Está en la página 1de 13

Hi orias y

Leyendas de Roma
Manuel Velasco

st

L a llamada Ciudad Eterna bien podría ser escenario real de algunas de esas
novelas en que se mezclan elementos inquietantes aparentemente
desconectados entre sí, pero unidos de manera laberíntica por oscuras y
profundas raíces, y que entre todos forman la estructura de una ciudad paralela a la
que recorren tanto los turistas ocasionales como sus habitantes cotidianos.
Historias de tiempos remotos, donde pueden mezclarse a partes iguales
leyendas, recuerdos, fantasías o tradiciones populares, en los que a veces resulta
difícil separar unos de otros, pero, al margen o como complemento de las rutas
establecidas, esta es una propuesta para ver Roma con otra mirada.
En Roma tienen clasificados unos 460 hipogeos (lugares subterráneos).
Algunos de ellos son las catacumbas, de las cuales muy pocas pueden visitarse, los
columbarios, de los que hay cie tos, y los subterráneos de las iglesias, como la de
San Clemente, construida sobre estructuras de iglesias anteriores que, a su vez, se
levantaron sobre un mitreo (templo dedicado al mitraísmo). La sala principal tiene un
altar con un bajorrelieve de Mitra, con un gorro frigio, sacrificando un toro, junto a
un perro, una serpiente y un escorpión, representando todo ello el momento en que
fue creado el universo material. Otro mitreo más pequeño se encuentra bajo el suelo
de San Stefano Rotondo o la basílica de Santa Prisca.
El culto de Mitra, de origen persa y predecesor de muchas otras religiones, se
expandió con las tropas de Alejandro, en el siglo IV aC. que volvieron de la campaña
de Asia Menor. En Roma fue difundido en el primer siglo aC por los militares que
regresaban de oriente; a su vez las legiones romanas lo extendieron por todo el
imperio. Más tarde convivió con el cristianismo hasta el siglo IV. Cuando el
cristianismo se convirtió, gracias a Constantino y después a Tertuliano, en religión de
estado, el mitraísmo recibió especialmente las iras de los cristianos, que veían en esta
religión a un duro competidor. Tuvo un breve renacimiento con Juliano el Apóstata.
Las ceremonias se realizaba en templos subterráneos, seguramente porque en
su origen se hacían en grutas, y los adeptos o mystas, que podían ser por igual
hombres libres o esclavos, debían pasar por 7 grados de iniciación, que




n

representaban las 7 esferas celestes que el alma debía atravesar para conseguir la
liberación. Cada grado tenía un símbolo y un planeta protector. A partir del tercero,
cuando se grababa una imagen en la frente con un hierro al rojo vivo y ya era parte
de la sagrada milicia, podían participar en los Misterios, de los que nada se sabe a
causa de la amenaza que pendía sobre quien revelase algo de ellos. Al llegar al
séptimo, se ponían el gorro frigio, tal como el que portaba Mitra, y recibía el título de
pater.
También oriental fue el culto de la diosa de la fertilidad Cibeles. Sus
sacerdotes se autocastraban creyendo que así ayudaban a la fertilidad de los demás.
Durante la festividad anual, estos sacerdotes también se mortificaban para ofrecer su
sangre a la diosa, entre un estruendo de tambores y cantos. Algo menos sangrientos
eran las lupercales (del dios Luperco) cuyos sacerdotes, tras sacrificar dos cabras y
un perro, hacían látigos con sus pieles aun frescas y corrían por las calles de Roma,
azotando a quien encontrasen en su camino. Y la gente lo aceptaba gustosa, ya que
esos azotes facilitaban la fertilidad. Los creyentes, para aumentar la acción benéfica,
coronaban la fiesta con una orgía.


El Capitolio se llama así gracias al cráneo (caput) de un guerrero etrusco
llamado Olus, que se encontró en aquel lugar. A su vez, capitolio dio lugar a la
palabra capital. Era una colina sagrada donde estaban los templos de Juno y de
Júpiter, con una enorme estatua de oro y marfil, y también la residencia de los
espíritus tutelares de los romanos, que la designaban como el ombligo del mundo.
Cuando los celtas galos intentaron asaltar la ciudad, las ocas que había en esta colina,
consagradas a Juno, dieron el grito de alarma en la noche. Desde la llamada Roca
Tarpeia se arrojaba a los traidores; su nombre se debe a una joven a la que
sobornaron los sabinos para poder entrar al Capitolio.
La forma actual se debe al papa Pablo III, con 3 palacios en torno a una plaza
redonda, con la estatua ecuestre de Marco Aurelio, que en la Edad Media fue
identificada con la de Constantino. De una colosal estatua de este último se
conservan fragmentos en el interior del Palazzo dei C nservatori. También este
incluye la Loba capitolina, del siglo V a.C., símbolo de Roma.


