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Capítulo IX

El valle sagrado de Tulipe

Página 4: petroglifo de
E n el caserío de Tulipe, ubicado en el Noroccidente de la provincia de Pichincha a 70
Km. de Quito por carretera y a 40 Km. en línea recta, se encuentran varias estructu-
ras precolombinas, denominadas localmente como las piscinas.
la zona de Tulipe

Página anterior: el valle


de Tulipe en su contexto
Se trata de un complejo arquitectónico de gran importancia y originalidad, centro de geográfico.
una extensa zona arqueológica, llena de restos monumentales entre los que se encuentran
tolas,1 petroglifos, caminos etc. Tulipe es la denominación del pequeño río que pasa junto
a ellas, tributario del bajo Guayllabamba.

Desde 1925, su acceso se hizo desde Cotocollao y a través de una estrecha boca de
montaña se dirige al Occidente por Nono, Tandayapa y Nanegalito siguiendo el cauce del
río Alambi. Actualmente, la vía de primer orden que une la Sierra con la Costa -por la Mitad
del Mundo, Calacalí, Nanegalito, los Bancos, Puerto Quito, Santo Domingo- permite la lle-
gada al complejo arqueológico de Tulipe en una hora de viaje.

A medida que se desciende desde los niveles más altos de la cordillera Occidental, se
observan los rápidos cambios de vegetación correspondientes a diferentes niveles ecológicos.

Ubicación de Tulipe con relación a Quito

1 A continuación, las palabras señaladas en este tono encontrarán su definición en la sección de glosario, en las páginas
finales del estudio.

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TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

En primer término -desde la ceja de mon-


taña (Llilagua: 3.322 m.s.n.m.) hasta el pue-
blo de La Sierra (2.000 m.s.n.m.)- predomi-
nan los campos de papas, maíz, legumbres,
etc., propios de los climas frío y templado.

Luego -desde La Sierra o desde Calacalí


(2.800 m.s.n.m., I.G.M. 1979) hasta
Tandayapa (1.700 m.s.n.m.)- la densidad de
vegetación aumenta progresivamente gra-
cias al incremento de la precipitación, la
humedad y la temperatura. En esta parte los
cultivos desaparecen debido a la topografía
extremadamente accidentada, mientras im-
ponen su predominio las herbáceas, beju-
cos, arbustos y, en general, la enmarañada
concentración de plantas bajas y matorrales.

Finalmente se llega a la zona de Nane-


Arriba, bosque secundario galito, Tulipe (1.500 m.s.n.m.) y Pacto, en donde la vegetación se transforma en una exube-
subtropical que caracteriza rante masa forestal siempre verde y húmeda, que recuerda a los últimos bosques de árboles
a la zona de Tulipe. que allí se elevaban en medio de arbustos, lianas y trepadoras, propios de un ambiente sel-
Nótese la presencia del
vático subtropical y que ahora ya no existen por acción de los actuales colonos y de las com-
hombre con su
arquitectura vernácula. pañías madereras.
Abajo, situación actual El macro escenario topográfico del lugar se vuelve levemente ondulado dando lugar a un
del medio circundante de
amplio valle que delimita por el Sur y por el Oeste con la pequeña cordillera del cerro
Tulipe luego de la tala de
sus bosques. Considérese la Mirador (2.125 m.s.n.m.), y al Norte con el cauce del río Guayllabamba.
presencia de una tola
mayor que sobresale en un Esta última zona, que justamente incluye el área central del proyecto arqueológico
área desbrozada Tulipe, goza de extraordinarias características bioclimáticas: una temperatura que oscila
compitiendo con una entre los 17° C. y 22° C., y una precipitación promedio anual de 3.000 mm.
residencia moderna en la
parte superior del
piedemonte, propiedad de Bajo este régimen de lluvias, Tulipe tiene una excepcional estación seca que abarca tres o
la familia Dávalos Dilon. cuatro meses del año (de julio a octubre). Sus condiciones ambientales, la fertilidad de la tie-
rra, la topografía relativamente poco acci-
dentada y los factores climáticos, son tan
favorables que han motivado el ingreso de
muchos colonos a esta zona durante los últi-
mos cien años. En corto tiempo, ganaderos
y agricultores han despejado aproximada-
mente ya el 80% de la vegetación arbórea,
mediante el desbrozamiento extensivo del
bosque natural, el cultivo de productos sub-
tropicales como caña de azúcar, aguacate,
naranjas y, sobre todo con la presencia de
pastizales con fines ganaderos.

Tulipe es una zona de montaña baja y su


clasificación ecológica corresponde a la for-
mación bosque muy húmedo premontano
(bmhpm) del sistema Holdridge. Sus suelos
se han formado por meteorización de rocas
metamórficas y presentan una serie de cons-
tantes depósitos de ceniza volcánica prove-
nientes del Pichincha.
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EL VALLE SAGRADO DE TULIPE

Considerando que toda esta área, como se ha dicho, se caracteriza por esa topografía
ondulada y suave de sucesivas colinas con variada altura, es necesario resaltar la excepcio-
nal ubicación del sitio arqueológico central que, en forma de valle, se extiende de Suroeste
a Noroeste en una superficie de 30 hectáreas, mientras la planicie donde se encuentran las
‘piscinas’ apenas tiene 800 m. de largo por 400 m. de ancho, y está rodeada de pequeñas ele-
vaciones que se levantan en todas direcciones, salvo en la parte nororiental que correspon-
de al cauce mismo del río.

Las cimas de algunas de estas colinas aparecen modificadas por la construcción de monu-
mentos piramidales o tolas, orientadas casi siempre hacia las estructuras centrales o piscinas.

De la vegetación original, tanto en el pequeño valle como en su entorno inmediato,


actualmente no quedan más que unos arbustos, pues el resto ha sido reemplazado por
diferentes especies de pasto (miel, bracaria, elefante) y árboles frutales. Un importante
factor de modificación del paisaje natural es el nuevo asentamiento del pueblo de Tulipe,
cuyos habitantes consideran la zona como un sitio privilegiado debido a sus ventajas cli-
máticas, topográficas y de comunicación con otras poblaciones del área.

La altura de las ruinas centrales o piscinas es de 1.505 m.s.n.m., y su ubicación geográfi-


ca está muy cercana a la línea ecuatorial (0º 5’15” latitud Norte y 78°40’57” longitud Oeste).

1- Escenario cultural de Tulipe

E I origen y significado del vocablo Tulipe es desconocido, aunque por su terminación


parecería tener alguna relación con el grupo lingüístico Macro Chibcha (Haro,
1974: 16). Los nombres de muchas quebradas, esteros y ríos de la zona terminan en pi o
en su equivalente pe, bi, be, como Mashpi, Charapi, Camacpi, Yaupi, lngapi, Saguanabi,
Canchupi, etc. La diferencia vocálica se debe únicamente a la transcripción que se dio de
la fonética de las lenguas aborígenes a la escritura española: Palupe, Milpe, Cholupe,
Piripe, Llullupe, Guayacape, Chiguilpe, Tutupe, Anope, Chugüipe, Tulipe, etc. En aque-
llas lenguas -de las cuales está vigente todavía el Colorado o Tsafiqui- esta terminación pi,,
significa río o agua, elemento natural que todas las culturas adoptaron como fundamental,
no sólo por su carácter utilitario sino también como elemento sagrado de purificación.2

De esta breve aproximación lingüística, el término Tulipe o Tulipi provendría de dos


raíces: de tuli y de pi o pe. La segunda raíz guarda concordancia absoluta respecto del nom-
bre del pequeño río o con ‘el agua que pertenece a esa quebrada’; mientras la primera tuli,
tula o tul sugiere varios significados:
1- Si esta primera raíz es contemporánea con el origen chibcha de la segunda y, siendo
aquella lengua proveniente de Centroamérica, es probable que se haya dado una
amplia expansión del término y tenga el mismo significado norteño de Tula, nombre
con el que se conoce a las ruinas arqueológicas de la mítica ciudad de Tollan
Xicocotitlán, capital del reino tolteca y fundada por emigrantes de Teotihuacán y gru-
pos toltecas nómadas hacia el año 856 d.C. En este caso su significado es carrizo,
importante material utilizado en la construcción de esa región mesoamericana, y que
haría referencia a las cañas guadúas (Bambusa guadua) también existentes en la zona de
Tulipe; es decir, podría significar el agua de las guadúas o el río de las guadúas.

2 En un artículo de 1919, Contribución al conocimiento de las lenguas indígenas que se hablaron en el Ecuador Interandino y Occidental,
con anterioridad a la conquista española, Jijón y Caamaño aporta un dato significativo para nuestro tema, dice: “Pi= agua, figu-
ra en todas las voces que significan líquidos” (Jijón y Caamaño, 1919: 349). El nombre Tulipe (Tulipi), significaría enton-
ces, en lengua Barbacoa, lugar de las aguas; y esto tiene sentido porque en Tulipe convergen dos ríos, el San Carlos y el río
Tulipe. Además no debe olvidarse que en el valle sagrado, las estructuras semi enterradas, tienen un complejo sistema
hidráulico que permite el desarrollo de las ceremonias y rituales en donde el agua deviene en un rol preponderante.

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TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

2- En un contexto más andino, el topónimo o la raíz tula correspondería a la palabra deri-


vada del quichua tola (recuérdese que en este idioma no existe la vocal o), cuyo signi-
ficado se refiere a los montículos artificiales precolombinos de los que habla la arqueo-
logía ecuatoriana y que en el subtrópico quiteño, como se ha visto, son extraordina-
riamente abundantes (Lippi, 1998: 44). De hecho el río Tulipe desciende desde el muy
conocido barrio llamado Las Tolas. En este caso, el significado total sería: el agua de
las tolas o el río de las tolas.

3- Algunos habitantes locales aseveran que el nombre del río y por tanto de las piscinas,
pudo haberse inspirado en los tulipanes que existían en la zona y que “en su honor se
denominó así en tiempos pasados”, recortándole la última sílaba.

En este estudio, se opta por la segunda interpretación: río o agua que viene de las tolas.
Este significado sugiere o permite una asociación cultural estrecha entre el contenido sagrado
del agua que se depositaba en las estructuras hundidas de las piscinas y los montículos pira-
midales de las tolas que circundaban al centro ceremonial. Las evidencias arqueológicas, tanto
de las tolas como de las piscinas y no se diga del río, están allí y se las puede comprobar.

El valle sagrado de Tulipe es un templo abierto, rodeado de pequeñas y ondulantes


colinas que le rodean a modo de anfiteatro alargado, y que se encuentra en la región nor-
occidental de la provincia de Pichincha, entre las actuales parroquias de Gualea y
Nanegalito, a 1.500 m.s.n.m.

Su paisaje natural se compone de una serie de piedemontes que le rodean y se orien-


tan hacia el río Guayllabamba, formando un abanico geográfico sobre los cuales como
hemos dicho se desarrollaron varios asentamientos nucleados y de la categoría dispersos
de la nación yumbo.

Según la datación arqueológica, hace 1.200 a. C. (período de Integración), la nación


yumbo comenzó a construir sus centros sagrados destinados a la formación de sabios,
culto a dioses cósmicos, estudio de la astronomía, planificación geométrico- ritual, medi-
ción y cálculo del tiempo.

Sus actos rituales y vida religiosa se combinaban con sus actividades cotidianas, enca-
minadas fundamentalmente al intercambio de productos propios de la zona: oro, sal, ají,
coca, algodón, tanto con la región andina, así como con la región costanera, a más de sus
textiles artesanales y agrícolas en general.

La importante actividad comercial con las regiones circunvecinas hizo que los yum-
bos fueran considerados como comerciantes de productos suntuarios y de primera nece-
sidad, y respetados por sus altos conocimientos en medicina (herbolaria) hasta bien entra-
da la Colonia y en el período republicano, hasta principios del siglo XX.

Por otra parte, se construyó una infraestructura arquitectónica poderosa que desde
estos altos miradores controlaba todo el territorio, formando verdaderos complejos que
sugieren la existencia de sociedades estratificadas. Como ya se ha señalado, en la cúspide
se encontraba el jefe y su élite, los sabios, ‘sacerdotes’ y ‘cortesanos’, ocupando espacios
privilegiados para residir (tolas mayores) y asistiendo a los ritos periódicos que se prota-
gonizaban en el gran templo de Tulipe. El jefe ejercía el poder religioso, administrativo y
médico, propio de un ‘shamán’, cacique o señor, para lo cual auspiciaba la formación de
expertos yachakkuna o sabios que luego le asesoraban.

Para el cumplimiento de los ritos, indudablemente los yumbos necesitaron espacios


sagrados que reunieran condiciones especiales acorde con el contenido de sus mitos, tra-
diciones y cosmovisión. Esta búsqueda y selección de espacios sagrados caracteriza a
todas las culturas que han ‘superado’ niveles primarios de necesidades de subsistencia.
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EL VALLE SAGRADO DE TULIPE

Si bien, todos los sitios ocupados por los yumbos pudieron adaptarse para la ceremo-
nialidad ritual, el pequeño valle de Tulipe respondió a plenitud con las exigencias que
debieron tener sacerdotes, planificadores y constructores. En este lugar habrían encontra-
do el agua purificadora, la coincidencia de dos quebradas que se unen (San Carlos y
Tulipe), un río que ingresa al valle y luego sale (el mismo río Tulipe), una planicie con coli-
nas que le rodean, una amplia cobertura del firmamento, un cielo despejado para las obser-
vaciones nocturnas, una vegetación exuberante,… Elementos que sintetizaban las ventajas
naturales y la geografía sagrada, y permitían entonces una estrecha relación del ser huma-
no con lo sagrado. Este fue el espacio escogido por los yumbos para su templo abierto o
centro ceremonial, que en este estudio se denomina como valle sagrado de Tulipe.

A continuación citamos brevemente esos monumentos. Su descripción detallada ten-


drá lugar en sus respectivos capítulos.

A- Recintos semi subterráneos

E n la parte baja de la cuenca del río Tulipe se encuentra un grupo de estructuras hun-
didas o recintos semi subterráneos en forma de piscinas de diverso tamaño y dise-
ño cuyas paredes están cubiertas de mampostería de piedra. Se hallan en buen estado de
conservación gracias a las condiciones ecológicas del sitio y a su técnica particular de
construcción. La espesa vegetación subtropical, su óptimo drenaje natural, y la carencia
absoluta de acción eólica en la zona, han permitido que todos los vestigios permanezcan
sin mayor alteración. Las formas de estas estructuras incluyen círculos, semicírculos rec-
tángulos y polígonos dentro de un contexto organizado, rodeadas de un marco de coli-
nas naturales que han sido transformadas en terrazas o graderíos artificiales a modo de tri-
bunas de un gran anfiteatro abierto. Además, toda una red de canales de acometida y
suministro, se teje armónicamente en la planicie ocupada por dichos recintos semi subte-
rráneos, lo que denota claramente la funcionalidad hidráulica del sitio.

B- Tolas

E n las colinas que circundan al valle se hallan cuatro tolas estratégicamente ubica-
das de acuerdo a los puntos cardinales y orientación general del valle: al Norte está
la tola Miño, cuyas evidencias son poco reconocibles, debido a las últimas actividades
agroganaderas; al Sur se halla la tola Rosero o Nueva Era, muy bien conservada; al Oeste
la tola Tonato, prácticamente desaparecida, pero hasta los años setenta todavía era iden-
tificable; y al Este, la tola Alfonso Pozo, muy bien conservada, aunque la intromisión de
los arqueólogos alteró su integridad excavándola en su parte central, sin volver a rellenar-
la y dejarla como fue su plataforma.3

Las cuatro tolas, más bien pequeñas (10 m. de largo por 4 m. de ancho) tienen doble
rampa de acceso y su típica forma geométrica de pirámide trunca, pero lo que más llama
la atención en estas cuatro tolas y en varias otras más alejadas, es la orientación de su eje
mayor y de sus rampas: las cuatro se dirigen hacia el valle sagrado de las piscinas.

Por su ubicación estratégica en las partes altas y destacadas de las colinas, por su espe-
cial orientación cardinal con relación al valle, por sus rampas siempre dirigidas hacia el
centro ceremonial, por el tamaño similar entre ellas y sobre todo, por su asociación con-
textual directa con las piscinas, se deduce que la función de estas cuatro tolas estuvo con-
sagrada a la ‘custodia’ del sitio, es decir, se podría entenderlas, simbólicamente como las
‘guardianas del valle sagrado de Tulipe’.

3 Al final de este capítulo, se encontrará la ubicación de las cuatro tolas mencionadas. Remitirse a la página 23.

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TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Arriba, tola Miño,


‘guardiana’ del sector
Norte del valle sagrado.

Abajo, tola Rosero,


‘guardiana’ sector del sur
del valle sagrado.

16
EL VALLE SAGRADO DE TULIPE

Arriba, tola Alfonso


Pozo, ‘guardiana’ del
sector Este del valle
sagrado.

Abajo, tola Tonato,


‘guardiana’ del sector
Oeste del valle sagrado.

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TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Arriba, vestigios del C- Antiguos caminos


culunco que llega a
Tulipe desde Camacpi,
sector oriental.
L os vestigios de antiguos caminos parten, llegan o pasan por el valle. Uno de ellos
que aún se distingue y se lo puede visitar- nace desde el extremo noroccidental del
valle y se dirige zigzagueante hacia la tola Alfonso Pozo, una de las cuatro tolas ‘guardia-
Abajo, material cerámico
localizado en el valle de nas’ de todo el conjunto monumental; luego continúa hacia Camacpi, Santa Elena, San
Tulipe. Francisco conectándose al final con Capillapamba, Palmitopamba y Chacapata.

Los demás caminos, especialmente los que iban al Sur (Las Islas, Cerro del Oso, tolas
Inga-Miraflores, etc.), al Norte (Gualea, Porvenir, Chontal, etc.), al Oriente (Camacpi,
Pueblo Viejo, Nanegalito, Los Suros) y al Occidente (Las Tolas, Ayapi, Saloya y, por el
otro lado al Pachijal a unirse con el Mashpi), han desaparecido en el valle de Tulipe debi-
do a la apertura de carreteras de segundo y tercer orden, pero a medida que nos distan-
ciamos del valle, se los encuentra muy bien conservados en varios trechos.

En las partes montañosas, las rutas son muy evidentes en especial aquellas que se
orientan hacia las bocas de montaña o pasos favorables de la cordillera occidental y
que circundan al volcán Pi-
chincha. Al Norte están los
caminos que conectan Urcu-
tambo, Cachillacta, Chaca-
pata, y Nanegalito, con las
poblaciones de Nono, Cala-
calí y Cotocollao; al Sur es-
tán los que parten desde In-
gapi y el Pachijal, por Mindo,
hacia Lloa.

Según datos etnohistóricos,


se conoce de la existencia de
varias vías, e inclusive de ‘cami-
nos reales’, que unían comer-
cialmente la nación de los
yumbos con Quito. Consi-
deramos que parte de los vesti-
gios que hemos encontrado
son precisamente restos de
aquellos originales culuncos
yumbos, y que luego se convir-
tieron en ingañankuna del impe-
rio inca.

D- Piscinas

Tanto en el sitio ocupado por las piscinas, como en el de las tolas, y a lo largo de
los caminos, es posible encontrar gran cantidad de cerámica fragmentada funda-
mentalmente de tipo utilitario.

En referencia a las primeras estructuras o piscinas que conforman el centro monumen-


tal del valle de Tulipe, corresponde destacar sus características arquitectónicas de forma,
tamaño, construcción y ubicación, que las hacen únicas en toda el área andina norte. No
se las podría comparar con ciertos templos hundidos de Perú y Bolivia de los horizontes
Temprano (chavín) y Medio (tiahuanaco), como ejemplo de una posible influencia cultu-
ral del Sur hacia Este, tan distante del sector subtropical del Ecuador. Esto resultaría muy
18
EL VALLE SAGRADO DE TULIPE

forzado para aceptarlo por la falta de evi-


dencia en el sistema constructivo y de los
elementos asociados.4

El conjunto de canchas hundidas de


Tulipe se presenta como un complejo
sui generis, con personalidad arquitectó-
nica propia, situado en un medio cultu-
ral de numerosos monumentos pirami-
dales o tolas. Es un sitio en el cual el
agua constituye el elemento básico de
su funcionalidad.

Quizá el dato más cercano sobre edifi-


caciones del tipo de estas piscinas sea el encontrado en un cuaderno inédito de Francisco
José de Caldas (manuscritos de 1802), cuando este naturalista neogranadino narra sus via-
jes por el Norte ecuatoriano. Proporciona varios puntos interesantes, entre ellos la des-
cripción de una estructura semi subterránea observada en la zona de Cayambe y junto a
una tola:

“[...] Una gran tola quadrilonga cuyos lados mayores de N a S por 50 1/2 g. Sudoeste
y de S a N 51 1/2 g. Yo quedé admirado al ver tan bien orientada esta masa. La gran
tola tiene de longitud 93 ts = 217 varas castellanas, y de ancho 42 1/2 toesas = 98 varas
castellanas. Su plano superior está al horizonte, y en su medio se levanta una pequeña
eminencia hemisférica: su altura es variada por estar situada en un suelo con pendien-
te mayor por el lado occidental y menor por el oriental.

Al mismo lado se ve un baño [subrayado nuestro] que seguramente sirvió a algún mag-
nate de los indios. Está excavado en la peña o tierra de figura circular: tiene de diáme-
tro 5 pies, y de altura 12 pies; se entra en él por una puerta de arco de 5 pies de alto y
2 de ancho; al piso de ésta hay un redondo y comienza hacia abajo otra cavidad de un
diámetro menor y también circular. Yo he visto esta parte ya llena de tierra y piedra,
que el tiempo y los años por luego han depositado. Se me ha asegurado por el cura que
era de corta profundidad antes de llenarlo. Observé que una luz llena esta cavidad el
agua derrama por la puerta al lago que está casi al mismo nivel. El agua es conducida a
este baño por un canal [subrayado nuestro] cavado en la tierra, y se introduce por la
parte superior, en forma de cascada” (manuscrito de Caldas y Tenorio, 1802).

4 La cultura tiahuanaco (400 - 1000 d.C.) creadora de colosales monumentos hechos en piedra arenisca y basalto, exten-
dió su influencia desde el Titicaca en el altiplano andino hacia una amplia área de Bolivia, Norte de Argentina y Chile y,
obviamente a gran parte de Perú, especialmente en la Costa. La plaza hundida del Kalasasaya tiene otro tipo de caracterís-
ticas arquitectónicas de extraordinarias proporciones que simplemente no se puede comparar con Tulipe por su forma,
construcción, y tratamiento de las piedras; no se diga por su asociación con esculturas antropomorfas, palacios, pumapun-
go, puerta del sol, etc. concentrados en un amplio complejo arquitectónico. El Kalasasaya, con sus numerosas cabezas-clava
es otra cosa; pertenece a otro contexto y sólo ‘lo hundido’ presenta similitud con las piscinas yumbo.
Otro caso que podríamos citar es el de Huancané, un sitio estratificado que fuera excavado por Ryden, 30 Km. al suroes-
te de Tiahuanaco. Ravines señala al respecto que ”está compuesto por tres canchas rectangulares, semejantes al Kalasasaya
aunque más pequeñas, constituidas por aparejos de mampostería, donde machones equidistantes están rellenos con hiladas
de piedras secanteadas, formando un muro continuo. La cancha del norte es la más amplia. Tiene un monolito
antropomorfo en la parte central y un canal exterior cubierto con lajas. De los siete monolitos conocidos, tres correspon-
den a representaciones antropomorfas, una de ellas en el estilo Tiahuanaco Clásico” (Ravines, 1982: 206).
El mismo autor, luego refiriéndose a Lucurmata, otro sitio con elementos arquitectónicos semi subterráneos ubicado en la
península de Taraco, e investigado por Bennett, añade que “consiste en un templo semi subterráneo, con canales de drena-
je cubiertos con lajas. Un monolito de arenisca roja se yergue en el centro del templo” (Ravines, 1982: 207).
Además de Kalasasaya, Huancané y Lucurmata, existen otros tantos sitios en el área de Tiahuanaco que claramente
corresponden al Horizonte Medio propuesto por John Rowe (1945), y que contienen los mismos elementos comunes:
templo semi subterráneo, canales de drenaje (a veces cubiertos con piedras lajas) y monolitos antropomorfos.

19
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Esta estructura, por su asociación contextual junto a aquella “gran tola quadrilonga”
parece haber pertenecido al período de las grandes tolas investigadas por el arqueólogo
alemán Oberem, quien afirma:

“La cerámica recogida de la superficie y del interior de las pirámides confirma la


hipótesis sostenida hasta aquí de que las pirámides de la antigua localidad de
Cochasquí habían sido construidas en tiempos preincaicos. Pruebas de carbón pro-
venientes de las zanjas de cimentación y de los agujeros de postes de la gran planta
central de la pirámide E, permitieron conseguir algunos datos de radiocarbono.
Estos se sitúan en la segunda mitad del siglo XV y los primeros decenios del siglo
XVI” (Oberem et. al. 1981: 3-66).

En todo caso, la descripción de Caldas no es aplicable a las piscinas de Tulipe; estas


debieron construirse entre el 1000 y 1300 d. C., es decir, antes de las estructuras serranas
de Cochasquí (1350-1430 d. C.). Los actuales habitantes del subtrópico quiteño señalan
que “siempre las hemos conocido con el nombre de piscinas incas”.

Esta denominación usada por los colonos modernos, es errónea y proviene de la ten-
dencia en el Ecuador de designar como inca a cualquier tipo de ruinas o vestigios prehis-
pánicos. Las escasas evidencias de la cultura del Estado imperial cuzqueño en el sector
noroccidental de la actual provincia de Pichincha, son insuficientes para demostrar la
influencia directa de dicho pueblo sureño. A propósito de esta aseveración, el investiga-
dor Uhle señala:

“Excluyo de este nombre la zona tropical del Oeste del Ecuador que, según parece,
nunca fue ocupada por los incas, debido a las dificultades que se ofrecían para su con-
quista” (Uhle, 1939: 126).

Sin embargo, con las investigaciones llevadas a cabo por el FONSAL, si bien son
escasos los hallazgos, hay evidencia cierta de la presencia inca en territorio yumbo.
Hemos encontrado algunos fragmentos de cerámica en Gualea Cruz; una de las estruc-
turas hundidas de Tulipe es un baño inca; y se puede anotar su probable incursión por
los culuncos yumbos hacia el Norte de Nanegal. En esta zona ocuparon anteriores tolas
y las convirtieron en pucarás o sitios de control - conforme se describirá en los capítu-
los XII y XXI.5

Se conoce por la investigación etnohistórica de Frank Salomon que los yumbos man-
tuvieron contactos de gran intensidad, especialmente comerciales, tanto con las ‘naciones’
que existían dentro de su región, tales como los niguas y los ‘colorados’ o tsáchilas como
con los aborígenes de la Costa, de la Sierra y hasta de la Amazonía (Salomon, 1997: 11).

Con la región circunquiteña, los yumbos se conectaban por cuatro rutas, a través de
las que transportaban diversos productos -sal, ají y algodón-, considerados como bienes
de primera necesidad indispensables para alcanzar el mínimo nivel de bienestar aceptable
para la cultura aborigen. En nuestra investigación se ha confirmado la presencia de: obsi-
diana, cuentas de concha Spondylus, láminas de concha madre perla y calcifer.

Dentro de estos intercambios interregionales que mantenían los yumbos con otros
pueblos y con las poblaciones costeñas, se considera que, de alguna manera las piscinas
de Tulipe constituyeron un centro de convergencia social o religiosa de particular impor-
tancia. Su ubicación geográfica, su emplazamiento extraordinario, la especial utilización

5 Las ruinas de Tulipe aparecen como un complejo grande y organizado, cuya construcción obedece a una planificación
previa, a una dirección técnica y a una organización socio-política y religiosa con personalidad autónoma; es decir, sin
necesidad de influencias ajenas para la construcción de obras monumentales.

20
EL VALLE SAGRADO DE TULIPE

del espacio, la originalidad de las formas, tamaños y dimensiones, son detalles más que
suficientes para considerarlas como un monumento arquitectónico que irrumpe o emerge
en la nación yumbo con una ingerencia determinante en la vida social y espiritual de los
habitantes. De momento, nos restringimos a describirlo en términos generales. En el
Capítulo XII se hará un estudio pormenorizado de cada estructura acorde con las investi-
gaciones arqueológicas.

Entre las cuatro primeras estructuras (1, 2, 3 y 4) aparece un espacio intermedio o


corredor de 8 m. de ancho, en forma de una gran cruz horizontal, cuyo eje mayor va de
Noreste a Suroeste. Por este corredor se puede transitar y acercarse a los bordes de las
piscinas, pero no ingresar a ellas, pues cada una tiene su propio acceso definido.

Todas estas estructuras tienen una profundidad media de 1,90 m. y recibían el agua
a través de un pequeño conducto, cuyas paredes y base fueron construidas con piedras
planas y lisas, mientras la parte superior se dejó abierta. Estos acueductos tienen 0.15
m. de alto por 0.16 m. de ancho, y, en general, una fluidez favorable con 3 o 4 grados
de inclinación, que era controlada mediante una compuerta que orientaban y armoni-
zaban el reparto del agua a las diferentes estructuras geométricas de acuerdo a los res-
pectivos ritos.

Dos elementos arquitectónicos, que hemos denominado rampas, caracterizan a todas


las estructuras, con excepción de la número 6 que cumplía una función diferente. Estas
rampas se sitúan normalmente una frente a otra, partiendo desde dos lados opuestos hacia
el centro de cada estructura. Una de ellas, por su forma escalonada, señala el acceso al
interior de la estructura; mientras la otra evidencia la inducción del agua que vertía hacia
la piscina.

Sobre la plataforma de una terraza fluvial plana cortada por un pequeño barranco de
6m. de profundidad, se levanta el complejo de piscinas, sitio arqueológico que a su vez
está delimitado por el cauce del río Tulipe, que recorre este sector de Oeste a Este.

Hacia el Suroriente, se destaca una larga y escarpada ladera en la cual también apare-
cen vestigios arquitectónicos de un graderío o una serie de andenes que, lastimosamente,
se hallan muy alterados por la actividad agrícola y por la apertura de la nueva carretera
que conduce de Tulipe hacia Gualea y Pacto. Desde esos andenes se puede observar per-
fectamente el emplazamiento organizado y geométrico de las piscinas en su conjunto.

21
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Levantamiento
topográfico del valle de
Tulipe. En naranja,
conjunto arqueológico;
en verde claro, museo
de sitio.

22
EL VALLE SAGRADO DE TULIPE

Ubicación de las cuatro


tolas ‘guardianas’ del
valle sagrado y su
relación con el centro
ceremonial de Tulipe.

23
Capítulo X
Geomorfología de Tulipe

Página anterior: depósito


E l valle sagrado de Tulipe -calificado así por su importancia arqueológica y sugesti-
va funcionalidad ritual- constituye una depresión alargada de forma meridiana, es
decir de Sur a Norte, y drenada por un curso de agua o río, del cual toma su nombre.
coluvio-aluvial tipo
cono de deyección-
esparcimiento, que
representa el basamento
Espacialmente, se localiza en el piedemonte costanero de la cordillera Occidental de geomorfológico de la
los Andes, por la presencia de conos de deyección y esparcimientos coalescentes, y per- zona.
tenece hidrográficamente a la cuenca del río Guayllabamba.

Por sus características geomorfológicas, se trata de un valle fluvial, en donde la evacua-


ción y transporte de materiales de erosión se efectuaron y se efectúan a través del río Tulipe.

En cuanto a su evolución y de acuerdo a la concepción cíclica, por su forma alargada,


se presenta como un valle ‘maduro’ que detenta una capa casi continua de aluviones, cons-
tituida por un material móvil depositado por el río y conformada por elementos de dife-
rente talla como cantos rodados, arena, limo, etc.

Los variados procesos de erosión hídrica lineal del río Tulipe, han determinado la for-
mación de un sistema escalonado de pequeñas terrazas encajadas y modeladas sobre un
gran depósito coluvio-aluvial de tipo cono de deyección-esparcimiento del río Blanco,
donde cada una de ellas representa una parte de los lechos antiguos, ya abandonados
debido al posterior socavamiento lineal continuo del lecho del río Tulipe.

Por otra parte, la actividad volcánica explosiva durante el cuaternario que afectó par-
ticularmente a la Sierra Norte, ha determinado que las formas del relieve del área de estu-
dio, se encuentren recubiertas o fosilizadas por un depósito continuo de materiales piro-
clásticos (ceniza, lapillí) de naturaleza eólica. De acuerdo a su edad y a las condiciones cli-
máticas reinantes, estos materiales se han alterado de diferente manera.

Además, la actividad antrópica representada por un uso agropecuario intensivo en


todos estos flancos cordilleranos ha contribuido negativamente para el surgimiento per-
manente de procesos erosivos, predominando los hídricos, que alternan localmente con
movimientos de gravedad (derrumbes) y movimientos en masa (soliflucción).

1- Morfogénesis: rasgos y características

P or su ubicación geográfica al pie de la vertiente occidental andina, la morfogénesis


-u origen de las formas del relieve de la zona de estudio- obedece a un modelado
típico de piedemonte, esquematizado -como se ha dicho- por la existencia de conos de
deyección y de esparcimiento coalescentes, producidos como resultantes de la dinámica

25
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

torrencial de los ríos que drenan sus aguas desde el Norte de la Sierra ecuatoriana hacia
el Océano Pacífico.

Justamente, es en esta zona que tal depósito coluvio-aluvial alcanza su mayor potencia y,
consecuentemente, su mayor altura, al culminar a 2.350 m.s.n.m. al Oeste de Tandayapa.

Debido a la amplitud de la sedimentación y de su encajamiento posterior, es evidente


que se trata de depósitos antiguos, en relación con ríos de capacidad y competencia
mucho más elevados que la red hidrográfica actual. Por tanto, es oportuno ligarlos a uno
o varios períodos de deshielo glaciar y al aumento consecutivo del escurrimiento hídrico
fluvial por la fundición del casquete glaciar andino. Asimismo, parece evidente que se
debe referir esa enorme cantidad de material depositado a la fuerte actividad volcánica
andina, particularmente de los volcanes Pichincha y Pululahua.

El material es generalmente grueso; está compuesto por depósitos detríticos aluviales y


torrenciales de guijarros, bloques y gravas en una matriz areno-arcillosa. No es extraño
encontrar bloques redondeados de dimensión métrica, lo que implica agentes de instalación
de fuerte capacidad y competencia muy evidentes en la de la cordillera Occidental andina.

Al observar sus características, situación y repartición espacial, resulta lógico relacio-


nar estos depósitos con los deshielos glaciares cuaternarios de la Sierra, lo que es atesti-
guado además por su composición mineralógica y petrográfica, en su mayoría volcánica.
Ocurre lo mismo con la amplitud de los depósitos que no tienen alguna relación con la
red hidrográfica, notoriamente sub-adaptada en valles encajonados con terrazas, en cuyo
fondo serpentean pequeños torrentes con curso tembloroso. El encajamiento de la red
actual de 20 a 100 m., según los sectores, indica un cavado más acentuado y, como es
obvio, una edad relativamente antigua.

La localización de estos depósitos está también ligada a la ruptura de la pendiente, en


su perfil longitudinal, y a la salida de la vertiente andina de los cursos de agua o torrentes,
lo que provoca un brusco descenso de su potencia y energía cinéticas, y de su capacidad
de transporte, que conlleva a un depósito inmediato de los sedimentos de sobrecarga.

Sin embargo, no hay que subestimar el papel de la tectónica cuaternaria y el levanta-


miento continuo de la cordillera occidental andina. Estos movimientos contemporáneos
entre ellos, pero también parcialmente posteriores a la edificación de los conos de deyec-
ción-esparcimiento, participan del crecimiento altitudinal de su parte somital. Ahí preci-
samente se explica la altitud de 2.350 m.s.n.m. del cono de los ríos Blanco y
Guayllabamba, al Oeste de Tandayapa.

Entalladuras localizadas en los conos permiten observar el proceso de sedimentación,


que muestra más de 400 m. de sucesión de conglomerados arenas y areniscas.

Los primeros dominan y constituyen capas métricas o decamétricas de depósitos


torrenciales sin ordenamiento, compuestos por guijarros, cantos, bloques redondeados de
tamaño variable entre el decímetro y el metro. La matriz arenosa gruesa, puede ser blan-
da o completamente cementada en areniscas extremadamente resistentes. Las arenas y
areniscas son granulométricamente medias o gruesas, muchas veces pedregosas y dispues-
tas en capas por lo general menos potentes. El material es casi exclusivamente de origen
volcánico: rocas, piedra pómez y lapillí. Sólo la cementación los diferencia y se escalonan
entre un polvo arenoso friable pardo y facies de grauwackas muy duras, de negras a verdus-
cas. Se observan también otras intercalaciones de horizontes arcillosos de coloración
blanquecina a grises y depósitos heterogéneos.

Otra característica morfogénica se relaciona con la potente cobertura piroclástica exis-


tente sobre los conos. Se trata de una superposición de varios depósitos piroclásticos de
26
GEOMORFOLOGÍA DE TULIPE

origen eólico, que presentan espesores considerables, que en ciertos lugares llegan a 8 m.
debido a la cercanía de los volcanes.

Se puede distinguir claramente dos depósitos superpuestos, correspondientes a dos


grandes períodos de emisión:

- Una capa inferior que corresponde a las tres cuartas partes del espesor total de color
pardo amarillento intenso, con textura limo-arcillosa y sin huellas de estratificación y
de discontinuidad. Se trata de una primera emisión de cenizas antiguas, hoy en día
fuertemente alteradas. Su base fue datada en más de 42.000 años.

- Una capa superior con textura ligeramente gruesa, de limoso a limo-arenosa, color
pardo a gris-amarillento, corresponde a una serie de emisiones más recientes que
empezaron hace aproximadamente 8.500 años. Entre ellas, por su connotación histó-
rica y geológica, cabe mencionar la erupción del Guagua Pichincha ocurrida el 27 de
octubre de 1660 y que con una duración aproximada de un mes (28 de noviembre de
1660), produjo un depósito de cenizas de 42 cm. de espesor (media vara) en la ciudad
de Quito y en los campos aledaños. La sección de esta capa debe contener obligada-
mente parte de esta ceniza volcánica que por sus características pulverulentas fue
transportada, especialmente hacia el Occidente por los vientos alisios, y que además
causó el oscurecimiento de la ciudad de Quito durante cuatro días (Hall, 1977: 139.)

A- Sistemas morfogenéticos

L os sistemas morfogenéticos del valle sagrado de Tulipe responden a un modelado


fluvial del río Tulipe, el cual al recibir el aporte de los río San Carlos y pequeños
afluentes, dispone aguas abajo de un caudal suficiente para realizar el trabajo erosivo e
hídrico-lineal sobre el cono de piedemonte, y dar origen a una entalladura estrecha con
vertientes empinadas rectilíneas de más de 30 m., de nivel relativo.

Dentro de esta entalladura y bajo los procesos hidrográficos de depósito y erosión, se


ha formado un sistema estrecho de terrazas encajadas, de las cuales únicamente la terra-
za baja es funcional y está sujeta estacionariamente a remodelamientos debido a las cre-
cidas del río Tulipe durante la estación lluviosa.

A continuación describimos separadamente aquellas características geomorfológicas


más importantes del valle:

B- Sistemas fluviales

E stán constituidos por el escalonamiento de tres terrazas encajadas: alta, media y


baja.

Perfil esquemático de Tulipe en el sector de las piscinas arqueológicas.

27
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Terraza alta

Ocupa el nivel superior del sistema fluvial, con una ligera inclinación al Oeste y al Norte
con relación al cauce del río Tulipe. En esta terraza se encuentran los sitios arqueológicos más
importantes del valle sagrado, constituidos por el conjunto de piscinas. Esta terraza ha sido
totalmente recubierta por los depósitos continuos de ceniza volcánica de naturaleza eólica,
que fosilizaron completamente al depósito coluvio-aluvial del cono de deyección-esparci-
miento del río Blanco, constituido como el basamento geomorfológico de la zona de estudio.

El depósito superior reciente tiene una edad inferior a 10.000 años y su centro de emi-
sión, por su ubicación geográfica, se debe relacionar con el volcán Guagua Pichincha, el
cual se presenta particularmente activo desde 1533 hasta 1831, sobresaliendo por su dura-
ción y gran cantidad de ceniza volcánica emitida (42 cm. = media vara) la erupción de
1660, que se depositó en los alrededores del volcán, y sobre todo en el Noroccidente de
la actual provincia de Pichincha.

Esta capa presenta una potencia o espesor de 40 cm. de granulometría limo-arenosa a


limosa. Alternan también ‘lentes’ o pequeñas capas blanquecinas de lapillí, poco o nada
alterado. En la parte superior se encuentra una capa humífera medianamente obscura de
hasta 15 cm. de espesor de acuerdo a la topografía del terreno, determinada por la pre-
sencia del sistema radicular de la vegetación natural y antrópica.

Corte estratigráfico en la tercera terraza fluvial de Tulipe. Sobre la base del Inmediatamente subyacente, se presenta
dibujo de Marcelo Rubio M. una capa de 60 cm. de espesor o potencia
con una granulometría más fina. Tiene su
origen en depósitos antiguos de ceniza vol-
cánica con una edad inferior a 18.000 años.
CAPA
ORGÁNICA Presenta una granulometría arcillosa, con
DEPÓSITO una coloración clara a marrón negruzca,
RECIENTE
muy rica en halloysita. Constituye el resul-
LAPILLI
tado de la meteorización acentuada del
material parental bajo un clima tropical-
subtropical lluvioso. Edafológicamente, esta
capa representa el horizonte aluvial o de
acumulación, enriquecida por los elementos
finos y solubles transportados por las aguas
de infiltración desde la capa superior. En
DEPÓSITO esta capa disminuye la incidencia orgánica.
ANTIGUO
(60CM)
Al Norte de la población de Tulipe, la
terraza está sujeta a un proceso de amplia-
ción por el depósito de materiales de cons-
trucción vial, lo que no sucede con la terraza
media y cauce abandonado hidromórficos.

Terraza media

Se localiza en las márgenes derecha e izquierda del río Tulipe, aguas abajo y en el nivel
inmediatamente inferior con relación a la terraza alta donde se encuentra la piscina circu-
lar 8. Su modelado se relaciona con procesos intensos de erosión fluvial que decaparon
los depósitos recientes y antiguos de las cenizas volcánicas eólicas, permitiendo de esta
manera que aflore el depósito coluvio-aluvial transportado por el río Blanco y depositado
bajo forma de un cono de deyección-esparcimiento. En esta terraza no se encuentran ves-
tigios arqueológicos y su espacio está siendo utilizado en actividades constructivas
(viviendas) y agro-productivas.
28
GEOMORFOLOGÍA DE TULIPE

Se trata de un potente depósito de materiales volcánicos, provenientes del Pichincha,


algunos de ellos removilizados, con un espesor probable de 500m.

En la parte superior, aparece una capa de arena gruesa de una potencia de 1.50 m., con una
coloración pardo rojiza. Al tacto, presenta signos de cementación, por lo cual se asemeja a
una arenisca de grano grueso bastante fiable.
Por su coloración, se presume, que los ele- Corte estratigráfico en el cauce del río Tulipe. Sobre la base del dibujo
mentos son el hidróxido y el óxido de hierro. de Marcelo Rubio M.

En profundidad alternan lentes o pe-


queñas capas de grava o guijarros consti-
tuidos por piedra pómez y escorias; de ahí, DEPÓSITO
su coloración blanquecina negruzca. ARENOSO
CEMENTA-
GRAVA DO
En el fondo de esta capa aparecen gran-
des bloques rodados y angulosos dentro de
una matriz arenosa, que testimonian una
dinámica coluvio-aluvial de transporte.
Litológicamente están constituidos por
andesitas y un conglomerado volcánico
BLOQUES
conformado por elementos redondeados DENTRO DE
llamado pudinga. Estos grandes bloques se UNA MATRIZ
ARENOSA
los puede observar en el fondo de la pisci-
na 3 y en las gradas de acceso de la piscina
5; en esta última, como parte de la escali-
nata de acceso, mientras en el monolito de
la piscina 3 parece ser traído del lecho del
río por algún motivo cultural.

Terraza media-paleocauce abandonado hidromórfico

Su origen se debe a una pequeña sinuosidad hacia el Noreste que describió el curso
del río Tulipe en el pasado.

Se encuentra en la margen derecha, al Norte de la terraza alta donde se localizan las


piscinas (1-6) y constituye una forma del relieve que se reactiva ocasionalmente durante
épocas lluviosas excepcionales (1982-83, 1997-98), debido a los desbordamientos del río
Tulipe. Tiene el mismo origen morfológico que la terraza media descrita anteriormente.
Sus condiciones hidromórficas actuales están determinadas por la descarga directa de los
efluentes domésticos de las viviendas colindantes y de las excretas de las criaderos de cer-
dos que se ubican en el borde superior de esta terraza. Por sus características ambientales,
esta terraza no presenta ninguna utilización práctica; más bien constituye un foco de
infección y de producción de mosquitos.

Terraza baja y cauce actual

Se localiza únicamente en la margen izquierda del río Tulipe. Durante la estación llu-
viosa, se convierte morfológicamente en cauce actual de este río por donde drena un
brazo del mismo.

Esta terraza está compuesta por aluviones limo-arenosos con alternancia de cantos
rodados, todos de naturaleza volcánica, cubierta y remodelada cada estación lluviosa por
las crecidas estacionales. Por su cercanía a la cordillera occidental, superficialmente pre-
senta una buena cantidad de bloques rodados, que le dan una característica pedregosa,
que impide todo intento de actividad agro-productiva. Se nota superficialmente la pre-
sencia de troncos de árboles, que testimonian los daños de la estación lluviosa en el medio
natural, y una cantidad considerable de deshechos arrojados por la población de Tulipe.

29
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

La primera capa tiene un espesor de 40


Corte estratigráfico en la terraza baja de Tulipe. Sobre la base del dibujo de cm. y presenta una granulometría variando
Marcelo Rubio M.
de limo-arenosa gruesa a lentes de grava o
guijarros. Litológicamente, su naturaleza es
volcánica. En la parte superior se presenta
una pequeña capa orgánica de aproximada-
CAPA
mente 15 cm., debido a la vegetación her-
ORGÁNICA bácea que ahí se desarrolla.
DEPÓSITO
LIMO-
ARENOSO
Inmediatamente, en el nivel inferior, se
GRAVA GRUESO encuentra otra capa de 40 cm., conforma-
da exclusivamente por cantos rodados
dentro de una matriz gravillosa. En su base
se nota el ordenamiento de material pétreo
aluvial. Su origen es netamente volcánico.

DEPÓSITO 2- Sistemas morfoestructurales


PEDREGOSO-
GRAVILLOSO

E stos sistemas están constituidos por


esas extensas planicies que generan
los conos de deyección -esparcimiento de
los ríos Blanco y Guayllabamba, fácilmen-
te identificables con los diferentes sistemas
de percepción remota (fotografías aéreas,
Corte estratigráfico de capas volcánicas tardías, en Tulipe. Sobre la base del
dibujo de Marcelo Rubio M. imágenes satelitales, imágenes de radar).

Este paisaje de piedemonte se caracteri-


za por el carácter estructural y redondeado
CAPA
de las superficies cimeras, cuyo diseño de
ORGÁNICA
conjunto subsiste pese a una disección a
veces muy marcada. Se trata de un conjun-
DEPÓSITO to complejo de colinas y vertientes mode-
RECIENTE
LAPILLI
DE CENIZA radas, donde las incisiones permiten obser-
VOLCÁNICA
var, debajo del manto de cenizas, el depó-
sito detrítico constituido por guijarros
andesíticos sobre un espesor de por lo
menos unos 100 m. Este depósito ha sido
profundamente meteorizado, y sus capas
superiores se han transformado en altera-
ciones pardo rojizas antes de ser truncadas
DEPÓSITO por la erosión y luego fosilizadas por el
ANTIGUO
DE CENIZA depósito de cenizas eólicas.
VOLCÁNICA

Este paisaje circunda y entorna al valle


sagrado de Tulipe, y en su vertiente exte-
rior occidental se encuentran los andenes y
la piscina 7.

En su parte superior, el corte de la carretera a Gualea muestra una capa reciente de ceniza volcánica de colo-
ración parda a gris amarillenta, de granulometría limo-arenosa a limosa cuya datación del C14 señala 1600 d.C.
La potencia de esta capa va de 15 a 40 cm., de acuerdo a la topografía del terreno. A menudo aparece con una
alternancia de ‘lentes’ o delgadas capas de lapillí blanquecino poco o nada alterados. En su parte superior se ha
ido desarrollando una pequeña capa orgánica de unos 20 cm. de espesor, resultante de la vegetación herbácea

30
GEOMORFOLOGÍA DE TULIPE

que ahí se genera. En su parte inferior, subyace una capa potente de más de 4 m. de espe-
sor de cenizas volcánicas antiguas de coloración pardo amarillenta intensa, con manchas
blancas y una granulometría arcillosa, fosilizada por el depósito de ceniza volcánica
reciente. Por su ubicación estratigráfica, esta capa no presenta características orgánicas.

En la entalladura del río Tulipe, debajo de esta capa aparece el depósito detrítico colu-
vio-aluvial, tipo cono de deyección-esparcimiento del río Blanco.

3- Morfodinámica actual

L a sustitución de la cobertura vegetal arbórea -por pastizales en las vertientes de las


colinas- ha determinado la presencia de fenómenos erosivos hídricos de tipo lami-
nar. Estos, al aumentar la pendiente y acentuarse en la estación lluviosa, evolucionan en
formas hídricas de naturaleza concentrada, comúnmente conocidos como surcos. Esta
situación se agudiza por la tala indiscriminada de toda la cobertura vegetal arbórea.

La presencia de agua subterránea en el estrato arcilloso, produce movimientos en masa


tipo soliflucción, determinando inestabilidad en los taludes de la carretera, como sucede
al pasar el puente sobre el río Tulipe con dirección a Gualea.

Las crecidas estacionarias de desbordamiento del río Tulipe afectan únicamente la


terraza aluvial baja, ventajosamente sin utilización agro-productiva. Pero, dependiendo
de las características de la estación lluviosa (años 1982-83, 1997-98), tales crecidas
excepcionales podrían afectar a la terraza media hidromórfica, al retomar el río Tulipe
su paleocauce abandonado.

La pequeña sinuosidad que describe el río Tulipe frente a la terraza baja, socava la base
de su cauce y da origen a un pequeño acantilado, el cual puede ser afectado frecuente-
mente por la caída de materiales del estrato superior, que podría afectar a la antigua carre-
tera a Gualea.

La actividad antrópica de relleno con materiales viales para ampliar la superficie cons-
tructiva de la terraza alta, está modificando las formas del relieve en detrimento de la
terraza media y paleocauce, que son niveles hidromórficos abandonados.

La falta de sistemas higiénicos, de recolección y de alcantarillado ha ocasionado que


la población se deshaga de los deshechos en el cauce del río, lo que produce la contami-
nación de sus aguas. Esta situación se ha agudizado por la presencia de criaderos de cer-
dos que afectan particularmente a la terraza media y al paleocauce abandonado, convir-
tiéndoles en una zona hidromórfica, foco de infección. Para contrarrestar estos problemas
se ha emprendido un proceso de concienciación y capacitación a cargo de un equipo con-
sultor contratado por el FONSAL; equipo que conjuntamente con la comunidad ha logra-
do implementar unas bases de ordenanza con carácter de obligatorias.1

1 El equipo consultor conjuntamente con la comunidad ha decidido entre otras cosas: conservar limpio todo el curso
del río Tulipe, guardar una franja de 20 m. sin desbrozar la vegetación en cada ribera del río, rescatar los materiales, téc-
nicas y sistemas constructivos de la arquitectura vernácula, eliminar los criaderos de cerdos cercanos al sitio arqueoló-
gico, arborizar las zonas vecinas del lugar, no permitir construcciones que superen los dos pisos de altura, manejar la
basura diferenciando la basura orgánica de la inorgánica, adornar las viviendas con vegetación y elementos culturales
propios de la zona etc. Esta decisión debe ser sancionada por el Municipio del Distrito Metropolitano para que tenga
el carácter de obligatorio y legal.

31
A
B

G
Capítulo XI
Excavaciones arqueológicas y
estratigrafía de Tulipe

Página anterior:
U na vez determinadas claramente las evidencias superficiales de las piscinas, tolas,
culuncos, petroglifos y otros elementos culturales existentes en la zona, se deci-
dió rescatar -mediante excavaciones en área y seguimiento de muros- uno de los vestigios
excavación arqueológica
y corte estratigráfico en
el centro ceremonial de
más representativos de lo que comenzábamos a definir como arquitectura religiosa de los
Tulipe.
yumbos: las piscinas o centro ceremonial de Tulipe.

La primera tarea emprendida fue la limpieza de la vegetación tanto en el interior como


en el exterior de esas estructuras. Este desmonte permitió constatar la intensa actividad
agrícola a la que había sido sometido el sitio durante los últimos años y, consecuentemen-
te, la considerable alteración de los diferentes muros. En efecto, muchas de las plantas de
café, aguacate, achiote, yuca, caña de azúcar, plátanos, etc., estaban sobre las paredes mis-
mas de las estructuras. En todo caso, según información de los propietarios de los terre-
nos, se había procurado dentro de lo posible, salvaguardar estos monumentos, especial-
mente de inescrupulosos buscadores de tesoros o huaqueros.

Cabe destacar la presencia de un gigantesco cedro en medio del sitio, salvado del des-
brozamiento de los bosques naturales de esta zona. Sus raíces se extendían como brazos
ondulantes entre las paredes de las primeras estructuras. Este árbol ha servido como punto
cero para la cuadriculación general del sitio monumental en las primeras etapas llevadas
a cabo por el Banco Central del Ecuador. En este estudio, el datum point -punto dato gene-
ralmente tomado como punto cero- se halla representado por un mojón de cemento acor-
de con el actual levantamiento topográfico.

Las excavaciones arqueológicas han tenido dos instancias muy importantes que con-
viene señalar: la primera desarrollada en 1980, que consistió en la apertura de varias uni-
dades de sondeo de 2 x 2 m. (20 en total) en diferentes puntos considerados como repre-
sentativos y estratégicos de la microzona.

El objetivo de estas unidades excavadas en profundidad era el de llegar a conocer y


familiarizarnos con la estratigrafía del sitio. Sus resultados fueron fundamentales desde el
punto de vista geológico, pues hacían ver que se encontraba en una zona en la cual las
erupciones volcánicas, probablemente del Pichincha y quizás del Pululahua, se habían
sucedido, al menos en quince oportunidades, acumulando sobre el territorio afectado más
de tres metros de arena y ceniza volcánica.

De aquellas veinte unidades, cinco (1, 2, 3, 4, 5) fueron excavadas en el exterior inme-


diato de las piscinas, mientras que las quince restantes se abrieron en sectores más aleja-
dos dentro de un área de 1 km. de diámetro. Todas estas unidades estaban orientadas
hacia el Norte magnético, y dentro del sistema de coordenadas cartesianas propuesto para
el sitio monumental. El objetivo de estas excavaciones era explorar y comprobar la
secuencia estratigráfica del lugar.

33
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Ubicación de las primeras 20 unidades excavadas en Tulipe (1980). Este gráfico es de Hólguer Jara Chávez.

Todas las unidades y en especial las más cercanas a las piscinas, presentaban a 0,60 m. de
profundidad -y en medio de vetas de arena- una capa cultural con algunos fragmentos
pequeños de cerámica burda y utilitaria, de difícil diagnóstico y filiación, aunque muy simi-
lar a la tardía de la Sierra. Se excavó solamente hasta los 3 m. de profundidad, debido a la
presencia de gigantescas piedras de antiguos depósitos fluviales.

Al excavar las unidades 13, 14, 15 y 17, en el sector suroriental correspondiente a la


parte aledaña a la tola Rosero, con sorpresa se descubrió por primera vez en esta zona la
existencia de una segunda capa cultural más antigua que la anterior. A 2,50 m. de profun-
didad apareció gran cantidad de cerámica del período Formativo Tardío, similar a la de
Chorrera y Machalilla en la Costa, y a la de Cotocollao en la Sierra. Este material fue estu-
diado en los laboratorios de la Universidad de Illinois (Estados Unidos de Norteamérica)
por John Isaacson, y sus resultados confirmaron nuestra primera interpretación.

34
EXCAVACIONES ARQUEOLÓGICAS Y ESTRATIGRAFÍA DE TULIPE

Cortes comparados de la estratigrafía general de Tulipe. Gráfico de Hólguer Jara Chávez.

Posteriormente, un similar trabajo de comprobación estratigráfica se realizó en el inte-


rior de las piscinas 1, 2, 3 y 4, que se hallan concentradas en el área monumental. Estas
excavaciones demostraron la ausencia de algunas de las capas superiores, identificadas
con mucha claridad en cada uno de los 20 pozos anteriores. Al parecer la tierra de aque-
llas capas había sido extraída justamente por los yumbos durante sus trabajos de excava-
ción y apertura de los recintos hundidos, y depositada en las partes externas, formando
una gran plataforma rectangular con un nivel más elevado en relación al de la superficie
natural del terreno circundante.

Conocida y confirmada varias veces esta secuencia estratigráfica, las excavaciones


arqueológicas entraron en su segunda instancia, que consistió en gran escala con el fin de
rescatar todos los posibles vestigios arquitectónicos. Dicha tarea se realizó en las tempo-
radas de 1980 (agosto y septiembre), llegando a liberarse una superficie total de 1.096 m2,
con una profundidad media de 0.70 m.

Por lo general, el primer elemento arquitectónico a investigarse en cada piscina era el


fondo o piso interno, pues su evidencia facilitaba determinar la profundidad hasta donde
debía excavarse. Paralelamente, se ubicó los lugares menos alterados y con mayor presen-
cia de vestigios superficiales, los cuales casi siempre correspondían a las esquinas internas
de las piscinas. En todos los casos, se pudo localizar el nivel del piso a una profundidad
media de 2,05 m. a partir de la superficie externa y periférica de estas estructuras. El piso
se caracterizaba por un pavimento heterogéneo de piedras pequeñas similares al ripio, aso-
ciado a una delgada capa de material ferruginoso muy endurecido por efecto de un proce-
so natural. La presencia de esta composición sólida es frecuente en la zona, especialmente
en aquellos sitios bajos donde se ha producido algún estancamiento prolongado del agua.

La técnica de excavación en área puso al descubierto, a más de dicho pavimento, una


serie de elementos nuevos que están asociados a la funcionalidad ritual o ceremonial de
35
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Arriba, evidencias que cada estructura. A medida que se extraían las


comienzan a aparecer capas superficiales de tierra, iban apareciendo
(muros de contención y sobre el piso cultural una serie de piedras dis-
rampa de acceso) con la
persas de manera caótica y a menudo asocia-
excavación arqueológica
en área. das a los paramentos de las piscinas. Estas pie-
dras habían colapsado y pertenecían a las hila-
Abajo, paramento das superiores de las paredes. Posteriormente,
inclinado de un muro de fueron reintegradas mediante un minucioso
Tulipe. Fotografía de análisis de restauración, conforme lo señala-
Inés Mantilla, 2002. ban las coordenadas.

Durante la liberación de aquellas capas, se pudo constatar también la presencia de ori-


ficios equidistantes de 0,20 m. de diámetro y 0,30 m. de profundidad, cada 2 m. de dis-
tancia aproximadamente. En un primer momento, se pensó en una posible asociación
arqueológica con las piscinas, pero posteriormente se comprobó que se trataba de hoyos
abiertos por los actuales colonos para la siembra de productos agrícolas. En general, las
mayores dificultades en la excavación arqueológica venían dadas justamente por las raí-
ces de árboles y plantas cultivadas. Sin embargo, el mayor impacto lo ocasionaban las lar-
gas y gruesas raíces del cedro, mencionado en líneas anteriores, pues se extendían entre
los muros de las piscinas 1 y 2, 3 y 4. A excepción de este, todos los demás árboles fue-
ron eliminados con el previo consentimiento de los propietarios.

Las paredes de las estructuras mostraban


un sistema constructivo sencillo de mam-
postería a base de piedras de río en bruto,
unidas con argamasa procedente de la capa
húmica, entonces superficial. Tenían una
ligera inclinación hacia el exterior lo que
favorecía sin duda su estabilidad. Los
cimientos no se diferenciaban de los para-
mentos vistos, y se encontraban a 0,20 m.
de los pavimentos culturales ya descritos.

Uno de los elementos arquitectónicos


más importantes de Tulipe, encontrado a 0,30
m. de profundidad, ha sido la red de canales
cuya función era la de conducir y distribuir el
agua a las diferentes estructuras. Estratigráfi-
camente, las paredes de estos acueductos se
encuentran cubiertos por una capa de arena y
ceniza volcánicas, es decir, en el depósito cul-
tural correspondiente a los yumbos que fuera
sellado por la erupción de 1660.

Este hallazgo obligó a que el área de excavación fuera ampliada, pues había que des-
cifrar las conexiones existentes entre las estructuras hundidas y todo el sistema hidráuli-
co. El seguimiento de sus evidencias ha permitido dilucidar lo que podría llamarse el sec-
tor de acometida y suministro del agua, aunque por razones de seguridad y conservación,
todavía no está definido el punto de captación. El flujo del agua viene desde el lado
Sureste, y probablemente su origen estaba en alguna de las numerosas vertientes situadas
en la parte alta inmediata al complejo o de algún pogyo por descubrirse.

Pese a todos los trabajos de investigación y a la observación constante, inclusive con


pruebas de agua almacenada en las piscinas en épocas lluviosas, no se ha logrado descubrir
ningún sistema de salida o drenaje artificial. El agua permanece almacenada durante la época
invernal mientras en verano desaparece por efectos de filtración por capilaridad. Solamente

36
EXCAVACIONES ARQUEOLÓGICAS Y ESTRATIGRAFÍA DE TULIPE

en la piscina 8, ubicada aproximadamente Evidencias de un


800 m. más al Norte, se evidencia claramen- acueducto descubierto
te el canal de evacuación o desagüe. con las excavaciones
arqueológicas en área.
La ausencia de drenaje o vaciado y por
el importante represamiento del agua en
las épocas lluviosas, nos lleva a una inter-
pretación de uso periódico de las piscinas.
Es decir, no todo el año cumplían una fun-
ción ritual; por el contrario, nos inclina-
mos a pensar que su función ceremonial
tenía lugar en épocas secas, quizá en días
festivos que coincidían con el recorrido
del sol y los solsticios de verano.

A partir del año 2001, el FONSAL re-


toma el proyecto en Tulipe, y con la exca-
vación arqueológica en área confirma
todos los datos señalados por la campaña
del Museo del Banco Central del Ecuador. Además de completar la excavación de las pis-
cinas 2, 4, y 8, amplió su investigación hacia toda el área del valle de Tulipe mediante son-
deos arqueológicos, pruebas de pala y excavación en profundidad, especialmente para
comprobar la existencia del material formativo.

Pruebas de lampa en el área circundante de Tulipe, en un radio de 1 Km.

37
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Corte representativo de la
estratigrafía del área
1- Estratigrafía de Tulipe
general de Tulipe (la
primera capa
blanquecina que se
aprecia en la fotografía
D e la observación y estudio de los diferentes cortes estratigráficos hechos en el
área de las piscinas y en sus inmediaciones, así como de los cortes de caminos
vecinales y derrumbes, se ha llegado al reconocimiento de siete depósitos diferentes,
corresponde a arenas tanto por su contenido como por su origen, formación, textura y coloración.
extraídas durante la
excavación y que se han
acumulado sobre la
Estas capas mantienen una superposi-
superficie). ción general definida en toda la zona de
Tulipe, aunque secuencialmente tienen
importantes variantes de espesor, consis-
tencia y caracteres especiales debido a los
accidentes topográficos del terreno. Se
han realizado pruebas de pala, sondeos,
excavaciones en profundidad e innumera-
bles recorridos a lo largo de los caminos
existentes entre las poblaciones de La
Armenia, Tulipe, Las Tolas, Las Islas, San
Francisco, Gualea y Pacto, que se encuen-
tran en el área circunvecina del Centro
Ceremonial de Tulipe.

Tratándose de un área extensa, entre


sector y sector se dan ciertas diferencias,
especialmente en la secuencia de los depó-
sitos o capas. De allí que al describir cier-
tos cortes empleamos y entendamos el tér-
mino ‘estrato’ como un conjunto de capas,
cuya presencia se debe a repetidas erupcio-
nes en un determinado período. Las diferencias secuenciales, inclusive de coloración, no
se diga de espesor, se deben fundamentalmente a las inclinaciones, declives y accidentes
topográficos de los distintos sectores. En todo caso, una minuciosa comparación de deta-
lles cruzados en los depósitos provenientes de diferentes lugares, permite una lectura
estratigráfica regional de Tulipe, que se sintetiza de la siguiente manera:

A- Capa A

C orresponde al suelo actual y se caracteriza por un alto contenido de humus y


limo, que alimentan tanto a la vegetación selvática de baja altura que todavía
queda en ciertos lugares de las quebradas como a la agricultura contemporánea de los
colonos recientes.

Este primer depósito -denominado también ‘humus 1’- tiene un espesor de 0.15 a 0.25
m., según la gradiente del terreno. Se trata de una arcilla arenosa de color marrón rojizo
(YR 3/4, en conformidad con el diagrama de coloración de tierras de Munsell).

B- Capa B

E l segundo depósito es de procedencia claramente volcánica y está compuesta de


ceniza, microlitos, vidrio y lapillí menudo, de color amarillento (10 Y/R 5/6). Su
deposición volcánica corresponde a la erupción del Pichincha de 1660, una de las más
catastróficas para la zona arqueológica del Noroccidente.

38
EXCAVACIONES ARQUEOLÓGICAS Y ESTRATIGRAFÍA DE TULIPE

Las principales erupciones del Pichincha


ocurrieron en 1533, 1558, 1560, 1575, 1577, Corte estratigráfico
1580, 1582, 1598, 1660, 1661, 1830, 1831, general de Tulipe.
estando mejor analizadas las de 1575 y 1660
(Hall, 1977: 68).

El espesor de esta capa varía entre 0.08 y


0.25 m., y su presencia es observable tam-
bién en sitios distantes del área monumen-
tal de Tulipe tales como Puerto Quito, Gua-
lea, Nanegalito, San Francisco y Nanegal.

Estas dos primeras capas, carecen de


evidencias arqueológicas especialmente en
las zonas que inalteradas por la actividad
agrícola actual.

