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RENÁN, Sergio (Ed.) - Cuentos de Cine
RENÁN, Sergio (Ed.) - Cuentos de Cine
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Selección y prólogo
de Sergio Renán
© De esta edición:
1996, Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara S.A.
Beazley 3860. 1437 Buenos Aires
• Santillana S.A.
ISBN: 950-5 1
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ÍNDICE
Prólogo
SERGIO RENÁN 9
Marlene en elSur
HOMERO ALSINA THEVENET 17
El primer Cortázar
MANUEL ANTÍN 23
Dos aguafuertes
ROBERTO ARLT 3
Cheap thrills
EDGARDO COZARINSKY 1 13
7
Tres hombres y una mujer
HUGO DEL CARRIL 123
El ciego Renzo
LEONARDO FAVIO 137
El nacimiento de Cándida
NINÍ MARSH ALL 161
La historia de Safo
MECHA ORTIZ 167
El puritano
HORACIO QUIROGA 207
Reflexine
ROLAND 217
11
Sergio Renán
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Prólogo
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Sergio Renán
14
Prólogo
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Sergio Renán
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esa limosna.
Así que di elpaso audaz de pedir a El País que
me financiara la expedición a Buenos Aires, con el ar-
gumento de que ^‘Marlene es nota” Me dijeron que sí,
19
Homero Alsina Thevenet
20
Marlene en el Sur
21
Homero Ahina Thevenet
(Inédito, 1996)
22
EL PRIIAWER C0RT/¡ZA\R
Manuel kntín
Es curioso. Yo, que no he conservado ni otras
cartas ni las críticas relacionadas con mis películas, he
guardado, sin embargo, minuciosa y prolijamente, to-
das las que Cortázar me escribiera desde 1960 hasta
principios de los 80. ''Son cosas que tienen que suceder-
nos a vos y a mí, y me parece perfectamente natural y he-
lioque sucedan', me dijo alguna vez frente a un enigma
parecido. Una de esas cartas, del 10 de julio de 1962,
comenzaba así:
25
Manuel Antín
como seguramente
silla, — no puede decirse
diría él ,
26
El primer Cortázar
27
Manuel Antín
28
—
El primer Cortázar
29
Manuel Antín
frazada.
(Inédito, 1996)
30
Roberto Arlt
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Las ‘‘Academias” cinematográficas
33
Roberto Arlt
34
Dos aguafuertes
anzuelo de la academia.)
Mientras el director lo conversa, por el suelo, a
35
Roberto Arlt
36
Dos aguafuertes
lector.
Calamidad primera
Calamidad segunda
turas.
Por fin, al repetido siseo de los que no aca-
rretillaban párvulos, intervino el moroso acomodador.
38
Dos aguafuertes
venta.
39
Roberto Arlt
40
Crecí en una familia donde el poder era muy
importante. Pero a mí jamás me interesó; detesto ma-
nipular a Por cierto, ser directora de cine exi-
la gente.
43
María Luisa Bemberg
44
Las ideas hay que vivirlas
43
María Luisa Bemberg
46
A los cinco años, cuando estudiaba en el Teatro
Infantil Labardén, tuve el privilegio de hacer una obra
de Alfonsina Storni. EUa daba clases allí y había escrito
una pieza que se llamó ]uanita, sobre una chica de 12
años que trabajaba como mucama en la casa de una fa-
milia acomodada. Yo era la menor de todo el elenco e in-
terpretaba a un varoncito, el hijo menor de la familia. En
una escena tenía que mojar una estampilla con la lengua
y pegarla en un sobre, pero se suponía que me la tra-
gaba y empezaba a llorar. Por alguna razón me asusté
ante la posibilidad de tragarme realmente la estampilla.
Me dio miedo y empecé de verdad. Entonces,
a llorar
Alfonsina me Uamó entre bambalinas y me dijo:
—No seas tonta, no te vas a enfermar ni te va a
pasar nada. Seguí adelante, que vas a ser actriz.
