JOHN HENRY NEWMAN
(1801-1890)
John Henry Newman es una de las mayores
figuras de la Iglesia de los tres tltimos siglos, no
ritual.
Vivid sucesivamente en dos Iglesias, en la Igle-
sia Anglicana hasta la edad de 44 afios, y luego en
la Iglesia Catélica desde 1845 hasta su muerte en
1890, y trabaj6 asiduamente en la renovacién de la
una y de la otra.
Nacido en Londres en 1801, Newman es el ma-
yor de seis hijos de una familia feliz y relativamente
acomodada. Sus padres pertenecen a la Iglesia An-
glicana o Iglesia de Inglaterra, que es la Iglesia «ins-
titucional» del pais. En ella la vida sacramental tenia
por aquel entonces una importancia muy reducida,
al contrario que la Biblia, que ocupaba un lugar
central en su version llamada «del rey Jaime»
(King James Version), una obra maestra literaria
que data de la época de Shakespeare y que ha im-
pregnado toda la cultura inglesa desde hace varios
siglos.
13>La lectura y meditacion diarias de la Biblia consti-
tuyen una constante en él a lo largo de toda su vi-
da: aprende de memoria libros enteros, y marca
profundamente su modo de expresarse, estructura
su pensamiento, da color su imaginacién y a su
sensibilidad.
A la edad de 15 afios vive una experiencia de
«conversién» -en el sentido propio del término—
que reorienta toda su vida: se orienta resueltamen-
te hacia i a
i6m: Esta conver-
sién tiene lugar dentro del marco intelectual del
protestantismo «evangélico» (Evangelicalism), una
corriente cada vez mds poderosa en el anglicanis-
mo de entonces. Mas tarde Newman revisaria bue-
na parte de sus conceptos religiosos de aquella épo-
ca, pero nunca renegé de la profunda influencia
que ejercieron en su pensamiento sus primeros
maestros.
Fue un alumno precoz: a los 16 afios entra en
la Universidad de Oxford, la instituci6n mds presti-
giosa del pais. Alli permanece durante 28 aiios, pri-
mero como estudiante y luego como fellow (profe-
sor e investigador). Pero este brillante intelectual
queria ser también ministro de Cristo. Ordenado
didcono en 1824 y sacerdote al afio siguiente, con-
cibe su ordenacién como una consagracién de toda
su vida, lo que representa una actitud completa-
mente excepcional en su época. En el momento de
14su ordenacién diaconal escribe en su diario intimo:
Llevo encima la responsabilidad de las almas hasta
el dia de mi muerte (AW, 201).
Nombrado en 1828 parroco de St. Mary, la pa-
rroquia de la universidad, durante 15 afios se con-
solida como el predicador més escuchado e influ-
yente de toda Inglaterra. Segiin un testigo, posefa «el
poder maravilloso, sobrenatural, de elevar el espiri-
tu a Dios y arraigar profundamente en nosotros el
conocimiento personal de Dios y el sentido de su
presencia». El propio Newman atribufa a la predi-
cacion el objetivo dedirigirnuestramiradaal.cora~
zOneparassondearlo (PPS I 4, 43), desconstituirwn
‘medio para ayudarnos a rezar mejor, y encender en
Zambulléndose en la lectura y el estudio de los
Padres de la Iglesia, ve poco a poco cémo se re-
nueva y se enriquece su visién de la Iglesia. A par-
tir de 1833 se convierte en jefe de filas de un mo-
vimiento de renovacién teoldgica, litirgica y
espiritual dentro del anglicanismo, conocido como
Movimiento de Oxford. Pero poco a poco ese es-
fuerzo de renovacién lo arrastra por caminos im-
previstos: a fuerza de ahondar en los fundamentos
del anglicanismo, Newman llega a convencerse de
que la verdadera sucesora de la Iglesia de los pri-
meros siglos no es la Iglesia Anglicana, sino la Igle-
sia Catélica Romana, la cual es objeto desde hace
tres siglos de un odio visceral por parte de una ma-
yorfa anglicana y protestante.
15Entonces se retira al pueblo de Littlemore, al
lado de su parroquia de St. Mary, a unos kiléme-
tros de Oxford. Y alli, durante casi cuatro afios,
lleva junto con varios amigos una vida practica-
mente monastica, antes de ser recibido en la Iglesia
Catélica el 9 de octubre de 1845 por el P. Domeni-
co Barberi, religioso pasionista que estaba en mi-
sién en Inglaterra. Para él supone un desgarro y un
sacrificio personal tremendos, pues pierde su pues-
to en Oxford (que entonces era una universidad
anglicana), su enorme influencia en el pais, la ma-
yor parte de sus ingresos y a casi todos sus amigos.
Pero su conversién no conlleva ninguna ruptura en
el plano intelectual ni espiritual: al contrario, tiene
la sensacion de volver a puerto después de un tem-
poral (Apol 7, 331).
Después de pasar un tiempo en Roma, donde
se ve forzado a cursar estudios de teologia de un ni-
vel muy mediocre, y después de un somero novi-
ciado oratoniano en compafifa de varios amigos y
discipulos, Newman vuelve a Inglaterra para fun-
dar en febrero de 1848 el primer Oratorio de san
Felipe Neri en ese pais. Da varias series de confe-
rencias para explicar y defender la fe catélica y otra
serie sobre los principios y la finalidad de la ense-
fianza universitaria.
Siendo muy consciente de la pobreza intelec-
tual de la Iglesia Catélica en su época, su intencién
es seguir ejerciendo un ministerio intelectual a su
servicio. Pero la Iglesia no sabe qué hacer con un
16hombre tan brillante, poseedor de un pensamiento
tan original, y le encomienda misiones de impor-
tancia secundaria o que se malogran por falta de
apoyo de los obispos (como la fundacién de una
universidad catélica en Irlanda 0 una nueva tra-
duccién en inglés de la Biblia). La publicacién en
1859 de un articulo suyo sobre el papel de los lai-
cos en la salvaguardia y transmisi6n de la fe da lu-
gar a una denuncia ante Roma, donde es objeto de
una sospecha profunda durante casi diez aiios.
En 1864, como respuesta a una acusacion de
duplicidad y de mentira por parte del novelista y
pastor anglicano Charles Kingsley, escribe en sdlo
seis semanas y a costa de un esfuerzo sobrehuma-
no su Apologia pro vita sua, donde muestra la
continuidad y la coherencia de la evolucién de su
pensamiento religioso. El libro obtiene un éxito
clamoroso que lo rehabilita ampliamente ante la
opinion publica inglesa.
Pero no por ello deja de ser objeto de descon-
fianza en Roma. Presa de un profundo sufrimiento,
Newman se encomienda a Dios y sigue reflexio-
nando y escribiendo. En 1870 publica El asenti-
miento religioso: ensayo sobre los motivos racio-
nales de la fe (Herder, 1960), resultado de toda una
vida de reflexién sobre la naturaleza de la fe. Sin
embargo rechaza varias invitaciones en 1870 (entre
ellas la del obispo de Orleans) a participar en el
Concilio Vaticano I como experto en teologia. En
1875 se publica su dltima gran obra, la Carta al
Duque de Norfolk, en la que trata de las relaciones
17entre libertad individual y autoridad en la Iglesia, a
la vez que ilustra y defiende magistralmente los de-
rechos (pero también los deberes) de la conciencia.
Por fin es plenamente rehabilitado cuando el
nuevo papa, Leén XIII, lo nombra cardenal en
1879 en reconocimiento de todo lo que ha aporta-
do durante mas de treinta afios a la Iglesia Catdli-
ca con lealtad y paciencia, a pesar de todos los do-
lores y humillaciones sufridos.
Muere el 11 de agosto de 1890 a los 89 afios
en el Oratorio de Birmingham, fundado por él, y es
objeto de homenajes en todo el pais, procedentes
de las distintas confesiones cristianas conjunta-
mente.
Newman fue un escritor extraordinariamente
prolifico. Es autor de cuarenta y seis libros y de
una correspondencia inmensa de gran riqueza (se
conservan més de veinte mil cartas, publicadas en
treinta y un tomos). Su obra comprende, entre
otros, doce tomos de sermones, numerosas obras
teoldgicas e histéricas, una autobiografia intelec-
tual que ha sido comparada en muchas ocasiones
con las Confesiones de Agustin de Hipona, dos no-
velas, obras poéticas, diarios intimos y numerosas
oraciones y meditaciones. Se cuenta entre los prin-
cipales autores de lengua inglesa e incluso entre los
grandes escritores satiricos (jaunque, lamentable-
mente, su ironia escapa a veces a sus traductores!).
Adelantado en muchas cuestiones a las postu-
ras teoldgicas de la Iglesia Catdlica de su tiempo,
18fue sobre todo en el siglo Xx cuando Newman mar-
c6 profundamente el pensamiento de esta Iglesia. A
menudo se ha puesto de relieve su influencia en el
ultimo concilio (Jean Guitton lo llamaba «el pen-
sador invisible del Vaticano II»). En efecto, si New-
man pudo ayudar al pensamiento de la Iglesia Ca-
tolica a evolucionar, fue en parte porque procedia
de otra tradicién filoséfica y religiosa y porque a lo
largo de toda su vida y a pesar de una voluntad fé-
rrea de fidelidad a la Iglesia, su pensamiento siguid
siendo eminentemente personal.
De todos modos, por muy rica que fuese su
reflexién teolégica, su experiencia y su ensefianza
espirituales nos ofrecen hoy una veta atin més ri-
ca quiza por explorar. Nuestras principales fuen-
tes para conocer esta experiencia y esta ensefianza
son su autobiograffa intelectual, sus meditaciones
y oraciones, varios diarios intimos y sobre todo
sus sermones, tanto de su época anglicana como
de la catélica, asi como sus cartas de direcci6n es-
piritual.
Newman fue declarado venerable por el papa
Juan Pablo II en 1990, y el 19 de septiembre de
2010 fue proclamado beato por Su Santidad el pa-
pa Benedicto XVI durante el primer viaje apostdli-
co de éste a Gran Bretafia. Muchos estiman que
merece ser declarado algiin dia doctor de la Iglesia.
19UN ITINERARIO ESPIRITUAL
Newman es uno de los grandes maestros y_
-guias espirituales de los tiempos modernos. Aun-
que novescribié:ningim»tratadovespiritual; sino que
sus consejos se encuentran diseminados en cientos
de sermones, cartas de direcci6n espiritual y otros
escritos, es posible extraer de esta obra inmensa las
grandes lineas de un «itinerariosespiritual»» Preci-
samente un itinerario de este tipo es lo que quisie-
ra proponer este libro.
Pero, en él, ensefianza espiritual, penetraci6n
psicolégica y reflexién teolégica y moral forman
un todo inseparable. Enlaza con una tradicién que
21se remonta a los orfgenes del cristianismo (pero
que se habja perdido en gran medida en los tres ul-
timos siglos), lareualyveyenslayBibliavelfundamento
. a La
profundidad y el equilibrio de su reflexién, asi co-
mo la lucidez a veces mordaz de sus andlisis, hacen
de él un guia espiritual valioso y seguro.
El punto de partida para estudiar su espiritua~
enlowmds*hondowdersuyser, Y precisamente ahi ra-
dica, segtin Newman, la sefal distintiva del cristia-
no (primer dia).
turamdesDios, es decir, en*telaciénecon El, depen-
diente de El, deseosa de dejarse «recrear» por El (se-
gundo dia). Pues slo Dios puede colmar el deseo
del hombre y darle la felicidad que busca: no es que
Newman rechace el amor humano ni la belleza del
mundo, pero éstos nos remiten a una Realidad atin
mas grande y mas maravillosa (tercer dia).
