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VOL. 3 • Nº 3 • 2016 • ISSN 2386-8449


CONVERSANDO CON
Ciprian V lcan entrevista a Jacques Le Rider, traducción al español de Joan M. Marín
“Es una misión dolorosa ser familiar de un genio”, entrevista con Marina Tarkovskaya, por Tamara Djermanovic
UT PICTURA POESIS
Poemas de Tadeusz Ró ewicz, selección y traducción al español de Karolina Zygmunt
PANORAMA
ESTÉTICA Y TEORÍA DE LA LITERATURA
Entre Baumgarten y Aristóteles. Una reunión celebrativa, Miguel Salmerón y Mauro Jiménez (Coords.)
TEXTO INVITADO
Teoría de la Literatura y Estética, Tomás Albaladejo
ARTÍCULOS
La metáfora en Nietzsche, de verdad, Jaime Aspiunza
Flores a Mansfield, reescribir, releer, reutilizar el texto, Mar García Ranedo
A poesia em interação com a pintura, segundo Diderot, Ana Portich
Ana Mendieta y Fray Ramón Pané: un vínculo entre el arte contemporáneo y la literatura colonial española, Alejandro
del Valle Cordero
Una lectura de Esperando a Godot y Fin de partida a través de la melancolía, Meritxell Lafuente Garcia
Perception and the ‘I’ in Samuel Beckett’s Company and Francis Bacon’s Paintings, Ana Álvarez Guillén
Apuntes sobre la metáfora en Fredric Jameson y en Richard Rorty, Nacho Duque García
MISCELÁNEA
El valor artístico de los índices de audiencias, Esther Marín Ramos
El Ethnic Chic, la moda como encubrimiento. Reflexiones en torno a la fetichización comercial de la estética étnica,
Julimar Mora
El relativismo de gusto como problema en el siglo XVIII europeo: algunas propuestas inglesas y la solución aristocrática
de Montesquieu, Nicolás Martín Olszevicki
#RevueltasEstéticas: Del #yosoy132 a #Ayotzinapa, Alba Citlali Córdova Rojas
Redención de un orden material en la escultura de William Tucker, Guillermo Aguirre-Martínez
RESEÑAS

EDITA

https://ojs.uv.es/index.php/LAOCOONTE/index
LAOCOONTE. REVISTA DE ESTÉTICA Y TEORÍA DE LAS ARTES • VOL. 3 • Nº 3 • 2016 • ISSN 2386-8449 • DOI 10.7203/LAOCOONTE.3.3.ABCD • PP 99-123 • https://ojs.uv.es/index.php/LAOCOONTE/article/view/ABCD
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VOL. 3 • Nº 3 • 2016
PRESENTACIÓN 7-8
CONVERSANDO CON 9
Ciprian V lcan entrevista a Jacques Le Rider, traducción al español de Joan M. Marín 11-17
“Es una misión dolorosa ser familiar de un genio”, entr. con Marina Tarkovskaya, por Tamara Djermanovic 19-22
UT PICTURA POESIS 23
Tadeusz Ró ewicz: el poeta que rechazó la poesía, Karolina Zygmunt 25-26
Poemas, Tadeusz Ró ewicz, traducción de Karolina Zygmunt 27-39
Fotografías de Laocoonte n. 3, Albert Mir 40

PANORAMA

ESTÉTICA Y TEORÍA DE LA LITERATURA 41


Entre Baumgarten y Aristóteles. Una reunión celebrativa, Miguel Salmerón y Mauro Jiménez (Coords.) 43-46
TEXTO INVITADO 47
Teoría de la Literatura y Estética, Tomás Albaladejo 49-58
ARTÍCULOS 59
La metáfora en Nietzsche, de verdad, Jaime Aspiunza 61-74
Flores a Mansfield, reescribir, releer, reutilizar el texto, Mar García Ranedo 75-89
A poesia em interação com a pintura, segundo Diderot, Ana Portich 90-100
Ana Mendieta y Fray Ramón Pané: un vínculo entre el arte contemporáneo y la literatura colonial española,
Alejandro del Valle Cordero 101-120
Una lectura de Esperando a Godot y Fin de partida a través de la melancolía, Meritxell Lafuente Garcia 121-134
Perception and the ‘I’ in Samuel Beckett’s Company and Francis Bacon’s Paintings, Ana Álvarez Guillén 135-150
Apuntes sobre la metáfora en Fredric Jameson y en Richard Rorty, Nacho Duque García 151-160

