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Johannes Brahms

(Hamburgo, 1833 - Viena, 1897) Compositor alemán. En una época en que la división
entre partidarios y detractores de Richard Wagner llegó a su grado más alto, la figura de
Brahms encarnó para muchos de sus contemporáneos el ideal de una música continuadora
de la tradición clásica y de la primera generación romántica, opuesta a los excesos y las
megalomanías wagnerianos.
No por ello cabe considerarlo un músico conservador: como bien demostró en las
primeras décadas del siglo XX un compositor como Arnold Schönberg, la obra del maestro
de Hamburgo se situaba mucho más allá de la mera continuación de unos modelos y unas
formas dados, para presentarse cargada de posibilidades de futuro. Su original concepción
de la variación, por ejemplo, sería asimilada provechosamente por los músicos de la
Segunda Escuela de Viena.
Respetado en su tiempo como uno de los más grandes compositores y considerado
a la misma altura que Bach y Beethoven, con los que forma las tres míticas «B» de la historia
de la música, Brahms nació en el seno de una modesta familia en la que el padre se ganaba
la vida tocando en tabernas y cervecerías. Músico precoz, el pequeño Johannes empezó
pronto a acompañar a su progenitor al violín interpretando música de baile y las melodías
entonces de moda.
Excelente pianista, se presentó en público el 21 de septiembre de 1848 en su ciudad
natal con gran éxito, pese a que, más que la interpretación, su verdadera vocación era la
composición. En el arduo camino que siguió hasta alcanzar tal meta, Marxsen constituyó un
primer eslabón, pero el segundo y quizá más importante fue Robert Schumann. Tras una
corta estancia en Weimar, ciudad en la que conoció a Franz Liszt, Brahms se trasladó a
Düsseldorf, donde entabló contacto con Schumann, quien quedó sorprendido ante las
innegables dotes del joven artista. La amistad entre ambos, así como entre el compositor y
la esposa del autor de Manfred, se mantuvo durante toda su vida.
Siguiendo los pasos de Beethoven, en 1869 Brahms fijó su residencia en Viena,
capital musical de Europa desde los tiempos de Mozart y Joseph Haydn. Allí se consolidó su
personal estilo, que, desde unos iniciales planteamientos influidos por la lectura de los
grandes de la literatura romántica alemana y cercanos a la estética de Schumann, derivó
hacia un posicionamiento más clásico que buscaba sus modelos en la tradición de los
clásicos vieneses y en la pureza y austeridad de Bach.
Brahms, que al principio de su carrera se había centrado casi exclusivamente en la
producción pianística, abordó entonces las grandes formas instrumentales, como sinfonías,
cuartetos y quintetos, obras todas ellas reveladoras de un profundo conocimiento de la
construcción formal. A diferencia de la mayoría de sus contemporáneos, y al igual que su
rival, Anton Bruckner, fue partidario de la música abstracta y nunca abordó ni el poema
sinfónico ni la ópera o el drama musical. Donde se advierte más claramente su inspiración
romántica es en sus numerosas colecciones de lieder. En el resto de su producción, de una
gran austeridad y nobleza de expresión, eludió siempre cualquier confesión personal.

Anton Bruckner
(Ansfelden, Austria, 1824-Viena, 1896) Compositor y organista austriaco. Nacido en
el seno de una familia de maestros de escuela, parecía destinado a seguir la misma
profesión, a la que se dedicó entre 1841 y 1855, compaginándola con la función de
organista. Su habilidad como intérprete le valió en 1856 el nombramiento de maestro de
órgano de la catedral de Linz.
En esta ciudad descubrió la música de Ludwig van Beethoven y Richard Wagner, que
le reveló un universo expresivo insospechado. Su Sinfonía n.º 1 (1866) fue el fruto de esta
revelación. A partir de ella, Bruckner fue forjando un estilo definido y personal, después de
unas primeras composiciones influidas por la anticuada tradición clásica en la que se había
educado.
Ocho nuevas sinfonías, la última inacabada, siguieron a ésta. Incomprendidas en su
tiempo, expresan el amor a la naturaleza y la profunda fe del compositor, al tiempo que
constituyen una original síntesis entre la más atrevida armonía romántica y la tradición
contrapuntística más severa. Su obra ejerció una gran influencia sobre Gustav Mahler.

