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LA CONCEPCIÓN MÁGICA D EL LENGUAJE

Tengo la impresión de que una de las razones por las cuales algunos filósofos han objetado el
énfasis que la ciencia pone en el lenguaje cuantitativo es que nuestra relación psicológica con las
palabras de un lenguaje pre-científico —palabras que hemos aprendido cuando éramos niños— es
muy diferente de nuestra relación psicológica con las complicadas notaciones que hallamos en el
lenguaje de la física. Es comprensible que los niños crean que ciertas palabras realmente contienen,
por decir así, las cualidades a las que se refieren. No quiero ser injusto con ciertos filósofos, pero
sospecho que, a veces, ellos cometen el mismo error, en sus reacciones ante las palabras y los
símbolos científicos, que los niños.
En el conocido libro de C. K. Ogden e I. A. Richards, The Meaning of Meaning^, hay excelentes
ejemplos —algunos muy divertidos— de lo que los autores llaman "la magia de la palabra".
Muchas personas tienen una concepción mágica del lenguaje, concepción según la cual existe una
misteriosa conexión natural de algún género entre ciertas palabras (¡claro que se trata solamente de
las palabras con las que están familiarizados!) y sus significados. La verdad es que sólo por
accidente histórico, en la evolución de nuestra cultura, la palabra "azul" ha llegado a significar
determinado color. En Alemania, a ese color se lo llama "blau". En otras lenguas hay otros sonidos
asociados a él.
Para los niños, es natural pensar que la palabra "azul", a la que están acostumbrados por su lengua
materna, es la palabra natural y que otras palabras para designar el color azul son enteramente
erróneas o, por cierto, extrañas. Al crecer, puede hacerse más tolerante y decir: "otras personas
pueden usar la palabra 'blau', pero la usan para una cosa que realmente es azul". Un niño pequeño
piensa que una casa es una casa y una rosa es una rosa, y esto es todo. Luego se entera que el
extraño pueblo de Francia a una casa la llama "maison". ¿Por qué dicen "maison" cuando quieren
decir una casa? Puesto que es una casa, ¿por qué no la llaman una casa? Se le explicará que en
Francia la costumbre es decir "maison". Los franceses lo han dicho así durante cientos de años; no
se les debe reprochar esto ni pensar que son estúpidos. El niño finalmente lo acepta.
La gente extraña tiene hábitos extraños. Dejémoslos que usen la palabra "maison" para nombrar a
esas cosas que realmente son casas. Apartarse de esta actitud tolerante y adquirir la comprensión de
que no hay ninguna conexión esencial, cualquiera que sea, entre una palabra y su significado parece
ser tan difícil para muchos adultos como para los niños. Por supuesto, nunca dicen abiertamente que
la palabra castellana es la palabra correcta, que las palabras de otras lenguas son equivocadas, pero
la concepción mágica de su infancia permanece implícita en su pensamiento y, a menudo, en sus
observaciones.
Ogden y Richards citan un proverbio inglés: "The Divineis rightly so called"
("Lo Divino es así llamado correctamente"). Esto significa aparentemente que lo Divino realmente
es divino; por lo tanto, es correcto llamarlo de tal modo. Aunque se pueda tener la sensación de que
algo es llamado así correctamente, de hecho, el proverbio no dice nada. Obviamente, es vacuo. Sin
embargo, la gente evidentemente lo repite con intensa emoción, pensando realmente que expresa
alguna suerte de visión profunda de la naturaleza de lo Divino.
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Hay un ejemplo más complicado de la concepción mágica del lenguaje. El autor imagina a
Aristóteles volviendo a la tierra en nuestra época y presentando su punto de vista —que es también
el de Riezler y, creo yo, solamente de Riezler— en lo concerniente a la ciencia moderna.
Aristóteles comienza elogiando en elevados términos a la ciencia moderna. Está lleno de
admiración por sus grandes realizaciones. Luego agrega que, para ser honesto, también debe hacer
unas pocas observaciones críticas. Son estas observaciones las que nos interesan. En la página 70
del libro de Riezler, Aristóteles dice a los físicos reunidos: El día está frío para un Africano y cálido
para un esquimal. Vosotros dirimís la disputa leyendo 20° en el termómetro.
Lo que Riezler quiere decir aquí es que, en el lenguaje cuantitativo de la vida cotidiana, no nos
ponemos de acuerdo acerca de palabras como "cálido" y "frío". Si un esquimal de Groenlandia llega
a un lugar donde la temperatura es de 20°, dirá: "Hoy es un día más bien cálido." Un africano, en el
mismo lugar, dirá: "Hoy es un día frío."
Los dos hombres no están de acuerdo acerca de los significados de "cálido" y "frío". Riezler
imagina que un físico les dice: "Olvidemos esas palabras y hablemos en términos de temperatura;
entonces podremos llegar a un acuerdo.
Estaremos de acuerdo en que la temperatura de hoy es de 20°."
Riezler continúa: Estáis orgullosos de haber encontrado la verdad objetiva eliminando. . .