Como lector asiduo y apasionado de la Escri-
tura, Newman retoma la ensefianza de los-apésto~
les Juan y Pablo sobre Gristo, desarrollada a conti~
nuacién por los Padres de la Iglesia Cristo no séloy
es un maestro y un modelo, sino también un Espi-
ritu vivificador. No solo nos salv6 mediante su ace
cién pasada, sino que sigue salvandonos aqui y aho-
ra (cuarto dia).
El Espiritu de Cristo permanece o habita en
nosotros como en un templo, transformandonos
22
ae,poco a poco desde dentro y «conformandonos»
(como dice Pablo) a Cristo, comunicandonos el
perdon, el amor, la alegria y la paz de Dios (quin-
to dia).
Pero todo ello supone dejar que Cristo «habi-
te» en nosotros y nos salve; trabajar para crear en
nosotros una disposicién de acogida o una capaci-
dad de recibir. Y esto sdlo puede ser fruto de un
largo e incesante trabajo en nosotros mismos. Nos
hace falta, pues, un «entrenamiento» espiritual
(sexto dia).
Buscar a Dios exige también un realismo espi-
ritual total: hay que rechazar toda forma de ilusién
sobre nosotros mismos, reconocer la importancia
del tiempo en todo progreso espiritual y llegar a do-
minar nuestra afectividad (séptimo dia). Sin embar-
go, nada de esto conlleva en modo alguno negar
nuestra humanidad; al contrario, el camino de Dios
pasa por nuestra humanidad, y Newman nos ofre-
ce un buen ejemplo de un auténtico humanismo es-
piritual (octavo dia).
También nos ayuda a reflexionar en el sentido
de la «conversién» y en las relaciones entre las di-
ferentes confesiones cristianas en su dimension es-
piritual; y ahi ofrece una ayuda muy valiosa hoy
para el didlogo ecuménico (noveno dia). Converti-
do al catolicismo, Newman adopta como santo pa-
trén a Felipe Neri, fundador del primer Oratorio
en Roma en el siglo xvi; su devocién a san Felipe
revela muchos rasgos de su propia espiritualidad
(décimo dia).
23La oraci6n ocupa el centro de la vida y de la
ensefanza de Newman. Es para él un rasgo esen-
cial del cristiano, y es también un deber con vistas
a adquirir un privilegio que consiste en una comu-
nién mas profunda con Dios (umdécimo dia). Otro
rasgo esencial es la disposicion que designa con el
verbo velar: el cristiano debe o sélo creer, sino ve-
lar; no sélo amar, sino velar; no sdlo obedecer, si-
no velar, velar a la espera de que venga Cristo
(duodécimo dia).
Por ultimo, la confianza en Dios constituye
también una disposicién indispensable para el cris-
tiano: hay que pedir a la suave Luz divina que nos
guie durante toda nuestra vida (decimotercer dia).
Esta confianza absoluta nos lleva a ponernos en
manos de Dios, es decir, a una espiritualidad del
abandonarse, por la cual Newman enlaza con una
larga serie de maestros espirituales cristianos (deci-
mocuarto dia). Sin embargo, la verdadera contem-
placién de Cristo se:lleva.a cabo en los asuntos de
este mundo, y el cristiano esta llamado a irradiar
en él y a través de él la Luz de Cristo (decimoquin-
to dia).
24primer dia
DIOS, UNA PRESENCIA INTERIOR
Asi pues, se puede definir a un verdadero cris-
tiano como un hombre que tiene un sentido predo-
minante de la presencia de Dios en él [...] Un ver-
dadero cristiano [...] es el que, en ese sentido, tiene
fe en Dios, de manera que vive pensando que Dios
esta presente en él — presente no de una manera ex-
terna ni simplemente natural o providencial, sino
en el fondo de su corazén o en su consciencia (PPS
V 16, 225.226).
¢Qué es un cristiano? A esta pregunta, la mayo-
ria de nuestros contempordneos responderian sin du-
da que es uno que piensa o que cree en ciertas cosas,
o bien uno que actiia de cierta manera: por ejemplo,
que intenta poner en practica el mandamiento del
amor fraterno, 0 que se preocupa por la justicia y la
paz en el mundo. En los tltimos tres siglos hemos re+
ducido drasticamente el cristianismo a sdlo dos di-
mensiones: la dimension intelectual, la de «creer», y
la dimensién moral o ética, la de «actuar», Muy a
menudo hemos olvidado una tercera dimensién, que
25sin embargo era evidente para toda la tradicién espi-
ritual cristiana durante 1600 afios: la de la «vivencia
interior», Con demasiada frecuencia nos hemos olvi-
dado de que Dios —mediante su Espiritu o el Espiritu
de su Hijo— puede ser para cada uno de nosotros una
misteriosa Presencia interior. En este sentido, New-
man nos puede servir de valioso guia.
tual y a su lectura
Gracias a su experiencia espi
asidua de la Escritura y de los Padres de la Iglesia,
Newman centra esponténeamente su ensefianza en
esta Presencia de Dios en nosotros, hasta llegar a de-
finir al cristiano en relacién con aquélla. En esto en-
laza con una larga serie de autores espirituales cris-
tianos desde Pablo y Juan, pasando por los Padres de
la Iglesia, la tradicién monastica, los grandes misticos
del Norte de Europa de los siglos xm y XIV, Juan de
la Cruz y Teresa de Jestis en el xvi y los maestros de
la Escuela Francesa: Bérulle, Olier, Juan Eudes, Vi-
cente de Pail, etc. en el Xvi.
Como buen gentleman inglés, Newman es ex-
tremadamente reservado en cuanto a su experiencia
interior, pero ciertos pasajes de sus sermones y de
otras obras dejan ver algunos elementos. Asi, en un
sermén de 1834, Newman afirma que Dios nos en-
via su Espiritu a fin de que esté presente en nosotros
de forma permanente (PPS II 17, 195). Y en otro ser-
mé6n de 1839 encontramos este elocuente pasaje:
EI cristiano posee esa paz profunda, silenciosa
y escondida que el mundo no ve, semejante a un
pozo en un lugar retirado y umbrio, de dificil acce-
26so. [...] Y cuando se encuentra solo con su Dios,
ésa es su verdadera vida. [...] es la gracia de Dios
dentro de él, es la presencia del Eterno consolador,
lo que constituye toda su alegria. Puede soportar, le
parece incluso agradable estar en su propia com-
patiia en todo momento, «nunca menos solo que
cuando esta solo» (PPS V 5, 69.70).
En 1847, haciendo examen de conciencia la
vispera de su ordenaci6n en la Iglesia Catdlica, al
reprocharse con una lucidez despiadada sus faltas
pasadas, Newman observa sin embargo que no ha
perdido su sentido intimo de la presencia divina en
todo lugar, ni la buena conciencia y la paz interior
que de ella derivan (AW, 247).
Al héroe de su novela Perder y ganar, publica-
da en 1848, le presta un rasgo preeminente suyo
que era un sentido habitual de la presencia divina
(LG 9, 231). La protagonista de su segunda novela,
Calixta (1856), una joven pagana griega misterio-
samente atraida por el cristianismo, reflexiona so-
bre el hecho de que los tres testigos que le habian
hablado del cristianismo lo habian definido como la
presencia intima de Dios en los corazones, como la
amistad o el amor reciproco que existe entre dos
personas. Se trataba precisamente de la doctrina
que ya reclamaba con tanta insistencia su raz6n y su
coraz6n y que no habia encontrado en ninguna otra
parte (Call 27, 293).
Y en su Apologia pro vita sua, Newman afir-
ma que la existencia de Dios es para mi tan-cierta
27como mi propia existencia [...]. Sino fuera por esa
voz que habla tan claramente en mi conciencia y en
mi coraz6n, me habria hecho ateo, panteista 0 po-
liteista después de haber contemplado el mundo
(Apol 7, 333).
Por cierto, el tema de la «conciencia», que cons-
tituye uno de los temas principales de su pensamien-
to, esta intimamente unido a esta misteriosa presen-
cia de Dios. Para él, la conciencia no sdlo tiene una
dimension moral, no es sélo la voz de Dios en nos-
otros, sino que nos da el testimonio de una Presen-
cia que nos invade en lo mas profundo de nuestro
ser, como también descubre la joven Calixta:
A este Dios lo siento en mi corazon. Tengo la
sensacion de estar en su presencia. [...] es el eco de
una persona que me habla. Nada podraé conven-
cerme de que esta voz no procede en ultimo térmi-
no de alguien distinto a mi. Contiene en si la prue-
ba de su origen divino (Call 28, 314).
Y en una carta de 1869 a una mujer joven de
quien es consejero teolégico y espiritual, Newman
afirma que para llegar a puntos de partida en ma-
teria de religion, debemos,.. preguntar a nuestro
corazon, y (puesto que se trata de algo personal, in-
dividual), nuestro propio corazon debe preguntar a
nuestra conciencia, preguntar, diria yo, al Dios que
vive en él (LD XXIV, 276).
Segiin él, cuando escuchamos en nosotros esa
voz de la conciencia -es decir, cuando intentamos
28ser cada vez mds conscientes de esa misteriosa Pre-
sencia— es cuando la sensacién se hace lenta pero
progresivamente mis fuerte. Y a la inversa, cuando
rechazamos escucharlo, la sensacion de la presen-
cia de Dios en nosotros se va debilitando hasta des-
aparecer.
EI tema de la conciencia esta ligado también
en Newman al del conocimiento de sf mismo. Afir-
ma que el conocimiento de uno mismo estd en la
raiz de todo conocimiento auténticamente religio-
so, pues Dios habla ante todo a nuestro coraz6n. Y
afiade estas dos observaciones sobre nuestra rela-
cién con la Escritura y sobre la tarea de la predica-
cion, que deberian movernos a reflexién:
El conocimiento de uno mismo es la clave de
los preceptos y doctrinas de la Escritura. Lo que
puede hacer toda predicacién externa es, como
mucho, sorprendernos y hacer que volvamos la mi-
rada a nuestro coraz6n para sondearlo (PPS I 4,
42.43).
Concluyamos este capitulo con un pasaje de
la conclusi6n del sermén citado al principio, don-
de el pensamiento del predicador se transforma en
oraci6n:
Piddmosle, pues, a Dios que nos ensefie el
misterio de su presencia en nosotros, a fin de que,
reconociéndola, podamos por eso mismo poseerla
con provecho. |...) Reconozcdmoslo como Aquel
29que reside en nosotros, en la fuente misma de
nuestros pensamientos y de nuestros afectos. So-
metdmonos a su consejo y a su direccion sobera-
na; vengamos a El a fin de que pueda perdonar-
nos, lavarnos, cambiarnos, guiarnos y salvarnos
(PPS V 16, 235.236).
30segundo dia
YO MISMO Y MI CREADOR
Cuando tenia 15 afios (en otofo de 1816) se
produjo un gran cambio en mis pensamientos.
Cai bajo la influencia de una creencia definida y
en mi intelecto se imprimio lo que era el dogma,
y eso, gracias a Dios, nunca se ha borrado ni os-
curecido.
[...] creié que la conversion interior de la que
era consciente (y atin ahora, estoy mds seguro de
ello que de tener pies y manos) seguiria en mi vida
futura y habia sido elegido para la gloria eterna.
