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Capitulo VIII

La clave del proceso . - La “reflexión” o “consideraciones críticas” configuran el pivote


alrededor del cual gira todo el proceso de investigación. Esta fase, más que cualquier otra,
se halla indisolublemente unida a las demás, de tal manera que resulta imposible determinar
momento alguno del complejo proceso de investigación que no contenga una alta dosis de
reflexión. En consecuencia, sólo como una licencia didáctica podemos referirnos a esta
acción como una “etapa”, sabiendo que no dispone de un tempo diferenciado del resto del
proceso.

La “reflexión” se desarrolla desde el momento mismo en que el investigador realiza las


primeras diligencias tendientes a establecer el objeto del estudio, y se extiende
ininterrumpidamente hasta la colocación del punto final en el original que entregará a sus
destinatarios. Empero, hay un momento en que la actividad reflexiva se intensifica. Ésa es la
razón por la cual, en el desarrollo de la obra, la hemos ubicado secuencialmente entre la fase
erudita y la de exposición.

Toda investigación científica, y la jurídica en particular, se desarrolla en el marco de un


determinado orden social y cultural, en función del cual adquiere sentido y relieve. Su
producto, la tesis -teoría que resultará de la acción reflexiva del estudioso-, tenderá a
preservarlo, mejorarlo, cuestionarlo, o transformarlo de alguna manera; para ello resultará
fundamental la coherencia lógica de las argumentaciones que desplegará en el discurso.
Consecuentemente, en las explicaciones que pueda aportar el estudioso, producto de las
reflexiones que le haya sugerido el material estudiado a la luz de su idea directriz, estará
contenida la clave de la obra.

En el campo jurídico la explicación científica tiene una máxima importancia y es el motivo


principal, si no el único, de toda obra de investigación destinada a esclarecer una cuestión
controvertida de derecho. Por ello, el jurista intentará llegar a conclusiones válidas que no
serán otra cosa que una teorización más o menos amplia en que resumirá sus ideas
personales. El investigador no podrá dar por terminada la acumulación del material para
iniciar la exposición sin haber alcanzado un grado de compromiso tal sobre el tema
investigado como para saber, con precisión, qué quiere decir de sustancial sobre la cuestión
que analiza y la forma en que desarrollará su discurso en el texto escrito. Es decir, luego de
la recolección de la mayor parte del material documental, el jurista debería estar en
condiciones de esbozar la conclusión, lo que le abrirá la puerta a la siguiente fase que
denominamos “de la exposición” . Aun cuando la mayor parte de las reflexiones se
concretarán en la versión escrita en la etapa con que coronará el estudio.

Formas de explicación

La tautología . - Según el Diccionario de la Real Academia Española, explicar consiste en


“declarar o exponer cualquier materia, doctrina o texto difícil por palabras muy claras con
que se haga más perceptible... Dar a conocer la causa o mo tivo de alguna cosa... Llegar a
comprender la razón de alguna cosa, darse cuenta de ella”2.
En definitiva, toda explicación no es más que un intento para dar a conocer lo desconocido por
medio de algo que se com prende racionalmente, lo que implica decir que consiste en la reducción
de lo explicado a un sistema de premisas implícitas que avalan la equivalencia que se pretende
efectuar; en pocas palabras, una tautología. Podemos caracterizarla como el procedimiento racional
más o menos complejo por el cual se desarrolla una cuestión, concepto, doctrina, materia o texto
mediante fórmulas o ejemplos, para que se haga más perceptible, con la finalidad de poner en
evidencia la conformación, causa o motivo del objeto explicado.

el resultado de una reformulación de la experiencia en nuevos términos que se presentan como


propiedades de las cosas analizadas3. Algunos autores señalan el producto como un verdadero
“cartografiado” de los fragmentos de una descripción: la explicación sería como un “mapa
topológico” de un terreno desconocido, que serviría como herramienta a la inteligencia para recrear
idealmente el objeto estudiado4. También podemos afirmar que todos los modos del razonamiento
pueden ser utilizados como explicación, en tanto son meros recursos dialécticos para hacer más
comprensible una cuestión. Se considera a “la explicación como el método de pensamiento básico y
principal en cuanto engloba toda actividad intelectual que ayude a comprender mejor algo... y se
pueden reducir a ella todos los demás”3.

2 Real Academia Española, Diccionario de la lengua española, p. 598. 3 Samaja , Epistemología y


metodología, p. 14 8 . 4 Samaja , Epistemología y metodología, p. 3 1 y 15 9 . 5 Sierra Bravo ,
Ciencias sociales, epistemología, lógica y metodología, p. 17 2 . Según su naturaleza, las
explicaciones pueden ser científicas o vulgares o no científicas, de conformidad con el nivel de
requerimiento que se formula el sujeto explicante. No quiere decir que por el hecho de ser científica
una explicación resulte sin más verdadera al tiempo que una vulgar resulte sin más falsa. Una
explicación racional puede resultar falsa sin dejar de ser científica como una explicación puede
resultar verdadera sin dejar de ser vulgar: la ciencia avanza sobre los errores que se descubren a
diario y el derecho no resulta una excepción a la regla. La explicación puede presentar distintos
niveles de profundidad y múltiples formas que se pueden combinar entre sí, las que el estudioso
debe adaptar a las necesidades del discurso que despliega.

La explicación científica tiene por finalidad dar a conocer los elementos, naturaleza, factores o
relaciones del objeto que se estudia y sobre el que se pretende dar alguna respuesta comprensible y
válida desde el punto de vista lógico. El procedimiento tiene una importancia fundamental en el
desarrollo humano, ya que constituye la base de todo el saber sistemático. Por consiguiente, es la
naturaleza de los argumentos y no la exactitud de la conclusión lo que determina que una
explicación sea o no científica. Si alguien intentara dar las razones por las que es delito el
homicidio, la respuesta vulgar podría ser “porque el autor va preso” , hecho rigurosamente exacto,
pero que no aportaría gran cosa al conocimiento de esta realidad, que requeriría de otro tipo de
argumentos bastante más complejos, conforme a la óptica en que se coloque el sujeto explicante,
que según los casos debería incursionar en los terrenos moral, social y jurídico.
Al más alto nivel, toda vez que se pueda establecer una ley o principio general sobre una
determinada cuestión, podremos asegurar que quien logró ese enunciado ha coronado con éxito su
trabajo explicativo. El conocimiento de tales principios en el terreno jurídico es el objeto principal
de la ciencia del derecho. Podemos reconocer en el campo jurídico y demás ciencias sociales, como
principales, los siguientes tipos de explicación: descriptiva, conceptual, ejemplificativa, ontológica,
teleológica e histórico-social6. Las analizaremos brevemente.

La descripción. - La explicación descriptiva da res puesta a la pregunta: ¿cómo es? Es el nivel más
elemental del procedimiento explicativo, y consiste en delinear un concepto refiriendo
objetivamente sus distintas partes, cualidades, circunstancias o propiedades exteriores, sin
considerar sus predicados esenciales. Tiende a explicitar la cosa a través de los elementos y
mecanismos que le confieren una determinada apariencia que la identifica.
En el campo jurídico, este procedimiento es muy importante, en tanto permite diseñar las
instituciones jurídicas por su conformación más visible, es decir, mediante los elementos exteriores
que las hacen reconocibles dentro del sistema.

Así, por ejemplo, podría describirse la institución de la adopción mediante la relación de los
requisitos y procedimientos establecidos en la ley y requeridos por la jurisprudencia para entregar a
un menor al adoptante confiriéndole la patria potestad. Este tipo de explicación no se puede soslayar
virtualmente en ninguna disertación jurídica, pero sin duda no resulta suficiente para conferirle
categoría científica.

La conceptualización . - La explicación conceptual responde a la pregunta: ¿qué es? Consiste en la


explicitación de una idea mediante una fórmula lingüística apropiada que se materializa en otras
palabras, con idéntico significado, que se presuponen más claras. La explicación conceptual típica
es la definición y, en general, toda relación de nociones generales y su clasificación. Para explicar
un término puede echarse mano a la etimología a fin de poner en evidencia el origen de la palabra y
su evolución en el tiempo, lo que sirve para aclarar el significado actual. En derecho, utilizamos
términos que se remontan a la antigua Roma o Grecia y cuya elucidación contribuye a la aclaración
del sentido del concepto en vigencia.

Las definiciones conceptuales, como las clasificaciones, a veces se hallan en la misma ley, pero por
lo general son obra de los doctrinarios, que al estudiar los fenómenos e instituciones jurídicas las
tipifican mediante fórmulas lingüísticas y cuadros clasificatorios de fácil comprensión.

La ejemplificación . - La explicación ejemplificación responde a la pregunta: ¿cuál es el caso


concreto? Consiste en explicitar un concepto por medio de casos que se ponen de relieve para
comprobar, ilustrar o autorizar la idea en análisis. Por lo general acompañan a una explicación de
otra naturaleza y tienden a facilitar la comprensión de lo que se expone mediante la relación de
situaciones corrientes vastamente conocidas. La ejemplificación resulta de gran utilidad en la
disertación docente y permite ilustrar gráficamente lo que se desarrolla en términos eruditos Por
este sencillo método, Monsieur Jourdain supo que hablaba en prosa, hecho que, al parecer, hasta ese
momento ignoraba7. En la disertación jurídica tiene un extraordinario valor práctico, en tanto
permite visualizar con mayor claridad conceptos abstractos, exponiendo casos de la vida corriente.
El autor deberá echar mano a este recurso tantas veces como sea necesario, a fin de aclarar el
discurso que desarrolla, cuyo razonamiento no siempre resulta evidente a los lectores. § 109 . L a e
explicación y ONTOLÓGICA. - La explicación sustantiva u ontológica responde a la pregunta:
¿qué es y por qué? Tiene por objeto explicitar un concepto mediante la identificación de su
naturaleza, es decir, lo permanente e invariable que corresponde a su esencia. Es un desarrollo de
contenido netamente filosófico en tanto relaciona las causas que le confieren identidad. Para ello, el
disertante debe aislar mediante la abstracción ciertos elementos ideales de la cosa, que le imprimen
carácter desde el punto de vista racional. Este tipo de explicación se formula toda vez que se pone
en evidencia la naturaleza jurídica o las causas de un determinado hecho con relevancia en el
derecho.

El análisis ontológico tiene una enorme trascendencia práctica, pues identifica jurídicamente la
cuestión de que se trata. Según se atribuya a un hecho una u otra naturaleza jurídica, distinta
resultará la solución normativa que corresponderá (v.gr., según que un hecho dañoso, como una
mala praxis médica, se considere un acto ilícito o un incumplimiento contractual, le serán aplicables
distintos períodos de prescripción). Normalmente esta clase de explicación abundará en toda obra
jurídica.
Como la ontológica, es de naturaleza filosófica, y en el campo del derecho tiene una gran
importancia práctica cuando se intenta determinar la finalidad perseguida por la ley; es decir, los
objetivos que se propone el legislador, la ratio legis que le da sentido concreto a una norma o
institución. Como la finalidad de la ley puede ir modificándose con el marco histórico-social, el
investigador que emprenda este tipo de explicaciones deberá confrontar sus resultados con los
hechos de esta naturaleza. Por ejemplo, un análisis teológico e histórico-social permitirá inferir el
distinto alcance que en el tiempo tienen determinados delitos, como el adulterio o el tráfico de
drogas, en función de la evaluación que la sociedad haga de los bienes jurídicos tutelados.

La explicación histórico-sociológica responde a la pregunta: ¿en qué circunstancias? Tiene por


objeto explicitar un hecho, concepto o institución en función de las circunstancias fácticas que lo
determinaron. Sabemos que el derecho, entre otras cosas, es un hecho histórico-social, por lo que el
estudioso deberá echar mano con frecuencia a este tipo de procedimientos, para poner en evidencia
algunos aspectos de la cosa que de otro modo podrían tergiversar lo esencial. La explicación
histórico-sociológica en el campo jurídico trasciende en mucho a los estudios específicos que se
hacen en estas ramas de la ciencia que pueden o no acompañar la obra jurídica. Con frecuencia el
jurista deberá completar el análisis puramente jurídico-doctrinario de una situación con un análisis
de los hechos que visibilizaron tal o cual solución, so pena de realizar un trabajo de laboratorio.

Resultaría incomprensible a un lector del mañana la legislación y jurisprudencia argentina vinculada


con la re valorización de los créditos por la devaluación de la moneda, sin una explicación
relacionada con los largos años de inflación crónica y las repetidas crisis hiperinflacionarias.

Como y a hemos señalado, el método científico es de carácter instrumental, y tiene por finalidad
desentrañar lo esencial de una cuestión que 14. Hencra. Memdulogid.

Es un procedimiento intelectual tendiente a la obtención de conclusiones válidas para incorporarse


al patrimonio común del conocimiento. En el método se pueden reconocer dos aspectos. Uno,
específicamente filosófico, se halla conformado por el conjunto de principios racionales en que se
fundan los procedimientos. El otro, de contenido netamente procedimental o técnico, comporta una
serie de instrumentos discursivos-racionales tendientes a la formación de conceptos científicamente
válidos; es decir, tiende a que el conocimiento resultante se haya obtenido con la intención y
mediante los mecanismos racionales destinados a producir una explicación suficiente como para
generar una mayor comprensión del objeto estudiado, lo que no garantiza, sino en términos muy
relativos, su exactitud.

Cada ciencia o grupo de ellas tiene sus propios métodos y, por consiguiente, sus propias formas de
ejecución específicas para desplegar el razonamiento. El derecho naturalmente dispone de
herramientas racionales que comparte con otras ciencias sociales y humanas, lo que permite al
jurista el estudio de la realidad fáctica o normativa. Estos procedimientos dialécticos consisten en
formas particulares de reflexión que permiten obtener determinados productos intelectuales con una
finalidad explicativa, de otros productos o elementos de la misma naturaleza. Presentan una gran
variedad y pueden combinarse entre sí a fin de obtener de ellos su máximo aprovechamiento. Los
principales son los siguientes: la abstracción, la definición, la clasificación, la comparación, el
análisis, la síntesis, la deducción y la inducción.