49
Amelia Bence
Land:
— (íUsted quiere que yo entre en el mar hasta el
cuello? No se haga ninguna ilusión. Ni loca. Jamás.
Ponga un doble.
Así que, en la película, la cámara me toma en-
trando en primer plano cuando estoy en la mitad, se
y,
31
Amelia Bence
intimidada.
Esa historia de infancia se había convertido en
una especie de destino.
(Inédito, 1996)
52
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Los primeros diez o doce veranos de mi vida los
pasamos en el campo; después empezamos a ir a Mar
del Plata. Mi madre, que allá no perdía una función,
me aseguraba que el cine era malsano para los chicos.
Me hizo creer —siempre manejó bien mis esnobis-
mos — que sentado en la oscuridad me convertiría en
un niño pálido, tan gordo como débil, lo que era una
desventaja, porque en la sociedad de los chicos rige la
36
Atnores imposibles
57
Adolfo Bioy Casares
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El público iba a verla a ella
Armando Bó
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Armando Bó / Isabel Sarli
62
Dos versiones sobre un desnudo histórico
63
Armando Bó / Isabel Sarli
64
Me encontré totalmente desnuda
Isabel Sarli
65
Armando Bó / Isabel Sarli
66
Dos versiones sobre un desnudo histórico
67
Armando Bó / Isabel Sarli
vera de mamá:
— ¡Vos y yo nos vamos! ¡Dejamos esta asque-
rosidad!
Faltaba poco para terminar azaroso rodaje y
el
68
Dos versiones sobre un desnudo histórico
69
Armando Bó / Isabel Sarli
70
Dos versiones sobre un desnudo histórico
71
S0IBRIE EL D0IBIlA\JE
Jorge Luis Borges
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Las posibilidades del arte de combinar no son
infinitas, pero suelen ser espantosas. Los griegos engen-
draron la quimera, monstruo con cabeza de león, con
cabeza de dragón, con cabeza de cabra; los teólogos del
siglo II, la Trinidad, en la que inextricablemente se arti-
73
Jorge Luis Borges
español.
Oigo que en las provincias el doblaje ha
decir
gustado. Trátase de un simple argumento de autori-
dad; mientras no se publiquen los silogismos de los
connaisseurs de Chilecito o de Chivilcoy, yo, por lo
menos, no me También oigo decir que
dejaré intimidar.
el doblaje es deleitable, o tolerable, para los que no
engaño.
No hay partidario del doblaje que no acabe por
invocar predestinación y el determinismo. Juran que
la
'
Más de un espectador se pregunta: Ya que hay usurpación de
voces ¿por qué no también de figuras? ¿Cuándo será perfecto el sistema?
¿Cuándo veremos directamente a Juana González, en el papel de Greta
Garbo, en el papel de la Reina Cristina de Suecia?
76
Sobre el doblaje
ma vivir.
77
Me inicié en
periodismo mitad por azar y
el
81
^
Calki
de cine.
82
Un enemigo del cine nacional
83
Calki
84
Un enemigo del cine nacional
—Julio,
qué pasa? Terminaron tan temprano?
(i
—
No. Hay otras cosas que no te puedo decir
aquí. Vamos a tomar un vermouth.
Fuimos a un saloncito pequeño, en el comedor
grande. Le pedí un Cinzano al mozo:
—A usted no puedo le servir.
— ¿Por qué?
—Tengo orden equipo de no del servirle a usted.
86
Jorge Carnevale
En estos casos, uno nunca sabe cuándo empieza
el malestar. Puesto a pensar, diría que fue en el mo-
mento en que Chris embarcadero para remontar
deja el
el río en ese botecito, despidiéndose con gesto levemen-
89
Jorge Carnevale
90
Problemas con Chris
91
,
Jorge Carnevale
92
Problemas con Chris
entonces).