C- Capa C

N uevamente aparece un depósito de


arcilla sedimentaria con mejores
cualidades húmicas que la primera. Las raí-
ces de la actual vegetación alta se alimen-
tan justamente de esta capa, a la que
hemos denominado ‘humus 2’.

Su espesor varía entre 0.20 y 0.80 m, y


tiene una coloración marrón negruzco
(5YF 3/2). Se caracteriza, a diferencia de
las anteriores, por una gran cantidad de
vestigios culturales, especialmente de
tolas, culuncos, petroglifos y cerámica
fragmentada cuya presencia hemos consta-
tado en toda la zona monumental.

Como resultado de la prospección del A. Capa cultural actual


C. Capa cultural Yumbo
bloque Pacto y por referencias orales de
O. Capa cultural formativo
campesinos agricultores y de ingenieros de
Obras Públicas, se conoce de la existencia
del depósito de la capa C en un territorio
mucho más extenso, característica común al
subtrópico quiteño.

En el interior de las piscinas se observan igualmente acumulamientos de esta tercera


capa sobre el nivel del piso o fondo. Su formación se dio por el acarreo de humus en el
agua de los canales de inducción y durante las lluvias invernales, que arrastraban toda
clase de sedimentos desde las partes altas de las colinas. Esto debió ocurrir en una etapa
anterior a aquella en la cual las erupciones del Pichincha depositaron la ceniza volcánica
y el lapillí de la capa B.

D- Capa D

C orresponde a un grueso depósito de arena, con sectores compuestos de mayor o


menor cantidad de ceniza, microlitos, vidrio volcánico y lapillí.

39
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Su coloración pardo-marrón varía en intensidad de acuerdo a la composición de la


ceniza. El espesor es mayor en la planicie de las piscinas (1.10 m.) y disminuye en los
terrenos inclinados (0.70 m.).

Esta arena tiene la propiedad de ser impermeable, razón por la cual los constructores de
las piscinas excavaron hasta los niveles de esta cuarta capa para lograr así el almacenamien-
to de agua sin mayor filtración. Por falta de evidencias y dadas las características geológicas
de textura, compactación y espesor, podemos afirmar que esta capa es culturalmente estéril.

El fondo o piso de las piscinas se caracteriza por la presencia de pequeñas piedras (0.05
a 0.10 m. de diámetro), desordenadamente dispersas y asociadas con unos pocos fragmen-
tos de cerámica. Estos materiales ocupan de preferencia el área central de cada estructura;
es decir, las zonas que probablemente tuvieron mayor uso en época de funcionamiento de
las piscinas. Se trata de un ‘pavimento’ que bien puede ser considerado como el ‘piso cultu-
ral’ de las estructuras, no en el sentido de una ocupación habitacional, sino en el de un piso
natural utilizado por el hombre como fondo de estos recintos semi subterráneos.

En la zona periférica, aledaña a las paredes, este piso ha sufrido un proceso de oxida-
ción y meteorización, hasta adquirir la forma y textura de una capa de 3 a 5 mm. de espe-
sor con un alto grado de compactación. El interés por establecer la naturaleza y origen de
esta capa llevó a tomar algunas muestras para su análisis correspondiente.

El análisis microscópico realizado en la Escuela Politécnica Nacional (GMR 84-103)


permite reconocer que los materiales primarios (vidrio volcánico, plagioclasa, magnetita,
anfíboles, etc.) han sido compactados por materiales secundarios, como el hidróxido de
hierro hidratado (Fe (OH)3. nH2 0) que varía hasta un óxido de hierro (Fe2 O3) que
guarda una semblanza con la hematites, lo que da compactación a los materiales mencio-
nados. Por lo tanto, la formación de esta capa en el fondo de las piscinas se debe a un pro-
ceso natural de oxidación.

E- Capa E

A l continuar excavando en profundidad, se localizó un gran estrato geológico for-


mado de varios depósitos o lentes, que se distinguen entre sí por ligeros cambios
de coloración dentro de gránulos de cenizas de clara procedencia volcánica.

Estas vetas pequeñas aparecen en forma desordenada pues, luego de desprenderse de


probables núcleos mayores, se dispersan ocasionando dificultades para su reconocimiento
estratigráfico, ya que pueden ser tomadas aisladamente en el momento de excavarlas, como
capas geológicas desarrolladas (G.H.I.). El espesor de este estrato es de aproximadamente
1,20 m. en la planicie donde se encuentran las piscinas, mientras que en las elevaciones cir-
cundantes varía de 0.80 hasta 1.50 m. No hay vestigios culturales en este estrato.

Para obtener un diagnóstico general de la estratigrafía en la zona de Tulipe, se ha


seguido el método de excavación en profundidad hasta los 4 m., en unidades de 2 por 2
m., tanto en el interior de algunas piscinas (piscinas 1, 3 y 5) como en el área circundan-
te. A esta profundidad, la investigación se ha cerrado por la presencia de piedras con gran-
des dimensiones dentro de una matriz de barro y roca firme metamórfica, cuyo color tien-
de al marrón rojizo (5YR 4/4).

La formación de la capa D y del estrato E debió tener lugar en las postrimerías del
período Formativo por las erupciones del Pichincha (31 Km. al Sureste de Tulipe)- cuya
caldera se orienta hacia el Noroccidente- o del Pululahua (30 Km. al Este de Tulipe),
hoy considerado inactivo.

40
EXCAVACIONES ARQUEOLÓGICAS Y ESTRATIGRAFÍA DE TULIPE

La estratigrafía descrita anteriormente, que se refiere básicamente a la zona de las pis-


cinas, se repite en las colinas circundantes inmediatas. Las variaciones de espesor obede-
cen únicamente al grado de inclinación del terreno.

Partiendo de las evidencias, se podía pensar que los únicos datos de estratigrafía cultural
se limitarían a la capa C o ‘humus 2’, asociado íntimamente con las piscinas y centenares de
tolas. De hecho, los materiales culturales de unas y otras, especialmente la cerámica, son
idénticos y pertenecieron al mismo pueblo constructor. Esta cerámica aparece en el interior
y en el exterior de las piscinas, en el relleno de las tolas y los alrededores, en el valle de
Tulipe y en las colinas circundantes, siempre ocupando la misma matriz geológica.

F- Capa J

E n la empinada ladera que se eleva inmediatamente al Sureste del sitio de las pisci-
nas (al que se integraba por medio de un graderío de piedra) hasta la tola denomi-
nada Rosero 1, se produce una sorpresa en la estratigrafía. En la base del indicado estrato
E y a 3.10 m. de profundidad no aparecen las anteriores gigantescas piedras ni la roca
firme metamórfica; por el contrario, se evidencia claramente una nueva capa húmica que
hemos denominado también ‘humus 3’. Se trata de una arcilla de color marrón oscuro
(5YR 2/2), de un espesor de 0,25m.

Esta profunda capa cultural fue ocupada por un grupo humano más antiguo que el de
las piscinas y de las tolas. La importancia de este hallazgo está confirmada por la existen-
cia de abundante material de cerámica y obsidiana, con rasgos y formas de clara filiación
formativa, y -en cuanto al elemento cerámico, a partir de una constatación personal- una
posible correlación con la del sitio arqueológico Cotocollao. Los estudios realizados en
la Universidad de Illinois, y particularmente por John Isaacson en sus trabajos de campo
de 1982, ubican esta cerámica en la tercera fase del período Formativo, es decir, en el
Formativo Tardío (1800 – 500 a.C.).

Para la arqueología ecuatoriana el descubrimiento de estos vestigios formativos en las


estribaciones de la cordillera Occidental es de gran importancia, puesto que evidencian
los nexos culturales entre la Costa y la Sierra ecuatorianas en períodos bastante tempra-
nos. La presencia de la obsidiana demuestra las hipótesis propuestas por especialistas que
hablan del tráfico de este material desde la Sierra a la Costa (Salazar, 1992: 119-20).

Finalmente, bajo esta capa J o ‘humus 3’, aparece una capa delgada de arena delezna-
ble en una matriz de roca firme metamórfica, y por consiguiente sin evidencias de mate-
rial cultural. Esta roca tiene una coloración rojiza y/o marrón (5YR 4/4 de Munsell); su
espesor no aparece expuesto de manera evidente y completa en sitio alguno.

41
Capítulo XII
El conjunto monumental
de las piscinas de Tulipe1

Página anterior:
E n términos de evidencias arquitec-
tónicas, las excavaciones han per-
mitido el rescate de las ocho estructuras
Conjunto monumental de las piscinas de Tulipe. conjunto monumental de
Tulipe. Vista general de
las cuatro primeras
hundidas que conforman este sitio arqueo- piscinas.
lógico, siete de las cuales se concentran en
el área nuclear y una octava a 500 m. más
al Noreste, dentro del valle de Tulipe.

Su estado de conservación, bastante alte-


rado por el paso del tiempo y la afectación
que ocasionaron las raíces de los grandes
árboles, exigía la aplicación de medidas ur-
gentes de conservación y restauración; de allí
que en base a las evidencias encontradas in
situ se procedió a recuperar la solidez y esta-
bilidad originales, tanto en las piscinas como
en todos sus elementos complementarios:
acueductos, rampas y muros circundantes.

En este capítulo se hace referencia a los


vestigios encontrados en el complejo en ge-
neral, y en las estructuras en particular. Para
el efecto, se ha establecido una clasificación
de los diferentes recintos semi subterráneos,
no en base a una tipología jerárquica entre ellos, sino tomando en cuenta a la forma y al dise-
ño que presentan. Tales factores diferenciadores son los que determinan la originalidad, esti-
lo y, en general las características únicas de este monumento arqueológico.

Las estructuras se clasifican según su forma en:

Semicirculares piscinas 1 y 3
Rectangulares piscinas 2 y 4
Cuadrada piscina 6
Poligonal piscina 5
Circular piscina 8
Cámara estructura 7 o baño inca

1 Cuando los investigadores Salomon, Isaacson y Jara (1978-1980) llegaron al sitio de Tulipe, encontraron que estos ves-
tigios arqueológicos conservaban el agua no sólo en invierno sino también en gran parte del verano, por lo que los actua-
les colonos o moradores ya les denominaban piscinas de Tulipe. En el presente estudio adoptamos el término.

43
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Piscina 1 de forma semi- Desde el punto de vista funcional y relacional, es importante señalar que las primeras
circular con sus rampas piscinas, las rectangulares y las semicirculares, ocupan en forma cuatripartita el área cen-
de acceso e inducción. tral del monumento constituyendo un grupo particular e independiente dentro del conjun-
to total. Las restantes, si bien tienen similares características constructivas, sus acueductos,
accesos y más detalles de forma, tamaño y diseño, parecen corresponder a otra función
dentro del mismo contexto.

1- Las cuatro primeras piscinas

P ara entender mejor la ubicación de cada una de las cuatro primeras estructuras, ten-
gamos en cuenta que este grupo se halla sobre una plataforma cuadrada que las encie-
rra. Dicha plataforma fue un replanteo del terreno y mide 54.50 m. por cada lado. Lastimo-
samente, el lado Sur ya no existe a causa de las dos construcciones habitacionales actuales.

Por otra parte, a nivel de la plataforma queda configurada una cruz horizontal, mientras
en sus espacios diagonales se hallan los cuadrantes ocupados por las cuatro piscinas. Aquí se
da una simbiosis de los dos elementos: piscinas y cruz. Las piscinas configuran la cruz, y la
cruz define las piscinas. Entre ellas se generan y condicionan mutuamente, conformando un
conjunto cuatripartito que funciona independientemente de las restantes estructuras.
EL CONJUNTO MONUMENTAL DE LAS PISCINAS DE TULIPE

A- Piscina 1
Ubicación de la piscina 1, en relación al
Ubicación conjunto de estructuras hundidas.

Esta estructura, la primera en investi-


garse (1980), ocupa el cuadrante surorien-
tal de la plataforma, o sea el ángulo Sureste
del conjunto cuatripartito. A su costado
suroccidental se halla su gemela, la piscina
3, con la cual comparte similares detalles
de forma, tamaño, orientación y elementos
de acceso e inducción del agua.

Forma

Se trata de una media circunferencia


con su lado curvilíneo dirigido hacia el
Suroriente, lo cual ha dado lugar a que los
campesinos la identifiquen como una
“media luna en estado creciente”. Esta inte-
resante comparación, se basa especialmen-
te en el hecho de que no se trata de un
semicírculo perfecto, sino que sufre un
ligero ensanchamiento en su parte central y
una tendencia a estrecharse o achatarse en uno de los ángulos (Suroeste), donde se unen
el muro curvo con el muro recto.

Dimensiones

La longitud de la pared recta es de 19 m., mientras que el radio varía entre 9 y 12 m.


debido al ensanchamiento del arco en el radio central, donde se alinean las dos rampas.
Su profundidad fluctúa entre 1.50 y 1.90 m. Su área total es de 314.16 m2.

Excavación

Una vez identificada plenamente la superficie de ocupación de esta piscina, las exca-
vaciones arqueológicas se orientaron en dos sentidos. Primero, a la apertura de algunas
unidades en profundidad para comprobar la estratigrafía tanto al interior como al exterior
de la estructura. Luego, en una amplia excavación en área como único medio para lograr
el seguimiento de los muros y más evidencias.

En cuanto a la estratigrafía, se comprobó que la secuencia es la misma de toda la zona: se


inicia con el depósito A o actual capa vegetal; sigue el depósito B o arena volcánica del año de
1660, continúa el depósito C o capa cultural de los yumbos, y avanza en profundidad una
serie de depósitos volcánicos y formaciones geológicas naturales, al menos hasta los 3 m.

Corte S4E2 - S16E2 de la piscina 1. Gráfico de Hólguer Jara Chávez.

45
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Evidencias de la piscina La segunda instancia de excavación, o liberación de evidencias arquitectónicas, fue rela-
1, antes de la tivamente fácil, pues muchos sectores de las piscinas –como en las esquinas- dejaban ver los
excavación. paramentos con su hilada más alta que coincidía con el nivel del piso cultural externo; deta-
lle de gran importancia, porque con esa información se ha obtenido la altura original de los
muros, según la evidencia. Esto se constituyó en el argumento para la restauración y conso-
lidación de los muros hasta la altura que hoy tienen, 1.80 m, incluidos sus cimientos.

En total se excavaron 40 unidades de 2 x 2 m., o sea 160 m2. que equivale al 40% de
toda la superficie de la piscina. El resto fue respetado, solamente liberándolo de la tierra
y basura acumuladas en los últimos tiempos, hasta devolverle lo más cercanamente posi-
ble su imagen y contexto originales.

Conservación

Pese a tantas causas naturales, como


erupciones, temblores, inundaciones y alta
vegetación, presentes por varios siglos, y
pese a causas antrópicas (desbrozamiento
de madera y cultivo de diferentes produc-
tos subtropicales, yuca, café, caña de azú-
car, etc.), se puede afirmar que el estado de
conservación es bastante bueno.

A partir de la excavación arqueológica,


se observó que los cimientos estaban intac-
tos, que las paredes conservaban casi todos
los sillares especialmente en los ángulos
internos de las rampas, que las hiladas infe-
riores permanecían in situ y, que todas las
evidencias de materiales, técnicas cons-
tructivas, tamaño y forma estaban absolu-
tamente claros.

Esto se debió quizá al hecho de que la


arena volcánica de la erupción del Pichin-
cha de 1660 y los constantes arrastres de tierra, provocados por los sucesivos inviernos,
cubrieron todos los muros y rellenaron la oquedad de la piscina, logrando proteger a todos
y cada uno de sus vestigios. Sin embargo, en el interior de la piscina y envueltas por la
arena volcánica, aparecían muchas piedras dispersas, pertenecientes a las hiladas superio-
res, estas sí muy alteradas por las mismas causas antes expuestas.

Antes de la excavación. Después de la excavación.

46
EL CONJUNTO MONUMENTAL DE LAS PISCINAS DE TULIPE

Arriba, paramentos
Después de la restauración. perimetrales de la piscina
1 en forma de muro de
contención.

Abajo, rampa de acceso


de la piscina 1.

Paramentos o paredes

Toda la pared perimetral aparece sóli-


damente implantada como si fuera un
muro de contención que sostiene las capas
exteriores de tierra. Sus piedras, prove-
nientes de las quebradas y ríos cercanos,
están colocadas con sus mejores caras poli-
gonales y lisas hacia el exterior, lo cual
permite que el paramento se muestre regu-
larmente homogéneo, compacto y estable.
Se nota un cuidado en el trabado de todas
las piedras; cuidado que debió requerir
atención, pues tratándose de piedras poli-
gonales, la exigencia de hacer coincidir las
juntas es sumamente compleja.

Conviene señalar que estas paredes no poseen un paramento interno; al menos no presen-
tan una cara definida o hiladas regulares de piedra como ocurre con el paramento visto. Por la
parte posterior sólo se rellenó con piedras deformes y de diferente tamaño procurando que
interiormente, en el núcleo del muro, se traben y ‘amarren’ con las piedras que se observan
externamente.

Rampas

De acceso. El espacio interno de la


estructura se adorna con dos elementos
que arrancan de la mitad tanto del muro
recto como del curvilíneo, y que se pro-
yectan hacia el centro de la piscina. Se
trata de dos rampas: una de acceso o des-
censo al interior, y otra de inducción por la
que llega el agua. Se encuentran frente a
frente, guardando unos principios de sime-
tría y equidistancia.

La rampa de acceso -que se conduce


desde el centro de la pared circular- está
compuesta por una escalinata de piedra de

47
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Rampa de inducción de siete gradas, de las cuales la primera coincide con el nivel superior de dicha pared, y las
la piscina 1, con su seis restantes descienden con dirección al centro de la piscina. De este graderío, la con-
acueducto. trahuella del escalón más alto coincide con el paramento curvilíneo del muro que circun-
da, mientras el escalón más bajo surge a 25 cm. del nivel del piso y a 4 m. de distancia de
la rampa de inducción.

Rampa de acceso de la piscina 1, antes y después de su restauración.

Todo el graderío mide 4 m. de largo por 1.70 m. de ancho, con una altura de 1.80 m.
en la parte superior, que corresponde a la profundidad de la piscina en este punto. Si bien
no todos los escalones aparecen simétricamente iguales, permiten el acceso. Cada uno
tiene, entre 50 y 75 cm. de huella por 0.30 cm. de contrahuella, aproximadamente.

De inducción. La rampa de inducción,


por su parte sale o se desprende del centro
de la pared recta. Sus dimensiones, a nivel
de cimientos, alcanzan 4 m. de largo por
1.70 m de ancho, mientras la altura, toma-
da hasta la base de su acueducto, varía entre
1.70 m. (punto de arranque de la rampa) y
1.50 m. (punto final de la rampa), lo cual
permite generar una inclinación bastante
importante para la fluidez del agua.

Técnica constructiva

El éxito alcanzado por los constructores yumbos en la estabilidad y larga permanen-


cia de estos monumentos, y particularmente de la piscina 1, está en la forma de trabar las
piedras tanto hacia el exterior (caras vistas) como hacia al interior (núcleo del muro). Se
esmeraron para que los lados, vértices o ángulos de las piedras se entrelacen, amarren y
ajusten entre ellas a fin de que ninguna quede aislada o independiente.

En los espacios vacíos de las piedras no adheridas, es decir de las juntas y llagas que
no habían logrado coincidir totalmente, se evidencia el uso de mortero a modo de sim-
ple relleno. Su consistencia es mínima y no muestra algún vestigio de desgrasante.

La otra técnica de excelente factura que ha impedido el colapso de estos muros y de


sus piedras, es la inclinación aplicada a los paramentos. Estos aparecen recostados hacia
atrás y no verticales o a plomada, como generalmente suele construirse cualquier pared
actual. Su inclinación es de 15º, pendiente fielmente calculada y cumplida, pues un ángu-
lo mayor podría ocasionar un ‘abombamiento’ y desliz de las hiladas inferiores, mientras
que un ángulo menor no sería capaz de contrarrestar los empujes y presiones de las capas
externas, y terminaría por ceder en la estabilidad de las hiladas superiores.

48
EL CONJUNTO MONUMENTAL DE LAS PISCINAS DE TULIPE

Piso Nivel del piso de la


piscina 1 con evidencias
El fondo de la piscina se caracteriza por un suelo más bien irregular que ha ido compac- de pequeñas piedras
tándose con el depósito de pequeñas piedrecillas, colocadas no con una técnica de empe- lanzadas probablemente
drado, sino lanzadas indistintamente desde el exterior. Esta actividad fue quizá realizada por en eventos rituales.
motivaciones rituales. En un ejercicio comparativo, anotamos que el caso de los cañaris y
de la laguna de culebrillas, a la que arrojaban objetos e inclusive pequeños animales hasta
hace pocos años atrás (comunicación personal del arqueólogo del sitio Cojitambo
Antonio Carrillo. Casa de la Cultura Ecuatoriana, núcleo Cañar) .

Originalmente, ese piso se extendía sobre un estrato de arena


volcánica y guardaba un declive de Sureste a Noroeste, sin
impermeabilizante alguno, facilitándose así la evacuación del
agua por simple filtración a través de las capas freáticas, ya que
esta piscina, como las otras del conjunto, no tiene un acueducto
de desfogue.

Actualmente, el fondo o piso cultural está protegido con un


relleno de 0.20 m. y conserva la misma inclinación, por lo cual en
tiempos de invierno, luego de saturarse el terreno, el agua se acu-
mula en el ángulo nororiental.

Acueducto Acueducto que llega a la piscina 1 a través de su


rampa de inducción, después de la restauración.
Luego de recorrer en sentido Suroeste-Noreste todo el trayec- Basado en el gráfico de Hólguer Jara Chávez.
to del sitio y de venir repartiendo el agua a las otras tres piscinas
de este conjunto cuatripartito, llega un pequeño acueducto por la
RAMPA DE
parte superior externa del muro recto hasta la rampa de inducción.
ACCESO
Por sobre esta rampa dobla a la derecha en ángulo recto de 90º y
RAMPA DE
desemboca directamente frente al graderío. Sus materiales, di-
mensiones y técnicas de construcción son similares a los emplea- INDUCCIÓN

dos en todo el monumento: cantos rodados delgados y lisos, cla-


vados paralela y verticalmente para formar las paredes, y otras pie-
dras del mismo tipo colocadas en el piso, de tal manera que se
forma una ‘U’ cuadrada entre paredes y piso.
FONDO DE
El alto de las paredes fluctúa entre 0.10 y 0.15 m; el ancho es LA PISCINA
más regular, 20 cm., justamente por tratarse de un pequeño canal
de paredes paralelas. La gradiente alcanza a 15º, lo cual resulta
bastante más fuerte que la del recorrido general del acueducto
(7º), y obliga a que el agua adquiera más velocidad antes de pre-
cipitarse a la piscina.
ACUEDUCTO

Funcionalidad
En el capítulo XX, se tienta una explicación sobre la función
que esta estructura cumplía dentro del conjunto o independientemente. Ahora señalamos
que no resulta plausible pensar en la estructura con fines de mero reservorio de agua, con
fines exclusivos de manejo hidráulico. Pensamos que, más allá de lo utilitario, esta, como
las otras piscinas, tuvo una función ligada a la sacralidad y ritualidad, es decir, a la cosmo-
gonía misma del pueblo yumbo.

Como obra civil, lo que actualmente los ojos de todo profano aprecian hace referencia
más bien a su atractiva forma geométrica y a sus especiales componentes arquitectónicos,
como son las rampas, los acueductos y paredes, estrechamente vinculados con una función
hidráulica, o sea con el agua. Sin embargo, luego de observar con detenimiento y comparar
con las otras piscinas dentro de un gran contexto, inclusive los más escépticos en el tema
ritual, terminan por asignarle alguna connotación astronómica, religiosa o ceremonial.

49
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Piscina 2 de forma B- Piscina 2 Ubicación de la piscina 2, respecto


rectangular con su
al conjunto monumental de las
acueducto, rampas de Ubicación estructuras hundidas.
acceso, e inducción.
Esta estructura, por su forma y tamaño
es gemela de la piscina 4. Está emplazada
en el cuadrante nororiental de la platafor-
ma cuatripartita; o, si se considera la orien-
tación general del monumento Noreste-
Suroeste, se halla bajo el brazo derecho de
la cruz, entre la piscina 1 y el río Tulipe.

Forma

A diferencia de la anterior con forma


semicircular, esta es una estructura geomé-
tricamente rectangular que sugiere la ima-
gen y función de las típicas piscinas actua-
les, razón por la que los campesinos del
lugar terminaron por imponer el nombre
de piscinas, como se señaló en la nota
explicativa al inicio de este capítulo.
EL CONJUNTO MONUMENTAL DE LAS PISCINAS DE TULIPE

Dimensiones Arriba, evidencias del


muro occidental de la
piscina 2 alterado por
Mide 19 m. de largo por 12 m. de ancho. Tiene una profundidad media de 1.80 m. Su las raíces de un cedro.
superficie es de 228 m2. Fotografía de Inés
Mantilla, 2002.
Excavación
En el centro, evidencias
El proceso de excavación de esta del muro suroriental de
estructura fue el más complejo y prolon- la piscina 2.
gado de todas. Luego de su limpieza
Abajo, lugar detectado
superficial, se comprobó que era la más como espacio de la
afectada, no sólo por las grandes raíces de piscina 2, en el que se
un cedro, sino por el manejo agrícola al encontraban plantas de
que había sido sometida mediante el cul- plátano, achiote y café.
tivo de frutales, achiote, café, caña de Fotografía de
azúcar, etc.2 Inés Mantilla, 2002.

Ya en el caso concreto de excavación,


previamente se tuvo que liberar a los ele-
mentos arquitectónicos de todas aquellas
largas y gruesas raíces, sumando a las
herramientas de los investigadores la
inusual sierra eléctrica. Luego, para ase-
gurarnos de la autenticidad de los datos,
se procedió a realizar varios sondeos en
los diferentes sectores de la piscina (al
interior, exterior, esquinas, paramentos,
posibles rampas, etc.), y se concluyó con
las excavaciones en área. Estas consistie-
ron en un seguimiento y liberación de los
muros y otros vestigios arquitectónicos.

Como es obvio suponer, la secuencia


estratigráfica estaba muy alterada y
revuelta debido a los arrastres de tierras,
hojarascas y otros depósitos durante
siglos, pero especialmente debido a la
remoción agrícola de los últimos 40 años.
No obstante, hacia al interior (0,75 m.) y
en determinados sectores menos vulnera-
bles (esquinas de los muros), la presencia
de los depósitos estratigráficos identifica-
dos en Tulipe era evidente. Allí estaba la
primera y removida capa vegetal, luego la
típica y amarillenta capa de arena volcáni-
ca de 1660 y, finalmente la capa de sedi-
mentos húmicos depositados sobre el
fondo cultural de la piscina en tiempos de
los yumbos.

2 A propósito del árbol -conviene recordarlo- tenía las raíces que se extendían abrazando a los muros hasta una distancia de
20 m. Fue el último ejemplar que, por iniciativa de su propietario el teniente Eustorgio Rosero, había quedado como testi-
monio de los grandes árboles que crecieron en toda la zona y que ‘irracionalmente’ fueron eliminados por los madereros.

51
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Fogón localizado en la El descubrimiento de un fogón localizado junto a la rampa de acceso, al bajar y del
piscina 2 junto al muro lado izquierdo, constituyó uno de los eventos más importantes de la excavación. Era una
nororiental. tullpa conformada por tres piedras que todavía conservaban las huellas de hollín, y cubier-
ta por una apreciable cantidad de ceniza (2 libras aproximadamente). Por su ubicación
estratigráfica (sobre la capa de ceniza volcánica) la consideramos posterior a los yumbos,
pero el hecho de estar dentro de la piscina significa que en algún momento esta estuvo
seca y sirvió para actividades domésticas de los actuales colonos.

Fogón localizado en el interior de la piscina 2.

Conservación

Antes de la intervención, la estructura se presentaba como una oquedad relativamen-


te definida en la que se acumulaba el agua de invierno, razón por la cual los habitantes del
lugar la identificaban como otra piscina. Las piedras, aunque dispersas, guardaban alinea-
mientos periféricos a la oquedad. Con las excavaciones, se descubrió toda la cimentación
y las primeras hiladas de los muros; las esquinas o ángulos internos permanecían hasta la
hilada más alta; y las rampas, escalones y acueductos estaban prácticamente in situ.

Pero, el hecho de que con la sistemática excavación se haya recuperado todos los ves-
tigios, no significaba que estos podían quedar expuestos y sin riesgo de sufrir otras y peo-
res alteraciones. En ese caso, habría sido preferible cubrirlos nuevamente. La lógica
impuesta, al menos en este sitio, fue la de
Evidencias de la piscina 2, después de la limpieza de la vegetación. investigar, excavar y restaurar sus eviden-
cias arquitectónicas hasta ponerlas en valor.
Se procedió con la consolidación de todos
sus elementos originales y la reposición de
las piedras desmoronadas.

La restauración de las rampas fue, sin


lugar a dudas, la tarea más complicada de
todo el monumento. Las piedras de la ram-
pa de acceso habían sido removidas y des-
plazadas por las raíces del cedro, dejándo-
nos un rompecabezas que exigió semanas y
semanas de análisis y discusión. La compu-
tadora en estos casos es el único medio que
la bendita tecnología nos ha dado para
52
EL CONJUNTO MONUMENTAL DE LAS PISCINAS DE TULIPE

Evidencias de la piscina 2, después de la excavación arqueológica La piscina 2 después de su restauración.

resolverlos, sin necesidad de manipular físicamente los elementos hasta cuando no este- Rampa de acceso de la
mos seguros de su originalidad, autenticidad, estabilidad y permanencia. piscina 2.

Rampas

Las rampas de esta piscina están ubica-


das, una frente a la otra, en el eje mayor o
muros que corresponden al ancho de la
estructura. Esta característica la diferencia de
las otras, inclusive de su gemela 4, en las que
dichos elementos se hallan en el eje menor.

De acceso. La rampa de acceso es un


graderío de siete escalones que desciende
desde la mitad del muro nororiental y que
se dirige hacia el centro de la piscina.
Mide 4 m. de largo por 2 m. de ancho.
Las huellas y contrahuellas de los escalo-

Rampa de acceso en planta y perfil occidental, piscina 2.

53
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Evidencias de la rampa nes originalmente debieron ser iguales, pero el tiempo, los efectos del medio ambien-
de inducción de la te, y las causas antrópicas recientes las han alterado. En todo caso, el promedio de las
piscina 2 (lado derecho huellas es de 66 cm. de ancho y el de las contrahuellas 30 cm. de alto. La restauración
de la fotografía).
aplicada a cada escalón corrigió varías anomalías que ciertamente generaban confusión
pero, en general, se ha optado por dejar la evidencia de algunas pequeñas deformacio-
nes previa consolidación.

De inducción. La rampa de inducción,


por su parte, se halla del otro lado, en el
muro Suroeste de la piscina. Es un elemen-
to de forma trapezoidal, bastante simétri-
ca, en el que la base mayor se asienta en el
piso y la menor en la hilada más alta. En
cambio, visto en planta, aparece como
una pequeña saliente rectangular que se
desprende equidistantemente de dicho
muro, formando ángulos rectos.

En esta rampa habían colapsado todas las hiladas superiores, riesgo que también
corrían las restantes. En este caso, puesto que las piedras estaban en su alrededor, se
procedió a restituirlas hasta donde señalaba la altura de la gradiente del acueducto,
este sí in situ.

Perfiles oriental y occidental de la rampa de inducción, piscina 2.

Técnicas constructivas

Al tener esta estructura una forma rectangular, todos sus muros, rampas y acueductos,
guardan una simetría, equidistancia y paralelismo. Sin duda esto es notorio y geométrica-
mente lógico.

Empero, lo que resulta más evidente quizá sean las técnicas constructivas de los cons-
tructores y especialistas yumbos. Los paramentos de las cuatro paredes aparecen con la
típica inclinación hacia atrás, mostrando así no sólo su solidez y estabilidad sino también
su originalidad y permanencia en el tiempo.

Los atributos y características de esas paredes se ven doblemente garantizadas con el


trabe de las piedras. Son cantos rodados tan poligonales que jamás se encuentra dos seme-
jantes o iguales, hasta el punto que cuando se pretende realizar un levantamiento altimé-
trico o un simple gráfico de las juntas y llagas de estos paramentos, se tiene la impresión
de estar dibujando una red totalmente desordenada.

54
EL CONJUNTO MONUMENTAL DE LAS PISCINAS DE TULIPE

Para que se presenten con esa peculiaridad estética, los yumbos manejaron e impusie- Evidencias del
ron ciertos parámetros constructivos que están presentes, por ejemplo, en esta piscina 2. acueducto original que
Entre otros, señalaremos el tamaño y forma de las piedras, que son bastante regulares; la avanza hacia la
rampa de inducción de
cara más lisa y plana hacia fuera; las aristas y bordes preferiblemente coincidentes; inter-
la piscina 2.
namente cada piedra debía estar trabada o ‘amarrada’ con otras que no se perciben; los
vacíos de las juntas no se rellenaban con piedras pequeñas o ‘pachillas’, como ocurre en la
arquitectura cañari, o con revoques de morteros, sino con argamasa que desde el núcleo
del muro, por presión de las piedras, sale hacia fuera.

Piso

No se encontró una evidencia muy clara de los pisos de esta estructura, especialmen-
te en el sector nororiental, donde las raíces del gigantesco árbol de cedro, se habían teji-
do como una verdadera red, alterando así cualquier vestigio de piso y de la secuencia de
la misma estratigrafía.

Aquí no aparece ese pavimento sedimentario y ferruginoso ni las pequeñas piedras


arrojadas al interior, como ocurría en la piscina 1. Sin embargo, por deducción lógica se
pudo definir el nivel del piso. Así, en torno a la rampa de inducción, se hallaban varias
piedras grandes que cayeron desde la parte alta; al levantarlas y restituirlas a sus hiladas
superiores, dejaron un nivel horizontalmente reconocible formado de tierra húmica que
se extiende por toda la piscina.

El último detalle es muy importante en este tipo de monumentos hundidos, cuyo


fondo o piso no fue tratado con algún pavimento especial, sino que simplemente se extra-
jo la tierra hasta una determinada profundidad, se ubicó la capa de arena menos fangosa,
y se niveló. Desde luego, un piso así debió exigir un mantenimiento periódico y sosteni-
do en tiempo de los yumbos.

Acueducto

El agua que llegaba a esta estructura, previamente


realizaba todo un recorrido impuesto por un diseño
cuidadosamente geométrico.

El acueducto avanza formando ángulos rectos y,


a través de una gradiente muy regular comienza o se
ramifica en 90º desde el canal que va a la piscina 1;
luego se prolonga 6.60 m. hacia el Noroccidente
sobre el brazo derecho de la cruz y dobla, otra vez
en ángulo de 90º, hacia el Noreste, hasta terminar
desembocando en la piscina 2.

En este tipo de recorrido, además del manejo téc-


nico evidente del líquido vital, subyace una probable
voluntad geométrica con fines estéticos y una inten-
cionalidad simbólica.

Funcionalidad

La integración material y formal de esta estructura a todo el contexto ceremonial, así


como la inclusión de los elementos arquitectónicos que caracterizan a las cuatro piscinas
de este espacio cuatripartito (rampas y acueductos), permiten deducir que también esta
cumplía con una función ligada a la sacralidad. En tiempos de invierno, cuando se acu-
mula el agua, se convierte en un espejo natural donde se refleja todo el firmamento tanto
diurno como nocturno.

55
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Piscina 3 de forma C- Piscina 3


semircircular. Rampas Ubicación de la piscina 3, con relación al
de acceso, inducción y conjunto de estructuras hundidas.
Ubicación
monolito.
Esta estructura hundida ocupa el cua-
drante Suroccidental del espacio cuatripar-
tito de las cuatro primeras piscinas.

Forma

Como la piscina 1, su gemela, esta tiene


la forma de una media circunferencia, por
lo cual los campesinos la identificaban
como “la otra media luna”, o también como
“las gemelas”. No obstante, observándola en
planta, se constatan ciertas pequeñas dife-
rencias quizá de precisión. Tal es el caso del
muro perimetral circular, que por algunas
deformaciones no se muestra como un
semicírculo perfecto. Esta anomalía se debe
EL CONJUNTO MONUMENTAL DE LAS PISCINAS DE TULIPE

Arriba, rampa de acceso


Ligeras deformaciones en el radio de las piscinas 1 y 3.
de la piscina 3. Al lado
izquierdo aparece la
arista superior del
monolito de esta
estructura.

Abajo, rampa de
inducción y su
acueducto, piscina 3.

a una ligera tendencia a achatarse en los extremos donde se une con el muro recto, mien-
tras que en la piscina 1 la tendencia era a cerrarse.

El rasgo de diferenciación más evidente entre estas ‘gemelas’, se encuentra en la ubicación


de las rampas, tanto de inducción del agua como de acceso al interior del espacio hundido.

La piscina 3 tiene la escalinata en el lado del muro recto, mientras la rampa de inducción
está en el lado del muro circular; es decir, todo lo contrario de lo que ocurría en la piscina
1. Sin embargo, en los dos casos las rampas parten de la mitad de los muros, una frente a la
otra, y se dirigen hacia el centro de la estructura, quedando el escalón más bajo a poca dis-
tancia del chorro de agua que descendía por el acueducto de la rampa de inducción.

Dimensiones

La pared recta (diámetro de una circunferencia imaginaria)


mide 18 m. de largo, y la pared circular (perímetro de esa media
circunferencia) alcanza 11.40 m. Su radio, que debería ser de 9 m.,
no rige en toda la semicircunferencia debido a un abombamiento
del lado circular en la zona de la rampa de inducción.

Según estas dimensiones, y aplicando la fórmula de la superfi-


cie de una circunferencia (¶r2 / 2), por ser una semi circunferencia
alcanza 163.36 m2. Estrictamente esta superficie se refiere al nivel
del piso o fondo de la piscina, pues si se consideraría la inclinación
que tienen ambos muros hacia atrás, podría demostrarse que la
superficie alta, definida por el borde de la piscina, sería mayor.

Rampas

De acceso. La rampa de acceso mide 4 m. de largo por 1.40


m. de ancho en la parte superior, y 1.80 m. en la base. Sus seis
escalones exentos tienen un promedio de 30 cm. de contrahuella,
lo cual suma 1.80 m. de alto. Aquí conviene considerar también
un séptimo escalón cuya huella coincide con la cabeza del muro
circular y su contrahuella (20 cm.) con la hilada más alta del
mismo.

De inducción. La rampa de inducción tiene 4 m. de largo por


1.60 m. de ancho en la parte superior, y 1.90 m. en la base. Tiene
una altura que varía entre 1.80 m (punto de arranque) y 1.60 m
(extremo final), lo cual permite que el agua fluya con gran preci-
pitación y probablemente ocasionando un ruido o murmullo al
golpear el chorro.
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Abajo, monolito de la Excavación


piscina 3.
Con la experiencia adquirida en la excavación de la piscina 1, la liberación de esta fue
menos compleja, pues tan pronto como se comenzó a limpiar, cuadricular, prospectar y
excavar, las evidencias surgían con absoluta claridad. Se hizo un seguimiento de los muros
mediante la aplicación de la técnica de excavación en área; todo esto a partir de unas
coordenadas cartesianas impuestas por un ‘punto cero’, cuya ubicación estaba en el tron-
co del viejo y gigantesco cedro, aproximadamente entre las piscinas 1 y 2.

Se excavaron 66 unidades de 2 por 2m. (264 m2) distribuidas de acuerdo a la presen-


cia de vestigios (muros, rampas, acueducto, piso y otros).

Aquí corresponde resaltar la presencia de una piedra de dimensiones importantes


(3.30 m. de largo por 1.50 m. de ancho en su parte central más abultada), que por ser
la única de este tipo en todo el complejo arqueológico, llama la atención de los visitan-
tes. Tiene muestras de haber sido tallada o
cortada con fines estéticos, especialmente
en su base y costado superior.

Este monolito vinculado a las piscinas


y a la densa vegetación que circunda el
sitio, presenta similitud con una gigante
hoja fitomorfa recostada. Procede del
mismo contexto geológico natural y se lo
dejo exprofeso en el interior de la piscina,
al lado derecho de la rampa de acceso.
Corresponde a un paleolecho del río
Tulipe, aunque no conserva el típico aca-
bado liso que caracteriza a los cantos
rodados de esta zona. En el capítulo XX,
se lo considerará como un elemento más
que corrobora la interpretación ceremo-
nial atribuida a las piscinas de Tulipe.

Conservación
Más que las causas naturales (derrumbes, lluvias, temblores, erupciones), han sido las
intervenciones humanas las que realmente han ocasionado severos daños a la integridad
de esta estructura. Esto se comprobaba a medida que avanzaban nuestros trabajos de lim-
pieza, sondeos y excavación. Se encontró evidencias de cultivos contemporáneos como
plantas de plátano, caña de azúcar, café y achiote en medio de piedras dispersas que en
cierto modo molestaban a la actividad agrícola.

Sin embargo, todas aquellas alteraciones no habían llegado hasta los cimientos y pri-
meras hiladas de los muros. Gracias a la cobertura de arena volcánica, arrastre de tierras
y acumulamientos periódicos de hojarasca, gran parte de los vestigios arquitectónicos
permanecían escondidos y preservados.

Luego de la excavación en área se comprobó que el estado de conservación estaba


en un 70%, especialmente en los ángulos que se forman entre el muro recto y el curvi-
líneo, entre estos muros y los arranques de las rampas, y desde luego en las hiladas infe-
riores. Por esta razón, su restauración se circunscribió exclusivamente a tareas de con-
solidación y restitución a su sitio original de las piedras colapsadas y que todavía per-
manecían junto a los muros.

58
EL CONJUNTO MONUMENTAL DE LAS PISCINAS DE TULIPE

Probablemente llame la atención a los


Evidencia de la piscina 3, después de la limpieza de la vegetación.
visitantes ciertos abultamientos de piedras
semi desprendidas que aparecen en deter-
minados sectores del muro circular. Se trata
de evidencias in situ que testimonian su esta-
do actual y que, luego de comprobar su
estabilidad, se decidió dejar tal como han
llegado hasta nuestro tiempo, aunque estéti-
camente no se manifiesten tan ‘atractivos’.

Algo que no se puede pasar por alto -y


que todos los visitantes observan y cuestio-
nan- es la presencia de una vivienda última-
mente construida a 2 m. de la piscina y sobre
el acueducto que a ella llegaba. Esta casa
compite agresivamente con el bien cultural Evidencia de la piscina 3, después de su excavación arqueológica.
ocasionando las obvias secuelas de tipo do-
méstico, pues su cercanía, y sobreposición
dificultan la conservación e integridad de los
vestigios. Frente a la arquitectura moderna y
al cotidiano accionar de la gente, en estos
casos el bien cultural siempre termina por ser
más débil, frágil y vulnerable.

Técnicas constructivas

La maestría de los constructores yumbos


aquí se repite una vez más. Tanto el muro
circular como el recto, e igualmente los
paramentos laterales y frontal de la rampa
de inducción, presentan la típica inclinación
hacia atrás en un 12% promedio. Todas las Piscina 3, después de su restauración.
piedras aparecen trabadas según sus caras y
volúmenes poligonales. Aquí se comprobó
también algo fundamental para la exitosa
estabilidad de este tipo de paredes: a medi-
da que las iban levantando, sus constructo-
res colocaban en el interior otras piedras
alargadas que se clavaban en los cortes de
tierra; de esta manera, la piedra externa o
vista quedaba amarrada por aquellas de las
partes posteriores o internas. En los vacíos
aparecen rellenos de mortero humedecido,
que de alguna manera contribuyen a la soli-
dez y a la compactación de la estructura.

Piso

Ya en el interior o fondo de la piscina, se descubrieron pocos pero significativos vesti-


gios de materiales sedimentarios y ferruginosos que, como se ha dicho, se forman por la per-
manencia de agua estancada y paulatinamente evaporada o filtrada hacia sus capas freáticas.

Sobre este piso, más natural que artificial, estaban algunos fragmentos de cerámica (13
en total) que probablemente bajaron arrastrados por los deslaves que se daban en tiem-
pos invernales.

59
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Presencia probablemente Además estos vestigios, el medio más eficaz para diagnosticar su verdadero nivel cul-
simbólica del monolito, tural, ha sido la presencia de piedrecillas depositadas (arrojadas) horizontalmente y que
asociado al piso cultural coinciden con el nivel de aquellos materiales sedimentarios y ferruginosos, importante
y cimientos de la rampa
detalle que ya se descubrió y comprobó en la piscina 1.
de acceso, piscina 3.

Esas piedrecillas no son lascas, sino pequeños cantos rodados que debieron ser reco-
lectados de los ríos y quebradas. No se trata -creemos- de un material traído ex profeso
para pavimentar el piso o fondo de la piscina; puesto que sus tamaños, formas y volumen
son mínimos (0.04 a 0,07 m.), y que al pisarlos fácilmente se mueven y no garantizan nin-
guna fijeza y estabilidad. Su presencia se debería más bien a actos rituales en los que al
echarlos al agua, esta ‘se despertaba y reaccionaba’ con sus típicas ondas concéntricas.
Para el pueblo shuar, por ejemplo, esta es la forma de ‘despertar’ al arutam o benéfico espí-
ritu del agua que a veces se queda ‘dormido’.

Acueducto

Esta es la primera de las piscinas del grupo cuatripartito en receptar el agua del peque-
ño canal matriz que viene desde el sector suroriental del valle. Previamente, este canal
matriz atraviesa la andenería alta del sitio y mientras
Evidencias del acueducto que conducía el agua a la avanza hacia las piscinas va ramificándose y distribu-
piscina 3. yendo el líquido sagrado de una manera planificada,
ordenada y hasta geométricamente diseñada.

La ramificación del acueducto o distribución del


agua obedece a una red hidráulica formada por una
serie de ángulos rectos cuya gradiente, pese a sus cam-
bios de direcciones, es muy leve y sostenida. En este
caso, del canal matriz se desprende o ramifica el acue-
ducto, primero con dirección hacia el Nororiente y
luego doblando en 90º hacia el Noroccidente, de
acuerdo a la ubicación y orientación de la rampa que
se introduce en esta estructura.

Actualmente, todo este canalito de acometida ya no existe; sus evidencias desaparecieron


mientras se construía la vivienda del señor Juan Quinga, propietario del lugar. Felizmente, el
Museo del Banco Central del Ecuador registró de manera detallada cada elemento del acue-
ducto y su vinculación con la piscina 3 (Jara, 1982).

Funcionalidad

Al tratar de interpretar la presencia de las piedrecillas acumuladas en el fondo de esta


piscina, así como de aquel monolito, surgen las preguntas respecto de su significado y fun-
ción. Ciertamente no cumplen con algún simple propósito cons-
tructivo, estructural o de tipo utilitario.

Concretamente, el caso del monolito parece “conmemorar un


acto mítico” como diría Mircea Eliade. Por las evidencias estrati-
gráficas, se constata que se halla ‘clavado’ en las capas culturales
del sitio, destacándose como un elemento especial. Su forma sim-
bólica se asocia con un significado ceremonial, ritual, probable-
mente fálico y de fecundidad, puesto que una piedra como esta,
entre tantas otras, “llega a ser sagrada, se halla instantáneamente
saturada de ser y, por el hecho de que su forma acusa una partici-
pación en un símbolo determinado o también porque constituye
la hierofanía, posee mana y conmemora un acto mítico” (Eliade,
1982:14), tema sobre el cual se hará referencia en el capítulo XX.

60
EL CONJUNTO MONUMENTAL DE LAS PISCINAS DE TULIPE

D- Piscina 4 Ubicación de la piscina 4, con relación al


Piscina 4 de forma
rectangular con sus
conjunto de estructuras hundidas.
Ubicación rampas de acceso e
inducción.
La piscina 4 ocupa el sector Noroeste
del conjunto cuatripartito, sobre el brazo
derecho de la cruz que conforman las cua-
tro estructuras. Está simétrica y equidistan-
temente ubicada al Sur de la piscina rec-
tangular 2 y al Oeste de la semicircular 3.

Forma

Igual que su gemela la número 2, esta


piscina es un perfecto rectángulo cuyo eje
mayor (largo) se orienta de Sur a Norte
con ligera inclinación al Este, siguiendo la
misma dirección del río y de todo el valle
de Tulipe; mientras el eje menor (ancho)
cruza de Este a Oeste con una pequeña
desviación hacia el Sur.
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Arriba, evidencias de la Dimensiones


oquedad de la piscina 4
luego de la limpieza de Esta estructura tiene 18 m. de largo y 11 m. de ancho, con una profundidad de 1.70
su vegetación.
m., considerando hasta el nivel del piso, pues la cimentación de los muros se introduce
Abajo, oquedad de la aproximadamente 20 a 30 cm. más. Estas dimensiones se diferencian ligeramente de aque-
piscina 4, antes de su llas que corresponden a su gemela.
excavación
arqueológica. Fotografía Excavación
de Inés Mantilla, 2002.
Esta estructura fue la última en excavarse de todo el conjunto (FONSAL, 2002). Se
comprobó mediante varios sondeos que su estratigrafía se repetía con las mismas caracte-
rísticas, alteraciones y secuencia que las otras.

En base a las experiencias acumuladas


se aplicó una técnica de excavación no por
niveles arbitrarios de 10 en 10 cm. que
siempre se había utilizado en Tulipe, sino
de liberación por capas. Es decir, una vez
eliminada toda la vegetación natural y
agrícola, se procedió a extraer la primera
capa de humus, cuyo espesor medio llega-
ba a 1.10 m.; luego, la segunda capa de
arena volcánica (0.25 m. de espesor) tan
evidentemente depositada por la erupción
del Pichincha de 1660; y finalmente, la ter-
cera capa de tierra vegetal o humus (0.45
m. de espesor) que se había sedimentado
sobre el piso de la piscina por efecto de
arrastres externos del agua.

Esta técnica de excavación por capas y


en área, si bien guardaba todas las normas
metodológicas de cuadriculación, recolec-
ción de los escasos fragmentos de cerámica
(19 en total), control estratigráfico, rescate de materiales constructivos, entre otros, resul-
taba mucho más comprensible, lógica y contextual. Desde luego, exige un conocimiento
absolutamente cabal del sitio, una evidente y diferenciada secuencia de la estratigrafía y
un control riguroso por parte del arqueólogo; caso contrario, podría poner en riesgo la
integridad y correcta interpretación de muchos vestigios.

Conservación

Luego de la limpieza de todos los ma-


torrales y restos de viejas plantas cultivadas
(achiote, naranjas, aguacates y caña de
azúcar), se obtuvo la imagen de un estan-
que cóncavo más o menos alargado y con
algunas piedras removidas sobre la superfi-
cie. Se trataba de los vestigios de una
nueva piscina, bautizada como la número
4. En opinión de varios campesinos, a esta
la conocían, por lo que, ellos fueron los
más sorprendidos ante tal descubrimiento.
Su aparente inexistencia se debió quizá al
hecho de estar retirada junto al río y de
haberse rellenado de tierra y basura,

62
EL CONJUNTO MONUMENTAL DE LAS PISCINAS DE TULIPE

durante los períodos invernales. La oquedad era mínima (0.40 m. en la parte central) y sus
capas freáticas ayudaban a un rápido proceso de secamiento o filtración.

El estado de conservación de esta piscina por tanto, era bueno, especialmente a partir
de los niveles internos, bajo los rellenos de tierra.

Con la excavación arqueológica, se logró liberar todos los muros, rampas y acue-
ductos, cuyas evidencias permanecían in situ en un 70%. El resto de este porcentaje
correspondía a las hiladas superiores de los muros largos y de la rampa de inducción
que se había desmoronado.

Piscina 4, después de la limpieza de la vegetación. Piscina 4 después de la excavación arqueológica.

El elemento mejor conservado fue el acueducto en sus Piscina 4, después de su restauración.


6 m. de recorrido, desde el punto de ramificación hasta el
inicio de la rampa. Este había permanecido prácticamen-
te intocado y en su interior todavía contenía la arena vol-
cánica amarillenta de 1660.

Con la restauración se logró consolidar todas las


zonas críticas que estaban en peligro de colapsar y,
simultáneamente, se reintegró las piedras caídas a las
hiladas superiores de los paramentos. Estas medidas se
aplicaron fundamentalmente en los sectores centrales
de los muros, pues las esquinas por su conformación y
trabe no habían sufrido mayor alteración.

Paramentos

En esta estructura, la inclinación de los paramentos es también la constante que carac-


teriza a la arquitectura del centro ceremonial de Tulipe. Las piedras -desde los cimientos
hasta el borde de la hilada superior- dejan ver una pendiente bastante regular de 10º hacia
atrás. El trabado de los cantos rodados y el relleno de barro en las zonas en las que no
coincidían las juntas, se adaptaron a esa inclinación, hasta el punto de garantizar la esta-
bilidad de estas paredes y presentar una agradable imagen estética de toda la estructura.

Un detalle que nos ha llamado mucho la atención, porque impone la diferencia con
las otras piscinas, ha sido la forma redondeada con que los yumbos construyeron la esqui-
na Noroeste de esta piscina. Dicha esquina no conforma exactamente un ángulo, sino
que desde los cimientos se levanta con una ligera pero clara tendencia ovoidal. Desde
luego, la proyección de los muros determina la existencia del ángulo recto de 90º, pero
físicamente no está y aparece redondeado.
63
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Arriba, rampa de acceso En opinión de R. Erazo, R. Andrade, e I. Mantilla (2002), esta deformación construc-
de la piscina 4. tiva fue intencionada y debió tener un significado especial, quizá de una posible señal o
algún direccionamiento. En efecto, en la búsqueda por sustentar tal hipótesis se han rea-
Abajo, rampa de induc- lizado varios experimentos, llegando a demostrar en uno de ellos, cómo un madero colo-
ción de la piscina 4,
cado en el centro de la cruz -durante las mañanas y en determinados días del año- pro-
antes de su restauración.
yecta su sombra justamente hacia esa esquina.

A estos detalles y eventos se los suele calificar como coincidenciales, negando total-
mente su posibilidad simbólica y ritual. En nuestro caso, no pretendemos anotarlos como
parte de una interpretación absoluta; no obstante, pensamos que una correcta experimen-
tación de esos detalles podría constituir un elemento válido de análisis.

Rampas

La orientación de las rampas, como ya se ha dicho, es un elemento diferenciador muy


importante entre las cuatro primeras piscinas. En el caso de esta estructura, las rampas
siguen un eje Norte-Sur con una inclinación hacia el Este (45º); mientras que su geme-
la, la número 2, lo hace con dirección Este–Oeste (45º hacia el Sur).

La rampa de acceso se desprende con


sus siete escalones desde el centro del
muro Norte, para encontrarse frente a
frente y a 3 m. de distancia con la rampa de
inducción que, contrariamente, ha arran-
cado desde el centro del muro sur.

De acceso. La escalinata mide 3.40 m.


de largo por 1.50 m de ancho. Sus escalo-
nes no guardan una equidistancia similar
en todas las huellas y contrahuellas, debi-
do a las alteraciones que sufrió durante
siglos, pero especialmente por la actividad
agrícola de las actuales generaciones.

De inducción. La rampa de inducción


mide 1.50 m. de largo por 2 m. de ancho
en la base o fondo de la piscina, 1.60 m.
en la parte alta, y 1.80 m. de altura. La
pendiente de su perfil hacia el interior de
la piscina está determinada por la gradien-
te del pequeño acueducto de piedra que
viene desde el lado Este.

Técnicas constructivas

Como en todas las otras estructuras, las paredes de la piscina 4 también presentan esa
típica inclinación de sus paramentos hacia atrás. Se trata de una suerte de forro de los cor-
tes o perfiles de tierra, que cuidadosamente los constructores yumbos elaboraron luego
de excavar toda el área de la piscina. Este simple adosamiento de cantos rodados que no
constituye por sí solo un verdadero muro de contención, al estar inclinado (10%) hacia
fuera, es capaz de contrarrestar la presión de las capas de tierra. La estabilidad estructu-
ral de las paredes se da entonces, una vez más, en esa inclinación bien calculada y, desde
luego, en el trabe de las piedras.

Al referirnos al proceso constructivo, hemos dicho que los yumbos primero excavaron
cada una de las fosas con sus respectivos elementos (rampas de acceso e inducción), según la

64
EL CONJUNTO MONUMENTAL DE LAS PISCINAS DE TULIPE

forma y diseño planificados, y luego forra-


ron con los cantos rodados los cortes perifé-
ricos de las fosas. Esto es muy cierto; lo
hemos comprobado en la secuencia estra-
tigráfica. En el caso concreto de esta pisci-
na, se dio una pequeña salvedad, cuya
explicación difícilmente podríamos imagi-
nar: ¿tuvieron otras ideas?, ¿es un olvido?,
o ¿decidieron construirlo así sobre la mar-
cha? No lo sabemos.

Ocurre que, cuando excavaron la fosa


original, no dejaron los salientes de tierra
para las rampas de acceso y sobre todo
para la de inducción. Estos elementos fue-
ron edificados artificialmente en su totali-
dad. Mientras se levantaban los paramen-
tos de piedra de toda la piscina se constru-
yeron también las rampas. Este detalle lo
comprobamos por el contenido de relleno
que se halla bajo la escalinata y al interior
de la rampa de inducción. Es un relleno
que no coincide con la secuencia estrati-
gráfica del sitio. En las otras piscinas era
evidente la continuidad horizontal y verti-
cal de las capas geológicas naturales que se
extienden hacia las rampas.

Piso

En esta estructura no se encontró evi-


dencias que señalen exactamente un ‘pavi-
mento’ o piso sobre el cual se almacenó el
agua o sobre el que caminaron las personas.
Sí estaban presentes, guardando una relati-
va horizontalidad, centenares de piedreci-
llas poligonales y lisas que debieron ser
arrojadas desde el exterior en actos rituales.

Estos vestigios eran más numerosos y


evidentes en el sector occidental de la pis-
cina. A medida que se avanzaba con la excavación hacia el otro sector, cercano al centro Arriba, pared occidental
de la cruz, se comprobaba que su presencia era menor. de la piscina 4 en la que
se aprecia la técnica
constructiva en la
Actualmente, esa capa que determinaría el fondo o piso cultural se encuentra recubier-
inclinación de sus
ta y protegida por una nueva capa vegetal de 20 cm. de espesor. paramentos.

Acueducto Abajo, evidencias de las


pequeñas piedras
El acueducto que conducía el agua a la piscina 4 guarda las mismas características de lanzadas al fondo de la
toda la red hidráulica del monumento. Está construido con piedras lisas y planchas de regu- piscina probablemente en
lar dimensión (0.20 m. de largo por 0.15 m de ancho, y 0.06 m. de espesor, aproximada- actos rituales.
mente), y que han sido colocadas cuidadosamente en las paredes y en la base del canal.

Aquí conviene señalar un detalle de singular importancia práctica y funcional: según


las evidencias encontradas durante las excavaciones arqueológicas de 1982 - cuando se
65
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Evidencias del acueducto investigaban las piscinas 1 y 3- y de 2002


que conducía el agua a -cuando se descubrían las estructuras 2 y
la piscina 4. Fotografía 4- el último día de funcionamiento de las
de Inés Mantilla, 2002.
piscinas el agua estuvo fluyendo hacia
esta piscina 4. Tal aseveración se basa en
el hecho de que en los puntos de distribu-
ción del agua o ramificación de los acue-
ductos, todavía estaban unas piedras que,
a modo de ‘reclusas’, cerraban el paso
hacia las piscinas 1, 2 y 3, mientras el
cauce de la Piscina 4 permanecía total-
mente abierto.

Funcionalidad

Por las evidencias encontradas, esta pis-


cina pudo haber sido la primera en ser visi-
tada o utilizada por los yumbos en sus ‘pro-
cesiones ceremoniales’ -si es que así se
daban los ritos- en torno al conjunto cua-
tripartito de estructuras.

Esta hipotética interpretación se basa


en el hecho de que el ingreso general a
todo el complejo se daba desde la orilla
derecha del río y por la parte central de la cruz formada entre las cuatro estructuras.

Al traspasar ese ingreso general de apenas dos escalones, que rompen al muro circun-
dante cuadrangular, se llega inmediatamen-
te a esta piscina cuya rampa de acceso es el Ubicación de la piscina 5, con relación al
elemento más cercano que invita a ser visi- conjunto de estructuras hundidas.
tado. Para el efecto, hay que subir aquellos
dos escalones y girar a la derecha donde se
encuentra la escalinata de siete gradas de
esta piscina.

E- Piscina poligonal 5 3

E n el extremo Suroccidental del


conjunto arqueológico se encuen-
tra la piscina 5, obra extraordinaria y
compleja por lo extraño de su forma y la
distribución del espacio hundido. Con
esta estructura los arquitectos yumbos
demostraron con maestría sus conoci-
mientos sobre un tipo de diseño sui generis,
así como un arte de plasmar sus símbolos,
probablemente de orden astronómico y/o
religioso, en obras complejas y poco
comprensibles para nosotros.

3 En las descripciones siguientes, no se seguirá el orden de exposición anterior (piscinas 1, 2, 3 y 4), dado que sus parti-
cularidades nos llevan a otro tipo de relaciones entre las partes que conforman las estructuras.

66
EL CONJUNTO MONUMENTAL DE LAS PISCINAS DE TULIPE

A primera vista, y en opinión compartida con varios y respetables estudiosos de la ico- Piscina 5, de forma
nografía andina (Simposio Internacional de Arqueología sobre Centros Ceremoniales poligonal con diseño
Prehispánicos, 2003), esta estructura sugiere la idea de una figura zoomorfa y estilizada, simbólico.
probablemente de un felino recostado, con sus extremidades recogidas y en posición de
acecho. De momento tratamos solamente de describir y resaltar el valor artístico o esté-
tico de esta obra prehispánica que, comparada con las otras piscinas del sitio, se destaca
con una presencia relevante. En la tercera parte de este estudio se retomará el tema.

La orientación general de esta estructura va de Suroeste a Noreste, acorde con la


orientación de todo el sitio y del valle mismo de Tulipe. Ocupa un área aproximada de
147 m2 y sus 20 lados se distribuyen formando siempre ángulos rectos.

67
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Técnica constructiva de
los paramentos Planta poligonal de la piscina 5 e identificación de sus 20 lados.
sustentada en el trabe de
los cantos rodados,
característica de la
arquitectura yumbo, en
el centro ceremonial de
Tulipe. Fotografía de
Patricio Cando García,
2004.

Las paredes de esta estructura presen-


tan la misma técnica constructiva que las
anteriores; es decir, mampostería de piedra
con juntas cuidadosamente escogidas para
que se unan o coincidan las aristas poligo-
nales de los cantos rodados. Este trabajo
debió haberles llevado mucho tiempo a los
constructores, pues no es fácil encontrar
piedras que se traben y calcen perfecta-
mente entre ellas sin someterlas a un talla-
do o cortado; más aún si se trata de cantos
rodados cuya estructura pétrea, cuando
recepta los golpes del cincel, tiende a frac-
turarse imperfectamente y en múltiples
con lascas o astillas. En todo caso, los inevitables vacíos de las juntas eran rellenados con
argamasa o mortero de simple barro amasado de tierra con agua.

Paramento de lado Nº 18 de la piscina poligonal en el que se demuestra el trabe de los cantos


rodados y el relleno de mortero en sus juntas. Gráfico de Hólguer Jara Chávez.

En los lados surorientales se encuentran tres elementos muy importantes que confir-
man precisamente la originalidad y rareza de esta piscina 5:

1- Entre los muros 14 y 20 arranca una pasarela o corredor elevado de 2 m. de ancho con
dirección hacia la parte central de la estructura formando una escuadra. A través de

68
EL CONJUNTO MONUMENTAL DE LAS PISCINAS DE TULIPE

ella, se puede llegar al centro sin nece-


sidad de descender al piso o fondo de la
piscina, pues su altura corresponde al
nivel superficial del área circundante.

2- Independientemente, pero asociado a


aquella pasarela, se encuentra el acceso
al interior de esta piscina. Es una escali-
nata de seis gradas, un tanto variables
en sus dimensiones (0.15 a 0.30 m. de
huella, y 0.10 a 0.25 m de contrahue-
lla), no simétricas, puesto que sus
dimensiones varían acomodándose a la
presencia de una gigantesca roca origi-
naria del lugar, curiosamente aprove-
chada para la construcción de los dos
primeros escalones inferiores.
Arriba, rampa o
3- El tercer elemento se refiere al canal de pasarela que se introduce
suministro de agua que alimentaba a hacia el espacio central
esta piscina. Su acueducto de inducción de la piscina poligonal.
desemboca directamente en el centro
del muro número 2, desde donde debía En el centro, escalinata
fluir el agua al interior; es decir, aquí no de acceso de la piscina
poligonal.
existe la típica rampa de inducción que
caracteriza a las piscinas del anterior Abajo, espejo de agua de
grupo cuatripartito. la piscina poligonal en el
que se refleja el
El acueducto nace en la estructura 6 y, firmamento y la
luego de recorrer en línea recta una distancia vegetación circundante.
de 15 m., desemboca en esta poligonal. El
agua debía llegar limpia, gracias a un proce-
so previo de sedimentación en la piscina 6.

Este último hecho, sumado a toda una


serie de particularidades de esta estructura
poligonal, hace pensar en que su función
era mas compleja que las demás; en ella se
conjugan varios elementos inéditos en la
iconografía y arqueología andinas: forma
de la piscina, su orientación, el reflejo del
firmamento con sus estrellas, la pasarela
central, etc. aunque, en nuestro criterio es
el agua el elemento fundamental que está
presente como símbolo de purificación y
componente del pensamiento arquitectóni-
co de ese pueblo constructor y creyente
(Haro, 1974: 23).

Varias circunstancias aparecen como


pruebas reales o argumentos teóricos para
señalar que esta estructura, al igual que la
piscina 6, fue construida posteriormente a
las del grupo cuatripartito. Hay evidencias
de ciertas modificaciones en los pequeños
muros de contención junto al río Tulipe,

69
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

readaptaciones efectuadas con los canales de acometida, y un cambio absoluto en la con-


cepción de su forma, diseño y función.

Comparando las piscinas rectangulares y semicirculares con este polígono de 20 lados,


se impone una categorización que puede ir desde la geometría relativamente sencilla
hasta el dominio de un símbolo complejo y nada común, quizá como muchos lo ven de
tipo zoomorfo. La perfección de una forma poligonal como la de la piscina 5, exige un
proceso previo en la mente para luego plasmarla en la realidad.

Además, la idea de construir una estructura especial en la que se diera una previa
decantación del agua, testimonia la gran importancia de esta poligonal. Desde el punto
de vista práctico probablemente la medida surgió ante la experiencia negativa que los
yumbos tuvieron por la acumulación de sedimentos en las otras piscinas. En cambio, el
agua que llegaba a esta piscina era limpia, precisamente por la purificación que recibía con
anterioridad en la piscina 6.