Cada uno de ellos tiene su propia finalidad inmediata y representa una herramienta del
razonamiento para hacer inteligible una determinada cuestión y, a su vez, corresponde a una forma
de estudio. A continuación analizaremos cada uno de ellos. § 113. L a a b s t r a c c ió n . - Es el
procedimiento racional en virtud del cual se aíslan mentalmente determinados elementos de la cosa,
en función de ciertas características que la hacen inteligible.
Por la misma razón, entre el concepto abstraído y la realidad o concepto del que se lo extrajo va a
existir una distancia esencial propia de la distinta naturaleza de cada uno de ellos. Suelen
distinguirse dos tipos de abstracción: la total y \& fo r mal. En función de la primera se separan de
las unidades estudiadas los aspectos más generales que las caracterizan. De esta manera, por
ejemplo, de un estudio amplio de los contratos podrían abstraerse sus notas esenciales a fin de
utilizarlas en una definición abdicativa de todas las formas contractuales. La abstracción formal
separa ciertas características o aspectos específicos de cada una de las cosas estudiadas, con la
finalidad de establecer variables o comparaciones entre las especies.

Así, por ejemplo, del estudio de los contratos podría abstraerse que no todos se perfeccionan de la
misma manera, con lo que sería factible establecer una primera clasificación entre consensúales y
reales. La abstracción es la operación básica de la reflexión lógica aplicable al derecho. Como toda
operación intelectual es un “producto” del razonamiento que puede adoptar múltiples formas. Por
ello, podemos afirmar que el conocimiento científico y el jurídico, en particular, se fundan en
distintas formas de abstracción10. Consecuentemente, el investigador, al formular sus propias
reflexiones sobre el material recolectado, intentará extraer determinados elementos según su propia
idea directriz, lo que utilizará críticamente para elaborar sus opiniones sobre la cuestión que analiza.

La actividad definitoria se halla estrechamente ligada a la labor de abstracción, y tiene por finalidad
explicitar en términos de más fácil comprensión otros relativamente desconocidos, por intermedio
de una fórmula que se desarrolla con palabras más accesibles al entendimiento. En el campo del
derecho, este procedimiento resulta de gran utilidad, en tanto se pueden alcanzar fórmulas legales o
doctrinarias relativamente simples. Para ser válida, la definición debe denotar la esencia del
concepto que se define, sin utilizar el término definido. Por ejemplo, la del art. 944 del Cód. Civil,
que tipifica como acto jurídico los “actos voluntarios lícitos, que tengan p or fin inmediato,
establecer entre las personas relaciones jurídicas, crear, modificar, transferir, conservar o aniquilar
derechos”.

En cambio, resulta criticable la fórmula del art. 566 del Cód. Civil al definir la obligación a plazo,
como aquella en que “el ejercicio del derecho que a ella corresponde estuviere subordinado a un
plazo suspensivo o resolutorio”, lo que supone decir: “la obligación es a plazo cuando está sometida
a plazo”, con lo cual no se explica nada. Una forma generalizada y muy exacta de definir consiste
en remitir al género próximo, al que se agrega la nota diferencial. Así, por ejemplo, podría definirse
el contrato de trabajo como una locación de servicios o de obra prestada en relación de dependencia
a cambio de una remuneración. Cada vez que el estudioso utiliza un término o un concepto
abstraído que no es de uso corriente, tanto más si es objeto de su propia reflexión, requerirá de una
adecuada explicación, la que podrá formular mediante una definición.

En este procedimiento se deben poner en evidencia los rasgos más característicos que forman el
concepto, marcando sus límites y finalidad. En ese orden de ideas, debe procurarse que la definición
se haga siempre en función de las propiedades, naturaleza o caracteres esenciales que hacen a la
cosa, es decir, objetivamente. Es obvio que cuando se utilizan fórmulas o conceptos de uso
generalizado en la disciplina, que se suponen de conocimiento de los lectores a los que está dirigida
la obra, no requieren ser explicitados. Tanto más cuando se los emplea con un alcance
sobreentendido por la ley o la doctrina.

Por este procedimiento racional se confrontan dos o más elementos que son en parte distintos y en
CONSIDERACIONES PERSONES : LA REFLEXIÓN 2 1 3 parte iguales, con la finalidad de
evidenciar sus diferencias y semejanzas. Se vincula con la abstracción y a su vez resulta la base de
la clasificación. Se pueden comparar dos o más cosas cuando existe un elemento análogo entre
ellas; es decir, resultan comparables todas aquellas cosas que tienen alguna nota común que las haga
semejantes, sin perjuicio de las notas diferenciales que las identifican.
En la investigación científica en general, y la jurídica y social en particular, la comparación tiene
una aplicación muy amplia, al punto que se reconoce como propio un verdadero “método
comparativo” . Durkheim considera que tal método es el único que puede ponerse en práctica en la
ciencia sociológica12, y su utilidad en el campo del derecho resulta inestimable. Su aplicación más
evidente se da en el campo del derecho comparado, que muchos autores consideran una rama
autónoma de la ciencia jurídica'3. El objeto del procedimiento serán siempre dos o más unidades
que a priori presentan analogías, y tiene por finalidad verificar las presuntas semejanzas y
diferencias en función de un patrón determinado de antemano.

Ello con el objeto de explicar el hecho que se constata. De esta manera podrá explicarse el
funcionamiento de mecanismos institucionales y fenómenos jurídicos en múltiples variables. La
comparación debe ser tan amplia como sea posible. Empero, a diferencia de otros métodos, no
requiere integridad, es decir, el estudio comparativo podría ser parcial y alcanzar sólo una parte
identificada de la institución de que se trata. Así, por ejemplo, si se realiza un estudio comparativo
entre los recursos procesales ordinarios y extraordinarios, no sería necesario analizar ambas series
de instituciones en todos sus aspectos, sino sólo los puntos de tangencia que entrarían en el objeto
del procedimiento, excluyendo los demás por intrascendentes a los fines del análisis. La búsqueda
de diferencias y semejanzas en derecho debe realizarse siempre dentro de un marco general de tipo
teórico que responderá a la idea directriz del estudioso.

Verbigracia, podría hacerse una comparación entre diversas instituciones de un mismo sistema
jurídico en una misma época histórica, o de una sola institución en diversas épocas o momentos, o
entre varias instituciones distintas “en paralelo”, señalando sus semejanzas y diferencias. Podría
también compararse “por oposición”, destacando las incompatibilidades entre las cuestiones que se
analizan, o “en conjunción” a fin de destacar los puntos comunes que las hacen semejantes. Es
decir, el recurso puede utilizarse con una enorme gama de posibilidades, las que deberán ajustarse a
las exigencias de la investigación en curso y a la idea directriz que la orienta.

Es el procedimiento racional mediante el cual se abstrae de un conjunto relativamente heterogéneo


una serie de notas comunes entre las especies que lo componen, a fin de reagrupar los semejantes y
separar los distintos en función de un determinado criterio. La rama de la ciencia que desarrolla los
principios de la clasificación se denomina “taxonomía”. La operación clasificatoria comporta una
serie de pasos lógicos: a) la descomposición del todo racional en una serie de elementos más
simples, en una típica operación de “abstracción”; b) la comparación de cada uno de los elementos
simples abstraídos con los demás, a fin de establecer las características particulares que los hacen
similares o diferentes entre sí, y c) el reagrupamiento de los distintos elementos en categorías
racionales en función de un cierto criterio. Para resultar válida debe ajustarse a determinadas reglas:
a) debe ser “completa”, de modo que no deje fuera de la operación a ninguna unidad del conjunto
clasificado; b) las “clases” o “grupos” que se formen deben excluirse entre sí de modo que ninguna
unidad pueda ser incluida en dos o más grupos distintos, y c) el criterio de clasificación debe ser
único y aplicarse en cada nivel con idéntico criterio. Resulta un procedimiento de gran utilidad en la
ciencia jurídica, en tanto ayuda a esclarecer la naturaleza de determinados fenómenos o
instituciones y su modo de funcionamiento. La actividad clasificatoria importa una ordenación de la
realidad ju14 Sierra Bravo , Ciencias sociales, epistemología, lógica v metodología.

Ello permite al analista estudiar cada uno de los agrupamientos como una unidad relativa
extrayendo determinadas conclusiones aplicables, según los casos, a una o más categorías. Toda
clasificación presupone una abstracción y una generalización que le confiere un cierto grado de
arbitrariedad, con lo cual no siempre se logra clasificar las semejanzas y diferencias de cada
conjunto según parámetros de estricta lógica15.
En este orden de ideas, Biels a recuerda que las personas jurídicas se clasifican clásicamente en
“públicas” y “privadas” en virtud de su naturaleza, sin tener en cuenta que las primeras disponen
también de personalidad privada, como las civiles y comerciales16. En resumen, toda operación
clasificatoria comporta los siguientes elementos: a) Un conjunto complejo sin diferenciar, el que
puede ser descompuesto en unidades más simples según un criterio que abarca la totalidad. b ) Un
determinado número de unidades simples dotadas de características individuales que las diferencian
como partes de ese todo complejo. c) Un criterio racional que permite la agrupación de tales
unidades en grupos relativamente homogéneos. Podemos afirmar, entonces, que todo aquello que no
es total mente simple puede ser objeto de algún tipo de clasificación. Ésta puede ser múltiple y
jerarquizada y admitir a su vez otras aperturas. Las obras jurídicas están llenas de fórmulas
clasificatorias y el estudioso podrá inspirarse en ellas para elaborar, a su vez, agrupamientos
inéditos. La forma habitual de visualizar una clasificación es mediante el llamado “cuadro
sinóptico” en el que se destacan gráficamente los distintos agrupamientos.

A partir de él se efectúa una separación entre las distintas partes que integran la cosa, con la
finalidad de conocer sus elementos o principios. Es una forma particular y típica de “abstracción”, y
en ese orden podemos decir que toda obra científica es una obra de análisis. En sentido estricto, se
parte siempre de una unidad o conjunto que se pretende estudiar. Mediante la abstracción se
disciernen las diversas partes que idealmente lo integran, para lo cual debe descomponerse
racionalmente en elementos más simples, a fin de estudiar cada uno por separado. Ello con el
propósito de establecer con mayor claridad el principio de composición, funcionamiento o alcance
del fenómeno en estudio17.

Por ejemplo, si se analizan los usos y costumbres como fuente del derecho, podrá verificarse que
para que la costumbre tenga valor normativo debe existir un elemento objetivo, configurado por el
uso pacífico y continuado de una práctica con trascendencia jurídica que no se oponga a la ley
formal, y otro subjetivo, consistente en que un ámbito personal considere tal práctica como
obligatoria. Seguidamente se estudiarían cada uno de esos elementos, a fin de discernir su identidad
jurídica con el propósito de explicitar en qué condiciones operan para crear una costumbre
obligatoria. El análisis raramente se agota en sí mismo, razón por la cual, por lo común, se lo deberá
vincular a una valoración más compleja de carácter crítico que el estudioso formulará en cada caso.
Este procedimiento formula una proposición unitaria por la fusión de distintos elementos.

Es una actividad intelectual simétricamente opuesta al análisis y a la cual se halla íntimamente


vinculada. En efecto, mientras que en el análisis se produce una “descomposición” de la unidad a
fin de estudiar sus partes, en la síntesis se conforma un todo con diversos elementos, los que por lo
común han sido abstraídos por vía de aquel procedimiento para conformar la nueva unidad
racional18. Es decir, estos dos procedimientos se hallan íntimamente asociados, en tanto que, por lo
común, en una primera operación el estudioso procede a analizar una serie de unidades, a fin de
disociaras en elementos más simples para luego conformar con todos o alguno de ellos, una nueva
proposición unitaria.

En la síntesis se parte siempre de diversos elementos con el propósito de descubrir relaciones y


similitudes por un procedimiento comparativo, pero no para señalar sus diferencias y analogías,
sino para integrarlos en una nueva unidad. La síntesis se produce al integrar en un solo concepto,
según sus propias relaciones, los distintos elementos extraídos de diferente origen, formando una
unidad conceptual distinta. Retomando el ejemplo vinculado con el valor normativo de los usos y
costumbres: el jurista, luego de efectuar el análisis del hecho generador separando sus elementos,
podría asociar los resultados con un nuevo análisis sobre las fuentes del derecho y sus mecanismos
de derogación, concluyendo por vía de síntesis que la costumbre jurídica podría prevalecer sobre la
norma positiva derogarla tácitamente por desuetudo.
En este orden de cosas debe prevenirse que no se debe en ningún caso “forzar síntesis abusivas”,
reduciendo a un denominador común elementos diferentes y múltiples, sin una clara razón que lo
justifique desde el punto de vista racional y jurídico. Toda síntesis debe ser claramente explicada
para que el lector pueda recomponer el mecanismo intelectual del autor, el que debe resultar
evidente según la propia óptica del trabajo. De no obrarse en consecuencia, tales “síntesis abusivas”
raramente lograrán otra cosa que confusión y oscuridad, pudiendo llegar a descalificar la obra. La
síntesis es un procedimiento de gran importancia en el campo jurídico, en tanto permite construir
teorías amplias con los elementos que provee la investigación. § 119. La d e d u c c i ó n . - Es el
procedimiento racional por el cual se sacan consecuencias derivadas de un principio, proposición o
supuesto superior que le sirve de premisa. Es una forma de inferencia en virtud de la cual se pasa de
un enunciado de mayor nivel a otro inferior, mediante un razonamiento. Es el método por
excelencia empleado en lógica y en matemáticas, pero es común a las ciencias experimentales y
humanas. En derecho tiene una aplicación privilegiada, puesto que se trata de extraer consecuencias
concretas de principios generales o normativos de nivel superior.

Capítulo IX

REDACCIÓN DE LA OBRA: LA EXPOSICIÓN § 124. Primeres bozo de la obra escrita . - En esta


última fase, con la que culminará la investigación, podemos reconocer un paso principal, orientado
a “la redacción de la primera versión” o “del borrador”, al que dedicamos el presente capítulo, y tres
pasos secundarios, vinculados a la “culm inación del pro ceso ” , al que consagramos el capítulo
siguiente. Por compleja que sea una investigación, llega un momento en que el estudio sobre
fuentes del conocimiento se agota: los ficheros rebosan de referencias, el autor dispone de un
conocimiento profundo sobre el tema, ha recorrido con sentido crítico todas las fuentes del
conocimiento a su alcance, ha analizado hasta el agotamiento las obras en que podría haber
elementos de utilidad, ha realizado con la mayor seriedad sus reflexiones y ha llegado a
conclusiones satisfactorias.

