Está en la página 1de 16

Un amor inolvidable

Caleb Santiago Sanguino Pérez


Índice
Capítulo 1: La vida de Tom
Capítulo 2: Una hermosa coincidencia
Capítulo 3: Un beso inolvidable
Capítulo 4: Un día muy feliz
Capítulo 5: El inicio de una catástrofe
Capítulo 6: No me olvides
Capítulo 7: Un día fatídico
Capítulo 8: El final de un evento trágico
Capítulo 9: Días que se volvieron muy largos
Capítulo 10: Carta para Isabella Márquez
Capítulo 11: Recuerdos de un ayer inolvidable

Capítulo 1: La vida de Tom


Era doce de noviembre de mil novecientos dieciocho en alguna parte de estados unidos
nació un bebe al que llamaron Tom, justamente un día después de que terminara la primera
guerra mundial este niño crecería siendo alguien normal, una persona común y corriente, no
tenía ninguna discapacidad ni deformidad cuando nació. Tom era un niño tranquilo e
introvertido, no le gustaba hablar de él y tenía pocos amigos, le gustaba el futbol y hacer
dibujos, aunque normalmente escondía los dibujos, pues su padre lo golpeaba por hacer
“tonterías”. Así empezó a crecer, cada día siendo más astuto e inteligente, aunque aún
introvertido y tímido.

Capítulo 2: Una hermosa coincidencia


Un día en julio de mil novecientos treinta y dos Tom iba camino a su casa después de un
largo día de trabajo, cuando por las rejas de una casa ve a una chica, era hermosa, piel
blanca como la leche, cabello largo y un cuerpo de admirar, Tom se enamoró, aun sin
conocer su nombre siento algo en el estómago y se sonrojo, era la primera vez que sentía
algo así, se aprendió el lugar para algún día atreverse a hablarle. Cuando llego a su casa se
acostó, intentaba dormir, pero no podía dejar de pensar en esa chica.
- ¿Cómo se llama? ¿Por qué me puse tan nervioso cuando la vi? Agh, mejor me duermo y
ya…
Tom se quedó dormido y al día siguiente, volviendo de trabajar se acercó a la casa, toco la
puerta y ella salió, se puso muy nervioso, pero logro hablar.
- Ho… Hola –dijo Tom con voz muy nerviosa–
- Hola, ¿necesitas algo? –dijo la chica–
- Si, eeem me gustaría conocerte, ayer pase y me pareciste muy hermosa, quisiera saber
¿cómo te llamas?
Tom no entendía como logro hablar sin sentir pena, parecía que algo causaba ella en el…
era raro, a Tom siempre se le había dificultado hablar con alguien nuevo pero esta vez no…
- Ah, gracias, eeem, me llamo I… Isabella ¿y tú? –dijo la chica con voz nerviosa–
- Que nombre tan hermoso, yo me llamo Tom, eeem, ¿puedes salir ahora?
- Ahora? Eeem si, espera, es que no estoy lista, voy a preguntarle a mi mama –dijo Isabela
con un poco de apuro por pedir permiso–
- Claro, te espero… –agrego Tom–
Tom se enamoró aún más, sus ojos, su voz, su forma de hablar hizo que se enamorara
mucho más de lo que estaba al verla por primera vez. Logro dejar el miedo y le hablo, Tom
se sentía alegre y se le hacía imposible describir el sosiego que sentía de haber sido valiente
y hablarle…
- Oye eem, si me dejaron ya estoy lista… –dijo Isabella con un tono de alegría–
- Que bien, eem en verdad esta no es mi mejor ropa, pero no puedo esperar a salir contigo –
expreso Tom con un poco de vergüenza–
- Eso parece, me agrado mucho que te acercaras, parece que seremos buenos amigos –
agrego Isabella-
- O talvez algo más… –dijo Tom con mucha seguridad–
Isabella se sonrojo y sonrió, parecía que el atrevimiento de Tom la estaba cautivando.
Caminaron por el lugar, hablaron de sus vidas y parecía que había algún tipo de chispa
entre los dos, comieron helados y Tom acompaño a Isabella hasta su casa para asegurarse
de que llegara bien.
- Gracias por acompañarme, me gusto lo que hicimos hoy –dijo Isabella–
- A mí más, sabes, mañana descanso de trabajar, si quieres vengo y salimos un rato –
menciono Tom–
- Si, me… me gustaría –dijo Isabella entusiasmada–
Tom sonrió y dijo
- Está bien, me gusto conocerte Isabela…
- A mi igual Tom. Entonces ¿nos vemos mañana verdad? –dijo Isabella–
- Claro, que tal a las cuatro, que no hace tanto sol –agrego Tom–
- Me parece perfecto –afirmo Isabella–
- Bueno, hasta mañana Isabella
- Hasta luego Tom
Tom se fue feliz estaba alegre, pues había avanzado mucho, llego alegre a casa y se acostó
a dormir, no podía esperar para volver a verla, pues para él era como una tortura el estar
alejado de ella.
Al día siguiente Tom fue a casa de Isabella a las cinco, caminaron y estuvieron
conversando toda la tarde hasta las nueve de la noche, nuevamente Tom acompaño a
Isabella a su casa y se despidió. De camino a casa Tom no paraba de pensar en Isabella, y
entendió que ella era el amor de su vida. Pasaron los días y los dos estaban enamorándose
cada vez más, era un amor correspondido y muy hermoso… era amor de verdad.

