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REVISTA CATOLICA INTERNACIONAL Communio segunda época, afio 17, julio-agosto 95 CRISTIANISMO Y ORDEN POLITICO __ estudios C, VALVERDE, Etica, cristianismo y orden politico YY. POSSENTI, Democracia y cristianismo B. Dufour, La declaracién «Dignitatis humanae» 30 afios después E. CORECCO, De Ia subsidiaridad a la comunién debates DAVID L. SCHINDLER, Didlogo con Michael Novak libros W. PANNENBERG, «Antropologia en perspectiva teolégica» TQ encuentromy ediciones 1 Edicién Espaiiola Redaccién, administracién, suscripciones Ediciones Encuentro, S.A Cedaceros, 3, 2.°- 28014 Madrid - Teléfs. $32 26 06 y 532 26 07 Fax: 52251 23 Communio aparece seis veces al atio Precio de suscripeidn para 195: Espafia: 5.600 ptas. (IVA incluido) Extranjero: 60$ Los envios al extranjero se hardin siempre por avién P.AV.P. ntimero suelto: 1.150 peas. 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Martinez Camino, José Miguel Oriol, Alfonso Pérez de Laborda, Gerardo del Pozo, Javier Prades, Luis Quinteiro, Eugenio Romero Pose, Juan Luis Ruiz de la Peita, José Manuel Sanchez Caro, Jestis Sanz, Fernando Sebastian Una revista no esta viva mas que si cada vez deja descontenta a una quinta parte de sus suscriptores. La justicia consiste solamente en que no sean siempre los mismos quienes se encuentren en esa quinta parte. De otro modo yo diria que, cuando nos dedicamos a no molestar a nadie, cnemos en cl sistema de esas enormes revistas que pierden millones, 0 los ganan, para no decir nada, 0 mas bien, por no decir nada Charles Péguy, EV dlivero En colaboracién con: Edicion alemana: Internationale Katholische Zeitschrift Communio Frivsnsiras: 50, 5000 Kalu 1, Alemania Hanna-Barhara Gerl-Falkovitz, Michae] Figura, Maximilian Greiner, Peter Henriei, Walter Kaspes, Karl Lehmann, Reinhard Lm, Hans Mater, Otto B. Roegele, Christoph Schonborn, Bberhard Straub, Edicion brasileia: Communio, Revista Internacional Catélica de Cultura Rout Benjaanine Constant, 23, & andar, 20001, Rio de Janeiro, Brasil Butévin Tavares Bettencourt, Tatcisio Meiteles Padllha, D, Kael Josef Romer, Newton Sucupira Edicion croata: Svesci Communio Krsnska Sadasnion, Mealico tog 14, Zagreb, Crowe Anulelko Badurina, Stipe Bagaric, Vjekoslay Baisi, Bows Mirko Matausic, Adalherc Rebie, Zvonimir Bono Sagi, Tomislav Turcinovie, Martian Valkovie, Dani Zorie u2a Duda, Tomishy lane stipe Kutlesa, wsiBunic, Aldo Staric, Adalbeet Edicion chilena: Revista Catélica Internacional Communio Los Acantoe 1317, Casilla 976, Centro de Casillas, Santiago, Chile Pedro Pérez-Basros, Carlos Casino, Germnin Doig, Julio Terin Dutari, Victor Gambino, Roberto Jim José Miguel Thinez Langlois, Mauro Matthei, Augusto Merino, Luis Meyer, Antonio Moreno, Fernando ‘Moreno, Sergio Muior, Francisco José Pin, Arturo Reyes. Edicion eslovena: Communio Kristianova Obzorja Zrinjbega 13. 61000 Lyabijana, Eilovenia Edmond Balm, Lojze Gosar, Fran Kefesr, Taras Kerrnauner, Vinko Kobal, Lojee Krakar, Tone Kunsteli Tomaz Podobnik, Joze Pucti, Jozef Se}, Civil Sor, Jane Srsks, Anton Strukel, Janez Zupet Edicién estadounidense: International Catholic Review Communio PO. Bos 4552, Washington, DC 200170557, USA Strattord Caldecort, Agnes Canpingham, SSCM, Brian E. Daley, $., Roch Kereszty, O. ist, Thomas Langan, More Ouellet, SS, David 1. Schindler, Kenneth L. Schmitz, John R. Sheets. Edicion flamenca: International Katholic Tijdschrift Communio Holanda: Heendabllann 82,64 EP Kerksude Belgica: Burgemerrsirat 38, brs 6, 3000 Lenn Jan Amaurn, Stlsan van Calster, Ben Janssens, Klara Roegiers, Mia Sehoenmaecke Innace Verhark, Gerard Wilkens Joris Sehrisdes, Edicién francesa: Revue Catholique Internationale Communio 28 Rae d'Antenil, 75016 Pars. Francia Jean Robert Armogathe, Guy Bedouelle, Olivier Boulnois, Rémi Brague, Vincent Carraud, Georges Chontraine, Jean Duchesne, Pierre Julg, Corinne y Jean-Luc Marion, Frangois Mathieu, Jean-Marie Salnmito, Robert Toussaint, Jacqueline o'Ussel Edicion italiana: Rivista Internazionale di Teologia ¢ Cultura Vee inher, 7. 20123 Mili, Haas Inos Billi, Alder Cazaago, Maris Anronictea Crippa, Gianfranco Dalmasso, Liero Gesossa, Andrea Gianni, Elio Guerriero, Antonio Sicari, Derine Tania Edicion polaca: Miedzynarodowy Przeglad Teologiceny Communio Otarre, Kilinbiegn 20. PL 05-850, Ozarow Mazowiecki, Polonia Lucian Balter, Matian Banarzak, Bronislaw Dembowski, Stefan Dusza, Wojciech Goralski, Helmut Juros, Jan Kupka. Jan Tach, Franciszek Mickiewicn Stanislaw Nagy, Edward Nicznanski, Alfons Nossol Jan Pyiel, Kazimierz Romaaiuk, Waclaw Swicrzawski, Stanislaw Stancet Edicion portuguesa: Revista Internacional Catélica Communio Bithintece Cnioerstara fois Panbo H. Palma de Cima, 1600 Lishow, Port Juan Francisco Ambrosio, Maria C. Branco, Antonio de Bivar Weinholrz J.J. Ferreira de Fa M. Gorter de Labio, Hearique de Noronha Galvio, José E. Borges de Pinlio, Mi Anténio C. Fidalzo, Peter Stilwell, lnis Filipe R, Thomar, REVISTA CATOLICA INTERNACIONAL Communio segunda época afio 17 julio-agosto 95 editorial JOSEPH RATZINGER Cristianismo y politica. 300 estudios CARLOS VALVERDE Etica, cristianismo y orden politico VITTORIO POSSENTI Democratia y Cristianism caccssescsessscseesnseiissessssinvtsseisnee 317 BRUNO DUFOUR La declaracién «Dignitatis humanae» 30 aiios después de su promul- gacién, Desplazamiento Qi00 cvssesieinsnee . 331 EUGENIO CORECCO De la subsidiaridad a ba COmtUnton coereeccerrseririeerisereerniieree wee 350 debates Catolicismo y cultura en U.S. A. DAVID L. SCHINDLER Didar Mite Noches ee 365 libros GERARDO DEL POZO La dimensién religiasa del hombre: W. PANNENBERG, Antropologéa en perspectiva teolégica. Implicatio- nes religiosas de la teoria antropolOgica eserves 381 editorial Cristianismo y politica* JOSEPH RATZINGER El Estado no constituye la totalidad de la existencia humana ni abar- ca toda Ja esperanza humana. El hombre y su esperanza van mas allé de la realidad del Estado y més alla de la esfera de la accién politica. Y esto es valido no s6lo para un Estado al que se puede calificar de Babilonia, sino para cualquier tipo de Estado. El Estado no es la totalidad. Esto le quita un peso al hombre politico y le abre el camino de una politica racional. El Estado romano era falso y anticristiano precisamente por- que quetfa ser el orm de las posibilidades y de las esperanzas humanas Pretendia asi lo que no podia realizar, con lo que defraudaba y empo- brecfa al hombre. Su mentira totalitaria le hacfa demonfaco y tirdnico. La supresién del totalitarismo estatal ha desmitificado al Estado, libe- rando al hombre politico y a la politica. Pero cuando la fe cristiana, la fe en una esperanza superior del hom- bre, decae, vuelve a surgir el mito del Estado divino, porque el hombre no puede renunciar a la plenitud de la esperanza. Aunque estas prome- sas se vayan obteniendo mediante el progreso y reivindiquen exclusiva- mente para si el concepto de progreso, son, sin embargo, histéricamen- te consideradas, un rettoceso a un estadio anterior a la buena