Hugo Wolf
(Windischgraz, 1860 - Viena, 1903) Compositor austriaco. Su vida inquieta y
atormentada refleja la agitación espiritual del último romanticismo, al cual se adhirió con
pasión. En 1875 ingresó en el Conservatorio de la capital austríaca y empezó a relacionarse
con Wagner, llegado a Viena para encargarse de la dirección de Tannhäuser y Lohengrin.
Tal acontecimiento resultó decisivo para Hugo Wolf, por cuanto le ayudó a encontrase y a
iniciar un riguroso estudio estilístico.
Su temperamento, inclinado al análisis y al dominio interior, explica la asidua
inquietud y el obstinado alejamiento de cualquier hábito escolar que, dos años después, le
valdrían fatalmente la expulsión del Conservatorio. Vivió entonces solo y sin auxilio alguno,
y hubo de ganarse la vida mediante lecciones de piano y violín. Ello le supuso una existencia
muy triste; sin embargo, nada más podía hacer, por cuanto ninguna otra ocupación le
resultaba adecuada. En el curso de estos años oscuros y afanosos nacieron los primeros
Lieder, para los que partió de textos de Mörike, Eichendorff y Goethe y por los que ha sido
comparado con Schubert; pero su publicación tuvo lugar en un ambiente casi hostil,
provocado por el mismo autor con sus textos de crítica musical.
En 1889, vuelto de Bayreuth, empezó a componer el Spanisches Liederbuch. Fue
éste el momento más apasionado de su vida, que pareció consumirse en un ardor excesivo;
las fuerzas espirituales de Hugo Wolf tendían a una debilitación. Precisamente cuando su
fama se difundía triunfante por todo el mundo alemán, su alma se cerraba y agostaba.
Forzado a una larga y penosa inacción, finalmente en 1896 pudo, sin embargo, reanudar su
labor con renovado entusiasmo.
Compuso entonces la ópera cómica El corregidor, basada en el relato El sombrero
de tres picos de Pedro Antonio de Alarcón, que sería acogida favorablemente pero no
obtendría, sin embargo, popularidad. En 1897, apenas iniciados la composición teatral
Manuel Venegas y los Michelangelo-Gesänge, un repentino ataque de la locura que le
acechaba interrumpió definitivamente la actividad creadora de Wolf, todavía brillante y
rica.

Richard Strauss
(Munich, 1864 - Garmisch-Partenkirchen, 1949) Compositor alemán. Ocupa un lugar
de gran relieve en la historia musical de nuestro tiempo, en la que representa las postreras
ramificaciones del romanticismo. Hijo de un solista de la orquesta de la ópera de Munich,
empezó a aprender música a los cuatro años de edad. A los siete años escribía sus primeras
composiciones. En 1875 tomó sus primeras lecciones de composición de W. Meyer. Desde
1874 a 1882 cursó la segunda enseñanza y luego se matriculó en la Universidad.
La obra de Richard Strauss
Sus primeros gustos musicales estuvieron orientados por su padre, enemigo
implacable del wagnerismo, corriente a la que oponía el formalismo de Mozart, Joseph
Haydn y Felix Mendelssohn. Influido por su progenitor, el joven Strauss, a sus dieciséis años,
llegó a decir: "Dentro de diez años nadie sabrá quién es Wagner". Esta circunstancia, pura
anécdota, no deja de ser curiosa si tenemos en cuenta el posterior devenir de los
acontecimientos, con la evolución de la obra straussiana hacia el wagnerismo. De la misma,
y aunque no son nada desdeñables sus obras de cámara y corales, despuntan por encima
de todo lo demás los poemas sinfónicos y, por supuesto, las óperas.
En los primeros, Strauss combinó una elevada inspiración poética con unas hábiles
resoluciones técnicas, sobre todo en el terreno orquestal. El primero de sus grandes
Tondichtungen ("Poemas sonoros") y su primera obra maestra verdadera, después de la
fantasía sinfónica Aus Italien (1886), fue Don Juan (1888-1889), en el que se advierte la
influencia de Richard Wagner y Franz Liszt. Incomprendido por la crítica fue el poema
sinfónico que siguió, Muerte y transfiguración (1888-1889), calificado el día de su estreno
como una "horrible batalla de disonancias", a pesar de su certera paleta orquestal y su
compacta construcción.
Las divertidas travesuras de Till Eulenspiegel (1894-1895) fue su siguiente obra
programática, basada en las peripecias de un pícaro personaje de la Alemania del siglo XIV.
Ésta daría paso, un año más tarde, a su inmortal y cinematográficamente célebre Así habló
Zaratustra (1895-1896), libremente inspirado en la obra del mismo título del filósofo
Friedrich Nietzsche.
Sólo dos poemas sinfónicos más iba a componer Strauss: Don Quijote (1896-1897),
para violoncelo y orquesta, según el esquema de un tema y variaciones, y Una vida de héroe
(1897-1898), de índole autobiográfica, asombroso alarde de toda su ciencia orquestal. No
podemos olvidar dos sinfonías de clara inspiración programática emparentadas con el
poema sinfónico, como son la Sinfonía doméstica (1902-1903) y la Sinfonía alpina (1911-
1915).
Inaugurado el siglo XX, Strauss iba a centrar sus mayores esfuerzos en la ópera,
convirtiéndose en uno de los compositores que mayores aportaciones ha hecho al género
lírico: entre 1894 y 1942 compuso quince óperas, que evolucionan desde el wagnerismo
militante de las dos primeras, Guntram (1892-1893) y Feuersnot (1900-1901), hasta un
cierto agotamiento en las últimas, pasando por una etapa intermedia repleta de verdaderas
obras maestras.
Sería en 1905 cuando el compositor alemán daría su primera obra cumbre dentro
del género lírico: Salomé. Tras algunos problemas para llevar a cabo el estreno,
especialmente por parte de la censura y de los cantantes, éste se produjo y Salomé pasó a
ser uno de los hitos fundamentales del repertorio operístico. Sin dejar en ningún momento
que el nivel decayera, Strauss compuso Elektra (1906-1908), obra con que iniciaría la
fructífera colaboración con el libretista Hugo von Hofmannsthal.
Fruto de este binomio fue también El caballero de la rosa, estrenada en 1911 y
radicalmente opuesta a su predecesora, puesto que a la agresividad de la primera se opone
la frescura de la segunda, inspirada en el modelo mozartiano. Dejando a un lado la vía
abierta por Salomé y Elektra, Richard Strauss compuso en 1912 la primera versión de la sutil
Ariadna auf Naxos. La ruptura con su estilo "elektrificante" (como se calificaba la música de
Elektra en caricaturas de la época) se ratifica con su ópera de atmósfera maravillosa La
mujer sin sombra (1914-1918).
Aun sin ser desdeñables, son mucho menos relevantes las óperas compuestas por
Strauss a partir de 1920: Intermezzo (1918-1923), Elena de Egipto (1923-1927), La mujer
callada (1933-1934), Día de paz (1935-1936), Dafne (1936-1937) o El amor de Dánae (1938-
1940) son los títulos menores de la producción lírica straussiana de los últimos años. Sólo
Arabella (1929-1932) y Capriccio (1940-1941) son escenificadas esporádicamente en la
actualidad. En la primera de ellas, la última con libreto de Hofmannsthal, Strauss regresa a
la Viena de El caballero de la rosa; la segunda fue la postrera de las que compuso, ya
octogenario. Se trata de una hermosa obra en la que se plantea el dilema, nunca resuelto,
entre la supremacía de la palabra o la de la música dentro de la ópera.