Piscina 5, evidencias antes de su Piscina 5, después de su Piscina 5, después de su


excavación arqueológica. excavación arqueológica. restauración.

El estado de conservación de esta estructura era excelente debido en gran parte a la


presencia de 20 ángulos rectos y a la inclinación de los muros hacia el exterior. La exca-
vación arqueológica en área permitió encontrar intacto el 85% de los muros, habiéndose
desmoronado solamente algunas piedras de la hilada superior.

Antes de nuestra intervención el espacio ocupado por esta piscina evidenciaba una
oquedad alargada en “forma de una batea” en palabras del Sr. Luis Burbano (+), propieta-
rio del sitio y hombre campesino de extraordinaria valía cultural, quien al constatar la
manera delicada como íbamos descubriendo esta obra de los yumbos conservada en su
propiedad, nos ofreció donarla en escritura pública.4

4 Anecdóticamente, tanto el Museo del Banco Central del Ecuador como el autor no aceptaron por razones éticas, pues el
patrimonio cultural no es transferible y debe permanecer bajo el cuidado de la comunidad.

70
EL CONJUNTO MONUMENTAL DE LAS PISCINAS DE TULIPE

F- Piscina 6 Piscina 6 de forma


Piscina 6 y su ubicación con relación al cuadrada. Esta
conjunto monumental de las estructuras estructura no tiene
E stá ubicada en el extremo Suroeste
del conjunto de estructuras y del
valle de Tulipe en general. Mide 8 m. de
hundidas. rampas de acceso ni de
inducción. Fotografía de
Patricio Cando García,
largo por 6.50 m. de ancho y 1.30 m. de 2004.
profundidad, orientándose en su eje ma-
yor de Sur a Norte. Lamentablemente, el
paso actual de la nueva vía Nanegalito-
Gualea-Pacto afectó su integridad y espe-
cialmente su forma que originalmente era
casi cuadrada (Jara, 1982). Hoy aparece
con una tendencia más rectangular. Efec-
tivamente, “en un momento de descuido”,
el tractorista que abría la carretera destru-
yó la pared oriental; no comunicó de este
hecho a las autoridades y técnicos compe-
tentes, sino que nerviosamente reconstru-
yó el muro aledaño a la carretera, modifi-
cando así la forma de esta piscina, de cua-
drada a rectangular.

Esta estructura se diferencia de las pis- Piscina 6 alterada por la apertura de la carretera Nanegalito-Gualea-Pacto.
cinas rectangulares anteriormente descri-
tas, por dos aspectos muy importantes:

1- Por la simplicidad de su construcción,


pues carece de los típicos elementos
arquitectónicos que componen a las
otras. Más parecería que se tratase de
un simple estanque con muros de pie-
dra en mampostería, sin rampas de
inducción o de acceso.

71
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Piscina 6 sale el acueducto que conducía el agua a la piscina 5.

2- Por su tipología funcional estaba encaminada, según las evi-


dencias, a sedimentar o purificar el agua que llegaba antes de
que continúe a la piscina poligonal número 5. Tanto el canal de
ingreso ubicado al Este (hoy desaparecido), como el de salida
al Oeste se encuentran en las hiladas más altas de las paredes.
Esto sugiere que, a medida que el agua se vertía en esta pisci-
na cuadrada (de 3 a 5 litros por segundo), el nivel debía ascen-
der paulatinamente hasta llegar a un punto en que no cabía
más; entonces rebasaba y salía por el otro acueducto occiden-
tal con dirección a la piscina 5.

Si la función de esta piscina 6 era la de sedimentar y purificar el


agua que desde su bocatoma venía arrastrando tierra y basura
vegetal, significa que la siguiente piscina hacia donde continuaba
el agua, debía tener una función mucho más importante.

Piscina 6 y su pequeño Tal afirmación sobre su función retenedora de sedimentos se sustenta en la siguiente
canal de evacuación que evidencia: la parte occidental externa de esta estructura presenta acumulamientos de tie-
conducía el agua a la rra que han sido depositados en diferentes momentos sobre la capa cultural C. Esta estra-
piscina poligonal.
tigrafía alterada artificiosa corresponde justamente a la extracción de sedimentos, consti-
tuida mientras se realizaban las limpiezas periódicas por parte de los cuidadores yumbos.

Respecto de las anteriores piscinas, esta se halla en una cota


Evidencias de la piscina 6 después de la limpieza ligeramente más alta (1.50 m.), lo que facilitaba el flujo del agua
de la vegetación agrícola.
desde esta piscina hasta la siguiente (número 5).

Las excavaciones en área realizadas en 1982 permitieron, entre


otras cosas, descubrir el piso o fondo de esta estructura en sus 56 m2
de superficie, con un nivel bastante horizontal y homogéneo. El piso
se evidenciaba por un pavimento de piedras menudas y redondeadas
(cantos rodados de 0.04 a 0.05 m. de diámetro), y por la formación
de aquella delgada capa de materiales ferruginosos que habían sufri-
do un proceso de oxidación. Este último fenómeno normalmente
ocurre en los sitios bajos donde periódicamente se estanca el agua,
para luego evaporarse dejando los sedimentos expuestos al sol.

Pese a la actividad agrícola a la que había sido sometida última-


mente (cultivo de plátanos achiote y caña de azúcar), el estado de
conservación de esta piscina era muy bueno, debido especialmente
al relleno de tierra que se había producido a lo largo del tiempo en
su oquedad hasta prácticamente hacerlo desaparecer. De esta

72
EL CONJUNTO MONUMENTAL DE LAS PISCINAS DE TULIPE

Baños incas en el
Evidencias de la piscina 6 después de su excavación Piscina 6 después de su restauración. contexto yumbo. Se los
arqueológica.
ha identificado con el
Nº 7 según el orden de
descubrimiento de las
estructuras en Tulipe.

manera, los muros permanecieron intactos. De allí que, una vez descubiertas las cuatro pare-
des y liberados más de 60 m3 de sedimentos, se procedió con la consolidación total.

Hoy, el espacio de esta piscina compite con la carretera, estando seriamente amena-
zado con el permanente trajín vehicular.

G- Estructura 7

Baños incas
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Arriba, baño inca de Incluimos a la estructura 7 en este acá-


Tulipe visto de Norte a Baños incas y su ubicación respecto al conjunto
pite por una razón secuencial numérica, y
Sur, con sus dos monumental de Tulipe.
por encontrarse junto a las anteriores pis-
cámaras y puerta de
cinas. Tan pronto como descubrimos el
acceso.
sitio se trató de identificar y diferenciar a
Abajo izquierda, uno de la vez a las ‘ocho piscinas incas’ que deja-
los baños de Ingapirca ban ver alguno de sus vestigios superficia-
en la provincia de les. A este vestigio le correspondió el
Cañar. Fotografía número 7, sin saber que su filiación cultu-
Nueva imagen de ral era distinta a la de las otras. Esta estruc-
Ingapirca 1995. tura, en efecto, es incuestionablemente
inca, tal como se demostrará en el Capí-
Abajo al centro y a la
derecha, baños incas en
tulo XXI cuando hablemos de la presencia
Pumapungo - inca en estos territorios.
Tomebamba, Cuenca.
Fotografía de Eugenio Hacia el extremo Sur de todo el con-
Marca. junto monumental y sobre las laderas por
donde pasan unos andenes o terrazas
arqueológicas, se encuentra la más peque-
ña de las estructuras: la número 7. Se trata
de un recinto rectangular de 7.10 m. de
largo por 3.90 m. de ancho, incluidos los
muros que lo delimitan. Está dividido en
dos pequeñas cámaras a las que se ingresa
a través de una estrecha puerta ubicada en
la esquina Suroccidental. Es un acceso de
0.60 m. de ancho y que coincide con tres
escalones que descienden al interior de la
primera cámara. Las jambas de esta puerta
de acceso las conforman el muro occiden-
tal y el extremo del muro sur.

Esta estructura de singular importancia


está asociada con una serie de muros de contención y con otros recintos probablemen-
te habitacionales que se asientan más hacia el lado Suroeste donde, parece ser, estaba
la aldea o población de Tulipe. Los elementos arquitectónicos que conforman su inte-
rior, hacen que se diferencie completamente de todas las piscinas anteriormente descri-
tas, pues son elementos que caracterizan a los denominados baños incaicos.5

5 Hemos tenido la oportunidad de descubrir, investigar y restaurar este tipo de estructuras de diseño foráneo en sitios reco-
nocidamente incas como son Ingapirca en Cañar y Pumapungo en Cuenca (Jara, 1983; Idrovo, 2000).

74
EL CONJUNTO MONUMENTAL DE LAS PISCINAS DE TULIPE

Las cámaras identificadas como baños incas son dos espacios cuadrados de 6.25 m2 Arriba, evidencias del
cada uno (2.50 m. de lado), y que se conectan entre ellos a través de una pequeña puerta sumidero, banco
periférico y boca del
localizada en el extremo noroccidental del muro divisorio.
acueducto en el muro
norte de la cámara 2.
He aquí algunos de los principales elementos o detalles que componen a la estructura
7 y que la diferencian radicalmente de las piscinas: Abajo izquierda,
hornacina de la cámara
1- En la parte central del piso de cada cámara o baño existe un espacio hundido en forma 2 en el muro occidental.
cuadrada a modo de un ‘sumidero’. A este sumidero lo rodea un borde de 0.50 m. de
ancho por 0.40 m. de alto, que sugiere, igual que en Ingapirca, haber servido de ‘asien- Abajo derecha,
hornacina de la cámara
to’, banco o apoyo para el bañista inca. Tanto el ‘sumidero’ como el ‘asiento’ están
2 en el muro Sur.
construidos con cantos rodados.

2- A cada uno de estos baños llegaba el agua por un pequeño canal de piedra subterrá-
neo, cuya boca de salida está en el centro del parámetro del muro nororiental y a 0.90
m. de altura sobre el nivel del banco o asiento.

3- Varias de las paredes de esta estructu-


ra están construidas con doble para-
mento; es decir, son paredes con dos
caras, mientras -recuérdese- los muros
de las piscinas tienen sólo un revesti-
miento de piedras adosadas a los cor-
tes de tierra.

La evidencia de las paredes no desmo-


ronadas y el volumen del material lítico
disperso a su alrededor, nos permiten
deducir que la altura de estas cámaras o
baños debió superar la estatura de un hom-
bre adulto (1.80 a 2.00 m).

4- El elemento diagnóstico más llamativo de esta estructura, que apoya la idea de filia-
ción incaica, es el relacionado con la presencia de dos nichos u hornacinas ubicados
en los muros norte y occidental de la segunda cámara del baño. Ciertamente, la forma
de estas hornacinas más que trapezoidal tiende a ser rectangular, quizá porque los can-
tos rodados no se prestaban para esos detalles, pero es innegable la evidencia de los
dinteles, jambas y el fondo que caracterizaban a este tipo de nichos o falsas ventanas.

Conviene señalar que estos dos muros donde se hallan las hornacinas no habían sufri-
do ninguna alteración quizá por encontrarse adosados a los cortes de tierra, abiertos antes
de la construcción; mientras las otras paredes especialmente las autónomas (de dos para-
mentos), sí han perdido sus hiladas superiores.

75
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

5- A nivel del piso o ‘sumidero’ y en la parte central del muro occidental, confluyen dos
pequeños conductos subterráneos formando una ‘Y’. Su función era la de evacuar el
agua para que no se quede represada en el sumidero. El seguimiento de estos desagües
y de todos los canales de alimentación constituirá una incógnita hasta que los terrenos
de este sector puedan ser liberados, mediante una negociación justa con los señores
propietarios y se proceda con excavaciones en área.

Planta del baño inca con sus dos cámaras y detalles.


1 1

8
2
7 6
2
3 2

3 1 Acueductos de ingreso
2 2 Bancos periféricos o apoyos
2 3 Sumideros
4 Ductos de evacuación o salida
2
5 Acceso a las cámaras
7 6 Muro divisorio de las dos cámaras
5 7 Hornacinas
CÁMARA 2
8 Muro de contención que continúa
4 CÁMARA 1 hacia el lado suroriental

Las últimas investigaciones etnohistóricas y arqueológicas nos hablan cada vez con
mayor seguridad de las incursiones incas en la zona noroccidental de Pichincha. Para
nosotros, esta estructura 7 es una evidencia de la presencia de los cuzqueños en Tulipe,
aunque en las escasas excavaciones arqueológicas no se haya encontrado material cerámi-
co claramente definido de esa cultura dentro de la estructura.

Los incas sí llegaron y estuvieron en el centro ceremonial de Tulipe; caso contrario,


¿cómo interpretar la semejanza de esta estructura con los edificios típicamente incaicos? Los
elementos arquitectónicos y su distribución, tanto espacial como funcional, corresponden
al estilo inca, aunque disten del grado de ‘pureza’ característica de la arquitectura incaica
(piedra no tallada, mucho menos almohadillada, hornacinas no muy trapezoidales, etc.).

Según nuestro criterio, la construcción debió darse de una manera rápida y, quizá, sin la
presencia directa de los arquitectos incas. La mano de obra pudo haber sido local; de allí, el
gran parecido de los paramentos de estos baños con los de las piscinas. Además, debemos
tener en cuenta que los yumbos fueron un pueblo viajero y ‘comerciante’ por excelencia,
antes y durante la Colonia. Por esta razón, intercambiaron sus productos en la Sierra, y
habrían adquirido como contraparte no solamente las herramientas necesarias y los alimen-
tos propios de altura, sino también ciertos elementos de esa nueva sociedad cuzqueña, espe-
cialmente los relacionados con la arquitectura.

Los yumbos debían conocer muy bien la arquitectura inca. La apreciaron en Quito, y
seguramente en El Callo, Caranqui, Tomebamba, Ingapirca, etc., sitios en los que se cons-
truyeron ‘palacios’ para los estratos altos de esa nueva sociedad. De modo que los locales
distinguían muy bien entre sus técnicas y diseños constructivos, y las técnicas y diseños
incas. En esta estructura 7, se utilizó mano de obra y tecnología yumbo pero con estilo y
diseños incas.

76
EL CONJUNTO MONUMENTAL DE LAS PISCINAS DE TULIPE

Baños incas, evidencias antes de su excavación Baños incas, evidencias después de su excavación
arqueológica. arqueológica.

Por otra parte, topográficamente estos


Baños incas después de su restauración. baños no se integran al área central del
monumento yumbo, sino que aparecen
como una construcción diferente y extra-
ña; dan claramente la idea de haber sido
construidos al margen de aquel espacio
original. Podría decirse que están fuera de
contexto, a modo de un añadido foráneo.

Su función bien pudo ser múltiple: fines


rituales o ceremoniales, uso exclusivo de la
jerarquía inca, control del flujo del agua
que corría por el acueducto hacia las pisci-
nas, etc. Este tipo de estructuras de dos
cámaras -edificadas especialmente para
cumplir aquellas funciones- no es raro en
las construcciones hidráulicas del área
surandina del actual Perú. Allí es común
encontrar los sistemas de canales dotados
de cochas (tanques o pozos), cerca de las
bocatomas, para contener una cantidad de
agua suficiente que permita para regular el
flujo en los canales. Es posible que la estructura 7 y otras construcciones aledañas que allí
existían, según informes de personas mayores, al encontrarse en un nivel más alto que el
de las piscinas, cumplieran una función similar: se levantaron en el breve tiempo de los
incas, para el control del agua que fluía hacia las piscinas.

Nuestra interpretación más bien se pronuncia por una función ritual de estos baños.
Los incas se integraron al espacio sagrado del valle de Tulipe y construyeron o mandaron
a construir su propio recinto de purificación. Se podría decir que ellos respetaron el espa-
cio sagrado, los templos hundidos de las piscinas, y la simbología implícita: no los destru-
yeron ni edificaron sobre ellos, como ocurrió en Ingapirca sobre las construcciones caña-
ris, o Tomebamba sobre Guapondeleg.

77
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Piscina 8 (en proceso de Con esta ocupación del espacio, los incas quisieron imponer su jerarquía mediante la
excavación y construcción de ‘baños purificatorios’ en un nivel topográfico más alto que el de las pisci-
conservación). nas, precisamente al inicio del recorrido del agua. En otras palabras: el líquido sagrado se
manejó con prioridades jerárquicas: debía pasar primero por el espacio inca y luego avan-
zar hacia el de los ‘súbditos’. Cuando los yumbos se percibieron este elemento de impo-
sición, probablemente ya fue tarde para pedir alguna rectificación. Su condición de
comerciantes exitosos, negociadores efectivos y hombres ‘realistas’ frente a la superiori-
dad bélica de los conquistadores -creemos- les condujo a superar o sublimar cualquier
acto de rebeldía en contra de aquellos cuzqueños.

H- Piscina Circular 8

P or su emplazamiento circular y detalles arquitectónico-simbólicos, esta es otra de


las joyas de la arquitectura yumbo. Se encuentra a 500 m. en línea recta, hacia el
Noroccidente del conjunto monumental anteriormente descrito, ocupando el espacio
final del pequeño valle de Tulipe.

En este sector, las colinas laterales que definen el valle se acercan entre ellas y confor-
man una estrecha garganta, por donde el río se esconde y se precipita en su recorrido
hasta encontrarse con el Alambi y luego con el Guayllabamba.
EL CONJUNTO MONUMENTAL DE LAS PISCINAS DE TULIPE

El punto central o núcleo de este sitio se halla a 1470 m.s.n.m., es decir, 7 m. más bajo Espacio correspondiente
en relación a las otras estructuras. Las coordenadas absolutas marcan 0°0´05” de latitud y a la piscina circular
antes de la excavación
78° de longitud.
arqueológica.

A diferencia de las otras piscinas, esta todavía permanece en medio de una vegetación
riquísima, alta y tupida, donde prevalecen los helechos, palmas, tiniches, y sobre todo las
gigantescas y bellas guadúas; de tal manera que, llegar a esta estructura constituye una
grata sorpresa e inspira recogimiento, tranquilidad, paz y conexión con la naturaleza.

Desde 1979, se la conocía como la “piscina de las guadúas”, pues sus vestigios de piedra se
hundían y entremezclaban con la enmarañada vegetación subtropical predominantemente de
guadúas y las raíces de un enorme cedro. Tal situación, sumada a la molestia de mosqui-
tos, bichos y serpientes, impedía el acceso para observar con claridad todas sus eviden-
cias superficiales. No obstante, en algunos veranos prolongados, la oquedad de la piscina
quedaba seca y ligeramente visible. Justamente en uno de esos veranos (1980) Frank
Salomon y el estudiante de geología Erickson Clark levantaron un gráfico aproximado de
este monumento, logrando determinar una forma circular de doble muro.

En el año de 2001, el FONSAL realizó el levantamiento topográfico de todo el valle


y ubicó con precisión el contexto natural y cultural de esta piscina.

Se trata de una estructura cuyas dimen-


siones se deben calcular en base a elemen-
tos vinculados con la figura geométrica cir-
cular, es decir, con el radio o el diámetro:
tiene 9 m. de radio o 18 m. de diámetro,
ocupando por tanto una superficie de
254.47 m2. Su dibujo en planta, previo a la
excavación arqueológica, dejó ver una figu-
ra aparentemente distorsionada y no com-
pletamente circular. Esto se debe a las incli-
naciones y deformaciones de las hiladas
superiores de los muros, causadas por las
raíces de las guadúas, el ingreso de ganado
y obviamente por el paso del tiempo. Sin
embargo, cuando se procedió a la excava-
ción sistemática, poco a poco iba desapare-
ciendo toda duda, pues en los niveles infe-
riores de las primeras hiladas o cimientos,
se demostraba que la intencionalidad de los
constructores yumbos era plasmar perfecta-
mente la forma circular.

En todo caso, esas pequeñas deformaciones que denuncian las vicisitudes por las que
ha pasado el monumento a través de los siglos, no han sido corregidas por la restauración
y aún subsisten. Únicamente en las partes más críticas con amenaza de inestabilidad y
posibles colapsos, se ha procedido a restaurar, siempre guardando el máximo respeto por
su estado actual y evidencias in situ.

Si se tuviera que comparar esta estructura con algún elemento conocido, tendría que
ser, según los campesinos del lugar, con una gran batea o bandeja circular, en la que los
paramentos circundantes se inclinen hacia el exterior, ya que las paredes no se construye-
ron ‘a plomada’. Esta forma geométrica, presenta en consecuencia dos superficies: una
menor, que coincide con la base o fondo de la piscina, y otra mayor, que corresponde a
la orilla o bordes de la piscina.

79
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Arriba, plataforma Su presencia general está dada por dos muros de diferente altura que recorren juntos
central o islote, núcleo de y paralelamente adosados todo el perímetro circular. El más alto es el externo y el más
la piscina circular. bajo está al interior a modo de un gran escalón o asiento. Este segundo muro se halla 60
cm. más bajo, mientras el primero define toda la periferie externa de la oquedad, dando
Abajo, evidencias de
cuatro de los cinco la idea de un anfiteatro circular. Entre sus principales elementos -además de aquellos
anillos concéntricos de la muros que por sí solos ya son impresionantes- se destacan: una plataforma central a modo
piscina circular. de islote, una rampa o pasarela que accede a ese islote, un acueducto de ingreso del agua,
un canal de evacuación y dos puertas pequeñas que rompen el círculo del muro mayor.

La plataforma central o islote

El primer elemento que llama la aten-


ción al llegar a esta piscina es un pequeño
montículo cónico truncado que, a modo
de un islote o torrecilla, ocupa el centro o
núcleo de la estructura y que se vincula
con el exterior a través de una pasarela o
rampa estrecha.

Este montículo está forrado de piedra


según la misma técnica constructiva de los
otros muros, aunque denota un mayor cui-
dado de parte de sus constructores, tanto
en la selección de los materiales como en
la forma de trabarlos. Esa prolijidad permi-
tió contrarrestar los empujes del relleno
interno, evitar su erosión por el agua acu-
mulada en la piscina y garantizar la estabi-
lidad general de sus paredes.

La plataforma tiene 2 m. de diámetro,


pero la base sobre la que se asienta todo
el montículo truncado alcanza a 3 m.
debido a su forma cónica; su altura es de
1.50 m. a partir del fondo de la piscina,
0.60 m. menos con relación al nivel exter-
no, pues tres escalones descienden desde
la periferia hasta el nivel de la rampa y de
esta plataforma.

El núcleo o punto central de este islote


plataforma constituye también el centro de
toda la piscina y de una serie de cinco ani-
llos que emergen hacia el exterior, forma-
dos por los muros y delimitaciones perifé-
ricas de la estructura.

El piso cultural se caracteriza por la


presencia de pequeñas piedras dispersas
horizontalmente y que todavía ocupan
su nivel original. Se trata de las mismas piedritas (0.08 m. por 0.06 m. aproximada-
mente) que aparecieron en el fondo de las piscinas rectangulares y semicirculares
antes descritas. Su testimonio arqueológico es de gran importancia para determinar
los niveles del piso cultural, así como para calcular la profundidad de los cimientos y
la altura de las paredes.

80
EL CONJUNTO MONUMENTAL DE LAS PISCINAS DE TULIPE

Rampa o pasarela interna de acceso Pasarela central de la


piscina circular, después
Para llegar al elemento central, se dispone de un acceso singular: una estrecha y alar- de su excavación
gada rampa que a modo de pasarela o andarivel parte desde un punto perimetral de la pis- arqueológica.
cina y se dirige en sentido Occidente-Oriente hasta unirse con ese islote.

Inicia su recorrido con tres pequeños escalones de 0.60 m. de huella y 0.15 m. de con-
trahuella, y luego se prolonga 6 m. hasta el centro del monumento. El piso de la rampa
y del propio islote está 0,60 m. más bajo con relación al exterior de la piscina. De estos
tres escalones sólo el tercero es autónomo, mientras los otros dos coinciden en sus con-
trahuellas con los paramentos de los muros circundantes.

Un corte transversal de esta rampa deja


ver la forma de un trapecio regular asentado
sobre el piso horizontal de la piscina. La
base mayor mide 1.30 m. de ancho y la base
menor (por donde se camina) 0.90 m. La
altura vista alcanza 1.20 m., a los que hay
que sumar también los 0.30 m. que se hallan
enterrados como cimientos. Los paramentos
se muestran claramente inclinados en unos
10º configurando esa forma trapezoidal de
un muro autónomo y no de contención.

Si se continúa con la descripción geo-


métrica de este elemento, diríamos que se
trata de un radio que materialmente une la
periferia con el núcleo de una circunferen-
cia, y que su ubicación y dirección guardan
algún significado quizá astronómico-sim-
bólico de especial importancia como se
verá más adelante.

El estado de conservación de este ele-


mento, pese a ser independiente (no de
contención) y de encontrarse en medio de
un espacio en el periódicamente se acumu-
laba el agua, es muy bueno. Junto a sus pri-
meras hiladas se encontraron todas las pie-
dras que se habían caído de las partes altas
con lo cual se tenía una clara lectura sobre
los desmoronamientos y su proceso de res-
tauración.

Acueducto de ingreso

Tanto el arranque de la rampa o pasarela, como el acueducto que traía el agua a la pis-
cina 8 se hallan en el costado occidental del perímetro, separados extrañamente sólo por
1 m. de distancia, cuando en las otras estructuras se constató que la llegada del agua esta-
ba al frente o lado contrario de alguna escalinata o acceso.

Conforme se puede comprobar en los levantamientos gráficos anexos, aquí el acue-


ducto se encuentra en el sector Oeste obligando a que el agua realice un desplazamiento
primero hacia el Norte, luego hacia el Este y termine en el Sur. Este interesante movi-
miento está determinado por la presencia de aquella rampa o pasarela que justamente
arranca a 90 cm. Sur del acueducto obligando al agua a girar entorno de ella.
81
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Excavación arqueológi-
Levantamiento planimétrico del acueducto en su ingreso a la piscina circular.
ca en área de los muros
bajo los cuales atraviesa
el canal de evacuación
en la piscina circular.

Este acueducto no se introduce en la piscina a través de una rampa conforme ocurre en


las piscinas rectangulares y circulares; aquí se deposita el agua directamente deslizándose pri-
mero por el muro alto y luego por el segundo hasta llegar al piso o fondo de la estructura.

La forma y técnica constructiva de este acueducto son similares a las de los otros
pequeños canales que conforman la red hidráulica de las demás piscinas; es decir, se trata
de dos filas paralelas de piedras lisas colocadas verticalmente como paredes, de tal mane-
ra que sus caras planas se miran entre sí. En el medio de estos cantos rodados o paredes
paralelas aparecen como pavimento otras pequeñas piedras, también lisas, que permiten
que el agua fluya con absoluta facilidad.

Canal de evacuación

Conforme se ha señalado en la descripción de las anteriores estructuras, ninguna presen-


taba evidencias de algún canal de salida o desfogue. Su evacuación se daba por filtración
natural y gracias a la presencia cercana del río Tulipe. Esta estructura circular por el contra-
rio, es la única que dispone de un canal de salida que actualmente permite la evacuación de
aguas lluvias y, en su período cultural de apogeo, debió eliminar el agua que los yumbos uti-
lizaban en sus ceremonias probablemente
religiosas. Esto se confirma con la inclina-
ción o declive de toda la superficie de la
estructura hacia un punto oriental donde se
halla el canal de evacuación.

Este canal de evacuación tiene 0.25 m.


de diámetro y 3 m. de largo, y atraviesa el
muro de contención de la piscina y un
pequeño relleno externo, para luego conti-
nuar en medio de la vegetación como una
acequia hasta el río Tulipe.

Podemos suponer que cuando los yum-


bos necesitaban llenar la piscina, cerraban
dicho orificio con una piedra especial. Esta
se encontró junto a la boca del canal de
82
EL CONJUNTO MONUMENTAL DE LAS PISCINAS DE TULIPE

Fragmento de metate que


Metate reutilizado en la piscina circular para el
se encontró junto al
represamiento del agua. Gráfico de Hólguer Jara
canal de evacuación,
Chávez.
cuya función era cerrar
el paso del agua.

evacuación; era una piedra reutilizada que todavía conserva la forma de un metate frag-
mentado; mide 29 cm. de largo por 24 cm. de ancho y 10 cm. de alto.

Este hallazgo tuvo lugar mientras se realizaban las excavaciones arqueológicas del
nivel más bajo de la piscina; estuvo desplazada unos 0.30 m. con relación al ducto de sali-
da, lo que significa que al momento del abandono total toda la estructura quedó vacía.

El estado de conservación del canal de salida era bastante bueno, aunque los sedimen-
tos de tierra arrastrada por el agua se habían acumulado hasta clausurar completamente
todo el acueducto, por lo cual se tuvo que
Levantamiento altimétrico del muro en cuya base se halla el canal de evacuación.
extraer el relleno y consolidar las paredes,
Gráfico de Hólguer Jara Chávez y Patricio Cando García.
piso y dinteles que cubren el canal.

Un detalle importante vinculado a este


canal de evacuación es la ubicación del ori-
ficio: este se halla en la base central de un
muro que en forma de pantalla se levanta
uniendo a los dos muros periféricos de la pis-
cina; es decir, aquí desaparece el segundo
muro. Los dos extremos de esa pantalla ter-
minan en unas pequeñas puertas laterales
por las cuales se puede ingresar a unos largos
pasadizos perimetrales que se forman con la
cabeza del segundo muro.

Finalmente el área que cubre este canal,


detrás del muro pantalla, puede ‘leerse’ como
un pequeño balcón desde el cual se mira al
islote o torrecilla central de la piscina; desde
allí se observa la salida del sol, especialmen-
te en los días claros de verano. Según nues-
tro criterio, la ubicación y presencia de los
diferentes elementos y detalles no son arbi-
trarias o fortuitas; como veremos más ade-
lante, obedecen a diseños preestablecidos y
a posibles simbolismos astronómicos mane-
jados por los constructores yumbos.

Puertas de acceso
Como se ha manifestado, en la parte oriental y opuesta a la rampa y acueducto de
inducción se hallan dos puertas estrechas que, rompiendo la continuidad del muro supe-
rior, conectan el exterior de la piscina con la cabeza del muro inferior. Sus jambas están
claramente definidas con 0.80 m. de luz. Quien atraviesa estas puertas, se siente tentado a
83
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

continuar y circunvalar la piscina por sobre


el muro inferior hasta llegar a los escalones
de la pasarela. Entre puerta y puerta, el
segundo muro se eleva a la misma altura
que el primero, es decir, este último desapa-
rece dando origen a aquella pantalla de 6
m. de ancho por 2 m. de alto. La función de
esta pantalla es definir las dos puertas que
facilitan el acceso de manera equidistante
hacia el Sur (izquierda) o hacia el Norte
(derecha) de la piscina.

En este caso, al referirnos a puertas y


rampas no designamos a accesos o ingresos
al fondo de la piscina: los vestigios no des-
cienden hasta ese nivel. La rampa o pasare-
la da acceso únicamente al islote central,
mientras las puertas al pasadizo del segundo
muro, pero no lo hacen al interior o fondo
como ocurría en las piscinas 1, 2, 3, 4.

Puertas de acceso hacia Estratigrafía


la circunvalación
interna de la piscina 8. Las excavaciones realizadas tanto al inte-
N0-1 W2-3 S9-10 W2-3 rior como al exterior de la estructura arrojan
S1-2 W2-3 S11-12 W2-3 una similitud en el comportamiento estrati-
S3-4 W2-3 S13-14 W2-3 gráfico. Esta secuencia concuerda además
S5-6 W2-3 S15-16 W2-3 con la estratigrafía de toda la zona, rigurosa-
S7-8 W2-3 S17-18 W2-3 mente descrita en los informes del Banco
Central del Ecuador (Jara, 1982). Para
entender mejor los diferentes depósitos se
excavó una trinchera transversal que incluía las siguientes unidades (ver el gráfico inferior
referente a la planta general).

De esta manera se logró comprobar la secuencia estratigráfica y, a la vez, poner en evi-


dencia los paramentos de la rampa y lineamientos de muros que forman y circundan a la
piscina. Esta trinchera se convirtió en el manual estratigráfico de toda la excavación
arqueológica.

Corte estratigráfico en el interior de la piscina circular.

84
EL CONJUNTO MONUMENTAL DE LAS PISCINAS DE TULIPE

Capa A. Corresponde a la capa superficial en la que se enraíza toda la vegetación Estratigrafía y eviden-
actual. Se trata de una tierra con alto contenido humífero gracias a las acumulaciones de cias de las pequeñas
hojarasca, que durante el invierno se pudre y enriquece cíclicamente los suelos. Su colo- piedras que conforman el
piso o fondo de la estruc-
ración tiende a un matiz café oscuro correspondiente al 5YR 2.5/2 de Munsell. El espesor tura circular.
varía entre los 20 y los 75 cm. según la topografía del sitio.

Esta capa presenta material cultural de nuestra época, entre otros: un esferográfico,
correas de monturas, trozos de sogas y muchos restos de material plástico que habrán sido
arrastrados por las corrientes de agua lluvia o el viento desde la antigua carretera Tulipe-
Gualea-Pacto que pasa a 10 m. de esta piscina.

Capa B. Arena volcánica que, según las dataciones realizadas por el autor de este estu-
dio en 1980, se puede aseverar que corresponde a la erupción del volcán Pichincha de
1660. Tiene un acumulamiento muy definido de entre 20 y 30 cm. de espesor, siendo
mayor en las partes bajas de los paramentos, lo que significa que desde las hiladas supe-
riores o del corredor externo alto, esa arena se escurrió hacia la piscina.

Aquí conviene señalar un fenómeno importante que se refiere a la coloración de la


arena. Como ya ha anotado tiene un color café amarillento (Munsell 5YR 2.5/2) y así se
la identifica en Tulipe, desde el Alambi hasta Pacto. En el interior de la piscina, especial-
mente hacia la parte Sur de la rampa, aparece con un color blanquecino grisáceo (Munsell
5YR 2.5/2), como si se tratara de arena lavada de río. La explicación química manifiesta
que esto se debe a la saturación de agua en el interior de la piscina y a su constante filtra-
ción a través de las capas freáticas hacia el río. En nuestra opinión, parecería que los yum-
bos seleccionaron conscientemente la capa volcánica de arena blanquecina como piso de
la estructura. Es un material que les permitió mayor claridad y transparencia para sus
observaciones nocturnas de los cuerpos celestes y en especial de la luna.

Capa C. Corresponde a la capa vegetal de los yumbos, anterior a la erupción de


1660. A esta capa se asocian todos los vestigios descubiertos en este proyecto, entre los
cuales sobresalen las piscinas, los culun-
cos, los petroglifos y las tolas. En el caso
de la piscina 8, este depósito se formó por
arrastre de tierras desde el exterior, de tal
manera que se acumuló después de haber-
se construido la estructura. Para entender
esto, hay que recordar que las piscinas
fueron excavadas por parte de los cons-
tructores yumbos a una profundidad de 2
m. hasta llegar al fondo o piso que satisfa-
cía a sus intereses.

En esta capa se encontraron 35 frag-


mentos de cerámica y el metate de piedra
que servía para taponar el ducto de salida
del agua; estaban asociados a una gran can-
tidad de piedras pequeñas (8 x 6 y x 3 cm.
aproximadamente) que probablemente
fueron lanzadas con fines rituales.

La evidencia más clara del nivel del piso


o fondo de la piscina está dada por la línea
semi horizontal de estas piedrecillas, mientras que las capas más internas corresponden a
la estratigrafía geológica natural; de hecho, bajo el piso, ya aparece un paleolecho del río
en el que predominan gigantes rocas de épocas terciarias.
85
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Evidencias de Evidencias de cimentaciones, paramentos y muros


cimentaciones,
paramentos y muros
Las dos primeras hiladas de piedra prácticamente están escondidas en la cimentación,
después de su excavación
arqueológica.
quedando a la vista las siete restantes que forman el paramento externo de la estructura.
Cabe recalcar que no son hiladas regulares como las que se forman en paredes modernas
construidas con bloque, ladrillo o adobe;
se trata de una mampostería cuyas juntas y
llagas surgían como una malla a medida
que se acomodaban los cantos rodados y
se levantaban los paramentos

En términos estructurales, a estos muros


se los podría calificar como muros de con-
tención, en el sentido de estar adosados a
los cortes de tierra que los yumbos abrieron
según el diseño circular de la piscina.

A diferencia de esos muros de conten-


ción, la rampa o pasarela está formada por
una pared independiente con doble para-
mento. Se trata de un alargado muro que a
modo de radio une el pequeño islote, montí-
culo o núcleo central con el lado occidental
de la estructura.

Los cantos rodados (material básico y fundamental de las piscinas) fueron traídos pro-
bablemente desde el mismo río Tulipe que corre por el costado noroccidental del valle a
sólo 47 metros de la piscina 8. Igualmente, el mortero que prepararon los constructores
yumbos procedía de la capa vegetal que entonces era el suelo de esa población.

Técnica constructiva. En una excavación transversal realizada en S11-12 E3-4, se


comprobó que tanto el muro más alto como el menor tienen igual cimentación aunque la
función del segundo sea la de reforzar al primero. Es decir, se trata de dos muros que tie-
nen igual nivel de cimientos, solo que los yumbos los habrían concebido como un doble
muro tanto por razones estéticas, como para satisfacer sus necesidades probablemente
rituales. Esta interpretación lo hacemos en base al poco cuidado demostrado en la parte
escondida del muro mayor, o sea al interior del muro menor.

Con tales antecedentes se entiende que los constructores levantaron los muros de la
piscina 8 colocando una doble hilera de piedras: una para el muro más alto y otra para el
bajo, mientras que los núcleos fueron rellenados con tierra. Aquí también es notorio el
cuidado que pusieron en la selección de las piedras para que su cara más lisa y plana vaya
en los paramentos vistos.

Reconstruyendo el proceso constructivo, creemos que la secuencia de acciones fue la


siguiente:

1- Diseño de la estructura según el simbolismo religioso que lo concebía.

2- Replanteo del terreno en el que se levantaría el templo o monumento.

3- Excavación de la oquedad dejando los cortes geológicos para ser revestidos por los muros.

4- Trazado de los círculos que conformarían los paramentos de los muros, así como sus
inclinaciones.
86
EL CONJUNTO MONUMENTAL DE LAS PISCINAS DE TULIPE

5- Apertura de los cimientos periféricos junto a los cortes geológicos y a un nivel más
bajo con relación al del fondo o piso de la piscina.

6- Construcción de las paredes adosadas a los cortes geológicos.

7- Colocación de piedrecillas menudas (10 x 6 x 2 cm.) en las cabezas de los muros como
medida de protección contra la erosión.

Este proceso exigió indudablemente la presencia de varios niveles de protagonistas:


sabios que debían conocer la cosmovisión y simbolismo sagrado; otros con capacidad de
concebir diseños que interpreten los mitos, ritos y símbolos de aquella cosmovisión; cons-
tructores que dirigieran esos diseños; y, finalmente ‘albañiles’ que ejecutaran con habili-
dad y conocimiento la obra utilitaria y sagrada.

Morteros. En esta piscina circular, se evidencia el uso de una argamasa elaborada a base
del humus de la superficie vegetal, que existía en el momento de levantar todos los muros.
Esa tierra natural fue mezclada con agua, amasada o pisoteada y luego utilizada en la cons-
trucción. Probablemente en su proceso se incluía una etapa de maduración o putrefacción
del barro, costumbre ancestral en el tratamiento de los morteros, pues, con esa acción la
arcilla adquiría una mayor adhesión en las piedras o sillares. No se evidencia el uso de des-
grasantes como ocurre en ciertos sitios incas cuyas construcciones de pirka están levantadas
con mortero de chocoto seleccionado; o con paja icchu como en Trujillo (Perú); o también con
lapillí en Rumicuccho o cascajo con quillukaka en Ingapirca en el territorio ecuatoriano.

Si tan simple, frágil y poco efectivo fue ese mortero empleado en las edificaciones de
Tulipe, ¿cómo se explica la permanencia estructural y buena conservación de esos muros?
Una vez más debemos insistir: la estabilidad y durabilidad de estos muros se hallan en la
técnica constructiva de colocar o trabar las piedras poligonales y en la inclinación de los
paramentos de adentro hacia fuera, como si estuvieran recostados sobre las paredes de las
piscinas. Este tipo de edificaciones prácticamente son inamovibles no por el mortero sino
por dicha inclinación y trabe de las piedras.

Material cultural

Como ocurrió en las estructuras hundidas que investigó hace 20 años el Banco Central
del Ecuador, y en las otras excavadas por el FONSAL en el 2002, esta piscina circular pre-
senta escaso material cultural. Tal carencia quizá se deba al hecho de que su función era
absolutamente de carácter ceremonial y que su apertura tenía lugar sólo en determinados
períodos del año.

En todo caso, los materiales culturales encontrados en las excavaciones arqueológicas


de la piscina 8 se identifican como cerámicos, líticos y arquitectónicos.

Cerámico. Corresponde a unos pocos fragmentos (35) no diagnósticos de la capa cul-


tural C, ocupada por los yumbos (800-1660 d.C.). Se trata de un material arcilloso de
buena factura, grueso, cocción alta, desgrasante de mica, pulido y, en algunos casos, con
evidencias de engobe rojo. Sus características corresponden a la cerámica del período de
Integración, no inca, que se encuentra en toda la provincia de Pichincha (Chaupicruz,
Rumicucho, Cochasquí, Cayambe, etc.).

Lítico. Por primera vez ha sido posible encontrar una piedra trabajada y reutilizada.
Parece haber sido rota ex profeso quizá con fines rituales, como ofrenda al líquido sagra-
do de la piscina, y luego utilizada para cerrar el orificio de salida del agua. Estuvo a 30 cm.
de profundidad, dentro de la capa C y junto al paramento del segundo muro. Se trata de
un fragmento de piedra de moler de 25 cm. de largo, 15 cm. de ancho y 8 cm. de espesor.

87
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Piscina 8 restaurada. En síntesis, refiriéndonos a los materiales culturales, el acontecimiento de los hallaz-
Fotografía de Patricio gos en Tulipe y particularmente en esta piscina 8 no está en los bienes muebles, sino en
Cando García, 2004. las características arquitectónicas de sus muros, paramentos, técnica constructiva, forma
y detalles únicos.

La restauración

Las técnicas aplicadas para el rescate físico y visual de las paredes o muros de la pisci-
na 8 son las estrictamente vinculadas con la conservación y consolidación de las eviden-
cias. En ningún momento se ha pretendido una ‘rehabilitación’ del monumento.

La única técnica aplicada en Tulipe y en sus monumentos intervenidos ha sido la res-


tauración de consolidación, especialmente en aquellas partes consideradas estables y sin
riesgo de colapsar. En las secciones en las que, luego de un minucioso análisis se vio la
necesidad de intervenir, se ha acudido a la técnica de restauración de reintegración.

Es fundamental entender este proceso de restauración dentro de los parámetros esta-


blecidos por cartas internacionales y por teorías modernas de base; nuestro accionar se ha
guiado de acuerdo a esta lógica en Tulipe en general, y la pisicina 8 en particular.

Asimismo, conviene resaltar la importancia de la conservación como un delicado ‘diálo-


go’ con el bien cultural, en el cual el bien patrimonial ‘dice’ sus dolencias, peligros, faltantes,
añadidos, etc., y el restaurador lo atiende y compensa restituyéndole su estabilidad, origina-
lidad y ‘buena salud’. Cuando el ‘paciente’ ha caído en el letargo del silencio, del colapso,
del huaquerismo, cuando ya no es capaz de proporcionar los suficientes datos de informa-
ción, el restaurador no puede inventar ni caer en la tentación de las meras hipótesis.

Bajo este criterio, la restauración de la piscina circular ha sido solamente de consoli-


dación, siguiendo estrictamente los siguientes pasos, que en parte ya han sido señalados
en el proceso de intervención general de la estructura:
88
EL CONJUNTO MONUMENTAL DE LAS PISCINAS DE TULIPE

1- Extracción de la vegetación y limpieza del sitio.

2- Cuadriculación general del sitio.

3- Liberación de los muros mediante la excavación arqueológica hasta llegar a visualizar


todo el paramento, cimientos y detalles estructurales, formales y de dimensiones.

4- Análisis de estabilidad, originalidad, materiales, técnicas y sistemas constructivos.

5- Determinación de niveles de intervención mínima: posibles desmontajes por inestabi-


lidad, consolidación de morteros, reacomodo de piedras, reintegración de piedras caí-
das, integración de piedras nuevas por erosión de las antiguas, desaparición o altera-
ción de las originales; pero en general se ha tratado de dejar las evidencias tal como el
tiempo las ha conservado.

Levantamiento planimétrico de las evidencias de la


piscina 8 antes de su excavación arqueológica.

Levantamiento planimétrico de las evidencias de la Levantamiento planimétrico de las evidencias de la


piscina 8 después de su excavación arqueológica. piscina 8, después de la restauración.

89
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

6- Añadido de una hilada más de piedra sobre la cabeza de los muros, con el fin de pro-
teger las evidencias frente a la lluvia, la erosión y el maltrato que puedan dar los turis-
tas, pero también para impedir la caída de tierra o agua lluvia desde las partes altas que
circundan la estructura.

7- Desde luego, todo este proceso ha estado debidamente documentado con levantamien-
tos planialtimétricos, fotográficos y registros de fichas por unidades. En el caso de esta
piscina se ha dividido en cuadrículas de 4 x 4 m. o de 6 x 4 m., siguiendo las denomi-
naciones numéricas de las coordenadas cartesianas de la excavación arqueológica.

Aquí no se ha aplicado la técnica de la anastilosis porque no es posible emplearla en


este tipo de monumentos, cuyos sillares o materiales constructivos son cantos rodados,
directamente utilizados y sin un mínimo trabajo de talla. Por tanto, cada piedra es distin-
ta a la otra y jamás se dará el caso de dos piedras gemelas o iguales. La anastilosis es posi-
ble sólo en monumentos clásicos, egipcios, griegos, romanos y aún incas; en este último
caso, siempre y cuando se trate de muros con sillares almohadillados del más puro estilo
cuzqueño imperial, pues se entiende que cada sillar o unidad lítica debe encajar justamen-
te en el único sitio para el cual fue creado, como por ejemplo en la Coricancha del Cuzco.

Los anillos concéntricos


Para apreciar mejor esta piscina y la serie de círculos concéntricos, es preferible tran-
sitar por la franja circular o corredor que se forma entre el cuarto y quinto anillo. Es un
espacio de extraordinario contenido simbólico, probablemente religioso, que al recorrer-
lo permite ver todos y cada uno de los detalles de la piscina: gradas, pasarela, islote, puer-
tas, ‘balcón’, muro-pantalla, círculos concéntricos, canal de inducción y canal de desfo-
gue. Si lo comparamos con los espacios sagrados de las iglesias, diríamos que ese corre-
dor corresponde al espacio intermedio (atrio) que vincula lo sagrado (templo) con lo pro-
fano (plaza).

Esta obra arquitectónica de los yumbos, así como todo el conjunto monumental,
actualmente se encuentra iluminada por la luz tenue de cuatro luminarias que FONSAL
acaba de colocar. El visitante entonces puede apreciar el sitio desde una nueva perspecti-
va nocturna. El ambiente se invade de magia y las sombras de la vegetación juegan con
los paramentos estáticos de los muros, mientras la luna y las estrellas se reflejan en el agua.

Los círculos concéntricos claramente definidos son los siguientes:

1- El perímetro de la plataforma central que, a modo de una tribuna, se eleva desde el


fondo de la piscina hasta una altura similar a la del exterior de la misma.

2- El paramento visto del segundo muro o muro menor.

3- El paramento visto del primer muro o muro mayor.

4- El alineamiento de piedras que forman el paramento externo, no visto, del muro


mayor.

5- El alineamiento de piedras que, a 4 m. del anterior, delimita el espacio sagrado de la


piscina a modo de corredor; después de este anillo no existen más evidencias de cons-
trucciones asociadas a la piscina, a excepción del pequeño acueducto de inducción que
trae el agua de alguna fuente especial aún no descubierta.

90
EL CONJUNTO MONUMENTAL DE LAS PISCINAS DE TULIPE

Anillos concéntricos que conforman la piscina 8.

En todas las piscinas, pero especialmente en esta circular, era posible capturar a esa al
sol y a sus ‘acompañantes celestes’, pues al reflejarse en estos espejos de agua, se volvían
más asequibles a la observación e interpretación de los sacerdotes y sabios yumbos.

Respecto de la interpretación y simbolismo de esta estructura circular, en la tercera


parte de este libro se proponen varias hipótesis nacidas de largos diálogos con las comu-
nidades circunvecinas (Urcutambo, Las Tolas, Pachijal, El Porvenir, San Francisco y
Gualea Cruz), y de las sistemáticas comprobaciones in situ. En todo caso estas aseveracio-
nes no pretenden ser definitivas sino hipótesis a comprobarse o a desecharse en futuras
investigaciones.

91
Capítulo XIII
Acueductos y distribución del agua

Página anterior,
E n 1980, mientras se realizaban las excavaciones en área en la parte externa del muro
recto de la piscina 1, se descubrió la presencia de alineamientos paralelos de peque-
ñas piedras paradas, a manera de estelas, que medían entre 0.15 y 0.20 m. de largo, 0.10 a
acueducto construido
con cantos rodados
que conecta las
0.12 m. de ancho, y 0.05 a 0.08 m. de espesor cada una. El espacio intermedio entre los piscinas 5 y 6.
dos alineamientos, a diferencia del exterior, apareció ocupado por arena volcánica amari-
llenta correspondiente a la capa B. En esta página, canal
que conducía el agua a
La liberación de esta arena permitió hallar in situ, aunque con ligeras alteraciones, los la piscina 1. Fotografía
vestigios de un pequeño canal que corría de Suroeste a Noroeste y terminaba en la pisci- de Patricio Cando
na indicada. Desde entonces, las intervenciones arqueológicas de 1982 y 1983 se afanaron García, 2004.
en hacer el seguimiento de las evidencias de toda la red de acueductos que suministraban
el agua a las diferentes piscinas. En total se ha logrado recuperar 114 m. de canales.

El rescate de estos no persigue devolverles su antiguo uso, sino evidenciar su presencia


y distribución. En épocas lluviosas, sin embargo, los canales recogen el agua de todo el sitio
y la conducen a las piscinas.

En general, las dimensiones de estos acueductos dependen de su


proximidad a las estructuras. Los canales principales, antes de rami-
ficarse hacia cada piscina, tienen de 0.20 a 0.25 m. de alto, y 0.15
m. de ancho. Los que llegan a las rampas de inducción no sobrepa-
san los 0.15 m. de alto y 0,10 m. de ancho. La gradiente es de 1:100
dentro del espacio monumental, pero, a medida que se retrocede
hacia el sitio de los posibles orígenes del acueducto que suministra
a todo el complejo, la inclinación es mayor.

Aunque la técnica constructiva y los materiales son en general los


mismos, la calidad en el acabado permite establecer una jerarquiza-
ción en los acueductos, puesto que no todos recibieron idéntico tra-
tamiento. En términos generales, se pueden establecer cuatro tipos:

1- Acueductos con acabado precario, o surcos abiertos en la capa


húmica (capa C). Su función era en algunos casos de captación y
en otros de desvío del flujo de agua cuando ya no era necesaria
en las piscinas. Este tipo de drenajes se ha encontrado en los sec-
tores alejados de las estructuras, cerca de la quebrada Las Islas.

2- Acueductos con paredes de piedra. En estos se puede compro-


bar la presencia de piedras de variada forma y volumen en las
paredes, aunque la base sigue siendo de tierra.

93
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Arriba, acueducto con Sus dimensiones, orientación y gradiente varían de acuerdo al lugar topográfico por
paredes y base de piedra donde pasan adoptando en cada caso el modo más cómodo y rápido de conducir el
(salida de la piscina 6). agua. Esto ocurre en los canales de acometida que atraviesan los sectores elevados pró-
ximos al sitio monumental.
Abajo, cuando un
acueducto cambia de
dirección siempre lo hace
3- Acueductos con paredes y base de pie-
en ángulo recto dra. Son los canales de suministro que
(distribución hacia las se ramifican hacia las diferentes estruc-
piscinas 1 y 4). turas; actualmente se los puede apreciar
Fotografía de Patricio de manera integral.
Cando García, 2004.
4- Acueductos subterráneos y cubiertos.
Son canales de similares dimensiones y
características que los anteriores, pero
pasan bajo tierra o bajo paredes y pisos.
Esto ocurre, por ejemplo, con los acue-
ductos de llegada y de evacuación de la
estructura 7 de filiación inca.

Todo este sistema de canales está cons-


truido con cantos rodados o piedras del río,
sin huellas de haber sido talladas pero sí
cuidadosamente seleccionados; de tal ma-
nera que tanto las paredes como las bases
adquieren una relativa y delicada homoge-
neidad. El recorrido de estos acueductos es en línea recta, y cuando tienen que cambiar de
dirección lo hacen en ángulos de 90º, siempre conservando la misma gradiente.

Levantamiento planimétrico del acueducto que


conecta las piscinas 5 y 6, construido
en línea recta. Gráfico de Hólguer Jara Chávez.

Estos detalles dejan ver el sentido estético y el manejo racional y planificado del siste-
ma hidráulico por parte de sus constructores.
94
ACUEDUCTOS Y DISTRIBUCIÓN DEL AGUA

El proceso constructivo de estos canales debió seguir la siguiente secuencia: Punto de distribución
del agua hacia las
a- Concepción general acorde con un simbolismo estético y funcional. piscinas 1 y 2 .
Fotografía de Patricio
b- Diseño y señalización del recorrido.
Cando García, 2004.
c- Apertura del surco cuya profundidad y ancho varían de acuerdo al volumen de las pie-
dras que deben adosarse a las paredes o cortes de tierra.
d- Construcción de las paredes (0.15 m. a 0.25 m. de alto) mediante la colocación de pie-
dras paradas en dos hileras paralelas. La cara más lisa aparece hacia el interior del con-
ducto, mientras en la parte posterior hay evidencia del mismo mortero o barro que fue
utilizado en los muros de las piscinas, a modo de relleno.
e- Colocación de piedras pequeñas (0.10 a 0.15 m. de diámetro) en el fondo del canal,
siguiendo la gradiente regular del flujo del agua. Este pavimento, a la vez que asegura-
ba la estabilidad de las partes, impedía la filtración. Los espacios vacíos fueron rellena-
dos perfectamente con piedras más pequeñas, similares al ripio.

En las piscinas 1, 2, 3, y 4, es decir en las del grupo cuatripartito, los acueductos ingre-
san por el eje central de la rampa de inducción y con una gradiente más pronunciada, de
tal manera que el agua iba libremente hacia el centro de cada estructura simulando una
pequeña cascada.

Si una persona desciende por la escalera de acceso, frontalmente al chorro de agua. Este
acto pudo tener un significado espiritual en el pueblo yumbo, como ocurre en sitios simi-
lares de otros grupos aborígenes. Entre los shuaras, por ejemplo, se cree que estos sitios
sagrados son los lugares de cita de los espíritus que vagan como brisas echando espuma de
las cascadas (Harner, 1978: 127).

Probablemente, entre los yumbos, las características del descenso del agua -el ruido,
la forma misma del chorro, la espuma y burbujas de la cascada, el interminable vaivén del
líquido sagrado, purificador y quizá medicinal, con pequeñas olas y movimientos que
paulatinamente desaparecían entre las paredes de las piscinas- debieron ser elementos de
singular importancia. Tales manifestaciones naturales semi animadas debieron ayudar a los
iniciados en la búsqueda de su espíritu, a los yachakkuna en la consecución de sus prerro-
gativas, y al pueblo en el logro de su salud y purificación.

El estado de conservación de estos acueductos probablemente es el mejor de entre


todas las evidencias encontradas, debido en gran parte a su larga permanencia en el inte-
rior de la tierra y a la forma cuidadosa con la que fueron construidos. Algunos de ellos tie-
nen inclusive un pequeño muro de contención
sobre una de sus paredes, a fin que la tierra y el agua
de afuera no ingresaran al conducto.

La distribución del agua en las diferentes estruc-


turas debió ser por turnos, pues en los canales de
acometida se han encontrado evidencias de cerra-
mientos (piedras lisas) a modo de ‘esclusas’ que
determinaban el curso del agua.

Tal es el caso del canal principal que conduce el


líquido a las dos piscinas rectangulares y a las dos
semi circulares. Al realizar su excavación, aparecie-
ron cerrados los conductos de suministro de la pis-
cina 3, de la piscina 4 y de la piscina 1 (en orden de
llegada). El de la piscina 2 estaba completamente
abierto. Según estos testimonios, es lógico suponer
que el último día de funcionamiento de aquel acue-
ducto principal, el agua fluía hacia la estructura 2,
como ha quedado señalado anteriormente.

95
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

96
Capítulo XIV
Andenes y terracerías

1- Ubicación Andenes o terrazas y su ubicación respecto al


Página anterior:
evidencias de muros de
conjunto monumental de estructuras hundidas. contención y terrazas en

S i se observa detenidamente la topo-


grafía de la zona, se constata que
este espacio del valle de Tulipe es único en
el centro ceremonial de
Tulipe.

su conformación geomorfológica. Aparece


circundado y delimitado por una serie de
pequeñas y ondulantes colinas a modo de
un anfiteatro natural. En la parte plana y al
extremo Suroeste, por donde se abre paso
el cauce del río, se halla el complejo prin-
cipal de las denominadas piscinas arqueo-
lógicas, mientras en el otro extremo donde
se pierde el río, se ubica una estructura
aparentemente aislada y de forma circular.
Las colinas que rodean al valle confluyen
entonces en dichos extremos, luego de
haberse separado alrededor de 150 m. que
justamente corresponde al ancho de esa
pequeña llanura de Tulipe.

En la actualidad, los vértices o límites


periféricos de esa alargada y estrecha pla-
nicie (500 m. por 150 m.) están eviden-
ciados al Oeste por el cauce del Tulipe, y al Este por la carretera que se dirige a Pacto.
A partir de estos linderos se elevan las laderas circundantes hasta una altura de 40 m.,
para luego confundirse entre numerosas colinas que conforman la topografía ondulada
del subtrópico quiteño.

Las versiones de varios moradores que nacieron y crecieron en Tulipe señalan que todas
aquellas laderas “tenían unos graderíos de piedra desde donde los antiguos debían divisar
las piscinas”; en efecto, en el sector Sur de las piscinas, se hallan vestigios de tres muros de
contención que recorren paralelos siguiendo las cotas 1.495-1.515 m.s.n.m., y que ahora
aparecen recuperados sobre la parte alta del camino que lleva a la escuela del pueblo y con-
tinúa luego hacia el barrio Las Islas.

En sus inter-espacios, estos muros de contención forman unas estrechas terrazas y


andenes que sugieren una función no sólo orientada a contrarrestar posibles derrumbes
de estas laderas, sino a conformar un marco arquitectónico y estético de todo el centro
ceremonial de Tulipe.
97
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

La vinculación cultural de estos andenes con las piscinas es evidente, aunque en la


actualidad les separe de manera agresiva la carretera que va a Pacto, el camino que ascien-
de a Las Islas y la ocupación de dos casas habitacionales, cuyos propietarios están concien-
tes de su presencia intrusa en ese contexto arqueológico.

2- Antecedentes

L a arquitectura monumental de los yumbos, según las evidencias encontradas en todo


el subtrópico quiteño hace referencia más bien a las grandes construcciones pirami-
dales de tierra, comúnmente conocidas en la arqueología ecuatoriana como tolas.

Estos monumentos están dispersos en todo el territorio yumbo (río Guayllabamba por
el Norte, confluencia del Mashpi y Guayllabamba por el Sur, cota de los 1.800 m.s.n.m.
por el Este y cota de los 600 m.s.n.m. por el Oeste).

En medio de esa constelación de tolas, las piscinas de Tulipe y estas terrazas con muros
de piedra son una excepción. Esto fue comprobado ya en 1978 por los primeros investiga-
dores que llegaron a Tulipe (Frank Salomon, Hólguer Jara, Olaf Holm, Hernán Crespo),
contando ya con la información verbal de los pobladores locales, particularmente del pro-
pietario de los terrenos, teniente retirado Eustorgio Rosero(+).

En los informes del Museo del Banco Central del Ecuador sobre los trabajos de rescate
llevados a cabo hasta 1984, se asevera efectivamente la existencia de dichos muros y se los
interpretaba como posibles graderíos de una galería que circundaba las piscinas.

En este mismo sector, y por primera vez, en 1980 el autor de este estudio descubre
material cultural formativo a 3.40 m. de profundidad; material que nada tenía que ver con
los muros de contención antes indicados.

Igualmente, en la parte alta, o cima de la colina, se identificaba una tola de forma pira-
midal trunca que también estaba integrada culturalmente a las piscinas. Posteriormente,
John Isaacson (1986), estudiante de la Universidad de Illinois, realizó excavaciones
arqueológicas en el estrato formativo, comprobando una vez más la diferencia cronológi-
ca de la cerámica temprana (1.800 a.C.) con el material cerámico de los depósitos tardíos
o yumbos (800 d.C.).

Con el fin de rescatar esas pocas evidencias de muros y andenes que todavía quedan, el
FONSAL decidió en el 2003 intervenir en un pequeño sector de 22 m. de largo por 18 m.
de ancho, previa autorización de los propietarios del terreno que actualmente lo explotan
en actividades ganaderas. Desde luego, esta decisión ha sido de suma importancia, tanto
por el rescate mismo de esta pequeña muestra, como por la visión más integral que ahora
se tiene de todo el contexto monumental del sitio.

3- Excavación arqueológica

C on esos antecedentes y ante la inminente destrucción de ese sector -debido a los


derrumbes por la apertura de la actual carretera y, sobre todo, por el trajín del gana-
do que periódicamente se pastorea, inclusive por las profundas raíces de los pastizales- se
decidió intervenir mediante un proceso sistemático de excavaciones arqueológicas como
parte integrante del proyecto autorizado por el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural
que contemplaba la excavación, restauración y puesta en valor de las piscinas.

El proceso total de excavación sistemática aplicado en el sector de los andenes fue el


siguiente:

98
ANDENES Y TERRACERÍAS

1- Negociación con la familia Rosero, propietaria de los terrenos, para poder ingresar. Evidencias de muros de
Cabe aquí resaltar su buena predisposición para colaborar. contención y andenes o
terrazas en el sector sur
2- Información a la comunidad sobre la importancia de este sector y su integración a todo del conjunto monumental
el conjunto arqueológico. de estructuras hundidas,
en Tulipe. Fotografía de
3- Cerramiento del sector con alambre de púa. Inés Mantilla, 2002.
4- Limpieza de la vegetación.
5- Construcción de un muro moderno de contención, para contrarrestar la erosión del
talud abierto a causa de la carretera hacia la escuela Alfonso Moreno de Tulipe y del
barrio Las Islas.
6- Revestimiento del muro nuevo y de todo el talud con vegetación (cucardas).
7- Excavación arqueológica en área y seguimiento de los muros de contención.
8- Excavación y seguimiento del acueducto que se descubrió y
que constituía el canal de acometida del agua para las pisci-
nas 1, 2, 3 y 4.
9- Consolidación y puesta en valor de los tres muros arqueoló-
gicos de contención, de sus terrazas y del acueducto.

Para la cuadriculación cartesiana del sector se tomó el


datum point, dimensiones y orientaciones generales ya estable-
cidos en todo el conjunto monumental de Tulipe. El punto
cero se hallaba en el centro de la cruz que forman las cuatro
primeras piscinas; de allí que el área excavada se identifique
en S50-70 y E00-20.

Metodológicamente, se consideró oportuno tomar unida-


des de 2 por 2 m. y proceder con la excavación por niveles
arbitrarios de 10 en 10 cm., lo cual favoreció para identificar
fácilmente la estratigrafía tan alterada en ese lugar, el registro
de todos los detalles arquitectónicos, y la interpretación gene-
ral del sitio.

Inmediatamente aparecieron los amontonamientos de pie- Levantamiento planimétrico y perfil de los muros de
dras dispersas que se habían caído de las hiladas superiores de contención, acueducto y andenes en el sector Sur del
los muros. Al extraer la tierra que cubría dichos amontonamien- conjunto monumental de estructuras hundidas,
tos aparentemente caóticos, aparecieron también in situ las hila- en Tulipe.
das inferiores de los muros; de modo que la excavación se vol-
vió relativamente fácil, pues una vez identificados los cimientos
bastaba hacer un seguimiento cuidadoso de las evidencias.

De la excavación realizada se logró poner al descubierto tres


muros, cuyas características y dimensiones son las siguientes:

Muro 1: Se halla en la parte alta y sigue las sinuosidades de


la colina; mide 16 m. de largo.
Muro 2: Se encuentra 3 m. más abajo del anterior y se des-
plaza ligeramente hacia el Sur formando un zigzag. Mide 20
m. de largo.
Muro 3: Se ubica en la parte más baja y a 2.50 m. del segun-
do. Igualmente hace un zigzag desplazándose hacia el Sur y
formando un andén en el mismo sentido. Mide 20 m. de largo.

99
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Mientras se realizaba la excavación, se pudo descubrir tres fragmentos de cerámica con


ciertos detalles inéditos en los estudios arqueológicos sobre la región. Se trata de fragmen-
tos que poseen una concavidad o hundimiento observados en la cara externa, pero que se
convierte en una protuberancia cónica si se miran por la cara interna. Su interpretación
sólo fue posible cuando se encontraron algunas vasijas completas con esta tipología. El
interesante detalle constituye la base de unos cántaros no reportados hasta ahora en otros
contextos culturales. Formalmente, aparecen en un sentido contrario a las bases cónicas de
los aríbalos incas. Si tuviéramos que comparar didácticamente este nuevo tipo de bases, lo
haríamos con las antiguas botellas de coñac: su cara externa de la base o asiento se intro-
duce hacia el interior. Este hallazgo resulta de suma importancia para la arqueología del
Noroccidente, pues parece constituir uno de los rasgos característicos de la cultura yumbo.

4- Estratigrafía

A l ser este sector un terreno bastante inclinado y erosionado, la estratigrafía no obede-


ce a la secuencia que se reconoce con toda claridad en la parte plana del valle donde
están las piscinas. La estratigrafía en esta ladera está muy alterada; las raíces de antiguos árbo-
les, ahora desbrozados, han dejado profundos orificios; igualmente, los pastizales y el gana-
do han hecho propiciado el deslizamiento de las piedras de los muros. Sin embargo, en tér-
minos generales, es muy reconocible la presencia de dos capas superpuestas, que a partir de
1660 cubrieron estos vestigios, las piscinas y toda la zona noroccidental de Pichincha.

