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Imperialismo, chantaje político y manipulación

(Breves comentarios sobre la geopolítica actual)

Yherdyn Peña1

El asalto a categorías históricas y sociales a través de los medios de


comunicación y las redes sociales en función de los intereses hegemónicos del
imperialismo norteamericano en este siglo XXI es el principal objetivo del
presente artículo, es necesario destacar, que no corresponde a un acto
propagandístico, sino, que se procura, develar como estas categorías
sociohistóricas, reconocidas por todos, son utilizadas mediáticamente en primera
instancia, para luego de formar una conciencia alienada, utilizarlas como
mecanismos de chantaje políticos a gobiernos y pueblos, con el único fin de que
se alineen con los interese hegemónicos, y si es posible, entreguen su propia
soberanía.

De los tiempos del imperio al fin de la hegemonía unipolar.

Egipto, Mesopotamia, Persia, Cartago, Grecia, Roma, Francia, España…


no son simples toponimias, ni mucho menos, títulos de un catálogo geográfico o
turísticos. Estos espacios geográficos, son los referentes arquetípicos del
modelo imperial, de la expansión y el dominio de un estado sobre otro, pero,
sobre todo, el referente inequívoco que todo poder que se ha pretendido
omnímodo, no sólo tiene su origen, sino que, a su vez, conocerán su colapso.

El imperialismo decimonónico y de comienzos del siglo XX conoció su


epítome en la Gran Bretaña colonial, los dominios de este imperio se extendieron
a lo largo y ancho del planeta; sin embargo, el dominio de éstos no era absoluto,
muy al contrario, surgieron un amplio número de espacios, de sistemas y
modelos de contrapeso, que podían servían de polos de resistencia u oposición

1
Profesor agregado de la Universidad de Los Andes. Jefe del área de historia y antropología del
Departamento de Ciencias Sociales del Núcleo Universitario “Rafael Rangel”. Miembro del Centro de
Investigaciones Literarias y Lingüísticas “Mario Briceño Iragorry”. Editor adjunto de la Revista Cifra Nueva.
Coordinador de la Red de Historia, Memoria y Patrimonio – Trujillo. Fundador del Taller de Historia “Abya
Yala”.
ante el poder hegemónico; pero veamos lo Briones (2010, p. 7) expone respecto
a este imperialismo:

…el imperialismo de fines del siglo XIX fue motivado por variadas
razones, predominando las económicas y las estratégicas. El afán de
cada potencia de demostrar su poderío, de aumentar sus posesiones
en ultramar y las ansias de poder de los gobiernos europeos trajeron
consecuencias nefastas para millones de habitantes del tercer mundo
que, bajo el eslogan del progreso y la civilización, vieron mermadas sus
libertades básicas, su cultura y su estilo de vida, condenando a gran
parte de África y Asia a un subdesarrollo económico y un atraso
industrial que se mantiene hasta el día de hoy.
Pero llegado el siglo XX y con la aparición del nacifascismo en el continente
europeo y sus vertientes en otros continentes, esa visión del imperialismo
imperante hasta ese momento cambió de enfoque, adquirió nuevas variantes,
los argumentos de la raza aria y toda la impronta que arrojó la II Guerra Mundial
provocó un resquebrajamiento de los “principios” imperiales, y, por ende, las
formas de control y dominio se vieron modificadas significativamente.

La guerra fría, ese infausto estado de tensión global que se instauró durante
la segunda mitad del siglo XX, de forma lenta, fue dando paso a paso a esta paz
tan encendida que se vive particularmente en estas dos décadas del siglo XXI;
pero, aún más, conformó las bases estratégicas del nuevo orden mundial y de
las nuevas formas del imperialismo que después de la caída del muro de Berlín
y la disolución de la Unión Soviética rigieron la dinámica planetaria y la
“convivencia” entre las naciones.

Si el período de la guerra fría, había significado para el mundo, evidenciar


la pugna entre los dos bloques de poder surgidos de la Segunda Guerra Mundial,
y que, la propaganda occidental la había planteado en términos maniqueos,
como una lucha entre el capitalismo, sus “bondades” del “libre” mercado,
libertades y “democracia”, frente al comunismo como la antítesis de todo eso, y
como la causa de todos los posibles males en el mundo.

Una vez desaparecida la URSS, y desplazada la “amenaza” comunista, el


bloque occidental liderado por los Estados Unidos de Norteamérica, emergió
como el gran vencedor y, de facto, terminaron convirtiéndose en los gendarmes
del mundo, proclamaron el fin de la historia, y por supuesto, el fin da las utopías
y de las revoluciones; puesto que, para ello, la democracia burguesa y neoliberal
instaurada en estos países eran ahora, la única meta a alcanzar.

