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Boletin det Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. E. Ravignani” Tercera serie, ntim. 6, 2% semestre de 1992 PARADIGMAS DE LA CONQUISTA: HISTORIA, HISTORIOGRAFIA Y POL{TICA* STEVE J. STERN** EL DILEMA DE 1492 (EWANO 1492 evoca un Simbolismo poderos6l' Es claro que el simbolismo es particu- larmente poderoso para aquellos pueblos cuya memoria hist6rica los vincula directa- mente con las fuerzas desatadas en 1492. Para los americanos indfgenas, los latinoa- mericanos, las minorfas de ascendencia hisp4nica o latina y los espafioles y portugueses esta vinculaci6n es muy fuerte. El aiio 1492 simboliza un viraje decisorio del destino historico: para los amerindios significa el desgraciado cambio de una historia indepen- diente por una historia de colonizaci6n; para los ibéricos, la violenta embestida de un capitulo de su historia que les granje6 la controvertida reputacion de imperialistas; para Jos latinoamericanos y la diaspora latina, el doloroso nacimiento de diferentes culturas a partir de enfrentamientos de poder entre europeos ibéricos, americanos indigenas, africanos y el amplio espectro de los descendientes que mantuvieron 0 entremezclaron los principales grupos raciales. Sin embargo, a |. La fusion de las historias de los nativos americanos y de los europeos en una sola historia marcé el comienzo del fin de estadios aislados del drama humano. Los par4metros continentales * Este trabajo ha sido preparado para su publicacién conjunta en un némero especial del Journal of Latin American Studies compilado por Tulio Halperin Donghi. Traduccién de Marfa Florencia Ferre. *** Departamento de Historia, Universidad de Wisconsin, Madison. ' Este ensayo constituye una reflexién abierta acerca del significado de la conquista en la historia y 1a historiografia latinoamericanas, y esté dirigido a un piblico familiarizado con los lineamientos basicos de la historia de la conquista. Por este motivoy porque deborestringirme en el espacio, las citas bibliogréficas serén impiadosamente recortadas. El propésito es ejemplificar, ilustrar y guiar a los lectores interesados hacia trabajos que se explayan en el material bibliogréfico que en este ensayo se ofrece sélo en las notas al pie. y subcontinentales de la lucha y las acciones humanas, de los logros y fracasos, se extendieron a un escenario de poder y confirmacién mundial. ca. Después de 1492 la etnog: humanoide revistié mayor importancia y las migraciones de microbios, plantas y animales, as{ como los inventos culturales transformaron la historia de las enfermedades, del consumo de alimentos, del uso de la tierra y las técnicas de producci6n? ‘Asimismo, el afio 1492 simboliza los albores de un ascenso mundial sin parangon de la civilizaci6n europea. Antes de 1492, la riqueza y los sistemas de intercambio de la civilizacién europea, sus inventos cientificos y técnicos, su poder y su influencia cultural, no alcanzaban a eclipsar a los de las civilizaciones que habfan desarrollado sus propias “edades de oro” en Asia, Africa, el Medio Oriente y las Américas. La civi- lizaci6n y el poder humanos tenjan dimensiones continentales 0 subcontinentales, la vida en alta mar se desarrollaba en estrecha relaciGn con las masas de tierra, Después de 1492, la civilizacién europea {uso mundial y y vinculos econémi 10s y continentes. Por tiltimo, dentro de la propia Europa la geografia hist6rica y las premisas culturales de la civilizacion occidental sufrieron un brusco cambio. Antes de 1492 la civilizacién occidental apuntaba hacia el sur y el este: Occidente se desarrollaba en el marco de las encrucijadas y contiendas del Viejo Mundo. El norte de Africa, el Medio Oriente y el sur de Europa definfan un gran arco de civilizaciones y lenguas en pugna, de imperios y Teligiones que rodeaban al mar Mediterréneo y presionaban hacia el Este en direccion a de 1492, el centro de gravedad cambi6 su eje porel Atléntico nor premisas culturales también rompieron con el pasado. Occidente construy6 culturas protonacionales no a parti i heterogeneidad mediterrdnea, sino por la voluntad de sto. En Es] elaiio 1492 marcé no s6lo la expansién hacia América sino también la. ul- smpo que los reinos de Castilla y Arag6n se unificaban en 2 Para una buena introduccién a temas biolégicos y ecol6gicos véase A. W. Crosby, jr, The Columbian Exchange: Biological and Cultural Consequences of 1492, Westport, Connecticut, 1972; Ecological Imperialism: The Biological Expansion of Europe, 900-1900, Nueva York, 1986.En relacién con la etnografia del “otro” y més temas vinculados con éste, véase A. Pagden, The Fall of Natural Man: The American Indian and the Origins of Comparative Ethnology, Nueva York, 1982; M. T. Hodgen, Early Anthropology in the Sixteenth and Seventeenth Centuries, Filadelfia, 1964; el libro en preparacién de R. Bartra acerca de las imagenes europeas de los “otros” y los “salvajes” antes de 1492; y Representations 33, 1991, nimero especial sobre “El Nuevo Mundo”. Para una historia intelectual mAs abarcadora que se centra en el problema del surgimiento y evolucién de un “patriotismo criollo” en Hispanoamérica, que sugiere el impacto en el largo plazo de los debates de! mundo hispano en el siglo Xvi, véase D. A. Brading, The First América: The Spanish Monarchy, Creole Patriots, and the Liberal State, 1492-1867, Nueva York, 1991. un Estado més y Naturalmente, el arribo de Cristobal Colon y sus compafieros en octubre de 1492 no constituyé en s{ mismo la “causa” decisiva o conducente de esta vasta reconfiguracion de la historia mundial. Las causas hist6ricas fundamentales precedieron y siguieron al aiio 1492; las transiciones claves fueron miiltiples y sus relaciones a menudo ambiguas ¢ inconsistentes; los principales sucesos no fueron en absoluto predestinados 0 inexo- sen 1492. Lacreacion de la tempranaeramodemade la historia mundial descansa en algo més que la suerte ola audacia de un Gnico marinero que crey6. encontrar tierras y pueblos asidticos en el Caribe.* Al aproximarse aniversarios hist6- Ticos tales como el quinto centenario, se aviva el interés en el viaje y en Col6n. Peroeste interés no se desprende tanto de la conviccién de que Col6n haya constituido una fuerza hist6rica superior por si mismo sino del simbolismo: de la nocién de que a conciencia 3 Es necesario hacer dos aclaraciones: en primer lugar, no esté en discusion en este ensayo la aceptacién el rechazo de las corrientes académicas contempordneas que promueven una aproximacién més centrada en Africa de la civilizacién humana, incluida la civilizacién occidental. Es posible aceptar 0 rechazar, por ejemplo, el desafio de M. Bernal y su significativa interpretaci6n acerca de la influencia cultural africana en el mundo de la antigua Grecia, y el consiguiente velo tendido sobre esa influencia por parte de los escritoces ‘europeos. Véase M. Bernal, Black Athena: The Afroasiatic Roots of Classical Civilization, 2 vos. ala fecha, New Brunswick, 1987, 1991. Pero incluso hechos menos controvertidos ofrecen una visi6n de las civiliza- ciones ¢ imperios europeos anteriores a 1492 que reconocen, al menos en parte, un contexto hetel el Viejo Mundo: e1 3ra. ed., . Nueva York, 1979, segunda parte. La interpretacién global de McNeill subraya el equilibrium, la autonomia, y las influencias externas limitadas —esto es, voluntarias o superficiales— entre varios centros de Ja civilizacién del Viejo Mundo durante los 2 000 afios anteriores al afio 1500. Pero el contexto interpretativo de la tesis y su narrativa admiten un contacto cultural sustancial, contiendas y movimientos expansivos de varias civilizaciones ¢ imperios dentro del Ambito del Viejo Mundo. Para una brillante ‘evocacién de la Espatia del siglo XV como una sociedad cuyo drama principal no era la proximidad del viaje de Colén sino I y teligiosamente heterogéneo en una sociedad fundada sobre la purificacién excluyente por y tructores de un Estado més poderoso, véase H. Aridjis, 1492, The Life and Times of Juan Cabezén of Castile, Nueva York, 1991. Ensegundolugar, el movimientoen el largo plazo hacia un ejeen el Atléntico norte y hacia una influencia entrada mds hacia el norte y el oeste de Europa 2 a deo tai aaa a pr Mediterrdineo, El impacto inicial de 1492 fue cambiar la influencia hacia el oeste dentro del ent 7 terréneo, y preparar la escena para el eventual surgimiento de los poderes atlnticos. Estoes