MISCELÁNEA 161
El valor artístico de los índices de audiencias, Esther Marín Ramos 163-175
El Ethnic Chic, la moda como encubrimiento. Reflexiones en torno a la fetichización comercial de la
estética étnica, Julimar Mora 176-192
El relativismo de gusto como problema en el siglo XVIII europeo: algunas propuestas inglesas y la solución
aristocrática de Montesquieu, Nicolás Martín Olszevicki 193-205
#RevueltasEstéticas: Del #yosoy132 a #Ayotzinapa, Alba Citlali Córdova Rojas 206-219
Redención de un orden material en la escultura de William Tucker, Guillermo Aguirre-Martínez 220-227

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RESEÑAS 229

La pregunta adecuada, Anacleto Ferrer 231-233


La salvación de lo bello, Javier Castellote Lillo 234-237
La furia de las imágenes, Lurdes Valls Crespo 238-241
El oído de Hegel, Francisco Vega Cornejo 242-245
Tiempo presente. Permanencia y caducidad en la arquitectura, Carmen Martínez Sáez 246-249
Bioarte. Arte y vida en la era de la biotecnología, Matías G. Rodríguez 250-252
Cuerpos pensantes de una danza en sombra, Cintia Borges Carreras 253-257
Arte y vida: música y desgracia, Blanca Victoria de Lecea 258-261
Prismas críticos. Lecturas sobre Theodor W. Adorno, Inmaculada Collado 262-264
La alta moralidad de lo verdadero, o de cómo lo bello nos compromete con la realidad,
Jesús Fernández Zamora 265-268
Significar la cosa, Víctor Meliá de Alba 269-272
Políticamente feo, Gemma Azorín Díaz 273-275
¿Para qué sirve la literatura?, Sebastián Gámez Millán 276-278
Fragmentos, Sebastián Gámez Millán 279-283
Dialogar sobre lo inefable, Juan Pablo Fernández-Cortés 284-286
Batteaux y las Bellas Artes, Román de la Calle 287-290
Simbolismo y Modernidad, Mauro Jiménez 291-293

Fotografías de portadillas de Albert Mir.


Fotografía de portada de Tamara Djermanovic intervenida con fotografías de Albert Mir.

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RESEÑAS

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RESEÑAS

Fragmentos
Sebastián Gámez Millán*

George Steiner
Fragmentos (un poco carbonizados)
Trad. Laura Emilio Pacheco
Madrid, Siruela, 2016
ISBN: 9788416396689
Páginas: 88

El recurso ficticio del hallazgo de un pergamino del siglo II d. de C., atribuido


a Epicarno de Agra, le permite a George Steiner adoptar una máscara y una voz,
además de trazar un hilo conductor entre ocho breves ensayos que, si no fuera por
este recurso, no tendrían otro aspecto en común salvo la trayectoria vital, intelectual
y el estilo de uno de los intelectuales con una perspectiva más amplia y profunda de
la cultura europea, si bien George Steiner es un Weltbürger, un ciudadano del mundo.
A pesar de su asombrosa erudición literaria, filosófica, científica, filológica,
musical, artística, su estilo es ágil y claro. Como sostenía recientemente Enrique Lynch:
“Steiner es un escritor único. Sólo él es capaz de articular con relativa consistencia el
Teorema de Gödel, el poema de Parménides y la Tetralogía de Wagner y descubrir
en estas proezas un inesperado tronco espiritual común. Su vocación intelectual se
compara con los constructores de catedrales que reunían con pericia y razón la técnica
y la belleza y las ponían al servicio de una experiencia mística”.
Pues bien, en Fragmentos, aunque son ensayos escritos por un hombre que se
aproxima al umbral de los noventa años, su estilo resplandece como pocas veces a lo
largo de su obra. Quizá la brevedad y la condensación con la que están escritos estos
Fragmentos aligera una erudición con la que, por otra parte, no pretende ser demostrar
cuánto sabe, sino más bien indicar hitos de nuestra cultura, compararlos, preguntarse
y preguntarnos, en busca de la aventura interminable del conocimiento.
Me atrevería a decir que en estos breves ensayos mejora su capacidad metafórica
a la vez que la limpidez y la gracia de su estilo, repleto de sentencias, juicios de valor
en defensa de lo canónico, preguntas desafiantes y una enorme capacidad persuasiva
para mitificar y embaucar, siempre acompañado de juego e ironía. Así, es evidente que
estos Fragmentos no poseen la ambición intelectual de otras obras suyas, como Lenguaje
y silencio (1976) o Presencias reales (1989), pero se diría que encuentra la extensión y el
ritmo adecuado para su estilo, como si fueran maravillosas cartas de un maestro de
otro tiempo acerca de temas que le apasionan y le preocupan.
En el primero de ellos, titulado “Cuando el rayo habla, dice oscuridad”, se ocupa
del desciframiento de la existencia y el fondo impenetrable de la misma: “Nuestra
existencia es una lectura constante del mundo; un ejercicio de desciframiento, de

