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príncipe una vez que han triunfado. En ellas un ter


cero al que el príncipe haya hecho jefe no
puede cobrar enseguida tanta autoridad como para pe
rjudicarlo. Por ello, todo el príncipe
prudente ha desechado estas tropas y se ha refugiad
o en las propias, y ha preferido vencer
con las suyas a hacerlo con otras.
Sucede siempre que las armas ajenas no se caen de l
os hombros del príncipe o le pesan,
solo oprimen. Sin milicias propias no está seguro,
está por completo en las manos del azar.
Aquel que en un principado no descubre los males a
ntes mencionados una vez nacidos, no
es verdaderamente sabio, pero esta virtud la tienen
pocos.
CAPÍTULO XIV
DE LOS DEBERES DE UN PRÍNCIPE PARA
CON LA MILICIA.
Un príncipe no debe tener más objeto ni pensamiento
qué se fuera del arte de la guerra y lo
que a su orden y disciplina corresponde, pues es lo
único que compete a quien manda. No
sólo conserva en su puesto a los que han nacido prí
ncipes , sino que muchas veces eleva a
esta dignidad a hombres de condición modesta, por e
l contrario, ha hecho perder el Estado a
príncipes que han pensado más en las diversiones qu
e en las armas, la pérdida del Estado
se haya siempre en el olvido de este arte.
Un príncipe durante os tiempos de paz debe ejercers
e más que en los tiempos de guerra; lo
cual puede hacer de dos modos: con la acción y con
el estudio. La acción, debe, de ejercitar
y tener bien organizadas sus tropas, dedicarse cons
tantemente a la caza con el doble objeto
de acostumbrar el cuerpo a las fatigas y a conocer
la naturaleza de los terrenos; primero, se
aprende a conocer la región donde se vive, en virtu
d del conocimiento práctico de una
comarca, se hace más fácil el conocimiento de otra
donde sea necesario actuar.
En cuanto al ejercicio de la mente, el príncipe deb
e estudiar la historia, examinar las acciones
de los hombres ilustres, ver como se ha conducido e
n la guerra, analizar el porqué de sus
victorias y derrotas para evitar estas y tratar de
lograr aquellas; un príncipe prudente: no
permanece inactivo nunca en tiempos de paz, hacer a
copio de enseñanzas para valerse de
ellas en la adversidad, a fin de que, lo halle prep
arado para resistirle.
CAPÍTULO XV
DE AQUELLAS COSAS POR LAS CUALES LOS
HOMBRES Y ESPE
CIALMENTE LOS
PRINCIPES, SON ALABADOS O CENSURADOS.
¿Cómo debe comportarse un príncipe en el trato de s
us súbitos y amigos? Hay diferencia
entre cómo se vive y como se debería vivir, que aqu
el que deja lo que se hace por lo que
debería hacerse marcha a su ruina en vez de benefic
iarse; todo príncipe que quiera
mantenerse aprenda a no ser bueno y a participarlo
o no de acuerdo con la necesidad.
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Todos los hombres, y en particular los príncipes, p
or ocupar posiciones más elevadas, son
juzgados por algunas de estas cualidades, tacaño,
avaro.
Avaro: es también el que tiende a enriquecerse por
medio de la rapiña. Es considerado
dadivoso, clemente, leal, afeminado, decidido y ani
moso, humano, casto, sincero, duro,
grave, religioso.
Tacaño: el que se abstiene demasiado de gastar lo s
uyo. Es considerado rapaz, cruel traidor,
pusilánime, soberbio, lascivo, débil, frívolo, incr
édulo.
Un príncipe posee las cualidades que son considerad
as buenas pero como no es posible
consérvalas todas, es preciso ser tan cuerdo que pu
eda evitar la vergüenza de aquellas que
le significarán la pérdidas del Estado, si no puede
, no debe preocuparse y mucho menos
incurrir en la infamia de vicios sin os cuales difí
cilmente podrá salvar el Estado, porque a
veces lo que parece virtud escasa de ruina, y lo qu
e parece vicio sólo acaba por trae el
bienestar y la seguridad.
