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c1ON CONTRATIEMPO El Padre y el psicoandlisis. Una historia politica Michel ‘Tort ria del pad” y "EL Padre una in del gma paseo, Edizail Ackerman. Taduceia en proceso de edicin. Se reprodce com attrac, ‘©Monique David-Ménard, “Un v1 és ISBN: 978-956-8438-16-6 Disefioy iagramacidn: Paloma C: Lateflexidn histética —y, evidentemente, la his- toria misma— pone siempre en juego las relaciones de poder en las sociedades y las culturas. En este sentido, hay historia que no sea politica. Incluso cuando, las nociones de mito o de relato, aparentemen- te desprovistas de una referencia “objetiva” ala verdad 1s hechos hist6ricos 0 cuando se asocie al caricter lico” de su construccién cultural. n esta perspectiva se inscribe la problemiética ada por Michel Tort en su el libro in del dogma paterno'. Abi, el autor discute en pro- degoe pater tendo” sexual, del Cuando se aborda la historia (0 lo histérico) al terior de la discusion psicoanalitica sobre la subje- ‘vided (a nivel tanto individual como colectivo), re- sulta obligada la referencia a los textos lamados “cul. turales” de Sigmund Freud (Tite y Tabit, Mlestar nla cultura, Pricologta de ls masasy andlicis del yo, entre otros), asi como la implicacién de la problema. tiea historica en las vicisitudes de su experiencia “cli. nica desde el célebre caso del llamado Hombre de los ‘bos, hasta las problemiéticas concernientes ala cons- ‘tuccién dela “verdad histérica” en Consérucciones en «anilisie. Sin embargo, cuando es tomado como ob- Jeto de indagacién histérico-critica, y no solamente como una perspectiva de anilisis(histético, en este caso), el s resulta un “material” especi mente relevance para estudiar las distintas maneras cémo las culeuras icadas en los debates sobre la Subjetividad han producido sus relatos “identitaros”, ahi donde la cuestién de la diferencia y del conflicte crete los sexosjuega un papel central, De modo que una lectura. is acarrea una lee- cura de la historia cultural misma, al menos desde hhace poco més de cien afios, Puesto que el psicoand- » como teorfa 0 como prictica, es inseparable de las condiciones sociales que lo han hecho posibl como del carfcter histérico de sus propios “objetos" icisicudes las neurosis, el malestar en la cultura, de la sexuacién y de la subjetivacién. Se trata de condiciones histérico-sociales que, de un modo general, circunscriben lo que llamamos Modernided y, més particularmente, el espacio so- cial y politico inaugurado por las revoluciones “de- wacréticas” en Occidente. Para algunos, resulta in- ible vincular la “revolucidn” freudiana a las trans- formaciones politicas que dieron paso a un nuevo régimen de la subjetividad en el individuo moder- no. Es el caso de la posicién asumida por Jacques Andvé, discutida por Michel Tore en su libro y, des- perspectiva, por Marcel Gauchet y Gladys is sobre el nacimiento del alienis- condicién necesaria para pensar la con- revolucién freudiana con respecto a ws y desarrollos de la Iégica de los dere- politica de la historia, cuando de los psicoanalistas sobre de la foie, C los procesos de subjetivacién, ha quedado a menudo cscurecida por el énfasis“simbélica” puesto en las hipé- tesis sobrela relacién del sujetoa sus vinculos parentales y sexuales, de la cual la referencia al Padre opera como sussintoma (“simbélico” por lo tanto) més caracteristi- cot. Desconocimiento que puede resultar paradjico, consideramos que uno de los textos de Freud més recu- sidos para tratar este asunto—es bélico” del Padre— descansa en tn hiptesis que pone lacento.en un acto tanto més politico que sacrificial la violenci la dimensién politica de “lo simbélico” ha quedado desde entonces supeditada a una lectura psicoanalitica que tiende, més que a subrayar sus alcances reales (po- licos), a levantar un consuelo si seguimos la expresion de Michel Foucaul al “desamparo abierto por la ausencia de los dioses". “Desamparo” que ha amparado, sin embargo, las ma- yores violencias y paderes Uno podria sostener, no sin argumentos extrai- nalftica” la que ha sido, en