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Scanner Tulipe Tomo Ii
Scanner Tulipe Tomo Ii
Página 4: petroglifo de
E n el caserío de Tulipe, ubicado en el Noroccidente de la provincia de Pichincha a 70
Km. de Quito por carretera y a 40 Km. en línea recta, se encuentran varias estructu-
ras precolombinas, denominadas localmente como las piscinas.
la zona de Tulipe
Desde 1925, su acceso se hizo desde Cotocollao y a través de una estrecha boca de
montaña se dirige al Occidente por Nono, Tandayapa y Nanegalito siguiendo el cauce del
río Alambi. Actualmente, la vía de primer orden que une la Sierra con la Costa -por la Mitad
del Mundo, Calacalí, Nanegalito, los Bancos, Puerto Quito, Santo Domingo- permite la lle-
gada al complejo arqueológico de Tulipe en una hora de viaje.
A medida que se desciende desde los niveles más altos de la cordillera Occidental, se
observan los rápidos cambios de vegetación correspondientes a diferentes niveles ecológicos.
1 A continuación, las palabras señaladas en este tono encontrarán su definición en la sección de glosario, en las páginas
finales del estudio.
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TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
Considerando que toda esta área, como se ha dicho, se caracteriza por esa topografía
ondulada y suave de sucesivas colinas con variada altura, es necesario resaltar la excepcio-
nal ubicación del sitio arqueológico central que, en forma de valle, se extiende de Suroeste
a Noroeste en una superficie de 30 hectáreas, mientras la planicie donde se encuentran las
‘piscinas’ apenas tiene 800 m. de largo por 400 m. de ancho, y está rodeada de pequeñas ele-
vaciones que se levantan en todas direcciones, salvo en la parte nororiental que correspon-
de al cauce mismo del río.
Las cimas de algunas de estas colinas aparecen modificadas por la construcción de monu-
mentos piramidales o tolas, orientadas casi siempre hacia las estructuras centrales o piscinas.
2 En un artículo de 1919, Contribución al conocimiento de las lenguas indígenas que se hablaron en el Ecuador Interandino y Occidental,
con anterioridad a la conquista española, Jijón y Caamaño aporta un dato significativo para nuestro tema, dice: “Pi= agua, figu-
ra en todas las voces que significan líquidos” (Jijón y Caamaño, 1919: 349). El nombre Tulipe (Tulipi), significaría enton-
ces, en lengua Barbacoa, lugar de las aguas; y esto tiene sentido porque en Tulipe convergen dos ríos, el San Carlos y el río
Tulipe. Además no debe olvidarse que en el valle sagrado, las estructuras semi enterradas, tienen un complejo sistema
hidráulico que permite el desarrollo de las ceremonias y rituales en donde el agua deviene en un rol preponderante.
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3- Algunos habitantes locales aseveran que el nombre del río y por tanto de las piscinas,
pudo haberse inspirado en los tulipanes que existían en la zona y que “en su honor se
denominó así en tiempos pasados”, recortándole la última sílaba.
En este estudio, se opta por la segunda interpretación: río o agua que viene de las tolas.
Este significado sugiere o permite una asociación cultural estrecha entre el contenido sagrado
del agua que se depositaba en las estructuras hundidas de las piscinas y los montículos pira-
midales de las tolas que circundaban al centro ceremonial. Las evidencias arqueológicas, tanto
de las tolas como de las piscinas y no se diga del río, están allí y se las puede comprobar.
Sus actos rituales y vida religiosa se combinaban con sus actividades cotidianas, enca-
minadas fundamentalmente al intercambio de productos propios de la zona: oro, sal, ají,
coca, algodón, tanto con la región andina, así como con la región costanera, a más de sus
textiles artesanales y agrícolas en general.
La importante actividad comercial con las regiones circunvecinas hizo que los yum-
bos fueran considerados como comerciantes de productos suntuarios y de primera nece-
sidad, y respetados por sus altos conocimientos en medicina (herbolaria) hasta bien entra-
da la Colonia y en el período republicano, hasta principios del siglo XX.
