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JOHN HENRY NEWMAN (1801-1890) John Henry Newman es una de las mayores figuras de la Iglesia de los tres tltimos siglos, no ritual. Vivid sucesivamente en dos Iglesias, en la Igle- sia Anglicana hasta la edad de 44 afios, y luego en la Iglesia Catélica desde 1845 hasta su muerte en 1890, y trabaj6 asiduamente en la renovacién de la una y de la otra. Nacido en Londres en 1801, Newman es el ma- yor de seis hijos de una familia feliz y relativamente acomodada. Sus padres pertenecen a la Iglesia An- glicana o Iglesia de Inglaterra, que es la Iglesia «ins- titucional» del pais. En ella la vida sacramental tenia por aquel entonces una importancia muy reducida, al contrario que la Biblia, que ocupaba un lugar central en su version llamada «del rey Jaime» (King James Version), una obra maestra literaria que data de la época de Shakespeare y que ha im- pregnado toda la cultura inglesa desde hace varios siglos. 13> La lectura y meditacion diarias de la Biblia consti- tuyen una constante en él a lo largo de toda su vi- da: aprende de memoria libros enteros, y marca profundamente su modo de expresarse, estructura su pensamiento, da color su imaginacién y a su sensibilidad. A la edad de 15 afios vive una experiencia de «conversién» -en el sentido propio del término— que reorienta toda su vida: se orienta resueltamen- te hacia i a i6m: Esta conver- sién tiene lugar dentro del marco intelectual del protestantismo «evangélico» (Evangelicalism), una corriente cada vez mds poderosa en el anglicanis- mo de entonces. Mas tarde Newman revisaria bue- na parte de sus conceptos religiosos de aquella épo- ca, pero nunca renegé de la profunda influencia que ejercieron en su pensamiento sus primeros maestros. Fue un alumno precoz: a los 16 afios entra en la Universidad de Oxford, la instituci6n mds presti- giosa del pais. Alli permanece durante 28 aiios, pri- mero como estudiante y luego como fellow (profe- sor e investigador). Pero este brillante intelectual queria ser también ministro de Cristo. Ordenado didcono en 1824 y sacerdote al afio siguiente, con- cibe su ordenacién como una consagracién de toda su vida, lo que representa una actitud completa- mente excepcional en su época. En el momento de 14 su ordenacién diaconal escribe en su diario intimo: Llevo encima la responsabilidad de las almas hasta el dia de mi muerte (AW, 201). Nombrado en 1828 parroco de St. Mary, la pa- rroquia de la universidad, durante 15 afios se con- solida como el predicador més escuchado e influ- yente de toda Inglaterra. Segiin un testigo, posefa «el poder maravilloso, sobrenatural, de elevar el espiri- tu a Dios y arraigar profundamente en nosotros el conocimiento personal de Dios y el sentido de su presencia». El propio Newman atribufa a la predi- cacion el objetivo dedirigirnuestramiradaal.cora~ zOneparassondearlo (PPS I 4, 43), desconstituirwn ‘medio para ayudarnos a rezar mejor, y encender en Zambulléndose en la lectura y el estudio de los Padres de la Iglesia, ve poco a poco cémo se re- nueva y se enriquece su visién de la Iglesia. A par- tir de 1833 se convierte en jefe de filas de un mo- vimiento de renovacién teoldgica, litirgica y espiritual dentro del anglicanismo, conocido como Movimiento de Oxford. Pero poco a poco ese es- fuerzo de renovacién lo arrastra por caminos im- previstos: a fuerza de ahondar en los fundamentos del anglicanismo, Newman llega a convencerse de que la verdadera sucesora de la Iglesia de los pri- meros siglos no es la Iglesia Anglicana, sino la Igle- sia Catélica Romana, la cual es objeto desde hace tres siglos de un odio visceral por parte de una ma- yorfa anglicana y protestante. 15 Entonces se retira al pueblo de Littlemore, al lado de su parroquia de St. Mary, a unos kiléme- tros de Oxford. Y alli, durante casi cuatro afios, lleva junto con varios amigos una vida practica- mente monastica, antes de ser recibido en la Iglesia Catélica el 9 de octubre de 1845 por el P. Domeni- co Barberi, religioso pasionista que estaba en mi- sién en Inglaterra. Para él supone un desgarro y un sacrificio personal tremendos, pues pierde su pues- to en Oxford (que entonces era una universidad anglicana), su enorme influencia en el pais, la ma- yor parte de sus ingresos y a casi todos sus amigos. Pero su conversién no conlleva ninguna ruptura en el plano intelectual ni espiritual: al contrario, tiene la sensacion de volver a puerto después de un tem- poral (Apol 7, 331). Después de pasar un tiempo en Roma, donde se ve forzado a cursar estudios de teologia de un ni- vel muy mediocre, y después de un somero novi- ciado oratoniano en compafifa de varios amigos y discipulos, Newman vuelve a Inglaterra para fun- dar en febrero de 1848 el primer Oratorio de san Felipe Neri en ese pais. Da varias series de confe- rencias para explicar y defender la fe catélica y otra serie sobre los principios y la finalidad de la ense- fianza universitaria. Siendo muy consciente de la pobreza intelec- tual de la Iglesia Catélica en su época, su intencién es seguir ejerciendo un ministerio intelectual a su servicio. Pero la Iglesia no sabe qué hacer con un 16 hombre tan brillante, poseedor de un pensamiento tan original, y le encomienda misiones de impor- tancia secundaria o que se malogran por falta de apoyo de los obispos (como la fundacién de una universidad catélica en Irlanda 0 una nueva tra- duccién en inglés de la Biblia). La publicacién en 1859 de un articulo suyo sobre el papel de los lai- cos en la salvaguardia y transmisi6n de la fe da lu- gar a una denuncia ante Roma, donde es objeto de una sospecha profunda durante casi diez aiios. En 1864, como respuesta a una acusacion de duplicidad y de mentira por parte del novelista y pastor anglicano Charles Kingsley, escribe en sdlo seis semanas y a costa de un esfuerzo sobrehuma- no su Apologia pro vita sua, donde muestra la continuidad y la coherencia de la evolucién de su pensamiento religioso. El libro obtiene un éxito clamoroso que lo rehabilita ampliamente ante la opinion publica inglesa. Pero no por ello deja de ser objeto de descon- fianza en Roma. Presa de un profundo sufrimiento, Newman se encomienda a Dios y sigue reflexio- nando y escribiendo. En 1870 publica El asenti- miento religioso: ensayo sobre los motivos racio- nales de la fe (Herder, 1960), resultado de toda una vida de reflexién sobre la naturaleza de la fe. Sin embargo rechaza varias invitaciones en 1870 (entre ellas la del obispo de Orleans) a participar en el Concilio Vaticano I como experto en teologia. En 1875 se publica su dltima gran obra, la Carta al Duque de Norfolk, en la que trata de las relaciones 17 entre libertad individual y autoridad en la Iglesia, a la vez que ilustra y defiende magistralmente los de- rechos (pero también los deberes) de la conciencia. Por fin es plenamente rehabilitado cuando el nuevo papa, Leén XIII, lo nombra cardenal en 1879 en reconocimiento de todo lo que ha aporta- do durante mas de treinta afios a la Iglesia Catdli- ca con lealtad y paciencia, a pesar de todos los do- lores y humillaciones sufridos. Muere el 11 de agosto de 1890 a los 89 afios en el Oratorio de Birmingham, fundado por él, y es objeto de homenajes en todo el pais, procedentes de las distintas confesiones cristianas conjunta- mente. Newman fue un escritor extraordinariamente prolifico. Es autor de cuarenta y seis libros y de una correspondencia inmensa de gran riqueza (se conservan més de veinte mil cartas, publicadas en treinta y un tomos). Su obra comprende, entre otros, doce tomos de sermones, numerosas obras teoldgicas e histéricas, una autobiografia intelec- tual que ha sido comparada en muchas ocasiones con las Confesiones de Agustin de Hipona, dos no- velas, obras poéticas, diarios intimos y numerosas oraciones y meditaciones. Se cuenta entre los prin- cipales autores de lengua inglesa e incluso entre los grandes escritores satiricos (jaunque, lamentable- mente, su ironia escapa a veces a sus traductores!). Adelantado en muchas cuestiones a las postu- ras teoldgicas de la Iglesia Catdlica de su tiempo, 18 fue sobre todo en el siglo Xx cuando Newman mar- c6 profundamente el pensamiento de esta Iglesia. A menudo se ha puesto de relieve su influencia en el ultimo concilio (Jean Guitton lo llamaba «el pen- sador invisible del Vaticano II»). En efecto, si New- man pudo ayudar al pensamiento de la Iglesia Ca- tolica a evolucionar, fue en parte porque procedia de otra tradicién filoséfica y religiosa y porque a lo largo de toda su vida y a pesar de una voluntad fé- rrea de fidelidad a la Iglesia, su pensamiento siguid siendo eminentemente personal. De todos modos, por muy rica que fuese su reflexién teolégica, su experiencia y su ensefianza espirituales nos ofrecen hoy una veta atin més ri- ca quiza por explorar. Nuestras principales fuen- tes para conocer esta experiencia y esta ensefianza son su autobiograffa intelectual, sus meditaciones y oraciones, varios diarios intimos y sobre todo sus sermones, tanto de su época anglicana como de la catélica, asi como sus cartas de direcci6n es- piritual. Newman fue declarado venerable por el papa Juan Pablo II en 1990, y el 19 de septiembre de 2010 fue proclamado beato por Su Santidad el pa- pa Benedicto XVI durante el primer viaje apostdli- co de éste a Gran Bretafia. Muchos estiman que merece ser declarado algiin dia doctor de la Iglesia. 