* Universidad de Málaga, España. sebastiangamezmillan@gmail.com

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interpretación dentro de una cámara de eco que tiene infinidad de mensajes semióticos.
Pero esto no necesariamente implica claridad; no necesariamente asegura significado
con su potencial y su rendición de paráfrasis y traducibilidad”, (p. 12).
A la manera de Derrida cuando provocadoramente afirmaba que “no hay nada
fuera del texto”, Steiner se pregunta aquí: “¿Hay existencia fuera de la gramática?” A
lo que responde: “Lo que no se puede conceptualizar no se puede decir; lo que no se
puede decir no puede existir”. Olvida una objeción que le lanzaba al Wittgenstein del
Tractatus, encerrado en la lógica y el lenguaje verbal, la música, de la que se ocupará
en el capítulo séptimo. Aún más, hay fenómenos que existen y que todavía no han sido
conceptualizados, pero eso no quiere decir que no puedan conceptualizarse ni decirse.
Puede que tengamos la impresión de que no existen porque es precisamente el lenguaje
verbal lo que dota de cierta visibilidad y reconocimiento los fenómenos del mundo que
nos rodea.
“Amistad, homicida del amor” es el título, el tema y acaso la tesis principal del
segundo Fragmento. La primera parte es un elogio de la amistad: “la amistad es la
compensación de la existencia humana” (p. 17), aunque reconoce, con Rochefoucauld
“que el infortunio de un amigo no nos causa absoluta infelicidad”. Tal vez es la lucha
que mantenemos con los otros, la lucha que somos. Pero, desde luego, cuando nos
sentimos bien con nosotros mismos no tenemos la misma sed de esos infortunios y
hasta nos alegramos de su suerte y felicidad. Por eso quizá nuestro primer deber sería
procurar estar bien con nosotros mismos, a fin de relacionarnos mejor con los otros. Ya
que sin los otros no somos nosotros, no podemos llegar a ser lo que somos.
En un movimiento dialéctico, responde a la tesis con esta antítesis: “la amistad
asesina al amor”. Y lo argumenta: “Los amigos no son amantes. Tres inmortales
palabras lo dicen todo: odi et amo” (p. 24). Mas en un movimiento de síntesis, por
eso dudaba antes de que el título fuera al mismo tiempo la tesis principal, Steiner
mantiene que “en el matrimonio, en vidas compartidas que surgen de un amor
auténtico, el tiempo puede asentarse para transformarlo en maravillas de madurez
y desprendimiento propios de la amistad, con su humor, su paciencia, su recíproca
adhesión a la creatividad” (p. 24).
“Hay leones, hay ratones” aborda un tema al que Steiner le ha preocupado y del
que se ha ocupado durante buena parte de su vida, la educación. En particular se
pregunta “qué cualidades existen en la mente de un genio y en la de un imbécil” (p. 28).
Acepta el credo liberal, según el cual “excluyendo la catástrofe política y el gusto de
la humanidad por la masacre, la educación mejorará. Una escolaridad decente llegará
a más y más niños sin importar su origen étnico o económico” (p.33). Sin embargo,
“si la genética molecular llegara a demostrar que las distintas gradaciones de potencial
cerebral y corpóreo son innatas, heredadas, entonces ¿qué?” (pp. 35 y 36), se pregunta.
Si somos sabios, tengo para mí que ni lo que nos informe la genética ni la neurología
acerca de nuestras determinaciones intelectuales, entre otras ciencias emergentes,
puede ni debe impedir el desarrollo de la cultura del esfuerzo, ni extirpar la esperanza
de cambiar ni robar el sueño de mejorar gracias a la educación, la formación, la
disciplina, la vocación y el amor.
“El mal es” es el cuarto fragmento. Se ocupa aquí sobre la cuestión del mal, sobre la
que nos ofrece una visión panorámica de cómo ha sido tratada a lo largo de la historia,
desde Aristóteles hasta los racionalistas modernos: Leibniz, con el principio de razón
suficiente y la idea de que todo es en última instancia para bien; visión satirizada y