nueva cris- tiana, una vuelta hacia atras en el camino de la historia. Y aunque vayan propalando como objetivo propio la liberacién total del hombre, © Este cexto del cardenal Raezinger que presentamas como editorial de este ntimero forma pare del libro publicade con el ceulo Iglesia. ecxamenionn y plitica. por la Editorial Carélica (BAC. u. 194, Madrid 1987, pp. 164ss.), a lt que agracecemos la awcorizaci6n para su publicacién eb Comin 300, Cristianismo y politica la eliminacién de cualquier dominio sobre el hombre, entran realmente en contradiccién con la verdad del hombre y con su libertad, porque reducen el hombre a lo que él puede hacer por si solo. Semejante politi- ca, que convierte el Reino de Dios en un producto de la politica y somete la fe a la primacfa universal de la politica, es, por su propia naturaleza, una politica de la esclavicud; es politica mitol6gica La fe opone a esta politica la mirada y la medida de la taz6n cristia na, que reconoce lo que el hombre es realmente capaz de crear como orden de libertad y, de este modo, encontrar un criterio de discrecién, consciente de que su expectativa superior esté en manos de Dios. El re- chazo de la esperanza que radica en la fe ¢s, al, mismo tiempo, un recha- zo del sentido de la medida en la raz6n politica. La renuncia a las esperanzas miticas es propia de una sociedad no tirdnica, y no es resig- nacién, sino lealtad, que mantiene al hombre en la esperanza. La espe- ranza mitica del paraiso inmanente y autérquico s6lo puede conducir al hombre a la frustracién; frustracién ante el fracaso de sus promesas y ante el gran vacio que le acecha; una fruseracin angustiosa, hija de su propia fuerza y crueldad. Bl primer servicio que presta la fe a la politica es, pues, liberar al hombre de la irracionalidad de los mitos politicos, que consticuyen el verdadero peligro de nuestro tiempo. Ser sobrios y realizar lo que es posible en vez de exigir con ardor Jo imposible ha sido siempre cosa dificil; la voz de la raz6n nunca suena tan fuerte como el grito irracio~ nal. El grito que reclama grandes hazafias tiene la vibracién del mora- lismo; limitarse a lo posible parece, en cambio, una renuncia a la pasién moral, tiene el aspecto del pragmatismo de los mezquinos. Sin embar- go, la moral politica consiste en resistir la seduccién de la grandilo- cuencia con la que se juega con la humanidad, el hombre y sus posibili- dades. No es moral el moralismo de la aventura que pretende realizar por si mismo lo que es de Dios. En cambio, si es moral la lealtad que acepta las dimensiones del hombre y lleva a cabo, dentro de esta medi- da, las obras del hombre. No es en la ausencia de toda conciliacién, sino en la misma conciliacién donde esta la moral de la actividad politica ‘A pesar de que los cristianos eran perseguidos por el Estado romano, su posicin ante el Estado no era radicalmente negativa. Reconocieron al Estado en cuanto Estado, tratando de construirlo como Estado segin sus posibilidades, sin intentar destruirlo. Precisamente porque sabjan que estaban en «Babilonia», les servian las orientaciones que el profeta Jeremias habia dado a los judios deportados a Babilonia. La carta del profeca cranscrita en el cap. 29 del libro de Jeremias no es ciertamente una instruccién para ta resistencia politica, para la destruccién del Estado esclavista, ni se presta a tal interpretacién. Por el contrario, es una exhortaci6n a conservar y a reforzar lo bueno. Se trata, pues, de una instraccién para la supervivencia y, al mismo tiempo, para la prepara~ cidn de un porvenir nuevo y mejor. En este sentido, esta moral del exi- 301 Joseph Ratzinger lio contiene también elementos de un ethos politico positivo. Jeremias no incita a los judios a la resistencia ni a la insurreccién, sino que les dice: «Edificad casas y habitadlas. Plantad huertos y comed de sus fru- tos... Procurad la paz de la ciudad adonde os trasladé; y rogad por ella al Sefior, porque en la paz de ella tendréis vosotros paz» (Jr 29,5-7) Muy semejance es la exhortacién que se lee en la carta de Pablo a Timoteo, fechada tradicionalmente en tiempos de Nerén: «(Rogad) pot todos los hombres, por los emperadores y por todos los que estan en el poder, a fin de que tengamos una vida quieta y tranquila en toda pie- dad y honestidad» (1 Tm 2,2). En la misma linea se desarrolla la carta de Pedro con la siguiente exhortacién: «Vuestro comportamiento entre los paganos sea irreprensible, a fin de que, por lo mismo que 0s censu- ran como malhechores, reflexionando sobre las obras buenas que obse van en vosottos, glorifiquen a Dios en el dia del juicion (1 P 2,12). «Honrad a todos, amad a vuestros hermanos, temed a Dios, honrad al rey» (1 P 2,17). «Ninguno de vosotros tenga que suftir como homici- da, 0 ladrén, 0 malhechor, o delator. Pero si uno sufte como cristiano, que no se avergitence; que glorifique més bien a Dios por este nombre» (1 P 4,150). {Qué quiere decir todo esto? Los cristianos no eran ciertamente gente sometida angustiosamente a la autoridad, gente que no supiese de la existencia del derecho a resistir y del deber de hacerlo en concien- cia. Precisamente esta tiltima verdad indica que reconocieron los limi- tes del Estado y que no se doblegaron en lo que no les era licito doble- gatse, porque iba contra la voluntad de Dios. Por eso precisamente resulta tanto més importante el que no incentaran destruif, sino que contribuyeran a regir este Estado. La antimoral era combatida con la moral, y el mal con la decidida adhesién al bien, y no de otra manera. La moral, el cumplimiento del bien, es la verdadera oposicién, y solo el bien puede preparar el impulso hacia lo mejor. No existen dos tipos de moral politica: una moral de la oposicién y una moral del poder. Sélo existe una moral: la moral como tal, la moral de los mandamientos de Dios, que no se pueden dejar en Ja cuneca ni siquiera temporalmente, a fin de acelerar un cambio de la situacién. Sélo se puede construir cons- truyendo, no destruyendo. Esta es la ética politica de la Biblia, desde Jeremias hasta Pedro y Pablo. El cristiano es siempre un sustentador del Estado en el sentido de que I tealiza lo positivo, el bien, que sostiene en comunién los Estados, No teme que de este modo vaya a contribuir al poder de ios malvados, sino que esté convencido de que siempre y tnicamente el reforzamiento del bien puede abatir al mal y reducir el poder del mal y de los malvacos Quien incluya en sus programas la muerte de inocentes o la destruccién de la propiedad ajena no podra nunca justificarse con ta fe. Explici- tamente es lo contrario de la sentencia de Pedro: «Pero jamas alguno de vosotros padezca por homicida o ladrén» (1 P 4,15); son palabras que 302 Cristianismo y polities valen también ahora contra este tipo de resistencia, La verdadera resis- tencia cristiana que pide Pedro sélo tiene lugar cuando el Estado exige la negacién de Dios y de sus mandamientos, cuando exige el mal, en cuyo caso el bien es siempre un mandamiento De todo esto se sigue una ultima consecuencia. La fe