Por fin ha llegado el momento de sentarse a escribir: de poner en el papel las ideas que, hace mucho
tiempo, dan vueltas en la cabeza del investigador, tanto más si la disertación es su opera prim a en el
vasto campo de la investigación científica. Escribir, cuando se tiene algo que decir, y ése es el caso
del estudioso, es una tarea placentera que debe ser degustada con deleite.

Para ellos esbozamos algunos consejos prácticos, fruto de nuestra experiencia personal. Estos
consejos son ideas tendientes a facilitar la redacción de] trabajo científico. Son simples
“herramientas” , elementos “técnicos” que valen tanto como otros, que pueden sustituirlos y
mejorarlos, y que en ningún caso pueden reemplazar la agudeza del espíritu crítico. No garantizan
“genialidad” ; pura y simplemente pretenden una correcta y más fácil utilización del material de
investigación, de manera que pueda ser mejor aprovechado por el autor y sus lectores. El arte de
escribir se aprende, como todas las artes. Si bien no todos tienen la pluma fácil, con un poco de
esfuerzo, los profesionales universitarios deberían estar en condiciones de expresarse con solvencia
mediante la palabra escrita. Escribir tiene sus reglas, no sólo en materia ortográfica o gramatical,
sino en relación a los objetivos del propio trabajo científico en general y jurídico en particular, que
deben ser respetadas escrupulosamente .

Escribir no consiste en llenar con vocablos hojas y más hojas, sino en expresar ideas sobre las que
se ha reflexionado, que deben ser adecuadamente comprendidas por otras personas, los lectores, y
sin los cuales la obra no cumplirá su cometido de vehículo del conocimiento. No hay que perder de
vista que su finalidad es hacer comprender al lector determinadas cosas, transmitir información
objetiva sobre cuestiones, normas y opiniones, volviendo accesibles nuestros razonamientos, a fin
de evidenciar la pertinencia de las soluciones propiciadas.
Una obra jurídica bien escrita, naturalmente, es el producto de un jurista altamente capacitado, pero
además de ello, para hacer algo realmente bueno, se requiere de una cultura general de sólidas
bases. El verdadero saber jurídico supone una formación humanista que desborda el estricto campo
del derecho. Es por ello que instamos a los jóvenes estudiosos a no “enterrarse” en el conocimiento
puramente técnico, para lo cual, además de leer obras jurídicas, lo que resulta indispensable, deben
alimentar su espíritu con otras no menos importantes de “verdadera literatura” . Si un árbol cae en el
bosque y nadie lo oye caer: ¿hace ruido? Si nos atenemos a la definición clásica, podemos llegar a
la conclusión negativa: si no hubiera quién oiga, no existiría ruido. En el terreno del conocimiento
pasa otro tanto: por importante que sea un descubrimiento, si permanece en el anonimato es como
REDACCIÓN DE LA OBRA: l.A EXPOSICIÓN 2 2 7 si no hubiera existido.

Pocos discuten que antes de Colón muchos europeos llegaron a América, pero sus relatos, al
parecer, no trascendieron de las tabernas, por lo que el continente quedó ignorado hasta 1492.

No será cuestión de precipitarse sobre la máquina de escribir o la procesador de texto (excluimos la


posibilidad de un trabajo manuscrito) para terminar lo antes posible. Si queremos ganar tiempo,
debemos realizar antes algunas tareas, sin las cuales la redacción se vería rápidamente complicada.
En primer lugar, el autor deberá efectuar una prolija revisión del plan de exposición, que se
conforma ya con su aspecto casi definitivo. De hecho aún podrá sufrir, y sin duda sufrirá, algunas
modificaciones, pero al momento de iniciar la redacción, el “plan de exposición” deberá exhibir las
características finales que tendrá en la obra terminada. El autor pondrá particular cuidado en la
revisión a fin de que la estructura se presente equilibrada en todas y cada una de sus partes. Que
capítulos y divisiones menores se hilvanen de manera lógica y progresiva.

Que el intitulado de cada una se ajuste al desarrollo temático sin que haya confusión posible. En
pocas palabras, antes de iniciar la redacción, el “plan de exposición” debe ajustarse de tal manera
que se presente como hipotéticamente aparecerá en la obra terminada. Sólo podrían omitirse las
subdivisiones de menor nivel, los puntos o parágrafos, que podrían introducirse al redactar cada una
de las divisiones de rango inmediatamente superior. La revisión del “plan” implica un control de la
reclasificación de las fichas en función de las modificaciones introducidas para convertir el “plan de
investigación” en “plan de exposición”.

Pero aun en el hipotético supuesto de que el plan no sufriera mayores alteraciones, el autor deberá
“poner a punto” los ficheros, es decir, revisar cuidadosamente las fichas y su ubicación a fin de
verificar su correcta clasificación. El fichero presentará así un aspecto renovado: las principales
divisiones rebosarán de material, pues corresponden a los temas que se han encarado desde el
principio. Otras, por el contrario, permanecerán vacías o con pocas fichas, ya sea porque el material
se halla tras otros caballetes que deben ser relacionados con las fichas de “reenvío” , sea porque el
trabajo aún presenta deficiencias de fondo que deben ser obviadas.

228 PRÁCTICA METODOLÓGICA DE L.A INVESTIGACIÓN JURÍDICA No se trata a esta


altura del proceso de dejar todo plantado y correr a la biblioteca más cercana para re introducirnos
en la investigación con el objeto de salvar el bache: nada de eso. Es muy posible que otras lagunas
vayan apareciendo en el transcurso de la redacción: detalles que no se tuvieron en cuenta, notas
demasiado resumidas que requieren una ampliación, referencias imprecisas, idea reciente que
requiere ser desarrollada en una nueva óptica, ficha incompleta relevada en un sentido sin haber
tenido en cuenta que ocultaba posibilidades que sólo ahora se advierten, etcétera.
Éstas y muchas otras “deficiencias” - y a que de algún modo debemos denominar la curiosidad
científica- deben ser cuidadosamente anotadas en una lista, con indicación muy precisa del punto
del plan a que corresponden. Ello con el propósito de completar la investigación sobre estos
detalles, una vez terminada la primera versión en borrador de la disertación. Resumiendo, al
término de las tareas preparatorias de la última etapa, el autor deberá tener sobre su mesa de trabajo:
el “fichero bibliográfico” , que no ha cesado de crecer desde el inicio del proceso y que
posiblemente no verá llegar nuevas fichas; el “fichero de lectura” , perfectamente clasificado y
depurado, en donde cada pieza se halle tras el caballete que corresponde; el “plan de exposición”,
que con carácter virtualmente definitivo sigue siendo la pieza maestra de la obra, y la
“documentación básica” , y eventualmente auto generada, si existiera. La primera página en blanco
luce impecable en el rodillo de la máquina de escribir o en la pantalla de la procesador de texto. No
falta sino comenzar a escribir: ¡menuda tarea!. Por más que el hecho resulte vastamente conocido,
no está de más recordar que en un trabajo científico, en principio, no se debe usar la primera
persona del singular. El “yo” debe quedar desde la primera línea y para siempre relegado por el
“nosotros”, que comprende al autor y a todos los que comparten su pensamiento.

Por ello, cuando el estudioso de1 A contrario sensü, considera Day que el uso del plural es
“pretencioso, verboso e impreciso”, por lo que exhorta a los científicos jóvenes a renunciar a la
falsa modestia de las generaciones anteriores (Cómo escribir y publicar trabajo s científicos,
“Boletín de la Oficina Sanitaria Panamericana”, abr. 1990, p. 336). Como pertenecemos a los falsos
modestos de las generaciones pasadas, nos permitimos, muy respetuosamente, disentir con el
distinguido publicista británico. REDACCIÓN DE LA OBRA: LA EXPOSICIÓN 2 2 9 va hacer
referencia a su propia persona o a sus opiniones, las referirá en primera persona del plural o con los
demás pronombres que se correlacionan. Primer consejo: debe escribirse con la mayor claridad. Un
medio para lograr tal objetivo consiste en redactar frases cortas correctamente construidas,
respetando los principios gramaticales. Dentro de lo posible debe evitarse el abuso de gerundios, a
los que somos tan afectos los juristas, al menos en los escritos judiciales. Una disertación ju rídica
no es un escrito tribunalicio y, por consiguiente, debe redactarse como obra científica y no en la
jerga abogado. Sólo se puede comunicar con claridad lo que se concibe con precisión. No se puede
expresar una idea de la cual no se tenga una representación perfectamente nítida. En consecuencia,
cuando el autor no tenga suficientemente clarificado un pensamiento, no podrá plasmarlo con
corrección en el papel. Tendrá que re formularlo una y otra vez, de manera que la expresión escrita
resulte el fiel reflejo de la idea, conformada según principios de la lógica formal y la sintaxis. Hay
que recordar que el destinatario de la obra es un lector que puede no ser un experto. Por ello resulta
indispensable explicar todo en sus menores detalles.

Deben situarse con cuidado los problemas, describir los mecanismos jurídicos, el sentido de los
razonamientos y de la jurisprudencia, precisar el significado de los términos que no sean de uso
corriente, explicar la historia, la evolución de las instituciones y las tendencias. Deben hacerse
comparaciones y dar ejemplos en toda oportunidad que se presente, tanto más útil si éstos son
tomados de casos analizados por los tribunales. Es decir, se deben utilizar generosamente los
recursos que brinda el idioma para transmitir el conocimiento, sin temer que se lo juzgue como
“demasiado simple”. Obviamente, no se trata de “bajar el nivel” como si se escribiera para alumnos
de la escuela secundaria, cuando la obra se dirige a universitarios. Pero tampoco se debe suponer
que los lectores son avezados expertos en la materia. Por esa razón insistimos en la necesidad de
explicar con claridad todo lo que se describa, partiendo de la base de que se dirige a un público
razonablemente informado sobre temas jurídicos.
La cuestión deviene indispensable cuando se estudian instituciones de derecho foráneo, tanto más si
no resultan equivalentes 2 3 0 PRÁCTICA METODOLÓGICA DE LA INVESTIGACIÓN
JURÍDICA a las de nuestro ordenamiento. Una pequeña “noticia” sobre los mecanismos
fundamentales de la institución, hecha en una nota al pie, podrá superar el escollo con un mínimo de
trabajo. Así, por ejemplo, si se considera la institución matrimonial, no resultará necesario aclarar -
por obvio- de qué se trata cuando nos referimos a países occidentales de tradición cristiana, pero
resultaría conveniente explicarlo en los derechos de países de extremo oriente o de tradición
musulmana, lo que puede ser ignorado por muchos lectores.

Ello facilitará la comprensión y hará más amena la lectura. El autor deberá ponerse en guardia, a fin
de no subestimar la complejidad de los temas abordados: el hecho de haber vencido las dificultades
en pacientes horas de estudio no implica sin más que los mismos o peores problemas tenga el lector.
Por ese motivo, el autor deberá señalar las dificultades halladas y los mecanismos del razonamiento
que permitieron superarlas. Desaconsejam os los “excesos de síntesis”, en virtud de lo cual se
ofrece al lector el “producto term inado” sin mayores detalles del procedimiento (ver § 118). Dentro
de lo posible (el espacio es un tirano), debe hacerse recorrer al lector el mismo camino que siguió el
autor para llegar a la conclusión. M uchas veces la brevedad es gran enemiga de la claridad.
Tampoco se trata de diluir el texto en explicaciones inoficiosas o simplemente innecesarias, a fin de
llenar páginas sin mayor contenido. Esta suerte de “guitarreada” con letra jurídica no conduce a
nada y debe ser desterrada como una falta mayor.

Cuando el propio autor no tenga una opinión suficientemente fundada, deberá expresar sus dudas
sin ambages, exponiendo su pensamiento sólo como una hipótesis entre otras posibles. Ciertos
pasajes deberán ser escritos una y otra vez hasta que el resultado satisfaga al propio autor. Ello no
debe desmoralizar al jurista, pues es perfectamente lógico y normal que el desarrollo del discurso en
muchos de sus puntos presente dificultades. El investigador desde ya está advertido de que le
resultará imposible escribir al correr de la pluma, como si se tratara de una carta personal. Debe
recomendarse la utilización de un correcto estilo “cortado-conciso” . La disertación jurídica no
requiere de fantasías literarias, más propias de una obra de ficción que de un desarrollo
REDACCIÓN DE LA OBRA: LA EXPOSICIÓN 2 3 1 científico. Pero no por ello tiene que ser
pesada ni aburrida. El texto, dentro de lo posible, debe ser elegante y llevar al lector paso a paso en
el razonamiento, obviando términos incomprensibles, pedantes o simplemente “difíciles” cuando no
resulten impuestos pollas necesidades del discurso con la pertinente explicación. Cada “tem a” debe
ser desarrollado en un punto concreto del plan bajo un intitulado propio, con lo cual una vez dicho
algo, no debe repetirse. Cuando un tema ya tratado debe retomarse en vinculación a otro, cosa por
demás frecuente, se deberá remitir al lector de una parte a otra, a fin de posibilitar la profundización
precisa de la cuestión. Con ello se omitirá reiterar información o formular razonamientos ya
efectuados, y sobre los que no debe volverse. Toda forma de ironía o superioridad debe ser
prolijamente desterrada. Si hay descalificación debe resultar del razonamiento y no de fórmulas
retóricas, vacías de contenido.