Capítulo 3: Un beso inolvidable


Pasaron los días, hasta que el primero de agosto de ese año salieron a caminar, Tom era
muy respetuoso por lo que en ninguna de las citas que tuvo con ella, hizo algo que la
incomodara, pero ese día, cuando volvían de comer helados, Tom la agarro de la mano y se
detuvo, estaban en la mitad de la calle, la única luz que había era la de las lámparas de las
calles, no se veía algún carro a lo lejos, al haberse detenido Isabella voltio a verlo,
estuvieron mirándose a los ojos durante unos segundos hasta que Tom se le acerco, con su
otra mano acaricio su suave rostro y empezó a acercarse cada vez más, hasta que sus
narices se tocaron, Isabella cerro los ojos y Tom giro lentamente su cabeza para besarla, se
besaron durante unos segundos y cuando termino el beso Isabella abrazo a Tom alrededor
de un minuto, Tom estaba feliz y no encontraba el momento para soltarla, pues no quería
hacerlo, a pesar de que todo paso en tan poco tiempo, parecía que duro horas, horas en las
que los dos estaban felices. Durante el abrazo Tom le dijo al oído:
- Isabella, ¿quieres ser mi novia?
- Si, por supuesto que si –dijo Isabella llorando–
Tom le pregunto porque lloraba y ella le dijo que lloraba de felicidad, porque había
encontrado al amor de su vida, Tom sonrió y así termino el abrazo, Tom acompaño a
Isabella a su casa y ella dijo:
- Puedes venir mañana? Para que mis padres te conozcan
- Claro, ¿a qué horas? –pregunto Tom –
- Que tal a la ocho, a la hora de la cena
- Está bien, me encantaría –dijo Tom–
Al día siguiente Tom fue, cenaron y al parecer fue de agrado para la familia, dio una buena
impresión, pues Tom fue los más amable y respetuoso posible, luego de cenar Tom se
despidió de Isabella con un beso.
Pasaron los días y cada vez estaban más juntos, Tom y Isabella eran felices cada que se
veían, estaban muy enamorados, por lo que muy posiblemente ese amor nunca terminaría,
en ese momento, Tom tenía trece e iba a cumplir catorce y Isabella ya los había cumplido y
a pesar de ser unos niños, se podía ver que había un gran amor entre ellos, los dos eran
amables, generosos y respetuosos, eran amigos de muchos y eran considerados una pareja
única, pues su amor era incomparable. El dieciséis de agosto de ese año, Tom le dijo a
Isabella que fuera a su casa para que conociera a sus padres y paso lo mismo, se veían tan
felices juntos que sus padres aceptaban ese amor y les parecía hermoso, empezaron a pasar
los años, Tom e Isabella ya llevaban seis años de novios y no parecía que su amor fuera a
acabar, el veintitrés de marzo de mil novecientos treinta y ocho Tom llevo a Isabella a un
restaurante lujoso de la ciudad, donde Tom decidiría dar el siguiente paso.
Capítulo 4: Un día muy feliz
Era veintitrés de marzo de mil novecientos treinta y ocho Tom invito a Isabella a un
restaurante lujoso de la ciudad, pasaron los segundos, los minutos y no podía verse el
momento para que aquella hermosa cita terminara, Tom e Isabella no paraban de reír, eran
felices juntos como lo habían sido durante esos seis años de relación, Tom ya tenía veinte, y
Isabella los iba a cumplir, pues ella cumplía el diecisiete de junio. Ya eran las diez de la
noche y después de unas risas Tom la miro a los ojos y empezó a hablar.
- Isabella, me has hecho muy feliz todos estos años, eres lo más hermoso que me ha pasado
y estuve pensando anoche, me di cuenta que nunca cesaría este sentimiento que me atrae
hacia ti, jamás acabara mi amor hacia ti, desde el día que te vi te he amado, eres inteligente,
hermosa, amable y agradable, es como si fueses perfecta y estoy seguro que, si tuviera que
morir por ti lo haría, porque te amo, eres lo mejor que me ha pasado y creo que es el
momento perfecto…
Tom se levantó de su silla, se acercó a Isabella y se arrodillo sobre una de sus rodillas y
saco de su bolsillo una cajita, era de color negro y la parte que se habría estaba bañada en