cristiana ha destruido el mito del Estado divinizado, el mito del Estado paraiso y de Ia sociedad sin dominacién ni poder. En su lugar ha implantado el rea~ iso de la razén. Ello no significa, sin embargo, que la fe haya traido un realismo carente de valores: el de la estadistica y la pura fisica social. En el verdadero realismo del hombre se encuentra el humanismo, y en el humanismo se encuentra Dios, En la verdadera razén humana se halla la moral, que se alimenta de los mandamientos de Dios. Esta moral no es un asunto privado; tiene valor y resonancia publica. No puede existir una buena politica sin el bien que se concreta en el ser y el actuar. Lo que la Iglesia perseguida prescribié a los cristianos como niicleo central de su ethos politico debe constituir también la esencia de una actividad politica cristiana: s6lo donde el bien se realiza y se reco- noce como bien puede prosperar igualmente una buena convivencia entre los hombres. El gozne sobre el que gira una accién politica res ponsable debe ser el hacer valer en la vida pablica el plano moral, el plano de los mandamientos de Dios Si lo hacemos asf, entonces también nosotros podremos, tras el paso de los tiempos de angustia, comprender, como dirigidas a nosotros per- sonalmente, estas palabras del Evangelio: «No se turbe vuestro cora~ z6n» (Jn 14,1). «Porque por el poder de Dios estais custodiados mediante la fe para vuestra salvacién....» Nota biogrdfica El cardenal Joseph Ratzinger es Prefecto de la Sagrada Congregacién para la Doctrina de la Fe estudios Etica, cristianismo y orden politico CARLOS VALVERDE «Pas de politique sans philosophie politique» (J. Maricain) 1. Sociedad y Persona Desde Platén y Aristételes la Politica 0 arce de gobernar las socieda- des ha sido un tema recurrente en los filésofos. La razén es que ya los pensadores griegos incuyeron que el hombre es sociable por naturaleza y que sélo se realiza como persona en y con la sociedad. Aristételes lo formulé con su concisién caracteristica: dvOpumos ice TOALTLKOY ov, «el hombre por naturaleza es un animal hecho para vivir en la sociedad (m6MtS)»'. Como prueba de la sociabilidad natural del hombre sefialaba Aristételes que el hombre esta dotado de Aby0S, témino que, como ha hecho notar E. Lled6, «implica una relacién imprescindible con la expresi6n, con el pensamiento expresado, con la palabra»?, El hombre es un ser esencialmente comunicativo. Sélo en la multiple intercomunién humana se realiza como persona. Es el ditilogo. Claro esta que el didlogo humano implica mucho més que palabras. Es también colaboracién, ayuda, servicio, familia, aprendizaje, intercambio cultural, industria comercio, arte, moral, religi6n, sanidad, deporte, etc. etc., todas las miil- ciples actividades que la persona puede realizar y realiza de hecho entre y con los otros, La vida humana es vida en didlogo, es decir, en sociedad Una persona sin personas no se realizaria como persona’. Feuerbach escri- ist6teles, Politica, 1, 6, 1278b. Leds, Filosfia y longue, Barcelona 1970, 98. § Maritain distingue entre comunidad y sociedad: «Una comunidad es, Naturaleza y se enc inte todo, obra de ta ambio ana sociedad nera mds estrechamenre ligada al orden biolégico; en 304 LEtica, cristianismo y orden politico be: «La esencia del hombre est4 contenida en la comunidad, en Ja uni- dad del hombre con el hombre [...] es el misterio de la vida comunitaria y social, el misterio de la necesidad del t4 para el yo. Por eso el supre- mo y tltimo principio de la Filosofia es la unidad del hombre con el hombre»4. Se ha dicho que el descubrimiento del «tit» para la realiza- cién del «yo», hecho por la Filosofia personalista, ha sido una revolu- cién copernicana més importante que la que crey6 haber hecho Kant. Como quiera que sea, el hombre experimenta su insuficiencia para el pleno desarrollo de su personalidad y de sus posibilidades y, por ello mismo, experimenta una inclinacién natural, incoercible, vehemente, constante y universal a reunirse con otros hombres. De personas y de familias se forma la sociedad civil o sociedad politica y en la sociedad puede realizarse la persona en sus diversas dimensiones Es claro, pues, que si las personas se retinen en sociedad civil es para buscar, impulsadas por la naturaleza, el desarrollo integral de todas y cada una de las personas que forman esa sociedad. Es lo que Hamamos el Bien Comin. Toda persona que vive en sociedad civil tiene el dere- cho de que la sociedad la ayude a realizarse y el deber de colaborar con los otros miembros de la sociedad para que todos y cada uno puedan vivir como personas. El Bien Comiin incluye el desarrollo integro de la persona, tanto en sus exigencias como en sus dimensiones culturales, morales y religiosas. 2. Sociedad y Estado Ahora bien, no hay sociedad sin unidad. Toda sociedad civil consta necesatiamente de dos componentes: pluralidad y unidad, o sencilla- mente pluralidad unida, La estructura que da unidad a la sociedad es la autoridad politica que llamamos Estado. El tiene como finalidad hacer que la sociedad y cada uno de sus miembros cooperen a la tealizacién del Bien Comin. Maritain define el Estado como «aquella parte del cuerpo politico cuyo peculiar objeto es mancener la ley, promover la prosperidad comtin y el orden paiblico y adminiscrar los asuntos pabli- cos». En las sociedades modernas el Estado ha evolucionado hacia una organizacién cada yez més compleja: protege los derechos de propiedad, impulsa la planificacién econémica, se ocupa de la proteccién de la libertad y de la dignidad personal de los ciudadanos, vela por el bienes- «5, sobre todo, obra de la razén y se encuentea més estrechamenre vinculada a las aptitudes inte- lectuales y espirituales del hombre», J. Maritain, EV hombre y ef Estado, Madrid 1983, 16. Max Scheler ha estudiado tas diversas formas de sociabilidad en su obra Der Farmalisnus in der Erbik tind die materiale Werteshik. L. Feuerbach, Siniliche Werke (ed. Bolin-Jodl), Seutegart-Bad Cannstate, “1959, Il, 319. En este sentide eseriben eambién codos los personalistas posteriores, © J, Maritain, of. ci.. 26, 305 Carlos Valverde tar y los derechos sociales de los miembros de las sociedades econémica- mente desposeidos, intenta elevar el nivel macerial de vida, defiende la seguridad interior, rehabilita a los miembros de la sociedad que han entrado en conflicto con Ia ley, garantiza la igualdad de todos ante la ley, ete.