Ética y moral
Ciertamente, este tratamiento científico de los problemas morales dista mucho todavía
de ser satisfactorio y de las dificultades para alcanzarlo siguen beneficiándose todavía
las éticas especulativas tradicionales, las cuales son de inspiración positivista.
Ética y moral se relaciona, pues, en la definición antes dada, como una ciencia
específica y su objeto, una y otra palabra mantienen así una relación que no tenían
propiamente en sus orígenes etimológicos. Ciertamente, moral procede del latín mes o
mores, “costumbres” o “costumbres” en el sentido del conjunto de normas o reglas
adquiridos por hábitos.
La moral tiene que ver así con el comportamiento adquirido, o modo de ser
conquistado por el hombre. Ética proviene del griego ethos que significa análogamente
“modo de ser” o “carácter” en cuanto forma de vida también adquirido o conquistada
por el hombre, así pues, originariamente ethos y mos, “carácter” y “costumbre” hacen
hincapié en un modo de conducta que no responde a una disciplina natural, sino que
es adquirido o conquistado por habito. Y justamente, esa no es naturalidad del modo
de ser del hombre es lo que, en la antigüedad le da su dimensión moral.
Las éticas más significativas se pueden agrupar en alguno de estos tres modelos:
Éticas teleológicas
Éticas deontológicas
Éticas dialógicas
Éticas teleológicas
Los que defienden este tipo de ética sostienen que la vida humana tiene una
finalidad: por ello se llaman “teleológicas”, que quiere decir que se orientan hacia la
consecución de un fin. Y este fin es la búsqueda de la felicidad. Todo lo que
hacemos los seres humanos tiene una meta, alcanzar la felicidad, pues eso es lo
que perseguimos con todos nuestros actos. En consecuencia, la vida buena
consiste en hallar los medios adecuados para lograr ese fin, que es nuestro bien
máximo. Las normas morales se justifican entonces por su contribución al logro de
la felicidad humana: “debo seguir aquel código moral que me ayuda a alcanzar la
felicidad”.
Éticas deontológicas
Las éticas deontológicas son éticas que fundamentan la acción moral en el deber:
es buena moralmente aquella acción que se efectúa sólo porque es un deber el
realizarla y no por otro motivo (utilidad, miedo a las consecuencias, esperanza de
un premio, placer…).
Éticas dialógicas
Las éticas dialógicas sostienen que las normas morales han de ser fruto de un
acuerdo basado en el diálogo argumentativo en condiciones de igualdad entre
personas racionales y libres. Las éticas dialógicas son, por tanto, éticas de la
comunicación, del discurso, que sitúan los mandatos que constituyen el deber en
las normas que resultan del acuerdo al que hayan llegado después de haber
argumentado racionalmente cada uno de ellos en defensa de su posición.
Los objetos valiosos pueden ser naturales, es decir, como los que existen en su estado
originario al margen o independientemente del trabajo humano (el aire, el agua, o una
planta silvestre) o artificiales, producidos o creados por el hombre (como las cosas útiles o
las obras de arte) Pero, de estos dos tipos de objeto no cabe decir que sean buenos desde
un punto de vista moral; los valores que encarnan o realizan son, en distinto casos, los de
la utilidad, o la belleza, a veces suele hablarse de la “bondad” de dichos objetos y, con
este motivo, se emplean expresiones como la siguiente: “esté es un buen reloj”, “el agua
que estamos bebiendo ahora es buena” “X ha escrito un buen poema” etc. Pero el uso de
“bueno” en semejantes expresiones no tiene ningún significado moral. Un “buen” es un
reloj que realiza positivamente el valor correspondiente; el de la utilidad; o sea, cumple
satisfactoriamente la necesidad humana concreta a la que sirve, Un “buen” “reloj es un
objeto útil” y algo análogo podemos decir del agua al calificarla de “buena”, con ello
queremos decir que satisface positivamente, desde el punto de vista de nuestra salud, la
necesidad orgánica que ha de satisfacer. Y un “buen” poema es aquel que, por su
estructura, por su lenguaje, cumple satisfactoriamente como objeto estético y obra de arte,
la necesidad estética humana a la que sirve.