La primera capa corresponde al piso actual o humus que alimenta a la vegetación con-
temporánea (gramalote, pastos, etc.). La segunda es la arena volcánica de color amarillen-
to que se depositó en 1660 con la erupción del Pichincha.

Debajo de aquellas capas, de espesor es variable por la inclinación y alteración del terre-
no (10 a 50 cm.), las excavaciones arqueológicas permitieron el descubrimiento de una
serie de cantos rodados, varios dispersos, y otros, claramente alineados en hiladas, que se
orientaban de acuerdo a las cotas 1.495 -1.500-1.515 m.s.n.m. Es decir, se trataba de
muros que desde el Suroeste (linderos de la familia Rosero y de Washington Sánchez) se
dirigen hacia el Noreste. La excavación de algunas unidades de 2 por 2 m .llevada a cabo
hasta los cimientos, dejó entrever que en determinados sectores (Sur 54 -56 Este 1 - 2 y;
Sur 52-54 Este -11-12; Sur 55-60 Este - 5-8; Sur 57-60 Oeste 1-2 y Sur 61-63 Este 2-4),
los paramentos todavía quedaban en determinados lugares con dos, tres y hasta cuatro hila-
das de piedra y una altura promedio de 0.90 m.

Debajo de los cimientos y del nivel en el que se hallaban las piedras colapsadas, se pre-
senta un grueso estrato de depósitos volcánicos, por lo que la excavación en profundidad
no tenía objeto.

5- Los muros de contención

L os muros alcanzan una altura promedio de 90 cm., pero originalmente debieron ser
más elevados. Su ancho es muy variable, pues el paramento interno, el que da al
corte de la tierra, no está elaborado con el mismo cuidado que el externo. En el interior
simplemente se efectuó un relleno con grandes piedras poligonales, cuya función era pre-
cisamente la de sostener la tierra y contrarrestar la presión de las terrazas. Hacia el exte-
rior, se colocaron piedras seleccionadas cuya cara más plana trataba de cubrir la mayor
parte del paramento visto.

Ninguno de esos sillares muestra evidencias de haber sido cortado, tallado o labra-
do. Se trata más bien de cantos rodados traídos desde las quebradas aledañas y quizá
del mismo río Tulipe cercano al sitio. El hecho de utilizar directamente cantos rodados
100
ANDENES Y TERRACERÍAS

sin algún tallado exigió la aplicación de un arduo trabajo consistente en escoger las pie-
dras, trabarlas entre ellas y levantarlas con un declive uniforme hacia el interior; es
decir, con la misma técnica empleada en las piscinas.

La primera hilada de piedra aparece enterrada como cimiento de toda la estructura. Las
piedras se introducen vertical y horizontalmente con todo su gran volumen en matrices
previamente abiertas y suficientemente bien adecuadas, a fin de que las nuevas hiladas
superiores tengan la estabilidad deseada. Ya en las hiladas superiores, las juntas y llagas no
siempre se presentan coincidentes; por el contrario, dejan entrever espacios rellenados con
barro a modo de mortero.

Probablemente, los constructores yumbos al notar que el espacio se ampliaba a medi-


da que avanzaban hacia el Suroeste, optaron por girar con sus dos muros inferiores median-
te ángulos rectos hacia el Oriente, mientras el muro de la parte alta continuaba en la misma
dirección, según la topografía del terreno.

6- Acueducto

E ntre los elementos descubiertos durante la excavación arqueológica también se evi-


denciaron dos hileras de cantos rodados que corrían paralelas a 0,30 m. de distan-
cia, y que atravesaban de Sureste a Noroeste los tres muros de contención. Su orientación
estaba directamente vinculada con las piscinas.

La liberación de aquellas hileras dejó ver que se trataba de un acueducto, que por la
orientación e inclinación de su fuerte gradiente (15º a 20º), tenía la clara función de con-
ducir el agua a las piscinas del primer grupo cuatripartito: 1, 2, 3 y 4.

Concretamente, los vestigios del acueducto van desde S 64 E-9 hasta S-53.50 E-3.50,
y que en total suman 9 m. de recorrido descubierto. Tanto en la base o fondo del canal, así
como en las paredes, también utilizaron cantos rodados, lisos y planos, similares a los esco-
gidos para los canales de las piscinas, esto, desde luego, facilitaba el recorrido del agua. El
ancho promedio del acueducto es de 0.30 m, y su altura 0.25 m.

7- Restauración y conservación

L a metodología y técnicas aplicadas en este sector han sido las mismas de todo el pro-
yecto, es decir:
1- Liberación de las evidencias.
2- Determinación de alturas, inclinaciones y otras dimensiones.
3- Análisis morteros.
4- Identificación de materiales constructivos (cantos rodados).
5- Desmontaje de paramentos en riesgo.
6- Restitución de piedras o ‘reacomodo’ de piedras in situ.
7- Consolidación integral.
8- Puesta en valor (rellenos, limpieza, inclinación del terreno para aguas lluvias, etc.).

Esta secuencia de tareas se aplicó no sólo a los muros, sino también al acueducto, elemen-
to hidráulico que se había llenado de tierra, arena y basura desde hace siglos. Entre dichos
sedimentos apareció un único fragmento pequeño de cerámica de clara filiación yumbo; su
procedencia probablemente es de la parte alta de la colina que fue arrastrada por el agua.

Con el fin de garantizar la estabilidad de los muros, en determinados sectores se tuvo


que desmontar y ‘reacomodar’ varias piedras, reintegrándolas a su lugar original. Esto per-
mitió que los muros vuelvan a lucir con su función de contención y con su paramento
externo semi regular e inclinado hacia atrás.
101
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Protección del talud El mortero utilizado en la restauración fue el mismo que las evidencias señalan, o sea el
sobre el cual se hallan humus o tierra del piso cultural yumbo. Cabe señalar que la estabilidad en este tipo de
los muros y andenes construcciones no se debe al mortero o argamasa que une a las piedras, sino a la técnica
arqueológicos, en Tulipe.
constructiva de traslapar y combinar las formas poligonales de tales sillares. A esta técnica
Fotografías de Inés
Mantilla, 2002. se suma también la inclinación de los paramentos que nunca aparecen ‘a plomada’, sino con
alrededor de 10º de inclinación hacia el interior.

Los muros de contención se encuentran en una fuerte gradiente topográfica, y además


se trazó la nueva carretera Nanegalito-Gualea por la base de la colina donde se asientan.
Esto ha causado, por una parte, el desprendimiento de los muros arqueológicos y, por otra,
la formación de un barranco o talud de aproximadamente 6 m. de altura. Por estas razo-
nes, se ha decidido corregir dicho talud mediante la construcción de muros modernos de
contención en base de ‘sacas de tierra’ forrados de vegetación maní forrajero (Arachis pintoi)
y cucardas (Hibiscus roseus).

8- Función sagrada del sitio

A l compararlos con un graderío, los muros de contención harían el papel de contra-


huellas, mientras los andenes conformarían las huellas de los escalones. De hecho,
como ya se ha señalado, la hipótesis original que manejábamos se refería a unos graderíos
para sentarse, pero la altura de los muros (0.90 m.) y el ancho de las terrazas (2.50 m.), son
dimensiones desproporcionadas para tales efectos. Por otro lado, esos andenes de áreas
muy pequeñas, resultarían demasiado estrechos para asignarles una función de terrazas agrí-
colas en términos de producción de mediana o gran escala, dependiendo del producto.

La nueva hipótesis planteada, sin rechazar a la anterior, se orienta hacia una propuesta
más coherente con todo el contexto del sitio arqueológico. La vinculación tan cercana con
el sitio de las piscinas es un elemento imprescindible para cualquier interpretación. A par-
tir de esta premisa, creemos que la presencia de los andenes es la parte espacial y funcio-
nal que se integraba al ritualismo de todo el valle sagrado de Tulipe, cuyo centro debió ser
el complejo de estructuras hundidas o piscinas.

Probablemente, en estas huellas, andenes o estrechas terrazas se cultivaba una flora


ornamental, ritual o selectiva (coca, orquídeas, chiras, achiote, plantas medicinales, etc.).

Una función muy evidente de las terrazas es la de facilitar de una manera estética el
recorrido del agua que bajaba por el acueducto, pues su descenso en correntada debía
producir el mismo efecto que hacen los saltos de agua y cascadas de las cercanas quebra-
das de Tulipe. Lo importante era recibir el elemento sagrado del agua con todas sus mani-
festaciones de movimiento, sonoridad y de purificación.

Conviene señalar también, la cercanía existente entre estos andenes o terrazas y la es-
tructura 7, a la que por sus detalles arquitectónicos (hornacinas, puerta, dos niveles de piso,

102
ANDENES Y TERRACERÍAS

etc.) se le ha asignado una filiación inca. Esta observación podría llevar a una posible vin-
culación cultural con el período inca, cuyos constructores fueron expertos en la modifica-
ción topográfica basada en el ‘terraceo’. Sin lugar a duda, futuras excavaciones en área acla-
rarían estas propuestas.

9- Muro de delimitacion del área sagrada

P ara delimitar la plataforma cuadrada en la que se hallan las estructuras (piscinas 1, 2,


3, 4), los yumbos construyeron un muro circundante de 60 cm. de alto utilizando
similares materiales, técnicas y sistemas constructivos a los utilizados en los muros de con-
Izquierda, evidencias de
pequeños muros de
contención y terrazas
tención de las piscinas. Se trata de una pared que por su lado occidental corre paralela- entre el conjunto
monumental de piscinas
mente al cauce del río Tulipe; mientras en la parte oriental, lo hace con los muros de con-
y el río Tulipe, antes de
tención de las terrazas. El lado Sur de este muro circundante es interrumpido por la pre- la excavación y
sencia del acueducto, que desde las terrazas bajaba hacia el complejo de las cuatro pisci- restauración
nas, pues los dos elementos coinciden con su trayectoria Este-Oeste. arqueológicas.

La minuciosa excavación arqueológica realizada a lo largo de todo este muro circundan- Derecha, muro de
te ha permitido poner al descubierto los lados Norte-Sur y Oeste, mientras que el oriental contención que delimita
despareció con las construcciones de las casas aledañas, como de la actual carretera Tulipe- el área sagrada de las 4
primeras piscinas de
Pacto. Esta plataforma mide 55 m. de longitud, es decir una superficie de 3.025 m.
Tulipe.

Levantamiento planimétrico de la esquina Levantamiento planimétrico del acceso al conjunto


suroccidental del muro que delimita el área sagrada de estructuras, que atraviesa el centro
de las 4 primeras piscinas de Tulipe. del muro occidental.

103
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
Capítulo XV
Conservación y restauración

Página anterior:
H emos hecho referencia breve a las técnicas de conservación y restauración aplica-
das en este quehacer arqueológico. En este capítulo explicitaremos el proceso. ilustración de las
estructuras hundidas de
Tulipe que fueron
Una vez puestos a la luz los vestigios arquitectónicos de cada piscina, se procedió a la construidas por los
delicada tarea de conservación y restauración, siempre bajo el criterio de que se trata de un yumbos durante el
testimonio vivo de los pueblos del subtrópico quiteño, y que su significado espiritual período de Integración
expresado en valores estéticos, históricos y en la materia misma del monumento debe pre- (600 d.C. a 1500 d. C.)
servarse con toda la rigurosidad que impone la restauración científica. Pintura de Galo
Jurado, 2002.
Ha sido un trabajo orientado a descubrir, distinguir y conservar la autenticidad de las
evidencias a fin de garantizar su integridad, estabilidad y permanencia en el tiempo.
Nuestro lema propuesto y orientador fue “intervenir lo mínimo y respetar lo máximo,
renunciando a toda hipótesis”, declaración no siempre fácil de cumplir cuando gran parte
de los vestigios (10 a 15%) ha sido alterada agresivamente por la acción de las actuales
generaciones, mediante la apertura de carreteras, construcción de viviendas y manejo agrí-
cola del sector.

Lo más lamentable es que pese a todos los mecanismos de concienciación empleados,


todavía los factores destructivos continúan y continuarán si las autoridades competentes
no resuelven de manera definitiva y justa la propiedad de las tierras de apenas tres hectá-
reas donde se encuentran las piscinas, así como la reubicación de tres familias cuyas vivien-
das prácticamente se levantan sobre los muros del monumento. Además, la situación se
agrava si se anota una medida por demás limitada del Instituto Nacional de Patrimonio
Cultural, que ha tomado exclusivamente el puesto de las piscinas (5 m. a la redonda) para
la declaración del sitio como patrimonio cultural de la nación, dejando así la posibilidad
de que se altere su entorno.

En cumplimiento con las normas internacionales que rigen la restauración científica de


los monumentos arqueológicos, el proceso de nuestra intervención básicamente ha aplica-
do las siguientes tareas.

1- Liberación

A quí se entiende por restauración de liberación exclusivamente a la técnica de excava-


ción arqueológica, que de manera rigurosa y documentada permite obtener todos los
datos y recuperar los elementos fundamentales y necesarios para una restauración adecuada.
Se han retirado las adiciones naturales como vegetación, depósitos eruptivos, capas desarro-
lladas, materiales desmoronados, así como criaderos de cerdos, árboles frutales, caña de azú-
car y otras plantas actualmente cultivadas, etc. que deformaban las estructuras. Esta labor

105
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Arriba, excavación en incluía necesariamente excavaciones siste-


área o liberación de las máticas en área, dejando la mayor cantidad
evidencias de un muro en de elementos in situ.
el centro ceremonial de
Tulipe (muro oriental de
la piscina 2). Esta tarea de limpieza y excavación
arqueológica no ha incluido ninguna elimi-
Abajo, evidencias de nación o liberación de elementos agrega-
muros colapsados en sus dos o yuxtapuestos porque no existen
hiladas superiores a superposiciones de elementos arquitectóni-
causa de las raíces de la cos, y porque Tulipe tiene una unidad de
vegetación natural y estilo tanto a nivel de materiales como de
agrícola (arranque de la
técnicas constructivas.
pasarela de la piscina 8).

Si bien las piscinas debieron ser edifica-


das en distintos momentos, cada una de
ellas guarda una integridad arquitectónica
independientemente, pero con un estilo
similar que sugiere el ejercicio de una sola
vida cultural del pueblo que las edificó.
Aquí no aparece el distanciamiento entre
los valores estéticos e históricos del monumento por posibles cambios estilísticos o por
añadidos superpuestos; los dos conceptos se imbrican y se complementan.

2- Consolidación

Si el objetivo de la restauración es no solamente solucionar o contrarrestar los daños


que a lo largo del tiempo la naturaleza y el hombre han causado al monumento,
sino también evitar que siga destruyéndose por las mismas o por otras causas, significa que
dicha intervención debe garantizar una mayor estabilidad y duración mediante el uso ade-
cuado de los materiales consolidantes.

Para lograr este objetivo, la disciplina de la restauración acepta el uso de materiales y


sistemas modernos, especialmente cuando las técnicas tradicionales se han vuelto inade-
cuadas. Menos mal, este no es el caso de Tulipe: aquí no ha hecho falta introducir ningún
material moderno debido a la naturaleza del monumento (estructuras hundidas), a los
materiales de construcción y a las técnicas constructivas. No existe ningún deterioro en
la integridad físico-química de los materiales. Como se ha manifestado en el capítulo XI,
la dificultad de Tulipe y de la excavación
arqueológica del sitio, ha sido el desmoro-
namiento de los paramentos por la acción
de raíces de grandes árboles y del uso agrí-
cola del suelo.

Las hiladas inferiores de las paredes no


necesitaban intervención alguna, pero sí las
más altas cuya estabilidad y equilibrio esta-
ban en peligro de colapsar. En estas hiladas
superiores se reacomodaron las piedras en
su posición original y se reforzó la cantidad
de mortero en sus interiores. En otras pala-
bras, nuestra restauración de consolidación
consistió en asegurar la estabilidad de las
paredes usando los mismos materiales y
técnicas de los constructores yumbos.

106
CONSERVACIÓN Y RESTAURACIÓN

3- Reintegración Reintegración de sillares


a sus hiladas
colapsados, a cargo de

P ara los monumentos arqueológicos, las cartas internacionales -como la de Atenas


o Venecia- y numerosos teóricos aconsejan la aplicación de la ‘anastilosis’ como
la forma más perfecta de restauración. Es decir, recolectar y volver a colocar en su sitio
albañiles capacitados en
restauración. En la
fotografía de Enrique
todas las partes colapsadas o desmoronadas devolviéndole al todo su imagen integral. Inga, habitante de
En el caso de Tulipe habría sido: reponer los cantos rodados que estaban en el suelo a Tulipe.
sus hiladas y lugares de donde cayeron.

Esta técnica no es aplicable en el caso


de Tulipe o en cualquier otro monumento
arqueológico del Ecuador, pues los mate-
riales de construcción utilizados por los
pueblos prehispánicos de nuestro territo-
rio no lo permiten.

Frente a este problema, se tendría dos


opciones. O se restaura mediante una seria
y racional conjunción de técnicas en la que
intervengan fundamentalmente la consoli-
dación, luego en menor grado la reintegra-
ción, excepcionalmente la integración
(materiales y elementos nuevos) y la recons-
trucción, pero nunca la construcción. O se
abandona al monumento a su suerte y des-
aparición, de la manera más ruskiana. Si se
optase por esta segunda alternativa, simplemente en el Ecuador no tendríamos ningún sitio
arqueológico para mostrar al mundo estudiantil, científico y turístico; lo mismo ocurriría en
toda el área andina, pues salvo algunos casos excepcionales de elementos puntuales como
esculturas o partes de edificios, no existen monumentos que recepten únicamente la técni-
ca de la anastilosis.

Por reintegración entendemos al momento metodológico que permite reincorporar


los materiales caídos y recolectados mediante excavaciones sistemáticas hacia sus contex-
tos originales, que generalmente suelen ser las hiladas superiores, siempre y cuando exis-
tan evidencias incuestionables de altura, materiales y técnicas.

4- Reconstrucción

S e entiende por restauración de reconstrucción generalmente a la “reproducción de


un monumento destruido, efectuada en el mismo lugar, en la forma original y con
material nuevo pero igual al antiguo” (Molina, 1975: 43).

Esta técnica tampoco es aplicable en el caso de Tulipe, pues todas las estructuras esta-
ban en un 90% bien conservadas, pero por tratarse de estructuras hundidas cuyas partes
más altas se habrían caído y sus faltantes se convertían en serias amenazas para que las
más bajas sigan colapsando, se imponía la necesidad de reconstruir reintegrando aquellos
sectores en peligro como las orillas o bordes de las piscinas , que comenzaban a erosio-
narse con la consecuente afectación de las hiladas inferiores.

Asimismo, los sectores más distantes de las esquinas formadas por las rampas habían
sufrido alteraciones agresivas, sea por probables movimientos telúricos y presión externa
sobre las paredes, sea por acciones antrópicas debido a la utilización del sitio en activida-
des agrícolas. En este caso se limpió la cabeza de los muros, se constató su estado de con-
servación, se consolidaron sus partes afectadas, y se repusieron las hiladas faltantes con
las piedras caídas de acuerdo a los gráficos, fotografías y documentos elaborados previa-
mente y durante la excavación.

107
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Arriba, evidencias de De tal manera que, más que reconstrucción ha sido la misma técnica de reintegración y
áreas colapsadas en las consolidación la aplicada en este monumento, pues las evidencias eran determinantes en todo
rampas de inducción a sentido: materiales, técnicas, dimensiones y sobretodo la necesidad de conservación y man-
las que correspondía
tenimiento. No ha hecho falta entrar en el campo de la hipótesis o de la posible ‘creatividad’.
llenar sus faltantes en el
proceso de restauración
(rampa de inducción de Desde luego, estas ventajas estaban dadas por el emplazamiento hundido de las estruc-
la piscina 2). turas que simplemente con el tiempo se rellenaron de tierra y permanecieron con todas
sus evidencias in situ.
En el cemtro,
consolidación de la En todo caso, hemos incluido el término de reconstrucción para explicar y graficar
rampa que desciende al mejor una tarea tan compleja y difícil como es la restauración de los monumentos arqueo-
interior de la piscina 2
lógicos ecuatorianos; es una misión de responsabilidad y sinceridad extremas que no debe
Fotografía de Patricio
Cando García, 2002.
admitir equivocaciones.

Abajo, protección del piso Conviene señalar a continuación las medidas de conservación aplicadas en tres ele-
cultural mediante la mentos muy importantes de cada piscina: rampa de acceso, rampa de inducción y pisos.
colocación de una capa
vegetal aproximadamente
de 20 cm. Encespado de
la piscina 4. Fotografía
5- Reposición de partes no originales en las rampas de inducción
Patricio Cando García,
2003.
Estas habían perdido sus hiladas supe-
riores, dejando al descubierto el
núcleo de tierra y ocasionando, a su vez, la
dispersión de las piedras del acueducto. En
este caso se elevó la altura de las paredes
circundantes de cada rampa (1.80 m. en la
parte alta y 1.60 m. en la más baja) y se
reintegró el sistema de canales con los mis-
mos materiales dispersos.

6- Consolidación de las
rampas de acceso

E stas necesitaron una mínima inter-


vención o reacomodo de ciertas
piedras en los escalones, pues apenas se
habían desplazado de su sitio original.
Para evitar cualquier alteración futura por
parte de los visitantes, se reforzó median-
te el uso de un chocoto compacto las hue-
llas y contrahuellas de cada escalinata.

7- Protección del piso cultural

C on tierra extraída de la capa C


durante las excavaciones, se recu-
brieron todos los pisos internos de las pis-
cinas, hasta un espesor de 0.20 m. De su
mantenimiento constante dependerá la
conservación de estas evidencias, impi-
diendo particularmente el crecimiento de
la vegetación alta.

108
CONSERVACIÓN Y RESTAURACIÓN

Paralelamente a las tareas de restauración, se ha aplicado una serie de acciones com-


plementarias indispensables para el conocimiento y conservación del sitio, entre ellas
citamos a las siguientes.

8- Señalización

E n una primera instancia, se decidió colocar señales en las piedras con el fin de dis-
tinguir las hiladas originales de las reintegradas. Se marcó con un pequeño punto
de pintura blanca a las piedras reacomodadas, con dos puntos a las reintegradas, y sin
señal a las originales. Pero su imagen estética se veía alterada, por lo cual se optó poste-
riormente por dejar una señalización solamente documentada -es decir, una explicación
de cuál fue el proceso- y no en el lugar físico.

Zonas intervenidas y señaladas con puntos en paramentos restaurados. Sección de una de las
paredes de la piscina 5. Gráfico Hólguer Jara Chávez.

9- Obras complementarias

E sta tareas de consolidación y mínima intervención aplicadas en Tulipe estuvieron


acompañadas de otras varias medidas preventivas y de conservación, pues el criterio
utilizado en este proyecto y en todos los del país donde hemos tenido una acción directa
(Rumicucho, Ingapirca, Pumapungo, Guayllabamba, Chacapata, El Salitre, Antigua Rio-
bamba etc.) ha sido el de intervenir una sola vez. Un monumento no debe ser maltratado
con repetidas restauraciones que finalmente modifican la originalidad y autenticidad del
monumento, lo que atenta contra la esencia del patrimonio y merecen toda la condena.

Como medidas precautelares, se han elaborado cerramientos, drenajes, desbanques,


rellenos externos y muros de contención, que siempre son necesarios en todo monumen-
to para fines de protección y mantenimiento. Especialmente, se ha protegido el medio
circundante o paisajístico impidiendo que se continúe con su alteración por las construc-
ciones modernas discordantes con la arquitectura vernácula del último grupo colono.

10- Materiales y técnicas de construcción

C onforme se ha manifestado, los materiales de construcción utilizados en estas


estructuras provienen del mismo lugar: cantos rodados, mortero y agua. Los cons-
tructores yumbos no buscaron canteras de piedra y de arcillas especiales; ellos basaron el
éxito de sus edificaciones líticas, no tanto en la efectividad de sus materiales sino en las téc-
nicas aplicadas. Utilizaron los materiales que directamente la naturaleza les proporciona-
ba, sin someterlos a preparación alguna inclusive en sus morteros.

Desde luego hay que diferenciar entre los materiales, técnicas y sistemas constructivos
manejados en los distintos monumentos: una cosa era construir las tolas y otra muy espe-

109
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Ilustración del proceso de cial y compleja, las piscinas. En las primeras se puede comprobar que fueron edificadas con
diseño, replanteo, tierra acumulada o relleno, vieja tradición empleada en la Costa ecuatoriana y en América
excavación y en general. Por otra parte, las estructuras semi subterráneas de Tulipe, se construyeron con
construcción de las paredes inclinadas hacia el exterior y revestidas con mampostería de piedra a modo de
piscinas por parte de los muro de contención. Las piedras son grandes cantos rodados cuyas características de tama-
albañiles yumbos.
ño, forma y composición mineral indican que proceden del mismo sector, y probablemen-
Pintura del Galo
Jurado, 2002.
te del río Tulipe que corre justamente a 10 m. al Norte de las piscinas. El lecho del río está
formado de este material, desde su nacimiento en las estribaciones occidentales del Cerro
del Oso y del Cerro Mirador (2.125 m.s.n.m.) hasta su confluencia con el Alambi y el
Guayllabamba (750 m.s.n.m.).

El mortero que unía a los elementos líticos fue elaborado a base de tierra negra de la
capa húmica (capa C), que en aquel entonces constituía el piso superficial. De los análisis
realizados se comprueba que no hubo mezcla con otros elementos, a excepción del agua,
para formar la argamasa de consistencia mínima. Sin embargo, el éxito en la estabilidad de
estos muros no se sustenta en la ‘bondad’ del mortero que une las piedras. Por el contrario,
si hubiese dependido de este mortero ya habría colapsado en la ‘primera lluvia’ o represa-
miento de agua. Se trata de un mortero poco arcilloso, muy deleznable, sin desgrasante y
carente de elementos cementantes

Por la simetría de los detalles y sobre todo por la organización arquitectónica del espa-
cio contextual o global, se considera que el proceso manual de construcción, con sus res-
pectivas técnicas aplicadas, tuvo etapas secuenciales y cronológicas que obedecieron el
siguiente orden:

1- Etapa de proyecto, diseño y replanteo: Consistió en la apreciación teórica, mental


y simbólica de las estructuras del complejo, de acuerdo a las necesidades sociocultura-
les, políticas y religiosas de aquel pueblo. Era la etapa de planificación en pro de unas
funciones específicas que bien pudieron ser de carácter práctico (piscinas para bañar-
se), de carácter ritual (ceremonias religiosas), o de ambos a la vez. Pensamos fue el perí-
odo de mayor contenido de expectativas, proyecciones, vivencias, economía, organi-
zación, etc., que trataba de plasmarse en una obra material.

Una vez concebido el simbolismo y diseño, se escogió el lugar que topográficamente


debía cumplir con determinadas características: presencia del río, el pequeño y alargado
valle, colinas circundantes… Es decir, un escenario natural en el que los sabios y construc-
tores yumbos levantarían su gran templo al aire abierto. Se niveló la superficie del terre-
no con mínimas inclinaciones, para relacionar los varios sectores de las futuras piscinas, y
se estableció el modo de distribución del agua desde un único canal de acometida.

2- La etapa de excavación de las diferentes fosas: Esta se presen-


ta desde la capa superficial de entonces (capa C) hasta la capa D
(arena pardo-marrón), en una profundidad de 1,60 m. Los datos
estratigráficos obtenidos en la intervención arqueológica señalan
que la forma original y actual de las piscinas fue ‘creada’ durante la
excavación y extracción de la tierra por los constructores yumbos:
obedeció a los detalles acordados en el esquema de diseño y no a
procesos del azar o levantamientos artificiales sin planificación.

3- Etapa de desbanque y excavación: Con la tierra extraída


igualaron la superficie de los sectores circundantes -y en especial
del lado próximo al río, elevándola unos 0,70 m.- a modo de una
gran plataforma sobre el piso natural. En el caso de las piscinas
del área central, este relleno, que aparece delimitado por un
pequeño muro de contención -de 0,80 m. de altura por 0,60 m.
de ancho- determina el establecimiento de dos grupos de estruc-
turas, a diferente nivel y con distinto sistema hidráulico. En el pri-
mer grupo están incluidas las piscinas 5 y 6, y en el segundo

110
CONSERVACIÓN Y RESTAURACIÓN

grupo se hallan las piscinas 1, 2, 3, y 4. Un trabajo similar se realizó en los entornos de


la piscina 8 y en el ‘baño inca’; es decir, la tierra del interior de desbanque sirvió para relle-
nar las partes exteriores de las piscinas. Con estos trabajos de relleno y nueva nivelación
lograron fundamentalmente:
- Una extraordinaria forma estética para el conjunto de piscinas.
- Elevar el nivel de los muros y del agua en las piscinas.
- Dar una horizontalidad al piso superior externo de las piscinas.
- Contrarrestar el desnivel natural entre el sitio y las orillas del río (ver levantamiento
topográfico en el capítulo IX).

4- Etapa de cimentación: En la base a los cortes perimetrales de las piscinas, excavaron


una pequeña zanja de cimentación de 0,30 m. de profundidad, con el fin de que la pri- Muros conformados por
mera hilada de piedras de la mampostería quedara enterrada. sillares cuyas caras más
lisas y homogéneas
5- Etapa de construcción: Sobre los cimientos se levantaron las paredes, lo que consistía aparecen en los
en revestir los cortes de tierra con piedra o cantos rodados. Estos sillares no fueron talla- paramentos vistos
dos y aparecen muy heterogéneos en su tamaño y forma. Proceden, como se ha dicho, piscina 6. Fotografía
del cauce del río Tulipe o de las quebradas vecinas cuyos lechos están llenos de este Patricio Cando García,
2003.
material. La misma técnica de revestimiento se aplicó en las rampas y escalinatas de cada
estructura.

Los constructores de estos muros, concientes de la mínima resistencia de la argamasa y


de la forma inadecuada de las piedras redondas y poligonales, le dieron al paramento
externo una característica estructural particular. En lugar de construirlo ‘a plomada’,
verticalmente, lo hicieron con una forma inclinada hacia el exterior de las fosas, razón
por la cual, vista en planta la figura geométrica de cada estructura presenta dos líneas:
una externa, que señala una superficie mayor a la hilada más alta de las paredes, y una
interna, que representa el fondo o piso de la piscina. Tal inclinación varía entre 8º y 15º
en el estado actual, pero los indicios demostrarían que originalmente la inclinación fue
única, con una simetría y estética de conjunto. Este sistema constructivo tuvo efectos
positivos para la conservación de las paredes, en primer lugar, porque el almacenamien-
to del agua en las piscinas no ocasiona una erosión muy fuerte como normalmente suele
ocurrir en paramentos levantados a plomada y con mortero poco consistente; y en
segundo lugar, porque la presión externa de las capas geológicas se debilita y contra-
rresta, gracias a la mampostería en talud.

Un cuidado especial se tuvo en el tratamiento de estos paramentos. Las piedras fueron


colocadas para que sus caras más lisas y homogéneas se muestren hacia el exterior, pro-
curando que sus bordes poligonales se unan al máximo, aunque esto ocasionaba un rom-
pecabezas en las juntas, llagas y asientos de piedras e hiladas. Las formas, volumen, peso
y otras dimensiones de cada canto rodado debieron requerir un trabajo exigido a los
ancestrales albañiles. Este detalle, importante por su aspecto estético, prescinde del accio-
nar del mortero (puede o no estar), y evita en lo posible la filtración lateral del agua.

Las paredes o revestimientos no siempre fueron construidos con doble fila de piedras;
es decir, no existe un paramento interno definido, sino un relleno de piedras pequeñas
y mortero, cuya principal función era la de trabar fuertemente a las que formaban el
paramento visto con los cortes de tierra internos. De allí que el ancho de los muros sea
variable, dependiendo de las circunstancias concretas del volumen de las piedras, de las
capas naturales, a menudo con predominio de arena deleznable y de la altura del muro.

En síntesis, el éxito en la estabilidad y conservación de estos muros que forran las pare-
des o cortes perimetrales de las ocho piscinas, se encuentra en las dos técnicas sencillas
pero muy efectivas, manejadas por los yumbos. La primera, la inclinación de los muros
hacia el exterior (sin plomada).La segunda, la colocación de las piedras en un sistema com-
plejo de trabe, en el que las formas poligonales de los cantos rodados hacen abstracción de
las conocidas hiladas, que tanto atormentaban y atormentan a los constructores de otras
culturas, incluyendo obviamente a las actuales.

111
TERCERA PARTE:
HACIA UNA INTERPRETACIÓN DE LA NACIÓN
YUMBO Y SU CENTRO CEREMONIAL DE TULIPE
Antecedentes

E n esta última parte del estudio, nos centraremos en la discusión sobre qué tipo de
sociedad conformaron los yumbos. Para este efecto, observaremos hasta qué punto
los criterios de nación, cacicazgo o conjunto de cacicazgos son aplicables a nuestra inves-
Página anterior:
vegetación de la zona de
tulipe.
tigación. Nos apoyaremos en la evidencia arqueológica de los patrones de asentamiento,
los conjuntos nucleados y los elementos de arquitectura sagrada de las piscinas.
Asimismo, observaremos el contexto natural y humano que construyeron las condiciones
en las que vivió el pueblo yumbo. Finalmente, describiremos algunas de las características
del actual asentamiento de Tulipe y los pasos necesarios -realizados o por realizarse- para
la protección del patrimonio cultural que allí se encuentra.

Antes de centrarnos en los puntos enunciados, señalemos someramente algunos ele-


mentos que se deben tomar en cuenta.

En primer lugar, la producción agrícola, el comercio interregional, caza y artesanía


estuvieron en la base y sustentación del desarrollo general de la sociedad yumbo. Su diná-
mica estuvo determinada por el intercambio de productos a escala interregional -Costa y
Sierra, y viceversa- y por la obtención de productos exóticos de otras regiones (obsidia-
na, concha Spondylus Princeps y madre perla), cuyo uso acrecentó el estatus y prestigio de
la etnia. Igualmente, la exportación de productos propios (como algodón, oro, sal, ají,
coca, textiles, entre otros) a los cacicazgos del callejón interandino implicó esferas de
control económico y de la producción.

La ampliación de las relaciones primero locales, luego regionales y finalmente interre-


gionales se realizaban por una extensa caminería de culuncos que en principio unían los
piedemontes y los complejos arquitectónicos entre sí. Comenzaban desde el lado Norte
del río Guayllabamba, cruzaban Chacapata y avanzaban por Nanegal, San Francisco-La
Armenia, Santa Elena, Camacpi, Tulipe, Santa Teresa, San Luis, Ingapi, San Juan, San
José, orientándose hacia poblados tsáchilas en el costado suroccidental. Desde esta posi-
ble columna vertebral se desprendían otras tantas vías con dirección a Quito y demás pue-
blos serranos así como hacia la Costa, tal como nos hemos referido en el Capítulo IV.

Por otra parte, en la evidencia arqueológica de Tulipe, se demuestra una intensa actividad
constructiva y una importante experiencia tecnológica acumulada a lo largo de varias centu-
rias (VIII a XV). Se puede ver una racional explotación del suelo, un ordenamiento espacial
con áreas especializadas (agricultura, comercio, religión), y una relación entre las actividades
productivas y las cotidianas (agricultura, comercio, caza, artesanal, textil, entre otras). Se
podría afirmar que todo esto condujo al pueblo yumbo a un mayor rendimiento y control de
la fuerza de trabajo, sobre todo en lo que se refiere a la construcción de estructuras pirami-
dales, caminos y centros ceremoniales, consolidándose así la identidad de la etnia.

La visión cosmogónica plasmada en el centro ritual y ceremonial de Tulipe, represen-


ta el conocimiento y dominio de diseños geométricos vinculados simbióticamente con
rituales y ceremonias iniciáticas del ‘shamanismo’, como consecuencia máxima de esas
riquezas productivas, comerciales y de control que tuvieron los yumbos.

En síntesis, la suma de estos factores presentes en el pueblo yumbo devino después


en control político e ideológico por parte del cacique y la élite, mientras los conocimien-
tos sobre los rituales y ceremonias que manejaban los sabios, yachakkuna o ‘shamanes’, se
asimilaban y transmitían por tradición oral entre la sociedad.

La nación yumbo se vio entonces no sólo como una sociedad tecnológicamente desa-
rrollada en los campos de la arquitectura, vialidad, comercio y agricultura, sino también
solidamente estructurada por principios políticos ideológicos y religiosos que por ser
intangibles nos resulta ahora difícil descubrirlos e interpretarlos.
115
Capítulo XVI
La nación de los yumbos

Página anterior:
1- Conceptos de nación y de nación yumbo Canastero yumbo con
sus largos bastones y

E l concepto de nación que se utilizará en esta interpretación se fundamenta en el sen-


tido sociológico más amplio, y se aleja por tanto del término de ‘Estado’, con el que
a menudo se lo confunde.
chalo a la espalda.
Pintura “Yumbo de
Nanegal” del pintor
Juan Agustín Guerrero
Se entenderá nación como la comunidad de individuos, asentada en un territorio deter- (1845).
Fuente: Colección
minado, con etnia, lengua, historia, tradiciones comunes, y conciente de constituir un cuer-
Imágenes del
po ético-político diferenciado. Ecuador siglo XIX
Fundación Hallo, 1981.
El término de ‘Estado’ se distingue del de nación por concretarse necesariamente en un
organismo político-jurídico, administrativo y soberano; es un poder institucionalizado autó-
nomo. El Estado nacional, originado en la época moderna es un tipo concreto de Estado que
puede incluir varias naciones en su seno. La nación puede existir sin autonomía política, pero
como concepto activo se convierte en el motor ideológico de la unificación territorial. Por
otra parte, ha existido la tendencia política de convertir las naciones en Estados: naciones
divididas entre dos o más Estados, y Estados que engloban a más de una nación.

Por otra parte, el ‘Estado-nación’ tiende a la integración de los habitantes bajo un único
sistema de regencia del poder, modificando así realidades culturales heterogéneas. Para
comprender esas realidades, necesariamente se deberá emplear una concepción pluri-nacio-
nal en el seno del Estado.

El Estado es una unidad política superior organizada, habrá surgido en la aparición de una
autoridad que se impuso sobre una comunidad, es decir, con la distinción entre gobernantes
y gobernados -que de acuerdo a nuestra aproximación al análisis marxista, coincidiría con la
división de las sociedades de clases, como consecuencia de la aparición de la propiedad pri-
vada. El estado así entendido es el que genera y garantiza la existencia de la vida política.

La nación se consolida en la comunidad estable, formada históricamente sobre la base


de comunidad de idioma, de territorio, vida económica y cultural. Es decir, incluye una serie
de principios objetivos y culturales diversos, que serán los que distingan a una nación de
otra, independientemente de si están dentro de un Estado o de varios estados.

Se ha anotado una breve concepción de los que podría entenderse como Estado, partiendo
desde su funcionamiento en la época moderna. No obstante, y aunque exista una clara distin-
ción con el concepto de nación señalado, ciertos rasgos de regencia del poder manifestados en
el Estado podrían encontrarse, por aproximación análoga, en comunidades como la yumbo.

El etnohistoriador estadounidense Frank Salomon insinúa en su obra Los yumbos, niguas y


tsatchila o ‘colorados’ (1997) la existencia de la ‘nación yumbo’ en la región noroccidental de la
117
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

provincia de Pichincha. Para llegar a esta conclusión realiza una larga investigación etnohis-
tórica y recoge los resultados preliminares de las investigaciones arqueológicas que llevaron
a cabo John Isaacson y el autor del presente estudio durante la primera etapa de investiga-
ción, entre los años 1978 y 1982. Desde entonces, el término de ‘nación’ se ha utilizado para
referirse a los yumbos, pero con cierto reparo.

Frank Salomon descubre documentos fundamentales de 1570 que dan razón de la exis-
tencia de la cultura yumbo, en los siguientes términos:

“Esta provincia de yumbos […] toma de largo más de veinte leguas, tiene a el levante la
ciudad de Quito, a el medio día la provincia de los Sicchos, y al poniente la bahía de
Tacamez, y al norte la Sierra de Lita” (Cabello de Balboa [1579] 1945: 62).

Como se puede observar en la descripción precedente, Cabello de Balboa ubica con toda
seguridad a la cultura yumbo en el subtrópico quiteño, cuya delimitación actual estaría dada
por Quito en el Este, Atacames al Oeste, Sicchos al Sur, y Lita (Imbabura) al Norte.

En las tres siguientes citas, recopiladas por el mismo Salomon, igualmente se nombra en
fechas muy tempranas el término yumbo (1535, 1563 y 1566); su territorio debe ubicarse
con dirección occidental desde las partes altas de Cotocollao, Nono, y Calacalí:

“Una estancia questa de aquel cabo de Cotocollao ques donde están unos edificios de
unos tambos questan a la mano yzquyerda del camyno mas baxo por donde vamos a
yumbo [...]”(Salomon 1997: 20 [Primer libro de Cabildos LCQ t.1:139, 12 julio 1535]).

En el mismo libro se menciona

“Una estancia questa junto al acequya del agua que sale de los tambos y de la otra parte
con el camyno real que va a yumbo” (Salomon, 1997: 20 [Primer libro LCQ t.1:148: 21
de junio 1535]).

En similares documentos de 1563 y 1566, nuevamente se encuentran datos que anotan


el término y ubicación, como sigue:

“[…] estancias y tierras de Nono como bamos a Calacalí desde la chorrera que cae de la
sierra de arriva que llaman los yndios Guangopolo y aguas bertientes a los yumbos...”
(Salomon, 1997: 21. [Primer libro LCQ t 1: 160,...1566]).

Cristóbal Landázuri compila una serie de documentos que hacen relación a la segunda
visita y numeración de los pueblos del Valle de los Chillos (1551-1559). En este se demues-
tra la presencia de los comerciantes de la región circunquiteña identificados con el gentili-
cio ‘yumbo’:

“En el caso de la movilidad de carácter andino, las zonas de residencia fueron Píllaro,
Yumbo, Puratico. Por otro lado, una emigración interétnica, preferentemente hacia
zonas templadas y subtropicales como Puratico, Sigchos y Yumbos [...]” (Landázuri,
1990: 27).

Igualmente, Segundo Moreno Yánez aporta con sus investigaciones para la definición
del ‘país yumbo’. El mencionado investigador recurre, como antes lo hizo Salomon, a
Cabello de Balboa y amplía la información con la Relación de los indios que hay en la Provincia de
los Yumbos y pueblos que en ella hay […], de cuyo análisis se desprende lo siguiente:

“Se podría suponer, por lo mismo, que la nación de los yumbos estuvo repartida en dos
fracciones que podrían denominarse yumbos del Sur y yumbos del Norte […]” (Moreno,
1981: 113-114).
118
LA NACIÓN DE LOS YUMBOS

La evidencia arqueológica corrobora las líneas de este investigador, pues ciertamente


existen algunas diferencias entre las dos regiones; diferencias pequeñas sí, pero muy noto-
rias especialmente en relación con la cerámica y con las formas de tolas y tipos de asenta-
mientos, conforme se señalará en el capítulo XIX.

Estas áreas si bien estaban integradas étnica y culturalmente conformando una ‘sólida
nación yumbo’, los pueblos del Sur se sentían vinculados también con otros grupos meridio-
nales como los niguas, los tsáchilas y de las zonas de Quevedo y La Maná; mientras que los
del Norte se asociaban estrechamente con los cacicazgos septentrionales de Píntag,
Cayambe, Otavalo y de la misma Quito. Indudablemente estas interrelaciones impuestas
por la vecindad debieron influir en las manifestaciones culturales de los grupos yumbos.

Aceptado el gentilicio de yumbo, y fuera de discusión la territorialidad de ese pueblo con


todas sus evidencias culturales, queda por explicar el modo de vida de lo que la etnohisto-
ria llamaría ‘nación yumbo’. Aquí cabe formular dos preguntas que surgen a partir de la lite-
ratura antigua y contemporánea referente a los yumbos: ¿se trataba únicamente de un grupo
selvático enclavado en el subtrópico quiteño?, ¿su forma de vida giraba solamente en torno
al comercio de productos exóticos para los mercados de Quito ‘el principal tianguis’ y de los
pueblos del Valle de Los Chillos y Otavalo?

La literatura disponible (Landázuri, 1990: 17-27; Salomón, 1997: 19; Pomeroy, 1986: 31;
Lippi, 1998: 311; Moreno, 1981: 115; Caillavet, 2000: 50), conducirían al lector a concluir
que efectivamente ese era el nivel de vida y desarrollo de los yumbos. Esto sin considerar las
expresiones peyorativas que de ellos se manifiesta en crónicas o relaciones diversas:

“Que las primeras no merecen tales nombres, ni aún de los pueblos más miserables de las
provincias en que hemos visto. Y de los de esta, entre los dos primeros, están los de los
canelos que verdaderamente son de esta especie, pero tan silvestre, áspera e inculta que
no se puede aplicar a ningún uso, como lo reconocimos en extracto hecho por el alam-
bique; y que si se cultivase y beneficiase, como lo practican en la campaña de hacia los
holandeses y los naturales de la isla de Celián, pudiera ser que fuese / como aquella. Y
los otros de los Yumbos y Macas son de una condición tan torpe y incapaz de raciona-
lidad para reducirlos a cristiandad y policía que parece imposible, por más que trabajan
los curas y doctrineros para conseguirlo y que son monstruos de tercera especie entre los
racionales y los brutos, y por esto de mérito muy recomendable a los que viven deste-
rrados del trato civil humano de otras gentes en los beneficios curados de aquellas incul-
tas soledades, para ser brevemente promovidos a otros de mejor sociedad y más descan-
so” (Dionisio Alcedo y Herrera [1766] en Ponce L. Pilar, 1994, t. II: 452).

La realidad arqueológica sugerida en este libro demuestra que la ‘nación yumbo’ ocupa-
ba una región densamente poblada, y era artífice de una importante arquitectura monumen-
tal con fuertes visos de centros políticos, económicos, sociales y culturales. Además, traza-
ron una inmensa red vial para la comercialización de sus productos, y plasmaron su cosmo-
visión en mensajes que pueden leerse en varios petroglifos. Manejaron con racionalidad su
medio ambiente y exaltaron las bondades de la naturaleza como eran las cascadas, ríos, pie-
demontes y valles, considerándolos sagrados.

Todo este bagaje de conocimientos no puede haberse desarrollado en una sociedad de


“desnudas gentes”, belicosas, según ciertas descripciones de crónicas o relaciones…
Tampoco se adhiere a su comprensión como mercaderes. Fue una sociedad que capitalizó
una vasta experiencia tecnológica que le permitió un control del medio ambiente para su
adaptabilidad, reproducción y convivencia social. Aquella experiencia tecnológica debió
acumularse desde períodos anteriores hasta alcanzar un estadio de sociedades complejas
estratificadas. Tales conocimientos perduraron durante un largo lapso, aproximadamente
mil años de generación en generación. Es importante reconocer entonces que la nación
yumbo es una sociedad milenaria, madura y abierta a las relaciones interregionales.
119
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

En esta página: Para alcanzar tal estadio, la población yumbo desarrolló un proceso de organización
izquierda, representación acorde con su medio ambiente y realidad geográfica: comenzó reconociendo su accidenta-
de un canastero o da topografía a la que terminó adaptándose mediante un patrón de asentamiento que ase-
mercader yumbo. Fuente: guraba su supervivencia. Distribuyó el espacio para su vivienda, para su agricultura y para su
archivos del Banco práctica religiosa. Esta adaptabilidad al medio ambiente, a todas luces ‘agresivo’ por su topo-
Central del Ecuador.
grafía, fue fundamental, para así volverlo productivo en beneficio y seguridad del grupo
En el centro, “Yumbo de
social, continuum de la evolución humana, como bien lo afirmara el investigador Darcy
los Colorados”. Ribeiro (1970).
Fuente: Imágenes
de identidad. La sociedad yumbo superó las etapas de desarrollo de sociedades meramente agrícolas
Acuarelas quiteñas no diferenciadas, como las del período Formativo. Sus intercambios culturales identificados
del siglo XIX, Quito, en términos de comercio la ubican entre los grandes cacicazgos andinos.
FONSAL, 2005,
p.419. Su organización social durante el período de Integración les impele a estratificarse de
acuerdo a su cosmovisión y simbolismo. Su territorio ocupó una superficie mayor a 1.500
Derecha, estatuilla de un km2. con límites culturales que se extendían hasta donde la etnia podía mantenerse cohe-
cargador mercader rente e integrada; es decir, hasta donde les fue posible manejar parámetros uniformes en los
yumbo. Fuente:
piedemontes, construyendo tolas mayores en las cimas, tolas medianas y menores a lo largo
Monasterio de la
Concepción, Quito.
de las crestas, plataformas de casa en lugares altos, chacras de cultivo con las partes latera-
Imagen tomada de les y, una relación ritual de las quebradas y zonas de agua.
Historia del
Ecuador, volumen 4, En síntesis, se puede decir que crearon las condiciones sociopolíticas, económicas y cul-
España, Salvat, 1980. turales para la explotación de los recursos, el manejo del entorno medioambiental y el
desarrollo de manifestaciones culturales tanto cotidianas como sagradas.1
Página siguiente:
canastero yumbo.
Fuente: Imágenes de
Identidad Acuarelas
quiteñas del siglo
XIX, Quito,
FONSAL, 2005,
p.220.

1 ¿Cómo es que un pueblo con tan avanzada infraestructura de tolas, cementerios, caminos a parte de su organización
socio-política, solvencia económica, control del espacio, etc. aparezca frente a los españoles en un estado de tanta
decadencia ‘selvática’ merecedor de epítetos como gente desnuda, belicosa, viciosa mindalae y salvaje? A este propósito
veamos como luego de 200 años son vistos algunos de los descendientes yumbo que todavía quedaban y servían como
transportistas mercaderes de la sociedad colonial.Se trata de una descripción histórico-topográfica de la provincia de Quito
de la Compañía de Jesús en la que el Padre Mario Cicala en 1771 narra una experiencia vivida por el Obispo Bernardo de
Arbiza, entre Esmeraldas y Cotacachi, mientras estaba de paso al Puerto de Paita, en el Perú.
De acuerdo a nuestro criterio, la cita se refiere claramente a un grupo de yumbos que en ese momento se encontraba en
Esmeraldas ejerciendo su característico oficio o trabajo de portadores de carga, mercadería e inclusive de personas, como
parece ocurrió con el mencionado Obispo que ocupó los servicios de aquellos “indios burdos”
para que le transporten en sus espaldas desde Esmeraldas a Cotacachi:
“Luego se encontró con una banda de veinte o más indios muy burdos, altos de cuerpo, muy robustos y fornidos, cada uno
con un palo muy grueso, de 9 a 10 palmos en la mano y con una especie de silla en las espaldas, desnudos hasta la cintura
pues el clima es muy ardiente […], se acercó el primer indio, de pronto se sentó en el suelo, se puso en la frente una correa
de cuero de cuatro dedos de ancho y cuatro palmos de largo, con los dos extremos bien fijados a ambos lados de la silla –
la jornada duró 12 días hasta llegar a Cotacachi” (Cicala, 1771: 308).
Algo similar había ocurrido en 1590 cuando varios feligreses yumbos guiaron al mercedario Juan de Salas a través de los
culuncos hacia Esmeraldas, obedeciendo órdenes de Cabello de Balboa, quien presionaba a los misioneros por la
evangelización de las “desnudas gentes” occidentales, convirtiéndose así los yumbos en colaboradores de la conquista y
sometimiento de los mulatos rebeldes de la Costa (Salomón, 1997: 24b).

120
LA NACIÓN DE LOS YUMBOS

121
122
Capítulo XVII
Patrones de asentamiento

Página anterior: Filo de


1- Panorámica de la región Salento, ejemplo
topográfico de un

E n esta sección introductoria, se encontrarán elementos que ya han sido menciona-


dos con anterioridad, y que traemos a colación con el afán de ubicar en una pano-
rámica que permita situar las propuestas de este estudio respecto de los patrones de asen-
piedemonte sobre el cual
se levanta un conjunto
de tolas en cadena. Se
tamiento a un paisaje definido; es decir, con el afán de permitir una relación contextual desconoce autoría de la
entre un espacio determinado y las hipótesis que le corresponden. fotografía.

La cobertura total de la región es de aproximadamente 842,85 km2 cuyos puntos extre-


mos son: Cachillacta al Este, Mashpi al Oeste, Guayabillas, Chacapata y Cariyacu al
Norte, Milpe, Saloya y San Sebastián de Pachijal al Sur.

Cabe señalar que estos son los límites políticos del Distrito Metropolitano, pero los
limites culturales de la nación yumbo se amplían hasta colindar con el río Intag por el
Norte, Mindo por el Sur, Cariyacu y Cachillacta por el Este y el Mashpi por el Oeste,
aunque esta ultima frontera cultural parece proyectarse más al noroccidente, hacia San
Juan de Puerto Quito y Los Bancos, ya fuera de los limites distritales.

Al referirnos a la parroquia Pacto se incluyen fundamentalmente los siguientes barrios:


Pacto Loma, La Delicia, La Esperanza, Guayabillas, Pachijal, Mashpi, Santa Rosa, El
Paraíso, Anope, El Castillo, Saguangal, Guayllabamba, La Victoria, El Progreso, Buenos
Aires, Ingapi, San Juan, San José, Santa Teresa, El Triunfo, Guaycu Yacu y San Pablo.

La geomorfología de esta zona es recurrente: avanzando desde Pacto se sube al Barrio


La Delicia para luego bajar hasta Saguangal y desembocar en el río Guayllabamba; o si se
sale del Barrio Las Tolas, siguiendo los senderos trazados sobre la cima, se ingresa al pie-
demonte El Pachijal hasta desembocar en la unión de los ríos San José y Pachijal. Esta
geomorfología en cuanto se relaciona con la formación de conos de deyección, es simi-
lar al área central de Tulipe, (Urcutambo, Santa Martha, Gualea, Santa Elena, Camacpi,
Salento, San Francisco - La Armenia), sin embargo, los barrios Las Tolas, El Paraíso y
Urcutambo forman una barrera natural por la presencia de conos de deyección que alcan-
zan más de 8 Km. de longitud dividiendo aparentemente la geografía en dos zonas: la pri-
mera que cuenta con profundos acantilados o partes terminales de los piedemontes que
generalmente bajan desde los 1.580 m.s.n.m., altura de Urcutambo, hasta los 1.000
m.s.n.m, que es la cota del río Guayllabamba, en ese sector.

Mientras en la segunda, hacia el Sur: Pacto, Saguangal, San José de Ingapi, Mashpi, hasta
la unión de los ríos San José – Pachijal, los piedemontes presentan una gradiente de dismi-
nución con la altitud, que aparece más arrugada y corta, dada la enorme cantidad de rama-
les laterales que hacen que las laderas de la zona sean más suaves y las partes terminales de
los piedemontes terminen cercanos a los ríos Pachijal, Mashpi y finalmente en el río

123
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Guayllabamba (cota 500 m.s.n.m en Guayabillas). Esta distribución espacial permite


observar los complejos arqueológicos frente a frente pues los piedemontes bajan parale-
los separados apenas por pequeñas quebradas o ríos que van a terminar como tributarias
del río Chirape; tal es el caso de los ríos San Antonio, Chulupe, San Vicente entre otros.

El paisaje natural del Noroccidente, entonces, se presenta como la formación hidroló-


gica y de conos de deyección que avanzan paralelos en sentido Este-Oeste y cuyas par-
tes terminales o extremos se desvanecen abruptamente sobre los ríos Pachijal, Mashpi y
Guayllabamba, en medio de verdaderos abismos de más de 200 m. de altura (Salento,
Urcutambo, Santa Martha, entre otros).

Los complejos arquitectónicos compuestos por aquellas estructuras piramidales trun-


cas descritas en el Capítulo II, comúnmente denominadas tolas en el Ecuador o huacas en
el Perú, se distribuyen longitudinalmente sobre esas cuchillas de los piedemontes o conos
de deyección que casi siempre terminan en una serie de ramificaciones laterales a modo
de ‘dedos de una mano’.

Las actividades agroganaderas han desbrozado un 60% del territorio, implantando un


sistema de pastoreo, mientras el 40% restante que generalmente corresponde a las cuen-
cas de las quebradas aparece ocupado por bosques primarios (10%) y secundarios (30%)
en los que crece una significativa variedad de orquídeas y plantas endémicas, así como una
rica fauna de serpientes, ardillas, sacha cuyes, etc.

Entre los pastizales de las grandes fincas se levantan centenares de tolas o pirámides
truncadas, que siguen un diseño trapezoidal con plataforma rectangular, pero que varían
en tamaño y orientación.

Se puede asegurar que tanto las estribaciones occidentales como el área central de
todo el Noroccidente de Pichincha fueron ocupadas de manera intensiva y extensiva,
siendo la arquitectura la manifestación más relevante de ese desarrollo cultural.

El paisaje natural, que originalmente debió estar cubierto por grandes bosques, se
transformó en un paisaje cultural lleno de tolas, en medio de un ambiente productivo de
gran dinamia interregional, vinculado por una red vial compleja conocida como ‘culun-
cos’, por donde circularon productos para la subsistencia, el comercio y vida ritual tanto
de los personajes de rango como de la sociedad en general.

Esas estructuras de tierra, distribuidas sobre las ‘cuchillas’ de los piedemontes, general-
mente siguen la orientación longitudinal de las formaciones geográficas y coinciden con
vertientes, pogyos u ‘ojos de agua’ que luego alimentan a los cauces de las quebradas.

En medio de esa constelación de tolas agrupadas en conjuntos y ligadas entre sí por


caminos, surgieron otros elementos de singular importancia para sus constructores. Tal es
el caso del complejo de piscinas de Tulipe que rompen con lo piramidal, y de otros sub-
centros ceremoniales que comenzaron a levantarse siguiendo el modelo del anterior,
como son: Guayabal en la margen izquierda del río Chirape, con una pequeña piscina rec-
tangular; y dos en Ayapi de similar forma en la unión de los ríos San José (Ingapi) y
Pachijal. Este paisaje cultural se vio enriquecido además por el tallado de petroglifos ubi-
cados sobre los ríos Chirape, Palanzuro, Piripe y otros.

2- Promontorios y cementerios

C omo decíamos, las tolas se proyectan longitudinalmente desde la naciente o parte


superior del piedemonte. Al bajar, ocupan las crestas o pequeñas planadas hasta
los terminales o parte inferior de esos alargados montes. En las ramificaciones laterales se
levantan otras estructuras que obedecen a una clara intencionalidad por conformar o

124
PATRONES DE ASENTAMIENTO

completar verdaderos núcleos de conjuntos o complejos piramidales. En todo caso, la


ocupación intensiva de las ‘cuchillas’, laderas, colinas y partes terminales que conforman
esa singular geografía, se evidencia como una constante de los asentamientos yumbo.

Generalmente, en las ramificaciones laterales de los piedemontes que bajan hasta las
quebradas adjuntas, aparecen grupos de pequeños promontorios, sin orden aparente, que
corresponden a cementerios locales vinculados a los complejos arquitectónicos y que for-
man parte del patrón de asentamiento.

Un primer ejemplo que corrobora lo afirmado, se halla en la parte media del piede-
monte Pachijal, en los predios del señor Neptalí Alarcón, detrás de un conjunto de tolas,
se encuentra un cementerio claramente asociado a ese complejo; se trata de una serie de
montículos que sobresalen de la superficie inclinada a modo de pequeñas ondulaciones,
cada uno de aproximadamente 4 m. de largo por 1.50 m. de ancho y 1 m. de alto.

En segundo lugar, en El Paraíso, la limpieza arqueológica de una tumba previamente


huaqueada tuvo lugar en las laderas de una colina y junto a una plataforma rectangular.
Allí se recuperaron algunas fusayolas y torteros que formaban parte de una ofrenda o de
un ajuar funerario.

Algo similar ocurrió con otra tumba en Buenos Aires, barrio cercano a Tulipe. Los pro-
pietarios del sitio conservan cuentas de concha Spondylus y de concha madre perla, asegu-
rando que las “sacaron” en medio de huesos en proceso de pulverización y de muchos
fragmentos de cerámica.

Por otra parte, las tumbas de San Luis, conjunto de al menos 30 montículos rectangulares,
se distribuyen en excelente estado de conservación sobre las laderas del piedemonte San Luis.

En cuarto lugar, citaremos al cementerio de San José-Ingapi, en donde se contabiliza


75 promontorios, también rectangulares que forman parte de un complejo arquitectóni-
co de cinco tolas, entre las que sobresale una tola mayor de más de 1.000 m2. Actualmen-
te, el sitio está dividido entre varios propietarios: el cementerio pertenece al señor Vallejo
y las tolas al señor Mogollón.

Asimismo, el cementerio arqueológico descubierto en el barrio La Esperanza, finca de la


señora Laura Muñoz, guarda similares características: 40 promontorios de 3 m. de largo por
2 m. de ancho y 0.50 m. de altura. Se suceden horizontal y verticalmente en una alineación
casi simétrica aprovechando la amplitud de una ladera. Forma parte del complejo que ocupa
el cono de deyección La Esperanza, en cuyo sector alto se destacan las tolas, mientras en las
laderas bajas (propiedad del arquitecto Mario Gómez) están las tumbas y uno de los petro-
glifos más enigmáticos de los hasta ahora encontrados, tanto por sus diseños incisos y mis-
teriosos como por su asociación a una bella cascada en la naciente del río Santa Ana.

De la información señalada podemos inferir los siguientes datos preliminares:

1- Las tumbas registradas tienen forma rectangular.

2- Los cementerios son parte del patrón de asentamiento piramidal nucleado.

3- Las laderas que bajan a las quebradas adjuntas fueron escogidas para utilizarlas como ce-
menterio.

4- Los promontorios tienen dimensiones más o menos estandarizadas.

5- La orientación de los ejes mayores de las tumbas aparentemente no demuestra inten-


cionalidad alguna; depende casi siempre de la dirección general de las laderas o del

125
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

piedemonte. Por ejemplo, los cementerios de Pachijal y de San José de Ingapi están
ubicados sobre las laderas que se orientan al occidente, mientras que los cementerios
de San Luis y de Santa Teresa están en las laderas que se orientan hacia el Oriente.

El dato más importante, sin embargo, es el relacionado con el contexto espacial y fun-
cional de estos monumentos funerarios. Los cementerios están adscritos a complejos pira-
midales nucleados, sugiriendo que el patrón de asentamiento está compuesto por las
estructuras piramidales y su correspondiente cementerio. Asociados en una íntima simbio-
sis, ocupaban un área en las que las actividades cotidianas se practicaban o vinculaban
cuando era necesario, con aquellas actividades rituales relativas a la muerte. El dualismo
de la vida y la muerte estaba presente y convivía; el espacio físico era compartido por
vivos y muertos formando un paisaje cultural organizado.

Los artefactos recuperados, no por excavación arqueológica sino por gentileza de sus
propietarios, no permiten todavía un diagnóstico del patrón de enterramiento propiamen-
te. Los torteros recuperados en la tumba huaqueada de El Porvenir sugieren la idea de for-
mar parte de una ofrenda funeraria relacionada con la actividad artesanal. Los collares de
concha Spondylus Princeps y las láminas de concha madre perla, de Buenos Aires pueden
considerarse como parte de un ajuar que acompañó a un personaje de alto rango. La abun-
dante cerámica de compoteras, ollas y cuencos sacados de una de las tumbas del cemen-
terio de San Luis por Boris Aguirre (2001) puede comprobar la importancia alfarera en el
ajuar funerario. En fin, lo único que puede asegurase es que los promontorios si son tum-
bas, y estas están agrupadas en cementerios junto a complejos monumentales de tolas.

En cuanto a la lítica, hay una significativa presencia de manos de moler y metates, lo


que demuestra que la actividad de la molienda para la elaboración de harinas y masas fue
muy importante. Las formas son variadas, redondas, rectangulares, ovaladas, probable-
mente de acuerdo a su actividad específica: las piedras circulares pequeñas sirvieron para
moler ají o ‘chancar’ hierbas para la obtención de sumos; las piedras rectangulares gran-
des para triturar granos y obtener harinas, las ovoidales de cuenco más pronunciado para
elaborar masas, etc. Mientras mayor era el tamaño y peso de la mano de moler se conse-
guían harinas más finas. Las piedras o manos de moler son generalmente redondas u ova-
ladas que se adaptan perfectamente al plano del metate, e igualmente presentan su cara
de abrasión pulida y brillante; en varios casos dejan ver sus severos desgastes. La materia
prima utilizada para la fabricación de las piedras de moler, en su mayoría, son andesitas.

Los pocos ejemplares de hachas recuperadas durante la prospección denotan el plano


de percusión o talón proximal trabajado para ser agarrado con la mano o amarrado a un
mango de madera, mientras que el talón distal tiene un borde o filo cortante. Al igual que
las piedras de moler el material utilizado para su fabricación es andesita. Tipológicamente,
las muestras de hachas recuperadas en territorio yumbo pertenecerían al tipo de artefac-
tos de cuerpo simple cuya sección transversal es elíptica con lados convexos y filo redon-
deado (Echeverría, 1981: 157-162).

La presencia de propulsores o atlatl en San José de Ingapi (terrenos del Ingeniero Santiago
Guerrón) es un claro indicador de que la cacería era una de las actividades fundamentales del
habitante yumbo. Están elaborados en piedra calcedonia de color verde jaspeado.

La obsidiana está presente en toda la región y prácticamente se la encuentra desde los


niveles del Formativo hasta los de Integración.

Una dificultad que ha afrontado esta investigación ha sido la carencia de toponímicos


o nombres originales de los piedemontes; de allí que, como ya se ha señalado, nos haya-
mos sentido obligados a utilizar el nombre de los barrios más cercanos o de los propieta-
rios de la finca, y en casos excepcionales el nombre aborigen.

126
PATRONES DE ASENTAMIENTO

En el territorio que involucra el piedemonte San José-Ingapi al Norte y el piedemonte


Saloya, Milpe, Los Bancos, al Sur, separados por el río Pachijal, se levantan algunas decenas
de tolas registradas por Victoria Domínguez del Proyecto OCP-Estudios Ambientales
(2004). Al encontrarse fuera de los límites del Distrito Metropolitano de Quito, no se las
consideró detenidamente en este libro, pero por las formas arquitectónicas de las tolas y la
similitud del material arqueológico, pertenecerían a la misma cultura o nación yumbo.