Por otra parte, se construyó una infraestructura arquitectónica poderosa que desde
estos altos miradores controlaba todo el territorio, formando verdaderos complejos que
sugieren la existencia de sociedades estratificadas. Como ya se ha señalado, en la cúspide
se encontraba el jefe y su élite, los sabios, ‘sacerdotes’ y ‘cortesanos’, ocupando espacios
privilegiados para residir (tolas mayores) y asistiendo a los ritos periódicos que se prota-
gonizaban en el gran templo de Tulipe. El jefe ejercía el poder religioso, administrativo y
médico, propio de un ‘shamán’, cacique o señor, para lo cual auspiciaba la formación de
expertos yachakkuna o sabios que luego le asesoraban.
Si bien, todos los sitios ocupados por los yumbos pudieron adaptarse para la ceremo-
nialidad ritual, el pequeño valle de Tulipe respondió a plenitud con las exigencias que
debieron tener sacerdotes, planificadores y constructores. En este lugar habrían encontra-
do el agua purificadora, la coincidencia de dos quebradas que se unen (San Carlos y
Tulipe), un río que ingresa al valle y luego sale (el mismo río Tulipe), una planicie con coli-
nas que le rodean, una amplia cobertura del firmamento, un cielo despejado para las obser-
vaciones nocturnas, una vegetación exuberante,… Elementos que sintetizaban las ventajas
naturales y la geografía sagrada, y permitían entonces una estrecha relación del ser huma-
no con lo sagrado. Este fue el espacio escogido por los yumbos para su templo abierto o
centro ceremonial, que en este estudio se denomina como valle sagrado de Tulipe.
E n la parte baja de la cuenca del río Tulipe se encuentra un grupo de estructuras hun-
didas o recintos semi subterráneos en forma de piscinas de diverso tamaño y dise-
ño cuyas paredes están cubiertas de mampostería de piedra. Se hallan en buen estado de
conservación gracias a las condiciones ecológicas del sitio y a su técnica particular de
construcción. La espesa vegetación subtropical, su óptimo drenaje natural, y la carencia
absoluta de acción eólica en la zona, han permitido que todos los vestigios permanezcan
sin mayor alteración. Las formas de estas estructuras incluyen círculos, semicírculos rec-
tángulos y polígonos dentro de un contexto organizado, rodeadas de un marco de coli-
nas naturales que han sido transformadas en terrazas o graderíos artificiales a modo de tri-
bunas de un gran anfiteatro abierto. Además, toda una red de canales de acometida y
suministro, se teje armónicamente en la planicie ocupada por dichos recintos semi subte-
rráneos, lo que denota claramente la funcionalidad hidráulica del sitio.
B- Tolas
E n las colinas que circundan al valle se hallan cuatro tolas estratégicamente ubica-
das de acuerdo a los puntos cardinales y orientación general del valle: al Norte está
la tola Miño, cuyas evidencias son poco reconocibles, debido a las últimas actividades
agroganaderas; al Sur se halla la tola Rosero o Nueva Era, muy bien conservada; al Oeste
la tola Tonato, prácticamente desaparecida, pero hasta los años setenta todavía era iden-
tificable; y al Este, la tola Alfonso Pozo, muy bien conservada, aunque la intromisión de
los arqueólogos alteró su integridad excavándola en su parte central, sin volver a rellenar-
la y dejarla como fue su plataforma.3
Las cuatro tolas, más bien pequeñas (10 m. de largo por 4 m. de ancho) tienen doble
rampa de acceso y su típica forma geométrica de pirámide trunca, pero lo que más llama
la atención en estas cuatro tolas y en varias otras más alejadas, es la orientación de su eje
mayor y de sus rampas: las cuatro se dirigen hacia el valle sagrado de las piscinas.
Por su ubicación estratégica en las partes altas y destacadas de las colinas, por su espe-
cial orientación cardinal con relación al valle, por sus rampas siempre dirigidas hacia el
centro ceremonial, por el tamaño similar entre ellas y sobre todo, por su asociación con-
textual directa con las piscinas, se deduce que la función de estas cuatro tolas estuvo con-
sagrada a la ‘custodia’ del sitio, es decir, se podría entenderlas, simbólicamente como las
‘guardianas del valle sagrado de Tulipe’.
3 Al final de este capítulo, se encontrará la ubicación de las cuatro tolas mencionadas. Remitirse a la página 23.
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EL VALLE SAGRADO DE TULIPE
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Los demás caminos, especialmente los que iban al Sur (Las Islas, Cerro del Oso, tolas
Inga-Miraflores, etc.), al Norte (Gualea, Porvenir, Chontal, etc.), al Oriente (Camacpi,
Pueblo Viejo, Nanegalito, Los Suros) y al Occidente (Las Tolas, Ayapi, Saloya y, por el
otro lado al Pachijal a unirse con el Mashpi), han desaparecido en el valle de Tulipe debi-
do a la apertura de carreteras de segundo y tercer orden, pero a medida que nos distan-
ciamos del valle, se los encuentra muy bien conservados en varios trechos.