[...] Esta creencia influy6 [...] en que concentrara
todo mi pensamiento en los dos seres ~y s6lo en los
dos seres— cuya evidencia era absoluta y luminosa:
yo mismo y mi Creador (Apol 3, 107.108).
Este pasaje, sacado de la célebre autobiografia
Apologia pro vita sua 0 Historia de mis ideas reli-
giosas, contiene la formula mas citada de toda su
obra. Desgraciadamente se suele entender al revés,
como si Newman defendiese aqui una especie de
apacible piedad interior en la que el hombre se en-
31cerraria solo en un capullo con su Dios. ;De qué se
trata en realidad?
Newman nace en una familia anglicana de una
piedad mas bien formal, pero donde la lectura de la
Biblia ocupa un lugar central. Adolescente precoz y
lector voraz, es tentado brevemente hacia los 14
afios por autores hostiles al cristianismo, como
Voltaire y Thomas Paine. Entonces no tiene con-
vicciones religiosas firmes (Apol I, 105), y segin su
estado de animo quiere ser virtuoso, pero no reli-
gioso. En esta ultima idea habia algo que no me
gustaba. Y tampoco veia lo que podia significar
«amar a Dios» (AW, 169).
En 1816, a los 15 aiios, vive una experiencia
que reorientara toda su vida. Sera la primera y mas
decisiva de una serie de experiencias de conversion,
cuyo resultado légico y ultimo sera la que lo lleva-
r4 a abandonar la Iglesia Anglicana por la Iglesia
Catélica Romana en 1845.
Pero por encima de estos grandes virajes, la
experiencia de 1816 contiene la clave de toda su
existencia: explica su opcién por el sacerdocio y
por el celibato (cosa practicamente inaudita en el
anglicanismo de entonces), su predicacién en Ox-
ford y por ultimo toda su reflexién teolégica y es-
piritual: a partir de entonces, Dios ya no sera para
Newman simplemente objeto de reflexién, sino su-
jeto de un encuentro,
Debido a graves dificultades financieras de su
padre, ese mismo afio el adolescente se ve obligado
a permanecer en el internado de Ealing durante las
32vacaciones de verano, en compafia de un clérigo
de tendencia calvinista, el reverendo Walter Ma-
yers, cuya influencia lo marcard profundamente.
Entonces cae enfermo, y la experiencia de la enfer-
medad desencadena una crisis espiritual: segan sus
palabras, lo convierte en un cristiano — con expe-
riencias horribles, antes y después, que s6lo Dios
conoce.
Las evocaciones que hace Newman de esta ex-
periencia no pasan de ser simples alusiones. Vamos
a tratar de acotar mas de cerca lo que pas6, y para
ello se imponen cuatro observaciones.
Para empezar, observemos que la estructura
misma de la frase de la Apologia donde se encuen-
tra la formula yo mismo y mi Creador refleja la ac-
cién de tomar conciencia: el chico de 15 aiios se
hace en primer lugar consciente (poseedor de una
conciencia) de si mismo, y luego de una «Presen-
cia» misteriosa en lo mas hondo de esa conciencia
de si mismo. Lejos de ser unica, su experiencia en-
laza con la de Pablo cuando escribe a los Galatas:
«No vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mi»
(Ga 2, 20), o la de Agustin de Hipona cuando afir-
ma que «Dios esté mas dentro de mi que yo mis-
mo» (Confesiones III 6, 11), sin contar la de cien-
tos de misticos cristianos desde hace 2000 aiios.
Observemos seguidamente que la experiencia
que hace aqui es la de lo Absoluto de Dios. Desde
entonces, para él Dios es la Realidad absoluta, y a
su lado cualquier otra realidad parece palida y re-
lativamente insignificante. La formula de la Apolo-
33ia encuentra asi paralelos en otros muchos lugares
de su obra.
Por ejemplo, en un sermén de 1833 titulado
«La inmortalidad del alma» Newman afirma que a
medida que nuestra sensibilidad religiosa se afina y
se hace més profunda, comprendemos poco a poco
que no existen mds que dos seres en todo el uni-
verso, nuestra alma y el Dios que la ha hecho (PPS
12, 20).
En otro pasaje de la Apologia, declara que el al-
ma individual esta cara a cara con su Creador, solus
cum solo: sdlo Dios crea; sélo El ha redimido; mori-
mos ante su temible mirada; nuestra bienaventuran-
2a eterna esta en su contemplacion (Apol 6, 288).
Y en Meditaciones y devociones escribe a pro-
POsito de Dios: Si no puedo encontrar la alegria al
pensar en El, no tendré a nadie mds en quien en-
contrar alegria. En lo que a mi respecta, no me
quedaran mas que dos seres en el mundo: Dios y
mi alma (MCD III 1, 327).
En tercer lugar, hay que detenerse en el senti-
do de las palabras mi Creador. Lejos de expresar
cualquier voluntad de posesién (como si el acento
estuviese en la palabra mi), significan mas bien que
Newman se descubre y se reconoce a si mismo co-
mo criatura de Dios. No sélo es consciente de que
vive una relacién con Dios, sino también de que de-
pende de El, y esta deseoso de dejarse crear —o re-
crear- por El.
Charles Reding, el protagonista de su novela
Perder y ganar, se siente criatura de Dios, ante el
34cual tiene que responder, posesion de Dios y no de
sf mismo (LG 9, 231).
Y en un sermon sobre «La fe y la obediencia»
define la fe en términos de una percepcion de nues-
tro estado de criatura y de la dependencia que de
ello resulta:
Qué se entiende por fe? Es percibir con toda
sinceridad que somos criaturas de Dios... Tener fe
en Dios es someterse a Dios, entregarle humilde-
mente nuestros intereses... a El, que es el dador so-
berano de todo bien (PPS III 6, 79-80).
Por ultimo, al afirmar que su espiritu tuvo la
impresion de lo que era el dogma, Newman nos in-
vita a recuperar el sentido etimolégico de esta pa-
labra tan poco apreciada hoy, «dogma», que signi-
fica sencillamente «pensamiento» o «creencia». En
ese sentido, el dogma es para él un elemento indis-
pensable de nuestra fe cristiana. Asi, declara que la
religién no puede ser mds que dogmdtica (DA,
134), y que una religién comprendida como un
simple sentimiento es para él un suefio y una burla
(Apol 4, 150).
Pero si Newman defiende incansablemente la
necesidad de los «dogmas» o «doctrinas», nunca es
con vistas a hacer de estas creencias un fin en si mis-
mas. Si se opone a una actitud ampliamente exten-
dida hoy, que consiste en decir «poco importa lo
que uno piense; lo importante es actuar, o amar», es
porque se da cuenta plenamente de que nuestra ma-
35nera de pensar a Dios determina nuestra manera de
entrar en relacién con El (0, Ilegado el caso, nuestro
rechazo o nuestra incapacidad de hacerlo).
El pensamiento debe conducir, pues, a la ora-
cién. Los dogmas estan al servicio de nuestra vida
espiritual. Los diferentes articulos del Credo tienen
la funcion de dirigir nuestra mirada hacia la tinica
idea para expresar la cual han sido creadas. Recla-
man al cielo, por asi decir, la imagen de Aquel que
esta a la derecha de Dios (PPS II 3, 29).
36tercer dia
SOLO DIOS PUEDE COLMARNOS
El alma humana esta hecha para contemplar
a su Creador, y sélo esta alta contemplacion le da
la felicidad; no obstante lo que pueda poseer por
otra parte, queda insatisfecha hasta que se le con-
ceda la presencia de Dios y viva en esa luz. [...]
Solo El, que hizo el corazén, puede colmarlo.
Naturalmente, no digo que no haya nadie fuera del
Creador todopoderoso que pueda suscitar y res-
ponder a nuestro amor, nuestro respeto, nuestra
confianza. El hombre puede hacer eso por el hom-
bre. [...] Pero... nuestro corazén exige algo mds
duradero y mds estable de lo que puede ser el hom-
bre. [...] Ninguna presencia mds que la de nuestro
Creador puede entrar en nosotros, pues no hay
otra a la que el coraz6n entero, con todos sus pen-
samientos y sentimientos, pueda estar por comple-
to abierto y sometido (PPS V 22, 315.318).
Newman es un hombre deslumbrado por
Dios, enamorado de Dios, sediento de Dios. Com-
parte plenamente la idea de Agustin de Hipona ex-
37»
presada en sus célebres palabras: «Nos has hecho
para ti y nuestro corazon esta inquieto hasta que
descanse en ti», que Newman comenta de modo
implicito en el texto con que iniciamos este dia.
Uno de sus sermones mas bellos lleva como ti-
tulo «El mundo invisible», Comentando la formu-
la del Credo que proclama a Dios como creador
«de todo lo visible e invisible», Newman declara en
él que al lado del mundo que vemos [...] hay otro
mundo, igual de extenso y de cercano y mucho mas
maravilloso [...] Pues... ahi esté Aquel que esta
por encima de todos los seres, que los ha creado a
todos, al lado del cual no son nada, con quien na-
da podria compararse (PPS IV 13, 201.202). En
otro lugar define la fe como una percepcién con-
creta del mundo invisible, es comprender que este
mundo no basta para nuestra felicidad, es mirar
mas alla de éste, hacia Dios (PPS III 6, 79).
En un lenguaje que podria sorprendernos hoy,
Newman también reflexiona mucho sobre el cardc-
ter del alma, hablando por ejemplo de la «indivi-
dualidad del alma». Pero no nos invita a pensar en
un alma desprendida en cierto modo del cuerpo, si-
no mas bien a ser conscientes de la unicidad de toda
persona humana. Lo que muchas veces se ha lla-
mado su «personalismo» descansa en una com-
prensi6n instintiva de un hecho: que la persona hu-
mana se define por un lado por su autonomia y por
otro por su capacidad de entrar en relaci6n. Cosa
que, para él, se realiza en plenitud en una relacion
amorosa con Dios.
38Seguin afirma, comprender que tenemos un al-
ma es sentirnos separados de las cosas visibles, que
no dependemos de ellas, que tenemos una existen-
cia distinta, una individualidad, e invita a sus oyen-
tes y lectores a considerar qué revolucién se pro-
ducird en un espiritu..., en la medida en que éste
adquiere conciencia de la relacion entre él y el Al-
tisimo (PPS I 2, 19.21).
Las mismas ideas las encontramos en Calixta,
donde el narrador nos dice que la idea que su prota-
gonista tenia instintivamente de la religion era la de
una respuesta del alma dirigida a un Dios que se ha-
bia interesado por esa alma. Era necesario que fue-
se una relacién de amor, o si no, no era mds que una
palabra [...] Comprendié que el Creador queria
amar y ser amado... y habia establecido efectiva-
mente esta relacién de amor reciproco en las almas
que se abandonaban a El (Call 27, 293-294).
Nada de todo ello significa que Newman no
guiera atribuir valor a las cosas de este mundo; to-
do lo contrario: es un hombre apasionado por la
vida, que se interesa por todo, que posee conoci-
mientos extremadamente extensos y variados y que
tiene una sensibilidad artistica y musical muy fina.
Con ocasi6n de sus viajes, numerosas cartas dan fe
de su exaltacién ante la belleza de la campifia in-
glesa. Igualmente, en el sermén «El mundo invisi-
ble», su genio poético lo lleva a hacer un retrato
admirado de la belleza y de las riquezas de la natu-
raleza en primavera, cuando el mundo visible des-
vela su poder oculto (PPS IV 13, 209).