terreno prictico desde el cual se ha cons- ‘ruido la teorla—, que el psicoanilisis no estd para eso y quemantiene una especificidad diseursiva —paraal- {gunos incluso una “ética” propia— cuando aborda el cardcter estrictamente pstquico dela realidad con la que ‘cuenta en su praxis. Y, por lo tanto, que no habrria que peditle al psicoandlisis tomar posicién en un debate . Pero ello signi aquese encuentra fuera de su “campo”, ficarfa resolver aparentemente el problema anulando Ja pregunta que acarzea. En cambio, el objeto sobre el cual Michel Tort propone su andl pecificidad discursiva.o “clinica”, sino que concierne icacibn de los psicoanalistas —més que . desde esta su- del psicoan: arespecificidad, se proponen aleances réricos (me- colégicos), “clinicos” y “antropoldgicos” que aca- onsecuencias politicas. La cuestin es saber si Je ahorrarnos estas consecuencias, toda vez dada por nuestra sujecién a un campo de lenguaje, de palabra y de cultura, La pregunta, freudiana, por la relacién de “lo psfquico” a Ia realidad, es traducida entonces como la relacién de lo simbolico a las con- diciones “reales” o “imaginarias” de la experiencia sub- jetiva. La gran ausente, dirfa Michel Tore, en esta pers- pectiva teérica, sla politica; aun cuando no serfa muy fil encontrar en dicha “lectura’ psicoanalitica una implicacién reciproca entre la apelacién a “lo simbé- lico” ylas consecuencias que de ahi se desprenden para pensar la subjetividad en la historia. Michel Torcabor- daen cambio, muy frontalmente, esta dimensién de lo politico en lo simbélico, especificamentea propé- sito del tema central de los trabajos que presentamos aqui la condicién histérica de la paternidad y de su reivindicada o lamentada “decaden Estos trabajos tienen, como lo plantea Moni- que David-Ménard al final de este libro, un lugar ase- gurado y polémico en la historia del psicoandlisis’. Pero si bien abordan este aspecto especifico y cierta- mente de gran relevancia para pensar las vicisitudes a la vex subjetivas y sociales de lo actual —la cuestién de “El Padre” y los discursos referides a él—, sus al- ceances exceden ampliamente dicho terreno al vislum- brar una problemética que concierne a “lo actual” mismo, Cémo pensar la historia no sélo a partir relaro—o de : a cadeun tiempo anterios, sino en funcién también de Jo que aht se produce politicamente, que ¢s siempre actual? Pregunta que es, por cierto, pertinente al in terior de la teoria y de la clinica psicoanalitica, de las cuales Michel Tort destaca con fuerza sus vasal ideoldgicos —o, en muchos casos, abiertamente accionarios— y, también, de las cuales extrae su pro- pia posicién critica Noes muy dificil, y ciertamente necesario, des- cribirel cardcter idealigico —o simplemente conser- vvador— de muchas de las formulaciones psicoanali- ticas sobre el sujeto llamado “actual”. Particularmen- te cuando la “clinica” sirve de apoyo a hipétesis “an- ropol6gicas” sobre el sujeto y la cultura. Ellas van desde la “chisica” apelacién al défict simbélico de las psicosis —que estarfa dado por su incapacidad meta- ica “paterna” y que setfa el paradigma de un peli- siempre en ciernes— hasta la no menos clésica histeria que “ya no haria su oficio” (fe .e caso)®, Incluso, para no permanecer een el teritorio “lacaniano” donde la po- de Michel Tore parece estar a sus anchas, tales premisas —y consccuencias— ideoldgicas no son ahorradas por los representantes més conspicuos del tan propenso a diagnosti- car las decadencias di 's nefastos narcisisimos patolégicos de la a y sus consecuencias para una sana armonfa conyugal’ Pero los trabajos de Michel Tort apuntan en di- recciones bastante mas diversas que las pretensiones versales” de las perspectivas clinicas del psicoand- cuando abordan con nostalgia los poderes per- didos por los padres, los hombres y los poderes de antafio. Si bien su orientacién critica se ditige a la n, por ejemplo) y, sobre todo, a la implicacién de los psicoanalistas como “guardianes” de la Razén en Occidente®, no es sélo el sién hist6rica critica sobre “El Padre”, sino que ella consigna las