Algo me dice que esta película está durando de-
masiado. No alcanzo a distinguir las manecillas del re-
loj, pero seguro que la siesta ha quedado muy atrás y
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EL 0TRO P0E
Abelardo Castillo
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Rilke enseñó famosamente a no aventurarse en
ciertos temas, sobre los que, por haberse escrito mucho
o de modo inmejorable, ya casi es imposible agregar
nada. Voy La literatura, ya se sabe, es siem-
a desoírlo.
pre una contravención. Voy a hablar de Chaplin.
Chaplin, que en el cine del cura, en mi pueblo,
se pronunciaba Chaplin (y suena mejor, suena a vidrio
rompiéndose), no pertenece para mí a la historia del
arte, ni siquiera a la del cine. Pertenece a otra historia,
menos grandiosa, más atorrante: a la mía. A la de saltar
el tapial o el cerco y, abarrotándose los bolsillos de nís-
98
El otro Poe
99
Abelardo Castillo
100
En aquel entonces era difícil saberlo. Uno va al
103
Julio Cortázar
104
Queremos tanto a Glenda
103
Julio Cortázar
m
Queremos tanto a Glenda
107
Julio Cortázar
108
Queremos tanto a Glenda
109
Julio Cortázar
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Queremos tanto a Glenda
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Hacía tiempo que admiraba desde la ventanilla
del métro los inmensos afiches de Luxor-Pathé, donde
nunca escaseaban princesas raptadas y hechiceros can-
tantes —
visión fugaz, que pronto cancelan los puentes
de hierro de
cuando una
la estación elevada Barbés-Rochechouart —
noche de sábado, el pasado mes de di-
fría
116
Cheap thrills
117
Edgardo Cozarinsky
ferrocarril cercana.
Soldados y sirvientas, ya inspeccionando la gran
ciudad en un día de licencia, o probando su suerte en
lapsosmás prolongados, descansaban sus pies o disfru-
taban de una siesta no prevista, mientras lluviosos atis-
bos de emociones pretéritas agitaban apenas la superfi-
118
Cheap thrills
119
Edgardo Cozarinsky
120
Cheap íhrills
121
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1 RES IrlOAWlBRES /
m/\ miUoPER
Hugo del Carril
Mi auténtica vocación es la de director de cine,
porque una actividad más creativa que la de cantante
es
o la de actor. El trabajo de actor siempre lo hice un
poco obligado, como consecuencia lógica de mi carrera
artística. El canto me llevó inevitablemente al cine. Pero
126
Tres hombres y una mujer
727
Hugo del Carril
ver a nadie.
Al llegar a Rosario hablé con el empresario del
teatro y armé un plan para intentar sacarla de su depre-
sión. La llevé a un cuarto en el foso del escenario, detrás
del cortinado. El cuarto tenía una pequeña escalera que
conducía al escenario y una única puerta de salida.
—Ya que no querés ver a nadie le dije —
qué- —
date sentada y mirame actuar desde acá.
Cerré con llave y pedí al empresario que no le
abriera la puerta por nada del mundo. Salí a escena
pero, antes de empezar el recital, le hablé al público de
Tita y de lo que ella significaba como artista. En el cuar-
tito, ella intentaba infructuosamente abrir la puerta
para escapar. Finalmente, no tuvo más remedio que su-
bir los peldaños y enfrentar al público, que la recibió de
pie, con un estruendoso aplauso de varios minutos. En
un momento pensé que iba a desplomarse y tuve que
sostenerla desde atrás. Tomándome de lamano. Tita le
habló a la gente con lágrimas en los ojos. Fue una noche
gloriosa para ella y también para mí.
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Artistas Argentinos Asociados fue fruto de la
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Lucas Demare
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Cómo se filmó La guerra gaucha
133
Lucas Demare
134
Cómo se filmó La guerra gaucha
Uó
Lucas Demare
gato?
Yo le dije:
cascabel al gato.
