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VARIOS AUTORES
© Varios autores
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Antonio García Santesmases
Coordinador
Bernart Riutort
Pablo Ródenas
Pilar Aliegue
Jaime Pastor
M. Xose Agra
Joaquín Valdivielso
Javier Peña
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ÍNDICE
PROBLEMAS DE LA DEMOCRACIA
PROBLEMAS DE LA GLOBALIZACIÓN
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LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
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PRÓLOGO
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LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
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PRÓLOGO
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LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
verá y el trabajo precario una realidad a la que nos tenemos que acostumbrar.
Quesada analiza en Sendas de democracia los límites de esta democracia sin bienes-
tar que han desentrañado en sus obras Manuel Castells, Robert Castel, R. Dahrendorf.
Bauman, R.Sennet y otros. Son páginas en las que la tensión entre una economía
capitalista desbocada y unos sistemas de protección social en peligro son analiza-
das con sumo cuidado. Son páginas en las que aparece también el miedo que
comienza a planear en la cultura política actual. En nuestro libro de homenaje son
varios los autores que se refieren a este tema: unos desde la perspectiva de los nue-
vos movimientos sociales como Jaime Pastor o haciéndose cargo de las demandas
del movimiento ecologista como Joaquin Valdivielso. Otros lo hacen analizando
los problemas de la democracia representativa como Ramón Vargas Machuca.
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PRÓLOGO
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LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
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PRÓLOGO
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LA FUNCIÓN DE LA FILOSOFÍA POLÍTICA
LA FUNCIÓN DE LA FILOSOFÍA POLÍTICA
El «Seminario Filosofía Política de Quesada», modelo del Instituto de Filosofía
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LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
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LA FUNCIÓN DE LA FILOSOFÍA POLÍTICA
Fue un seminario abierto, generoso. Por allí pasó todo el mundo. Cuando en
el 1996, la Ministra Esperanza Aguirre encabezó la operación de derribo del Instituto
de Filosofía —bien secundada por cierto por el nuevo presidente del CSIC, César
Nombela, y por unos asesores internos del Opus Dei y otros externos que creía-
mos amigos pero que fueron seducidos por el glamour cultural de José María
Aznar— arguyendo que el Instituto era «poco plural», es decir, «rojo», esgrimimos
a modo de defensa la pluralidad y calidad de gentes que había visitado ese seminario.
Había naturalmente representantes de la tradición marxista, como Juan Ramón
Capella o Manuel Ballestero; del marxismo analítico, como Toni Doménech y sus
eternas teorías del juego. Perry Anderson, que era un fijo, venía de Londres.
Ludolfo Paramio hacía valer la sociología política y José Manuel Naredo. Había
buena vecindad con los filósofos del derecho: Elías Díaz y Paco Laporta. Notable
era la lista de invitados extranjeros: Habermas, Wellmer, Claus Offe, Rorty,
Benhabid, entre decenas de otros, pasaron por allí. Estaba muy presente la escue-
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LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
la de Frankfurt cultivada por Agapito Maestre (que nos mareaba con los nuevos
frankfurtianos: Dubiel, Schnädelbach, Honeth), Mardones, Gimeno... Por no
hablar de los colegas latinoamericanos que entendieron bien que aquello iba con
ellos: Garzón Valdés, Villoro, Salmerón y tantos otros. El seminario, realmente
intergeneracional, atraía a muchos jóvenes latinoamericanos y también a españo-
les como Antonio G. Santesmases, Ana Lucas o Francisco Martínez.
En el ánimo de los primeros ocupantes estaba la idea de que el Instituto fuese
«del Estado», es decir, un lugar de encuentro allende las recién estrenadas comu-
nidades autonómicas. Que la gente no viniera a Madrid sino a su Instituto. Este semi-
nario consiguió reunir a estudiosos de la filosofía política de todos los rincones de
España.
Crear un Instituto de investigación para la filosofía es todo menos evidente.
Asociamos investigación con ciencias empíricas y la filosofía se ubica en el extre-
mo opuesto. Teníamos que demostrar lo que significa investigar colectivamente en
filosofía sin caer en lo fácil que era trillar lo trillado, es decir, reproducir la figura
de los departamentos universitarios de filosofía. Teníamos que abrir brecha, crear
campos, servir a lo nuevo, en una palabra, inventarnos.
Ninguna otra actividad ha expresado mejor el espíritu fundacional que este
seminario de Fernando Quesada. Una actividad a la que Quesada se entregó gene-
rosamente. Sobre él recaía la responsabilidad de definir los temas, buscar a los inter-
vinientes y como todo estaba por hacer, Fernando asumió la tarea de crear una
biblioteca específica, haciendo de investigador y de bibliotecario de una tacada.
No creo que haya en la España de ese momento otro modelo parecido de inves-
tigación filosófica.
Hay otro aspecto del Fernando que yo conocí en el Instituto de Filosofía que
ha dado mucho de sí. Me refiero a su proyección lationoamericana. Los que allí estu-
vimos al principio queríamos que tuviera una dimensión iberoamericana. Nos
tomamos en serio la idea de una comunidad filosófica iberoamericana que venía de
lejos, del exilio. Nos tomábamos en serio lo de pensar en español. Ese interés ha
queda impreso en dos realizaciones paralelas y complementarias: por un lado, la
Enciclopedia Iberoamericana de Filosofía y la Revista Internacional de Filosofía Política.
La primera, EIAF, tenía como partner a la Universidad Nacional Autonónoma de
México (UNAM) y el Instituto de Investigaciones Filosóficas (IIF). Por otro, la
Revista, RIFP, que dirigió desde el principio hasta ayer Fernando Quesada, com-
partió el proyecto con la Universidad Autónoma de México (UAN).
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LA FUNCIÓN DE LA FILOSOFÍA POLÍTICA
Esos dos proyectos, ambiciosos desde el origen, han marcado las relaciones ibe-
roamericanas. Cuenta Horkheimer que cuando los amigos del «Café Marx» qui-
sieron desarrollar su idea de una revisión crítica del marxismo, organizaron un
seminario, en 1932, con Korsch, Lukac etc. y dijeron que así no, que había que ins-
titucionalizar la reflexión. Entones nació el Institut für Sozialforschung de Frankfurt.
Pues de eso se trataba con la EIAF y la RIFP. Gracias a esos dos proyectos nos
hemos conocido, descubierto, colaborado, incluso hasta leído. Hemos hecho una
parte del camino. Seguramente que queda otra parte por recorrer. Tenemos, en efec-
to, que tomarnos un poco más en serio y superar esa maldita manía de pensar que
un mal libro en inglés o en alemán es preferible a un buen libro en español. También
tenemos que pasar de habitar espacios comunes a preguntarnos qué significa pen-
sar en español, es decir, usar una misma lengua pero que alberga experiencias dis-
tintas y hasta opuestos. La RIFP y la EIAF han cumplido una etapa y queda por
recorrer otra. Es la hora de otra generación, lo que no significa que nos jubilemos
de pensar, pero hay que dejar paso. Fernando ha sabido anticiparse a los aconte-
cimientos avisando con tiempo que dejaría la dirección de la revista, dejando así
el campo libre y abonado para una renovación generacional.
Quisiera para terminar aclarar un aspecto a primera vista menor pero enorme-
mente significativo. Me he limitado a hablar de Fernando Quesada desde el Instituto
de Filosofía o, también, de su presencia en el Instituto del CSIC. Pero Quesada no
era investigador del CSIC, ni estaba en comisión de servicios en el IF. Era un cate-
drático de filosofía política en la UNED que donaba generosamente sus horas libres
a un proyecto en el que sencillamente creía. Ese Instituto que tenía las propor-
ciones de un departamento cualquiera de una universidad pública alcanzó en poco
tiempo una notoriedad bien reconocida. El secreto estaba en tipos como Quesada
que le entregaron generosamente su tiempo y talento sin nada a cambio, si no es
la satisfacción del trabajo bien hecho. Los que somos de plantilla en el Instituto, no
tenemos palabras suficientes de agradecimiento. Tal como se está poniendo de
competitiva y ensimismada la profesión, este gesto demuestra que había quien
ponía el proyecto por encima de los intereses. En su primera década el Instituto de
Filosofía fue un hervidero de actividad, pero la que le marcó, dio personalidad y
sirvió de modelo para otras investigaciones, fue «el seminario de Quesada».
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LA FILOSOFÍA POLÍTICA DE AYER Y DE HOY: DE LA PASIÓN CRÍTICA
A LA PASIÓN NORMATIVA
1. DE LA CRÍTICA A LA NORMA
Creo que uno de los rasgos relevante de la filosofía política de nuestros tiem-
pos es el de su visible desplazamiento de su forma crítica a su forma práctica.
Desde la década de los setenta del pasado siglo se ha ido restableciendo en ella la
voluntad de verdad, maltratada en la época crítica precedente, de la mano de una
insoportable voluntad de creer que ha restaurado la pereza y la ingenuidad filo-
sóficas que creíamos perdidas para siempre. Estamos, pues, ante una época de res-
tauración de la fe, en la cual la fe en el nihilismo sólo es una de sus más exquisi-
tas figuras.
La historia, al menos en el campo del pensamiento, parece avanzar compulsiva-
mente. Hay momentos realmente históricos, caracterizados no tanto por unos
hechos relevantes, siempre subjetivos y de valor manipulable, cuanto porque en
ellos se escriben algunas páginas decisivas para el decurso inmediato de la historia;
momentos de ruptura, con frecuencia contingentes e impredecibles, en los que se
quiebra el rumbo necesario y aparece un nuevo insólito horizonte de posibilida-
des. Son escasos momentos en que la subjetividad revela su poder, en que se deci-
de el futuro inmediato, único futuro posible de decidir, en que se dibuja el con-
torno de alguno de los impredecibles meandros de la vida social. En esos momentos
privilegiados de apertura creativa (Rorty diría de creación de una nueva metáfo-
ra) se clausura el marco de posibilidades del rumbo de tediosos períodos inertes, en
los que la crítica había cedido el mando a la analítica, las metáforas a los concep-
tos (de nuevo Rorty: los poetas y forjadores de estado se retiran ante la entrada de
los técnicos especialistas en la repetición), y la incerteza de la libertad de lo inde-
terminado a la seguridad que emana del orden y la norma consolidados. Voltaire,
burlándose de Leibniz, en su Filosofía de la Historia (1765) contraponía a la opti-
mista visión del progreso del pensador alemán su propia idea de la historia como
sucesión espontánea de periodos de luces y sombras, los primeros escasos y bre-
ves, que así quedan sepultados y casi invisibles a la memoria, referentes inermes
ante los prolongados y anodinos tiempos de oscuridad y de barbarie, de dominio
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LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
Pues bien, conforme a esta ontología de la historia parece que la década de los
setenta fue el cierre de uno de esos momentos de luz y libertad, el tiempo de la derro-
ta de una batalla que clausuró nuestro presente. Y debo insistir: nuestro presente,
no el futuro, siempre abierto, siempre cerrado, indecible, que no nos pertenece;
nuestro presente, ayer nuestro futuro, ése del que se ha dicho, con lucidez, que
no es lo que era. En esa batalla la filosofía crítica (de Sartre a Horkheimer, de
Adorno a Foucault), poderosa en las décadas anteriores, será derrotada a manos de
la nueva filosofía práctica (de Rawls a Levinas, de Habermas a Rorty). Toda aque-
lla herencia crítica, derivada de los llamados maestros de la sospecha (Marx, Nietzsche
y Freud), que había acabado con el ingenuo optimismo epistemológico positivis-
ta, último refugio regio de la voluntad de verdad, y que nos había ayudado a salir
no sólo del «sueño dogmático», al fin cosa de filósofos, sino de la adolescencia filo-
sófica…; toda aquella herencia crítica, digo, ha sido arrojada por el desbarrancadero
a su cementerio, a las cunetas yermas de una imprevisible historia que parece encon-
trarse más cómoda bajo la hegemonía del poder de la fe que arrastrando en si seno
la agitación de la incerteza.
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LA FILOSOFÍA POLÍTICA DE AYER Y DE HOY: DE LA PASIÓN CRÍTICA A LA PASIÓN NORMATIVA
Una fe laica y progresista, sin hábitos ni liturgias, pero al fin fe, ha hecho acto
de presencia y ejerce despótica su hegemonía sobre las conciencias, dominando la
cultura (y ya se sabe, la cultura es la única mediación humana de la conciencia con
lo universal). Una fe triunfante, bien adaptada a los tiempos, intrínsecamente con-
temporánea, que ha aparecido en la más soportable y odiosa de sus figuras, la más
poderosa e implacable, la más atractiva e invencible: la que exhibe ostentosa su dis-
tancia respecto a lo sagrado, la que se muestra como genuina y espontáneamente huma-
na, como simple libre «voluntad de creer»; o sea, una fe liviana y tolerante, pater-
nalista y condescendiente, perfectamente adaptada a la sobrevivencia en una sociedad
capitalista que ha hecho con la fe lo que con las culturas: destruir su esencia y recre-
arlas en realistas simulacros; es decir, destruirlas en su existencia real y conservarlas
y venerarlas en su existencia imaginaria en los museos; quitarles la vida y revivir sus
fantasmas. Una fe sin santidad, sin jerarquía, fe enaltecida al presentarse sólo como
fe en este mundo, fe en lo humano como nuevo divino sobre la tierra; fe en una
sociedad humanitarista, pues el humanismo, excesivamente racional y exigente, ha
perdido valor de cambio en un mercado de medidas individualistas; fe en una socie-
dad tolerante, pues la justicia requiere excesiva energía y no es razonable una moral
que muestre la finitud del alma humana y genere conciencia desgraciada; una fe en
la vida pacífica y ecológica, de fácil venta, propuestas imaginativas para fascinar a
un espíritu devenido pasivo flujo de imágenes; fe incluso en un capitalismo ético,
tan ético que sus templos financieros exigen manifiestos rituales de inmolación de
la miserable «riqueza colectiva» para contentar a sus dioses; fe en cualquier cosa,
incluso en una sociedad liberal multicultural, donde el universalismo se redefine
como pluralismo y las determinaciones ontológicas como elecciones de supermer-
cado. Una fe, en definitiva, vaciada de valor de uso y recargada con valor de cam-
bio, insinuando tras su disfraz el terrible poder de dominio del capitalismo, que ya
no respeta lo otro de lo que se nutre. Una fe así, con sangre de simulacro, cuenta
con todos los números de la fortuna, con todos los certificados de triunfo.
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LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
Aunque, pensándolo bien, tal vez no podía ser de otra manera. La derrota
de la filosofía crítica enraizaba en la propia crítica de ésta —obsesiva, suicida, irre-
verente— a la Ilustración. Los filósofos de la crítica (o de la crisis) no sospe-
charon que, al desvelar cómo la Ilustración, esencial y originariamente antimí-
tica, devenía ella mismo mito, escupían al cielo; al sacar a la luz de la superficie
(¡siempre luz exterior, de lo otro!) que su voluntad de emancipación estaba con-
tagiada, si no era mera máscara de ella, de voluntad de dominio, la crítica de la
crítica se condenaba a dar origen a una crítica de la crítica crítica, como en otro
contexto desvelaba Marx: la crítica absoluta, sin referente, sin punto de apoyo,
sin compromiso, sin fin determinado, hecha desde el «entendimiento divino»
o desde el «ojo de Dios», o sea, hecha desde la nada, abonaba el camino del
amor a la nada, que humanamente se expresa en indiferencia axiológica hacia las
cosas. Rorty podía adorar la filosofía de Foucault (mientras odiaba su política)
y la política de Habermas (al tiempo que menospreciaba su filosofía). La filoso-
fía del francés aportaba belleza, vigor trágico, autenticidad existencial, pureza
crítica. Bastaba aprovechar su «inconsistencia existencial», que diría Kimlicka, con-
sumar su destino asumiendo que la reconstrucción radical nos retrotraía al ori-
gen, a la legitimación de los dos monstruos que la filosofía tuvo que vencer para
abrir un espacio para su discurso: el eros y el nomos, el deseo y el sentido común.
Y hoy el deseo y el sentido común elocuentemente imponen el modelo de vida
liberal como factum que no necesita fundamentación una vez la fundamenta-
ción ha sido desvelada como retórica. Círculo cerrado: la crítica a la Ilustración
deviene ilustrada, ya lo era en su origen, no pudo saltar sobre su sombra; y se
hunde con el hundimiento de su presa.
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LA FILOSOFÍA POLÍTICA DE AYER Y DE HOY: DE LA PASIÓN CRÍTICA A LA PASIÓN NORMATIVA
No podía ser de otra manera, pues no se trata de dos facultades, sino de dos usos
de la misma facultad: una espada manejada alternativamente con la izquierda y la
derecha, o sucesivamente por dos contendientes (¿de izquierda y de derecha?) que
se conceden oportunidades o se dan descanso recíproco. Las razones para dudar y
las razones para creer dependen de la fuerza de la razón, del acero de la espada: por
tanto, sus desequilibrios sólo son existenciales, y así garantizan la eternidad del con-
flicto. Esta es la lúcida advertencia del pensador escocés: la batalla es inacabable en el
tiempo e inevitablemente infinita en sus figuras. La filosofía no va a ninguna parte,
1
Treatise, 187.
2
A. Flew, Hume’s Philosophy of Belief. Londres, MacMillan, 1969, 23 ss.
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3
Treatise, 187.
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2. MARCAS DE LA DERROTA
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LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
2.1. La justicia
Tal vez el más relevante de estos debates, primero en el tiempo, fue el abier-
to en torno a la sociedad justa, donde la filosofía se aboca al desbarrancadero del
normativismo. Una vez más la filosofía olvida que sólo es una forma de la con-
ciencia social y, por ello, sometida a las determinaciones y vaivenes de la socie-
dad; una vez más se aliena en el atractivo simulacro de sentirse sujeto pensante
que, desde el ojo de Dios, dicta y propone normas y juicios; o sea, una vez más cae
en la alienación, en la huída idealista, en su eterna secreta vocación demiúrgica.
Pero incluso así, en su forma enajenada, hunde sus raíces en el presente que se
obstina en ocultar. Y, cumpliendo la «ley de Hume», persiste en los márgenes su
tarea crítica, desmitificadora de la fe, orientada al desvelamiento del amo oculto al
cual por encima de todo se sirve.
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LA FILOSOFÍA POLÍTICA DE AYER Y DE HOY: DE LA PASIÓN CRÍTICA A LA PASIÓN NORMATIVA
la justicia (me refiero a los extravagantes «libertarianos» aferrados a su fe, como ejem-
plifican los Nozick, los Friedman, los Rothbard4), irrumpe uno de los más fecun-
dos debates filosófico políticos de la segunda mitad del siglo XX sobre la sociedad justa.
Se inicia propiamente en los años setenta, con Una teoría de la justicia (1971), la afor-
tunada obra de J. Rawls. Es un tanto enigmático que una obra de tan bajo perfil filo-
sófico y político haya tenido tan enorme impacto, pero en nuestra sociedad capita-
lista las cosas ocurren así, enigmáticamente, ocultando la realidad y arrastrándonos a
vivir en el simulacro. Basta una ojeada al libro publicado sólo un par de décadas más
tarde por Philippe van Parijs, ¿Qué es la sociedad justa? (1991), que cataloga y resume
decena de propuestas de «sociedad justa», para comprobar que el mundo filosófico
quedaba ordenado, clasificado y jerarquizado por la posición relativa de cada autor
ante la propuesta normativa de Rawls, en una desbocada carrera por definir la ver-
dadera justicia, por decir cómo los seres humanos deben vivir y actuar. La abun-
dancia de teorías de la sociedad justa no impidió que la crítica mostrara los límites del
debate: ya no se trataba de repartir justamente los bienes sociales en un estado, sino
plantear otras cuestiones: justicia internacional, justicia como reconocimiento de las
minorías, de las mujeres, problemas de identidad nacional y cultural… La vida buena
no se reducía a la vida justa; o la justicia ya no podía reducirse a la redistribución de
los bienes. Cualquier orden justo lo es (lo simula) en la medida en que logra silen-
ciar lo que excluye, lo que deja fuera, lo que niega; y aunque en momentos de debi-
lidad, la «razón crítica» ha ideo horadando esa fe e introduciendo lo que el orden
normativo de la justicia no puede asimilar: esas «diferencias» que, por no ser de sim-
ple elección, reversibles, contingentes, y por arraigar en la ontología del ser social, no
se dejan reducir sin violencia a la «paz perpetua».
En todo caso, ya es un tópico inamovible que la ofensiva de la filosofía practi-
ca comienza con la publicación de la obra de J. Rawls, Una teoría de la justicia.
Creo que estarán de acuerdo conmigo —sea cual fuera su juicio sobre este texto—
que Rawls se ha convertido en un referente obligado de la filosofía política de nues-
tro tiempo. Y que se ha ganado ese puesto precisamente por esta obra, sin duda de
menor calidad de otras como el Liberalismo político, más coherente aunque de más dilui-
do perfil filosófico. Respetaré —no me queda otro remedio— cualquier valora-
ción diferente que pueda hacerse de sus méritos, pero a mi entender es un texto
pesado, reiterativo, desordenado, de escasa y trivial conceptualización filosófica. Y,
4
R. Nozick, Anarquía, Estado y Utopía. México, FCE, 1988; D. Friedmann, The Machinary of Freedom. La Rochelle,
Arlington House, 1973; M. Friedmann, Capitalism and Freedom. Chicago U.P., 1962: M. Rothbard, For a New Liberty.
The Libertarin Manifesto. New York, Collier, 1978 .
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LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
sobre todo, es un texto de vuelo raso, que no pasa de ofrecernos como razonables
y elegibles unos principios de justicia culturalmente triviales y que filosóficamente
habrían de ser sospechosos. Su argumento latente es de una vulgaridad asombrosa.
Nos viene a decir que en nuestro contexto liberal-democrático, y dado que la polí-
tica no puede responder a una metafísica, a una filosofía, para cumplir con la exi-
gencia del pluralismo, no cabe otro criterio de fundamentación que la voluntad de
los individuos, o sea, la elección. Esta exquisitez liberal enseguida es acompañada por
una argumentación personal que podríamos sintetizar así:
«... yo ofrezco un paquete de principios de justicia, para que compitan con otros, como
las marcas en el supermercado, para conseguir mayor demanda, mayor “audiencia”; no
puedo otorgar un certificado de validez absoluto, pero confío en mi producto y en mi
intuición, que se rige por las ventas».
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LA FILOSOFÍA POLÍTICA DE AYER Y DE HOY: DE LA PASIÓN CRÍTICA A LA PASIÓN NORMATIVA
sin «perjudicar a los demás» (envidia excluida); Rawls, más humano, más «social
liberal», estrecha el límite y exige como criterio de legitimación suficiente de una
política o de la acción individual que de su aplicación salgan beneficiados los más
desfavorecidos. Por tanto, un mensaje más humano, más sensible a la desigualdad.
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LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
tico que, en las propuestas normativas idealizadas que la teoría filosófica liberal de
la justicia, se presenta como modelo en la idea y deseable o «menos malo» en su exis-
tencia. Una teoría de la justicia de Rawls es, antes que nada, una legitimación ideal
de nuestras sociedades (y ya se encargaba de dejar claro que sólo le preocupaba la
justicia en nuestras sociedades). Justificación «ideal», que cubre y diluye la reali-
dad, al presentar el mal como contingente y accidental. Lo importante es ahu-
yentar e invisibilizar la sospecha de que la barbarie pertenece a la esencia del capi-
talismo. Lo importante es proponer un modelo normativo en que el conflicto, la
lucha de clases, las desigualdades insoportables…, sólo aparecen como momentos
de disfunción, como anomalías; a partir de ese momento, la crítica, cualquier crí-
tica, no afecta al modelo, sino que se hace en nombre del mismo. Misión cumplida
de una filosofía práctica: se reconcilia con la «esencia» de la realidad reduciendo
su existencia a mera contingencia. Su tarea se vuelve afirmativa: afirmar las reglas,
la forma, el orden, contra sus enemigos. La crítica contra lo otro es, en el fondo,
la afirmación ideal de lo existente; la filosofía se pone al servicio del modelo, de la
norma, vigilando su cumplimiento como forma de su perfección. Y el debate «crí-
tico» contra Rawls se reduce a corregir las erratas de imprenta, a retocar estética-
mente el modelo ideal normativo.
2.2. La virtud
Otro debate indirecto sobre los derechos, semejante al de la justicia, se abrió ape-
nas unas décadas después, éste en torno a la ciudadanía. La recuperación del texto
de Theodor Hunfrey Marshall, Ciudadanía y clases sociales (1949), serviría de refe-
rencia para, a partir de él o contra él, construir modelos de ciudadanía para nues-
tro tiempo. Cada filósofo satisfacía su secreta envidia demiúrgica proponiendo el
formato de la vida buena, de la existencia ética, de la ciudadanía de calidad. ¿Quién
de nosotros no ha tomado posición al respecto proponiendo cómo debe ser el
hombre en sociedad?5.
Pues bien, dentro de esa necesidad de producir modelos éticos de ciudadanía
se incluye, como una subclase, la recuperación de la ciudadanía republicana, que
tiene entre sus habituales referentes a Philip Pettit, gracias a su libro Republicanismo.
5
Ver, por ejemplo, Fernando Quesada (director), Naturaleza y sentido de la ciudadanía hoy. Madrid, UNED, 2002; y
José Rubio Carracedo et. al. (eds.), Educar para la ciudadanía: perspectivas ético-políticas, en Contrastes. Revista Internacional
de Filosofía. Suplemento 8 (2003).
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LA FILOSOFÍA POLÍTICA DE AYER Y DE HOY: DE LA PASIÓN CRÍTICA A LA PASIÓN NORMATIVA
A Theory of Freedom and Government (1997)6 y a Maurizio Viroli, por textos como
Repubblicanessimo (1999)7; y en nuestros medios académicos a Victòria Camps y
Salvador Giner, a Félix Ovejero, a Toni Domènech y Daniel Raventós, entre
otros muchos8. En este resurgimento del republicanismo conviven no sin confu-
siones y contradicciones los modelos republicanos de izquierdas y de derechas, no
siempre demarcados de las propuestas liberales y democráticas, o del humanismo
cívico, el igualitarismo y el comunitarismo. Propuestas apenas discernibles en el
cuerpo a cuerpo, en diálogo de amigos, pero que en la distancia resultan excesiva
y sospechosamente indiscernibles como para no verlos como flores estacionales.
A estas alturas de los tiempos me preocupan muy poco los contenidos en juego
en esos dos debates, del republicanismo de izquierdas, socio-igualitario, y del de dere-
chas, humanista y liberal; me preocupa lo que comparten, la voluntad normativa
que ha inundado nuestro espacio filosófico. Voluntad práctica que, bien sincroni-
zada con la sacralización del criterio político del consenso, ya nos ha mostrado
algunos de sus trágicos efectos: como empujar a la cuneta de la historia la filosofía
crítica que, prefiriendo la lúcida desesperación a la ignominiosa reconciliación,
arraigó en nuestra conciencia precisamente al anochecer, cuando la esperanza en
una radical transformación social se perdía por el horizonte; o como borrar del
horizonte político el referente de clase, incluso su inquietante sucedáneo en la
figura de los bloques, representación que permitía con cierta claridad, aunque a
veces de modo insuficiente, distinguir las dos orillas del río, el amigo y el enemi-
go9. A estas alturas de los tiempos deberían estar a la orden del día del discurso
filosófico preguntarse si pensar la posibilidad de una sociedad capitalista justa no
es una broma; si perseguir una ciudadanía ética en el capitalismo de consumo no
es una burla, y, en definitiva, concretándonos en lo que aquí nos interesa, si pos-
tular una vida republicana en el capitalismo global no es en el mejor de los casos
y con la mayor benevolencia de juicio un ingenuo anacronismo.
6
Editado en Oxford University Press, 1997 (traducción castellana, Republicanismo. Una teoría de la libertad y del gobier-
no. Barcelona, Paidós, 1999. Citamos de esta edición)
7
Editado en Roma, Laterza, 1999 (traducción catalana, Republicanisme, Barcelona, Centre d’Estudis de Temes
Contemporanis, 2006. Citamos sobre esta edición).
8
Ver, De Victòria Camps y Salvador Giner, El interés común (Madrid, CEC, 1992) y Manual de Civismo (Barcelona,
Ariel, 1998); de A. Domènech, El eclipse de la fraternidad (Barcelona, Crítica, 2004); de Daniel Raventós, La renta bási-
ca: por una ciudadanía más libre, más igualitaria y más fraterna (Barcelona, Ariel, 2001) de Félix Ovejero, La libertad inhós-
pita (Barcelona, Paidós, 2002) y el colectivo F. Ovejero et al. (Comps.), Nuevas ideas republicanas. Barcelona, Paidós,
2004.
9
Hoy se condena de forma unánime a Carl Schmitt no por su posición política (que se estudia poco y que cierta-
mente merece el rechazo) sino por su «ontología» política, la tópica distinción amigo/enemigo. Resulta insoportable a
nuestros oídos poner el conflicto en el fondo de nuestro ser.
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rio, como Marx interpretaba la religión, también como ésta tienen sus efectos en
las conciencias y las posiciones de los hombres. Su anacronismo es sólo como pro-
yecto alternativo, pero como forma de conciencia que trata de ganar espacio social
es actual, muy actual, y en modo alguno neutral. En este sentido, y desde la carac-
terización ya apuntada de la filosofía práctica contemporánea por su misión de
invisibilización ontológica y silenciamiento político del conflicto, no resulta difí-
cil ver que el discurso republicanista cumple eficientemente esa función de ocul-
tación de forma objetiva.
Creo que este es el lugar apropiado para valorar el discurso republicanista, para
descifrar al mismo tiempo su doble carácter: propuesta anacrónica y función actual.
Así se puede comprender que su anacronismo, con aromas heroicos de derrota y
belleza de consolación utópica, y su puesta en escena como crítica de lo existen-
te, como alternativa purificadora, y con el aval de su apuesta por la comunidad y
la virtud, cuenta en su haber con una notable potencia seductora que garantiza el
éxito en su función de silenciar el conflicto y hacer impensable (e indeseable) toda
confrontación esencial.
Dos ejemplos nos bastan para ilustrar la función del discurso republicanista, que
tomamos respectivamente de dos de sus más reconocidos mentores (dejamos de lado
a los nuestros pues aquí no buscamos el cuerpo a cuerpo). El primero nos lo ofrece
Pettit, en el texto referencial del republicanismo, antes citado. La idea central que
vertebra su argumentación no puede ser más simple: frente a los liberales, que pien-
san la libertad como no interferencia, los republicanos piensan la libertad como no
dominación. No entraré en comentar esta débil y confusa idea; mi propósitos es otro.