o

Esta famosa loba alimenta a Rómulo y Remo, que al nacer fueron arrojados al
Tíber por su tío, el rey de Alba Longa; pero, como su padre era el dios Marte, la
corriente les llevó hacia tierra firme, donde una loba los encontró y amamantó hasta
que un pastor se ocupó de ellos. Más tarde, Rómulo, elegido primer rey, levantaría
unas cabañas típicas de la Edad del Hierro en la colina Palatina, rodeándolas por el
surco en forma de cuadrado sobre el que se levantarían las murallas. Este ritual,
hecho con un arado, era tan importante como para que Rómulo matase a su hermano,
que, seguramente movido por la envidia, traspaso el surco. La primera acción
conocida de los romanos fue el rapto de las mujeres del poblado de los sabinos.
En el Foro había un cripta con una inscripción grabada en una piedra negra a
modo de maldición, para que nadie penetrase en ella; decían las leyendas que desde
este lugar, Ró ulo ascendió al cielo, arrebatado por una nube durante un tormenta
(algunos dicen que era un eclipse), ocupando así un lugar entre el panteón de dioses.
A pesar de esas ideas de ascensión, el papa Alejandro VI Borgia mandó demoler una
pirámide que se creía era la tumba del fundador de la ciudad. Giotto pintó esa
pirámide en uno de los cuadros que pueden verse en la pinacoteca vaticana.
Entre el Foro y la colina Capitolina se encuentran los restos del templo de
Saturno, dedicados al dios que durante un tiempo hizo de rey, en el que no hubo
guerras ni crimen ni esclavitud ni propiedad privada. En su honor se celebraba
durante una semana la fiesta llamada Saturnalia, una especie de antecedente del
Carnaval con mezcla de Navidad, en el que el orden establecido se invertía. Los
romanos ilustres vestían ropas plebeyas y servían a los esclavos; por otro lado, las
gentes se intercambiaban regalos y estaban prohibidos los castigos.
No lejos de este templo se levantaba el dedicado a Vesta, cuyo fuego debía ser
mantenido continuamente por las vírgenes vestales. Estas jóvenes, pertenecientes a
las nobles familias, eran seleccionadas siendo niñas y su sacerdocio duraba 30 años:
los 10 primeros aprendían, los 10 siguientes practicaban y los 10 últimos enseñaban.
Si alguna vestal dejaba que se apagase la llama sagrada era azotada y expulsada del




m


templo. Si alguna rompía el voto de castidad, era enterrada viva (las crónicas citan 10
casos), mientras que su amante era azotado hasta morir. El quebrantamiento también
suponía una especie de maldición para la ciudad, provocada por la energía femenina
descontrolada. Cuando terminaban sus funciones, podían vivir como quisieran y
gozaban de una buena posición social y financiera.
De todos es conocido el incendio de Roma en tiempos de Nerón. Comenzó
el 18 de julio del 64 aC. y se prolongó durante 9 días y 9 noches, destruyendo
gran parte de la ciudad. Cuenta la leyenda que el incendio fue ordenado por el
propio emperador para conseguir así espacio en el que hacer una nueva Roma,
con una espectacularidad y grandeza dignas de él, que se consideraba la
reencarnación del mismísimo Ra; tal vez por eso cantaba y tocaba la lira
mientras contemplaba las llamas devorar la vieja ciudad y posiblemente soñaba
con su futura residencia: la Domus Aurea, que tendría una extensión de 800 mil
metros cuadrados (unas 25 veces el tamaño del Coliseo).
En cualquier caso, aprovechó la oportunidad para acabar con la
comunidad cristiana, a la que acusó de haber provocado el incendio y cuyos
miembros sufrieron todo tipo de muertes violentas.
También por eso sería conveniente revisar la historia de este césar, que
perdonó la vida de cuantos atentaron contra su vida, familiares cercanos
incluidos o que decretó que se aceptasen las querellas presentadas por esclavos
contra sus amos. Parece ser que ni siquier se encontraba en Roma cuando se
produjo el incendio y que, cuando se enteró, mandó dejar pasar al Campo de
Marte e incluso a sus propios jardines a quienes habían quedado sin hogar.
Entre las ideas megalómanas de Nerón estaba el que se le recordasen en la
posteridad por su colosal estatua de bronce recubierta de oro, de 35 metros de
altura, con uno de cuyos brazos sostenía el mundo. A su muerte, la estatua fue
llevada a la entrada del Coliseo; según cuenta Plinio, su peso era tal que
tuvieron que utilizar a 24 elefantes. Años después, Cómodo cambió la cabeza de




a

Nerón por la suya propia. Posiblemente los godos o los vándalos la fundiesen en
sus respectivos saqueos.
Pero Nerón permaneció tras su muerte presente en la vida de los romanos.
Se decía que en el gran nogal que creció sobre el lugar donde se depositaron sus
cenizas anidaban unos cuervos que no eran sino demonios que acompañaban al
espíritu del antiguo emperador. Todo esto permaneció así durante siglos, hasta
que el papa Pascual II, recibiendo un mensaje directamente de la virgen,
encontró la solución. Mandó que toda la ciudad guardase tres días de ayuno,
tras lo cual él mismo extrajo las cenizas bajo las raíces del árbol, que arrojó al
Tíber. A continuación mandó levantar allí una capilla dedicada a la virgen, que,
con el tiempo, se convertiría en la actual Santa María del Popolo.