39Hay que destacar también que, a pesar de su ti-
midez natural, su alegria de vivir y su sentido del
humor Jo convierten en un compafiero muy apre-
ciado. Varios sermones subrayan la importancia
que otorgaba a la amistad y al amor. En el sermén
«El amor a parientes y amigos», subraya que el pro-
pio Jestis tenfa un amigo privilegiado en la persona
del «discipulo amado». Afirma que el amor a Dios
es inseparable del amor a los hombres, y que uno y
otro deben comenzar por ejercerse en nuestros pa-
rientes y amigos que nos rodean (PPS II 5, 55).
Por otra parte, este amor no es un simple efec-
to de la voluntad. Newman reconoce plenamente el
papel de los afectos humanos. De aguda sensibili-
dad, aprecia de coraz6n la amistad de sus allega-
dos, y para él supone un sufrimiento terrible el per-
der a casi todos sus amigos anglicanos a raiz de su
conversion al catolicismo en 1845. Cultiva la amis-
tad de sus hermanos de Oratorio, y la muerte pre-
matura de su amigo intimo Ambrose St. John en
1875 lo deja abatido. Aunque permaneci6 célibe
para poder dedicarse totalmente al servicio de Dios
como ministro de la Iglesia Anglicana, aprecia mu-
cho la compajfiia de sus amigos laicos casados y
siente debilidad en particular por los hijos de aqué-
llos, a quienes les encanta jugar con él.
Pero, a fin de cuentas, lo mismo que la belleza
del «mundo visible» no es mas que un palido refle-
jo de la de otro mundo infinitamente mAs deseable,
de igual modo nuestros deseos mas intensos no pue-
den verse colmados por objetos de ese mundo visi-
40ble. Si /a felicidad del alma... consiste en el ejercicio
de los afectos, entonces los afectos requieren algo
mds grande y duradero que todo lo creado... (PPS
V 22, 315.316). Sdlo Dios puede colmar nuestro
deseo. Es lo que no deja de repetir Newman en la
oracion:
Dios mio, tu eres mi vida; si te abandono, mo-
riré de sed... Dios mio, deseo tener sed de ti, una
sed cada vez mejor. Deseo ser revestido de esta nue-
va naturaleza que, a fuerza de amarte, te desea tan-
to que me hard superar el miedo a acercarme a ti
(MCD XV 3, 410).
iPoseerte a ti, Amante de las almas, es la bien-
aventuranza, la tinica bienaventuranza del alma in-
mortal! Gozar de tu vista es la tinica felicidad de la
eternidad (MCD III 1, 327).
iDios mio, qué soy yo para que th hagas que
mi felicidad consista en lo que constituye la tuya!
iPara que me concedas no sélo el favor de verte, si-
no también de compartir tu alegria! ;Prepdrame
para este gran acontecimiento, alimenta en mi ese
deseo! (MCD XX, 425).
41cuarto dia
CRISTO,
UN ESP{RITU VIVIFICADOR
El Espiritu Santo viene... a fin de que Cristo pue-
da venir en su venida. Por el Espiritu santo estamos en
comunion con el Padre y el Hijo. [...] El Espiritu San-
to ocasiona y la fe acoge la inhabitacion de Cristo en
el coraz6n. De modo que el Espiritu no toma el lugar
de Cristo en el alma, sino que le asegura ese lugar. [...]
Y asi es como Cristo esta a la vez presente y ausente;
ausente por cuanto ha abandonado la tierra; presente
por cuanto no ha abandonado al alma fiel; 0, como
El mismo dice, «el mundo ya no me vera, pero vos-
otros si me veréis» (Jn 14, 19) (PPS VI 10, 126-127).
En la predicacién y en la teologia de la época
de Newman parecia haber una distancia casi in-
franqueable no s6lo entre Dios Padre y nosotros
(pues se veia a Dios como Creador, Gobernante y
ante todo Juez del universo), sino también entre el
Hijo y nosotros, pues se le solfa asimilar al Padre
en su funcién de «Juez»,
Al mismo tiempo, en todas las confesiones
cristianas del mundo occidental se consideraba la
435 Sosa
==
€xpiacién como la doctrina central del cristianis- }
mo: el Padre habria enviado a su Hijo para sufrir y
morir en nuestro lugar, cargando sobre si el castigo ,
que mereciamos nosotros debido a nuestras faltas.
Se le daba poco espacio a la resurrecci6n, en la cual
se solia ver simplemente el mas grande de los mila-
gros realizados por Cristo y una prueba de su divi-
nidad. En cuanto al Espiritu Santo, aparte de las in-
vocaciones rituales, en la mente de la época era |
practicamente inexistente. ,
En consecuencia, la espiritualidad del siglo xix
no podia ser mucho mas que voluntarista y peni-
tencial. Imitando a Cristo era como el hombre po-
dia hacerse agradable a Dios. Y esa imitacién ape-
nas podia concebirse mas que en términos de '
busqueda del sufrimiento. i
El siglo xx comprendié mejor la humanidad de
Cristo. Pero en muchos casos contribuy6 a conside-
rarlo pura y simplemente como un modelo 0 como }
aquel que nos llama a construir, inicamente con
nuestras fuerzas, el Reino. Y de este modo hemos
vuelto a caer, en la misma medida que en el siglo an-
terior aunque de otro modo, en el voluntarismo y el ,
moralismo. Hemos olvidado que el Reino es tam- j
bién, e incluso antes, interior, y que es Cristo quien |
lo crea en nosotros.
Sin rechazar la concepcién entonces corriente
de la muerte expiatoria de Cristo, Newman la sitia
dentro de una vision teolégica mas amplia, mas ri-
ca y equilibrada. Para él, Cristo no sdlo es quien
nos ha salvado mediante su accion pasada, sino el
44que nos salva hoy mediante su accidn presente. No
solo es el Crucificado, sino también el Resucitado,
el que nos da acceso, aqui y ahora, a la «vida nue-
va». No es sdlo un modelo al que imitar, sino un
Espiritu vivificador al que acoger dentro de nos-
otros, que sigue salvandonos en cada instante de
nuestra vida:
No perdamos nunca de vista esta verdad gran-
de y simple que toda la Escritura nos propone. Lo
que fue realizado en concreto por Cristo hace mil
ochocientos aiios, se realiza en su tipo y semejanza
en cada uno de nosotros hasta el final de los tiem-
pos... El propio Cristo se digna repetir en cada uno
de nosotros... todo lo que cumplid y sufrid en la
carne. Se forma en nosotros, nace en nosotros, su-
fre en nosotros, resucita en nosotros, vive en nos-
otros... (PPS V 10, 138-139).
A los ojos de Newman, hay dos «lugares» pri-
vilegiados donde esta Presencia de Cristo se mani-
fiesta: la oracién y los sacramentos, en particular el
sacramento de la Eucaristia. Tratemos de determi-
nar aqui su pensamiento concerniente a los sacra-
mentos.
Su idea rompe radicalmente con la del anglica-
nismo de su época. Antes del Movimiento de Ox-
ford, la vida sacramental estaba reducida en la Igle-
sia Anglicana a la minima expresi6n, casi puramente
formal. Los altares habfan desaparecido de la mayo-
ria de iglesias, y en el culto dominical se ponia el
45acento casi exclusivamente en la predicacin, conce-
bida en general como una «prestacién» destinada a
Suscitar la admiracion de los oyentes 0 a conmover-
los. El cristianismo se xonsideraba esencialmente
una religién de la palabra y de la emoci6n...
El Movimiento de Oxford acttia con vistas a re-
novar la vida litirgica y sacramental, pero se en-
cuentra con una resistencia encarnizada. Hasta que
en 1837, cuando Ilevaba nueve afios de parroco en
St. Mary, Newman puede por fin instituir una co-
munion eucaristica todos los domingos (aunque a
las 7 de la maiiana, debido a la resistencia de buena
parte de sus feligreses). Incluso llega a plantearse
—aunque no se atreve a recomendarlo ptiblicamente-
recuperar la confesi6n individual (su primera confe-
sién como sacerdote anglicano la oye en 1838).
YY es que Newman ve en los sacramentos un
poderoso canal de la gracia. La presencia de Cris-
to en el sacramento es lo que hace de éste una
fuente de vida. Para Newman es algo que forma
parte de la vida, como se puede apreciar en un pa-
saje de uno de sus sermones anglicanos: Si vuestra
alma ha sido, por asi decir, transfigurada dentro
de vosotros cuando os habéis acercado al Santisi-
mo Sacramento... jPensadlo bien antes de dudar
de que tenemos siempre entre nosotros la Presen-
cia divina! (SD 21, 322).
Una de las mds hermosas expresiones de esto
se encuentra en un serm6n pronunciado el domin-
go de Pascua de 1831, titulado «Cristo, un Espiri-
tu vivificador»:
46Antes de irse, Cristo se acordé de nuestra nece-
sidad y complet6 su obra legéndonos un modo par-
ticular de acercarnos a El, un santo misterio en el
que recibimos (sin saber como) la fuerza de su cuer-
po celestial, que es la vida de todos los que creen. Se
trata del santisimo sacramento de la Eucaristia, en
el cual «Cristo se establece claramente como cruci-
ficado entre nosotros» a fin dé que, tomando parte
en el banquete del sacrificio, podamos ser «partici-
pes de la naturaleza divina» (PPS II 13, 144).
Llega a decir que esta Presencia de Cristo es
atin mds real que la que conocieron sus discipulos
en su vida terrena:
Hemos perdido la percepcidn sensible y cons-
ciente de su Persona; no podemos mirarlo, oirlo,
conversar con El; seguirlo de un lugar a otro; pero
gozamos de una visién y de una posesion espiritua-
les, inmateriales, interiores, mentales y reales de El
-una posesién mas real y mds presente de la que go-
zaban los apéstoles en sus dias carnales-, porque es
espiritual, porque es invisible (PPS VI 10, 121).
Asi, Cristo nos transforma poco a poco en si
mismo: Asi es nuestro Salvador resucitado, en si
mismo y para nosotros... llenéndonos de una ma-
nera incomprensible de su naturaleza inmortal has-
ta que seamos como El (PPS II 13, 147).
Newman nos invita, pues, a los que estamos
en el reino de la gracia sin saberlo, a rezar para que
47Podamos conocer cada vez mas lo que somos |...]
Que podamos... revestirnos de Cristo. |...] Que la
racia pueda aumentar en nosotros, asi como el co-
nocimiento de nuestro Sefior y Salvador (PPS VI 8,
102.104).
48quinto dia
DEJARSE INHABITAR
POR EL ESP{RITU
El Espiritu Santo... habita cuerpo y alma, co-
mo en un templo. [...] Por lo tanto, nos invade (si
se puede decir asi) como la luz penetra en un edifi-
cio 0 como un perfume delicado impregna los plie-
gues de un vestido valioso, de manera que, segiin el
lenguaje de la Escritura, se dice que estamos en El
y El en nosotros. [...] En el lenguaje vigoroso de
san Pedro, el cristiano se convierte en «participe de
la naturaleza divina» (2 P 1, 4) y, como dice san
Juan, tiene el «poder» o la autoridad de «conver-
tirse en hijo de Dios» (Jn 1, 12) (PPS II 19, 222).
Nuestra Iglesia siempre ha profesado una fe
«trinitaria». Confesamos a Dios Padre, Hijo y Es-
piritu Santo y hacemos el signo de la cruz «en el
nombre del Padre, del Hijo y del Espiritu Santo».
Pero, para muchos cristianos, ;supone en realidad
algo mas que férmulas y gestos rituales?