vicisitudes politicas de la paternidad mis- * Ono Kernberg, La ro 4 Kemberg, Le tora de as elacones de objet, Pads, 1989, 9p, 104-105: Relciones a tad valided y patel i "Agen ad love in thc reoatip of te cout oo Anes Pychgeabic Aan NBL, las pecionaerelatvament tori. 4p. tp. 154, Respect al ca 9 psiquidscoy psiconnalitico, considera hi Phehianie, Pychanaen Hater sma, de las cuales el psicoanilisis es parte involucrada, pero evidentemente no la tinica, El libro de Michel Tort, del cual extraemos sslo algunos de sus momentos, recorren amplios dominios sociales, culturales y politicos: la religién, el derecho, los movimientos libertarios de las reivindicaciones fe- mministas, los avatares dela filiacién, de la procreacién, dela sexualidad. Es dificil por lo canto quedar al mar- gen de ls interrogantes que abre para pensar nuestra actualidad, seaen Francia 0, masampliamente, en nues- to mundo asf llamado “globalizado”, Evidenremente, la discusi6n que orienta los tra- bajos de Michel Tort, es necesario situarla en el con- texto social, cultural y politico de Francia; aun cuando para ealizarla apele sus correlatos “americanos” 0 cuan- doal leerla no dejen de resonar en nosotros sus correla tinoamericanos. La referencia a cuestiones de or saridico-politico, tales como los derechos paren- lesen la homosextalidad, la violencia cjercida contra la patidad politica, etc.,son todas euestio ‘as para el andlisis que el autor nes propo- necesario considerarlas como asuntos que stra realidad, por ejemplo en Chile o Latino- suentran en un momento preli- Jos trabajos que presenta- jo aun debate, {que en nuestro me- mas, los tra- bajos de Michel Tort conti bate que es propio al psicoandl 1. El psicoanilisis y Ja historia del padre nio “especifico” o en lo que representa como discurso critico sobre la subjetividad y la cultura Roberto Ac La historia de los padres y “el Padre” en un objeto, y en ja, cian El padre empieza a convert primer lugar simplemente en un objeto de hi tio cierta realidad histdrica delos padres —el poder con dl que han sido investidos durante milenios—, se ve la, No faltan trabajos empfricos eruditos que tra- ca de los pa- condiciones en las cuales se los designa, poderes los que disponen sobre su progenie,ideologtss de lt acién que se supone dispensan, sent nan y suscitan, etc. Ya se erate de la feudali- » 9 de la China’, el cardecer indisociable yy del poder parerno esté claramente Mas atin, de estos trabajos surge, cuando re paternidad y poder, que es wine depres dela el modelo de vasa © que define la relacién paterna yno ala inversa, Pero, paradéj puede decirse quélla figura amente, no por ello ‘el Padre” haya sido rico a la altu- ‘adel sujeto, Esta situacién no es para nada azarosa’ Es ue, antes de ser un objeto, “el Padre” es primero un valor'y uno de los més hermosos baltartes de fo que Seha convenido en lamar nuestra “herenciaespricual” en Occidente, Por consiguiente, aqui no se trata solamente de intentar representarse la paternidad como una realidad historica, sino mis precisamente de redefinir en qué Condiciones es posible ests historia, No es que nos fal ten relatos histéricos sobre al padte, pero noes seguro ue hayan superado ciertasdificultades de la empresa, Asegurar la puesca en perspectiva en la historia de esta realidad que es la paternidad, yaes empezar a escapara |h percepcidn ontoligica que se despliega muy natu- ‘almente a partir de a “‘metapsicologl” del padre, por- que deriva de las religiones del padre. Peto si es una condicién necesaria, no es una condicién suficiente. Asi pues, este an: notable de las representa- bleeingenuodelaanroridad paterna™* es muy carac- teristico de los sin salidas de esta apelacién sofistica a tuna funcién paterna que seria ajena alo que ha condu- cido al pater femiliasa su rui te, el monopolio del efecto simbslico en el nifio, la riedad, la violencia bajo todas sus formas). Re- cuérdese que (la posicién domi re Bourdieu comenta un pasaje de La promenade au phare de Virginia Woolf, pasajeen cl cual un padre, tras haberle negado brutalmente a su jo un pasco por el mar, es