Así pues, los objetos útiles, aunque se trate de objetos producidos por el hombre, no
encarnan valores morales, aunque puedan hallarse en una relación instrumental, con
dichos valores (como hemos visto en el ejemplo anterior del cuchillo). Por ello, dichos
objetos deben ser excluidos del reino de los objetos valiosos que pueden ser
calificados moralmente. Cuando el término “bondad” se aplica a ello (“buen” cuchillo)
debe entenderse con el significado axiológico correspondiente, no propiamente moral.
Los valores morales únicamente se dan en actos o productos humanos. Solo lo que
tiene una significación humana puede ser valorado moralmente, pero, a su vez, sólo
los actos o productos que los hombres pueden reconocer como suyos, es decir, los
realizados consciente y libremente, y con respecto a los cuales se les puede atribuir
una responsabilidad moral, En este sentido, podemos calificar moralmente la conducta
de los individuos o de grupos sociales. Las intenciones de sus actos y sus resultados y
consecuencias, las actividades de las instituciones sociales, etc. Ahora bien, un mismo
producto humano puede soportar varios valores, aunque uno de ellos sea el
determinante.
Damos a continuación la tabla de valores propuesta por uno de los más destacados
filósofos contemporáneos. Max Scheler quien considera que la superioridad de un valor se
aprehende por un acto especial de conocimiento del valor que es el “preferir”, Sin
embargo, lo que realmente constituye la jerarquía axiológica es la utilización de leyes que
son separables de los actos de preferencia, aunque denoten rasgos de las leyes del
preferir. Reduce a cinco estos criterios; durabilidad, divisibilidad, fundamentación,
satisfacción y relatividad.
Para Scheler “estas modalidades de valores mantienen una jerarquía apriorística que
precede a las series de cualidades pertenecientes a aquellas modalidades, jerarquía
aplicable a los bienes de estos valores así constituidos, puesto que es aplicable a los
valores de los bienes. Los valores de lo noble y lo vulgar son una serie de valores más
alta que la serie de lo agradable y lo desagradable; los valores espirituales, a su vez,
son una serie de valores más alta que los valores vitales, y los valores del santo son
una serie de valores más alta que los valores espirituales”.
1. Naturaleza de valor moral: la naturaleza del valor moral hay que buscarla en
primer lugar a partir de la materia en la que se sustenta, según la filosofía
aristotélica, lo moral pertenece a l orden de la acción humana; es decir, entra
dentro de la estructura dinámica del hombre, pero es necesario concretar más el
significado de esa acción y de ese orden dinámico humano.
El valor moral tiene otra característica muy especial; es la que se refiere al sentido
de relación con los otros valores, todos los órdenes de valores tienen una
interrelación, sin embargo, el valor moral hace de esa relación con los otros
valores. Se puede decir que el valor moral está presente de una manera especial
en todos los demás valores sin privarlos de su autonomía y peculiaridad.
Norma moral
En ambos casos se hace siempre relación a un valor que en sí mismo es mucho más rico
de lo que expresa el anunciado verbal de la norma, especialmente en su forma negativa y
sin embargo, aun el más perfecto cumplimiento de los valores morales se halla sometido a
la norma, Tal es, por ejemplo, el caso del ciudadano o del héroe que prendado de la
hermosura de la verdad prefiere morir a incurrir en la mejor deslealtad, es, pues, el valor
moral el que da la norma y el que constituye el verdadero objeto del acto moral.
Una norma que no estuviera fundada sobre un valor y no estableciera un deber valioso,
estaría privada de toda fuerza moral obligatoria, aun las ordenes y preceptos que pudieran
ser distintos de lo que son –preceptos positivos- han de implicar, como su sentido último,
la invitación a cultivar o a atender un valor.