A lo largo de los ultimos siglos, los cristianos
de Occidente, tanto catélicos como protestantes,
han descuidado en gran medida el sentido de la Tri-
49nidad, hasta el punto de que nuestros hermanos or-
todoxos nos han acusado de sufrir un «déficit
pneumatolégico». Efectivamente, precisamente a
causa de esta carencia, nuestra espiritualidad se ha
convertido con mucha frecuencia en una cuestién
de voluntad: hemos visto a Cristo simplemente co-
mo un maestro o un modelo y hemos querido po-
ner en practica el mandamiento de Jestis de amar-
Nos unos a otros como si ese amor tuviese su fuente
unicamente en nosotros.
Y, sin embargo, el misterio de la Trinidad es el
nucleo central de la fe cristiana. Hablar de la «Tri-
nidad>» es tratar de expresar la idea de Dios como
relacién y como comunicaci6n en un lenguaje hu-
mano, necesariamente imperfecto y balbuciente.
Dios es verdaderamente nuestro Padre sdlo en la
medida en que vivimos —o deseamos vivir— una re-
lacién con El, en la medida en que le permitimos
que nos comunique algo de su vida. Jestis nos ex-
horta no sdlo a que nos amemos unos a otros co-
mo El nos amé, sino con el amor mismo que EI re-
cibe del Padre y que también nosotros podemos
recibir,
Hoy se proponen a veces falsas etimologias -y
Por tanto falsos sentidos— a la palabra «espirituali-
dad», «Espiritual» viene del latin spiritualis, que es
una traduccién del griego pneumatikos por parte
de los primeros cristianos, utilizada por el apdstol
Pablo para hablar del Espiritu Santo. Asi pues, la
espiritualidad cristiana consiste, en sentido estric-
to, en recibir en nosotros mediante el Espiritu San-
50to esta vida de Dios que Cristo vino a comunicar-
nos, y en dejar que actte en nosotros a través de to-
dos nuestros pensamientos y nuestros actos.
Esta vision constituye el meollo del pensamien-
to de Newman. Desde su conversi6n en 1816, el Es-
piritu Santo ocupa en él un lugar central: tiene ora-
ciones escritas a la edad de 16 aiios que invocan «a
la Santa Trinidad en la Unidad» y piden el don del
Espiritu. Entre los autores protestantes que New-
man ley6 en esa ێpoca, uno de ellos en particular lo
marco profundamente, Thomas Scott, lo que lo Ile-
v6 a decir que humanamente hablando, casi le debo
mi alma. Pues bien, Scott era un ardiente defensor
del dogma de la Trinidad y, segin Newman, fijé
profundamente en mi espiritu esa verdad funda-
mental de la religién (Apol 3, 109).
Mas tarde, Newman descubre en los Padres de
la Iglesia -aunque sus origenes se encuentran en
Juan y Pablo- la doctrina de lo que los teélogos
llaman la «inhabitacién» del Espiritu (Newman
utiliza una palabra inglesa mucho mas poética, the
indwelling). Esta forma parte esencial de su predi-
cacion en St. Mary. Juan habla del Espiritu que los
discipulos de Jestis van a recibir (cf. Jn 7, 39) y que
«habita» en nosotros (14, 17). Utiliza abundante-
mente expresiones como «habitar en», «permanecer
en» y «estar en» para hablar de la relacién entre el
Padre, el Hijo y nosotros (cf. 6, 56; 14, 10.23; 15,
1-10; 17, 21). Pablo habla del Espiritu que «habita»
en nosotros (Rm 8, 9-11), del cual se nos invita a ser
«templo» (1 Co 3, 16), con cuyo sello estamos mar-
51cados y cuyas arras poseemos ya (2 Co 1, 22). Eles
quien nos «revela» a Dios (1 Co 2, 10), por quien
recibimos el amor de Dios (Rm 5, 5), quien nos ha-
ce hijos de Dios (Rm 8, 15-16), quien reza en nos-
otros (Rm 8, 26; Ga 4, 6), quien nos «justifica» (Rm
8, 10) y nos «santifica». Todos estos textos y mu-
chos ms los cita Newman incansablemente.
Y esta doctrina constituye también la primera
inspiracién del Movimiento de Oxford, cuyo fin
esencial es buscar la santidad, concebida no como
un estado de perfecci6n moral que uno se crearia
simplemente con sus fuerzas, sino como algo que
recibimos de Dios por la presencia y obra en nos-
otros de su Espiritu.
Segtin Newman, la santidad es verdaderamen-
te la caracteristica del don que el Espiritu Santo
dispensa hoy (PPS III 18, 259). El santo vive siem-
pre en presencia de Dios, y experimenta la presen-
cia de una influencia determinante de la gracia,
uniendo su coraz6n a Dios, convirtiéndose asi en
testigo privilegiado del mundo invisible (Mix 5,
96-97).
Esta misién del Espiritu Santo esta insepara-
blemente unida a la de Cristo, pues es mediante su
Espiritu como Cristo actiia hoy, como esta presen-
te entre nosotros y como nos salva:
El Espiritu vino para acabar en nosotros lo
que Cristo habia cumplido en si mismo pero habia
dejado inacabado en cuanto a nosotros. A El le co-
rresponde la tarea de atribuirnos individualmente
52todo lo que Cristo habia cumplido por todos nos-
otros... Cristo es nuestra tinica esperanza, y nos es
dado mediante el Esptritu... (PPS V 10, 138).
El Espiritu nos hace reconocer a Dios como
Padre: imprime en nosotros la imagen de nuestro
Padre celestial... y nos dispone a buscar su Presen-
cia por el propio instinto de nuestra nueva natura-
leza (PPS II 19, 224-225).
Es también fuente de libertad interior: el Espi-
ritu Santo mos restituye una parte de esa libertad
del querer y del hacer, de esa rectitud e inocencia en
las que fue creado Addn (PPS II 19, 225).
Como enseifia Pablo, segin el cual «el amor de
Dios ha sido derramado en nuestros corazones por
el Espiritu Santo que nos ha sido dado» (Rm 5, 5),
Newman afirma que el Espiritu vive en el corazon
del cristiano como una fuente inagotable de cari-
dad (PPS II 19, 230).
Por ultimo, el Espiritu es igualmente fuente de
perd6n y de misericordia: el hombre que posee en
él la dulce presencia del Espiritu... mira antes a lo
alto para captar el don celestial; cuando ya lo ha
obtenido, no se lo guarda para si mismo, sino que
difunde «rios de agua viva» a toda la raza de los
hombres (PPS II 19, 226).
éQué podemos hacer entonces sino formular
una oracién de accién de gracias por una maravi-
lla semejante?
53Dios mio, te adoro a ti, Eterno Pardclito, luz y
vida de mi alma [...] en tu infinita compasion has
entrado desde el principio en mi alma y has toma-
do posesion de ella. Has hecho de ella tu templo.
Vives en mi por tu gracia de una manera inefable...
Has hecho incluso de mi cuerpo... tu templo. ;Qué
asombrosa y temible verdad! (MCD XIV 3, 401).
54sexto dia
HACE FALTA ENTRENAMIENTO
ESPIRITUAL
Leyendo en la Escritura lo elevados que deben
ser los pensamientos y el espiritu de los cristianos,
olvidamos facilmente que el espiritu cristiano es
fruto del tiempo, y que por mds deseable y necesa-
rio que sea poseerlo, no podemos imponerlo a
nuestras mentes. También olvidamos que no basta
con expresar sentimientos religiosos para ser reli-
gioso (es mds bien al contrario), mientras que, si
nos esforzdsemos por obedecer en todo a la volun-
tad divina, eso nos permitiria entrenar de verdad el
corazon para que pudiese alcanzar la plenitud del
espiritu cristiano (PPS I 18, 232-233).
Los dos capitulos anteriores nos han permiti-
do ver en cierta medida la ensefianza de Newman
sobre el misterio de Cristo y la misién del Espiritu
Santo en nuestra vida. Cristo y sélo Cristo es quien
nos salva por la presencia y el trabajo en nosotros
de su Espiritu.
Lo cual supone que aceptemos ser salvados.
Que nos dispongamos a acoger o recibir en nos-
55otros el Espiritu de Cristo y a dejarnos transformar
Poco a poco por El. Y esto requiere un trabajo in-
menso e ininterrumpido sobre nosotros mismos,
Necesitamos permanentemente un entrenamiento
espiritual.
En la espiritualidad cristiana, la palabra tradi-
cional para designar este trabajo en uno mismo es
«ascética», Para la mayoria de los cristianos de hoy
esta palabra tiene una connotacion negativa, es de-
cir, la renuncia a placeres considerados legitimos,
icomo si Dios disfrutase con nuestras privaciones!
Sin embargo, para los primeros cristianos la pala-
bra griega askesis designaba el «entrenamiento» al
que se sometia voluntariamente el soldado que
queria combatir bien o el participante en los juegos
del estadio que queria ganar la corona de laurel del
vencedor. La mentalidad actual acepta sin proble-
mas el entrenamiento, a veces a costa de duros sa-
crificios, para triunfar en un deporte o en los estu-
dios, jo incluso para mantener la linea! ;Por qué
entonces no lo aceptamos también en el ambito de
nuestra vida espiritual?
Precisamente porque Newman ha comprendi-
do esto perfectamente, al evocar el papel del Espi-
ritu Santo, insiste ampliamente también en la nece-
sidad de nuestro trabajo y nuestros esfuerzos; y
llega a decir que si la salvacién -en cierto sentido-
es obra de Cristo en nosotros, también depende de
nosotros mismos, pues debemos hacer el esfuerzo
de estar disponibles al Espiritu de Cristo, acoger en
nosotros su presencia y dejarnos salvar por El.
56A los ojos de Newman, nuestro entrenamiento
comprende multiples facetas:
Un elemento fundamental es conocerse uno
mismo: segtin él, es la rafz de todo conocimiento
religioso auténtico (PPS 1 4, 42).
Otra faceta es practicar la «obediencia». En
contra de la tendencia de los protestantes «evangéli-
cos» de su €poca a ver en la conversi6n ante todo un
gran vuelco emocional, y en contra de la tendencia a
complacerse en una piedad muy emotiva, Newman
insiste en la necesidad de la obediencia y en el papel
de la voluntad, que la sostiene: debemos esforzarnos
en obedecer en todo a la voluntad de Dios para en-
trenar de verdad el coraz6n (PPS I 18, 233).
La «practica» religiosa (la palabra inglesa que
usa Newman, worship, posee un sentido mucho
més rico: designa toda accién que exprese nuestra
adoracién y amor a Dios) comporta también una
dimensién de entrenamiento espiritual. Newman
dedica varios sermones a explorar la misién del
worship, en el cual ve un modo de prepararnos al
encuentro con Dios:
Presentarse ante Dios y morar en su presencia
es algo muy distinto a someterse a un sistema de le-
yes morales y parece que requeriria otra prepara-
cion, preparar especialmente el modo de pensar y
los sentimientos para poder soportar la presencia
de Dios y entrar en comunion con EI [...]. En el
culto y el servicio a Dios todopoderoso que Cristo
y sus discipulos nos dejaron, se nos ofrecen los me-
57dios morales y misticos de entrar en relacién con
Dios y de aprender poco a poco a soportar el ver-
lo (PPS V 1, 6.7).
El culto religioso (worship) constituye también
una forma de disciplina susceptible de calmar los ani-
mos agitados y de acercarnos a Cristo: 3Alguien
quiere reconfortar su alma y hacer que penetre en su
coraz6n la presencia de Cristo?... ; Que alabe a Dios!