®. Por supuesto, el Estado tiene el derecho de obligat, si es necesatio, a los miembros de la sociedad a que colaboren con sus actos al Bien Comiin. Tiene, pues, una vis coactiva, sin que se identifique derecho con coactividad, como queria Kant. La autoridad del Estado dimana inmediatamente del pueblo que es quien le confiere la potestad de regitle, en el sentido dicho. Por ello puede poner limites y condiciones a la autoridad. Mediatamente dimana de Dios como autor de la naturaleza humana social y, a cravés de ella, autor de la sociedad y consiguientemente de la autoridad, ya que sin autoridad no hay sociedad. Sélo si la autoridad proviene, en iileima ins- tancia, de Dios puede la autoridad obligar en conciencia a los ciudadanos cuando legisla conforme a justicia. $i como querian Hobbes, Locke, Rousseau, Pufendorff y los liberales politicos, la autoridad nace tinica- mente de un contrato artificial, si s6lo nace de la voluntad de los hom- bres, entonces las leyes no pueden obligar en conciencia, no caen en el Ambito del bien y del mal moral, porque ningtin hombre puede obligar a otro en conciencia, ya que todos somos iguales y, por naturaleza, nadie es superior a nadie. Eso s6lo puede hacerlo un Legislador Supremo ante el cual seamos responsables de nuestros actos. Y si las leyes no obligan en conciencia sélo obligan por la amenaza de la coactividad, en cuyo caso las sociedades no serian humanas, serfan sociedades regidas sdlo por la coaccién, como un rebafio’ Por lo dicho se ve que el Estado tiene que estar siempre al servicio de la sociedad, nunca la sociedad al servicio del Estado. El Estado es posterior € inferior a la sociedad, es creacién de la sociedad para su buen fancionamiento y debe estar sometido a las condiciones que la sociedad le imponga. Maritain escribe: «E] Estado es inferior al cuerpo politico en cuanto todo, esté al servicio del cuerpo politico en cuanto todo» Cuando el Estado en lugar de servir a la sociedad la pone a su servicio, invirtiendo el orden natural, eso es la dictadura. Los Estados modernos, sobre todo los socialistas, rienden a acumular el mayor poder posible en sus manos, en la hipétesis de que luego lo hardn revertir en beneficio de todos los ciudadanos, en especial de los mas desfavorecidos. Si esto se © Hace un buen resumen de las modernas teariss sobre el Estado K. Grrybowski, «Estadon cen Marxisnen y Denacracia, Enciclopedia de concipos hdsiru, Politica. Madtidl 1973, 24~ © Expone con amplicud, claridad y precisiOn codo el tema de Ia auroridad civil F. Suarez, De Jegibns. 1 MM; Defonsin fide. 1TH. Son obras clisicas y fundamentales, hoy demasiado olvidadas, para tna seria y realista comprensién y fundamentacién de lo que es la auoridad civil y sus # iones con la sociedad 8}, Maviain, of it. 27 Erica cristianismo y orden politico hace realidad digalo la Historia. Los ciudadanos, por su parte, en lugar de tomar ellos las iniciativas se acostumbran a pedirlo todo al Estado y a esperarlo todo del Estado, con lo cual le confieren atin més poder, como él desea. «Es un hecho ~escribe también Maritain que todo | que es grande y poderoso tiene ung tendencia instintiva a desbordar sus propios limites y experimenta nacuralmente la tentacién de hacerlo. El poder tiende al incremento del poder»?. La Historia nos ofrece abundantes testimonios del afin del Poder por divinizarse, Desde los Faraones de Egipto hasta el penileimo empe- rador del Japén, se ha pretendido sublimar el Poder y las personas que fo encarnan y se ha exigido a los siibditos no s6lo el respeto sino la ado- racién. En los Foros romanos se conservan atin vestigios de templos levantados para el culto a los emperadores. Claro esta que en las democracias liberales nadie se atteveria a divi- nizar el Poder, pero como su ideologia es, generalmente, el Positivismo jutidico la dleima decisién entre lo licito y Jo ilicico, o bueno y to malo, queda a decisién de las mayorfas en el Parlamento. El Parlamento decide lo legal o lo ilegal que, si no admite una instancia superior, acaba por considerarse licito 0 ilicito. La mayoria es el Partido politico de curno. La mayoria escucha también el susurro: «Seréis como dioses, y decidiréis entre el bien y el mal» (Gn 3,5). En los Estados democraticos hay una absolutizacién de la mayorfa porque no se admire ninguna legislacién superior a ella. Bs otra manera de divinizacién del Poder. 3. La desmitologizacién del Estado Reconocen los buenos historiadores de la politica que el Cristianismo significé una verdadera innovacién 0 aun revolucién en la Teoria del Estado y del Poder. La frase de Jestis en el Evangelio: «Dad al César lo que es del César y a Dios lo qué es de Dios» (Me 22,21), des- mitificé de una vez para siempre el valor divino del Estado, porque lo que decia Jesiis era que el César no es Dios, y que Dios es independien- te y superior al César. Decia también que lo politico como tal no entra ba por si mismo en el ambito de lo sagrado y que habia una inapelable apelacién superior al César: Dios. La Roma de los Césares fue absoluta- mente tolerante con todas las religiones —recuérdese el Panceén, templo a todos los dioses— menos con el Cristianismo. La raz6n fue que los cris- tianos se negaban a quemar incienso ante las estatuas de los emperado- res porque «s6lo a Dios le es debido honor y gloria por los siglos de los siglos» (1 Tm 1,17). Las demés religiones reconocian al Estado como sujeto de una sacralidad superior. Las leyes tenian algo de divino y, por lo mismo, eran incondicionalmente obligatorias. La citada afirmacién 307 Carlos Valverde de Jestis puso en tela de juicio la antigua concepcién del Estado como instancia suprema e inapelable. Ella atacaba los fundamentos mismos del Estado absoluto. Separaba el ins sacrum del ixs publicum. El dios- emperador romano pasaba a ser un hombre-emperador y cuando se empefiaba en ser dios era calificado como la bestia del Apocalipsis que chace la guetta a todos los santos y le adoraran todos los habitantes de Ja tierra cuyo nombre no esta inscrito en el libro de la vida» (Ap 13,7- 8). Por lo mismo concedia a los hombres la libertad de la persona frente a la injusticia aunque viniera del Poder. Establecia un dualismo; en ade- lante el hombre perteneceria a dos comunidades, una civil y otra reli- giosa, relacionadas entre si pero con una indiscutible superioridad de la religiosa sobre la civil. Por todo ello, no es extrafio que el Estado conde- nase a muerte a los cristianos. Si es verdad que desde el bautismo de Constantino y el edicto de Mildn (313) y en los siglos posteriores, por el llamado «agustinismo politico», esa superioridad de la sociedad religiosa se entendié mal, como si Ia Iglesia tuviese un poder omnimodo sobre el Estado y como si el Estado tuviese que coaccionar a los hombres a que entrasen en la Iglesia, eambién es cierto que con el dualismo Estado-Iglesia brill6 ante los ojos de los hombres la estrella que anunciaba para siempre una bertad de Ja conciencia frente a todos los dictadores. Si la Iglesia se convierte en Estado 0 se identifica con él se pierde la libertad, pero si el Estado suprime o arrincona a la Iglesia también la libertad se eclipsa porque el Estado se erige en instancia suprema. Los Estados modernos no se hacen absolutes bajo el signo religioso, si se excepttia el Islam, pero si se hacen bajo el signo ideolégico cuya encarnacién es el Partido. Por eso les molesta tanto que la Iglesia tenga una presencia ptiblica y que denuncie con libertad las desviaciones morales que el Partido o la ideologia quieren imponer con sus leyes. Por eso también el Poder ha intentado tantas veces dominar o, al menos, hacer callar a la Iglesia, o