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TRILOGÍA TEATRAL
Guerrero, Gabriel
El cuerpo : trilogía teatral / Gabriel Guerrero. - 1a ed.
Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Fundación CICCUS, 2022.
80 p. ; 23 x 16 cm.
ISBN 978-987-693-903-4
Impreso en Argentina
Printed in Argentina
Gabriel Guerrero
A Pablo y Mariela
(…) Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.
No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.
En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.
Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.
Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.
Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera
de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.
Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irá a cada lado
disputando tu novia y las abejas.
Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.
A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.
Miguel Hernández
Elegía a Ramón Sijé
Prólogo
9
ble vivir sin culpa un amor, aunque haya sido esperado tanto
tiempo?
Finalmente, el momento más conmovedor se desarrolla en
El Padre porque Matías allí plantea un tema más que doloro-
so, verdaderamente trágico. Ese niño que alguna vez perdió
juguetes, amigos, compañeros, escuela, maestros, por fin po-
drá expresar lo que seguramente han vivido muchos y que a
tantos les costó la vida: la tragedia del exilio que tanto afecta
en la partida y también en el regreso.
Realmente hay que agradecer a Gabriel Guerrero por ex-
presar con tanta claridad y con tanta fuerza dramática estos
sentimientos, que seguramente muchos padres en el caos que
vivieron nunca pudieron tomar en cuenta frente a la decisión
de salvar y salvarles la vida a sus hijos, y hasta es posible que
estos diálogos nunca hayan sucedido.
Gracias, Gabriel, en nombre de todas las madres y padres
que tal vez nunca pudieron comunicarse así con sus hijas e
hijos.
Nora Lafon
Prólogo
10
Introducción
Teatro y política
Karl Marx,
Contribución a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel
11
surgimiento de la clase comerciante es lo que parece decidir el
pasaje de la aristocracia a la democracia y con ello se plantea
la exigencia de una ley impersonal más racional y objetiva que
Themis. Entre los siglos vii y vi a. C., entonces, surge el derecho
como dike “(...) regla general cuya obligación se aplica por igual
a todos (...) la dike se fue instalando progresivamente en la con-
ciencia jurídica de los ciudadanos como el criterio o “medida”
para discernir acerca de lo justo o lo injusto, lo que obliga a
la consiguiente codificación de las costumbres en nomoi (leyes
escritas) basadas en dike. De modo que la fijación escrita de la
norma derivó progresivamente en nómos es decir la suma de
las costumbres humanas (...)” (p. 51).2 Nómos produce un vi-
raje en la concepción moral de los ciudadanos (areté), en tanto
que esta deja de estar subordinada a las actitudes heroicas de
los nobles para definirse en función a la sujeción de los indivi-
duos a las leyes del Estado.3
En Mito y Tragedia en la Grecia antigua, los autores Jean-
Pierre Vernant y Pierre Vidal Naquet amplían la información
histórica que aporta Soares, a la vez que dan cuenta del lugar
que ocupa la tragedia en este proceso de transformación social:
En la época anterior a la creación de la república ateniense la
falta (hamartía) se consideraba como un extravío de la inteli-
gencia propio de quien ha perdido la dirección, el sentido de sus
actos. Se trataba de una furia maléfica, de carácter religioso que
se apoderaba del sujeto, una fuerza externa frente a la cual no
podía hacerse otra cosa más que obedecer, el individuo que pa-
decía de este mal se lo consideraba víctima de él, no su agente.
Como consecuencia de las reformas en el campo del derecho
surge una nueva noción del delito definida en oposición a la an-
tigua noción de falta: hekón (acto realizado de grado) que se
Introducción
12
opone a ákon (acto realizado a pesar de uno mismo), ambos tér-
minos se definen en relación al conocimiento y la ignorancia
respectivamente. Estas dos dimensiones de la falta se entrela-
zan en el accionar del héroe trágico, es decir, el héroe actúa por
imposición del designio de los dioses por un lado y movido por
un interés particular por el otro.