CAPÍTULO XVI
DE LA PRODIGALIDAD Y DE LA AVA
RICIA
Estaría bien ser tenido por pródigo de manera que s
e sepa que uno es, perjudica; y por otra
parte, si se le practica como se le debe practicar
no será conocida y se le considerará como
el vicio contrario. Un príncipe así acostumbrado a
proceder consumirá en tales obras todas
sus riquezas y se verá obligado, si desea conservar
su reputación, a imponer excesivos
tributos, a ser riguroso en el cobro y hacer todas
las cosas que hay que hacer para
procurarse dinero. Lo cual comenzará a tornarlo odi
oso.
Ya que el príncipe no puede practicar públicamente
esta virtud sin que se le perjudique,
convendrá que no se preocupe si es tachado de tacañ
o porque con el tiempo será tenido
siempre como más pródigo.
Sólo hemos visto hacer grandes cosas a los hombres
considerados tacaños; los demás
siempre han fracasado. Un príncipe debe reparar poc
o, con tal de que ello le permita
defenderse, no robar a los súbditos, no volverse po
bre y despreciable, no mostrarse ladrón,
en incurrir en el vicio de tacaño; porque este es u
no de los vicios que le hacen posible reinar.
CAPÍTULO XVII
DE LA CRUELDADY LA CLEMENCIA; Y S
I ES MEJOR SER AMADO QUE
TEMIDO, O
SER TEMIDO QUE AMADO.
Todos los príncipes desean ser tenidos por clemente
s y no por crueles, deben cuidarse de
emplear mal esta clemencia. Un príncipe no debe pre
ocuparse porque o acusen de cruel, y
siempre cuando su crueldad tenga por objeto l mante
ner unidos y fieles a los súbditos; con
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pocos castigos ejemplares será más clemente que aqu
ellos que, por excesiva clemencia
dejan manipular sus órdenes.
Debe ser cauto en el creer y el obrar, no tener mie
do de sí mismo y proceder con moderación
y humanidad. Surge una cuestión: si vale más ser am
ado que temido, o temido que amado.
Nada sería mejor que ser las dos a la vez, ya que e
s difícil unirlas y siempre ha de faltar una.
Los hombres tienen más cuidado al ofender a uno que
se haga amar que a uno que se haga
temer; el amor es un vínculo de gratitud que los ho
mbres, perversos rompen cada vez que
pueden beneficiarse, el temor es el miedo al castig
o que no se pierde nunca.
El príncipe debe hacerse temer de modo que vite el
odio.
Cuando el príncipe está al frente de sus ejércitos,
es necesario que no se preocupe si
merece fama de cruel, porque sin esta fama jamás po
drá tenerse ejército alguno unido y
dispuesto a la lucha.
Como el amar depende de la voluntad de los hombres
y el temer de la voluntad del príncipe,
un príncipe prudente debe apoyarse en lo suyo y no
en lo ajeno, tratando siempre de evitar el
odio.
CAPÍTULO XVII
DE QUE MODO LOS PROMESAS
Hay dos maneras de combatir: una, con las leyes, ot
ra, con la fuerza. La primera es distintiva
del hombre; la segunda de la bestia.
Un príncipe debe saber comportarse como bestia y co
mo hombre. Como el receptor es mitad
bestia y mitad hombre, un príncipe debe saber emple
ar las cualidades de ambas naturalezas,
ya que una no puede durar mucho tiempo sin la otra.
Como bestia conviene que el príncipe se transforme
en zorro y en león; porque el león no
sabe protegerse de las trampas y el zorro no se pro
tege de los lobos.
Un príncipe prudente no debe observar la fe jurada
cuando semejante observancia vaya en
contra de sus intereses y cuando hayan desaparecido
las razones que le hicieron prometer
ya que los hombres son perversos.
Se podrían citar innumerables ejemplos modernos de
tratados de paz y promesas vueltas
inútiles por la infidelidad de los príncipes. Hay q
ue saber disfrazarse bien y ser más hábil en
el fingir y el disimular
Es preciso que un príncipe posea todas las virtudes
mencionadas, pero es indispensable que
aparente poseerlas. Hay ocasiones que el tenerlas y
practicarlas siempre es perjudicial, y el
aparentar tenerlas es útil. Está bien mostrarse pia
doso, fiel, recto, humano y religioso, así
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mismo serlo efectivamente; pero se debe estar dispu
esto irse al otro extremo si ello, fuera
necesario.