19 UN ITINERARIO ESPIRITUAL Newman es uno de los grandes maestros y_ -guias espirituales de los tiempos modernos. Aun- que novescribié:ningim»tratadovespiritual; sino que sus consejos se encuentran diseminados en cientos de sermones, cartas de direcci6n espiritual y otros escritos, es posible extraer de esta obra inmensa las grandes lineas de un «itinerariosespiritual»» Preci- samente un itinerario de este tipo es lo que quisie- ra proponer este libro. Pero, en él, ensefianza espiritual, penetraci6n psicolégica y reflexién teolégica y moral forman un todo inseparable. Enlaza con una tradicién que 21 se remonta a los orfgenes del cristianismo (pero que se habja perdido en gran medida en los tres ul- timos siglos), lareualyveyenslayBibliavelfundamento . a La profundidad y el equilibrio de su reflexién, asi co- mo la lucidez a veces mordaz de sus andlisis, hacen de él un guia espiritual valioso y seguro. El punto de partida para estudiar su espiritua~ enlowmds*hondowdersuyser, Y precisamente ahi ra- dica, segtin Newman, la sefal distintiva del cristia- no (primer dia). turamdesDios, es decir, en*telaciénecon El, depen- diente de El, deseosa de dejarse «recrear» por El (se- gundo dia). Pues slo Dios puede colmar el deseo del hombre y darle la felicidad que busca: no es que Newman rechace el amor humano ni la belleza del mundo, pero éstos nos remiten a una Realidad atin mas grande y mas maravillosa (tercer dia). Como lector asiduo y apasionado de la Escri- tura, Newman retoma la ensefianza de los-apésto~ les Juan y Pablo sobre Gristo, desarrollada a conti~ nuacién por los Padres de la Iglesia Cristo no séloy es un maestro y un modelo, sino también un Espi- ritu vivificador. No solo nos salv6 mediante su ace cién pasada, sino que sigue salvandonos aqui y aho- ra (cuarto dia). El Espiritu de Cristo permanece o habita en nosotros como en un templo, transformandonos 22 ae, poco a poco desde dentro y «conformandonos» (como dice Pablo) a Cristo, comunicandonos el perdon, el amor, la alegria y la paz de Dios (quin- to dia). Pero todo ello supone dejar que Cristo «habi- te» en nosotros y nos salve; trabajar para crear en nosotros una disposicién de acogida o una capaci- dad de recibir. Y esto sdlo puede ser fruto de un largo e incesante trabajo en nosotros mismos. Nos hace falta, pues, un «entrenamiento» espiritual (sexto dia). Buscar a Dios exige también un realismo espi- ritual total: hay que rechazar toda forma de ilusién sobre nosotros mismos, reconocer la importancia del tiempo en todo progreso espiritual y llegar a do- minar nuestra afectividad (séptimo dia). Sin embar- go, nada de esto conlleva en modo alguno negar nuestra humanidad; al contrario, el camino de Dios pasa por nuestra humanidad, y Newman nos ofre- ce un buen ejemplo de un auténtico humanismo es- piritual (octavo dia). También nos ayuda a reflexionar en el sentido de la «conversién» y en las relaciones entre las di- ferentes confesiones cristianas en su dimension es- piritual; y ahi ofrece una ayuda muy valiosa hoy para el didlogo ecuménico (noveno dia). Converti- do al catolicismo, Newman adopta como santo pa- trén a Felipe Neri, fundador del primer Oratorio en Roma en el siglo xvi; su devocién a san Felipe revela muchos rasgos de su propia espiritualidad (décimo dia). 23 La oraci6n ocupa el centro de la vida y de la ensefanza de Newman. Es para él un rasgo esen- cial del cristiano, y es también un deber con vistas a adquirir un privilegio que consiste en una comu- nién mas profunda con Dios (umdécimo dia). Otro rasgo esencial es la disposicion que designa con el verbo velar: el cristiano debe o sélo creer, sino ve- lar; no sélo amar, sino velar; no sdlo obedecer, si- no velar, velar a la espera de que venga Cristo (duodécimo dia). Por ultimo, la confianza en Dios constituye también una disposicién indispensable para el cris- tiano: hay que pedir a la suave Luz divina que nos guie durante toda nuestra vida (decimotercer dia). Esta confianza absoluta nos lleva a ponernos en manos de Dios, es decir, a una espiritualidad del abandonarse, por la cual Newman enlaza con una larga serie de maestros espirituales cristianos (deci- mocuarto dia). Sin embargo, la verdadera contem- placién de Cristo se:lleva.a cabo en los asuntos de este mundo, y el cristiano esta llamado a irradiar en él y a través de él la Luz de Cristo (decimoquin- to dia). 24 primer dia DIOS, UNA PRESENCIA INTERIOR Asi pues, se puede definir a un verdadero cris- tiano como un hombre que tiene un sentido predo- minante de la presencia de Dios en él [...] Un ver- dadero cristiano [...] es el que, en ese sentido, tiene fe en Dios, de manera que vive pensando que Dios esta presente en él — presente no de una manera ex- terna ni simplemente natural o providencial, sino en el fondo de su corazén o en su consciencia (PPS V 16, 225.226). ¢Qué es un cristiano? A esta pregunta, la mayo- ria de nuestros contempordneos responderian sin du- da que es uno que piensa o que cree en ciertas cosas, o bien uno que actiia de cierta manera: por ejemplo, que intenta poner en practica el mandamiento del amor fraterno, 0 que se preocupa por la justicia y la paz en el mundo. En los tltimos tres siglos hemos re+ ducido drasticamente el cristianismo a sdlo dos di- mensiones: la dimension intelectual, la de «creer», y la dimensién moral o ética, la de «actuar», Muy a menudo hemos olvidado una tercera dimensién, que 25 sin embargo era evidente para toda la tradicién espi- ritual cristiana durante 1600 afios: la de la «vivencia interior», Con demasiada frecuencia nos hemos olvi- dado de que Dios —mediante su Espiritu o el Espiritu de su Hijo— puede ser para cada uno de nosotros una misteriosa Presencia interior. En este sentido, New- man nos puede servir de valioso guia. tual y a su lectura Gracias a su experiencia espi asidua de la Escritura y de los Padres de la Iglesia, Newman centra esponténeamente su ensefianza en esta Presencia de Dios en nosotros, hasta llegar a de- finir al cristiano en relacién con aquélla. En esto en- laza con una larga serie de autores espirituales cris- tianos desde Pablo y Juan, pasando por los Padres de la Iglesia, la tradicién monastica, los grandes misticos del Norte de Europa de los siglos xm y XIV, Juan de la Cruz y Teresa de Jestis en el xvi y los maestros de la Escuela Francesa: Bérulle, Olier, Juan Eudes, Vi- cente de Pail, etc. en el Xvi. Como buen gentleman inglés, Newman es ex- tremadamente reservado en cuanto a su experiencia interior, pero ciertos pasajes de sus sermones y de otras obras dejan ver algunos elementos. Asi, en un sermén de 1834, Newman afirma que Dios nos en- via su Espiritu a fin de que esté presente en nosotros de forma permanente (PPS II 17, 195). Y en otro ser- mé6n de 1839 encontramos este elocuente pasaje: EI cristiano posee esa paz profunda, silenciosa y escondida que el mundo no ve, semejante a un pozo en un lugar retirado y umbrio, de dificil acce- 26 so. [...] Y cuando se encuentra solo con su Dios, ésa es su verdadera vida. [...] es la gracia de Dios dentro de él, es la presencia del Eterno consolador, lo que constituye toda su alegria. Puede soportar, le parece incluso agradable estar en su propia com- patiia en todo momento, «nunca menos solo que cuando esta solo» (PPS V 5, 69.70). En 1847, haciendo examen de conciencia la vispera de su ordenaci6n en la Iglesia Catdlica, al reprocharse con una lucidez despiadada sus faltas pasadas, Newman observa sin embargo que no ha perdido su sentido intimo de la presencia divina en todo lugar, ni la buena conciencia y la paz interior que de ella derivan (AW, 247). Al héroe de su novela Perder y ganar, publica- da en 1848, le presta un rasgo preeminente suyo que era un sentido habitual de la presencia divina (LG 9, 231). La protagonista de su segunda novela, Calixta (1856), una joven pagana griega misterio- samente atraida por el cristianismo, reflexiona so- bre el hecho de que los tres testigos que le habian hablado del cristianismo lo habian definido como la presencia intima de Dios en los corazones, como la amistad o el amor reciproco que existe entre dos personas. Se trataba precisamente de la doctrina que ya reclamaba con tanta insistencia su raz6n y su coraz6n y que no habia encontrado en ninguna otra parte (Call 27, 293). Y en su Apologia pro vita sua, Newman afir- ma que la existencia de Dios es para mi tan-cierta 27 como mi propia existencia [...]. Sino fuera por esa voz que habla tan claramente en mi conciencia y en mi coraz6n, me habria hecho ateo, panteista 0 po- liteista después de haber contemplado el mundo (Apol 7, 333). Por cierto, el tema de la «conciencia», que cons- tituye uno de los temas principales de su pensamien- to, esta intimamente unido a esta misteriosa presen- cia de Dios. Para él, la conciencia no sdlo tiene una dimension moral, no es sélo la voz de Dios en nos- otros, sino que nos da el testimonio de una Presen- cia que nos invade en lo mas profundo de nuestro ser, como también descubre la joven Calixta: A este Dios lo siento en mi corazon. Tengo la sensacion de estar en su presencia. [...] es el eco de una persona que me habla. Nada podraé conven- cerme de que esta voz no procede en ultimo térmi- no de alguien distinto a mi. Contiene en si la prue- ba de su origen divino (Call 28, 314). Y en una carta de 1869 a una mujer joven de quien es consejero teolégico y espiritual, Newman afirma que para llegar a puntos de partida en ma- teria de religion, debemos,.. preguntar a nuestro corazon, y (puesto que se trata de algo personal, in- dividual), nuestro propio corazon debe preguntar a nuestra conciencia, preguntar, diria yo, al Dios que vive en él (LD XXIV, 276). Segiin él, cuando escuchamos en nosotros esa voz de la conciencia -es decir, cuando intentamos 28 ser cada vez mds conscientes de esa misteriosa Pre- sencia— es cuando la sensacién se hace lenta pero progresivamente mis fuerte. Y a la inversa, cuando rechazamos escucharlo, la sensacion de la presen- cia de Dios en nosotros se va debilitando hasta des- aparecer. EI tema de la conciencia esta ligado también en Newman al del conocimiento de sf mismo. Afir- ma que el conocimiento de uno mismo estd en la raiz de todo conocimiento auténticamente religio- so, pues Dios habla ante todo a nuestro coraz6n. Y afiade estas dos observaciones sobre nuestra rela- cién con la Escritura y sobre la tarea de la predica- cion, que deberian movernos a reflexién: El conocimiento de uno mismo es la clave de los preceptos y doctrinas de la Escritura. Lo que puede hacer toda predicacién externa es, como mucho, sorprendernos y hacer que volvamos la mi- rada a nuestro coraz6n para sondearlo (PPS I 4, 42.43). Concluyamos este capitulo con un pasaje de la conclusi6n del sermén citado al principio, don- de el pensamiento del predicador se transforma en oraci6n: Piddmosle, pues, a Dios que nos ensefie el misterio de su presencia en nosotros, a fin de que, reconociéndola, podamos por eso mismo poseerla con provecho. |...) Reconozcdmoslo como Aquel 29 que reside en nosotros, en la fuente misma de nuestros pensamientos y de nuestros afectos. So- metdmonos a su consejo y a su direccion sobera- na; vengamos a El a fin de que pueda perdonar- nos, lavarnos, cambiarnos, guiarnos y salvarnos (PPS V 16, 235.236). 