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ORLEANS, 3 KILOMETROS CADA Vez QUE ELLA PREGUNTABA: «Esta muy lejos Orleans?», él sentia que una rabia sorda le subfa hasta el cuello; se atragantaba, y tenfa que toser. Asi, sin embargo, ahorraba la respuesta. Entraban en un pueblo. Delante de una casa habja un grupo de gente, atravesaron la calle y se acercaron. — Qué pueblo es éste? Nadie hizo caso de Ja pareja. Todo el mundo estaba impaciente en torno a dos hombres en mangas de camisa que repartian vino. La taberna, una taberna muy pequefia, estaba abandonada: como todo el pueblo. De una ventana vecina salfa humo y el aire llevaba olor de pélvora. —Traer botella y ellos dar vino... Dar vino de la cava. Todo abandonado, vino se estropearia. Mejor cogerlo. Quien les hablaba era un negro de mediana edad, bastante alto, vestido con una cierta correccién. En la solapa de la americana llevaba una amapola con un solo péta~ Io; los otros se los habja llevado el viento. Ti mira qué maleta —dijo la mujer dando un codazo a su marido. El negro llevaba una maleta de piel de cerdo, pequefia y nueva. Los cierres brilla- ban al sol. —Calla, mujer... Si nos oye... __Si tienes miedo de que nos entienda.... El hombre, dirigiéndose al negro, le pregunt6 en voz alta: _—;Sabe cémo le Ilaman a este pueblo? BI negro levanté la mano, una mano seca, con los dedos larguisimos, con la piel y sefialé hacia arriba. Sobre un palo habia un rétulo y on el on letras negtas y brillantes. «Artenay.» —Jos dos hombres iban y venian de la apados de vino. Se les de la palma destefiida, rétulo el nombre del pueblo, _Todavia queda vino, ¢quién quiere més? bodega a la entrada. Llevaban los zapatos y Jos pantalones emp: acercé una mujer que Ievaba un cazo. tached [310] PARECIA DE SEDA Y OTRAS NA do... En la casa de la esquina ha sal Be Miradiaue ber Ee ea que la han we I Puen ef 4 Ilena de ttiles de ond pan i n hornillo de alcohol habfa leche que se iba detramando, Poca, u aa jenen nada para poner vino? —pregunté el negro a Ja Pareja de». oe borell les hab ie | ‘ car jarro 0 botella... —se les haba acer, ig US pore teNOI No Lea Pusan 10 servi, ton. iente. Alargé el brazo como si fuera a darles la maleta para que se |, Buard te. A ia .ensé mejor y, poniéndose rigido, apreté los dedos. La maleta se Je unig lo ; se a una prolongacién de su brazo, y se aparté del 8tUpo con calma Po, ct si fuera de tapo, como si tuviera las artculaciones rotas. Ung Je los h como si fuer om bres que repartan vino subié de la bodega, lené atin una botellay el cary ‘ que i i . : de la Mujer habla llegado la tlkima, Anuncié que el vino ya se habia terminado, —jAviones! jAviones! Todos miraron hacia arriba. El cielo estaba n{tido, con aquel azul tan ae ie cielo de Francia: sin una niebla. Se hizo un silencio absoluco como gj oa magia la docena de personas reunidas se hubiera desvanecido, Log aviones se g a pero atin no se vefan. Mind... Alt... detris de la chimenea de la casa alea, encima mismo de a ch, menea... —un hombre viejo, con las cejas y el bigote blancos, Sefalaba la chimeng de la casa de enfrente, De pronto brillaron cinco puntos plateados y poco a Poco se fteron agrandando, —Bajad a a bodega. ;Todo el mundo abajo! —No puedo andar, No tengdis miedo. No vienen por el pueblo... Desde ayer por la noche bor bardean Orleéns... Estos pasarén de largo. El ruido de los motores se iba acercando y los aviones ya parectan golondrinas Tos hombres y las mujeres empezaban a bajar a la bodega, graves, silenciosos Tenfan la mirada fija, como si la muerte ¥@ se les hubiera instalado en log oan bodega despedta una peste de vino insoportable y el suelo era fangoso; alpui habla sacado vino de una bota, cuando la bota todavia estaba lena seh a a ¢l grifo abierto. Cuando los dos hombres que repartian vino ae bajado, a, los que venfan de la MERCE RODOREDA (311) todas. Un nifio se puso a llorar. Por