més que evidente en la obra maestra de F. Braudel, The Mediterranean and the Mediterranean World in the Age of Philip 0, 2 vols., Nueva York, 1972-1973 (Hay versi6n espaiiola: E! Mediterrdneo y el mundo mediterréneo en la época de Felipe Il, trad. de M. Monteforte Toledo, W. Roces y V. Simén, 2 vols., México, Fondo de Cultura Econémica, 1987). “ Aun si hacemos a un lado el punto de vista americano indigena segiin el cual es ingenuo e incluso pernicioso argumentar que América fue “descubierta” en 1492 el concepto de “descubrimiento” continta siendo problemético aun en un contexto centrado en Europa. En el storia intelectual centrada en Europa, hace ya tiempo que E. O'Gorman argumenté que “ éase E.O’ Gorman, Laideadel descubrimientode América, México, 1951;cf. Theinvention of America, ington, 1961. ono, Cela fe el agente fnieiador de una Vata wansformacionbistdrica, Col6n inicio el reclamo espaiiol de las riquezas del reinosoberano y de las misiones en América. Tal reclamo. ho he ta ea a pe Fey dss América; a la unificacién de las histor una historia mundial, a la construcci6n del poder y la prosperidad sobre las bases de la dominaci6n racial y la violencia, a la expansin mundial y ieee Oostseate yl canal. El viaje de Colén —o mas precisamente, la fecha— se erig simbolo crucial de los Ss la magnitud ynoel propio Colén, lo debate, de reflexion y estimulo comercial 492, La magnitud de las consecuencias exige un interés auténtico. En realidad, nos obliga a considerar el problema del significado: a pseu SEN amram et gus. 1492 significa para la historia del hombre. Inevitablemente, el proceso genera debate. En el mundo de fines del siglo Xx el debate ha sido sin duda acalorado. En las de at atinoame imientos indigenistas, el evento invita a la denuncia de cinco sighs ‘. explotacién y etnocidio, a la con- memoraci6n de cinco si emigos poderosos. Sin embargo, vi . Para muchos latinoamericanos y para minorfas hispanas ¢ latinas, el lenguaje de denuncia, justificado desde una perspectiva indigena, se extiende también auna “leyenda negra” de caricatura y prejuicio antihispénico encabezada por los descendientes ingleses, herederos de una historia racial igualmente s6rdida. El aniversario aviva cierto deseo ilibrar la version, de tascender el lenguaje de ta culpa iciones 5 Una gufa dtil aunque un tanto débil de las actividades vinculadas con el quinto centenario es el boletin publicado por la Organizacién de Estados Americanos (OBA), Quinto centenariodel descubrimiento.... 1987. ‘Su objetivo principal es la informacién de tipo institucional y acerca de las conmemoraciones. La magnitud de las consecuencias del quinto centenario Hlev6 al National Council for the Social Studies a publicar una declaracién cuidadosamente elaborada entre cuyos signatarios se incluyen 1a American Anthropological Association y la American Historical Association. Véase American Historical Association, Perspectives, v0.29, ndm.8, noviembre de 1991, pp. 20-21. En Estados Unidos, tanto en revistas de divulgacién masiva como en las llamadas “culturales” (ejemplo de unas y otras son Newsweek o la New York Review of Books respectivamente), es evidente que se ha despertado el interés y el debate, las repuestas defensoras de los nativos americanos, y una proliferacién de libros de variadas calidades. Como ejemplo de trabajo y respuestas por parte de latinoamericanos y nativos americanos, véase J. Contreras (comp.), La cara india, la cruz del 92: Identidad étnica y movimientos indios, Madsid, 1988;1. Perales (comp.), 1492-1992, Quinientos altos después América viva, Madrid, 1989; A. Jaimes (comp.), Fantasies of the Master Race: Literature, Cinema and the Colonization of American Indians, Monroe, Maine, 1992; wwenting America, 1492-1992”, en: North American Congress on Latin America, Report, vol. 24, aim. 5, febrero de 1991, 10 Estas dltimas abarcan un espectro que va desde la conmemoracién de la pee cristianismo y la cultura occidental, hasta lacelebraci6n de los defensores hispdnicos de los indigenas, y aun una confrontacién positiva entre los valores y las politicas sociales entre latinos ib< mes. Entre los contrastes més ‘comunes, y la versatilidad ibéricos, evidente en la construccién de sociedades multirraciales que atodos incorporaban dentro de la Iglesia, y lascategorias raciales intermedias abiertamente reconocidas, no van a la zaga de la intolerancia y la rigidez anglosajonas, manifiesta en el sfndrome exclusivista “la casa en la cotina” y al genocidio en las Hamadas frontes voces en discordia dista de ser exhaustiva. En la vida intelectual y educativa de Estados Unidos también entré al ruedo el delicado debate acerca del multiculturalismo y el Un cuarto de siglo de turbulencia y renovaci6n intelectual 0. No obstante, lac bién se ha dejado ver, y con ella las denuncias que acusan alas sensibilidades ulticulturalismo como See gasaapa ivi asda yivesiacn inca En América Latina, la contramarcha forma de la hispanot la convicci6n desembozada de que ‘SLosautores més influyentes en relaciéncon a cuestiSn racial en Latinoamérica, yen particular en Brasil, y quienes han aportado las aproximaciones comparativamente més flexibles ¢ inclusivas fueron G. Freyre, Casa-grande e senzala, 4ta. ed., 2 vols., Rio de Janeiro, 1943 (versién en espaol: Casa grande y senzala, ‘Caracas, Biblioteca Ayacucho; y F. Tannenbaum, Slave and Citizen: The Negro in the Americas, Nueva York, 1946 (versiGn en espaitol: Negron as Américas, esclavoy ciudadano, Buenos Aires, Paidés) ;cf.elcontraste de las civilizaciones catdlica y protestante que surge de R. Morse, “The Heritage of Latin America”, en: L. Hartz et al., The Founding of New Societies, Nueva York, 1964, pp.123-177. El punto de vista que ‘surge de Jas interpretaciones de Freyre y Tannenbaum en relacién con Ja concepcién ibérica de la raza, fue sometido 4 una punzante critica desde los afios sesenta, en particular desde el Ambito académico, pero ambos investigadores son atin importantes en la cultura popular; para el caso de Brasil, véase P. M, Fontaine (comp.), Race, Class, and Power in Brazil, Los Angeles, 1985; para una perspectiva histérica, véase el ensayo de ‘Skidmore en la compilacién de Fontaine, y E. Viotti da Costa, The Brazilian Empire: Myths and Histories, Chicago, 1985, capitulo 9. Para un breve ejemplo de las direcciones que puede adoptar Ia critica étnica y de cémo puede avivarse el deseo de “rectificar las fuentes”, véase el articulo del New York Times sobre criticas revisionistas acerca de Colén: “The Invasion of the Niiia, The Pinta and the Santa Maria”, 2 de junio de 1991; y la carta que este articulo provocé en respuesta por parte de T. de Balmaseda Milam, New York Times, 4 de julio de 1991. Balmaseda Milam manifest6 que aunque (porque?) habia leido el libro de Kirkpatrick (The Conquest of Paradise: Christopher Columbus and the Columbian Legacy, Nueva York, 1990), pensaba que los revisionistas hhabfan difamado injustamente a Espaiia. 7 Se ha denominado political correctness (0 politically correct o political correct) ala actual corriente académica on Estados Unidos que brega por la igualdad de derechos y la no segregaci6n de las minorfas y por una apreciacién de la historia y los sucesos histéricos que contemple esta perspectiva. [Nota de la editora.] 11 y de que el mejor futuro para los indfgenas es unirse al camino de la “modernizacion” ® Estamos ante un dilema: por una parte, un sentido de magnitud hist6rica que obliga a alguna forma de discusi6n y conmemoracién; por otra parte, la vinculacién del “evento” con una historia de agravio social y lucha politica demasiado intensa y amarga como para permitir un lenguaje comin de discusién. Bajo estas circunstancias, es comprensible la tentacion de erradicar a la polftica de 1a discusi6n, de bregar por una evaluaci6n mds independiente, libre del apasionamiento politico y sus disputas. Como concluye unarticulo que pasa revista aesta controversia contemporénea, después de 500 aflos, no podemos apaciguar el fervor politico para embarcarnos en un “tiempo de gran reflexin” en todos los sentidos? ,No podemos considerar el significado del afio 1492 de un modo espiritual e intelectualmente mds independiente, menos teftido de contro- versia y alineamiento politico? Tal aproximacién, ;no daria paso a un entendimiento més elevado y reflexivo?