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Pánico y la Gymnopédies de Satie

Este estado me ha predispuesto a pensar en el ruido tierno que una cuchara hace al tropezar
con una botella, las voces de mis tías al teléfono, el teclado esclavizado por mi primo, en el
cadáver de un gancho de madera sobre la mesa, en una cajetilla de fósforo ya sin fósforos y
como la más insignificante duda ocasiona en mí ganas de gritar y sin lograrlo; crepitar.

El temor que nadie me encuentre, auspician mi deceso ficticio, mis manos se sostienen
mientras observo intranquila mi padecer dentro de este frasco, respiro pensando en las colas
largas del banco y los regalos que mi hermano ha descrito en su hoja de deseos (juego
sarcástico inventado en este encierro). Me pregunto entonces como este abatir prolonga mi
escena más humana, refresca mi cuerpo y solea la mañana en la búsqueda inconsciente de
la melodía que me ha traído hasta aquí.

Añil.

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