En las partes montañosas, las rutas son muy evidentes en especial aquellas que se
orientan hacia las bocas de montaña o pasos favorables de la cordillera occidental y
que circundan al volcán Pi-
chincha. Al Norte están los
caminos que conectan Urcu-
tambo, Cachillacta, Chaca-
pata, y Nanegalito, con las
poblaciones de Nono, Cala-
calí y Cotocollao; al Sur es-
tán los que parten desde In-
gapi y el Pachijal, por Mindo,
hacia Lloa.
D- Piscinas
Tanto en el sitio ocupado por las piscinas, como en el de las tolas, y a lo largo de
los caminos, es posible encontrar gran cantidad de cerámica fragmentada funda-
mentalmente de tipo utilitario.
“[...] Una gran tola quadrilonga cuyos lados mayores de N a S por 50 1/2 g. Sudoeste
y de S a N 51 1/2 g. Yo quedé admirado al ver tan bien orientada esta masa. La gran
tola tiene de longitud 93 ts = 217 varas castellanas, y de ancho 42 1/2 toesas = 98 varas
castellanas. Su plano superior está al horizonte, y en su medio se levanta una pequeña
eminencia hemisférica: su altura es variada por estar situada en un suelo con pendien-
te mayor por el lado occidental y menor por el oriental.
Al mismo lado se ve un baño [subrayado nuestro] que seguramente sirvió a algún mag-
nate de los indios. Está excavado en la peña o tierra de figura circular: tiene de diáme-
tro 5 pies, y de altura 12 pies; se entra en él por una puerta de arco de 5 pies de alto y
2 de ancho; al piso de ésta hay un redondo y comienza hacia abajo otra cavidad de un
diámetro menor y también circular. Yo he visto esta parte ya llena de tierra y piedra,
que el tiempo y los años por luego han depositado. Se me ha asegurado por el cura que
era de corta profundidad antes de llenarlo. Observé que una luz llena esta cavidad el
agua derrama por la puerta al lago que está casi al mismo nivel. El agua es conducida a
este baño por un canal [subrayado nuestro] cavado en la tierra, y se introduce por la
parte superior, en forma de cascada” (manuscrito de Caldas y Tenorio, 1802).
4 La cultura tiahuanaco (400 - 1000 d.C.) creadora de colosales monumentos hechos en piedra arenisca y basalto, exten-
dió su influencia desde el Titicaca en el altiplano andino hacia una amplia área de Bolivia, Norte de Argentina y Chile y,
obviamente a gran parte de Perú, especialmente en la Costa. La plaza hundida del Kalasasaya tiene otro tipo de caracterís-
ticas arquitectónicas de extraordinarias proporciones que simplemente no se puede comparar con Tulipe por su forma,
construcción, y tratamiento de las piedras; no se diga por su asociación con esculturas antropomorfas, palacios, pumapun-
go, puerta del sol, etc. concentrados en un amplio complejo arquitectónico. El Kalasasaya, con sus numerosas cabezas-clava
es otra cosa; pertenece a otro contexto y sólo ‘lo hundido’ presenta similitud con las piscinas yumbo.
Otro caso que podríamos citar es el de Huancané, un sitio estratificado que fuera excavado por Ryden, 30 Km. al suroes-
te de Tiahuanaco. Ravines señala al respecto que ”está compuesto por tres canchas rectangulares, semejantes al Kalasasaya
aunque más pequeñas, constituidas por aparejos de mampostería, donde machones equidistantes están rellenos con hiladas
de piedras secanteadas, formando un muro continuo. La cancha del norte es la más amplia. Tiene un monolito
antropomorfo en la parte central y un canal exterior cubierto con lajas. De los siete monolitos conocidos, tres correspon-
den a representaciones antropomorfas, una de ellas en el estilo Tiahuanaco Clásico” (Ravines, 1982: 206).
El mismo autor, luego refiriéndose a Lucurmata, otro sitio con elementos arquitectónicos semi subterráneos ubicado en la
península de Taraco, e investigado por Bennett, añade que “consiste en un templo semi subterráneo, con canales de drena-
je cubiertos con lajas. Un monolito de arenisca roja se yergue en el centro del templo” (Ravines, 1982: 207).