30 segundo dia YO MISMO Y MI CREADOR Cuando tenia 15 afios (en otofo de 1816) se produjo un gran cambio en mis pensamientos. Cai bajo la influencia de una creencia definida y en mi intelecto se imprimio lo que era el dogma, y eso, gracias a Dios, nunca se ha borrado ni os- curecido. [...] creié que la conversion interior de la que era consciente (y atin ahora, estoy mds seguro de ello que de tener pies y manos) seguiria en mi vida futura y habia sido elegido para la gloria eterna. [...] Esta creencia influy6 [...] en que concentrara todo mi pensamiento en los dos seres ~y s6lo en los dos seres— cuya evidencia era absoluta y luminosa: yo mismo y mi Creador (Apol 3, 107.108). Este pasaje, sacado de la célebre autobiografia Apologia pro vita sua 0 Historia de mis ideas reli- giosas, contiene la formula mas citada de toda su obra. Desgraciadamente se suele entender al revés, como si Newman defendiese aqui una especie de apacible piedad interior en la que el hombre se en- 31 cerraria solo en un capullo con su Dios. ;De qué se trata en realidad? Newman nace en una familia anglicana de una piedad mas bien formal, pero donde la lectura de la Biblia ocupa un lugar central. Adolescente precoz y lector voraz, es tentado brevemente hacia los 14 afios por autores hostiles al cristianismo, como Voltaire y Thomas Paine. Entonces no tiene con- vicciones religiosas firmes (Apol I, 105), y segin su estado de animo quiere ser virtuoso, pero no reli- gioso. En esta ultima idea habia algo que no me gustaba. Y tampoco veia lo que podia significar «amar a Dios» (AW, 169). En 1816, a los 15 aiios, vive una experiencia que reorientara toda su vida. Sera la primera y mas decisiva de una serie de experiencias de conversion, cuyo resultado légico y ultimo sera la que lo lleva- r4 a abandonar la Iglesia Anglicana por la Iglesia Catélica Romana en 1845. Pero por encima de estos grandes virajes, la experiencia de 1816 contiene la clave de toda su existencia: explica su opcién por el sacerdocio y por el celibato (cosa practicamente inaudita en el anglicanismo de entonces), su predicacién en Ox- ford y por ultimo toda su reflexién teolégica y es- piritual: a partir de entonces, Dios ya no sera para Newman simplemente objeto de reflexién, sino su- jeto de un encuentro, Debido a graves dificultades financieras de su padre, ese mismo afio el adolescente se ve obligado a permanecer en el internado de Ealing durante las 32 vacaciones de verano, en compafia de un clérigo de tendencia calvinista, el reverendo Walter Ma- yers, cuya influencia lo marcard profundamente. Entonces cae enfermo, y la experiencia de la enfer- medad desencadena una crisis espiritual: segan sus palabras, lo convierte en un cristiano — con expe- riencias horribles, antes y después, que s6lo Dios conoce. Las evocaciones que hace Newman de esta ex- periencia no pasan de ser simples alusiones. Vamos a tratar de acotar mas de cerca lo que pas6, y para ello se imponen cuatro observaciones. Para empezar, observemos que la estructura misma de la frase de la Apologia donde se encuen- tra la formula yo mismo y mi Creador refleja la ac- cién de tomar conciencia: el chico de 15 aiios se hace en primer lugar consciente (poseedor de una conciencia) de si mismo, y luego de una «Presen- cia» misteriosa en lo mas hondo de esa conciencia de si mismo. Lejos de ser unica, su experiencia en- laza con la de Pablo cuando escribe a los Galatas: «No vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mi» (Ga 2, 20), o la de Agustin de Hipona cuando afir- ma que «Dios esté mas dentro de mi que yo mis- mo» (Confesiones III 6, 11), sin contar la de cien- tos de misticos cristianos desde hace 2000 aiios. Observemos seguidamente que la experiencia que hace aqui es la de lo Absoluto de Dios. Desde entonces, para él Dios es la Realidad absoluta, y a su lado cualquier otra realidad parece palida y re- lativamente insignificante. La formula de la Apolo- 33 ia encuentra asi paralelos en otros muchos lugares de su obra. Por ejemplo, en un sermén de 1833 titulado «La inmortalidad del alma» Newman afirma que a medida que nuestra sensibilidad religiosa se afina y se hace més profunda, comprendemos poco a poco que no existen mds que dos seres en todo el uni- verso, nuestra alma y el Dios que la ha hecho (PPS 12, 20). En otro pasaje de la Apologia, declara que el al- ma individual esta cara a cara con su Creador, solus cum solo: sdlo Dios crea; sélo El ha redimido; mori- mos ante su temible mirada; nuestra bienaventuran- 2a eterna esta en su contemplacion (Apol 6, 288). Y en Meditaciones y devociones escribe a pro- POsito de Dios: Si no puedo encontrar la alegria al pensar en El, no tendré a nadie mds en quien en- contrar alegria. En lo que a mi respecta, no me quedaran mas que dos seres en el mundo: Dios y mi alma (MCD III 1, 327). En tercer lugar, hay que detenerse en el senti- do de las palabras mi Creador. Lejos de expresar cualquier voluntad de posesién (como si el acento estuviese en la palabra mi), significan mas bien que Newman se descubre y se reconoce a si mismo co- mo criatura de Dios. No sélo es consciente de que vive una relacién con Dios, sino también de que de- pende de El, y esta deseoso de dejarse crear —o re- crear- por El. Charles Reding, el protagonista de su novela Perder y ganar, se siente criatura de Dios, ante el 34 cual tiene que responder, posesion de Dios y no de sf mismo (LG 9, 231). Y en un sermon sobre «La fe y la obediencia» define la fe en términos de una percepcion de nues- tro estado de criatura y de la dependencia que de ello resulta: Qué se entiende por fe? Es percibir con toda sinceridad que somos criaturas de Dios... Tener fe en Dios es someterse a Dios, entregarle humilde- mente nuestros intereses... a El, que es el dador so- berano de todo bien (PPS III 6, 79-80). Por ultimo, al afirmar que su espiritu tuvo la impresion de lo que era el dogma, Newman nos in- vita a recuperar el sentido etimolégico de esta pa- labra tan poco apreciada hoy, «dogma», que signi- fica sencillamente «pensamiento» o «creencia». En ese sentido, el dogma es para él un elemento indis- pensable de nuestra fe cristiana. Asi, declara que la religién no puede ser mds que dogmdtica (DA, 134), y que una religién comprendida como un simple sentimiento es para él un suefio y una burla (Apol 4, 150). Pero si Newman defiende incansablemente la necesidad de los «dogmas» o «doctrinas», nunca es con vistas a hacer de estas creencias un fin en si mis- mas. Si se opone a una actitud ampliamente exten- dida hoy, que consiste en decir «poco importa lo que uno piense; lo importante es actuar, o amar», es porque se da cuenta plenamente de que nuestra ma- 35 nera de pensar a Dios determina nuestra manera de entrar en relacién con El (0, Ilegado el caso, nuestro rechazo o nuestra incapacidad de hacerlo). El pensamiento debe conducir, pues, a la ora- cién. Los dogmas estan al servicio de nuestra vida espiritual. Los diferentes articulos del Credo tienen la funcion de dirigir nuestra mirada hacia la tinica idea para expresar la cual han sido creadas. Recla- man al cielo, por asi decir, la imagen de Aquel que esta a la derecha de Dios (PPS II 3, 29). 36 tercer dia SOLO DIOS PUEDE COLMARNOS El alma humana esta hecha para contemplar a su Creador, y sélo esta alta contemplacion le da la felicidad; no obstante lo que pueda poseer por otra parte, queda insatisfecha hasta que se le con- ceda la presencia de Dios y viva en esa luz. [...] Solo El, que hizo el corazén, puede colmarlo. Naturalmente, no digo que no haya nadie fuera del Creador todopoderoso que pueda suscitar y res- ponder a nuestro amor, nuestro respeto, nuestra confianza. El hombre puede hacer eso por el hom- bre. [...] Pero... nuestro corazén exige algo mds duradero y mds estable de lo que puede ser el hom- bre. [...] Ninguna presencia mds que la de nuestro Creador puede entrar en nosotros, pues no hay otra a la que el coraz6n entero, con todos sus pen- samientos y sentimientos, pueda estar por comple- to abierto y sometido (PPS V 22, 315.318). Newman es un hombre deslumbrado por Dios, enamorado de Dios, sediento de Dios. Com- parte plenamente la idea de Agustin de Hipona ex- 37 » presada en sus célebres palabras: «Nos has hecho para ti y nuestro corazon esta inquieto hasta que descanse en ti», que Newman comenta de modo implicito en el texto con que iniciamos este dia. Uno de sus sermones mas bellos lleva como ti- tulo «El mundo invisible», Comentando la formu- la del Credo que proclama a Dios como creador «de todo lo visible e invisible», Newman declara en él que al lado del mundo que vemos [...] hay otro mundo, igual de extenso y de cercano y mucho mas maravilloso [...] Pues... ahi esté Aquel que esta por encima de todos los seres, que los ha creado a todos, al lado del cual no son nada, con quien na- da podria compararse (PPS IV 13, 201.202). En otro lugar define la fe como una percepcién con- creta del mundo invisible, es comprender que este mundo no basta para nuestra felicidad, es mirar mas alla de éste, hacia Dios (PPS III 6, 79). En un lenguaje que podria sorprendernos hoy, Newman también reflexiona mucho sobre el cardc- ter del alma, hablando por ejemplo de la «indivi- dualidad del alma». Pero no nos invita a pensar en un alma desprendida en cierto modo del cuerpo, si- no mas bien a ser conscientes de la unicidad de toda persona humana. Lo que muchas veces se ha lla- mado su «personalismo» descansa en una com- prensi6n instintiva de un hecho: que la persona hu- mana se define por un lado por su autonomia y por otro por su capacidad de entrar en relaci6n. Cosa que, para él, se realiza en plenitud en una relacion amorosa con Dios. 38 Seguin afirma, comprender que tenemos un al- ma es sentirnos separados de las cosas visibles, que no dependemos de ellas, que tenemos una existen- cia distinta, una individualidad, e invita a sus oyen- tes y lectores a considerar qué revolucién se pro- ducird en un espiritu..., en la medida en que éste adquiere conciencia de la relacion entre él y el Al- tisimo (PPS I 2, 19.21). Las mismas ideas las encontramos en Calixta, donde el narrador nos dice que la idea que su prota- gonista tenia instintivamente de la religion era la de una respuesta del alma dirigida a un Dios que se ha- bia interesado por esa alma. Era necesario que fue- se una relacién de amor, o si no, no era mds que una palabra [...] Comprendié que el Creador queria amar y ser amado... y habia establecido efectiva- mente esta relacién de amor reciproco en las almas que se abandonaban a El (Call 27, 293-294). Nada de todo ello significa que Newman no guiera atribuir valor a las cosas de este mundo; to- do lo contrario: es un hombre apasionado por la vida, que se interesa por todo, que posee conoci- mientos extremadamente extensos y variados y que tiene una sensibilidad artistica y musical muy fina. Con ocasi6n de sus viajes, numerosas cartas dan fe de su exaltacién ante la belleza de la campifia in- glesa. Igualmente, en el sermén «El mundo invisi- ble», su genio poético lo lleva a hacer un retrato admirado de la belleza y de las riquezas de la natu- raleza en primavera, cuando el mundo visible des- vela su poder oculto (PPS IV 13, 209). 