el hueco de la escalera entraba un haz de luz y, una vez los ojos se acostumbraron a la oscuridad, aparecieron las boras alineadas a un lado y otro. De pronto, el techo de la bodega retemblé como si fucra a hundir- se y entré una ventolera rabiosa llena de polvo y de ruido. El nifio que loraba dejé de llorar como si hubiesen cortado el aire con que respiraba. Las mujeres chillaban. Una voz de hombre iba diciendo, temblorosa: «Calma, calma, calma...». Volvié el silencio. Atin se oyeron dos o tres detonaciones, lejos, menos violentas. Un hom- bre se arriesgé a salir fuera. Al cabo de un momento sacé la cabeza por el hueco de la escalera. —Ha caido en medio de la calle, ha hecho un agujero tan grande que en él cabria mos todos juntos y atin sobrarfa sitio. Todos salicron fuera. La luz los cegé y el dia y el sol parecian més claros. Una mujes [a que lievabalellnifolallcucllo)Woraba. Ti, vamos. —Me muero de sed: parece que me hayan llenado la boca de pélvora. corte ae Olea epee es —;Fst4 muy lejos? Fueron recorriendo calles, ahora hacia la derecha, ahora hacia la izquierda, has- ta llegar a la plaza del pueblo. En el centro habia una fuente, seca. Los bombardeos debfan de haber cortado la conduccién de agua. Unos cuantos plétanos altos, fron- dlosos, muy verdes, hacian sombras azuladas sobre el suelo soleado y sobre la facha- dade la iglesia. Delante de la iglesia habfa una taberna, mayor que la que habfan dejado atrés. «Au bon coup de rouge La puerta, de hierro ondulado, estaba destro- zala y sc habla salido de las guias. Fneraron dentro. En una esquina de la barra hhabfa un jarro lleno de margaritas y acianos atin frescos. Pisaban vidrios roros, en las estanter(as no habia ni una botella, La mayor parte de las mesas, como de las silas, etaban rotas, patas arriba, No se vefa ni un vaso ni un espejo enteros. Por la puerta del fondo, abierca de par en par se vela un hurto, Ala derecha, a pleno sol, al lado de un sembrado de lechugas, una margarita, redonda, grande, estaba rodea- da de una nube de abejas. Volvieron a la sala. En un estante de debajo de la barra encontraron una botella de anis medio vacfa. Entre todos la vaciaron como si bebie- ran agua. NARRACIONES peseDaYy OTRAS: to12) 88ClA fio? Desde ayer por la mafiana no bene comigg aie te preocupes POF tan poca cosa. : sreocupes poca No reer se extenian Tos campos de tio. Lay gy 'Bas de la ca Pos s a punto de reventar; una brisa ligera los llenalys ole le Oleg ‘A ambos lado: Ilenas, ae =e entre nieblas: un sol de color carmin que llenaba ¢| nla doblaban, maduras, rubias. El sol se ponia tonos malva. De ve7 en cul i ilidad. La c iva de inmovili exces colmados de muebles, de jaulas lenas de aves de corral se, an carros f eee de enseres de cocina, de herramientas de trabaj, ano una amapol soma la cabera por ene areata lena de gen qe Ro sabi adn Pasab re hambriencas, de colchones —,Nos deja subir? Invariblemenrs ef cater, que iba apie y que de ver en cxando goed g anca de una de las bestias para estimularla a continuar, decia: : eas < Mis caballo no pueden més. Ya van lo bastante cargados y hace una semang que marchan dia y noche. Nosotros ya hace dos dias que no hemos comido nada —Es la guerra. Yel hombre continuaba avanzando con su forcuna sobre el carro, cejijunto y dare ‘Aun lado de la carretera habia un camién militar averiado. —:Queréis que os echemos una mano? Un soldado en mangas de camisa, descalzo, se los miré, Eh, tt, dame la lave inglesa! De debajo del camién salieron una mano y un brazo, —jLa lave inglesa? —La encontrards detrés del asiento envuelta en un saco, —:Dénde? —Envuelta, detrds del asiento, : —Ah..., pensaba que decias... Ven, mira el motor., lesde abajo idn sali “. jo del camién salid, Aparecié la cabeza, medio cuerpo, las piernas, de un —el soldado que gritaba MERCE RODOREDA {313} brinco se puso en pie. Era un chico rubio, con los ojos de un