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2º Bachillerato
Antonio Machado (Sevilla, 1875 - Collioure, 1939) es uno de los poetas más
influyentes de la Literatura española del siglo XX. Define la poesía como “la palabra
esencial en el tiempo”, y su actividad como escritor transcurre en una época brillante
para las letras hispanas, la Edad de Plata, que transcurre desde finales del siglo XIX
hasta la Guerra Civil.
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“A un olmo seco” fue publicado en los poemas que Antonio Machado añadió a
Campos de Castilla en la edición de 1917 de sus Poesías completas. El poema fue escrito en
mayo de 1912 y vio la luz por primera vez en el diario soriano El Porvenir Castellano en
febrero de 1913. Dentro de Campos de Castilla, forma parte de las composiciones
dedicadas a la enfermedad y muerte de Leonor.
1. Descripción del olmo viejo (vv. 1-14): el poeta utiliza un soneto para
presentarnos su descubrimiento de un olmo moribundo al que en primavera le
han salido unos tímidos y solitarios brotes verdes. Se describe el olmo: su
localización soriana (“en la colina / que lame el Duero”); su estado de decrepitud
(“hendido por el rayo / y en su mitad podrido”) y el contraste entre su fauna
silenciosa (“hormigas”, “arañas”) y la de los álamos del camino entre las ermitas
San Polo y San Saturio, tantas veces recorrido por Machado (“los álamos cantores /
que guardan el camino y la ribera”, “pardos ruiseñores”).
2. Reflexión sobre el destino del olmo (vv. 15-30): mediante una silva, el poeta
expresa los diferentes destinos que le esperan al olmo mediante la gradación que
va desde la elaboración por la mano del hombre (“melena de campana, / lanza
de carro o yugo de carreta”) a su inutilidad al actuar de las fuerzas de la
naturaleza (“antes que te descuaje un torbellino / y tronche el soplo de las sierras
blancas; / antes que el río hasta la mar te empuje / por valles y barrancas”)
pasando por su uso sin elaboración por los humanos (“antes que rojo en el
hogar, mañana / ardas de alguna mísera caseta, / al borde del camino”). Este
descenso de utilidad del olmo es importante porque supone su muerte: a pesar de
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“la gracia de tu rama verdecida”, el “olmo del Duero” va a morir y, por lo tanto, va a
servir de materia prima a los hombres o de despojo a la naturaleza. Son
estos los versos los que marcan la desesperación de Machado ante la
enfermedad de Leonor, de la que se habló con anterioridad.
En esta segunda parte, cabe destacar otro detalle: la repetición del adverbio
temporal “antes” en el inicio de varios versos (15, 19, 22, 24). El poeta quiere
aferrarse a la esperanza que simboliza la rama verdecida y, en un ejercicio de
metaescritura, mediante un apóstrofe lírico, le dice al olmo y nos dice a los lectores
que antes de que ocurran esos destinos que presuponen su muerte quiere
“anotar en mi cartera / la gracia de tu rama verdecida”. Podemos imaginar a un
Machado que escribía de repente donde podía los versos que la
cotidianidad le inspiraba. Versos anotados aquí en su cartera, similares a
los encontrados en un papelillo en un bolsillo de la ropa con que murió.
Esta parte se cierra con los tres versos finales que definen la esperanza en el
milagro de la curación de la enfermedad.
Sin embargo, el recurso que estructura todo el poema es uno de los más
empleados en toda la poesía machadiana: el símbolo. El olmo simboliza a una
Leonor enferma y la rama verdecida la esperanza, el milagro como nos dice al final
el poeta, en su curación. Desde este punto de vista, podemos descomponer el símbolo:
“hendido por el rayo” puede interpretarse como la llegada brusca y repentina de la
tuberculosis; “en su mitad podrido” y “tronco polvoriento y carcomido” como la
destrucción del tejido pulmonar; “musgo amarillento” y “corteza blanquecina” como el
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