sorprendido por su esposa declamando en su jardin un poema de Tennyson, Lat Charge deta brigade lege, « propésito de lo cual es- ctibe Bourdieu: “Elpadee inflexible quevconsuna frase Lalectura de Thierry Vincentes muy caracteristi- ca del esfuerzo para “salvar al padze”, Los humanos no han esperado las revelaciones del nuevo testamento de Lacan los comentarios de sus émulos para entrever quel padre tenfa un rol de padre especificoen su rela- cién entre este rol, en su generalidad, y una ‘a, como hombre, en negar, en separar, y én paterna’: Esta es que seria el motor de |h confusién que se trata de organizar, y el ejemplo del pasaje de Virginia Woolfse presta admirablemente para + “un hombre también es un hacer surgi la racionalizaciones que intentan, hasta el. absurd, justficar las buenas razones por las cuales el padre es perfectamente padre en la citcunstancia. En efecto, zqué nos dice el comentador? Primero, nos hace observa, sin reftse, que, después de todo, en efecto, 10 que juega a ser hom- bre™®-M, Ramsay tiene muy buenas razones para re- citar en su jardin La Charge dela brigade lgere, ya que ado, jdemostré que gol Ad ustos, 2Las mujeres, acaso, no juegan a ser mujeres? , Seamos . Virginia esta mal inspirada cuando subraya el infant vuelta el espejo del lado de la “mascarada femenina’ antes de mofarse dé los hombres’ Evidentemente, gue el alegato, si hay w cho, en el 2), es un poco fastidioso pero en el fondo (yaqut viene el giro retérico que hace las delicias del Jacaniano desde el modelo del Amo), esta i es juscamente laesencia de la paternidad, del ser padre. ifo en el hombre (en el ma- **Se trata de una huella de esta diferencia en s{ misma pues ningiin hombre accede verdaderamenteala rto..2En ién las csencia del ‘ser padre’, salvo cuando esté m semejantes condiciones, los hombres (pero tan social, mujeres) no pueden sino i garcl jucgo del padre, y lo consi rar jugar al padre, oju- sna veces, al menos momentdneament Ahora bien, zde qué se trata? De una mirada de Virginia Woolf del saqueo cometido por el padre res- pecto del suefio del hijo (el paseo) en lo que tiene de indefendlibleycon lo infantil del padre Es precisamente jo/nifto [enfant] en cenel momento.en que el padrees su rechazo cuando habe imperfecto de su “ser pad vveremos, en el corazén mismo de la concepeién del pa- cre en Lacan, porque expresa en la teoria exactamente la 1ejustificarlo en el ej Este sofisma esta, como clser padre consisteen sostener el deseo del hijo (y no sistemiticamente en decepcionarlo, ya que est en po- sicién de fuerza y de abuso de ésta del padre) para cambiar de época. Pero era contarsin lo mortifero del as el Padre-la Muerte. No se que sélo hay padre verdaderamente cuando ests muerto. Desde hace mucho tiempo sabemos que la fuga en la muerte, el sacrficio, consticuyen el deber de estebi concepcién (Abraham), tido que evidentemente este padte es un poco infantil, sobrevie juscamente identi- ficar | {que siempre hay algo del nifo en el hombre, entonces scadvierte, en este caso preciso, emo el hombr se podria decir, juega y vuelve a jugar durante toda la vida el juego del padi del padre muerto, de la manera como el padre debe morir® y de lo que queda del padre después de su ese juego es justamente el en este caso la ereccién del padre muert queel Padre est mudo. * 2. Fundamento de la dominacién filica Ahora queda por explicar por qué, de todas ma- neras, la realidad del otzo frente a la pretendida do- minacién masculina es la ineluctable dominacién fi- lica, Una ver mis, somos deudores del texto al que se considera haber lanzado el famoso fragmento, con una naturalidad que hartas veces falea en las argumen- taciones mas embellecidas, més alusivas de muchos psicoanaliscas, que en el fondo dicen lo mismo, pero de manera embrollada. Desde el principio, estamos comprometidas. Freud plantea “la persistencia en el hombre de una guerra original de los sexos, nunca verdadera y definitivamente calmada". Lo que esté cn juego: “tener 0 no tener”. Al menos, es claro. El nervio de la guerra es el sexo masculino,’Curioso con- flicto, como veremos de entrada, ya que de cualquier manera las que no lo tienen no lo tendran (es una desigualdad, incluso la desigualdad), pero aquellos quelo tienen tampoco lo tendriin “verdaderamente”.