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“EL PASAJERO MORIBUNDO”.

El piloto Mike Nolan sabía que había un problema antes de que la sobrecargo
llamara a la puerta de la cabina de mando. Después de 18 años de volar aviones
747 y otros más pequeños en vuelos nacionales e internacionales, Nolan
había desarrollado un agudo sentido de la atmósfera. Y este vuelo –un viaje de
Detroit a Seattle en diciembre—había sido complicado desde el inicio.
En primer lugar, el vuelo había salido con demora de Detroit –un retraso
causado porque se había ponchado una llanta de la camioneta del servicio de
comida a unas cuantas millas de la puerta de salida. El conductor de la camioneta
se había retrasado por el inicio de una tormenta de nieve, cuya primera nevada
había comenzado a caer menos de una hora antes. Para agravar el lento inicio, el
avión estaba repleto y con poco espacio, como un antecedente de la hora de la
verdad durante la temporada de fiestas. Además, la tripulación del vuelo era
nueva –tenían suficiente experiencia, pero no estaban acostumbrados a ser un
equipo de rutina en la ruta oeste. Estos factores –más perjudiciales e inconexos
que realmente preocupantes—habían puesto a Nolan en estado de alerta.
Así que Nolan no estaba totalmente desprevenido cuando tocaron en su
cabina. En la puerta estaba Maggie Cho, la sobrecargo con quien Nolan
había trabajado algunas veces anteriormente, aunque no en esta ruta. Nolan
sabía que Maggie era nueva en la ruta y relativamente nueva en el trabajo, pero
poseía las maneras adecuadas y el cerebro para permanecer en calma durante
una crisis –cualidades que la hacían apta para estar en el avión. Esa noche,
Nolan se dio cuenta pronto, su presencia iba a ser muy necesaria.
Maggie no perdió tiempo para decirles a Nolan y al resto de la tripulación
que había un problema: un pasajero había sufrido un severo ataque cardiaco y
necesitaba atención médica inmediata. Aunque un pasajero que era doctor había
ayudado, se necesitaba un hospital pronto –o el paciente moriría probablemente.
Nolan sabía que sus opciones eran pocas y el tiempo corto. La ruta de vuelo
había llevado al avión ligeramente hacia el sur, en un intento por salir de las
garras de la creciente tormenta de nieve sobre las llanuras del norte. Sin
embargo, la táctica había fallado. La tormenta, traída y llevada por sistemas de
presión de aire opuestos, se había extendido con mayor amplitud de lo
pronosticado, cubriendo los estados centrales con una amplia franja de nieve,
aguanieve y fuertes vientos. Y el vuelo nocturno, ahora a 20 minutos de Denver,
estaba en medio del caos.
Nolan transfirió el control a su copiloto y tomó el radio, llamando a la
torre de Denver para solicitar un aterrizaje de emergencia. Nolan escuchó una
respuesta perturbadora: Permiso Denegado. El controlador de Denver explicó
que las condiciones climáticas estaban empeorando, lo cual volvía el aterrizaje
poco recomendable e inseguro para la tripulación y los pasajeros. Con gran pena,
la torre de Denver le dijo a Nolan que diera el cuidado médico que pudiera –pero
que continuara su vuelo como estaba indicado.
Nolan, Maggie y el resto de la tripulación se miraron con expresiones
de dolor. Después de hablar en voz baja durante algunos minutos, Nolan
especificó sus opciones. Podían seguir las órdenes de Denver y permanecer
indiferentes, o
bien podían exigir un aterrizaje por evacuación médica. El clima ERA un problema,
admitió Nolan, pero no uno que él no estuviera listo para enfrentar. Nolan se sintió
seguro de que podía realizar el aterrizaje –una confianza originada en su
experiencia de 27 años controlando aeronaves militares y civiles. Pero no estaba
preparado para arriesgar la vida de su tripulación y los pasajeros –rompiendo los
estándares conservadores del reglamento de seguridad en la aerolínea—sin su
consentimiento total e informado.
A petición de Nolan, Maggie volvió con los pasajeros para revisar qué
pasaba. En menos de 3 minutos, volvió con malas noticias sobre la situación del
paciente, quien empeoraba. La noticia de la crisis, dijo, se había extendido
lentamente, sólo entre una pequeña parte de los pasajeros. El resto de la
tripulación, no obstante, había sido avisada de la emergencia y había indicado su
deseo de aterrizar inmediatamente –con sólo un opositor momentáneo. Ahora, la
elección era de Nolan.

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