Se estaba muriendo y preguntaba:
— (íDónde está el taño?
Muiño me llamaba “Turco” (nunca supe por
qué) y Alippi me llamaba “Taño”. Recuerdo sus últimas
palabras. Me dijo:
136
EL CIEGO RENZ0
Leonardo Favto
Luján de Cuyo: caravanas de álamos y calles
largas; como deben ser, de tierra. Allá a lo lejos, la cor-
dillera. En ella rebota el sol de la mañana y el aire es
dita!”
quedó
Allá —
pasé hace poco —
sólo el horno de
barro derrumbado en parte y un ventanal quebrado ya,
resistiéndose a morir empotrado en el muro que da a la
calle, el único de pie en medio de un baldío.
139
Leonardo Favio
aumentar mi envidia.
Y así fue como, a través de su voz, vi mis pri-
meras películas.
(Inédito, 1996)
140
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IrlOEL/WCOD:
RO/ r. EHC/W/ES
Roberto Fontanarrosa
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Cuando Walter Jeremy Rathbone modeló e im-
pulsó a Roy T. Thomas hacia los umbrales de la fama,
no lo hizo por un elemental cariño por los animales sino
por pura desesperación.
La crisis del 30 había caído sobre la familia
Rathbone como una furiosa tormenta de nieve y su
padre, Estabel, perdió de la noche a la mañana todas las
esperanzas de enriquecerse. Estabel había sido siempre
pobre como una rata pero alentaba día a día, con te-
nacidad de inmigrante, el americano sueño de alcanzar
fortuna. La aciaga mañana del 14 de octubre de 1934,
el padre de Walter se despertó con la infausta nueva de
143
Roberto Fontanarrosa
144
Historias de Hollywood: Roy T Thomas
145
Roberto Fontanarrosa
146
Historias de Hollywood: Roy T. Thomas
147
Roberto Fontanarrosa
148
Historias de Hollywood: Roy T Thomas
149
.
Roberto Fontanarrosa
Dru”.
Fue así como Roy Thomas accedió a las ta-
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Historias de Hollywood: Roy T Thomas
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A mediados de abril de 1951, Ernesto Sábalo me
presentó a Leopoldo Torre Nilsson. La cita era para las
cinco de la tarde, pero él llegó a las cinco menos cuar-
to. Cuando abrí la puerta, supe que el hombre que ocu-
paba todo el vano y yo, estaríamos ligados para siempre
a la vida y a la muerte. Su mano no deja ni dejará de
apoyarse en la mía.
Mi primer encuentro fue una mentira. Dije,
mentí que había visto El crimen de Oribe en portugués.
El se sorprendió. Yo regresaba de Roma, después de
dos años y había publicado un libro de cuentos. Se tra-
taba de una fantasía que se haría realidad. Y Torre
Nilsson creyó en ella. Los dos buscamos que ese primer
encuentro, que esa primera fantasía se hiciera realidad
con todos su films.
m
Evocación de Leopoldo Torre Nilsson
138
Evocación de Leopoldo Torre Nilsson
gesto.
Era un hombre que no tenía el mal humor gra-
tuito.Recuerdo un día en que estábamos muy tristes:
regresamos de Berlín, en que La caída estuvo a punto de
ganar el primer premio y no lo ganó. Nosotros nece-
sitábamos terriblemente de ese premio en el exterior
para su estreno en Buenos Aires. Al llegar a Londres fue
a un quiosco de diarios y compró todos los diarios
franceses. Y en uno de esos diarios, en la primera pági-
na, decía: “Equivocación del jurado de Berlín. Obra
maestra La caida'\
Hubo gente que no le perdonó a Leopoldo su
antiperonismo que, hay que dejarlo bien sentado, era
un antiperonismo muy respetuoso. Él lo que odiaba
era todo aquello que significó el ostracismo de su padre
160
EL NA\CII/'\\IIE\J^0
DE C/í\lDIID/\
Niní Marshall
I Á- . 4>kA
como de Lumiton salté a EFA, y de Catita a
Así
Cándida, también de Romero pasé a las órdenes de Luis
Bayón Herrera, quien estaba enamorado de ese perso-
naje. Casi tanto como don Roberto Llauró.