arrinconarla en el templo, para que su. voz no se oiga més que entre cuatro paredes. «El Estado ideolégico es totalitatio; pero se hace ideoldgico cuando no existe frente a él ninguna autoridad libre y publicamente reconocida. Donde no existe esa duali- dad sobreviene inevitablemente el toralitarismo»'. Esa funcién critica y liberadora no puede ejercerla el Partido o los Partidos alternantes. Su cometido es meramente politico. No tienen autoridad en el Ambito humano de lo moral o lo inmoral. El Estado y la Iglesia deben permanecer separados, pero el Estado debe respetar a la Iglesia como institucién de derecho piiblico. Ambos deben tratar de conservar el equilibrio de un sistema dualista como fanda- mento de la libertad de los ciudadanos. A su vez, es claro que la Iglesia debe respetar al Estado y su auconomia mientras el Estado se mantenga © Card Joseph Ratzinger, lglevi.scamenisma y politica, Madrid, BAC 494, 1987, 180, 308 tic, cristianismo y orden politico dentro de los limites de su misién temporal, mientras busque el verda- dero Bien Comin y mientras no viole la Ley Natural de la que hablare- mos enseguida, En caso de que se extralimite en sus funciones 0 de que legisle inmoralmente la Iglesia tiene el derecho y el deber de hablar libremente. Bl ejercicio de esa libertad le ha costado a la Iglesia muchos mértires y le seguiré costando por la tendencia del Poder a hacerse absoluto, de la que ya hablamos antes. Cristo no fue un revolucionario politico pero sf fue un mértir de una teocracia politica El cristiano tiene que tener conciencia de esa libertad que Jesucristo le ha dado. La conciencia es el peor enemigo de los absolutismos y de Jos positivismos. E] hombre que escucha a su conciencia sabe que no puede ni ceder ni callar ante las arbitrariedades del Poder, de cualquier Poder, sea politico, sea econdmico, sea de los medios de comunicacién. Por algo hay tanto interés en las sociedades capitalistas por confundir la conciencia 0 por reprimirla y son muchos, incluso dentro de la Iglesia, los que han caido en la red de la confusién y de la duda. El Poder se hace noble y respetable slo si se deja tocar por la conciencia. Los gobernantes sin conciencia derivan hacia la arbitrariedad 0 la corrup- cién. Susticuyen el ethos por la praxis. Pero la renuncia al ethos es la renuncia a la libertad y a la responsabilidad 4. Politica y Moral Los actos polfticos, sean de los gobernantes, sean de los stibditos, son o deben ser actos humanos, es decir, hechos con plena advertencia cog- noscitiva y con plena libertad. Por lo mismo, tienen un intrinseco com- ponente moral, 0 son buenos 0 son malos moralmente. ‘Todo acto huma- no 0 es moralmente bueno o es moralmente malo. Si és coherente con la naturaleza humana adecuadamente tomada, es decir como una simbio- sis de espiritu y materia en la que los valores espiricuales orientan y dirigen los materiales, entonces es un acto moralmente bueno. Si es contrario a la naturaleza adecuadamente tomada, es moralmente malo. Existe, pues, un ethos politico irrenunciable. Porque se diga lo que se diga, hay una naturaleza humana, es decir, hay una estructura diltima de la persona, idéntica en todas las personas. Sea un hombre japonés, peruano, zairefio, canadiense o espafiol, es una persona con idéncica estructura fundamental. Sobre la naturaleza vendré después la cultura, la economfa, la Historia o la herencia genética, pero ellas no cambian el ser humano en su estructura fundamental. Viralisras, historicistas, existencialistas, positivistas, posmodernos nie- gan Ia realidad de una naturaleza fundamental comin a todos los hom- bres. Cierran los ojos a lo evidente. Sino hay una naturaleza comin a todos los hombres no se hubieran podide hacer Declaraciones de derechos bumanos validas para todos los hombres. Pero se han hecho, estan en 309 Carlos Valverde vigor y exigimos su cumplimiento. Son derechos que tenemos por ser personas, no por pertenecer a una u otra cultura Ahora bien, si hay una estructura comtin a todos, tiene que haber un conjunto de comportamientos que sean coherentes con esa naturaleza comtin y otros que no lo sean. Aquéllos serén moralmente buenos y éstos moralmente malos. La ley que nos obliga en conciencia a proceder siempre moralmente bien y a evitar el mal moral sea individualmence, sea en familia, sea en la'economia, sea en la politica, es la que se llama Ley Natural. Este concepto de Ley Natural ha sido controvertido y hoy es negado por muchos. Lo niegan cuantos niegan el conocimiento metasensible o metafisico que son legién, Muchos porque no han estudiado la Metafisica y la rechazan sin conocerla. Desprecian lo que ignoran. Otros porque estan bajo la opresién de la cultura, © mejor, de la moda domi- nante que es empirista, hedonista, relativista y escéptica. Prefieren lo nuevo y cémodo a lo verdadero. Otros aun, porque piensan codavia, como se pensaba en el siglo pasado, que sélo lo cientifico, lo cuantifica- ble y verificable por los sentidos, puede afirmarse como cierto. Binstein escribe: «E] miedo a la Metafisica es fatidico, pues el cientifico no puede, en realidad, arreglarselas sin Metafisica»'', Kant creyé haber demostrado que la Metafisica como ciencia es imposible pero lo cierto es que Kane sélo conocia la Metafisica de los racionalistas (Leibniz, Wolff, Baumgarten) pero no dominaba la Metafisica de los griegos ¢ ignoraba la de los grandes pensadores espafioles de los siglos XVI y XVII Es verdad que en la Iustracién y después se abus6 del concepto de Ley Natural, pero eso no da derecho a rechazarla frontalmente como si no tuviera validez. Mas atin, a creemos absolutamente necesaria para fundamentar definitivamente los comporcamientos morales humanos, también los politicos. El hombre es un ser moral pero es necesario saber cuil es el fundamento y la raz6n tiltima de la moralidad La idea de Ley Natural, valida para todos los hombres, la tuvieron ya los griegos. Séfocles en su Antigona hace alusién a /eyes no escritas ¢ inmu- tables. Los estoicos, Cicerén, san Pablo, san Agustin, santo Tomés, Francisco de Vitoria, Francisco Suérez y todos los clasicos la han defen~ dido. En nuestros dias también muchos iusnaturalistas, con particular profundidad Jacques Maritain’? Ante todo hay que decir que sin legislador no hay ley. Ahora bien, una ley que obligue a todos los hombres a vivir en todo como personas humanas y que obligue en el foro de /a conciencia, s6lo puede provenit de Alguien que sea mas que los hombres y ante quien los hombres sean responsables. Ese Gltimo y supremo Legislador, s6lo puede ser Dios 1A, Binstein, Ale ideas y apiniones, Barcelona 981, 2L J. Maritaien La dat matarelle on fi: hon rite. Bvibouny (Suisse) 1986. 310 ica, cristianismo y orden politico Contra lo que defendié Hugo Grocio, la Ley Natural apoyada en la sola razén no puede obligar en conciencia, es decir, moralmente a los hom- bres!