El sentido de la norma viene dado por el valor –si no existe un valor, la norma, pierde
“sentido” decimos; carece de “valor” –pero tiene duda también por la necesidad
humana de tener que enfrentarnos con los valores, no de un modo “intuitivo” sino a
través de un modo discursivo o a través de las expresiones. Esta es la condición
humana.
Es cada vez más frecuente escuchar en nuestro medio, que en la actualidad existe una
crisis de valores, en especial de los morales, para invertir dicha situación se ha señalado la
necesidad de introducir en los planes de estudio información axiológica y fomentar desde
la niñez, valores como el respeto, la tolerancia, equidad, responsabilidad, solidaridad y
otros. No solamente para lograr un desarrollo moral individual sino al mismo tiempo para
poder construir una sociedad más racional y democrática.
Aunque la axiología como rama de la filosofía que estudia el ser del valor de forma
sistemática a independiente es bastante reciente, el interés filosófico por los valores es en
cambio muy antiguo, en efecto, ya en el periodo antropológico de la filosofía griega,
Sócrates de Atenas se propuso como meta definir valores, para lo cual desarrolló el
método Mayéutica en un intento por superar el relativismo introducido por la sofistica. De
igual manera Platón en muchos de sus diálogos, sobre todo en los de juventud se propuso
conocer la esencia de algunos valores como la amistad, belleza, piedad, deber, etc.
Los criterios para determinar cuándo un valor es más elevado que otro según Marx
Scheler, son los siguientes: producen más satisfacción, son más duraderos, son menos
divisibles y menos relativos.
Uno de los debates axiológicos más importantes se ha dado entre los partidarios de la
subjetividad del valor, y los del objetivismo axiológico. Los primeros tales como Meinong,
señalan que los seres humanos son los que atribuyen valor a las cosas que les agradan o
que desean, por tal motivo reafirman la tesis protagónica del “Homo mensura” y
consideran que lo que es valioso para algunos, bien puede ser lo contrario para otros. En
la época actual, esta tendencia subjetivista y relativista se percibe cuando se otorga
primacía a la valoración de la pluralidad cultural frente a la unidad supra cultural, a la
valoración personal frente a la colectiva y cuando atendemos más a los cambios históricos
que a la continuidad de ciertos valores.
. La objetividad del valor por su parte, ha sido defendida por filósofos como Scheler, él
consideró que existen “auténticas y verdaderas cualidades de valor que representan un
dominio propio de objetos, los cuales tienen sus particulares relaciones y conexiones
independientemente de las modificaciones y el movimiento que ese mundo de bienes
presenta a través de la historia”. (Scheler, 1982).
En estos últimos casos se pueden presentar diversos juicios axiológicos por una serie de
motivos, uno de ellos radica en que como existen diversos grados de realización
axiológica, sucede por ejemplo que no discutimos sobre la justicia en sí, sino si un acto de
tal persona fue justo en mayor o menor medida, otro aspecto señalado por Scheler,
consiste en que no todas las personas poseen la misma sensibilidad y capacidad para
captar un valor, y más aún también puede suceder que algunos de ellos padezcan ceguera
axiológica, lo que les impide apreciar determinados valores, por ejemplo, es bien sabido
que para poder apreciar y valorar una sinfonía o una estatua famosa, hay que tener una
cierta sensibilidad y familiaridad con el arte en sus diversas formas, además de tener una
amplia formación en el campo de la estética. Añadamos que un nuevo motivo de
diferenciación en nuestros juicios axiológicos tiene como causa, el que, como el ser
humano está siempre proyectando fines si estos son para él valiosos, los medios para
conseguirlos los pueden considerar poseedores de valor, aunque en sí no los tengan.
Finalmente cabe señalar, que las valoraciones personales en gran medida están
condicionadas a la preeminencia que en determinadas épocas históricas tienen algunos
valores en relación a otros. De ahí que en algunas se hayan preferido los religiosos, en
otras los estéticos, y en los tiempos actuales los económicos.