oro, abrió lo caja, allí había un anillo hermoso, era un anillo de compromiso, al abrir la caja
Tom respiro y dijo:
- Isabella, ¿te casarías conmigo?
-Si, por supuesto que si –dijo Isabella entre lágrimas de felicidad–
Se abrazaron y Tom le puso el anillo de compromiso el dedo anular de la mano izquierda.
Empezaron a preparar todo, la boda seria en julio, el catorce de julio, pasaron los días,
estaban esperando a que llegara el día de la boda, ya tenían el lugar, los invitados y donde
sería la luna de miel, estaban más que listos, paso mayo y llego junio diecisiete, Isabella
estaba de cumpleaños y Tom le regalo un hermoso par de zapatos junto al libro “Las
aventuras de Tom Sawyer” pues ella era muy fan de aquel libro y siempre lo había querido
pero no lo encontraba en ningún lado, Isabella se puso muy feliz y le pareció un detalle
muy lindo por parte de Tom, empezaron a pasar los días y llego julio, el día de la boda todo
fue muy hermoso y nada salió mal, los dos ya estaban casados y al día siguiente se fueron
de luna de miel a Italia, a Isabella siempre había querido visitar ese lugar, allí pasearon,
viajaron y también hicieron otras cositas. Luego de unas semanas Isabella empezó a
sentirse mal y fueron al doctor, se dieron cuenta que no era nada malo, sino una gran
noticia, Isabella estaba embarazada, los dos se pusieron muy felices, estaban contentos por
la noticia y no podían esperar a que esa bendición naciera, empezaron pasar los meses, Tom
e Isabella ya vivían juntos y los días eran hermosos, nunca discutían y siempre estaban de
acuerdo, Tom era un buen esposo y un hombre trabajador, de vez en cuando iba a jugar
futbol y Isabella era una mujer buena y bondadosa, buenas esposa y una persona de admirar
pues su actitud y su carisma era increíble, aparte que tenía una hermosura que cualquier
mujer envidiaría. Cada vez aprendían más y entendían como actuar para ser una familia
feliz. Llego navidad y año nuevo, empezaba un nuevo año, mil novecientos treinta y nueve,
todo era paz y tranquilidad, llego abril de ese año, el veintitrés de abril nació aquel bebe tan
esperado y deseado, todo salió bien él bebe estaba bien y no tenía ninguna enfermedad ni
deformidad, es como si sus vidas hubieran estado escritas para bien. aquel bebe lo llamarían
Mark, en conmemoración a Mark Twain, pues era el escritor favorito de Isabella, él bebe
empezó a crecer, todo era felicidad para la familia Davis, pues ese era el apellido de Tom.
Todo lo vivido en sus vidas parecía un sueño, pero en septiembre llegaría una noticia que
destruiría las esperanzas de una vida feliz para Tom e Isabella.
Capítulo 5: El inicio de una catástrofe
Era primero de septiembre de mil novecientos treinta y nueve, Alemania empieza la
operación técnica conocida como caso blanco, Alemania invade Polonia, por lo que el tres
de septiembre de ese año Gran Bretaña y Francia le declaran la guerra a Alemania en su
compromiso de garantizar la integridad de las fronteras de Polonia. La noticia empezó a
correr de voz a voz como reguero de pólvora, pasaron los meses, el mundo se encontraba en
guerra hasta que llego mil novecientos cuarenta y uno y no es que en ese año las cosas
hayan mejorado, sino que todo empeoro, Estados Unidos quedo involucrado en la guerra
declarándole la guerra a Alemania después del ataque a Pearl Harbor por parte del Imperio
de Japón, todos los hombres de estados unidos se estaban enlistando para pelear en la
guerra. Tom escucho la noticia y se quedó callado, Isabella lo miro y le dijo:
- ¿No estarás pensando en ir? ¿Verdad?
- Todos están yendo y están dando sus vidas por el país, tengo que ir –dijo Tom–
- No, no tienes que ir, ¿A qué vas a ir a morir? –dijo Isabella enojada–
Empezó a llover, Tom se quedó callado y Isabella comenzó a llorar, las gotas de agua caían
al piso y todo estaba en silencio.