®, Mas bien hay que decir que, sin un supremo Legislador, la Ley Natural no genera una verdadera obligacién moral'4, $i Dios es Creador, Legislador y Providente y no puede no serlo, quiere y manda que las personas vivamos como personas. Esa voluntad de Dios es la Ley Natural. Por ser Ley de la naturaleza obliga, de suyo, a todos los hom- bres sean 0 no sean cristianos. Esto es to que podriamos llamar con Maritain «momento oncol6gi- co» de la Ley Natural. Pero hay que considerar ademés el «momento gnoseolégico», 0 sea, el conocimiento que los hombres tenemos o pode- mos tener de la Ley Natural. La Ley Natural es una ley no escrita, pro- mulgada a través de la misma razén que a medida que ha ido conocien- do més y mejor lo que es la persona, ha ido descubriendo también qué es y qué no es coherente con el ser de la persona. Es efecto del desarrollo de la revia ratio de que habla santo Tomés. Como el despertar de la raz6n ha sido muy lento, y ciertamente atin le queda mucho a ta razén por descubrir, se explica que haya habido y atin haya muchos errores en el conocimiento de los preceptos y de los valores de la Ley Natural. En algunos pueblos primitivos, la poligamia, el suicidio, el aborto, la euta- nasia, el incesto, la esclavitud, no se consideraban inmorales. Esto sig~ nifica que Ja raz6n estaba atin en estado crepuscular. Es obvio que la raz6n disca mucho de haber alcanzado ahora la plenitud y que andando los afios ird descubriendo nuevas dimensiones de la persona que hoy atin no se han descubierto. Los errores cometidos en el conocimiento de la Ley Natural no dicen nada contra la verdad de dicha Ley, como los erto- res cometidos contra Ja Matematica no dicen nada contra la verdad de la Matemética. Por la insuficiencia de la razén para descubrir todo lo que es la per- sona, Dios ha querido instruir a los hombres y ha revelado al pueblo de Israel lo que llamamos el Decélogo, los diez mandamientos que son diez modes de vivir como personas, diez lineas esenciales de comporta- miento moral humano!®. La revelacién posterior, sobre todo la evangéli- ca, ha ayudado mucho a descubrir los valores, las obligaciones y los "> Es conocido Jo que eseribe Hugo Grocio afirmando caxativamente que Ia Ley Natural sconservaria todo su valor aunque admitigsemos —lo que no podemos admitie sin el mayor deli- c0- que Dios no existe 0 que no se preocupa de los problemas humanose, H. Grotius, De inre belli ax pavs. Prolegomea, 11. De abi nacié cl iusnacuralismo racionalisea que precende fundamen- s claro que In razén puede descubrir el bien o el mal at el mal tar la obligacién moral en la sola razén moral, pero no abligar a hacer el Bien y evi "Es conociela Ja frase de Dostoievski en Lor hermanos Karamazaff. «Si Dios no existe codo esti permitidan que fecoge Sartre en L'exitencialisme et wi bimanione. Hace un buen estudio de ella R. Pizzorni, O.P., «ln che senso si pud dire che ‘se Dio non existe eutto & permesso"» Augelicuan, 64 (1987) 247-283. 5 Los mandamientos son concreciones de ka Ley Nacursl, No esti claro que el rereero (wsan- tificar las flestas») sea de Ley Naural 311 Carlos Valverde derechos de la persona. Esos datos revelados son hoy pattimonio de la Humanidad, aunque muchos pueblos 0 personas no los reconozcan como revelados por Dios. La Ley Natural es una Ley de leyes en cuanto que las leyes positivas, sean de la clase que sean, no pueden nunca contradecir a la Ley Natural y sila concradicen pierden todo su valor, dejan de ser obligacorias, se las puede desobedecer 0, en determinados casos, habrd obligacién de deso- bedecerlas, por ejemplo si imponen el aborto o la eutanasia. Asi la Ley Natural es también una defensa de la conciencia y de la Libertad de la persona frente a las posibles arbitrariedades del Poder. No decimos que el Estado tenga que legislar todo lo que manda la Ley Natural porque el orden moral se extiende mucho mas que el poli- rico. Las leyes del Estado podrdn ser y frecuentemente serin Ieyes imperfectas. Decimos que el Estado no puede dar leyes que vayan contra los pre~ ceptos de la Ley Natural y contra los derechos humanos que de ella nacen. El Estado, pues, no es una realidad sacral ni menos divina. No puede violar la suprema Ley porque ésa si es sagrada. Ahi tiene un limite infranqueable. Es més, aun admitiendo que la legisiacién positiva no siempre alcanzara todas las exigencias de la Ley Natural, ésta deberd ser siempre un principio orientador para los legisladores en orden a la per- feccién de las leyes y al Bien Comin de la sociedad Por diltimo hay que insistir en que la Ley Natural y sus preceptos obligan a todos Ios hombres, sean de la confesién religiosa que sean, sean agnésticos 0 ateos. Otra cosa es que ellos conozcan y admitan la existencia y el valor de esa Ley. Habra que anunciarla y oftecérsela, no imponérsela por la fuerza. Bl Cristianismo admice y defiende la raciona- lidad ética de la politica, sobre todo en las sociedades plurales de nues- tra época. Lo que anuncia es que esa racionalidad exige la fandamenta- cién ética de la politica en Grima instancia en la Ley Naural. Enseiia al mismo tiempo la aceptaci6n respetuosa y la colerancia de lo imperfecto, pero no renuncia a anunciar una mayor racionalidad que si no se repri- me desemboca en Dios Creador, Fundamento, Providente y Legislador'® ° Sobre la Ley Natural debe consulrarse como obra clésica el ratado de Francisco Sussex, De Jegibus, sobte todo el libro H. Se consulearin cambién con wilidad E. Elorduy, La saben papa Jar sgin Francis Saves. Corpus Hispanorum de Pace (CHP), vol. Il, Madrid 1963, XV-CCIL Pereda, Gerais mariana de la dencracia. CHP vol. XV, Madrid 1975, XVILEXX VIE Id Le ginesis seareciana del ius gent. CHP vol. XIV, Madeid' 1973, XIX-LXXI; 1. Recasens Siches, La Filosfia del Derwhn en Save, Madsid. 1927; C. Barcia Treles, Pranion Sites. les thiolgins espagnols dit XVI stele et I'ale maderne du voit international, Paris. 1933; H. Rommen, Die Staaislebre des F. Sndvez, Monchen-Gladbach 1927. Puede verse tambien el serio estudio de Juan Miguel Palacios, «El problema de los derechos humanos», Revita de Filaufia (Madtid) 2. serie, VI Gjutio-diciembre 1983) 257-273, 312 Etica, cristianismo y orden politico 5. Positivismo y Politica La exposicién que hemos hecho podrfamos Mamarla eranshiseérica. No ptescinde de la Historia pero entiende que la Historia, por cener como sujeto a la Humanidad evolutiva, ciene un substrato permanente de naturaleza que siendo siempre la misma en su estructura esencial se desarrolla diacrénicamente. Lo que no se puede hacer es querer juscifi- car los comportamientos éticos y los politicos s6lo por la Historia, 0 la Sociologia, como si no hubiera nacuraleza humana. Pero es €s0 exacta- mente lo que se quiere hacer hoy. La frase de Ernesto Cardenal «Yo creo en la Historia», expresa el credo secreto de muchos. No podemos hacer aqui un elenco detallado de los intentos hechos en los dos tiltimos siglos por fundamentar los comportamientos morales prescindiendo de la Ley Natural y de Dios. Baste recordar las morales eudaimonisticas y racionalistas de la Hustraci6n, todavia iusnaturalistas (Thomasius, Wolff), y los empiriscas (Locke, Hume), que desembocarén en el formalismo