Estos y tantos otros ejemplos de emplazamientos arquitectónicos, repetitivos en su


conformación y sobre los piedemontes prospectados en esta región, nos inducen a
plantear un análisis teórico que defina lo que es un patrón de asentamiento. Se ha seña-
lado ya varios de los factores que siempre están presentes: arquitectura ‘civil’ y religio-
sa, vivienda, cementerios, artefactos cerámicos y líticos, instrumentos de producción,
relaciones de producción, red vial, intercambio, uso definido del espacio densidad
poblacional e ideología; factores que conforman los patrones de asentamiento.

3-Patrones de asentamiento yumbo


A- Patrones de asentamiento nucleados

J ohn Stephen Athens (1980) propone una serie de supuestos teóricos y anota varias
hipótesis aplicables a los patrones de asentamiento de la provincia de Imbabura,
tipificándolos como “dispersos” y “nucleados”.

Una de las hipótesis, refiriéndose a sociedades complejas, señala:

“Se espera que las sociedades en medioambientes uniformes tengan sus residencias
domésticas dispersadas, mientras que las sociedades de medioambientes estacionales
tengan residencias domésticas nucleadas” (Athens, 1980: 96).

Para reforzar sus hipótesis, este investigador aclara la definición de dispersas y nucle-
adas, término que hemos utilizado anteriormente:

“Dispersadas se refiere a la condición donde las unidades residenciales domésticas no


lindan entre sí […]. Los pequeños grupos de unidades residenciales dispersados pare-
cen ser una forma muy común de asentamiento disperso en las sociedades agrícolas
tropicales” (Athens, 1980: 96).

En relación con los asentamientos nucleados sostiene:

“[…] Se refiere a la condición en que las unidades residenciales lindan entre sí. Si todas
las unidades residenciales de una unidad social primaria lindan entre sí, la sociedad está
nucleada al máximo” (Athens, 1980: 96).

A partir de las citas precedentes, aclaremos la propuesta de este estudio. Se entiende


como asentamientos dispersos a aquellas poblaciones en las que el trazado del asenta-
miento yumbo, por evolución de adaptación al medio, no presenta unidades residencia-
les contiguas generando la formación de calles, manzanas y plaza central que deviene en
la trama o diseño de damero del tipo europeo, sino que estas unidades están separadas y
sin colindar entre sí, aunque integradas de acuerdo a patrones topográficos, ideológicos
y culturales, socialmente aceptados.

En el subtrópico quiteño, al parecer, se reúnen varios sistemas que demostrarían la vera-


cidad de nuestra hipótesis respecto de los asentamientos dispersados: medio ambiente uni-
forme, geografía física subtropical, conos de deyección o piedemontes ubicados entre las
cotas 800 m.s.n.m hasta los 1.700 m.s.n.m., destacándose los de Salento y Urcutambo

127
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

como los de mayor longitud; la hidrología con sus innumerables quebradas, cascadas y
ríos, todos tributarios del Guayllabamba; la temperatura regular (18 a 24° C); y la pluvio-
sidad media anual que fluctúa entre los 3.000 y 4.000 mm.

Como se ha dicho en la primera parte de este estudio, su zona de vida se caracteriza


entonces, por un bosque muy húmedo pre montano (bmhpm) (Holdridge; 1947), con
estaciones lluviosas de siete a ocho meses y una estación seca que varía entre tres y cua-
tro meses. La región por lo general es húmeda por la condensación de nubes que chocan
con las altas estribaciones del sistema montañoso andino occidental, provocando presen-
cia de neblinas especialmente durante el invierno.

Además, de las características de bosque muy húmedo premontano en el sector pre-


domina la flora o conjunto biótico típico de transición tropical subtropical, como: la
palma de cera (Ceroxylon sp.), pilche (guarea kanthili), canelo (licaria limbosa), motilón (hyero-
nima alchonoides), cedro (cedrela rosei), arrayán (eugenia myrobalana), higuerón (ficus sp), palo de
rosa (comas peruviana) y algunas especies de helechos arborescentes.

En ese contexto natural, la tecnología acumulada de los yumbos generó una arquitec-
tura tendiente a solucionar los problemas y limitaciones que presentaba el bosque húme-
do subtropical, modificando el entorno paisajístico para el desarrollo de la sociedad
durante un período aproximado de mil años. Es decir, los yumbos crearon un ambiente
propicio para que el grupo se adapte y se relacione bajo reglamentaciones socialmente
reconocidas y pueda satisfacer sus necesidades fundamentales de subsistencia y posterior
desarrollo. Este fue un proceso evolutivo ascendente que le permitió a la sociedad yumbo
organizar instituciones de carácter social (familia), división del trabajo y esferas más com-
plejas como las políticas, religiosas, educativas y de salud, entre otras, hasta llegar a un
nivel, en nuestro criterio, superior al de los cacicazgos serranos y costeños.

Segundo Moreno Yánez, al hablar sobre la sociedad yumbo, dice:

“[…] aparece claro que los Yumbos no alcanzaron el nivel de ‘señoríos’, en sentido estric-
to, comparable a los grandes curacazgos serranos […]. La importancia de los pueblos
Yumbos radicó más específicamente en su papel dentro de la integración regional a través
del intercambio y de la producción de ‘bienes populares exóticos’ (Moreno, 1981: 116).

De ser así, ¿cómo se explicaría- insistimos- el importante número de evidencias espe-


cialmente arquitectónicas dejadas por los yumbos? En toda la Sierra septentrional, ¿dónde
encontramos un monumento de extraordinaria complejidad arquitectónica, geométrica y
simbólica como Tulipe? Salvo el caso de Cochasquí, ¿en dónde existe un solo conjunto
organizado por tolas estratificadas como las del país yumbo?

La incongruencia -o al menos la duda que surge entre las aseveraciones de los cronis-
tas, viajeros e historiadores respecto de los yumbos, y la evidencia arqueológica- plantea
entonces un problema de revisión y verificación del dato histórico y una mayor investi-
gación de los vestigios.

Los patrones de asentamiento de los complejos arquitectónicos yumbo se presentan


con tolas piramidales truncas de un área de construcción variable. Sólo para señalar un
ejemplo de los conjuntos estudiados en el capítulo XVIII, el complejo piramidal de El
Mirador de la familia Andrade del sector Las Tolas está compuesto de tres tolas extraordi-
narias y prototípicas, de las cuales la primera mide 1.200 m2, la segunda 577 m2 y la terce-
ra 1.188 m2, y dominan la parte alta de su piedemonte. En el contorno inmediato se levan-
tan las tolas de menor volumen. Este tipo de complejos, como se ha visto, se repiten con
mayor o menor volumen y complejidad a lo largo de los piedemontes Urcutambo,
Salento, Camacpi, San Francisco, Miraflores, Pachijal, etc.

128
PATRONES DE ASENTAMIENTO

A cada complejo de tolas hay que sumarle plataformas rectangulares que a veces están
adosadas a las mismas o separadas, pero siempre al interior del contexto piramidal.
Igualmente se integran áreas de cultivo, asentamientos habitacionales o puntos de vigía,
túmulos funerarios, cementerios y culuncos o caminos antiguos.

Consecuentemente, la presencia de lo que nosotros denominamos patrones de asen-


tamiento monumentales nucleados, ubicados en las partes altas de las ‘cuchillas de mon-
taña’, demuestra una categoría de ‘aldeas’ interrelacionadas tanto por la ocupación, vecin-
dad y presencia de jefes cacicales, como por la necesaria comunicación que se daba por
la red vial. La región estuvo densamente poblada pero acorde con una distribución geo-
gráfica y una organización espacial. Esta afirmación se comprueba con la presencia de
numerosos sitios, tolas, caminos, y particularmente con los asentamientos.

Si se observan las tolas del callejón andino como Cochasquí, Socapamba, Ilumán,
Gualimán, Pinsaquí, Zuleta, entre otras, se puede constatar que representan a sociedades
dispersas sin un patrón definido. Aparecen en cualquier contexto topográfico y sus formas
son completamente variables. Desde luego aquí hacemos excepción de las tolas de
Cochasquí. Los complejos de tolas del Noroccidente se distinguen por su morfología,
monumentalidad y cantidad que superan en número a cualquier otra región culturalmente
identificada. Guardan una tendencia a la ‘nuclearización’ jerarquizada en cada piedemonte
cacical. Sin embargo, al atenerse a la funcionalidad, probablemente se deba que confluir en
un elemento muy importante de similitud: la funcionalidad, al parecer, tanto en la región
andina como en la región yumbo era de carácter astronómico, ceremonial y habitacional
elitista. Esa función estaba estrechamente vinculada al poder que lo ejercía un cacique.

La arquitectura monumental de la región costanera presenta patrones de asentamiento


característicos de sociedades ‘dispersadas’, en las que predominan los simples y deformes
túmulos, que llegarían posiblemente a relacionarse con el período de Integración. Así lo
demuestran las investigaciones arqueológicas llevadas a cabo por Guillaume-Gentil y su equi-
po desde 1992, en un área de aproximadamente 400 km2 al Este de Quevedo, cuenca alta del
Guayas. Este trabajo es de los más serios, tendientes a conocer detalladamente las cuestiones
cronológicas, topográficas, culturales, espaciales y funcionales de este tipo de monumentos.

En cuanto a cronologías, funciones, experiencias acumuladas por parte de los cons-


tructores, asociación de materiales culturales etc., coincidimos con Guillaume-Gentil,
pero existen ciertas diferencias o peculiaridades que conviene señalar:

1- Tipológicamente, las tolas de La Cadena-Quevedo-La Maná tienen formas de montí-


culos y plataformas rectangulares (Guillaume-Gentil, 1998: 57 -59) no muy bien defi-
nidas. Por el contrario, las clásicas tolas yumbo son pirámides truncadas con rampas
de acceso que se desprenden de los lados menores; algunas tienen, como hemos visto,
dos rampas, otras una sola rampa, otras no la tienen; e inclusive, están los montículos
o túmulos integrados topográficamente entre ellos y constituyendo parte esencial del
patrón de asentamiento yumbo.

2- En la cultura yumbo, los patrones de asentamiento se presentan como ‘centros’ arqui-


tectónicos distribuidos sobre la cima de los piedemonte; mientras que en La Cadena-
Quevedo-La Maná este elemento geográfico no caracteriza a su paisaje natural, pues
aquí las últimas estribaciones de los Andes se vuelven más leves o desaparecen.

3- Algo que distingue radicalmente a los dos proyectos es la diferencia cronológica de sus
asentamientos. En La Cadena-Quevedo-La Maná, la ocupación humana no se interrumpió
desde el Formativo Temprano (Valdivia: 3500-1800 a. C.) hasta la Integración (Milagro-
Quevedo: 500-1500 d. C.), inclusive sus investigadores informan de intrusiones que eviden-
cian la reutilización de los montículos. En la región yumbo, el proceso del Formativo se vio
interrumpido por las sucesivas erupciones del Pululahua y del Pichincha, sin posibilitar la

129
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

presencia humana durante el período de Desarrollo Regional (500 a. C.-800 d. C.).


Solamente hacia el 800 d. C. reaparece el hombre gestor y protagonista de la nación yumbo
con manifestaciones propias, especialmente adaptadas a su contexto geográfico.

Compartimos por otro lado en la interpretación funcional de las tolas y montículos,


cuando dice:

“Hasta hace poco la función principal que se atribuía a las tolas era funeraria. Los montí-
culos, que hasta la fecha han sido excavados por nuestro proyecto, revelan la presencia de
ocupaciones sucesivas de posible uso doméstico, artesanal o incluso ceremonial, no obs-
tante ninguna sepultura ha sido hallada hasta el momento” (Guillaume-Gentil, 1996: 61).

Igualmente en las tolas de la nación yumbo que han sido intervenidas por huaqueros
son excepcionales las que presentan evidencias de tumbas. Esta función concentrada en
los cementerios, en cuyos montículos sí se hallan los enterramientos humanos con su res-
pectivo ajuar funerario. Desde luego, la imagen histórica que en cierto grado se ha man-
tenido de los yumbos es aquella de los primeros cronistas que los encontraron en su colap-
so absoluto, tal como ya se manifestará en el capítulo XXI.

130
PATRONES DE ASENTAMIENTO

B- Patrones de asentamiento y distribución de las tolas

L os arqueólogos cubanos Ernesto E. Tabío y Estrella Rey dicen retomando a Willey


(1953):

“El término patrón de asentamiento lo definimos como la forma como el hombre se


acomodó en el ambiente que vivía. Esto se refiere a las viviendas, a la disposición de
estas, y a la naturaleza y distribución de otras estructuras relacionadas con la vida de
la comunidad. […]. Como los patrones de asentamiento son las evidencias actuales de
las necesidades del grupo, sirven ventajosamente para conocer, de modo objetivo, el
grado de desarrollo cultural de esas comunidades” (Tabío y Rey, 1966:17).

Por otra parte, Alcina Franch considera que

“Los problemas de adaptación al ecosistema específico y la evolución cultural consi-


guiente pueden ser abordados mediante aproximaciones diferentes, tal, por ejemplo,
el del estudio de patrones de asentamiento” (Alcina, 1979: 68).

Esta investigadora concreta tres tipos de asentamiento para las sociedades costeras:

1- Asentamientos dispersos.

2- Asentamiento de agricultores.

3- Asentamientos semi urbanos.

La construcción de tolas correspondería a las categorías 1 y 2, siendo en gran medi-


da “una agrupación probablemente planificada de tolas de diferente tamaño y forma”
(Alcina, 1979: 68). A continuación agrega que el “estudio de los patrones de asenta-
miento y especialmente el aspecto demográfico está orientando sobre la base de poner
en relación el área de ocupación con los medios de subsistencia y la tecnología” (Alcina,
1979: 69).

Como se ve, Alcina Franch propone tres tipos de asentamientos que se enmarcan en
las siguientes categorías “dispersos”, “agrícolas” y “semi urbanos”, de acuerdo a sus inves-
tigaciones realizadas en asentamientos de la Costa. Según esta aseveración no se llega a
especificar una ‘traza urbana’ que sugiera ya un asentamiento organizado en ciudades.

En otro artículo el mismo investigador, basándose en las experiencias de otros arqueó-


logos, sostiene:

“El patrón de asentamiento de las jefaturas es muy variable ya que al tiempo que se
concentra en aldeas, pueden llegar a tener varios miles de habitantes, especialmente
cuando incluyen la residencia del Jefe o Señor. Por otra parte, suelen presentar un
poblamiento disperso en forma de pequeños caseríos e incluso de viviendas aisladas.
Los poblados - cabeceras o ‘capitales’ de estas jefaturas no solamente concentran gran
número de habitantes, sino que incluyen la residencia del jefe y de su parentela o
seguidores, los templos o edificios destinados al ritual y las casas destinadas a artesa-
nos, sacerdotes y servidores” (Alcina,1986: 267).

En opinión de Alcina Franch, ciertos factores aparecen entonces como fundamentales


para que se den los patrones de asentamiento: debe existir una densidad poblacional con-
siderable; en las ‘capitales’ de las jefaturas deben incluirse, además de la élite endogámica
del jefe, los templos y las casas destinadas a artesanos, sacerdotes y servidores.

En el caso de la nación yumbo esos factores están presentes. La extraordinaria canti-


dad de sitios, pirámides y la ocupación general de todo el Noroccidente indican que la
población fue muy numerosa, cuatro o seis veces mayor que la actual. Las tolas mayores
levantadas estratégicamente en las crestas más altas de los alargados piedemontes, cree-

131
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

mos, fueron los espacios reservados a la jefatura, conformando una suerte de ‘capitales’
más concentradas; allí debía estar todo el grupo social que acompañaba al jefe o cacique.
La propuesta de clasificación tipológica de las tolas basada en el registro arqueológi-
co, con datos que definen la forma clásica de las tolas de la región yumbo, contemplan
elementos tales como: pirámides truncas con o sin rampas, su dimensionalidad, distribu-
ción espacial, uso del suelo, entre otros. Pero lo que más caracteriza a los patrones de la
cultura yumbo es la conformación de los emplazamientos piramidales siguiendo la orien-
tación de los piedemontes, y ocupando las laderas y los ramales laterales.
El área nuclear que aglutinaba a estos conjuntos se encuentra en Tulipe, porque es aquí
donde se levanta el templo mayor de ocho estructuras con sus formas geométricas. Tulipe
no es un asentamiento poblacional de cotidiana permanencia y tampoco es una semi urbe
residencial. Es un lugar reservado, centro de peregrinaciones periódicas, cuya función era
absolutamente religiosa y ritualista. Dada la gran densidad poblacional, parece ser cierto
también que en algún momento otros lugares comenzaban a levantarse con similares
características a las de Tulipe (Yaupi, Guayabal).
Tulipe, como centro ritual, funcionaba independientemente de los emplazamientos nu-
cleados, aunque los aglutinaba como su gran referente dentro de un macro de espacio simbó-
lico. De allí que su arquitectura y contexto geográfico inmediato difieran de los emplazamien-
tos topográficos en los que se levantan los conjuntos nucleados de tolas. Para el efecto, basta
observar lo que ocurre con las grandes tolas que superan los 1.000 m2 de área construida: El
Mirador (Barrio Las Tolas), Santa Martha (Gualea Cruz), Loma California (Barrio El Porvenir),
Manchuri, Urcutambo, Bella Vista Bajo y Bella Vista Alto, y todos los asentamientos occiden-
tales que se distribuyen longitudinalmente sobre las ‘cuchillas’ y sus ramales laterales.
Denevan describe la presencia de centros urbanos en la cuenca del Guayas como sigue:
“A simple vista el conjunto de montículos o ‘tolas’ de varias formas y tamaños, algunos
realmente espectaculares, los identifican como un lugar de producción urbana” (Dene-
van et. al.,1987: 243-244).
El investigador se limita a señalar que los centros urbanos son un conjunto de tolas, a
veces espectaculares, pero no da mayores elementos sobre sus dimensiones, áreas construc-
tivas, distribución espacial, o traza que permita determinar su patrón de asentamiento.
En relación a este tema sobre la región Quevedo-La Maná, Guillaume-Gentil reporta
“tres sistemas distintos de gestión del espacio”, los mismos que se encuentran “en una
región con relieves accidentados y atravesada por un complejo sistema hidrográfico” a los
que categoriza como:
1- Sitios con un modelo simétrico compuesto de 8 y hasta 56 tolas.

2- Sitios con modelo irregular, de 2 a 15 montículos.

3- Sitios con montículos aislados de grandes dimensiones. Estas últimas tolas pueden
medir más de 15 m. de alto y tener un diámetro superior a 70 m. (Guillaume-Gentil
et. al., 1998: 57-58).

Estos tres tipos de emplazamientos, nada tienen que ver con los emplazamientos de la región
yumbo; difieren en su distribución espacial, en la evolución cronológica, en sus dimensiones, y
en el diseño arquitectónico. En el subtrópico quiteño, parecerían no existir relaciones cronoló-
gicas con culturas inmediatamente anteriores (período de Desarrollo Regional), posibilidad que
no descarta de modo radical hasta cuando las evidencias, existentes o no, así lo determinen.

Los patrones de asentamiento de la región noroccidental se adaptaron a la geomorfolo-


gía compuesta por una serie de conos de deyección o piedemonte, cuyo punto de inflexión
se produce en las estribaciones occidentales del sistema montañoso andino, piedemontes que
se orientan hacia el río Guayllabamba por el Norte, y hacia los ríos Pachijal, Mashpi y
Guayllabamba en sentido Este-Oeste en el extremo occidental, coincidiendo con los límites
del Distrito Metropolitano. De ninguna manera esta delimitación implica límites culturales.

132
PATRONES DE ASENTAMIENTO

Las descripciones de los casos de Denevan y Guillaume-Gentil se alejan de lo que


constituye el patrón de asentamiento yumbo. Nuestros complejos arquitectónicos están
claramente definidos por patrones de asentamiento que no difieren entre sí en el diseño
formal de sus elementos y en el emplazamiento. La cultura yumbo se muestra con una
identidad relativamente particular. En todo caso, no significa que tengamos una absoluta
uniformidad; también existen diferencias, como por ejemplo la variada cantidad y monu-
mentalidad volumétrica entre las tolas de la zona oriental que designamos como ‘área
nuclear o central’, y las de la zona occidental que se acerca al área tsáchila.

Área nuclear o central

La primera región, tentativamente denominada ‘área nuclear o central’, está formada


por el piedemonte de San Francisco-La Armenia-Nanegal, al lado oriental, que alcanza
una longitud de 17 Km., y que involucra a Nanegalito. En línea recta avanza hasta Cha-
capata en el costado oriental y, por el Nornoreste hasta la cuenca formada por los ríos
Guayllabamba e Íntag. Por el Occidente, dicha área nuclear incluye los piedemontes de
Loma Mirador (Las Tolas), El Porvenir, Urcutambo hasta Bella Vista, donde baja con una
longitud aproximada de 15 Km. Dentro de esta área se destacan los grandes complejos
monumentales levantados según el patrón de asentamiento yumbo, sobre los piedemon-
tes. En esta región geográfica se asienta Tulipe, aunque su influencia no se restrinja a la
ocupación espacial y nos remita, más bien, a toda la cultura yumbo.

A manera de muestras aproximadas del área nuclear, se pueden citar a:

1- Loma Mirador del barrio Las Tolas, que presenta en la cima tres tolas mayores.

2- A las laderas del Sur con cinco tolas medianas con una y dos rampas y, a continuación
diez tolas menores sin rampas, tipo plataforma.

3- En Salento los emplazamientos están dominados por tolas mayores y medianas, que
siguen la orientación Sur-Norte del piedemonte, aunque sus ejes mayores no necesa-
riamente tengan esa orientación.

4- En Santa Elena, Camacpi y Barrio Lindo los emplazamientos son longitudinales con
predominio de tolas mayores y medianas con rampa.

6- En Tulipe las tolas mayores más cercanas (tolas Guerra y tolas Dávalos) se alinean en
sentido Suroeste-Noreste hasta vincularse con el barrio Las Tolas.

7- En el entorno inmediato a las estructuras sagradas de Tulipe, sobre los cerros que deli-
mitan el valle sagrado, se levantan cuatro tolas pequeñas que forman una cuatriparti-
ción y cuya función más directa era la de controlar y vigilar el sitio ceremonial (tola
Rosero, tola Miño, tola Pozo y tola Tonato).

8- En Cerro del Oso el emplazamiento de tolas medianas y menores se orienta en senti-


do Este-Oeste, tanto en las laderas Sur hacia San Sebastián de Pachijal y Miraflores,
así como sobre las laderas Norte que bajan a Tulipe.

9- En la Finca Freire, se levanta un complejo monumental único y excepcional, compues-


to por varios niveles escalonados sobre los cuales se van distribuyendo varias platafor-
mas, hasta coronar una tola rectangular con rampas alineadas en sentido Este-Oeste
con dirección a Tulipe.

10- El complejo arquitectónico de Santa Martha, en un piedemonte de aproximadamente


4 Km. de largo, sigue el mismo patrón de asentamiento predominante: tolas mayores
sobre la cuchilla que se orienta en sentido Sur-Norte, mientras, en las laderas laterales
varias tolas medianas y menores.

133
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

11- En el Porvenir, las tres tolas Naranjo, que son las mayores están alineadas en sentido
Este-Oeste, mientras que las otras tres tolas medianas llamadas Tolas Franco se hallan
en el medio de la ladera oriental, independientemente de otras menores que circun-
dan a todo el piedemonte. Este patrón de asentamiento se repite en las tolas Miño,
Mena, Urcutambo, Bella Vista Alta, Bella Vista Baja, etc.

Área occidental

La segunda región ubicada al occidente de la ‘nuclear’ arranca desde Loma de Purito,


Buenos Aires, Pacto, Las Tolas hasta bajar al río Mashpi, y por el sur hasta la unión de
los ríos San José y Pachijal. En el caso del Pachijal y San José-Ingapi encontramos, por lo
menos, dos emplazamientos nucleados que sugieren tener una plaza central y, en sus sec-
tores periféricos, varios promontorios posiblemente tumbas de un cementerio.

En esta área occidental, la estructura geofísica es más arrugada y los largos piedemon-
tes desaparecen, característica topográfica que permite observar los asentamientos como
más cercanos entre sí y aparentemente distintos a los del área nuclear.

C- Tipología de las tolas y elementos asociados de su patrón espacial

S
in embargo, para entender mejor el patrón de asentamiento del pueblo yumbo,
hemos establecido la siguiente clasificación tipológica de las tolas en base a su
tamaño y área edificada.

1- Tolas mayores con más de 1.000 m2 de área constructiva.

2- Tolas medianas que van de 500 m a 1.000 m2 de área constructiva.

3- Tolas menores con un área constructiva menor a 500 m2.

Generalmente las del primer tipo rebasan los 40 m. de largo por 20 m. de ancho y los
10 m. de altura. Las del segundo tipo tienen un promedio de 20 m. de largo por 10 m. de
ancho y 6 m. de altura. Las del tercer grupo varían entre los 6 m. y 15 m. de largo por 2 a
5 m. de ancho, y 1 a 5 m. de alto. Estas últimas, en opinión de Alcina Franch, habrían podi-
do pertenecer a viviendas, pues sobre su plataforma se levantarían las estructuras habitacio-
nales como una unidad que se vincula a los conjuntos o posibles áreas nucleares de pobla-
miento (Alcina, 1979: 68). Esto se observa en los sectores de Pachijal, San José-Ingapi, San
Juan, Saguangal, Mashpi, en los piedemontes intermedios y los ramales laterales.2

En la finca El Pedregal, del señor Neptalí Alarcón en Ayapi-El Pachijal, dos complejos de
tolas, muy cercanos entre sí sugieren un ordenamiento de estructuras novedoso: en torno a
un área, cuadrada en un caso y rectangular en el otro, se distribuyen las tolas y plataformas
como tratando de delimitar espacios reservados. Además este emplazamiento, al que se
suman otras cuatro tolas de la finca vecina del señor Aníbal Molina,3 adquiere un significado
de mayor importancia por la presencia de un cementerio con 22 promontorios, cuyas dimen-
siones varían entre 1.50 m. y 2.50 m. de longitud por 1.50 m. y 2 m. de ancho y 40 cm. de
altura promedio. Por el costado Sur atraviesa un tramo de culunco en sentido Este-Oeste.

2 Para el lector que no dispone de mucho tiempo para visitar estos complejos, pero que desea comprobar la distribución
de las tolas sobre los piedemonte, basta que ascienda al Pachijal o a Guayabillas, desde donde podrá observar toda esta
topografía manejada por los yumbos.

3 En la casa del señor Aníbal Molina observamos metates descontextualizados que llaman la atención por su gran volumen
y acabado. A propósito, es frecuente el hallazgo de manos y metates por toda la región, denotando una intensa actividad
de molienda en tiempos de los yumbos. Actualmente, estos artefactos líticos, son utilizados en otras funciones domésti-
cas: por ejemplo como piedras de lavar o para dar de comer a los animales.

134
PATRONES DE ASENTAMIENTO

En Paraguas se registraron 34 estructuras distribuidas longitudinalmente sobre los dis-


tintos piedemontes de ese sector, de las cuales sobresalen 17 que se hallan en la propie-
dad del señor Libio Vinueza.

Al final de la cuchilla Ayapi-Pachijal, es decir, en la unión de los ríos San José y


Pachijal, ribera izquierda, se encuentran dos piscinas rectangulares (739098E-006689N y
739098E – 006589N) de 10 m. de largo por 7.30 m. de ancho, cada una con caracterís-
ticas similares a las del centro ceremonial de Tulipe: muros construidos con técnica pirca,
acueductos y gradas de acceso. Este hallazgo, que es uno de los aportes más significati-
vos de la prospección del FONSAL (2003-2004), permite entender la proyección que
tuvo el ritualismo de Tulipe extendiéndose a otros sub-centros ceremoniales que comen-
zaban a multiplicarse en la zona bajo los mismos lineamientos de la sede central.

Entre las fincas de los señores Víctor Arteaga, Miguel Cordero, Manuel López y
Marco Muñoz en Ingapi contabilizamos un total de 30 tolas, emplazamiento interesan-
te que ocupa también los ramales laterales del piedemonte Pachijal.

Como se puede observar, en el gráfico precedente, el emplazamiento se distribuye en


varios ramales laterales del piedemonte, cuyo patrón de asentamiento se da desde las partes
altas de manera continuada y nucleada, formando una sola unidad cultural tanto por la con-
cepción arquitectónica y diseños generales del emplazamiento, como por los materiales cerá-
micos y líticos existentes dentro de ese espacio. Las estructuras forman un solo contexto, aun-
que aparezcan separadas por pequeñas quebradas que drenan en este caso hacia el Pachijal.

Apreciación de las ramificaciones laterales con sus tolas en el piedemonte Ayapi-Pachijal, modelo que se
repite en todo el subtrópico quiteño.

En este conjunto hay un predominio de plataformas rectangulares destacándose la pla-


taforma 741631E- 005149N, con un área constructiva de 640 m2, que de acuerdo a nues-
tra clasificación propuesta pertenecería al tipo de tolas medianas sin rampa. Todo el em-
plazamiento ocupa una superficie aproximada de 10 hectáreas incluido un cementerio
compuesto de montículos pequeños.

Ejemplificaciones

1- Barrio Paraguas: en el que se encuentran las fincas de los señores Homero Leiva,
Milton Coronado, Amada Pérez, Segundo Pérez, Leonardo Almeida, Tarquino Yépez
y Jacinto Ordóñez. Allí se registraron 37 tolas que descienden desde 1.645 m.s.n.m.
hasta los 776 m.s.n.m., y que generalmente se levantan sobre las colinas más elevadas
que dominan esa topografía.

135
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

2- En la finca del señor Homero Leiva una tola mediana (744512E-019162N) de 598 m2
de área constructiva; (cota 1.645 m.).

3- A 100 m. de distancia de esta última, otra tola mayor (747314E – 020851N) de apro-
ximadamente 1.800 m2 de área construida, de forma piramidal trunca sin rampas.

4- En los predios de la finca del señor Segundo Pérez, otra tola mayor (745904E –
018906N) de 2.530 m2 de área construida.

5- En las cotas 1.609, 1.579 y 1.424 m.s.n.m. se levantan tres tolas, dos con doble rampa
y la tercera con una sola, medianas de 817, 420 y 444 m2 de áreas construidas.

6- En la cota 1.493 m.s.n.m. se encuentra una tola mayor rectangular sin rampas de 912
m2 (748251E – 019528N) de área construida, y en la cota 1.480 m.s.n.m. se levanta
otra de 850 m2 (747123E – 020292N) de forma rectangular con una rampa.

7- En el sector El Desobligo, se encuentra el complejo al que le hemos bautizado con ese mismo
nombre, integrado por dos tolas, una mayor de 940 m2 (cota 1.526 m.s.n.m.) y otra Mediana
de 624 m2 (cota 1.538 m.s.n.m.), ambas de forma rectangular con rampas, asociadas a varias
plataformas rectangulares. Generalmente, estas plataformas se vinculan a las tolas mayores y
medianas formando pequeños centros nucleados que se distribuyen sobre las cuchillas.

8- En el Barrio La Unión, en la finca del señor Carlos Guillén, se levanta un complejo


arquitectónico de 16 estructuras, distribuidas entre las cotas 1.274 hasta la 882 m.s.n.m.

9- En la cota 1.099 m.s.n.m. está una plataforma rectangular con paredes inclinadas sin
rampas (743997 – 023866N), con un área constructiva aproximada de 3.000 m2.

10- En la cota 1.013 m.s.n.m. se levanta una tola (744436E – 024570N) de 646 m2 con
una rampa.

11- En la cota 1.105 m.s.n.m., otra tola de 274 m2 con una rampa.

12- En la cota 1.080 m.s.n.m. está la tola 743889E – 024222N, de forma rectangular con
dos rampas y 532 m2 de área construida; las plataformas restantes que se vinculan a
este complejo fluctúan entre los 200 y los 300 m2 de área constructiva. El espacio ocu-
pado por este complejo es de siete hectáreas aproximadamente.

Complejos de tolas
El cono de deyección Guayabillas, el más extenso de todos, formado por la confluen-
cia de los ríos Pachijal y Guayllabamba, presenta topográficamente varios ramales, sobre
los que se levantan verdaderos complejos de tolas, unas más espectaculares que otras.

Allí se registraron solo 44 estructuras ubicadas en las fincas de los señores José
Enchiglema, Víctor Córdova, Neptalí Collahuazo, Pedro Quinto, Gilberto Guerrero,
Milton Guerrero y José Ponce. Se encuentran cultivadas con pastos para ganado vacuno,
pero en el interior de los tupidos bosques secundarios que todavía quedan, es posible dis-
tinguir otros tantos complejos de tolas con difícil acceso para estudiarlas.

La zona Guayabillas desciende desde los 912 m.s.n.m. hasta los 572 m.s.n.m.; es decir,
la ocupación cultural se extiende en una región más bien baja, con amplias áreas planas
que se proyectan hacia la unión de los ríos Pachijal, Mashpi y Guayllabamba, sin perder
la constitución geofísica de piedemonte, sino definiendo las diferentes masas geológicas
que se forman desde las partes altas de los conos de deyección con sus ramales laterales.

De las 44 estructuras registradas en esta zona, a continuación citamos las más representativas:

1- Una tola de 518 m2 de área construida, 734250E-022640N, en la cota 743 m.s.n.m.,


con plataforma rectangular y dos rampas.
136
PATRONES DE ASENTAMIENTO

2- Catorce metros más arriba, otra tola de 760 m2, coordenadas 734120E -021113N, en
la cota 757 m.s.n.m., plataforma rectangular sin rampas.

3- Una tercera tola de 560 m2 de área construida, ubicada en las coordenadas 734881E –
023357N, cota 747 m.s.n.m., con plataforma rectangular y dos rampas.

4- En la finca del señor Gilberto Guerrero se levanta otra tola de 600 m2 de área edifica-
da, cota 657 m.s.n.m., con plataforma rectangular y una rampa. Por coincidencia, en
nuestra visita se la salvó de una inminente alteración, pues ese día la iban a terraplenar
con tractor para sobre ella construir un tanque de agua.
Si este caso coincidencial fue anecdótico, mucho más fue el que experimentamos
cuando se nos informó y demostró que prácticamente todo el pueblo de Guayabillas
está construido sobre una tola. En efecto sobre la tola más grande hasta ahora regis-
trada, cuya área constructiva alcanzaba los 6.720 m2, se construyó la escuela, las can-
chas de la escuela, una calle de acceso y varias casas. Todavía se puede observar las evi-
dencias de los taludes periféricos. El sitio, actual pueblo, se encuentra en la cota 702
m.s.n.m. y se localiza en las coordenadas 732081E – 02294IN.

5- Cerca del pueblo se hallan otras tres tolas mayores. En la cota 744 m.s.n.m. consta
una tola con plataforma rectangular, una rampa y un área de construcción de 1.166 m2;
se ubica en las coordenadas 733398E – 023400N. Una plataforma rectangular sin ram-
pas con un área constructiva de 1.000m2, sobre la cota 629 m.s.n.m. y las coordenadas
733454E – 019735N. En tercer lugar, una tola con plataforma rectangular sin rampas
de 1.200 m2 de área construida, ubicada en la cota 687 m.s.n.m.

Veamos otro ejemplo de arquitectura monumental. Esta vez nos trasladamos hasta el
barrio Santa Teresa de la Parroquia Pacto, en donde se encuentra la hacienda Las Gemelas de
propiedad del señor arquitecto Mario Gómez, colindante con la hacienda de la señora Laura
Muñoz. Entre estos dos predios se levanta uno de los complejos arqueológicos mejor conser-
vados y con una variedad de elementos culturales y naturales que se complementan maravi-
llosamente: petroglifos, tolas con emplazamientos longitudinales y nucleados, cascadas, bos-
ques, etc. En la parte alta del cerro encontramos complejos nucleados de pirámides truncas y
que, mientras se desciende, se vinculan con otras plataformas rectangulares alineadas longi-
tudinalmente, muchas de ellas con las típicas rampas de acceso.

Para ilustrar la monumental área de construcción y su patrón de este sector, hemos elabo-
rado un cuadro con información de altitud, coordenadas y áreas construidas:

De este conjunto de tolas, ubicadas entre los 1.678 y 1748 m.s.n.m., cuatro de ellas
llaman la atención por estar construidas casi en cuadriculas, pues dejan un espacio inter-
medio a modo de una plaza, tal como ocurría con las tolas Alarcón-Pachijal, anterior-
mente descritas.

En la hacienda ganadera del arquitecto Mario Gómez, encontramos un segundo comple-


jo de estructuras alineadas longitudinalmente en sentido Norte-Sur, según la orientación del

137
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

piedemonte en este sector. Se trata de seis tolas en buen estado de conservación, entre las que
sobresale una mayor y de doble rampa. El conjunto se distribuye de la siguiente manera:

A estos complejos, en el extremo Suroeste de la hacienda Las Gemelas, se vinculan dos


estructuras más: la primera es una plataforma piramidal (745210E-011215N), con un área
construida de 720 m2; y la segunda, una tola piramidal con una rampa, cota 1.722 m.s.n.m.
(745209E-011467N), con un área construida de 800 m2. Las dos se hallan en la cota de los
1.720 m.s.n.m

Al integrar todo este gran contexto en las coordenadas 749655E-015401N y sobre los
1.500 m.s.n.m., se destaca la presencia del petroglifo Santa Teresa, al que nos hemos refe-
rido detalladamente en el capítulo III. Es uno de los petroglifos más significativos de la
zona, no sólo por su contenido simbólico, sino también por su concepción estética de
espirales que rodean a una figura zooforma y a otra antropomorfa.

Apreciación de los conjuntos Muñoz y Las Gemelas, petroglifo y cascadas, en el barrio Santa Teresa.

Finalmente, citemos el caso Cachillacta o ‘pueblo de sal’, ubicado en el extremo orien-


tal del territorio yumbo, cerca a las estribaciones de la reserva ecológica Maqui Pucuna,
en las coordenadas 762304E-012327N, cota 1.415 m.s.n.m., que participa de una topo-
grafía bastante agreste impuesta por los ramales laterales que se proyectan hacia Nanegal,
siguiendo el curso del río Alambi.

En este sitio, probable asentamiento de quienes explotaban y administraban la sal, se


ha logrado determinar un conjunto de once tolas, cuyas características son similares a

138
PATRONES DE ASENTAMIENTO

todas las tolas yumbo, aunque aquí distribuidas en semicírculo ovoidal debido a la geo-
grafía del lugar. Sus datos de ubicación son:

Por el tamaño de las tolas de este conjunto, aquella ubicada en la coordenada


762304E-012327N (Nº 1 del croquis) con sus 740 m2, es la tola mayor. Las demás son
menores por no rebasar los 500 m2. Dos presentan doble rampa, entre ellas la mayor, y las
otras carecen de este elemento.

Su estado de conservación está seriamente amenazado y en franco proceso de destruc-


ción: piscinas para la cría de truchas; terrenos con intensa actividad agrícola y ganadera
con maquinaria moderna; infraestructura de viviendas y camino vehicular.

Cachillacta tuvo una importancia fundamental en tiempos prehispánicos. Las crónicas


de los siglo XVI y XVII lo mencionan con insistencia, pues ahí se producía sal, lo que con-
firió a la población privilegios y estatus, convirtiéndola en “la más prospera de toda la
etnia” (Caillavet, 2000: 59). En efecto, según los documentos primarios y la información
etnohistórica, los yumbos transportaban la sal (cachi) desde su territorio (llacta) hasta los
mercados de Quito y otros cacicazgos serranos, a través de los culuncos que se bifurcan
en varias direcciones: Calacalí, Nanegal, Chacapata, Tulipe, Gualea, etc. Este recurso,
básico para la dieta alimenticia de todo pueblo, fue una de las fortalezas determinantes
para el desarrollo de los yumbos:

“Sin duda el recurso mineral de más trascendencia para la economía yumbo fue la sal.
Esta se extraía de salinas pertenecientes a Cachillacta, ‘pueblo de sal’ en quichua, topó-
nimo que al presente designa a una hacienda en la banda oriental del río Alambi entre
Nanegalito y Nanegal” (Salomon, 1997:18).

La extracción de este producto duró


Apreciación del conjunto de tolas Cachillacta.
hasta bien entrada la Colonia; ahora es
difícil ubicar las minas debido a la cobertu-
ra del bosque, aunque subsiste un tramo
muy bien conservado del culunco que baja
desde Calacalí.

Una observación fundamental sobre


este tipo de patrones de asentamiento
yumbo, es que la diferencia de las cotas de
nivel de una estructura a otra es mínima, lo
cual habría facilitado su ‘nuclearización’, un
uso del espacio bastante homogéneo, y una
extraordinaria adaptación de los grupos
sociales al bosque húmedo pre montano,
por más de mil años.
139
Capítulo XVIII
Conjuntos nucleados

Página anterior:
A continuación se expondrán algunos ejemplos de áreas nucleadas con arquitectura
monumental piramidal. El objetivo es evidenciar la distribución de estos conjuntos
o complejos en el área registrada, su gran tamaño, nuclearización y distribución espacial.
conjuntos monumentales
y uso del espacio en el
territorio yumbo.
Cada conjunto nucleado, además del registro propiamente dicho, tiene el respaldo del Ejemplo tomado del
levantamiento topográfico, fotográfico, ubicación contextual en las cartas del Instituto mapa arqueológico,
Geográfico Militar, y una ligera descripción de datos complementarios. De esta manera tra- zona de influencia de los
taremos de sustentar y consolidar la propuesta sobre la existencia de una compleja organi- ríos San José y
zación social entre los yumbos que se ha cifrado bajo la modalidad de un sistema cacical. Pachijal.

En reiteradas ocasiones, y sobre todo en el capítulo XVII, se ha señalado que a lo largo


de las crestas o cuchillas de los piedemontes se hallan las edificaciones más evidentes y
monumentales, a las que hemos denominando genéricamente complejos o conjuntos de
estructuras, sean estas tolas, plataformas o montículos, a menudo complementándose
también con cementerios, caminos y áreas agrícolas y habitacionales.

Dados los altos costos para realizar los levantamientos topográficos de centenares de
vestigios, y dada también la dificultad para ingresar a muchos lugares todavía cubiertos
por bosques, nos limitamos a presentar algunos ejemplos de estos conjuntos en los que se
demuestra el manejo del espacio y la aplicación de ciertos parámetros que conforman el
patrón o los patrones de asentamiento de la nación yumbo. Estas construcciones nuclea-
das, en nuestro criterio, constituyen niveles iniciales de poblados semi urbanos, o quizá
una alternativa propia de ese pueblo para concentrar un gran número de individuos,
(1.000, 2.000, 3.000 o más) en cada uno de esos conjuntos.

Conviene aclarar que los ejemplos que a continuación presentamos corresponden al


área monumental mayor o más importante de cada asentamiento, generalmente localiza-
dos sobre la cresta del piedemonte. Pero no hay que olvidar que a cada uno de estos com-
plejos hay que sumarles las plataformas, cementerios, tolas pequeñas, espacios cultivados,
sitios con abundante material cultural, etc. que se hallan hacia los flancos y laderas hasta
llegar a las quebradas o zonas bajas de esos conos de deyección.

Las pruebas de pala aplicadas con relativa sistematización (dificultades de acceso, bos-
ques, potreros) sobre las tolas o en áreas de influencia, en su mayoría (85%) arrojaron pre-
sencia de material cultural fragmentado, demostrándose así la ocupación bastante impor-
tante de todo el territorio por parte del pueblo yumbo.

Para su mejor comprensión, cada uno de los nueve conjuntos que a continuación pre-
sentamos, va ilustrado con su respectiva identificación, levantamiento topográfico y
exacta ubicación en el mapa arqueológico que el FONSAL se encuentra realizando a nivel
del Distrito Metropolitano de Quito:

141
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

1- Tolas Alarcón, Ayapi (Z2E3-107)4

E ste sitio arqueológico, compuesto por diez estructuras piramidales, un cementerio y


un culunco, se halla al Occidente de Pacto y se caracteriza por la distribución de las
tolas en dos complejos cuatripartitos, quedando las dos tolas restantes hacia el margen Nor-
te de las anteriores. Entre uno de estos complejos cuatripartitos (estructuras 5, 6, 7 y 8) y las
dos últimas (tolas 9 y 10) se halla un conjunto de 22 montículos dispersos que conforman
el cementerio (páginas 148 y 149).

Repitiéndose lo que ocurre en otros sitios, por sobre una de las tolas, la número 3,
atraviesa un culunco con dirección Suroeste-Noroeste, camino que permitía vincular este
conjunto de Ayapi con el centro ceremonial de Tulipe y con los sitios occidentales del
Pachijal y del bajo Guayllabamba.

En el levantamiento topográfico respectivo, se puede distinguir la jerarquización de las


tolas, entre las cuales por la cota 1.215 m.s.n.m. sobresale la tola mayor, la número 1, con doble
rampa, mientras las otras estructuras y los montículos del cementerio se presentan con una
forma semi rectangular, de menor escala, que se han levantado sobre las colinas naturales del
lugar. Las dimensiones y orientación de cada estructura según su eje mayor son las siguientes:

Estructura 1: 20 m. de largo por 10 m. de ancho y 4 m. de altura. Se orienta de Norte


a Sur. Es la tola más importante por su forma piramidal trunca, su doble rampa y el lugar
extraordinariamente destacado de emplazamiento, desde donde domina todo el conjun-
to de Ayapi y sus alrededores.

Estructura 2: 20 m. de largo por 5 m. de ancho y 3 m. de altura. Se orienta de Sureste


a Noroeste. Se encuentra alterada actualmente por un camino vecinal.

Estructura 3: 8 m. de largo, 4 m. de ancho y 2 m. de altura. Se orienta de Noreste a Suroeste.

Estructura 4: 20 m. de largo por 5 m. de ancho y 2 m. de altura. Está construida sobre


una plataforma previamente preparada en la cima de una colina, cuya área se extiende
hacia el Noreste a modo de plaza con unos 15 m. más de largo por 10 m. de ancho.

Estructura 5: 15 m. de largo por 12 m. de ancho y 1 m. de altura. Se orienta de Norte a Sur.

Estructura 6: 37 m. de largo por 20 m. de ancho y 3 m. de alto. Se orienta de Norte


a Sur. Sobre ella se encuentra la casa del señor Alarcón.

Estructura 7: 40 m. de largo por 14 m. de ancho y 2 m. de alto. Se orienta de Noreste a Suroeste.

Estructura 8: 11 m. de largo por 10 m. de ancho y 1 m de altura. Se orienta de Norte a Sur.

Estructura 9: 6 m. de largo por 3 m. ancho y 1 m. de altura. Se orienta de Noreste a Suroeste.

Estructura 10: 5 m. de largo por 3 m. de ancho, y 1 m. de altura. Se orienta de


Noroeste a Suroeste.

2. Tolas Enchiglema, Guayabillas (Z2E1-087)

E ste sector se ubica hacia la parte terminal del sistema montañoso pre montano, que se
vincula ya con el bosque tropical de la Costa. Está delimitado hacia el Occidente por

4 Al final de este capítulo, se encontrará la localización y los leventamientos topográficos correspondientes a las tolas estu-
diadas aquí. Se señalará en le texto las páginas de referencia.

142
CONJUNTOS NUCLEADOS

el río Mashpi y por el Norte por el río Guayllabamba, aunque su territorio se caracteriza por
la fluidez de varios ríos menores tributarios de los antes mencionados (página 150 y 151).

Cuenta con cuatro piedemontes principales, ocupados por sus respectivos conjuntos
de tolas piramidales, con área de construcción que en su mayoría sobrepasa los 1.000 m2
cada uno. Aprovechando estos alargados piedemontes, los yumbos construyeron sus pirá-
mides en secuencia, una tras de otra, a lo largo de los ramales y en las crestas más altas.

De estos conjuntos, se ha seleccionado un complejo que se levanta en los predios del


señor Enchiglema (Norte 22650, Este 734150), y que en el levantamiento topográfico
respectivo incluye solamente cuatro estructuras de plataformas rectangulares, cuya orien-
tación general se acomoda a la dirección topográfica del piedemonte.

Estructura 1: 50 m. de largo por 30 m. de ancho y 2 m. de altura. Se orienta de Noreste a Suroeste.

Estructura 2: 70 m. de largo por 20 m. de ancho y 2 m. altura. Se orienta Noroeste a Sureste y se


halla a 125 m. al Sur de la anterior.

Estructura 3: 30 m. de largo por 15 m. de ancho y 3 m. de altura. Se orienta de Noroeste a Sureste.

Estructura 4: 30 m. de largo por 10 m. de ancho y 1 m. de altura. Su eje mayor, con-


trariamente a la segunda y a la tercera, se orienta de Noreste a Suroeste y además se
encuentra atravesada por un camino que corre paralelo al río Mashpi desde los piedemon-
tes de San José-Ingapi y continúa hacia la Costa.

El área ocupada por las estructuras alcanza aproximadamente cuatro hectáreas y


media. De las cuatro estructuras las dos primeras rebasan los 1.000 m2. El área construida
mientras la tercera, a pesar de ser la mas alta, apenas llega a 300 m2.

Este sitio aparece alterado tanto por la acción agrícola como por el asentamiento del
barrio Guayabillas, que incluye su iglesia, escuela y casas semi dispersas. Sin embargo, al
recorrer el área cultivada es posible reconocer una estratigrafía secuencial con presencia
de abundante material cerámico y lítico (metates y manos de moler) de filiación yumbo.

3- Tolas Pérez, El desobligo (Z2E1-013)

E n el barrio El Porvenir (N20700 - E745600) se halla un complejo de 17 estructuras


piramidales de las cuales se han seleccionado cinco que, por su cercanía entre ellas,
aparecen como el conjunto nuclear más definido respecto de la orientación y geomorfolo-
gía del respectivo piedemonte. A estas cinco tolas, se las ha denominado tolas Pérez por
encontrarse en la finca El Desobligo, de propiedad de la familia Pérez, con una superficie
de 11.37 hectáreas (páginas 152 y 153).

En este caso una tola mayor de doble rampa que se halla sobre la cota de los 1.595
m.s.n.m. y que domina todo el sector. Constituye el centro jerárquico de todo el conjunto.

Estructura 1: 14 m. de largo por 8 m. de ancho y 5 m. de altura. Se orienta de Noreste


a Suroeste. Es una tola que posee doble rampa, pero con un detalle muy especial: la rampa
occidental se prolonga 10 m. más que la oriental que alcanza solamente 5 m. Esto llama
la atención, pues generalmente estos elementos de acceso suelen ser simétricos y de simi-
lar longitud. En nuestro criterio, sus constructores no pudieron terminarla.

Estructura 2: 50 m. de largo, 16 m. de ancho y 12 m. de alto. Orientada de Este a Oeste.


Es la más grande del conjunto y se levanta sobre los 1595 m.s.n.m. A ella se accede por
las típicas rampas laterales que se ubican en los extremos del eje mayor.

143
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Estructura 3: 15 m. de largo por 7 m. de ancho y 3 m. de altura. Participa directamente


del espacio de la tola mayor a modo de una plataforma oriental adjunta siguiendo la
misma orientación Este a Oeste.

Estructura 4: 10 m. de largo por 5 m. de ancho y 2 m. de altura. Plataforma rectangular


con orientación de Noreste a Suroeste, ligeramente alterada en su ángulo suroriental por
el paso de un antiguo culunco.

Estructura 5: 10 m. de largo por 5 m. de ancho y 4 m. de altura. Con una dirección de


Este a Oeste. Se halla bastante alterada por el ensanchamiento moderno que se ha dado al
actual camino de herradura que la atraviesa por la mitad de su plataforma, y que correspon-
de a ese antiguo culunco señalado en la tola anterior. Dicho camino unía a las 17 tolas del
piedemonte y las vinculaba como conjunto a toda la red vial del país yumbo.

4- Tolas Mashpi 1 (Z2E1-117)

Este conjunto compuesto por seis tolas levantadas a lo largo del piedemonte Mashpi.
Se halla al Occidente de la parroquia Pacto. Se distribuyen en 18 hectáreas de
terrenos pertenecientes a las fincas de las familias Córdova, Apolo y Tandazo, de cuyos
apellidos hemos tomado la denominación de las tolas (páginas 154 y 155).

Si bien todas siguen las cotas entre 740 y 750 m.s.n.m. sobresale la tola número 5,
tanto por su gran tamaño, excelente estado de conservación y por hallarse en la colina
más elevada. Entre la primera y la última existe una distancia de aproximadamente 2 Km.
lo que permite apreciar una ondulación superficial del piedemonte en cuyas partes altas
se suceden linealmente las tolas.

Estructura 1 o Tola Tandazo: 20 m. de largo por 8 m. de ancho y 5 m. de alto.


Plataforma rectangular con orientación de Noreste –a Suroeste.

Estructura 2 o Tola Apolo 1: 33 m. de largo por 12 m. de ancho y 5 m. de alto.


Plataforma rectangular bien conservada, con orientación de Noreste a Suroeste.

Estructura 3 o Tola Apolo 2: 30 m. de largo por 10 m. de ancho y 5 m. de alto.


Plataforma rectangular en cuya cima se halla la casa de la familia Apolo que ha afectado
la conservación integral. Se orienta de Noreste a Suroeste.

Estructura 4 o Tola Apolo 3: 20 m. de largo por 10 m. de ancho y 1 m. de alto.


Plataforma rectangular con orientación de Este a Oeste.

Estructura 5 o Tola Córdova 1:35 m. de largo por 15 m. de ancho y 10 m. de alto. Tola


mayor con plataforma rectangular y sin rampas. Se orienta de Este a Oeste.

Estructura 6 o Tola Córdova 2: 20 m. de largo por 10 m. de ancho, y 4 m. de alto.


Plataforma rectangular con orientación de Este a Oeste.

No todas las tolas de este conjunto poseen rampas de acceso, confirmándose así una
observación anteriormente señalada: las tolas que se hallan bajo la cota de los 800
m.s.n.m. guardan ciertas diferencias con respecto a aquellas de altitud mayor.

Entre las tolas 1 y 2 avanza un camino que vinculaba Tulipe, Gualea, Pacto, con las
poblaciones ubicadas en la cuenca del Mashpi y Guayllabamba. Es uno de los pocos ejem-
plos en que el culunco no atraviesa sobre las tolas, detalle que constantemente se obser-
va en otros conjuntos o tolas importantes.

144
CONJUNTOS NUCLEADOS

5- Tolas Nieto, Sahuangal (Z2E1-042)

E n el piedemonte de Sahuangal -que desciende de Noroeste a Sureste desde la cota


800 m.s.n.m. hasta aproximarse el río Guayllabamba, en la cota 600 m.s.n.m.- se halla
un conjunto de seis tolas que por encontrarse en la finca de la familia Nieto las denomina-
mos con ese apellido. Se encuentran entre el estero Tutupe y Baguajal (páginas 156 y 157).

A diferencia de otros piedemontes, el de Sahuangal se caracteriza por sus laderas bas-


tante abruptas, lo cual permite apreciar a las tolas Nieto, como verdaderas ‘atalayas’ o
sitios de control. En este caso, las posibles zonas de cultivo debieron estar en la parte baja,
cerca a la cuenca del río Guayllabamba.

Estructura 1: 20 m. de largo por 16 m. de ancho y 2 m. de alto. Plataforma bastante alte-


rada debido a las gradientes que descienden abruptamente en el extremo noroccidental
de este piedemonte. Se orienta de Noroeste a Sureste.

Estructura 2: 10 m. de largo por 5 m. de ancho y 1 m. de alto. Plataforma rectangular


que se orienta de Noroeste a Sureste.

Estructura 3: 10 m. de largo por 6 m. de ancho y 1 m. de alto. Se orienta de Noroeste a Sureste.

Estructura 4: 10 m. de largo por 5 m. de ancho y 1 m. de alto. Estructura rectangular un


tanto alterada. Se orienta de Noroeste a Sureste.

Estructura 5: 7 m. de largo por 3 m. de ancho y 1 m. de alto. Plataforma rectangular. Se


orienta de Noroeste a Sureste.

Estructura 6: 15 m. de largo por 8 m. de ancho y 3 m. de alto. Pirámide trunca cuya pla-


taforma se orienta de Noroeste a Sureste.

A excepción de la primera y sexta estructuras, las cuatro intermedias son relativamente peque-
ñas debido, en gran parte, a las pendientes laterales que caracterizan a este alargado piedemonte.

6- Tolas Pérez, Paraguas (Z2E1-018)

E l piedemonte Paraguas está delimitado al Sur por el río Pishashi y al Norte por la que-
brada de Parcayacu, siendo precisamente el cerro Paraguas (1518 m.s.n.m.) el encla-
ve desde donde se suceden las diferentes tolas, entre las cotas 1.480 a 1.465 m.s.n.m. El pie-
demonte tiene una dirección general que va de Noroeste a Sureste (páginas 158 y 159).

Estructura 1: 28 m. de largo por 5 m. de ancho y 1 m. de alto. De forma rectangular alar-


gada con ligera orientación de Noroeste a Sureste.

Estructura 2: 35 m. de largo por 14 m. de ancho, y 7 m. de alto. Gran tola de platafor-


ma rectangular con orientación de Noroeste a Sureste.

Estructura 3: 10 m. de largo por 7 m. de ancho y 1 m. de alto. Muy alterada por la pre-


sencia de un antiguo culunco, lo cual dificulta el registro de medidas e inclusive de orien-
tación, aunque seguramente se emplazaba de Noroeste a Sureste como las demás.

Estructura 4: 10 m. de largo por 5 m. de ancho y 1 m. de alto. De forma rectangular ligeramen-


te desplazada hacia el costado Norte del piedemonte, con una orientación de Noroeste a Sureste.

Estructura 5: 28 m. de largo por 5 m. de ancho y 5 m. de alto. Gran tola de plataforma


rectangular con orientación Noroeste a Sureste. Quizá esta estructura cumplía con los
niveles jerárquicos de mayor importancia en el conjunto Paraguas.

145
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Por encontrarse en la finca de la familia Pérez, a estas cinco estructuras se las ha deno-
minado con el nombre de tolas Pérez.

7- Tolas Méndez, Cachillacta (Z2E-4-264)

Este importantísimo sitio desde el cual el pueblo yumbo extraía y exportaba la sal tanto
a la Sierra como a la Costa se encuentra en las coordenadas 762625E-012210N.
Actualmente se halla sometido a una intensa actividad agroganadera por lo que varias de las
tolas que hace 20 años conocimos ya no existen. Sin embargo, aún quedan once estructu-
ras diagnósticas que conforman uno de los complejos más importantes del Norte del país
yumbo. De este conjunto presentamos el levantamiento topográfico de cinco tolas que por
su cercanía y monumentalidad nos permiten, una vez más, demostrar el patrón de asenta-
miento de ese pueblo. A esto cabe añadir la extraordinaria cantidad de fragmentos cerámi-
cos que se hallan dispersos en superficie, denotando una densa ocupación poblacional, pro-
bablemente de tres veces o mayor a la actual (páginas 160 y 161).

Cachillacta se asienta entre las estribaciones del bosque Maquipucuna y las laderas orienta-
les del piedemonte Salento, teniendo como cuenca hidrográfica principal el río Alambi. En este
sector, el piedemonte Cachillacta se ensancha hasta adquirir una especie de gran planada, pero
con una orientación general que va de sur a Norte y con ciertas ramificaciones hacia el Noreste.

Estructura 1: 30 m. de largo por 12 m. de ancho y 2 m. de alto. Tola sin rampas, bastan-


te alterada por la presencia de la casa de la familia Méndez, propietaria de esta finca. Se
orienta de Suroeste a Noreste.

Estructura 2: 45 m. de largo por 15 m. de ancho y 6 m. de alto. Gran tola con platafor-


ma rectangular y doble rampa. Llama la atención la diferencia de longitud de estos elemen-
tos de acceso, pues la rampa nororiental tiene 25 m. de longitud, mientras que la rampa
suroccidental alcanza sólo 16 m., probablemente debido a la actividad agrícola y ganade-
ra. Se orienta de Suroeste a Noreste.

Estructura 3: 60 m. de largo por 10 m. de ancho y 5 m. de alto. Gran tola con platafor-


ma rectangular, ligeramente alterada por el lado noroccidental, sin rampas de acceso. Se
orienta de Suroeste a Noreste.

Estructura 4: 33 m. de largo por 15 m. de ancho y 5 m. de alto. Gran tola con platafor-


ma rectangular y caracterizada por una sola rampa que se desprende hacia el suroriente.
Su orientación va de Noroeste a Sureste.

Estructura 5: 20 m. de largo por 10 m. de ancho y 5 m. de alto. Tola con plataforma rectangu-


lar y sin rampas, ubicada al Sur de la número 4 y con orientación similar, de Noroeste a Sureste.

En este conjunto, resulta interesante apreciar que, pese a la heterogeneidad de forma,


tamaño y accesos (tola 2 con doble rampa, tola 4 con una sola rampa, las otras sin rampas)
que distingue a las cinco tolas, estas conforman un complejo coherente e integrador, a modo
de un gran anfiteatro natural, quizá determinado por la topografía del terreno. Por medio
de ese hemiciclo cruza un culunco que, desde los pueblos o asentamientos yumbos más
bajos, ascendía a las minas de sal de Cachillacta, localizadas sobre los 1.650 m.s.n.m.

8- Tolas Pérez, Santa Teresa (Z2E3-507)

En el piedemonte Santa Teresa, que se extiende entre las quebradas Santa Ana y Piripe,
se halla uno de los complejos más interesante y significativos del país yumbo, pues
en las diferentes fincas subsisten grandes tolas monumentales vinculadas con culuncos,
petroglifos e inclusive cascadas (páginas 162 y 163).

146
CONJUNTOS NUCLEADOS

En el levantamiento topográfico respectivo mostramos solamente cinco tolas, bien


conservadas que se asocian a un cementerio. Las tolas están en la finca de la familia Braulio
Pérez, mientras el cementerio en la propiedad de la señora Laura Muñoz; pero, los dos
elementos se hallan sobre la cresta del piedemonte.

Estructura 1: 15 m. de largo por 10 m. de ancho y 5 m. de alto. Gran tola con platafor-


ma rectangular a la que se accede por la única rampa ubicada al extremo nororiental. Su
orientación va de Suroeste a Noreste.

Estructura 2: 10 m. de largo por 10 m. de ancho y 5 m. de alto. Tola con plataforma


cuadrada, ligeramente alterada y con una larga rampa en su lado nororiental. Se orienta
de Suroeste a Noreste.

Estructura 3: 20 m. de largo por 10 m. de ancho y 1 m. de alto. Tola de plataforma rec-


tangular sin rampa, que en relación al conjunto general se desprende hacia el oriente. Se
orienta de Oeste a Este.

Estructura 4: 40 m. de largo por 20 m. de ancho y 5 m. de alto. Gran tola de plataforma rectan-


gular con una sola rampa bastante larga que se desprende hacia el nororiente. Se dirige de Suroeste
a Noreste. Probablemente esta tola ejercía niveles de mayor jerarquía de todo el conjunto.

Estructura 5: 13 m. de largo por 6 m. de ancho y 1 m. de alto. Tola de plataforma rec-


tangular y sin rampa. Se orienta de Suroeste a Noreste.

Hacia el Norte de esta última estructura se halla una serie de montículos que conforman
uno de los cementerios yumbos de este asentamiento. Sin embargo, aunque no conste en el
levantamiento topográfico, en este sector se halla la tola Méndez, una de las más importan-
tes del piedemonte Santa Teresa, tanto por su tamaño como por su destacada ubicación, pues
desde ella es posible dominar visualmente una amplia superficie del subtrópico quiteño.

9- Tolas Ruales, Ingapi (Z2E3-135)

I ngapi es uno de los barrios alejados de Pacto que se asienta sobre el piedemonte con-
formado por los ríos Chalupa al Sur y Chiripe al Norte, a 2.05 Km. hacia el Suroeste
de ese centro parroquial (páginas 164 y 165).

El complejo arqueológico registrado se compone de seis estructuras que siguen las cur-
vas de nivel 1.200 a 1.205 m.s.n.m. y se distribuyen a modo de escuadra, a lo largo del
segmento de este piedemonte.

Estructura 1: 10 m. de largo por 5 m. de ancho y 1 m. de alto. Tiene una plataforma rectangu-


lar y se ubica en el extremo Sur del levantamiento topográfico. Su orientación es de Sur a Norte.

Estructura 2:30 m. de largo por 10 m. de ancho y 5 m. de alto. Se encuentra a unos 35


m. hacia el Norte de la anterior. Se orienta de Sur a Norte.

Estructura 3: 40 m. de largo por 15 m. de ancho y 4 m. de alto. Se orienta de Este a


Oeste. Es la más grande del grupo y se ubica en el ángulo desde el cual se levantan las
otras estructuras tanto hacia el Sur como al Oeste.

Estructura 4: 11 m. de largo por 5 m. de ancho y 1 m. de alto. Se ubica a sólo 10 m. al


Norte de la anterior y su orientación se dirige de Este a Oeste.

Estructura 5: 14 m. de largo por 5 m. de ancho, y 1 m. de alto. Se orienta de Noroeste a Sureste.

Estructura 6: 8 m. de largo por 5 m. de ancho y 1 m. de alto. Se orienta de Noroeste a


Sureste. El área que ocupa todo el complejo es de una hectárea aproximadamente.
147
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Localización del conjunto


monumental Ayapi.

148
CONJUNTOS NUCLEADOS

149
Levantamiento
topográfico del
conjunto
monumental
Ayapi-Alarcón.
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Localización del
conjunto monumental
Enchiglema-
Guayabillas.

150
CONJUNTOS NUCLEADOS

151
Levantamiento
topográfico del conjunto
monumental Enchiglema-
Guayabillas.
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Localización del
conjunto monumental
Pérez-el Desobligo.

152
CONJUNTOS NUCLEADOS

153
Levantamiento
topográfico del conjunto
monumental Pérez- El
Desobligo.
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Localización del
conjunto monumental
El Mashpi 1

154
CONJUNTOS NUCLEADOS

155
Levantamiento
topográfico del Conjunto
Monumental El Mashpi 1.
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Localización del
conjunto monumental
Saguangal.

156
CONJUNTOS NUCLEADOS

157
Levantamiento
topográfico del conjunto
monumental Saguangal.
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Localización del
conjunto monumental
Paraguas.

158
CONJUNTOS NUCLEADOS

159
Levantamiento
topográfico del conjunto
monumental Paraguas.
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Localización del
conjunto monumental
Cachillacta.

160
CONJUNTOS NUCLEADOS

161
Levantamiento
topográfico del conjunto
monumental
Cachillacta.
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Localización del
conjunto monumental
Santa Teresa.

162
CONJUNTOS NUCLEADOS

163
Levantamiento
topográfico del Conjunto
Monumental Santa.
Teresa.
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Localización del
conjunto monumental
Ingapi.