163
Niní Marshall
164
El nacimiento de Cándida
ataque!
La escena se repitió tres o cuatro veces. Codecá
y yo estábamos congestionados. No podíamos más y lo
peor fue que habíamos contagiado a todos. Aída Luz
desternillándose en su de filmación. Los técnicos
silla
166
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Historia de una pasión
está de acuerdo.
Me pareció que en sus palabras había un cierto
temor, basado en mi anterior rechazo para filmar con él
Los chicos crecen.
—Mirá, Hugo... El libro, lo leeré, aunque co-
nozco la obra, incluso la he visto en teatro, y en cuanto
a vos... te dije entonces y te repito hoy: no tuve ni tengo
ningún inconveniente en que me dirijas. Sos un mucha-
cho joven 26 años), talentoso, buen director y
(tenía
buena persona. Si entonces me negué, no fue por vos,
sino por que no era una película para mí.
— Gracias... Yo creí que lo habías dicho como
una salida elegante y que siendo una estrella como sos,
no querías un director tan joven.
— ¡Déjate de embromar!... Si el libro me gusta,
no hay nada más que decir...
769
Mecha Ortiz
— ¿Te gustó?
— Me pareció un tema muy
i
Sí! audaz... sobre
todo en esta época que están de moda las novelas rosas
170
La historia de Safo
171
Mecha Ortiz
adultos...
172 .
La historia de Safo
173
Mecha Ortiz
Mi galán
174
La historia de Safo
173
Mecha Ortiz
tu galán...
—Señora — Roberto— para mí un ho-
dijo es
Anécdotas de filmación
176
La historia de Safo
cuento...
— Sos un irresponsable y un fumador empe-
dernido — agregué seriamente.
Como ellos me miraron, agregué para suavizar
las cosas.
177
Mecha Ortiz
garrillo?
No puedo repetir lo que me dijeron.
178
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V.
—A ella se le ve que algo raro tiene, que no es una
mujer como todas. Parece muy joven, de unos veinticinco
años cuanto más, una carita un poco de gata, la nariz chi-
— ¿Y ojos?
los
—Claros, seguro que verdes,
casi los entrecierra
para dibujar mejor. Mira al modelo, la pantera negra del
zoológico, que primero estaba quieta en la jaula, echa-
da. Pero cuando la chica hizo ruido con el atril y la silla,
181
Manuel Puig
182
El beso de la mujer araña
— (jQuién es?
—Esperá. Ella oye el chasquido del fósforo y se
sobresalta, seda vuelta. Es un tipo de buena pinta, no
un galán lindo, pero de facha simpática, con sombrero
de ala baja y un sobretodo bolsudo, pantalones muy
anchos. Se toca el ala del sombrero como saludo y se
disculpa, le dice que el dibujo es bárbaro. Ella ve que es
buen tipo, la cara lo vende, es un tipo muy comprensi-
vo, tranquilo. Ella se retoca un poco el peinado con la
mano, medio deshecho por el viento. Es un flequillo de
rulos, y el pelo hasta los hombros que es lo que se
usaba, también con rulos chicos en las puntas, como de
permanente casi.
que hay.
— ¿No era que no querías alborotar?
te
— Seguí.
— contesta que no
Ella Pero en se asustó. eso, al
184
El beso de la mujer araña
—Hacé memoria.
—Esperá un poco... No sé si es ahí que la salu-
m
Manuel Puig
baño.
—Ah, bien entonces.
está
— (fQuerés un poco?, está linda, fresquita.
— No, mañana no hay problema con mate.
así el
Seguí.
