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MARCHA 86
7 de junio de 1938
Es la suma del trabajo colectivo realizado hasta hoy. Pero esta suma es ab-
solutamente necesaria a fin de dar a los camaradas una idea de la situación,
una comprensión común. Los anarquistas e intelectuales pequeñoburgueses
temen acceder a dar a un partido ideas comunes, una actitud común. Por el
contrario, desean programas morales. Pero para nosotros este programa es
el resultado de la experiencia común. No se le impone a nadie, porque quien
se une al partido lo hace voluntariamente.
Creo que es importante, en relación a esto, subrayar qué entendemos por
libertad en oposición a la necesidad. Es una concepción pequeñoburguesa
muy frecuente pensar que debemos tener una individualidad libre. Es solo
una ficción, un error. No somos libres. No tenemos ninguna voluntad libre en
el sentido de la filosofía metafísica. Cuando deseo beber una jarra de cerveza
actúo como un hombre libre, pero yo no invento la necesidad de la cerveza.
Ésta proviene de mi cuerpo. Yo solo soy el ejecutor. Pero en tanto que com-
prendo las necesidades de mi cuerpo y puedo satisfacerlas conscientemen-
te, entonces tengo la sensación de libertad, libertad a través de comprender
la necesidad. Aquí, la exacta comprensión de la necesidad de mi cuerpo es
la única libertad real dada a los animales en cualquier cuestión, y el hombre
es un animal. Lo mismo sigue siendo cierto para la clase. El programa para
la clase no puede caer del cielo. Solo podemos llegar a una comprensión de
la necesidad. En un caso era mi cuerpo, en el otro es la necesidad de la socie-
dad. El programa es la articulación de la necesidad que aprendimos a com-
prender, y, puesto que la necesidad es la misma para todos los miembros de
la clase, podemos alcanzar una comprensión común de las tareas, y la com-
prensión de esta necesidad es el programa.
Podemos ir más lejos y decir que la disciplina de nuestro partido debe ser
muy rigurosa porque somos un partido revolucionario contra un inmenso
bloque de enemigos conscientes de sus intereses y que, en la actualidad no
solo nos ataca la burguesía sino también los estalinistas, los más venenosos
agentes de la burguesía. Se necesita una disciplina absoluta, pero esta debe
provenir de una comprensión común. Si la disciplina se impone sin esa com-
prensión, es opresión. Si proviene de la comprensión, es una expresión de
la personalidad; pero de lo contrario, es opresión. Entonces, la disciplina es
una expresión de mi libre individualidad. No hay oposición entre la volun-
tad personal y el partido porque entré a él libremente. El programa se apoya
sobre la misma base, y puede estar fundamentado sobre una política y bases
morales claras, solo si lo comprendemos muy bien.
El proyecto de programa no es un programa acabado. Podemos decir que
en este proyecto de programa faltan cosas y hay otras que, por su natura-
leza, no pertenecen al programa. Las cosas que no pertenecen al programa
son los comentarios. Este programa no solo contiene consignas, sino tam-
bién comentarios y polémicas contra los adversarios. Pero no es un progra-
ma acabado. Un programa acabado debe tener una expresión teórica de la
LEÓN TROTSKY 163
Pregunta: ¿El partido crea con sus propios miembros el grupo de defensa?
Trotsky: Las consignas del partido deben plantearse en los distritos en que
tengamos simpatizantes y obreros que nos defiendan. Pero un partido no
puede crear una organización independiente de defensa. La tarea es crear
un organismo así en los sindicatos. Debemos tener estos grupos de cama-
radas muy disciplinados, con líderes buenos y prudentes, que no entren en
provocaciones fácilmente, porque tales grupos pueden ser provocados con
facilidad. La principal tarea durante el próximo año sería evitar conflictos
y choques sangrientos. Debemos reducirlos a un mínimo, con una mino-
ría organizada durante las huelgas y en tiempos de paz. Impedir las reunio-
nes fascistas es una cuestión de relación de fuerzas. Nosotros solos no somos
fuertes; sin embargo, proponemos un frente único.
Hitler explica cómo tuvo éxito en su libro. La socialdemocracia era extre-
madamente poderosa. Él envió una banda con Rudolf Hess a una reunión
socialdemócrata. Dice que, al final de la reunión, sus 30 muchachos expul-
saron a todos los obreros y que estos fueron incapaces de enfrentarlos. En-
tonces supo que vencería. Los obreros solo estaban organizados para pagar
la cuota; no tenían ninguna preparación para todas las demás tareas. Ahora
hemos de hacer lo mismo que Hitler, pero al revés. Enviar 40 o 50 hombres
a disolver la reunión. Esto tiene una importancia enorme. Los obreros se
fortalecen, se vuelven elementos combativos. La pequeñoburguesía piensa:
estos son gente seria. ¡Menudo éxito! Esto tiene una importancia enorme,
puesto que la parte del pueblo ignorante, atrasada, oprimida, solo puede ser
sacudida por el éxito. Nosotros solo podemos mover a la vanguardia, pero
esta vanguardia debe mover luego a los demás. Por eso, repito, es una cues-
tión muy importante. En Minneapolis, donde tenemos camaradas muy ex-
pertos y eficaces, podemos empezar y guiar a todo el país.