164
CONJUNTOS NUCLEADOS

165
Levantamiento
topográfico del conjunto
monumental Ingapi.
Capítulo XIX
El país yumbo: ¿un gran cacicazgo o un
conjunto de cacicazgos?

Página anterior:
“L a documentación perteneciente al último siglo de dominación (siglo XVIII) revela
que gran parte de la población indígena estaba todavía congregada en agrupaciones
vinculadas a un terreno comunal, sujetas a autoridades étnicas y denominadas ‘ayllus’ o,
vestimenta festiva,
riqueza y poder, signos
vinculados a personajes
en el territorio de la Audiencia de Quito importantes de las zonas
más frecuentemente ‘parcialidades’. Estos subtropicales. Fuente:
grupos de parentesco o linaje, vinculados archivo documental del
a un territorio poseído en común y cons- Banco Central del
tituidos por todos aquellos considerados Ecuador.
como descendientes de un antepasado
común mítico o real estaban regidos por En esta página: indio
‘caciques’, quienes contaban a su vez con gobernador de maynas.
Fuente: Imágenes de
colaboradores en el mando llamados
identidad. Acuarelas
‘principales’. Al frente de varias parciali- quiteñas del siglo
dades reducidas en la entidad mayor XIX, Quito,
denominada ‘pueblo’, se encontraba el FONSAL, 2005,
cacique de la parcialidad más representa- p.217.
tiva, con el título de ‘gobernador’ o ‘caci-
que principal’ (Moreno, 1978: 33-34).

Iniciamos con esta cita de Segundo


Moreno porque, además de diagnosticar el
nivel organizacional en el que estuvieron
los pueblos indígenas, según la documenta-
ción del siglo XVIII, emite algunos elemen-
tos fundamentales de la categoría social de ‘cacicazgo’ en la Colonia. Señala que dicha
categoría siguió vigente, aunque con elementos de transculturización, y probablemente en
virtud de que era la forma de organización y gobierno mejor conocida por los indígenas.
De aquí se puede desprender que subsisten entre otros, los siguientes elementos fundamen-
tales que estructuraban el cacicazgo: el territorio, la autoridad, la jerarquía, la población.
Como punto de partida para nuestro rápido análisis aseguramos que estos elementos estu-
vieron vigentes y consolidados en la época pre-inca y prehispánica como estructura socio-
política y económica del pueblo yumbo.1

Atendiendo al tema de las tolas y otros monumentos, Larraín señala:

“La existencia de numerosos conjuntos de tolas (montículos habitacionales o ceremo-


niales) en el área Guayllabamba, río Chota, los conjuntos numerosos de pucarás así

1 En este punto, se considera prudente explicitar que entendemos al pueblo yumbo como una organización social comple-
ja que, internamente, funcionaba mediante cacicazgos y los elementos de poder que este concepto implica. No obstante,
estos cacicazgos estaban relacionados entre sí por matrices culturales que nos han permitido hablar y plantear el uso de
nación para el examen de este pueblo prehispánico.

167
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

“Indio Yumbo de las como la supervivencia, a la llegada de los españoles, de poderosos caciques, con con-
inmediaciones de Quito trol efectivo de los principales y una numerosa población, lo estarían sugiriendo.
con su trage de plumas Athens y Osborn (1974a, 1974b) hacen hincapié, basándose en investigaciones de
de Cormillos de
Erasmus (1965), en que la alta inversión de trabajo requerida para construir las tolas,
Animales de Caza de
que usan cuado están de postula la necesidad, de un nivel de complejidad social equivalente al ‘cacicazgo’ o
Gala Imágenes de ‘señorío’. Incluso llegan a sugerir que ‘tal vez cada agrupamiento de tolas represente
identidad”. Imagen el centro de una unidad sociopolítica dentro de la región” (Larraín, 1980: 31).
tomada de la obra de
Albán, en Imágenes Como se anotó en el capítulo XVII relacionado con el patrón de asentamiento, el terri-
de identidad. torio noroccidental está lleno de tolas y conjuntos nucleados que se asientan en sus típi-
Acuarelas quiteñas cos piedemontes, demostrando un ordenamiento en el uso del espacio impuesto por la
del siglo XIX, Quito,
topografía y, a la vez, una organización social que se desarrolla en esos espacios con rela-
FONSAL, p.140.
tiva independencia entre ellos pero también integrados a la gran unidad yumbo.

La región yumbo, con sus peculiaridades topográficas y en respuesta a la densa pobla-


ción existente (según los vestigios culturales tres o cuatro veces mayores a la actual) debía
estar integrada políticamente bajo una dinamia jerárquica con autoridad, lo que facilitó el
manejo de una abundante mano de obra para la ejecución de tan grande y compleja
infraestructura. Pues sólo

“La existencia de señoríos étnicos, en sentido estricto, correspondientes a un nivel de


integración socio-político propio de una sociedad compleja estratificada, que en tér-
minos demográficos englobaría muchas aldeas, abundante población y sus señores,
ejercerían su autoridad sobre un territorio extenso” (Oberem, 1981: 25).

Para interpretar y entender mejor la complejidad de la sociedad yumbo, se considera


oportuno tomar como guías a varios teóricos que han hablado sobre el tema. A nuestro
juicio, quien más conceptualiza y proporciona argumentos valederos es Alcina Franch.
Este autor español presenta un modelo teórico de ‘jefatura’ aplicado al área andina septen-
trional; modelo al que se adapta perfectamente la definición de lo que nosotros estamos
identificando como cacicazgos de la nación yumbo.

168
EL PAÍS YUMBO: ¿UN GRAN CACICAZGO O UN CONJUNTO DE CACICAZGOS?

1- Conceptos y personajes relacionados

C omencemos resaltando el elemento de autoridad y/o jefatura, principio funda-


mental y necesario para responder a las exigencias de una sociedad con densa
población, centros religiosos de gran complejidad y una intensa actividad comercial de
productos utilitarios y suntuarios de procedencia local o interregional.

El principio de autoridad estaba presente como elemento inherente al sistema de caci-


cazgos. “Los caciques tenían sus capitanes a los cuales obedecían los indios de su parcia-
lidad, y los capitanes e indios obedecían a su cacique” (Jijón, 1920: 190-191).

Una jefatura ocupa un nivel de integración social que trasciende la sociedad tribal en
dos aspectos importantes. En primer lugar,

“[...] una jefatura es usualmente una sociedad más densa de lo que es una tribu, una
ventaja que se hace posible para una productividad mayor. Pero, en segundo lugar, más
organizada, siendo particularmente distinguible de las tribus por la presencia de cen-
tros que coordinan actividades económicas, sociales y religiosas” (Service, 1971:133).

A ello ira acompañado, sin lugar a duda, el desarrollo de la tecnología que permite una
clara distinción entre el nivel tribal y el de los Estados, elemento que se lo puede com-
probar a partir del registro arqueológico. Su carácter quizás más significativo es, sin em-
bargo, el de ser fundamentalmente una sociedad redistributiva, como “consecuencia de la
especialización y las relacionadas necesidades para la coordinación y para la alocación de
productos” (Alcina, 1986: 266).

El caso de la sociedad yumbo definitivamente, no es el de una tribu. El registro arqueo-


lógico así lo atestigua mostrándonos evidencias de organización, tecnología, comercio,
centros de coordinación económica, social y religiosa.

Los cronistas y conquistadores españoles acostumbrados a identificar castillos, cate-


drales y grandes ejércitos como ‘pueblos bendecidos’ (poderosos o desarrollados), no
entendieron el caso yumbo que había seguido un proceso evolutivo distinto inclusive al
de otros pueblos andinos, no se diga, americanos.

No necesariamente debe encontrarse la ciudad o la gran aldea semi urbana para ase-
verar la existencia del cacicazgo; también una sociedad de poblamiento disperso puede
ejercer esta categoría, tal como asegura Alcina:

“El patrón de asentamiento de las jefaturas es, ordinariamente, muy variable ya que al
tiempo que se concentra en aldeas, que pueden llegar a tener varios miles de habitan-
tes, especialmente cuando incluyen la residencia del jefe o señor, suelen presentar un
poblamiento disperso en forma de pequeños caseríos e incluso de viviendas aisladas.
Los poblados-cabeceras o ‘capitales’ de estas jefaturas no solamente concentran gran
número de habitantes, sino que incluyen la residencia del jefe y de su parentela o
seguidores, los templos o edificios destinados al ritual y las casas destinadas a artesa-
nos, sacerdotes y servidores” (Alcina, 1986: 267).2

En este contexto, las manifestaciones socioeconómicas pueden liderar la formación cacical:

“En el sistema económico de las jefaturas juegan un papel importante: los excedentes
de producción, la organización centralizada, la especialización y la redistribución. Los
excedentes de producción serán básicamente alimentos agrícolas, de pesca o caza, etc.

2 Autores como Flanery (1975: 18) y Sanders-Morino (1973:16) compartirían elementos de esta definición.

169
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

pero muy pronto serán también artesanales. De ahí que la sal, el ají, o procedimien-
tos como el ahumado, la fabricación de tortas y otros productos de interés suntuario,
ritual, etc. deben proceder en primer lugar de los ascentamientos locales, pero tam-
bién pueden ser el resultado de intercambio o comercio en incipientes ‘mercados inter-
nacionales’ o producto de la rapiña por parte de grupos ‘militares’ de caracter incipien-
te, al servicio del jefe” (Alcina, 1992: 267).

Otro elemento muy importante que surge y se desarrolla en este tipo de sociedades es
el vinculado con la creencia y práctica, en la que el cacique ejerce una función dual, jefe
y sacerdote:

“Otro sector importante de las personas ‘dependientes’ del jefe es el complejo shamán-
sacerdote, en el que es apreciable una tendencia evolutiva en el sentido de constituirse
de manera cada vez más sólida un sistema eclesial o sacerdotal, con templo, rituales for-
malizados, etc. La naciente clase sacerdotal puede tener una relación directa con la jefa-
tura, hasta el punto de que el jefe es al mismo tiempo ‘cabeza’ de esa naciente iglesia, y
cabeza del poder político, o bien puede desarrollar su propio sistema jerárquico con
independencia del poder político, pero de manera paralela a él” (Alcina, 1992: 270-271).

Con respecto a la participación de los señores de la ‘Provincia de Quito’ en las cere-


monias y los rituales, Girolamo Benzoni es muy explícito cuando señala:

“Estas gentes, si bien hablan con el demonio, tienen el Sol como a su Dios principal y
cuando quieren pedirle alguna gracia, suben, así señores como sacerdotes, muy de
mañana apenas éste sale, sobre un montículo […]” (Benzoni, 1985: 115 [1547 –1550]).

Sobre los templos, Alcina Franch sostiene que en principio serían simples casas para
realizar determinadas ceremonias; luego llegarán a constituirse en santuarios o lugares de
peregrinaciones con carácter ‘internacional’. Después construirán centros ceremoniales y
festivos en los que el mercado y centro ceremonial se asocian con el crecimiento de las
jefaturas, especialmente de aquellas que están orientadas decisivamente hacia un sistema
teocrático (Alcina, 1992: 271).

Ronald Lippi en la terminología de la evolución multilineal define a los cacicazgos como:


“Tercer tipo de formación sociocultural”, y frecuentemente llama al individuo que ejerce auto-
ridad por herencia como señor étnico, cacique, principal, jefe, o curaca (Lippi, 1996: 91).

David Stemper (1987), al interpretar las estructuras sociales de las antiguas poblacio-
nes de sitios arqueológicos de la Costa, como en el caso de Colimes de Balzar, provincia
del Guayas, sostiene que los cacicazgos como forma de organización política menos com-
pleja que los Estados, son sociedades jerarquizadas con cargo permanente de jefatura y
control directo sobre un territorio fijo y poblaciones grandes. Es decir, los elementos jefa-
tura, territorio y población, son inherentes a la categoría del cacicazgo. Dichas formas
de cacicazgos según Estemper, incluyen campos elevados para agricultura, montículos
para viviendas, pirámides truncadas a menudo con rampas, objetos de oro y cobre y entie-
rros de distintos tipos con ofrendas funerarias en cantidades y calidades variables.

A excepción de los ‘campos elevados’ (tecnología apropiada para campos bajos y pan-
tanosos) todas las demás características, absolutamente todas, se ajustan a la macro área
de Tulipe. Inclusive en la metalurgia, es frecuente escuchar a los habitantes de la región
el hallazgo de piezas de metal sobre todo en oro. Dada la metodología de la prospección,
nosotros hemos recuperado pocos ejemplares de metales, pero no se descarta esta posibi-
lidad cuando se ingrese en futuros trabajos de excavación arqueológica. Los mismos docu-
mentos etnohistóricos sostienen que los ‘mindalaes’ yumbos, mercaban oro proveniente
de su región por toda el área circunquiteña.

170
EL PAÍS YUMBO: ¿UN GRAN CACICAZGO O UN CONJUNTO DE CACICAZGOS?

Recapitulando los trabajos etnohistóricos y arqueológicos sobre el tema, la mayoría esta-


blecen que los cacicazgos alcanzaron su madurez política, económica, social y cultural
durante el período de Integración (500 d. C.-1.500 d. C.). Su estadio de desarrollo es
anterior y menos complejo que el Estado. Sin embargo, en estos cacicazgos, ya es posi-
ble encontrar una estratigrafía social jerarquizada con cargos permanentes de jefaturas
que controlaban un territorio densamente poblado en el que las especializaciones de
trabajo tendían a generar excedentes de producción para la redistribución y subsisten-
cia del grupo.

Entre los allegados al cacique constaban sacerdotes, militares, artesanos, yachakkuna,


quienes a modo de ‘principales’ llegaban a tener poderes omnímodos, con privilegios de
cacique-‘shamán’, ordenadores del universo, o como los denomina Alcina “big-man”, en
torno a los cuales giraba el ‘Ayni’, sobre todo como fuerza laboral voluntaria para la cons-
trucción de edificaciones civiles y religiosas que, sin lugar a dudas, contribuían a la con-
solidación del poder político y económico del gran cacique mayor.

Pero los cacicazgos de la macro área yumbo, en nuestro criterio, van mucho más allá:
mantienen un comercio interregional durante todo el período precolombino de mayor
crecimiento económico y cultural como es el período de Integración. En efecto, transpor-
taban obsidiana, probablemente desde los Andes Septentrionales que, no sólo servía para
la elaboración de artefactos utilitarios, que de por sí ya son importantes para medir inclu-
so el desarrollo tecnológico de las fuerzas productivas, sino también como artefactos de
tipo ritual y ceremonial cuya presencia es una constante en la región costanera y en el
Interland durante todo aquel período (Salazar, 1992: 119 –122). Esto para citar un ejem-
plo, pero ya se ha dicho también que comercializaban con otros tantos productos apete-
cidos en una u otra región: Spondylus, tejidos, algodón, plantas medicinales, objetos sun-
tuarios, coca, frutas, etc.

Para tales interrelaciones comerciales,3 debieron por fuerza haber manejado no sólo su
lengua materna, sino también aquellas lenguas de pueblos no yumbos que se habían
desarrollado a lo largo del callejón interandino, de la Costa y quizá de la Amazonía. “Los
Yumbos casi sin lugar a duda hablaron un idioma de la familia barbacoa, parecido a los idio-
mas tsafiqui (de los tsáchilas) y chachi (de los chachis)” (Lippi, 1998: 53 y 185). Nosotros
afirmamos que fuera de su país, tenían que hablar ‘lenguas extranjeras’ lo cual les colocaba
en un nivel ciertamente de mejor estatus interétnico y de mayor jerarquía comercial.

2- Evidencia cerámica

E n lo que se refiere a la producción cerámica, hemos visto en el Capítulo VII que


los tipos formales básicos recuperados hasta el momento son: ollas semiesféricas
tipo comal, compoteras de base anular troncocónicas, cuencos y ánforas con característi-
cas cercanas a las de toda el área septentrional andina, quizá porque la tradición serrana
tenía una amplia cobertura ceramista y disponía de buenas arcillas, o porque en gran parte
prefería importar de la Sierra justamente como producto de su intercambio comercial. No
obstante, esta afirmación es todavía de carácter hipotético; se la podrá comprobar o negar
con futuras excavaciones arqueológicas. En todo caso, es un hecho real la similitud que
estamos encontrando en la cerámica de la zona yumbo con la de otros contextos geográ-
ficos, vecinos: Cayambe, Cochasquí, Rumipamba, Chaupicruz, La Florida, etc.

3 A lo largo de este capítulo, así como en otras secciones de este estudio, se ha utilizado términos como ‘comercializar’,
‘mercado’, ‘mercar’, entre otros similares. En lo posible, se ha evitado su uso al pertenecer a nociones que dan cuenta de un
tipo de economía que suele implicar el elemento monetario. Empero las empleamos aquí como herramientas de descrip-
ción que nos permiten referirnos a sistemas de intercambio complejos de productos operados por el pueblo yumbo.

171
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

La tecnología para la fabricación de artefactos cerámicos preponderantemente se basa-


ba en el acordelado, con un acabado de superficie del color natural de la arcilla, a la que
la calificamos como burda. Quizá, por la falta de excavaciones sistemáticas no hemos
recuperado artefactos decorados, pero esto no significa que no existan. De hecho, en
pequeñas colecciones de algunos campesinos hemos visto muchos ejemplares, y en la des-
trucción de una tola para abrir los cimientos del colegio de Gualea Cruz, por ejemplo, se
constató la presencia de fragmentos con bandas incisas circulares que decoraban la parte
externa del borde; debajo de estas bandas aparecían líneas oblicuas que se proyectan hacia
el cuerpo del artefacto.

Algo que merece resaltarse es el hallazgo de varios artefactos que denuncian activida-
des relacionadas con el aspecto textil (elaboración de hilos): son las fusayolas o torteros.
Estas evidencias tangibles recuerdan la descripción de documentos etnohistóricos que
hablan sobre una importante producción de hilo de algodón que los yumbos transporta-
ban hacia la Sierra; actividad o tradición que posteriormente, según Frank Salomon, influ-
yó en el desarrollo textilero y obrajero del Quito colonial.

3- Evidencia lítica

E
n lítica sorprende la abundante producción de manos de moler y metates, general-
mente trabajadas en piedras andesitas, con formas similares a las encontradas en
Cochasquí, La Florida o Rumipamba. Su funcionalidad estaba orientada a moler o triturar
granos para preparar alimentos que servían para el autoconsumo cotidiano y, desde luego,
también para los actos festivos.

4- Tolas

E n cuanto a las tolas, en el Capítulo II hemos dicho que las del territorio yumbo son
realmente únicas, aunque la tradición de la construcción pudo venir desde tiempos
más tempranos. La periodización de las tolas y su posible relación con el proceso evolu-
tivo, se confirman con dataciones arqueológicas que se remontan al período de la revolu-
ción agrícola valdiviana pues ya en los albores del período Formativo:

“A través del tiempo y los períodos Valdivia, el poblado surge y crece y con él, las
viviendas y sus montículos ceremoniales, que para la época de Valdivia III (5.000 a. p.)
se enmarca perfectamente en una plaza central, a la que se agregan dos montículos
menores más” (Marcos, et. al. 1985:12). Es un trazado aldeano con plaza y montícu-
los ceremoniales.

Para la “Etapa La Tolita Clásico 300AC-90DC” en pleno período de Desarrollo Regio-


nal, Francisco Valdez sostiene que

“Corresponde a esta etapa la consolidación de un centro ceremonial en la Tolita. Los


resultados de las investigaciones sugieren la conformación de un denso asentamiento
nucleado (viviendas agrupadas), en donde se construyen algunas ‘tolas’ […]. Dicha
jerarquización se expresa también en la organización del espacio. Se conforma una
zona nuclear que reúne a las principales tolas formando una amplia plaza (Uhle,
1927b) a partir de la cual se alinean, en dirección Este/Oeste, dos ejes de montículos
menores” (Valdez, 1989:11).

Isaacson y Jara (1983) obtienen una datación de muestras de carbón vegetal que ubica
a las tolas de Tulipe en el 800 d. C., perteneciente al período de Integración. Igualmente
para los complejos arquitectónicos de la Sierra, Athens obtiene dataciones calibradas que
se ubican entre los 500 y 1.500 d.C. (Athens, 1997).

172
EL PAÍS YUMBO: ¿UN GRAN CACICAZGO O UN CONJUNTO DE CACICAZGOS?

Después de señalar todos estos elementos (organización social, comercio, cerámica,


metalurgia, tolas, etc.) vinculados a los yumbos y su región, surge la pregunta: ¿acaso un
pueblo que cumple, según las evidencias tangibles, con todos estos elementos de desarro-
llo debe ser tipificado como trivial y falto de una organización socio-política administra-
tiva avanzada? Antes de proferir una respuesta que bien podría estar cargada de dudas,
añadimos el argumento probablemente más conveniente: concientemente hemos dejado
de citar en esta lista de elementos culturales -que sustentan la existencia de importantes
cacicazgos vinculados étnica, lingüística, religiosa y administrativamente entre ellos en
esta región- otros elementos importantes como los caminos o culuncos, los petroglifos y
lo que es más, lo que constituye la más alta expresión de la arquitectura religiosa de ese
pueblo, el centro ceremonial de Tulipe. Este fue el núcleo religioso unificador de todo el
pueblo y del conjunto de cacicazgos. Hacia este punto confluían los culuncos y de él ema-
naban los vínculos estructurales de una sociedad ritualista. En Tulipe se fusionaban las
peculiaridades de los cacicazgos yumbo y de Tulipe surgía una identidad de nación.

En suma, el centro sagrado de Tulipe, sintetiza ideológica y simbólicamente la arqui-


tectura monumental de las tolas, la geografía sagrada con sus cascadas que suman aproxi-
madamente 25, los petroglifos, los altos conocimientos de astronomía, la geometría ritual,
los culuncos, etc. Tulipe sugiere una cosmovisión homogénea de un estadio de desarrollo
muy significativo que, paralelamente con los complejos arquitectónicos nucleados, gene-
ró y controló bajo un mismo patrón cultural pequeños pero poderosos cacicazgos, distri-
buidos a lo largo y ancho de los piedemontes del subtrópico quiteño. Las diferencias
políticas, sociales o de poder económico que sí debieron darse entre ellos -al interior de
la nación yumbo- se superaban a la luz de la ‘superestructura religiosa’ (creencias, mitos,
ritos, normas, dioses, etc.) simbolizada y plasmada en Tulipe.

5- Precisiones cronológicas y ocupación de la región

P ara una mejor ubicación cronológica de este pueblo, brevemente conviene insistir
en la confrontación que los arqueólogos suelen hacer entre vestigios culturales y
periodización. La presencia de cerámica y lítica en el área de Tulipe correspondientes al
Formativo (2000 a. C.-500 a. C.) y sus 50 km2 de área ocupada, nada tienen que ver con
el pueblo yumbo.

Los yumbos ocupan este espacio como una segunda civilización a partir del 800 d. C.,
es decir, después de unos 1.300 años de la desaparición de los pobladores del Formativo
a causa de erupciones volcánicas. Entre los estratos culturales de los dos grupos humanos
se interponen alrededor de 3 m. de arena y ceniza de varias erupciones, ocurridas entre el
año 2000 a. C. hasta el año 800 d. C.

Durante el período de Desarrollo Regional (500 a.C.-500 d.C.), la región estuvo des-
poblada y, por tanto, no aparece material arqueológico que evidencie ocupación alguna.

Posteriormente, en el período de Integración los elementos diagnósticos que confir-


man la presencia de cacicazgos yumbos, cada vez parecen más seguros, pues la tradición
arquitectónica monumental que comienza en la Costa (Formativo) y termina en la Sierra,
pasa por el país yumbo, hacia el 800 d.C. Sin embargo, en lo que se refiere al horizonte
cerámico Noroccidente-Sierra aún quedan varias dificultades. Los elementos diagnósti-
cos cerámicos son muy escasos, aunque las clases formales dejan prever la semejanza con
el horizonte cultural Cochasquí y su área de influencia. Hasta el momento, lo que sí se
puede confirmar es la movilización de la obsidiana hacia y por esta región desde el calle-
jón interandino, no sólo en el período de Integración correspondiente a los yumbos, sino
también en el antiguo contexto Formativo de Tulipe.

173
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

A lo largo de su estudio, Jijón y Caamaño menciona algunos elementos que avalan


nuestra interpretación: él habla de elementos culturales que indican emigración de un país
de clima distinto hacia el de Imbabura. Los aborígenes que ocupaban la provincia de
Imbabura al tiempo de la conquista inca, por ejemplo, hablaban un idioma muy semejan-
te al Cayapa y al Colorado de zonas cálidas. La última inmigración de gente que usaba
esta lengua, parece debió coincidir con la introducción de la costumbre de erigir montí-
culos artificiales, destinados a servir de fundamento a casas o templos” (Jijón y Caamaño,
1920: 212). De hecho, sobre las tolas serranas se levantaban casas cacicales equivalentes
a templos en donde residían los yachakkuma o ‘shamanes’, que bien podían concentrar en
su poder cacical también la función de curandero, sabio y jefe.

Continúa el autor:

“Así pues, del estudio arqueológico de los montículos artificiales y de los antiguos auto-
res, se deduce, que los constructores de tolas llegaron a Imbabura desde las selvas del
litoral, en tiempos relativamente modernos” (Jijón y Caamaño, 1920, 212-213-222-231).

Aquí surge otra de nuestras hipótesis: creemos que tales constructores emigrantes
hacia las vecinas tierras imbabureñas fueron los expertos constructores del país yumbo,
que no tuvieron problema en difundir sus amplios conocimientos y tecnología entre los
años 1200 -1400 d.C.

Esta breve relación de los estudios de finales del siglo XIX y principios del XX, bási-
camente ayuda a demostrar la presencia de construcciones monumentales elaboradas arti-
ficialmente en la región Costa y su posible avance cultural hacia el callejón interandino
(Imbabura y Pichincha), como vinculantes de un proceso en el que participaron los yum-
bos, los cuales no conformes con haber edificado sus conjuntos nucleados que estructu-
raban organizacionalmente a los cacicazgos, ‘exportaron’ su tecnología hacia la sierra.

En el artículo Contribución al conocimiento de las lenguas indígenas que se hablaron en el Ecuador


Interandino y Occidental, con anterioridad a la conquista española, Jijón y Caamaño consigna datos
que atañen directamente a nuestra área de estudio y que se relacionan con los asentamien-
tos yumbos:

“En los primeros años de la conquista, Alonso Hernández emprendió la conquista de


los yumbos, o indios que poblaban los valles occidentales de la cordillera, tras el
Pichincha y penetró por Calacalí y Nono, en las tierras habitadas por los yumbos, per-
maneciendo allí tres meses” (Jijón y Caamaño, 1919: 346).

En la siguiente página sostiene que “Francisco de la Carrera y su hijo del mismo nom-
bre, tuvieron la encomienda de Pansaleo y de los yumbos. […]. Carlos de Salazar, reci-
bió también de La Gasca, la Encomienda de Cotocollao y de los yumbos” (Jijón y
Caamaño, 1919, 347).

Luego enumera: la provincia de los yumbos, en 1586, comprendía los pueblos de


Nuestra Señora de Gualea y San Juan de los Niguas, ambos de la encomienda de Carlos
de Salazar; Llulluto, encomienda de Juan Ruiz; Nanical (sic), Alambi, de la encomienda
de Salazar; Camoqui, Cachillacta, cuyo encomendado era Francisco de la Carrera;
Zarabullo, que pertenecía a Ruiz; Napa, Alaquí, Canzacoto, Topo, Mindo y Tusa, enco-
mendados a Francisco Dolmos; y El Ambo encomendado a Bonifaz de Herrera. En total
había una población de 4.586 indios. Para adoctrinarlos había dos mercedarios -fray
Andrés de Alamao y fray Bartolomé Martínez-, un dominico, fray Rafael de Zúñiga, y un
clérigo, el padre Cristóbal de Ortegón.

Después de 60 años, los pueblos yumbos se reducen y su población se diezma. Así, en


1650, los pueblos de los yumbos eran: Alambe [sic], Nanigal, Lambo, Gualea, Tambillo,

174
EL PAÍS YUMBO: ¿UN GRAN CACICAZGO O UN CONJUNTO DE CACICAZGOS?

Niguas, Llulluto, Cachillacta, Mindo, Tusca [¿Tusa?], Topo, Nambe, con tres mil morado-
res (Jijón y Caamaño [1919] en Ponce Leiva, 1994, t. II: 296).

El investigador señala también que para mediados del XVIII, Canzacoto, Santo
Domingo y San Miguel, “pueblecillos miserables”, situados entre el río Toachi y el
Quinindé, formaban la misión de Santo Domingo de los Colorados; en la región de los
yumbos, apenas si subsistían las aldeas casi en extinción de Gualea, Nanegal, Mindo,
Nono, Tambillo, Niguas, Cachillacta, Yambe y Cocaniguas.

Lo interesante está en que varias de las poblaciones cuyos nombres se repiten en las tres
listas de Jacinto Jijón y Caamaño, muy probablemente corresponden a los antiguos cacicaz-
gos yumbos propuestos por nosotros, pues al menos varios de sus actuales asentamientos
aproximadamente ocupan los ancestrales espacios en los que se evidencian los conjuntos
nucleados de tolas.

Algo que llama la atención, es cómo, Jacinto Jijón y Caamaño y otros clásicos inves-
tigadores no conocieron Tulipe y, más que todo, no descubrieron la presencia de cente-
nares de tolas en la amplia franja que se ubica en las costas que van desde los 800 m. hasta
los 1.700 m.s.n.m., y desde aproximadamente Pedro Vicente Maldonado por el Sur hasta
Imbabura por el Norte.

Si aquello no les fue posible, desde luego sería demasiado exigente de nuestra parte
pedirles referencias sobre complejos arquitectónicos monumentales nucleados, distribui-
dos sobre los piedemontes que conforman más de 1.000 km2 de la región que reciente-
mente, por el desbrozamiento indiscriminado de los bosques, estamos descubriendo.

Esta situación de ‘anonimato’ perjudicó a los yumbos, porque no les permitió constar
en ‘los relatos’ de la historia tradicional ecuatoriana. Pero ahora se lo está conociendo
como un pueblo que siguió su propio proceso histórico, en una región internada entre la
Costa y la Sierra, y que por más de mil años acumuló una gran experiencia tecnológica
hasta lograr transformar un paisaje natural de bosque muy húmedo pre montano
(bmhpm) en un paisaje cultural habitable.

En algún momento señalamos que la presencia de las tolas no debía observarse sola-
mente como un testimonio de las fuerzas de trabajo especializadas de este pueblo orga-
nizado, sino que va más allá. Precisamente, esa monumentalidad es muestra de la trans-
formación del paisaje natural del bosque húmedo en territorio productivo; en esta trans-
formación está implícita la explotación de tantos otros recursos como la sal y el oro, y no
se diga de aquellos productos fundamentales para satisfacer sus necesidades básicas. Caso
contrario, esa sociedad no se hubiese desarrollado y se habría quedado estancada a nivel
de pequeños grupos horticultores endogámicos de la categoría tribal.

Ese paisaje natural transformado incluía el uso de los ríos como espacios oportunos y
especiales para los mensajes de orientación sagrada del pueblo. Entre los ríos y quebradas
se hallaban los centros arquitectónicos nucleados, los culuncos, los petroglifos y las cas-
cadas que cubren esa geografía. Estamos hablando, entonces, de un medio ambiente
sagrado, de una geografía sagrada, que a lo largo de los caminos y al cruzar las quebra-
das se encuentran hitos con diseños grabados en piedras ciclópeas recordando a los via-
jeros y peregrinos el mensaje de los dioses estelares y su obligación de rendirles culto.

6- Proyectos arqueológicos recientes

A continuación citemos algunas últimas investigaciones arqueológicas presididas


por parte de técnicos especializados en sitios concretos o, como bien lo definiera
Jaime Hidrovo “proyectos arqueológicos”, ejecutados mediante una “acción planificada en

175
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

un sitio o zona arqueológica y siempre bajo la dirección técnica de un investigador”


(Idrovo, 1990: 65).

Para 1964, la misión científica alemana dirigida por Udo Oberem interviene en uno
de los complejos piramidales emblemáticos de la región septentrional del callejón inter-
andino: Cochasquí. Los resultados permitieron algunos datos de suma importancia como
el establecimiento de su cronología. Su posición cronológica corresponde a la segunda
mitad de la fase de integración (1.000 d.C.-1500d.C):

“A mediados del siglo XIII parece iniciarse, por lo menos en tres sitios al mismo tiem-
po, la ola de construcciones de pirámides truncas y de montículos funerarios […].
Cochasquí significó un cambio del área habitada y la inserción en el antiguo sistema
de montículos funerarios […]. Consta de 15 pirámides truncas, de las cuales 9 tienen
rampa, y de 30 montículos” (Oberem, 1981: 21-22).

Por otra parte, la misión arqueológica española, con su proyecto sobre la arqueología
de Esmeraldas, dirigido por Alcina Franch durante las temporadas de trabajo de 1973,74
y 75, nos indica que:

“[…] el tipo de asentamiento urbano o semi urbano del que conocemos dos casos,
Atacames y Tonsupa (Provincia de Esmeraldas), está constituido por una agrupación
probablemente planificada de tolas de diferentes tamaños y forma, cada una de las
cuales puede representar, en términos de unidades de habitación, una, dos, tres o más
casas y cuya altura -hasta tres o cuatro metros- representan el tiempo de ocupación de
la vivienda nos ha permitido esbozar no solo el patrón de asentamiento de las villas
del período de Integración de su localización, donde comercio y ceremonialismo se
unirían, como es ordinario actualmente y en el pasado” (Alcina Franch, 1979: 68-70).

Por otro lado, el padre Pedro Porras Garcés, en su libro Arqueología sobre Palenque y la
Ponga, señala que “los montículos de tierra (tolas) construidos artificialmente, constituyen
una de las estructuras predominantes en la arqueología ecuatoriana” (Porras, 1983: 17), y
recopila los nombres de los estudiosos que han dedicado sus esfuerzos a este tema no sólo
en nuestro territorio, sino también en América. Con relación a sus investigaciones en la
región amazónica (Sangay), explica que

“[...] se trata de un complejo posiblemente habitacional unido a otro ceremonial, cons-


tituido por terrazas, patios hundidos, montículos o tolas de traza rectanguloide o de
diferentes tamaños y alturas; no falta tampoco una tola de notable altura en forma de
herradura. Varias tolas dispuestas en un patrón regular parecen ser la representación
de un enorme animal, acaso un felino. Estructuras semejantes a las descubiertas por
nosotros han sido halladas en Mesoamérica, en el sitio La Venta, Golfo de México”
(Porras, 1983: 115).

Como se ve, son varios los arqueólogos que han dedicado sus esfuerzos al conocimien-
to de las tolas. Igual mención que los investigadores citados merecen Víctor Emilio
Estrada (1958), Collier (1943), Saville (1907). Pero quizá el grupo suizo presidido por
Guillaume-Gentil sea el más destacado por su estudio estrictamente orientado al conoci-
miento de montículos, tolas y conjuntos en una amplia área, similar a la de los yumbos,
como es la de La Maná-Santo Domingo de los Colorados.

María del Carmen Molestina involucra en sus estudios arqueológicos a


Guayllabamba, Chota, Carchi y Nariño, concluyendo que a la inversa de lo que sucede
en los casos anotados anteriormente, “los complejos habitacionales-rituales (tolas con
rampa o sin ella) son más frecuentes en las provincias de Pichincha e Imbabura, y desapa-
recen casi por completo en el Carchi” (Molestina, 1985: 54).

176
EL PAÍS YUMBO: ¿UN GRAN CACICAZGO O UN CONJUNTO DE CACICAZGOS?

Un proyecto de rescate de gran significado para el país, fue el auspiciado por el Museo
del Banco Central y dirigido por Francisco Valdez en el sitio de La Tolita, provincia de
Esmeraldas. De este estudio se sabe que las tolas de ese santuario fueron construidas en el
“Período Clásico Tolita”, entre los años 300 a.C. y 90 d. C., en pleno período de
Desarrollo Regional.

Volviendo a nuestra área diremos que la existencia de centros nucleados, de asenta-


mientos poblacionales -con arquitectura monumental tipológicamente establecida como
tolas mayores, medias y menores, al interior de espacios geográficos definidos- permite
inferir que la nación yumbo se encontraba constituida por varios cacicazgos distribuidos
por toda la región. Por lo tanto, nuestra pregunta inicial se respondería en este sentido:
la nación yumbo estuvo constituida por cacicazgos interrelacionados e integrados por
una matriz cultural común. Entre los más destacados podemos mencionar: San
Francisco-La Armenia, La Armenia -Salento (Tahuaguerí), San Sebastián-Pachijal,
Miraflores, Loma Mirador-laderas del Puchua, San José de las Tolas, Santa Martha, El
Porvenir, Manchuri, Urcutambo, Vista Hermosa Bajo y Vista Hermosa Alto, Paraguas,
La Delicia, y Cerro Mirador.

Esta infraestructura, contada su población dinámica y productiva, pese a haber servi-


do a los cuzqueños, como a los europeos para su subsistencia y consolidación conquista-
dora, fue lamentablemente después abandonada, destruida y minimizada, pero en sus rui-
nas subsiste todo el mensaje de un pueblo que con nuestra investigación reivindica.

177
Capítulo XX
Geometría y trazado armónico
de las piscinas

Página anterior:
1-Visión ‘etnocentrista’ sobre los yumbos históricos representación de la cruz
y su reivindicación a partir de la evidencia arqueológica cuadrada en oro
repujado proveniente de
Alacao, provincia de
C omo ya se ha manifestado, la opinión generalizada respecto de los yumbos ha sido
peyorativa, probablemente porque desde un inicio los cronistas los calificaron como
gente selvática, exentos de poder y sin ninguna manifestación de arrogancia militar.
Chimborazo, cultura
puruhá. Fuente: Banco
Central del Ecuador.

Contrariamente a esa posición, nuestra propuesta es la siguiente: los yumbos fueron


un pueblo pacífico y nada beligerante; ellos se especializaron en el comercio, la agricul-
tura subtropical y la arquitectura monumental sagrada.

Mientras los pueblos serranos -al menos es lo que se conoce de las postrimerías del
período de Integración- estaban envueltos en conflictos por la hegemonía de sus cacicaz-
gos y fundamentalmente preparándose para la defensa de sus territorios ante la amenaza
y, luego, efectiva conquista de los cuzqueños, los yumbos desarrollaban sus tradicionales
actividades agrícolas, comerciales y religiosas.

En una oportunidad los mismos yumbos manifestaron a Cabello de Balboa que “ellos
nunca tuvieron guerra con nadie” (Cabello de Balboa, 1945 [1579?]: 56). Lo contrario
sucedía con los niguas, cayapas, cayambis y otras bandas multiétnicas de la Costa y de la
Sierra que, se sabe, provocaban situaciones bélicas con sus vecinos.

El contexto geográfico y ecológico yumbo, probablemente minimizado desde enton-


ces por los señoríos serranos y costeños (cayambis, quitu-caras, panzaleos, manteños, etc.),
se convirtió en un espacio de paz y laboriosidad. Esas condiciones topográficas poco atrac-
tivas para andinos y costeños, tanto unos como otros desconocedores del medio subtropi-
cal, les permitió a los yumbos ejercer un liderazgo de corte económico y comercial en las
relaciones interregionales, actividad que indudablemente los beneficiaba.

Su adaptación a los diferentes medios ecológicos por ser mercaderes, su conocimien-


to sobre los productos característicos de la altura andina y de la llanura costeña, y sobre-
todo, su dominio especializado en el mercadeo, les convertía en diestros intermediarios
que resolvían la complementariedad de productos de los diferentes niveles ecológicos.
Este ejercicio comercial generó paulatinamente estrategias autosuficientes de subsistencia
y, en la segunda mitad del período arqueológico de Integración (1000 d. C.-1500 d.C.),
una solvencia económica total para todo su pueblo.

Con estas condiciones favorables en las que las necesidades primarias estaban ‘supera-
das’, se entiende que en un proceso progresivo los yumbos se fueran a la conquista de
otros niveles de crecimiento humano: atienden su religiosidad, su producción selectiva y
su organización social estratificada, probablemente teocrática.

179
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

No de otra manera puede explicarse el alto nivel de abstracción geométrica, astronó-


mica y simbólica a la que llegaron. Esta cosmovisión está plasmada en centenares de tolas,
plataformas, caminos, petroglifos y particularmente en el centro ceremonial de Tulipe.

Sin embargo, la visión que tuvieron ciertos cronistas (Cieza de León, Garcilaso de la
Vega, Cabello de Balboa, en menor grado), y que heredaron algunos etnohistoriadores,
fue desafortunadamente la de ‘pueblos primitivos’, ‘grupos dispersos’ o ‘sociedades triba-
les’, comparables únicamente con los grupos humanos de la selva. Esta visión ‘etnocen-
trista’ creemos que siempre existió, primero por parte de los cacicazgos pre incas, luego
por los cuzqueños, después por los españoles y, por inercia apriorística -no podían faltar-
también por parte de políticos y estudiosos contemporáneos, que han repetido afirma-
ciones de cronistas que nunca estuvieron en la región yumbo.

Tal es así que el término yumbo se convirtió en un insulto y un sinónimo de ‘salvaje’.


No obstante, de aquellos primeros españoles que sí entraron a los bosques norocciden-
tales para conquistar a los yumbos, como fue el caso de don Alonso Hernández, no se
tiene referencia comparable con los cronistas coetáneos, pese a haber permanecido tres
meses conviviendo con ese pueblo. De ser cierto todo aquello de atrasados, selváticos,
de apariencia monstruosa y bestialidad, como se calificaba a los yumbos (por ejemplo,
Garcilaso, 1960 [1609]: 237), Alonso Hernández habría regresado de inmediato o sim-
plemente no habría tenido necesidad de ir a someterlos.

En esta visión ‘etnocentrista’ o de incomprensión frente a la alteridad, se advierte


como premisas de superioridad a actitudes beligerantes, triunfos de conquistas y tecno-
logía militar; en efecto, son requisitos que muchos escritores han establecido y exigido
para sostener que un pueblo es poderoso y desarrollado. Dado que este tipo de manifes-
taciones no se constataron en el subtrópico quiteño, algunos cronistas -hombres tenden-
ciosos a exaltar el éxito de la conquista, exagerar epopeyas militares y relatar con despre-
cio o aprensión a la cultura de los infieles amerindios- automáticamente catalogaron a los
yumbos como salvajes y atrasados.

La verdad es que la nación yumbo se formó sin enemigos o contrincantes, salvo aque-
llos que los asaltaban en los caminos mientras transportaban sus mercancías, acusación
hecha a los niguas. Por el contrario, la actividad comercial que predominaba en los yum-
bos y su misma ubicación geográfica, tan distinta y distante de la serrana y de la coste-
ña, les llevó a adoptar un comportamiento ‘diplomático’, negociador y pacífico, del cual
obviamente ellos obtenían los mayores beneficios, como ha quedado señalado.

Los yumbos no ejercieron la guerra. Su lucha de todos los días era con la naturaleza,
de la que le extraían racionalmente sus productos naturales y agrícolas. Si es que cono-
cieron la guerra fue porque estaban informados de las constantes rencillas y hostilidades
entre las provincias serranas de Cayambe y Caranqui, o los por problemas de tierras y sus
productos (Espinosa S., 1983, t. II: 76-79), o cuando constataron la invasión cuzqueña a
todos los cacicazgos y señoríos andinos con quienes habían mantenido permanentemen-
te relaciones comerciales. Los yumbos históricos recién actuaron con posibles sistemas
de ataques guerrilleros cuando, en una reacción panandina contra los españoles, tuvieron
que defender su macro región. Desde luego, al no estar preparados militarmente, su larga
resistencia (1537-1570) tuvo que ceder ante la superioridad militar de los colonizadores.

2- Deducciones interpretativas

La arqueología, disciplina antropológica y social, encamina sus principios, metodo-


logía y objetivos hacia el conocimiento del ser humano; de un hombre que ya no
existe físicamente, pero que ha dejado sus huellas impresas en una serie de materiales cul-
turales que desarrolló acorde con unas categorías espacio-temporales y una estrecha inter-
acción con su medio ambiente y cosmovisión.

180
GEOMETRÍA Y TRAZADO ARMÓNICO DE LAS PISCINAS

La arqueología por tanto, trasciende al mero descubrimiento, análisis y conservación


de materiales; su objetivo es el estudio científico del ser humano pasado a través de esos
vestigios culturales (Carandini, 1984: 47).

Esta visión antropológica de la arqueología le permite al investigador construir o


reconstruir la historia humana de manera rigurosa, en la que las hipótesis obtienen un
severo acercamiento a la verdad científica.

Los accidentes naturales de la región andina tan distintos a los de otras partes del mundo,
han confluido en la estructuración evolutiva de un ser humano que se ha adaptado a innume-
rables nichos ecológicos y que paulatinamente ha ido construyendo su micro cosmos. Al res-
pecto, Mircea Eliade sostiene que “todo micro cosmos, toda región habitada, tiene lo que
podría llamarse un ‘centro’, es decir, un lugar sagrado por excelencia” (Eliade, 1979: 43).
Desde este centro el hombre ha ido conquistando un macro espacio hasta alcanzar, según
los antropólogos, arqueólogos, etnógrafos y sociólogos, una identidad propia que hay que
descifrar. En nuestro caso, Tulipe es uno de esos centros de irradiación y convergencia cultu-
ral que nos permite seguir una pista del hombre andino subtropical que nos antecedió.

Los violentos cambios topográficos en Ecuador, que juegan con alturas que van desde
el nivel del mar hasta las nieves perpetuas, han facilitado el crecimiento de exuberantes y
variadas formas de flora y fauna, confluyendo con su explotación racional para que este
hombre andino desarrolle estrategias de vida peculiares y variadas que deben investigarse.

Esta compleja dinamia exige en nuestros días una aplicación especializada de las ciencias
humanas tendiente a estructurar e interpretar un tipo de arqueología que bien podría llamar-
se ‘arqueología andina. Es decir una ciencia con métodos científicos y reconocidos global-
mente, pero adaptados y adaptables para el descubrimiento del hombre que habitó este con-
texto geográfico con sus peculiaridades ecológicas; métodos que aseguren la correcta inter-
pretación de los materiales culturales y que garanticen su integridad y conservación.

Esta tarea a nivel andino, de ninguna manera puede resultar fácil; de hecho, desde hace
más de treinta años varios arqueólogos modernos vienen trabajando en esa línea. Lumbreras,
L.G. (1974) señala que es correctísima la búsqueda de evidencias en sitios puntuales para
descubrir a su artífice local, aunque más importante será llegar a conocer al hombre que en
profundo y permanente diálogo con la naturaleza elaboró una identidad andina.

Más difícil se vuelve esta indagación si se considera que los diferentes pueblos -que se
acomodaron a las sinuosidades de los gigantescos Andes y a sus inmensas llanuras que
recorren paralelamente de Norte a Sur y se extienden de Este a Oeste- participaron tam-
bién de una macro cosmovisión en la que está involucrada la cosmogonía y cosmología
(Milla Uribe 1990: 45); es decir, la complejidad de esta tarea antropológica se multiplica,
imponiéndose la necesidad de contar con investigaciones de largo alcance y con el apor-
te interdisciplinario de muchos profesionales.

En este contexto y con el afán exclusivo de motivar a otros investigadores, pueden


plantearse innumerables hipótesis de interpretación sobre este sitio monumental de
Tulipe; de hecho existen varias propuestas escritas de distinguidos estudiosos como
Ronald Lippi (1998), Frank Salomon (1984) o verbales como John Isaacson, Rodrigo
Erazo, Inés Mantilla, Rodrigo Andrade, Cristóbal Cobo, Juan Fernando Pérez, Andrés
Peñaherrera, entre otros. En todo caso, cualquier interpretación que pueda darse del sitio
monumental y de su área de influencia, deberá partir de evidencias arqueológicas.

A continuación expondremos la curiosa geometría que los yumbos aplicaron en las


formas, distribución y función sagrada de las siete piscinas de Tulipe; luego en base a los
datos de prospección y del mapa arqueológico del noroccidente propondremos el patrón
de asentamiento que ese pueblo manejó acorde con la topografía de su terreno. La pre-

181
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Página siguiente arriba, sencia de tolas a lo largo de los piedemontes con sus sistemas de relativa autonomía de
templo circular de los subsistencia, nos conduce a propuestas de pequeños cacicazgos que integrados -no sólo
yumbos conformado por por una gran red de caminos, sino por relaciones étnicas, religiosas y de intercambio labo-
muros de contención en
ral- constituyeron la nación yumbo. Los últimos capítulos hacen referencia a la desesta-
forma de anillos
concéntricos. Fotografía bilización de esa nación subtropical a causa de la invasión cuzqueña sobre la región de los
de Patricio Cando señoríos serranos, y del inmediato advenimiento de la conquista española, además de los
García, 2004. eventos telúricos del volcán Pichincha con sus repetidas erupciones.

Abajo, círculos
concéntricos diseñados y
esculpidos en petroglifos 3- El trazado armónico en los grandes monumentos
del territorio yumbo arqueológicos e históricos. El círculo: abstracción
(Petroglifo Chirape 1).
simbólica y aplicación arquitectónica

Este capítulo se introduce en una interpretación del conjunto de estructuras hundidas,


cuyos detalles y elementos arquitectónicos demuestran de manera aparentemente
incuestionable nuestro planteamiento e hipótesis; hipótesis que por otro lado, con toda la
libertad científica puede ser objeto de discusión de parte de expertos en la materia.

Nosotros encontramos que las diferentes orientaciones, volúmenes, estructuras internas,


formas y diseños de las piscinas sugieren la evolución de todo un largo proceso geométri-
co desarrollado por los constructores yumbos. Se trata de una geometría que parte desde
los elementos más simples de la línea y ángulos rectos de los muros y acueductos, domina
el círculo y los polígonos en los diseños y formas de las estructuras, y culmina con la com-
pleja y enmarañada pero lógica y sabia geometría dinámica que amarra y encierra en círcu-
los y en cuadrados cada uno de los elementos arquitectónicos del conjunto monumental.

Los textos de las ciencias exactas citan, entre otros, a los pueblos mesopotámicos, ára-
bes, egipcios y a los de extremo oriente, como los creadores de las matemáticas, la geo-
metría, el álgebra, etc. En verdad, de aquellos pueblos han quedado evidencias escritas y
claros testimonios de sus inventos y aplicación.

De hecho, las monumentales pirámides del antiguo Egipto son ejemplos de alta ingenie-
ría; es decir, demuestran ser producto de previas abstracciones conceptuales relacionadas con
los números, las proporciones, el cálculo, la escala, el diseño, etc. No
fueron construidas de manera fortuita o arbitraria ni tampoco cons-
Conceptos matemáticos y de geometría utilizados tituyeron un ‘monumentalismo’ de albañilería.
por los faraones en sus famosas pirámides egipcias.
Fuente: Cole, 2003.
Las directrices geométricas se desarrollaron en todas las culturas y
se aplicaron magistral y artísticamente en sus templos. Tal es el caso,
por ejemplo, de la construcción y función del mandala. Según Eliade:

“Este término significa ‘círculo’; las traducciones tibetanas lo vier-


ten tanto por ‘centro’ como ‘por lo que rodea’. En realidad, un
Mandala representa una ‘serie de círculos, concéntricos o no, ins-
critos en un cuadrado, en cuyo diagrama, trazado sobre la tierra
por medio de hilos de color o de polvo de arroz coloreado, vie-
nen a ocupar su puesto las distintas divinidades del panteón tán-
trico” (Eliade, 1955: 55).

El círculo es considerado desde tiempos inmemoriales como una de las figuras sagradas
más constantes del arte, primero rupestre y luego universal. La representación del sol por
ejemplo, en todas las culturas precolombinas, siempre aparece asociada a una serie de círcu-
los concéntricos, y en el caso de Tulipe se plasma en los petroglifos y particularmente en la
piscina 8, cuya planta se forma de cinco círculos concéntricos.

182
GEOMETRÍA Y TRAZADO ARMÓNICO DE LAS PISCINAS

El círculo se ha concebido como el sím-


bolo de mayor resonancia a nivel universal,
e inclusive vinculado a conceptos de cro-
nometría. Así, la palabra año está relaciona-
da con annus y annulus, anillo; siglo, saeculum
con período que circula cada cien años; y la
voz período, con peri y odo. Además, para los
egipcios el tiempo estuvo representado por
una línea que volvía sobre sí misma, “la
eternidad era el círculo” (Núñez, 1986: 62).

Arturo Castigli añade:

“El círculo, un símbolo de eternidad e


infinitud, es probable que derive su signi-
ficación simbólica de los grandes astros
que dominan en nuestro universo: el sol y la luna. El círculo expresa el concepto de la ley
cíclica de la vida, de la muerte que renace y de la cual los pueblos antiguos creen que la ser-
piente es el emblema” (Castigli en Núñez, 1986: 357).

183
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Es decir, el círculo como concepto conlleva intrínsecamente la doble categoría de espa-


cio y tiempo; en un ir y venir al mismo lugar y a un similar momento; es un reeditar y rena-
cer el inicio; es el retorno permanente y representa la sucesión regular de fenómenos que se
repiten cíclicamente en un orden inmutable; tiene como referente sine qua non una situa-
ción inicial o un elemento central. De allí que no exista cultura alguna que haya prescindi-
do de esta figura geométrica; en la plante de los más significativos edificios religiosos está
presente la circunferencia; sólo para demostrar esta aseveración y ‘atrevidamente’ comparar
con lo que sucede en nuestro templo yumbo, resaltamos entre miles de ejemplos la planta
circular o centralizada de la arquitectura religiosa, funeraria y ritualista utilizada por diferen-
tes sociedades antiguas cuyos legados culturales todavía subsisten como elementos tangibles
e irrefutables.

Varios siglos antes de Cristo, los hindúes con stufas, los chinos con kejias o hakkas, los
etruscos con tumbas, y los mismos romanos y griegos con templos y odeones, manejaron
con alta precisión la circunferencia y sus elementos (gráficos a continuación); no se diga
los grandes maestros y arquitectos de mausoleos, tumbas, palacios y templos paleocristia-
nos, bizantinos, musulmanes y renacentistas.

En síntesis, la planta circular o centralizada surge, se desarrolla y aplica como produc-


to matemático, geométrico y simbólico en los diferentes pueblos europeos y asiáticos; de
allí, las majestuosas basílicas cristianas, las gigantescas mezquitas musulmanes y las seño-
riales pagodas budistas de Oriente.

Aquí lo atrevido de nuestra comparación: si observamos los gráficos de las páginas 184
y 185, se podría constatar que la planta circular de la piscina 8 de Tulipe comparte en tér-
minos generales la misma de aquellas centralizadas que se repiten en los edificios repre-
sentativos de las grandes sociedades antiguas. En efecto, allí está el centro o núcleo del
espacio circular desde donde parten los círculos concéntricos hacia la periferia, allí está el
espacio más perfecto con delimitaciones infinitas que recuerdan el firmamento, el sol, el
universo, lo cíclico, lo eterno, la vida y la misma muerte que da sentido a la vida.

Los yumbos, creemos, estaban concientes de todos estos atributos del círculo y por
eso edificaron en un lugar especial, inclusive separado del conjunto principal, su gran
templo circular, identificado como piscina 8.

Planta circular de una stufa en la que se Planta circular de una Kejia o Hakka
realizaba el rito de la Pradakshina, girando (“familiar huésped”) en Fujian, China,
en torno de ella según las agujas del reloj. siglo III a.C. Fuente: Cole, 2003.
India, siglo III a.C. Fuente: Cole, 2003.

184
GEOMETRÍA Y TRAZADO ARMÓNICO DE LAS PISCINAS

Planta circular de la tumba de Porsenna-Chiusi, Planta circular del templo de Vesta, Roma
Etruria siglo VI a.C. Fuente: Cole, 2003. Antigua, siglo I a.C. Fuente: Cole, 2003.

Planta circular del Odeón de Herodes Atico, Planta circular de un Mausoleo o tumbas del
Atenas-Grecia Antigua, siglo II d.C. período Paleocristiano y Bizantino, que siguieron la
Fuente: Cole, 2003. tradición romana siglo III d.C. Fuente: Cole, 2003.

Planta circular de la Tumba de Planta circular del Tempietto de Bramante Planta de los cinco círculos
Mohamed Adil Shah, a la que se le construido sobre el domo martirial de San concéntricos utilizada por los yumbos
ha incorporado una delimitación Pedro, Roma siglo XVI en pleno en su templo circular, piscina 8.
cuadrada además de unas torrecillas Renacimiento. Fuente: Cole, 2003.
en las esquinas en Bijapur-India del
Islam, siglo XVII. Fuente: Cole, 2003.

185
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Retornando a la geometría y trazado armónico en general, en la América prehispáni-


ca también se originó un sistema matemático y geométrico que facilitaba a los pueblos
precolombinos contabilizar, calcular y aplicar su abstracción numérica. De hecho, se
habla por ejemplo de los quipus como un sistema de contabilidad e inclusive de escritura
abstracta que se aplicó en el Tahuantinsuyo de los incas (Radicati, 1951:5; 1964:56).

Por otra parte,

“[...] la tendencia a someter el carácter estético de sus obras a la abstracción, al simbo-


lismo y a los conceptos, ha sido también una constante tentación de todas las cultu-
ras. En la América aborigen esa tendencia fue omnipresente.

Todos los pueblos han dejado evidencias irre-


Complejos diseños geométricos creados y plasmados por los musulmanes en futables de sus inclinaciones ‘geometrizantes’
su arquitectura especialmente religiosa (mampara). Fuente: Cole, 2003.
por encima de la mera figuración; tales son los
casos de los celtas, vikingos, germanos, egip-
cios, grecorromanos, aztecas, incas, etc. que
conciente o inconcientemente plasmaron sus
inspiraciones geométricas alejándose de las
meras apariencias de la realidad” (Jara, 1997:2).

Llama sobremanera la atención de propios


y extraños la producción abstracta del arte
musulmán -en el que predomina exclusivamen-
te la geometría, la lógica matemática, el di-
namismo de complicadas y sistemáticas líneas
y formas poligonales que cubren inmensas
superficies de sus centenarias mezquitas.
Asimismo, aunque en otro contexto y otra fac-
tura, en el contexto prehispánico del actual
Ecuador son célebres los diseños en la cerámi-
ca de las culturas del Carchi y los complejos
gráficos de los sellos manteños y jama-coaque.

Igualmente, las singulares formas arquitectónicas de Cochasquí, Puntiachil, Cayambe,


Sangay, entre otras, obedecen a diseños monumentales y urbanos que nos hablan de
asentamientos organizados con fines habitacionales, rituales y de observación astronómi-
ca (Athens, 1980: 259-268). Ninguno de estos monumentos aparece construido al azar y
sin un diseño geométrico y simbólico previo.

Diseños geométricos plasmados en sellos precolombinos.

186
GEOMETRÍA Y TRAZADO ARMÓNICO DE LAS PISCINAS

4- La geometría de los yumbos y el trazado armónico de Tulipe

C omo ya se ha señalado, el conjun-


to arqueológico de las piscinas de
Tulipe está conformado por estructuras
Arriba, rampas y
acueductos de las
piscinas 3 y 4
con diseños cuadrados, rectangulares, orientados en una misma
dirección, demostrándose
semicirculares, circulares y poligonales.
así la armonía de diseño
Esto significa que en la cultura yumbo se y trazado.
conoció muy bien la geometría general, lo
que permitió organizar el trazado y asen- Abajo, muro delimitante
tamiento de dichas estructuras. Se trata de del área sagrada de
una geometría que trasciende los niveles Tulipe en el que
de lo formal y sugiere un contenido sagra- aplicaron los yumbos
con exactitud la línea
do de su aplicación. Ningún elemento está
recta.
demás y, por el contrario, todos se integran
dentro de una totalidad organizada y
armónica.

Cuando se analiza los trazados y signi-


ficado de este monumento, la insinuación
de una función simplemente utilitaria del
sitio carece de sustento y es cada vez más
lejana; predomina pues la tendencia de una
interpretación sagrada: recuérdese que, a
excepción de la 6, todas y cada una de las
piscinas cuentan con una rampa de acceso
y otra de inducción, colocadas con lógica,
simetría y proporción.

Esto supone una ‘secuencia evolutiva’:


concepción geométrica, aplicación del
concepto simbólico en obras arquitectónicas, desarrollo de la construcción en formas
geométricas concretas.

A este propósito Zadir Milla señala:

“Las leyes de formación armónica del diseño andino se basan en procesos de construc-
ción que conjugan los trazados ortogonales y diagonales, de
manera que mediante el desarrollo de la geometría proporcional,
se ordenan las particiones del espacio a partir de operaciones
convencionalizada [sic] ritualmente” (Milla, Z. 1990: 22).

En nuestro criterio, el proceso del descubrimiento, dominio y


aplicación física de la ciencia geométrica en los yumbos se dio de
la siguiente manera:

1- Comenzaron reconociendo la unidad como categoría de indi-


vidualidad, y aplicaron ese concepto a la utilización de una
sola piedra o un canto rodado aislado.

2- La secuencia corpórea (una tras de otra) de unidades o can-


tos rodados permitió establecer la línea recta en contrapo-
sición a lo deforme y caótico. Esto se constata en los line-
amientos de piedras de pequeños muros de contención o
delimitación de espacios.
Izquierda, acueducto 3- La elaboración de una hilada recta de piedras frente a otra hilada similar, dio como
donde se puede ver la
resultado el manejo de las líneas paralelas, especialmente en la construcción de los
aplicación de las líneas
paralelas.
pequeños acueductos, en los cuales se guardó un riguroso cuidado en el ancho o dis-
tancia del espacio por donde debía fluir el agua.
Derecha, ejemplo de
muros que giran en 90º. 4- El dominio de la línea recta, la ocupa-
ción del área o superficie, y la peculiar Levantamiento planimétrico de acueductos que
giran en 90º (zona de distribución de los
función espacial o volumétrica que
acueductos que se dirigen a las piscinas 1, 2 y 4).
debían tener las estructuras, llevó a los
constructores de Tulipe a ‘crear’ y apli-
car un elemento geométrico fundamen-
tal, capaz de orientar racional y estéti-
camente los espacios planos y tridi-
mensionales, como es el ángulo recto.
Este elemento está presente en todas las
esquinas de los muros y en las bifurca-
ciones de los acueductos.

Toda la red hidráulica se distribuye


hacia las piscinas obedeciendo a un
diseño geométrico en el que prevalecen
los ángulos de 900, para lo cual la topografía natural del sitio tuvo que ser cuidadosa-
mente modificada o replanteada a favor de una fluidez lenta y uniforme del agua.

5- A partir del ángulo recto, el proceso evoluciona e ingresa en una progresión y comple-
jidad de las formas y figuras geométricas. Las líneas rectas, las paralelas y los ángulos
de 90º se vinculan y generan la figura rectangular y cuadrada, tal como se comprueba
en las estructuras de cuatro lados de Tulipe. En nuestro criterio, primero generaron la
figura rectangular que exige el dominio
fácil de las dimensiones largo por
Figuras cuadradas y rectangulares plasmadas en las piscinas 2, 4 y 6. ancho, mientras el cuadrado debió
plasmarse con posterioridad, pues se
trata de una figura que exige mayor
PISCINA 4 PISCINA 2 abstracción en lo que se refiere a dispo-
ner de una superficie encerrada en cua-
tro lados, cada uno de igual longitud.

La piscina 6 tuvo originalmente la forma


cuadrada y así fue como se la encontró
PISCINA en 1982. Hoy aparece con una deforma-
6
ción en su lado sureste a causa de la
nueva carretera Nanegalito-Pacto que, al
abrirse paso, afectó en el muro.

188
GEOMETRÍA Y TRAZADO ARMÓNICO DE LAS PISCINAS

6- Con la presencia del cuadrado ortogonal surgen


Ubicación del centro de una figura
las líneas diagonales que, cruzándose por el cen-
cuadrada a partir del trazado de
tro exacto del cuadrado, permiten la proyección y sus diagonales que cruzan por sus
perspectiva de campos internos o externos simé- ángulos opuestos.
tricamente opuestos:

“El signo de la diagonal es de primera importancia en el


diseño andino, al ser expresión de la fuerza del mo-
vimiento y desarrollo de las leyes de formación com-
positiva. La diagonal del cuadrado denota la unión de
los extremos y la división de las partes en función de
las tensiones de sus esquinas” (Milla, 1990: 62).

7- En contraposición a la línea recta, o


Elementos geométricos de la circunferencia: radio,
a los trazados de líneas rectas, los
diámetro y perímetro, manejados por los yumbos en
su templo circular. constructores de Tulipe incursiona-
ron en un ámbito de abstracción
matemática mayor, pues desarrolla-
ron también la línea curva con crite-
rio geométrico. Es decir, ‘descubrie-
diámetro

ron’ que a partir de un punto central


o núcleo, y mediante el uso de una
radio
equidistancia o radio r se generaba
un perímetro uniformemente lógico.
De esta manera obtuvieron el círcu-
lo, figura que aplicaron magistral-
mente en la piscina 8, cuyo radio
está representado por una rampa que
parte desde la periferia y se dirige
hacia el centro de la estructura.

5- Hipótesis de la geometría sagrada aplicada a las cuatro


primeras piscinas. La cruz cuadrada.

A partir de estos ‘descubrimientos’ generales, se estructura y se levanta toda una lógi-


ca geométrica que parece plasmarse con sorprendente precisión, en el centro
ceremonial de Tulipe, y especialmente en las cuatro primeras piscinas rectangulares y
semicirculares que forman un solo cuerpo dentro del gran conjunto.

Propiamente aquí comienza el diseño geométrico y el diseño estético del pueblo


yumbo. Aquí sus yachakkuna, curacas, sacerdotes, caciques y sabios, ingresan al sistema
andino del trazado armónico propuesto por varios investigadores e intérpretes del mundo
andino (Tom Zuidema, Carlos Milla, Zadir Milla, Marcos Guerrero, entre otros). No se
trata solamente de plasmar de manera aislada una figura cuadrada exacta con sus diago-
nales simétricas, o un círculo perfecto a partir de un núcleo. Los yumbos trascienden ese
‘ejercicio gráfico’ y apuntan a la conjugación de las dos figuras hasta imbricarlas (cuadra-
tura del círculo), y descubrir proyecciones geométricas que pueden plasmar el significa-
do de sus abstracciones, simbolismos y cosmovisión.

