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UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES

CICLO BASICO COMUN


CONOCIMIENTO PROYECTUAL 1 - 2 0 2 2

La mirada Fenomenológica. Atmósfera. ANEXO TEXTOS PARA NARRACIÓN

TEXTO 1.
“Atmósferas”. Peter Zumthor

“Aquí estoy, sentado en una plaza al sol, un gran soportal, largo, alto, hermoso bajo el sol. La plaza – frente
de casas, iglesia, monumentos – como un panorama ante mis ojos. A mi espalda la pared del café. La justa
densidad de gente. Un mercado de flores. Sol. Las once. La cara de enfrente de la plaza en sombra, de un
apacible color azulado. Ruidos maravillosos: conversaciones cercanas, pasos en la plaza, en la piedra,
pájaros, ligero murmullo de la multitud, sin coches, sin estrépito de motores, de vez en cuando ruidos
lejanos de una obra. Me figuro que el comienzo de las vacaciones ya ha ralentizado los pasos de la gente.
Dos monjas – esto es de nuevo real, no me lo estoy inventando –, dos monjas cruzan la plaza gesticulando,
con un andar rápido, sus tocas ondean ligeramente, cada una de ellas lleva una bolsa de plástico. La
temperatura: agradablemente fresca, y cálida. Estoy sentado bajo el soportal, en un sofá tapizado en un
verde pálido, en la plaza, la estatua de bronce sobre su alto pedestal frente a mí me da la espalda,
contemplando, como yo, la iglesia con sus dos torres. Las dos torres de la iglesia tienen un remate
diferente; empiezan siendo iguales abajo y, al subir, se van diferenciando. Una de ellas es más alta y tiene
una corona de oro alrededor del extremo de la cúpula. Pronto vendrá hacia mi B., cruzando en diagonal la
plaza desde la derecha”.
Ahora bien, ¿Qué me ha conmovido de allí? Todo. Todo, las cosas, la gente, el aire, los ruidos, los colores,
las presencias materiales, las texturas, y también las formas. Formas que puedo entender. Formas que
puedo intentar leer. Formas que encuentro bellas. ¿Y qué más me ha conmovido? Mi propio estado de
ánimo, mis sentimientos, mis expectativas cuando estaba sentado allí. Me viene a la cabeza esa célebre
frase inglesa, que remite a Platón: “Beauty is in the eye of the beholder” [“La belleza está en los ojos de
quien mira”]. Es decir: todo está solamente dentro de mí. Pero entonces hago el experimento de quitarme la
plaza de delante, y ya no tengo los mismos sentimientos. Un sencillo experimento, disculpad la simplicidad
de la idea. Lo cierto es que, al quitarme la plaza de delante, mis sentimientos desaparecen con ella. Nunca
hubiera tenido tales sentimientos sin esa atmósfera de la plaza. Lógico. Hay un intercambio entre las
personas y las cosas. Con esto tengo que tratar como arquitecto. Y pienso: ésta es mi pasión.

TEXTO 2.
“Los ojos de la piel”. Juhani Pallasmaa

Yo enfrento la ciudad con mi cuerpo; mis piernas miden la longitud de los soportales y la anchura de la plaza;
mi mirada proyecta inconscientemente mi cuerpo sobre la fachada de la catedral, donde deambula por las
molduras y los contornos, sintiendo el tamaño de los entrantes y salientes; el peso de mi cuerpo se
encuentra con la masa de la puerta de la catedral y mi mano agarra el tirador de la puerta al entrar en el
oscuro vacío que hay detrás. Me siento a mi mismo en la ciudad y la ciudad existe a través de mi
experiencia encarnada. La ciudad y mi cuerpo se complementan y se definen uno al otro. Habito en la
ciudad y la ciudad habita en mí.

TEXTO 3.
“Los ojos de la piel”. Juhani Pallasmaa

En nuestra época la luz se ha vuelto una simple materia cuantitativa y la ventana ha perdido su significado
como mediador entre dos mundos, entre lo cerrado y lo abierto, la interioridad y la exterioridad, lo público y
lo privado, la sombra y la luz. Habiendo perdido su significado ontológico, la ventana ha pasado a ser una
mera ausencia de muro: "El uso ventanales enormes [ ... ] resta a nuestros edificios de intimidad, el efecto
de la sombra y la atmósfera [ ... ]. Han equivocado los arquitectos de todo el mundo la proporción del cristal,
es decir ventanas o de espacios abiertos hacia el exterior [ . .. ]. Ya la vida interior del hogar se ha perdido,
se ha perdido por la gran ciudad, la urbe que obliga a la gente a vivir fuera de su casa" ,29 escribe
Luis Barragán, el verdadero mago del secreto íntimo, el misterio y la sombra en la arquitectura
contemporánea. (p50)
TEXTO 4.
Elogio De La Sombra: Junichiro Tanizaki