Además de Kalasasaya, Huancané y Lucurmata, existen otros tantos sitios en el área de Tiahuanaco que claramente
corresponden al Horizonte Medio propuesto por John Rowe (1945), y que contienen los mismos elementos comunes:
templo semi subterráneo, canales de drenaje (a veces cubiertos con piedras lajas) y monolitos antropomorfos.
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TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
Esta estructura, por su asociación contextual junto a aquella “gran tola quadrilonga”
parece haber pertenecido al período de las grandes tolas investigadas por el arqueólogo
alemán Oberem, quien afirma:
Esta denominación usada por los colonos modernos, es errónea y proviene de la ten-
dencia en el Ecuador de designar como inca a cualquier tipo de ruinas o vestigios prehis-
pánicos. Las escasas evidencias de la cultura del Estado imperial cuzqueño en el sector
noroccidental de la actual provincia de Pichincha, son insuficientes para demostrar la
influencia directa de dicho pueblo sureño. A propósito de esta aseveración, el investiga-
dor Uhle señala:
“Excluyo de este nombre la zona tropical del Oeste del Ecuador que, según parece,
nunca fue ocupada por los incas, debido a las dificultades que se ofrecían para su con-
quista” (Uhle, 1939: 126).
Sin embargo, con las investigaciones llevadas a cabo por el FONSAL, si bien son
escasos los hallazgos, hay evidencia cierta de la presencia inca en territorio yumbo.
Hemos encontrado algunos fragmentos de cerámica en Gualea Cruz; una de las estruc-
turas hundidas de Tulipe es un baño inca; y se puede anotar su probable incursión por
los culuncos yumbos hacia el Norte de Nanegal. En esta zona ocuparon anteriores tolas
y las convirtieron en pucarás o sitios de control - conforme se describirá en los capítu-
los XII y XXI.5
Se conoce por la investigación etnohistórica de Frank Salomon que los yumbos man-
tuvieron contactos de gran intensidad, especialmente comerciales, tanto con las ‘naciones’
que existían dentro de su región, tales como los niguas y los ‘colorados’ o tsáchilas como
con los aborígenes de la Costa, de la Sierra y hasta de la Amazonía (Salomon, 1997: 11).
Con la región circunquiteña, los yumbos se conectaban por cuatro rutas, a través de
las que transportaban diversos productos -sal, ají y algodón-, considerados como bienes
de primera necesidad indispensables para alcanzar el mínimo nivel de bienestar aceptable
para la cultura aborigen. En nuestra investigación se ha confirmado la presencia de: obsi-
diana, cuentas de concha Spondylus, láminas de concha madre perla y calcifer.
Dentro de estos intercambios interregionales que mantenían los yumbos con otros
pueblos y con las poblaciones costeñas, se considera que, de alguna manera las piscinas
de Tulipe constituyeron un centro de convergencia social o religiosa de particular impor-
tancia. Su ubicación geográfica, su emplazamiento extraordinario, la especial utilización
5 Las ruinas de Tulipe aparecen como un complejo grande y organizado, cuya construcción obedece a una planificación
previa, a una dirección técnica y a una organización socio-política y religiosa con personalidad autónoma; es decir, sin
necesidad de influencias ajenas para la construcción de obras monumentales.
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EL VALLE SAGRADO DE TULIPE
del espacio, la originalidad de las formas, tamaños y dimensiones, son detalles más que
suficientes para considerarlas como un monumento arquitectónico que irrumpe o emerge
en la nación yumbo con una ingerencia determinante en la vida social y espiritual de los
habitantes. De momento, nos restringimos a describirlo en términos generales. En el
Capítulo XII se hará un estudio pormenorizado de cada estructura acorde con las investi-
gaciones arqueológicas.
Todas estas estructuras tienen una profundidad media de 1,90 m. y recibían el agua
a través de un pequeño conducto, cuyas paredes y base fueron construidas con piedras
planas y lisas, mientras la parte superior se dejó abierta. Estos acueductos tienen 0.15
m. de alto por 0.16 m. de ancho, y, en general, una fluidez favorable con 3 o 4 grados
de inclinación, que era controlada mediante una compuerta que orientaban y armoni-
zaban el reparto del agua a las diferentes estructuras geométricas de acuerdo a los res-
pectivos ritos.