El héroe encarna al hombre de la Grecia antigua ante la proble-
mática que le plantea el desarrollo de la ley, que si bien posibi-
litó un reordenamiento social más equitativo que aquel estable-
cido en la época del gobierno de los nobles, planteó además la
posibilidad de poder pensar una acción humana no determina-
da por el mandato divino en un tiempo donde aún no se contaba
con el concepto de “voluntad”; lo cual determina, para los auto-
res, que a diferencia de los modernos los antiguos no pudieran
implicarse como agentes responsables de sus acciones y de las
consecuencias que de ellas se siguen, en tanto que “La voluntad
se presenta, en efecto, como ese poder indivisible de decir sí o
no (...) Este poder se manifiesta en particular en el acto de la de-
cisión. Desde el momento en que un individuo se compromete
mediante una elección, desde que se decide, se constituye a sí
mismo –sea cual fuere el plano en el que se sitúa una resolu-
ción– como agente, es decir, como sujeto responsable y autó-
nomo que se manifiesta en y por actos que le son imputables”.4
Vernant y Vidal-Naquet consideran que la estructura de la
tragedia antigua se soporta en una “lógica ambigua”: el héroe es
“…a la vez sujeto agente y pasivo, culpable e inocente, lúcido y
ciego (...) domina toda la naturaleza con su espíritu industrioso
pero es incapaz de gobernarse a sí mismo…”.5
El cuerpo - Gabriel Guerrero
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Las palabras que se intercambian en el espacio escénico cum-
plen menos la función de establecer la comunicación entre los
diversos personajes que la de señalar los bloqueos, las barreras,
la impermeabilidad de los espíritus, la de delimitar los puntos
de conflicto para cada protagonista encerrado en el universo
que le es propio (...) en el curso del drama, el héroe se encuentra
“preso por la palabra”, una palabra que se vuelve contra él apor-
tándole la amarga experiencia del sentido que se obstina en no
reconocer.6
Estas ambigüedades tienen una doble función, por un lado, lo
ambiguo al posibilitar diversas interpretaciones sobre un mis-
mo suceso –propiedad que está inscripta en la definición del
término– da cuenta de la existencia de algo del orden de lo enig-
mático –muerte, origen, sexualidad, etc.– que en épocas ante-
riores a la constitución de la tragedia dieron lugar a la configu-
ración de los mitos; de donde la obra trágica extrae sus temas a
la vez que actualiza los enigmas (…).7
Pero dicha ambigüedad, al mismo tiempo, es la puesta en es-
cena del fenómeno de conmoción en el que se halla el público
ateniense por efecto del descentramiento que ocasiona la irrup-
ción de una nueva jurisprudencia, a partir del establecimiento de
un orden social distinto; el propio Sófocles, hombre de la nacien-
te república, autor trágico, trastoca el antiguo mito de Edipo, en
el que el rey de Tebas, habiendo atravesado sus circunstancias,
muere de viejo en su trono, en una obra donde el héroe, por los
mismos sucesos, se arranca los ojos y muere en el destierro en
compañía de su hija Antígona.
Introducción
6 Ibid, p. 38.
7 Guerrero, Gabriel (2006), “Comentarios de Mito y tragedia en la Grecia
Antigua”, en Psicoanalítica, Año 7, N° 9, Editorial Centro Psicoanalítico
Norte, Buenos Aires, pp. 195-199.
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Desde esta perspectiva, la obra trágica se le presenta al es-
pectador como “philos, un igual en el esfuerzo de haber pade-
cido (…) adversidades análogas (…)”.8
En Historia y Trauma, Davoine y Gaudillière designan con
este término la relación de dos sujetos que atraviesan una si-
tuación de catástrofe tal, como la guerra:
Entre los que luchan lado a lado, el combate despierta una re-
lación por cuidar al otro, física y psíquicamente, equivalente a
las relaciones familiares más precoces y más profundas. Pa-
troclo –pero también Sancho Panza en el registro cómico de
otra epopeya– es el amigo, el escudero, sin duda un igual en los
momentos de peligro extremo. Su muerte deja al sobreviviente
como una mitad incurable, hasta tanto el desaparecido no haya
recibido una sepultura, condición necesaria pero no suficiente
para la restauración del lazo social.
Nadie tiene idea de la proximidad de estos dos. Cada uno es
otro sí mismo. La palabra griega philia indica también un vín-
culo incondicional, que se impone a veces por sobre los vínculos
con los suyos.9
Esta relación –tan intensa que la palabra philia se vuelve difícil
de traducir, pues es algo más que amistad o amor y además algo
distinto– es un sentimiento elaborado en el campo de lo Real10
al cual es difícil aproximarse en la vida normal.11
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Por lo desarrollado hasta aquí, pueden inferirse al menos
dos consideraciones: en primer lugar, puede decirse que es de
su experiencia bélica de donde los antiguos dramaturgos ex-
traen el saber que les posibilita la construcción ortopédica de
ese otro que ha padecido “adversidades análogas”. En segun-
do lugar, la necesidad de elaboración de un dispositivo tal da
testimonio de la percepción de que cualquier transformación
en el campo social, más allá de los ideales que se propongan
alcanzar, del plan trazado por la dirigencia de la ciudad, con-
mueve la matriz cultural y la estructura humana de los sujetos
que componen la comunidad y que dicha conmoción debe ser
contemplada y asistida.
Lo dicho implica, entonces, que, desde sus orígenes más
remotos en el ritual religioso, la tragedia antigua toma y tras-
mite al teatro moderno la función de ocupar un lugar en la
política que apunte a dar testimonio de una humanidad sa-
cudida en lo más recóndito de su ser por las idas y vueltas de
la dramática social.
Desde su función, el teatro de El cuerpo habla.
Gabriel Guerrero
Introducción
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