En el siglo XVII, el marqués Massimiliano Palombara consiguió cierta fórmula


alquímica con la que conseguir la piedra filosofal, aunque no consiguió nada con



ella. Aun así, debió confiar mucho en su utilidad, ya que, para que no se perdiese,
mandó grabarla en la cornisa de una puerta de su "mansión filosofal": la Porta
Magica, que ahora se encuentra, tapiada, en la plaza Vittorio Enmanuele. En una de
las inscripciones puede leerse una frase que guarda el mismo significado tanto si se
leer de izquierda a derecha o al revés: Si sedes non is, o lo que es lo mismo, si te
sientas no vas / si no te sientas vas.
En la iglesia de Santa María in Vallicella, al igual que en Madrid y en
Ravello, tiene lugar la licuación de la sangre de san Pantaleón todos los 27 de julio,
fecha de su martirio, aunque esto no está reconocido como milagro. Por otro lado, la
iglesia de Santa Maria in Aracoeli se levantó en torno a un altar mandado construir
por el emperador Augusto, tras ver en un sueño a una mujer con un niño en sus
brazos. Una sibila le aseguró que aquella mujer sería la madre del Hijo de Dios. En
esa misma iglesia estaba el Santo Bambino, una talla en madera de un olivo del
huerto de Getsemaní a la que se le atribuían poderes milagrosos, por lo que era
llevada al lecho de los enfermos graves. La figura actual es una copia, ya que la
original fue robada en 1994.
En la basílica de San Juan de Letrán está el altar papal, en el que sólo un
papa pueden oficiar misa, ya que esta es su iglesia titular. En este templo, construido
por Santa Elena, madre de Constantino, se encuentra la reliquia de la cruz de Cristo
que la santa encontrase mientras rezaba en el Gólgota. En la iglesia de l s santos Vito
y Modesto hay una losa en la que según se cuenta fueron martirizados algunos santos
de los primeros tiempos del cristianismo. Mucha gente a desgastado dicha losa para
llevarse algún minúsculo trocito, que tendría efectos terapéuticos.
Cerca del puente Sisto, llamado originariamente Pons Aurelius, estuvo el
hospital más antiguo de Roma, en la isla Treberina, con un templo y un obelisco,
formando todo el conjunto la forma de una nave rumbo sur en medio del río. Estaba
atendido por sacerdotes de Esculapio y sus ideas y prácticas estaban basadas en el
origen sicosomático de la enfermedad.



o
En la plaza de la Rotonda se encuentra el Panteón, "santuario de todos los
dioses" construido por Agripa y reconstruido por Adriano. En el siglo VII se
consagró como templo cristiano. Actualmente es el lugar donde se custodian los
restos de algunos italianos de especial calibre, como el rey Vittorio Enmanuele o el
pintor Rafael. Pero su mayor curiosidad es la cúpula abierta, el oculus, de nueve
metros de diámetro, por lo que el sol penetra al interior dejando un rastro circular por
la superficie de las paredes, que simulan las celdillas de un columbario. Eso sí, la
lluvia no pasa, debido a la presión del aire que sale del interior. Cuenta la historia que
los arquitectos hicieron una especie de montaña de tierra sobre la que construyeron la
gran cúpula, y que tuvieron la picardía de ir metiendo de vez en cuando monedas de
oro; así cuando el edificio estuvo terminado, a los romanos se les invitó a que
retirasen la tierra, pudiendo quedarse con las monedas que cada uno encontrase. Y
estos pusieron tanto empeño que en un día el edificio quedó libre. Este templo
también quedó en la memoria de los romanos por los norcini, vendedores de
salchichas, de quienes se descubrió que usaban carne humana para sus productos. La
condena se ejecutó delante del Panteón, donde fueron golpeados, degollados y
descuartizados.