Sobre la plataforma de una terraza fluvial plana cortada por un pequeño barranco de
6m. de profundidad, se levanta el complejo de piscinas, sitio arqueológico que a su vez
está delimitado por el cauce del río Tulipe, que recorre este sector de Oeste a Este.
Hacia el Suroriente, se destaca una larga y escarpada ladera en la cual también apare-
cen vestigios arquitectónicos de un graderío o una serie de andenes que, lastimosamente,
se hallan muy alterados por la actividad agrícola y por la apertura de la nueva carretera
que conduce de Tulipe hacia Gualea y Pacto. Desde esos andenes se puede observar per-
fectamente el emplazamiento organizado y geométrico de las piscinas en su conjunto.
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TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
Levantamiento
topográfico del valle de
Tulipe. En naranja,
conjunto arqueológico;
en verde claro, museo
de sitio.
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EL VALLE SAGRADO DE TULIPE
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Capítulo X
Geomorfología de Tulipe
Los variados procesos de erosión hídrica lineal del río Tulipe, han determinado la for-
mación de un sistema escalonado de pequeñas terrazas encajadas y modeladas sobre un
gran depósito coluvio-aluvial de tipo cono de deyección-esparcimiento del río Blanco,
donde cada una de ellas representa una parte de los lechos antiguos, ya abandonados
debido al posterior socavamiento lineal continuo del lecho del río Tulipe.
Por otra parte, la actividad volcánica explosiva durante el cuaternario que afectó par-
ticularmente a la Sierra Norte, ha determinado que las formas del relieve del área de estu-
dio, se encuentren recubiertas o fosilizadas por un depósito continuo de materiales piro-
clásticos (ceniza, lapillí) de naturaleza eólica. De acuerdo a su edad y a las condiciones cli-
máticas reinantes, estos materiales se han alterado de diferente manera.
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TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
torrencial de los ríos que drenan sus aguas desde el Norte de la Sierra ecuatoriana hacia
el Océano Pacífico.
Justamente, es en esta zona que tal depósito coluvio-aluvial alcanza su mayor potencia y,
consecuentemente, su mayor altura, al culminar a 2.350 m.s.n.m. al Oeste de Tandayapa.
origen eólico, que presentan espesores considerables, que en ciertos lugares llegan a 8 m.
debido a la cercanía de los volcanes.
- Una capa inferior que corresponde a las tres cuartas partes del espesor total de color
pardo amarillento intenso, con textura limo-arcillosa y sin huellas de estratificación y
de discontinuidad. Se trata de una primera emisión de cenizas antiguas, hoy en día
fuertemente alteradas. Su base fue datada en más de 42.000 años.
- Una capa superior con textura ligeramente gruesa, de limoso a limo-arenosa, color
pardo a gris-amarillento, corresponde a una serie de emisiones más recientes que
empezaron hace aproximadamente 8.500 años. Entre ellas, por su connotación histó-
rica y geológica, cabe mencionar la erupción del Guagua Pichincha ocurrida el 27 de
octubre de 1660 y que con una duración aproximada de un mes (28 de noviembre de
1660), produjo un depósito de cenizas de 42 cm. de espesor (media vara) en la ciudad
de Quito y en los campos aledaños. La sección de esta capa debe contener obligada-
mente parte de esta ceniza volcánica que por sus características pulverulentas fue
transportada, especialmente hacia el Occidente por los vientos alisios, y que además
causó el oscurecimiento de la ciudad de Quito durante cuatro días (Hall, 1977: 139.)
A- Sistemas morfogenéticos
B- Sistemas fluviales
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TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
Terraza alta
Ocupa el nivel superior del sistema fluvial, con una ligera inclinación al Oeste y al Norte
con relación al cauce del río Tulipe. En esta terraza se encuentran los sitios arqueológicos más
importantes del valle sagrado, constituidos por el conjunto de piscinas. Esta terraza ha sido
totalmente recubierta por los depósitos continuos de ceniza volcánica de naturaleza eólica,
que fosilizaron completamente al depósito coluvio-aluvial del cono de deyección-esparci-
miento del río Blanco, constituido como el basamento geomorfológico de la zona de estudio.
El depósito superior reciente tiene una edad inferior a 10.000 años y su centro de emi-
sión, por su ubicación geográfica, se debe relacionar con el volcán Guagua Pichincha, el
cual se presenta particularmente activo desde 1533 hasta 1831, sobresaliendo por su dura-
ción y gran cantidad de ceniza volcánica emitida (42 cm. = media vara) la erupción de
1660, que se depositó en los alrededores del volcán, y sobre todo en el Noroccidente de
la actual provincia de Pichincha.