azul de acero, y tenfa > las manos y los pies enormes. —Si 0s echo una mano, znos dejaréis subir hasta Orledns? que habfa salido de debajo del coche se lo miré, El otro dijo: ges que nosotros sabemos si podremos llegar? i —A mf no me importarfa. Pero. De momento el hipopétamo se nos ha encallado. Sélo tenemos gasolina para hacer dos kilémetros y los alemanes ya deben de entrar en Artenay. Es mejor que sigais y si puede ser no os entretengiis. La gente empez6 a gritar, los caballos que tiraban de los carros enderezaron las orejas. Un murmullo sordo se clevaba de la carretera, una mezcla de voces y gritos de espanto. —:Qué pasa? } —Nada. Este montén de imbéciles que debe de haber visto un avién. Y no falla nunca. Ellos gritan y el avién sale. Mirad... Ya lo veo. Pero es un avién de reconoci- miento; toda la mafiana nos ha estado fastidiando. Id con cuidado porque ametralla. ; ‘A medida que se acercaban a Orledns, la carretera se llenaba de gente. Venian de todos los pueblos vecinos, todos los caminos y caminitos vertfan fugitivos. La carre- tera hacia una pendiente suave y bastante lejos tenfa casas a uno y otro lado. __No se puede pasar, No se puede pasar —gritaba un chico que iba en bicicleta y en direccién a Artenay. —;Por qué no se puede pasar? _ Acaban de hacer saltar los puentes. Todo Orleans ¢s un brasero. __No le hagdis caso. jEspial Es un espia. Es un espia. —Todo arde. __sf, sf, todo arde. Han bombardeado esta noche, sin parar. gente y carros continuaban descendiendo. Las casas a uno y otro lado de la Pero y tenfan puertas y ventanas abiertas. Unos cuantos tejados, rotos carretera estaban vacias por las bombas, dejaban ver un ent habfa una vieja. Toda negra, con un pafiuelo en la cabeza. ramado de vigas y de cafias. A la entrada de una casa, sentada en una sillita baja, —Deberiamos socorrerla. —Se ve que toma el fresco, como en Jos buenos tiempos. __Bstd muerta; callad, que esta muerta. DIM) MARCIA On Sta YOTAAS Nanactones de humo, Orleans. Sen NOM seritammos unl Poca, yo no puede seguir adetan te. Se sentaron en cl suclo, en la cuneta, Miraban pasar la 4 atada con cuerdas, habla una méquina de ©0889, ses Ys sent Sobre 208 sobee ys ey carro, redondos de mejillas y tristes, Log caballos * Ae arrastea cuatro crios, ra estaba atin tibio de sol, tinos cuiantos soldados, Layoneta calads, hacfan girar ae “eid la carretera, cha. ear, oh gente hacia un camino de la dere —AI fi El camino pasaba entre huertos ¥ negra. Todo el mundo andaba p. sin saber por qué. De Pronto, la Agarrate fuerte, gu, Aes NCH te der ae de fruta. Unos cuantos Birascles suelo habia un hombre echado cy < n paftuelo a cuadros aules y om anchados de sangre, c —Arrincénate bien hacia las alambradas, j6n y te hagan caer bajo las patas de los cab; De los huertos Ilegaba perfume de verde, cuello torcido parecia que durmiecran. En el manos abotargadas y la cabeza cubierta por ui Pafiuelo y la pechera de la camisa estaban m; —Cierra los ojos; no mires, —Yo voy a caer tendida al suelo. No puedo mis... —En la primera casa que encontremos entraremos —Los alemanes hace dias ya que estan en Paris, Yo Y Pasaremos la noche, he visto la bandera con la cn en el Arco de la Estrella. MERCE RODOREDA {315} —;En Paris, los alemanes? —Si, sf. En Paris. | En Artenay, debes querer decir. Todo esto son historias de gente que no duerme lo suficiente. En Pari c. En Paris no entraran nunca, Mientras no los encontréis en Tours esperindoos... __Nuestro ejército no lo permitiria. __Miralo, nuestro ejército —y el hombre sefialé a tres soldados, que caminaban penosamente sosteniéndose los unos a los otros. Iban descalzos, si , sin armas y con las charreteras arrancadas. | Entre una espesura de arboles se vefa una casa. Una casa en las afueras del puebl blo, aislada, rodeada de una gran extensién de terreno liso como la palma de la man revel a 0. Delante tenfa un jardin leno de