® lo que signific6 la conquista de América por Espafia para vivieron (“historia”), y lo que ha significado para los historiadores ue la interpretaron en el siglo xx (“historios Mos, en primera instancia, un anticipo del argumento. Desde el comienzo, no hubo un Gnico significado de la conquista para aquellos que la vivieron, aun si se restringe el foco de atencién a una sola parte del enfrentamiento entre ibéricos y amerindios. Entre los conquistadors espafioles se atestigua no uno sino varios y encontrados “paradigmas de la conquista”. Los paradigmas o utopfasen pugnaaparecen como enteramente inseparables del interés y la contienda politicos: estan profundamen- ® La aficién por debates acerca de la political correctness se pone de manifiesto en el tratamiento periodistico del tema del quinto centenatio. Véase, por ejemplo, el articulo del New York Times citado en la nota anterior (2de junio de 1991), yel “Columbus Special Issue” del Newsweek, 1991. Comoejemplo bastante sofisticado dela hispanofilia conservadora, véase M. Vargas Llosa, “Questions of Conquest: What Columbus Wrought, and what he did not”, en: Harper's Magazine, diciembre de 1990, pp. 45-51. Aqu{ se une a un tono tragico lacompasién sugerida hacialos indigenas que sufrieron enormemente pero cuyas culturas prehispanicas estaban cargadas de insalvables fallas y cuya sobrevivencia contempordnea depende de su modernizacién. La letanfa de que la political correciness y el multiculturalismo han degradado la vida académica, y el discurso con ella relacionado que indica que la gran fragmentacién intelectual destruy6 interpretaciones més abarcadoras, son desde mi punto de vista profundamente exagerados y equivocos. Para una exploracién de estos problemas en el contexto de la historia reciente de1 conocimiento histérico profesional y la significacién del trabajo sobre Africa y Latinoamérica, véase S. J, Stern, “Africa, Latin America and the Splintering of Historical Knowledge: From Fragmentation to Reverberation”, en: Prederick Cooper et al., Confronting Historical Paradigms: Peasants, Labor, and the Capitalist World System in Africaand Latin America, Ma- dison, University of Wisconsin Press, en curso de publicacién. 9 Newsweek, 24 de junio de 1991; cf. ibid., “Columbus Special Issue”, p. 13. 12 te ligados a la rivalidad politica, la ambicién y la controversia dentro del mundo hisp4nico; han sido interferidos reiteradas veces por reacciones y desaffos al poder por parte de los indigenas que modificaron la realidad y las expectativas de Ios colonizado- tes, y por momentos encendieron nuevas tormentas de fuego. Dadas las circunstancias, escribir una historia de los conquistadores ode la época de la conquista completamente despolitizada reviste un aire de irrealidad, una “limpieza’’ que violenta a las verdaderas preocupaciones, prioridades y din4mica social de aquellos que vivieron la conquista y sus tempestades, La “limpieza” parece tanto mds artificial y distorsionada porque el conflicto y el debate del siglox V1 surgié bajola forma de cuestionamientos que resuenan precisamente con los problemas que se deben resolver de nuestra propia €poca. Si se pasa de la a la historiograffa, se comprobar4 que el legado de las encendidas trea pins dj npn sen rae ste a congue en el siglo XX. Pero esta huella no ha obstruido necesariamente la comprensi6n, Por el contrario, las inquietudes y simpatfas politicas generaron avances claves en el terreno académico, y una sensibilidad politica alumbra las ventajas y desventajas de la mayor parte de las aproximaciones a la experiencia indfgenade la conquistaen la historiografta contemporénea. En suma, la discusién en evento hist6rico que requiere una discusidn y sin embargo desafia un lenguaje comtin de discusién, HISTORIA: COLONIZADOR Y COLONIZADO Los conquistadores trajeron, juntocon sus afanes eaten aaa utopia, fuera del alcance en Europa, pareci conquistador Bemal Dfaz del Castillo recordaba la sensaci6n de entrar en un paisaje mexicano tan maravilloso que hubiera parecido sofiado 0 magico en el contexto del Viejo Mundo. y dezfamos que paregia a las cosas de encantamento que cuentan en el libro de Amadis, por las grandes torres y cties y edifigios que tenian dentro en el agua, y todos de calicanto, y aun algunos de nuestros soldados dezian que, si aquello que vian, si heraentre suefios.'? 10 Bernal Diaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de la Nueva Espafta, G. Fernindez de Oviedo (comp.), 2 volimenes, Consejo Superior de Investigaciones Ciemtificas, Madrid, 1940, vol. , p. 152, 13 de estas utopias no constituyen una revelaci6n. El ansia de oro y riquezas es bien conocido. Diaz del Castillo lo reconocié sin tapujos en su versién plebeyade unacronica de la conquista. Los informantes aztecas de Bernardino de Sahagin ofrecfan un retrato més impactante: el ema etc i OUETESO que su vision y su contacto arrojaban a los conquistadores a una su ice g0z0s0 por el cual no dejaban de tocarlo, a una efusién incontenible. La tradicién oral andina reproducida por Felipe Guaman Poma de Ayala resume la en el relato de un encuentro entre un indigena y un espafiol en Cuzco, la antigua capital inca. El indfgena pregunt qué comian los espafioles; la respuesta: oro y plata. ee Los historiadores del siglo XX han documentado la urgel mnquistadores por establecer diversas empresas e inversiones comer- ciales después de la fase del saqueo.'! Es igualmente conocida la utopia de conversi6n cristiana que alentaba a una minoria de sacerdotes y misioneros en los comienzos. Los famosos debates promovidos por Antonio de Montesinos y Bartolomé de las Casas, entre otros, convi i la y que, po ido control sobre su labor, habfan acabado . En el siglo Xx se documentaron las visiones milenaristas de América comoun ESSERE Ec, yladedicaci6n de algunos misionerosy sacerdotes para construir comuni: de almas recientemente convertidas, libres de ' Véase Bernal Diaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de la Nueva Espaha, ob. cit., passim; Felipe Guaman Poma de Ayala, El primer nueva cordnica y buen gobierno, Franklin Pease (comp.), 2vols., Caracas, 1980. En relacién con la urgencia de los conquistadores de establecer empresas de beneficio, el primer ensayo clésico es el de José Miranda, “La funcién econémica del encomendero en los origenes del régimen colonial de Nueva Espaia (1525-1531)", en: Anales del Instituto Nacional de Antropologia Historia, wim. 2, 1941-1946, pp. 421-462; cf. C. Sempat Assadourian, El sistema de la economia colonial: ‘mercado interno, regiones y espacio econémico, Lima, Instituto de Estudios Peruanos, 1982, especialmente pp. 109-134; S. J. Stern, “Feudalism, Capitalism, and the World-System in the Perspective of Latin America and the Caribbean”, en: American Historical Review, mim. 93, vol. 4, octubre de 1988, especialmente pp. 833, 839-840. 12 asmejores introduccionesal tema de los disidertes cristianos y sus utopias son L. Hanke, The Spanish Struggle for Justice in the Conquest of America, Boston, 1949; J. Leddy Phelan, The Millennial Kingdom of the Franciscans inthe New World, 2da.ed., Betkeley, 1970:1.Clendinnen, “Disciplining the Indians: Franciscan Ideology and Missionary Violence in Sixteenth-Century Yucatén” en: Pastand Present, ntim. 94, febrerode 1982, pp. 27-48; véase también M. Bataillon, Erasme et L'Espagne, Paris, 1937; Clendinnen, Ambivalent Conquest: Maya and Spaniard in Yucatén, 1517-1570, Nueva York, 1987;R. Ricard, The Spiritual Conquest of Mexico, Berkeley, 1966. Nuestro conocimiento sobre estos temas se verd enriquecido por la préxima publicacién de la tesis de J. Krippner-Martinez.sobre el Michoacén colonial temprano: “Images of Conquest: ‘Text and Context in Colonial Mexico”, Madison, Universidad de Wisconsin- Madison; como anticipo, véase J. Krippner-Martinez, “The Politics of Conquest: An Interpretation of the Relacidn de Michoacdn”, Americas, wim. 47, vol. 8, octubre de 1990. 