Capítulo 6: No me olvides
Tom estaba pensando que era importante sumarse al servicio, hacer algo por el país y no
quedarse en su casa sabiendo que otros están muriendo por el
- ¿No estarás pensando en ir? ¿Verdad? –dijo Isabella preocupada–
- Todos están yendo y están dando sus vidas por el país, tengo que ir –dijo Tom–
- No, no tienes que ir, ¿A qué vas a ir a morir? –dijo Isabella enojada–
Empezó a llover, Tom se quedó callado y Isabela comenzó a llorar, las gotas de agua caían
al piso y todo estaba en silencio hasta que Tom dijo:
- ¿A qué te refieres? ¿No crees que vuelva?
- No es eso, solo… no quiero perderte. Te amo Tom y no quiero vivir con el miedo de que
algo te vaya a pasar, tu hijo te necesita, yo te necesito, no sé qué haría sin ti –dijo Isabela
llorando mientras estaba sentada en una silla–
- Si no vuelvo se feliz, cuida de mi hijo y vive tu vida –dijo Tom–
- Si no vuelves no voy a ser feliz –agrego Isabella–
- ¿Por qué no? Ya vivimos lo mejor, tenemos un hijo y formamos algo muy hermoso, sé
que, aunque me vaya, jamás morirá nuestro amor. Te prometo que si no vuelvo te buscare
en la otra vida y nos abrazaremos tan fuerte, que vas a querer llorar –dijo Tom–
- No quiero perderte –dijo Isabella entre lágrimas–
- No me perderás, mientras me recuerdes, seguiré vivo, seguiré a tu lado, solo… no me
olvides –agrego Tom–
Isabella comenzó a llorar, estaba triste, pero era la decisión de Tom y si él quería ir, iría,
aunque estaría su familia esperando su regreso. Isabella no podía parar de pensar en la
decisión de Tom, le parecía un suicidio ir a la guerra, pero en parte serviría de algo para que
termine aquel suceso que ha dejado devastada a millones de familias.
Tom se iría después de navidad y año nuevo, pasarían unos últimos momentos antes de que
Tom se fuera, parecían felices, pero ambos tenían un mal presentimiento, la búsqueda del
quedar satisfecho creyendo que ayudaría en algo hizo que Tom no cambiara de opinión, a
pesar de arriesgar todo aquello que había tomado tanto tiempo formar, no sentía que si
moría o algo parecido se arrepentiría de lo que hizo, pues estaba feliz con todo lo que hizo,
haber amado y vivido una hermosa relación con una hermosa mujer y haber tenido un hijo
el cual cuidaría vivo o muerto…
Es cinco de enero, Tom se va a la guerra, antes de irse tuvo un momento a solas con Isabela
como para despedirse
- Ya es el momento –dijo Tom suspirando–
- Si, como desearía poder hacer que cambies de opinión –dijo Isabella mientras empezaban
a salir lágrimas de sus ojos–
- No llores, te aseguro que regresare, y si no lo hago cuando nos veamos te buscare, pero no
te vayas de aquí sin ver a nuestro hijo crecer y formar su familia… si no regreso saluda a
mi nuera y a mi nieto por mí, ¿está bien? –dijo Tom mientras abrazaba a Isabella– No me
olvides, ¿ok?
- Jamás lo haría, te amo, Tom
Tom beso a Isabella y se fue, se montó al bus y al sentarse comenzó a llorar, el que estaba
al lado le dijo:
- Tranquilo, confía que vas a volver y puede que tengas suerte
- No lloro por eso, lloro de felicidad, me siento feliz porque si muero, no voy a perder
nada… ni me va a hacer falta hacer algo, ya hice lo que tenía que hacer –dijo Tom–
Tom llego a aquel lugar donde seria entrenado para ir a la guerra, pasaron los días, Tom era
ágil, rápido y astuto, parecía que podría sobrevivir y regresar a salvo a casa.