Un príncipe debe tener muchísimo cuidado de que no
le brote nunca de los labios algo que
no esté empapado de las cinco virtudes antes citada
s. Y en las acciones de los hombres,
particularmente de los príncipes, donde no hay apel
ación posible, se atiene a los resultados.
CAPÍTULO XIX
DE QUE MODO DEBE EVITARSE SER DES
PRECIADO Y ODIADO.
Trate el príncipe de huir de las cosas que no lo ha
gan odioso y despreciable y una vez
logrado no tendrá nada que temer de los otros vicio
s.
Hace odioso el ser ladrón y apoderarse de los biene
s y de las mujeres de los súbditos, de
todo lo cual convendrá abstenerse. La mayoría de lo
s hombres mientras no se vean privados
de sus bienes y de su honor, viven contentos.
Hace despreciable el ser considerado frívolo, volub
le, afeminado, pusilánime e irresoluto de
defectos de los cuales debe alejarse e ingeniarse p
ara que en sus actos se reconozca
grandeza, valentía, seriedad y fuerza. Con respecto
a los asuntos privados de sus súbditos,
procurar que sus fallos sean irrevocables y empeñar
se en adquirir tal autoridad.
Para ser respetado, el príncipe, tiene necesariamen
te que ser bueno y querido por los suyos.
Un príncipe debe temer dos cosas: que se le subleve
n los súbditos y que lo ataquen
potencias extranjeras. En el interior estarán asegu
radas las cosas cuando lo estén en el
exterior.
En lo que se refiere a los súbditos, ha de cuidar q
ue no conspiren secretamente.
El no ser odiado por el pueblo es uno de los remedi
os más eficaces de que dispone un
príncipe, ya que el conspirador siempre cree que el
pueblo quedará contento con la muerte
del príncipe.
Los Estados bien organizados y los sabios siempre h
an procurado no exasperar a los nobles
y, a la vez, tener satisfecho y contento al pueblo.
CAPÍTULO XX
SI LAS FORTALEZAS, HAY MUCHAS OTRAS COSAS
QUE L
OS PRÍNCIPES HACEN
CON MUCHA FRECUENCIA SON ÚTILES O NO
Hubo príncipes que, para conservar sin inquietudes
el Estado, desarmaron a sus súbditos,
que dividieron sus territorios conquistados, que fa
vorecieron a sus mismos enemigos, que se
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esforzaron por atraerse a aquellos que les inspirab
an recelo al comienzo de su gobierno, que
construyeron fortalezas y que las arrasaron.
Nunca sucedió que un príncipe nuevo desarmase a sus
súbditos, más bien los armó cada
vez que los encontró desarmados. De este modo las a
rmas del pueblo se convirtieron en las
del príncipe. Los súbditos a quienes el príncipe ar
ma, son deudores del príncipe y se
consideran más obligados a él.
Cuando un príncipe adquiere un Estado nuevo que se
añade al que ya poseía conviene que
desarme a sus nuevos súbditos, excepción hecha de a
quellos que se declararon partidarios
suyos durante la conquista.
En las ciudades conquistadas, aunque no se dejaba l
legar al derramamiento de sangre,
alimentaban discordias entre ellos, a fin d que, oc
upados en sus diferencias no se uniesen
contra el enemigo común.
Un príncipe nuevo al que le es más necesario adquir
ir fama, la fortuna le suscita enemigos y
guerras en su contra para poder darle la oportunida
d de que las supere y pueda elevarse a
mayor altura.
Los hombres que al principio del reinado han sido e
nemigos, si su carácter es tal que para
continuar la lucha necesitan apoyo ajeno, el prínci
pe podrá fácilmente conquistarlos a su
causa, y lo servirán con más facilidad.
Los príncipes para poder conservarse acostumbraron
a construir fortalezas que fuesen
rienda y freno para quienes se atraviesen a obrar e
n su contra. Las fortalezas son útiles si en
unas ocasiones favorecen y en otras perjudican. No
hay mejor fortaleza que él no sr odiado
por el pueblo.
CAPÍTULO XXI
COMO DEBE COMPORTARSE UN PRINCIPE PARA SER
EST
IMADO.