Ello no implica, ni mucho menos, que no se pueda ser ameno y aun utilizar el hum or2. Por último,
debe usarse correctamente los signos de puntuación3. Sobre el particular, debe insistirse en la
conveniencia de evitar largos entrecomillados que dificultan la comprensión, o las frases que se
intercalan en otras con carácter de subordinadas. Dentro de lo posible, estos párrafos complejos
deben desdoblarse en dos o más oraciones separadas entre sí por un punto seguido. Debe tenerse en
cuenta que el texto debe presentarse de forma armoniosa entre lo escrito propiamente dicho y los
espacios en blanco. Cada “unidad de pensamiento” deberá desarrollarse bajo una rubrica común: a
cada desarrollo deberá corresponder un parágrafo, conformado por distintos párrafos. De manera
similar, a cada idea o hecho subordinado debe corresponder una o más ora2 Dos obras de toda
seriedad escritas con grandes dosis de humor son las ya citadas de Eco, Cómo se hace una tesis, y
Guibourg - Ghiglian i - Guarino - NI, Introducción al conocimiento científico.
Existen cuatro clases de signos de puntuación: a) los “signos de pausa” (el punto, la coma, el punto
y coma, y el punto y aparte); b) los “signos melódicos” (de interrogación, de exclamación, los
puntos suspensivos, los dos puntos, y el guion); c) los “signos de inserción” (los paréntesis, los
corchetes, las comillas, los guiones, la omisión y las barras), y d) los “signos de llamadas” (el
asterisco, el punto de abreviación, e l parágrafo, el apartado, la llamada d e nota al pie, el guion y
otros signos menores). Conf. SANTOS PÉREZ, Cómo elaborar y presentar un trabajo escrito , p.
177. 2 3 2 PRÁCTICA METODOLÓGICA DE LA INVESTIGACIÓN JURÍDICA . Estos
“conjuntos dialécticos” deben presentarse a la vista del lector como “bloques homogéneos” ,
perfectamente diferenciados por separaciones de espacios en blanco o interlineados4. Debe ponerse
particular cuidado en evitar las muletillas, términos o frases que se repiten innecesariamente
formando un mal hábito de redacción. Cuando se pongan en evidencia en la corrección, se intentará
reemplazarlas con sinónimos.

Todo ello contribuirá a la presentación de un texto “liviano” , de lectura fácil y agradable. En


resumen, el autor procurará hacer un uso correcto de los vastísimos recursos que le brinda el idioma
de Castilla, para lo cual conviene tener al alcance de la mano el Diccionario de la Lengua Española5
y otro de sinónimos, que lo ayudarán, en caso de hesitación, a precisar el alcance de un término o en
la búsqueda de uno equivalente. La primera condición de un texto de literatura jurídica es su
concisión, es decir, la ausencia de todo equívoco, para lo cual nunca resultará demasiado insistir en
la necesidad de escribir con frases cortas, bien construidas y, dentro de lo posible, en un estilo
elegante y agradable al leer.

Ya hemos señalado en el § 15 que la investigación es una obra esencialmente “didáctica” , que se


destina a otros estudiosos de la comunidad científica, a fin de que se sirvan de los elementos que les
brinda el autor, así sea para refutarlos. La preocupación de “entrega” o de “servicio” debe estar
permanentemente presente en el espíritu del estudioso. Se trabaja para otros; el proceso
cosmológico se presenta como un verdadero “acto de servicio” a la comunidad científica de que
forma parte el estudioso. Por ello, el lector es el sujeto prioritario, lo que resulta válido tanto cuando
se encaran trabajos del más alto nivel profesional, como los meramente escolares con que se hacen
las primeras armas.

Dirigido por la Real Academia Española, institución dedicada al estudio de nuestro idioma, formada
por distinguidas personalidades de las letras de todos los países de habla hispana. Está considerado
el “diccionario oficial” d e la lengua.

REDACCIÓN DE LA OBRA: LA EXPOSICIÓN 2 3 3 En estos últimos casos, si bien el


destinatario obligado y quizás único lector resulte el docente o el jurado que calificará la tesis, no
por ello deja de tener una finalidad didáctica inequívoca, que deberá juzgar el evaluador. Estos
trabajos que tan impropiamente denominamos “escolares” , tienen por finalidad inmediata
demostrar la capacidad del estudiante o candidato a doctorarse para realizar en forma autónoma una
investigación original que no pretende “ilustrar” al jurado, ni tiene a éste por destinatario final. Aun
en el caso específico en el que la obra tendrá menos lectores que los dedos de una mano, el
estudioso procurará hacer una obra trascendente que, por el propio contenido del discurso, la
originalidad del análisis y la pertinencia de sus conclusiones, merezca un lugar en la literatura
jurídica. Si la obra se verá o no publicada, es un problema puramente accidental que para nada debe
tenerse en cuenta en esta etapa del proceso. “Escribir para otro” debe ser el lema del autor,
cualquiera que sea el destino efectivo de la obra que se realiza. Pero esos “otros” en los trabajos de
mayor aliento pueden hallarse perfectamente determinados, según sea el tipo de publicación a que
está destinado. El autor deberá tener presente el perfil del público concreto a que se dirige.
Así, por ejemplo, la óptica de un artículo podría ser distinta, según sea para una publicación
general7 u otra especializada8, se trate de una revista nacional9 o internacional10. Cuestiones que
requerirían una explicación en un tipo de publicación podrían resultar superabundantes en otra.
Cuando se trata de doctrina, el contenido de las explicaciones variará según el público al que
presuntamente está destinada la obra. Así, por ejemplo un manual o compendio para estudiantes
universitarios o profesionales no especializados distará del con Como “La Ley” o “El Derecho” de
Buenos Aires, “Dalloz” de París, o la “Revista General de Derecho” de Madrid. 8 Como las revistas
“Derecho del Trabajo” y “Trabajo y Seguridad Social” de Buenos Aires, la “Revista de Derecho
Mercantil” y la “Revista Española de Derecho Constitucional” de Madrid, o “Droit Social” de París.
9 Como “Jurisprudencia Argentina” de Buenos Aires, la “Revista Española de Derecho Procesal” de
M adrid, o “II Diritto del Lavoro” de Roma. 10 Como la “Revista Internacional del Trabajo” de la
OIT de Ginebra, la “Revista Internacional de Seguridad Social” de la AISS de Ginebra, o la
“Revista Internacional de Ciencias Administrativas” de Madrid. 234 PRÁCTICA
METODOLÓGICA DE LA INVESTIGACIÓN JURÍDICA tenido de una obra profundizada,
orientada a especialistas en la materia. No se trata, lo reiteramos una vez más, de que la obra de
nivel superior deba formularse en términos incomprensibles, o que para apreciarla deban realizarse
estudios especiales. Pura y simplemente: como la utilización por distintas personas será también
diferente, el autor deberá adaptar su discurso a los requerimientos de las personas a que está
destinada.

La pregunta puede parecer una verdadera tontería. La respuesta parece tan obvia que no vale la pena
formularla: ¡se empieza por el principio! La verdadera respuesta, sin embargo, no es tan simple,
pues en el estadio en que se halla el proceso, no resulta evidente que se deba comenzar
necesariamente por la introducción y se termine por la última línea de la conclusión, luego de haber
transitado capítulo por capítulo en el orden del plan. Son numerosos los autores que sostienen que la
introducción es la última parte que se redacta. Es decir, debería encararse una vez terminado y
pulido el texto y definitivamente establecida la conclusión. Otros autores, como el prestigioso Eco,
sostienen que uno de los primeros pasos de la redacción de una tesis consiste justamente en esbozar
la introducción, que no sería sino un comentario analítico del índice. Esta “introducción ficticia” ,
como la denomina porque está destinada a reformularse, tendría por función fijar la idea directriz a
lo largo del proceso. A su juicio, servirá también para explicitar qué se quiere hacer y sirve para
probar que se tienen las ideas ordenadas. En su opinión, el tema reviste una gran importancia, pues
“hasta que no estéis capacitados para escribir un índice y una introducción no estaréis seguros de
que se trata de ‘vuestra tesis’. Si no conseguís escribir el prefacio, eso significa que todavía no
tenéis las ideas claras de cómo empezar. Si tenéis idea de cómo empezar, es que por lo menos
‘sospecháis’ a dónde llegaréis” 11.

En lo personal, admitimos la idea como una hipótesis, teniendo plena conciencia de que dicha
“introducción ficticia” es un simple ejercicio dialéctico, que normalmente no formará parte del texto
definitivo. Es por ello que, y sin que sea una exigencia ab11 Eco, Cómo se hace una tesis, p. 140.
REDACCIÓN D E LA OBRA: LA EXPOSICIÓN 2 3 5 soleta, aconsejamos que la introducción
sea la última parte que se redacte (ver § 147), pudiendo omitirse sin temor la “introducción ficticia”
aconsejada tan vivamente por el autor de E l nombre de la rosa. Si no se empieza por la
introducción, ¿por dónde se comienza a escribir? Una vez más la respuesta no tiene un valor
absoluto y el temperamento a seguir deberá adaptarse a las propias necesidades y dificultades del
trabajo. En principio, los primeros capítulos, que denominamos “introductorios” o “generales” (no
confundir con la “introducción”), por lo común son los más cortos, pero los más difíciles. Su
contenido es menos concreto, rebosan de consideraciones abstractas, doctrinarias o filosóficas y
requieren, por lo común, de una mayor reflexión. Por eso, son los que más dificultades presentan al
investigador novato y ello constituye una buena razón para postergar su redacción. Ese no será el
caso de los juristas más experimentados, con una sólida formación teórica o filosófica, que les
permitirá encarar sin mayores hesitaciones estos temas más arduos.
Ellos, pues, deben aprovechar las ventajas de la experiencia y empezar la redacción en el mismo o -
a l m enos- similar orden que el plan de exposición. Aquellos autores que decidan escribir en un
orden diferente, tarea perfectamente posible, deben establecer un razonable orden lógico, que podría
corresponder, por ejemplo, al desarrollo de los temas más concretos, que se irían considerando de
manera paulatina, uno por uno, hasta su agotamiento, para enfrentar luego las partes más generales.
Un consejo práctico: es conveniente iniciar la redacción por un tema sin demasiadas dificultades de
manera de ir adquiriendo experiencia, poco a poco, en forma tal que los temas más “difíciles”
queden relegados para el momento en que el estudioso esté mejor armado.

¡La hora de empezar a escribir ha llegado! El estudioso tiene frente a sí la máquina de escribir, o la
computadora, el “plan de exposición” detallado, los libros y documentos de base, los ficheros
bibliográficos y de lectura perfectamente clasificados y una hoja en blanco para ir anotando las
dificultades ir resueltas que se vayan presentando. Ha decidido en qué orden iniciará la redacción.
En el rodillo de la máquina de escribir o en el monitor de la computadora luce 236 PRÁCTICA
METODOLÓGICA DE LA INVESTIGACIÓN JURÍDICA la página número uno, sólo con el título
del primer capítulo cuya exposición va a intentarse. Si se redacta en máquina de escribir, el borrador
se hará en hojas de papel de buena calidad, tamaño oficio, a doble espacio y utilizando una sola
carilla. Ello con el objeto de introducir modificaciones y correcciones manuscritas en el
interlineado, o intercalar, mediante cortado y replegado, nuevos textos en la hoja escrita.

Si bien el borrador debe resultar lo más prolijo posible, para evitar toda confusión, debe trabajarse
en éste intensamente, para lo cual no sólo se requerirá una buena cinta mecanográfica, sino también
tijeras u otra herramienta que permita cortar el papel y goma de pegar. Si se trabaja en una
computadora, la tarea se facilita: las correcciones, supresiones, adiciones, etc., se hacen con gran
soltura y el texto luce siempre impecable. Es de recomendar, en tal caso, generar una “copia de
resguardo”, no sea que el diablo meta la cola y por esas cosas de la informática, un virus travieso
borre todo sin dejar trazas. Por ello es recomendable también ir copiando el original en un disquete
que se guardará aparte e imprimir a medida que avanza la exposición. Cuando se redacta en una
máquina de escribir, es conveniente cambiar de hoja cada vez que se inicia una nueva subdivisión.
Con ello no sólo se facilita el orden del original, sino la introducción de modificaciones en estos
textos de limitado desarrollo.

Cuando el escrito se subdivida en dos o más partes, debe simplemente cortarse la hoja en el lugar
preciso, la que pasará a identificarse bajo un nuevo título. Una investigación puede configurar una
obra considerable de muchos cientos, quizá miles de páginas. Consecuentemente, a m edida que se
avanza, las hojas deben ser numeradas prolijamente. En la procesadora de textos ello se puede hacer
automáticamente, por lo que no existe mayor dificultad. Para tal caso recomendamos guardar por
separado en un archivo diferenciado cada capítulo o parte de la obra. En cambio, cuando se trabaja
en forma artesanal, la cuestión plantea algunos problemas. En principio, aconsejamos numerar las
hojas por capítulos o aun divisiones menores.

Como esta numeración se va modificando con alguna frecuencia, resulta conveniente hacerla con un
lápiz de mina que permita su borrado. Una vez terminado un capítulo se debería unificar la
numeración me REDACCIÓN DE LA OBRA: LA EXPOSICIÓN 237 diante un signo convencional
o de otro color. Al finalizar la redacción se deberá asignar una nueva numeración correlativa a la
totalidad de la obra. A la vez que los capítulos quedan terminados, deben irse abrochando, formando
un “cuadernillo” de fácil lectura, pues durante la redacción de las partes ulteriores, el estudioso
deberá consultar una y otra vez el texto establecido y, frecuentemente, modificar la redacción de
ciertos pasajes a la luz del avance de la obra. La redacción se va haciendo con las propias palabras
del autor, desarrollando punto por punto cada una de las divisiones del “plan de exposición” , según
la secuencia predeterminada para escribir, la que podría no coincidir con el “plan de exposición”
previsto como estructura de la obra.
A medida que se va utilizando el material, se deberá “marcar” la correspondiente ficha de lectura o
parte del texto básico, de manera de no repetir la referencia en una forma idéntica, como si no
hubiera sido utilizada previamente. La redacción debe ajustarse estrictamente a las reglas del arte de
escribir, tratando de interesar al lector en el tema que se expone, para lo cual resulta conveniente:
poner lo más importante al principio del texto que lo desarrolla bajo un título, retomando de alguna
manera sus palabras; poner la “idea clave” en el primer párrafo de cada parágrafo, y tratar de
colocar las palabras más importantes al principio de cada frase. La obra científica no es una obra de
suspenso y en toda instancia debe brindársela al lector la mayor cantidad de información con el
menor número de palabras. Recordamos: cuando se suministra información objetiva, o
consideraciones que no pertenezcan al propio autor, necesariamente debe indicarse la fuente de
conocimiento utilizada. Ello no sólo como una condición de honestidad intelectual, sino para
facilitar al lector la eventual profundización de la fuente de referencia (ver § 139). Resulta obvio
que en el cuerpo de la obra virtualmente no habrá párrafo que no contenga por lo menos una nota de
referencia a fuentes del conocimiento. Ello en razón de que resulta imposible en el campo jurídico
no referirse a fuentes heteromancias, sean éstas cuerpos legales, sentencias o estudios de doctrina.
Sólo los párrafos críticos, en los que el estudioso analiza en forma personal y emite su opinión,
estarán desprovistos de referencias.