Para un lector europeo —al menos, de la Europa occidental— resulta extraño que
en un estudio sobre la dominación apenas se ha referencia ni a Marx ni a los mar-
xistas. La lectura, ayudada por los cuidados «Índices analíticos», me permiten afirmar
que hay sólo dos referencias a Marx, una espuria y otra trivial. La primera es accidental
e indirecta, totalmente prescindible, pues aparece al hablar de I. Berlin y decir que
éste vincula la libertad positiva con «románticos como Herder, Rousseau, Kant,
Fichte, Hegel y Marx10». La segunda es también indirecta y de cortesía, pero tiene
algo más de interés para la argumentación que aquí sostengo. Aparece en una cita de
Marx en un pasaje en que intenta argumentar que la propuesta republicana puede ser
aceptable para los socialistas. Y dice: «Cuando el capitalismo empezó a desarrollarse
10
Ph. Pettit, Republicanismo. Ed. cit., 36.
43
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
en el siglo XIX, y cuando los agravios de una clase obrera industrial comenzaron a
crecer y multiplicarse, una de las principales ideas que sirvió para articular los descontentos
de los socialistas fue la de la esclavitud de los salarios (Marx, 1970, cap. 19»11. Eso es
todo lo que merece Marx y el marxismo en un discurso absolutamente centrado en
la crítica a la dominación y sus formas.
Bien mirado, no es extraño que así sea. La dominación que tiene presente en
pensamiento marxista tiene raíces más hondas y estructurales, enraíza en la esen-
cia misma del orden capitalista; en cambio, la dominación que combate el discur-
so republicanista es la de superficie: son los malos modos de los propietarios, sus exce-
sos, sus desconsideraciones, y sólo eso. Al mencionar la «esclavitud de los salarios»
podríamos esperar que abriera una nueva dimensión de la crítica a la dominación,
que afronta la crítica a la dominación capitalista, pero se trata de un espejismo. De
hecho, las dos únicas veces que aparece en su texto la palabra «capitalismo», como
si tuviera que ver poco o nada con la dominación, aparecen en esta misma pági-
na de la cita anterior. Una es la de la propia cita de Marx; la otra al decir que «Lo
que ellos (los trabajadores) hallaban rechazable, y lo que llevó a los socialistas a una
requisitoria contra el capitalismo temprano como sistema de esclavitud asalariada,
es el hecho de que, por poca que fuera la interferencia padecida por los trabajadores,
no dejaban de estar permanentemente expuestos a interferencias, en particular a
interferencias arbitrarias»12. Eso es todo: los socialistas se enfrentaron al capitalis-
mo como reacción a las interferencias arbitrarias de los patronos.
Como se puede apreciar, Pettit ni siquiera plantea el problema de la domina-
ción intrínseca al trabajo asalariado; en la primera cita simplemente relata el «des-
contento de los socialistas» por la esclavitud de los salarios; en la segunda cita lo
aclara al exponer su propia crítica, que sólo se dirige a la situación de los trabaja-
dores en la medida en que están expuestos a interferencias y «en particular a inter-
ferencias arbitrarias». Y ya sabemos cuáles son: los malos modos, los malos tratos,
los abusos de los patronos; o sea, cosas personales que en modo alguno expresan
la maldad del sistema; cosas accidentales que pueden corregirse con educación y leyes.
Como he dicho, coacciones o interferencias políticas, de superficie.
Ciertamente, no defiendo el dogma de asumir el marxismo; simplemente
denuncio como dogmático silenciarlo de esta manera. Hablar de dominación sin
someter a juicio al capitalismo resulta pueril. Si nos está proponiendo una socie-
11
Ibíd., 187.
12
Ibíd., 188.
44
LA FILOSOFÍA POLÍTICA DE AYER Y DE HOY: DE LA PASIÓN CRÍTICA A LA PASIÓN NORMATIVA
dad, por supuesto capitalista, donde reine la libertad republicana, una sociedad
donde no haya dominación, no me parece aceptable que, en el ámbito filosófico
en que se sitúa el texto, no se afronte la crítica a los discursos que con lucidez y suti-
leza han desvelado los mecanismos del poder capitalista, aunque sólo fuera para
comentarlos, valorarlos, modularlos o criticarlos. Estas referencias de cortesía, aun-
que puedan hacerse en nombre de la «libertad negativa», no pueden legitimarse
desde una racionalidad crítica. Reducir el problema de la dominación capitalista a
las arbitrariedades de los patronos, a sus tratos personales despóticos, es o bien una
ingenuidad, que no creo, o una militancia ideológica que no puede cubrir sus ver-
güenzas con el manto del republicanismo.
Según Pettit, resulta que los socialistas conscientes habrían de adherirse al repu-
blicanismo cuando «los patronos, en algún ámbito, son colectivamente capaces de
poner en una lista negra a quien les resulte enojoso, como sin duda lo eran muchos
patronos decimonónicos, y si efectivamente el desempleo trae consigo privaciones»13.
La dominación del capitalismo para Pettit es sólo esa, la derivada de comporta-
mientos arbitrarios de los patronos, de excesos posibilitados por su posición de pri-
vilegio, que una sociedad republicana desecharía. Por eso dirá:
«La imagen de los trabajadores como esclavos asalariados les presenta dependientes de
la gracia y la merced de su patrono, obligados a cautelas y deferencias a la hora de tratar,
individual y colectivamente con sus jefes. Si esta imagen tiene que servir para mostrar las
lástimas de la condición obrera, tiene que fundarse en lo atractivo que resulta su contra-
rio: en el atractivo de la idea de que los trabajadores no deberían estar expuestos a la posi-
bilidad de interferencia arbitraria, que deberían disfrutar de libertad como no-domina-
ción»14.
13
Ibíd., 188.
14
Ibíd., 187.
45
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
lión. Pues bien, sobre estos y otros muchos aspectos de los mecanismos de de
dominación puestos en escena en la sociedad de consumo actual, con las bio y las
tecno ciencias a su servicio, los republicanistas guardan un silencio cómplice.
Plantearse radicalmente la no dominación ha de llevar como mínimo a plante-
arse su desaparición en todas su formas, y no sólo las recogidas en los ejemplos cita-
dos; y, tal vez, a plantearse la desaparición de sus condiciones de posibilidad, en vez
de quedarse en la corrección o sanción de los «abusos» y malos tratos personales. Es
decir, exige asumir el carácter intrínseco del conflicto en el orden social capitalista y
la necesidad de su supresión como vía de emancipación. Situar la dominación en la
superficie es reducirla a desviaciones personales, reversibles y corregibles, es decir,
hacer del conflicto, y de su manifestación en la dominación, algo contingente que
puede ser eliminado gracias a la virtud en la sociedad armónica republicana.
La segunda ilustración de la función mixtificadora del discurso republicanista nos
la ofrece Viroli en trabajos como Republicanismo. Aunque también sigue la línea
de Pettit en el tema de la libertad como no-dominación, aquí resaltaremos su otro
argumento a favor de propuesta republicanistas: la virtud. La idea de república vir-
tuosa que nos propone es realmente cálida y banal:
«Se trata de una virtud civil para hombres y mujeres que quieren vivir con dignidad
y, como saben que no se puede vivir con dignidad en una comunidad corrupta, hacen lo
que pueden, cuando pueden, para servir a la libertad común: ejercen la profesión a con-
ciencia, sin extraer de ello ventajas ilícitas ni aprovecharse de de las necesidades o debili-
dades de los otros; viven la vida familiar basada en el respeto recíproco, de manera que su
casa parezca más una pequeña república que una monarquía o una reunión de extraños
que se mantiene unida por interés o por la televisión; cumplen los deberes civiles, pero no
son en absoluto dóciles; son capaces de movilizarse para impedir que se apruebe una ley
injusta o para obligar a quien gobierna a afrontar los problemas de interés común; son
miembros activos en asociaciones de diverso tipos (profesionales, deportivas, culturales,
políticas, religiosas); siguen los acontecimientos de la política nacional e internacional;
quieren entender las cosas y no quieren ser guiados o adoctrinados; desean conocer u dis-
cutir la historia de la república y reflexionar sobre las memorias histórica»15 .
Parece una exhortación a la vida buena para adolescentes por el prior de una
comunidad religiosa. Y no se trata de un texto seleccionado con malevolencia,
15
M. Viroli, Republicanisme. Ed. cit., 107
46
LA FILOSOFÍA POLÍTICA DE AYER Y DE HOY: DE LA PASIÓN CRÍTICA A LA PASIÓN NORMATIVA
sino que expresa a la perfección su idea de sociedad buena. Incluso nos ofrece un
amplio despliegue de los insondables caminos hacia la virtud:
«Para algunos, la motivación que prevalece en el compromiso procede de un sentido
moral y, más exactamente, del desdén contra las prevaricaciones, las discriminaciones, la
corrupción, la arrogancia y la vulgaridad; en otros prevalece un deseo estético de decen-
cia y de decoro; otros, aún, se sienten movidos por intereses legítimos: quieren calles segu-
ras, parques agradables, plazas bien cuidadas, monumentos respetados, escuelas serias, hos-
pitales auténticos; otros, finalmente, se esfuerzan porque quieren ganar estima y aspiran a
los honores públicos, sentarse a la mesa de la presidencia, hablar en público, estar en pri-
mera fila en las ceremonias. En muchos casos, estos motivos actúan simultáneamente, y se
retroalimentan»16.
16
Ibíd., 107-108.
47
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
res y las posiciones, como en los líquidos. Un discurso que clama contra la domi-
nación sin diferenciar entre dominadores y dominados; que clama por la fraterni-
dad, sin cuestionar la desigualdad; que sacraliza la virtud cívica, entendida como
disposición al sacrifico de la individualidad, para su perfección, al bien de la repú-
blica. Un discurso que en la idea borra las heridas y cicatrices, y ante la resistencia
de la positividad, que grita la ausencia de esa fraternidad, de esa virtud, de esa armo-
nía, sólo se le ocurre reducir la realidad a anécdota, a accidente. La realidad es
mala…, porque la gente no es como debería ser, porque no es virtuosa:
«El problema es que en nuestro país (Italia) este tipo de cultura civil está eclipsada por
otras muchas maneras de vivir, sobre todo por la cultura de la arrogancia y del servilismo.
Si quien gobierna y quien hace las leyes premiase más frecuentemente a quienes se lo
merecen y quien hace el bien por la república, en lugar de cubrir de honores a los espa-
bilados, la cultura civil de nuestro país ganaría fuerza»17.
Tal vez sí, si los hombres y los gobernantes fueran honestos, virtuosos y sabios,
todo iría mejor. No sé qué piensa de la rocambolesca vida político erótica de
Berlusconi, pero dudo que ante la misma cuestione el orden capitalista. ¿Acaso no
hay capitalistas virtuosos? No sé, sería complicado decirlo, habría que delimitar
muy bien la idea de virtud… En todo caso, esa no es la cuestión principal: ésta
consiste en decidir si una figura como la de Berlusconi sería posible sin su poder
económico y mediático y sin la asociación de hierro del poder económico y el
político. ¿Sería posible, realmente? Si la respuesta es no, ya sabemos por donde
debería pasar el camino a la república virtuosa.
17
Ibíd., 108.
48
PROBLEMAS DE LA DEMOCRACIA
50
LA DEMOCRACIA CONSTITUCIONAL COMO MODELO
Ramón Vargas-Machuca
Universidad de Cádiz
51
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
1
«Si no hay Estado, no hay democracia» (Holmes, Stephen y Carl Sunstein, 1999, The Cost of Rights. Why Liberty Depends
on Taxes, Nueva York, W W.Norton & Company:14). Es más, sin un Estado bien plantado, la democracia a otras esca-
las (local, regional o transnacional) o en otros ámbitos no políticos de la vida social no es posible o no funciona adecua-
damente (Suleiman, 2003: 36 y ss.).
2
Schmitter, Philippe 1994. «Dangers and Dilemmas of Democracy». Journal of Democracy 5/2: 65.
52
LA DEMOCRACIA CONSTITUCIONAL COMO MODELO
3
En la tradición francesa la vinculación entre ciudadanía y pertenencia a la comunidad estatal es el «primer princi-
pio republicano» (Suleiman, 2003: 174).
4
Sosa Wagner, Francisco e Igor Sosa Mayor, 2007, El Estado fragmentado. Modelo austro-húngaro y brote de naciones en
España, Madrid, Trotta: 200.
5
Russell Hardin 2000, «Fallacies of Nationalism», en Shapiro, Ian y Stephen S. Macedo, Designing Democratic Institutions,
NOMOS XLII, New York, University Press: 185.
53
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
6
Sosa Wagner, Francisco, 2005: «Estudio introductorio. El Estado se desarma», en Darnstädt, Thomas: La trampa del
consenso, Madrid, Trotta: 49.
7
Hobsbawm, Eric, 1998, Naciones y nacionalismo desde 1780, Barcelona, Crítica.
8
Blanco 2005. Los orígenes del Estado Autonómico hay que rastrearlos en la Segunda República . Cf. los textos
decisivos de Azaña sobre el problema de la autonomía en España (Manuel Azaña: Sobre la autonomía política de Cataluña, Madrid,
Tecnos, 2005, edición que cuenta con un excelente «Estudio Preliminar» de Eduardo García de Enterría, pp. 9-82).
54
LA DEMOCRACIA CONSTITUCIONAL COMO MODELO
9
Alonso, Sonia, 2008, «Multinational Democracy and the Consequences of Compounded Representation. The Case
of Spain», Wissenschaftszentrum Berlin für Sozialforschung (WZB), Discussion Paper SP IV 2008-202.
55
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
10
Schumpeter, Joseph, Capitalismo,socialismo y democracia, Barcelona, Folio, 1984:368-375.
11
Gormley Jr, William T. y Steven J. Balla, 2004, Bureaucracy and Democracy. Accountability and Performance, Washintong,
D.C., CQ Press.
56
LA DEMOCRACIA CONSTITUCIONAL COMO MODELO
12
Betancor, Andrés 2008, «Del gobierno y la Administración», en M. Jiménez de Parga y F. Vallespín, La Política, Madrid,
Biblioteca Nueva: 210-212.
57
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
pendencia de los empleados públicos, a saber, el que éstos no puedan ser removidos
o penalizados en su carrera profesional de modo arbitrario.
58
LA DEMOCRACIA CONSTITUCIONAL COMO MODELO
Si la política es vista como el reino del poder por antonomasia, la figura del
Estado de Derecho expresa históricamente la idea del sometimiento del poder a
las reglas del derecho. Los mecanismos que el Estado de Derecho ha ido desple-
gando históricamente, han domesticado al poder político y han creado espacios
de inmunidad para el ciudadano, escudos que blindan frente a las posibles interfe-
rencias arbitrarias y abusivas de todo poder, dando lugar a una «sociedad civiliza-
da». El Estado de Derecho se erige hoy en el marco global que distingue a este
tipo de sociedades y engloba, no ya el sistema político, sino el conjunto de la acti-
vidad económica y la vida social.
59
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
13
Decía Stéphane Dion que «pocas cosas hay más peligrosas que un gobierno que se coloca por encima de las leyes
y sin embargo sigue exigiendo obediencia a sus ciudadanos» (La política de la claridad, Madrid, Alianza, 2005: 354).
14.
Ratz, John, 1977, «The Rule of Law and its Virtue», The Law Quarterly Review, n.º 93:198-201.
15
Walrom, Jeremy 1989, «The Rule of Law in Contemporary Liberal Theory», Ratio Juris 2/1: 84. Laporta, 2007:
cap. VII.
60
LA DEMOCRACIA CONSTITUCIONAL COMO MODELO
61
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
dos y compromisos que, de una parte, tratan de apaciguar o no airear conflictos enquis-
tados, «cuentas pendientes» que producen polarización y extreman los enfrenta-
mientos y, de otra, intentan encauzar ciertos problemas de la «acción colectiva»
en la vida política.
Para mantener esta supremacía de la constitución y su núcleo se recurre nor-
malmente a dos mecanismos o artificios técnicos: a) reservar a determinados jueces
la potestad de decidir si la legislación ordinaria se adecua a la constitución; b) establecer
requisitos muy estrictos y exigencias difíciles de cumplir para reformar la constitución
(mayorías reforzadas y aprobaciones múltiples en cámaras de segunda lectura, refe-
réndum ratificatorio, posponer la decisión un tiempo, convocar elecciones para que
la asamblea que vote la reformas sea distinta de la que inició el procedimiento, etcé-
tera). De esta manera, la reforma resulta un objetivo casi insuperable y el contenido
de la constitución, al menos su núcleo, se nos proyecta como intocable a fin de que
ninguna mayoría pueda subvertir las bases (derechos y mecanismos) sobre las que se
construye la democracia. Claro que no son pocas las tensiones que deja abiertas este
atrincheramiento de los textos constitucionales: manifiesta un conflicto, no entre
constitución (reglas constitutivas) y democracia, sino entre protección de esas reglas
y democracia16; queda en pie, además, la disputa sobre a quién hay que adjudicar la
competencia de interpretar y desarrollar el contenido de las reglas; en definitiva, per-
manece el dilema entre intangibilidad de la constitución y derechos de participación
política (Laporta, 2007: 221).
16
Sánchez-Cuenca, Ignacio, 1998, «Institucional Commitments and Democracy», Archives Europèennes de Sociologie,
XXIX: 78-109.
17
En los Pactos Internacionales de Derechos Humanos («Pactos de Nueva York») y Declaración Universal de los Derechos
Humanos de la ONU, que forman la llamada Carta Internacional de Derechos Humanos, se consagra un repertorio de derechos
civiles, políticos y sociales, la mayoría de los cuales aparecen recogidos en decenas de constituciones, declaraciones y tra-
tados internacionales..
62
LA DEMOCRACIA CONSTITUCIONAL COMO MODELO
18
Dworkin, Ronald 1992, El imperio de la justicia, Barcelona, Gedisa.
19
Garzón Valdés, Ernesto, 1989, «Representación y Democracia, Doxa, n.º 6.
20
Sen, Amartya 2004, «Capabilities, Lists, and Public Reason: Continuing The Conversation», Feminist Economics, vol.
10/ 3: 77.
21
Mueller, Dennis C. 1993, Public choice II, Cambridge University Press: 11.
63
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
64
LA DEMOCRACIA CONSTITUCIONAL COMO MODELO
de los actos del poder ejecutivo y, en su caso, legislativo. Vigila que no se pro-
duzcan abusos de sus prerrogativas o un ejercicio discrecional de ellas, que no se
alteren los bienes jurídicos consagrados en las leyes y pactos constituyentes, que se
cumpla lo preceptuado y se respetan los derechos individuales. El control judicial
funda su auctoritas en el valor deliberativo de sus razonamientos y en los fundamentos
epistémicos de sus decisiones; también la funda en que no está constreñido ni por
las presiones ni por la premura de un mandato representativo, lo que le otorga una
distancia y un horizonte temporal muy convenientes para el desempeño de sus
funciones.
¿Debe el control judicial extenderse hasta el punto de que los jueces ten-
gan el monopolio de la interpretación de las reglas constitucionales? No está
tan claro que la primacía y efectividad de la constitución deba descansar sobre
los jueces y que éstos tengan la competencia de aplicar directamente los prin-
cipios constitucionales22. De esta manera se les está otorgando a los jueces una
suerte de «poder constituyente informal» que ejercen cuando dirimen sobre
cuestiones constitucionales. La inquietante cita del juez Charles Evans Hughes
para describir el papel de la justicia constitucional —«la constitución es lo que
los jueces dicen que es…»— alimenta las reservas ante la figura de los «jueces guar-
dianes de la constitución» (Laporta, 2007: 148, 194). Por ese motivo en la tra-
dición continental europea tras la Segunda Guerra Mundial y gracias a la inspi-
ración de Kelsen se impuso que el control de constitucionalidad fuera un control
externo, semipolítico y semijurídico, ejercido por un Tribunal Constitucional
separado del sistema judicial. La existencia de una jurisdicción constitucional, decía
García Pelayo, culmina el proceso de desarrollo del Estado de Derecho23. Pero
la justicia constitucional no es más que un recurso prudencial con el que trata-
mos de proteger un haz de derechos morales y evitar riesgos de alteración del
núcleo básico del sistema democrático en la competición política.
Es un hecho que este mecanismo de protección añadido a la intangibilidad de
la constitución, restringe aún más el campo de acción del legislador y aumenta el
peligro de que el control de constitucionalidad con sus interpretaciones invada la
legítima esfera de la mayoría democrática24. A nuestro juicio, ni los jueces ni tam-
22
Dworkin, Ronal, 1992, «Law as interpretation», en Aarnio, Aulis y Donald N. MacCormick (eds.), Legal Reasoning,
vol. II, Aldershot, Dartmouth: 255-278.
23
García Pelayo, Manuel, 1986, El estado de partidos. Madrid: Alianza: 132.
24
Ruiz Miguel, Alfonso, 2004, «Constitucionalismo y Democracia», Isonomia, Revista de Teoría y Filosofía del Derecho
(México), nº 21: 51-84.
65
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
25
Waldron, Jeremy sostiene que la «última palabra» sobre el alcance de los derechos corresponde a los ciudadanos o
a sus representantes y no a un tribunal (Derechos y desacuerdos, 2005, cap. XI, Madrid, Marcial Pons).
26
Junta Electoral, Tribunal de Cuentas, Consejo de Estado, Comisiones Nacionales de la Competencia, del Mercado
de Valores y de la Energía, Agencia de Evaluación de Políticas Públicas…
27
Acostumbra a imputarse la «politización» del Estado de Derecho a que la composición de esos organismos —Consejo
del Poder Judicial, organismos reguladores, consultivos y demás agencias de control, asesoramiento o inspección— tiene
su origen en una decisión política, sea del gobierno o del Parlamento. Pero el problema no es quién nombra a sus com-
ponentes, sino para qué y por qué se les nombra: si para que ejerzan su competencia pericial de manera solvente e impar-
cial, o para que avalen con un dictamen las preferencias de sus patrocinadores políticos…
66
LA DEMOCRACIA CONSTITUCIONAL COMO MODELO
28.
Agentes con poder de veto son aquellos cuyo acuerdo se requiere para promocionar o impedir cambios políticos.
De un lado están los agentes institucionales, quienes por imperativo legal o constitucional ejercen un poder en objetiva com-
petencia con otros poderes. De otro, los agentes «faccionales», aquellos cuyo poder de veto deriva de su condición de
miembro o sostén de una coalición gobernante mayoritaria (Tsebelis, George, 2002: Veto Players: How Polítical Institutions
Work, Princeton, Princeton University Press).
29
Maravall, José María, 2003, El control de los políticos, Madrid, Taurus, cap. 4.
67
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
30
Morales, Laura, 2005: «¿Existe una crisis participativa? La evolución de la participación política y el asociacionis-
mo en España», Revista Española de Ciencia Política, n.º, 13: 51-87.
31
Pitkin, Hanna F. 1985, El concepto de representación, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales: 251.
68
LA DEMOCRACIA CONSTITUCIONAL COMO MODELO
32
Maravall, Jose María, 1999: «Accountability and Manipulation», en Przeworski, A., Stokes, S y Manin, B eds.:
154-196.
69
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
hay quienes relacionan la sensibilidad con cierta idea de mandato. Desde este punto
de vista, los manifiestos y programas deberían tener el alcance de un contrato firme
que comprometa la acción ulterior del partido o coalición vencedora y permita a
los representados comprobar el grado de cumplimiento de las políticas y sus resul-
tados, así como evaluar la ejecutoria de los gobernantes (Stokes, 2001: cap. 6).
Cada una de las propiedades indicadas —responsabilidad, transparencia y sen-
sibilidad— alerta sobre distintos aspectos que hasta el presente han ido configu-
rando la representación política. En cualquier caso, el desempeño compatible de
los cometidos diversos de la representación entraña dificultades y contradiccio-
nes. Y es que no resulta fácil ser deferente con las demandas de las personas y al
mismo tiempo comportarse responsablemente en la acción de gobierno, ni con-
ciliar la independencia necesaria del representante, la receptividad hacia los inte-
reses del representado, la gobernabilidad, la transparencia absoluta y el control
desde abajo. A nadie se le escapa que, según se ponga el acento en uno u otro de
los aspectos reseñados, la relación representante/representado tendrá un sentido
y un alcance ético-político diferentes33. El ejercicio de la representación es, pues,
tarea no exenta de paradojas de la que sólo cabe esperar rendimientos parciales.
Así las cosas, un funcionamiento valioso de la representación democrática
sólo provendrá de una adecuada combinación de sus diversas propiedades: una
suerte de «sistema mixto» que concilie cierta independencia de acción del repre-
sentante con receptividad hacia las señales venidas de los representados, dispo-
sición a cumplir los compromisos electorales con comportamiento responsable
y sentido de la gobernabilidad en virtud del cual el gobernante se hace cargo
de sus iniciativas y no escamotea ni las razones de la elección ni el alcance de
sus consecuencias. En suma, la calidad de la democracia representativa está en
función de la mejora del arbitrio de los ciudadanos frente a los liderazgos con-
currentes (responsabilidad), del alcance de las demandas ciudadanas satisfechas
(sensibilidad) así como de quiénes sean sus partícipes y beneficiarios dada la lógi-
ca expansiva de sus valores, procedimientos y criterios redistributivos (inclusi-
vidad). El alcance normativo de la representación democrática así entendida se
aquilata, ante todo, atendiendo a los recursos y oportunidades disponibles en
33
Sobre las insuficiencias y contradicciones de la representación entendida como una suerte de adición de sensibili-
dad y mandato —responsiveness— en relación con las preferencias de los electores cf. Power, C. Binghaml, 2005, en «The
Chain of Responsiveness», en Diamond, Larry y Leonardo Morlino (eds.), Assessing the Quality of Democracy. Baltimore,
MD, Johns Hopkins: 62-76.
70
LA DEMOCRACIA CONSTITUCIONAL COMO MODELO
manos de los ciudadanos para dos logros capitales: de una parte, limitar la dis-
crecionalidad de los gobernantes y fiscalizar la ejecutoria de los representantes
con alguna intervención en la selección de los candidatos y mecanismos apro-
piados de seguimiento y control de su ejecutoria; de la otra, condicionar la ofer-
ta política y evaluar sus resultados, habilitando cauces que permitan a los ciudadanos
dar ciertas instrucciones a sus representantes y así obligarles a especificar mejor
su contrato, compromisos y tareas. Ello les da cauces y oportunidades de par-
ticipación, les permite elegir a los mejores, domeñar a los poderosos e influir
en los procesos de decisión relevantes ejerciendo un control prospectivo y no
sólo retrospectivo sobre los políticos y sus políticas34. Y finalmente, el buen
funcionamiento de la institución de la representación política tiene un carácter
educacional, en tanto que contribuye a refinar el juicio político de los ciudadanos;
en suma, proporciona fiabilidad a la democracia como régimen de la acción
colectiva incrementando la confianza y el grado de satisfacción de los ciudada-
nos con las instituciones democráticas y los resultados de su funcionamiento.
El que estas aspiraciones no se vean frustradas va a depender de que la competición
política satisfaga ciertas exigencias relacionadas con el pluralismo y el principio de
inclusión, y de que cumpla algunas condiciones básicas de igualdad. La oferta polí-
tica no debe reducirse a poder elegir entre personas, sino también entre distintos
programas que se correspondan con la pluralidad de intereses dignos de ser toma-
dos en consideración por razones de justicia y elementales consideraciones de
imparcialidad. Esto supone rebajar los costes de entrada en la competición políti-
ca a fin de que demandas y grupos de individuos por lo común excluidos puedan
acceder al palenque democrático, siendo, a la postre, los propios afectados quienes
estén en condiciones de ponderar y defender sus intereses relevantes de manera
coherente y sin sesgos que los distorsionen.
34
Manin, Bernard, Adan Przeworski y Susan Stokes, 1999: «Elections and Representation», en Przeworski, A., Stokes,
S y Manin, B eds.: 48-49.
71
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
35
Equivocadamente se suele esperar demasiado de las reformas electorales, cuando los padecimientos de nuestras
democracias no remitirán con cambios recurrentes de las reglas electorales (el caso de Italia) que, a lo más, pueden valer
como muleta institucional de un proyecto más amplio de reforma democrática (Montero, José Ramón 2000: «Reformas
y panaceas del sistema electoral», Claves de Razón Práctica, n.º 99: 32-38).
72
LA DEMOCRACIA CONSTITUCIONAL COMO MODELO
4. DEMOCRACIA EN LA SOCIEDAD
36
Vargas-Machuca, Ramón, 2008, «Representación» en Arteta, Aurelio, ed., El saber del ciudadano, Madrid, Alianza:168-
176.
37
José María Maravall, 1995, Los resultados de la democracia, Madrid, Alianza Editorial: 298.
73
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
cracia. Casi nadie discute este aserto, sobre todo tras los procesos de transición polí-
tica del último tercio del siglo XX en Europa del Sur y del Este, Latinoamérica o
Sudáfrica, ya sea por lo crucial del papel movilizador de la sociedad civil para el
éxitos de algunos de ellos o ya sea porque otros han embarrancado debido a la
ausencia de una pujante sociedad civil. La idea de sociedad civil expresa un tipo de
interacción que la diferencia del Estado y la economía. Sociedad civil, Estado y
economía se distinguen porque cada uno de estos dominios tiene una manera pro-
pia de coordinar la interacción social y promueven tipos de actividad diferentes. El
Estado ejerce un poder de supremacía legítima gracias al monopolio legal de la vio-
lencia para así garantizar seguridad y justicia. La economía, por medio de empresas
privadas y a través del mercado, procesa las demandas de los consumidores tratan-
do de satisfacerlas al tiempo que suministra bienes y servicios. El Estado regula el fun-
cionamiento básico de los mercados y ejerce un papel rector, supervisor y promo-
tor de ciertos procesos productivos. Condiciona los mercados, no los destruye. Por
su parte, la sociedad civil refleja la capacidad autoorganizativa que la vida en comu-
nidad es capaz de desarrollar a fin de satisfacer múltiples intereses colectivos.
38
Dice Baurmann que la implicación asociativa conlleva la existencia de normas de equidad —cumplir los propios
deberes, asumir una parte justa de las cargas y rendir en pos de los objetivos comunes—, así como el establecimiento de
ciertos mecanismos de control que disuadan y prevengan las violaciones de las propias normas (Michael Baurmann, 1998,
El mercado de la virtud. Moral y responsabilidad social en la sociedad liberal, Barcelona, Gedisa, 105-106, 156).
39
El aumento de la complejidad en las sociedades desarrolladas y la diferenciación funcional y social que conlleva
asemejan a nuestras sociedades «más a una masa nerviosa que a una jerarquía ejecutiva» y las hace, desde el punto de vista
de la lógica de la acción colectiva, cada vez más «policéntricas» (Niklas Luhmann, 1993, Teoría política en el estado de bien-
estar. Madrid, Alianza).