Pido al lector que adivine lo que según Riezler han eliminado los físicos. Cabría esperar que la
oración continuara: " . . .eliminando las palabras 'cálido' y 'frío'". Los físicos,por supuesto, no
eliminan estas palabras más que del lenguaje cuantitativo de la física. Pero lo conservan en el
lenguaje cualitativo de la vida cotidiana. En realidad, el lenguaje cualitativo es esencial hasta para el
físico, para describir lo que ve. Pero Riezler no continúa diciendo lo que esperábamos. Su
enunciado continúa: . . . eliminando al africano y al esquimal.
Cuando lo leí por primera vez pensé que decía algo un poco diferente y que su intención era afirmar
que el físico elimina las maneras de hablar del africano y del esquimal. Pero no es así. Riezler
quiere decir algo mucho más profundo. Más adelante, deja bien en claro que, en su opinión, la
ciencia moderna ha eliminado al hombre, ha olvidado y despreciado al más importante de todos los
temas del conocimiento humano: el hombre mismo.
Estáis orgullosos de haber encontrado la verdad objetiva eliminando al africano y al esquimal.
Admito la importancia de lo que habéis logrado. Admito también que no podéis construir vuestras
maravillosas máquinas sin eliminar al africano y al esquimal. Pero, ¿qué sucede con la realidad y la
verdad? Vosotros identificáis la verdad con la certidumbre. Pero, obviamente, la verdad se refiere al
Ser o, si lo preferís, a algo llamado "realidad". La verdad puede llevar un alto grado de certidumbre,
como seguramente la tiene la verdad en la matemática, y, no obstante esto, un bajo grado de
"realidad".
¿Qué pasa con vuestros 20°? Puesto que es cierto tanto para el africano como para el esquimal, lo
llamáis la realidad objetiva. Esta realidad vuestra me parece extremadamente pobre, y tenue. Es una
relación que vincula una propiedad llamada temperatura con la dilatación de vuestro mercurio. Esta
realidad no depende del africano ni del esquimal. Sólo se relaciona con el observador anónimo.
Un poco más adelante, escribe: Por supuesto, sabéis muy bien que el calor y el frió relacionan los
20° con el africano o el esquimal.
No estoy muy seguro qué es lo que Riezler quiere decir aquí. Quizás quiere decir que, para que el
africano y el esquimal comprendan el significado de "20°", es necesario explicárselos en términos
de "cálido" y "frío".
Decís que el sistema en observación debe ser ampliado para que incluya los sucesos físicos que se
producen dentro del africano o el esquimal.
Se presume que esta es la respuesta del físico a la acusación: "¿No omitís las sensaciones de calor y
de frío que experimentan, respectivamente, el esquimal y el africano?"
Riezler parece pensar que el físico respondería algo semejante a esto: "No, no omitimos las
sensaciones. Describimos también al africano mismo y al esquimal como organismos. Los
analizamos como sistemas físicos; físicos y fisiológicos. Descubrimos lo que sucede dentro de ellos,
y, de esta manera, podemos explicar por qué experimentamos en sensaciones diferentes que los
llevan a describir el mismo día como 'cálido' y 'frío'." El pasaje continúa:
Esto os pone frente a dos sistemas en los cuales el gradiente de temperatura se invierte, frío en un
sistema y caliente en el otro. Este frío y este calor, sin embargo, no es todavía frío y calor. El
africano y el esquimal están representados en vuestros sistemas por un compuesto de sucesos
físicos o químicos; ya no son seres en sí mismos, son lo que son con respecto al observador
anónimo, un compuesto de sucesos descripto por relaciones entre cantidades medibles. Tengo la
impresión de que el africano y el esquimal están representados, en vuestra descripción, muy
desvaídamente. Vosotros colocáis la responsabilidad en las enormes complicaciones implicadas en
tal sistema.
Riezler se refiere aquí al sistema humano, al organismo total que, por supuesto, es enormemente
complicado cuando tratáis de analizarlo físicamente. Luego continúa:
No, caballeros, vosotros coordináis símbolos pero nunca describís lo frío como frío y lo caliente
como caliente.
¡Aquí aparece, finalmente, al menos la leve sospecha de la magia de las palabras El físico coordina
símbolos artificiales que realmente no trasmiten nada semejante a las cualidades. Esto es
infortunado, porque el físico es incapaz de describir lo frío como "frío". Llamarlo "frío" nos
trasmite la sensación real. Todos nos estremecemos, al imaginarnos cuan frío estaba. O, decir "ayer
hubo un calor terrible" nos trasmite la sensación real de calor. Esta es mi interpretación de lo que
Riezler dice. Si el lector quiere dar una interpretación más benévola, es libre de hacerlo.
Más adelante (en la pág. 7 2 ) , hay otra interesante declaración del Aristóteles de Riezler:
Permítase me volver a mi idea. La realidad es la realidad de las «sustancias. Vosotros no conocéis
las sustancias que están detrás de los sucesos a los que vuestro termómetro representa indicando
20°. Pero sabéis cómo son el africano y el esquimal...