Que el salterio sagrado de David se convierta en pa-
labras habituales de sus labios... (PPS Il 23, 348).
Pero Newman vuelve también ampliamente so-
bre la necesidad de la abnegacion o de la renuncia.
He aqui otras dos palabras con connotaciones muy
negativas hoy. Y sin embargo, el propio Jestis invita
al que quiera ser su discipulo a «renunciar a si mis-
mo» 0 a «negarse a si mismo». La ensefianza de
Newman se funda en el reconocimiento de que todos
estamos invadidos por multitud de deseos, muchos
de los cuales son contradictorios: queremos tenerlo
todo... y su contrario. Pero no hay nada mas desqui-
ciante, psicolégica y espiritualmente, que el eslogan
de mayo del 68: «Todo, inmediatamente», pues op-
tar es un elemento que afirma nuestra personalidad
humana y espiritual. Renunciar significa, pues, senci-
Ilamente, elegir entre una multitud de objetos desea-
bles el que nos parece el mejor. Y renunciar a uno
mismo quiere decir simplemente hacer sitio en nos-
otros a Cristo,
Precisamente en este sentido Newman puede
decir que Ja renuncia esta implicada de un modo u
58otro en la idea misma de renovacién [...] La re-
nuncia es inherente a la idea misma de ser una per-
sona religiosa... (PPS VII 7, 86). Llega incluso a
considerarla un criterio de autenticidad: Una re-
nuncia vigorosa... puede ser considerada como la
prueba de si somos realmente discipulos de Cristo
0 si vivimos en un simple suefio que confundimos
con la fe y la obediencia cristianas (PPS I 5, 66).
Practicar la renuncia nos permite también evi-
tar una dependencia demasiado grande respecto a
las cosas y alcanzar la libertad interior.
Por Gltimo, sdlo renunciando a poseer las co-
sas de este mundo podremos gozar realmente de
ellas: Sdlo pueden gozar realmente de este mundo
los que comienzan por el mundo invisible... Sélo
pueden banquetear realmente los que han comen-
zado por ayunar. Sdlo pueden usar el mundo los
que han aprendido a no abusar de él. Sélo heredan
el mundo los que ven en él una sombra del mundo
futuro y los que, por amor a éste, renuncian a él
(PPS VI 7, 93).
Asi reza Newman:
Dios mio..., haz latir mi corazon al unisono
con el tuyo. Purificalo de todo lo que es terreno, de
todo lo que es orgulloso y sensual, de todo lo que
es duro y cruel, de toda perversidad, de todo des-
orden, de toda insensibilidad. Llénalo de tu pre-
sencia... (MD XVI, 413),
59séptimo dia
POR UN REALISMO ESPIRITUAL
Pecando, sufriendo, corrigiéndonos, mejoran-
do, avanzamos hacia la verdad probando el error;
conseguimos el éxito a través del fracaso. No sabe-
mos cémo actuar bien sino después de haber actua-
do mal. [...] Sabemos lo que esta bien no de mane-
ra positiva sino negativa; no vemos la verdad de
golpe para dirigirnos hacia ella, sino que caemos en
el error, lo probamos y descubrimos que no es la ver-
dad. [...] Ese es el proceso por el que llegamos al éxi-
to; caminamos de espaldas hacia el cielo; lanzamos
nuestras flechas a una diana y creemos que es mds
habil el que menos fallos tiene (PPS V 8, 107-108).
Newman es enemigo encarnizado de toda for-
ma de romanticismo, un fendmeno que se da en el
Ambito de la vida espiritual tanto como en el del
amor 0 el de la vida politica. Consiste en confundir
nuestras simples palabras con los objetos que de-
signan, en tomar nuestros suefios por la realidad,
en creer que algo esta ya realizado simplemente
porque hemos pensado en ello. Una de las palabras
61clave del vocabulario newmaniano es real. No hay
condena mas aspera en él que calificar una idea,.ac-
titud o argumento de «irreal>.
Al mismo tiempo, uno de los principios funda-
mentales de su direccién espiritual consiste en tener
siempre en cuenta la psicologia individual de las
personas que dirige y las circunstancias concretas
de sus vidas. Su ensefianza espiritual esta sostenida
por una percepcion psicolégica aguda y profunda-
mente realista. Pues si para Newman nuestro obje-
tivo es dejarnos «habitar» por el Espiritu de Cris-
to, sabe que Este se sirve de todos los elementos
constitutivos de nuestra humanidad.
Algunas de sus observaciones apuntan en pri-
mer lugar a ideas y actitudes ensalzadas por el pro-
testantismo «evangélico» de la época. Los tiempos
han cambiado, pero hay aspectos de esta misma
sensibilidad religiosa que encontramos a dia de hoy
tanto en un entorno protestante como catélico. En-
tre las criticas formuladas por Newman aqui, hay
tres en particular muy oportunas:
La primera se refiere al cardcter instantaneo
inherente a cierto concepto de «conversién», con-
cebida como un enorme vuelco emocional que tie-
ne lugar en un solo momento. Para Newman, al
contrario, la conversion es una especie de proceso
y tiene una duraci6n. Esta insistencia en la impor-
tancia del tiempo en nuestra vida espiritual es ca-
racteristica desu pensamiento.
A continuacién critica la importancia exage-
rada que se suele otorgar a la afectividad. Algunas
62personas —dice— consideran estos sentimientos co-
mo la esencia misma de la religién. Creen que sen-
tirse asi de inquietos es ser religiosos. De ese mo-
do, su conversion podria ser de corta duracién:
Por haber descuidado el transformar sus senti-
mientos en principios actuando consecuentemen-
te, carecen de cualquier fuerza interior para supe-
rar la tentaci6n de vivir como el mundo y buscan
potentes estimulantes para mantener el corazon en
ese estado de exaltacién que les han ensenado a
considerar como la esencia misma de la vida cris-
tiana (PPS 19, 118-120).
Pero Newman no se contenta con criticar, sino
que propone ademas un «manual de instrucciones»
para esta afectividad. Los sentimientos profundos
y ardientes que acompaiian a los inicios de la con-
versi6n pueden comunicarnos un impulso que nos
ayudard a vencer los primeros obstéculos y nos lle-
vara llenos de gozo por el buen camino de la obe-
diencia. Pero después es preciso canalizar y estabi-
lizar esta emoci6n; y la mejor forma de conseguirlo
es por medio del culto religioso (worship), que es-
tructura la experiencia del recién convertido ofre-
ciéndole un entorno estable y objetivo.
Una tercera critica se refiere a la preocupacion
del convertido sobre su propio «estado espiritual».
Desde la perspectiva «evangélica», el cristiano de-
bia poseer la convicci6n absoluta y la sensacion in-
terior de ser «salvado». Semejante preocupaci6én
lleva, segin Newman, a una contemplaci6n direc-
ta de nuestros sentimientos como medio y prueba
63a
de nuestra justificacion (AW, 141), es decir, a una
forma de introversién espiritual en la cual se centra
la atencion en el estado de animo del sujeto mas
que en la realidad objetiva de Cristo.
Sin embargo, si Newman critica estos diferen-
tes aspectos de un cristianismo demasiado emoti-
vo, critica con la misma severidad un cristianismo
puramente intelectual. Por muy intelectual que sea
él mismo, rechaza una concepcién de la fe que la
reduzca a un asunto del pensamiento. En un lugar
destacado de su Gramdtica del asentimiento cita
una frase de Ambrosio de Milan: no es mediante la
dialéctica (es decir, mediante la simple argumenta-
cién, por una actividad puramente intelectual) co-
mo Dios quiso salvar a su pueblo. En otro lugar
afirma que la Eucaristia no es una mera forma de
palabras, sino una gran accion, la mayor accién
que se pueda realizar en esta tierra (LG 20, 327-
328). Dios no es una idea, sino una Realidad, y lo
espiritual nos pone en contacto con la realidad mas
concreta que pueda existir.
Otro ambito donde ejerce su realismo critico
es el del amor. Declara que la prueba de nuestra
union con Cristo es el amor, y que la prueba de
nuestro amor a Cristo y a la Iglesia es el amor a
aquellos que efectivamente vemos, Pero este amor
debe ser algo m4s que un simple sentimiento 0 que
una simple idea. Muchos hombres —dice- hablan
magnificamente de amar a todo el género humano
con un amor universal... sQué significan semejan-
tes declaraciones? Simplemente que hombres asi
64poseen sentimientos benévolos hacia el mundo, s6-
lo eso... sentimientos inestables, simple fruto de
dar rienda suelta a la imaginacion. En realidad es
imposible —afirma— amar a todos los hombres en
sentido estricto y verdadero. Podemos sentir por
ellos una disposicién de benevolencia, pero el amor
verdadero a los hombres debe depender de la prac-
tica. Y el amor debe comenzar ejerciéndose necesa-
riamente en nuestros amigos proximos: ahi esta el
unico ejercicio que prepara para amar a todos los
hombres (PPS II 5, 54-55).
Por ultimo nos recuerda que los defectos de
que acusamos normalmente a la Iglesia-institucién
hay que buscarlos ante todo en nosotros mismos:
El coraz6n de cada cristiano deberia represen-
tar en miniatura a la Iglesia Catélica, pues hay un
unico Espiritu que hace de toda la Iglesia y de ca-
da uno de sus miembros su Templo. Lo mismo que
hace una a la Iglesia, la cual, abandonada a su
suerte, se separaria en miiltiples partes, asi el Espi-
ritu unifica el alma a pesar de sus diversos afectos
y facultades y sus tendencias contradictorias... Y
tengamos la seguridad de que estas dos operacio-
nes de nuestro divino Consolador dependen la una
de la otra, y que mientras los cristianos no busquen
la unidad y la paz en su propio corazon, la Iglesia
misma nunca tendra unidad y paz en este mundo
que los rodea... (SD 10, 132),
65octavo dia
EL CAMINO DE DIOS
PASA POR NUESTRA HUMANIDAD
Estos son los medios que Dios ha previsto pa-
ra hacer de un pecador un santo: lo toma tal como
es y lo usa contra él mismo; convierte sus afectos
en otro canal y apaga un amor carnal infundiéndo-
le una caridad celestial. No lo toma por una cria-
tura irracional guiada por instintos y gobernada
por estimulos externos, sin voluntad propia [...].
El triunfo de su gracia consiste en esto, en que en-
tra en el coraz6n del hombre, lo convence y se lo
gana transformdndolo. Dios respeta totalmente la
estructura original del espiritu que le ha dado al
hombre; lo trata como hombre; le deja la libertad
de elegir tal o cual manera de actuar; apela a todas
sus facultades, a su raz6n, a su prudencia, a su sen-
tido moral, a su conciencia [...]. Pero, al final, el
principio animador de la nueva vida, lo que la daa
luz y la sostiene, es la llama de la caridad (Mix 4,
71-72).
La espiritualidad del siglo xIx, fuertemente
marcada por la influencia lejana del jansenismo,
67=) a
descansa sobre una visi6n profundamente pesimis-
ta del hombre. Se considera al hombre como un ser
dominado y malogrado por el pecado, hasta el
punto de que todo progreso espiritual parece re-
querir la negacién en cierto modo de nuestra hu-
manidad, como si la renuncia a la que nos invita
Cristo se aplicase en primer lugar a nuestros dones
humanos.
