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Una manera de mantener la unidad es respetando la conciencia de los demás.

Esto es muy
importante, porque a menudo cuando no hay unidad es porque no respetamos el derecho de otros
hermanos a tomar sus propias decisiones.
Voy a repetirlo. La conciencia es la capacidad de diferenciar lo correcto de lo incorrecto. Hablemos de
cómo nuestra crianza y nuestra cultura pueden determinar nuestro criterio sobre lo que está bien y lo
que está mal.
En algunas culturas, hay familias muy grandes, y todos hablan muy alto cuando se juntan a
comer. Aquello parece un gallinero. Los niños se molestan unos a otros y no les da vergüenza hablar
de cualquier tema. Las niñas usan la ropa de sus hermanas, a veces sin pedir permiso. Hay quienes
creen que eso está mal, pero para ellas es algo normal, y a sus padres no les importa. En otras
culturas, todos en la familia son educados y corteses. Pero no hablan mucho de sus planes ni de
sus sentimientos. Los padres no suelen hablar de su pasado, porque valoran su privacidad. Los
que se han criado en ese ambiente puede que tiendan a ser estrictos consigo mismos y con los
demás. Para ellos todo es o blanco o negro. Si tomas su ropa sin permiso, te dirán: “Eso es robar.
Voy a llamar a los ancianos”. Para ellos no hay zonas grises. Por supuesto, hay excepciones, y
no estamos diciendo que todos los de la misma cultura sean iguales. Pero ustedes me entienden.
Bien, ¿qué sucede cuando un hermano se muda a otra congregación en la que la mayoría son de
una cultura diferente a la suya? Si no cambia su manera de ver a los demás, va a sufrir mucho.
¿Hay solo una forma de hacer las cosas bien? No. Las dos culturas tienen cosas de las que se puede
aprender. Hablando de la cultura, podríamos preguntarnos: “¿Qué pienso de los hermanos que
vienen de culturas muy diferentes a la mía?”.
Supongamos que hay un anciano más joven que nosotros o de otra raza. ¿Aceptaremos su consejo?
¿Iríamos a pedirle consejo? ¿O preferiríamos hablar con un anciano mayor y de nuestra misma cultura?
¿Nos alegra ser diferentes, o permitimos que eso acabe con la unidad? Pensemos en ello.
Hablemos ahora de nuestras experiencias en la vida. Lo que hemos vivido también influye en lo
que consideramos que está bien o que está mal.
Si no tienen cuidado, quienes tienden a ser estrictos consigo mismos podrían tratar de imponer su
opinión a otros. Pongamos por ejemplo una situación muy común. Cuatro hermanas están predicando
juntas en un territorio rural. Van en auto, y hay muchos kilómetros o millas entre cada casa. En la
primera casa, la que conduce y su compañera se bajan del auto, y las otras dos se quedan. No tienen
otra opción, aquello está desierto. La señora de la casa hace muchas preguntas. Comienzan un curso de
la Biblia. Ya es mediodía cuando las hermanas vuelven al auto, muy contentas. Y saben lo que pasa
ahora, ¿verdad? Una de las hermanas que se quedó en el auto dice: “Genial. Nosotras no podremos
informar ni un minuto de predicación”. ¿Qué acaba de hacer? Pues, hablar por ella y por su compañera.
Y, sin darse cuenta, le estaba imponiendo su opinión a su amiga. Si ella no quiere informar ese tiempo
es asunto suyo.

Cuando hablen sobre este tema, los ancianos deben tener cuidado. No deben
influir en los hermanos dando su opinión personal. Por ejemplo, diciendo: “Yo no aceptaría
ninguna”. Deberían limitarse a ayudar a los hermanos a entender los principios bíblicos, para que
ellos tomen su decisión.
Tenemos que entrenar nuestra conciencia de acuerdo con los principios bíblicos. A Pablo no le
molestaba la conciencia mientras perseguía a los cristianos. Él pensaba que le estaba haciendo un
favor a Dios. Pero, cuando se dio cuenta de cómo veía Jehová las cosas, supo que tenía que cambiar.
Debemos asegurarnos de saber lo que Jehová piensa sobre los asuntos. Recuerden lo que dice
Jeremías 17:9. Es muy sencillo pero muy cierto. Jeremías 17:9. Dice: “El corazón es más traicionero
que cualquier otra cosa y es desesperado. ¿Quién puede conocerlo?”. El corazón es traicionero. Las
emociones podrían traicionarnos sin darnos cuenta. Por ejemplo, cuando expulsan a alguien de
nuestra familia.

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