"Si en la casa japonesa el alero del tejado sobresale tanto es debido al clima, a los materiales de
construcción y a diferentes factores sin duda. A falta, por ejemplo de ladrillos, cristal y cemento para
proteger las paredes contra las ráfagas laterales de lluvia, ha habido que proyectar el tejado hacia delante
de manera que el japonés, que también hubiera preferido una vivienda clara a una vivienda oscura, se ha
visto obligado a hacer de la necesidad virtud. Pero eso que generalmente se llama bello no es más que una
sublimación de las realidades de la vida, y así fue como nuestros antepasados, obligados a residir, lo
quisieran o no, en viviendas oscuras, descubrieron un día lo bello en el seno de la sombra y no tardaron en
utilizar la sombra para obtener efectos estéticos. En realidad, la belleza de una habitación japonesa,
producida únicamente por un juego sobre el grado de opacidad de la sombra, no necesita ningún accesorio.
Al occidental que lo ve le sorprende esa desnudez y cree estar tan sólo ante unos muros grises y
desprovistos de cualquier ornato, interpretación totalmente legítima desde su punto de vista, pero que
demuestra que no ha captado en absoluto el enigma de la sombra. Pero nosotros, no contentos con ello,
proyectamos un amplio alero en el exterior de esas estancias donde los rayos de sol entran ya con mucha
dificultad, construimos una galería cubierta para alejar aún más la luz solar. Y, por último, en el interior de la
habitación, los shòji no dejan entrar más que un reflejo tamizado de la luz que proyecta el jardín. Ahora bien,
precisamente esa luz indirecta y difusa es el elemento esencial de la belleza de nuestras residencias. Y
para que esta luz gastada, atenuada, precaria, impregne totalmente las paredes de la vivienda, pintamos a
propósito con colores neutros esas paredes enlucidas. Aunque se utilizan pinturas brillantes para las
cámaras de seguridad, las cocinas o los pasillos, las paredes de las habitaciones casi siempre se enlucen y
muy pocas veces son brillantes. Porque si brillaran se desvanecerían todo el encanto sutil y discreto de esa
escasa luz. A nosotros nos gusta esa claridad tenue, hecha de luz exterior y de apariencia incierta, atrapada
en la superficie de las paredes de color crepuscular y que conserva apenas un último resto de vida. Para
nosotros, esa claridad sobre una pared, o más bien esa penumbra, vale por todos los adornos del mundo y
su visión no nos cansa jamás"

TEXTO 5.
Campo Baeza de los libros "Pensar con las manos" y "La idea construida":

"Mi casa en el verano es una sombra, entre cuatro paredes levantada.


Sombra que afuera de oscura es transparente de tan llena de la luz que allí batalla. La casa en el verano
es el sosiego, un lugar donde la calma se aposenta, un remanso de paz donde se vuelve.
Mi casa en el verano es una balsa adonde acuden mis náufragos amigos a desgranar la palabra que
conforta, a rescatar el tiempo tan perdido. Nacen allí poemas de la nada, quizás lo más hermoso de la
vida.
Pero y ¿qué y cómo es la casa al fin y al cabo?
Es una simple y sencilla arquitectura.
Cuatro altos muros bien blancos bien trazados, dispuestos con frugal sabiduría. Con un adentro en sombra
bien medida, que con la brava luz porfía siempre.
Un firme suelo de piedra como hallado, como si fuera la tierra que emergiera, dando su apoyo a nuestros
pies descalzos.
Y al fondo y en el centro allí excavada. Una alberca serena y en silencio, recipiente de un agua casi quieta.
Una gaviota perdida allí se baña, sin tocarla ni mancharla, casi nada. Y es que el agua así en la sombra es
un espejo, periscopio infinitos de cielos.
Y en sus cuatro claros puntos cardinales, al horadar la piedra en sus entrañas, han brotado lunares
limoneros que abren su blanca flor cada mañana.
Es mi casa en verano arquitectura, en el más pleno sentido del vocablo.
Huerto cerrado, arcadia, paraíso. Cuatro muros y un árbol y una alberca.
Y luz y oscuridad acompasados. Y el suelo fresco de piedra que da gloria. Cielo en la
tierra, pues ¿qué es si no la arquitectura? "