Corte estratigráfico en la tercera terraza fluvial de Tulipe. Sobre la base del Inmediatamente subyacente, se presenta
dibujo de Marcelo Rubio M. una capa de 60 cm. de espesor o potencia
con una granulometría más fina. Tiene su
origen en depósitos antiguos de ceniza vol-
cánica con una edad inferior a 18.000 años.
CAPA
ORGÁNICA Presenta una granulometría arcillosa, con
DEPÓSITO una coloración clara a marrón negruzca,
RECIENTE
muy rica en halloysita. Constituye el resul-
LAPILLI
tado de la meteorización acentuada del
material parental bajo un clima tropical-
subtropical lluvioso. Edafológicamente, esta
capa representa el horizonte aluvial o de
acumulación, enriquecida por los elementos
finos y solubles transportados por las aguas
de infiltración desde la capa superior. En
DEPÓSITO esta capa disminuye la incidencia orgánica.
ANTIGUO
(60CM)
Al Norte de la población de Tulipe, la
terraza está sujeta a un proceso de amplia-
ción por el depósito de materiales de cons-
trucción vial, lo que no sucede con la terraza
media y cauce abandonado hidromórficos.
Terraza media
Se localiza en las márgenes derecha e izquierda del río Tulipe, aguas abajo y en el nivel
inmediatamente inferior con relación a la terraza alta donde se encuentra la piscina circu-
lar 8. Su modelado se relaciona con procesos intensos de erosión fluvial que decaparon
los depósitos recientes y antiguos de las cenizas volcánicas eólicas, permitiendo de esta
manera que aflore el depósito coluvio-aluvial transportado por el río Blanco y depositado
bajo forma de un cono de deyección-esparcimiento. En esta terraza no se encuentran ves-
tigios arqueológicos y su espacio está siendo utilizado en actividades constructivas
(viviendas) y agro-productivas.
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GEOMORFOLOGÍA DE TULIPE
En la parte superior, aparece una capa de arena gruesa de una potencia de 1.50 m., con una
coloración pardo rojiza. Al tacto, presenta signos de cementación, por lo cual se asemeja a
una arenisca de grano grueso bastante fiable.
Por su coloración, se presume, que los ele- Corte estratigráfico en el cauce del río Tulipe. Sobre la base del dibujo
mentos son el hidróxido y el óxido de hierro. de Marcelo Rubio M.
Su origen se debe a una pequeña sinuosidad hacia el Noreste que describió el curso
del río Tulipe en el pasado.
Se localiza únicamente en la margen izquierda del río Tulipe. Durante la estación llu-
viosa, se convierte morfológicamente en cauce actual de este río por donde drena un
brazo del mismo.
Esta terraza está compuesta por aluviones limo-arenosos con alternancia de cantos
rodados, todos de naturaleza volcánica, cubierta y remodelada cada estación lluviosa por
las crecidas estacionales. Por su cercanía a la cordillera occidental, superficialmente pre-
senta una buena cantidad de bloques rodados, que le dan una característica pedregosa,
que impide todo intento de actividad agro-productiva. Se nota superficialmente la pre-
sencia de troncos de árboles, que testimonian los daños de la estación lluviosa en el medio
natural, y una cantidad considerable de deshechos arrojados por la población de Tulipe.
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TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
En su parte superior, el corte de la carretera a Gualea muestra una capa reciente de ceniza volcánica de colo-
ración parda a gris amarillenta, de granulometría limo-arenosa a limosa cuya datación del C14 señala 1600 d.C.
La potencia de esta capa va de 15 a 40 cm., de acuerdo a la topografía del terreno. A menudo aparece con una
alternancia de ‘lentes’ o delgadas capas de lapillí blanquecino poco o nada alterados. En su parte superior se ha
ido desarrollando una pequeña capa orgánica de unos 20 cm. de espesor, resultante de la vegetación herbácea
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GEOMORFOLOGÍA DE TULIPE
que ahí se genera. En su parte inferior, subyace una capa potente de más de 4 m. de espe-
sor de cenizas volcánicas antiguas de coloración pardo amarillenta intensa, con manchas
blancas y una granulometría arcillosa, fosilizada por el depósito de ceniza volcánica
reciente. Por su ubicación estratigráfica, esta capa no presenta características orgánicas.