inmanente de la ética de Kant, que exige el cumpli- miento del deber por el deber”. Rousseau confirms la idea ilustrada del hombre naturalmence bueno, corrompido por la propiedad privada y las instituciones. «Retournons A la nature» fue su consigna'’, Marx esta- blecié un maquiavelismo radical: lograr la sociedad sin propiedad pri- vada y sin clases justifica todos los medios. Nietzsche, obsesionado con Ja Moral cristiana, quiso destruisla y susticuirla por la Moral de los ins- tintos y de la voluntad de poder. Comte hizo de [a Moral una ciencia relativa condicionada «por las situaciones hist6ricas de los individuos» y orientada siempre al aleruismo. El siglo XX ha sido tan plural en Filosoffas que cada autor o cada escuela ha creado una moral: los diver- sos existencialismos, los cientismos, los estructuralismos, los posmoder- nismos, ecc. Es admirable que todavia hoy muchos crean en ta posibili- dad de una sociedad y de una politica puramente racional, ilustrada se sigue diciendo, 0 en una racionalidad obtenida por consenso. ;Hace falta demasiada fe para creer en eso! Muchos no somos capaces de tanta fe. Pero no nos interesa ahora estudiar cada una de estas corrientes que tienen su repercusin en Ia politica. Lo cierto es que combatida y deste- rrada la Ley Natural por unos y por otros, se ha buscado otra solucién muy propia de nuestra cultura empirista: el positivismo écico, juridico y politico. ;Qué significa esto? Cifiéndonos al Ambito politico, significa lo siguiente: las sociedades actuales ya no son ni religiosas, ni moral- mente uniformes, sino plurales. El modo de gobierno ya no puede ser © Cir G. B, Sala, SJ., »Genesi, contenuto ¢ fortuna della moral kantiana», La Civiltd Cattolica (3 dic. 1988) 39-453. Cie, sobre cada stu Discurso sobre Las cencas y las artes (0751) y El avigen y los fendamentes de {a desigaldad entre los bonabres (1753), 313 Carlos Valverde otro que la democracia liberal y secularizada que incluye el respeto a la conciencia de los demas. Nadie tiene derecho a imponer a otros ni su religién ni su moral. Cada uno en el foro de su conciencia debe decidir Jo que es bueno o malo moralmente. La exigencia de verdades y valores universales y necesatios se califica de ingenuidad precritica o de ilusién burguesa y los que defienden tales verdades o tales valores ~y desde Inego la Ley Natural~ son calificados de «fundamentalistas», término, por cierto, muy de moda pero sin contenido determinado. Parece que deberfa expresar el proyecto de atenerse a lo fundamental y dar menos importancia a lo accidental. En ese sentido no deberia ser un término peyorativo. En consecuencia, el Estado tiene que regirse s6lo por una ética civil, que sea relativa a las situaciones sociolégicas y facilite la convivencia Las decisiones vienen detetminadas por la mayorfa parlamentaria que es Ia que legisla. «El Estado constitucional escribe un profesor universi~ tario— no puede demostrar la existencia de una verdadera verdad objetiva ..] El Estado no tiene més verdad que el poder constituyente, que la Conscitucién [...] La verdad del Estado es, por tanto, siempre una verdad relativa, nunca una verdad absoluta (...] Por eso la verdad constitucional cambia, evoluciona»'®. Los ciudadanos quedan en manos de «la verdad del Estado». Otto profesor universitario de Derecho escribia hace dos afios que «en las democracias la verdad debe ceder ante la mayoria» ENo es esto el camino hacia la dictadura del Partido? Del optimismo racionalista se pasa al pesimismo que niega a la raz6n la posibilidad de alcanzat verdades objetivas y absolutas que nos liberen de las posibles arbitrariedades de «/a verdad del Estado», término temible Se defiende también la existencia de dos éticas, una publica y otra pri- vada, Esta estaria dirigida por la conciencia de cada uno, segtin sus propias convicciones. Cada uno deberé escoger su verdad. Por tanto no se admiten verdades objetivas, ni valores absolutos, cada uno elige segiin su verdad y su conciencia, Si ésta no es una teorfa del caos moral, le falta muy poco. De hecho, muchos europeos viven hoy regidos por esa ética privada y por eso Europa vive hoy en un caos moral. Negarlo es una ingenuidad. Pero vengamos a la ética publica 0 mejor dicho a la ética politica éCual sera su fundamento? Como ya hemos dicho, si no se admite la Ley Natural, no puede ser otro que el parecer de la mayoria parlamenta- ria, Desde Rousseau se da por hecho que la mayoria, hoy representada por el Partido, tiene la razén". En los regimenes totalitarios el Partido ' Javier Pérez Royo (catedsitico de derecho Constitucional de la Universidad de Sevilla), ‘lglesia, Estado, Aborto», en El Pais, 21 enero 1994, p. 14. Contradiciendo las proposiciones transcritas, ef autor admite que shay determinadas decisiones que no se pueden adopear legiti- mamente por mayorka» La voluntad de la mayoria obliga siempre a todos las dems (..] La voluntad general se encuentra contando los voros. Por tanto, cuando La opinidn contrasia vence a la mfa, no se prueba otra cosa sino que yo me habia equivocado y que lo que yo consideraba como voluntad general no lo eran: Gourrato scial, LIV, ¢. IL 314 Etica, cristianismo y orden polit encarnaba la raz6n de la Historia, por eso se establecia el Partido Unico En las democracias hay varios Partidos pero el que est en el Poder es la instancia dltima. Es soberano en el sentido que Bodino daba a esta pala- bra «el poder absoluta y perpetuo de una Repiiblica»?!. ¢Qué hacer si la mayoria parlamentaria legisla una aberracién, por ejemplo, que la mujer que tiene un hijo si engendra otro tiene que matarle? ;O, como sucedié en el nazismo, si el soberano decide que una mujer aria no puede casarse con un hombre que no sea de la raza aria? ¢En nombre de qué nos opondrfamos a esas leyes? Si sélo las leyes positivas son validas, la persona queda indefensa ante la ley civil. ;Cémo demostrar que lo que yo pienso es més racional que lo que piensa la mayoria dominante? EI mismo Locke en su Carta sobre la tolerancia de 1689 defiende que hay una verdad objetiva y universal. Lo que pide es que no se imponga por la fuerza’2. Y en eso todos estamos de acuerdo. La tolerancia no es, pues, el relativismo sobre la verdad sino el respeto a la conciencia de las per- sonas mientras no atenten contra el Bien Comiin, Es falsa la divisi6n entre ética privada y ética piblica o politica. No hay mas que una ética objeciva: la que nos manda vivir y actuar como personas humanas, sea en privado o sea en piiblico. La Ley Natural y las Declaraciones de Derechos humanos nos dicen, con bastante claridad, en lo fundamental, cuéles son los comportamientos verdaderamente humanos. La persona deberd formar su conciencia segitn esos valores y actuar sea en privado, sea en piiblico, conforme a ellos. Cuando el Papa Juan Pablo Il, en sus tiltimas enciclicas y en el Catecismo de la Iglesia Catélica, defiende la Ley Natural, cuando con- dena enérgicamente el aborto, o la guerra, o la explotacién del hombre por el hombre, o las relaciones sexuales