74
LA DEMOCRACIA CONSTITUCIONAL COMO MODELO
75
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
recursos del poder estatal con cuyo concurso se aspira a dar cumplimiento a un
programa y sea vinculante, por medio de la ley, para el conjunto de la comunidad
(Young, 2002: 146-148). Más bien, el asociacionismo cívico tiende a limitar el
poder «sistémico» del Estado y el mundo económico.
Gracias a su mayor información, capacidad de coordinación y una más inten-
sa motivación para el activismo, las asociaciones cívicas encapsulan la participación
social, canalizan impulsos comunitarios e incluso aplican políticas públicas en sec-
tores como el sanitario, educativo, el de la atención a personas dependientes e
inmigrantes, en el campo de la cooperación internacional, muchas veces al mar-
gen del Estado pero cada vez más como colaborador imprescindible en la gestión
de lo público. Estas capacidades de las redes sociales, ya sea de autoorganización o
de alerta sobre posibles desviaciones, además de ser un nutriente de hábitos cívi-
cos, contribuyen a desarrollar lo que cabe denominar el espacio público de la socie-
dad civil40.
Hay que huir de una visión angelical del asociacionismo voluntario, al que ni
por principio ni para siempre acompaña el impulso ético o la inspiración democrática.
Las asociaciones cívicas no son inmunes a derivas viciosas como perder su sentido
originario y hacerse subalternas de otras pretensiones o cautivas de los intereses
endogámicos de sus oficiantes, defectos que solemos imputar la mayoría de las
veces a otras agencias de la interacción social, sobre todo, al mundo de la política
formal. Así pues, densidad asociativa no es igual a excelencia democrática41. El
potencial democrático de una rica vida asociativa, lejos de ser automático, depen-
de de la naturaleza, las prácticas y los contextos que distinguen y marcan la vida de
unas u otras organizaciones. Entre esos elementos que determinan la compleja
«ecología asociativa» no es el menos relevante el nexo Estado/asociaciones que
debe basarse en una relación fluida y equilibrada, sobre la base de la fortaleza, inde-
pendencia y colaboración mutua. La influencia sobre los procesos políticos de los
distintos poderes sociales, también de las distintas asociaciones, debe operar bajo con-
diciones de transparencia. Las relaciones de asociaciones y corporaciones con el
Estado deben justificarse en la «esfera pública» y basarse en la reputación acredita-
da por el capital social o cultural de aquéllas, en tanto gracias a éste prestan servi-
40
Cohen, Jean y Andrew Arato 2000, Sociedad civil y teoría política, México, F.C.E.
41
Encarnación, Omar G. 2003: The myth of civil society: social capital and democratic consolidation in Spain and Brazil,
Nueva York, Palgrave MacMillan.
76
LA DEMOCRACIA CONSTITUCIONAL COMO MODELO
77
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
participación política, permite encauzar el desfase real entre lo que aquélla debe
ser y lo que es de hecho. En lo que tiene de control crítico externo al poder polí-
tico y de desafío a sus inercias, las iniciativas de la democracia como contestación
han surgido en la esfera de «el mundo de la vida» en expresión de Habermas, se han
configurado originariamente en ese entramado complejo de asociaciones y movi-
mientos sociales que podemos caracterizar como «democracia en la sociedad civil».
Un tejido asociativo denso y diverso, dinámico y atento no sólo busca que los
gobiernos sean sensibles a sus iniciativas, sino que trata de mejorar los rendimien-
tos del control de los políticos: velan por el cumplimiento de las promesas electo-
rales y controlan el curso de las políticas que anuncian y acometen; vigilan para
que haya una redistribución justa de las influencias así como una gestión transpa-
rente y eficaz de los servicios públicos.
Ocurre que las democracias reales se desenvuelven en contextos de asimetrí-
as de poder y contradicen el principio de igual influencia política y sus expecta-
tivas de justicia universalizable, aspiraciones que explican su gran crédito moral.
Conviven con prácticas de exclusión social y política que afectan a ciertas cate-
gorías de personas y minorías a las que se discrimina o a las que simplemente se
ignora. Pues bien, han sido los movimientos cívicos los que primeramente han
reaccionado ante esta situación impulsando múltiples iniciativas para que voces e
intereses de otro modo preterido, es decir, «otras causas» y las causas de los «otros»,
comenzaran a ser escuchadas en público no tanto por su capacidad de presión o
influencia sino por la justicia de sus razones. Han evitado que estas reclamaciones
fueran «una voz que clama en el desierto» y han promovido foros de contesta-
ción, algunos de los cuales, lejos de ser una simple réplica de la acción opositora
de la competición política convencional, han superado el umbral de la irrelevan-
cia logrando que los gobiernos se sientan interpelados y más vulnerables42. Buena
parte de estas acciones opositoras surgidas en el seno de la sociedad civil han logra-
do eliminar barreras de «entrada» y una mejor integración de los «peor situados»
o los que padecen injustamente algún tipo de exclusión o merma de sus dere-
chos. Con ello no sólo ayudan a enriquecer el pluralismo, sino que orientan la
contestación hacia quienes ocupan el gobierno y los ámbitos de poder y no con-
tra los fundamentos del régimen político, lo que amortigua la desafección a la
democracia (Dahl, 1990).
42
Pettit, Philip 1999, «Contestatory democracy», en Shapiro y Hacker-Cordón Casiano:163-191.
78
LA DEMOCRACIA CONSTITUCIONAL COMO MODELO
43
Hart, Herbet. L. A. 1961, The concept of Law, Oxford University Press: 77 y ss.
44
Almond, Gabriel A. y Sidney Verba, 1963: The Civic Culture: Polítical Attitudes and Democracy in Five Nations,
Princeton, NJ: Princeton University Press: 3.
79
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
45
Mougan, Carlos, 2008, «Calidad de la democracia y virtudes cívicas» en R. del Águila, S. Escámez y J. Tudela
(eds.), Democracia, tolerancia y educación cívica. Madrid, Ediciones UAM: 49-63.
80
LA DEMOCRACIA CONSTITUCIONAL COMO MODELO
81
UN APUNTE SOBRE LA POLIARQUÍA DE LA GLOBALIZACIÓN
¿Se puede sostener que en el plano de las duras realidades la democracia, a pesar
de la pretensión oficializada de la imposición de gobiernos democráticos en todo
el mundo, ha sido sustituida por algo a lo que podemos llamar poliarquía?
83
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
84
UN APUNTE SOBRE LA POLIARQUÍA DE LA GLOBALIZACIÓN
1
La Ley Fundamental fue redactada por el Parlamentarischer Rat (Consejo Parlamentario), un órgano de 65 miem-
bros nombrados por los gobiernos de los once estados federados de la Alemania Occidental, a instrucción del mando mili-
tar de las zonas de ocupación estadounidense, británica y francesa. El 8 de mayo de 1949, el Parlamentarischer Rat apro-
bó la Ley Fundamental con mayoría absoluta (y las voces en contra del Partido Comunista, entre otros); el 12 de mayo fue
ratificada por los gobernadores militares y, los días siguientes, por los parlamentos de los estados federados.
En una sesión tumultuosa durante la noche del 19 al 20 de mayo de 1949, el parlamento de Baviera rechazó el pro-
yecto constitucional, exigiendo mayores competencias para los estados federados. Sin embargo, en la misma sesión, se
aprobó con una escasa mayoría que la Ley Fundamental también sería válida para Baviera en caso de que dos tercios de los
otros estados federados la ratificaran.
Desde 1949, la Ley Fundamental ha sido modificada unas sesenta veces. Las reformas más importantes fueron la rein-
troducción del servicio militar obligatorio y la creación de las Fuerzas Armadas Federales en 1956; la llamada Constitución
para el Caso de Emergencia con la posibilidad de restricciones de derechos civiles en el caso de guerra, aprobada en 1968
por la Gran Coalición.
85
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
Esa manera procesal de contemplar la democracia nos evita darla por sentada.
Permite comprender tanto sus avances como sus retrocesos. Y también que pue-
dan producirse simultáneamente avances y retrocesos respecto de la democratiza-
ción en aspectos distintos de un proceso social complejo.
86
UN APUNTE SOBRE LA POLIARQUÍA DE LA GLOBALIZACIÓN
No es posible analizar aquí la historia del progresivo debilitamiento del ideal demo-
crático a partir de las contingencias de la guerra fría y luego del auge del neolibe-
ralismo y de la última globalización. Pero habrá que hacerlo para desvelar los meca-
nismos concretos, la microfísica si se quiere decir así, por lo que el proceso de
democratización se ha invertido hasta convertirse en su contrario.
A estas alturas es preciso reafirmar la temprana percepción del joven Marx (los
artículos de los Anuarios franco-alemanes) según la cual la igualdad social es el fun-
damento de la democratización. No parece posible que la vieja aspiración a la
democracia pueda resurgir entre las gentes si no se producen avances en el terre-
no de la igualdad, de la igualación social de los seres humanos. Éste será sin duda
el terreno de la pugna necesaria para escapar a la cacotopía social, a la antiutopía
si se quiere, que dibuja con precisión creciente el modelo de poder globalizado
contemporáneo.
LA POLIARQUÍA
87
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
EN LA ESFERA PRIVADA
Para nuestro discurso, lo substancial de todo esto es que los derechos políticos
—los derechos de dirección y control empresarial— de los accionistas quedan
reducidos a la posibilidad de comprar o vender participaciones, esto es, a nada. En
la esfera empresarial la democracia de los propietarios ha muerto. Manda el núcleo
duro de los consejos de administración. De responsabilidad inexigible.
88
UN APUNTE SOBRE LA POLIARQUÍA DE LA GLOBALIZACIÓN
89
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
minados por esta industria. Los propios periodistas se mueven en sus empresas en
un estrecho callejón cuyas paredes determinan lo aceptable. La titularidad de la
libertad de expresión ha pasado a ser esencialmente de las empresas (incluso lo tie-
nen jurídicamente reconocido).
90
UN APUNTE SOBRE LA POLIARQUÍA DE LA GLOBALIZACIÓN
91
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
LA GOVERNANCE O GOBERNANCIA
CONCLUSIÓN
La conclusión no puede ser en este caso otra cosa que el replanteamiento de los
problemas inicialmente planteados, ahora justificado. En particular:
¿Se puede sostener el relato político moderno acerca de la democracia y la ciu-
dadanía en la época de la globalización?
92
UN APUNTE SOBRE LA POLIARQUÍA DE LA GLOBALIZACIÓN
93
PROBLEMAS DE LA GLOBALIZACIÓN
INTERPRETACIÓN Y CRÍTICA DEMOCRÁTICA DE LA DOMINACIÓN
Bernat Riutort
Universitat de les Illes Balears
APUNTE HISTÓRICO
97
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
APUNTE INTELECTUAL
98
INTERPRETACIÓN Y CRÍTICA DEMOCRÁTICA DE LA DOMINACIÓN
99
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
100
INTERPRETACIÓN Y CRÍTICA DEMOCRÁTICA DE LA DOMINACIÓN
donaron, así como a las terapias de choque aplicadas antaño en áreas del planeta sobre
la base de duros y antisociales programas de estabilización.
101
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
Por otra parte, en este mundo neoclásico idealizado quien no tiene capacidad
adquisitiva no aparece en el mercado como demandante, es decir, no existe; quien
tiene escasa capacidad adquisitiva sólo aparece en la medida de ésta capacidad adqui-
sitica concreta en los mercados, es decir, existe sólo como potencial y discreto
demandante de ciertos tipos y cantidades de bienes y servicios y carece de exis-
tencia en aquellos mercados que requieren una mayor solvencia; y, quien tiene
una gran capacidad adquisitiva aparece en función de la misma en los mercados, pudien-
do demandar una mayor cantidad, calidad y diversidad de bienes y servicios, afir-
mando su existencia en los mercados de manera multiplicada.
102
INTERPRETACIÓN Y CRÍTICA DEMOCRÁTICA DE LA DOMINACIÓN
Por esta razón las elites hegemónicas neoliberales y conservadoras de la era glo-
bal presentan a través de sus poderosos medios de comunicación, su industria cul-
tural de masas y el complejo académico más institucional en la ciencias sociales, la
facticidad supuestamente neutral y científica de la razón económica hegemónica como
presunta validez, neutralizando su lenguaje respecto al poder, los valores y los inte-
reses, como si trataran de elecciones de agentes racionales en mercados eficientes
que se autorregulan, como si los análisis y propuestas de los economistas del esta-
blishment estuvieran basados en leyes objetivas.
103
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
104
INTERPRETACIÓN Y CRÍTICA DEMOCRÁTICA DE LA DOMINACIÓN
105
LA VIOLENCIA BELICISTA DE LA ACTUAL RED MUNDIAL
DE SOCIEDADES1
Pablo Ródenas
Universidad de La Laguna
PALABRAS INICIALES
Podría hacer que mis palabras iniciales fueran una rememoración, entre emo-
cionada y nostálgica, de la fraternal relación que he mantenido con Fernando
Quesada durante el último cuarto de siglo. Recordar el ilimitado entusiasmo con
el que nos reunimos profesores de diferentes Universidades —desde la segunda
mitad de los ochenta hasta entrados los noventa— en el Seminario de Filosofía
Política dirigido de forma incansable por Fernando y secundado con mesura por
Alberto Saoner, todo ello bajo la fra ternal acogida de Javier Muguerza y el
Instituto de Filosofía del CSIC, por entonces en proceso de relanzamiento. Podría
recordar aquellas inolvidables Jornadas de Filosofía Política convocadas desde el
Seminario en diferentes Universidades de diversas comunidades y países, siem-
pre con distintos invitados. Recordar también la animosa creación, junto a los cole-
gas mexicanos de la UAM, de la Revista Internacional de Filosofía Política, dirigida
por el propio Fernando hasta 2010. Recordar la interrupta creación de la Asociación
Española de Filosofía Política, que llegó a tener su borrador acabado de estatu-
tos y cuya legalización decidimos paralizar por razones prudenciales tal vez exce-
sivas (que en su momento no compartí). En fin, podría recordar la génesis de
toda una variada serie de publicaciones de filosofía política impulsadas siempre
por Fernando…
Pero al hacer balance de estos largos y apasionantes veinticinco años creo que
hay dos aspectos, uno más objetivable y otro más subjetivo, que resaltan por enci-
ma de todo lo demás en la labor de Fernando Quesada. En primer lugar, su incan-
sable contribución a que la hasta entonces proscrita —o domesticada— filosofía
política de habla española2 haya germinado de nuevo en las Españas (no sólo en la
1
Intervención en las Jornadas La filosofía política hoy, homenaje a Fernando Quesada, sesión «Globalización y violen-
cia», Madrid, 22 de abril de 2010.
2
Quiero recordar aquí los esfuerzos que un poco antes habían hecho Elías Díaz y Javier Muguerza, junto al propio
Fernando Quesada, para que se crease el Área de Filosofía del Derecho, Moral y Política, desaparecida una década después,
en una miope, interesada y antidemocrática maniobra político-administrativa.
107
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
Península y las Islas sino también en Iberoamérica), coincidiendo con el lento re-
nacer que empezaba a vivir desde unas décadas antes de la mano de pensadores
como Berlin, Plamenatz o Rawls. Más pronto que tarde, la historia de la recien-
te filosofía política en español habrá de reconocer la contribución de Fernando
Quesada, desoyendo a quienes por ahora han logrado empalidecer o ignorar su
innegable aportación. Ligado a esto, en segundo lugar, hay que constatar el talan-
te con el que Fernando ha afrontado esta labor, que ha sido siempre constructivo
a la vez que crítico, pluralista a la vez que comprometido, tolerante a la vez que
vehemente y exigente a la vez que generoso. Quienes hemos trabajado tantos años
en la distancia pero a su lado no podemos, si somos sinceros con nosotros mismos,
más que corroborarlo con irrestricto agradecimiento.
BREVE INTRODUCCIÓN
108
LA VIOLENCIA BELICISTA DE LA ACTUAL RED MUNDIAL DE SOCIEDADES
3
J. Muguerza, Desde la perplejidad (Ensayos sobre la ética, la razón y el diálogo), Madrid, FCE, 1990, pp. 45-46.
4
G. Lipovetsky y J. Serroy, La cultura-mundo. Respuesta a una sociedad desorientada, Barcelona, Anagrama, 2010.
5
F. Quesada, 2006, Sendas de democracia. Entre la violencia y la globalización, Rosario (Argentina), Homo Sapiens, 2006,
pp. 268 y 14.
109
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
entendido de su razón de ser —que no es otra que el afrontar los problemas fun-
damentales de la humanidad sin recurrir a dogmas encorsetados y transformismos
epigonistas—. La tarea del pensar contra-hegemónico no puedo iniciarse sin una
previa y radical autocrítica intelectual de los confortables modos cínicos, hipócri-
tas y buenistas de complicidad con el statu quo mundial, autocrítica sin la que no
es posible ex novo y sin autoengaños afrontar las lacerantes nuevas realidades que
asedian a los casi siete mil millones de seres humanos que por primera vez pue-
blan el planeta. Segunda tesis: el núcleo determinante de los principales males con-
temporáneos está conformado por el fenómeno de la violencia belicista ínsita en
las actuales formas de vida globalizada, cuyo rasgo básico es su capacidad de trans-
ferencia epidemiológica a todos y cada uno de los ámbitos sistémicos de la vida. Me
centraré en esto último en lo que queda.
«En la violencia estamos, se está», escribió José Luís Aranguren en cierta oca-
sión. «Homo homini lupis, el hombre es lobo para el hombre, lo que no es el lobo
para el lobo. El verdadero problema es pues el de salir de esa violencia de todos
contra todos», apostilló a continuación6. La violencia belicista que corroe a las
sociedades del siglo XXI no es una condena o un misterio que —por mandato divi-
no o determinación natural— tengamos que aceptar a ciegas, sin poder dilucidar
su naturaleza y sin poder tratar de erradicarla. Por eso, al investigar en qué con-
siste, la primera tarea que se me plantea es la de sortear una serie muy habitual
de tópicos —falacias argumentales— que se convierten en auténticos obstáculos
interpretativos. Estas falacias son consecuencia, a su vez, de una cierta adicción
al autoengaño interesado, esto es, la disonancia cognitiva egocentrista a la que los
seres humanos nos solemos someter en busca de buena conciencia ante las res-
ponsabilidades que como ciudadanos podamos tener respecto a los horrores, terro-
res y errores del acontecer local y global. Al estudiar el fenómeno de la violencia
las argumentaciones incurren una y otra vez en diferentes y unidimensionales
reduccionismos explicativos. Y son muy comunes los de tipo tecnológico, eco-
6
J. L. L. Aranguren y J. Muguerza, «Problemas éticos de la utilización de la violencia», Revista Internacional de Sociología
2: 102-112, 1992. También, J. Muguerza, «La no-violencia como utopía», en A. Sánchez Vázquez, El mundo de la violen-
cia, México, Fondo de Cultura Económica, 1998.
110
LA VIOLENCIA BELICISTA DE LA ACTUAL RED MUNDIAL DE SOCIEDADES
nómico, biológico y moral, de los que quiero apartarme puesto que tratan de
comprenderla desde una causalidad simple falseadora e inoperante7.
Para evitar semejantes falacias recordaré, en primer lugar, que algunos estu-
dios psico-biológicos de las dos últimas décadas están permitiendo distinguir con
toda nitidez entre agresividad y violencia. «El ser humano es agresivo por natu-
raleza, pero pacífico o violento por cultura», se ha escrito. De este modo la cul-
tura puede «hipertrofiar nuestra agresividad que, de ser un instinto al servicio de
nuestra supervivencia, puede pasar a ser una conducta intencionalmente dañina
para el otro ser humano por razones muy distintas de la propia eficacia biológi-
ca». Por eso, «la violencia es, en definitiva, el resultado de la interacción entre la
agresividad natural y la cultura»8. De esta manera, la violencia resulta ser la con-
secuencia de la cultura, concebida en sentido antropológico («cultura de la vio-
lencia» habría que llamarla en sentido sociológico, e «incultura» en sentido moral).
Sería así la cultura —la consciencia cognoscitiva y la conciencia moral en sus
interacciones, es decir, la razonabilidad o irrazonabilidad predominante en la
coexistencia humana— la que inhibiría o desinhibiría la agresividad, la que se
ocuparía de que los individuos transformen su instinto de supervivencia en un va-
riado repertorio de acciones a favor o contra la integridad y la dignidad de otros
individuos o grupos en sociedad.
De esta manera, la violencia consiste en principio en aquella acción (o ame-
naza de acción) y omisión (o amenaza de omisión) que tienden (intencionalmen-
te o no) a causar ofensa y daño a otros seres humanos en sus entornos, ofensa y
daño del que son responsables (directos o indirectos) los agentes mismos de esas
acciones, omisiones o amenazas. La violencia es, pues, tanto un poder (general-
mente) de dominación, como un medio para los poderes de dominación, ya que
su médula es la coerción, el uso de la fuerza en alguna de sus formas. A partir de
esta vasta consideración se hace preciso que introduzca una distinción conceptual
7
Si las falacias tecnologicista y economicista son falacias antipolíticas ultraliberales, con las que nos autoengañamos hacien-
do que la industria y la hacienda ocupen a cualquier precio una función preferente en nuestras vidas, las falacias biologi-
cista y moralista son también falacias antipolíticas, pero más que ultraliberales son ultraconservadoras; producen un segun-
do autoengaño que consiste en radicar la violencia belicista en la naturaleza biológica de los seres humanos, de modo que
la agresividad se convierte, de una parte, en el fundamento del egoísmo posesivo —la voluntad irracional de dominio—
y, de otra parte, en la justificación moral de un presunto derecho al ejercicio de la fuerza —la ley del más fuerte, que ya
defendieron Calicles y Trasímaco.
8
J. Sanmartín, La violencia y sus claves, Barcelona, Ariel, 2000, pp. 19-24. También, A. Raine y J. Sanmartín, Violencia
y psicopatía, Barcelona, Ariel, 2000, y J. Sanmartín (coord.), El laberinto de la violencia. Causas, tipos y efectos, Barcelona,
Ariel, 2004.
111
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
9
La filosofía poli(é)tica, dando primacía a lo ético-político, trata de ocuparse de forma integral de las relaciones socia-
les de poder, siendo así en realidad filosofía sociopoli(é)tica. La subdivido en geopoli(é)tica, ecopoli(é)tica, biopoli(é)tica y iuspoli(é)tica,
para los casos en los que el enfoque se centra de forma preferente en el análisis de los lineamientos de lo situacional, lo mate-
rial, lo existencial y lo normativo, respectivamente (esta subdivisión está introducida, y desarrollada en lo que hace al cuarto
lineamiento, en P. Ródenas Utray, «Política, poli(é)tica, iuspoli(é)tica», en E. Garzón Valdés, J. Muguerza y T. R. Murphy,
Democracia y cultura política, Las Palmas, Fundación Mapfre Guanarteme, 2009; para acercarse en alguna medida a los res-
tantes lineamientos pueden verse J. Agnew, Geopolítica. Una re-visión de la política mundial, Madrid, Trama, 2005; J. M.
Naredo, Raíces económicas del deterioro ecológico y social. Más allá de los dogmas, Madrid, Siglo XXI, 2006; M. Bull, «Vectores
de la biopolítica», en New Left Review 45: 7-25, 2007, e I. Mendiola (ed.), Rastros y rostros de la biopolítica, Barcelona,
Anthropos, 2009.
10
Siguiendo en parte a Johan Galtung, «Violencia, paz e investigación sobre la paz»; en Sobre la paz, Barcelona,
Fontamara, 1985; también J. Galtung, Tras la violencia, 3R: reconstrucción, reconciliación, resolución. Afrontando los efectos visi-
bles e invisibles de la guerra y la violencia, Bakeaz, Bilbao, 1998, y Paz por medios pacíficos. Paz y conflicto, desarrollo y civilización,
Bilbao, Bakeaz, 2003.
11
Véase P. Ródenas, «Legitimidad como hegemonía emancipadora (Hacia un enfoque ético-político de la legitimi-
dad)», en J. M. González y C. Thiebaut, Convicciones políticas, responsabilidades éticas, Barcelona, Anthropos, 1990.
112
LA VIOLENCIA BELICISTA DE LA ACTUAL RED MUNDIAL DE SOCIEDADES
12
El ius contra bellum y el ius in bello —al contrario que el ius ad bellum— forman parte pues de las concepciones con-
temporáneas de la «legítima defensa» que son las que esta idea de la violencia legítima trata de fundamentar argumentada-
mente, siendo esto lo que me separa de las concepciones fuertes de la no-violencia, sobre las que se construyen los con-
ceptos del pacifismo absoluto.
13
E. Hobsbawm, «La barbarie: guía del usuario», Sobre la historia, Barcelona, Crítica, p. 253. El cambio de intensidad
y escalas en el estudio de la violencia se encuentra bien estudiado en C. Tilly, Violencia colectiva, Barcelona, Hacer, 2007.
113
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
114
LA VIOLENCIA BELICISTA DE LA ACTUAL RED MUNDIAL DE SOCIEDADES
14
Las invasiones de EE UU en Corea, Vietnam, Granada y Panamá, en los años 1950, 1965, 1983 y 1989, y las de
la URSS en Hungría, Checoslovaquia y Afganistán, en 1956, 1968 y 1979. No había en aquellas injerencias belicistas nin-
guno de los elementos legitimadores que se suelen reclamar en la seudojustificación de la guerra: ni legalidad, ni agotamiento
de otros recursos, ni proporcionalidad, ni adecuación a los fines proclamados. De ahí el constante incremente de su des-
legitimación poli(é)tica por parte de cada vez más amplias minorías de la opinión pública mundial y el correspondiente
crecimiento de los movimientos antimilitaristas contra ambas superpotencias y sus respectivos bloques militares (OTAN y
Pacto de Varsovia) y no militares (CEE y COMECON) en el periodo de reparto bipolar del mundo.
15
Cfr. A. Ruiz Miguel, De la justicia de la guerra y de la paz, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1988, p. 49
(véanse especialmente los caps. 3, 4 y 7). Esta restricción de la idea de guerra es el principal hándicap del que adolece esta
excelente monografía, que desde un «pacifismo relativo» que admite el circunstancial uso de la fuerza por razones de legí-
tima defensa termina casi perdiéndose en los procelosos «problema de la justicia de la guerra» (perspectiva del ius ad bellum)
y «de la justicia de la conducta bélica» (perspectiva del ius in bello), que desde el punto de vista que aquí he adoptado son for-
mulaciones mal planteadas, seudoproblemas en sentido estricto (el primero huelga en el ius contra bellum, y el segundo no puede
ser entendido como una «conducta bélica», sino como «conducta de legítima defensa ante la agresión bélica»).
115
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
16
Recuérdese el ejemplo del ajedrez, que es una avejentada metáfora de la guerra pero de la «guerra como juego», a
la vez que símbolo del honor militar: en él los ejércitos contendientes parten de la igualdad de reglas, recursos y opciones
y los pulsos estratégicos y tácticos, ofensivos o defensivos, son el resultado de cálculos libres y lúdicos, algo que poco tiene
que ver ya con la guerra actual.
17
No es cuestión de despreciar la utilidad de las definiciones restringidas de guerra, en las que se describe a los agen-
tes, los recursos y las acciones. Pero tampoco de olvidar que estas definiciones suelen incorporar su entendimiento como
«un medio para alcanzar un fin, un arma que puede utilizarse para buenos o malos propósitos» (sic), como plantea C.
Eagleton, citado por Hans van der Dennen (en «Sobre la guerra: conceptos, definiciones, datos de investigación. Un breve
examen de la literatura y la bibliografía existente», UNESCO, Anuario de estudios sobre paz y conflictos, Barcelona, Fontamara,
1986, p. 118, subrayado mío). Este insostenible relativismo político-moral sobre la guerra hace más útiles aún las concep-
tualizaciones incluyentes y amplias (como las que aquí defendemos) tanto de la guerra como de la violencia.
116
LA VIOLENCIA BELICISTA DE LA ACTUAL RED MUNDIAL DE SOCIEDADES
18
La guerra es una política que, como tal política, ha sido previamente contaminada por el criterio amigo/enemigo
propio de la guerra (P. Ródenas, «Los límites de la política», en F. Quesada (ed.), Filosofía política I. Ideas y movimientos
sociales, Madrid, Trotta, 1997, y «La política como guerra (Una crítica poli(é)tica)», en Laguna. Revista de Filosofía 5: 87-
103, 1998). En este sentido, carecen a mi juicio de interés todos aquellos enfoques de la guerra que tratan de buscar sus
«causas» o sus «fines» en la religión, en la moral, en la psicología, en la biología, en la economía, en la política, etcétera, máxi-
me si se trata de enfoques simples reduccionistas y unilaterales. El ejercicio de la guerra es un ejercicio del poder intraes-
pecífico de dominación y de exterminio, y sus causas y fines son esos poderes de humana inhumanidad diseminados en todos
los ámbitos de la vida, tanto materiales como espirituales. La guerra caliente es aquí entendida como guerra en sentido
convencional o restringido: se trata de la modalidad en la que la violencia que se ejercita en el enfrentamiento coercitivo-
coactivo es de alta intensidad. La guerra fría queda entendida como una modalidad de enfrentamiento coercitivo-suasivo
en la que la confrontación se realiza mediante el uso de formas de violencia de baja intensidad. La guerra tibia, como un
orden en el que se suceden de manera continua la confrontación coactiva y suasiva propias de la guerra caliente y de la gue-
rra fría, orden al que sería inexacto denominar con el desatino de «ni guerra ni paz».
117
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
ofende con el que defiende. Porque los primeros recurren a la violencia de forma
ilegítima, es decir, ordinaria, ofensiva e ilimitada, mientras que los segundos lo
pueden hacer —si es que llegan a hacerlo— de modo legítimo, esto es, extraor-
dinario, defensivo y limitado. Puede haber, claro está, y de hecho casi siempre
hay, situaciones de guerra en las que, en ejercicio y a término, todas las partes beli-
gerantes (o fracciones poderosas de cada una de esas partes) sean netamente ofen-
sivas y dañinas para la vida digna de cualquier persona o sociedad. Sin embargo,
esto último en nada facilita la presunta justificación de la guerra; al contrario,
hace más evidente que su injusticia es patente y, por tanto, injustificable. No
puede haber «guerras justas»; la justicia es y será siempre discordia ante la guerra,
como ya dijera Heráclito, y esto es así pese a las vacilaciones del pensamiento
políticamente correcto19.
19
Ejemplo típico de estas vacilaciones son autores progresistas como Michael Walzer y Mary Kaldor (véanse sus res-
pectivos Guerras justas e injustas. Un razonamiento moral con ejemplos históricos, Barcelona, Paidós, 2001, y Reflexiones sobre la
guerra, Barcelona, Paidós, 2004; y Las nuevas guerras. Violencia organizada en la era global, Barcelona, Tusquets, 2001, y El poder
y la fuerza, Barcelona, Tusquets, 2010). Para una crítica de la noción de guerra justa desde el derecho véase C. Ramón y
J, de Lucas, «La vuelta de un oximorón. A propósito de la guerra justa», en N. Sánchez Durá (ed.), La guerra, Valencia, Pre-
Textos, 2006, y D. Zolo, La justicia de los vencedores. De Nuremberg a Bagdad, Buenos Aires, Edhasa, 2007.