De esta manera, y como nunca antes, un imperio extendió sus tentáculos


por todo el globo terráqueo, impulsó de manera feroz, un modelo político que se
soportaba por una maquinaria mediática, que reforzaba la construcción y
reforzamiento de referentes culturales que reglaban la inequívoca ruta que
debían seguir los países del mundo para lograr su desarrollo, su bienestar y
progreso.

En lo referente a esa visión del imperialismo norteamericano, impuesto


después de la Segunda Guerra Mundial, Noam Chomsky (2004, p. 57) nos ofrece
una referencia bastante significativa: “En la historia nunca ha habido nada que
se parezca remotamente al cuasimonopolio de instrumentos de violencia en gran
escala en manos de un solo país; razón de más para someter sus prácticas y
doctrinas operativas a un escrutinio excepcionalmente cuidadoso”. Sin embargo,
dicho escrutinio no parece llegar, muy al contrario, esta realidad parece
establecerse en una especie de dogma por los “sacerdotes” de la élite
gobernante de la sociedad posmoderna, globalizada y neoliberal de occidente.

Pero, la aceptación, de forma resignada y sumisa de esta realidad, tal


como lo auguraban los “think tanks” de los grupos hegemónicos; no se produjo,
las revoluciones e insurrecciones se suscitaron en diferentes espacios del globo
terráqueo. Una de las más tempranas y significativas expresiones de este
descontento se producía en la Venezuela adeca de 1989, en la Venezuela con
la más longeva “democracia” del continente, el “caracazo” fue el signo de que
algo no estaba bien; para traer una imagen de estos acontecimientos, se toman
algunas líneas expuestas por Bracamonte (2015, p. 124) donde expresa:

…un ejército de desocupados, aventados por las puertas del progreso


y el mito de un país rico y democrático se metía, a su modo, en la
historia por las ventanas de comercios y tiendas para saquearlos
íntegramente. Bajo la tremenda impresión que debieron causar estos
hechos, urbanizaciones de clase media procedieron a blindarse,
muchos de ellos defendían armados sus pocas propiedades. Se
esfumaba de esta forma el espejismo de la armonía de clases,
alimentado por varias décadas con la distribución de la renta
petrolera.
El siglo XX y el segundo milenio se cerraba de esta manera en una convulsa
dinámica de conflictos y descontentos que como nunca antes, no nacían como
planes de una nación contra otra, no respondía a la ideología de un partido
político, sino, que, muy al contrario, nacía de la espontaneidad que sólo puede
desprenderse de la necesidad

Los 04 nuevos jinetes del apocalipsis del imperialismo

Ante este clima de hondo descontento social en diferentes latitudes del


planeta y frente la ausencia de un enemigo concreto y “palpable”, el imperialismo
norteamericano en su autoproclamada condición de policía del mundo, y con la
evidente pretensión de intervenir en los lugares y momentos que se le antojara,
con la arrogancia que su poderío militar (también globalizado) le otorga, dejando
de lado, desconociendo y violando toda la estructura jurídica del derecho
internacional, creando de esta manera, en lo fáctico, un estado global supra
jurídico, donde lo que prevalece son las percepciones e intereses de los Estados
Unidos, restándole toda importancia y protagonismo a organismos multilaterales
como la ONU y su Consejo de Seguridad, organismo a los cuales, que de manera
olímpica desconoce constantemente, haciéndole a su vez, perder su prestigio.

Los sucesos acaecidos en territorio norteamericano el 11 de septiembre de


2001, le brindaron la oportunidad para construir e imponer en el imaginario al
primer enemigo que de forma colectiva debía combatirse: el terrorismo, término
usado de manera indiscriminada hacia regímenes, organizaciones y
movimientos sociales, que osen a levantar sus voces contra el sistema de cosas
imperantes. El 11 de septiembre provocó un sinnúmero de desenlaces en nudos
críticos de la geopolítica global, como nunca antes, se impuso una conciencia
maniquea pero ahora, entre el terrorismo y sus víctimas; pero eso sí, siempre
serán ellos (los norteamericanos) quienes tengan la potestad de definir tal
condición. Esta realidad es palpable en las palabras de George W. Bush, en su
discurso después de los sucesos del 11 de septiembre: “Estamos involucrados
en un conflicto entre el bien y el mal, y Estados Unidos llamará al mal por su
nombre.