Nada hace más estimable a un príncipe como las gran
des empresas.
Se estima al príncipe ser capaz de ser amigo o enem
igo franco, al que, sin temores de
ninguna índole, se declarase abiertamente a favor d
e uno y en contra de otro. El abrazar un
partido es siempre más conveniente que el permanece
r neutral. Porque si dos vecinos
poderosos se declaran la guerra, se tendrá que teme
r a cualquiera de los dos que gane la
guerra.
Aquel que no es t amigo te exigirá neutralidad, y
aquel que es amigo tuyo te exigirá que
demuestres tus sentimientos con armas.
Los príncipes irresolutos, para evitar peligros pre
sente, siguen la neutralidad y la mayoría de
las veces fracasan.
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Un príncipe nunca debe aliarse con otro más poderos
o para atacar a terceros.
El príncipe también debe mostrarse amante de la vir
tud y honrará a los que se distingan en
las artes. Dará seguridades a los ciudadanos para q
ue puedan dedicarse a sus profesiones;
y que unos no se abstengan de embellecer sus posesi
ones por temor a ser robados, y otros
de abrir una tienda por miedo a los impuestos.
CAPÍTULO XXII.
DE LOS SECETARIOS DEL PRINCIPE
La elección de los ministros, será buena o mala seg
ún la cordura del príncipe. La primera
opinión que se tiene del juicio de un príncipe se f
unda en los hombres que lo rodean si son
capaces y fieles, cuando no lo son, no podrá consid
erarse a un príncipe que el primer error lo
cometa en esta elección.
Para que el príncipe mantenga constante la fidelida
d de un ministro, debe pensar en él, así
pueden confiar unos en otros.
CAPÍTULO XXIII
COMO HUIR DE LOS ADULADORES.
Los aduladores abundan en todas las corte. Los homb
res se complacen tanto en sus propias
acciones de tal modo que se engañan y cuando quiere
n defenderse, se exponen al peligro
de hacerse despreciables. No hay otra manera de evi
tar la adulación que el hacer
comprender a los hombres que no ofenden al decir la
verdad; y resulta que, cuando todos
pueden decir la verdad, faltan al respeto.
Un príncipe debe preferir un tercer modo: rodearse
de los hombres de buen juicio de su
Estado, únicos a los que dará libertad para decirle
la verdad. Debe interrogarlos sobre yodos
los tópicos, y fuera de ellos no escuchar a ningún
otro.
Un príncipe debe pedir un consejo siempre que él lo
considere conveniente y no cuando lo
consideren los demás. Y si pide consejo a más de un
o, los consejos serán siempre distintos
y a un príncipe que no sea sabio no le será posible
conciliarlos.
CAPÍTULO XXIV
POR QUE LOS PRINCIPES DE
ITALOA PERDIERON SUS ESTADOS
Se observa mucho, más celosamente a conducta de un
príncipe nuevo que la de uno
heredero, si los hombres la encuentran virtuosa, se
sienten más agradecidos y se apegan
más a él que a uno de linaje antiguo.
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El príncipe tendrá la gloria de haber creado un pri
ncipado nuevo y haberlo mejorado.
Si se examina el comportamiento de los príncipes de
Italia, se encontrará en primer lugar, en
lo que refiere a las armas una falta común a todos.
Unos tuvieron un pueblo por enemigo, y
el que lo tuvo por amigo no supo asegurarse de los
nobles.
Estos príncipes en épocas de paz nunca pensaron que
podrían cambiar las cosas, cuando se
presentaron tiempos adversos, atinarían a huir y no
a defenderse.
CAPÍTULO XXV
DEL PODER DE LA FORTUNA EN LAS COSAS
HUMANAS Y DE L
OS MEDIOS PARA
OPONÉRSELE
La fortuna es la juez de la mitad de nuestras accio
nes, pero nos deja gobernar la otra mitad.
Y aunque esto sea inevitable, no basta para que los
hombres, tomen sus precauciones con
diques y reparos.
Con la fortuna se manifiesta todo suponer allí dond
e no hay virtud preparada para resistirle y
dirigirse sus arrebatos.