20
R. López Corvo, Diccionario de la obra de Wilfred R. Bion, Madrid, Biblioteca Nueva, 2002.
118
LA VIOLENCIA BELICISTA DE LA ACTUAL RED MUNDIAL DE SOCIEDADES
21
P. Ródenas, «El sujeto de la política (en diálogo con Aranguren y Muguerza)», en F. Quesada (ed.), Naturaleza y
sentido de la ciudadanía hoy, Madrid, UNED, 2002, y «Los límites de la política», Op. cit.
22
F. Quesada, Sendas de la democracia, Op. cit.
23
Entendiendo por terrorismo «el ejercicio de cualquiera de las formas de la violencia ilegitima de manera indiscri-
minada con la intención de generar terror y lograr dominio y poder sobre los otros» (P. Ródenas, «Repensar la guerra
(legitimidad y legitimación de las nuevas formas de violencia bélica)», en B. Riutort (ed.), Conflictos bélicos y nuevo orden mun-
dial, Barcelona, Icaria, 2003, pp. 30-33.
119
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
general de que las sociedades son mundos políticos que están constituidos e ins-
tituidos por un conjunto de vectores o lineamientos espacio-temporales de in-
teracción social (y, por tanto, de poder organizado) que se superponen y se in-
tersectan24. El orden de cada sociedad-mundo se delimita de esta manera y sus límites
marcan la discontinuidad con el entorno, entorno conformado a su vez por otras
sociedades-mundos. Sin demorarme en estas consideraciones generales, paso a
concretarlas en las sociedades del presente, las sociedades de principios del siglo
XXI, que emergieron con gran rapidez en los pasados años noventa a partir de
su gestación en las profundas transformaciones experimentadas —sobre todo en
lo tecnológico, lo económico, lo cultural y lo militar— durante las tres décadas
anteriores25.
Con bastante acierto nuestras sociedades han sido caracterizadas desde la teo-
ría político-social estándar como mundos políticos de relaciones sociales que
están configuradas a partir de vectores o lineamientos de poder harto conocidos.
A saber: i) un lineamiento político-tecnológico: la revolución informacional; ii)
un lineamiento político-económico: el capitalismo reestructurado; iii) un line-
amiento político-cultural: el consumismo masificado; y iv) un lineamiento polí-
tico-militar: la guerra legitimada. Entenderé estos lineamientos de conexión
«interna» del poder societal como rasgos interpretativos que aluden a procesos
históricos recientes de cada sociedad-mundo y que designan factores políticos
particulares que aparecen ligados entre sí de forma concreta. De entrada, aten-
diendo, por un lado, a la forma con la que se presentan las sociedades —el espec-
táculo— y, por otro, a la mayor visibilidad que posee el primero de los li -
neamientos mencionados —el poder informacional— las llamaré «sociedades
24
Cfr. M. Mann, Las fuentes del poder social, vol. I, Madrid, Alianza, 1991, pp. 13-58. En la perspectiva de Mann las
relaciones ideológicas, económicas, militares y políticas de las sociedades configuran redes que son, a su vez, tipos ideales
de fuentes de poder. Con ello logra apartar la teoría del poder de su reducto convencional, el ámbito del estado, exten-
diéndolo acertadamente a otros ámbitos sociales. Sin embargo, su reconstrucción conceptual queda incompleta al no rea-
lizar la misma operación con la teoría de la política, que en su teorización sigue desacertadamente recluida en el ámbito
estatal, razón por la cual no la voy a asumir (una crítica y reconstrucción del concepto de política —no confundida ni con
el poder ni con el estado— puede verse en P. Ródenas Utray, «Una definición de la política», en F. Quesada (ed.), Filosofía
política. Razón e historia, Suplementos Anthropos 28, 1991).
25
La expresión «sociedades de principios del siglo XXI» se refiere aquí a una concepción que juega con el siglo XX
del calendario gregoriano como «siglo XX corto» (que iría de 1914 a 1989-91 y que sería westfaliano y bipolar) y, en con-
secuencia, del siglo XXI como siglo en su inicio «largo» (pues empezaría a partir de 1989-91 y sería transwestfaliano y
unimultipolar). De esta manera, las sociedades actuales o sociedades de principios del siglo XXI se interpretan como las que
se abren a una nueva época en la década de los noventa. Porque la perspectiva sociopoli(é)tica que me he impuesto no puede
asumir las diferentes convenciones métricas del tiempo histórico (china, hebrea, cristiana, islámica, etcétera) más que como
meras convenciones cronológicas, que son útiles solo en una genérica y primera aproximación.
120
LA VIOLENCIA BELICISTA DE LA ACTUAL RED MUNDIAL DE SOCIEDADES
26
Cfr. P. Ródenas Utray, «La sociedad informacional del espectáculo (Una aproximación poli(é)tica)», en Laguna. Revista
de Filosofía, 7: 13-38, 2000. Con la denominación (excesivamente aséptica desde el punto de vista político) de «socieda-
des informacionales del espectáculo» rindo homenaje a Guy Debord, por una parte, y a Manuel Castells, por otra, puesto
que algunas de las ideas de sus obras más conocidas suponen el punto de partida explícito de mi análisis. Sin embargo, no
por ello puedo hacer mías esas obras en su conjunto: algunas de sus ideas me resultan imposibles de asumir. Sin ir más
lejos, la noción misma de «sociedad red» de Castells, puesto que a mi juicio bordea un cierto determinismo tecnológico,
que aunque moderado (y retóricamente rechazado por el propio Castells), dificulta la comprensión de los restantes rasgos
que mencionamos.
121
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
27
Usaré el término «glocal», propuesto en su día por Roland Robertson, para plantear la pluriversalidad cognosciti-
va de las miradas hacia lo social-genérico desde lo social-particular. Resalto así que la mirada a la articulación del orden glo-
bal viene determinada ineludiblemente por las diversas focalizaciones locales. Como tal, la glocalización niega de facto tanto
la mirada solo-global, de foco único y generalista, como las miradas solo-locales, de focos particularistas y miopes. Para un
análisis conceptual de la globalización alejado de las distorsiones economicistas puede verse Globalización y cultura, de John
Tomlinson (México, Oxford University Press, 2001).
28
Véase P. Ródenas Utray, «Las sociedades glocalizadas del imperio (Una aproximación poli(é)tica)», en Laguna.
Revista de Filosofía, 19: 77-107, 2006. Si no de sociedad red, hablaré en cambio de «red de sociedades» o «sociedades en red»
(las «sociedades-mundo») para referirme al orden glocal, entendiendo que una red es un sistema más o menos estable de
relaciones entre nodos y conectores que crecen y se reconfiguran (a este respecto véase R. Solé, Redes complejas. Del geno-
ma a Internet, Barcelona, Tusquets, 2009).
122
LA VIOLENCIA BELICISTA DE LA ACTUAL RED MUNDIAL DE SOCIEDADES
29
De forma analítica, entenderé el «poder» como capacidad disposicional y relacional, en un sentido muy amplio y
no exclusivamente peyorativo, distinguiendo entre poder individual y societal, por una parte, y entre poder de dominación
y de emancipación, por otra (véase P. Ródenas Utray, «Problemas de legitimación del poder», en F. Quesada (ed.), Ciudad
y ciudadanía. Senderos contemporáneos de la filosofía política, Madrid, Trotta, 2008). Distinguiré la «coerción-coactiva», como
empleo directo de la fuerza (física o no) contra los individuos/personas, de la «coerción-suasiva», como empleo indirecto
o mediato de la fuerza a través de instituciones, doctrinas, etcétera.
30
Si miro hacia la parte medio vacía del «recipiente social» para calibrar la parte medio llena, puedo adelantar que la
estructura actual de las sociedades-mundo no ha surgido del predominio de políticas fundamentadas en el respeto recí-
proco de valores como la dignidad, la autonomía y la igual libertad de las personas de todas las culturas y latitudes, que
son las políticas que ineludiblemente han de caracterizar —tal como postularemos— a las sociedades que luchen efectiva-
mente contra la injusticia. Todo lo contrario, ha surgido de la imposición de políticas desigualitarias concretas que dan
lugar a esas distorsiones de las relaciones sociales a las que llamo unilateralismo, desposesión, imposición y disciplinamien-
to. Sobre el principio de ilegitimidad de toda dominación entres seres humanos puede verse P. Ródenas Utray, «Legitimidad
como hegemonía emancipadora», Op. cit., pp. 73-114.
31
En adelante, para simplificar y mientras no haya advertencia en contrario, me refiero a la actual hegemonía eco-
nómico-tecnológico-cultural como capitalismo a secas.
123
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
32
Sin ser exhaustivos, otros de los componentes de la violencia belicista de no menor importancia son el racismo y el pa-
triarcalismo, entendidos como regímenes de predominio de las políticas étnicas (legitimación del monopolio de la discrimina-
ción) y las políticas varoniles (legitimación del monopolio del sexismo), respectivamente. La violencia tiene una relación muy
fuerte con ambos regímenes de coerción, aunque en el caso del patriarcalismo (o patriarcado) no siempre suele ser recono-
cida. Sobre el racismo véase M. Wieviorka, El espacio del racismo, Barcelona, Paidós, 1992, y El racismo: una introducción,
Barcelona, Gedisa, 2009. Sobre el patriarcalismo pueden verse G. Lerner, La creación del patriarcado, Barcelona, Crítica, 1990;
C. Pateman, El contrato sexual, Barcelona, Anthropos, 1995; C. Amorós, «Para una teoría nominalista del patriarcado», La gran
diferencia y sus pequeñas consecuencias… para las luchas de las mujeres, Madrid, Cátedra, 2005), y F. Quesada, «La pertinencia polí-
tica del concepto de patriarcado», en Sendas de la democracia, Op. cit. Para Lerner, el patriarcado es la manifestación e institu-
cionalización del dominio masculino sobre las mujeres y los niños de la familia y la ampliación de ese dominio masculino
sobre las mujeres a la sociedad en general (Op. cit., pp. 340-341). Para Amorós, además, hay un imaginario patriarcal que
viene a ser un dispositivo o conjunto de representaciones que funcionan a la vez como causa y como consecuencia de un
sistema de prácticas pactadas, algunos de cuyos rasgos son la naturalización de las jerarquías entre varones y mujeres en las que
estas aparecen subordinadas, la constitución de la masculinidad como sistema de prestigio, la transaccionalidad de las mujeres
en los pactos de varones, y las variaciones y relevos en la heterodesignación normativa de la feminidad («Violencia patriarcal
en la era de la globalización: de Sade a las maquilas», en Mujeres e imaginarios de la globalización, Rosario (Argentina), Homo
Sapiens, 2008, pp. 217-221). Se puede encontrar una crítica a usos distintos al que hago de la idea de patriarcado en P. Uría,
El feminismo que no llegó al poder. Trayectoria de un feminismo crítico, Madrid, Talasa, 2009, págs. 34-48.
33
P. Kennedy, Auge y caída de las grandes potencias, Barcelona, Mondadori, 2004, p. 10. Es decir, en palabras de Charles
Tilly, «aquellos que ejercían la coerción, que tuvieron parte principal en la creación de los Estados nacionales, se valieron,
para sus propios fines, de manipuladores de capitales, cuyas actividades generaron ciudades» (en Coerción, capital y los Estados
europeos 990-1990, Madrid, Alianza, 1992, p. 40). Además, el estatalismo en la contemporaneidad debe ser considerado como
un estatalismo de nuevo tipo, ya que por primera vez es —o empieza de alguna manera a ser— transwestfaliano, en rup-
tura de las soberanías nacional-estatales. Como ha reconocido un crítico como Danilo Zolo, «todo el sistema de Westfalia
está declinando, porque la soberanía “exterior” de los estados nacionales está siendo sofocada por el poder, muy superior,
de autoridades supranacionales, mientras que la soberanía “interior” está siendo erosionada, además de por la interferen-
cia de fuentes normativas exteriores, por una serie de contrapoderes locales que reivindican espacios de autonomía cada vez
más amplios» (en Globalización. Un mapa de los problemas, Bilbao, Mensajero, 2006, p. 89).
124
LA VIOLENCIA BELICISTA DE LA ACTUAL RED MUNDIAL DE SOCIEDADES
34
S. P. Huntington, «La superpotencia solitaria», en Política Exterior 71: 39-53, 1999. Para la nueva cartografía geo-
política véase J. Pastor, «Geopolítica, guerras y “Balcanes globales”», en J. A. Brandariz y J. Pastor (eds.), Guerra global per-
manente. La nueva cultura de la inseguridad, Madrid, Catarata, 2005.
35
Un nodo en una red asimétrica de escala libre es más relevante cuanto mayor es el número y la densidad de sus cone-
xiones (Solé, Op. cit.). Las redes sociales pocas veces logran ser absolutamente distribuidas (completamente simétricas y
plenamente democráticas). Esto hace que la metáfora unidimensional de la «horizontalidad» de las redes (usada por muchos
autores, Castells entre ellos) no sea muy apropiada. Las redes reales incorporan también una «verticalidad» que viene a
señalar la relevancia de sus principales conectores (el número y la densidad de sus conexiones). Desde este doble enfoque,
las relaciones en red son relaciones de poder (véase en este sentido P. Ródenas Utray, «Problemas de legitimación del
poder», Op. cit.). Llamo red imperial a las redes de sociedades completamente asimétricas en las que los poderes de domi-
nación sobreponen la fuerza de manera desigualitaria.
125
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
36
Para un juicio muy benevolente véase N. Ferguson, Coloso. Auge y decadencia del imperio americano, Barcelona,
Debate, 2005.
37
Como ha reconocido Danilo Zolo, un adversario cualificado de la idea de imperio: «El lema “imperio”, tal como
se usa hoy en Occidente, presenta valores semánticos que en gran parte no coinciden con las acepciones de “imperio” y
de “imperialismo” características del pensamiento marxista y ampliamente difundidas en el siglo pasado. Respecto a las
teorías marxistas, los usos recientes son menos ambiciosos en el plano político y también menos elaborados en el plano
teórico, pero precisamente por esto desarrollan relevantes funciones simbólicas y comunicativas» (D. Zolo, «Universalismo
y “pluriversalismo” ante el nuevo orden mundial. Entrevista», Revista Internacional de Filosofía Política, 27: 188, 2006).
38
M. Mann, El imperio incoherente. Estados Unidos y el nuevo orden internacional, Barcelona, Paidós, 2004, p. 29, cursiva
nuestra.
126
LA VIOLENCIA BELICISTA DE LA ACTUAL RED MUNDIAL DE SOCIEDADES
de vista militar, Europa no es más que un gusano. Incluso peor: Estados Unidos es
la única superpotencia militar». Es decir, el supremus imperial.
En este sentido, Johnson precisa:
«Nuestro país despliega más de medio millón de soldados, espías, técnicos, profesores,
contratistas y trabajadores civiles en otras naciones, como también casi una docena de des-
tacamentos militares en portaviones en todos los océanos y mares del mundo. Contamos
con numerosas bases secretas fuera de nuestro territorio para controlar lo que las personas
de todo el planeta, e incluso nuestros propios ciudadanos, se dicen o se comunican (…).
Nuestras instalaciones militares y de espionaje, repartidas por todo el globo, generan bene-
ficios a las industrias civiles que proyectan y fabrican armamentos para nuestros ejércitos
y a las que se encarga de la construcción y mantenimiento de nuestras avanzadillas. (…) Sectores
enteros de la economía estadounidense han pasado a depender de los militares para sus
ventas»40.
Pero esto no es todo. Puesto que en toda sociedad hay que distinguir «esta-
mento militar» y «militarismo», el militarismo sería, según juzga Johnson, la prin-
cipal de las características de las instituciones USAmericanas. El militarismo es el
«fenómeno que tiene lugar cuando las fuerzas armadas de un país colocan su pre-
servación institucional por encima del objetivo de la seguridad nacional o de su
compromiso con la integridad de la estructura de gobierno de la que forman parte».
A su juicio, las instituciones militaristas de EE UU tienden por naturaleza a des-
plazar a todas las demás instituciones del gobierno encargadas de la política inter-
na y de las relaciones con otros países, y eso es lo que habría estado ocurriendo
con el Pentágono, la CIA («el ejercito privado de los presidentes») y otras agencias
con cometidos militares41. Pues el estado USAmericano cumple, en su análisis, los
tres indicadores que acostumbran a señalar la aparición del militarismo: uno, el
surgimiento de una clase de militares profesionales y la posterior glorificación de
39
En efecto, la brecha ha crecido: en 2007 el gasto militar de EEUU representó el 45 por ciento del total mundial,
seguido del Reino Unido, China, Francia y Japón, cada uno entre un 4 y un 5 por ciento (Yearbook 2008 del Stockholm
International Peace Research Institute). De hecho, «durante los ocho años de la presidencia de George W. Bush, el gasto
militar se incrementó a su nivel más alto en términos reales desde la segunda guerra mundial, sobre todo debido a las gue-
rras en Afganistán e Irak». Además, los conflictos en esos países «se han financiado principalmente a través de asignaciones
complementarias de emergencia fuera del proceso presupuestario regular». Estos conflictos «seguirán requiriendo grandes
recursos presupuestarios en el futuro cercano, aun cuando se produjese un retiro anticipado de la tropas de EE UU» en los
años diez de este siglo (Yearbook 2009).
40
C. Johnson, Las amenazas del imperio. Militarismo, secretismo y el fin de la república, Barcelona, Crítica, 2004,
p. 7.
41
Ibíd., pp. 32 y 112-149.
127
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
42
Ibíd., pp. 70-78. En todo orden imperial identificado de forma empírica se realizan consecuentes políticas imperia-
listas y toda política imperialista identificada de manera empírica provendrá de un orden imperial. Esto, que en términos
amplios y no valorativos debería resultar del todo obvio, no lo es tanto desde el momento en que surgen y resurgen nue-
vos y viejos planteamientos economicistas relativos a la existencia tanto de un «imperio sin imperialismo» como de un «impe-
rialismo sin imperio». En parte el problema emerge por la incapacidad de distinguir el imperialismo militar del económico.
Tal como ha escrito Johnson: «La forma más simple de definir el imperialismo es como la dominación y explotación de los
estados más débiles por parte de los más fuertes» (y supongo aquí que los «estados más débiles» admiten e impulsan la trans-
ferencia de esa «dominación y explotación» a sus individuo/personas), de modo que su tesis dice: «El imperialismo con-
temporáneo se manifiesta de formas distintas y cambiantes, y ninguna institución en concreto —a excepción del militaris-
mo— define el fenómeno en toda su magnitud» (Ibíd., pp. 38-40).
43
M. Mann, El imperio incoherente, op. cit., pp. 26-28, cursivas mías. Por eso el último capítulo del libro de Mann
lleva por título «El nuevo militarismo» (pp. 293-308).
128
LA VIOLENCIA BELICISTA DE LA ACTUAL RED MUNDIAL DE SOCIEDADES
Sin embargo, este nuevo núcleo del poder imperial no surgió de la nada. Llevaba
mucho tiempo en autoconstrucción compitiendo duramente con otros imperialismos,
en decadencia o en ascenso, ya que sus orígenes se remontan a principios del siglo
XIX, cuando sus élites declararon al resto del continente americano su zona de
influencia exclusiva. De la segunda guerra mundial, por decirlo con palabras de
Johnson46, la «nación salió convertida en la más rica y poderosa de la Tierra, y se
nombró asimismo sucesora del Imperio Británico». Y es después de 1989-91, en
los inicios del siglo XXI largo, mientras se descomponía la Unión Soviética, cuan-
do se asentó la actual fase de dominio supra-soberano no compartido del planeta,
bajo gobiernos tanto demócratas como republicanos, fase que alcanzaría su cenit a
principios de 2001 (ya en marzo la economía estadounidense entró en recesión
ante el hundimiento de la burbuja tecnológica; en septiembre se produjo el ataque
yihadista).
44
S. Wolin, Democracia S.A. La democracia dirigida y el fantasma del totalitarismo invertido, Madrid, Katz, 2008,
p.16.
45
Véase una impecable narración del coercitivo —coactivo y suasivo— trato recibido por los japoneses en diferen-
tes ámbitos de su vida en G. McCormack, «Obama vs. Okinawa», New Left Rewie 64: 5-26, 2010. McCormack define a
Japón como «un Estado cliente, es decir, un Estado que disfruta de los símbolos formales de la soberanía e independencia
westfaliana y por ello no es ni una colonia ni un Estado marioneta, pero que
46
C. Johnson, Op. cit., pp. 8-10.
129
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
47
No obstante, los noventa fueron para EE UU «la década más acaudalada de toda la historia de la humanidad» (J. Patterson,
El gigante inquieto. Estados Unidos de Nixon a G. H. Bush, Barcelona, Crítica, 2006, p. 475). Para una desinhibida apología
del capitalismo ultraliberal de la época véase Capitalismo, de A. Seldon (Madrid, Unión Editorial, 1994), que empieza así:
«El capitalismo no pide defensa sino alabanza» (p.17). Lo realmente ocurrido en las dos últimas décadas fue analizado por
Joseph Stiglitz en Los felices 90. La semilla de la destrucción (Madrid, Taurus, 2003) y en Caída libre. El libre mercado y el hun-
dimiento de la economía mundial (Madrid, Taurus, 2010).
48
Para hacerse cargo de algunos de los entresijos de ese paroxismo del que hablo pueden verse los relatos de J. Carroll,
La casa de la guerra. El Pentágono es quien manda, Barcelona, Crítica, 2007; N. Klein, La doctrina del shock. El auge del capi-
talismo del desastre, Barcelona, Paidós, 2007; R. Uesseler, La guerra como negocio. Cómo las empresas militares privadas destruyen
la democracia, Barcelona, Belacqua, 2007, y J. Scahill, Blackwater. El auge del ejército mercenario más poderoso del mundo, Barcelona,
Paidós, 2008. Respecto a lo sucedido el 11 de septiembre de 2001 resulta interesante leer los artículos que de inmediato
escribió Arundhati Roy, «El álgebra de la justicia infinita» y «La guerra es paz» (publicados bajo el primero de los títulos
en Barcelona, Anagrama, 2002) y también es útil consultar la sensata entrevista a J. L. Gordillo «Lo más prudente es pedir
una nueva investigación» (en CIP ECOSOCIAL-Boletín ECOS, nº 8, 2009, localizable en distintos sitios de Internet). Para
una aguda crítica desmitificadora del mitificado relato que la sociedad USAmericana ha permitido que se vaya constru-
yendo sobre los atentados véase S. Faludi, La pesadilla terrorista. Miedo y fantasía en Estados unidos después del 11-S, Barcelona,
Anagrama, 2009.
130
LA VIOLENCIA BELICISTA DE LA ACTUAL RED MUNDIAL DE SOCIEDADES
49
Stiglitz caracterizó así lo ocurrido en lo que se puede llamar el final de «los infelices 2000»: «El mundo está cayendo en
una grave desaceleración mundial, probablemente la peor del último cuarto de siglo, quizá incluso la peor desde la Gran
Depresión de 1929. Una crisis que, en más de un sentido, es made in USA, fabricada en Estados Unidos. Estados Unidos expor-
tó sus hipotecas tóxicas al resto del mundo en forma de títulos respaldados por activos. Exportó su filosofía desreguladora del
mercado libre, algo que ahora hasta Alan Greenspan, su sumo sacerdote, admite que fue un error. Exportó su cultura de irres-
ponsabilidad empresarial y la opaca práctica de las opciones de compra de acciones, que fomentan esa mala contabilidad que,
al igual que ocurrió en los escándalos de Enron y Worldcom hace unos pocos años, tan importante ha sido en este descalabro.
Como colofón, EE UU ha exportado su desaceleración económica» («El siguiente Bretton Woods», El País, 9-11-2008).
50
Robert Heilbroner escribió hace ya años que «el futuro del capitalismo concreto en que vivimos está caracteriza-
do por un altísimo grado de impredecibilidad, debido a la posibilidad de que muchas de sus tendencias internas al cambio
puedan ser estimuladas o bloqueadas, aprovechadas o pervertidas por los procesos políticos que forman parte inseparable
de cualquier nación capitalista» (El capitalismo del siglo XXI, Barcelona, Península, 1996, p. 29).
51
C. Johnson, Op. cit., p. 346. El párrafo citado termina de esta manera: «A estas alturas, sin embargo, resulta difícil
imaginar, tal como ocurrió con el senado romano en los últimos días de la república, cómo se podría resucitar al congre-
so y acabar con la corrupción endémica. Si esta reforma fracasa, Némesis, la diosa del castigo justo y la venganza, la que
sanciona el orgullo y la soberbia, espera con impaciencia el momento de reunirse con nosotros».
131
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
52
Los multilateralistas gestos de distensión geopolítica inicial, de corte militar, económico y ecológico, por parte de
Obama ante la ONU, la OTAN, la UE, la OEA, el G-20 y otros foros hacen de la necesidad virtud, pero son aún (cuan-
do reviso estas páginas) del todo insuficientes, ya que resultan tímidos gestos que se combinan con otros realmente preo-
cupantes: ratificación en su puesto del último Secretario de Defensa de Bush (el halcón conservador Robert Gates), aumen-
to de tropas en Afganistán y extensión de la guerra a Pakistán, nuevas bases militares en Colombia, continuidad del apoyo
a la gobernante ultraderecha israelí, inducción al fracaso de la Cumbre de Copenhague sobre el cambio climático, desva-
lorización del dólar para transferir los costos al resto del mundo, retraso del cierre de Guantánamo, etcétera, etcétera.
Resultaría absurdo pensar que tras la elección de Obama no se ocultan, operan y manifiestan profundas contradicciones en
la élite de poder estadounidense (sobre las élites de poder actuales —la llamada «clase superior» mundial— véase D.
Rothkopf, El club de los elegidos. Cómo la élite del poder global gobierna el mundo, Barcelona, Urano, 2008). No extrañó a nadie
que al finalizar el primer año de gobierno, Obama hubiese perdido ya un 20 % de sus iniciales apoyos internos; y que al
finalizar el segundo, con bajadas espectaculares en su aceptación, los demócratas perdiesen las elecciones legislativas e ini-
ciasen contrarreformas financieras y fiscales abiertamente pactadas con el conservadurismo republicano (el ahorro fiscal,
por ejemplo, será de unos 77.000 dólares de media para cada estadounidense perteneciente al 1% más rico, y poco menos
de 400 dólares para los contribuyentes pertenecientes al 20% más pobre —S. Pizzigati, «La historia oculta del acuerdo fis-
cal de la Casa Blanca», www.sinpermiso.info, 25-12-2010).
53
Véase este ejemplo del catastrofismo occidentalista, entre muchos de finales de 2010: «Un mundo desconfiado. Sin ideas
ni líderes. En mitad de una crisis económica, la mayor de los últimos 80 años, que coincide con una insólita transferencia de poder
desde Europa y Estados Unidos hacia Asia como no se había visto en siglos. Esta ha sido el año en que se han hecho plenamen-
te visibles los cambios del mundo unipolar de la superpotencia única hacia el mundo multipolar en que Estados Unidos tiene que nego-
ciar con los nuevos poderes emergentes y, sobre todo, con China, cada vez más explícita en sus ambiciones. (…) El lideraz-
go de Washington ha entrado definitivamente en crisis, después del desgraciado canto del cisne de la presidencia de Bush con las guerras
de Irak y Afganistán» (L. Bassets, «Sin ideas ni líderes», El País Semanal, 26-12-2010, cursivas nuestras).
132
LA VIOLENCIA BELICISTA DE LA ACTUAL RED MUNDIAL DE SOCIEDADES
«En este momento, no hay perspectiva de superación del poder militar de los EE UU
en lo tocante a sus dimensiones actuales —ha escrito José Luis Fiori—, a su velocidad de
expansión y a su capacidad de innovación, pese a su fracaso en Oriente Medio. Y tampoco
existe en el horizonte posibilidad ninguna de substituir a los Estados Unidos como ‘mer-
cado financiero del mundo’, debido a la profundidad y extensión de sus propios merca-
dos y de su capital financiero, determinados por la centralidad internacional de la mone-
da norteamericana. Basta mirar la reacción de los gobiernos y de los inversores del mundo,
que se están defendiendo de la crisis del dólar huyendo hacia el mismo dólar y hacia los
títulos del Tesoro norteamericano, a pesar de su bajísima rentabilidad y a pesar de que el
epicentro de la crisis esté en los EE UU»54. Nada, pues, permite aventurar que la crisis sis-
témica de la violencia belicista avance irremisiblemente y al margen de las voluntad de los
individuos y sociedades en una dirección única, la de una salida multipolar estable.
54
J. L. Fiori, «La crisis económica, la izquierda y la dinámica geopolítica», www.sinpermiso.info, 19-04-2009.
55
J. Stratós, «Obama, del sueño calculado a la realidad por cambiar», www.pensamientocritico.org., 20-01-2009. El
desencanto no es solo por el componente ultramilitarista de sus políticas reales, sino también por el componente ultraca-
pitalista. Véase este balance de Vicenç Navarro para los años 2008-2010: «El porcentaje de las rentas nacionales derivadas
del trabajo ha ido descendiendo en EEUU y en la mayoría de países de Europa (incluyendo España), mientras que las ren-
tas del capital han ido aumentando. Dentro de las rentas del trabajo, los salarios son los que representan el porcentaje más
bajo de la renta nacional, que ha alcanzado en EEUU, y en la mayoría de países de la OCDE, el porcentaje más bajo desde
1945. En realidad, la situación de las familias trabajadoras se ha deteriorado marcadamente, deterioro que ha sido incluso
más acentuado como consecuencia de la crisis. Los salarios en EEUU, por ejemplo, han bajado un 2% durante el periodo
2008-2010, mientras que los beneficios empresariales han subido un 57%. Esta situación ha dado pie a grandes desigual-
dades» («Polarización social y crisis», Público, 23-12-2010).
133
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
134
ACERCA DEL PACIFISMO JURÍDICO EN EL TIEMPO
DE LAS GLOBALIZACIONES1
Pilar Allegue
Universidade de Vigo
«Que nunca los indios de todas las Indias hicieron mal alguno
a los cristianos, antes los tuvieron por venidos de cielo, hasta que primero,
muchas veces hubieron recibido ellos o sus vecinos muchos males,
robos, muertes, violencias y vejaciones de ellos mismos»
1
Trabajo, revisado y corregido a partir de la ponencia presentada al congreso Traducción e Innovación
en Ética e Filosofía Política. XV Semana de Ética y Filosofía Política. Madrid, 27, 28 y 29 de marzo de 2007.
135
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
2
La obra más importante de Hugo Grocio lleva por título De iure belli ac pacis libri tres, in quibus ius natu-
rae et gentium item iuris publici praecipua explicantur. La de Vitoria, un siglo antes en 1539, De iure belli e De Indis
posterior.