Pero, además agrega elementos como los siguientes:


Debemos llevar la batalla hasta el enemigo, desbaratar sus planes y
enfrentarnos a las peores amenazas antes de que se presenten. En
el mundo que hoy habitamos, el único camino que conduce a la
seguridad es el camino de la acción. Y esta nación va a actuar...
Estados Unidos tiene, y piensa mantener, un poder militar
incuestionable, que resta sentido a las desestabilizadoras carreras
armamentistas de otras épocas, y limita las rivalidades al campo del
comercio y a otros quehaceres pacíficos.
A partir de este discurso (pudiera decirse confesión) se derivaron un
conjunto de situaciones que han puesto en vilo la seguridad; e incluso, la
integridad territorial y de su población de numerosos estados, naciones,
repúblicas, donde las banderas del terrorismo han ondeado en la dirección que
empuja la brisa imperialista.

El otro elemento que la potencia norteamericana ha usado como argumento


para intervenir y torcer los brazos a gobiernos y países que de forma
“coincidencial” presenta una postura crítica al hegemón norteamericano, es el
referido al narcotráfico, basta que determinada nación, procure definir su política
exterior y el establecimiento de sus alianzas de forma soberana e independiente,
para que, sobre estos, surja la amenaza de ser considerados como un régimen
complaciente con el narcotráfico, e incluso, ser considerado como un
narcoestado.

Pero resulta curioso, que la superpotencia, con la mayor capacidad militar


del mundo, el mejor sistema de vigilancia y espionaje sobre el planeta, y con las
instituciones “más sólidas” y “más transparente” que país alguno pueda poseer,
se halla mostrado tan ineficiente, tan atado de manos, para el combate del
consumo y la comercialización de sustancias estupefacientes dentro de su
propio territorio nacional. Los medios de comunicación (caja de resonancia del
accionar imperial) presenta un amplio centimetraje cuando a acusaciones sobre
narcotráfico hacia funcionarios o gobiernos determinados se refiere, pero nada
o casi nada reseñan en torno al verdadero impacto que ese flagelo tiene en las
propias entrañas del imperio.

Debe recordarse, que el mercado mundial de drogas representa casi el 1%


del PIB mundial, y que, de éste, Estados Unidos representa, el 44% del total del
mercado mundial de las drogas; mientras que Europa se garantiza un 33% del
mercado mundial de la droga; es decir, los países del eje alineado en esa visión
imperialista, intramuros, consumen más de las tres cuartas partes del total de la
producción mundial.

Lo anterior, hace notar, que el tema de la lucha contra el narcotráfico, solo


se presenta como una estrategia efectiva cuando se trata del territorio de una de
las naciones que ellos, consideran están alineados a su vez, en el llamado eje
del mal, también categorizado por la administración de Bush Jr. Las incursiones
en Afganistán y la aplicación del llamado Plan Colombia, parecieran más bien
dirigidas a garantizar un mercado controlado por las fuerzas armadas de estos
países o por organismos como la DEA, puesto que, una vez que estas
operaciones se han aplicado en dichos territorios, la producción de cocaína y
opio (para la producción de heroína) han roto todos los récords históricos.

El tercer elemento a ser tomado en cuenta, como mecanismo de chantaje


por parte de los grupos hegemónicos de poder, y por supuesto, por toda la
miríada mediática que los soportan, está referida una categoría que también ha
sido resemantizada y, manipulada a su antojo, para de esta manera, imponer
medidas y sanciones, falsas regulaciones y forzar determinadas acciones a
países que pueden no comulgar con sus ideales; esta categoría no es otra que
la dictadura. Todo régimen político, que no vele por los intereses del gigante del
norte, puede ser considerado como una dictadura.

Mientras tanto, regímenes despóticos, sangrientos e impuestos por el uso


de la fuerza, a su vez, pueden ser considerados como regímenes políticos
legítimos y reconocidos, en la medida, que éstos se comprometan a velar por los
intereses de esas grandes potencias en todos los ámbitos posibles. En el marco
del nuevo fundamentalismo emergido de la doctrina imperial, este juego de
reconocimientos por parte de EE.UU. y sus organismos, ha conducidos a
excesos inimaginables contra la población por parte de gobiernos claramente
represores, mientras que otros, que se han visto en la obligación de defenderse
para la autopreservación del Estado, inmediatamente, son tratados como
dictaduras, sin importar su legitimidad de origen, y sus acciones son
magnificadas.

Por esta razón, la nación del norte, considera potestativo su derecho a


decidir, cuál es, según su criterio los regímenes que deben ser considerados
como dictadura, y cual, debiera ser su destino o desenlace, porque como bien
señala Romero, en la cadena de noticias RT: “EE.UU. ha jugado un papel
preponderante en decenas de golpes de Estado por todo el mundo, algo que
América Latina conoce muy bien”. Pero, a su vez, se ha visto, como a lo largo de
su historia, sus gobernantes, se alían con los personajes más sombríos en
procura de ganar adeptos para su accionar.