14 Patriarcas gobernadores de un conjunto de concubi clientes; su inclinaci6n a proclamarse leales servidores de fuentes de! a Jejanas —Dios y elrey—, en tanto se resistfan ferozmentea las intrusiones de los agentes locales de Dios y el rey. La utopfa de preeminencia social inspiraba un aire de mando desafiante: “nadie me manda a mi, yo soy el mandén de otros”.!3 Por lo tanto, no habia un significado unfvoco de la conquista para quienes promo- vieron su causa, sino i ias. Lo que surgié desde el lado espaftol de la ee bor los términos de coexistencia, colaboracién y contradiccién entre estas visiones y su relacién con el conjunto, incluidas la corona europea y la Iglesia. Conan oe TARSAL cola uae oe sensibilidades rigurosamente politicas. Cada una daba lugar a la cuestién politica en varios aspectos fundamentales: la politica como derecho a mandar (soberania), la Politica como toma de medidas pablicas y poder de decisién (gobierno), la politica como campo de legitimidad y jurisdiccin (autoridad), la politica como alineamiento y lucha social (oposicién contestataria). La contienda politica para definir el significado y los dafios de la conquista adopt6 caminos inesperados y complejos no s6lo porque los espafioles discutfan entre si, no s6lo porque los objetivos en pugna no eran siempre fécilmente compatibles, y no s6lo porque epidemias de muerte diezmaron alos pueblos "9 Uno de los trabajos més perceptivas acerca de las utopias de la conquista, y de la preeminencia social en particular, sigue siendo el de E, R. Wolf, Sons of the Shaking Earth, Chicago, 1959, pp. 152-175, con el cual estoy en deuda: Wolf escribié su interpretaci6n en una época que prestaba més atencién alos intérpretes de la cultura nacional como por ejemplo Américo Castroy Eliseo Vivas, y deseo reconocer que mi relato de Ja conducta espafiola recuerda la cita de Vivas por parte de Wolf. La visién académica més original y reveladora en épocas recientes acerca de la preeminencia social y Ia cultura ibérica colonial, explora el tema desde el ventajoso punto de vista de los e6digos de género y honor. Véase en particular V. Martinez-Alier, Marriage, Class and Colour in Nineteenth-Century Cuba: a Study of Racial Attitudes and Sexual Values in a Slave Society, Cambridge, 1974; R. A. Gutiérrez, “Honor Ideology, Marriage Negotiation, and Class- Gender Domination in New Mexico, 1690-1846”, en: Latin American Perspectives, ntim. 44, 1985, pp. 81- 104;cf. el andlisis cultural més diverso y detallado en: Gutiérrez, When Jesus Came, the Com Mothers Went away: Marriage, Seauulity, und Power in New México, 1500-1846, Stanford, 1991. 15 de la definicién del significado de la conquista espafiola, y de su posible sentido por descubrir. ‘Aun si se aparta por el momento el lado amerindio de la ecuaci6n colonial, es posible observar c6mo cada utopia se muestra inseparable de la controversia y la intriga politica. Por cierto, los postulados basicos de las tres utopfas podrfan estar en armonia reciproca desde un punto de vista ideal. La magia de riquezas sin parangOn abrirfa las puertas de una lustrosa posici6n social en las tierras americanas, 0 al regresar a Espaiia, la riqueza recién adquirida y la preeminencia social se legitimarian a través del servicio prestado a la espectacular expansién del cristianismo con el auspicio de la corona espafiola. El proceso no degeneraria en controversias: todos los conquistadores se beneficiarian del saqueo a los amerindios y de las riquezas americanas, todos ellos se abrirfan camino a la preeminencia y al ascenso social, todos justificarfan la gloria adquirida con la conquista cristiana. En ja Practica, sin oe lamayo ansiOn de conquista estuvo ‘onsideremos, por ejemplo, la interrelacién entre la riqueza y la preeminencia social dentro de los grupos de conquistadores. En la practica, los grupos colonizadores desarrollaron répidamente sus propias I{neas de jerarquia y autoridad, sus propias distinciones entre beneficiarios marginales y circulos de privilegio intimamente ligados al gobernador oa un caudillo de la hueste —un Crist6bal Colénen Hispaniola, un Diego Velasquez en Cuba, un Hemén Cortés en México, un Francisco Pizarro en Peré, un Pedro de Valdivia en Chile—. Aquellos cuyas conexiones politicas o rango propio los sitwaban en elefrculo de poder, gozaban de mayores derechos sobre tributos y mano de obra indigena. canalizar mis facilmente sus ganancias en diversas inversiones comerciales: minerfa, plantaciones, agricultura y ganaderia, talleres textiles y compafifas de comercio y transporte. Como resultado, muchos conquistadores vieron cerrado su acceso a los niveles superiores de riqueza y preeminencia social —no sélo en las tierras bajas del Caribe, donde la esclavitud indigena, los lavaderos de oro, las condiciones brutales de trabajo y sustentaci6n y las epidemias exterminaron virtualmente pueblos enteros de amerindios en el lapso de décadas, sino también en las tierras altas de México y Pera, donde la densidad de poblaci6n indigena se mantuvo a pesar de pérdidas atroces.'* 14 Sobre jerarqufa, rango e inquietudes politicas entre los conquistadores, véase Diaz del Castillo, Histo- ria verdadera.... 0b. cit., passim; cf. J. Lockhart, The Men of Cajamarca: A Social and Biographical Study of the First Conquerors of Peru, Austin, 1972. En cuanto ala emigraciGn espaiiola, en términos poco menos que exultantes, véase J. Lockhart, Spanish Peru. A Colonial Society, 1532-1560, Madison, 1968; 1. Altman, Emigrants and Society: Extremadura and America in the Sixteenth Century, Rerkeley, 1989. 16 io todos podian acercarse a sus utopias de riqueza o preeminencia social. Y ante la atracci6n de os suefios ut6picos, aun los mas adinerados comparativamente y respetables anhelaban una trayectoriamds deslumbrante, Las sociedades de la conquista se transformaron en antros de intriga politica y puftaladas atraicién. Las infatigables facci i an alos lideres de la conquistaen cargos de con| 1d. Crist6bal Col6n, quien ‘era, revueltas, la prisién y la humillaci6n politica en la década de su primer arriboa América, prefiguré un modelo m4s amplio. En México, las luchas politicas intestinas condujeron ala familia de Cortésa una compleja querella legal sobre jurisdicciGn politica y derechos econémicos, y facilitaron una maniobra de la corona para promover instituciones de control politico y tributos tendientes a “domesticar” a los encomenderos. En Perd, las internas hisp4nicas dieron en desembozadas guerras civiles. En la década siguiente ala conquista de 1532, Francisco Pizarro y Diego Almagro, los compaiieros y rivales que condujeron a los conquistadores, fueron asesinados por sus respectivos enemigos politicos. A mediados de la década de 1540, el autoritario virrey Blasco Nifiez de Vela —enviado ai ntrol entre los Conquistadores en parte.a través del cumplimiento de las “tae Nava pts por la corona, de regulacion de las tierras en encomic firme oposici6n y fue asesinado.!5 Esta lati pollen vio agravada por una tercera utopia 0 postulado al cual los colonizadores se aferraron: el paradigma de la misi6n cristiana. Los sacerdotes y misioneros obtenfan su autoridad del deber cristiano de convertir a los paganos, que acompafiaba y legitimaba la explotacién imperial. is toes i ah Pe sus apreciaciones. Se habfan sumado a las expediciones iniciales de la ‘conquista y a ella habfan aportado la oraci6n, la legitimidad y el oe politico. Edificaron su posicién no como simples sacerdotes sino como como heraldos de alianza, conquista y conversiOn frente a los pueblos , como defensores de los intereses y la conducta de los colonizadores frente una corona a veces escéptica; como aliados de una u otra facci6n durante las internas politicas y las discusiones acerca de politicas sociales; como abogados defensores de la conciencia y la misi6n cristianas que denunciaban los crueles excesos de los conquis- tadores. Cada una de estas posiciones Ilevaron a los sacerdotes y misioneros en forma 15. O, Sauer retine informacién acerca de las intrigas politicas y el faccionalismo en el Caribe, México ylaSudamérica hispanaen The Early Spanish Main, Berkeley, 1966; véase también Sale, Conquest of Paradise, ob.cit.;B. Garcfa Martinez, El marquesado del valle: res siglasde régimen sefiorial en Nueva Espaita, México, 1969; L. B. Simpson, The Encomienda of New Spain: The Beginnings of Spanish Mexico, edici6n revisada, Berkeley, 1950; Dfazdel Castillo, Historia verdadera.., ob. cit.;J. Hemming, The Conquest ofthe Incas, Nueva York, 1970 (hay versién espaiiola: La conquista de los incas, México, Fondo de Cultura Econémica, 1982); A.L. Daitsman, “The Dynamic of Conquest: Spanish Motivations in the New World”, tesis de maestrado, Universidad de Wisconsin-Madison, 1987. 