Es verdad que, en los primeros sermones de
Newman, atin marcados por el calvinismo de sus
primeros maestros, encontramos a veces huellas de
una visién semejante. Pero su pensamiento evolu-
ciona rapidamente en contacto con la realidad pa-
rroquial y sobre todo bajo la influencia de los Pa-
dres de la Iglesia. Estos, a diferencia por ejemplo de
los misioneros protestantes del siglo xix, que que-
rian destruir las culturas paganas con que entraban
en contacto para sustituirlas por el cristianismo,
buscaban en la cultura grecorromana signos pre-
cursores de la venida de Cristo, con el deseo de
construir sobre lo que ya existia.
Como su santo patron, Felipe Neri, Newman
nos ofrece un buen ejemplo de un auténtico huma-
nismo espiritual en el sentido mas estricto del tér-
mino. Ciertamente, no duda en denunciar la pre-
sencia del pecado en el hombre y muestra cierto
pesimismo respecto a la evolucién de la sociedad de
su tiempo, cada vez mas marcada por la increencia.
Pero conserva con profundo arraigo la conviccién
de que la gracia 0 la accién de Dios en nosotros no
destruye en modo alguno nuestra humanidad, sino
68que, al contrario, la eleva a un nivel superior trans-
formandola.
En realidad Newman adopta el conocido ada-
gio de la teologia catélica mas tradicional, gratia
perfecit naturam (la gracia no destruye la natura-
leza, sino que la perfecciona). Asi afirma que fue
designio de la divina Providencia basar lo bueno y
verdadero segtin la religion y la moral en nuestros
buenos sentimientos naturales (PPS II 5, 53) y que
la gracia... ha renovado la naturaleza no destru-
yéndola y sustituyéndola, sino elevéndola a un or-
den superior (NO, 276).
Y esboza un retrato de un tipo de santo cuyo
ejemplo mas perfecto lo ofrecen, a sus ojos, Pablo
y Felipe Neri:
Hay algunos del orden de santidad mds eleva-
do que existe..., en los que lo sobrenatural se une
a la naturaleza... -vivificdandola, elevéndola y en-
nobleciéndola- y que no por ser mds santos son
menos hombres. No dejan aparte sus dotes natura-
les, sino que las emplean para gloria del Dador. No
actuan al margen de ellas, sino a través de ellas. No
las eclipsan mediante el fulgor de la gracia divina,
sino que s6lo las transforman. Estan versados en el
saber humano; son activos en la sociedad humana;
comprenden el coraz6n del hombre; pueden entrar
en el pensamiento de otros hombres; y todo ello en
razon de dotes naturales y de educacién profana
(SV 7, 92),
6930mI~
_
Newman posee también una aguda percepcion
de la unicidad de la persona. Durante su larga vida
recibié gran cantidad de cartas de personas que le
pedian que fuese su director espiritual, entre ellas
muchas mujeres, y siempre respondia tratando de
tener en cuenta lo especifico de cada una. Cada
persona tiene un camino particular para llegar a
Dios, que debe buscar y discernir por si misma con
la ayuda de sus dotes naturales.
De este modo, a pesar de desear vivamente
que aumente el nimero de catélicos, evita recurrir
a métodos de persuasi6n violentos y agresivos (lo
que provoca que sus correligionarios lo tachen de
«tibieza» e incluso de «inclinaciones protestan-
tes»). A la viuda de un amigo intimo anglicano,
atraida por la fe catélica, la invita a buscar por si
misma la verdad:
Utilice los medios que Dios le ha dado... Esa
es la manera legitima en que esté llamada a utilizar
su raz6n. Dios la bendeciré si la usa de ese modo
sosegado y espontdneo (LD XI, 186-187).
En una carta a una joven sefiora presa de las
dudas, Newman reconoce con franqueza que toda
reflexién en materia de religion contiene una difi-
cultad inherente imposible de arrancar, y que, para
ciertas personas, puede haber sin duda una dificul-
tad en el cristianismo. También en esto invita a su
correspondiente a recurrir a su inteligencia para
discernir: La cuestion es saber si, considerandolo
70todo bien, nuestra razon no nos dice quizd que es
un deber aceptar como suficientes los argumentos
habitualmente expresados a favor de la verdad del
cristianismo (LD XXIV, 274-275). Y a otra corres-
pondiente le escribe que Dios no la llama a incor-
porarse a la Iglesia antes de saber qué Iglesia es. El
la ha ayudado hasta ahora y lo seguiré haciendo
(LD XXIV, 323).
Newman respeta profundamente las diferen-
cias de sensibilidad religiosa. Por ejemplo, a una re-
ligiosa anglicana que quiere hacerse catélica pero
que siente rechazo por ciertas devociones entonces
corrientes, le escribe que no es ningtin pecado que
a uno le cueste hacerse a ciertas cosas, y, en mate-
ria de devociones, mds vale no forzarse en nada
(LD XXI, 387).
En definitiva, esta visi6n de una naturaleza hu-
mana transformada por la gracia es lo que propo-
ne Newman a sus primeros hermanos oratonianos,
los cuales, como él, habian sido profesores 0 estu-
diantes de Oxford:
Procurad ser algo mds que simples universi-
tarios, tal como todos hemos sido. Dejad que la
gracia perfeccione la naturaleza y que todos nos-
otros, como catélicos, sin dejar de ser lo que éra-
mos, seamos exaltados en algo que no éramos.
No rechacéis estas ventajas que Dios os ha conce-
dido; mds bien perfeccionadlas a su servicio... ¥
recemos los unos por los otros a la vez que por
nosotros mismos, para que los dones que El nos
aha otorgado no los derrochemos en nosotros mis-
mos ni los empleemos para nuestra pura gratifi-
cacion o para nuestra propia reputacion, sino pa-
ra su gloria y el bien de toda su Iglesia (NO, 221),noveno dia
EL SENTIDO DE UNA CONVERSION
Cuando me converti, no fui consciente de que
Se operase en mi dnimo ningin cambio intelectual
o moral. No sentia ni una fe mds firme en las ver-
dades fundamentales de la Revelacion ni mas do-
minio de mi mismo; no tenia mds fervor, pero fue
como volver a puerto después de un temporal
(Apol 7, 331).
Entre los catélicos de los paises angléfonos se
conoce a Newman como la figura por excelencia
del «convertido». Por ello resulta mas interesante
si cabe examinar los aspectos espirituales de esta
conversién y saber desde esta perspectiva cémo
consideraba él su entrada en la Iglesia Catélica Ro-
mana en 1845, ¢En qué medida hay ruptura y en
qué medida hay continuidad entre el Newman an-
glicano y el Newman catdlico?
EI acontecimiento crucial de su vida es, antes
que ningin otro, la experiencia de 1816, cuando
descubre a Dios como Realidad inmediata y abso-
luta. Este hecho fundamental ~que realmente hay
73que calificar como «conversién> en el sentido es-
tricto del término, es decir, un desviarse de sf mismo
para dirigirse hacia Dios- va seguido de dos mo-
mentos de plenitud, ambos durante el invierno de
1827-1828, cuando el descubrimiento del pensa-
miento de los Padres de la Iglesia lo salva definiti-
vamente de la tentacién del racionalismo teolégico
ambiental (lo que Newman llama el «liberalismo»),
y més en particular en 1833, cuando cae enfermo
en Sicilia, donde roza la muerte.
Esta primera experiencia de Dios la vive en un
entorno intelectual marcado por la corriente del
protestantismo llamada Evangelicalism. Pues bien,
aunque Newman se desmarca de numerosas doc-
trinas teoldgicas caracteristicas de este protestan-
tismo, sigue estando profundamente marcado por
lo que este tltimo posee de mejor.
En una memoria autobiografica de 1876, afir-
ma que la ensefianza «evangélica» habia sido una
gran bendicion para Inglaterra, pues aporté las ver-
dades principales y vitales de la Revelacion a miles
de corazones, entre éstos el suyo propio. Esta ense-
fianza habia sido su consuelo y su refugio cuando
estaba solitario y lo habia Ilevado a habitos de de-
vocion que nunca habia perdido.
Y tres afios antes de su muerte da como razon
de su amor a la Iglesia Catélica y de su devocion
entera y absoluta por ella el hecho de que esas
grandes y ardientes verdades que he aprendido,
siendo joven, de la ensenanza de los evangélicos,
las he encontrado impresas en mi coraz6n con una
74fuerza nueva y cada vez mds grande por la Iglesia
Catolica Romana. Esta Iglesia ha afiadido al sim-
ple evangelismo de mis primeros maestros, pero no
ha oscurecido, diluido ni debilitado nada (LD
XXXI, 189).
¢Qué es lo que recibié Newman de la tradicion
«evangélica» que tan profundamente lo marc6?
Ante todo, le debe en parte su pasion por la Bi-
blia. Pues si la influencia de su familia fue la pri-
mera determinante a este respecto, el Evangelica-
lismo reforz6 poderosamente esta influencia.
En segundo lugar, es el Evangelicalismo (y no
la High Church) el que, fiel a la ensefianza del gran
reformador John Wesley en el siglo xvm, lo anima
a practicar la comuni6n eucaristica frecuente.
Igualmente del Evangelicalismo le viene la
practica regular del examen de conciencia y el bus-
car la mayor lucidez respecto a si mismo. Pero con
esta diferencia capital: en lugar de buscar median-
te esta practica el asegurarse un «estado espiri-
tual», Newman (como Agustin) lo refiere todo a
Dios, y el examen de conciencia lo lleva siempre a
la oracién de alabanza y de accién de gracias.
También su modo de concebir la conciencia le
debe mucho a la tradici6n protestante, que insiste
mucho en la relacién personal entre Dios y el hom-
bre en la intimidad de cada uno.
Por dltimo, también su busqueda de la santi-
dad arraiga en la ensefianza de su primeros maes-
tros «evangélicos». En 1850 reconoce en John Wes-
75ley un modelo de santidad, aunque personalmente
no le caiga muy simpatico: dirigiéndose a antiguos
simpatizantes del Movimiento de Oxford, les decla-
ra que si desedis encontrar la sombra y la sugestion
de las cualidades sobrenaturales constitutivas de la
concepcion del santo catélico, debéis mirar a Wes-
ley y a otros como él (VMI, 90). Y precisamente es-
ta btisqueda de la santidad se convierte cada vez
més en rasgo caracteristico del propio Movimiento
de Oxford. Y mds que ninguna otra consideraci6n
teoldgica, es esto lo que termina por guiar a New-
man hacia el catolicismo.
En efecto, a medida que sus argumentos teolé-
gicos a favor del anglicanismo se vienen abajo, bus-
ca por todas partes signos de santidad en esta Igle-
sia. También reflexiona sobre la posibilidad de una
union entre las dos Iglesias, basada en el ideal de
una santidad compartida. Afirma que si la santidad
estaba asegurada, todo el resto seguiria el mismo
camino (LD VIII, 42) y que la santidad es la gran
nota de la Iglesia... Me uniré como a hermanos a
todos aquellos que posean esta nota (VM II X,
422). Y, con unas palabras que se revelarian como
proféticas, lanza este reto a la Iglesia de Roma:
La fe y la santidad son irresistibles... Si los ca-
tolicos quieren convertir Inglaterra, que vayan con
los pies descalzos a nuestras ciudades manufactu-
reras, que prediquen al pueblo, como Francisco Ja-
vier, que se dejen lapidar y pisotear — y admitiré
76que puedan hacer lo que nosotros no podemos ha-
cer... Eso es ser cat6licos; eso es asegurar su triun-
fo (LD VIII, 42-43).