Capítulo 7: Un día fatídico


Todos los días Tom se volvía más fuerte, participo en varias batallas como en la batalla de
Midway, Saipán, Iwo Jima, entre otras. Cada que terminaba una batalla le enviaba una carta
a su familia y otra a Isabella, informándoles que estaba bien y que los extrañaba, trataba de
mantenerse en contacto con ellos, varias veces mientras escribía las cartas comenzaba a
llorar, al igual que cuando leía las que le mandaban, en la carta podía leer que su hijo ya
estaba grande y extrañaba a su padre. No es que Tom fuera sensible solo por llorar, él era
fuerte y un poco reservado, pero realmente amaba y extrañaba a su familia. Para mil
novecientos cuarenta y cinco haría parte del batallón que ganaría la batalla de Okinawa,
pero algo paso. Eran las cuatro y veinticinco de la tarde, el diecisiete de junio de aquel año,
el mismo día que Isabela cumplía veintiocho años. Estaban en plena disputa, las balas iban
de un lado para otro, se oían granadas por todos lados, Tom logro matar a siete japoneses,
las fuerzas aliadas empezaban a avanzar, pero los japoneses salieron, era un tipo de
emboscada, empezaron a repartirse las balas, rápidamente todos estaba empezando a morir
y de repente… hubo un silencio, Tom callo de rodillas, miro el lado derecho de su pecho,
había recibido una bala, en seguida comenzó a llorar y otra vez, el brazo izquierdo de Tom
se le fue hacia atrás, le habían vuelto a disparar, Tom sonrió y por última vez… le
dispararon pero esta vez en el estómago, Tom cayo, y en unos segundos su vida paso frente
a sus ojos, todo lo que hizo, lo que sintió, lo que vivió y el impacto que causo en la vida de
muchos le mostraba que valió la pena cada segundo de su vida, Tom aún estaba consiente
pero estaba acostado boca arriba sobre el piso de tierra, veía como sus compañeros
avanzaban pero tres, que eran sus mejores amigos pararon, se le acercaron y lo levantaron,
lo llevaron en camilla hasta un curandero, pero no había nada que hacer, Tom no podía
hablar pero podía ver, sus amigos estaba llorando, Tom partiría de este mundo pero antes
de morir le entrego una carta que estaba en su bolsillo a su amigo y le dijo con su último
aliento:
- Sobrevive y entrégale esto a mi esposa, por… por favor –dijo Tom antes de morir–