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ridiculizada en el Cándido de Voltaire. Más inquietante y verosímil es la cosmovisión


de Spinoza, que excluye cualquier vestigio de mal.
Sin embargo, Steiner se inclina por la sospecha de que “quizá más perturbadora
sea la posibilidad de que los impulsos hacia el mal estén inextirpablemente engastados
en la psique humana (…) El kapo del campo de concentración, los encargados del
gulag o los responsables de la `cura de agua´ en Guantánamo son bastante `normales´”
(…) ¿Qué es nuestra historia –desde el asesinato de Caín hasta los hornos de gas y
la incineración nuclear– sino la crónica de lo inhumano? Citar la frase `el hombre
es un lobo para el hombre´ es insultar a los lobos” (pp. 42 y 43). Y concluye esta
reflexión sobre el mal con unas palabras a partir de las cuales tendríamos que trabajar:
“la mayoría de nosotros pasamos de largo, beneficiándonos de la falta de percepción
consensual, aunque sabemos que la indiferencia es la gran cómplice” (p. 43).
“Canta dinero a la diosa” es la cuarta reflexión, dedicada a la omnipotencia de
este dios en nuestros días. Contrapone una visión de filósofos, poetas, escritores y
artistas, que desdeñaron los cantos de sirena del dinero, frente a una visión actual,
donde la omnipresencia del dinero con frecuencia prostituye y corrompe las relaciones.
“Ningún filósofo que se precie de serlo debería tener riquezas. Wittgenstein regaló su
herencia. El verdadero poeta, el artista, los radicales del pensamiento, el Spinoza que
pule sus lentes, tienen la intención de desdeñar los beneficios materiales. Los sofistas
traicionan la verdadera filosofía al aceptar dinero por sus enseñanzas” (p. 47).
Más adelante denuncia la hipócrita e injusta atribución de responsabilidades
del mercado laboral: “Cuando un negocio fracasa, miles de personas se quedan sin
empleo o endeudadas; sus directos se escabullen llevándose millones en bonos y en
fulgurantes apretones de manos. Y, sin embargo, a ninguno de estos rufianes, que son
los responsables, se les escupe, ¡por no decir se les fusila!” (p. 50). Pero se percata de
que todo o casi todo es negocio en este mundo: “Los monasterios que salpican el
paisaje cristiano (…) ¿qué son sino intentos por comprar la benevolencia de los dioses,
la protección mafiosa de lo sobrenatural? ¿Qué son sino intentos por canjear tesoros
inmanentes por dividendos trascendentes?” (p. 52).
“Desmiente el Olimpo si puedes” retoma, desde otra perspectiva, un tema querido
por Steiner: si podemos negar a Dios. En Presencias reales (1989) se había preguntado si
podemos comprender adecuadamente la creación de grandes obras literarias, artísticas,
musicales, sin tener en cuenta una trascendencia. Aquí concluye que “si no existe
ninguna prueba lógica o teológica de la existencia de Dios, tampoco existe otra que
afirme que no existe” (p. 62).
¿Es esto una razón para los creyentes? `Las razones´, nos había advertido Freud
citando a Shakespeare, se encuentran como moras en primavera. Mientras, aunque
resulta difícil imaginar cuándo se completará el mapa, las ciencias contribuyen poco
a poco a explicar de manera empírica cómo es el mundo que nos rodea. Más bien
la conclusión de Steiner es una razón para ser agnóstico, que es aquel que mantiene
que puesto que no se puede demostrar la existencia ni la inexistencia de Dios, lo más
razonable acerca de esta pregunta es suspender el juicio. Pero, ¿creemos las personas
por lo general en función de razones? ¿O tal vez nos movemos más por emociones y
sentimientos? Es decir, `me siento feliz; no me acuerdo de Dios´; `estoy enfermo y me
siento desdichado, ¿dónde estás, Dios?´
En el penúltimo ensayo, “¿Por qué lloro cuando canta Arión?”, también retoma
un tema querido, la música y su poder para trascender los límites de la razón, que

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es un argumento que empleó para rebatir la célebre proposición del Tractatus de