En la entalladura del río Tulipe, debajo de esta capa aparece el depósito detrítico colu-
vio-aluvial, tipo cono de deyección-esparcimiento del río Blanco.
3- Morfodinámica actual
La pequeña sinuosidad que describe el río Tulipe frente a la terraza baja, socava la base
de su cauce y da origen a un pequeño acantilado, el cual puede ser afectado frecuente-
mente por la caída de materiales del estrato superior, que podría afectar a la antigua carre-
tera a Gualea.
La actividad antrópica de relleno con materiales viales para ampliar la superficie cons-
tructiva de la terraza alta, está modificando las formas del relieve en detrimento de la
terraza media y paleocauce, que son niveles hidromórficos abandonados.
1 El equipo consultor conjuntamente con la comunidad ha decidido entre otras cosas: conservar limpio todo el curso
del río Tulipe, guardar una franja de 20 m. sin desbrozar la vegetación en cada ribera del río, rescatar los materiales, téc-
nicas y sistemas constructivos de la arquitectura vernácula, eliminar los criaderos de cerdos cercanos al sitio arqueoló-
gico, arborizar las zonas vecinas del lugar, no permitir construcciones que superen los dos pisos de altura, manejar la
basura diferenciando la basura orgánica de la inorgánica, adornar las viviendas con vegetación y elementos culturales
propios de la zona etc. Esta decisión debe ser sancionada por el Municipio del Distrito Metropolitano para que tenga
el carácter de obligatorio y legal.
31
A
B
G
Capítulo XI
Excavaciones arqueológicas y
estratigrafía de Tulipe
Página anterior:
U na vez determinadas claramente las evidencias superficiales de las piscinas, tolas,
culuncos, petroglifos y otros elementos culturales existentes en la zona, se deci-
dió rescatar -mediante excavaciones en área y seguimiento de muros- uno de los vestigios
excavación arqueológica
y corte estratigráfico en
el centro ceremonial de
más representativos de lo que comenzábamos a definir como arquitectura religiosa de los
Tulipe.
yumbos: las piscinas o centro ceremonial de Tulipe.
Cabe destacar la presencia de un gigantesco cedro en medio del sitio, salvado del des-
brozamiento de los bosques naturales de esta zona. Sus raíces se extendían como brazos
ondulantes entre las paredes de las primeras estructuras. Este árbol ha servido como punto
cero para la cuadriculación general del sitio monumental en las primeras etapas llevadas
a cabo por el Banco Central del Ecuador. En este estudio, el datum point -punto dato gene-
ralmente tomado como punto cero- se halla representado por un mojón de cemento acor-
de con el actual levantamiento topográfico.
Las excavaciones arqueológicas han tenido dos instancias muy importantes que con-
viene señalar: la primera desarrollada en 1980, que consistió en la apertura de varias uni-
dades de sondeo de 2 x 2 m. (20 en total) en diferentes puntos considerados como repre-
sentativos y estratégicos de la microzona.
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TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
Ubicación de las primeras 20 unidades excavadas en Tulipe (1980). Este gráfico es de Hólguer Jara Chávez.
Todas las unidades y en especial las más cercanas a las piscinas, presentaban a 0,60 m. de
profundidad -y en medio de vetas de arena- una capa cultural con algunos fragmentos
pequeños de cerámica burda y utilitaria, de difícil diagnóstico y filiación, aunque muy simi-
lar a la tardía de la Sierra. Se excavó solamente hasta los 3 m. de profundidad, debido a la
presencia de gigantescas piedras de antiguos depósitos fluviales.
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EXCAVACIONES ARQUEOLÓGICAS Y ESTRATIGRAFÍA DE TULIPE
Este hallazgo obligó a que el área de excavación fuera ampliada, pues había que des-
cifrar las conexiones existentes entre las estructuras hundidas y todo el sistema hidráuli-
co. El seguimiento de sus evidencias ha permitido dilucidar lo que podría llamarse el sec-
tor de acometida y suministro del agua, aunque por razones de seguridad y conservación,
todavía no está definido el punto de captación. El flujo del agua viene desde el lado
Sureste, y probablemente su origen estaba en alguna de las numerosas vertientes situadas
en la parte alta inmediata al complejo o de algún pogyo por descubrirse.