7 parte de los sacerdotes y a gle alineaban con grupos de conquis- tadores, 0 con facciones entre ellos. Sin embargo, una minoria adquirié fama y notoriedad por la elaboraci6n de posiciones més controvertidas e independientes, como abogados defensores de los indigenas que denunciaron a su compatriotas espafioles comomalhechores indignos de lamisiGn cristiana. Los franciscanos, quienes construyeron un Laboratorio regional de evangelizacién sobre la base politica de la transformacién de Yucatan; el Vasco de Quiroga, quien usufructué su autoridad como obispo y el entorno de las altas cortes virreinales de la ciudad de México para construir comunidades experimentales que recuerdan la Utopia de Tomas Moro; Bartolomé de las Casas, quien impuls6 un marco de colonizacién muy diferente: ania: k 6 col roes ibéricos y argumentos que contrapesen la , €s bien conocido que una minoria de criticos de la Iglesia y de utopistas demunciaron a los conquistadores como tiranos 4vidos de poder que no reconocfan limites en su explotaci6n de los indfgenas y que, por lo tanto, socavaron la misién de salvacién cristiana aunque de palabra estuvierana su servicio. Quiz4menos ampliamente conocido es que los biertos, que bust politicos criticos \cidn. Como politicos activos que construyeron sus propias bases de poder y relaciones sociales de autoridad, también atrajeron sobre sf acusaciones de arrogancia autoritaria y abuso de poder. Los criticos vieron en Vasco de Quiroga a un tirano abusivo y vengador, los intereses de los el taban a los indigenas desvergon- los colonizadores, por su parte, retrataban a los misi inantes que no s6lo monopolizaban el accesoa los int ala violencia y la crueldad como métodos de instrucci , las acusaciones de abuso explotaron en el escdndalo ante la violenta reacci6n de los misioneros franciscanos liderados por Diego de Landa cuando descubrieron la “traici6n” religiosa en que incurrieran algunos mayas que habian sido instruidos por ellos. Los papel algunos colonizadores defendieron a los indigenas de las luras de los ' La posicién politica propia de un encomendero desde el punto de vista de las autoridades de la Iglesia en América se manifiesta con fuerza en Simpson, The Encomienda..., ob. cit., particularmente pp. 133-139, yen Hanke, Spanish Struggle, ob. cit. pp. 18, 43-45, 98. Una descripcién brillante del Yucatan franciscano como campo de ambiciones y egofsmo politico se encontrard en Clendinnen, Ambivalent Conquests..., ob. cit, el tema de los misioneros, las autoridades de la Iglesia y las guerras de grandes intereses politicos serd elucidado por Krippner-Martinez, “Images af Conquest...”, ob. cit 18 religiosos y demandaron intervencién para regular y disciplinar la conducta en las misiones.!” La politica de Jos conquistadores y de las utopias de conquista tuvo rico. En primer lugar, ita; en segundo Grupos 0 individuos inquietos pudieron elegir tanto atar su destino a un asentamiento colonial establecido, como romper rumbo a una nueva expedicién en busca de riquezas, rango y salvaci6n. Del mismo modo, un lider conquistador en pie de guerra podia elegir controlar a sus rivales locales y a los insatisfechos o bien exportarlos encomendandoles exploraciones hacia nuevas tierras donde la utopfa ain tentaba a los ‘in pudieran otorgar riquezas, estai . Diego Velésquez de Cuba envié a Hernan Cortés a México (luego recapacité al ver la habilidad de Cortés y su independencia, y las grandes riquezas y el poder que parecia haber por delante); Cortés autoriz6 entradas en todas las direcciones; Pizarro Ig En algunas fronteras, el entomo acentué las diferencias entre las modalidades adoptadas. En zonas esclavistas como el sur de Chile, el norte y el centro de México (Zacatecas), y algunos lus el interior de Brasil, escogidos para la gue vitud en minas 0 plantaciones. La construccién de una posici6n social establecida en un orden social multiracial y duradero, el desarrollo de las instituciones y la pretendida conversi6n cristiana, quedaron en segundo plano con respecto al comercio descarnado de seres humanos al servicio de minas, plantaciones y zonas coloniales m4s asentadas. En regiones marginales como Paraguay, la bisqueda de tesoros se desvaneci6 répidamente. Los colonizadores que se establecieron allf lo hicieron para forjarse una posicién social y de poder como patriarcas de la conquista; tendieron redes familiares a través de matrimonios con la sociedad guaranf, y asi se 1 Paracriticase inversién de lugares, véase especialmente Clendinnen, “Disciplining the Indians..." ob. cit,;Clendinnen, Ambivalent Conquests..., ob. cit, Cf. Simpson, The Encomienda..., ob. cit, pp. 75-71 y 237- 238;S, J. Stern, Peru's Indian Peoples and the Challenge of Spanish Conquest: Huamanga to 1640, Madison, 1982, pp. 46 y 49 (versi6n en espafiol: Los pueblos indigenas del Peri y el desafto de la conquista espafiola Huamanga hasta 1640, Madrid, Alianza, 1987); y Krippuer-Martinez, “Images of Conquest...”, ob. cit. 18 Véanse las fuentes citadas en la nota 15; para una representaci6n visual, véase C. L. Lombardi et al., Latin American History: A Teaching Atlas, Madison, 1983, pp. 22, 24, . pp. 26, 28, 29. entremezclaron y transformaron sus altas capas. No s6lo los suefios de riquezas fueron considerados anacr6nicos sino también la moral cristiana convencional: los conquista- dores de concubinato misiones, tales como el norte de México, el Michoacén de Vasco de Quiroga y parte de la Amazonia, la autoridad preponderante de los supervi- sores religiosos de las comunidades misioneras eclips6 os intereses de los colonizadores més seculares. Estos dltimos debfan caminar con un cuidado inusual si querian asegurarse el acceso a la mano de obra indigena, a la influencia social y al poder politico.!9 La politica de conquista no s6lo desencadené el partidismo y fue un motor para la expansién. Provocé también, durante medio siglo, un dlgido debate sobre valores, conductas y politica social. destruccién y abu: Dr e a aganos, colonizadores hispano- americanos y monarcas europeos. No revisaremos aqui los detalles de estos debates.2° Para el alcance de este trabajo serén suficientes tres aclaraciones. En primera instancia, aunque Bartolomé de las Casas contribuy6 a la més tempestuosa y ampliamente conocida de las polémicas del debate, la 1t6 mucho un annotate deste poceioy abvoviioaBan@lomee es Casas. Los dominicanos de Hispaniola lo iniciaron en 1511, a de muel indio, cuando Antonio de Montesinos denunci los eae reunido para el culto dominical. '® En cuanto alas zonas de guerra y esclavitud mencionadas, véase R. C. Padden, “Cultural Change and Military Resistance in Araucanian Chile, 1550-1720", en: Southwestem Joumal of Anthropology, nim. 13, 1957, pp. 103-121; P. Wayne Powell, Soldiers, Indians and Silver, Berkeley, 1952; M. J. MacLeod, Spanish Central America. A Socioeconomic History, 1520-1720, Berkeley, 1973;). Hemming, Red Gold: The Conquest of the Brazilian Indians, 1500-1760, Cambridge, Massachussetts, 1978; cf. Daitsman, “Dynamics of Conquest”, ob. cit.; A. Jara, Guerra y sociedad en Chile, Santiago de Chile, 1971; P. Wayne Powell, Mexico's Miguel Caldera: The Taming of America's First Frontier (1548-1597), Tucson, 1977; R. Morse (comp.), The Bandeirantes: The Historical Role of the Brazilian Pathfinders, Nueva York, 1965. Acerca de Paraguay, la introduccién clave sigue siendo 1a obra de E. R. Service, Spanish-Guarant Relations in Early Colonial Paraguay, Ann Arbor, 1954; para una visién mds ene! largo plazo y en un érea geogréfica més amplia, véase J.C. Garavaglia, Mercado intemo y economia colonial (tres sigles de historia de la yerba mate), México, Grijalbo, 1983; B. Melia, “Las reducciones jesufticas del Paraguay: un espacio para una utopia colonial”, en: Estudios Paraguayos, nim. 6, 1978, pp. 157-163. Para una introduccién a las regiones donde et poder misionero eclips6 ol menos rivalizé con losintereses coloniales més seculares, véase, ademés de los trabajos de Hemming y Meliaantes citados, Ctendinnen, Ambivalent Conguests..., ob. cit.;E. Hu-DeHart, Missionaries, Miners and Indians: Spanish Contact with the YaquiNation of Northwestern New Spain, 1533-1820, Tucson, 1981; Krippner-Martinez, “Images of Conquest..." ob. cit. 2Para una introduccién a estos debates y la historia intelectual temprana después de la conquista, véase Hanke, Spanish Struggle... ob. cit.; Pagden, Fall of Natural Man..., ob. cit. 20 Esta voz, dijo 61 [declara] que todos estais en pecado mortal y en él vivis y morfs, por la ccrueldad y tirania que usdis (...) Decid, ;con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre aquestos Indios?! Para la corona, las denuncias acerca de la crueldad de los conquistadores