39 Hay que destacar también que, a pesar de su ti- midez natural, su alegria de vivir y su sentido del humor Jo convierten en un compafiero muy apre- ciado. Varios sermones subrayan la importancia que otorgaba a la amistad y al amor. En el sermén «El amor a parientes y amigos», subraya que el pro- pio Jestis tenfa un amigo privilegiado en la persona del «discipulo amado». Afirma que el amor a Dios es inseparable del amor a los hombres, y que uno y otro deben comenzar por ejercerse en nuestros pa- rientes y amigos que nos rodean (PPS II 5, 55). Por otra parte, este amor no es un simple efec- to de la voluntad. Newman reconoce plenamente el papel de los afectos humanos. De aguda sensibili- dad, aprecia de coraz6n la amistad de sus allega- dos, y para él supone un sufrimiento terrible el per- der a casi todos sus amigos anglicanos a raiz de su conversion al catolicismo en 1845. Cultiva la amis- tad de sus hermanos de Oratorio, y la muerte pre- matura de su amigo intimo Ambrose St. John en 1875 lo deja abatido. Aunque permaneci6 célibe para poder dedicarse totalmente al servicio de Dios como ministro de la Iglesia Anglicana, aprecia mu- cho la compajfiia de sus amigos laicos casados y siente debilidad en particular por los hijos de aqué- llos, a quienes les encanta jugar con él. Pero, a fin de cuentas, lo mismo que la belleza del «mundo visible» no es mas que un palido refle- jo de la de otro mundo infinitamente mAs deseable, de igual modo nuestros deseos mas intensos no pue- den verse colmados por objetos de ese mundo visi- 40 ble. Si /a felicidad del alma... consiste en el ejercicio de los afectos, entonces los afectos requieren algo mds grande y duradero que todo lo creado... (PPS V 22, 315.316). Sdlo Dios puede colmar nuestro deseo. Es lo que no deja de repetir Newman en la oracion: Dios mio, tu eres mi vida; si te abandono, mo- riré de sed... Dios mio, deseo tener sed de ti, una sed cada vez mejor. Deseo ser revestido de esta nue- va naturaleza que, a fuerza de amarte, te desea tan- to que me hard superar el miedo a acercarme a ti (MCD XV 3, 410). iPoseerte a ti, Amante de las almas, es la bien- aventuranza, la tinica bienaventuranza del alma in- mortal! Gozar de tu vista es la tinica felicidad de la eternidad (MCD III 1, 327). iDios mio, qué soy yo para que th hagas que mi felicidad consista en lo que constituye la tuya! iPara que me concedas no sélo el favor de verte, si- no también de compartir tu alegria! ;Prepdrame para este gran acontecimiento, alimenta en mi ese deseo! (MCD XX, 425). 41 cuarto dia CRISTO, UN ESP{RITU VIVIFICADOR El Espiritu Santo viene... a fin de que Cristo pue- da venir en su venida. Por el Espiritu santo estamos en comunion con el Padre y el Hijo. [...] El Espiritu San- to ocasiona y la fe acoge la inhabitacion de Cristo en el coraz6n. De modo que el Espiritu no toma el lugar de Cristo en el alma, sino que le asegura ese lugar. [...] Y asi es como Cristo esta a la vez presente y ausente; ausente por cuanto ha abandonado la tierra; presente por cuanto no ha abandonado al alma fiel; 0, como El mismo dice, «el mundo ya no me vera, pero vos- otros si me veréis» (Jn 14, 19) (PPS VI 10, 126-127). En la predicacién y en la teologia de la época de Newman parecia haber una distancia casi in- franqueable no s6lo entre Dios Padre y nosotros (pues se veia a Dios como Creador, Gobernante y ante todo Juez del universo), sino también entre el Hijo y nosotros, pues se le solfa asimilar al Padre en su funcién de «Juez», Al mismo tiempo, en todas las confesiones cristianas del mundo occidental se consideraba la 43 5 Sosa == €xpiacién como la doctrina central del cristianis- } mo: el Padre habria enviado a su Hijo para sufrir y morir en nuestro lugar, cargando sobre si el castigo , que mereciamos nosotros debido a nuestras faltas. Se le daba poco espacio a la resurrecci6n, en la cual se solia ver simplemente el mas grande de los mila- gros realizados por Cristo y una prueba de su divi- nidad. En cuanto al Espiritu Santo, aparte de las in- vocaciones rituales, en la mente de la época era | practicamente inexistente. , En consecuencia, la espiritualidad del siglo xix no podia ser mucho mas que voluntarista y peni- tencial. Imitando a Cristo era como el hombre po- dia hacerse agradable a Dios. Y esa imitacién ape- nas podia concebirse mas que en términos de ' busqueda del sufrimiento. i El siglo xx comprendié mejor la humanidad de Cristo. Pero en muchos casos contribuy6 a conside- rarlo pura y simplemente como un modelo 0 como } aquel que nos llama a construir, inicamente con nuestras fuerzas, el Reino. Y de este modo hemos vuelto a caer, en la misma medida que en el siglo an- terior aunque de otro modo, en el voluntarismo y el , moralismo. Hemos olvidado que el Reino es tam- j bién, e incluso antes, interior, y que es Cristo quien | lo crea en nosotros. Sin rechazar la concepcién entonces corriente de la muerte expiatoria de Cristo, Newman la sitia dentro de una vision teolégica mas amplia, mas ri- ca y equilibrada. Para él, Cristo no sdlo es quien nos ha salvado mediante su accion pasada, sino el 44 que nos salva hoy mediante su accidn presente. No solo es el Crucificado, sino también el Resucitado, el que nos da acceso, aqui y ahora, a la «vida nue- va». No es sdlo un modelo al que imitar, sino un Espiritu vivificador al que acoger dentro de nos- otros, que sigue salvandonos en cada instante de nuestra vida: No perdamos nunca de vista esta verdad gran- de y simple que toda la Escritura nos propone. Lo que fue realizado en concreto por Cristo hace mil ochocientos aiios, se realiza en su tipo y semejanza en cada uno de nosotros hasta el final de los tiem- pos... El propio Cristo se digna repetir en cada uno de nosotros... todo lo que cumplid y sufrid en la carne. Se forma en nosotros, nace en nosotros, su- fre en nosotros, resucita en nosotros, vive en nos- otros... (PPS V 10, 138-139). A los ojos de Newman, hay dos «lugares» pri- vilegiados donde esta Presencia de Cristo se mani- fiesta: la oracién y los sacramentos, en particular el sacramento de la Eucaristia. Tratemos de determi- nar aqui su pensamiento concerniente a los sacra- mentos. Su idea rompe radicalmente con la del anglica- nismo de su época. Antes del Movimiento de Ox- ford, la vida sacramental estaba reducida en la Igle- sia Anglicana a la minima expresi6n, casi puramente formal. Los altares habfan desaparecido de la mayo- ria de iglesias, y en el culto dominical se ponia el 45 acento casi exclusivamente en la predicacin, conce- bida en general como una «prestacién» destinada a Suscitar la admiracion de los oyentes 0 a conmover- los. El cristianismo se xonsideraba esencialmente una religién de la palabra y de la emoci6n... El Movimiento de Oxford acttia con vistas a re- novar la vida litirgica y sacramental, pero se en- cuentra con una resistencia encarnizada. Hasta que en 1837, cuando Ilevaba nueve afios de parroco en St. Mary, Newman puede por fin instituir una co- munion eucaristica todos los domingos (aunque a las 7 de la maiiana, debido a la resistencia de buena parte de sus feligreses). Incluso llega a plantearse —aunque no se atreve a recomendarlo ptiblicamente- recuperar la confesi6n individual (su primera confe- sién como sacerdote anglicano la oye en 1838). YY es que Newman ve en los sacramentos un poderoso canal de la gracia. La presencia de Cris- to en el sacramento es lo que hace de éste una fuente de vida. Para Newman es algo que forma parte de la vida, como se puede apreciar en un pa- saje de uno de sus sermones anglicanos: Si vuestra alma ha sido, por asi decir, transfigurada dentro de vosotros cuando os habéis acercado al Santisi- mo Sacramento... jPensadlo bien antes de dudar de que tenemos siempre entre nosotros la Presen- cia divina! (SD 21, 322). Una de las mds hermosas expresiones de esto se encuentra en un serm6n pronunciado el domin- go de Pascua de 1831, titulado «Cristo, un Espiri- tu vivificador»: 46 Antes de irse, Cristo se acordé de nuestra nece- sidad y complet6 su obra legéndonos un modo par- ticular de acercarnos a El, un santo misterio en el que recibimos (sin saber como) la fuerza de su cuer- po celestial, que es la vida de todos los que creen. Se trata del santisimo sacramento de la Eucaristia, en el cual «Cristo se establece claramente como cruci- ficado entre nosotros» a fin dé que, tomando parte en el banquete del sacrificio, podamos ser «partici- pes de la naturaleza divina» (PPS II 13, 144). Llega a decir que esta Presencia de Cristo es atin mds real que la que conocieron sus discipulos en su vida terrena: Hemos perdido la percepcidn sensible y cons- ciente de su Persona; no podemos mirarlo, oirlo, conversar con El; seguirlo de un lugar a otro; pero gozamos de una visién y de una posesion espiritua- les, inmateriales, interiores, mentales y reales de El -una posesién mas real y mds presente de la que go- zaban los apéstoles en sus dias carnales-, porque es espiritual, porque es invisible (PPS VI 10, 121). Asi, Cristo nos transforma poco a poco en si mismo: Asi es nuestro Salvador resucitado, en si mismo y para nosotros... llenéndonos de una ma- nera incomprensible de su naturaleza inmortal has- ta que seamos como El (PPS II 13, 147). Newman nos invita, pues, a los que estamos en el reino de la gracia sin saberlo, a rezar para que 47 Podamos conocer cada vez mas lo que somos |...] Que podamos... revestirnos de Cristo. |...] Que la racia pueda aumentar en nosotros, asi como el co- nocimiento de nuestro Sefior y Salvador (PPS VI 8, 102.104). 