- Sin entrar aquf en los detalles de la argumentacién freudiana movilizada®, advireasc que sc pasa de la constatacién freudiana empirica de la “primacta del falo”, que traduce la manera como la representacién filica se impone en la psique infantil, a la idea de una sola libido masculina, y a la de una de cluctable, definitiva en lo relativo al pene y al falo, la res comlarecuperacién tranquilizadorade lo.que no, tendrin jamds? La rivalidad entre los sexos que se desarrolla en la actualidad no hace més que expresar cesta lucha filica arcaica. Por més que se pongan en evidencia las manifestaciones empfricas de la domi- nnacién masculina y las eeivindicaciones para ponerles cérmino, en sltima instancia se trataria de una lucha entre dos arcaismas: el de los que se proponen actuar para asegurarse que lo tienen dominando a las muje- tes, yel de las que se asegurarfan que pueden conse- guirlo mediance algunos arreglos sociales igualitaris. Por ende, la causa feminista es de una simplicidad evangélica: “Siempre se trata.de-la.cosa sexual”, en- tiéndase ese Dios de cosa que falta, Evidentemente, podrfamos estar tentados de despotticar contra el ca- rdcter fechado de la teoria freudiana de la feminei- dad”, pero esta observ: ces, Entonces se tratard de mostrar que ninguna igual- in no tiene grandes alean- dad de derechos, por su propia nacuraleza, puede apa- ciguar la guerra arcaica. A la problematica igualita- ria se le opondra pues que parece negar la diferencia Epilogo Un verdadero debate char con cuestiones complejas para pensar a la vez, sobre el psicoanilisis por el contrario, la diferencia, a redefinis, por otra tad y Ia igualdad™, se trata de objetar a priaviel falo: “La igualdad de dere- parte, entre los sexos y I Monique David-Ménard cho entre los sexos no tendrsrazén ante la diferencia bioldgica y sus consecuencias; no necesariamente aca- rrearé una identidad sexual”, Pero, quién habla de identidad sexual?;No se trata més bien del fantasma Fin del dogma paterno un libro que hars histo- ‘no anula los avances de su pensa- proyectado en las indicaciones igual miento y su erudicién sirve permanentemente al tra- bajo de un analista que expone lo 5 en fa conjun- ccién de la “neutralidad benévola” de a escucha psicoa- posible su posicién de analista en el encarga de defini 1 propésitoa partir de aquello que todo el mundo llama “democraci sin que se expli- que bien qué quiere decir este vocablo. El inconsciente permeable a la historia as transformaciones afirmar trayectos especificos de socializacién de deseos —particularmente a partir desde las Iuchas contra el teivindicacién de hombres y de mujeres de no ser excluidos de la parentalidad por el hecho de sus clecciones sexuales *homos”; desde el desarrollo de es- tas transformaciones entonces, elapsivoanilisigg gue” bicnsunacfnerzacseactiviae Si bien el psicoandlisis no impone una moral, se ha dado muy a menudo ese rol desde hace cincuenta afios, volviéndose incapaz de en- frentar los avances de otras corrientes de pensamiento y de accién respecto alas cuestiones de la parentalidad. + Estaypasicién-espolitiga tumbicn en, canto reposaso- lc lademocracia. Este juicio y estas posiciones se apoyan, en el trabajo de Michel Tort, satoridad polisica,Lesde hace muchos siglos, ysingu- mente en la teorfa politica del derecho natur referenciaa la paternidad fue contestada como pio politico, antes de ser explicicamente desplazada en los derechos del hombre y del ciudadano, que no se en nombre del padre”. Pero siel padre ya no «5, desde las revoluciones de los siglos XMjllgeXIXeel ial se enuncia la unidad de un cuerpo social i po-como referencia para ta autoridad familiar v paren- ‘all psicoanalisis, que habria debido analizar estas foams ; ‘ con.el nito freudiano del asesinato del Padre ch ki teo- Se acepta con bastante facilidad que las « forma-

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