—Pero no Nos alcanza para todo
exageres. el día.
186
El beso de la mujer araña
mañana.
—Hasta mañana. Que sueñes con frena.
—A mí me gusta más colega la arquitecta.
187
Manuel Puig
—Yo ya Chau.
lo sabía.
—Hasta mañana.
m
E/ beso de la mujer araña
189
Manuel Puig
parar, suben los dos sin decir una palabra. Van al depar-
tamento de él, en todo el trayecto no hablan. Llegan al
edificio, es una de esas casas de departamentos antiguas
m
El beso de la mujer araña
m
Manuel Puig
192
El beso de la mujer araña
está
— Sí, ella le desayuno
llevó el cama. a la
—A mí nunca me gustó desayunarme recién le:
m
Manuel Puig
cuente más.
—No, por favor, te escucho.
—Él le repite si se quiere casar. Ella le contesta
que lo quiere alma, y que no quiere irse más
con toda el
194
El beso de la mujer araña
— ¿Entonces?
—Pero, no parece mal, me
si te gustaría que fué-
ramos comentando un poco la cosa, a medida que vos
avanzás, así yo puedo descargarme un poco con algo.
Es justo, ¿no te parece?
— para burlarte de una
Si es que mí película a
me gustó, entonces no.
—No, mirá, podría que comentemos simple-ser
mente. Por ejemplo: a mí me gustaría preguntarte cómo
te la imaginás a madre del tipo.
la
m
Manuel Puig
196
El beso de la mujer araña
¿qué
arquitecta, detiene ésa?
guerrillera
—Me bueno, más que
gusta, pantera. la
pipa. Te escucho.
— qué ese tonito burlón?
ciPor
—Nada, contame, dale Molina.
—No, habíame del de pipa ya la vos, que lo
conocés mejor que queyo, vi la película.
—No conviene de
te el la pipa.
— ¿Por qué?
—Porque vos querés con lo no fines del todo
confesá.
castos, (íeh?,
—Claro.
—Bueno, gusta frena porque
a él le ella es frí-
197
Manuel Puig
198
El beso de la mujer araña
cabeza.
—Yo no lo veo tan claro, por lo menos como lo
acabás de definir vos.
—Bueno, no necesito que vengas a aclararme
nada, y si querés te sigo la película, y si no querés,
paciencia, me la cuento yo a mí mismo en voz baja, y
saluti tanti, arrivederci, Sparafucile.
— (-Quién Sparafucile? es
—No sabés nada de ópera, traidor de es el
Kigoletto.
—Contame y chau, que ahora quiero
la película
—Así duerme en
es, él de y el sofá la sala, ah, lo
que no te dije esque han arreglado, se han puesto de
acuerdo, en que ella vaya a un psicoanalista. Y ella
empieza a ir, y va la primera vez y se encuentra con que
el tipo es un tipo buen mocísimo, un churro bárbaro.
— ¿Qué es para vos un tipo buen mocísimo?, me
gustaría saber.
—Bueno, es un morocho alto, de bigotes, muy
distinguido, frente amplia, pero con un bigotito medio
de hijo de puta, no sé si me explico, un bigote de can-
cherito, que lo vende. Bueno, ya que estamos, no es mi
tipo el que hace de psicoanalista.
— ¿Qué actor es?
—No me acuerdo, es un papel de reparto. Es
buen mozo pero muy flaco para mi gusto, si te interesa
m
Manuel Puig
200
El beso de la mujer araña
— (iQué va hacer? a
—Pero va adonde cuidador y se la en-
está el
trega. El viejo, un tipo tranquilo de buen humor, se lo
agradece. Irena vuelve a la casa, espera que llegue el
201
Manuel Putg
202
El beso de la mujer araña
lega?
— Y, supone que siendo casado no
porque se
puede pasar nada, la colega ya no es una posibilidad
sexual, porque aparentemente él ya está copado por la
esposa.