8- Pero, antes de someter la implantación real de Tulipe a una plantilla de geometría abs-
tracta -o la plantilla de geometría abstracta a la implantación real de Tulipe- que expli-
ca el sistema geométrico, armónico y ritual del conjunto como conjunto, continuemos
con el proceso primario que les permitió a los yumbos ir descubriendo los elementos
y figuras básicas de su geometría. En ese contexto, el trazado de una línea recta que
unía dos puntos del perímetro de una circunferencia y que pasara por el centro, gene-
ró el conocimiento del diámetro.
189
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Este elemento fue tan importante que les inspiró a descomponer un círculo en dos
semicírculos y, de esta manera, construir las piscinas 1 y 3.

Piscinas 1 y 3 en las que se aplicó el semicírculo convirtiéndolo el diámetro en uno de los muros rectos.

PISCINA 1
PISCINA 3

Aquí llama la atención, cómo los constructores yumbos combinaron y conjugaron lo


anteriormente descrito, no solamente dentro de cada estructura sino en todo el conjunto.
Por ejemplo, el muro recto (diámetro) de las piscinas semicirculares tiene el mismo largo
de las rectangulares y el radio de las primeras corresponde al ancho de las segundas. Es
decir, las construyeron previo diseño geométrico que debía aplicarse a cada estructura y
luego al conjunto, bajo una planificación y según unos significantes y significados teóricos.

Piscinas rectangulares cuyas dimensiones de largo y ancho coinciden con el diámetro y radio de las
estructuras semicirculares.

Esta abstracción geométrica plasmada en la arquitectura religiosa, contemplaba la


inclusión de elementos simbólicos a través de objetos tangibles, siempre orientados hacia
un ritualismo total. Tal es el caso del monolito descrito en el capítulo XX que señalaría un
posible culto fálico.

El culto al falo ha sido una práctica ancestral de todas las culturas e, inclusive hoy cier-
tas sociedades secretas lo destacan en sus ceremonias de iniciación y en los ritos destina-
dos a lograr la fertilidad agrícola. Son célebres las pinturas rupestres de Cogull, en Mérida
(España), donde se observa a un ‘mago’ o personaje fálico muy adornado, en torno del
cual se halla un grupo de mujeres con faldas de forma acampanada, realizando acaso una
danza ritual. En Abú Simbel (Egipto), se destaca una estatua itifálica (falo en erección) del
faraón Ramses II. Entre las deidades hindúes, el dios Shiva tenía sus propios altares en los
que se rendía culto al lingam o símbolo fálico, generalmente esculpido en piedra blanca,
porque representaba al espíritu creador. En América, sobresalen las figurillas fálicas de las
culturas mochica y chimú y, en el Ecuador prehispánico también se halla la cerámica con
figuras eróticas y fálicas, especialmente en la tolita y tuncahuán.

190
GEOMETRÍA Y TRAZADO ARMÓNICO DE LAS PISCINAS

La interpretación generalizada respecto de estas representaciones prescinde de todo Piscina poligonal que
carácter obsceno y, por el contrario siempre se les atribuye un simbolismo de fecundidad, insinúa un diseño
fertilidad y fuerza creadora. Ya en la práctica, su culto motivaba la elaboración de peque- zoomorfo.
ños artefactos de metal o de cuero a modo de amuletos protectores, y en el caso de los
romanos las esculturas fálicas, como símbolos Dionisio, servían de enseña procesional en
las ceremonias o faloforias, llegando a la exageración de divinizarlo bajo la advocación de
Fascinus Deus (cédula del museo arqueológico de Siracusa).

La presencia del monolito dentro de la piscina 3 corrobora a la interpretación que esta-


mos asignando al sitio. Fue traído ex profeso y lo integraron al contexto simbólico de
fecundidad de todo el conjunto ceremonial. Es que también los yumbos habrían sentido
la necesidad de honrar y venerar la imagen de los elementos que generan la vida, mantie-
nen la especie y contrarrestan la muerte. Sus ritos y ceremonias, probablemente noctur-
nos, involucraban a todos esos elementos sagrados de fertilidad: el agua, la luna, la noche,
la naturaleza y obviamente la figuración mágico religiosa del miembro viril con su simbo-
lismo complementario, sine qua non para que se plasme la concepción total.

9- Finalmente, en nuestro criterio, el proceso evolutivo de elementos geométricos prima-


rios, posiblemente imbricados en el sistema geométrico armónico, culmina en la piscina 5.
Este polígono de 20 lados, es una verdadera obra maestra que sugiere la simbiosis del traza-
do armónico con algún simbolismo religioso, zoomorfo, astronómico y ritual.

Diseño poligonal de 20 lados. Aparentemente


zoomorfo, debió cumplir con algún simbolismo
religioso o ritual.

Por las diferencias de diseño, forma, tamaño, concepción y funcionalidad que tiene
frente a las otras estructuras, la piscina 5 parece pertenecer a un nivel superior o al menos
distinto de abstracción geométrica y simbólica. Se halla en el mismo contexto físico del
sitio, pero figurativamente se distancia de las anteriores en una suerte de mayor comple-
jidad. Esta situación, nos exige también una interpretación distinta.

10- En este punto, siempre dentro de un marco hipotético, analicemos lo que sucede en
las cuatro primeras estructuras que conforman un ‘mundo cuatripartito’. Se constata que
sus característicos elementos arquitectónicos como las rampas de inducción y de acceso
de cada una de ellas, arrancan equidistantemente desde los lados de los muros y se diri-
gen hacia el centro de las piscinas, denotando una vez más la planificación y el manejo
de la simetría dentro de un espacio organizado:

“La valoración semiótica de los símbolos contenidos en las estructuras del sitio
arqueológico Tulipe, desprende que están fuerte y estrechamente vinculados a la astro-
nomía, cosmología y cosmogonía de la nación yumbo y que la funcionalidad de las
estructuras estaba dedicada a los rituales y ceremonias de iniciación y de purifica-
ción“ (Erazo, 2001: 49).
191
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Estatuilla antropomorfa
femenina en cuyas Cruz formada por las estructuras del
decoraciones geométricas grupo cuatripartito.
se destaca una cruz, a
nivel de vientre bajo;
cultura chorrera.
Fuente: Museo del
Banco Central del
Ecuador.

Entre las piscinas 1, 2, 3 y 4 se encuentra un espacio elevado a modo de corredor y que


en planta se muestra como una gran cruz; su eje mayor tiene la misma orientación del valle
sagrado de Tulipe (Sureste-Noroeste).

De alguna manera, la presencia del signo de la cruz en Tulipe no debería llamarnos


demasiado la atención, pues está presente en culturas anteriores al contexto arqueológico
ecuatoriano y aparece en diversas decoraciones especialmente de cerámica. Son célebres
por ejemplo las múltiples pinturas de los platos y compoteras de tuncahuán, los dibujos
geométricos en artefactos costeños e inclusive amazónicos, en donde la figura de la cruz
es omnipresente.

Si unimos los vértices internos de las


cuatro piscinas, se forma un cuadrado regu-
lar de 8 m. por lado, a modo de núcleo de la
cruz. Al repetir o trasladar dicho cuadrado
hacia los cuatro brazos, se comprueba que
sus dimensiones coinciden con las direccio-
nes y ubicación de las rampas, acueductos y
otros elementos geométricos de las cuatro
piscinas: el brazo Norte de la cruz llega
hasta la línea determinada por las rampas de
inducción y de acceso de la piscina 1; el
brazo Sur llega hasta la línea determinada
por el acueducto de la piscina 4 que a su
vez coincide con la dirección de las rampas
de inducción y de acceso de las piscinas 2 y
4; el brazo Este con el radio de las piscinas
1 y 3; y el brazo Oeste coincide con el
ancho de las piscinas rectangulares 2 y 4.

El producto de este ejercicio es justamen-


te una cruz cuadrada en planta, que está defi-
nida por los vértices internos de las cuatro
estructuras hundidas; símbolo de extraordi-
nario significado en el mundo andino.

Son celebres las denominaciones que


los diferentes pueblos, culturas y religiones
han dado a la figura o al símbolo de la cruz.

192
GEOMETRÍA Y TRAZADO ARMÓNICO DE LAS PISCINAS

Ilustración del recorrido


Cruz cuadrada que se forma a partir de los vértices internos de las cuatro y fluidez del agua en el
estructuras, cuya cuadrícula se repite hacia los costados coincidiendo con Centro Ceremonial de
ciertos elementos arquitectónicos como rampas, acueductos y muros laterales. Tulipe. Obsérvese la
dirección de los
acueductos que, a partir
de la cruz formada por
las cuatro primeras
estructuras, terminan
depositando el agua
según el movimiento de
las manecillas de un
reloj. Pintura de Galo
Jurado, 2002.

Para unos será el simple signo matemático de sumar o el encuentro y partida de coor-
denadas, mientras para otros se convierte en un signo post mortem, etc. Pero la cruz adquie-
re significados trascendentes cuando se ha superado su simple dimensión figurativa.

Probablemente, el significado de mayor trascendencia la tenga la cruz cristiana pues


para los creyentes de esta religión es el magno signo de redención y salvación. Su forma
latina ampliamente difundida se caracteriza por tener el stipes más largo que los brazos
laterales, aunque, dependerá de las varias iglesias que se generaron a lo largo de la histo-
ria cristiana. Por ejemplo, la cruz griega tiene sus cuatro brazos iguales; la cruz de Lorena
tiene cuatro brazos transversales siguiendo las cuatro direcciones; la cruz de Malta con
sus cuatro brazos triangulares equidistantes; la cruz ancorada con sus cuatro brazos que
terminan en anclas, la cruz potenzada con sus extremos cerrados; la cruz gamada, apro-
piada por el movimiento nazi en el siglo XX, con sus brazos doblados hacia la izquierda;

193
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

La cruz y su simbolismo en diferentes sociedades y religiones.

CRUZ EGIPCIA CRUZ TAU CRUZ DE MALTA CRUZ POTENZADA CRUZ CELTA CRUZ RUSA

CRUZ GRIEGA CRUZ CUADRADA ANDINA CRUZ DE LORENA

CRUZ LATINA CRUZ ASPA CRUZ TREBOLADA CRUZ PAPAL CRUZ GAMADA CRUZ ANCORADA

la cruz papal con seis brazos transversales, etc.; y la cruz cuadrada del mundo andino, tal
como aparece en Tulipe con sus cuatro brazos iguales que inspiraron a los yumbos la ubi-
cación de ciertos elementos arquitectónicos.

11- Retomando la interpretación del grupo cuatripartito de estructuras hundidas, y some-


tiéndolo a un proceso de proyecciones -tanto por las diagonales que se cruzan en el cen-
tro del cuadro original, como en la cuadratura secuencial del círculo-, se obtiene que estas
figuras geométricas abstractas coinciden con aquellos detalles del emplazamiento cuatri-
partito. Por ejemplo, si encerramos en círculos concéntricos al cuadrado original y a los
ocho vértices periféricos de dicha cruz y luego proyectamos las diagonales a partir de los
vértices opuestos del cuadrado primero, se comprueba que dichas diagonales cruzan pre-
cisamente por los elementos arquitectónicos (rampas) cuyas direcciones y ubicación defi-
nían a la cruz cuadrada. Es decir, las diagonales confirman la existencia de la cruz cuadra-
da y de sus vestigios asociativos.

12- Este proceso de análisis geométrico exige continuar con una proyección de círculos
concéntricos y de cuadrados que los encierren, llegándose a comprobar que otros vesti-
gios de estas piscinas, como son los muros de contención que los rodea, acueductos y los
brazos más largos de la cruz, van integrándose dentro de una lógica geométrica, pues
nada se halla fuera de una disposición o planificación del conjunto. No obstante, es cier-
to que algunos detalles escapan a la absoluta precisión de las dimensiones que sólo hoy
podemos conocer o aplicar gracias a instrumentos modernos.

194
GEOMETRÍA Y TRAZADO ARMÓNICO DE LAS PISCINAS

Entre las cuatro esquinas o ángulos internos de las cuatro estructuras se forma un cuadrado perfecto,
equilátero, con sus ángulos de 90º cada uno. Este cuadrado viene a ser el espacio central de la cruz
recortada entre las cuatro piscinas. Para iniciar el proceso de geometrización se ha trazado las líneas
diagonales que cruzan los ángulos opuestos de dicho cuadrado, determinan el centro o núcleo de este
espacio sagrado y al proyectarse hacia el infinito, lo hacen topando las rampas de acceso y de inducción
de tres estructuras (1-3-4).

El cuadrado central ha sido repetido en los cuatro lados adyacentes obteniéndose una primera cruz
cuadrada. El extremo de los brazos de esta cruz coincide con los elementos contrarios (rampas) por donde
cruzaban las anteriores diagonales largas. Además, para avanzar con el proceso, se ha trazado cuatro
diagonales menores que atravesando el núcleo del espacio sagrado unen los ángulos o esquinas opuestas de
la cruz.

195
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Se ha cerrado en un primer círculo al cuadrado original y en un segundo círculo a la primera cruz cuadrada.
Obviamente los dos círculos y todos los siguientes siempre compartirán el mismo punto central o núcleo del
primer cuadro y de todo el espacio sagrado. Este paso se concluye con el encierro del segundo círculo en un
cuadrado (cuadratura del círculo). En este cuadrado se incluyen exactamente las rampas de las estructuras,
excepto el acceso de la piscina 2.

Regresamos hacia el primer círculo que circundó al primer cuadrado y unimos los puntos de
convergencia entre ese círculo y las diagonales de la primera cruz, obteniéndose una nueva cruz
cuadrada, menor que la anterior.

196
GEOMETRÍA Y TRAZADO ARMÓNICO DE LAS PISCINAS

Al cuadrado que encerraba al círculo periférico de la primera cruz cuadrada se lo ha circundado de un nuevo
círculo (segunda cuadratura del círculo) e, igualmente prolongando las diagonales menores se ha obtenido la
tercera cruz cuadrada. Al círculo de esta tercera cruz cuadrada la encerramos en un nuevo cuadrado (tercera
cuadratura del círculo) y se constata que coincide con los lados Norte y Sur de las cuatro estructuras y se
acerca al muro periférico que encierra al complejo cuatripartito.

Finalmente, se lo ha encerrado al último cuadro en un círculo, el cual permite ver la relativa y muy cercana
precisión del trazado geométrico de las cuatro estructuras. Además, a partir de este trazado, se ha deducido el
lado oriental del muro que circundaba a ese espacio cuatripartito y que ahora no existe por la apertura de la
carretera Nanegalito-Gualea y la edificación de varias casas.

197
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

6- Trazado armónico y representación de la piscina poligonal

Esta estructura, tan compleja en su forma y diseño, nada tiene que ver con aquellas
del grupo cuatripartito. Sus 20 lados se distribuyen simétricamente formando una
figura alargada que sigue la misma dirección del río, del valle y del conjunto arqueológi-
co en general. Está emplazada justamente en la cabeza de la cruz que se forma entre las
cuatro primeras piscinas ya descritas. Sin embargo, su unicidad e independencia funcio-
nal no encajan en la interpretación anterior de la cruz cuadrada y sus secuencias de círcu-
los y cuadrados.

Siempre en un nivel de hipótesis, la independencia sugiere una interpretación distinta


de esta estructura, pese a que el trazado armónico y la geometría están presentes en su
forma total y en sus detalles. No olvidemos que en ella culminaba todo el proceso evolu-
tivo de la geometría de Tulipe, mediante la combinación de líneas paralelas, ángulos rec-
tos, simetría, estética y probablemente el significado esquematizado y artístico de algún
ser, deidad o símbolo de la cosmovisión yumbo.

Si ya resulta complicado y riesgoso interpretar la forma poligonal de esta piscina -aun-


que especialistas y no iniciados ven la representación de la figura zoomorfa de un proba-
ble felino-, mucho más complejo y aventurado es afirmar la funcionalidad particular que
tuvo dentro del conjunto.

Es posible que cada piscina cumpliera con un propósito especial. Empero, el hecho de
que a ella fluya agua limpia, previamente purificada en la piscina 6 de sedimentación, nos
permite deducir que su función era de mayor importancia.

Toda la estructura se generó a partir de un rectángulo que, visto in situ y en planta, se


descubre recortado equidistantemente en sus cuatro esquinas. Estos recortes simétricos le
dan a la figura general también una forma de cruz, pero de una cruz alargada con brazos
exageradamente gruesos.

El centro de esta figura, se obtiene trazando las líneas diagonales desde los ángulos
opuestos; su cruce ocurre en el punto más importante de la pasarela que se introduce hacia
el centro de la piscina. Este punto vendría a ser el ‘centro áureo’ (punto nuclear de un
espacio sagrado) desde donde quizá el yachak podía presidir los ritos de purificación o las
ceremonias de contenido astronómico.

Algo curioso y que merece citarse es la coincidencia que se da entre la planta general
de la piscina poligonal y la planta de las tolas de doble rampa, típicas del territorio yumbo.
En los dos casos, el diseño y el proceso constructivo tuvo lugar a partir de un rectángulo,
al que sus constructores mutilaron las esquinas, generando así salientes simétricas centra-
les en los dos extremos del eje mayor y que, al interpretarlos, resultarían ser la cabeza y
cola del felino de la figura zoomorfa; mientras en las tolas corresponderían a las rampas de
acceso. Aquí estaría la razón por la que las rampas de las tolas yumbo son cortas y empi-
nadas, contrariamente a lo que ocurre con las de Cochasquí cuya única rampa se prolonga
en una distancia al menos equivalente al de su respectiva tola. Es decir, la tendencia hacia
las formas geométricas como base del sistema constructivo es también perceptible en los
monumentos piramidales, pues la volumetría lograda artificialmente mediante rellenos de
tierra, obedece a complejos diseños simétricos armoniosamente elaborados.

Desde luego, al señalar que los monumentos yumbo incluyen la geometría sagrada, el
trazado armónico, la cuadratura del círculo y la cruz cuadrada no estamos aseverando que
sólo ellos conocieron y aplicaron estos elementos abstractos. Lo que sí se puede afirmar
es que este pueblo plasmó su geometría en una expresión artística compleja como es la
arquitectura sagrada, mientras que la mayoría de culturas prehispánicas del Ecuador lo

198
GEOMETRÍA Y TRAZADO ARMÓNICO DE LAS PISCINAS

Piscina poligonal 5 diseñada y construida por los Tola de doble rampa diseñada y construida a
yumbos a partir de un rectángulo. partir de un rectángulo Esquema representativo de
las tolas yumbo.

hicieron a nivel de ‘bienes muebles’. Por otro lado, Cochasquí no incluye la totalidad de
los elementos que solamente Tulipe presenta.

La conjunción de tantos elementos naturales, arquitectónicos y simbólicos que se vin-


culan, entrelazan y coexisten en la piscina 8 -forma circular, el agua, el pequeño islote o
montículo del núcleo, la estrecha rampa que vincula la periferia con ese núcleo, y la densa
y exuberante vegetación que le circunda- sugieren una interpretación que supera la des-
cripción arquitectónica de la estructura.

Exige una lectura más profunda, capaz de observar la funcionalidad simbólica que tuvo
para sus constructores. Se impone un pensamiento y una lógica inductivos para dar cuen-
ta de los signos, ritos y probables mitos de los vestigios y elementos encontrados.

Indudablemente, este lineamiento plantea un conflicto con la usual lógica deductiva,


y la causalidad comprendida en ella. Empero, nos corresponde ‘dialogar’ con los vestigios
arqueológicos, dejar que nos ‘hablen’, intuir no sólo sus signos, símbolos y posibles histo-
rias sagradas, sino también las estructuras del saber, los sistemas de representación y los
contenidos de la conciencia. A los efectos tendremos que convertirlos en causas, y tam-
bién cambiar la dirección del tiempo para explicar el pasado a partir del presente.1

Pero, en un ejercicio de análisis inductivo, dentro de los límites estrictos que también
la arqueología y las evidencias imponen ¿es posible explicar un monumento arqueológi-
co? En el caso concreto de Tulipe, del que no ha quedado tradición o historia sagrada,
¿debe ser solamente descrito en sus vestigios, formas, tamaños y dimensiones?, ¿es admi-
sible intuir desde el presente lo que fue y significó en el pasado?

Centenares de visitantes, especialmente grupos indígenas, yachakkuna, ‘shamanes’, así


como arqueólogos, antropólogos y expertos en la lectura de monumentos andinos llegan
a Tulipe y no se conforman con la simple observación y descripción. Encuentran que los
símbolos de la fertilidad, fecundidad, purificación, lo astronómico y lo sagrado, están
inmersos y latentes entre aquellos elementos arqueológicos de todas las piscinas y parti-
cularmente de esta circular.

Sin caer en especulaciones ni aseveraciones gratuitas, sino como hipótesis surgidas de


ejercicio inductivo acorde con las evidencias, la piscina 8 fue lo que en muchas culturas se
interpretaba como un ‘espejo de agua’, en el que se observaba con mayor comodidad todo
el paisaje celeste del firmamento. El sabio yumbo tenía a sus pies aquello que siempre

1 A la luz del pensamiento greco- romano y cristiano -que como premisa casi dogmática nos lleva a creer que la configu-
ración básica de la ciencia- nació y se desarrolló solamente dentro del escenario de la civilización occidental, con aportes
de los babilónicos, egipcios, hindúes y chinos. Esta configuración hace que gran parte de la interpretación de la
cosmovisión andina sea visualizada como una mera especulación. Por ejemplo, a la geometría andina se la considera en
medio de un disimulado menosprecio como exótica y se niega la existencia de unas matemáticas finitas, inductivas que el
hombre del Nuevo Mundo generó y desarrolló su contexto. Hará falta despojarnos de esta actitud etnocéntrica y hacer un
esfuerzo por adoptar también nosotros el método inductivo para poder descubrir y conocer el pensamiento y la ciencia que
caracterizaron al hombre andino.

199
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

estaba arriba. Fue un observatorio astronó-


mico para hacer el seguimiento de la luna
y las estrellas, cuya apreciación es extraor-
dinariamente privilegiada en las noches de
verano. Tuvo una función astronómica lu-
nar nocturna y astronómica solar diurna:
sol y luna, atrapados.

Haciendo uso de ese método inductivo


y en una de las tantas meditaciones entre
yachakkuna y expertos surgió una lectura
muy interesante y sugestiva, sobre la pisci-
na circular, que luego la hemos expuesto a
centenares de visitantes y en foros naciona-
les, e inclusive en el Simposio Internacional
de Arqueología sobre centros ceremonia-
les, llevado a cabo en Quito y Tulipe en
noviembre del 2003.

7- Representación de la luna
Arqueólogos
participantes en el I
Simposio Internacional
C omo espejo de agua durante la noche tiene completa vigencia su funcionalidad,
pues de entre todos los cuerpos celestes y galácticos, la luna se refleja con mayor
belleza, volumen y cercanía. Impone su presencia igual que lo hace en el firmamento,
de Arqueología sobre
pero con una particularidad: al reflejarse en el agua, los yumbos la ‘hacían prisionera’ y la
centros ceremoniales,
realizado en Quito y ‘sometían’ al mundo de abajo. La piscina 8 parecería ser la residencia insondable de la
Tulipe en noviembre del luna, en donde aparentemente se mueve y se confunde con el agua. Más aún, su forma
2003. De izquierda a circular hundida la representa: es una luna llena. De hecho, para los tratadistas de símbo-
derecha, Santiago los: la luna y el agua así como la naturaleza, la noche, la serpiente, la mujer, tienen el
Uceda(Perú), Hólguer mismo significado: son símbolos de fertilidad (Eliade, 1979). Gracias a esos elementos la
Jara (Ecuador), vida sigue, la humanidad subsiste y el cosmos adquiere sentido.
Raymond Brulet
(Bélgica), Zadir Milla
(Perú), Antonio Fresco En los períodos de luna llena, llegan a confundirse en el agua las misteriosas formas del
(Ecuador), Rodrigo templo circular y de la luna redondeada. Al contemplar este escenario acuático y noctur-
Erazo (Ecuador), José no, podríamos especular que simplemente el hombre termina por olvidar los mundos de
Canziani (Perú). aquí y de arriba, de la tierra y del cielo, del presente y el futuro. Este hombre mira hacia
Fotografía Patricio atrás, revive los mitos y periódicamente los reconstruye en un espacio de ritualidad.
Cando García, 2003.

8- Representación del sol

L as civilizaciones antiguas guardaron culto al sol y lo representaron simbólicamen-


te junto a varias divinidades, dando toda una serie de nominaciones para identifi-
carlo. Entre los hititas fue Arinne; entre los mesopotámicos Samas; entre los persas Mitra,
casi siempre honrado en centros ceremoniales tanto o más importantes que la misma figu-
ra solar; entre los egipcios estaban las célebres deidades solares de Horus, Ra y Atón repre-
sentadas con formas de halcón y de humano; para los griegos y romanos era Helios; entre
los hindúes brahmánicos era Surya; y entre los chinos existían más diez divinidades que
simbolizaban al sol, algunas de ellas inclusive con características femeninas

Entre los pueblos pre-colombinos de América, el culto a la divinidad solar fue de suma
importancia, ocupando ya sea el primer sitial ya sea un lugar privilegiado entre los otros ele-
mentos terrestres, celestes e imaginarios. Por ejemplo, entre los aztecas se distinguía al sol
naciente del sol brillante en su cenit y se los representaba por el dios Quetsalcoalt y el dios
200
GEOMETRÍA Y TRAZADO ARMÓNICO DE LAS PISCINAS

Huitzilopochtli, respectivamente; entre los mayas fue Kinich Ahau; y entre los incas, su funda-
dor fue el dios Inti, cuyo culto tuvo una omnipresencia impuesta por la conquista cuzqueña.

Asimismo, en el actual territorio ecuatoriano, varias culturas ancestrales, con mucha


anterioridad a los incas, mantuvieron un ferviente culto al sol. Probablemente la represen-
tación más conocida y familiar para los ecuatorianos sea la famosa máscara o pieza toli-
ta (?), popularmente identificada como “el sol de oro del Banco Central del Ecuador”,
logotipo de esta institución, expuesto en su Museo Nacional de la ciudad de Quito. La
máscara se comprende de un rostro aparentemente antropomorfo, pero comprende carac-
terísticas zoomorfas (probablemente felinas, con representación de fauces y colmillos; de
serpiente; de águila; de dos caimanes).2

Pese a la centralidad y ‘fama’ de esta máscara, pensamos que el simbolismo que se halla
plasmado en la piscina 8 del centro ceremonial de Tulipe, se podría decir que esa estruc-
tura responde a la forma iconográfica de círculos concéntricos con que se representaba al
sol en el mundo andino. Efectivamente, está formada por cinco círculos que coinciden
con los lineamientos concéntricos de sus muros de contención. Vistos en planta, esos
muros y sus paramentos, interno y externo, giran en torno de un núcleo central. Si recor-
damos, esta representación de cinco círculos concéntricos se hallaba también en los
petroglifos yumbos descritos en el capítulo III.

Los yumbos no ‘inventaron’, entonces, una deidad especial o una escultura, sino que
plasmaron directamente el símbolo en el signo y el significado en el significante, la divini-
dad en la forma geométrica. Para ellos el sol pudo ser el dios que está arriba, visible pero
no tangible, que diariamente aparece circunvalando el espacio cósmico propio, del cual se
recibe sus efectos divinos (luz, calor, fecundidad). Su representación está dada por la forma
geométrica abstracta e infinita de la circunferencia y de los círculos concéntricos.

9- Función astronómica de la piscina circular

E l hecho de encontrarse Tulipe en el territorio donde cruza la línea ecuatorial,


podría avalar cierta connotación relacionada con ese fenómeno, tanto más que su
emplazamiento general y características arquitectónicas sugieren, como se ha dicho, fun-
cionalidades que van más allá de lo meramente utilitario.

En el caso de esta piscina circular, cuyos elementos (círculos concéntricos, pasarela o


rampa, acueducto, puertas, etc.) obedecen a una distribución especialmente planificada,
se ha podido comprobar un fenómeno relacionado con la trayectoria del sol a lo largo del
año, y particularmente en determinado período comprendido entre los meses de marzo y
junio. Se trata de un experimento que no deja de sorprender por la ‘coincidencia’ que se
da y que puede demostrarse in situ.

Se descubrió el centro general de los círculos y en ese punto se colocó un madero


largo, con el propósito de hacer el seguimiento de su sombra durante el día. Todas las
mañanas, el sol que nace por el oriente da contra el madero y proyecta la sombra hacia el
poniente; a medida que avanza en su diario recorrido, la sombra retrocede del poste y se
dirige al otro lado. Allí tenemos una línea Este-Oeste impuesta por el astro-rey y que
puede señalarse a modo de un diámetro perfecto en las circunferencias de la estructura.

2 Esta máscara, en un rostro aparentemente antropomorfo, incluye y fusiona los poderes de dioses animados como la fuer-
za y sagacidad del felino (representadas en sus fauces y colmillos), la prudencia y signos tanto creador de vida como
portador de muerte de la serpiente (expresados en la cabellera o rayos solares); el poder y dominio del espacio atribuido al
águila (cuyo pico forma la nariz de la máscara); y finalmente el poder y dominio de la tierra y agua (representados en los
dos caimanes que rematan la corona de este sol dorado).

201
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Dirección de la sombra No obstante, por efectos de los movi-


durante el día 21 de Recorrido del sol durante los días 21 de marzo mientos de la tierra, el sol tiene sus despla-
marzo con relación a la y 21 de junio en relación a la rampa y al zamientos periódicos hacia el Sur y hacia
rampa y al poste punto central de la piscina circular.
ubicado en el centro de
el Norte, por lo que la dirección de la som-
la piscina circular. bra de nuestro poste también varía, des-
viándose en marzo hacia el Norte y en
junio hacia el Sur, de manera opuesta a la
ubicación del sol.

21 MARZO
Aquí viene lo interesante: el 21 de
marzo (equinoccio de invierno) la sombra
llega a su tope máximo meridional, mien-
tras el 21 de junio (solsticio de verano)
6 MAYO
llega a su extremo máximo septentrional.
La rampa o pasarela de la piscina que parte
21 JUNIO
del centro y se dirige hacia el poniente,
‘coincide’ exactamente con el recorrido del
sol en el día intermedio entre las dos
fechas señaladas, el 6 de mayo. Este día la
sombra del madero recorre o retrocede por
la pasarela o rampa de la piscina.

Esa pasarela, que además está orientada con el resto de piscinas, ¿fue colocada ex pro-
feso en esa dirección solar? ¿Quizá ese día tuvo un significado especial para los yumbos?
¿Es una simple coincidencia o realmente los constructores obedecieron esquemas precon-
cebidos, simbólicos y religiosos a partir del conocimiento de los solsticios y equinoccios?

202
GEOMETRÍA Y TRAZADO ARMÓNICO DE LAS PISCINAS

En nuestro criterio, evitando caer en las aseveraciones antojadizas creemos que este El 6 de mayo el sol
hecho va más allá de la simple ‘coincidencia’. Los yumbos manejaron los principios bási- recorre de Este a Oeste
cos y fundamentales de una astronomía natural, siendo precisamente esta piscina circular pasando justamente por
uno de sus observatorios solares y lunares. El 6 de mayo, día en el que el sol se paseaba el punto central de la
sobre la rampa y que al llegar al cenit ‘hacía desaparecer la sombra’ de los yachakkuna, cura- piscina y proyectando la
sombra del poste ubicado
cas, sacerdotes, o de algún elemento sagrado implantado en el centro áureo, debió ser
en ese lugar a lo largo de
probablemente el día más importante de su calendario cotidiano y festivo. la pasarela.

De las observaciones realizadas y de acuerdo a las estadísticas climatológicas (ver


tabla del capítulo I, página 24), en estos primeros días de mayo es cuando termina en
Tulipe y en el subtrópico quiteño la época lluviosa, y comienza el verano.

Para la iniciativa de rescatar y reivindicar las fiestas ancestrales, se podría tomar en


cuenta esta nueva fecha para el caso de Tulipe y su centro ceremonial. Cada sitio o lugar
sagrado tuvo su día y período especial, en una suerte de exteriorización del ritualismo en
el mundo prehispánico andino.

203
204
Capítulo XXI
Conquistas foráneas, erupciones volcánicas
y colapso del mundo yumbo

Página anterior:
S in duda, un proceso de consolidación económica, social y política estaba ocurrien-
do en el pueblo yumbo. Su apogeo relativo durante los siglos XV y XVI está
demostrado con el importante número de vestigios monumentales, que no podían edifi-
“Indios (Yumbos) de
Archidona”, en Charles
Wiener “Amazone et
carse sin una organización estructurada y sin una base económica de subsistencia cómo- cordillères” 1879-1882
da. Les habría sido imposible generar una infraestructura de tolas, caminos, centros cere- en Le tour du monde, t.
moniales, conjuntos nucleados, y unos aspectos de superestructura religiosa, ritual, sim- XLVI y XLVII,
bólica, astronómica, geométrica, de medicina natural y ‘shamanismo’, si previamente no Èdouard. Fuente:
hubieran superado niveles de necesidades básicas. Imágenes de
Identidad. Acuarelas
Este proceso se vio interrumpido violentamente por causas de diferente índole, que en quiteñas del siglo
corto tiempo desestabilizaron y acabaron con el sistema yumbo. El pueblo sufrió a la par XIX, Quito,
FONSAL, p. 152.
el genocidio y etnocidio de su gente y de su cultura; no resistió a la crisis producida en
los altos Andes septentrionales, su ámbito de intercambio y comercio, ante la invasión
militar cuzqueña, ocurrida entre los años 1520 y 1534. Igualmente, cuando recién estaba
acomodándose al nuevo sistema impuesto desde el Sur a través de la élite incaica de
Quito, llegó la segunda invasión, la española, tan o más ambiciosa que la primera, que en
corto tiempo eliminó los intentos de reivindicación de estos pueblos noroccidentales.

Pero, además de estas invasiones foráneas, de por sí aniquilantes y exterminadoras, fac-


tores naturales irrumpieron en este sector, pues una serie de erupciones volcánicas del
Pichincha acabó con la flora, fauna y la vida de los yumbos. Como repetidamente se ha
dicho, la evidencia estratigráfica es elocuente: más de 20 cm. de espesor de arena volcá-
nica cubren la capa cultural de los yumbos.

Por otra parte, las epidemias de enfermedades europeas también entraron en juego y
diezmaron la población; se conoce que solo en la década de 1560, murieron cerca de
15.000 afectados (Salomon, 1997:47).

El objetivo de este capítulo es precisamente resaltar esas causas, tanto las exógenas y
militares como las naturales y telúricas, por las que estos mercaderes, constructores, agri-
cultores, artesanos y religiosos yumbos desaparecieron, al menos de su territorio original
y como nación étnica y culturalmente estructurada.

En primer lugar, la presencia inca en Tulipe se certifica mediante algunos datos histó-
ricos que hacen referencia a Rumiñahui y la familia de Atahualpa; datos puntuales que,
ciertos o no, quedan superados por la evidencia arqueológica cuando, en capítulos ante-
riores, mencionamos los descubrimientos de baños ceremoniales en Tulipe, los pucarás de
Chacapata, Palmitopamba y Capillapamba y cerámica de filiación inca. En segundo lugar,
existe una rica información en archivos de cabildos, cofradías, es decir, en actas y escritos
históricos de los siglos XVI, XVII y XVIII que relatan con crudeza las erupciones del

205
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Pichincha, particularmente aquella de 1660 tan concurrentemente nombrada en este libro


y que convendrá conocerla en sus detalles.

1- Presencia inca, conquista española y decadencia


de la nación yumbo

Partimos de que los incas llegaron y estuvieron en el territorio yumbo. Sin embar-
go, en nuestro criterio, su presencia física no tuvo o no generó una repercusión
transformadora como la motivada en otras regiones andinas. Su permanencia en estas
montañas noroccidentales fue de corta duración. Al menos, es lo que se puede inferir si
analizamos la evidencia arqueológica: ni cualitativa ni cuantitativamente representa a una
cultura tan poderosa y avasalladora como la inca, que ‘por donde pasaba’, dejaba suficien-
tes vestigios de su claro estilo conquistador. Los escasos fragmentos de materiales cultu-
rales en cerámica, lítica o metalurgia son tan esporádicos que apenas alcanzan un 2%, y
esto en monumentos reconocidamente incas como es el caso de los pucarás.

Para demostrar tales aseveraciones podemos argumentar con fuentes arqueológicas


esa presencia cuzqueña. Su estadía en los calurosos territorios no habrá presentado incon-
venientes si se tiene en cuenta las características topográficas y medioambientales, nada
similares a las que ellos conocían en los territorios de su expansión a lo largo del alto calle-
jón interandino.

Como ya se ha tratado abundantemente los citados vestigios arqueológicos incas en


los capítulos V, VI y XII, aquí vamos a referirnos a los datos históricos que los cronistas
relataron y que tienen que ver con la persecución que hicieran los conquistadores a
Rumiñahui y a la familia de Atahualpa.

Hace poco el FONSAL publicó el libro Tras las huellas de Rumiñahui (2003), de la histo-
riadora Tamara Estupiñán Viteri, obra en la que se destaca el país de los yumbos como el
refugio escogido por ese inca quilliscacha para la protección de los hijos de Atahualpa e
inclusive, en opinión de la autora, como el depositario sagrado de los restos momifica-
dos de este último inca del Tahuantinsuyo, después de que fuera ejecutado en Cajamarca
por los españoles.

Rumiñahui habría llevado no solo los tesoros de Atahualpa y, quizá, los de su padre
Huayna Cápac al país de los yumbos, sino también a los hijos, esposas, y a la misma
‘momia’ de Atahualpa (Estupiñán, 2003: 134). Habría recibido el cuerpo momificado en
Liribamba, principal asentamiento Puruhuá (antigua Riobamba, actuales Sicalpa y
Cajabamba, Villa La Unión Colta) de manos de Cuxi Yupangue, cuñado de Atahualpa, a
quien después asesinaría como medida de protección para los hijos del difunto monarca.
Esta medida puede ser tomada como exagerada, pero la fidelidad de Rumiñahui al impe-
rio y a sus legítimos dueños le llevó a tales decisiones. Lo mismo hizo en el Sur con los
cañaris y, en Pomasqui con los indios quitus, collahuazos, pillajos y zámbizas, quienes se
aliaron a los españoles en detrimento de los intereses del incario.

Tomando en cuenta la información que nos proporciona Estupiñán Viteri (2003: 132-
140), sinteticemos y complementemos los hechos que guardan relación con el territorio
yumbo o con los mismos pobladores de esta región.

Cuando los incas bajaron desde la región de Quito a estas tierras subtropicales, debie-
ron hacerlo aprovechando la red vial de los yumbos, ya sea por los caminos del Sur del
Pichincha que todavía existen (Chiriboga, La Victoria, Saloya, etc.), ya sea por los caminos
del Norte (Cotocollao-Nono- Pahuma, Calacalí-Yunguilla-Nieblí-Cachillacta) que también
siguen vigentes. Estos, conforme se ha manifestado, eran caminos de relativo acceso.

206
CONQUISTAS FORÁNEAS, ERUPCIONES VOLCÁNICAS Y COLAPSO DEL MUNDO YUMBO

Efectivamente, solo los yumbos eran sus expertos transeúntes, pero ante el poder cuzque-
ño debieron abrirse sin obstáculo alguno.

Una vez llegados los incas a la zona central de este territorio (Cachillacta, Nanegal,
Gualea, Cocaniguas) probablemente se sorprendieron de todo cuanto encontraron (tolas,
culuncos, petroglifos, templos, grandes cultivos, sal, coca, etc.). Su estrategia fue la alianza.
No destruyeron el centro ceremonial de Tulipe. Levantaron construcciones -baño de puri-
ficación- en el territorio, dando a entender cierta jerarquía en la ocupación del espacio.

Este paraíso natural y cultural del subtrópico quiteño, exento de los problemas serra-
nos, escondido topográficamente por los declives del Pichincha, dotado de los productos
más indispensables y con una infraestructura civil y religiosa extraordinaria, y sobre todo
manejado por una población ajena a la belicosidad, debió atraer la atención de la élite
cuzqueña. Rumiñahui y el mismo Atahualpa debieron estar más de una vez en Tulipe. En
su estrategia y avance expansionista ellos sabían que debían necesariamente contar con el
pueblo yumbo: de ninguna manera desde el punto de vista militar, sino como fuente de
aprovisionamiento y refugio para su seguridad y descanso.

Rumiñahui, personaje controvertido -perverso tirano para los españoles, héroe y


defensor del todavía inexistente estado ecuatoriano para los quiteños-, cuando supo de la
muerte del inca Atahualpa montó en cólera, juró venganza, convocó a sus ejércitos, pero
antes de emprender la lucha y derramar sangre de todos los traidores, recordó el paraíso
de los yumbos, y hacia allá condujo lo más preciado de ese momento histórico del tam-
baleante incario: a los hijos de Atahualpa.

Con mucha propiedad y basándose en la información de los cronistas, Estupiñán


Viteri sugiere que Rumiñahui llevó los tesoros de Atahualpa y posiblemente de Huayna
Capac al territorio de los yumbos, conjuntamente con las mujeres y los hijos del Inca,
entre ellos a Francisco Topatauchi y Carlos, niños que luego de ser capturados fueran
entregados al cuidado de los padres franciscanos en Quito. Según estos datos, a Ru-
miñahui no le interesó tanto el saqueo y apoderamiento de los tesoros de la región quite-
ña; lo que él puso a salvo fue a la familia del inca y las joyas que adornaban a ese jefe, a
su padre y a la familia real, legítima heredera de todo cuanto existía. Por tanto, no saqueó
los tesoros ni tampoco los llevó a esconder en los Llanganates1 o en los mil sitios que enu-
meran las inventadas leyendas españoles y andinas; no tuvo tiempo para ello.

En nuestra opinión, el gran tesoro que a toda costa trató de esconder fueron los hijos
y mujeres de su señor que, por lo que dice Fernández de Oviedo (en Estupiñán, 2003:
134), habrían sido once príncipes huambrakuna y cuatro mil acllakuna entre esposas predi-
lectas, yanaconas y vírgenes del sol. El mejor y único escondite que podía darse era el terri-
torio yumbo. Por desgracia, tal indefensa comitiva fue poco después descubierta y se-
cuestrada por Ruy Díaz (en Estupiñán, 2003: 134), uno de los más cercanos colaborado-
res del conquistador Benalcázar. Esto habría ocurrido, según las cuentas de Jijón y Caamaño

1 El autor de este libro, en 1990 y 1991, intervino en dos expediciones, las más grandes que se han realizado hasta ahora,
a los Llanganates, previa autorización del gobierno ecuatoriano y del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural, bajo el
auspicio de ciudadanos norteamericanos y con propósitos de estudio y filmación. Los resultados fueron de gran éxito,
gracias a la conformación interdisciplinaria de 17 profesionales, entre biólogos, ornitólogos, geólogos, antropólogos,
arqueólogos, buzos, etc. Una de las películas filmadas, allí que por primera vez mostraba secretos inhóspitos y casi mági-
cos de esa inaccesible geografía tremendamente lluviosa y nublada, fue premiada en un festival internacional de novedosas
expediciones contemporáneas en Canadá. En estos recorridos de más de un mes en torno al misterioso Cerro Hermoso,
centro e hito geográfico del territorio Llanganate, no se constató ninguna evidencia respecto del legendario tesoro que
fuera desviado por Rumiñahui hacia esa zona y que, según una de las leyendas, podría fácilmente descubrirse siguiendo el
“derrotero de Valverde”.
Desde el punto de vista arqueológico, área que nos correspondía, se pudo identificar la evidencia de un camino prehispá-
nico que, desde la Amazonía, ascendía hacia una pequeña mina ubicada en Cerro Hermoso y que, en opinión de los
compañeros geólogos, sirvió para extraer el oro allí existente. Al interior de esa mina o cueva encontramos fragmentos de
cerámica no diagnóstica, un par de hachas de piedra y tres boleadoras.

207
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

(en Estupiñán, 2003: 137), entre el 26 de junio y el 7 de julio, tan pronto como los españo-
les llegaron a Quito por primera vez; demostrándose que las maniobras de Rumiñahui y sus
relaciones con el mundo yumbo eran temas conocidos por los informantes quiteños, quie-
nes por temor o por el contexto de enfrentamiento en sí -lo más probable es por los dos
motivos juntos- contaron todo a los españoles y les guiaron hasta dar con las víctimas y sus
tesoros reales. La participación indígena serrana aquí y en este momento histórico, fue deter-
minante, llámense quiteños, pillajos, collahuazos, o zámbizas. Lo cierto es que la interven-
ción local fue la mejor -si no la única- estrategia que favoreció a los españoles; estrategia en
la que se habían especializado, aplicándola con anterioridad en otros pueblos vecinos. Caso
contrario, no se entiende de la rápida y efectiva captura de la familia de Atahualpa.

Los caminos hacia el territorio yumbo se bifurcan en verdaderos laberintos que exigen
la ayuda de guías conocedores, especialmente en el que consideramos fue el más utiliza-
do por los conquistadores: Calacalí-Cachillacta-Urcutambo. La familia real, en nuestro
criterio, pudo haber estado escondida en el pucará de Capillapamba, a orillas del Alambi,
un lugar con agua, protegido por el piedemonte de Salento y por los pucarás de
Chacapata y Palmitopamba, implementado de infraestructura, y cuyo difícil acceso coin-
cide con la estrategia defensiva del sistema inca. Futuras investigaciones arqueológicas en
este pucará podrían confirmar tales hipótesis.

Varios cronistas (Fernández de Oviedo, Hernando de la Parra, Cieza de León) coinci-


den en el hecho de que Rumiñahui llevó a los hijos de Atahualpa y a sus mujeres, además
de tesoros y joyas, al país de los yumbos. Estupiñán Viteri añade o sugiere que también que
en esa misma ocasión Rumiñahui pudo haber llevado el bulto o momia de Atahualpa, teso-
ro sagrado de extraordinaria importancia dentro de la cosmovisión andina e inca particu-
larmente. Para entonces ya había transcurrido casi un año de la muerte de Atahualpa en
Cajamarca y sus restos momificados aparentemente habrían quedado bajo la custodia de
Cuxi Yupangue, su cuñado, en territorio Chinchaysuyo. Rumiñahui, en sus acciones vindi-
cativas contra los españoles y sus aliados, y celoso de posibles usurpadores del poder, ase-
sinó entre otros a Cuxi Yupangue y se llevó el bulto funerario del monarca.

Estos datos relatados también por Betanzos (1987), tendrían una alta dosis de verdad,
pues la cercanía que este cronista tuvo con Cuxirimay Ocllo, hermana de Cuxi Yupangue
y esposa de Atahualpa, de cuya muerte fue testigo, permitió que él conozca de primera
fuente una serie de hechos reservados. Cuxirimay Ocllo llegó a saber de la muerte de su
hermano Cuxi Yupangue en manos de Rumiñahui después que este le entregó el cuerpo
de Atahualpa en Liribamba. En ese contexto, Rumiñahui habría considerado, según nues-
tra opinión, absolutamente oportuno llevarlo al país de los yumbos, donde también había
dejado a la familia real. Desde luego, este militar inca -de origen quilliscacha y no píllaro
según la mencionada historiadora- no contaba estrategia de los pueblos locales contra los
incas y que, a la larga, favoreció a los nuevos conquistadores.

En todo caso, queda muy en claro que Rumiñahui siempre consideró a los yumbos
como su mejor alternativa, tanto para proteger a la familia real como para su propio
escondite. Ir al Norte no le aseguraba ningún respaldo; retroceder al Sur, tampoco, por-
que por este lado ascendían los españoles, liderados por Benalcázar (inclusive, Pedro de
Alvarado que también había llegado a Tungurahua); ir a Quijos, probablemente le conve-
nía pero en esas circunstancias de apremio ya resultaba inoportuno. Quedaba solo el
Occidente. Pero, nos distanciamos de Estupiñán Viteri. Ella manifiesta que

“[...] los yumbos no era una región ajena a Rumiñahui, había sido conquistada en la
época de Huayna Capac y tenía una importante infraestructura militar, administrativa
y ceremonial” (Estupiñán Viteri 2003: 136).

Respecto de lo administrativo y ceremonial es muy cierto; no así, lo primero. Los yum-


bos, si bien disponían de una gran infraestructura administrativa, ceremonial y sobre todo
208
CONQUISTAS FORÁNEAS, ERUPCIONES VOLCÁNICAS Y COLAPSO DEL MUNDO YUMBO

vial, no estaban dotados de infraestructura militar. Ellos no construyeron ningún elemento


defensivo o de carácter belicista: no fueron guerreros. El dato arqueológico no presenta
ninguna evidencia de armamento en los estratos yumbos. En el pucará de Chacapata, ori-
ginalmente formado por varias tolas de filiación local, hemos encontrado algunas bolea-
doras y piedras de honda asociadas justamente al estrato de reocupación inca, pero en
una cantidad tan insuficiente que no sugieren otra cosa que la misma función atribuida a
Palmitopamba; tan solo que en el caso de Chacapata, la importancia pudo ser mayor, pues
desde este pucará se controlaba el paso sobre el Guayllabamba. Por tanto, son los incas los
que con su reciente llegada adaptaron ciertos lugares yumbos en estratégicos sitios de con-
trol. Concretamente, Palmitopamba, Chacapata, Capillapamba originalmente tolas yum-
bos, fueron transformadas en pucarás incas cuya función era la de controlar una zona pací-
ficamente por ellos conquistada, en la cual no se ha verificado, al menos en la prospección
arqueológica, ninguna cantidad representativa, ni siquiera mínima de armas que les permi-
tiera sostener una guerra. Simplemente, no habían tenido con quien hacerla.

Esta deducción del dato arqueológico explica el fácil y rápido ingreso que tuvo Ruy Díaz
al territorio de los yumbos a través de los buenos culuncos, y así capturar con apenas seten-
ta hombres a los hijos de Atahualpa. Allí no hubo resistencia, no hubo pelea; tanto más que
el mismo Rumiñahui confiado de la paz y seguridad que brindaba la zona yumbo, previa-
mente había salido con dirección a Sigchos y los quijos, dejándoles solos, probablemente
en las kallankakuna de Capillapamba. Sin embargo, el mismo hecho de que los yumbos hayan
sido los constructores y expertos conocedores de sus redes viales, bien pudo motivar que
varios de sus integrantes hayan colaborado, en calidad de guías, con los españoles que cap-
turaron a los hijos de Atahualpa y posteriormente a Rumiñahui. No hay que olvidar, como
manifiesta Segundo Moreno (informe de lectura crítica, 2005) entre las observaciones de
este libro, que muchos grupos étnicos apoyaron a los españoles por considerarlos liberado-
res de las tiranías de Atahualpa (por ejemplo los cañaris, las panacas seguidoras de Huáscar,
etc.). Tampoco hay que olvidar la larga contienda de los cayambis y caranquis contra los
incas que terminó con el etnocidio de Yaguarcoha, la casi destrucción de la etnia caranqui
al sobrevivir solo niños (huambrakuna) y el destierro de la mitad de los sobrevivientes cayam-
bis al centro del Perú para cultivar, como trabajadores forzados, los cocales del inca.

El tránsito en esta zona yumbo se desarrolló con tranquilidad. Si todos estos aconte-
cimientos ocurrieron, de acuerdo con los cálculos de Jacinto Jijón y Caamaño en los
meses de junio, julio y agosto del 1534, el ingreso de Ruy Díaz al país de los yumbos y la
captura de los ‘refugiados’ debieron coincidir con el buen tiempo de verano, cuando todos
los culuncos estaban secos.

En conclusión, se deduce que el territorio de los yumbos jugó un papel preponderan-


te en las estrategias tanto de los invasores cuzqueños como de los conquistadores espa-
ñoles. La evidencia arqueológica excluye a los habitantes locales de intromisión militar
alguna en cualquiera de las dos contiendas expansionistas, pero atestigua de la grandeza
cultural de ese pueblo hasta cuando las dos culturas foráneas desestabilizaron su sistema
y su cosmovisión.

A- Resistencia yumbo

N o obstante, si se compara lo ocurrido con la presencia española en la Sierra (por


ejemplo, la conquista y la simultánea fundación de San Francisco de Quito, en
1534), el impacto desestabilizador parece no haber sido violento, radical e inmediato
entre los yumbos. El colapso yumbo se había iniciado ya con los incas y lentamente se
consumía con los nuevos invasores. Cronológicamente, la consolidación de la conquista
y evangelización de estos pueblos tuvo lugar unas tres o cuatro décadas más tarde.
Solamente en los años de 1570, este país llega a ser considerado como ‘tierra de paz’, es
decir, cuando por una parte los diezmados grupos yumbos fueron sometidos a pagar altos
209
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

‘tributos coloniales’ y,2 por otra, los frailes mercedarios lograron imponer su hegemonía según
las “ordenanzas para los yumbos” de 1578, a través de las doctrinas de Alambi, Cachillacta,
Nanegal, Gualea, San Juan Niguas o Bola Niguas, Anope y Guacpi (Salomon, 1997: 614).

Resulta interesante mencionar que en ese período y después, durante la Colonia, se


habían dado ciertos hechos de rebeldía. Fue célebre, por ejemplo, el levantamiento del
cacique Titara, un yumbo que se solidarizó con la última rebelión indígena contra el ejér-
cito de Gonzalo Diez de Pinera y sus indios aliados. En algún momento, 1576, los mismos
misioneros mercedarios tuvieron serias dificultades en penetrar con su proceso de evange-
lización e, inclusive, muchos yumbos prefirieron refugiarse en remotos asentamientos o
reductos de indios todavía no convertidos, entre los cuales existían importantes yachakku-
na antes de que fueran sometidos a los doctrineros.

No menos célebres fueron las enfáticas y radicales negativas que los pocos yumbos hicie-
ran luego, en los siglos XVII y XVIII, a los proyectos de vialidad que determinados grupos
de poder local y serrano trataban de abrir a través de estos territorios. La resistencia fue tal,
que el primer proyecto vial de Nicolás de Andagoya presentado en 1677, que pretendía
modernizar la ruta Quito-Nanegal-Gualea abriéndose paso por sobre culuncos precolombi-
nos, a pesar de tener la autorización de la Real Audiencia no pudo llevarse a efecto.

Igualmente, el anhelado proyecto carrozable Quito-Esmeraldas del riobambeño Pedro


Vicente Maldonado se frustró, entre otras razones por el cuestionamiento que le hicieran
los yumbos en 1737, por no convenir a su sistema ancestral de transporte que contemplaba
una laberíntica pero funcional ramificación de pequeños culuncos; y, sobre todo porque
valientemente rechazaron la forma coercitiva y violenta con que Maldonado les obligaba a
trabajar en la construcción de ese camino, no solo haciendo uso de sus propios medios y
herramientas sino también abandonando familias y chacras (Salomon, 1997: 615-621).

Pero la aspiración de los quiteños por abrirse campo hacia la Costa a través del país
yumbo no comienza en tiempos de Maldonado. Apenas fundada la ciudad de Quito, los
españoles deseaban llegar directamente, por ejemplo, al cercano Puerto Viejo en las
actuales costas manabitas, siguiendo los antiguos trazados yumbos:

“Estando yo por gobernador de Quito, porque este puerto y ciudad, como he dicho,
es jurisdicción (digo) es Provincia de Quito y estaba debajo de una gobernación, quise
abrir un camino desde Quito a este puerto por mitad de los indios yumbos de guerra;
y abriéndose por allí, hay por la altura no más de 40 leguas, de manera que desde aquel
puerto se podrán traer las mercaderías con menos costa; […]” (Salazar de Villasante
[1570-71] en Ponce Leiva, 1992, t. I: 91).

Igualmente, mediante cédulas reales venidas desde la Metrópoli (29 de agosto de


1563: Col. de Cédulas Reales) se ordena a la Audiencia de Quito construir un camino,
más directo y rápido que les permita comunicarse con la Costa (Pueblo Viejo) a través de
la nación yumbo:

“El abrir este camino, habrá de ser yendo primero conquistando aquellos indios yum-
bos, que serán hasta 12.000, y para ello yo había mandado abrir un camino de una sie-
rra que estaba entre Quito y ellos, que es la sierra del volcán […]” (Salazar de
Villasante [1570-71], en Ponce Leiva, 1992, t. I: 91).

Estas esporádicas y tardías manifestaciones de rebeldía podrían sugerir que aún durante
la Colonia continuaba vigente la estructura de la sociedad yumbo, o que todavía conservaban

2 “Hay en la ciudad de Quito un monasterio de Nuestra señora de La Merced donde están de ordinario dos o tres sacerdo-
tes. Tienen ocho leguas de allí una doctrina que se llaman los Yumbos de Gualla, la cual les señaló el Obispo en nombre de
Su Majestad; tienen allí un religioso y hay tributarios” (Fr. Pedro de la Peña [1572], en Ponce Leiva, 1992, t. I: 174).

210
CONQUISTAS FORÁNEAS, ERUPCIONES VOLCÁNICAS Y COLAPSO DEL MUNDO YUMBO

la fuerza suficiente como para enfrentarse a las decisiones de la Audiencia; pero, en realidad
no fue así. Los pueblos y sitios más estratégicos fueron ocupados por los españoles
(Nanegal, Chacapata, Pueblo Nuevo o Nanegalito, Gualea, etc), cuyas evidencias hemos
demostrado con la presencia de la mayólica vidriada sobre los estratos prehispánicos. Los
yumbos históricos, particularmente aquellos del siglo XVIII, no eran más que contados des-
cendientes de las generaciones prehispánicas que se habían salvado de las enfermedades tra-
ídas por los europeos y que fueran interpretadas como acciones maléficas de brujos y hechi-
ceros, o que habían huido hacia rincones alejados de Esmeraldas y, por tanto quedaron fuera
del alcance de las catástrofes telúricas, que justamente a continuación se describe.

2- Erupciones del Pichincha y desaparición del pueblo yumbo.


La erupción del Pichincha de 1660

D espués de las erupciones del siglo XVII, especialmente la de 1660, el panorama de


Tulipe y del Noroccidente debió ser desolador; debieron quedar en pie solamente
los árboles grandes y medianos mientras la pequeña vegetación se quemó y desapareció
bajo los 20, 30 o 40 cm. de arena caliente que se acumuló en todos los resquicios topo-
gráficos de esta región. Difícil es imaginar o describir semejante evento telúrico. La secue-
la de calamidades y muerte que sufrieron los miles de pobladores y todas las especies ani-
males, dejaron un escenario prácticamente inhabitable.

Si bien la funcionalidad de las piscinas y de todo el componente mítico-ritualista de


los yumbos con el advenimiento español había sufrido afectaciones irreversibles hasta
desestabilizar la esencia de su estructura, los fieles prehispánicos continuaban asistiendo
a su templo de recintos hundidos. De manera escondida, los viejos sacerdotes y sabios
locales seguían bendiciendo a su pueblo, mientras el agua sagrada continuaba fluyendo
por los geométricos acueductos. Sin embargo, son las erupciones del Pichincha las que
definitivamente sumergen en el olvido al conjunto de estructuras, y con ellas a todo el
patrimonio religioso intangible de ese valle sagrado y del mundo yumbo.

Sobre la capa de tierra húmica, tan bondadosa para los yumbos, cayó un depósito de
ceniza volcánica, cuarzo y lapillí, de hasta 0,25 m. de espesor, que cubrió completamente
los acueductos y gran parte de las piscinas. Muchas piedras de las paredes se desprendie-
ron de sus hiladas originales, envueltas en una matriz de aquella ceniza. Lo que significa
que hubo un desmoronamiento contemporáneo a la erupción. Las consecuencias, como se
ha dicho, debieron ser funestas, no sólo para las estructuras arquitectónicas, sino para todas
las formas de vida de esta zona, pues según los estudios geológicos, las erupciones del
Pichincha tienden a ser del tipo ‘peleano’ o de nuée ardente (Hall, 1977: 52), sumamente des-
tructoras para la vida vegetal y animal, y muy propensas a dejar capas de ceniza fina.

La historia vulcanológica del Pichincha es bastante larga y, como dijera el padre F. C.


Aguilar, S.J. luego de relatar su viaje al cráter de esta montaña ante la amenaza de una
erupción, en 1868, “es una historia con páginas llenas de sangre, de ruinas y de estragos”
(Aguilar 1968: 4).

Los eventos registrados en los últimos siglos han sido varios, entre los cuales se halla
el de 1534 que coincidió con la llegada de Pedro de Alvarado a Quito desde Caráquez;
seguidamente el de 1539 cuando los españoles se esmeraban construyendo sus primeras
casas al puro estilo castellano; luego los de 1577, 1587-1588, 1660, 1661, 1859, 1868; y
la última erupción de 1999 de tipo ‘benigno’, de cuya ceniza constatamos su imagen en
forma de un descomunal hongo que se elevó varios kilómetros desde el Guagua
Pichincha, y que luego se depositó sobre las calles de Quito en un espesor de apenas dos
centímetros pero que causó un desesperante malestar.

211
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

De acuerdo con los análisis de C14 aplicados a varias muestras de arena volcánica
(capa B de la estratigrafía de Tulipe) que cubre la capa cultural yumbo, estas arenas corres-
ponderían con mayor acercamiento a las erupciones de 1660 y 1661, pero que, dada la
intensidad y magnitud reconocidas y descritas por geólogos e historiadores (Humboldt
1878, Wolf 1904, P. de Velasco 1946, P. Aguilar 1868, Cabildos y Cofradías 1774, Hall
1977), creemos que la de 1660 fue la que depositó aquella gruesa capa amarillenta (10 Y/R
5/6) de veinte y más centímetros de espesor.

Esa furiosa erupción, la más terrible en comparación con las anteriores, comenzó el 24
de octubre con bramidos y estruendos aterradores y llegó a su clímax el 27 del mismo mes
con temblores terráqueos, lanzamientos de piedras incandescentes, incendios y obscure-
cimiento total por varios días, a más de los depósitos de ceniza en un área que superaba
las 200 leguas de diámetro ( P. Juan de Velasco 1946:128; P. Aguilar 1968: 5).

Para precisar con respecto a lo ocurrió ese 27 de octubre de 1660, consideramos opor-
tuno reproducir el documento del Archivo del Real Acuerdo con el propósito de conocer
el origen de la devoción y veneración que el pueblo quiteño mantenía fervientemente a
la Santísima Virgen de La Merced. Concretamente se trataba de la “Partida del caso y jura-
mento con voto que hicieron los señores Presidente y Oidores de esta Real Audiencia por
la reventazón del volcán Pichincha”, que fuera originalmente escrita en el Libro de
Acuerdos del año de 1660 en 365 “fojas” [hojas], y que permite apreciar la constante pre-
ocupación y desesperación de los quiteños ante las erupciones del Pichincha.3

3 Extracto con ortografía actualizada de la “Certificación de la Partida del caso y juramento con voto que hicieron los seño-
res Presidente y Oidor de esta Real Audiencia por la reventazón del volcán Pichincha” (Archivo del Real Acuerdo, Archivo
Arzobispal de Quito, sección Cofradías, caja No2, 16 de marzo de 1774).

212
CONQUISTAS FORÁNEAS, ERUPCIONES VOLCÁNICAS Y COLAPSO DEL MUNDO YUMBO

“Certificación. Partida del caso y


juramento con voto que hicieron
los señores Presidente y Oidor
de esta Real Audiencia por la
reventazón del volcán Pichincha.

[En Quito] en dieciséis de marzo


de mil setecientos setenta y
cuatro años –Diezcas. Los
escribanos de Cámara y
Gobierno de esta Real Audiencia
que abajo firmamos certificamos
y damos fe, en cuanto podemos,
debemos y hubiese lugar en
derecho, a los señores y demás
personas que la presente vieren
de como en cumplimiento de lo
mandado por el auto de uso y
abriendo el archivo del Real
acuerdo, habiéndonos entregado
para este en efecto los señores,
las llaves, en donde registramos
con la prolijidad que se nos
ordenó, y en el Libro de
Acuerdos del año de mil
seiscientos sesenta, a hojas
trescientas sesenta y cinco vuelta,
hallamos suscrito el suceso de la
reventazón del volcán Pichincha
con el juramento hecho por los
señores Presidente y Oidores que
en aquel entonces gobernaban
esta ciudad y en su Provincia, el
que sacado al pie de la letra, es
como se sigue:
Miércoles veinte y siete de
octubre del año de mil
seiscientos y sesenta, amaneció el
día nublado en esta ciudad de
San Francisco de Quito, cayendo
en ella muy menuda arena; y se
reconoció eran devueltas del
volcán que dista de ella 3 leguas /

213
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

a la parte del sur al cual volcán


llaman Pichincha. La noche
antecedente se oyeron como
truenos a las diez de ella que
repitieron muchas veces hasta el
amanecer. Si bien por entonces
no se entendía fuesen estallidos
del dicho volcán, fue entrando el
dicho día veinte y siete y cerca
de las ocho de la mañana fue tan
grande el estruendo continuado
por espacio a tres horas que a
toda esta ciudad la puso en
confusión y espanto; porque ni la
multitud de la más reforzada
artillería podía causar tan gran
ruido que le oyeran según después
se supo en partes muy remotas de
esta ciudad. Estando en el acuerdo
oyendo misa con tan
extraordinario y singular suceso
acudimos a clamar a Dios y a
invocar su Santo Nombre y
auxilio. Y acabada la misa, salimos
a la plaza y puestos en frente del
volcán hallamos que despedía
hasta la parte de arriba montañas
tan densas de fuego y humo que
parecía llegaban al cielo,
discurriendo por ellas tales
exhalaciones y giros de fuego a
todas cuatro partes de esta región
austral que casi desfallecían los
ánimos en tanta /

214
CONQUISTAS FORÁNEAS, ERUPCIONES VOLCÁNICAS Y COLAPSO DEL MUNDO YUMBO

turbación no experimentada otra


vez por los presentes, y solo se
tenía noticia de que a hora
ochenta años había reventado
dicho volcán y puesto en
confusión esta ciudad y provincia.
En el presente suceso iba desde las
nueve de la mañana discurriendo
el humo y poniendo el día en
oscuridad con tal ruido debajo de
tierra que parecía de ríos muy
caudalosos que se precipitaban
entre grandes peñas de que resultó
que con este espanto huyeron
muchos a los montes. Comenzó
la lluvia de piedras sobres esta
ciudad causando tanto temor que
muchos se persuadieron se
acercaba el Juicio Final. A las diez
de la mañana, dicho día veinte y
siete no se veían ya unos a otros; y
en esta oscuridad prosiguió hasta
el día siguiente. Las voces, los
gritos, los llantos, el esperar cada
uno la muerte la muerte nombrada
y no saber el fin y salida de este
espantoso prodigio hacía mas
horroroso el suceso. Considerando
esta Real Audiencia que
semejantes castigos aunque
provengan de causas naturales son
gobernados por la disposición
divina provocada con muchas
culpas, acudió/

215
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

luego a buscar el remedio de


aplacar a Nuestro Señor y se
dispuso una procesión con el
Reverendo Obispo de esta ciudad
Doctor Don Alonso de la Peña
Montenegro, con el clero y
pueblo; y salió el Santísimo por la
plaza llevando delante a Nuestra
Abogada la Santísima Virgen de
Copacabana; y a lo que se
entiende de la religión cristiana,
iban todos muy conformes de
pagar sus culpas en presencia de
tan gran Señor, si su decreto era
absoluto para nuestro castigo y
muerte. Pero aunque la teníamos
todos merecida, no podíamos
perecer a vista de la misma vida; y
así volvimos todos con su Divina
Majestad a la Iglesia Mayor; y
aunque al salir de la procesión era
copiosa la lluvia de piedras; se
observó que a la vuelta había
decrecido la cantidad y calidad de
ellas. Prosiguiendo esta Real
Audiencia en la devoción y
sacrificios pasó de la Iglesia Mayor
al convento de Nuestra Señora de
las Mercedes [de la] Redención de
Cautivos, donde está una santísima
imagen antigua y de piedra en
medio del tabernáculo del altar
mayor, la cual, según tradición es
esta […].”