tulipanes y de rosales con las tltimas rosas del m es de junio. Los érboles eran tilos, Tunto a la tea, del Jado de la carretera, habia. un muro de adelfas con flores rosas y rojas. Se olfa un perfume espeso, detenido, como si no se moviera del cercado del jardin, de madreselva y de alhefia, A la derecha de la casa se extendia un campo de perales bajos, grande como lo que se podia abarcar con la ales cultivados como cepas, con las ramas atadas aun entramado de alam- vista. Per: més altos que el brazo de un hombre extendido hacia delante. La casa tenia bres. No a fachada miraba en direccién a Orleans. Detrés habia un garaje, un cober- un piso y Jas hcrramientas, la lefia amontonada y cortada. Bajo el teja- tizo para los lavaderos, do habia un reloj de sol. Y los crstales de los balcones del primer piso emperaban a sonrosarse con el incendio de Orledns. Cuando Ilegaron alli era de noche, Empujé la verja y el batiente cedié y chinri6. [Atravesaron el jardin poco a poco para no tropezar con los arboles. Un gato les pas6 entre las piernas y a la mujer se le detuvo el corazén, después le latié con Furia y po! na oleada de calor que le subfa cuello arriba hasta la frente. sintid ul —Vamos —Déjame. s —y tiré de la americana de su marido. LDR SEDA Y OTRAS NARBACIONES p16) P4nects Llegaron hasta la puerta de madera, Un portal ancho y alto con dos cabezas de agnsjs tia puerto” Empujé con los hombros, obsti- se abrid. leon por picaportes. sre. La puerta encera retembl6 pero no hada, pero entraremos. Ya verds- nadamet —La madera est hincl sombra se inclinaba solfcita y se puso a empy. —Yo ayu amente. De golpe la puerta se abrié y casi Casi saltaron. Detrs de ellos una jar la puerta a golpes de hombro- Vigoros cayeron dentro. var més. Cansado. Cansado. —Yo entrar también. ‘Ala luz de una cerilla Jos dientes y lo: Piernas no poder Ile s ojos del negro brillaron. —Busca ef interruptor. —No hay luz. Giolla un hedor nauscabundo: de humedad, de basurts, de humo y de comida podrida. La cerilla se apagé y Roca encendié ovr. Sobre la mesa habfa un plato con un a yas Cans] bocelas de vino) Geir tcavac ee a tacion era espaciosa y debia de servir de comedor. En la repisa de la chimenca una serie Peis ere tintenapolde ede ov oscuress)untoyaiunal boll Ge custalco tay una pareja joven: él, con el uniforme de oficial pensamiento dentro, habia el retrato d francés, ella Ilevaba un vestido blanco y un ramo de flores pequefias en la mano. hacer excursién por si encuentro cosa buena. Yo tener hambre. Voy 11 solos la mujer se agarré al brazo de su marido con angustia Cuando estuviero! —Es el negro de Artenay. —Me da miedo. —Tiene cara de buen h sQui i il é ombre. :Quieres venir arriba a ver qué hay? AY si tropezamos por la escalera? —No me des la lata. ;Vamos? Subieron arriba. Se vefa Orleans completamente encendido. Como si la furia del . ia de fuego hubiera esperado a la noche para incendiatlo. La claridad de las llamas i free 7 ee it : daba la habitacién y se podia ir de un lado a otro de las habitaciones de del a s de delante sin necesidad de gastar cerillas. En una habitacién pequefia, al lado de la cama cubi por una colcha de ganchillo, habia una mancha brillante y pegajosa a —Alguien pasé aqui la noche y se mared. MERCE RODOREDA (317) ‘A continuacién habfa dos habitaciones més, muy grand les, que comunicab: an con la ms pequefia por una puerta disimulada, em| » empapelad i pared. acon el mismo papel que la __,Oyes? Un duclo de artilleria. N a - No paran y cada —¥ el negro? vez se oye més fuerte. __Debe de haberse perdido. Mejor. Qué debe de llevar dentro de aquella maleta? {Te has fijado en que euand jo nos hha ido a buscar una botella para poner vino, en Artenay, no nos lah q a querido dejar? e _ Ha hecho bien, Si ha tenido que correr con el bombardeo Nila puerta de paso ni las puertas de entrada de las eee a echaron en la cama. Las tablas de los