"¿Cómo es y cómo se siente la arquitectura de Sancho-Madrilejos? Nunca olvidaré la experiencia


conmovedora de visitar su capilla en Valleacerón: un temblor de hormigones, como pañuelo planchado y
plegado en el que la escala, la luz el material, el lugar, todo, estaba "clavado". Siendo pequeño parecía
grande, tan ensanchada el alma su contemplación. Siendo el hormigón pesante se diría que flotaba en el
aire. Siendo oscuro era de una claridad cegadora. Siendo un objeto posado, era a la vez el terreno mismo
que se hubiera plegado tras un arcano movimiento sísmico. Puedo dar fe de que ha sido uno de los
espacios arquitectónicos que más me han removido. Un pliegue ejemplar. "
TEXTO 6.
La cúpula de Los Inválidos. Cuento de Honoré de Balzac (Fragmento)

…”Tomé la calle de Babylone y caminé melancólicamente hacia los bulevares, adoptando como punto de
referencia la cúpula de los Inválidos. Al dar la vuelta a no sé qué calle, ¡vi que la cúpula venía hacia mí!...
En un primer momento me quedé algo sorprendido y me detuve. Sí, era sin duda la cúpula de los Inválidos
que se paseaba boca abajo, apoyando en el suelo su punta, y tomaba el sol como cualquier buen burgués
del barrio del Marais. Interpreté esta visión como un efecto óptico y gocé del mismo placenteramente, sin
querer explicarme el fenómeno;
pero tuve sensación de pavor cuando, viendo que se acercaba a mí, quería pisarme los talones... Eché a
correr, pero oía detrás de mí el paso pesado de aquella dichosa cúpula, que parecía burlarse de mí. Sus
ojos reían; efectivamente, el sol al pasar por las ventanas abiertas de tramo en tramo, le daba un vago
parecido con ojos, y la cúpula me lanzaba auténticas miradas...”

TEXTO 7.
EL OLOR DE LA GüAYABA. GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ

El tren, un tren que luego recordaría amarillo y polvoriento y envuelto en una humareda sofocante, llegaba
todos los días al pueblo a las once de la mañana, luego de cruzar las vastas plantaciones de banano. Junto
a la vía, por caminos llenos de polvo, avanzaban lentas carretas tiradas por bueyes y cargadas de racimos
de bananos verdes, y el aire era ardiente y húmedo, y cuando el tren llegaba al pueblo había mucho calor, y
las mujeres que aguardaban en la estación se protegían del sol con sombrillas de colores. Los vagones de
primera clase tenían sillas de mimbre y los de tercera, donde viajaban los jornaleros, rígidos escaños de
madera. A veces, enganchado a los otros, venía un vagón de vidrios azules enteramente refrigerado donde
viajaban los altos empleados de la compañía bananera. Los hombres que bajaban de aquel vagón no tenían
ni las ropas, ni el color mostaza, ni el aire soñoliento de las personas que uno cruzaba en las calles del
pueblo. Eran rojos como camarones, rubios y fornidos, y se vestían como exploradores, con cascos de
corcho y polainas, y sus mujeres, cuando las traían, parecían frágiles y como sombradas en sus ligeros
trajes de muselina.

TEXTO 8
La hojarasca. Gabriel García Marquez

El calor es sofocante en la pieza cerrada. Se oye el zumbido del sol por las calles, pero nada mas. El aire es
estancado, concreto; se tiene la impresión de que podría torcérsele como una lamina de acero. En la
habitación donde han puesto el cadáver huele a baúles, pero no los veo por ninguna parte. Hay una hamaca
en el rincón, colgada de la argolla por uno de sus extremos. Hay un olor a desperdicios. Y creo que las
cosas arruinadas y casi deshechas que nos rodean tienen el aspecto de las cosas que deben oler a
desperdicios, aunque realmente tengan otro olor.

…Al principio tratan de rodar la tranca que parece soldada a las oxidadas argollas, pero no pueden
moverla. Es como si alguien estuviera recostado con fuerza del lado de la calle. Pero cuando uno de los
hombres se apoya contra la puerta y golpea, se levanta en la habitación un
ruido de madera, de goznes oxidados, de cerraduras soldadas por el tiempo, chapa sobre chapa, y la puerta
se abre, enorme, como para que pasen dos hombres, el uno sobre el otro; y hay un crujido largo de la
madera y los hierros despertados. Y antes de que tengamos tiempo de saber qué sucede, irrumpe la luz en
la habitación, de espaldas, poderosa y perfecta, porque le han quitado el soporte que la sostuvo durante
doscientos años y con la fuerza de doscientos bueyes, y cae de espaldas en la habitación, arrastrando la
sombra de las cosas en su turbulenta caída. Los hombres se hacen brutalmente visibles, como un
relámpago al mediodía, y tambalean, y me parece como si hubieran tenido que sostenerse para que no los
tumbara la claridad. Cuando se abre la puerta empieza a cantar un alcaraván en alguna parte del pueblo.

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