Riezler quiere decir que sabéis cómo son el africano y el esquimal porque son humanos. Vosotros
sois humanos, por lo tanto tenéis con ellos sentimientos comunes.
. . .Preguntadles, preguntaos vosotros mismos, preguntad a vuestro dolor y a vuestra alegría, a
vuestra acción a las acciones que sucedieron sobre vosotros. Allí sabréis qué significa la realidad.
Allí las cosas son concretas. Allí sabéis que ellas están.
Riezler siente que sólo se puede alcanzar la verdadera realidad cuando hablamos del dolor y la
alegría, del calor, y del frío. Tan pronto como pasamos a los símbolos de la física —la temperatura,
etc.— la realidad se desvanece. Tal es el juicio de Riezler.
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Estoy convencido que no es el de Aristóteles. Aristóteles es una de las mayores figuras de la historia
del pensamiento; él tenía un supremo respeto por la ciencia. Él mismo hizo observaciones
empíricas y experimentos. Si pudiera haber observado el desarrollo de la ciencia desde su época
hasta la nuestra, estoy seguro de que estaría con entusiasmo en favor de la manera científica de
pensar y hablar. En verdad, probablemente sería uno de los principales científicos de la actualidad.
Creo que Riezler es sumamente injusto con Aristóteles al atribuirle esas opiniones.
Es posible, supongo, que Riezler sólo haya querido decir que la ciencia no debe concentrarse tan
exclusivamente en los conceptos cuantitativos que llegue a descuidar todos esos aspectos de la
naturaleza que no se ajustan muy bien a las fórmulas con símbolos matemáticos. Si esto es todo lo
que quiere decir, entonces, por supuesto, estaríamos de acuerdo con él. Por ejemplo, en el campo de
la estética, no ha habido mucho progreso en la elaboración de conceptos cuantitativos. Pero siempre
es difícil decir de antemano dónde será útil introducir la medición numérica. Debemos dejar este
problema en manos de los que trabajan en cada campo de investigación. Si conciben alguna manera
de hacerlo provechosamente, la introducirán.
No debemos desanimar esos esfuerzos de antemano. Por supuesto que si se usa el lenguaje con
propósitos estéticos —no como una investigación científica sobre estética, sino para proporcionar
placer estético— entonces, no se plantea cuestión alguna acerca de lo inadecuado del lenguaje
cuantitativo. Si queremos expresar nuestros sentimientos, en una carta a un amigo o en un poema
lírico, naturalmente elegiremos un lenguaje cualitativo. Necesitamos palabras tan familiares para
nosotros que inmediatamente despierten toda variedad de significaciones y asociaciones.
También es cierto que, a veces, el científico descuida aspectos importantes hasta de los fenómenos
en los que está trabajando. Pero esto, a menudo, sólo es una cuestión de división del trabajo. Un
biólogo puede realizar toda su labor en el laboratorio. Estudia las células en un microscopio, realiza
análisis químicos, etc. Otro biólogo puede salir a la naturaleza para observar cómo crecen las
plantas, en qué condiciones los pájaros construyen sus nidos, etc. Los dos biólogos tienen intereses
diferentes, pero el conocimiento que adquieren según sus diversos métodos forma parte de la
ciencia en su totalidad. Ninguno de ellos debe suponer que el otro realiza una labor inútil. Si la
intención de Riezler es, simplemente, advertirnos que la ciencia debe cuidar de no pasar por alto
ciertas cosas, se puede coincidir con él. Pero si quiere decir, como .parece, que el lenguaje
cuantitativo de la ciencia realmente omite ciertas cualidades, entonces, creo que está equivocado.
Permitirme citar una reseña bibliográfica del libro de Riezler realizada por Emest Nagel.^ "Las
teorías de la física no son sustitutos del sol, las estrellas y las polifacéticas acciones de las cosas
concretas. Pero, ¿por qué sería razonable esperar que las palabras nos calienten?"
Como veis, Nagel interpreta a Riezler de una manera aun menos caritativa de lo que he tratado de
hacer yo.
Quizás tenga razón. No estoy muy seguro. Nagel entiende a Riezler como si criticara el lenguaje del
físico por no trasmitir directamente, en sentido enérgico, cualidades como los colores que emanen
realmente de un cuadro colorido.
De la misma manera, podríamos trasmitir información acerca de los olores esparciendo perfume,
provocando olores reales, en lugar de nombrarlos. Quizás Riezler quiso decir —así lo entiende
Nagel— que el lenguaje debe trasmitir cualidades en este sentido fuerte, que debe realmente llevar
las cualidades hasta nosotros. Parece pensar que una palabra como "frío" a veces lleva en sí la
cualidad real de la frialdad. Tal punto de vista es, ciertamente, un ejemplo de la concepción mágica
del lenguaje.
Journal of Phihsophij, 37 (1940), 438-439.

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