Creo que sería conveniente discutir un poco esta parte del proyecto que
no está suficientemente desarrollada en nuestro texto. Es la parte teórica
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87 Se refiere al texto “A noventa años del Manifiesto Comunista”, de este libro.
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colonia para EE.UU., por no hablar de que poseen el continente más rico y
se han desarrollado sin tradición feudal. Es una nación históricamente privile-
giada; pero las naciones capitalistas privilegiadas solo se diferencian de las más
“parias” desde el punto de vista del atraso. Italia, la más pobre de las grandes
naciones capitalistas, fue la primera en hacerse fascista. Alemania fue la se-
gunda, porque no tiene colonias ni ricos países dependientes, y sobre esta
pobre base agotó todas las posibilidades, y los obreros no pudieron reem-
plazar a la burguesía. Ahora es el turno de EE.UU., antes incluso que Gran
Bretaña o Francia.
El deber de nuestro partido es tomar a cada obrero norteamericano y sa-
cudirlo diez veces; así comprenderá cuál es la situación en EE.UU. Esta no
es una crisis coyuntural, sino una crisis social. Nuestro partido puede jugar
un papel muy importante. Lo difícil para un partido joven en una atmósfera
muy viciada de viejas tradiciones, de hipocresía, es llevar adelante una con-
signa revolucionaria. “Es ilusoria”, “no es adecuada en Norteamérica”, pero
es posible que esto cambie con el tiempo y entonces Uds. planteen las con-
signas revolucionarias de nuestro programa. Algunos se burlarán, pero el
valor revolucionario no consiste solo en ser asesinado, sino en aguantar las
burlas de los estúpidos que están en mayoría. Pero cuando uno de ellos sea
apaleado por la pandilla de Hague, pensará que es mejor tener un comité de
defensa, y su actitud irónica cambiará.
Pregunta: ¿No es la ideología de los obreros una parte de los factores objetivos?
Trotsky: Para nosotros, siendo una pequeña minoría, todo es objetivo, in-
cluso el estado de ánimo de los obreros. Pero debemos analizar y clasificar
aquellos elementos de la situación objetiva que pueden ser cambiados por
nuestro papel y aquellos que no. Por eso decimos que el programa se adapta
a los elementos fundamentales estables de la situación objetiva y que la tarea
es adaptar la conciencia de las masas a aquellos factores objetivos. Adaptar la
conciencia es una tarea pedagógica. Debemos ser pacientes, etc. La crisis de
la sociedad se presenta como la base de nuestra actividad y la conciencia es
el terreno político en que aquella se desarrolla. Debemos cambiarla. Hemos
de dar una explicación científica de la sociedad, y explicarlo claramente a las
masas. Esa es la diferencia entre el marxismo y el reformismo.
Los reformistas tienen buen olfato para lo que el público desea; y, como
Norman Thomas, se lo dan. Pero esa no es una actividad revolucionaria se-
ria. Debemos tener el valor de ser impopulares, para decir: “Uds. son ton-
tos”, “Uds. son necios”, “Los traicionan” y, alguna que otra vez, escandalizar
y lanzar nuestras ideas con pasión. Es necesario sacudir al obrero de cuando
en cuando, explicar, y luego volver a sacudirlo: todo eso pertenece al arte de
la propaganda. Pero debe ser científica, no sujeta a los estados de ánimo de las
masas. Somos los más realistas porque calculamos con hechos lo que no puede
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el otro, Lewis. Eso puede continuar mucho tiempo, años y años, y durante
este período nuestra gente se fortalecerá, se volverá más segura de sí misma
y los obreros dirán: “Son la única gente capaz de ver el camino”. Solo la gue-
rra produce héroes de guerra. Para empezar, tenemos elementos excelentes,
hombres muy buenos, formados seriamente, un buen Estado Mayor y no
pequeño. En este sentido más general, soy totalmente optimista. Después,
creo que el cambio en la conciencia de los obreros norteamericanos llegará a
un ritmo muy rápido. ¿Qué hacer? Todo el mundo está inquieto, esperando
algo nuevo. Es muy favorable para la propaganda revolucionaria.
No solo hemos de tener presentes a los elementos aristocráticos, sino a
los más pobres. Los obreros norteamericanos cultivados tienen algo positi-
vo y algo negativo, como los deportes ingleses. Es muy bueno, pero también
una estratagema para desmoralizar a los obreros. Toda la energía revolucio-
naria se gastaba en los deportes. Ello fue estimulado por los ingleses, la más
inteligente de las naciones capitalistas. Los deportes deben estar en manos
de los sindicatos, como parte de la educación revolucionaria. Pero Uds. tie-
nen una buena parte de la juventud y de las mujeres que no son lo bastante
ricos como para estas cosas. Debemos tener tentáculos para poder penetrar
por todas partes en las capas más bajas.