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UN GLACIAR EN MOVIMIENTO

John B. Thompson
Las guerras del libro
Trama editorial
576 páginas

El 25 de agosto, la periodista Constance Grady firmaba el titular más estrambótico que se


había leído en mucho tiempo en relación con la industria del libro. Decía así: “EDITORES PASAN
TRES SEMANAS EN LOS TRIBUNALES ARGUMENTANDO QUE NO TIENEN NI IDEA DE LO QUE SE TRAEN ENTRE
MANOS”. La noticia (en vox.com, un medio que nada tiene que ver con el partido político
español) abordaba el intento del Departamento de Justicia estadounidense por bloquear una
fusión propuesta entre los gigantes Penguin Random House y Simon & Schuster, y contenía
perlas como ésta: “La defensa de los editores se ha basado en su propia incompetencia”.

Sirva este ejemplo para iluminar cuánto ha cambiado el panorama desde que las viejas glorias
del siglo pasado (de Bennett Cerf a Giangiacomo Feltrinelli, de Diana Athill a Jorge Herralde)
cedieran el testigo a nuevas generaciones de editores de ambos sexos, que deben batirse el
cobre contra fuerzas nacidas y criadas en mitad de una revolución digital que nos ha afectado
a todos en casi todo. Porque el acto de publicar (literalmente, “hacer público”, difundir
contenidos) resulta infinitamente más complejo de lo que fue cuando la inmediatez del fax
amenazaba con arruinar las ferias del libro. (Sí, en los años ochenta hubo quien pensó que la
tecnología acabaría con el contacto cara a cara entre profesionales de distintos países y, sí otra
vez, se equivocó.) Éste es uno de los grandes aciertos de Las guerras del libro, el inmenso
ensayo de John Thompson que Trama editorial acaba de publicar: se muestra lo bastante
humilde como para admitir que en ocasiones nuestras proyecciones yerran: ni en su día el fax
mató la feria de Frankfurt ni el libro electrónico ha acabado (aún) con el libro impreso.

Aunque, digámoslo ya, esa humildad no debe confundirse con impericia. Thompson,
catedrático de Sociología en la Universidad de Cambridge, es uno de los mayores expertos
mundiales en la influencia de las industrias mediáticas (prensa escrita, radio y televisión,
música y cine) en la formación de las sociedades modernas. Le interesa averiguar cómo la
tecnología afecta al modo en que vivimos. Y el panorama no tiene nada que ver con lo
anterior. En un suspiro hemos pasado a leer el periódico en la pantalla del ordenador, escuchar
música y radio en una aplicación o ver series y películas en una plataforma. Mientras tanto, un
tal Jeff Bezos, que empezó vendiendo libros en su garaje, es el hombre más rico del mundo y
se permite caprichos como darse paseos por el espacio, en un giro argumental que ni los
guionistas de Moonraker podrían haber anticipado.

Esto importa, porque tendemos a ver la industria del libro como un todo impertérrito que
apenas se ha movido en cinco siglos, desde el advenimiento de la imprenta de tipos móviles.
Por poner un símil, pensamos en la edición como en uno de esos glaciares cuyas lenguas llevan
milenios bañando las laderas islandesas, propiciando un permafrost que sólo hoy corre peligro.
Aunque, como todo glaciar, la industria del libro jamás se ha estado quieta, mutando una y
otra vez, en sucesivas iteraciones. Así, tanto los Penny Dreadful decimonónicos como la
colección Penguin de Allen Lane, ya en la década de 1930, no sólo tenían la pretensión de
llegar a todos los bolsillos, sino que propiciaron nuevas formas de distribución y nuevos puntos
de venta de libros. Ahora los libros se venden en infinitos formatos, físicos (cartoné, rústica,
bolsillo, clubes del libro, quiosco…), digitales (ebook), o sonoros (audiolibros) que nos llegan
por múltiples canales. En el camino han ido quedando iniciativas destinadas a presagiar un
futuro no cumplido. Como Oyster, un servicio llamado a ser el “Netflix de los libros” y que sin
embargo cerró sus puertas, incapaz de sobrevivir en un entorno nuevo donde todo es, a falta
de un mejor adjetivo, mogollónico. Si antes la edición era “el modo más elegante de convertir
una gran fortuna en una pequeña fortuna” hoy es pasto de fondos de inversión y lucha contra
megagigantes de Silicon Valley, a quienes no les interesa tanto qué leemos o cómo lo
hacemos, sino qué pueden aprender sobre nuestros gustos y hábitos para tenernos cautivos.

Las guerras del libro es lectura obligada para los adictos a los libros sobre edición, ese nicho
cuyos defensores definen entre risas como “un tema que interesa muchísimo a poquísimas
personas”. Sin embargo, asombrará también a quienes quieren saber qué terreno pisamos:
entre sus páginas, uno aprende de distribución, de marketing, de cómo una red social puede
propiciar locuras superventas o cómo un simple informático con un blog para friquis acabó
detrás de los mayores éxitos de Matt Damon. Tras ser fichado por una editorial. Porque, pese a
todo lo que se afirme en prensa, los editores saben qué se traen entre manos.

Iñigo García Ureta

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