48 quinto dia DEJARSE INHABITAR POR EL ESP{RITU El Espiritu Santo... habita cuerpo y alma, co- mo en un templo. [...] Por lo tanto, nos invade (si se puede decir asi) como la luz penetra en un edifi- cio 0 como un perfume delicado impregna los plie- gues de un vestido valioso, de manera que, segiin el lenguaje de la Escritura, se dice que estamos en El y El en nosotros. [...] En el lenguaje vigoroso de san Pedro, el cristiano se convierte en «participe de la naturaleza divina» (2 P 1, 4) y, como dice san Juan, tiene el «poder» o la autoridad de «conver- tirse en hijo de Dios» (Jn 1, 12) (PPS II 19, 222). Nuestra Iglesia siempre ha profesado una fe «trinitaria». Confesamos a Dios Padre, Hijo y Es- piritu Santo y hacemos el signo de la cruz «en el nombre del Padre, del Hijo y del Espiritu Santo». Pero, para muchos cristianos, ;supone en realidad algo mas que férmulas y gestos rituales? A lo largo de los ultimos siglos, los cristianos de Occidente, tanto catélicos como protestantes, han descuidado en gran medida el sentido de la Tri- 49 nidad, hasta el punto de que nuestros hermanos or- todoxos nos han acusado de sufrir un «déficit pneumatolégico». Efectivamente, precisamente a causa de esta carencia, nuestra espiritualidad se ha convertido con mucha frecuencia en una cuestién de voluntad: hemos visto a Cristo simplemente co- mo un maestro o un modelo y hemos querido po- ner en practica el mandamiento de Jestis de amar- Nos unos a otros como si ese amor tuviese su fuente unicamente en nosotros. Y, sin embargo, el misterio de la Trinidad es el nucleo central de la fe cristiana. Hablar de la «Tri- nidad>» es tratar de expresar la idea de Dios como relacién y como comunicaci6n en un lenguaje hu- mano, necesariamente imperfecto y balbuciente. Dios es verdaderamente nuestro Padre sdlo en la medida en que vivimos —o deseamos vivir— una re- lacién con El, en la medida en que le permitimos que nos comunique algo de su vida. Jestis nos ex- horta no sdlo a que nos amemos unos a otros co- mo El nos amé, sino con el amor mismo que EI re- cibe del Padre y que también nosotros podemos recibir, Hoy se proponen a veces falsas etimologias -y Por tanto falsos sentidos— a la palabra «espirituali- dad», «Espiritual» viene del latin spiritualis, que es una traduccién del griego pneumatikos por parte de los primeros cristianos, utilizada por el apdstol Pablo para hablar del Espiritu Santo. Asi pues, la espiritualidad cristiana consiste, en sentido estric- to, en recibir en nosotros mediante el Espiritu San- 50 to esta vida de Dios que Cristo vino a comunicar- nos, y en dejar que actte en nosotros a través de to- dos nuestros pensamientos y nuestros actos. Esta vision constituye el meollo del pensamien- to de Newman. Desde su conversi6n en 1816, el Es- piritu Santo ocupa en él un lugar central: tiene ora- ciones escritas a la edad de 16 aiios que invocan «a la Santa Trinidad en la Unidad» y piden el don del Espiritu. Entre los autores protestantes que New- man ley6 en esa €época, uno de ellos en particular lo marco profundamente, Thomas Scott, lo que lo Ile- v6 a decir que humanamente hablando, casi le debo mi alma. Pues bien, Scott era un ardiente defensor del dogma de la Trinidad y, segin Newman, fijé profundamente en mi espiritu esa verdad funda- mental de la religién (Apol 3, 109). Mas tarde, Newman descubre en los Padres de la Iglesia -aunque sus origenes se encuentran en Juan y Pablo- la doctrina de lo que los teélogos llaman la «inhabitacién» del Espiritu (Newman utiliza una palabra inglesa mucho mas poética, the indwelling). Esta forma parte esencial de su predi- cacion en St. Mary. Juan habla del Espiritu que los discipulos de Jestis van a recibir (cf. Jn 7, 39) y que «habita» en nosotros (14, 17). Utiliza abundante- mente expresiones como «habitar en», «permanecer en» y «estar en» para hablar de la relacién entre el Padre, el Hijo y nosotros (cf. 6, 56; 14, 10.23; 15, 1-10; 17, 21). Pablo habla del Espiritu que «habita» en nosotros (Rm 8, 9-11), del cual se nos invita a ser «templo» (1 Co 3, 16), con cuyo sello estamos mar- 51 cados y cuyas arras poseemos ya (2 Co 1, 22). Eles quien nos «revela» a Dios (1 Co 2, 10), por quien recibimos el amor de Dios (Rm 5, 5), quien nos ha- ce hijos de Dios (Rm 8, 15-16), quien reza en nos- otros (Rm 8, 26; Ga 4, 6), quien nos «justifica» (Rm 8, 10) y nos «santifica». Todos estos textos y mu- chos ms los cita Newman incansablemente. Y esta doctrina constituye también la primera inspiracién del Movimiento de Oxford, cuyo fin esencial es buscar la santidad, concebida no como un estado de perfecci6n moral que uno se crearia simplemente con sus fuerzas, sino como algo que recibimos de Dios por la presencia y obra en nos- otros de su Espiritu. Segtin Newman, la santidad es verdaderamen- te la caracteristica del don que el Espiritu Santo dispensa hoy (PPS III 18, 259). El santo vive siem- pre en presencia de Dios, y experimenta la presen- cia de una influencia determinante de la gracia, uniendo su coraz6n a Dios, convirtiéndose asi en testigo privilegiado del mundo invisible (Mix 5, 96-97). Esta misién del Espiritu Santo esta insepara- blemente unida a la de Cristo, pues es mediante su Espiritu como Cristo actiia hoy, como esta presen- te entre nosotros y como nos salva: El Espiritu vino para acabar en nosotros lo que Cristo habia cumplido en si mismo pero habia dejado inacabado en cuanto a nosotros. A El le co- rresponde la tarea de atribuirnos individualmente 52 todo lo que Cristo habia cumplido por todos nos- otros... Cristo es nuestra tinica esperanza, y nos es dado mediante el Esptritu... (PPS V 10, 138). El Espiritu nos hace reconocer a Dios como Padre: imprime en nosotros la imagen de nuestro Padre celestial... y nos dispone a buscar su Presen- cia por el propio instinto de nuestra nueva natura- leza (PPS II 19, 224-225). Es también fuente de libertad interior: el Espi- ritu Santo mos restituye una parte de esa libertad del querer y del hacer, de esa rectitud e inocencia en las que fue creado Addn (PPS II 19, 225). Como enseifia Pablo, segin el cual «el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espiritu Santo que nos ha sido dado» (Rm 5, 5), Newman afirma que el Espiritu vive en el corazon del cristiano como una fuente inagotable de cari- dad (PPS II 19, 230). Por ultimo, el Espiritu es igualmente fuente de perd6n y de misericordia: el hombre que posee en él la dulce presencia del Espiritu... mira antes a lo alto para captar el don celestial; cuando ya lo ha obtenido, no se lo guarda para si mismo, sino que difunde «rios de agua viva» a toda la raza de los hombres (PPS II 19, 226). éQué podemos hacer entonces sino formular una oracién de accién de gracias por una maravi- lla semejante? 53 Dios mio, te adoro a ti, Eterno Pardclito, luz y vida de mi alma [...] en tu infinita compasion has entrado desde el principio en mi alma y has toma- do posesion de ella. Has hecho de ella tu templo. Vives en mi por tu gracia de una manera inefable... Has hecho incluso de mi cuerpo... tu templo. ;Qué asombrosa y temible verdad! (MCD XIV 3, 401). 54 sexto dia HACE FALTA ENTRENAMIENTO ESPIRITUAL Leyendo en la Escritura lo elevados que deben ser los pensamientos y el espiritu de los cristianos, olvidamos facilmente que el espiritu cristiano es fruto del tiempo, y que por mds deseable y necesa- rio que sea poseerlo, no podemos imponerlo a nuestras mentes. También olvidamos que no basta con expresar sentimientos religiosos para ser reli- gioso (es mds bien al contrario), mientras que, si nos esforzdsemos por obedecer en todo a la volun- tad divina, eso nos permitiria entrenar de verdad el corazon para que pudiese alcanzar la plenitud del espiritu cristiano (PPS I 18, 232-233). Los dos capitulos anteriores nos han permiti- do ver en cierta medida la ensefianza de Newman sobre el misterio de Cristo y la misién del Espiritu Santo en nuestra vida. Cristo y sélo Cristo es quien nos salva por la presencia y el trabajo en nosotros de su Espiritu. Lo cual supone que aceptemos ser salvados. Que nos dispongamos a acoger o recibir en nos- 55 otros el Espiritu de Cristo y a dejarnos transformar Poco a poco por El. Y esto requiere un trabajo in- menso e ininterrumpido sobre nosotros mismos, Necesitamos permanentemente un entrenamiento espiritual. En la espiritualidad cristiana, la palabra tradi- cional para designar este trabajo en uno mismo es «ascética», Para la mayoria de los cristianos de hoy esta palabra tiene una connotacion negativa, es de- cir, la renuncia a placeres considerados legitimos, icomo si Dios disfrutase con nuestras privaciones! Sin embargo, para los primeros cristianos la pala- bra griega askesis designaba el «entrenamiento» al que se sometia voluntariamente el soldado que queria combatir bien o el participante en los juegos del estadio que queria ganar la corona de laurel del vencedor. La mentalidad actual acepta sin proble- mas el entrenamiento, a veces a costa de duros sa- crificios, para triunfar en un deporte o en los estu- dios, jo incluso para mantener la linea! ;Por qué entonces no lo aceptamos también en el ambito de nuestra vida espiritual? Precisamente porque Newman ha comprendi- do esto perfectamente, al evocar el papel del Espi- ritu Santo, insiste ampliamente también en la nece- sidad de nuestro trabajo y nuestros esfuerzos; y llega a decir que si la salvacién -en cierto sentido- es obra de Cristo en nosotros, también depende de nosotros mismos, pues debemos hacer el esfuerzo de estar disponibles al Espiritu de Cristo, acoger en nosotros su presencia y dejarnos salvar por El. 56 A los ojos de Newman, nuestro entrenamiento comprende multiples facetas: Un elemento fundamental es conocerse uno mismo: segtin él, es la rafz de todo conocimiento religioso auténtico (PPS 1 4, 42). Otra faceta es practicar la «obediencia». En contra de la tendencia de los protestantes «evangéli- cos» de su €poca a ver en la conversi6n ante todo un gran vuelco emocional, y en contra de la tendencia a complacerse en una piedad muy emotiva, Newman insiste en la necesidad de la obediencia y en el papel de la voluntad, que la sostiene: debemos esforzarnos en obedecer en todo a la voluntad de Dios para en- trenar de verdad el coraz6n (PPS I 18, 233). La «practica» religiosa (la palabra inglesa que usa Newman, worship, posee un sentido mucho més rico: designa toda accién que exprese nuestra adoracién y amor a Dios) comporta también una dimensién de entrenamiento espiritual. Newman dedica varios sermones a explorar la misién del worship, en el cual ve un modo de prepararnos al encuentro con Dios: Presentarse ante Dios y morar en su presencia es algo muy distinto a someterse a un sistema de le- yes morales y parece que requeriria otra prepara- cion, preparar especialmente el modo de pensar y los sentimientos para poder soportar la presencia de Dios y entrar en comunion con EI [...]