136
ACERCA DEL PACIFISMO JURÍDICO EN EL TIEMPO DE LAS GLOBALIZACIONES
tructivas, crueles y sangrientas, como las que han tenido lugar en África en
Angola, en Ruanda, promovidas por intereses económicos de las grandes poten-
cias que a través de gobiernos títeres se benefician de las riquezas naturales de
estos paises generando conflictos de terribles consecuencias para sus poblacio-
nes inocentes. Estas guerras cuestionan la razón jurídica en sí misma, porque
ésta sólo reconoce culpables o inocentes, y sin embargo, en su destrucción, las
guerras actúan desde la dialéctica schmittiana amigo-enemigo contra víctimas
inocentes, contra civiles que no son culpables, salvo, como afirma Zolo, que se
juzguen como tales por no ser capaces de librarse de un régimen tiránico. Tesis
contra la que impenitentemente se manifiestan Luigi Ferrajoli, Danilo Zolo,
Boaventura de Sousa Santos, entre otros. Nos preguntamos: ¿Qué significado tiene
hoy el pacifismo jurídico?
2. EL PACIFISMO JURÍDICO
1. La supresión del ius ad bellum como sanción de los estados nacionales, legi-
timada por su soberanía. Soberanía que ha dejado de ser un poder absolu-
to y que, en caso de reconocerla, sería siempre compartida.
137
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
3
KANT, E.: La paz perpetua. Un proyecto filosófico. Trad. Joaquín Abellán. Madrid, Tecnos, 1985.
Existen diversas traducciones del título. El profesor Truyol y Serra se refiere a esta obra como Sobre la
paz perpetua…». Rodríguez Aramayo y Concha Roldán entre otros: Hacia la paz perpetua…». En nuestro
caso preferimos esta última porque indica algo inacabado, un proyecto a realizar.
4
TRUYOL Y SERRA, A.: «A modo de introducción: La paz perpetua de Kant en la Historia del derecho
de gentes», en ARAMAYO, R.; MUGUERZA, J. y ROLDÁN, Concha (eds.): La Paz y el ideal cosmopolita de la. Ilustración.
A propósito del Bicentenario de Hacia la paz perpetua de Kant. Madrid, Tecnos, 1996, pp. 17-29 (aquí p. 24).
5
KANT, E. Metafísica de las costumbres, primera parte, sección tercera, p. 62 (citado por Truyol, o.c., p.
24).
6
BOBBIO, N.: «Paz y guerra», en Teoría General de la Política. Ed. de M. Bovero, trad. de A. de Cabo,
G. Pissarello et al.. Madrid, Trotta, 2003, p. 558.
138
ACERCA DEL PACIFISMO JURÍDICO EN EL TIEMPO DE LAS GLOBALIZACIONES
7
BRANDT, R.: «Observaciones crítico-históricas al escrito de Kant Sobre la Paz». Trad. Roberto R.
Aramayo y Concha Roldán, en La Paz y el ideal cosmopolita…, o.c., pp. 35-36.
8
PEREDA, L.: «Sobre la consigna: hacia la paz perpetuamente», en La Paz…, o.c., pp. 77-101.
9
Vide MUGUERZA, J.: «Los peldaños del cosmopolitismo», en Sobre la Paz…, o.c., pp 360 y ss.
10
Vide BRANDT, R.: «Observaciones…», o.c., pp. 39, 40, 41.
11
KANT, E.: La paz…, o.c., p. 30.
12
Ídem, p. 10.
13
Ídem, p. 14.
139
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
14
Ídem, p. 16.
15
Ídem, p. 20.
16
Ídem, p. 21.
17
Ídem, p. 26.
140
ACERCA DEL PACIFISMO JURÍDICO EN EL TIEMPO DE LAS GLOBALIZACIONES
El tercer artículo definitivo sostiene que «el derecho cosmopolita debe limi-
tarse a las condiciones de la hospitalidad universal».Es el derecho de «visita» com-
pletando el derecho político y el derecho de gentes en un derecho público de la
humanidad, convirtiéndose así en un complemento de la paz perpetua.
El racionalismo universalista de Kant tiene su soporte en la unidad de todos
los hombres, de la humanidad y el individuo es su eje central.
El cosmopolitismo del filósofo de Königsberg, trasciende la defensa del marco
estatal como único defensor de los derechos naturales y de la justicia. En( Hacia)
la paz perpetua… sostiene, como hemos dicho anteriormente, la necesidad de
construir una federación (o confederación) republicana con una legislación común,
un derecho cosmopolita para la instauración de un estado mundial.
Es esta una tesis de madurez que el propio autor había propuesto anteriormente
en un texto publicado en 1784, es decir, once años antes, en Idea de una historia
universal desde el punto de vista cosmopolita18. En esta obra había defendido la nece-
sidad de construir un estado o ciudadanía mundial y cosmopolita para alcanzar la
paz a través de una «Liga de Naciones» donde todo estado, por pequeño y débil que
fuese, podría esperar su seguridad más allá del poder de las grandes sociedades orga-
nizadas.
La idea de una paz lograda a través del «establecimiento de una constitución
civil perfecta depende a su vez del problema de una reglamentación de las rela-
ciones interestatales y no puede ser resuelto sin solucionar previamente esto últi-
mo»19. Es esta una tesis muy reiterada en Kant que conjuga la «insociable sociabi-
lidad» individual en una tesis paralela en el ámbito interestatal.
En ( Hacia) la paz perpetua, el filósofo de Königsberg, y con ironía desde el
propio título, sostiene la búsqueda de la paz desde la razón y la praxis en una lucha
continua entre la inclinación natural a la paz y el instinto natural, también, a la
destrucción.
Esta pequeña gran obra de Kant, La paz perpetua, contiene otro elemento de suma
importancia y actualidad, a nuestro juicio: es aquél que, según el autor, permite
sostener la garantía de la Paz. Se refiere a la Naturaleza que separa y une pueblos
18
KANT, E.: Idea de una historia universal en clave cosmopolita y otros escritos sobre Filosofía de la
Historia. Trad. de Concha Roldán y Roberto Rodríguez Aramayo. Madrid, Tecnos, 1987.
19
Ídem, p. 13.
141
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
por razón del «provecho recíproco». Por instinto humano la garantía de la paz es
el «espíritu comercial», que no puede coexistir con la guerra. Es ésta una garantía
poco utópica. Reconoce Kant que el poder del dinero no es una garantía (de paz)
teórica, pero sí política20. Con esta afirmación nada inocente del poder de la «lex
mercatoria» cierra Kant el suplemento primero de La paz perpetua.
Sin embargo, como fundamento legitimador y sustentador de su grandiosa
construcción político-jurídica está la tesis kantiana de la unidad moral del género
humano.
Estos elementos constituyen el camino, según Norberto Bobbio, para la reali-
zación de un pacifismo institucional21.
Hans Kelsen en La paz por medio del Derecho, en 1944, se pregunta cómo
asegurar la paz y eliminar la guerra, y la respuesta dice que es «unir todos y cada
uno de los estados, o al menos tantos como sea posible, en un Estado Mundial,
concentrar todos sus instrumentos de poder, sus fuerzas armadas y ponerlas a
disposición de un gobierno mundial sometido a leyes creadas por un parlamento
mundial»22. «La paz será garantizada por una jurisdicción obligatoria para los
conflictos internacionales»23. Kelsen en este texto defiende también, igual que
Kant en La paz perpetua, la superación del estado nacional (aunque sirva de
modelo analógico) en el camino hacia el federalismo. La guerra será imputable
y sancionable desde las personas físicas de los gobernantes que la declararon y que
deben ser sometidos a un Tribunal Internacional. Desde esta tesis será la racio-
nalidad jurídica universal la que juzgue como crimen la guerra. Para lograr la paz
es necesario perfeccionar el derecho internacional y sólo después de perfeccio-
20
KANT, E.: La paz…, o.c., p. 41.
21
BOBBIO, N.: Teoría General de la Política, o. c., p. 568
22
KELSEN, H.: La paz a través del Derecho. Trad. castellana de L. Echávarri; introd. de M. La Torre y
Cristina García Pascual. Madrid, Trotta, 2003. La edición anterior en castellano está traducida por el mismo
L. Echávarri en Buenos Aires, Losada, 1946. Vide en trad. Manuel Atienza, KELSEN, H.: Escritos sobre la demo-
cracia y el socialismo. Selección y presentación de Ruíz Manero, J., Madrid, Debate, 1998. En este trabajo se
recogen todos los elementos constitutivos de una democracia procedimental y una lúcida defensa del parla-
mentarismo que Kelsen atribuirá analógicamente desde el Estado de Derecho nacional al Estado Mundial
como condiciones.
23
KELSEN, H.: La paz… o. c.
142
ACERCA DEL PACIFISMO JURÍDICO EN EL TIEMPO DE LAS GLOBALIZACIONES
narlo pueden crearse las instituciones que «centralicen» el uso de la fuerza para
obligar a cumplir sus reglas. De tal manera que la guerra sólo sobrevivirá como
sanción penal legítima de la «civitas maxima» como instrumento de un ejérci-
to internacional (o policía).
En este texto, con respecto a la guerra, dice: «Hay verdades tan evidentes
por si mismas que deben ser proclamadas una y otra vez para que no caigan en
el olvido. Una de esas verdades es que la guerra es un asesinato en masa, la mayor
desgracia de nuestra cultura»24. En este libro defiende el autor que los estados y
los individuos deben someterse a un orden jurídico internacional que asuma
como principios la «no agresión unilateral» y la solución pacífica de los conflic-
tos, prohibiendo conductas que generen la guerra. De tal manera que, todos los
estados que constituyen la Liga permanente internacional para mantenimiento
de la paz creen un Tribunal Internacional, dotado de jurisdicción obligatoria y
permanente para «obligarlos a renunciar a la guerra y a las represalias como medios
de resolver los conflictos y obligarlos a someter todas sus disputas sin excepción
a la decisión de este tribunal»25. Kelsen, en este trabajo, recupera el término de
«guerra justa»26 como guerra de defensa, lícita solo en clave jurídica propia de
un derecho internacional primitivo. Únicamente de forma excepcional es admi-
sible la guerra justa. La teoría del bellum iustum, desde el derecho internacional
está justificada por el monopolio legítimo de la fuerza. Kelsen insiste en la idea
de que el derecho es el único instrumento para conseguir la paz. Es la autoridad
de lo jurídico perfeccionando el derecho internacional, en el control del uso de
la fuerza, quien garantiza la paz. Este monopolio de la fuerza, ha tenido su expre-
sión histórica en tres tratados importantes, consecuencia de las dos guerras mun-
diales: en 1919 el Pacto de la Sociedad de Naciones, en 1928 el Tratado de
Renuncia a la Guerra —Pacto Kellog-Briand—, y por último, en 1945 la Carta
de las Naciones Unidas.
La tesis kelseniana subyacente es la de que tanto el derecho estatal como el
derecho internacional son un orden coactivo. El problema, para este autor, es que
el derecho internacional es un sistema jurídico primitivo porque estás descentra-
lizado. Esta es la razón de que su objetivo sea la creación de órganos jurispruden-
ciales internacionales. La creación de un estado federal mundial es, según Kelsen,
24
Ídem, p. 36.
25
Ídem, p. 47.
26
Para algunos autores, entre ellos Massimo La Torre y Cristina García, significa la recuperación de una
tesis moral, más allá de la teoría pura del derecho.
143
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
el resultado de una «evolución larga y lenta que iguale las diferencias culturales
entre las naciones del mundo, sobre todo, si esa evolución es fomentada por una
labor política y educacional»27.
En 1955 y en los «Fundamentos de la democracia» reitera, en el apartado sobre
Democracia y Paz, el paralelismo entre la política interior y la exterior. Dice que
la política democrática tiene un ideal pacifista, y la autocrática imperialista. Aunque,
en las democracias también existen guerras de conquista, pero es necesaria una
mayor justificación porque sus resistencias internas son mayores. Para ello es pre-
ciso presentarlo como guerra defensiva contra un gobierno que no ama la paz.
Afirma el profesor austriaco que cabría la posibilidad, también, de declararla como
una opción real de «pacificación definitiva del mundo, o de una parte de él, para
lo que se propugna una organización internacional que presenta todos los rasgos carac-
terísticos de una democracia —una comunidad de estados con iguales derechos
sometida a un tipo de gobierno compuesto por representantes elegidos y a un tri-
bunal mundial, competente para dirimir los conflictos internacionales. Este sería
el primer paso para la construcción de un estado mundial»28, retomando nueva-
mente sus tesis anteriores.
La construcción de Kelsen se asienta sobre los presupuestos filosóficos neo-
kantianos. Danilo Zolo afirma que ya en 1920 Kelsen trata la unidad jerárquica
normativa del derecho interno e internacional desde un punto de partida, meto-
dológica y filosóficamente, del universalismo racionalista de Kant. Afirma este autor
que el carácter unitario del universo jurídico es para Kelsen «una hipótesis episte-
mológica», una opción generalísima a favor de la objetividad del conocimiento
que, presupone, una «razón universal objetiva», así como una «concepción obje-
tivista del mundo», homologando subjetividad individual con subjetividad estatal,
subordinando de esta manera el individualismo de los individuos al de los estados,
a la objetividad del ordenamiento29. Es, pues, a nuestro juicio una consideración
moral el sostener el monismo unitario jerárquico y, por ello, la superioridad del
derecho internacional sobre el estatal. Cristina García Pascual, afirma que Kelsen
reformulará y modificará a lo largo de sus escritos esta posición moral que retor-
na a elementos nucleares del a filosofía de Vitoria y Kant sobre el orden cosmo-
27
KELSEN, H.: La paz por medio… o. c., p. 46.
28
KELSEN, H.: Escritos sobre la democracia… o. c., p. 250.
29
ZOLO, D.: «El globalismo judicial de Hans Kelsen», en Los señores de la paz. Madrid, Dyckinson, 2005.
Artículo leído en http://www.juragentium.unifi.it
144
ACERCA DEL PACIFISMO JURÍDICO EN EL TIEMPO DE LAS GLOBALIZACIONES
30
GARCÍA PASCUAL, C.: «Orden jurídico cosmopolita y estado mundial en Hans Kelsen», Cuadernos elec-
trónicos de Filosofía del Derecho, 2 (1999), p. 6 (http://www.uv.es/CEFD/2/
31
ZOLO, D.: «Una crítica realista del globalismo jurídico desde Kant a Kelsen y Habermas». Trad. Pedro
Mercado. Anales de la Cátedra Francisco Suárez, 36 (2002), pp. 197-218 (aquí 198). Los ensayos de Danilo
Zolo contienen rigurosas críticas al globalismo jurídico, destacando entre todas ellas por lo que respecta a
este tema I signore della pace. Una critica del globalismo giuridico. Roma, Carocci editores, 2001. Sobre una crí-
tica a la «guerra humanitaria»: Chi dice umanità Guerra, diritto e ordine global. Torino, Einaudi, 2000.
32
TREVES, R.: «Discorso inaugorale», en Kelsen e il problema della sovranità. Napoli, ed. Scientifiche
Italiane, 1984, p. 20.
145
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
33
ZOLO, D.: «Una crítica realista…», o. c., p. 198. Vide del mismo autor Cosmópolis. Polity Press,
Cambridge 1997. Hay trad. castellana de Rafael Grasa y Francesc Serra. Cosmópolis. Perspectivas y riesgos de
un gobierno mundial, Barcelona, Paidós, 2000.
34
Ver Crítica de Danilo Zolo sobre la inoperancia del Tribunal Penal Internacional. «Universalismo y
“pluriversalismo” ante el nuevo orden mundial» Entrevista realizada por Pablo Ródenas. Trad. Pilar Allegue,
Revista Internacional de Filosofía Política, 27 (2006).
35
Zolo, D. «Una crítica realista…», o.c., p. 200.
36
Bobbio en el texto de Zolo I signore della pace, Roma, Carocci, o. c., p. 98
37
Bobbio, N.: Il Futuro della Democrazia. Torino, Einaudi, 1984 (1.ª ed.), 1991 (2.ª ed. ). Citamos por
la 2ª ed., p. XI.
146
ACERCA DEL PACIFISMO JURÍDICO EN EL TIEMPO DE LAS GLOBALIZACIONES
38
Bobbio, N.: «Epílogo para españoles», en La Figura y el pensamiento de Norberto Bobbio. Ed. de Ángel
Llamas, Madrid, U. Carlos III, BOE., p. 316. Vide en el mismo texto el excelente trabajo de Alfonso Ruiz Miguel,
elogiado por el propio Bobbio, «Bobbio: las paradojas de un pensamiento en tensión», en La figura… o. c., pp. 53-
75. También de Alfonso Ruiz Miguel: «Norberto Bobbio. Un siglo XX europeo», Claves de Razón Práctica, 141
(abril 2004), pp. 44-53. Sobre paradojas vid. asimismo BOSETTI, G.: «Introduzione. Un collezionista di ossimori»,
en Bobbio ad uso di amici e nemici. Y Libri di Reset. Venecia, Marsilio, 2003 (1.ª ed.), 2004 (2.ª ed.), pp. 7-13.
39
Bobbio, N.: «Paz y guerra», en Teoría general de la Política. Ed. de Michelangelo Bovero; trad.
Antonio de Cabo y Gerardo Pisarello et alii. Madrid, Trotta, 2003, p. 559.
40
Ferrajoli, L.: «Guerra, legitimidad y legalidad», en Razones jurídicas del pacifismo. Ed. G. Pissarello,
Madrid, Trotta, 2004, pp. 28-29.
41
Bovero, M.: «Bobbio, una filosofía per un futuro de Pace», La Stampa, 9 (luglio, 1990). Comentario
realizado a propósito de la presentación de Il terzo assente…
42
Bobbio, N.: Il problema della guerra e le vie della pace. Milano, Il Mulino, 1979. Trad. castellana
Jorge Binaghi. El problema de la guerra y las vías de la paz. 2.ª ed. Barcelona-Gedisa, 1992.
43
Bonanate, L.: «Un laberinto in forma di cerchi concetrici, Ovvero: Guerra e pace nel pensiero di
Norberto Bobbio», en Per una teoria generale della política. Scritti dedicati a N. Bobbio a cura di Luigi
Bonanate e M. Bovero. Florencia. Passigli, 1986, p. 15.
44
Zolo, D.: «Il Pacifismo cosmopolita di N. Bobbio», en I signore…, o. c, pp. 80-81.
147
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
45
Bobbio, N.: Il terzo assente: Saggi sulla pace e sulla guerra. Turín, Sonda, 1989.
46
Bobbio, N.: «Paz y guerra», o. c., pp. 578-582.
47
Bobbio, N.: Norberto Bobbio, una guerra giusta? Sul conflicto del Golfo. Venezia, Marsilio, 1991.
48
Bobbio, N.: «Il mio dubbio: guerra giusta, ma inevitabile?», L´Unità, (9 de marzo de 1991).
49
Bobbio, N.: Norberto Bobbio…, o. c., p. 11.
148
ACERCA DEL PACIFISMO JURÍDICO EN EL TIEMPO DE LAS GLOBALIZACIONES
d la guerra en Serbia en una carta abierta que comienza así, «Caro Bobbio: non
siamo d´accordo»50, oponiéndose a sus declaraciones realizadas en una entrevista a
G. Bosetti51. La razón de su oposición es que el «pacifismo jurídico» de Bobbio
reconoce en el centro de su propuesta una autoridad jurídica superior —un tercero
super partes imparcial— y dice que su ausencia generará desorden y violencia.
Curiosamente, en esta guerra ese lugar ha sido usurpado por los EEUU como una
potencia que encarna el «derecho absoluto» y la «justificación ética» de la guerra,
pues bien, a pesar de ello Bobbio así lo ha admitido y defendido, en su defensa
podríamos decir que el profesor es un «superviviente» de las dos guerras mundia-
les y admira el papel de los EEUU en ellas, sobre todo en Italia.
El pacifismo jurídico postulado por Bobbio sigue las tesis de Kant y Kelsen, y
es deudor del contractualismo hobbesiano en el proyecto que obliga para alcanzar
la paz a construir un pacto entre Estados. Un pacto democrático, dirá el profesor
de Turín, que debe ser capaz de garantizar los derechos del hombre más allá de
los Estados, exigiendo una autoridad jurídica internacional y un derecho interna-
cional capaz de justificar, por ejemplo, las guerras de Irak o los Balcanes como
«guerras justas», justas no por «santas» sino, en este caso, por el «uso legítimo de la
fuerza»52.Bobbio frente a una pregunta de D. Zolo acerca de la tesis de la «guerra
justa « como guerra legítima jurídica y moralmente, responderá que se debe dis-
tinguir entre «violencia primera» y» violencia segunda».Quien usa la fuerza pri-
mero es le prepotente y quien la usa de segundo es el débil el que está obligado a
defenderse: las dos posiciones, dice nuestro profesor, no pueden ser puestas jurí-
dica y moralmente en el mismo plano…». El problema está en determinar quien
es el agresor y quien la víctima…»53
Luigi Ferrajoli nos recordará cuatro implicaciones en el magisterio de Bobbio
que lo situarán como un gran teórico: democracia y derecho, derecho y razón,
razón y paz y paz y derechos humanos54. El profesor de Turín, como filósofo del
derecho y de la política, ha vinculado democracia y paz, una paz internacional,
cosmopolita, una paz que implica el derecho y los derechos como única posibili-
50
Ferrajoli, L. y Zolo, D.: «Caro Bobbio: non siamo d´accordo», L´Unità, (27 de abril de 1991).
51
Bossetti, G.: Entrevista a Norberto Bobbio. «Il mio dubbio: guerra giusta, ma inevitabile?» L´Unità,
(9 de marzo de 1991).
52
Zolo, D.: «Il pacifismo cosmopolita de Norberto Bobbio», en I signori…, o. c., p. 77.
53
Bobbio en el libro de Zolo, D.: I signore…, o. c., p.102
54
Ferrajoli, L.: «Diritto e comportamenti», en Bobbio ad uso di amici e nemici. I libri di Reset. Venezia,
Marsilio, pp. 179-183, aquí p. 179.
149
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
55
Entrevista a N. Bobbio realizada por D. Zolo. «Teoria del diritto e ordine globale. Un diálogo con
Norberto Bobbio», en I signori…, o. c., p. 98.
56
Ibíd.
57
Ferrajoli, L.: «El derecho como sistema de garantías», en Jueces para la Democracia. Información y
Debate, 1992, pp. 16-17. Reeditado en Derechos de garantías. La ley del más débil. Trad. y prólogo Perfecto
Andrés, A. Greppi. Madrid, Trota, 1999, p. 22.
58
Ídem p. 31. Esta expresión es muy utilizada por Luigi Ferrajoli para reconocer la tesis de Ronald
Dworkin sobre los derechos en serio.
59
Ibíd.
60
Ferrajoli, L. y S. Senese: «Quattro proposte per la pace», Democrazia e Diritto, 1 (1992), pp. 243-
257. Recogido en «El derecho como sistema de garantías», o.c., p. 31.
150
ACERCA DEL PACIFISMO JURÍDICO EN EL TIEMPO DE LAS GLOBALIZACIONES
Los derechos fundamentales son límites y vínculos (sustanciales) del poder polí-
tico al transformarse en Derecho por su integración en las constituciones rígidas,
y su constitucionalidad es la garantía que obliga así a contemplar la «racionalidad
formal», pero también la «racionalidad material» weberiana. De forma análoga a lo
que sucede con las constituciones estatales, el derecho internacional debe ser por
un lado clave de interpretación y fuente de crítica y deslegitimación del existen-
te61; por otro lado, debe proyectar formas institucionales, garantías jurídicas y estra-
tegias políticas para poder realizar estos derechos, de tal manera que de la misma
forma que el modelo garantista estatal desde la transformación de la validez jurí-
dica en formal y sustancial afecta a la dimensión sustancial de la democracia al
refundarse sobre la igualdad, una igualdad en droits, este modelo constitucional
mundial de derecho, dada la situación de precariedad internacional en que vivimos,
es una necesidad. Es una necesidad urgente el que un nuevo derecho internacio-
nal protagonice la integración mundial presidida por el derecho como negación
de la guerra62. Para Ferrajoli la Carta de la ONU suscribe un pactum subiectionis
y no, simplemente, de associationis, que prohíbe la guerra y transforma las rela-
ciones internacionales desde un sistema de pactos y de relaciones bilaterales entre
estados —recordemos a Kant en La paz perpetua— en un verdadero ordenamiento
jurídico súper estatal —recordemos la tesis de Kelsen— , superando una libertad sal-
vaje propia del estado de naturaleza hobbesiano, que se proyecta en el uso de la gue-
rra entre los estados nacionales63. La guerra, afirma Ferrajoli, es la negación del
derecho y de los derechos. Es una irracional incongruencia, sostiene el profesor, la
calificación de la guerra como «inevitable» garantía de los derechos fundamenta-
les. Es una antinomia porque el derecho es garantía, pero garantía de los derechos,
comenzando por el derecho a la vida, y la guerra es destrucción64.
Desde esta tesis el conflicto de los Balcanes ha supuesto, para Ferrajoli, el aban-
dono del derecho como fundamento del orden mundial. La intervención de la
OTAN, en lugar de la ONU, como garante del orden mundial, vuelve a legitimar
la guerra como medio de solución de los conflictos, violando la propia Carta de la
61
Desasosiego y escándalo, denuncia Ferrajoli, causan la formulación utilizada insistentemente por un juris-
ta prestigioso, Gunter Jakobs, de «Derecho Penal del enemigo» como legitimación política del «terrorismo penal».
Vide «El Derecho Penal del enemigo», en Jueces para la democracia. Información y Debate, 57 (noviembre
2006), pp. 3-10.
62
Ferrajoli, L.: La sovranità nel mondo moderno. Nascitá e crisi dello Stato nazionale. Milano, Anábasi,
1995, pp. 45-46.
63
Ferrajoli, L.: «Guerra “ètica” e diritto», Ragion Pratica, 7 (1999) 13, pp. 117-128.
64
Ibíd.
151
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
65
Pisarello, G.: «El pacifismo militante de Luigi Ferrajoli», en Razones jurídicas…, o. c.
66
Ferrajoli los define como «fundamentales» teóricamente y de forma estipulativa: son derechos subje-
tivos que las normas de un determinado ordenamiento jurídico atribuyen universalmente a todos en tanto per-
sonas, ciudadanos y/o personas capaces de obrar. En Los fundamentos de los derechos fundamentales, ed. de
A. de Cabo y G. Pisarello. Madrid, Trotta, 2001, pp. 291 y 315.
67
Ferrajoli, L.: Razones jurídicas…, o. c., pp. 27-49.
68
Ferrajoli, L.: «Per una sfera pubblica del mondo», Teoria política, XVII, 3 (2001), pp. 3-21. Reeditado
en Razones jurídicas…, o. c., pp. 81-150. Vide esta tesis en relación a la ley de partidos 6/2002 del 27 de junio
en Allegue, P.: «¿Cidadanía común, diferenciada ou cosmopolita? Retos da cidadanía nun mundo globalizado»,
Anuario de la Facultad de Derecho de Ourense, Universidade de Vigo, 2001, pp. 13-29.
69
Habermas, J.: L´inclusione dell´altro. Studi di teoria política. Milano, Feltrinelli, 1998, p. 139.
70
Bonanate, L.: «2001: la política interna del mondo», Teoria Política, 1 (2001), pp. 3 y 55.
152
ACERCA DEL PACIFISMO JURÍDICO EN EL TIEMPO DE LAS GLOBALIZACIONES
rior y política internacional, tesis que será asumida por Luigi Ferrajoli para ejem-
plificar el 11-S en su alternativa al vacío de poder público jurídico existente y a la
incorrección de las decisiones adoptadas. Nuestro autor refunda esta tesis en Por
una esfera pública del mundo, por una esfera pública global. La corrección de su análisis
acerca de la confusión entre derecho penal y guerra viene nuevamente ilustrada y
protagonizada por la fórmula antijurídica actualmente propuesta de «derecho penal
del enemigo», que consagra la disolución del derecho sustituyendo el binomio cul-
pable-inocente por el schmittiano amigo/enemigo y ocupando la guerra el centro
de la política y del derecho, destruyendo la asimetría derecho-guerra71.
Esta defensa sin excepción del derecho como paz y antinomia de la guerra lo
sitúa a Luigi Ferrajoli lejos de Kant, de Kelsen, de Bobbio —su maestro— , pues
como hemos visto este último llega a justificar la intervención del Golfo. Incluso
Habermas defenderá la «guerra humanitaria» de los Balcanes y lejos, muy lejos
está Ferrajoli también de M. Walzer que propugna la tesis de la «guerra justa»72 y
firma la llamada «Carta de América» a favor de la defensa de los «principios uni-
versales» y la estipulación de la «guerra justa» como sanción contra los terroristas,
islámicos en este caso, del 11-S73. Frente a estas justificaciones está la propuesta de
Ferrajoli, Zolo y Gallo, recogida en una Iniciativa Legislativa Popular de regular
el uso de la fuerza acorde a los Pactos de 1966 y al artículo 51 de la Carta de las
Naciones Unidas74.
Más allá del marco ilustrado es sugerente e importante la refundación de las tesis
jurídicas de Vitoria propuesta por el profesor Ferrajoli. Resituando el ius communicationis,
superando su asimetría y su dimensión utópica y, sobre todo, asegurando las efecti-
vas garantías del derecho positivo. De las propuestas del Francisco de Vitoria, dice Ferrajoli,
debemos retomar primero la tesis del «totus orbis», es decir, asumir la humanidad como
referencia centralizadora del derecho, superando a los viejos estados. Esta reasunción
puede plasmarse en dos de sus propuestas y transformar hoy en derechos de perso-
na los dos únicos derechos que han quedado reservados a los ciudadanos: el dere-
71
Ferrajoli, L.: «El derecho penal del enemigo», o. c., pp. 4-5.
72
Walzer, M.: Sulla guerra. Roma-Bari, Laterza, 2004. Ext. trad. castellana.
73
Muy interesante es el artículo de Fernando Quesada a propósito de la Carta de América como refun-
dación del mito constituyente americano, como «mito dinástico» de este pueblo en Quesada, F., Carta de
América, Revista Internacional de Filosofía Política, 31 (junio de 2003), pp. 258-267. Del mismo autor «11
de septiembre. El constituyente», en Ruitort, B. (ed.): Conflictos bélicos y nuevo orden mundial. Barcelona,
Icaria, 2003.
74
Ferrajoli, L., Zolo, D. y Galli, D. «Proposta di legge d´iniciativa popolare…», Emergency, 25 (2002).
Ver también Pisarello en Razones jurídicas…, o. c., p. 16.
153
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
75
Ferrajoli, L.: «De los derechos del ciudadano a los derechos de la persona», en Zolo, D.: La cittadinanza.