respaldaban con legitimidad moral su temor de que algunos de ellos, independientes y librepensadores, terminaran Por socavar los interesesreales, Josingresos de la corona y el control politico, iada ades. Medio siglo después del sermén. deMontesinos, y en sus obsesiol undan en la polémica de Bartolomé de las Casas y r4pidamente fueron echadas a correr por los competidores be de Espaiia en Europa; ambas constituyen el meollo de la amada En tercer lugar, las antificiosamente 1a doble vision y el debate acerca de la politica social y los valores morales. En efecto, hemos argumentado que una historia noblemente apartada de la sensibilidad politica y 1a controversia es una historia que fracasa en el intento de comprender ¢ interrelacionar las prioridades, pasiones ¢ ideas de los mismos conquistadores. Un punto de vista restringido es itil a la heuristica pero s6lo temporariamente. Omite una dimensién \e y Subestimada de las politicas se ". Estas reacciones se relacionan ambiciones de los espafioles en una lucha més amplia e imprevista. Las reacciones indigenas desarticularon las expectativas europeas, mantuvie- ron las tormentas politicas ya existentes o encendieron otras, agregaron temas de debate y decisién a la agenda politica colonial. En suma, ola 21 Bartolomé de las Casas, Historia Natural y Social de las Indias, 2da ed., 3 vols., México, Fondo de Cultura Econémica, 1965, vol. 2, pp. 441-442, 21 Unexamen detallado de esta integracidn al debate por parte de los indigenas, excede los limites de este trabajo. (De todos modos, he escrito extensamente sobre el tema.) Sin embargo, ilustraremos brevemente el punto a través de los paradigmas fundamentales de la conquista de los propios colonizadores. La utopfa de riqueza asalt6 lamente de mas de un conquistador. Después del saqueo inicial de los tesoros indfgenas en México y Pero descubrieron, a su pesar, que minas de Potosf, en Bolivia, desencadenaron la fiel muchos espafioles, la realizaci6n de la utopia de riqueza parecfa inminente, y hubo sin duda colonizadores que cosecharon enormes riquezas. Sin embargo, también se encontraron atados por la competencia de trabajadores y empresarios indfgenas que se apropiaban de yacimientos en las minas, controlaban el proceso. de fundicién, desa- rrollaban sus propios mercados de metales, practicas laborales y empresas dependientes, y entregaban una buena parte de las riquezas de Potosf a manos ind{genas. Cuando, en la década de 1560, esta competencia inesperada coincidié con una cafda de la calidad del metal, los ingresos de los colonizadores y la corona provenientes de Potost tambalearon. En tan s6lo veinte afios, la utopia de la plata habia dado lugar a la desilusi6n, el debate politico y las propuestas de reforma. Tas especies woroowerae su lata sellada hasta la ), lo le el virrey Francisco de Toledo prot Ps iti . Aun entonces, la reorgani; 1a sobre la apropiaciOn del metal sin refinar y la plata refinada. La lucha se afirm6 en otros términos y la sensaci6n de decepcién y reformismo resurgié en el transcurso del siglo siguiente? Relatos similares podrian hacerse acerca de otros caminos de acceso ala riqueza. En todos los campos de inversi6n comercial —el traslado por barco de la hoja de coca desde las laderas selvaticas del este andino hasta las minas de las tierras altas, o la seda, el trigo y los animales enviados a los mercados regionales de Antequera (Oaxaca) y Puebla, 0 os talleres textiles y las redes de putting out dispersas a través de las tierras altas de México y los Andes—, los encomenderos espafioles y otros empresarios buscaban el control de los productos que podrfan prov iva hacia los mercados urbanos 0 mineros en ascenso. indfgenas —comunidades se impala saan cop rr at non 22 Vase Stern, “Feudalism, Capitalism, and the World-System’, ob. cit, pp. 848-858, parauna discusién sucinta sobre Potosi, y su comparacién con otros centros mineros coloniales, y para una orientacién acerca de la vasta bibliografia académica. 22 _ Incluso en cuanto al tema de las primeras cuotas de trabajo y tributo de los encomenderos, la frdgil politica de alianzas, mediacién y negociacion dejaba a veces ambiguos resultados. En los Andes, en particular, EERE quién se quedabacon lamejor parte de la riqueza: los encomenderos, los pueblos étnicos aellos asignados o los jefes que actuaban comointermediarios entre europeos y andinos. En suma, en los varios caminos a la riqueza de los conquistadores, los amerindios rehusaban el papel de fuerza de trabajo moldeada y explotada en una economfa comercial hispanizada. Los conquistadores competfan contra los indigenas tanto como ismog2? mos, una minoria de conquistadores amasaron fabulosas fortunas, en buena medida a expensas de los indigenas, y aun un grupo mayor goz6 de gran prosperidad, también a expensas de los indfgenas. Explotaci6n, violencia y humillacién eran un lugar comin, No obstante, al menog droge a seneraciGndens tempos ae. el mundo de las riquezas se veria poblado no s6lo de grupos de conquistado s habian vuelto ricos, sino in se destruy6 por completo en una sola generacién. Adn en 1588, Don Diego Caqui, hijo de un sefior de Tacna (kuraka), posefa cuatro vifledos y una bodega, una tropa de llamas para transportar el vino a Potost, y dos fragatas y un pequefio velero para el comercio entre Tacna, Arica y Callao (puerto de Lima). El suyo noes un ejemplo aislado, sino una manifestacion de un patr6n social mas amplio y una iniciativa mayor.** Bi por recortar la habilidad de los indfgenas para organizarse mejor que los espafioles, evitarlos y vender a mejor precio que ellos; por institucionalizar monopolios coloniza- dores y prebendas que hacfan del campo comercial y sus riquezas un asunto mas puramente hispdnico. Estos esfuerzos incluyeron nuevos puntos en la agenda politica: jtenfan los europeos el derecho a imponer sobre los indigenas cargas de trabajo socialmente masivo y disruptivo al servicio de Potosf 0 de otras minas de plata? ;,Podfan declarar el comercio del trigo como monopolio espaiiol? ;Tenfan derecho a controlar 2 Se encontrarén ejemplos de la competencia con los indigenas por las mercancias mencionadas en este parrafo en Stern, Peru's Indian Peoples..., 0b. cit., pp. 38-39; K. Spalding, De indio a campesino: cambios en la estructura social del Peri colonial, Limna, Instituto de Estudios Peruanos, 1974, pp. 31-60; F. Silva Santisteban, Los obrajes en el Virreinato del Peni, Lima,1964; M. A. Romero Frizzi, “Economia y vida de los espaiioles en la Mixteca Alta: 1519-1720, tesis doctoral, Universidad Iberoamericana, México, 1985; W. Borah, Silk Raising in Colonial Mexico, Berkeley, 1943; Simpson, The Encomienda...., ob. cit. pp. 137-139. Paral modoen que la temprana politica de alianzas afecté las cuotas de trabajo y tributo, véase Stern, Peru's Indian Peoples..., ob. cit., pp. 40-44. Para una visién a largo plazo de la participaciGn indigena en mercados de los Andes, véase O. Harris et al. (comps.), La participacién indigena en los mercados surandinos: Estrategias y reproduccién social, siglos XVi a Xx, La Paz, 1987. 24 Véase F, Pease G. Y., Del Tawantinsuyu a la historia del Peri, Lima, 1978, pp. 198-199, nota 8; cf. J.V. Murra, “Aymara lords and their European agents at Potosi", en: Nova Americana, nim. 1, Turin, 1978, pp. 231 233; Harris et al. (comps.), La participacién..., ob. cit. 23 jas ganancias que los indigenas depositaban en las cajas de censos de la Cae La utopia de preeminencia social también se encontré con iniciativas amerindias. Las mismas expediciones de conquista a México y Peri habfan requerido un complejo juego de alianzas politicas y maniobras que condujeron a los espafioles y a pueblos espectficos de amerindios, a ejércitos y sefiores a la colaboracién contra los goberna- dores indigenas de los imperios precolombinos. ambivalentes y ambiguas: los integrates: eeminencia entre los nuevos integrantes; los objetivos eran diferentes y las contingencias de fuerza, necesidad y oportunismo tuvieron gran incidencia en las decisiones de las alianzas. A medida que los conquistadors se expandieron desde las capitales imperiales hacia zonas interiores y regiones de provincia los aspirantes a colonizadores y los entrecruzamientos y ambigiiedades no desaparecieron inmediatamente después de las expediciones iniciales de conquista. lemente Ne ee tlaxcaltecas de México y los huancas de Pera, por nguista aseguréindose S Y a Sus scfiores un lugar privilegiado: fuc tan s6lo una manifestacién de una entrada mayor de los pueblos indigenas como “jugadores” del juego laberintico del debate politico, las alianzas sociales y las 25 Los problemas politicos que derivan de esta competencia indfgena en cl mercado de bienes puede apreciarse a partir de las fuentes citadas en las notas 23 y 24; sobre cajasde censos, vase Stern, Peru's Indian Peoples... 