—Es todo imaginación tuya.
— vos también ponés de
Si tu cosecha, ¿por qué
no yo?
— Irena una noche
Sigo. está con la cena pre-
parada, y no llega. La mesa está puesta, con luz de
él
203
Manuel Puig
204
Ei beso de la mujer araña
tingue quién es. Pero por ahí el taconeo cada vez se oye
más rápido. La colega se empieza a alarmar, porque vos
vistes como es, cuando has estado hablando de cosas de
decir.
arquitecta?
—Con qué
frena, Es protagonista,
te creés. la
—Seguí.
203
Manuel Putg
— Con
Reíte. Pero nada de bur-
el psicoanalista.
las,yo respeté
te comentarios. Seguí.
tu elección, sin
—Después comentamos querés, o mañana.
lo si
-ciY?^
—Mañana seguimos. Chau, que duermas bien.
—Ya me vas las a pagar.
—Hasta mañana.
—Chau.
(Capítulo uno de El beso de la mujer araña,
Manuel Puig, Seix Parral, 1976)
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Los talleres del cinematógrafo, esos estudios a
cuyo rededor millones de rostros giran en una órbita de
curiosidad nunca saciada y de ensueño jamás satisfecho,
han heredado del muerto taller de pintura su leyenda
de fastuosas orgías sobre el altar del arte.
La libertad de espíritu habitual a los grandes
actores, por una parte, y sus riquísimos sueldos de que
hacen gala, por la otra, explican estos festivales que no
pocas veces tienen por único objeto mantener vibrante
el pasmo del público, ante las fantásticas, lejanas estre-
llas de Hollywood.
Concluida la tarea del día, el estudio queda de-
sierto. Tal vez los talleres técnicos prosigan por toda la
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Horado Quiroga
210
El puritano
quedado en casa.
A la noche siguiente, o tres o cuatro después, el
fantasma vuelve a ocupar su sitio habitual en la com-
pañía que prefiere. Y aunque su semblante expresa fati-
ga y en su silueta se perciben los finos estragos de una
nueva proyección, no hay en ellos rastros de verdadero
sufrimiento. Diríase que durante el tiempo invertido en
el pasaje de su film, el actor estuvo sometido a un sueño
de seminconsciencia.
211
Horacio Quiroga
212
El puritano
cintas de Ella.
275
Horado Quiroga
de su amor?
— ¡Oh, morir! —decía ella misma, oprimiéndo-
se la cara entre las manos. ¡Y no verlo, no verlo más!
214
El puritano
anterior.
Nuevas noches se sucedieron, en vano. La bu-
taca del Monopole proseguía desierta.
En un austero hogar de cualquier alameda, un
hombre de principios rígidos debía de velar el sueño de
su casta esposa y su puro infante. Cuando se ha resisti-
da está cumplida.
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Afirmación de muchos: ‘'Fulano es buen crítico.
2\9
Roland
220
Keflexine
terminables.
221
Koland
222
Reflexine
los fastidiosos.
223
Roland
)/
o
Yo soy un gran admirador de Elias Alippi. Él era
actor y, desde luego, director de compañía “Muiño-
la
administrador.
— ¿No tienen otro lugar para ponerme mí? a
—Esas no son cosas suyas —me contestó.
Me enojé aún más: “me van a echar”, pensé “pe-
ro antes de que me echen, voy a hacer lo que me da la
227
Luis Sandrini
— ¿Qué hacés?
—Como supongo que usted me va me a echar,
estoy arreglando la ropita.
