay, ese es mi drama! – gimió el hombrecito-. No puedo. Desde hace varias generaciones mi
familia tiene un problema genético. Nos hace mal morder a los humanos. A mi abuelo le dolían los
colmillos y a mi padre le salía un sarpullido espantoso por todo el cuerpo…
- Y a usted, ¿Qué le pasa?- preguntó el teniente casi compadecido.
- De todo. Me dan nauseas, dolor de estómago, alergia, sinusitis, inflamación de las encías. La
última vez que mordí a alguien se me tapó la nariz para siempre y se me peló toda la lengua.
- ¿Y necesita mucha sangre para seguir viviendo?
- ¡Oh, no! Con un cuarto de litro por mes me alcanza y me sobra.
El teniente se reclinó contra el respaldo de su sillón y respiró hondo. Parecía sumido en profundos
pensamientos hasta que, finalmente, se incorporó con cara de haber tomado una decisión.

- Espere un momento – dijo mientras se levantaba y salía de la oficina.


A los pocos minutos regresó con un vaso repleto de un líquido rojo ligeramente humeante y de
aspecto siniestro.

- Aquí tiene su sangre.


El vampiro se abalanzó sobre el recipiente pero el teniente lo detuvo con un gesto.

- Antes, hagamos un trato. Una vez por mes, pasará por la comisaría y le daré la sangre que
necesita. Pero, a cambio, usted hará trabajos comunitarios nocturnos, como poner en hora a
medianoche el reloj de la municipalidad y llevar el registro de las lamparitas quemadas en los
faroles.
- ¡Lo que quiera! – exclamó el vampiro mientras agarraba el vaso y bebía ávidamente su contenido.
Cuando lo terminó, unas lágrimas de felicidad se escaparon de sus ojos enrojecidos y el color volvió
a sus pálidas mejillas.

- ¡Ah, qué delicia! Ya me siento mucho mejor.


- Bueno, vaya. Y lo espero a principios del mes que bien- dijo Mac Donald mientras abría la puerta
de su despacho y agregaba en voz alta-. Pastoretti, deje salir al señor. No hay problema.
Cuando el hombrecito hubo desaparecido, el teniente se sentó nuevamente en su escritorio y
encendió la computadora para retomar el juego que había dejado interrumpido. Mientras tanto, se
dijo así mismo entre dientes:

- Con la nariz tapa y la lengua pelada, va a tardar como dos siglos en darse cuenta de que está
tomando jugo de tomate caliente, con tinta roja y un caldito de carne.
-
Después, continuó la partida de ajedrez.

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