216
CONQUISTAS FORÁNEAS, ERUPCIONES VOLCÁNICAS Y COLAPSO DEL MUNDO YUMBO

Erupción del Pichincha


a inicios del presente
siglo (mañana del jueves
7 de octubre de 1999)
cuyos efectos motivaron
una importante reacción
por parte de los quiteños,
tanto por la
espectacularidad del
hongo como por la
ceniza depositada en la
urbe y en el campo.
Fotografía de Jorge
Vinueza, 1999.

B- Colapso de Tulipe y del pueblo yumbo

D espués de estos relatos, la percepción que queda respecto del volcán es la de una
montaña que destruyó al pueblo yumbo; pueblo acostumbrado a la actividad vol-
cánica, pero que en esta ocasión, recibió efectos mucho más devastadores.

El macizo volcánico se conforma de dos montañas gemelas, el Guagua Pichincha con


4.787 m.s.n.m. y el Rucu Pichincha con 4.320 m.s.n.m. y, sin duda constituyó un hito
geográfico fundamental en la cosmovisión y sacralidad. Para los pobladores, las montañas
debieron ser sagradas, pues de ahí surgía el agua, simbólicamente asociada con el líquido
purificador de cascadas y centro ceremonial de Tulipe.

217
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Evidencia de cimientos y De hecho el topónimo ’Pichincha’ procede también de pi que como en Tulipe signifi-
material cultural caría agua; chen pozo, hoyo, cueva con agua y; chaa cumbre, cresta; resultando hipotéti-
cubiertos con ceniza camente: agua que está o que baja desde los pozos de las alturas (Diccionario etimológi-
volcánica de la erupción
co comparado del quichua del Ecuador, 1955).
del Pichincha de 1660
en el sitio de
Rumipamba o Ciudad En este contexto, los yumbos sabían que el Guagua Pichincha, como elemento sagrado,
Metrópoli. Fotografía de concentraba en sí el poder ambivalente y dialéctico de bondad y maldad, premio y castigo,
Manuel Coloma, 2004. vida y muerte, y al que, por tanto, había que ‘tributar’ periódicamente fervorosos ritos.

La última erupción del Pichincha ocurrió en 1881, y desde entonces su actividad ha


quedado reducida a emisiones gaseosas. La amenaza de nuevas erupciones sigue siendo
real, y en cualquier momento podría repetirse el dantesco escenario de 1660 que selló
para siempre el fin de la nación yumbo.

El interés existente en 1774 respecto del origen de la devoción quiteña a la Madre de


La Merced, entonces se satisfizo; descubrieron que justamente para aplacar la ira de Dios
manifiesta a través de la fiereza de tal erupción, desde 1660 los fieles quiteños venían acu-
diendo a tan bondadosa madre, redentora de los cristianos.

El Padre Juan de Velasco asevera que los estruendos de esa erupción llegaron a escu-
charse hasta la Amazonía y que las piedras, arena y ceniza cayeron sobre la ciudad oca-
sionando el derrumbe de muchas casas (Velasco, 1946: 129).

Uno de los datos que resulta muy importante para el caso del Noroccidente es el rela-
tado por el mismo Padre Juan de Velasco cuando, refiriéndose a la dirección y destino de
los piroclastos, manifiesta que “se abrió
una nueva y muy baja boca, por la parte
contraria a la ciudad, (¿permitiendo?)
hiciese toda la inundación por allá”
(Velasco,1946:128). Por su parte, el
padre Aguilar asevera que “en este año
de 1660 se abrió la salida, que aún per-
manece, y por donde derrama sus lavas
hacia el Occidente” (Aguilar 1968: 5).
Es decir, las dos citas confirman la exis-
tencia de una boca del Pichincha orien-
tada a Tulipe y al país yumbo (esto es
fácilmente comprobable; de hecho se lo
aprecia a simple vista desde este sector)
y, el lanzamiento de arenas incandes-
centes hacia ese lado Oeste; mientras
las grandes piedras bajaron por las lade-
ras y quebradas orientales hasta el valle
de la ciudad. Precisamente, a estos
eventos telúricos se debe la impresio-
nante cantidad de piedras grandes que
el FONSAL está descubriendo en el
sitio arqueológico de Rumipamba,
Norte de Quito.4

4 Pese a todo lo descrito respecto de esta erupción, vemos que la ciudad de Quito persistió en continuar su vida urbana en
el mismo espacio. Su proceso de crecimiento quizá ha sido lento, pero nunca se vio interrumpido. Sus moradores no se
plantearon posibles reubicaciones como ocurrió, por ejemplo, con la antigua ciudad de Riobamba. Por el contrario, los
desastres ocurridos al otro lado, hacia donde se abrió la nueva boca y salieron millones de toneladas métricas de arena
volcánica, significaron en la destrucción casi total de flora, fauna y población.

218
CONQUISTAS FORÁNEAS, ERUPCIONES VOLCÁNICAS Y COLAPSO DEL MUNDO YUMBO

3- Decadencia y colapso total

E l destino que tuvieron los sobrevivientes yum-


bos no está totalmente esclarecido. Los efectos
colaterales de la invasión y dominio inca sobre los pue-
blos serranos, especialmente de Quito (uno de los prin-
cipales polos de la actividad comercial de los yumbos),
la repercusión etnocida de la conquista española, las
enfermedades y las catástrofes producidas por las erup-
ciones, confluyeron para que esa población se diezma-
ra y desestructurara. En 1780, entre yumbos septentrio-
nales y meridionales no llegaban a mil individuos
(Lippi 1998: 71), ni la décima parte de los que, se cree,
quedaron al Norte a mediados del siglo XVII.

El escenario noroccidental, después de las erupciones


de 1660 y 1661 fue catastrófico. Efectivamente, el vesti-
gio estratigráfico es muy claro e indica un abandono
total de esta zona y particularmente del Centro
Ceremonial de Tulipe. Este quedó inutilizado y abando-
nado hasta bien avanzado el siglo XVIII. Felizmente, las
condiciones climáticas (las lluvias y el ecosistema mismo
de la zona) permitieron una rápida regeneración (40
años) de la capa humífera, de la vegetación y de la fauna;
no así de la población humana.

Un elemento que ilustra esta crítica situación es la


queja de misioneros dominicos y mercedarios ante la
falta de fieles que debían aportar económicamente para
su subsistencia, y de los terratenientes, comerciantes y
autoridades civiles, que deseaban incrementar sus habe-
res y no tenían mano de obra para servidumbre domés-
tica y para trabajar en el campo o en actividades pro-
ductivas. En 1677, por ejemplo, Nicolás de Andagoya
pretende abrir un nuevo camino que uniera a la Sierra
con la Costa, a través del territorio yumbo, y fracasa en
su intento por falta de indios locales que trabajen.

De los pocos sobrevivientes, unos huyeron hacia


territorio Cayapa en la costa esmeraldeña; otros se
incorporaron a pueblos vecinos del Sur, los quijos y
tsáchilas; y, al parecer, un grupo muy importante subió
a Quito. Los primeros, poco a poco fueron perdiendo su identidad, mientras los últimos, Arriba, yumbo quichua
acostumbrados a un medio ambiente subtropical y de bosque húmedo, continuaron en su del Oriente ecuatoriano
migración descendiendo desde Quito hacia contextos ecológicos similares al suyo, al otro (1930), posible
lado de los Andes, en la región amazónica, a cuyos descendientes se los reconoce actual- descendiente de los
yumbos noroccidentales.
mente como yumbos del Oriente.5
Abajo, “Yumbos pasan-
do aguardiente de boca a
boca”. Pintura de Juan
5 Cabe preguntarse cuál fue la imagen con la que identificaron primero los incas, luego los españoles, y después los histo-
Agustín Guerrero.
riadores modernos de los decadentes yumbos. Según las versiones de algunos cronistas -Cieza de León (1943 [1554]),
Fuente: archivos del
Garcilaso de la Vega (1960 [1609]), Cabello de Balboa (1951 [1586])- tanto para los incas como para los españoles los yum-
bos fueron “desnudas gentes”, “pobres”, “de poco valor”, “salvajes”, y “de apariencia monstruosa y bestial”. Esta visión bastan-
Banco Central del
te parcializada y equívoca, en nuestro criterio, responde al etnocentrismo conquistador y a la situación decadente en la que Ecuador.
habían caído los yumbos históricos. Durante la Colonia y la República, aquellos pocos yumbos residentes en Nanegal, cier-
tamente eran indigentes miserables a quienes las enfermedades y el alcoholismo los hacía presa fácil de la desaparición.

219
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Arriba, “Indio Yumbo de


Maynas con su carga”
Vicente Albán 1783
Museo de
América-Madrid.
Fuente: Imágenes de
Identidad. Acuarelas
quiteñas del siglo
XIX, Quito, FON-
SAL,
p. 139.

Abajo, “Yumbo de
Macas, posible descendi-
ente de los Yumbos
noroccidentales”.
Imágenes de Identidad.
Acuarelas quiteñas
del siglo XIX, Quito,
FONSAL,
p. 437.

Sin embargo la fuerza del ritualismo y religiosidad debía subsistir, pues los valores
de una cosmovisión suelen ser los últimos en perderse, especialmente en la ‘clase sacer-
dotal’. De allí que el choque o confrontación de las culturas, americana y española,
yumbo y colonial, generó en el campo religioso, un caos cultural, en el que las creen-
cias y los rituales se vieron coartadas por otros sentidos nuevos que, en un primer
momento, habrían de desequilibrar las prácticas de los yumbos, así como de otras
comunidades étnicas que experimentaron la conquista y la colonización.

No obstante, en un segundo momento, se puede afirmar una reivindicación de la cos-


movisión propia. De hecho, en espacios alternos continuaron con sus prácticas religiosas,
pues la misma Iglesia Católica hoy reconoce que:

“La misión de América pareció que sería


muy fácil y fecunda. Los españoles habían
destruido las naciones indígenas y, a veces,
arrasado su cultura. Los indios no se resis-
tieron a la fe, y en varios lugares se conce-
dieron hasta privilegios a los que se hacían
cristianos. Poca gente se dio cuenta de que
la cristianización era muy superficial. Bajo
la película delgada de las prácticas católi-
cas los pueblos indios guardaban sus creen-
cias paganas. Seguían muy religiosos como
lo eran antes, pero a su manera, y, si bien
es cierto que la iglesia suprimió costum-
bres inhumanas e hizo obra de educación
moral, los hombres, en su mayoría, no se
encontraron con Cristo ni se convirtieron
a su mensaje en forma responsable” (La
Biblia Latinoamericana, 1972: páginas
introductorias y 34).
Ya en la práctica, la lucha debió ser irre-
conciliable, pues se trataba del enfrenta-
220
CONQUISTAS FORÁNEAS, ERUPCIONES VOLCÁNICAS Y COLAPSO DEL MUNDO YUMBO

miento de dos concepciones culturales, espirituales, de ritos, de una cosmovisión local y Yumbos de Nanegal
otra exógena: situación de ‘vida o muerte’ para las dos culturas. Este antagonismo de con- posando con visitantes
tenidos sagrados, generó y genera un tambaleo, una inestabilidad, frente a las creencias (1920-1930?). Fuente:
y la vida misma. archivo documental del
Banco Central del
Ecuador.
Esto se evidencia cuando los ‘shamanes’ de Gualea –probablemente sacerdotes de
Tulipe- se declaran enemigos de los sacerdotes católicos y se desquitan mediante brujerí-
as contra los cristianos conversos. Hasta podría imaginarse una escena de competencia
entre sacerdotes católicos y sacerdotes yumbos tratando de demostrar su superioridad de
efectos ritualistas, similar a aquella narrada por la Biblia:

“Se presentaron Moisés y Aarón al faraón, hicieron lo que Yavé les había ordenado, y,
al echar el bastón delante del faraón y de sus ministros, este se convirtió en serpiente.
El faraón llamó entonces a sus sabios y brujos, los cuales hicieron algo semejante con
sus fórmulas secretas; arrojando todos ellos sus bastones, también se convirtieron en
serpientes; pero el bastón de Aarón devoró a los de ellos “(Éxodo 7: 10-12).

Desde luego, la ‘competencia’ se inclinó hacia el poder conquistador, que encontraba


sus fuertes en una doctrina basada en la trascendencia, en la reivindicación y en el huma-
nismo, además de las óptimas estrategias de evangelización aplicadas por parte de los
misioneros, quienes aprovecharon de ritos y creencias locales para adaptarles a la supre-
ma doctrina. En el caso concreto de los yumbos, les debió ser fácil incorporar los signifi-
cados y simbolismos de su religiosidad al ritualismo litúrgico de la Iglesia: el agua, la puri-
ficación, el bautismo, el más allá, espacio sagrado, tiempo sagrado, fiestas religiosas,
representaciones, imágenes, figura sacerdotal, etc. etc.)

Ahora, en un marco de conquista de “súbditos para la Corona y de almas para Dios”,


probablemente los artífices debieron cumplir con las órdenes emitidas desde la metrópo-
li y, en cierto modo, especificadas en uno de los libros sagrados, aunque en otro contex-
to cultural y geográfico:

“Ustedes destruirán totalmente todos los sitios donde los pueblos que van a desalojar
han dado culto a sus dioses. Ustedes lo harán tanto en los altos cerros como en las

221
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Página siguiente: vista lomas y bajo los árboles frondosos. Demuelan pues sus altares, rompan sus pedestales,
aérea de la zona de quemen sus troncos sagrados y hagan pedazos las esculturas de sus dioses. Procuren
Tulipe en la actualidad. borrar en dichos lugares, hasta el nombre de sus dioses” (Deuteronomio 12: 2-3).6

Desde luego, los últimos descendientes yumbos que quedaban hasta 1940 en Nanegal,
habían perdido gran parte de su tradición cultural y habían experimentado fuertes ataques
a su dignidad humana. Prácticamente eran ‘seres en extinción’ que ciertos pintores moder-
nos, ávidos de ejemplares exóticos, tomarían como inspiración para plasmar la tragedia en
famosos lienzos. Algo similar ocurrió con viajeros y terratenientes ‘guapos’ y ‘blancos’,
cuando a principios del siglo XX llegaron las primeras cámaras fotográficas y que, para
resaltar las diferencias ‘raciales’, posaban junto a los ‘sucios’ y ‘escuálidos’ yumbos.

A partir de esos cuadros y de esas fotos, los etnohistoriadores, antropólogos y cientis-


tas sociales contemporáneos continuarán especulando sobre los indios yumbos y descu-
briendo ‘al otro’.

4- Afectaciones antrópicas recientes

Extinguidos los yumbos, ¿qué nos queda de ellos? La herencia que nos han dejado
corresponde a un paisaje natural y cultural extraordinariamente atractivo y rico.
Las capas de arena volcánica son simples testimonios que interesan solamente a los estu-
diosos, mientras las vicisitudes de los yumbos históricos así como su apogeo pre-inca,
están sepultados en el olvido.

Los monumentos arqueológicos comienzan a destacarse entre los pastizales y espacios


desbrozados. Por desgracia, las últimas actividades madereras, agrícolas y ganaderas ya des-
critas, han generado un agresivo cambio en la fisonomía del subtrópico quiteño. Hoy tene-
mos activos campesinos que se proyectan a nuevos estatus de desarrollo, y que deben con-
vivir con esos legados arqueológicos. No sería justo ir contra las aspiraciones de su bienes-
tar económico, pero sería oportuno implementar políticas gubernamentales que garanticen
el desarrollo de dichos habitantes a la vez que la conservación de los bienes culturales.

En este contexto, la amenaza que realmente preocupa y que podría convertirse en


un ‘cataclismo’ total para esta riqueza ecológica, arqueológica y de la misma población
actual, es la actividad minera. En esta obra de reivindicación del pueblo yumbo, lo
denunciamos con toda la energía, y exigimos a las instancias competentes que interven-
gan para frenarla.

6 Si en ciertos casos resulta criticable el modus operandi aplicado por los primeros evangelizadores, también hay que anotar
la responsabilidad asumida por la Iglesia. De hecho, actuó frente a la pobreza colonial y republicana americanas como nin-
guna otra institución, pensamos, lo ha hecho. Al observar que no había autoridad civil o militar que se hiciera cargo de
ciertos sectores de la vida pública, y tomando en cuenta el poder que significaba la ingerencia en ellos, comenzó al igual
que en Europa, a atender la educación, fundar escuelas y universidades, crear talleres de artes y oficios, cuidar la salud con
hospitales, hospicios, orfanatos, colonizar y valorizar las tierras sin cultivo, etc., llegando inclusive más de una vez a con-
fundir su misión primordialmente espiritual y redentora.

222
224
Capítulo XXII
El actual asentamiento de Tulipe

Página anterior: vista


E n 1970, aproximadamente, Tulipe aún conservaba remanentes de un bosque húme-
do primario en el que los guarumos (Cecropia sp), alisos (Alnus acuminata), canelos
(Licaria limbosa), chontas (Bactris gassipaes), palo de balsa (Ochroma pyramidale), palma real
desde la carretera a
Mindo hacia el Guagua
Pichincha.
(Attalea colenda) y algún cedro gigante (Cedrala rosei), se entrelazaban convirtiéndose en el
refugio de los últimos venados (Odocoileus virginianus), osos de anteojos (Tremarctos ornatus), En esta página,
sacha cuy (Stictomys taczanowskii), armadillos (Dasypus novencinctus), serpientes y pájaros molienda de la caña de
variopintos, entre estos, como se ha dicho, los pájaros yumbos o toucan barbet (Semnornis azúcar hoy procesada
ramphastinus) que siempre vuelan y cantan en pareja o en dúo. Inclusive, los cazadores, a con maquinaria
veces, regresaban con tucanes, colibríes, loros, pericos, armadillos y monos. moderna.

Al margen de los remanentes de flora y fauna silvestres, es decir, en los grandes espa-
cios desbrozados estaban los rústicos ranchos de madera, chonta (Bactris macana), gua-
dúa (Bambusa guadua), jade (Neurolfena lobata) y bijao (Heliconia bihai L), materiales nativos
que se integraban armoniosamente al hábitat subtropical y, que pertenecían a un grupo
de hombres y mujeres venidos desde la Sierra con el fin de radicarse por completo en
este medio ecológico. Desde 1870 aproximadamente, esta gente protagoniza la nueva
historia del lugar; una historia integrada a la vida nacional con todas sus manifestacio-
nes modernas, pero dispuesta también a conocer, conservar y difundir todos los vesti-
gios de los pueblos predecesores.

La propensión de este territorio para la


producción de caña de azúcar no es recien-
te; apenas llegados los españoles uno de
los dos ingenios de azúcar estaba precisa-
mente en la provincia de los yumbos bajo
la iniciativa de ‘un Mendieta, natural de
Canaria […]; está de compañía con unos
indios yumbos” (Anónimo [1573], en
Ponce Leiva, 1992, t. I: 206).

Prácticamente, durante un siglo, entre


1870 y 1960, estos nuevos colonos se
dedicaron con exclusividad a la indiscrimi-
nada y desastrosa tarea de talar los bosques
para abrir áreas de agricultura, elaborar
carbón vegetal y explotar la madera. En las
décadas de 1950, 1960 y 1970 orientaron
su esfuerzo hacia el monocultivo de la caña
de azúcar para destilar aguardiente y, en
menor escala, elaborar panela. Aquí, una

225
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

vez más, los viejos culuncos fueron aprovechados para el transporte de la madera, caña y
aguardiente en largas recuas de mulas. Esta es la razón por la cual en las calzadas de esos
caminos, estratigráficamente, se encuentre material cultural no solo temprano (obsidiana
serrana, Spondylus costeña), cerámica yumbo, inca y colonial, sino también, en las capas
superiores, trozos de garabatos, encauchados y aparejos que los muleros dejaron abando-
nados luego de declararlos inservibles.

Como testimonio de la tala de bosques y de aquellas duras tareas del cultivo, proce-
samiento y molienda de caña queda un paisaje abierto y desbrozado en un 70%. En algu-
nos rincones, entre hierros oxidados, hornos y montañas de bagazo, es posible encontrar
todavía los trapiches destartalados que trituraron toneladas métricas de caña generando
millones de galones de aguardiente. Fue toda una industria, dicho sea de paso, que man-
tuvo por décadas a un sistema corrupto de estancos e impuestos estatales.

Actualmente, ante la desaparición de la madera y el fracaso de la cañicultura, se ha


optado por la ganadería, actividad que también se ve amenazada por las condiciones poco
competitivas frente a la producción lechera de otros lugares como Santo Domingo,
Cayambe, Los Bancos y de la leche que, legal o ilegalmente, llega de Colombia. Solo del
barrio Tulipe se obtienen de ocho a diez mil litros diarios, a un precio menor de veinte
centavos de dólar el litro, mientras que en Quito cuesta tres o cuatro veces más.

Al ser el actual asentamiento de Tulipe uno de los típicos barrios, caseríos o poblados
del subtrópico quiteño, resulta importante que citemos a continuación algunos datos de
ese contexto geográfico-social para que el lector disponga de mayores elementos sobre
esta zona rural del Distrito Metropolitano de Quito.

1- Caracterización del subtrópico quiteño

L
a Ordenanza de Zonificación No. 002, emitida el 14 de diciembre de 2000, en el
Art.2, contempla que el Distrito Metropolitano de Quito está conformado por
parroquias metropolitanas centrales y parroquias metropolitanas suburbanas o rurales y, a
continuación el Art.3, literal b.1 de la misma Ordenanza señala que la “zona metropolitana
suburbana noroccidental incluye las parroquias de Pacto, Gualea, Nanegalito y Nanegal”.

Partiendo de esta zonificación el Noroccidente tiene una superficie total de 842.85


Km2, en la que según el censo del 2001 se distribuye una población de 11.975 habitan-
tes, de la siguiente manera:

A- Límites de las cuatro parroquias

A l incorporarse las parroquias suburbanas al Distrito Metropolitano de Quito, estas


se anexaron con sus límites históricos (Plan de Desarrollo Participativo, 2004).

226
EL ACTUAL ASENTAMIENTO DE TULIPE

Pacto
Fecha de fundación: 27 de marzo de 1936
Norte: Provincia de Imbabura
Sur: San Miguel de los Bancos
Este: Parroquia Gualea
Oeste: Pedro Vicente Maldonado

Gualea
Fecha de fundación: 29 de mayo de 1861 como parroquia civil, y 25 de agosto de 1951
como eclesiástica. Es la más antigua parroquia del Noroccidente.
Norte: Provincia de Imbabura, río Guayllabamba
Sur: San Miguel de los Bancos, río Pachijal
Este: Nanegal, Nanegalito, quebrada de las Islas
Oeste: Pacto, ríos Piripe y Chirapi
Nanegalito
Fecha de fundación: 14 de noviembre de 1952
Norte: Nanegal y Gualea
Sur: San Miguel de los Bancos
Este: Nanegal
Oeste: Gualea
Nanegal
Nanegal es elevada a la categoría de parroquia civil, en 1881.
Norte: Provincia de Imbabura
Sur: Nono
Este: San José de Minas y Calacalí
Oeste: Nanegalito y Gualea

227
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

“Según el Censo de Población y Vivienda del 2001, el número de habitantes de


Nanegalito y de Gualea asciende a 2.474 y 2.121, respectivamente. La pobreza en
Gualea afecta al 85.2% de los hombres y al 84.6% de las mujeres; en cambio, en
Nanegalito al 70.3% de ellos y al 70.4% de ellas. Las diferencias son mayores en el
caso de la extrema pobreza, y afectan mayormente a las mujeres; en esa situación se
encuentra el 36.3% y 28% de ellas en Gualea y en Nanegalito, respectivamente; mien-
tras que los hombres que viven en situación de extrema pobreza representan el 34.6%
y el 23.5%, en esas parroquias, en su orden.

El censo de 1990 consigna que el 96.54% de la población de Gualea y el 72.02% de


la de Nanegalito se hallaban en situación de pobreza. La tasa bruta de ocupación de
las mujeres asciende al 23.1% en Nanegalito y en 28.3% en Gualea, frente a 57.3% y
62.8%, de la tasa de ocupación de los hombres” (Jara Tamayo, 2006: 13).

“[…] uno de los problemas que afectan a las familias, es la falta de empleo, los bajos
salarios, la inestabilidad laboral y la pobreza. El alcoholismo y el maltrato a la mujer
son otros de los problemas que inciden en su autoestima. Respecto de la situación de
los niños y niñas, las inquietudes se centran en el abandono escolar por el trabajo [...]
es mayor el porcentaje de niños trabajadores y que este es más alto en Gualea. No
obstante, el número de niñas que no trabajan ni estudian es mucho mayor que el de
los niños, en los dos tramos de edades y en las dos parroquias. Estos datos son muy
importantes porque en su mayoría corresponde a niñas(os) que realizan quehaceres
domésticos al interior de sus hogares o actividades no clasificadas como trabajo”
(Tamayo, 2003: 24).

2- Clasificación del suelo en la zona metropolitana


suburbana noroccidental
l Plan General de Desarrollo Territorial del Distrito Metropolitano de Quito define tres clases
Ede suelo: suelo urbano, suelo urbanizable y suelo no urbanizable. Esta clasificación
responde a criterios de vocación y uso sustentable del suelo, “en razón de que este cons-
tituye, por una parte, un recurso fundamental para el desarrollo social y, por otra, en tanto
tal, debe ser precautelado con sentido de futuro” (Municipio del DMQ, 2001: 35).

El suelo no urbanizable es aquel que

“[…] merece una especial protección, desarrollo y gestión por su valor, uso y/o voca-
ción ecosistémica, agropecuaria, forestal, paisajística e histórico-cultural. Se trata de
suelos en los que es vital se garantice la explotación racional y sustentable de sus
recursos; por tanto, no pueden ser habilitados ni desarrollados con fines de urbaniza-
ción” (Municipio de DMQ, 2001).

El Plan General de Desarrollo Territorial del Distrito Metropolitano de Quito señala que las parro-
quias suburbanas de Nanegal, Nanegalito, Pacto y Gualea, forman parte de las 19 parro-
quias que “conservarán un crecimiento bajo-moderado, y que garantizarán la conserva-
ción de sus usos agropecuarios y eventuales intervenciones de infraestructura ecoturísti-
ca” (Municipio del Distrito Metropolitano de Quito, 2001: 44).

A partir de los roles agro-productivos, de su localización y dinámica urbana y finan-


ciera, concebidos sobre la base de la consolidación de centralidades metropolitanas, se
potenciarán como centros agro-productivos Nanegalito en la zona noroccidental, San
José de Minas en la norcentral y Guayllabamba, El Quinche y Píntag en el área oriental
del Distrito.

228
EL ACTUAL ASENTAMIENTO DE TULIPE

De estos antecedentes se deduce que todo el subtrópico quiteño, y obviamente su cen-


tro geográfico y cultural Tulipe, está protegido por un plan de desarrollo territorial. Es un
suelo no urbanizable y de crecimiento bajo moderado; su vocación ecosistémica es agro-
pecuaria, forestal, paisajística e histórico-cultural, y sus recursos deben tener una explota-
ción racional y sustentable tanto a nivel agropecuario como ecoturístico.

Por tanto, cualquier proyecto de desarrollo que se plantee para el ubtrópico quiteño debe
cumplir con estos principios de protección y conservación del suelo y medio ambiente, sin
descuidar el crecimiento socioeconómico y cultural de su población. Aquí no se incluye
entonces, ninguna actividad agresiva como la minería que comienza a amenazar a la zona.

3- Caracterización general de Tulipe

C omo jurisdicción política y administrativa, Tulipe depende de la parroquia de


Nanegalito y de la administración zonal La Delicia del Municipio del Distrito
Metropolitano de Quito. Pero, por encontrarse el sitio arqueológico y la población
misma en los linderos de las parroquias Nanegalito y Gualea, hace que en sus relaciones
cotidianas, sociales, culturales, deportivas, educativas, participen sus habitantes de los
dos centros rurales.

El poblado de Tulipe está compuesto por inmigrantes de diferentes lugares del país; su
emplazamiento tiene lugar en el mismo pequeño y estratégico valle que otrora utilizaran
los yumbos, a una altura de 1.500 m.s.n.m. y a una distancia de aproximadamente 12 Km.,
desde Nanegalito, y 75 Km. de la ciudad de Quito.

El valle de Tulipe tiene clima templado, correspondiente a la clasificación ecológica


de bosque muy húmedo premontano. El clima, las condiciones del suelo y la biodiversi-
dad del sector, han permitido desarrollar proyectos de ecoturismo en zonas cercanas a
Tulipe, actividad que puede convertirse en una nueva alternativa frente a las tradicionales
(agricultura y ganadería), que dejan cada vez menos bosque nativo. Las poblaciones más
próximas son Santa Elena, Gualea Cruz, Las Tolas y Gualea, las dos últimas con hermo-
sos ejemplos de arquitectura popular en madera. Hacia el Norte y en las proximidades de
El Porvenir y Pacto se tiene testimonios de lavaderos de oro, petroglifos, culuncos, aguas
termales; mientras hacia el Este se encuentra Cachillacta, topónimo que significa ‘territo-
rio de la sal’, en donde efectivamente se explotó este producto básico durante la época
prehispánica.

Tulipe es un espacio antrópico cuyo paisaje está marcado por la dirección del río
Tulipe y de las quebradas que fluyen a él, en sentido Sur-Norte. Esa dirección está al
mismo tiempo acotada por límites físicos de pequeñas colinas alrededor del punto de inte-
rés que son las piscinas. Estas estructuras, conforme se ha dicho a lo largo del libro, con-
trastan con las tolas o pirámides truncas que se levantan sobre esas colinas definiendo un
ordenamiento que alude al principio dualista de la cosmovisión andina: dualidad por opo-
sición y por complementariedad.

En base a los datos proporcionados por uno de los equipos consultores del FONSAL,
corresponde hacer un diagnóstico sobre el estado actual del poblado de Tulipe. Es un
corte a la fecha que, como es obvio, puede variar en cualquier momento debido a dife-
rentes motivaciones fundamentalmente de orden económico (Informes de la consultoría
del arquitecto Juan Gangotena, 2003).

229
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Casa rural del


subtrópico quiteño en la
4- Edificaciones
que se observa el uso de
materiales vernáculos. A- Uso del suelo de los lotes

El actual poblado está dividido en 44 lotes cuyas superficies van desde los 100 m2,
hasta fincas de 70 hectáreas que se extienden periféricamente. A parte de las cons-
trucciones, el 78% de estos lotes permanece baldío, el 20% tiene algún cultivo de cítri-
cos, yuca, plátanos, o zanahorias, y el 2% se lo dedica a la ganadería.

B- Uso del suelo de las edificaciones

E l uso preponderante de las edifica-


ciones del centro poblado es la
vivienda (71%). De estas, seis comparten
dentro del mismo espacio habitacional una
actividad permanente de pequeños comer-
cios como tiendas o comedores; mientras
cinco casas son utilizadas esporádicamente
durante los fines de semana o días feriados.
Los servicios corresponden a la iglesia y a
la escuela.

C- Frente de las edificaciones

P ara contrarrestar la humedad y la


afectación del agua lluvia, varios
pobladores han incorporado aceras y bor-
dillos a sus edificaciones, pero lo han
hecho de manera desordenada y sin línea
de fábrica. Sin embargo, resulta también
loable la tendencia de un número de pro-
pietarios que mantienen plantas y vegeta-
ción como parte de los cerramientos
(43%) o en frente a su lote, siendo la
cucarda (Hibiscus roseus) la planta preferida
y emblemática del lugar. Contrariamente,
una tercera parte (31.8%) de los predios
con edificación tienen cerramientos que
varían en ubicación, altura y materiales,
predominando entre estos últimos el blo-
que, la malla y la guadúa.

D- Características de las edificaciones

L os materiales, técnicas y sistemas


constructivos autóctonos práctica-
mente han desaparecido, no solo por la
extinción de la chonta, guadúa y bijao,
entre otros, sino especialmente por la pér-
dida de la tradición: los actuales construc-
tores prefieren la utilización de la madera
procesada como el bloque y el eternit. No
obstante, en ciertos rincones alejados,
230
EL ACTUAL ASENTAMIENTO DE TULIPE

todavía es posible encontrar pequeños ranchos que recuerdan o sugieren la arquitectura


de los yumbos.

Entre las características de las edificaciones se ha identificado: altura, materiales, forma


de implantación y los servicios de vivienda (agua potable y alcantarillado).

E- Altura de las edificaciones

L a altura de las edificaciones en el


centro del actual asentamiento de
Tulipe varía entre los 3 y los 7 m., corres-
pondientes a uno y dos pisos. Sólo dos edi-
ficaciones rebasan esta dimensión, cuya
altura en ambos casos es de tres pisos.

F- Materiales

D e los elementos de mayor impacto visual en las edificaciones como son las cubier-
tas y las paredes se desprende que existe una tipología bastante similar de edifi-
cación. La mayoría de las construcciones son a dos aguas con cubierta preponderante-
mente de zinc, alguna de eternit y una sola de teja.

G- Cubierta

L a mayoría de las casas tienen cubierta de zinc y son a dos aguas, lo que le da al pue-
blo una imagen ocre uniforme, alterada únicamente por las variaciones de color a
causa del tiempo de su utilización.

H- Paredes

S abido es que las paredes y las cubiertas completan la imagen de cada una de las
construcciones y, por ende, la imagen global de un poblado. El material predomi-
nantemente utilizado en las paredes de las edificaciones de Tulipe es la madera, quizá
como una muestra de su inserción dentro de este bosque húmedo, antiguamente rico en
especies maderables de alta calidad. Luego, con una tendencia cada vez más agresiva está
el bloque, debido precisamente a la carestía de la madera y, en parte, a alguna ventaja que
estos nuevos materiales tienen frente a la humedad.

231
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Ejemplo de una casa I- Estructura


actual levantada junto
a la carretera
Nanegalito-Tulipe
cuya base, erosionada
I
gual o más que en las paredes, la madera es el material normalmente empleado en la
estructura de las edificaciones. Un porcentaje importante corresponde a estructuras
de hormigón ((31,8%).
por la lluvia, se perfila
a la conformación de
una plataforma moderna
o ‘falsa tola’.

J- Pisos

L os pisos por lo general son de madera, pero los de cemento también aparecen con
una gran preferencia especialmente en las plantas bajas.

En general, el estado de conservación de los materiales con los que están construidas
las casas del actual asentamiento de Tulipe es muy bueno. La imagen de las cubiertas y
paredes es bastante uniforme y atractiva, es decir, no demandan intervenciones importan-
tes de reparación o reposición; sin embargo, todas las edificaciones requieren de pintura
y mantenimiento exterior.

Conviene mencionar que en las zonas aledañas de Tulipe se levantan algunas construc-
ciones cuyos materiales y técnicas podrían calificarse como ‘mixtos’, pues las paredes son de

232
EL ACTUAL ASENTAMIENTO DE TULIPE

caña guadua, las cubiertas de eternit o zinc, Implantación lineal de


mientras que para contrarrestar la humedad, Tulipe a lo largo de la
los pisos son elevados. A esto se añade la antigua carretera
Tulipe-Las Tolas, hoy
implantación de las casas sobre elevaciones
convertida en calle
que impiden su inundación gracias a desban- principal del poblado.
ques periféricos del sitio, punto que podría
llevar a confundir un terreno de casa desapa-
recida por una tola yumbo.

K- Implantación

L as edificaciones se han construido


indistintamente junto a la carretera,
ahora convertida en calles del poblado;
podría decirse que un 50% entra en una
línea de fábrica y la mitad restante tiene
retiros variados; inclusive una de ellas llega
a invadir la misma calle.

En cuanto a su forma de implantación


no existe un patrón definido, pese a que la
tendencia mayor responde a edificaciones
adosadas hacia alguno de sus costados.

L- Tipología de la edificación

C ombinando los resultados sobre


los materiales utilizados en las
cubiertas y paredes con el numero de pisos
de las construcciones, el equipo consultor concluye que la edificación típica de Tulipe es
una construcción de uno o dos pisos, cuya primera planta está construida en bloque, con
la finalidad de lograr una mayor defensa contra la humedad del medio, y la segunda plan-
ta, por lo general de madera, protegida con pintura blanca o de color en tonos bajos,
cuenta con una cubierta inclinada de zinc. Como elementos complementarios, en algu-
nos casos, se incluyen balcones hacia la calle y en el piso superior.

5- Servicios básicos de infraestructura


A- Agua potable

T ulipe, junto con Gualea Cruz, Santa Marta, El Porvenir y Urcutambo, aprovechan
de los ‘ojos de agua’ localizados a 4 Km. en la parte alta de la quebrada Las Islas,
afluente del río Tulipe. Este sistema de abastecimiento que funciona por gravedad capta
las aguas de esas vertientes naturales, las conduce hasta un tanque de 36 m3 de capacidad,
y allí se las somete a un proceso de cloración para luego distribuirlas a los usuarios.

Este sistema fue construido hace 20 años por el antiguo Instituto Ecuatoriano de Obras
Sanitarias (IEOS). En la actualidad, su administración, operación y mantenimiento depen-
den de la empresa EMAAP-Quito. Todas las viviendas conectadas a la red cuentan con
medidor, un operador realiza mensualmente las lecturas y remite los resultados para que
sean emitidas las planillas por la Empresa Metropolitana de Agua Potable y Alcantarillado
de Quito (EMAAP)El valor por metro cúbico es de aproximadamente 18 centavos de dólar.

233
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

De las 44 construcciones del poblado solamente seis no están conectadas a la red de


este servicio de agua potable. El abastecimiento de esas seis unidades se realiza por medio
de pequeñas captaciones individuales, y su caudal es conducido mediante mangueras para
el uso directo sin tratamiento previo.

En general el servicio es bueno, aunque en las temporadas secas de verano se dan sig-
nificativas reducciones de caudal, pese a que las fuentes son permanentes. En la época
invernal el agua llega bastante turbia, por lo cual la población la califica no como potable
sino como agua entubada.

B- Alcantarillado

La Administración La Delicia del Municipio del Distrito Metropolitano de Quito ha


iniciado los trabajos de la red pública de alcantarillado, pero su funcionamiento
dependerá todavía de la construcción de los tanques o piscinas finales de recepción. Entre
tanto, a excepción de una vivienda que cuenta con su fosa séptica, las 43 restantes eva-
cuan sus desechos líquidos a los predios más próximos, algunas de ellas mediante la ins-
talación de tuberías de desagüe desde sus viviendas hasta los cursos de agua más próxi-
mos o directamente al río, por lo que la evacuación de aguas servidas es uno de los pro-
blemas más graves que enfrenta la comunidad.

C- Desechos sólidos

Existe un servicio de recolección de basura por parte de la Junta Parroquial de


Nanegalito, mediante el empleo de una volqueta, pero tanto el recorrido como la
frecuencia son irregulares. En la mayoría de las ocasiones la volqueta ‘pasa llena’, y ya no
tiene capacidad para recoger los desechos. Esto obliga a que la mayoría de los poblado-
res arroje su basura al río, a que otros la incineren y a que unos pocos la entierren.

Esto último agrava aún más la situación ya descrita acerca de la contaminación del río
y sobre sus posibilidades de utilizarlo como atractivo turístico. Además conduce a que
existan focos de contaminación, particularmente en las orillas del río, los que permane-
cen así hasta que la providencia envíe las crecientes invernales y los ‘limpie’ arrastrando la
basura por el Tulipe hasta el Guayllabamba y luego al mar.

D- Energía eléctrica

L as 44 edificaciones tienen servicio de energía eléctrica mediante conexión a la red


pública. El servicio llega inclusive a casi todas las fincas del sector.

E- Teléfonos y comunicaciones

Actualmente, además de una cabina pública, existe servicio de teléfonos en todos los
domicilios del centro poblado, servicio que se complementa con los radios de la red
de seguridad. La entrada y salida para teléfonos móviles o celulares todavía no es posible.

F- Educación

L a comunidad de Tulipe cuenta con una escuela fiscal de segundo a séptimo de


educación básica, en la que trabajan tres profesores, cada uno con dos grados o
234
EL ACTUAL ASENTAMIENTO DE TULIPE

niveles. No existe jardín de infantes ni colegio, por lo que los parvularios no gozan de este
beneficio y los jóvenes se ven obligados a acudir a los centros de nivel intermedio de los
poblados más próximos; la mayoría lo hace en el colegio de Nanegalito.

La escuela Julio Moreno de Tulipe está localizada en el extremo Sur del poblado y del
conjunto arqueológico, frente a la iglesia, ocupando un área de aproximadamente 2.000
m2. Cuenta con dos bloques relativamente nuevos en los que funcionan tres aulas, un
salón para 100 personas, servicios higiénicos en buen estado, oficina de la dirección, una
pequeña vivienda para uso de los profesores, cocina para preparar refrigerios para alum-
nos o eventos sociales, patio pavimentado que sirve de cancha múltiple y una cancha de
‘indor-fútbol’. Todas estas instalaciones cuentan con un cerramiento de malla hacia el reti-
ro frontal y de madera hacia el posterior.

Entre los aportes a favor de todo el proyecto de Tulipe, el FONSAL ejecutó también
la restauración de la antigua escuela que se halla dentro de ese espacio educativo. Tal
inmueble es hoy el centro donde se desarrollan todas las actividades sociales y culturales
de la población. Además al haber utilizado los mismos materiales, técnicas y sistemas
constructivos de la zona, constituye una muestra de la arquitectura vernácula.

G- Salud

L amentablemente, Tulipe no cuenta todavía con algún tipo de servicio de salud local,
por lo que se ve obligada a acudir a Nanegalito en donde se halla el hospital más cer-
cano y concurrido de la zona, o directamente a la ciudad de Quito. En casos de emergencia
mayor, que no son pocos, la población recurre al sistema de radios de la Red de Seguridad
del Noroccidente de Pichincha, para con su ayuda acceder a los centros de salud en Quito.

Sin embargo, la ausencia de este servicio fundamental en el lugar, a menudo se ve com-


pensado con acciones de salud preventiva, especialmente campañas sanitarias de informa-
ción, educación y servicios médicos a la comunidad. Estas campañas son realizadas, con
mucho éxito, por el programa de salud comunitaria del hospital de Nanegalito.

El Gobierno de la Provincia de Pichincha construyó una batería de baños públicos y


está localizada en el extremo Norte del pueblo; es uno de los elementos importantes que
la comunidad ha planificado poner en funcionamiento para los turistas que llegan a visi-
tar el sitio arqueológico.

H- Vías de transporte

A l igual que La Armenia, Santa Elena, Gualea Cruz y otros, el actual poblado de
Tulipe, como se ha dicho, nació y creció a lo largo de la carretera antigua y ahora
nueva que pasa entre Nanegalito y Pacto, en uno de los lugares de envidiable ubicación
estratégica y topográfica del sector como es el pequeño valle de Tulipe. Su principal ges-
tor fue el teniente Eustorgio Rosero, propietario de los terrenos y de las piscinas arqueo-
lógicas.

Con relación al sistema de comunicación vial de paso, el centro del poblado conserva
todavía la antigua carretera que bordeaba el sector Norte del valle y que pasa junto a la
piscina circular. Se trata de una vía adicional que se integra al recorrido turístico y ecoló-
gico del proyecto.

235
TULIPE Y SUS RUTAS DE CONEXIÓN HACIA OTROS SITIOS ARQUEOLÓGICOS CIRCUNVECINOS

236
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
EL ACTUAL ASENTAMIENTO DE TULIPE

La actual carretera de paso tiene 12 m. de ancho y bordea el costado Occidental del Habitante de la
valle. Gracias a la gestión del Gobierno de la Provincia de Pichincha ahora es una vía de localidad de Tulipe,
primer orden, pavimentada y cómodamente transitable. Por desgracia, junto con el asen- medio ecológico
subtropical.
tamiento general del pueblo, su impacto ha sido mayúsculo para la conservación e inte-
gridad del sitio arqueológico; no solo que afectó a una de las estructuras (de cuadrada se
redujo a rectangular) sino que rompió abruptamente el espacio físico y la sacralidad sim-
bólica del valle yumbo.

El resto de vías son de tercer orden y presentan menores dimensiones, llegando su cal-
zada de apenas tres o cuatro metros de ancho. Todas están lastradas y reciben un periódico
mantenimiento, brindando así un buen acceso a las diferentes fincas de la zona.

I- Transportes

C uatro cooperativas de transporte pa-


san permanentemente por Tulipe
mientras realizan este servicio entre los pue-
blos vecinos de Nanegalito, Gualea, Pacto, Sa-
guangal, Chontal y las ciudades de Quito, San-
to Domingo y Otavalo. Las cooperativas son:
Transporte Minas, Transporte Otavalo, Trans-
portes Santo Domingo y Transporte Inter-
parroquial. Sus frecuencias son las siguientes:

J- Seguridad

P or iniciativa del señor Bruno Herstum, miembro de la comunidad, Tulipe está inte-
grado a una Red de Seguridad del Noroccidente de Pichincha. Este interesante sis-
tema basa su accionar a partir de radios particulares de los finqueros en banda de 11 m.,
conectados permanentemente con la policía, la cual a su vez mantiene controles de paso
y comunicación con los puntos de acceso al sector. Un sistema nada complejo ni costo-
so que ha permitido no solamente brindar seguridad a la población contra cuatreros y
delincuentes, sino que ha pasado a constituirse en uno de los medios más efectivos de
comunicación para resolver problemas emergentes de atención médica y hospitalaria,
como se ha dicho. Por esta razón el sistema ha sido asumido y ampliado por el Gobierno
de la Provincia de Pichincha para todo el Noroccidente.

6- Características poblacionales de Tulipe y del Noroccidente


A- Filiaciones étnicas de los actuales habitantes

S e debe aseverar que ninguno de los pobladores de Tulipe puede ser considerado
descendiente del grupo étnico yumbo, aunque al recorrer el territorio norocci-
dental es posible encontrar a individuos con rasgos indígenas
no procedentes de la Sierra o de la Costa, y que al entrevistar-
los manifiesten ser originarios de los bosques occidentales del
Pichincha. La mayoría, o quizá la totalidad, de la actual pobla-
ción corresponde a una ascendencia mestiza que inmigró de la
sierra. Últimamente, han ingresado algunas familias de trabaja-
dores venidas del Chota, indígenas de Otavalo y mestizos
colombianos. Los descendientes de las pocas familias que se
asentaron a principios del siglo pasado, y que se consideran los
genuinos fundadores del actual asentamiento, pertenecerían a
una filiación étnica mestiza.

237
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

B- Características demográficas de la población

C omo se ha señalado, el actual asentamiento está compuesto por 44 predios, de los


cuales 24 corresponden a residencias permanentes, 13 para fines de semana y días
feriados, 5 están abandonadas y 2 dedicadas a servicios de la comunidad (iglesia y escuela).

Según el corte en mayo de 2005, en las 24 residencias permanentes del centro pobla-
do habitan 24 familias con un total de 82 personas: 38 hombres y 44 mujeres. La compo-
sición familiar es por tanto bastante baja, de 3 a 4 miembros por familia. Si se compara a
la población existente en las últimas décadas del siglo pasado, se constata un continuo
decrecimiento, provocado especialmente por la migración a ciudades grandes o a Europa,
ante la falta de trabajo local, ausencia de centros de educación media y la severa crisis eco-
nómica que afectó al campesinado en general.

En lo concerniente a la edad de los resi-


dentes, de las 82 personas que viven en el
barrio Tulipe, 31 son menores de edad (me-
nores de 18 años); 39 son adultos (hasta 65
años) y 14 personas se hallan en la tercera
edad (más de 65 años). En el siguiente cua-
dro se aprecia la composición de la pobla-
ción, tanto de hombres como de mujeres
según edad.

C- Actividades económicas

La principal actividad económica del


sector está vinculada con la produc-
ción agropecuaria. Las fincas se dedican fun-
damentalmente a la ganadería de leche. En
algunas fincas complementan la producción
con caña de azúcar y disponen de pequeños
trapiches para la producción de panela.

De las 82 personas residentes, 25 son


estudiantes (13 hombres y 12 mujeres), 15
no tienen trabajo remunerado o tienen tra-
bajos esporádicos y 42 se dedican a diver-
sas actividades económicas.

En Tulipe existen cuatro tiendas, dos


sitios de expendio de comida, un aserrade-
ro. Se cuenta con una pequeña planta de
procesados de leche (quesos y yogurt).

Con respecto a los doce inmigrantes,


estos se han vinculado como obreros a la
construcción comercio y servicio domésti-
co. Una sola persona está estudiando.

D- Organización social

A l ser una población pequeña, las entidades comunitarias locales de su organización


y funcionamiento social son también reducidas:

238
EL ACTUAL ASENTAMIENTO DE TULIPE

- El Comité Pro-mejoras del barrio Tulipe. Yumbada con motivo del


- El Comité de Padres de Familia de la escuela Alonso Moreno. equinoccio el 21 de
- La Asociación Agro-artesanal del Noroccidente de Pichincha (ASANOPI). marzo del 2005 en la
piscina rectangular 2.
- Equipos de fútbol: el Júpiter de hombres y de mujeres, y el Necaxa, masculino.
Fotografía de Patricio
Cando García.
La junta o Comité Pro-mejoras del barrio Tulipe fue creado en 1995 y constituye la
instancia más representativa y dinámica de la localidad, especialmente en la solución de
los problemas comunitarios.

La ASANOPI intenta mejorar las condiciones de vida y de producción de los peque-


ños productores agropecuarios, artesanales y promotores turísticos de la zona.

Los sábados, cada dos semanas, existe un servicio religioso en la iglesia del pueblo pre-
sidido por los sacerdotes de La Armenia-Nanegalito. Esta suele ser también la oportuni-
dad para analizar las necesidades de la comunidad y generar iniciativas de solución.

E- Fiestas

D urante el año se celebran tres fiestas importantes y significativas para Tulipe: una
de carácter religioso en honor de la Santísima Virgen del Rosario, a la que con-
curren todos los feligreses tulipeños residentes e inmigrantes en función de su reencuen-
tro espiritual, familiar y étnico. Este estado anímico generalmente les conduce a un derro-
che de sentimentalismo y afectividad plasmado en manifestaciones populares como bai-
les, lidia de toros, pelea de gallos, exaltación de las reinas y variados encuentros deporti-
vos. Es una fiesta preparada con mucha anticipación, y también largamente comentada
luego de su celebración. Tiene lugar el 7 de octubre de cada año.

La segunda fiesta, de carácter cívico, se realiza el 10 de agosto en la que la Escuela


Alonso Moreno juega un papel aglutinador de padres de familia, alumnos, ex-alumnos,
deportistas y la comunidad en general. Como celebración popular, no ‘se queda muy atrás
de la anterior’; por el contrario, sus promotores lo toman como un sano reto para compe-
tir en organización y programas variados.

La tercera fiesta -que en los últimos años


comienza a tener mucha aceptación y difu-
sión- es la del 21 de marzo con motivo del
equinoccio. Ha sido una importante iniciati-
va de la Administración Municipal La
Delicia que, en su afán por rescatar las mani-
festaciones culturales andinas, encontró el
lugar preciso para dicha celebración solar. Al
medio día se congregan los ‘shamanes’, turis-
tas, curiosos y gente que gusta de este fenó-
meno de profundo significado ancestral.

En ciertos rincones paradisíacos del sub-


trópico quiteño todavía suelen asistir a sus
ritos de corte ancestral algunos ‘shamanes’,
quienes se reúnen en el afán de conservar o
tratar de conservar aquellas ceremonias de
sus padres, relacionadas con el agua y parti-
cularmente con las cascadas más escondidas
entre la montaña.

239
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

Izquierda, Segundo
Paucar Ñato,
reconocido yachak,
fotografiado mientras se
preparaba para su rito
junto a la cascada
Carisuro. Fotografía de
Patricio Cando García.

Derecha, Segundo
Paucar Ñato, en actitud
reverente, de frente a la
cascada Guarmisuro,
recibiendo el arutam.
Fotografía Patricio
Cando García.

F- La población actual y los bienes culturales y naturales

Para ninguno de los habitantes es desconocido de que en Tulipe, y en general en


todo del subtrópico quiteño, existen vestigios arqueológicos que yacen en el sub-
suelo o que sobresalen geométrica y estéticamente sobre las colinas y a lo largo de los pie-
demontes. La toma de conciencia cada vez es mayor y su ‘empoderamiento’ se encamina
hacia un verdadero significado de patrimonio cultural heredado, al que hay que conser-
var. Podría asegurarse que la totalidad de los finqueros y hacendados valoran y tienen
interés en promocionar sus tolas, culuncos, petroglifos, cascadas, piscinas, etc., como una
alternativa turística para el futuro inmediato.

Igualmente, los restos de bosques no talados se convierten, a nivel particular, en peque-


ñas reservas ecológicas familiares con proyectos de recorridos ecoturísticos. De hecho, han
suspendido la extracción de madera y el desbroce indiscriminado de la montaña, así como
la cacería y actividades que puedan afectar a la regeneración de la fauna silvestre.

Desde luego, la relativa cercanía a Quito y otras ciudades, la intromisión de materia-


les constructivos modernos, y en general el proceso de globalización, hacen que los prin-
cipios ecológicos y los conceptos de conservación arqueológica se sometan a la conviven-
cia entre lo tradicional y lo contemporáneo. Cómodas residencias de fin de semana se
levantan sobre antiguas tolas, mientras humildes casas se asientan en pequeñas platafor-
mas inventadas para contrarrestar la humedad y la lluvia. Obviamente, después de un
tiempo unas y otras confundirán a los arqueólogos del futuro sobre la autenticidad y filia-
ción de la verdadera y falsa tola.

El proceso de identidad que viene consolidándose en la actual población de Tulipe,


incluye entre sus componentes al sitio arqueológico de piscinas, fundamentalmente. El
término Tulipe, más que un nombre de río o de un barrio, es reconocido como el centro
ceremonial del pueblo yumbo que la gente asocia a un pasado prehispánico, de tiempos
misteriosos, mágicos y religiosos. No es sólo un punto geográfico en el mapa ecuatoria-
no; es un referente de identidad en el que la comunidad noroccidental se reconoce, se
mira y se cuestiona. Simbólicamente, allí ubica sus raíces más profundas, aunque sepa
también que no proviene directamente de ese tronco étnico.

240
EL ACTUAL ASENTAMIENTO DE TULIPE

Por otro lado, los actuales habitantes auscultan, reconocen y


admiran el pensamiento planificador y ordenador del espacio natural
que tuvieron los yumbos. Están concientes del manejo racional que
tuvieron sobre los recursos naturales, contrariamente a lo realizado
por las actuales generaciones. Identifican la aplicación de un orden
geométrico en las construcciones de las piscinas, de los recorridos del
agua y de las tolas, así como el uso de una lógica humana demostra-
da en la línea recta, la simetría, la complementariedad y el equilibrio.

Hoy, tratan de exaltar y de sumar a la organización de su pobla-


do ese ordenamiento, pues se dan cuenta que pueden y deben vincu-
larlo a la organización lineal que la naturaleza les ofrece a lo largo del
río, evitando el retaceo de lotes que a la larga ocasiona la ‘tuguriza-
ción’ de las viviendas. En consenso, han generado una ordenanza que
contempla el cuidado de su arquitectura vernácula, la prohibición de
construcciones que rebasen las dos plantas, el mantenimiento del río
y sus riberas en estado limpio, la eliminación de criaderos de cerdos y ganado de los predios ‘Chalos’ o canastas
del centro poblado, la recolección de basura clasificada en orgánica e inorgánica, la ornamen- utilizadas por los
tación de las dos calles, y la organización de los negocios en pequeños restaurantes, tiendas yumbos cuya
de alimentos, hospedajes, residencias habitacionales y lugares de venta de pequeñas artesaní- elaboración actual
as rescatadas de la tradición local. Todo esto en función de su bienestar y de la imagen susten- constituye el rescate de
una artesanía muy
table y real que deben guardar frente a la llegada cada vez mayor de turistas nacionales y
característica en el del
extranjeros, ávidos por visitar el sitio arqueológico de Tulipe. subtrópico quiteño.

Pero, más allá del cuidado, conservación y mantenimiento de su patrimonio arqueo-


lógico tan evidente, así como de la imagen y organización de su poblado, la comunidad
está incursionando en la consolidación de su personalidad social, para lo cual con extraor-
dinario interés busca los elementos espirituales e intangibles que dan sustento a la iden-
tidad. De hecho, hay una gran tendencia a capacitarse no solo en flora, fauna, artesanías,
arte culinario, turismo, ganadería, lácteos, etc., sino principalmente en áreas que incum-
ben a la antropología, la etnografía, arqueología e historia.; están empeñados en revivir
sus tradiciones, mitos, ritos, danzas, fiestas.

Además, se dan cuenta que pertenecen a un contexto ecológico donde el elemento


predominante son las fuentes de agua, y que en la cultura andina se las reconoce como
sitios de origen de la vida. El agua en sus estados de neblina que oscurece, líquido que
fluye, o lluvia que satura los campos, es la constante en el entorno natural de Tulipe; pre-
cisamente ese líquido sagrado, símbolo de vida que daba sentido a los templos hundidos
de los yumbos, junto a los cuales ahora conviven.

G- La yumbada

E s una de las pocas huellas culturales que todavía queda como reminiscencia de las largas
y periódicas fiestas que los yumbos realizaban en sus centros ceremoniales, y que poste-
riormente fueron admitidas en las procesiones religiosas de la Colonia. No sabríamos señalar el
grado de transformación de la fiesta original. Empero, detrás de los elementos generales como
los danzantes, los yumbos, la música sarcástica y repetitiva, los movimientos rítmicos y semi
acrobáticos, y la vestimenta exótica llena de sonajeras y colorido, creemos que subsiste el sim-
bolismo de agradecimiento a la tierra, la alegría por la vida y la representación del ascendiente
ancestral que provino de los bosques subtropicales. Los personajes que interviene en estas com-
parsas o procesiones (sacharunas, osos, monos, diablos) tratan de recordar, con bastante sátira, a
ese hombre de la selva y del bosque, más mítico que real, que todos lo llevamos dentro.

Originalmente debió celebrarse en los períodos de solsticios y equinoccios, pero con el


advenimiento de la evangelización, los misioneros mercedarios buscaron cristianizarla, hacién-
241
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO

dola coincidir con festividades del calendario litúrgico, como la de


Corpus Christi, probablemente la más importante.

Para el éxito de la fiesta, se acostumbraba nombrar con mucha


anticipación a los priostes y responsables de la organización.

En las fiestas religiosas de varias parroquias rurales (Nanegal,


Gualea, Calderón, El Quinche, Guayllabamba, Amaguaña) y en algu-
nas urbanas (Cotocollao, La Magdalena) hasta inicios del siglo XX, no
podía faltar la yumbada, era parte de la festividad. La participación de
los yumbos o personajes salvajes debía destacarse en las danzas, y su
liderazgo estaba por encima de todos los otros individuos que se pre-
sentaban como capariches, negros, vacas locas, curiquingui y diablos. Ese
papel tan protagónico llevó posteriormente a asociar el término yumbo
más a la acción de danzante que a la representación del hombre de la
selva, transformándose así el simbolismo original y parte de la identi-
dad de aquel pueblo noroccidental que luego pasó a la Amazonía.

Actualmente, la iniciativa de algunas instituciones al incluir la


yumbada en las fiestas populares y religiosas, conlleva la idea
directriz de rescatar la danza y el danzante, mas no la reivindica-
ción del origen, territorio e identidad del pueblo yumbo.
Danzante que intervenía
en las procesiones de la En una entrevista que hemos hecho a la gente durante las últimas fiestas de Cotocollao
yumbada. Fuente: a la pregunta ¿quiénes son los yumbos?, varios respondieron que se trataba de “los disfra-
archivos Banco Central zados que están bailando más que los otros” (señalando con el dedo a los de vestimenta
del Ecuador. inusual con que participaban en la procesión). La mayoría supuso que debieron ser “anti-
guos danzantes”, mientras que algunos estudiantes universitarios de turismo los identifi-
caron como “unos salvajes que existieron y que eran como los aucas”.

Lejos de prestar atención a la entrevista, todos estaban interesados por la ‘yumbita’ o


baile con pañuelo, por gozar con las acrobacias y sátiras del guañukchi (yumbo cabecilla
de la danza), y por esperar a formar parte de la matanza del cuchijapi o chancho, que luego
se disfruta entre los invitados.

H- Delimitación del área a protegerse

En base a todo lo expuesto se deduce que en Tulipe confluyen naturaleza, activida-


des productivas, población residente, escala obligada en el recorrido entre Nane-
galito y Gualea, y de manera preponderante la arqueología. Esta última condición, defi-
ne una dinamia y un tipo de características socioculturales y económicas propias del
actual asentamiento, que lo diferencia de otros poblados.

Hablar de Tulipe es hablar de arqueología; se lo identifica con las ruinas de los yum-
bos, las piscinas; pero por extensión también se lo asocia a las tolas, culuncos y demás ves-
tigios dispersos en el subtrópico quiteño.

Toda esta interesante concepción, si bien beneficia a la comunidad, también es una


amenaza para la conservación de las estructuras arqueológicas, por lo que se hace nece-
sario establecer una categorización de las zonas o áreas de respeto con el apoyo decidi-
do de las instituciones competentes y el consenso de la población. Las áreas determina-
das por el mismo sitio y los vestigios son las siguientes:

Área de primer orden: La planicie en donde se hallan las piscinas arqueológicas, el cen-
tro poblado y su entorno natural inmediato entre el río y la carretera, en una longitud

242
EL ACTUAL ASENTAMIENTO DE TULIPE

aproximada de 2 km. En este espacio se permitirá la conservación de las casas existentes,


la reubicación de aquellas que se encuentren sobre las estructuras, y la edificación de nue-
vas residencias de acuerdo a una ordenanza municipal reguladora.

Área de segundo orden: Corresponde al valle de Tulipe, encerrado por las cuatro tolas
que custodiaban a las piscinas Alfonso Pozo, Tonato, Miño y Rosero, y que prácticamen-
te coinciden con las laderas que circundan al área de primer orden. Aquí deberá favore-
cerse la forestación de los bordes de los caminos y la conservación de la vegetación nati-
va en las quebradas, las fuentes de agua, fauna nativa, así como el control de la edifica-
ción de nuevas casas, según la misma ordenanza municipal.

Área de tercer orden: Comprende todo el territorio noroccidental de las cuatro parro-
quias, pues, conforme se ha demostrado en este libro, en los 842.85 Km2 existen eviden-
cias arqueológicas de la nación yumbo. Esto no significa que dichos vestigios deban obs-
taculizar el desarrollo y crecimiento de los actuales pobladores, pero sí deben ser objeto
de conservación, mantenimiento y máximo respeto.

Esta categorización de áreas centrales y de influencia debe aparecer consagrada en


ordenanzas específicas y bajo el amparo de una moderna Ley de Patrimonio Cultural.
Para el efecto, y no solo en función del caso Tulipe, es tiempo de que el país disponga de
políticas culturales, leyes severas y decisiones valientes que protejan su patrimonio
arqueológico. No es justo que de manera impávida se cierre los ojos ante la destrucción,
el huaquerismo y el saqueo de este legado. Su control, manejo y custodia debe descen-
tralizarse y estar en manos de los diferentes municipios del país.

I- Museo de Sitio

D urante el proceso de edición de este libro, el FONSAL, por decisión del señor alcal-
de del Distrito Metropolitano de Quito, construye el museo de sitio de Tulipe, lugar
diseñado bajo parámetros museográficos modernos pero también integrados al medio rural
y cultural del actual poblado. En este museo se expondrán los materiales culturales rescata-
dos y se impartirá toda la información de Tulipe y de sus artífices, los yumbos.

Desde este centro de interpretación construido en terrenos donados por los señores
Euclides Miño y Bruno Herstum en la ribera izquierda del Tulipe, el visitante descenderá
al sitio de las piscinas para conocer el significado y simbolismo que cada uno de estos
espacios hundidos encierra entre sus piedras. Luego recorrerá a lo largo del río informán-
dose en paneles expuestos y guías escritas sobre diferentes tópicos de la zona (flora, fauna,
arqueología, volcanismo, historia aborigen, mitos, ritos, leyendas, tolas, petroglifos, cu-
luncos, etc.), hasta llegar a la piscina circular. Allí podrá observar la ubicación y recorri-
do del sol y calcular los solsticios y equinoccios, además de acceder a las interpretaciones
de los arqueólogos sobre el sitio. Después volverá al museo por las dos calles del pueblo
disfrutando de la artesanía, arte culinario elementos típicos de la zona.

Una vez culminado este recorrido en el centro ceremonial de Tulipe, conviene que el visi-
tante continúe hacia alguno de los sectores (Urcutambo, El Porvenir, Las Tolas, etc.) para que
conozca los monumentos piramidales de las tolas. Para el efecto, desde Tulipe parten varios
caminos; si bien no están pavimentados, tienen un excelente mantenimiento.

Esta sugerencia de recorrido, quedaría incompleta si no se recomienda la degustación


de platos tradicionales de Tulipe (a solicitar bajo pedido previo), como son el ceviche de
plamito, carnes y truchas de variados estilos, los dulces y quesos elaborados en casa, y los
nuevos y suaves licores, entre ellos el ya célebre ‘yumbito’. Inclusive, el visitante puede alo-
jarse en las varias de las residencias de finqueros y campesinos, que para el efecto están acon-
dicionando sus viviendas y ofreciendo un turismo arqueológico, ecológico y vivencial.
243
Uso del suelo y
edificaciones en centro
poblado de Tulipe y
construcción del museo
de sitio (en verde
claro).

244
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
EL ACTUAL
ASENTAMIENTO DE TULIPE

245
Monumentos
arqueológicos y del
centro poblado en el
valle de Tulipe.

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