Un príncipe q hoy vive en la prosperidad y mañana e
n la desgracia se debe a que confía
ciegamente en la fortuna. Es feliz el que se concil
ie con su manera de obrar con liándole de
las circunstancias.
Los hombres para lograr el fin que se proponen proc
eden de manera distinta: con cautela,
con ímpetu, por violencia por astucia. Dos que actú
an de distinta manera obtienen el mismo
resultado y de otros dos que actúan d igual manera
uno alcanza su objetivo y el otro no.
No existe hombre lo suficientemente flexible como p
ara adaptarse a todas las circunstancias.
El hombre cauto fracasa cada vez que es necesario s
er impetuoso. Que si cambiase de
conducta junto con las circunstancias.
La fortuna varia y los hombres se empeñan en proced
er de un mismo modo, serán felices
mientras vayan de acuerdo con la suerte, e infelice
s cuando estén en desacuerdo con ella.
CAPÍTULO XVI
EXHORTACIÓN A LIBERAR A ITALIA DE LOS
BARBAROS
Después de meditar en todo lo expuesto, las circuns
tancias son propicias para que un nuevo
príncipe pueda adquirir gloria, y si se encuentra e
n ella cuanto es necesario a un hombre
prudente y virtuoso para instaurar una nueva forma
de gobierno , por lo cual se honraría a sí
mismo , haciendo la felicidad a los italianos.
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CONCLUCION
En este libro Maquiavelo habla sobre, cada uno de l
as situaciones a las que se puede
enfrentar un gobierno como en las épocas anteriores
y la actual, lo cual, al principio
Maquiavelo habla sobre todos los tipos de principad
os que puedan existir, como los nuevos,
los hereditarios, los eclesiásticos, etc., se habla
también sobre los tipos de ejércitos que
puede haber, Maquiavelo habla también sobre las per
sonas, por las cuales hay que cuidarse
y en las que hay q
ue confiar, pero todo lo que dice, lo representa co
n ej
emplos y
con hechos
históricos en cada uno de los principados. La mayor
ía de estos hechos, que son usados
como ejemplos, son situaciones ocurridas, la mayor
parte, en Italia, España y Francia,
Maquiavelo ocupa muchos ejemplos de situaciones act
uales.
Estas forma de gobierno que va explicando en cada u
no de los capítulos, son exclusivo para
príncipes de la época esto puede ser utilizado en c
ierta parte en la actualidad, ya que
Maquiavelo se guía mucho, por la mente del hombre y
como según él, reaccionaría en
diversas situaciones. Este libro puede ser aplicado
en la actualidad, debido a que el hombre
no ha evolucionado o desarrollado mucho su mente, h
ay muchas ocasiones en que el
hombre, actuaría igual a como actuaba hace siglos a
trás.
Maquiavelo menciona que todo principado debía conta
r con un ejército que lo defendiera, ya
que a todos
los tipos de p
rincipados tenían
enemigos, que siempre trataban de
eliminarl
o. El
libra habla acerca de
cada uno de
los tipos de
ejércitos que puede tener un
principado,
mismos que
continua
ción hare m
ención de m
anera breve a cada
uno de estos,
tomando en
cuenta los beneficios y dificultades que le puede t
raer a un principado.
Ejército Mercenario
Este ejército pagado, es el peor ejército que puede
poseer un principado por que trabajan
solo por dinero, es muy simple que no hagan bien su
trabajo y existe la gran posibilidad de
que se revelen en contra del príncipe, lo cual podr
ía finalizar en la pérdida del poder por lo
que este ejército es muy peligroso y poco confiable
. Maquiavelo lo define como la peor
opción para un principado.
Ejército auxiliar
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Este tipo de ejército no es muy distinto al anterio
r, es un ejército que no es propio y a la larga
termina poniendo al principado en una situación de
deuda con el otro principado al cual le
pertenece el ejército por lo que el principado pier
de su independencia militar y queda atado a
la merced del otro principado.
Ejército propio
Este es el mejor ejército que un principado podría
tener, es el más recomendado por
Maquiavelo, por la simple razón de que son los únic
os que son enteramente leales al
príncipe y que son los más confiables, es muy difíc
il que un príncipe sea traicionado por su
propio ejército. Es este ejército en el quien puede
s confiar una batalla, ya que son
entrenados según tus mandatos. Este es el tipo de e
jército ideal para un principado, sea este
nuevo o adquirido por herencia.