. En el culto y el servicio a Dios todopoderoso que Cristo y sus discipulos nos dejaron, se nos ofrecen los me- 57 dios morales y misticos de entrar en relacién con Dios y de aprender poco a poco a soportar el ver- lo (PPS V 1, 6.7). El culto religioso (worship) constituye también una forma de disciplina susceptible de calmar los ani- mos agitados y de acercarnos a Cristo: 3Alguien quiere reconfortar su alma y hacer que penetre en su coraz6n la presencia de Cristo?... ; Que alabe a Dios! Que el salterio sagrado de David se convierta en pa- labras habituales de sus labios... (PPS Il 23, 348). Pero Newman vuelve también ampliamente so- bre la necesidad de la abnegacion o de la renuncia. He aqui otras dos palabras con connotaciones muy negativas hoy. Y sin embargo, el propio Jestis invita al que quiera ser su discipulo a «renunciar a si mis- mo» 0 a «negarse a si mismo». La ensefianza de Newman se funda en el reconocimiento de que todos estamos invadidos por multitud de deseos, muchos de los cuales son contradictorios: queremos tenerlo todo... y su contrario. Pero no hay nada mas desqui- ciante, psicolégica y espiritualmente, que el eslogan de mayo del 68: «Todo, inmediatamente», pues op- tar es un elemento que afirma nuestra personalidad humana y espiritual. Renunciar significa, pues, senci- Ilamente, elegir entre una multitud de objetos desea- bles el que nos parece el mejor. Y renunciar a uno mismo quiere decir simplemente hacer sitio en nos- otros a Cristo, Precisamente en este sentido Newman puede decir que Ja renuncia esta implicada de un modo u 58 otro en la idea misma de renovacién [...] La re- nuncia es inherente a la idea misma de ser una per- sona religiosa... (PPS VII 7, 86). Llega incluso a considerarla un criterio de autenticidad: Una re- nuncia vigorosa... puede ser considerada como la prueba de si somos realmente discipulos de Cristo 0 si vivimos en un simple suefio que confundimos con la fe y la obediencia cristianas (PPS I 5, 66). Practicar la renuncia nos permite también evi- tar una dependencia demasiado grande respecto a las cosas y alcanzar la libertad interior. Por Gltimo, sdlo renunciando a poseer las co- sas de este mundo podremos gozar realmente de ellas: Sdlo pueden gozar realmente de este mundo los que comienzan por el mundo invisible... Sélo pueden banquetear realmente los que han comen- zado por ayunar. Sdlo pueden usar el mundo los que han aprendido a no abusar de él. Sélo heredan el mundo los que ven en él una sombra del mundo futuro y los que, por amor a éste, renuncian a él (PPS VI 7, 93). Asi reza Newman: Dios mio..., haz latir mi corazon al unisono con el tuyo. Purificalo de todo lo que es terreno, de todo lo que es orgulloso y sensual, de todo lo que es duro y cruel, de toda perversidad, de todo des- orden, de toda insensibilidad. Llénalo de tu pre- sencia... (MD XVI, 413), 59 séptimo dia POR UN REALISMO ESPIRITUAL Pecando, sufriendo, corrigiéndonos, mejoran- do, avanzamos hacia la verdad probando el error; conseguimos el éxito a través del fracaso. No sabe- mos cémo actuar bien sino después de haber actua- do mal. [...] Sabemos lo que esta bien no de mane- ra positiva sino negativa; no vemos la verdad de golpe para dirigirnos hacia ella, sino que caemos en el error, lo probamos y descubrimos que no es la ver- dad. [...] Ese es el proceso por el que llegamos al éxi- to; caminamos de espaldas hacia el cielo; lanzamos nuestras flechas a una diana y creemos que es mds habil el que menos fallos tiene (PPS V 8, 107-108). Newman es enemigo encarnizado de toda for- ma de romanticismo, un fendmeno que se da en el Ambito de la vida espiritual tanto como en el del amor 0 el de la vida politica. Consiste en confundir nuestras simples palabras con los objetos que de- signan, en tomar nuestros suefios por la realidad, en creer que algo esta ya realizado simplemente porque hemos pensado en ello. Una de las palabras 61 clave del vocabulario newmaniano es real. No hay condena mas aspera en él que calificar una idea,.ac- titud o argumento de «irreal>. Al mismo tiempo, uno de los principios funda- mentales de su direccién espiritual consiste en tener siempre en cuenta la psicologia individual de las personas que dirige y las circunstancias concretas de sus vidas. Su ensefianza espiritual esta sostenida por una percepcion psicolégica aguda y profunda- mente realista. Pues si para Newman nuestro obje- tivo es dejarnos «habitar» por el Espiritu de Cris- to, sabe que Este se sirve de todos los elementos constitutivos de nuestra humanidad. Algunas de sus observaciones apuntan en pri- mer lugar a ideas y actitudes ensalzadas por el pro- testantismo «evangélico» de la época. Los tiempos han cambiado, pero hay aspectos de esta misma sensibilidad religiosa que encontramos a dia de hoy tanto en un entorno protestante como catélico. En- tre las criticas formuladas por Newman aqui, hay tres en particular muy oportunas: La primera se refiere al cardcter instantaneo inherente a cierto concepto de «conversién», con- cebida como un enorme vuelco emocional que tie- ne lugar en un solo momento. Para Newman, al contrario, la conversion es una especie de proceso y tiene una duraci6n. Esta insistencia en la impor- tancia del tiempo en nuestra vida espiritual es ca- racteristica desu pensamiento. A continuacién critica la importancia exage- rada que se suele otorgar a la afectividad. Algunas 62 personas —dice— consideran estos sentimientos co- mo la esencia misma de la religién. Creen que sen- tirse asi de inquietos es ser religiosos. De ese mo- do, su conversion podria ser de corta duracién: Por haber descuidado el transformar sus senti- mientos en principios actuando consecuentemen- te, carecen de cualquier fuerza interior para supe- rar la tentaci6n de vivir como el mundo y buscan potentes estimulantes para mantener el corazon en ese estado de exaltacién que les han ensenado a considerar como la esencia misma de la vida cris- tiana (PPS 19, 118-120). Pero Newman no se contenta con criticar, sino que propone ademas un «manual de instrucciones» para esta afectividad. Los sentimientos profundos y ardientes que acompaiian a los inicios de la con- versi6n pueden comunicarnos un impulso que nos ayudard a vencer los primeros obstéculos y nos lle- vara llenos de gozo por el buen camino de la obe- diencia. Pero después es preciso canalizar y estabi- lizar esta emoci6n; y la mejor forma de conseguirlo es por medio del culto religioso (worship), que es- tructura la experiencia del recién convertido ofre- ciéndole un entorno estable y objetivo. Una tercera critica se refiere a la preocupacion del convertido sobre su propio «estado espiritual». Desde la perspectiva «evangélica», el cristiano de- bia poseer la convicci6n absoluta y la sensacion in- terior de ser «salvado». Semejante preocupaci6én lleva, segin Newman, a una contemplaci6n direc- ta de nuestros sentimientos como medio y prueba 63 a de nuestra justificacion (AW, 141), es decir, a una forma de introversién espiritual en la cual se centra la atencion en el estado de animo del sujeto mas que en la realidad objetiva de Cristo. Sin embargo, si Newman critica estos diferen- tes aspectos de un cristianismo demasiado emoti- vo, critica con la misma severidad un cristianismo puramente intelectual. Por muy intelectual que sea él mismo, rechaza una concepcién de la fe que la reduzca a un asunto del pensamiento. En un lugar destacado de su Gramdtica del asentimiento cita una frase de Ambrosio de Milan: no es mediante la dialéctica (es decir, mediante la simple argumenta- cién, por una actividad puramente intelectual) co- mo Dios quiso salvar a su pueblo. En otro lugar afirma que la Eucaristia no es una mera forma de palabras, sino una gran accion, la mayor accién que se pueda realizar en esta tierra (LG 20, 327- 328). Dios no es una idea, sino una Realidad, y lo espiritual nos pone en contacto con la realidad mas concreta que pueda existir. Otro ambito donde ejerce su realismo critico es el del amor. Declara que la prueba de nuestra union con Cristo es el amor, y que la prueba de nuestro amor a Cristo y a la Iglesia es el amor a aquellos que efectivamente vemos, Pero este amor debe ser algo m4s que un simple sentimiento 0 que una simple idea. Muchos hombres —dice- hablan magnificamente de amar a todo el género humano con un amor universal... sQué significan semejan- tes declaraciones? Simplemente que hombres asi 64 poseen sentimientos benévolos hacia el mundo, s6- lo eso... sentimientos inestables, simple fruto de dar rienda suelta a la imaginacion. En realidad es imposible —afirma— amar a todos los hombres en sentido estricto y verdadero. Podemos sentir por ellos una disposicién de benevolencia, pero el amor verdadero a los hombres debe depender de la prac- tica. Y el amor debe comenzar ejerciéndose necesa- riamente en nuestros amigos proximos: ahi esta el unico ejercicio que prepara para amar a todos los hombres (PPS II 5, 54-55). Por ultimo nos recuerda que los defectos de que acusamos normalmente a la Iglesia-institucién hay que buscarlos ante todo en nosotros mismos: El coraz6n de cada cristiano deberia represen- tar en miniatura a la Iglesia Catélica, pues hay un unico Espiritu que hace de toda la Iglesia y de ca- da uno de sus miembros su Templo. Lo mismo que hace una a la Iglesia, la cual, abandonada a su suerte, se separaria en miiltiples partes, asi el Espi- ritu unifica el alma a pesar de sus diversos afectos y facultades y sus tendencias contradictorias... Y tengamos la seguridad de que estas dos operacio- nes de nuestro divino Consolador dependen la una de la otra, y que mientras los cristianos no busquen la unidad y la paz en su propio corazon, la Iglesia misma nunca tendra unidad y paz en este mundo que los rodea... (SD 10, 132), 65 octavo dia EL CAMINO DE DIOS PASA POR NUESTRA HUMANIDAD Estos son los medios que Dios ha previsto pa- ra hacer de un pecador un santo: lo toma tal como es y lo usa contra él mismo; convierte sus afectos en otro canal y apaga un amor carnal infundiéndo- le una caridad celestial. No lo toma por una cria- tura irracional guiada por instintos y gobernada por estimulos externos, sin voluntad propia [...]. El triunfo de su gracia consiste en esto, en que en- tra en el coraz6n del hombre, lo convence y se lo gana transformdndolo. Dios respeta totalmente la estructura original del espiritu que le ha dado al hombre; lo trata como hombre; le deja la libertad de elegir tal o cual manera de actuar; apela a todas sus facultades, a su raz6n, a su prudencia, a su sen- tido moral, a su conciencia [...]