Appartenenza, identitá, diritti. Roma-Bari, Laterza, 1994, pp263-282. Otra versión en Teoria Política, 9, 3
(1993), pp. 63-76. Reed. en español en Derechos y garantías…, o. c., pp. 97-124, aquí p. 117.
76
Ferrajoli, L.: La sovranità…, o. c., pp. 50-56.
77
Ferrajoli, L.: Los fundamentos…, o.c., pp. 314-316.
78
Ferrajoli, L.: En Razones jurídicas…, o. c., pp. 147-150.
79
Ibíd.
154
ACERCA DEL PACIFISMO JURÍDICO EN EL TIEMPO DE LAS GLOBALIZACIONES
5. UNA CONTRAPROPUESTA82
80
Carbonel, M.: «Comentario bibliográfico», en Ferrajoli, L: Razones jurídicas del pacifismo. Suplemento
Derecho Penal. El Dial.com. Biblioteca jurídica argentina online. www.eldial.com, pp. 3 de 4.
81
Ferrajoli, L.: Razones jurídicas…, o. c., ibídem.
82
En este trabajo no podemos, por la limitación de espacio impuesta, tratar con la extensión y deteni-
miento que se merecen las tesis de Danilo Zolo, por lo que se hará una semblanza breve de sus posiciones.
83
Zolo, D. Cosmópolis, o. c., pp. 177-219. Vide I signore…, o. c., pp. 133 y ss.
84
Zolo, D. I signore…, o. c.. Ibídem.
155
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
primer lugar, una concepción racionalista y normativista del derecho que care-
ce de garantías en la práctica; en segundo lugar, el prejuicio etnocéntrico que
intenta unificar el mundo a través del derecho y es indiferente a las tradiciones
culturales, políticas y jurídicas del mundo no occidental85.
Rechaza, Zolo, tanto la premisa filosófica kantiana de la unidad moral del géne-
ro humano como la articulación kelseniana de la unidad y objetividad del ordenamiento
jurídico y primacía del derecho internacional. En el plano normativo, el univer-
salismo de Kant exige una globalización del derecho, y en el ámbito de la políti-
ca internacional significará el reforzamiento y extensión de las instituciones inter-
nacionales como la ONU. Se realiza, como consecuencia, una analogía entre la
centralización jurídica de los Estados nacionales y la que debe darse en una auto-
ridad supranacional para que el mundo sea pacífico, y análogamente se relacionan
también «sociedad civil» y «sociedad mundial»86.
Desde su perspectiva realista cuestiona ambas premisas del iusglobalismo:
La visión idealizada de la justicia internacional, producto de su concepción
racionalista y normativista del derecho, que subestima las relaciones complejas entre
derecho y procesos culturales y económicos, y atribuye un poder excesivo a la jus-
ticia supranacional, tan alejada de los contextos culturales y económicos de los
sujetos juzgados.
El prejuicio etnocéntrico, representado sobre todo en la doctrina de los Derechos
Humanos «universales» para Occidente87
Su propuesta, aun admitiendo el triunfo del pacifismo jurídico global, comien-
za con recomendaciones que aconsejan «prudencia ante la realización efectiva del
proyecto cosmopolita y el posible desmantelamiento del sistema westfaliano de
estados soberanos», y obliga a tener en cuenta el desarrollo desigual favorecido por
la globalización económica. Denuncia otro factor de no menor importancia en el
proyecto cosmopolita, el terrorismo internacional, que es respuesta a la concentración
de intereses del poder internacional de las grandes potencias88. Sin embargo, para
Zolo, a pesar de las aspiraciones cosmopolitas del iusglobalismo, éste se halla ancla-
do en la vieja Europa y en el iusnaturalismo clásico-cristiano idealista que pro-
85
Zolo, D. «Una crítica realista del globalismo jurídico…», o. c., p. 197.
86
Ídem, pp. 198-199.
87
Ídem, pp. 200-201.
88
Ídem, p. 216.
156
ACERCA DEL PACIFISMO JURÍDICO EN EL TIEMPO DE LAS GLOBALIZACIONES
89
Ídem, pp. 217-218.
90
Zolo, D.: «Una crítica realista del globalismo jurídico desde Kant e Kelsen y Habermas», Anales de la
Cátedra Francisco Suárez, 36 (2002), p. 217.
91
Ibíd.
157
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
92
Zolo, D.: «Una crítica realista…», o. c., p. 218.
93
Zolo, D.: Chi dice umanità. Guerra, diritto e ordine globale. Torino: Inaudi, 2000., p. 222-223.
94
Ídem, p. 82.
95
Zolo, D: I signore…, o. c., p. 136-147.
158
ACERCA DEL PACIFISMO JURÍDICO EN EL TIEMPO DE LAS GLOBALIZACIONES
5. CONCLUSIÓN
96
««Universalismo» y «pluriversalismo» ante el nuevo orden mundial». Entrevista realizada por Pablo
Ródenas a Danilo Zolo…, o. c, 27 (julio, 2006), pp. 187-203.
159
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
160
ACERCA DEL PACIFISMO JURÍDICO EN EL TIEMPO DE LAS GLOBALIZACIONES
97
KELSEN, H.: La paz por medio…o. c,. p.36.
98
Ídem, pp. 63 y ss.
161
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
ción republicana que debe cumplir con las condiciones definitivas para instaurar la
paz.
Los presupuestos metodológicos y epistemológicos de ambos autores difieren,
mas su finalidad es la misma: conquistar la paz.
La posición de Norberto Bobbio a lo largo de su vida, larga, agónica. com-
prometida siempre es la de un filósofo que se cuestiona permanentemente sobre los
acontecimientoas que su tiempo y sociedad viven De tal manera que ha tenido
diferentes posiciones frente al problema de la paz y la guerra, aunque sustantiva-
mente siempre ha defendido la paz a través de la instauración de instituciones,
sobre todo de un «super partes». Un tercero que mediante un Derecho interna-
cional controle, regule y limite la fuerza. Democracia y paz conforman un dualis-
mo inseparable en el profesor de Turín. El sometimiento de todos los poderes a la
ley, como principio de los estados de Derecho, debe continuar siendo un princi-
pio para el mantenimiento de la paz, Únicamente admite, Bobbio, la guerra en
caso de necesidad, solo es posible una guerra defensiva
La propuesta de Luigi Ferrajoli parte de la total oposición entre el Derecho y
la guerra. Nos advierte Pisarello99 que en un panorama tan incierto como el actual
las tesis del profesor Ferrajoli pueden leerse en una doble perspectiva. Por un lado,
como una denuncia permanente de la debacle desde el punto de vista jurídico,
político, y moral de la vulneración de la legalidad desde los mas fuertes.Por otro,
el intento de que la cultura jurídica, y los derechos como sus instrumentos, esté al
servicio de una auténtica alternativa civilizatoria para defensa de los más débiles.
Entiende Ferrajoli la globalización como un espacio vacio de Derecho públi-
co y así, tanto la Carta de la ONU como la Declaración Universal de 1948 pue-
den considerarse una «embrionaria Constitución del mundo», pero carente de
garantías.El retorno dela guerra como medio de resolución de los conflictos es una
prueba de su fracaso.
Es necesario repensar el orden mundial.Para ello sostiene que es necesario: Una
primera custión que comprendería:1º Un desarme generalizado con la prohibi-
ción de producir, vender y poseer armas. 2º Instituir la fuerza de una policia inter-
nacional. 3º Hacer operativas las competencias del Tribunal Penal Internacional
en el delito de «guerra de agresión».
99
PISARELLO, G: «El pacifismo…» o. c., pp. 23, 24.
162
ACERCA DEL PACIFISMO JURÍDICO EN EL TIEMPO DE LAS GLOBALIZACIONES
163
EL PAPEL DE LOS NUEVOS MOVIMIENTOS SOCIALES
AUGE Y CRISIS DE LOS «NUEVOS MOVIMIENTOS SOCIALES» (1968-2010).
DE LA CRÍTICA DE LA MODERNIDAD CAPITALISTA Y AUTORITARIA A
LA PERPLEJIDAD FRENTE A LA CRISIS SISTÉMICA
Jaime Pastor
UNED
La evolución seguida por los que generalmente se conoce como «nuevos movi-
mientos sociales» durante los cuatro pasados decenios ha transcurrido a lo largo de
sucesivas etapas caracterizadas por claras discontinuidades entre sí. Desde la expe-
riencia fundacional de 1968 hasta la irrupción de la crisis sistémica en 2008, cabría
distinguir una primera fase de ascenso y una segunda de relativa crisis y reflujo,
seguidas luego por un nuevo ciclo de confluencia de luchas en torno a un «movi-
miento de movimientos antiglobalización», que conoce a su vez una fase ascen-
dente y posteriormente otra de reflujo. Esa última etapa, en la que todavía estamos,
se produce justamente cuando estalla la crisis económica y financiera más grave en
la historia del capitalismo, la cual ha venido a sumarse con toda su profundidad a
la crisis global y multidimensional que ya se estaba manifestando desde hace tiem-
po, especialmente en el plano ecológico y energético: se trata, en realidad, de una
crisis civilizatoria cuyas salidas son todavía inciertas pero en las que sin duda inci-
dirá la acción colectiva de los movimientos sociales que aquí analizamos.
Aspiramos en este trabajo a ofrecer una interpretación de todo este proceso
que preste también especial atención al papel que han jugado esos movimientos
en la necesidad de ir más allá de lo que Fernando Quesada ha definido como el
segundo imaginario político-democrático, creado en la historia de Occidente, esto
es, «el proveniente de las revoluciones americana y francesa con La declaración de
los Derechos del hombre y del ciudadano» (2006: 223).
No creo que haga falta insistir mucho en la relevancia que tiene, más allá de su
mitificación, el año 1968 como el marco temporal en el que se produce un
«Acontecimiento» que constituye un punto de inflexión en la historia de los movi-
mientos sociales y de la protesta colectiva del siglo XX. Es entonces cuando la
167
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
La nueva subjetividad rebelde forjada por el 68 tiende, además, a superar las pro-
pias limitaciones de ese «Acontecimiento» mediante el posterior desarrollo de una
crítica a los principales pilares de la Modernidad, tanto en el Oeste como en el Este:
el industrialismo, el patriarcado, el militarismo y el autoritarismo bajo sus distintas
formas se convierten en blancos de ataque de unos movimientos que irían desve-
lando diferentes líneas de fractura o divisorias que hasta entonces habían estado en segun-
do plano. Por esa vía van cuestionando tanto la visión liberal o burocrática de la
política como su reflejo institucional mediante un sistema de partidos —o de parti-
do único— que se sustenta en un «consenso» elitista y neocorporativista, a la vez
que se basa en unas relaciones asimétricas con los pueblos del Sur, en un contexto de
expansión económica que justamente a finales de los 60 empieza a tocar techo.
168
AUGE Y CRISIS DE LOS «NUEVOS MOVIMIENTOS SOCIALES» (1968-2010)...
169
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
II
170
AUGE Y CRISIS DE LOS «NUEVOS MOVIMIENTOS SOCIALES» (1968-2010)...
III
171
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
tas con el fin de reflejar la voluntad de alcanzar una justicia global y multidimen-
sional que logre acabar con las distintas formas de dominación y despotismo en el
planeta.
Pero para que ese «nuevo constitucionalismo» llegara a crear un nuevo «senti-
do común» contrahegemónico ha sido necesario todo un ciclo prolongado de
movilizaciones que ha podido conducir a coyunturas de «empate estratégico» con
los bloques dominantes, como en Bolivia (García Linera, 2010), dando paso así a
procesos de transición o de ruptura al menos parcial en el plano socio-político y
a experimentar, con ensayos y errores pero también con avances notables, nuevas
formas de democracia.
Por tanto, la principal lección que cabe extraer de esas experiencias es que sólo
desde la reconstrucción de bloques sociales, políticos y culturales contrahegemó-
nicos será posible emprender un proceso de «redemocratización» de nuestras socie-
dades. Han de ser los movimientos que forman parte de esos bloques plurales los
que prefiguren ya la «otra democracia» mediante la puesta en pie de prácticas deli-
berativas, participativas, representativas y decisorias que primen la horizontalidad
frente a la verticalidad, así como toda una serie de medidas de control sobre los
cargos electos que impidan la profesionalización de la política y del poder, siguien-
do la vieja máxima, resucitada por el zapatismo de «mandar obedeciendo».
172
AUGE Y CRISIS DE LOS «NUEVOS MOVIMIENTOS SOCIALES» (1968-2010)...
Esa estrategia se tiene que ver facilitada por la lucha por una pluralidad infor-
mativa y mediática que permita ir conquistando espacios de contrainformación y
de discursos —y argumentos— alternativos frente a los de los grandes poderes eco-
nómicos y mediáticos transnacionales, con el fin de ir cambiando la agenda públi-
ca, mediática y política e introducir en ella las cuestiones centrales que afectan a la
mayoría de la población. Se trata de un campo de lucha tradicionalmente subesti-
mado por los movimientos sociales que, sin embargo, adquiere una creciente rele-
vancia y no puede abordarse sólo con el uso del espacio virtual de Internet (aun-
que sin duda, es un instrumento útil para facilitar la información en tiempo real y
exigir transparencia y rendición de cuentas de los/las representantes a todos los
niveles y luchar contra la corrupción), dada la persistencia de una «brecha digital»
desfavorable para los y las de abajo en la mayor parte del mundo: debería trasladarse
también a los medios de comunicación pública, incluida la televisión, y a su demo-
cratización al servicio de la ciudadanía, garantizándose espacios para las organiza-
ciones sociales y populares.
173
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
IV
174
AUGE Y CRISIS DE LOS «NUEVOS MOVIMIENTOS SOCIALES» (1968-2010)...
sociales (por ejemplo, el reparto de la riqueza, los trabajos —incluidos los de cui-
dado— y los tiempos) y con la construcción en el ámbito local y territorial de
espacios de contrapoder y de economía social alternativa; una forma distinta, en fin,
de aplicar lo «glocal», o sea, de una nueva relación entre lo global y las experien-
cias locales (a su vez, interrelacionadas a través de las redes del nuevo activismo
transnacional) que permita resistir y, a la vez, volver a hacer creíble y viable un
horizonte utópico emancipador, justamente cuando se produce el definitivo final
de la «globalización feliz» pero también cuando aumentan los riesgos de localis-
mos xenófobos y de «guerras entre pobres».
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
175
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
176
LA CONVERSACIÓN FILOSÓFICO-POLÍTICA: NUEVOS MOVIMIENTOS
SOCIALES Y FEMINISMO
INTRODUCCIÓN
177
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
políticos del feminismo; para, por último, esbozar apenas algunas consideraciones
sobre el movimiento feminista y la conversación filosófico-política.
1
Siempre me ha sorprendido este análisis del movimiento feminista como de un único tema. Las teóricas feministas
han, convenientemente, advertido sobre la asimilación acrítica de la metodología tradicional de las ciencias sociales y polí-
ticas, y de los peligros de considerar a las mujeres como otro grupo de interés.
178
LA CONVERSACIÓN FILOSÓFICO-POLÍTICA: NUEVOS MOVIMIENTOS SOCIALES Y FEMINISMO
179
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
2
Como indica Drude Dahlerup: «As in the nineteenth century, the discrimination that women felt within the New
Left in the late 1960s and early 1970s became one of the factors that triggered off the new movement. When fighting for
180
LA CONVERSACIÓN FILOSÓFICO-POLÍTICA: NUEVOS MOVIMIENTOS SOCIALES Y FEMINISMO
bajo de casa o mecanografiaban los panfletos o a quien tenía el poder en la cama2. Así
mismo, este movimiento feminista se interrogaba sobre la literatura más académica
centrada en los Estados, los intereses de grupo, los individuos racionales, pero que se
manifestaba incapaz de situar a las mujeres en ellos. Así pues:
«... “lo personal es político” derivó la mayor parte de su fuerza de los argumentos en la polí-
tica radical, porque fue en este contexto que las preocupaciones con la igualdad fueron
más consistentemente despreciadas como una diversión trivial. El feminismo de los 60 y
70 resultó una confrontación potencialmente devastadora tanto para las compresiones con-
vencionales como radicales de la política. No hubo antes ningún ingenuo primer momen-
to en el que alguien se parase a preguntar que estaba mal en la forma en que se concebía
la política» (1998: 3-4, trad. n.)
equality and justice and participatory democracy «in general’, women became tired of just making tea for the revolution,
sleeping with the leaders and typing their manuscripts» (1988:5).
3
Carmen Martínez Ten, Pilar González y Purificación Gutiérrez (eds.), 2009.
4
No sería entonces una peculiaridad propiamente de la izquierda española. No quisiera dejar pasar la oportunidad de
recoger aquí la llamada de atención que hacen las editoras del libro, en su introducción, sobre el hecho de que el movi-
miento feminista de los años 70 y de la Transición, a pesar de ser una de las transiciones más estudiadas, «no ha recibido
181
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
atención por parte de los historiadores y analistas de este período de la historia española. Los escasos trabajos que hay se deben
al esfuerzo, casi heroico, del feminismo académico o de las propias asociaciones de mujeres» (2009: 11). Véanse también
en este libro: Mónica Threlfall: «El papel transformador del movimiento de mujeres en la transición española»; Pamela
Beth Radcliff: «La historia oculta y las razones de una ausencia. La integración del feminismo en las historiografías de la tran-
sición». Y los textos de Amelia Valcárcel y Celia Amorós sobre los debates ideológicos y teóricos.
5
Nira Yuval-Davis ha incidido en que las mujeres «suelen quedar «ocultas» en las diversas teorizaciones de los fenó-
menos nacionalistas», y en que «La naturaleza «universalista» de la ciudadanía que emana de los discursos socialdemócratas
y liberales tradicionales es muy engañosa» (1996: 167), no se tiene en cuenta que «hay una característica que específica la
ciudadanía de las mujeres: su naturaleza dual. En efecto, por un lado las mujeres están siempre incluidas, al menos en cier-
ta medida, en el cuerpo general de ciudadanos del Estado y sus proyectos sociales, políticos y económicos; y por otro lado,
siempre hay, más o menos desarrollado, un cuerpo separado de legislación que se relaciona con ellas en su condición espe-
cífica de mujeres. Estas políticas pueden expresar diferentes construcciones ideológicas de género…» (p.169).
182
LA CONVERSACIÓN FILOSÓFICO-POLÍTICA: NUEVOS MOVIMIENTOS SOCIALES Y FEMINISMO
6
En este sentido se pregunta Dominique Fougyrollas-Schwebel: «¿Tan opacos son los análisis feministas a la lectura
de los sociólogos que éstos sólo encuentran motivos ideológicos para justificar el compromiso político de las mujeres?»
(Ibid., 725).
7
Baste mencionar aquí la relación entre Feminismo y Ecologismo, el ecofeminismo o la filosofía feminista medioam-
biental.
183
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
del movimiento feminista un debate sobre la teoría, ya que desde una versión
de la política radical se entiende que no es necesaria. No obstante, con este tras-
fondo y frente a posiciones a-teóricas, se desarrolla una línea de pensamiento
feminista en política que se va a caracterizar por un doble movimiento de críti-
ca y de recuperación. Una crítica feminista de la política, según Phillips, que
suscribe tres puntos básicos: 1) las definiciones existentes están saturadas con el
género; 2) esta saturación opera de forma que legitima la falta de poder político
de las mujeres; 3) en gran parte el proceso depende de una particular forma de
concebir la división privado-público. Esta visión crítica de la política, conveni-
mos una vez más, tiene serias y profundas implicaciones para la política norma-
tiva. El feminismo como crítica y recuperación de la política, avanzará en la teo-
ría o, de otra manera, conformará, con el impulso del movimiento feminista y
tras las aportaciones pioneras8, una crítica fecunda y creciente, especialmente en
los ochenta, asumiendo el reto de repensar y reconceptualizar la política, dando
lugar a una tradición teórica de especial relevancia e interés para la política nor-
mativa, para la filosofía política.
«Feminismo es política»: sentido y ubicación filosófico-políticos del feminis-
mo
«Cuando llega la noche, regreso a casa y entro en mi escritorio, y en el umbral me
quito la ropa cotidiana, llena de fango y de mugre, me visto paños reales y curiales, y apro-
piadamente revestido entro en las antiguas cortes de los antiguos hombres donde, recibi-
do por ellos amorosamente, me nutro de ese alimento que solo es el mío, y que yo nací
para él: donde no me avergüenzo de hablar con ellos y preguntarles por la razón de sus accio-
nes, y ellos por su humanidad me responden; y no siento por cuatro horas de tiempo
molestia alguna, olvido todo afán, no temo a la pobreza, no me asusta la muerte: todo me
transfiero a ellos…»
8
En concreto: Lorenne Clark and Lynda Lange (eds.): The Sexism of Social and Polítical Theory (1979); Susan Moller
Okin: Women in Western Polítical Thought (1979); Jean Bethke Elshtain: Public Man, Private Woman. (1981).
184
LA CONVERSACIÓN FILOSÓFICO-POLÍTICA: NUEVOS MOVIMIENTOS SOCIALES Y FEMINISMO
Destaca así que, en este campo, la política, debido a como se la define (poder
público, élites políticas, mantener posiciones influyentes en las instituciones del
gobierno), se ha hecho «peculiarmente intransigente a las transformaciones femi-
nistas» (1998: 2). En su libro de 1982, Vicky Randall afirmaba que, si bien en el
ámbito de la filosofía política parecía haber avances, en el caso de la ciencia polí-
tica se producían con mucha lentitud (1987:p. 319). En un artículo más reciente,
Johanne Kantola (2009) deja constancia de que, ante un proyecto de investigación
sobre la supervisión de tesis de doctorandas por hombres y en el que se mostraba
la «desaparición» de mujeres en el departamento de ciencia política de la Universidad
de Helsinki (Finlandia), una universidad que tiene una política de igualdad de
género, sin embargo, se ponía en cuestión su campo teórico, es decir, el feminis-
mo, al que muchos científico-políticos del departamento consideraban «como una
ideología», no como una aproximación a la ciencia y a la teoría política, con lo
que la recepción de su investigación sobre las mujeres en la ciencia política no
ofrecía dudas en lo que respectaba a los hallazgos estadísticos, pero se rechazaban
las teorías feministas empleadas para el análisis (2009: 204).
En la filosofía política, al menos la anglo-americana, parece que hubo una mejor
recepción. El movimiento feminista de los años setenta, decíamos, va a dar lugar
a nuevos desarrollos teóricos. Susan Moller Okin en su introducción a una de las
obras pioneras en el ámbito de la filosofía política: Women in Western Polítical
Thought (1979), sostiene que el movimiento feminista ha inspirado un considera-
ble número e importantes trabajos en áreas antes poco exploradas. Se refiere en
concreto a la historia, los estudios legales, antropología, sociología y crítica litera-
ria, no obstante, afirma, nadie «ha examinado sistemáticamente el tratamiento de
las mujeres en las obras clásicas de la filosofía política». Su libro busca, justo, sol-
9
Este término que juega con «main-stream» y «male-stream» polítical science fue acuñado por Mary O», Brian.(1981).
185
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
En el epílogo a la edición de 1992, indica que lo que pretendía era una «mejor
comprensión de porqué las mujeres están aún, a finales del siglo veinte, lejos de
ser iguales con los hombres. También deseaba contribuir intelectualmente al movi-
miento feminista que esperábamos cambiaría este estado de asuntos» (1992:310,
trad. n.). Ahora, pasados doce años, juzga poco alentador e irónico que, si bien se
produce un gran florecimiento de la teoría política feminista en los años ochenta,
este progreso no tiene correlato con que las mujeres hayan progresado igualmen-
te, incluso habría un «retroceso» en sus posiciones en la política pública, y advier-
te la «creciente impopularidad de la palabra «feminismo» (Ibid., 311). En parte lo
achaca al clima político reaccionario de los años ochenta, no a la teoría política
feminista, lo cual no es óbice para que no proponga una reflexión sobre que pue-
den hacer las teóricas políticas feministas para acometer la «urgente causa política»
de una mayor igualdad para las mujeres. En concreto, detecta una reluctancia por
parte de excelentes teóricas políticas feministas a explicar, a exponer explícita-
mente, las implicaciones políticas que se derivan de sus conclusiones teóricas. Y
lo que no es menos relevante, se pregunta por qué la interpretación feminista de
la teoría política aún está tan marginalizada, en comparación con el trabajo femi-
nista en muchos otros campos. No debemos pasar por alto en este Epílogo su
comentario de que a mediados de los años ochenta envió un artículo en el que
criticaba dos teorías contemporáneas de la justicia a una importante revista de filo-
sofía moral, que fue rechazado, haciéndole llegar el juicio del informante: «aunque
mi argumento mostraba que la teoría X no permitía la inclusión de las mujeres,
yo no había mostrado que esto tuviese algún efecto sobre «la teoría misma»» y,
puntualiza Okin, «es difícil imaginar que esto se diga de una teoría política que
fracase en incluir a los hombres. Sería obvio que, aunque parece que no lo es— seña-
186
LA CONVERSACIÓN FILOSÓFICO-POLÍTICA: NUEVOS MOVIMIENTOS SOCIALES Y FEMINISMO
lar que una teoría en su forma presente es incapaz de incluir a más de la mitad de
la humanidad es decir algo importante sobre «la teoría misma» (1992: 313). Bien
es cierto que, pese a todo, en el ámbito de la filosofía política anglo-americana,
tras las obras pioneras, desde los ochenta, la teoría feminista ha tenido valiosas apor-
taciones y nombres propios: Susan M. Okin, Alisson Jaggar, Carole Pateman, Seyla
Benhabib, Nancy Fraser, Iris M. Young, Anne Phillips, Martha C. Nussbaum, por
citar a algunas de las más conocidas, y un gran desarrollo en el ámbito de la filo-
sofía moral. No obstante, es preciso hacer algunas consideraciones al hilo del sen-
tido y ubicación filosófico-políticos del feminismo, de la conversación filosófico-
política.
En primer lugar, el movimiento feminista va a dar lugar a un desarrollo de la
teoría feminista en el ámbito de la teoría o filosofía política, uno de cuyos puntos
básicos consiste en, frente a la tradición, revisar la idea de que las mujeres no son
seres políticos y, en consecuencia, que mujeres y política sean mutuamente exclu-
yentes —de ahí la separación público-privado—, poniendo de manifiesto que lo
que se sigue de ello no es sólo que haya que incluir a las mujeres, o la demanda
de una mayor participación política, lo que se nos muestra son las limitaciones
conceptuales de la ciencia política y de la filosofía política, así como de la con-
cepción «convencional’ de la política. Dicho de otro modo, iniciaba este aparta-
do con una cita de Maquiavelo, cita sobre la que llamó mi atención Linda Zerilli
en «Machiavelli’s Sisters. Women and “the Conversation” of Polítical Theory» (1991),
y que me parece muy pertinente ahora. Zerilli parte de que, con frecuencia, se
dice que la teoría política es una conversación, un diálogo transhistórico que vin-
cula las voces del presente con las del pasado en un discurso respecto al significa-
do de la vida pública, y hace ver que, para Maquiavelo, entrar en la conversación
supone dejar de lado el fangoso y mugriento mundo de la vida cotidiana y bus-
car alivio, cariño e inmortalidad en el sueño de un lenguaje común. Para encon-
trar acomodo en esta conversación, continua, tiene que dejar temporalmente su
«casa», y apropiadamente vestido entrar en el mundo simbólico del estudio, donde
alimentado por la conversación de hombres puede olvidarse de «sus orígenes en
la casa, su deuda maternal, y darse a luz a sí mismo, a esa otra parte inmortal de él
mismo —el teórico político—» (1991:253, trad. n.). Mas, se pregunta: ¿qué pasa
si el teórico político es una mujer?,10 e insta a los teóricos políticos a considerar qué
10
Zerilli se refiere a la gran metáfora maquiaveliana de la conversación, citando a Sheldon Wollin y lo que éste ha
denominado el «diálogo perenne» de la teoría política, lo que se quiere poner de manifiesto es el respeto a los términos his-
tóricos del discurso (1991:254).
187
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
11
Agonística, indica, por la ambivalencia en la que tiene que moverse la aproximación feminista al canon de la teo-
ría política: de una parte, los autores canónicos han considerado a las mujeres como seres no políticos, apéndices del varón
ciudadano y, por otra, el propio canon occidental es constitutivo, de forma importante, de nuestro vocabulario político,
un valioso recurso para pensar políticamente, del que no podemos prescindir (2006:106).
188
LA CONVERSACIÓN FILOSÓFICO-POLÍTICA: NUEVOS MOVIMIENTOS SOCIALES Y FEMINISMO
189
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
según una lógica más o menos progresiva. Tampoco suscribe que cada teoría solo
sea inteligible y de relevancia para su propio contexto específico, desmarcándose
así de posiciones como la de Quentin Skinner para quien «el estudio del pensa-
miento político no puede ayudarnos a resolver los problemas contemporáneos, o
incluso a comprender el presente —excepto mostrándonos cuan totalmente dife-
rente es del pasado—» (1992: 336). Dadas las similaridades en las racionalizaciones
que se han hecho sobre las mujeres a lo largo de cientos de años, y aún se siguen
haciendo, Okin propone como una primera fase para volver a la política, «pensar
de nuevo el papel político de la teoría» (Ibid., 337). No es este un asunto menor.
Como indicábamos antes, abogaba por que las teóricas feministas extrajesen de
forma clara las implicaciones políticas de sus teorías. Esta es una importante y nece-
saria perspectiva. Di Stefano, por su parte, va más allá: los teóricos y filósofos polí-
ticos han debatido sobre el alcance y los objetivos de la teoría, sobre la «gran teo-
ría» o la «teoría totalizante», en términos de poder, en medio de las controversias
en torno a la teoría, dice, una cosa es clara: «la política de la teoría ha devenido
indisolublemente conectada con los debates concernientes a las teorías de la polí-
tica». La política de la teoría, puntualiza, no se refiere simplemente a las implica-
ciones políticas de una teoría particular en el mundo, mejor «presta atención a las
investiduras y a los efectos de poder de la teoría misma, a los inevitables privilegios
y exclusiones que asisten al establecimiento de posiciones teóricas y filosóficas»
(2000: 197). Es esta una cuestión de enorme importancia, dado que viene a inci-
dir en que lo que sea propiamente denominado «política» no puede ser estableci-
do pre-políticamente, algo que la teoría feminista sabe bien, y «lo personal es polí-
tico» también expresa, politizando lo que se entiende por político y política. O, desde
otro ángulo y con palabras de Celia Amorós, «conceptualizar es politizar» (Agra, M.ª
X.: 2010). Lo dejaré aquí, a sabiendas de que sería preciso un mayor desarrollo
teórico y de sus implicaciones.