Ejército mixto
Es la mezcla entre un ejército propio y uno auxilia
r, siempre que un príncipe cuente con
soldados propios en un ejército, este puede confiar
en él, los soldados propios, según
Maquiavelo son los más confiables y los menos pelig
rosos para un príncipe.
Maquiavelo habla sobre este tema gran parte del lib
ro, lo que evidencia que es un tema de
gran importancia en la época y con razón ya que las
constantes luchas por territorios y rutas
de comercio, hacían indispensable que cada principa
do tuviera su ejército para defenderse o
atacar.
También habla sobre la manera de conducirse de un p
ríncipe, con el propósito de adquirir
alguna consideración y menciona que un príncipe deb
e de poseer una serie de cualidades
como la libertad que debe de estar bien manejada; A
sí como mantener la seguridad ya que
es tan importante y
necesario para poder dirigir
a un
grupo de personas a
cumplir con
el
objetivo de derrotar al enemigo. Con una serie de e
jemplo demuestra que el príncipe debe
ser también duro, y con algo de crueldad en algunos
casos, pero debe de ser con una
crueldad medida, de lo contrario surge el odio y el
príncipe puede morir en el intento.
En el libro se aconseja sobre la manera de gobernar
en territorios de ajenos y recientes
costumbres, el propone arruinarlos o mudarse a dich
os territorios. Así mismo, recomienda
permitir o no la conservación de sus leyes una vez
determinado de la cantidad de enemigos
que el
nuevo príncipe pue
da tener,
lo cual
lo lograra con
un buen
procedimiento que
consiste en
construir una buena fortaleza, por
lo que se
genera una defensa a
agresiones
externas al igual que un impedimento a quienes pien
san atacar al príncipe, sin embargo
existe un mejor procedimiento, el no ser atacado y
odiado por el pueblo.
Al respeto a la palabra dada es otro rasgo clave e
n un príncipe, todo esto puede quedar entre
comillas pues se supone que un príncipe nunca debe
romper sus promesas, pero el libro se
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muestra ejemplos dados en la antigüedad donde reyes
consiguieron muchas victorias
engañando. He aquí la aparición de dos posibilidade
s: la ley, o la fuerza, cada una de ellas
debe ser manejada
con mucha cautela e inteligencia y
sobre de
las tres maneras de adqu
irir
un principado: a) por valor y con armas propias, b)
por fortuna y armas no propias y c) los
que llegan por obra de sus maldades.
El penúltimo capítulo habla sobre la fortuna cuando
es contraria Maquiavelo confiesa que él
mismo llegó a creer que cuando la situación es comp
letamente contraria y no tiene que ver
con los aciertos o errores del príncipe nada queda
por hacer más que dejarse llevar por la
corriente de la suerte.
El libro simboliza el poder el cual es considerado
como un camino de la realización humana,
es decir la búsqueda de la felicidad, la política q
ue involucra muchos, si no lo son todos los
aspectos de la vida. Así tam
bién representar a un pueblo, en el que
hay
que darle o
llenarlo
de justicia y tranquilidad, mantener contenta a la
población y una segura independencia
frente a otros reinos, son algunos de los deberes d
e quien se encuentra al frente de un
estado.
En resumen se puede decir que de ciertas cualidades
que un príncipe puede tener, aunque
se observe que sean perjudiciales, pero si aparenta
tenerlas son útiles; por ejemplo: parecer
clemente, leal, humano, integro, devoto, y serlo, p
ero tener el ánimo predispuesto de tal
manera que si en necesario no serlo, se pueda y se
sepa adoptar la cualidad contraria. Pero
no solo basta con escoger un camino para ser un prí
ncipe o un líder si no que también es
importante escoger el medio y/o modo para ser prínc
ipe; es por eso que es necesario de un
ejército propio, mercenario y mixto. Pero lo más im
portante es tener el conocimiento de lo
que se pretende hacer así como conocer el medio o l
os factores que influyen esto ayudara a
contrarrestar
la perdida en
la guerra y
esto brinda victoria, y
autoridad.

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