Establecido un orden tentativo de redacción, debe ponerse manos a la obra de una manera
sistemática para llevar a bien la instancia expositiva. Por lo pronto, el estudioso habrá hecho una
planificación razonable de su tiempo, ya que por lo general resulta utópico dedicarse en estas
actividades a tiempo completo. Tampoco se trata de tomar y dejar el trabajo en función de impulsos
de humor. Ello 110 conduciría a ninguna parte y esa obra no se terminará jamás. La redacción,
como el resto del proceso, requiere de un mínimo de infraestructura, sin lo cual la obra científica
entra en el campo de la utopía: un lugar tranquilo donde el autor pueda reflexionar mientras
desarrolla su escrito, disponer de su biblioteca de base, ficheros y elementos de mecanografía o una
computadora. No debemos olvidar que la redacción no es una simple transcripción del material
acumulado, sino el resultado de una reflexión sobre cada tema en particular, lo que se reflejará,
palabra por palabra, en la obra escrita. Al escribir, el autor deberá esforzarse por establecer un texto
completo como si fuera el destinado a publicarse. Para ello deberá pensar una y otra vez sobre la
mejor fórmula que se transcribirá en la hoja de papel. Cuando la redacción de un parágrafo se
considere terminada, deberá ser sometida a una lectura de conjunto, de la cual normalmente
surgirán importantes correcciones: supresiones, agregados, modificaciones del orden de ciertos
párrafos, etcétera. Lo importante es que cada vez que el autor dé por finalizado un punto, éste sea
prolijamente revisado y corregido. La misma tarea deberá hacerse cuando se termine cada división
de rango superior.

Una nueva lectura “completa” de todas las partes que lo componen (puntos, secciones, capítulos)
podrá indicar la necesidad de nuevas correcciones a la unidad cada vez de mayor grado. Ello
importa decir que a medida que avanza la redacción, el producto será leído y releído en distintas
ópticas, lo que inducirá a modificaciones y correcciones que quizás exijan una rectificación del plan
de exposición, que se adapta, así, a las necesidades concretas del desarrollo de la disertación.
Recordemos que el “plan” es un instrumento flexible y que requiere una adaptación REDACCIÓN
DE LA OBRA: LA EXPOSICIÓN 2 3 9 constante a las exigencias del discurso que avanza por
etapas en una exposición gradual. Durante la redacción, el estudioso deberá echar mano a diversos
elementos, de los que deberá dejar inequívoca constancia en la composición: se trata, según los
casos, de adaptaciones de un texto que se reconoce como fuente de una afirmación, de citas
textuales, diversos tipos de notas explicativas o de remisión, etcétera.
La adaptación de un texto es la situación más frecuente: el autor, con sus propias palabras, se refiere
al contenido sustancial, sea éste de carácter legal, jurisprudencia o doctrinal. Es decir, el estudioso
“resume” , “analiza” o “explica” un concepto que no le pertenece, y que debe representar con la
mayor fidelidad. Es el recurso retórico conocido como paráfrasis. La fuente inmediata, por lo
común, será una “ficha de lectura” en la que se ha resumido el dato, pero también podría ser una
“cita textual”, que el autor considera que no requiere de transcripción literal. En estos casos, el
investigador deberá poner sus cinco sentidos para ser fiel a la fuente del conocimiento, de la cual ha
extraído la información. Resultaría una falla garrafal que se atribuyera por error una opinión a quien
no la ha emitido, o se indicara equivocadamente el sentido de una sentencia o de una norma legal.
Tanto más si el “error” no es tal, sino una manipulación destinada a sostener una determinada
posición, invocando como fundamentos un hecho u opinión inexistente o distorsionada. Entonces,
cuando el autor aluda a fuentes extrañas, tomará los recados máximos para ser fiel en la
información que transmite. Para ello, sus anotaciones no textuales deberán ser suficientemente
explícitas y completas. Cuando el estudioso no estuviere seguro de lo que afirma, deberá dejar
constancia en el borrador mediante una marca bien visible, y anotar en la planilla de dificultades:
“Verificar... cap. x, p. xxx” , a fin de ratificar o rectificar la información consignada en la ficha, la
que podría hallarse incompleta o equivocada. Con ello oportunamente se salvará el eventual error.
En ningún caso el autor debe afirmar algo de lo que no tenga la absoluta seguridad. Por ello, jamás
puede avanzar en una cuestión no verificada, ni disimular una hesitación, señalando, cuando ello
resulte necesario, las propias dudas que no haya podido resolver.

240 PRÁCTICA METODOLÓGICA DE LA INVESTIGACIÓN JURÍDICA El lector debe


entregarse en confianza al autor, a quien por lo demás tomará como propia fuente para fundar
criterios jurídicos. Si bien se trata de brindar la información indispensable para verificar las fuentes,
en la gran mayoría de los casos, el hecho quedará como responsabilidad del autor, sin que se
controvierta su exactitud. La correspondencia, pues, entre el efectivo contenido de una fuente y la
versión que hace suya el autor en su discurso deben ser absolutas. Tanto más, cuanto que el jurista
analizará y criticará distintos aspectos de la cuestión, tomando como fundamentos el contenido
atribuido al documento que ha extractado.

Los requerimientos del tema en desarrollo pueden exigir la transcripción literal de algunos párrafos.
Es el caso, por lo común, cuando se analizan normas legales u otros documentos de la autoridad
pública. También suelen citarse en forma literal consideraciones de sentencias de gran importancia,
y con m enor frecuencia opiniones y definiciones elaboradas por los autores. Lo cierto es que el
autor deberá hacer un uso muy moderado de tales transcripciones, que tornan particularmente
“pesado” el desarrollo del discurso. En lo posible, y cuando resulte realmente indispensable, deberá
ser tan breve como lo permita la claridad de su utilización. Ya señalamos que se puede estudiar un
autor y criticar su posición sin recurrir a citas literales, haciendo un adecuado y honesto resumen de
su pensamiento. Empero, determinadas definiciones en que el propio estudioso ha resumido con
talento su pensamiento, deben ser transcriptas tal como se las concibió, sin adaptaciones. Cuando se
transcribe literalmente un texto, se está en presencia de una “cita textual” o “literal” , que debe ser
inequívocamente referenciada.

Para ello, el párrafo deberá figurar en el cuerpo de la composición entre comillas. Este signo
ortográfico permite “aislar” términos o frases, poniéndolos de relieve para una finalidad particular.
Se las utiliza, en especial, al principio y al fin de las frases atribuidas a un tercero, como una forma
inequívoca de identificarlas. Es decir, el párrafo entrecomillado indicará que no es del autor sino de
otra persona y que se reproduce en forma exacta y REDACCIÓN DE LA OBRA: LA
EXPOSICIÓN 241 completa.
Cuando se quiere resaltar esta circunstancia, y a fin de evitar toda duda sobre la exactitud del texto
cuando su contenido podría generar equívocos, se suele adjuntar entre paréntesis el adverbio latino
“sic” que significa “así”, “de esta manera” , “textual” . La regla es muy simple y no reconoce
excepciones de ninguna índole: no hay cita textual sin entrecomillado. Sea que se trate de pocas o
muchas palabras, de uno o varios renglones. El principio juega tanto cuando el autor es una persona
física como cuando la versión es institucional, como en el caso de las normas legales. La ley 11.723,
de propiedad intelectual, permite la utilización con fines didácticos o científicos “en todos los casos
sólo de las partes del texto indispensables a ese efecto”, de hasta mil palabras de una obra ajena (art.
10). Es un claro ejemplo de restricción de la utilización de la propiedad intelectual, aun con
indicación de la fuente, razón por la cual -entre otras- no se debe abusar de este recurso, que se halla
claramente limitado por el derecho y la honestidad (ver § 163).

Cuando lo transcripto contiene, a su vez, una transcripción (cita de cita) dentro del texto
entrecomillado atribuido al primer autor, deben abrirse a su vez comillas interiores (‘ ’), de manera
de aislar el párrafo atribuido a un tercero. La situación es frecuente en las sentencias que se citan
entrecomilladas y que a su vez incorporan palabras textuales de la ley o de la doctrina. Si bien la
cita de segunda mano es una práctica a desterrar, cuando el autor transcriba un texto a través de la
cita de un tercero, deberá indicarlo en la respectiva nota, a fin de evitar cualquier equívoco. El uso
de la cita literal puede presentar variantes: a) Cuando la cita es de alguna importancia, generalmente
el entrecomillado sigue a la indicación atributiva, que puede explicitarse con dos puntos. Ejemplo: S
a g ü é s sostiene: “si la Constitución es intrínsecamente flexible, sería imposible (o al menos
sumamente difícil) que una ley ordinaria pudiera ser inconstitucional; todas las leyes comunes, al
tener jerarquía ‘constitucional’, derogarían las prescripciones anteriores y se ‘institucionalizarían’
automáticamente” 1. 1 SAGÜÉS, Recurso extraordinario, t. 1, p . 32 . 16. Herrera. Metodología. 2 4
2 PRÁCTICA METODOLÓGICA DE LA INVESTIGACIÓN JURÍDICA b) Cuando el autor
quiere, resaltar de manera especial una cita, puede -excepcionalmente- iniciar el entrecomillado
luego de los dos puntos atributivos, en renglón aparte, lo que permitirá destacar lo claramente.
Ejemplo: En ese orden de ideas S a g ú e s ha dicho: “Si la Constitución es intrínsecamente flexible,
sería imposible (o al menos sumamente difícil) que una ley ordinaria pudiera ser inconstitucional”
1. 1 SAGUES, Recurso extraordinario, t. 1, p. 32. c) Cuando la cita es muy corta, o no se pretende
ponerla en evidencia, el concepto se incorpora debidamente entrecomillado, y se formula la
referencia al pie. Ejemplo: Cuando se trata de constituciones flexibles, las leyes ordinarias “al tener
jerarquía ‘constitucional’ derogarían las prescripciones (constitucionales) y se ‘institucionalizarían’
automáticamente” 1. 1 SAGÜÉS, Recurso extraordinario, t. 1, p. 3 2 . Insistimos: el autor, durante
la redacción, deberá evaluar en cada caso el uso que hará de las citas textuales, a fin de presentar
una composición de fácil lectura, reservando para las más importantes las formas más destacadas,
de las que no deberá abusar bajo ningún pretexto.

En ciertos casos, la cita literal debe sufrir algunas adaptaciones para compatibilizar su redacción a la
versión que se integra. Ello, naturalmente, sin perder su carácter de cita textual ni alterar en lo más
mínimo su contenido. A veces resulta indispensable suprimir ciertas palabras, o, por el contrario,
agregarlas para comprender el sentido de lo que se transcribe en forma parcial o fragmentaria. Tales
recursos, admitidos por el arte de escribir, deben manifestarse claramente, a fin de no inducir a
equívoco. Cuando se suprime un tramo del texto que se transcribe, la omissis se indica colocando
puntos suspensivos (...). REDACCIÓN DE LA OBRA: LA EXPOSICIÓN 243 E jemplo: El art.
1017 del Cód. Civil dispone: “el signatario puede... oponerse al contenido del acto probando que las
declaraciones... no son las que ha tenido intención de hacer”. Si se quiere señalar que lo citado no
coincide con el comienzo de la frase se puede indicar colocando los puntos suspensivos al principio
del texto transcripto. E jem p lo: El art. 1014 del Cód. Civil dice: si el que así lo hubiese firmado lo
reconociera voluntariamente las iniciales o signos valen como la verdadera firma”.
En ciertos casos pueden intercalarse en medio de la cita textual expresiones del propio autor,
denominadas interpolaciones, sea para explicar algún aspecto, sea para armonizarlo con la
construcción del párrafo. Ejemplo: En la normativa mejicana, “la rescisión patronal”, sostiene d e
Buen , “no termina por sí misma con la relación de trabajo. En todo caso estará supeditada a la
confirmación de su validez por los tribunales...”2. 2 De Buen, Derecho del trabajo, t. II, p. 78. En
otros casos, la cita requiere de una o más palabras, sin las cuales su literalidad pierde el sentido.
Ello deberá indicarse poniendo el agregado entre corchetes. No se deben usar paréntesis porque
inducirá a error al lector, quien cree que el párrafo agregado se debe al autor del texto citado.
Ejemplo: Para el inquilino, según el art. 1544 del Cód. Civil, “también se reputan gastos de esta
clase [como reparaciones o caso de urgencia] los que el locatario hubiese hecho, como pago de
impuestos a que la cosa arrendada estaba sujeta”. Por último, cuando el autor se proponga destacar
gráficamente una parte del texto citado para darle énfasis, deberá indicarlo en el discurso o en una
nota, con una fórmula adecuada, como “la bastardilla es nuestra” , “destacado del autor” o similar. §
135.