0b. cil., pp. 98 y 100; V. Cevallo Lépez, “La caja de censos de indios y su aporte a la economia colonial, 1565-1613”, en: Revista del Archivo Nacional del Peri, nim. 26, entrega 2, Lista, 1962, pp. 269- 352, Para una visiénenel largo plazode los mecanismos précticos desarrollados porloshacendados coloniales para combatir la competencia de los pequefios propietarios, véase B. Larson, “Rural Rhythms of Class Conflict in Eighteenth-Century Cochabamba", en: Hispanic American Historical Review, niin. 60. vol. 3. agostode 1980, pp. 407-430; cf. B. Larson, Colonialismand Agrarian Transformation in Bolivia: Cochabamba, 1550-1900, Princeton, 1988;E. Florescano, Precios del matz y crisis agricolas en México (1708-1810), México, 1969. 2© Acercade la politica de alianza enel nivel imperial, véase Diaz del Castillo, Historia verdadera...,0b. cit.; Hemming, Conquest of the Incas..., ob. cit. Para el nivel subimperial, véase S. J. Stern, “The Rise and Fall of Indian-White Alliances: A Regional View of ‘Conquest’ History”, en: Hispanic American Historical Review, nim. 61, agosto de 1981, pp. 461-491; cf. Krippner-Martinez, “Politics of Conquest” y la biblografia citada en Ia nota siguiente. 24 maniobras legales, y de las intrigas encubiertas que formaron parte del mundo politico colonial espafiol. En la década de 1560, mientras Felipe II hesitabaen un continuo debate acerca de la perpetuaci6n de la encomienda a través de la herencia, los pueblos y jefes andinos nativos daban a conocer formal e informalmente que no dejarian el mundo de las altas politicas y las adjudicaciones a los espafioles. Un grupo de sefiores andinos, advertidos acerca de que el servicio financieroa la corona engrasaba los ejes de latoma de decisi6n y las negociaciones hispAnicas envié una oferta espectacular a Felipe II. La propuesta politica iba acompafiada de un soborno: la oferta de incrementar en 100 000 ducados cualquier suma propuesta por los encomenderos. Cuando la corona envié alos comisionados de la perpetuidad a investigar los méritos del tema de la encomienda al respecto, los inc{genas se unieron para participar de un debate m6vil entre Juan Polo de Ondegardo, un importante jurista que avalaba la perpetuidad de la encomienda, y Domingo de Santo Tomés, un obispo preeminente, aliado de los indigenas y critico de a oan a Tomés y las audicncias indfgenas que se rcunieron con los ante audiencias indfgenas que juzgarfan méritos y eligirfan partes, Ios focos del debate sobre el final de la institucién fundacional del estatus y cl enriquecimiento de la temprana conquista, la movilizacién por parte de los indfgenas de: ‘canales contrapuestos de atracci6n, alianza y pago de deudas financieras dentro del Estado y i encendiera Ia imaginacion ‘conquistadore: misioneros. Aun si descartamos las lastimosas suposiciones de que los nativos identi- ficaron inmediatamente a los conquistadores espaitoles 0 a sus divinidades con deidades indigenas, o que quedaron hipnotizados por los caballos que también fueron conside- rados dioses, podemos encontrar fuertes razones hist6ricas para esta receptividad. Las victorias militares de los espafioles podrfan significar la fuerza y el poder de dioses victoriosos demasiado temibles como para ser ingnorados, y al menos temporariamente més poderosos que los dioses i ‘astres de la conquista podrian significar ses, quiz4 acompaiiado por un regreso de las deidades consignadas en en el ciclo cuyo tiempo acabaria en un breve lapso. La llegada de misioneros 27 Véase C. Gibson, Tlaxcala en el siglo xvi, 2a. ed., Stanford, 1967; W. Espinoza Soriano, La destruccién del imperio de los incas, Lima, 1973; Stern, Peru's Indian Peoples..., ob. cit., pp. 48-49; Hemming, Conquest of the Incas... ob. cit., pp. 385-390. 25 a.una regi6n cuyos conquistadores babfan conducido antes campafias militares brutales y habfan impuesto duras demandas seauales y econ6micas podria significar una apertura politica, un espacio para la alianza indigena-blanca y para la division intrahisp4nica que ofreceria algin alivio alos in variadas motivaciones atestiguan asociados con las deidades ros. (El término “deidades” es més apropiado que “deidad” si consideramos que en el pante6n de ancestros, espiritus y entidades con atributos o poderes sobrenaturales cristianos no s6lo se incluye a Dios, sino también a Jesis, al Espfritu Santo y a muchos santos. Esto sin considerar asuntos tan complejos como la interpretaci6n del demonio, 0 los simbolos sactos: la cruz, la biblia, el agua bautismal, el vino transmutado en sangre en la misa.) Sin embargo, esta receptividad no era necesariamente cristianizacién tal como la entendian los sacerdotes y misioneros. Los indfgenas deseaban aplacar y comprometer a las poderosas deidades hispAnicas, querian ganarse el acceso al conocimiento espe- cializado y a los poderes de los sacerdotes y misioneros espaiiol le incorporar y reapropiarse del poder sobrena- tural hispanico, del cimi de i asociados con el mundo de las deidades indigenas. Desde el punto de vista indfgena, la cristianizaci6n no implicaba la sustituci6n de un panteén religioso o de un marco por otro, sino una incorporaci6n selectiva y la adaptaci6n del cristianismo dentro de un marco de comprensién indigena. El catolicismo indigena tampoco significaba una devocién impensada, una ausencia de continua reflexi6n e innovacién justificada por una debida fe.2® 78 Con referencia ala receptividad de losindigenas al cristianismo dentro de un contexto de incorporacién selectiva y de adaptacién, los siguientes trabajos ofrecen andlisis esclarecedores y una mayor otientacién bibliografica: Clendinnen, Ambivalent Conquests..., ob. cit.; S. MacCormack, “Pachacuti: Miracles, Punishments, and Last Judgment: Visionary Past and Prophetic Future in Early Colonial Peru”, en: American Historical Review, nim. 93, vol. 4, octubre de 1988, pp. 960-1006;L. M. Burkhart, The Slippery Earth: Nahua- Christian Moral Dialogue in Sixteenth-Century Mexico, Tucson, 1989. Cf. S. E. Ramirez (comp.), Indian- Religious Relations in Colonial Spanish America, Siracusa, 1989; N. M. Farris, Maya Society Under Co- lonial Rule: The Collective Enterprise of Survival, Princeton, 1984 (versin en espaiiol: Madrid, Alianza, 1992);S, Gruzinski, La colonisation del 'imaginaire: Sociétés indigenes et occidentalisation dans le Mexique espagnol, Xvieme.-XVilieme. siécles, Paris, 1988 (versi6n en espaiiol: La colonizacién de lo imaginario, México, Fondo de Cultura Econémica, 1991). Sobre los intelectuales indigenas, tema que incluye poco mas queel cristianistmo, véaseR. Adorno, Guaman Poma: Writing and Resistance in Colonial Peru, Austin, 1986, Adorno (comp.), From Oral to Written Expression: Native Andean Chronicles of the Early Colonial Period, Siracusa, 1982, particularmente el ensayo de Frank Salomon; véase también N. M. Farris, “Remembering the Future, Anticipating the Past: History, Time and Cosraology among the Maya of Yucatan”, en: Comparative ‘Studies in Society and History, nim. 29, 1987, pp. 566-593; S. Schroeder, Chimalpahin and the Kingdoms of Chalco, Tucson, 1991, 26 Cuando la adaptacion y la reflexi6n indigena salié a luz, las utopias se desvanecie- ron. Lossacerdotes y misioneros descubrieron queno s6lo competian conrivales espafioles que aspiraban al predominio politico y cuyo rapaz interés en el corto plazo alienaba las almas de los indigenas. Descubrieron también que aun los indfgenas que cooperaban filtraban la imagen de los inocentes de espfritu guiados por el camino de la salvacion. En Yucatén, el poder de los primeros misioneros franciscanos tendié a moldear a los mayas para que fueran beneficiarios voluntarios de la persuasi6n cristiana y asf eclips6 el poder de los exploradores y pioneros espafioles movidos por inclinaciones més mundanas, La utopfa parecia alcanzarse, los estudiantes mayas parectan responder al estilo franciscano de persuasién con la abnegacién y la humildad. Luego, en 1562, todo se iscanos descubrieron que los mayas, aun los maestros més cristianizados a quienes \eTzOs, practica- en sus comunidades. eros explotaron en ira y la furia de su violencia impact6 alos otros franciscanos tanto como a.colonizadores més seculares. En Huamanga, Perd, donde los colonizado- res habfan construido un modelo de alianza y colaboracién con los grupos étnicos ind{genas inestable pero en funcionamiento, una creciente desilusién por parte de los nativos irrumpiéen un movimiento milenarista anticristiano. Taki Ongoy, la “enferme- dad del baile”, predicaba que la anterior colaboracién ind{gena-espafiola habfa sido un error del pasado y que los huacas (deidades) andinos debilitados habfan recuperado ahora su poder, que el cataclismo se aproximaba y barrerfa del mundo andino la corrupcién cristiana e hispdnica. Ambos escéndalos irrumpieron en la década de 1560, tan s6lo un imponer legitimamente los extirpadores de idolatrias sobre los indios paganos que habfan traicionado su primera cristianizaci6n? Ambos escdndalos construyeron y derum- baron carreras politicas. ;Qué castigo o humillaci6n institucional deberia disciplinar la furia violenta y laarrogancia de un extirpador como Diego de Landa? {Qué favoro cargo institucional recompensarfa a un extirpador como Crist6bal de Albornoz?”