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DEFINICIÓN: (ANITA)
Traducido significa canto bello y es el nombre que se da al canto basado en la
belleza de la emisión vocal. Para ello son necesarias técnicas especiales que cuidan
la homogeneidad del timbre de la voz, el fraseo, la agilidad en la ornamentación y el
arte del legato. Todo esto es lo que requiere una ópera para que se la considere
dentro de esta clasificación que aparece con la ópera romántica en sus principios.
CARACTERÍSTICAS: (KAROL)
El canto se caracteriza por enfocarse en la perfecta igualdad y uniformidad de la
voz, el legato habilidoso, un registro superior claro, una estupenda agilidad y
flexibilidad y un timbre dulce muy particular.
(ARI)
Las óperas pertenecientes a este estilo presentan una ornamentación florida y
considerable, requiriendo mucho en el camino de rápidas escalas y cadenzas.
Enfatizando la técnica por encima del volumen, este estilo ha sido famosamente
relacionado con un ejercicio que dice demostrar su sinopsis, donde un cantante
sostiene una vela encendida cerca de su boca y debe cantar sin que la llama se
sacuda.
EL DECLIVE: (FIORE)
Con el pasar de los años el estilo fue pasando de moda y los compositores
comenzaron a privilegiar el uso de cantantes con un entrenamiento distinto. Verdi,
en sus obras de madurez y Wagner privilegiaron a cantantes que supieran declamar
mas que cantar virtuosísticamente. Con la llegada de Puccini y la nueva hornada de
compositores italianos como Boito Umberto Giordano, Cilea o Mascagni se privilegió
un estilo vocal que se acercaba mucho más a la voz hablada, ya no se requería el
uso de la coloratura, ni del trino ni alardes de control del fiato ni agudos o
sobreagudos.
Si bien el estilo siguió siendo enseñado por algunos célebres maestros a lo largo del
siglo XIX como Manuel Vicente García, Francesco Lamperti o Mathilde Marquesi
con el correr de los años se fueron perdiendo las bases del estilo hasta llegar al
periodo de 1930-1950 en que casi se perdió tanto el estilo como la técnica.
(CRIS)
Con el triunfo en el gusto del público de las óperas de Richard Wagner, Giuseppe
Verdi, Richard Strauss, Puccini y del verismo italiano de Leoncavallo, Mascagni o,
Cilea los cantantes comenzaron a usar un estilo vocal que poco tenía que ver con el
belcanto.
Si bien se conservaban ciertos elementos fundamentales del canto como el manejo
de la respiración y el legato, otros como el uso de la coloratura perdieron validez y
se volvieron anacrónicos. El repetorio belcantista pasó de moda y sólo seguían en
carteleras algunos títulos que prontamente se convirtieron en meras curiosidades
que en manos de cantantes sin verdadero entrenamiento estilístico se ganaron la
fama de ser óperas insulsas, inverosimiles y ridículas.
(BRUCE)
Otros como Medea de Cherubini, Anna Bolena de Gaetano Donizetti, Imogene en Il
Pirata de Bellini, Armida de Rossini o La Vestale de Spontini volvieron a los teatros
después de décadas de ausencia no solamente como eventos musicológicos sino
también como grandes éxitos de público.
La senda abierta por Maria Callas fue seguida en los años posteriores por otros
cantantes como Joan Sutherland, Leyla Gencer, Teresa Berganza, Luigi Alva,
Marilyn Horne o Montserrat Caballé educados en la tradición del bel canto y que
comenzaron un verdadero renacimiento del estilo que se extiende hasta nuestros
días.