El lector debe comprender lo que lee sin inconvenientes, aun si ignora idiomas extranjeros. Por ello,
el autor debe expresarse íntegramente en 244 PRÁCTICA METODOLÓGICA DE LA
INVESTIGACIÓN JURÍDICA castellano o en la lengua en que escriba. El principio reconoce muy
pocas excepciones. En principio, no resulta conveniente intercalar párrafos en otro idioma y que
provocan una “ruptura” con el resto: el concepto podría quedar en el misterio para los lectores sin
suficientes conocimientos de la lengua. Empero, cuando por las necesidades del discurso se opte por
incorporar un párrafo en otro idioma, debería indicarse su traducción en una nota al pie, para lo cual
se deberá tener en cuenta lo expresado en los § 30, c, y 67, d. Por el contrario, cuando se transcriba
un texto traducido por el investigador, resulta conveniente consignar - e n nota o entre paréntesis- la
versión original a fin de posibilitar su verificación. Por lo demás, sabemos que existen términos
jurídicos que no resultan fáciles de traducir sin más a otro idioma, pues no tienen su exacto
equivalente, lo que obliga al autor a mantener el vocablo en su lengua de origen, el que deberá
individualizarse -entre comillas o en letra bastardilla- y ser adecuadamente explicado la primera vez
que se lo utilice. En ciertos casos, cuando exista una traducción aproximativa podrá indicarla entre
paréntesis, pero ello no relevará al autor de formular una mayor precisión. Ése es el caso vastamente
conocido de los llamados “nuevos contratos comerciales” que se identifican con términos en inglés
ifranchising, leasing, underw riting), pero resulta también aplicable a muchas otras instituciones de
derecho público y privado. Cuando el término técnico-jurídico pueda ser traducido sin que haya
posibilidad de equívoco, podrá referirse a éste con vocablos castellanos, aunque no exista una
equivalencia absoluta entre las instituciones.

En tal caso resulta conveniente consignar entre paréntesis el nombre de la institución en su idioma
original. Así, por ejemplo, si se mencionan los Conseils de Prud ’hommes, de composición
paritaria, que tienen a su cargo la justicia laboral de primera instancia en Francia, institución que no
tiene su equivalente exacto en el derecho argentino, podrían aludirse aquéllos como “tribunales del
trabajo (Conseils de P ru d ’hom m es)”. Debemos advertir, una vez más, sobre las grandes
dificultades que los estudios comparatistas generan aun en investigadores avezados. Cuando se trate
de instituciones jurídicas sin una exacta equivalencia, el autor deberá poner el mayor cuidado para
explicar REDACCIÓN DE LA OBRA: LA EXPOSICIÓN 2 4 5 su naturaleza y funcionamiento,
evitando caer en comparaciones confusas. El autor podrá hacer un uso moderado de las expresiones
latinas de carácter usual en el mundo jurídico, sin necesidad de explicitar su traducción: la inmensa
mayoría de los juristas, al menos en los países de tradición románica, conocen el sentido exacto de
estos términos, que no requieren de mayor explicación.
Señalamos reiteradamente que la investigación en ningún caso podría agotarse en una descripción,
por exhaustiva que fuese. La obra jurídica comporta necesariamente un aspecto crítico en que el
autor desarrollará metódicamente sus ideas sobre la cuestión tratada. Durante su disertación, irá
describiendo con la minuciosidad que requiera su desarrollo: las normas aplicables, eventualmente
el derecho extranjero, las soluciones de la jurisprudencia y las opiniones de la doctrina, pero
necesariamente desplegará sus propias consideraciones, de conformidad a la idea directriz. Es decir,
según resulte de la óptica del autor, en cada punto del plan se irán desarrollando simultáneamente
los aspectos descriptivos y analíticos. Justamente, la sistematización final de estos aspectos críticos,
expuestos a lo largo de la disertación conformará la sustancia de la “conclusión” que se
materializará en las páginas finales (ver § 146).

Cada tema tiene sus exigencias, y puede analizarse en formas sustancialmente diversas, lo cual se
reflejará en la manera que el autor tratará cada aspecto de la cuestión con estricto rigor lógico
jurídico. Por ello, el discurso debe explicar todo en los menores detalles, en forma suficientemente
amplia como para permitir al lector comprender el pensamiento del autor desplegado en el
desarrollo argumental. En los trabajos de mayor aliento y amplio espectro, como tratados y
manuales, el estudioso irá plasmando sus ideas en cada 2 4 6 PRÁCTICA M TODOLÓGICA DE
LA INVESTIGACIÓN JURÍDICA desarrollo concreto, sin necesidad de retomarlas en una
conclusión final de carácter único y valor general. Por ello, por lo común, las conclusiones están
ausentes en las grandes obras, de carácter muy amplio. Pero siempre que se trate de obras de tipo
monográfico, el autor deberá resumir en pocas palabras sus ideas en la “conclusión” , en las que
fijará su posición sobre la cuestión tratada. C) Las notas § 137. Función . - Señalamos
reiteradamente que el autor debe referenciar con prolijidad las fuentes del conocimiento de que se
ha servido. Estas referencias se harán mediante “notas” que complementan la disertación. Este tipo
de notas son sin duda muy importantes y ningún trabajo jurídico y científico, en general, debería
prescindir de ellas. Empero, las referencias de las notas no se agotan en estos textos
complementarios que pueden tener un contenido muy variado; también se utilizan para reenviar al
lector de una a otra parte, completar el desarrollo de fondo con explicaciones o comentarios al
margen del discurso, poner de manifiesto una expresión en idioma extranjero, etcétera. Eco destaca
que las notas al pie sirven también para “pagar deudas” , como las que se generan cuando el autor
ha extraído alguna información de otra obra, pero también otras menos documentables, como
cuando ciertas ideas no habrían surgido sin el estímulo de determinadas lecturas o de observaciones,
aun verbales, de otros estudiosos12.

La presentación debe hacerse siguiendo reglas estrictas y cada tipo de nota tiene sus propias
exigencias que intentaremos explicar. § 138. P r e s e n t a c i ó n . - Las notas, por lo general, son de
contenido muy breve y se presentan gráficamente mediante una llamada en un lugar preciso del
desarrollo, por lo común, mediante un número correlativo que remite al pie de la página, o del
capítulo o de la obra. Como cualquier elemento exterior al discurso no debe desviar la atención del
tema tratado. Estas referencias tienen por finalidad completar y dar apoyo al discurso principal y 12
Eco, Cómo íe hace una tesis, p. 204. REDACCIÓN D E LA OBRA: LA EXPOSICIÓN 2 4 7
pueden ser omitidas de la lectura sin afectar la comprensión del desarrollo. La presentación debe ser
rigurosamente uniforme. No resultaría admisible que en una nota se citara un tribunal o una
publicación mediante una abreviatura y luego en otra se lo hiciera con siglas diferentes.
Analizaremos las principales reglas a que debe ajustarse este material. a) L u g a r d e l a s n o t a s.
Cada nota debe corresponder a un pasaje exacto al que complementa o explica. Para ello, el autor
indicará a continuación de la palabra o frase en cuestión, una llamada, normalmente en cifras
arábigas, a la que corresponderá el desarrollo explicativo. Por lo común, la llamada se coloca por
sobre la línea de escritura y en cuerpo reducido (x) o junto a una barra oblicua (!x) o entre
paréntesis (x).
Puede asignarse una serie numérica para cada página, por capítulos, divisiones de mayor rango, o
para toda la obra. Por nuestra parte, no consideramos apropiado el primer temperamento, pues
además de facilitar los errores de impresión, dificulta la remisión de una nota a otra. El número de
cada nota remite a su texto; la forma más usual, y obviamente la más cómoda para leer, es la de
colocarlas al pie de página. Todas las notas correspondientes a una página impresa aparecerán
correlativas, según su numeración, al pie de esa misma página. Teniendo en cuenta que tienen por
cometido completar y clarificar un párrafo, cumplirán más fielmente su cometido si están en
permanencia bajo la mirada del lector. Desaconsejamos la práctica de incorporar al texto principal
las referencias entre paréntesis, sobre todo si son de alguna extensión. Ello torna la lectura
particularmente pesada, ya que resulta muy difícil saltearlas sin perder el hilo del pensamiento. Por
similares razones, no es conveniente colocar las notas al final del libro o del capítulo, salvo en
trabajos muy breves, como por ejemplo, un artículo.

Cuando se trata de obras voluminosas esta forma de referir obliga al lector a dejar la lectura para
verificar su contenido en una página distinta a la que se está leyendo. Por ello, aconsejamos que las
notas se coloquen al pie de cada página, con lo cual el lector deseoso de conocer su contenido puede
hacerlo simplemente bajando la vista hacia el margen inferior, con lo que 248 PRÁCTICA
METODOLÓGICA DE LA INVESTIGACIÓN JURÍDICA tendrá un panorama de su contenido y
de la necesidad de profundizarlo. No obstante lo expresado, cuando las referencias son brevísimas,
como las de remisión, es aceptable incorporarlas al texto entre paréntesis. En tal caso, todas las
notas de este tipo, sin excepción alguna, deben presentarse de esta manera. Durante la elaboración
del “borrador” , y aun en el original a presentar, puede usarse otra técnica y presentar las notas en
hoja aparte, o al final de la obra, pero con la advertencia de que en la obra impresa quedarán
intercaladas al pie de la página a que corresponden. Cuando no está destinada a publicación, como
las monografías escolares o tesis, también podría utilizarse este recurso ya que resulta difícil
calcular el largo exacto de las notas en el mecanografiado.

Si se usa un procesador de texto, el problema queda superado sin mayores dificultades y deben
presentarse de la forma que lo proponga el programa que se utilice. Como dijimos, las notas deben
ser breves. En consecuencia, sólo muy excepcionalmente se consentirá alguna que desborde los
límites de una página. Cuando la explicación resulte demasiado extensa, se intentará incorporar .su
contenido esencial a la versión principal, dejando en la nota la referencia de la fuente del
conocimiento. Cuando los textos complementarios son numerosos o de particular importancia,
pueden incorporarse al texto principal mediante la técnica de la doble composición, es decir,
presentados gráficamente en un cuerpo más pequeño y con una sangría especial, con lo cual se
visualiza la naturaleza de la información, que puede saltearse sin mengua de la comprensión del
discurso. b) Uso de abreviaturas Y siglas. Un recurso para lograr la brevedad lo encontramos en el
uso generoso de abreviaturas y siglas, que permiten reducir las referencias considerablemente. En la
práctica jurídica, cada país ha incorporado su propia lista para designar los principales plexos
normativos, tribunales y publicaciones ju radicas.

Con las mismas siglas utilizadas en las fichas bibliográficas deberán ser identificadas las fuentes en
las respectivas notas. Si se tratara de notas de doctrina, las referencias resultarían como las
siguientes. 1 Cfr. D ’ÁLBORA, Apostillas sobre el recurso extraordinario en el proceso penal, L L ,
1987-C-786. O si se tratara de una publicación extranjera. 1 P a l o m e q u e , Sindicato y proceso
de trabajo, “Rev . Pol. Soc .” , Madrid, n° 122, p . 25. Pero sabemos que el uso de abreviaturas y
siglas no se agota en este tipo de referencias. Las publicaciones jurídicas habitualmente utilizan
otras, por lo común de origen latino, como las siguientes: 1) cf. o cfr., abreviatura del latín
confrontas, que significa “cotejar con”, “confrontar” .
Puede utilizarse en su lugar la expresión española “ver” o “véase” , para remitir a otro lugar o a una
obra que sirvió de fuente; 2) et al., abreviatura de alterar, que significa “y otros” , se utiliza a
continuación del nombre de un autor principal para indicar que hubo otros colaboradores; 3) ibíd.,
abreviación del latín: ibídem, que significa “allí mismo” , “en el mismo lugar” ; 4) infra, palabra
latina que significa “más abajo”, o “abajo” , se utiliza para remitir a un lugar posterior de la obra.
No es recomendable su utilización por su falta de precisión; 5) in re, locución latina que indica “en
la cosa” . Se usa para indicar la causa judicial en que recayó una resolución; 6 ) loe. cit., abreviación
de loco citrato: lugar citado. Puede usarse en su reemplazo la abreviatura española “lug. Cit.” .

Hay que tener sumo cuidado en su empleo, puesto que en la obra se puede citar más de un trabajo
del mismo autor; por lo que esta referencia adolecerá de falta de precisión; 7) op. cit. u ob. cit,
abreviatura de opus citaturnu “obra citada” , remite a un trabajo ya referenciado en una nota
anterior. Ver lo dicho respecto del punto 6; 2 5 0 PRÁCTICA METODOLÓGICA DE LA
INVESTIGACIÓN JURÍDICA 8) supra, palabra latina que significa “arriba” o “más arriba”, se
utiliza para remitir a un lugar anterior. Ver lo expresado en el punto 4; 9) p., abreviatura de
“página”; 10) p.ej., abreviatura de “por ejemplo”, y 11) v.gr., abreviatura de “verbigracia”. El autor
podrá hacer un uso libre de tales u otras abreviaturas que podrá consultar en las páginas
preliminares de un diccionario de la lengua o en una obra jurídica importante, poniendo particular
cuidado en usar siempre las mismas en idéntico sentido.

Normalmente, las abreviaturas se utilizan en forma mucho más limitada en el texto que en las notas,
donde realmente facilitan la concisión de la redacción. Un consejo práctico: como las abreviaturas
pueden ser muy numerosas es aconsejable, desde el primer momento, llevar en una hoja aparte la
lista de las que se van utilizando, de manera de evitar cualquier equívoco y una vez terminado el
escrito, tener lista la “tabla de abreviaturas” que no puede faltar en ningún trabajo importante, sobre
todo si se emplean algunas propias o poco comunes (ver § 156). De no obrar de esta manera, el
estudioso deberá hacer luego un paciente relevamiento con la consiguiente pérdida de tiempo y
riesgo de omisión. En los trabajos breves, como un artículo o monografía escolar, la tabla de
abreviaturas no es necesaria.