190
LA CONVERSACIÓN FILOSÓFICO-POLÍTICA: NUEVOS MOVIMIENTOS SOCIALES Y FEMINISMO
12
Bien es cierto que parece que esto se va corrigiendo y en esta línea iría Kymlicka, no obstante tenemos que abun-
dar en la tesis de que el proceso va muy lento, basta echar un vistazo a los textos y manuales de filosofía política de estos
últimos años.
191
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
192
LA CONVERSACIÓN FILOSÓFICO-POLÍTICA: NUEVOS MOVIMIENTOS SOCIALES Y FEMINISMO
«la capacidad relativa del movimiento para transformar la cultura contrasta de mane-
ra aguda con su incapacidad relativa para transformar las instituciones… Y así, frecuente-
mente se aduce que el feminismo de la segunda ola ha provocado una gigantesca revolu-
ción cultural, pero el enorme cambio en las mentalités (todavía) no se ha traducido en un
cambio estructural e institucional»13.
13
Fraser, (2009: 88) citado por Quesada (2010: 214).
14
La argumentación crítica de Quesada se dirige al doble análisis del movimiento feminista de la segunda ola que
lleva a cabo Fraser, y, en concreto, a la narrativa basada en la obra de Boltanski y Chaipello sobre el «nuevo espíritu del
capitalismo.
193
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
15
Lo que sí nos encontramos son algunas afirmaciones como que la “condición femenina” puede que en cincuenta
años haya cambiado más que en los últimos 5.000». Apenas hace sino una alusión al feminismo de la diferencia y a los
«valores femeninos», pero si afirma que: «En esta encrucijada, paradójicamente, son las mujeres las que, sin pedirlo ni luchar por
ello, encarnan el porvenir, pues esos valores de la vida privada en los que ellas son tan duchas muestran actualmente una ten-
dencia a convertirse en universales. Al menos en Occidente, para la mayoría de los seres humanos ésos son los valores que
priman en su existencia y le dan un sentido. Desde esta perspectiva, las mujeres, que a imagen del proletariado de Marx
pasan por ser las antiguas«dominadas», en realidad constituyen la vanguardia de un movimiento general en el que, reco-
nozcámoslo, llevan mucha ventaja» (2008: 120, subr. N.).
Quiero llamar la atención sobre el título en español: Familia y amor. Un alegato a favor de la vida privada (Madrid:
Taurus, 2008), y el original: Familles, je vous aime. Politique et vie privée à l’âge de la mondialisation. XO Éditions, 2007.
16
Véase además de una reciente publicación con este título y en donde se ataca, citando sus textos, a las teóricas
feministas más relevantes, también a las de nuestro país.
17
Véase, a modo de ejemplo, «Feminismos» El País, 01/03/2010.
194
LA CONVERSACIÓN FILOSÓFICO-POLÍTICA: NUEVOS MOVIMIENTOS SOCIALES Y FEMINISMO
maciones, ante los retos a que nos enfrentamos en tiempos de crisis económicas y
de retrocesos en, entre otros, políticas sociales. Pero también es importante que, como
señalan Jaggar y Young, las teóricas y filósofas feministas «intervengan más regu-
lar y vigorosamente en la conversación filosófica más amplia» (1998: 6). Es decir,
de una u otra forma, la habitación propia no puede ser y estar sino en una «casa común»,
con todo lo que ello comporta.
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Oxford University Press, pp.: 106-124.
196
LAS DEMANDAS DE JUSTICIA EN EL MOVIMIENTO ECOLOGISTA
Joaquín Valdivielso
Universitat de les Illes Balears
197
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
Son muchas las maneras en que la justicia en su relación con el medio ambien-
te no humano es predicada. Un recorrido riguroso por esas variadas expresiones
discursivas daría, sin duda, una fenomenología heterogénea y compleja. No obs-
tante, como ya he planteado en otros trabajos1, una visión sintética con aspira-
ción de ser representativa podría tener cuatro matrices, cada una de ellas con una
forma específica de tratar la justicia para con su misma generación, la cadena de
generaciones, otras especies no humanas; además de un objeto o principio espe-
cífico de justicia, un valor que lo encarna, así como expresiones movimentistas
más o menos abanderadas: la concepción ambiental del movimiento de justicia
ambiental, la ecológica distributiva de la red de la huella ecológica, la ecológica
preventiva-paliativa del movimiento por la denuncia de los «desastres naturales
construidos socialmente», y la visión postantropocéntrica de la ecología profun-
da o el animalismo.
Hay una serie de rasgos que, a pesar la gran multiplicidad de casos reales his-
tóricos de este tipo de movimientos, coinciden en romper con una forma deter-
minada de comprender la justicia: la visión liberal-reformista por la que lo justo
es un balance entre, de un lado, las garantías de la retribución acorde al mérito
1
Valdivielso, J. (2007): «Las relaciones entre la justicia y el medio ambiente» en Velayos, C. y J. M.ª Gómez Heras
(eds.), Responsabilidad política y medio ambiente, Madrid, Biblioteca Nueva.
198
LAS DEMANDAS DE JUSTICIA EN EL MOVIMIENTO ECOLOGISTA
2
Jamieson, D. (1994): «Global Environmental Justice» en R. Attfield y A. Belsey, Philosophy and the Natural Environment,
New York, Cambridge U.P., pp. 206-9.
199
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
3
Valdivielso, J. (2008): «Ecología y filosofía política» en Fdo. Quesada (ed.), Ciudad y ciudadanía. Senderos contempo-
ráneos de la filosofía política, Madrid, Trotta.
4
Dobson, A. (2010): Ciudadanía y medio ambiente, Barcelona, Proteus.
5
Sachs, W. y T. Santarius (dirs.) (2007): Un futuro justo. Recursos limitados y justicia global, Barcelona, Icaria, p. 88.
6
Naredo, J. M., y A. Valero (dirs.) (1999): Desarrollo económico y deterioro ecológico, Madrid, Argentaria/Visor,
p. 304.
7
Sachs y Santarius, op. cit., 2007, pp. 83-4.
200
LAS DEMANDAS DE JUSTICIA EN EL MOVIMIENTO ECOLOGISTA
8
Ídem, pp. 78 y ss.; Gadgil, M. y R. Guha (1995): Ecology and equity. The use and abuse of nature in contempo-
rary India, London, Routledge, p. 36; García, E. (2004): Medio ambiente y sociedad. La civilización industrial y los límites
del planeta, Madrid, Alianza, pp. 262-8; Shiva, V. (1993): «The Greening of the Global Reach» en W. Sachs (ed.), Global
Ecology: A New Arena of Polítical Conflict, New Jersey, Zed.
201
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
9
Carpintero, O. y otros (1999): «Riqueza real y riqueza financiera: el papel de los flujos financieros en la generación
y distribución de la capacidad de compra sobre el mundo» en J. M. Naredo y A. Valero (dirs.), Desarrollo económico y dete-
rioro ecológico, Argentaria/Visor, Madrid, p. 377.
10
Wright, E. O. (1994): Clases, Madrid, Siglo XXI, p. 29.
202
LAS DEMANDAS DE JUSTICIA EN EL MOVIMIENTO ECOLOGISTA
que son apropiados como en la forma en que son evacuados tras su uso, podríamos
decir propiamente que la ecológica es una estructura de clases. Además, sería com-
patible con la noción amplia marxiana de alienación. Finalmente, evitaría la sub-
ordinación de otras formas posibles de opresión —de género, de raza, etc.— a una
considerada fundamental, de tipo manual-transformativa, puesto que el poder
queda identificado con la capacidad para actuar, y esto no tiene que ver sólo con
el control de los medios de producción.
203
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
11
Sachs y Santarius, op. cit., 2007, p. 163.
12
Fraser, N. y A. Honneth (2006): ¿Redistribución o reconocimiento? Un debate político-filosófico, Madrid, Morata.
13
Shiva, op. cit., 1993.
14
Gadgil, M. y R. Guha, op. cit., 1995.
204
LAS DEMANDAS DE JUSTICIA EN EL MOVIMIENTO ECOLOGISTA
insisten, cada uno a su manera, en esa doble dimensión. Martínez Alier15 la expli-
cita como la existencia de dos «estilos» diferentes de ecología política: uno mate-
rialista, que funde la ecología humana con la economía política, un estudio de los
conflictos de distribución ecológica sobre la base de intereses materiales y valores
sociales entre actores con diferente empoderamiento; y el constructivista, el del
análisis del discurso, o estudio de las demandas sobre los significados que repre-
sentan los servicios y bienes naturales en cada cultura, los procesos de reinvención
y construcción de la naturaleza. Su propuesta es que ambos estilos en verdad se
refieren al mismo fenómeno: cómo actores enfrentados y diferenciados en pode-
res y derechos apelan a diferentes lenguajes de valoración dentro de su propio
repertorio cultural y de acuerdo a sus intereses. En último término, cada lengua-
je es una forma de simplificar la complejidad, la dinámica de los sistemas natura-
les, sobre la base de un patrón de valores distinto e inconmensurable, por ejemplo,
el de la valoración monetaria y de la justicia ecológica, aunque no utilicen nece-
sariamente un discurso verde.
15
Martínez Alier, J. (2002): The Environmentalism of the Poor. A Study of Ecological Conflicts and Valuation,
Cheltenham, Edward Elgar, p. 256.
16
Dwivedi, cit. en Torgerson, (2006): «Expanding the Green Public Sphere: Post-colonial Connections», Environmental
Politics, 15, 5, 713-730, p. 714)
205
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
go, para Torgerson, en la esfera pública verde las identidades se desanclan, se vuel-
ven ambivalentes, pierden su carácter fijo. En las luchas, aún cuando la narrativa
de partida se mantenga o incluso se refuerce, el universo al que hace referencia
sufre transformaciones. Por eso, lo que se defiende no son tanto «estilos de vida»
como «oportunidades de vida», no es una pura defensa de la tradición, aunque sí
pueda serlo del conocimiento tradicional más cercano a la integridad y diversidad
de los recursos locales.
Ver los discursos sobre todo como un proceso de construcción de significa-
dos, dependiente de un haz de intereses, tradiciones y valores que son previos, no
sólo dificulta la compresión del papel de la participación como generador de sub-
jetividades, sino que además tiene dificultades para asumir la modernización de las
concepciones de la naturaleza. Es decir, la misma ecología, un constructo cientí-
fico occidental, puede ser vista como una herramienta de control y dominio17.
Puede decirse que la «mirada colonial» reproduce la lógica de la identidad: el nati-
vo es la otredad a subyugar en el proceso de constitución de la identidad de la
razón. Y aquí la ecología juega de nuevo el papel reductivo que identifica al colo-
nizado y al colonizador a partir de la visión del segundo, que se reafirma en sus
certezas sobre saberes disciplinadores como, en este caso, la ecología, presunta
depositaria de la concepción de la naturaleza, la objetiva. Esta es la posición que defien-
de Arturo Escobar, por ejemplo, para quién sería precisa una «ecología política
postestructural», con conexiones en la teoría (deconstructivista) poscolonial.
Torgerson, a pesar de su orientación postestructural, discrepa. Para él, la ecología
es distinta. La propia aparición de la ciencia ecológica tiene lugar en esferas públi-
cas complejas, donde el conocimiento ecológico no asume el papel de experto,
sino de punto de encuentro en un horizonte en que nadie posee la certeza epis-
temológica. Los actores en la sociedad civil global afectan a los términos del dis-
curso y alteran el equilibrio entre discursos en competición apoyándose en una
ciencia que ha trascendido las aspiraciones a un saber objetivo puro, a la verdad.
Para Torgerson, los discursos son significativos pero carecen de un significado sim-
ple, unificado, justamente por las características de la ciencia ecológica.
El enfoque de Torgerson subraya elementos clave del constructivismo: la pro-
pia construcción del sujeto, el plus de legitimidad de los procesos deliberativo-
democráticos, y el carácter abierto de la ciencia ecológica. No obstante, también
plantea dificultades. La más destacable, creo, es la tendencia a pensar en la reflexi-
17
Torgerson, op. cit., 2006, p. 719.
206
LAS DEMANDAS DE JUSTICIA EN EL MOVIMIENTO ECOLOGISTA
18
Funtowicz, S. O. y J. Ravetz (1997): «Problemas ambientales, ciencia post-normal y comunidades de evaluadores
extendidas» en M. I. Gónzalez y otros, Ciencia, tecnología y sociedad, Barcelona, Ariel.
19
Naredo, J. M. (1996): La economía en evolución. Historia y perspectivas de las categorías básicas del pensamien-
to económico, Madrid, Siglo XXI, pp. 464-518.
20
Funtowicz, S. O. y J. Ravetz, 1997, op. cit., p. 155.
207
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
208
LAS DEMANDAS DE JUSTICIA EN EL MOVIMIENTO ECOLOGISTA
lógica como motivo central de sus argumentarios, más bien articulaban un léxico
plural funcional a la defensa de ciertas formas de vida y de bienes públicos. Es más,
cuando la ecología juega ese papel movilizador puede empujar en direcciones muy
distintas. Por ejemplo, puede llevar al monopolio de una dimensión del cambio
ecológico en detrimento de otras tan o más importantes, como ocurre con la obse-
sión actual por el cambio climático, incluso cuando consideremos que la orienta-
ción a las soluciones individuales y tecnocráticas —por no hablar de la visión catas-
trofista y los líderes mesiánicos— ya no es responsabilidad de la propia ciencia.
No es casual que la ecología no pueda ser considerada una ciencia madura hasta
los años sesenta, con el desarrollo de la ecología de sistemas, aunque nació en el siglo
209
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
210
LAS DEMANDAS DE JUSTICIA EN EL MOVIMIENTO ECOLOGISTA
ciones reflexivas. Creo que esto afecta al enfoque materialista de la ecología polí-
tica de los pobres, puesto que los propios valores, intereses e identidades de los
actores diferenciados por derechos y poder pueden variar de acuerdo a las prácti-
cas en que tenga lugar la construcción del conflicto. El hecho mismo de que asu-
man el discurso de la ciencia ecológica, cuando es ajeno a sus tradiciones, o que sirva
para articular la constitución del propio sujeto —como ocurre con la huella eco-
lógica— lo demuestra. Esto afecta también al enfoque postestructuralista, al que
creo que puede aplicarse aquello que decía Rousseau de los iusnaturalistas —«no
es preciso hacer del hombre un filósofo antes de hacer de él un hombre»—: no es
preciso hacer de los significados esencias metafísicas.
211
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
212
LAS DEMANDAS DE JUSTICIA EN EL MOVIMIENTO ECOLOGISTA
21
Fraser y Honneth, op. cit., 2006, p. 49.
22
Ídem, p. 137.
213
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
23
Honneth, A. (2007): Reificación. Un estudio en la teoría del reconocimiento, Buenos Aires, Katz, p. 55.
24
Ídem, p. 104.
25
Valdivielso, J. (2007): «Justicia ‘anormal’ en un mundo en globalización. Entrevista a Nancy Fraser», Revista
Internacional de Filosofía Política, 30, 91-100,
214
LAS DEMANDAS DE JUSTICIA EN EL MOVIMIENTO ECOLOGISTA
ser una lista arbitraria, obliga a explicitar el elemento común que identifica las
dimensiones de la justicia, distribución y reconocimiento.
En realidad Fraser subsume los ejes de subordinación a un núcleo normativo
común, «la norma de la paridad participativa». Este es un punto de apoyo norma-
tivo, puesto que exige dos condiciones: una «objetiva», garantía de independencia
y de voz de todos los participantes; y una «intersubjetiva», igualdad de oportuni-
dades para lograr la estima social. Y a la vez las demandas de paridad deben cum-
plir con tres restricciones: que sean fruto de desigualdad en la participación de la
vida social, que los cambios propuestos fomenten la paridad, y que no generen
nuevas disparidades. Estos son los criterios que, a su juicio, no puede ofrecer
Honneth, para distinguir entre demandas legítimas e ilegítimas. Desarrollando este
principio, recientemente Fraser ha añadido una tercera dimensión de la justicia, la
constitución política de la sociedad, completando una trilogía de herencia webe-
riana: clase, estatus y partido. Así, toda lucha social tiene que ver en verdad con reco-
nocimiento, redistribución o representación. Si no, es que desborda el marco de
la justicia, como el animalismo o el biocentrismo, porque no están regidos por el
principio de paridad26. No obstante, el problema, en verdad, sigue sin resolverse si
no se justifica la adopción de ese principio normativo de la paridad de participa-
ción: ¿por qué ese principio y no otro? La respuesta de Fraser es que su tipología
recoge la «‘verdad’ histórica emergente», la tendencia de las luchas sociales a ampliar
la norma liberal de igualdad en forma de reivindicaciones sustantivas, extendidas a
campos nuevos. Es decir, la lista de paradigmas populares de la justicia debe estar
abierta a la extensión histórica, no puede ser cerrada.
En el plano teórico-social, la diferencia entre ambos pensadores radica en la
relación entre economía y cultura. Para Fraser el orden económico no está regu-
lado por patrones institucionalizados de valores culturales, a diferencia de la polí-
tica, por ejemplo. Así, un cambio de orden cultural no puede, por sí solo, impe-
dir que «los imperativos inherentes a un orden de relaciones económicas especializadas
cuya razón de ser es la acumulación de beneficios» genere mala distribución. Se
trata de «mecanismos económicos relativamente separados de las estructuras de
prestigio y que operan de forma relativamente autónoma», un orden «casi objeti-
vo, anónimo, impersonal». Para Honneth, sin embargo, es peligroso abrir un abis-
mo infranqueable entre los aspectos «simbólicos» y «materiales» de la realidad social,
y por eso cabe concebir el capitalismo como un modo de valoración cultural liga-
26
Ídem., p. 98.
215
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
27
Fraser y Honneth, op. cit., 2006, p. 52.
216
LAS DEMANDAS DE JUSTICIA EN EL MOVIMIENTO ECOLOGISTA
un ejemplo que nos interesa: el urbanismo que perjudica a los discapacitados no tiene
—señala— más relación con el derecho que con las otras esferas. Es decir, las cons-
tricciones sistémicas a la expansión de capacidades para tomar parte plenamente
en la vida de la comunidad, en su dimensión ambiental, afectan a la igual consid-
eración legal de la persona, a las condiciones en que coopera en la vida social, y a
la realización afectiva.
Sin embargo, Fraser cae en un cierto objetivismo, aquello por lo que critica
fuertemente a Honneth. Por un lado, subraya que las «reivindicaciones (de pri-
mer orden) de redistribución y reconocimiento» deben estar siempre abiertas a
reivindicaciones de segundo orden, al dinamismo histórico, a un «metanivel» de
deliberación crítica sobre los propios objetos de la distribución y el reconoci-
miento, a una crítica radical que pueda cuestionar si los bienes sociales que se
exigen son «los bienes correctos»28. Los bienes (y males) ecológicos, pues, podrí-
an ser considerados miembros legítimos de distribución, siempre que sirvan al
principio de paridad y procedan de luchas de la época. Creo que en las deman-
das ecológicas se satisfacen ambos requisitos. Sin embargo, por otro lado, Fraser
sigue pensando la distribución para bienes económicos mercantilizados —rique-
za, ingresos, participación en los procesos productivos—, lo que entiende por
«estructura económica básica» sigue siendo la economía productora de valores
de cambio29. El caso del urbanismo que ella misma utiliza pensando en los dis-
capacitados es un buen contraejemplo a su reduccionismo a la hora de tratar del
estrechamiento estructural de las opciones vitales. El diseño de las ciudades y las
casas, las apuestas energéticas, tienen una duración larga en el tiempo, de gene-
raciones, por las que las elecciones presentes tienen un impacto también en el
futuro, pero sobre todo constituyen una estructura, no menos objetiva, anóni-
ma y esclerotizante que la económica, que convierte a la gente en discapacita-
dos socioambientales. Es decir, Fraser cree que el objeto de la distribución está
abierto a la definición de las propias luchas sociales, pero que es posible dife-
renciar la mala de la buena distribución con independencia de las luchas por el
reconocimiento. Desde el punto de vista ecológico esto es problemático, además,
porque ciertos bienes, por no decir la mayoría de ellos, tienen efectos transge-
neracionales que exigen principios de autolimitación, no sólo de distribución.
El objeto de la lucha afecta al principio.
28
Ídem, p. 49.
29
Ídem, p. 22.
217
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
30
Ídem, p. 93.
218
LAS DEMANDAS DE JUSTICIA EN EL MOVIMIENTO ECOLOGISTA
será parcial y reduccionista respecto del abanico enorme de las formas de expe-
riencia, y a la vez en universos sociales tan discutibles como el que la distinción
de Honneth entre amor, derecho y éxito presupone. Ahora bien, cae en el error
que Horkheimer achacó a la teoría tradicional, por oposición a la crítica: no expli-
cita sus presupuestos. Fraser, aunque insiste en la existencia de luchas «privadas»
—como las de las mujeres en el ámbito doméstico y de las asociaciones—, sobre-
dimensiona la acción social movimentista, la confrontación en el espacio público,
en detrimento de formas de lucha microsociales, de la generación menos especta-
cular de identidades y discursos contrahegemónicos en la capilaridad social. El
recurso utilizado es la referencia al progreso de las luchas sociales como una «ver-
dad histórica» abanderada por los embates populares que extienden la idea liberal
de igualdad más allá de la formalidad de la ley. Sin embargo, esto genera dudas.
En primer lugar, ¿desde qué presupuesto se identifican esos y no otros? El obser-
vador no puede poseer una posición neutra desde la que distinguir la efervescen-
cia de la pasividad social. Se diría que la precomprensión epistémica de Fraser es
arendtiana, atenta a la «aparición» en el ágora. Finalmente, si existe este cambio
social ¿no será porque hay formas de experiencia compartidas en las luchas, aun-
que nunca sean transparentes del todo al investigador? Creo que el giro emotivis-
ta de la teoría del reconocimiento en Honneth puede ayudar a comprender las
luchas ecológicas no sólo como extensión del principio de paridad, que también,
sino además como expresión de formas liberadas de conciencia y sensibilidad que
los propios cambios sociales en marcha propician, que son las que informan el
principio de paridad y lo llevan donde el liberalismo no lo hace. Esta es una vía que
permite integrar en un marco común nuestro abanico plural de discursos que ligan
la justicia y la sostenibilidad fuerte.
219
LOS TRES IMAGINARIOS DE LA FILOSOFÍA POLÍTICA
HACIA UN NUEVO IMAGINARIO EN FILOSOFÍA POLÍTICA
INTRODUCCIÓN
223
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
224
HACIA UN NUEVO IMAGINARIO EN FILOSOFÍA POLÍTICA
libertad para los modernos no consiste en la participación política sino en «el dis-
frute apacible de la independencia privada». Para este autor postrevolucionario se
da una escisión radical entre vida privada y vida pública que supone una mínima
dedicación a la política de los individuos privados que delegan en sus represen-
tantes las tareas públicas mientras que ellos se refugian en la vida privada, familiar
y profesional, ámbitos en los que encuentran su realización. Como vemos, nada más
lejano de los ideales republicanos clásicos para los que los individuos encontraban
su realización plena en la actividad pública. Esta concepción de la política es la
dominante en la actualidad debido a la preponderancia del liberalismo, defensor
de un Estado mínimo, no intervencionista, que deje al libre juego de los agentes
sociales y económicos el despliegue de la actividad social y económica. Se podría
decir que el liberalismo más que una teoría de la política se muestra como una crí-
tica y una destrucción de la política.
225
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
las fue antes de la cohesión social, mientras que el Estado en tanto que ámbito de
lo público carece de capacidad normativa para otorgar sentido. El relanzamiento
de la sociedad civil supone un redimensionamiento del Estado y de lo público e inclu-
so de la política que se concibe como un mero intercambio de obediencia por efi-
cacia en la gestión.
El comunitarismo es la tercera tendencia que vacía de sentido la política y la demo-
cracia al poner en acento en una noción prepolítica de comunidad basada en unos
metarrelatos fundacionales que justifican la exclusión de los extraños. El comuni-
tarismo desarrolla una noción de nacionalismo basado en el recuerdo, el cultivo y
la transmisión de una herencia nacional base de la identidad de la comunidad y
exige la identificación descriptiva del individuo con un pueblo y su historia sin
crítica posible.
226
HACIA UN NUEVO IMAGINARIO EN FILOSOFÍA POLÍTICA
227
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
***
228
HACIA UN NUEVO IMAGINARIO EN FILOSOFÍA POLÍTICA
de sus luchas durante los siglos XIX y XX. La globalización, en tanto que proce-
so que ha asumido una dimensión planetaria, ha supuesto la instauración de un
modelo que si bien se ha demostrado muy dinámico en el campo de la producción,
también ha supuesto el aumento vertiginoso de la exclusión social.
El imaginario político que hay que construir tendrá que tener en cuenta que
los actores políticos están mutando rápidamente. La clase obrera industrial se
ha visto sometida a un proceso de desestructuración, complejización y diferen-
ciación interna que ha erosionado su conciencia de identidad social y política.
Por otra parte, las novedades introducidas en el aparato productivo con la des-
centralización de las grandes unidades productivas ha disminuido también el
poder estructural de la clase obrera. Además, el acceso a los derechos políticos
y a un consumo creciente ha debilitado la conciencia de alteridad respecto de
la sociedad. Esta disminución del peso cuantitativo y sobre todo cualitativo de
la clase obrera en sus manifestaciones clásicas se ha visto, sin embargo, acompañada
de un proceso de salarización generalizada que afecta a sectores que hasta ahora
estaban fuera del mercado de trabajo como mujeres, jóvenes, etc. Estos nuevos
colectivos comparten con la clase obrera su condición de asalariados pero no
su conciencia de clase. Por otra parte, desde el punto de vista político, se ha
producido una escisión entre la subjetividad y la ciudadanía, en el sentido de
que las demandas subjetivas de sentido y realización no encuentran su cauce
adecuado a través de la participación política sino que bizcan satisfacción en los
ámbitos privados, como la familia, o semiprivados, como las diversas redes que
integran la sociedad civil. Esta privatización del sentido unida al vaciamiento
de la política democrática tradicional supone una gran dificultad para la elabo-
ración de un nuevo imaginario político. Además la pluralización de los sujetos
políticos que ha supuesto la conversión de todas las sociedades avanzadas en
sociedades pluriculturales exige pensar una forma de acción política abierta a
individuos y grupos que intentan desarrollar una acción política por fuera de
los cauces habituales de la ciudadanía, ya que estos nuevos actores políticos no
son aceptados como ciudadanos. Este problema exige repensar los límites de la
229
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
230
HACIA UN NUEVO IMAGINARIO EN FILOSOFÍA POLÍTICA
La nueva forma de hacer política tendría que retomar algunas ideas de Ranciére
y de Guattari al considerar la política como la introducción de una desviación en
el orden natural de las cosas. En esta concepción no sociológica de la política los
sujetos políticos no son grupos sociales definidos sino más bien sino formas de ins-
cripción en la política de los que no cuentan en la sociedad. Esta nueva concep-
ción de la política tiene que distinguirse de la mera policía que supone la simple
repartición de lo sensible, la ley general que define las maneras de tomar parte defi-
niendo los modos de percepción en que están inscritos en la constitución simbó-
lica de lo social. Frente a la policía la política exige una intervención sobre lo visi-
ble y lo decible que lo subvierte. La esencia de la política supone la manifestación
del disenso, la manifestación de una distancia de lo sensible respecto de sí mismo.
Como nos recuerda Guattari, la esencia de la acción política es el establecimiento
de nuevos modos de subjetivación disensual. La política no tiene un espacio pro-
pio ni un sujeto natural, sino que tiene que construirlos y construirlos introdu-
ciendo un conflicto entre dos particiones de lo sensible, entre dos mundos posibles.
La especificidad de la política reside en la existencia de un sujeto que manda sin tener
cualificaciones especiales para hacerlo. En la actualidad presente de la crisis de la polí-
tica en su sentido clásico que ha introducido el fenómenos de la globalización, el
fin de la política y el retorno de la política son dos formas complementarias de
cancelar la política como una simple relación de un estado de lo social y un esta-
do del aparato estatal; esta cancelación se llama consenso; consenso es la reducción
de la política a la policía. Por eso, la política tiene que ser la ruptura del consen-
so, la resistencia a la reducción de la política a la policía, a la simple administra-
ción de las cosas.
Por su parte la ciudadanía de nuevo tipo tendría que ser:
— Postliberal, es decir, no basada en la escisión de lo privado y lo público,
con el predominio de lo primero.
— Republicana, ya que considera la participación política como un requisito
para la autorrealización del individuo que no se agota en la profesión o en
la familia.
— Postestatalista y transnacional, abierta a la dimensión continental, en nues-
tro caso, el ámbito europeo.
— Contextualizada: relacionada con la subjetividad personal y solidaria, bus-
cando la igualdad sin mismidad, lo que no quiere decir que la base de los
231
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
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HACIA UN NUEVO IMAGINARIO EN FILOSOFÍA POLÍTICA
REFERENCIAS BIBLOGRÁFICAS
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LECCIONES DEL PASADO Y POLÍTICA FUTURA
Javier Peña
Universidad de Valladolid
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LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
pasado y de ruptura respecto a él, que justifican que hablemos de un nuevo ima-
ginario político. Pero también podemos ver —y esa es otra lección hegeliana—
cómo el pasado es conservado, a la vez que superado, en las figuras actuales de lo
político y la política. Cabe preguntarse entonces qué debemos conservar y qué
podemos aprender de aquellas representaciones de la política del primer y segun-
do imaginarios para construir el actual. En palabras de Fernando Quesada:
«…en momentos de inseguridad tan grande la propia razón (…) se orienta en el palimp-
sesto de la historia por aquellos momentos, imaginarios políticos, que generaron movi-
mientos de emancipación», aunque «no se trata de volver a ninguno de esos momentos
que marcaron nuestra propia cultura occidental como si fueran modelos» (2008a: 255).
No se trata, por supuesto, de hacer aquí historia de las ideas. Sólo se toman
algunas referencias que pueden ayudarnos a evitar hacer una filosofía política mala
por desmemoriada, antes de aventurarnos a barruntar cómo será la política futura.
Pero antes que nada querría referirme sumariamente a algunas ideas clave que
estarán presentes en el trasfondo de esta reflexión.
En primer lugar, la política constituye, y se constituye en, el ámbito de lo públi-
co, en el espacio abierto de la res publica, de lo que a todos afecta y que todos com-
parten. Un ámbito abierto en su interior a la participación, la deliberación y la
cooperación Pero ese espacio tiene límites, y ese «todos» se refiere en realidad sólo
a una parte de quienes pueblan ese espacio y/o son afectados por lo que se deci-
de en él. La política comporta inclusión y exclusión. Exclusión tanto de los que que-
dan por completo fuera de la entidad política, como de quienes viven en sus már-
genes, o aun estando dentro se encuentran en una posición de subordinación y
desventaja.