Capítulo 8: El final de un evento trágico


Es dos de septiembre de mil novecientos cuarenta y cinco y el mundo recibe una gran
noticia, por fin había terminado la guerra, muchos celebraban y festejaban la paz, mientras
otros se lamentaban por la pérdida de sus seres queridos, entre cincuenta y sesenta millones
de personas aproximadamente serían las víctimas de la guerra. Todo termino gracias a la
rendición formal de Japón. Por un lado, todo parecía continuar bien, el mundo estaba
mejorando, pero por otro lado Isabella se dio cuenta que Tom no le había mandado ninguna
carta desde que supo que había terminado la batalla de Okinawa, trataba de ser optimista y
pensaba aquellas cartas que tanto esperaban se habrían caído o no habían podido mandarlas,
pero después de que termino la segunda guerra mundial, Tom no regresaba, Isabella
empezaba a pensar lo peor, callo en depresión y no se sentía capaz de seguir viviendo.
Capítulo 9: Días que se volvieron muy largos
Pasaban los días, Tom no regresaba, la familia de Tom empezaba a pensar lo peor, estaban
sospechando que había muerto e Isabella cayo en depresión, todos los días se sentía sola y
triste, pensaba que era culpa de ella que Tom no regresara, pues había dejado que fuera,
Isabella no sabía cómo dejar de tener los ojos hinchados y rojos, no podía pensar en otra
cosa que no fuera todo lo que vivió con Tom, los besos, los abrazos, todos los días
hermosos que vivieron, Isabella extrañaba ver su rostro, extrañaba estar a su lado, salir a
caminar y comer helado mientras los carros pasaban, Isabella no podía dejar de pensar en él
y en lo que vivió, era incapaz de sonreír cuando escuchaba un chiste, realmente estaba mal
y se sentía infeliz.
- ¿Vas a comer pan con queso? –pregunto Terry, el padre de Tom–
- No gracias, solo vengo por mi almohada –dijo Isabela yéndose rápidamente de allí–
Con el tiempo se volvía aún más antipática y muy poco sociable a comparación de como
era antes de conocer a Tom. Los días pasaban, las lágrimas caían al piso, la lluvia llegaba
cada noche y el frio de aquellos días era incesable. El hijo de Tom e Isabella se la pasaba
con los padres de Tom, pues Isabella no estaba en condiciones de cuidarlo. Un año y unos
cuantos días después de que terminara la segunda guerra mundial, el siete de septiembre de
mil novecientos cuarenta y seis alguien tocaría la puerta de la casa de Isabella, ella abriría
la puerta y afuera había un hombre con chaqueta negra y gorro gris…
- Ho… hola, me llamo Harry, ¿eres Isabella? –dijo aquel misterioso hombre–
- Sí, soy yo –dijo Isabella–
- Que bien, al fin te encontré, puedo pasar –dijo con Harry con voz eufórica–
- No, no puedes pasar –dijo Isabella mientras cerraba la puerta–
- Espera, ti… tiene que ver con Tom –dijo Harry–
- Entra –dijo Isabella abriendo nuevamente la puerta–
Harry entro y se sentó en uno de los muebles de la sala, al sentarse Isabella le ofreció café o
chocolate caliente, a lo que Harry pediría el chocolate
- ¿Y bien? ¿Qué paso con Tom?
- Bueno, eem te explico rápidamente, yo fui su compañero en la guerra, fuimos mejores
amigos y lamentablemente, el diecisiete de junio de mil novecientos cuarenta y cinco, Tom
falleció, no… no sé si lo sabias –dijo Harry con voz melancólica–
- Ese día, fue mi cumpleaños –dijo Isabella comenzando a llorar–
- Lo lamento –agrego Harry–
- No tranquilo, no tienes que disculparte, tu no tuviste que ver en su muerte, ¿Verdad? –
pregunto Isabella con vos sospechosa–
- No no, para nada, hice todo lo posible por salvarlo –menciono Harry–, en verdad para lo
que vine no fue solo para mencionarte eso, también era para entregarte esto
Harry saco de su bolsillo izquierdo del pantalón una hoja de papel, se la entregó a Isabella y
dijo:
- Yo ya me voy, te dejo sola para que leas la carta, no sé qué es lo que dice, en todo este
tiempo no tuve el valor para abrirla, pero supongo que es algo personal, nos vemos Isabella,
y trata de ser feliz, creo que le hubiera gustado a Tom
- Hasta luego Harry, gracias –dijo Isabella acompañándolo a la puerta–
Luego de cerrar la puerta fue rápidamente a su cuarto y se sentó en la cama, abrió el papel,
se veía viejo y con un poco de suciedad muy posiblemente por el barro de aquel lugar en el
que murió Tom. Isabella se dio cuenta que aquella hoja era una carta, por lo que comenzó a
leerla.

Capítulo 10: Carta para Isabella Márquez

También podría gustarte