Cuando se referencian obras en lengua extranjera, se deberá estar a las mismas reglas tomando la
precaución de transcribir los datos del autor y nombre de la obra con escrupulosidad ortográfica.
Así, por ejemplo: 1 LYON-CAEN, GÉRARD y A n t o i n e , Droit social et international europeen,
p. 185. 2 POMEROY, JOHN N ., An introduction to the constitutional law o f United States, p. 101.
Si se tratara de una publicación en una revista, se indicaría: 1 W a l d o c k , Si r H u m p h r e y ,
Decline o f optional clause, “ B r itis h Y e a rbook of International Law”, 1955-1956, p. 244.
Insistimos: jamás se traduce el título de una obra consultada en su idioma original. Si la fuente se
halla traducida y el estu REDACCIÓN DE LA OBRA: LA EXPOSICIÓN 2 5 1 dioso se sirvió de
tal versión, se indicará el título tal como ha sido vertido por el traductor, indicando su identidad a
condición de que figure en los datos de edición. Así, por ejemplo: 1 PASCHAL, JORGE W., La
Constitución de los Estados Unidos explicada y anotada, tr. C. Q u i r o g a , p. 56. Cuando se trata
de una referencia en un alfabeto no latino, se presentan problemas prácticos muy serios. En ciertos
casos, como, por ejemplo, cuando se trata del griego o el cirílico, es posible hacer una trasliteración
correcta a nuestro alfabeto usual. Pero si se trata de lenguas exóticas, como el hindú o el chino, la
cuestión deviene mucho más compleja y no le hallamos por el momento una solución aceptable. §
139. R eferencias de fuentes de d octrina. - Estas notas tienen por finalidad indicar las fuentes del
conocimiento de naturaleza doctrinaria de que se ha servido el estudioso. Con ello se posibilita al
lector la verificación del origen del dato objetivo y una eventual profundización. Por lo demás, es
una actitud de honestidad intelectual y tiende a evitar cualquier confusión sobre la autoría de una
información u opinión cuando no pertenece al propio investigador. Es por ello, entonces, que todo
dato objetivo que no sea de pública notoriedad y que no sea fruto de la acción del investigador tiene
necesariamente que ir acompañado de la información de su origen. Por ello, resulta imperativa la
verificación de las fuentes que se citan, por lo que desaconsejamos vivamente cualquier referencia
de segunda mano. No obstante, y cuando realmente resulte imposible, o al menos muy difícil, la
verificación de una fuente indirecta deberá indicarse este hecho claramente en la nota para evitar
confusión. Así, por ejemplo, si se aludiera a la tesis de Hamilton en relación a la causa “M arbury v.
M adison” , fallada por la Corte Suprema de los Estados Unidos de América en 1803, que no ha
podido verificarse sino a través de la obra de Sagüés, en la respectiva nota se indicaría: 1 C f r . H a
m i l t o n - M a d i s o n - J a y , El federalista, o la nueva constitución, tr . G . R . V e l a s c o , p . 3
4 0 , c it. p o r S a g ü é s, Recurso extraordinario, t. 1, p . 4 6 . Resulta conveniente, la primera vez
que se cita una obra, transcribir todos los datos que figuran en la ficha bibliográfica, inclu 2 5 2
PRÁCTICA M ETODOLÓGICA DE LA INVESTIGACIÓN JURÍDICA yendo los tip o g ráfico s'4
(ver § .142). D eberá ponerse particular cuidado, cuando se citen libros que han sido objeto de
varias ediciones, en precisar el número de ésta o el año de edición, pues de lo contrario al intentar el
lector consultar la obra a que remite, podría no hallar el lugar indicado. De la misma manera,
cuando se trate de revistas, deberá indicarse con claridad la publicación, el tomo por su número o
año y la página en que se encuentra el trabajo evocado. Así, por ejemplo, cuando se cita un libro por
primera vez tendríamos: 1 B id a r t C a m p o s, Derecho constitucional, B s. A s ., Ediar, 1964, t. I,
p. 228. O si se tratara de un artículo de revista: 1 BlDART C a m p o s, El control y la declaración
de inconstitucionalidad en sede administrativa, ED, 21-209. En la segunda y ulteriores citas pueden
omitirse estos datos limitándose a indicar que se trata de la “obra citada” mediante la
correspondiente abreviatura. Algunos autores, con buen criterio, desaconsejan el temperamento
cuando la referencia anterior se halla muy alejada. De manera similar, cuando se alude a la misma
obra remitiendo a la misma página es suficiente indicar que se trata de la obra y el lugar ya citado,
con la correspondiente abreviatura: op. et loe. cit. Cuando se referencia dos o más veces seguidas
una misma obra se puede indicar simplemente “ibíd”. Cuando de un mismo autor se cita más de una
obra, en las ulteriores notas bastará indicar en forma resumida de cuál de ellas se trata. Así, por
ejemplo, si se remite nuevamente al trabajo de B id a r t C a m p o s aludido en la nota anterior,
bastará con indicar: 1 B id a r t C a m p o s, El control..., op. et loe. cit. Empero, esta forma de citar
tiene algunos problemas. Por ello conviene repetir en cada ocasión los datos completos de la refe14
Las palabras subrayadas en el original serán reproducidas en “bastardilla” en la obra impresa.
Consecuentemente, el “título principal” de la obra debería figurar subrayado, no así los
“subtítulos” , como el de los artículos de revistas. Se hace presente que bajo el “nombre principal”
se clasifica en forma temática en las bibliotecas. REDACCIÓN DE LA OBRA: LA EXPOSICIÓN
2 5 3 rencia omitiendo los tipográficos, que en caso necesario podrían consultarse en la bibliografía.
En los últimos tiempos, los autores de habla inglesa han difundido una nueva técnica para las citas
de doctrina, que ha tenido bastante aceptación entre los escritores vernáculos, denominado “sistema
autor-fecha” . Consiste en colocar junto al apellido del autor y entre paréntesis el año de edición de
la fuente consultada y la página. Así, por ejemplo, se citaría: 1 K e l s e n ( 1 9 8 7 - 9 5 ) .
Consecuentemente, el lector que quisiera saber algo más sobre la fuente debería rem itirse a la
bibliografía, en donde c o nstará que se trata de K e l s e n , H a n s, Teoría pura del derecho, 2 a ed.,
Bs. As., Eudeba, 1987. Si bien es cierto que esta forma de citar “aliviana” el contenido de las notas,
consideramos que escamotea importante información, ya que sólo en casos excepcionales el lector
recurrirá al anexo bibliográfico para completar los datos faltantes. § 140. C asos de ju r ispr u d e n
c ia. - Cuando se alude a una decisión de los tribunales, se deberá precisar el fallo a fin de posibilitar
su consulta. En principio, se deberá referenciar con los datos que constan en la respectiva ficha de
lectura (§ 67, b): a) Tribunal que dictó la sentencia. b) Fecha de la decisión. c) Nombre del juicio. d)
Los datos de publicación. Si apareció en más de un repertorio, se podrá indicarlos si son conocidos
por el autor. e) Si la sentencia cuenta con un comentario o nota, se indicará su autor y título. Así, por
ejemplo: 1 CNAT, Sala III, 24/4/78, “Rodríguez, Delia c/Foresti SA”, LT, XXVII377. CSJN,
3/10/88, “Fabris”, LL, 1989-A-32. CSJN, 9/2/89, ED, 134- 261, c o n n o ta d e W e t z l e r M a l b
r á N, Un paso atrás en materia de exceso ritual. Cuando se analiza un gran número de casos, puede
omitirse el nombre de los autos. De la misma manera, cuando se citan fallos de la Corte Suprema de
Justicia de la Nación, y su órgano oficial, “Fallos de la Suprema Corte de Justicia de la Nación”, ge
2 5 4 PRÁCTICA M ETODOLÓGICA DE LA INVESTIGACIÓN JURÍDICA neralmente se
omiten los autos y la fecha del decisorio, de la siguiente manera: 1 CSJN, Fallos, 302:418 y
286:330. Ello indicará que las sentencias se han publicado en el órgano oficial de la Corte, en los
tomos 302 y 286, respectivamente, en las páginas 418 y 330. Aun cuando en razón del número de
fallos no se identifiquen los autos, al aludir a un leading case de gran importancia, por lo común
vastamente conocido por su nombre, convendrá indicar lo como una manera de facilitar la
comprensión del discurso. Ése es el caso de ciertos fallos plenarios cuya doctrina resulta de gran
importancia. Así, por ejemplo, tendríamos: ' CNAT, en pleno, 3/6/52, “Salaberry, Rubén c/Casa
Voss”, DT, 1952- 410; LL, 67-354, y JA, 1952-168. Cuando se citan sentencias de tribunales
extranjeros, debe evaluarse la conveniencia de utilizar las abreviaturas de uso corriente en sus
respectivos países cuando pueden dar lugar a confusión. En consecuencia aconsejamos indicar el
nombre completo del tribunal o utilizar una abreviatura de fácil comprensión por los lectores, sin
necesidad de remitirse a la tabla. Idéntica reflexión vale para la publicación. Así, por ejemplo, se
citaría: 1 Tribunal Supremo (Social), España, 24/1/72, “Revista de Derecho del Trabajo”, Madrid,
1972-547. O también: 1 TribSup (Soc) España, 24/1/72, “Rev. Der. del Trab.” (Madrid), 1972-547.
Algunos autores sostienen que las citas jurisprudenciales extranjeras deben hacerse tal como se
formulan en sus países de origen, pues consideran que no se debe modificar la referencia so
pretexto de hacerlas más com prensibles15. Según esta opinión un fallo norteamericano se debería
citar así: 1 “Thornhill v. Alabama”, 310, U.S. 88, 97.98. Y así una sentencia británica: 1 “Poor
Prisoners’ Defense Bill” , Bill n° 176. P.P.P. 1928. 15 DREYFUS, La thèse et la mémoire de
doctorat en droit, p. 248. REDACCIÓN DE LA OBRA: LA EXPOSICIÓN 2 5 5 Todo lo cual, a
nuestro juicio, es perfectamente incomprensible, por lo que no sirve para nada. Por tal razón,
siempre que ello resulte factible, se deberán consignar en las referencias códigos de fácil
inteligencia para el lector medio. § 141. N o t a s d e r e e n v í o . - Es un principio generalmente
aceptado que cada tema debe intentar agotarse en un punto: ello hace al desarrollo progresivo del
plan que debe responder a su propia lógica. Consecuentemente, una vez tratado un asunto no
debería volverse sobre él. Esto se dice más fácil que lo que puede realizarse: cada tema se relaciona
con muchos otros, o distintos puntos de vista con que puede ser abordado, lo que requeriría que
fueran tratados simultáneamente en distintos puntos de la disertación, con la consiguiente
duplicación de conceptos e información. El estudioso no debe ceder ante esta tentación “sim plista”
que lo llevaría a repetir una y otra vez las mismas cosas en distintas partes. La solución correcta
consiste en remitir al lector de un lugar a otro, donde se tratan los temas complementarios o
relacionados, medíante una “nota de remisión”. De esta m anera se “reservarán” a un punto
particular las consideraciones esenciales, enviando al lector a otros puntos donde puede haber otro
material de su interés. El lector podrá, si lo desea, completar el estudio de una cuestión con
desarrollos que se hallan dispersos en la obra, siguiendo las indicaciones del autor. Con ello, el
escritor omitirá reformular consideraciones hechas en otra parte y que se deben tener por
reproducidas. Estas notas pueden remitir en doble dirección: anterior o posterior, que se indicará por
el número de la página donde se halla el desarrollo conexo, o bien por el capítulo o parágrafo que
corresponda. Así, por ejemplo, si estamos redactando la página 130 de un trabajo, para remitir a un
lugar anterior se lo puede hacer colocando “ver supra, p. 77” o “ver supra, cap. III” o “ver supra, §
45” ; si es posterior, se utiliza infra en lugar de supra. O simplemente remitimos a la página o
parágrafo correspondiente, lo que podría ser incorporado al texto principal, entre paréntesis, de la
siguiente forma: “(ver p. 170)” o “(ver § 145)” . Cuando se remite a otras notas de carácter
explicativo, debe indicarse su número, o el número y página si se ha usado otra técnica. Así, por
ejemplo: “Ver supra nota 16” o “véase más abajo cap. III, nota 6” o “véase infra nota 3, p. 125” . 2 5
6 PRÁCTICA M ETODOLÓGICA DE LA INVESTIGACIÓN JURÍDICA Durante la redacción de
la primera versión resulta fácil ir incorporando las notas que remiten a pasajes ya redactados, pero
resulta imposible prever los reenvíos a partes aún no establecidas. Por ello, en la etapa de
actualización, se deberá tener muy especialmente en cuenta que se deberán introducir las referencias
que faltan, vinculando todos los temas conexos. § 142. Notas de com entario. - El contenido de
estas notas puede ser muy variado. Según los casos y las propias exigencias del discurso, también
serán breves, aunque pueden ser algo más extensas que las anteriormente descriptas, y suministran
una información complementaria, o un comentario marginal sobre el discurso que se desarrolla. A
diferencia de las que vinculan a fuentes del conocimiento, no resultan obligatorias. No por ello
dejan de ser menos útiles para la comprensión de lo que se explica, sin hacer demasiado pesada la
lectura. El lector podrá tomar conocimiento o no de su contenido, según resulte del propósito que
persigue. Si necesita profundizar la cuestión, la explicación complementaria se impondrá; en
cambio, si el objetivo no lo exige, podrá prescindir de ella sin que se afecte la inteligencia del fondo
del estudio. La finalidad es siempre la misma: agregar un desarrollo complementario juzgado
subsidiario. Señalamos ya que no se debe abusar de estas explicaciones “fuera de texto” y en
particular evitar desarrollos demasiado largos que “cortarían” el hilo del discurso. Estas notas
suelen -por ejempio- suministrar una explicación más detallada sobre determinada cuestión,
formular un ejemplo práctico, definir un término técnico, delimitar la naturaleza de una institución
extranjera o dar mayores detalles sobre una información expuesta en forma sucinta. Una especie
muy particular son las que puede introducir el traductor o el editor. Se trata de comentarios y
explicaciones excepcionales, obviamente fuera del contexto, destinados a aclarar alguna cuestión
especial que de otra manera podría generar confusión. Así, por ejemplo, el traductor podría formular
una breve consideración relacionada con su cometido, lo que deberá ser aclarado consignando “nota
del traductor” o “N. del T ”. De manera similar, el editor podría introducir alguna aclaración
pertinente. Por ejemplo, al reeditarse una obra en la que se alude como vigente una legislación ya
derogada, el editor podría REDACCIÓN DE LA OBRA: LA EXPOSICIÓN 257 precisar que tal ley
ha sido reemplazada, o que ha sufrido una modificación con posterioridad. La nota deberá estar
signada como “nota del editor” o “N. del E .”. D) L a p r i m e r a v e r s i ó n d e l a o b r a § 143. H
acia el punto fin a l. - La primera versión “en borrador” se halla casi term inada; ha sido objeto de
las primeras correcciones de fondo, indispensables para volver coherente el trabajo considerado en
su conjunto. No debemos olvidar que el autor ha trabajado durante largo tiempo y que al redactar un
capítulo no siempre ha tenido claramente presente lo afirmado en los anteriores, por lo que se
pueden haber producido contradicciones, algunas de las cuales serían el resultado de una
modificación del criterio durante el enriquecedor proceso de la exposición. Estas imperfecciones,
que irán apareciendo tras la primera lectura, deben ser corregidas coherentemente una y otra vez
con cada relectura, de manera de dejar el “borrador” tan definitivo como sea posible. Para ello debe
proceder con un cierto método, a fin de trabajar con eficiencia y evitar esfuerzos inútiles: en primer
lugar, deberá completar las lagunas que se han ido relevando durante la redacción; luego procederá
a actualizar la versión establecida, incorporando las novedades que podrían haberse producido
durante el tiempo de la investigación. Todo ello antes de encarar las últimas páginas que
deliberadamente dejamos para el final: la “conclusión” y la “introducción” , con lo que quedará
terminada la “primera versión” de la obra. § 144. C ompletar las lagunas. - En esta etapa “final” , el
investigador deberá llenar los “vacíos” que ha ido dejando, sea por insuficiencia de material, por
falta de alguna información, o por la simple aparición de nuevas ideas no consideradas en las
hipótesis previas a la redacción. En particular, pondrá cuidado en completar las cuestiones que
quedaron pendientes de revisión, y que se fueron anotando cuidadosamente en la lista ad hoc. Pero
este listado no necesariamente agota los “baches” que puede presentar el trabajo y que el autor
puede descubrir en la lectura final. Estos “nuevos puntos” de estudio se incorporarán a los temas a
revisar sobre las fuentes de conocimiento. 2 5 8 PRÁCTICA METODOLÓGICA DE LA
INVESTIGACIÓN JURÍDICA Ello obligará en alguna medida a volver un paso atrás a fin de
revisar algunas fuentes bibliográficas, o a buscar quizás otras nuevas con la finalidad muy puntual y
específica de completar algunos aspectos insuficientes o recientemente incorporados. Esta tarea, por
lo común, no será de gran envergadura y en poco tiempo quedará virtualmente completa. En este
estadio se deberán introducir las notas de remisión que falten, en especial, las que envían “más
abajo” y que en su momento no pudieron establecerse. § 145. Actualización del trabajo. - Todos
conocemos la rapidez con que se modifican las normas, las tendencias de la jurisprudencia y la
doctrina. Es obvio decir que la investigación debe hallarse perfectamente actualizada al momento en
que se entrega al conocimiento público. Consecuentemente, el autor no puede ignorar
absolutamente ningún hecho de importancia, por nuevo que fuese, anterior a la publicación. Por
ello, antes de dar por terminado su estudio, deberá hacer una verificación final de las fuentes del
conocimiento “posteriores” al “cierre” de la investigación de fondo. Para ello: a) En primer lugar,
controlará que no se haya modificado el cuadro normativo, es decir, que se hayan sancionado leyes
o reglamentos que podrían haber introducido alteraciones a las afirmaciones formuladas, o al
menos, que requerirían de algunas explicaciones complementarias. b) A continuación verificará en
los repertorios de jurisprudencia los fallos que resulten de interés al tema en tratamiento publicados
con posterioridad al último fichaje. En este lapso pueden haberse producido decisiones importantes
que exigirían la modificación de algunos párrafos. Pero aun en el supuesto de que nada importante
se hubiese producido, se deberían incorporar a las notas las referencias de estas nuevas decisiones.
c) Por último, el autor verificará si se han producido nuevos aportes de la doctrina que merezcan ser
considerados. Para ello, pasará el peine fino a los sumarios de las revistas jurídicas posteriores a la
fecha de corte. Asimismo, visitará las librerías especializadas y bibliotecas, a fin de averiguar sobre
la eventual existencia de novedades bibliográficas. De hallar el autor algún aporte que considere
importante, tomará cuidado de relevar como corresponde la nueva “ficha bibliográfica” y las que
estime “de REDACCIÓN DE LA OBRA: LA EXPOSICIÓN 2 5 9 lectura” a fin de incorporar a la
“prim era versión” las modificaciones que surgieran. Al hacer estas modificaciones de último
momento, quizás el autor decida replantear algunas estructuras. Así, por ejemplo, podría decidir la
alteración del orden de determinados temas, la supresión o inclusión de subdivisiones, todo lo cual
irá conformando la obra hacia su versión definitiva. Todo esto se hará sobre la versión “en
borrador”, que a esta altura de los acontecimientos se presenta con múltiples correcciones,
supresiones y agregados, los cuales se han ido formulando de la forma más prolija posible. En el
“borrad or” debe trabajarse intensam ente y sin m iramientos, razón por la cual hay que prever,
desde el principio, hacerlo de una manera tal que pueda soportar dichas operaciones sin que se
altere su claridad. Quienes trabajen con una PC, muy posiblemente no verán tales “borradores”
llenos de enmiendas, pero no por eso se liberarán del intenso trabajo de corrección sobre el printer.
Llegado el día en que el texto “en su primera versión o borrador” queda formalmente terminado,
habiendo sido leído y releído más de una vez, el autor podrá acometer la tarea de redactar las
últimas páginas: la “conclusión” y la “introducción”. § 146. L a t e s is d e l a u t o r . L a c o n c l u
s i ó n . - Señalamos ya que la disertación jurídica comporta una parte de descripción y una parte de
reflexión, discusión o análisis crítico. Es decir, el estudioso, de acuerdo a la particular óptica que le
ha conferido a su obra, ha ido analizando críticamente cada uno de los aspectos del tema tratado que
se visualizan con claridad en cada uno de los puntos que componen el plan de exposición. Este
análisis crítico ha sido formulado siempre con coherencia racional desde una misma óptica a lo
largo del estudio. Es decir, debe responder a un mismo punto de vista que puede variar
fundamentalmente de un autor a otro, pero que debe guardar absoluta fidelidad en cada trabajo
particular. La unidad de la obra estará dada sustancialmente por este punto, alrededor del cual giran
todos los aspectos considerados. El autor, pues, no ha esperado llegar a las últimas páginas para
revelar sus puntos de vista como si se tratara de una novela de suspenso. Desde la primera página ha
explicado su posición y ha 2 6 0 PRÁCTICA M ETODOLÓGICA D E LA INVESTIGACIÓN
JURÍDICA desplegado sus reflexiones y argumentos. En consecuencia, pues, en la “conclusión” ,
que normalmente coronará la disertación, no habrá mayores novedades para quienes la hayan leído
en su totalidad. Podemos afirmar que la “conclusión” , juntam ente con la “introducción”, son la
“clave” del proceso de investigación y deben ser redactadas con el mayor cuidado. La “conclusión”
es una “parte” que se distingue del resto, tanto por su contenido como por su presentación. En ella,
el autor resumirá en pocas páginas lo esencial de las ideas aportadas en el curso del estudio. Será
una especie de balance general en donde se desplegará sucinta y ordenadamente el resultado de la
disertación. En estas pocas páginas -líneas quizás-, el autor resumirá su tesis sin aiudir al desarrollo
argumental que se ha formulado en el discurso. Por esa razón, podemos afirmar que el ciento por
ciento de las palabras de la “conclusión” pertenecen al autor y no tienen otra fuente que las propias
opiniones que se han ido desplegando a lo largo de la disertación. Por ello, también, la “conclusión”
generalmente carece de notas, pues no hay otra fuente ni referencias de ningún tipo que completen
el pensamiento. Por tanto, com únm ente, la “conclusión” carece de títulos o subdivisiones, pues es
un resumen general, muy apretado, del análisis realizado con criterio de unidad, y limitada
extensión: mucho más breve que un capítulo corto, nunca deberá sobrepasar de unas pocas páginas.
El interés de la conclusión reside en que obliga al estudioso a expresar de manera particularmente
condensada lo que considera lo más importante, cuyo interés quiere poner de relieve: en pocas
palabras, la “tesis” que hace suya y propone a la consideración de sus colegas y a la comunidad
científica en general. Cada tema, consecuentemente, tendrá su propia conclusión, la que responderá
a un desarrollo único, que le da particularidad y lo hace irrepetible como obra intelectual. Cuando la
conclusión se extiende en diversas consideraciones, como podría ser un proyecto de reformas,
puede presentarse como el capítulo final de la obra. En tal supuesto no resultaría incorrecta la
remisión a otras partes del trabajo o a fuentes del conocimiento heteromancias. Sólo los trabajos de
muy vasto espectro (p.ej., un tratado general o un manual), que estudian un amplio sector del
conocimien REDACCIÓN DE LA OBRA: LA EXPOSICIÓN 2 6 1 to, pueden prescindir de una
conclusión manifiesta que se visualice en el último tramo del discurso. Ello no quiere decir, ni
mucho menos, que tales trabajos carezcan de “conclusión” . El problema es que, ante la vastedad de
la materia considerada, el autor plasma su conclusión parcializándola, al vertir sus opiniones a
medida que va desarrollando cada tema, de lo cual podrá hacer un resumen final al terminar cada
capítulo, que podrían presentarse como una “conclusión” particular, quedando relevado del resumen
final sobre la totalidad de la materia tratada.