. Pero, al final, el principio animador de la nueva vida, lo que la daa luz y la sostiene, es la llama de la caridad (Mix 4, 71-72). La espiritualidad del siglo xIx, fuertemente marcada por la influencia lejana del jansenismo, 67 =) a descansa sobre una visi6n profundamente pesimis- ta del hombre. Se considera al hombre como un ser dominado y malogrado por el pecado, hasta el punto de que todo progreso espiritual parece re- querir la negacién en cierto modo de nuestra hu- manidad, como si la renuncia a la que nos invita Cristo se aplicase en primer lugar a nuestros dones humanos. Es verdad que, en los primeros sermones de Newman, atin marcados por el calvinismo de sus primeros maestros, encontramos a veces huellas de una visién semejante. Pero su pensamiento evolu- ciona rapidamente en contacto con la realidad pa- rroquial y sobre todo bajo la influencia de los Pa- dres de la Iglesia. Estos, a diferencia por ejemplo de los misioneros protestantes del siglo xix, que que- rian destruir las culturas paganas con que entraban en contacto para sustituirlas por el cristianismo, buscaban en la cultura grecorromana signos pre- cursores de la venida de Cristo, con el deseo de construir sobre lo que ya existia. Como su santo patron, Felipe Neri, Newman nos ofrece un buen ejemplo de un auténtico huma- nismo espiritual en el sentido mas estricto del tér- mino. Ciertamente, no duda en denunciar la pre- sencia del pecado en el hombre y muestra cierto pesimismo respecto a la evolucién de la sociedad de su tiempo, cada vez mas marcada por la increencia. Pero conserva con profundo arraigo la conviccién de que la gracia 0 la accién de Dios en nosotros no destruye en modo alguno nuestra humanidad, sino 68 que, al contrario, la eleva a un nivel superior trans- formandola. En realidad Newman adopta el conocido ada- gio de la teologia catélica mas tradicional, gratia perfecit naturam (la gracia no destruye la natura- leza, sino que la perfecciona). Asi afirma que fue designio de la divina Providencia basar lo bueno y verdadero segtin la religion y la moral en nuestros buenos sentimientos naturales (PPS II 5, 53) y que la gracia... ha renovado la naturaleza no destru- yéndola y sustituyéndola, sino elevéndola a un or- den superior (NO, 276). Y esboza un retrato de un tipo de santo cuyo ejemplo mas perfecto lo ofrecen, a sus ojos, Pablo y Felipe Neri: Hay algunos del orden de santidad mds eleva- do que existe..., en los que lo sobrenatural se une a la naturaleza... -vivificdandola, elevéndola y en- nobleciéndola- y que no por ser mds santos son menos hombres. No dejan aparte sus dotes natura- les, sino que las emplean para gloria del Dador. No actuan al margen de ellas, sino a través de ellas. No las eclipsan mediante el fulgor de la gracia divina, sino que s6lo las transforman. Estan versados en el saber humano; son activos en la sociedad humana; comprenden el coraz6n del hombre; pueden entrar en el pensamiento de otros hombres; y todo ello en razon de dotes naturales y de educacién profana (SV 7, 92), 69 30mI~ _ Newman posee también una aguda percepcion de la unicidad de la persona. Durante su larga vida recibié gran cantidad de cartas de personas que le pedian que fuese su director espiritual, entre ellas muchas mujeres, y siempre respondia tratando de tener en cuenta lo especifico de cada una. Cada persona tiene un camino particular para llegar a Dios, que debe buscar y discernir por si misma con la ayuda de sus dotes naturales. De este modo, a pesar de desear vivamente que aumente el nimero de catélicos, evita recurrir a métodos de persuasi6n violentos y agresivos (lo que provoca que sus correligionarios lo tachen de «tibieza» e incluso de «inclinaciones protestan- tes»). A la viuda de un amigo intimo anglicano, atraida por la fe catélica, la invita a buscar por si misma la verdad: Utilice los medios que Dios le ha dado... Esa es la manera legitima en que esté llamada a utilizar su raz6n. Dios la bendeciré si la usa de ese modo sosegado y espontdneo (LD XI, 186-187). En una carta a una joven sefiora presa de las dudas, Newman reconoce con franqueza que toda reflexién en materia de religion contiene una difi- cultad inherente imposible de arrancar, y que, para ciertas personas, puede haber sin duda una dificul- tad en el cristianismo. También en esto invita a su correspondiente a recurrir a su inteligencia para discernir: La cuestion es saber si, considerandolo 70 todo bien, nuestra razon no nos dice quizd que es un deber aceptar como suficientes los argumentos habitualmente expresados a favor de la verdad del cristianismo (LD XXIV, 274-275). Y a otra corres- pondiente le escribe que Dios no la llama a incor- porarse a la Iglesia antes de saber qué Iglesia es. El la ha ayudado hasta ahora y lo seguiré haciendo (LD XXIV, 323). Newman respeta profundamente las diferen- cias de sensibilidad religiosa. Por ejemplo, a una re- ligiosa anglicana que quiere hacerse catélica pero que siente rechazo por ciertas devociones entonces corrientes, le escribe que no es ningtin pecado que a uno le cueste hacerse a ciertas cosas, y, en mate- ria de devociones, mds vale no forzarse en nada (LD XXI, 387). En definitiva, esta visi6n de una naturaleza hu- mana transformada por la gracia es lo que propo- ne Newman a sus primeros hermanos oratonianos, los cuales, como él, habian sido profesores 0 estu- diantes de Oxford: Procurad ser algo mds que simples universi- tarios, tal como todos hemos sido. Dejad que la gracia perfeccione la naturaleza y que todos nos- otros, como catélicos, sin dejar de ser lo que éra- mos, seamos exaltados en algo que no éramos. No rechacéis estas ventajas que Dios os ha conce- dido; mds bien perfeccionadlas a su servicio... ¥ recemos los unos por los otros a la vez que por nosotros mismos, para que los dones que El nos a ha otorgado no los derrochemos en nosotros mis- mos ni los empleemos para nuestra pura gratifi- cacion o para nuestra propia reputacion, sino pa- ra su gloria y el bien de toda su Iglesia (NO, 221), noveno dia EL SENTIDO DE UNA CONVERSION Cuando me converti, no fui consciente de que Se operase en mi dnimo ningin cambio intelectual o moral. No sentia ni una fe mds firme en las ver- dades fundamentales de la Revelacion ni mas do- minio de mi mismo; no tenia mds fervor, pero fue como volver a puerto después de un temporal (Apol 7, 331). Entre los catélicos de los paises angléfonos se conoce a Newman como la figura por excelencia del «convertido». Por ello resulta mas interesante si cabe examinar los aspectos espirituales de esta conversién y saber desde esta perspectiva cémo consideraba él su entrada en la Iglesia Catélica Ro- mana en 1845, ¢En qué medida hay ruptura y en qué medida hay continuidad entre el Newman an- glicano y el Newman catdlico? EI acontecimiento crucial de su vida es, antes que ningin otro, la experiencia de 1816, cuando descubre a Dios como Realidad inmediata y abso- luta. Este hecho fundamental ~que realmente hay 73 que calificar como «conversién> en el sentido es- tricto del término, es decir, un desviarse de sf mismo para dirigirse hacia Dios- va seguido de dos mo- mentos de plenitud, ambos durante el invierno de 1827-1828, cuando el descubrimiento del pensa- miento de los Padres de la Iglesia lo salva definiti- vamente de la tentacién del racionalismo teolégico ambiental (lo que Newman llama el «liberalismo»), y més en particular en 1833, cuando cae enfermo en Sicilia, donde roza la muerte. Esta primera experiencia de Dios la vive en un entorno intelectual marcado por la corriente del protestantismo llamada Evangelicalism. Pues bien, aunque Newman se desmarca de numerosas doc- trinas teoldgicas caracteristicas de este protestan- tismo, sigue estando profundamente marcado por lo que este tltimo posee de mejor. En una memoria autobiografica de 1876, afir- ma que la ensefianza «evangélica» habia sido una gran bendicion para Inglaterra, pues aporté las ver- dades principales y vitales de la Revelacion a miles de corazones, entre éstos el suyo propio. Esta ense- fianza habia sido su consuelo y su refugio cuando estaba solitario y lo habia Ilevado a habitos de de- vocion que nunca habia perdido. Y tres afios antes de su muerte da como razon de su amor a la Iglesia Catélica y de su devocion entera y absoluta por ella el hecho de que esas grandes y ardientes verdades que he aprendido, siendo joven, de la ensenanza de los evangélicos, las he encontrado impresas en mi coraz6n con una 74 fuerza nueva y cada vez mds grande por la Iglesia Catolica Romana. Esta Iglesia ha afiadido al sim- ple evangelismo de mis primeros maestros, pero no ha oscurecido, diluido ni debilitado nada (LD XXXI, 189). ¢Qué es lo que recibié Newman de la tradicion «evangélica» que tan profundamente lo marc6? Ante todo, le debe en parte su pasion por la Bi- blia. Pues si la influencia de su familia fue la pri- mera determinante a este respecto, el Evangelica- lismo reforz6 poderosamente esta influencia. En segundo lugar, es el Evangelicalismo (y no la High Church) el que, fiel a la ensefianza del gran reformador John Wesley en el siglo xvm, lo anima a practicar la comuni6n eucaristica frecuente. Igualmente del Evangelicalismo le viene la practica regular del examen de conciencia y el bus- car la mayor lucidez respecto a si mismo. Pero con esta diferencia capital: en lugar de buscar median- te esta practica el asegurarse un «estado espiri- tual», Newman (como Agustin) lo refiere todo a Dios, y el examen de conciencia lo lleva siempre a la oracién de alabanza y de accién de gracias. También su modo de concebir la conciencia le debe mucho a la tradici6n protestante, que insiste mucho en la relacién personal entre Dios y el hom- bre en la intimidad de cada uno. Por dltimo, también su busqueda de la santi- dad arraiga en la ensefianza de su primeros maes- tros «evangélicos». En 1850 reconoce en John Wes- 75 ley un modelo de santidad, aunque personalmente no le caiga muy simpatico: dirigiéndose a antiguos simpatizantes del Movimiento de Oxford, les decla- ra que si desedis encontrar la sombra y la sugestion de las cualidades sobrenaturales constitutivas de la concepcion del santo catélico, debéis mirar a Wes- ley y a otros como él (VMI, 90). Y precisamente es- ta btisqueda de la santidad se convierte cada vez més en rasgo caracteristico del propio Movimiento de Oxford. Y mds que ninguna otra consideraci6n teoldgica, es esto lo que termina por guiar a New- man hacia el catolicismo. En efecto, a medida que sus argumentos teolé- gicos a favor del anglicanismo se vienen abajo, bus- ca por todas partes signos de santidad en esta Igle- sia. También reflexiona sobre la posibilidad de una union entre las dos Iglesias, basada en el ideal de una santidad compartida. Afirma que si la santidad estaba asegurada, todo el resto seguiria el mismo camino (LD VIII, 42) y que la santidad es la gran nota de la Iglesia... Me uniré como a hermanos a todos aquellos que posean esta nota (VM II X, 422). Y, con unas palabras que se revelarian como proféticas, lanza este reto a la Iglesia de Roma: La fe y la santidad son irresistibles... Si los ca- tolicos quieren convertir Inglaterra, que vayan con los pies descalzos a nuestras ciudades manufactu- reras, que prediquen al pueblo, como Francisco Ja- vier, que se dejen lapidar y pisotear — y admitiré 76 que puedan hacer lo que nosotros no podemos ha- cer... Eso es ser cat6licos; eso es asegurar su triun- fo (LD VIII, 42-43). Ciertamente, todo esto no basta de por si para convencer a Newman de la verdad del catolicismo: también necesita descubrir la Iglesia como cuerpo de Cristo del que todos somos miembros; necesita comprender que el Espiritu Santo hace de nosotros su templo —no solo a titulo individual sino también todos juntos— y que ese mismo Espiritu hace de los sacramentos un potente canal de la gracia. Y nece- sita descubrir progresivamente el sentido de la tra- dicién, comprendida como un proceso dindémico de transmisién que comporta una continuidad pro- funda a través de multiples cambios. Pero al final, aunque la conversién de New- man en 1845 constituye una enorme ruptura per- sonal —que provoca el perder a casi todos sus ami- gos anglicanos asi como una situacién brillante e importantes ingresos y abandonar a la fuerza su querida Oxford-, en él se da una continuidad pro- funda en el plano del pensamiento: en ese momen- to, seguin dice, tiene la sensacién de volver a puer- to después de un temporal (Apol 7, 331). De hecho, la deuda que el propio Newman re- conocia tener para con sus maestros «evangélicos» encontr6 eco en los numerosos homenajes que re- cibié al final de su vida, tanto por parte de angli- canos como de protestantes, algunos de los cuales le escriben incluso pidiéndole su bendicién. Y en 77 sus tltimos dias recibe un homenaje conmovedor de un pastor protestante: «Que Dios lo bendiga, cardenal Newman... Usted nos ha ensefiado esta preciosa y profunda doctrina: la mejor parte de la vida queda oculta...» (LD XXXI, 295). Sin entrar en controversias teolégicas, lo que Newman parece indicarnos es que el mejor modo de que avance el ecumenismo es mediante una pro- fundizaci6n espiritual y una busqueda comin de la santidad. 