Ciertamente, todo esto no basta de por si para
convencer a Newman de la verdad del catolicismo:
también necesita descubrir la Iglesia como cuerpo
de Cristo del que todos somos miembros; necesita
comprender que el Espiritu Santo hace de nosotros
su templo —no solo a titulo individual sino también
todos juntos— y que ese mismo Espiritu hace de los
sacramentos un potente canal de la gracia. Y nece-
sita descubrir progresivamente el sentido de la tra-
dicién, comprendida como un proceso dindémico de
transmisién que comporta una continuidad pro-
funda a través de multiples cambios.
Pero al final, aunque la conversién de New-
man en 1845 constituye una enorme ruptura per-
sonal —que provoca el perder a casi todos sus ami-
gos anglicanos asi como una situacién brillante e
importantes ingresos y abandonar a la fuerza su
querida Oxford-, en él se da una continuidad pro-
funda en el plano del pensamiento: en ese momen-
to, seguin dice, tiene la sensacién de volver a puer-
to después de un temporal (Apol 7, 331).
De hecho, la deuda que el propio Newman re-
conocia tener para con sus maestros «evangélicos»
encontr6 eco en los numerosos homenajes que re-
cibié al final de su vida, tanto por parte de angli-
canos como de protestantes, algunos de los cuales
le escriben incluso pidiéndole su bendicién. Y en
77sus tltimos dias recibe un homenaje conmovedor
de un pastor protestante: «Que Dios lo bendiga,
cardenal Newman... Usted nos ha ensefiado esta
preciosa y profunda doctrina: la mejor parte de la
vida queda oculta...» (LD XXXI, 295).
Sin entrar en controversias teolégicas, lo que
Newman parece indicarnos es que el mejor modo
de que avance el ecumenismo es mediante una pro-
fundizaci6n espiritual y una busqueda comin de la
santidad.
78décimo dia
COMO SAN FELIPE NERI
En lo que a mi respecta... puedo asegurar que,
me sea o no posible realizar algo a la manera de
san Felipe, al menos no puedo hacer nada de otro
modo (IU, 238).
Su conversién al catolicismo en 1845 le plan-
tea a Newman una cuestién candente: ide qué for-
ma podra servir a su nueva Iglesia? Desea hacerlo
con todos sus dones humanos e intelectuales; y
también quiere, si es posible, conservar intacto el
pequefio grupo de amigos y discipulos que se ha
constituido en torno a él en Littlemore.
La respuesta a sus interrogantes la encuentra
en el Oratorio fundado en Roma en 1575 por Feli-
pe Neri. Este trabajo mas que nadie en el siglo xv
para reformar la Iglesia en esa ciudad, lo que le va-
lié el titulo de «segundo apdstol de Roma» después
de Pedro. Los oratonianos son sacerdotes secula-
res, por lo que no pronuncian votos como los reli-
giosos, y tienen la particularidad de que pueden
conservar sus bienes personales. Pero viven en co-
79munidad, conceden un lugar preeminente a la ora-
cién y pueden ejercer una variedad de ministerios,
entre ellos el ministerio intelectual.
Pero en la misma medida que el ideal oratonia-
no, si no mas, lo que atrae a Newman es la persona-
lidad de Felipe Neri. El elegir a uno u otro santo di-
ce siempre algo de uno, y la opcién de Newman no
es en absoluto una excepcion a esta regla. Es cierto
que, a primera vista, puede sorprender la elecci6n: a
estos dos hombres los separan diferencias profundas
por circunstancias histéricas, de cultura y de tempe-
ramento. Pero hay muchas més cosas que los acer-
can, y lo que Newman dice de san Felipe revela mu-
chas cosas de su propia espiritualidad.
Como Newman, Felipe queria renovar la vida
cristiana de su tiempo mediante un retorno a los
origenes. Intenté llevar a todos aquellos que qui-
sieran escucharlo a los primeros tiempos del cris-
tianismo, caracterizados por una sobriedad y una
sencillez en las leyes externas de la Iglesia, y queria
hacerlo no deshaciendo lo que en la Iglesia era fru-
to de un crecimiento, sino cultivando esas disposi-
ciones interiores... que fueron objeto de una aten-
cién tan privilegiada y particular en la época
apostélica (NO, 83-84).
Felipe se sentia también profundamente atraido
por el ideal mondstico, aun sin apartarse «del mun-
do»: en lugar de la gran separacién que habia habi-
do hasta entonces entre el mundo y la Iglesia, queria
proponer a todos los hombres e/ camino de la santi-
dad sin entrar en la vida religiosa (SV 12, 228).
80Profundamente preocupado por la libertad de
cada uno, queria crear una congregacién basada
unicamente en la caridad cristiana, cuya ley estu-
viera grabada en el «coraz6n» de sus miembros: En
lugar de votos o de obligaciones impuestas, los ora-
tonianos estimaban que bastaba con tener el amor
cristiano... para con Dios, para con el hombre y
entre unos y otros, segtn el espiritu del gran Apoés-
tol (san Pablo) cuyos inspirados escritos eran obje-
to de una devocion tan especial por parte de san
Felipe (NO, 204).
Felipe daba prueba también de una actitud po-
sitiva hacia la cultura de su época, la cual, sin em-
bargo, intentaba transformar «desde dentro». Mas
que condenar y querer destruir, preferia dejar que
fluyese el rio de la ciencia, de la literatura, del arte
y de la moda y dirigir su corriente suavizando y
santificando lo que Dios habia hecho muy bueno y
el hombre habia afeado (cf. TU, 421-422).
De profunda humildad, acogedor, abierto a to-
dos sin distincién de cuna o de rango, se hacia, co-
mo Pablo y segiin una férmula de este ultimo, «to-
do a todos» (1 Co 9, 22), prefiriendo actuar con el
ejemplo y el contacto personal: lo que el propio
Newman llama /a influencia personal. Illustra per-
fectamente la divisa cardenalicia que escogid New-
man, Cor ad cor loguitur: Es el corazon el que ha-
bla al corazon. Felipe poseia también una ferviente
devocién al Espiritu Santo, que Newman le suplica
que le procure:
81Te pido muy especialmente que me obtengas
una verdadera devocion, tal como tt la tenias, al
Espiritu Santo... Proctirame... una medida de tu
devocion a El que, asi como se digno venir mila-
grosamente a tu corazon y encenderlo del fuego del
amor, nos conceda también algtin don especial y
equivalente de la gracia (FP, 277.279).
Subraya la alegria y la paz profundas que tenia
Felipe a pesar de las numerosas pruebas y persecu-
ciones que conocié, y reconoce que esta alegria no
era simplemente natural, sino que venia de la pre-
sencia del Espiritu Santo en él: Uno de los signos
seguros de la presencia de Dios es la paz... El pri-
mer elemento en el espiritu de Felipe es el descanso
y la paz (NO, 356-357). Newman recuerda la céle-
bre frase —atribuida entre otros a san Felipe— segin
la cual «un santo triste es un triste santo» y lo des-
cribe como uno de los espiritus mds joviales, equi-
librados y apacibles que haya habido nunca en la
Iglesia (LD XII, 68), deseando tener en el Oratorio
compafieros que tuviesen mucha alegria de vivir y
afirmando que habia que ser alegre para convertir
a los jévenes (LD XII, 54, 62). En una oracion le
suplica a Felipe en estos términos: Felipe, sno quie-
res obtenerme la décima parte de tu paz y de tu ale-
gria, de tu jovialidad, de tu dulzura y de tu caridad
desinteresada? (MCD II 3, 321).
Y también subraya el lugar central de la oracion
en la vida de Felipe y de la obligacién que le impone
a este respecto su propia pertenencia al Oratorio:
82Dios mio, no me dejes en este estado de aridez
en que me encuentro, concédeme el consuelo de tu
Stacia... 3Cémo puedo seguir rezando —como es
doblemente mi deber, pues pertenezco al Oratorio-
siti no me animas haciéndomelo agradable? (MCD
TI 2, 320).
Concluyamos con una exhortacion que New-
man dirige a sus hermanos del Oratorio, en la que
resume bien la leccién de humildad que saca del
ejemplo y de la ensefianza de su santo patron:
Que el mundo no pueda nunca conoceros su-
ficientemente para elogiaros 0 criticaros, que tra-
bajéis duro en vuestra vida y cumpléis muchas ta-
reas tiles y realicéis buen ntimero de objetivos
religiosos y enviéis muchas almas al cielo y sor-
prenddis a los hombres por la cantidad de trabajo
que haydis cumplido... pero que sedis ignorados
por el mundo, que sedis desconocidos fuera de
vuestro entorno, que trabajéis por Dios con cora-
z6n puro y mirada sencilla, sin las distracciones de
los elogios de los hombres, y que hagdis de El vues-
tra tinica esperanza y de su cielo eterno vuestro
unico fin, y que encontréis vuestra recompensa no
en parte aqui abajo, sino totalmente y enteramente
en el mundo futuro (SV 12, 242).
83undécimo dia
REZAR
Esta es la definicién misma del cristiano: al-
guien que busca a Cristo [...]. He aqui, segtin la Es-
critura, la marca esencial, el fundamento del cris-
tiano, del que deriva todo lo demas [...]. De ahi
resulta entonces que... la oraciOn... es und... ca-
racteristica de los cristianos segtin se describe en la
Escritura (SD 19, 278.280).
En este pasaje de un sermén titulado «El cris-
tiano de los tiempos apostélicos» Newman nos di-
ce qué lugar ocupa para él la oracién en la vida del
cristiano y cual es su finalidad. La oraci6n es el nu-
cleo de esta vida, y consiste esencialmente en bus-
car a Cristo.
La oracién es un punto central en su vida.
Nos han Ilegado muchas oraciones escritas por él,
tanto en inglés como en latin, a partir de los 16
afios y durante toda su vida. En Oxford se levan-
ta temprano para rezar un buen rato y sigue re-
zando durante sus largos paseos solitarios, inter-
cediendo por todos [sus] amigos y por todos los
85hombres (AW, 187). Tiene una confianza inmensa
en la eficacia de la oracién, y nunca emprende
ninguna tarea de cierta importancia sin antes ha-
ber rezado largamente. Esta convencido de que es
imposible la comunién con Cristo sin los sacra-
mentos y la oracion: sAlguien desea... que pene-
tre profundamente en su corazon la presencia de
Cristo? Que rece (PPS II 23, 348).
Siendo parroco de St. Mary, recupera con mu-
cho esfuerzo no sélo la comuni6n eucaristica se-
manal, sino también el oficio diario de la oracion,
dos practicas prescritas en los manuales litargicos
anglicanos pero caidas en desuso en aquella épo-
ca. También descubre el breviario romano —ese
maravilloso y atractivo monumento de la devo-
cidn de los santos (Apol 4, 173)-, que comienza a
practicar regularmente casi diez afios antes de su
conversi6n al catolicismo y al cual dedica una lar-
ga presentacion en el n° 75 de los Folletos de ac-
tualidad, que obtiene un éxito asombroso. En la
Iglesia Catélica descubre el privilegio incompara-
ble (LD Il, 131) de tener a Cristo en la misma ca-
sa en que vive, en el sagrario, y durante toda su vi-
da se pasa largas horas rezando dia y noche ante
el Santisimo Sacramento.
La oraci6n constituye también un tema recu-
rrente de sus sermones tanto anglicanos como ca-
tolicos, que aborda a la vez desde el prisma de la
oraci6n publica o litargica y desde el de la oraci6n
privada o personal. Newman ve en la primera un
medio de corregir posibles desviaciones de la se-
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