Lo que remite, en segundo lugar, al carácter conflictivo de la política. Hay polí-
tica porque hay conflictos objetivos y subjetivos entre los actores sociales por el
logro de recursos y posiciones escasos. Y ese conflicto no puede ser nunca supri-
mido: es inherente a la pluralidad de los actores, los intereses y las representacio-
nes sociales. Esa es la lección del realismo político, que tan claramente nos ha recor-
dado Chantal Mouffe (1999): la política no puede reducirse al momento normativo;
236
LECCIONES DEL PASADO Y POLÍTICA FUTURA
frente a lo que ha supuesto la filosofía política liberal, tiene como presupuesto anta-
gonismo, conflicto y exclusión. En ello concuerda la tradición crítica de la izquier-
da, en particular la marxista, que advierte frente a la falsa reconciliación en el plano
de los conceptos.
En consonancia con su carácter conflictivo, la acción política implica parciali-
dad. Es pugna y negociación entre partes, facciones o partidos, que tratan de hacer
valer sus necesidades, intereses, aspiraciones y proyectos frente a otras semejantes
a ellas. Y por eso la política supone exclusión de aquellos cuyos valores e intere-
ses no pueden ser integrados en la solución política alcanzada1.
Sin embargo, en la medida en que la reflexión y las propuestas políticas han
tenido como horizonte la emancipación, han aspirado a la integración universal en
el ámbito público de deliberación y decisión, a que ese «todos» al que nos referí-
amos hace poco fuese real y efectivo, sin exclusiones. Lo que implica la aspiración
a lograr soluciones a los conflictos y propuestas válidas para todos y justificables
ante todos, y no meramente a imponer y satisfacer intereses de parte. Como dice
también Quesada (2008b, 97), «…la democracia depende (…) de esa reflexión crí-
tica, que trata de establecer instituciones legitimadas y deseables. Una posición,
pues, que no puede ser reducida por nadie, de forma capciosa, a un simple ins-
trumento de intereses particulares».
En otras palabras, una teoría política con intención emancipadora no puede
satisfacerse en la constatación del carácter polémico de las relaciones interhumanas.
Al fin y al cabo, tampoco hay política si la oposición se estanca en el momento
del enfrentamiento o, peor aún, desemboca en combate violento. La política es
una tarea de composición-conjugación de intereses, orientada a la consecución de
un acuerdo que supere el conflicto y haga posible que convivan quienes tienen
posiciones e intereses diferentes, aunque ese acuerdo nunca pueda concluir en una
reconciliación plena y definitiva. Y las propuestas normativas que han guiado las
luchas políticas han pretendido incorporar no sólo fuerza, sino razón, y se han pre-
sentado como tesis abiertas a la confrontación dialéctica, a la corrección y con-
creción mediante el intercambio de argumentos.
1
En su apreciación crítica de Sendas de democracia advertía oportunamente Jaime Pastor (2008) del riesgo de desligar
la idea de democracia de su relación con las diversas «esferas de la injusticia» (economía, ecología, relaciones de género, diver-
sidad nacional y cultural).
237
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
2
El término latino res publica, denota la esfera de los asuntos e intereses públicos, los del pueblo romano como tal, en
oposición a la res privata, el ámbito de los intereses particulares. Por extensión, el término pasa a designar genéricamente
la estructura institucional en que se organiza la vida pública, lo mismo que el término griego politeia, llegando prácticamente
a ser utilizado como sinónimo de civitas.
238
LECCIONES DEL PASADO Y POLÍTICA FUTURA
3
Esta igualdad se expresa en la provisión de la mayoría de las magistraturas por sorteo (a excepción de aquellas que
requieren una especial competencia técnica). En cambio, se considera que la elección es un procedimiento característica-
mente aristocrático, ya que implica la diferencia entre unos pocos selectos y la mayoría de los ciudadanos. El procedi-
miento del sorteo refleja la consideración de cada ciudadano como igual políticamente a los demás. Todos pueden alter-
nativamente gobernar y ser gobernados, siguiendo una regla de rotación asociada al sorteo (Cf. Manin, 1998). A los
defensores de la democracia les preocupa evitar que se constituya una «clase» separada de políticos profesionales, una oli-
garquía situada por encima del común de los ciudadanos, basada en el ascendiente de algunos notables o en sus recursos
económicos..
239
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
4
Cf. Política, 1279 b15— 1280 a8. Las observaciones de Aristóteles en la Política respecto a la división básica de los
regímenes políticos entre oligarquía y democracia, gobierno de los ricos o de los pobres, a las que he aludido más arriba,
recogen algo de lo que, advierte Domènech (2004: 53), han sido conscientes todos los republicanos a lo largo de la Historia,
fuera cual fuese su posición política: todos ellos «han partido siempre de la descripción de una sociedad civil pugnazmente
escindida en clases o grupos de intereses materialmente arraigados e históricamente cristalizados, siendo sus diferentes pro-
yectos normativos otros tantos intentos de componer y ajustar —o yugular o excluir— algunos de esos intereses».
240
LECCIONES DEL PASADO Y POLÍTICA FUTURA
En efecto, las leyes no proceden de una razón superior desinteresada, sino que
son creadas por aquellos que tienen el poder, de acuerdo con sus intereses. Por
eso Aristóteles propondrá a fin de cuentas una solución de compromiso, la politéia
—o «república»—, una combinación de elementos democráticos y oligárquicos.
Puesto que no es de esperar la excelencia sin tacha de uno o de unos pocos, que
justificaría la opción por la monarquía o la aristocracia, hay que suponer que en con-
diciones ordinarias los muchos reúnen conjuntamente más cualidades políticas que
un tirano o una minoría oligárquica. Pero como, por otra parte, la mayoría de los
ciudadanos no están cualificados intelectual y moralmente, es deseable que ciertas
magistraturas sean electivas y queden en manos de notables. Tenemos así una
fórmula de «gobierno mixto», muy apreciada en la tradición republicana y que, al
fin y al cabo, sirve de modelo a la democracia de nuestros días, la «república repre-
sentativa» en la que convive el elemento democrático en el sufragio con el gobier-
no oligárquico de las minorías5.
En suma, aun contando con los prejuicios e intereses de sus autores, no debe-
ría ocultársenos el problema que subyace a estas críticas, al que se enfrenta la polí-
tica democrática (más aún hoy): cómo conjugar el fundamento popular de la volun-
tad política con la corrección y validez de las decisiones adoptadas. No hay
conocimiento político sin interés; y ni la superioridad intelectual ni el número
garantizan por sí solos la justicia de las decisiones.
5
Cf. Dunn en Fontana, 1994.
241
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
Esta concepción de la política como constitución —en el sentido literal del tér-
mino— se sostiene sobre dos presupuestos: el individuo-ciudadano y la razón (en su
concepción ilustrada).
El contractualismo moderno presupone como sujetos a individuos inicialmente
libres que acuerdan por su voluntad constituir un cuerpo político que garantice
sus derechos6. En la Declaración de la Asamblea Francesa de 1789, los derechos
del individuo, en su doble condición de hombre y de ciudadano, se convierten
en finalidad y criterio de legitimidad del orden político.
Se ha hecho notar muchas veces que hay cierta tensión interna en la concep-
ción revolucionaria de los derechos. Éstos, entendidos como derechos del hombre,
son derechos naturales, anteriores y superiores al ordenamiento jurídico, indispo-
nibles para el propio legislador soberano. Desde ese punto de vista, la humanidad
precede a la ciudadanía, e incluso el status de ciudadano se funda en el de hombre,
lo que entraña un conflicto con la concepción de la ciudadanía en su acepción más
6
En ese sentido es individualista, al menos metodológicamente. Incluso un teórico «comunitarista» como Rousseau
participa de ese presupuesto.
242
LECCIONES DEL PASADO Y POLÍTICA FUTURA
7
La Declaración de 1789 establece como fundamento y objetivo de la asociación política el reconocimiento y garantía de
los derechos del hombre; pero la ley por la que se concreta esta garantía es fruto de la voluntad que contribuyen a formar todos
los ciudadanos, políticamente iguales. Y la de 1793 subraya con rotundidad el derecho de los ciudadanos de participar en la for-
mación de la voluntad general, de cambiar las normas que se han dado a sí mismos y la inalienabilidad de la soberanía popular.
8
«… el segundo imaginario político, deudor de las revoluciones inglesa, estadounidense y francesa, consagra la crea-
ción del ciudadano, virtualmente universalizable…» (Quesada, 2008a: 254).
9
En su libro Problemas de legitimación en el capitalismo tardío, Habermas mostraba abiertamente el nexo entre dicha con-
cepción y su modelo normativo de democracia. Véase Habermas, 1999, 131.
243
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
244
LECCIONES DEL PASADO Y POLÍTICA FUTURA
Montesquieu o, sobre todo, Adam Smith. La división mundial del trabajo apare-
ce como solución última para el incremento de la productividad, y hace presumir
al filósofo escocés que la plena movilidad del capital y el trabajo conducirá a una
pacífica confraternidad mundial de comercio. Smith observa cómo el libre mercado
convierte a todos los Estados en «provincias» de un imperio de intercambios glo-
bales, y confía en que los intercambios comerciales a escala mundial contribuirán
en el futuro a reducir las desigualdades entre países y regiones del planeta y a esta-
blecer relaciones basadas en el reconocimiento y mutuo respeto de los derechos
de cada uno, sin necesidad de apelar a una planificación que armonice los intere-
ses concurrentes.
Y si el desarrollo del capitalismo parecía impulsar por sí mismo una orienta-
ción «cosmopolita» de la vida social, en tanto que el tráfico económico traspasaba
las fronteras, exigía una respuesta acorde de quienes luchaban por una emancipa-
ción también universal. Ya lo vieron, en su Manifiesto comunista de 1848, Marx y
Engels:
«Mediante la explotación del mercado mundial, la burguesía ha dado un carácter cos-
mopolita a la producción y al consumo de todos los países. Con gran sentimiento de los
reaccionarios, ha quitado a la industria su base nacional. (...). En lugar del antiguo aislamiento
y la autarquía de las regiones y naciones, se establece un intercambio universal, una inter-
dependencia universal de las naciones. (...) La estrechez y el exclusivismo nacionales resul-
tan de día en día más imposibles» (Marx y Engels, 1978: 114).
En correspondencia con lo cual, los comunistas, «en las diferentes luchas nacio-
nales de los proletarios, destacan y hacen valer los intereses comunes a todo el pro-
letariado, independientemente de la nacionalidad» (Marx y Engels, 1978: 122). El
internacionalismo proletario era la respuesta política que el movimiento obrero
debía dar al cosmopolitismo del capital, a la sociedad productiva y comercial exten-
dida a escala universal10.
Esta perspectiva potencialmente cosmopolita está presente así mismo en la con-
cepción de la nación propia de la Revolución Francesa. La revolución, a la vez
10
Observa Domènech (2004: 128-129): «Lo que importa es darse cuenta aquí de que «fraternidad» significa ahora,
para el grueso de los socialistas de la I Internacional, esto: unión, hermanamiento, de los distintos pueblos trabajadores de
la tierra en vías de emanciparse de sus «patronos» y de sus «gobernantes». Fraternidad es ahora, por encima de todo, «inter-
nacionalismo proletario», es decir, cancelación de toda loi de famille (el yugo del despotismo patronal) y de toda la loi poli-
tique (el yugo del despotismo monárquico) segmentantes de las poblaciones trabajadoras del planeta, civilización de las rela-
ciones entre los pueblos: República cosmopolita en la era de la industrialización avanzada».
245
LA FILOSOFÍA POLÍTICA HOY. HOMENAJE A FERNANDO QUESADA
que crea la ciudadanía nacional, abre la puerta a una ciudadanía que tiene un hori-
zonte universal, al menos potencialmente. Si bien es cierto que la constitución del
Estado nacional, al establecer una línea de demarcación clara entre ciudadanos y extran-
jeros, hace imposible el vago cosmopolitismo impolítico de los philosophes, no
requiere necesariamente una representación nacionalista de la pertenencia, que
convierta a la comunidad histórica y cultural en eje y base de legitimación políti-
ca. Los principios universalistas de la Revolución reclaman más bien una ciuda-
danía abierta, capaz de asimilar a cuantos compartan su proyecto político.La noción
de nación o patria que tenían en mente Sieyès o Robespierre era una noción abier-
ta, porque se trataba de una nación cívica, una nación de ciudadanos, y no una
comunidad de descendencia. Los revolucionarios franceses no ligaron ciudadanía
y nacionalismo, sino que se distinguieron más bien por su fervor cosmopolita y
abrieron el disfrute de los derechos de ciudadanía franceses a los extranjeros11.
Ahora bien, este proyecto universalista y progresista se enfrentó tanto a ten-
dencias de signo contrario como a las deficiencias y carencias de su realización.
Por una parte la ciudadanía, en cuanto es nacional, tiene un sesgo excluyente: sólo
los nacionales pueden ser ciudadanos. Ya había dejado bien clara Rousseau la opo-
sición entre patriotismo y cosmopolitismo: la ciudadanía republicana es siempre una
ciudadanía particular; el cosmopolitismo sólo puede ser una posición artificiosa, insos-
tenible afectivamente12. El pensador ginebrino conecta así con el viejo republicanis-
mo, valedor de una ciudadanía robusta, pero restringida a una minoría, distancián-
dose del cosmopolitismo, a menudo impolítico, del universalismo ilustrado.
Esta tensión entre cosmopolitismo y comunitarismo se refleja nítidamente en la polé-
mica entre Kant y Herder. Mientras la filosofía kantiana de la Historia se refiere al
11
De hecho, la Asamblea francesa concedió en 1792 la ciudadanía a personas que no eran francesas de origen, como
Bentham, el cosmopolita prusiano Cloots, Hamilton, Klopstock, Paine o Schiller. La Constitución de 1791 establecía la
posibilidad de acceder a la ciudadanía a los cinco años de residir en Francia, y la de 1793 rebajó el plazo a un año solamente.
«¿Qué es la patria sino el país en que todo ciudadano es partícipe de la soberanía?» —afirmaba Robespierre. El teórico y
político jacobino expresa con claridad la apertura universalista del republicanismo democrático francés: «Los hombres de
todos los países son hermanos, y los distintos pueblos deben ayudarse unos a otros como los ciudadanos de un mismo
Estado». «La Declaración de los Derechos es la Constitución de todos los pueblos, las otras leyes son variables por natura-
leza y están subordinadas a ésta» (Robespierre, 1992: 106, 125).
12
En el Manuscrito de Ginebra afirma que «concebimos la sociedad general según nuestras sociedades particulares, la
instauración de las pequeñas repúblicas nos hace pensar en la grande, y no comenzamos propiamente a ser hombres sino
después de haber sido ciudadanos. Por donde se ve qué hay que pensar de esos pretendidos cosmopolitas, que al justificar
su amor a la patria por su amor al género humano, se jactan de amar a todo el mundo para tener derecho a no amar a
nadie» (Rousseau, 1964: 287). Ver traducción de Rubio.
246
LECCIONES DEL PASADO Y POLÍTICA FUTURA
desarrollo de las disposiciones universales de la Humanidad como tal, por lo que la tra-
yectoria de ésta ha de ser considerada desde una perspectiva cosmopolita, y el obje-
tivo último de la convivencia humana es el establecimiento una federación cosmopolita
de Estados, Herder opone al racionalismo universalista de Kant, que tacha de «averroísmo»,
la valoración romántica de la singularidad. Afirma en sus Ideas sobre la filosofía de la his-
toria de la Humanidad que la Humanidad existe realmente en la pluralidad de las cul-
turas, cada una de las cuales desarrolla a su manera original y única lo humano. Aun
perteneciendo a una humanidad común, la diversidad de las circunstancias naturales
sitúa a los hombres en culturas específicas e inconmensurables. Por tanto, el objetivo
no puede ser el progreso hacia un marco político homogéneo común, sino el flore-
cimiento simultáneo de las identidades diferenciadas.
Por su parte Hegel opondrá en su Filosofía del Derecho al cosmopolitismo kan-
tiano la afirmación del Estado, y la necesidad de que éste atienda a su propia con-
servación, a un interés prioritario que por tanto es forzosamente particular13. Un
Estado se delimita a sí mismo forzosamente frente a otros; adquiere una identidad
individual por su relación con el resto. La relación entre los Estados ha de tener por
consiguiente siempre un aspecto de mutua exclusión. No es posible superar el esta-
do de naturaleza entre los Estados, ya que «su relación tiene como principio su
soberanía» (1988: 416, §333), y sus derechos no se realizan por medio de una
voluntad universal que se constituya como poder arbitral por encima de ellos, sino
que se aseguran sólo por la voluntad particular de los agentes. Y cuando no sea
posible el acuerdo entre estas voluntades particulares soberanas no habrá otro modo
de resolver el conflicto entre ellas que la guerra, ya que no hay un criterio o valor
superior a la propia existencia.
También el internacionalismo socialista quedaría históricamente debilitado ante
la nacionalización de las políticas económicas, que favoreció la vinculación de los
derechos y condiciones de vida de los trabajadores a su pertenencia a un marco
territorial estatal, y facilitó el encuadramiento estatal-nacional de sus partidos y
organizaciones14.
13
Por eso se opone al cosmopolitismo: «Pertenece a la cultura, al pensar como conciencia del individuo en la forma
de la universalidad, que yo sea aprehendido como persona universal, en lo cual todos somos idénticos. El hombre vale porque
es hombre y no porque sea judío, católico, protestante, alemán o italiano. La conciencia de este valor del pensamiento es de
una infinita importancia, y sólo es imperfecta cuando se fija como cosmopolitismo para oponerse a la vida concreta del esta-
do» (Hegel, 1988: 281, § 209, observación.).
14
Véase Pureza, 2002: 2-4. El mismo Pureza hace notar también cómo el internacionalismo tercermundista de los
años 60 y 70 se subordina a las estrategias de afirmación de los Estados nacionales.
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Robespierre desmonta este argumento. Sostiene que «todos los hombres nacidos y domiciliados en Francia son miem-
bros de esta sociedad política llamada nación francesa; es decir, son ciudadanos franceses. Lo son por la naturaleza de las cosas
y por los mismos principios del derecho de gentes. Los derechos que van unidos a este título no dependen ni de la fortu-
na que cada uno de ellos posee, ni de la cuota de impuestos a la que está sometido, pues no es, evidentemente, el impu-
esto lo que hace a uno ciudadano; la calidad de ciudadano obliga solamente a contribuir a los gastos comunes del Estado
según las posibilidades de cada uno» (1992: 17). El argumento de que la ciudadanía debe reservarse a aquellos cuyos inter-
eses están ligados a los de la comunidad olvida que todos tienen intereses que dependen de las leyes, empezando por la vida,
la libertad o el sustento material. Queda así abierta la puerta a la reivindicación del «derecho a la existencia», hoy concre-
tada en la de una renta básica de ciudadanía
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Quesada (2001:12): «… el decurso de la historia se ha construido rousseaunianamente por su lado peor, por el lado
de la alienación y de la explotación del «orden natural».
17
Algo que, por cierto, denunciaba ya Kant en La paz perpetua (1989: 28).
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Las luchas por la independencia nacional vendrán a reforzar prácticamente la oposición a una perspectiva que apa-
rece asociada al imperialismo y al colonialismo occidental. «Los no occidentales ven como occidental lo que Occidente ve
como universal» —escribió Huntington en su famoso libro sobre el «choque de civilizaciones»— (1997: 77).
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«Creo que en el planteamiento habermasiano viene a confundirse la validez normativa que ha de corresponder a
la política —validez y normatividad que dependen del estatuto de «racionalidad» y el tipo de fundamentación pertinentes
a este campo de conocimiento— con la normatividad moral que, supuestamente, sería universal y la cual se constituye
como criterio de todo tipo» (Quesada, 2008a: 250).
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Parece por tanto evidente que la vieja política está en crisis, y no está claro
cómo puede configurarse una nueva política que mantenga el aliento emancipa-
dor que inspiró el primer y segundo imaginarios. Ni siquiera es seguro que no
estemos ante el fin de la política, al menos en los términos en los que hasta ahora
la habíamos conocido (interacción pública, poder determinado y sujeto a control,
conflicto abierto e integración, pluralidad). Tampoco está claro cómo puede reno-
varse una teoría política que, aun estando desilusionada, se resista a cancelar toda
esperanza de emancipación. Lo que sigue no es un diagnóstico o una propuesta
acabada, sino un par de observaciones, deudoras de otras tesis y sugerencias, con
ánimo de contribuir a una reflexión colectiva sobre la política futura.
En primer lugar, es indudable que cualquier reflexión actual sobre la política ha
de tener en cuenta el nuevo marco, global o transnacional, en el que se desarrollan los
procesos y relaciones políticas. Se puede discutir sobre el carácter y el alcance de
la globalización, pero no cabe duda de que cambian los actores, el alcance y la
intensidad de las interacciones, los modos de dominación e incluso las estrategias
de emancipación. Como advierte Quesada (2008: 254), «el problema radica en el
conocimiento correcto del tipo de sociedad que entraña esta no vuelta atrás que sig-
nifica la globalización, al tiempo que afirmamos que otra globalización es posible».
La sede metafórica de este nuevo tipo de sociedad es la red20. Pero como la red
por excelencia, Internet, esta tela en la que se entremezclan y cruzan procesos de
muy diversa índole aparece como una trama sin centro, y en la que aparentemen-
te no hay designio ni orden racional.
Al respecto, Fraser (2008: 173-174) hace notar cómo el quién de la comunica-
ción es ahora una colección de sujetos dispersos —y no, podríamos añadir, un demos
de ciudadanos en un territorio delimitado y con un status legal único-; el qué se
ensancha en una comunidad transnacional de destino y riesgo, que sin embargo no
20
Castells, 1998a: 23: «La revolución de las tecnologías de la información y la reestructuración del capitalismo han
inducido una nueva forma de sociedad, la sociedad red, que se caracteriza por la globalización de las actividades económicas
decisivas desde el punto de vista estratégico, por su forma de organización en redes, por la flexibilidad e inestabilidad del
trabajo y su individualización, por una cultura de la virtualidad real construida mediante un sistema de medios de comu-
nicación omnipresentes, interconectados y diversificados, y por la transformación de los cimientos materiales de la vida, el
espacio y el tiempo, mediante la constitución de un espacio de flujos y del tiempo atemporal, como expresiones de las
actividades dominantes y de las élites gobernantes».
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Pero si bien estas reservas pueden y deber operar como advertencias para no recaer
en los fallos de la política del segundo imaginario, no anulan a mi juicio la nece-
sidad de reformular los pasos hacia la política futura en clave cosmopolita.
Siempre hay que prestar atención a las advertencias frente a la pretensión de una
imposible reconciliación definitiva, de la desaparición del conflicto en las relacio-
nes sociales. (Aunque, dicho sea de paso, a veces la crítica parece hallar cierta amar-
ga satisfacción en la denuncia de la ilusión y la impostura, y en la comprobación
del fracaso de los proyectos transformadores). Pero por otra parte, una política orien-
tada a la emancipación no puede quedar congelada en el momento del conflicto.
En primer lugar, por razones estratégicas. Por grandes que sean los temores y
recelos ante las trampas de la globalización y la deriva ideológica del cosmopolitismo,
no sirve de nada pretender ceñir la acción política al interior de las propias fron-
teras (políticas o culturales). Con ello se dejan las cosas como están, es decir se
consagra una política de poder mundial en la que los más fuertes imponen su ley
y su conveniencia en la relación con los más débiles, que han de aceptarlas de grado
o por fuerza. El equilibrio diplomático al que a veces apela la vieja política es pura
ficción en un mundo en el que los desequilibrios de poder económico, tecnoló-
gico y militar son de tan extraordinaria magnitud. Así mismo, el cierre comunita-
rista de las políticas de la identidad resulta inviable en la práctica.
Y por otra parte, el cierre estatal (o de grupo) queda privado de justificación nor-
mativa si consideramos que el círculo de los afectados por las normas y medidas polí-
ticas se extiende hoy más allá de los límites de las comunidades en las que se propo-
nen. La justicia distributiva es, en la época de la globalización, justicia mundial o
global. La disposición a la apertura y acogida intercultural es una actitud obligada
ante las migraciones, que son en gran parte resultado de la política imperialista y la
explotación económica de las potencias colonizadoras. Y las respuestas a la crisis eco-
lógica deben incluir en sus consideraciones también a las generaciones futuras.
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Del mismo modo, si bien es preciso reconocer las diferencias culturales, no con-
viene quedarse en el momento de la afirmación de las diferencias. (Menos aún en
una representación del mundo como mosaico de culturas discretas, internamente homo-
géneas, y de los individuos meramente como miembros de una única cultura). Una
concepción multiculturalista fuerte, basada en una interpretación rígida y esencia-
lista de la cultura y la pertenencia, propicia en el mejor de los casos la separación e
incomunicación de grupos humanos; en el peor, un enfrentamiento inacabable.
Es verdad que el discurso universalista ha estado ligado históricamente a una inter-
pretación etnocéntrica de la humanidad y a la defensa de intereses colonialistas e
imperialistas occidentales; e incluso hay que admitir que sigue estándolo aún en
muchos casos. Pero no se debe confundir el uso efectivo que alguien haga de una
idea con su sentido intrínseco. Los conceptos de dignidad, libertad e igualdad no
deben ser desechados por su asociación contingente con las configuraciones históricas
del poder occidental21. A la falsa universalización de quien impone la propia cul-
tura como cultura universal cabe oponerle el esfuerzo por lograr una verdadera
universalización, atenta a la alteridad y crítica respecto de sí misma.
Otra cosa es la dificultad intrínseca de hallar principios normativos transcultu-
ralmente válidos. Quizá sería suficiente una estrategia de justificación débil, que
funda la posibilidad del acuerdo en la realidad de la comunicación y el acuerdo
entre personas y grupos con tradiciones culturales y formas de vida diferentes. Para
establecer marcos normativos comunes no se necesita una identidad cultural com-
partida o semejante. Los acuerdos interculturales se asientan en la necesidad de
ponerse de acuerdo de quienes tienen que compartir forzosamente el mundo22.
En todo caso, la clave del entendimiento no reside tanto en la constatación de
semejanzas culturales como en la consolidación de prácticas de comunicación y
coexistencia pacífica. Desde luego, esto no disuelve la realidad de las comunida-
21
Es preciso distinguir la utilización ideológica de conceptos como «derechos humanos», «libertad» o «democracia»
y, en general, de los principios del universalismo, de aquellos discursos críticos, a menudo también occidentales, que tra-
tan precisamente de poner a prueba la universalizabilidad de los intereses.
22
La posibilidad de un discurso jurídico intercultural está acreditada por experiencias históricas como la de la Liga de
los iroqueses o el ius gentium romano, observa Höffe, que surgen de necesidades surgidas de la relación efectiva entre pue-
blos y cristalizan en un consenso tanto práctico como teórico en torno a la coincidencia entre los usos y normas de las dis-
tintas culturas, sin que se reconozca un lugar hegemónico a ninguna (Höffe, 2007: 175-179. Si estamos inevitablemente
situados codo con codo, no nos queda otra opción que intentar llegar a un acuerdo con el otro en algún tipo de marco
jurídico común (Waldron, 2000: 240). Y esto requiere, no abandonar los elementos de la propia cultura, pero sí verlos no
(sólo) como elementos de una identidad particular y distintiva, sino como soluciones fundadas en la propia experiencia
que se proponen a los demás para confrontarlas con sus experiencias y propuestas.
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Conviene en este punto advertir que no hay fundamento último del universalismo democrático: es fruto del ejer-
cicio continuado y contingente de la deliberación ciudadana informada, capaz de redefinir las necesidades y preferencias
de los individuos.
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Y de un modo u otro está ya en marcha, aunque de la peor manera, mediante acuerdos que excluyen a la gran
mayoría, los más débiles, e instituciones opacas e irresponsables
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En cuanto a los sujetos de una política emancipadora para la época que vivimos,
las esperanzas se han puesto a menudo en la naciente sociedad civil global25, y par-
ticularmente en los nuevos movimientos sociales, a la vez que se ha constatado el
agotamiento de los antiguos actores, como partidos y sindicatos. El relativo éxito del
movimiento «altermundialista» en las sucesivas reuniones del Foro Social Mundial,
o las nutridas manifestaciones de 2003 contra la proyectada invasión de Irak por parte
de Estados Unidos y sus aliados han sido saludados por cuantos confían en la socie-
dad civil como una muestra de que ésta puede ser la palanca de un orden cosmopolita.
Sin embargo, hay que ser precavidos. En primer lugar, la sociedad civil es un con-
junto de actores, situados en un supuesto «tercer sector» independiente de Estado y mer-
cado, muy heterogéneo: está compuesta por miles de instituciones y agrupaciones
que apenas tienen en común otra cosa que el rasgo negativo de ser «no guberna-
mentales». Además, hay que evitar, como advierte Keane (2003a y b), una visión
purista y romántica de la sociedad civil: ésta depende de la organización del trabajo o
la tecnología que aportan las empresas transnacionales; no podría desarrollarse sin el
mercado. En suma, hay que reconocer que la sociedad civil puede estar situada tanto
en el lado de los problemas como en el de las soluciones. Por otra parte, hay que tener
en cuenta que los movimientos y asociaciones de la sociedad civil global —que, por
otra parte, está muy lejos de serlo realmente hoy— subsisten en buena medida gra-
cias a la financiación y protección que les proporcionan los Estados. La actividad de
la sociedad civil global muestra la necesidad de instituciones jurídicas y políticas que
garanticen a los actores de esa sociedad el derecho de asociación, la libertad de expre-
sión, la propiedad y los contratos y que proporcionen seguridad frente a la violencia.
Podríamos entonces concluir que lo que se necesita son organizaciones cívicas,
no tanto «no-gubernamentales» como conectadas con la ciudadanía. Quizá más
flexibles y abiertas que los partidos clásicos, pero orientadas a la esfera pública y la
acción política26. Aun así, hay que aceptar que se trata de contrapoderes. Que tie-
nen la ventaja de su autonomía respecto a los poderes establecidos, pero no pue-
25
Así Kaldor, por ejemplo, escribe que «las revoluciones de 1989 legitimaron el concepto de sociedad civil y, en
consecuencia, permitieron que surgiese la política global: el compromiso de movimientos sociales, ONG y redes en el
proceso de construir el gobierno global. Y la conjunción de la paz y los derechos humanos dio pie al nuevo discurso huma-
nitario que está desafiando al discurso político del Estado beligerante centralizado» (2003: 106).
26
Entre los movimientos sociales, cabe destacar la importancia del feminismo para la articulación del 3º imaginario. Quesada
(2006: 290-291): «Frente a otras derivas actuales, la perspectiva del feminismo, en cuanto demanda de «ilustración de la Ilustración»,
fundamenta la construcción de programas emancipatorios que avalen la pluralidad de formas de vida elegidas por los indi-
viduos. Se constituye, de este modo, en una corriente esencial para recomponer el sentido de la «universalidad» en la dife-
rencia y, por tanto, de la solidaridad, más allá del ethnos o la naturaleza».
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