Wittgenstein: “Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”. “¿Qué le
ocurre a la razón, a nuestra voluntad, a nuestra templanza psicológica y moral cuando
escuchamos música?” (p. 63). Recuerda que al menos desde La República y Las leyes de
Platón se ha tratado de controlar a efectos políticos la fuerza de la música.
Afirma, rememorando quizá a Nietzsche, que “la música es perfecta y
trascendentalmente inútil. Pero ¿podríamos vivir sin ella? (…) No sabemos de ninguna
comunidad humana sin música. La literatura, no digamos ya la escritura, es mucho más
rara (…) ¿Podría la experiencia musical ser el único encuentro humano con el tiempo
que esté libre de temporalidad tal y como la conocemos en los procesos biológicos y
psicológicos?” (pp. 67 y 68).
Repetidamente se pregunta “¿qué es la música?” La compara con otros lenguajes,
por ejemplo, el verbal: “El lenguaje predica la verdad o la falsedad. Este punto es
crucial. La música es arrolladoramente significante pero no tiene, no `hace´ ningún
sentido. Es infinitamente significante pero su significancia desafía toda transposición a
la prosa del mundo. Como el seto en llamas, la música manifiesta que `es lo que es´”.
(pp. 69 y 70). Antes había sostenido que la música “es intraducible. Tal y como lo
mostró Schumann, la única explicación válida de una pieza es su repetición” (p. 68).
Pero sus inquietantes preguntas, sus desafiantes aproximaciones, no disuelven
el misterio último: “¿Por qué llora Epicarno cuando escucha cantar a Arión? No
hay respuesta. Solo la certeza de que nuestras vidas se verían inconcebiblemente
empobrecidas si no lo hiciera” (p. 73). Tal vez este sea el método más justo: las ciencias,
incluidas las llamadas humanas o sociales, contribuyen a explicar y aclarar el mundo
que nos rodea, pero parece que hay un misterio que se resiste a ello.
“Amiga muerte” es el último y quizá el más bello ensayo del conjunto, quizá
con “Amistad, homicida del amor”. Comienza declarando que “el momento más
trascendental en la historia del hombre es el descubrimiento de la muerte. No de la
muerte individual, ni de la muerte de este o aquel ser orgánico. Sino de la muerte como
algo universal, inescapable, predestinado y total: descubrir que toda existencia, todo
lo que vive, es el prólogo a una muerte segura” (p. 75). Posiblemente a partir de este
descubrimiento cambia la organización social e individual del tiempo.
Ve como una amenaza la prolongación de la vejez por el hecho de estar en la vida,
y no con vida, ante la creciente esperanza de vida de las privilegiadas economías de
Occidente. Y describe con bastante acierto y realismo las miserias de la vejez: “La
vista y el oído se debilitan. La orina chorrea. Las extremidades se vuelven rígidas y
duelen. Las dentaduras se tambalean en bocas malolientes y salivantes. Incluso con la
lamentable seguridad de un bastón o de un andador, las escaleras se convierten en el
enemigo. Las noches se vuelven huecas por la incontinencia y por las vejigas estériles.
Pero las debilidades del cuerpo no son nada con la devastación del cuerpo” (p. 80). Se
nota que lo está percibiendo y analizando muy de cerca.
¿Cuál es el remedio para evitar estas y otras miserias de la vejez? No hay remedio:
es ley de vida envejecer, si se dispone de esa suerte… No obstante, Steiner, al igual que
Ramón Andrés (Semper dolens. Historia del suicidio en Occidente, Barcelona, Acantilado,
2016), ve en el suicidio la puerta de la libertad. “No elegimos nuestro nacimiento.
Pero podemos reclamar la autonomía de nuestro ser al elegir la manera y el momento
de nuestra muerte. La geriatría, remanente de teologías obsoletas, busca privarnos de
esta libertad fundamental (…) Está en juego mucho más que la dignidad. Es nuestra

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humanidad esencial”.
Y con esta apología del suicidio como acto de libertad para autodeterminar nuestro
ser concluye George Steiner o Epicarno de Agra estos Fragmentos un poco carbonizados.
Se trata de que ahora cada uno siga tejiendo en diálogo con otros sus fragmentos,
como Steiner a su manera ha hecho con Shakespeare, Heidegger, Wittgenstein, Tolstoi,
Dostoievski, Kafka… fragmentos que se hilvanarán dentro del palimpsesto que es la
historia de las ideas o la historia de la literatura o la historia universal.

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