,

No queda constancia de que a alguno de aquellos salchicheros se le obligase a


meter la mano en la Boca de la Veritá, que permanece en la plaza del mismo
nombre; según cuentan las leyendas servía para comprobar si alguien decía o no la
verdad cuando introducía la mano en la Boca: los mentirosos se quedaban sin mano
Hace tiempo, en la iglesia de Santa Maria dell'Adorazione e Morte, en la via
Giulia, se encargaban de enterrar a los difuntos que no tenían recursos. Actualmente,
en la fachada, algunos elementos decorativos recuerdan aquella peculiaridad de esta
iglesia. Cerca de allí, en la plaza del Campo de Fiori, frente a los puestos que siguen
la tradición secular de vender flores, se encuentra la estatua encapuchada de
Giordano Bruno, justo en el mismo lugar donde fue quemado, al igual que tantos
otros, en 1600 acusado de hereje. Este homenaje anti-clerical, no muy lejano al
puente que lleva hasta el Vaticano, fue hecho por el masón Ferrari a finales del siglo
XIX, cuando Roma se preguntaba a qué soberano debían más obediencia, al rey o al
papa, ambos enfrentados entre sí. En una esquina de la plaza se puede ver el escudo
de armas que mandó colocar la cortesana Vanozza Catanei, uniendo el blasón de su
marido con el de su amante, el papa Alejandro VI Borgia.
El Museo Criminológico, en la Via del Gonfalone, muestra e tres pisos una
amplia colección de objetos relacionados con la vida criminal, como cuadros
falsificados, armas de asesinatos célebres o fotografías y dibujos de la vida en
prisión, aunque tal vez la parte más interesante es la relativa a los instrumentos de
tortura y ejecución, como el "toro de Falaride", del I siglo: el reo entraba desnudo en
el vientre de un gran toro de hierro, bajo el cual ardía una hoguera; el metal acababa
poniéndose incandescente. El nombre de Falaride se debe a un tirano de Agrigen o,
que fue el primero en ordenar una ejecución en tal instrumento de tortura, y
justamente contra el escultor Parillo, que fue su inventor.
En el cementerio de los Capuchinos, bajo la iglesia de Santa María della
Concezione, en plena Via Veneto, puede verse una macabra colección repartida entre
cinco capillas cubiertas de huesos y cráneos de unos 4.000 frailes, colocados de una




n
t
.

manera artística, formando arcos, rosetones, lámparas, guirnaldas, coronas. En la


última capilla hay un letrero con la inscripción "como vosotros nosotros éramos,
como nosotros vosotros seréis". La tierra fue llevada de arios lugares santos de
Palestina. Pablo VII concedió indulgencia plena a quienes visitasen este cementerio
el primer domingo de octubre "con una apropiada disposición de espíritu”.

LOS OBELISCOS EGIPCIOS


v

Mención aparte merecen los obeliscos del antiguo Egipto situados en diversos
lugares de esta ciudad. Originariamente se encontraban a la entrada de los templos,
sirviendo de relojes solares y pararrayos, además de que contasen con el elemento
mágico de su estructura y sus inscripciones. Tras la conquista romana de Egipto,
muchos de ellos fueron robados y llevados hasta Roma, donde servían de
prestigiosos objetos de adorno en plazas y foros. Con la caída del imperio, al igual
que tantas cosas, quedaron envueltos por la dejadez y el abandono, hasta que el papa
Sixto V, a finales del siglo XVI decidió colocarlos en las plazas de las 7 basílicas que
los romeros debían visitar para obtener la indulgencia; al sobresalir sobre los tejados,
era más fácil seguir la ruta de peregrinaje. El recuento de obeliscos no siempre da el
mismo número, ya que algunos son copias romanas y no todos se ponen de acuerdo
acerca de la autenticidad.

Sin duda, el mas conocido es el de la plaza de San Pedro, de 25 metros y más


de 300 toneladas, originario de Heliopolis y llevado a Roma por Calígula. Al
contrario que la mayoría, este obelisco no tiene inscripciones jeroglíficas en sus
caras. El mas pequeño se encuentra en la plaza de Minerva, sobre un elefante hecho


por Bernini, el gran artista barroco de Roma. El mas antiguo es el de la plaza San
Giovanni in Laterano, del siglo XV aC., que procede del templo de Karkak, es de
granito rojo de Asuán y pesa más de 450 toneladas; fue llevado por Constantino II en
el 357 dC. para adornar el Circo Maximo.

En aquel lugar hizo compañía al obelisco que ahora se yergue en la plaza del Popolo,
trasladado por Augusto, que también llevó a Roma el de la plaza di Montecitorio;
este procedía de Heliopolis y, que en la Edad Media, estuvo desaparecido durante 7
siglos. El que se encuentra en los jardines del Pincio, lo puso Adriano sobre la tumba
de su esclavo favorito, al que mandó divinizar. El mas tardío es el de Axum, que
Mussolini se llevó de Etiopía durante la Segunda Guerra Mundial.

La Memoria del Viento

Blog https://lamemoriadelviento.blogspot.com/

Video https://tinyurl.com/lamemoriadelviento

También podría gustarte