pies estaban rotas y el somier ee = —;Crees que podremos descansar, aqui? a pentiente: Sobre un lecho de zarzas dormiria. Ya lo ves. {Oyes? — Qué? —Aviones. Escucha. Y estén cerca. Si no estuvieran muy cerca no I ofc con este ruido de cafionazos. eS La claridad roja aureolaba Orleans; un halo palpitante lam(a el ciclo y a interva Jos muy breves una lengua de fuego se alzaba ondulante, se enderezaba como una espada por encima de los tejados sa fragua, Pronto nacfa otra més alta y més clara y desaparecta, misteriosa, en el coraz6n de la inmen- —Bombas de avién. Ta casa tembl6 y la ventana, abierta, se cerré con un golpe seco. Se oy6 rorura de cristales. —Tipate la cara. Tapate. Sacé la mano fuera de la cama y nto ala cama. El duelo de artillerfa continuaba, sin parar, sin parar. pasé la mano por el suelo. Encontré pedacitos de cristal jul __Muera de hambre y no encontrar nada. No lo habian ofdo entrar. Estaba de pie cerca de la cama. Parecia Los niqueles de la maleta, a Ja luz de las llamas, brillaban con unos refle- verdes y r0jos. un fantasia abandonado. jos fugaces Y cambiantes, [RAS NARRACIONES. pus panecth DESEDAY OT Ce yapas atdormir 7280 pienecs misc la comida. que te vay —Ie cayé la maleta al suelo ¢ hi % ZO un. cre —Es mejor : pero mano aqui. cogerla—, mano aqui arafia y no dejar ty ‘an No querer pensar, ofundo. Se agaché a re a los pies de Ia cama algodén América. Padres pobres. Criado setiores ric s. Wilson. Pequefio, coger aris momento guerra perdida. tineo de metal pr y todas las maderas crujieron—. Me | » Me lang quilo —se les sent Sefiores veraneo, Encontrar solo en Aqui al lado encontrards un _Encontrar muy solo y tener miedo... de ruido y de fi y de fuego. Por delante de la casq na cama. En el ejarfan dormir cerca ustedes?, suelo... Cerca ustedes ... La noche parecia ebria de estrellas, pasaban gente y carros sin parar. __Arrastrado armario-comedor detrés puerta entrada. No entre nadie mas, molestar, Hacfa calor, Y en el jardin no se movia ni una hoja. El negro estaba de pie Eilbin. te de ellos, entre el lecho y la ventana. Ellos le miraban y el negro les miraba a ellos Un suspiro de aire hizo bailar una rama de Arbol sobre la pared. i —Tal vez te morirds, de pie. —Wilson querer dormir cerca ustedes. —Haz lo que quieras, pero calla. Se tendié en el suelo, muy cerca del lecho, abrazado a la maleta. Roca, palpand. . Roca, palpando el_vacfo entre el colchén y la tabla del lado de la cama, encontré una botella. La olié Habia vino que ya se habfa agriado un poco. Esperé un buen rato a que el 4 durmiera y cuando le parecié que ya no era de este mundo, bebié ae ae Poco a poco. Pasé la botella a su mujer. Parecla como si el estrépito one ‘S is detona- ciones se calmara suefio empezaba a vencer. Su mujer se le un poco. El suefio empezaba a u mujer se le acereé y | ercé y le dijo al oido: —Mina si tiene la maleta, —Si. —Tal vez lleva joyas... —Duerme. —Estoy de: svelada. No me i ante : puedo quitar de la cabeza a este homb Onde viene ni quign es. ¢Oyes? a eae —Si tuvies : és tanto suefi 'ueho Como yo no pensarias tonterias, Dy . Duerme. ul a MERCE RODOREDA (319) Se levanté de pronto y, gritando, empez6 a correr de un lado a otto de la habita- e leva cidn. ; i —:Qué pasa, qué tienes? Hubiera sido mejor que lo tiraramos por la ventana. Calla! Qué te pasa? a Oh, oh, oh, hay ratas. Casa lena de ratas traer mala desgracia. Pasado por la la cara..., como si Wilson estuviera muerto y gusanos empe- : a poco, por cara, poco ; \ en acomer... Comer megjilla, comer nariz, zas » comer voluntad, ratas... —y se puso de pie en medio de la habitacién, meciendo el cuerpo de derecha a izquier- le da, de izquierda a derecha. Aullaba bajito y seguido con una suerte de lamento de a, a gemir, cturna—. Amar quictud, mucha quietud. Ruido asustar. Querer volver bestia no - América...

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