? Losesc4ndalos de Y ucatan y Huamanga estuvieron entre las instancias més dramaticas de las rupturas amerindias de las expectativas espafiolas. Sin embargo, el desencanto fue mayor y las expectativas de que la conversi6n cristiana de los indigenas desplazara los rituales paganos, sus obligaciones, ee + salam otentpog — vefan persuasion y coercion, recompensaycasigo,inerogacién einvestigacion. definieron los 29 Véase Clendinnen, “Disciplining the Indians. cit; Stern, Peru's Indian Peoples..., ob. Gil, pp. 5 ob. cit.; Clendinnen, Ambivalent Conquests..., ob. 27 contomos de la legitimidad religiosa en los contextos coloniales? ;Cudndo se transform6 la cristianizacién en una interminable dialéctica de conversin y extirpacion, qué prdcticas paganas podian tolerarse como supersticin inofensiva y cudles serfan ferozmente perseguidas como subversién blasfema?>° Inclusoeste andlisis relativamente brevede las respuestas y las iniciativas de los nativos americanos pone de manifiesto una de lasmayores deficiencias dela llamada leyendanegra. El problema noes la acusaci6n de explotacién y violencia contra los amerindios por parte de los espaitoles: éstano se escatims, los colonizadores sin duda construyeron un motor de explotacién social cuyo saqueo pudo alcanzar extremos brutales. El problema tampoco es. Jamera simplificacién o el perjuicio antihisp4nico, aunque es cierto que las denuncias de laleyenda negra pueden perder de vista las caracterfsticas més matizadas y contradictorias de los colonizadores y sus instituciones y politicas sociales, y quiz4incurran en un perjuicio que ignora una historia igualmente brutal de violenciaracial y explotaci6n por parte de otros colonizadoreseuropeos. —ladialécticade denuncia de explotacién dest ‘un lado, lacelebracién del proteccionismo patemalista i CO i esse _Sunicopapeleseldeacepiar Esta unidimensionalidad simplificael proceso de dem fensa moral, pet hist6ri 2 Acetca del desencanto y del continuo potencial para las campailas de extirpacién de idolatrias, véase {ademés de las fuentes citadas en la nota 29) S. MacCormack, “'The Heart Has Its Reasons’: Predicaments ‘of Missionary Christianity in Early Colonial Peru”, en: Hispanic American Historical Review, niim. 67, 1985, pp. 443-466; P. Duviols, La lutte contre les religion: autochtones dans le Pérou colonial (L'extirpation de Vidolatrie entre 1532 et 1660), Lima, 1971. Antonio Acosta presenta un fuerte argumento de que la sobrevivencia de las “paganismos” podria haber suscitado no s6lo Ia resignaci6n o Ia violencia sino el ‘oportunismo —carreras eclesiésticas fundadas en “descubrimientos” de idolatrfas con el fin de ganar recompensas o de contrarrestar acusaciones de abusos—; véase A. Acosta, “Los doctrineros y la extirpaciOn delareligién indigena ene! arzobispadode Lima, 1600-1620", en: Jahrbuch fr Geschichte von Staat, Wirtschaft und Gesellschaft Lateinamerikas, nim. 19, 1982, pp. 69-109; A. Acosta, “La extirpacién de las idolatrfas en 1 Peri. Origen y desarrollo de las campafias: a propésito de Cultura andina y represién de Pierre Duviols”, en: Revista Andina, nim. 5, vol. 1, juliode 1987, pp. 171-195;H. Urbano, “Cristbal de Molina, el Cusquefio. Negocios eclesidsticos, mesianismo y Taqui Ongoy", en: Revista Andina, ntim. 8, vol. 1, julio de 1990, pp. 265-283, particularmente pp. 268-269. 31 Este sindrome explica por qué los primeras trabajos histéricos de indigenistas se basaban en documentacién referida a la abierta rebeliGn por parte de héroes y disidentes indios, incluyendo a “precurso- res” de la independencia, Para una orientacién historiografica, véase S. J. Stern, “The Age of Andean Insurrection, 1742-1782: A Reappraisal”, en: S. J. Stern (comp.), Resistance, Rebellion, and Consciousness in the Andean Peasant World, 18ih to 20th Centuries, Madison, 1987, pp. 36-38. Un efecto intelectual dela leyenda negra fue restringir el rango o la variedad de respuestas indigenas al problema de la conquista: la posicién “pro indigena” demostré la severa brutalidad de la explotacién colonial, y el hecho de que los indigenas no aceptaron simplemente los abusos sino que algunas veces explotaron en revueltas. Un ejemplo irmpactante es la estructura narrativa y las sentencias concusivas y climéticas en el excelente articulo de J. H. 28 —esto es, col: resistieron, se iaron, historiade compromisohizo imposible alos europeosactuar como simples villanos o héroes desdeel punto de vistamoral, en libertad de formar un patr6n social a su antojoo de acuerdo consusimpulsos oconci como buscadores de ric . Cuando ampliamos nuestra vision par de respuestas ¢ iniciativas indigenas, comenzamos a apreciar las enormes dimensiones de una lucha politica por definir los beneficios y el significado de la conquista. Los marcos miltiples y las luchas internas de los colonizadores, sus problematicas relacio- nes con lacorona y las autoridades reales, el activismo, las innovaciones y la resistencia de los pueblos colonizados que anotaron sus propias agendas politicas y levaron acabo ‘sus propios conflictos internos, los encuentros inesperados con enfermedades epidémi- Sam Todo jorac lisputas relacionadas con la autoric jurisdicci6n, las politicas sociales y los —entre luchas por riquezas, rango social sir NN DMO Acai Popo oocae que alguna vez siguieran . Por parte de cada uno de estos pueblos europeos y amerindios y en medio de su reciente uni6n, los tiempos desencadenaron no solo luchas por el poder, sino luchas por la comprensién y la definicién cultural I iti definir el botin y el icado de la conquista ft oc rfa en una nueva época.” spacio y dado que este ensayo se centra fundamentalmente en las dos primeras generaciones de la historia posterior a la conquista, no hemos analizado Rowe, “The Incas Under Spanish Colonial Institutions”, en: Hispanic American Historical Review, nim. 37, vol. 2, mayo de 1957, pp. 155-199. 22 E] sentido de lucha intelectual y cultural aparece fuertemente, por la parte indigena, en R. Adorno, Guaman Poma..., ob. cit., y F. Salomon, “Chronicles of the Impossible: Notes on Three Peruvian Indigenous Historians”, en: R. Adorno (comp.), From Oral to Written Expression..., 0b. cit., pp.9-39; cf. Burkhart, The Slippery Earth..., ob. cit; Farriss, “Remembering the Future...”, ob. cit. Por la parte espatiola, véanse la fuentes citadas en la nota 21 y la espléndida evocacién de Aridjis en 1492, de una Espaiia del siglo XV que pasaba ella misma por un perfodo de fluidez interior y de lucha, por una crisis tanto politica como cultural cuando se aproximaban los succsos épicos de 1492. 29 el impacto adicional de africanos y mestizos. En algunas lac y los interrogantes de cada grupo pondria de manifiesto aun més la volubilidad e incertidumbre tanto politica como cultural de la época de la conquista.33 La profunda lucha acerca de qué habia significado la conquista espafiola y de lo que atin pudiera significar, trae al ruedo el problema del uso de “cultura” como un concepto que podriaelevar la historia de 1492 més alléde la penosa discusion politica. A primera vist in més destacada y reflexiva, a polarizaci6n del lenguaje. Si se habla de cult ible pasar por encima de la vulgar

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