extramatrimoniales, etc. porque son contra la dignidad de la persona, no practica ningiin «fundamenta- lismo», como se le ha acusado, porque no impone la verdad. Eso si, la anuncia a todos los hombres de buena voluntad. Si los gobiernos, 0 quien sea, no quieren aceptarla, no se les llevaré a la hoguera por ello pero diremos en voz alta que si la contradicen obran o legislan inmoral- mente. Llegado el caso desobedeceremos una ley inmoral porque hay que dar al César lo que es del César pero hay que dar a Dios lo que es de Dios. En privado y en péiblico, se tenga o no se tenga la fe cristiana, basta que se quiera vivir como persona humana? " J. Bodin, De fa République 1 1, c. VII. Pero Bodino aftade que et Principe soberano tiene gue rendir cuentas x Dios, £6 La verdad saldria airosa si, por una ve2, In dejaran defenclerse par sf misma. Pocas veces hha cecibido, y temo gue nunca cecibirs, mucha ayuda del poder de las grandes hombres quienes surumente Ia conocen y més raramente estén a su favor. No es ensefiada por las leyes ni tiene necesidad ninguna de Fuerza para entrar en fa mence de los hombres [..J Si lt verdad no logea cntear por su propia luz en el entendimiento no pode ciertamence hacerlo por lt violencian (ed P. Bravo Gala, Madrid 1985, 49-49), EJ Rector de la Universidad Carlos HII de Madrid y Profesor en ella de Filosofia del Derecho, Gregorio Peces-Barbu, en sus articulos de ABC sobre estos temas (véase por ejemplo el 315 Carlos Valverde Finalmente suscribiremos la frase de san Agustin: «Eri igitur veritas, etsi mundus intereat»: Asi, pues, existird siempre la verdad aunque perez- cael mundo. Nota biogredfica El Padre Carlos Valverde, $.J., es Doctor en Filosofia y Catedrittico de Historia de la Filosofia en la Universidad Pontificia Comillas de Madrid del 30 de junio de 1995, 32 pagina), confunde lamencablemente «fundamentalismo» con anun- cio de la verdad y deriva hacia un subjetivismo moral ya que eseribe: «Sus consecuencias [del arciculo U6 de la Conseitucién espafiola sobre Ia aconfesionalidad del Estadol son el pluralismo tanco de lis concepciones politicas de lz justicia (es decir de las diversas formas de entender ka moralidad pablica), como de las ofereas de moralidad privada, y su finalidad es que todos y cada ‘uno de los eiudadanos estén en condiciones para escoger libremente su ética privada es decie, la ‘que les haga moralmente libres». ¢Qué dixf el Se. Peces-Barba a la «verdad» que han escogido Jos ecarras? 316 Democracia y cristianismo VITTORIO POSSENTI La cuestién de Ia relacién entre la democracia y el cristianismo es uno de los aspectos del problema mas amplio de las relaciones entre la politica y la religién, que conscicuyen dos realidades profundamente diferentes. En el centro de la religién estan las ideas de Dios, del hom- bre y de su mutua relacién; de lo infinito y de lo finico; de la salvaci6n, de la responsabilidad, de la culpa y del perdén. En el centro de la poli- tica esté la busca del camino bueno o recto para la persona y Ja comuni- dad, asi como la liberacin de los grandes males que acompafian a la condicién humana: la miseria, la tirania, la enfermedad, la ignorancia, Sin embargo, la heterogeneidad que hay entre la religion y la politica no implica su independencia mutua. En el plano histérico, dificilmente podria considerarse azaroso el que la democracia haya nacido y se haya desartollado en Occidente, en paises de vieja tradicién cristiana, en los que el cristianismo militante coexiste hoy con un humanismo laicista que, no obstante, no puede renegar de sus viejos origenes teligiosos Incluso los que juzgan negativamente la democracia no pueden dudar de este hecho. Esta es la razén que nos mueve a plantear la cuestién de si existe una relacién amistosa entre la democracia y el cristianismo, y nos Hleva a reconocer que su encuentro es una necesidad para la demo- cracia. Esta no puede ser auténoma 0 agnéstica de cara al evangelio Con estas indicaciones se pretende circunscribir el sentido de nuestro estudio, que, lejos de querer desarrollar una ceorfa completa acerca del cristianismo y la democracia, se limita a poner de manifiesto el influjo positivo del primero en la segunda, y la idea de que la democracia nece- sita una inspiracién en cierto modo «religiosa», sin renunciar por es0 a == Victorio Possenti su cardcter temporal y profano. La distincién encre el César y Dios sigue siendo esencial; canto més cuanto que no es sélo cristiana, es también cristica 1. El problema de la relacién entre la democracia y el cristianismo, que evidentemente no podia existir en las democracias de la Antigiie- dad (la polis griega), es moderno, casi reciente. Nace durante la Revolucién francesa, en la cual el jacobinismo muestra una fuerza de atraccién ampliamente secularizada, y en ocasiones anticristiana, mien- tras que por otro lado se crea una expresién que tendra larga vida: la «democracia cristiana», término que no se refiere a una agrupaci6n politica, sino mas bien a una determinada concepcién de la sociedad y de la democracia! El hecho de que haya hoy una especie de amistad 0 entente cordial entre el cristianismo y la democracia constituye una novedad, ya que durante muchos sigios ha habido una especie de indiferencia superior de la teologia y de la practica cristianas respecto a las formas legitimas de gobierno, actitud claramente formulada en el pensamiento de san Agustin: «Quid interest sub cuius iniperio vivat homo morituras, si illi qui imperant ad impia et iniqua non cogant»?, Habiéndose superado ya esta época, asi como la del antiguo régimen de las monarquias absolutas, la Iglesia catdlica parece mostrar hoy preferencia, en su doctrina social, no por la democracia en cuanto conjunto de procedimientos y reglas de juego ~cuya discusin estd abierta y es libre, y no compromete la fe cristina, sino por el «espiritu democratico» y los valores que inspiran, 0 deberian inspirar, con mayor facilidad una sociedad democritica que tuna sociedad rotalitaria ¢ ideolégica. Estos valores son el respeto a los derechos del hombre, l2 promocién del bien comin, la libertad, la soli- daridad, etc. En las democracies se valora més la libertad de iniciativa de la persona, y su vocacién a crascender la sociedad politica para orien- tarse hacia el orden de los bienes eternos parece encontrar menos obs- réculos, Se puede encontrar sin dificultad una actitud andloga en la Centesimus annus, la més reciente de las enciclicas sociales de la Iglesia, en la que se pide que la democracia se funde en la verdad por medio de un reconocimiento explicito de los derechos del hombre 2. La nueva sicuacién supone un desenlace felia para la confusién establecida en el siglo XIX entre la religién y la politica: las corrientes de la democracia laicista estaban decididas a luchar contra las Iglesias cristianas, y éstas desconfiaban profundamente de una democtacia que En 1791, incervinienelo en los trabajos de la Asamblea Consticuyence, el obispo de Lyon, Mons. Lamourcete, hablaba de los

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