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El retrato en la puerta de un baño
229
Luis Sandrini
230
EL COmE BA\CK
DE E/\SSIIE
Luis Saslavsky
Un día, descubrí que conservaba en Hollywood
un amigo de mis épocas de periodista. Se llamaba
Washington Robbins de Vigny. Este nombre que parece
inventado era verdadero. Había nacido en Haití y unas
gotas de sangre negra le daban una sonrisa brillante y
parecida quién sabe porqué, y evidentemente sin causa
y sin razón, a la de Federico García Lorca. Pese a las
oportunidades que se le presentan a quien vive veinte
años en Hollywood, Washington no abandonó jamás el
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El come back de Lassie
23 ^
Luis Saslavsky
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El come back de Lassie
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Luis Saslavsky
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El come back de Lassie
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Luis Saslavsky
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El come back de Lassie
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Luis Saslavsky
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El come back de Lassie
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Ltíis Saslavsky
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El come back de Lassie
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Luis Saslavsky
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Mario Soffici
i
Yo no actué en el cine mudo,
un pequeño salvo
ensayo en 16 milímetros que hice con José Gola, En-
rique Santos Discépolo y Francisco Martínez Allende
para comparar la actuación del actor desde el punto de
vista teatral y desde el punto de vista cinematográfico.
En Mendoza, hicimos unas escenas de Muñeca, de Ar-
mando Discépolo, sin ninguna modificación, en el patio
de camarines del Teatro Avenida. Filmamos esas esce-
nas y vimos la diferencia que había en la actuación, en
elmaquillaje y en todo. Eso fue lo único que hice en el
mudo. Como espectador, por supuesto, me interesaba
mucho. Tenía la sensación de que todo se reducía a los
títulos que se intercalaban para poder comprender la
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Mario Soffici
2^0
José Ferreyra y el nacimiento del cine argentino
231
Osvaldo Soriano
Yo era chico cuando mi padre me llevó a ver a
Gatica. Todo San Luis sabía que un día volvería para
mostrarnos sus corbatas guarangas y aquella sonrisa
prepotente. No recuerdo qué año era pero aún no había
perdido en Nueva York con el campeón del mundo. Mi
padre odiaba boxeo pero le gustaba leer las derrotas
al
2 %
¡Mono las pelotas!
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Osvaldo Soriano
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¡Mono las pelotas!
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“Los enfermos no creyeron en la muerte
de Rantes...”
Hombre mirando al sudeste, 1985
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Elíseo Subiela
Como tantos.
Él la encontró.
Nos despedimos más o menos un mes antes de
su muerte.
Estaba con una llamativa paz.
A veces cerraba los ojos y sonreía.
Quizás recordara. Quizás estuviera empezando
a saber cosas que hasta entonces sólo había sospe-
chado.
Cuando salí de su departamento lloré por pri-
2G4
La presencia de Hugo Soto
Acá nomás.
Muchos, gracias a Dios, sabemos dónde es eso.
Tomate un descanso. Es jodido para los que te
vamos a extrañar.
Pero yo no voy a cometer, a esta altura de mi
vida, la torpeza de pensar que te acabaste.
Un beso.
263
Elíseo Subiela
edad de 42 años.
gamos, Babsy"
Cuando los films eran solamente comerciales, o
solamente artísticos, no lo dejaban totalmente satisfe-
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Leopoldo Torre Nilsson
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Esta vez la pegamos, Babsy
271
Leopoldo Torre Nilsson
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Esta vez la pegamos, Babsy
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Homero Alsina Thevenet (Montevideo, 1922). Es uno
de los maestros de la crítica de cine en lengua española,
labor que ha desarrollado tanto en su país como en la
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S
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Sobre los autores
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Sobre los autores
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Sobre los autores
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Sobre los autores
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Sobre los autores
mió Emecé —
la ubicó entre las autoras más promiso-
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Sobre los autores
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Sobre los autores
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Este libro
se terminó de imprimir
en el mes de octubre de 1996
en Indugraf,
Sánchez de Loria 2251,
Buenos Aires, República Argentina.
Aquí están la perspicacia costumbrista de
Arlty la imaginación de Cortázar. La tempra-
na iluminación de Quiroga y la lucidez im-
placable de Borges. El Felipe de Sandrini y la