Desde esta óptica, se observa que la diplomacia imperante por parte de la


élite hegemónica, está en una dirección muy distinta a la que propugnan a través
de los medios de información y las redes sociales. Es por ello, que no es
sorprendente que el otro elemento que se utiliza como instrumento de
manipulación, se enmarque en la cruzada por la defensa de los derechos
humanos, cuando, desde sus territorios, precisamente, es donde se observan
las más aberrantes violaciones de los derechos humanos.

Para ellos, siempre existirá el doble rasero, para medir y categorizar lo que
ellos denominan derechos humanos, donde. Al menos, mediáticamente, la
libertad de expresión es una de las principales banderas que ondean en esa
“consagrada” entrega por su garantía y defensa, pero cuando se observa sus
ejecutorías, resultan bastantes deficientes.

El caso de Julian Assange y las filtraciones de WikiLeaks, la actitud hacia


medios y periodistas que han dicho una verdad otra sobre la Guerra en Ucrania,
verdad, que contrasta con la que se pretende instaurar la visión unívoca, y por lo
cual, consideran adecuado, justo y preservador de la cultura, de la democracia y
la libertad, encarcelar periodistas, cerrar medios, censurar redes sociales y
silenciar cualquier otra expresión que no sea un mero eco de sus opiniones.

La muerte de George Floyd, el racismo, la intolerancia religiosa y la


restricción de la protesta, son otros de los elementos que evidencian la presencia
de una doble moral en lo que respecta a esta temática, la muerte de 43 personas
(en diferentes y muy variadas circunstancias) durante dos meses en Venezuela
conllevó a que el país del norte considerara a esa nación como una amenaza
inusual y extraordinaria, pero la desaparición de los 43 normalistas de Ayoxinapa
durante el gobierno de Peña Nieto, no generó ningún pronunciamiento
significativo, ni por el gobierno de EE.UU. ni por los organismos multilaterales
que deben velar por la defensa de los derechos humanos.

Es por ello, que podemos señalar, que nos encontramos en una coyuntura
bastante difícil para una adecuada comprensión de la realidad geopolítica actual,
en primera instancia, porque nos bombardean mediáticamente, para construir en
nosotros ciertos imaginarios, para sembrar determinados valores, para forjar
ciertos ideales, pero, sobre todo, para proyectar una ilusión de realidad desde,
donde nosotros como ciudadanos, no sólo nos moveremos, sino que, también
reaccionaremos.

Existen instrumentos jurídicos y elementos culturales que nos impelen a


aceptar ciertas actitudes y a generar ciertas respuestas en función de la semiósis
construida, por ello, es importante adquirir la capacidad crítica de diferenciar
entre las realidades virtuales, los fake news, la posverdad y la realidad que
efectivamente se vive sobre el terreno, donde hombres y mujeres son utilizados
como simples peones en un juego de ajedrez.

Referencias

Ávila, A. (2006). El discurso de terrorismo del presidente George Bush después


del 11 de septiembre ¿política moral? o ¿teología más allá de la política?
FLACSO. México. Disponible en:
http://conocimientoabierto.flacso.edu.mx/medios/tesis/avila_am.pdf
Bracamonte, L. (2015). El declive de la democracia liberal de partidos en
Venezuela (1974-2001). Fundación Centro de Estudios Latinoamericanos
Rómulo Gallegos. Caracas, Venezuela. Disponible en:
http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20160829012656/Bracamonte.pdf
Briones, F; Medel C. (2010). El imperialismo del siglo XIX. Tiempo y Espacio
25/2010 ISSN: 0716-9671 (En línea) ISSN 0719-0867. Disponible en:
http://www.ubiobio.cl/miweb/webfile/media/222/Tiempo/2007/EL%20IMPE
RIALISMO%20DEL%20SIGLO%20XIX.pdf
Chomsky, N. (2004). Hegemonía o supervivencia. Grupo editorial Norma.
Bogotá, Colombia. Disponible en:
https://cronicon.net/paginas/Documentos/Hegemonia-o-Supervivencia-
Chomsky.pdf.
OEA. El problema de las drogas en las américas: estudios. La economía del
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http://www.cicad.oas.org/drogas/elinforme/informeDrogas2013/laEconomi
caNarcotrafico_ESP.pdf
Romero, E. Los golpes de Estado apoyados por EE.UU. en Latinoamérica desde
1948 (INFOGRAFÍA). RT en español

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