78 décimo dia COMO SAN FELIPE NERI En lo que a mi respecta... puedo asegurar que, me sea o no posible realizar algo a la manera de san Felipe, al menos no puedo hacer nada de otro modo (IU, 238). Su conversién al catolicismo en 1845 le plan- tea a Newman una cuestién candente: ide qué for- ma podra servir a su nueva Iglesia? Desea hacerlo con todos sus dones humanos e intelectuales; y también quiere, si es posible, conservar intacto el pequefio grupo de amigos y discipulos que se ha constituido en torno a él en Littlemore. La respuesta a sus interrogantes la encuentra en el Oratorio fundado en Roma en 1575 por Feli- pe Neri. Este trabajo mas que nadie en el siglo xv para reformar la Iglesia en esa ciudad, lo que le va- lié el titulo de «segundo apdstol de Roma» después de Pedro. Los oratonianos son sacerdotes secula- res, por lo que no pronuncian votos como los reli- giosos, y tienen la particularidad de que pueden conservar sus bienes personales. Pero viven en co- 79 munidad, conceden un lugar preeminente a la ora- cién y pueden ejercer una variedad de ministerios, entre ellos el ministerio intelectual. Pero en la misma medida que el ideal oratonia- no, si no mas, lo que atrae a Newman es la persona- lidad de Felipe Neri. El elegir a uno u otro santo di- ce siempre algo de uno, y la opcién de Newman no es en absoluto una excepcion a esta regla. Es cierto que, a primera vista, puede sorprender la elecci6n: a estos dos hombres los separan diferencias profundas por circunstancias histéricas, de cultura y de tempe- ramento. Pero hay muchas més cosas que los acer- can, y lo que Newman dice de san Felipe revela mu- chas cosas de su propia espiritualidad. Como Newman, Felipe queria renovar la vida cristiana de su tiempo mediante un retorno a los origenes. Intenté llevar a todos aquellos que qui- sieran escucharlo a los primeros tiempos del cris- tianismo, caracterizados por una sobriedad y una sencillez en las leyes externas de la Iglesia, y queria hacerlo no deshaciendo lo que en la Iglesia era fru- to de un crecimiento, sino cultivando esas disposi- ciones interiores... que fueron objeto de una aten- cién tan privilegiada y particular en la época apostélica (NO, 83-84). Felipe se sentia también profundamente atraido por el ideal mondstico, aun sin apartarse «del mun- do»: en lugar de la gran separacién que habia habi- do hasta entonces entre el mundo y la Iglesia, queria proponer a todos los hombres e/ camino de la santi- dad sin entrar en la vida religiosa (SV 12, 228). 80 Profundamente preocupado por la libertad de cada uno, queria crear una congregacién basada unicamente en la caridad cristiana, cuya ley estu- viera grabada en el «coraz6n» de sus miembros: En lugar de votos o de obligaciones impuestas, los ora- tonianos estimaban que bastaba con tener el amor cristiano... para con Dios, para con el hombre y entre unos y otros, segtn el espiritu del gran Apoés- tol (san Pablo) cuyos inspirados escritos eran obje- to de una devocion tan especial por parte de san Felipe (NO, 204). Felipe daba prueba también de una actitud po- sitiva hacia la cultura de su época, la cual, sin em- bargo, intentaba transformar «desde dentro». Mas que condenar y querer destruir, preferia dejar que fluyese el rio de la ciencia, de la literatura, del arte y de la moda y dirigir su corriente suavizando y santificando lo que Dios habia hecho muy bueno y el hombre habia afeado (cf. TU, 421-422). De profunda humildad, acogedor, abierto a to- dos sin distincién de cuna o de rango, se hacia, co- mo Pablo y segiin una férmula de este ultimo, «to- do a todos» (1 Co 9, 22), prefiriendo actuar con el ejemplo y el contacto personal: lo que el propio Newman llama /a influencia personal. Illustra per- fectamente la divisa cardenalicia que escogid New- man, Cor ad cor loguitur: Es el corazon el que ha- bla al corazon. Felipe poseia también una ferviente devocién al Espiritu Santo, que Newman le suplica que le procure: 81 Te pido muy especialmente que me obtengas una verdadera devocion, tal como tt la tenias, al Espiritu Santo... Proctirame... una medida de tu devocion a El que, asi como se digno venir mila- grosamente a tu corazon y encenderlo del fuego del amor, nos conceda también algtin don especial y equivalente de la gracia (FP, 277.279). Subraya la alegria y la paz profundas que tenia Felipe a pesar de las numerosas pruebas y persecu- ciones que conocié, y reconoce que esta alegria no era simplemente natural, sino que venia de la pre- sencia del Espiritu Santo en él: Uno de los signos seguros de la presencia de Dios es la paz... El pri- mer elemento en el espiritu de Felipe es el descanso y la paz (NO, 356-357). Newman recuerda la céle- bre frase —atribuida entre otros a san Felipe— segin la cual «un santo triste es un triste santo» y lo des- cribe como uno de los espiritus mds joviales, equi- librados y apacibles que haya habido nunca en la Iglesia (LD XII, 68), deseando tener en el Oratorio compafieros que tuviesen mucha alegria de vivir y afirmando que habia que ser alegre para convertir a los jévenes (LD XII, 54, 62). En una oracion le suplica a Felipe en estos términos: Felipe, sno quie- res obtenerme la décima parte de tu paz y de tu ale- gria, de tu jovialidad, de tu dulzura y de tu caridad desinteresada? (MCD II 3, 321). Y también subraya el lugar central de la oracion en la vida de Felipe y de la obligacién que le impone a este respecto su propia pertenencia al Oratorio: 82 Dios mio, no me dejes en este estado de aridez en que me encuentro, concédeme el consuelo de tu Stacia... 3Cémo puedo seguir rezando —como es doblemente mi deber, pues pertenezco al Oratorio- siti no me animas haciéndomelo agradable? (MCD TI 2, 320). Concluyamos con una exhortacion que New- man dirige a sus hermanos del Oratorio, en la que resume bien la leccién de humildad que saca del ejemplo y de la ensefianza de su santo patron: Que el mundo no pueda nunca conoceros su- ficientemente para elogiaros 0 criticaros, que tra- bajéis duro en vuestra vida y cumpléis muchas ta- reas tiles y realicéis buen ntimero de objetivos religiosos y enviéis muchas almas al cielo y sor- prenddis a los hombres por la cantidad de trabajo que haydis cumplido... pero que sedis ignorados por el mundo, que sedis desconocidos fuera de vuestro entorno, que trabajéis por Dios con cora- z6n puro y mirada sencilla, sin las distracciones de los elogios de los hombres, y que hagdis de El vues- tra tinica esperanza y de su cielo eterno vuestro unico fin, y que encontréis vuestra recompensa no en parte aqui abajo, sino totalmente y enteramente en el mundo futuro (SV 12, 242). 83 undécimo dia REZAR Esta es la definicién misma del cristiano: al- guien que busca a Cristo [...]. He aqui, segtin la Es- critura, la marca esencial, el fundamento del cris- tiano, del que deriva todo lo demas [...]. De ahi resulta entonces que... la oraciOn... es und... ca- racteristica de los cristianos segtin se describe en la Escritura (SD 19, 278.280). En este pasaje de un sermén titulado «El cris- tiano de los tiempos apostélicos» Newman nos di- ce qué lugar ocupa para él la oracién en la vida del cristiano y cual es su finalidad. La oraci6n es el nu- cleo de esta vida, y consiste esencialmente en bus- car a Cristo. La oracién es un punto central en su vida. Nos han Ilegado muchas oraciones escritas por él, tanto en inglés como en latin, a partir de los 16 afios y durante toda su vida. En Oxford se levan- ta temprano para rezar un buen rato y sigue re- zando durante sus largos paseos solitarios, inter- cediendo por todos [sus] amigos y por todos los 85 hombres (AW, 187). Tiene una confianza inmensa en la eficacia de la oracién, y nunca emprende ninguna tarea de cierta importancia sin antes ha- ber rezado largamente. Esta convencido de que es imposible la comunién con Cristo sin los sacra- mentos y la oracion: sAlguien desea... que pene- tre profundamente en su corazon la presencia de Cristo? Que rece (PPS II 23, 348). Siendo parroco de St. Mary, recupera con mu- cho esfuerzo no sélo la comuni6n eucaristica se- manal, sino también el oficio diario de la oracion, dos practicas prescritas en los manuales litargicos anglicanos pero caidas en desuso en aquella épo- ca. También descubre el breviario romano —ese maravilloso y atractivo monumento de la devo- cidn de los santos (Apol 4, 173)-, que comienza a practicar regularmente casi diez afios antes de su conversi6n al catolicismo y al cual dedica una lar- ga presentacion en el n° 75 de los Folletos de ac- tualidad, que obtiene un éxito asombroso. En la Iglesia Catélica descubre el privilegio incompara- ble (LD Il, 131) de tener a Cristo en la misma ca- sa en que vive, en el sagrario, y durante toda su vi- da se pasa largas horas rezando dia y noche ante el Santisimo Sacramento. La oraci6n constituye también un tema recu- rrente de sus sermones tanto anglicanos como ca- tolicos, que aborda a la vez desde el prisma de la oraci6n publica o litargica y desde el de la oraci6n privada o personal. Newman ve en la primera un medio de corregir posibles desviaciones de la se- 86

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