Gustav Mahler
(Kaliste, actual República Checa, 1860 - Viena, 1911) Compositor y director de
orquesta austriaco. En una ocasión, Mahler manifestó que su música no sería apreciada
hasta cincuenta años después de su muerte. No le faltaba razón: valorado en su tiempo más
como director de orquesta que como compositor, hoy es considerado uno de los más
grandes y originales sinfonistas que ha dado la historia del género; más aún, uno de los
músicos que anuncian y presagian en su obra de manera más lúcida y consecuente todas
las contradicciones que definirán el desarrollo del arte musical a lo largo del siglo XX.
Aunque como intérprete fue un director que sobresalió en el terreno operístico,
como creador centró todos sus esfuerzos en la forma sinfónica y en el lied, e incluso en
ocasiones conjugó en una partitura ambos géneros. Él mismo advertía que componer una
sinfonía era «construir un mundo con todos los medios posibles», por lo que sus trabajos
en este campo se caracterizaban por una manifiesta heterogeneidad, por introducir
elementos de distinta procedencia (apuntes de melodías populares, marchas y fanfarrias
militares...) en un marco formal heredado de la tradición clásica vienesa.
Esta mezcla, con las dilatadas proporciones y la gran duración de sus sinfonías y el
empleo de una armonía disonante que iba más allá del cromatismo utilizado por Richard
Wagner en su Tristán e Isolda, contribuyeron a generar una corriente de hostilidad general
hacia su música, a pesar del decidido apoyo de una minoría entusiasta, entre ella los
miembros de la Segunda Escuela de Viena, de los que Mahler puede considerarse el más
directo precursor.
Paralelamente a su labor como director, Mahler llevó a cabo la composición de sus
sinfonías y lieder con orquesta. Él mismo se autodefinía como un compositor de verano,
única estación del año en la que podía dedicarse íntegramente a la concepción de sus
monumentales obras.
Son diez las sinfonías de su catálogo, si bien la última quedó inacabada a su muerte.
De ellas, las números 2, 3, 4 y 8 (la única que le permitió saborear las mieles del triunfo en
su estreno) incluyen la voz humana, según el modelo establecido por Beethoven en su
Novena. A partir de la Quinta, su música empezó a teñirse de un halo trágico que alcanza
en la Sexta, en la Novena y en esa sinfonía vocal que es La canción de la tierra, su más
terrible expresión.

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