Aunque sea lo último que se escriba, resulta evidente que, para el lector, la “introducción” será la
primera página que enfrentará. Por su propia naturaleza, estas líneas tienen por objeto presentar el
trabajo. En razón de su complejo contenido es que aconsejamos redactarla en último término, pues
recién durante la exposición el tema investigado se revela en todas sus perspectivas, de manera que
sólo al coronar el proceso de investigación se está realmente en condiciones de “verlo” en toda su
amplitud. Al iniciar la fase expositiva, el autor dispone de pocos elementos, la mayoría de los cuales
están destinados al desarrollo de fondo aún impreciso. La experiencia y el conocimiento del tema,
galvanizado durante largas horas de reflexión materializadas en páginas escritas y reescritas,
prueban hasta qué punto resulta difícil el dominio de la cuestión, cuyas dificultades -antes de
encarar su estudio- apenas si eran intuidas, sobre todo si el estudioso es novato en estas lides. Tanto
la “ introducción” como la “conclusión” suponen un dominio completo del tema y una reflexión
sobre los menores detalles, de manera tal que permita exponer con brevedad las “grandes líneas” .
Estos elementos sólo estarán en poder del jurista al finalizar la obra.

La “introducción” es un texto necesariamente breve, unas pocas páginas, líneas" quizás en los
trabajos cortos, y en las que el autor diseñará en trazos muy gruesos los principales temas
estudiados. Allí se darán algunas indicaciones importantes para la inteligencia de lo que se va a
exponer. Para ello, explicará su idea directriz, señalando el propósito que persigue la obra, su interés
teórico o práctico y la forma en que va a desarrollarla. Deberá “explicar” el plan de exposición,
subrayando, cuando no resulte evidente, las razones que ha tenido para adoptar determinada solu 2
6 2 PRÁCTICA METODOLÓGICA D E LA INVESTIGACIÓN JURÍDICA . Así, por ejemplo,
indicará por qué no ha considerado determinada cuestión que podría haberse tratado, o, por el
contrario por qué ha incluido un tema cuya presencia podría considerarse superflua. En pocas
palabras, se formularán las precisiones metodológicas indispensables para la mejor comprensión de
la obra que se presenta. Explicar el plan no es reproducirlo. La “introducción” debe conducir al
enunciado de las principales ideas, que se desarrollan bajo los títulos más importantes. Pero no se
trata de analizar en detalle el contenido de cada capítulo: para ello está el índice o la tabla de
materias. L a “explicación” tiende a poner de manifiesto el hilo del razonamiento del jurista que ha
optado por tratar el asunto de una determinada manera y no de otra posible, ajustado a un desarrollo
secuencial que otorga unidad dialéctica a las distintas partes de la disertación y la diferencian de
cualquier otra. Con ello, el autor explicitará su propia concepción sobre el objeto investigado, el
interés que presenta y las principales razones que lo han llevado a las conclusiones que postula.
Con acierto, B a s c u ñ á n V a l d é s señala que “la introducción consiste en proporcionar al lector
una noticia sintética sobre el estado del conocimiento científico general en orden a un cierto asunto;
sobre la importancia de su estudio; sobre las finalidades perseguidas por el autor y las condiciones
ideológicas, metodológicas y técnicas que aporta para satisfacerlas; sobre los planes utilizados y los
aspectos más salientes de la tarea cumplida; sobre las variantes introducidas con relación a las
posiciones teóricas usuales para abordar el tema o asuntos afines, o las expresiones o los términos
clave; y sobre la efectividad y cuantía del aporte de terceros y la propia creación. En pocas palabras,
las líneas prologares responden a la necesidad de que el lector y el autor se ubiquen en un plano
común para la comprensión y el juego dialéctico”16.

Por ello desaconsejamos denominar de esta forma a los capítulos generales. Empero, si por
determinadas razones el jurista denomina “introducción” al primer capítulo de la disertación, deberá
asignarle otra denominación a la “verdadera introducción” , que podría designar con alguna
impropiedad como “palabras previas”, “prólogo”, “prefacio”, “proemio” “precisiones
metodológicas” u otra expresión equivalente (ver § 157). Como en la “conclusión” , en la
“introducción” las palabras son totalmente del autor. Sus propias consideraciones son la única
fuente de las afirmaciones, y por ello no deben llevar notas o referencias a fuentes heterónomas.
Cuando en el texto se introduce una brevísima cita o referencia, resulta conveniente omitir la nota al
pie dejando constancia de la fuente citada entre paréntesis. Cuando se tratan separada ente dos o tres
cuestiones distintas podría visualizarse esta estructura mediante una parrafada especial, verbigracia
dejando un espacio m ayor entre cada tramo, a los que eventualmente podría dársela un número o
letra para distinguirlos. Escrita la “introducción” puede colocarse, por fin, el “punto final” al
“borrador”, en el que se ha trabajado tan intensamente.

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