36
EXCAVACIONES ARQUEOLÓGICAS Y ESTRATIGRAFÍA DE TULIPE
37
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
Corte representativo de la
estratigrafía del área
1- Estratigrafía de Tulipe
general de Tulipe (la
primera capa
blanquecina que se
aprecia en la fotografía
D e la observación y estudio de los diferentes cortes estratigráficos hechos en el
área de las piscinas y en sus inmediaciones, así como de los cortes de caminos
vecinales y derrumbes, se ha llegado al reconocimiento de siete depósitos diferentes,
corresponde a arenas tanto por su contenido como por su origen, formación, textura y coloración.
extraídas durante la
excavación y que se han
acumulado sobre la
Estas capas mantienen una superposi-
superficie). ción general definida en toda la zona de
Tulipe, aunque secuencialmente tienen
importantes variantes de espesor, consis-
tencia y caracteres especiales debido a los
accidentes topográficos del terreno. Se
han realizado pruebas de pala, sondeos,
excavaciones en profundidad e innumera-
bles recorridos a lo largo de los caminos
existentes entre las poblaciones de La
Armenia, Tulipe, Las Tolas, Las Islas, San
Francisco, Gualea y Pacto, que se encuen-
tran en el área circunvecina del Centro
Ceremonial de Tulipe.
A- Capa A
Este primer depósito -denominado también ‘humus 1’- tiene un espesor de 0.15 a 0.25
m., según la gradiente del terreno. Se trata de una arcilla arenosa de color marrón rojizo
(YR 3/4, en conformidad con el diagrama de coloración de tierras de Munsell).
B- Capa B
38
EXCAVACIONES ARQUEOLÓGICAS Y ESTRATIGRAFÍA DE TULIPE
C- Capa C
D- Capa D
39
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
Esta arena tiene la propiedad de ser impermeable, razón por la cual los constructores de
las piscinas excavaron hasta los niveles de esta cuarta capa para lograr así el almacenamien-
to de agua sin mayor filtración. Por falta de evidencias y dadas las características geológicas
de textura, compactación y espesor, podemos afirmar que esta capa es culturalmente estéril.
El fondo o piso de las piscinas se caracteriza por la presencia de pequeñas piedras (0.05
a 0.10 m. de diámetro), desordenadamente dispersas y asociadas con unos pocos fragmen-
tos de cerámica. Estos materiales ocupan de preferencia el área central de cada estructura;
es decir, las zonas que probablemente tuvieron mayor uso en época de funcionamiento de
las piscinas. Se trata de un ‘pavimento’ que bien puede ser considerado como el ‘piso cultu-
ral’ de las estructuras, no en el sentido de una ocupación habitacional, sino en el de un piso
natural utilizado por el hombre como fondo de estos recintos semi subterráneos.
En la zona periférica, aledaña a las paredes, este piso ha sufrido un proceso de oxida-
ción y meteorización, hasta adquirir la forma y textura de una capa de 3 a 5 mm. de espe-
sor con un alto grado de compactación. El interés por establecer la naturaleza y origen de
esta capa llevó a tomar algunas muestras para su análisis correspondiente.
E- Capa E
La formación de la capa D y del estrato E debió tener lugar en las postrimerías del
período Formativo por las erupciones del Pichincha (31 Km. al Sureste de Tulipe)- cuya
caldera se orienta hacia el Noroccidente- o del Pululahua (30 Km. al Este de Tulipe),
hoy considerado inactivo.
40
EXCAVACIONES ARQUEOLÓGICAS Y ESTRATIGRAFÍA DE TULIPE
Partiendo de las evidencias, se podía pensar que los únicos datos de estratigrafía cultural
se limitarían a la capa C o ‘humus 2’, asociado íntimamente con las piscinas y centenares de
tolas. De hecho, los materiales culturales de unas y otras, especialmente la cerámica, son
idénticos y pertenecieron al mismo pueblo constructor. Esta cerámica aparece en el interior
y en el exterior de las piscinas, en el relleno de las tolas y los alrededores, en el valle de
Tulipe y en las colinas circundantes, siempre ocupando la misma matriz geológica.
F- Capa J
E n la empinada ladera que se eleva inmediatamente al Sureste del sitio de las pisci-
nas (al que se integraba por medio de un graderío de piedra) hasta la tola denomi-
nada Rosero 1, se produce una sorpresa en la estratigrafía. En la base del indicado estrato
E y a 3.10 m. de profundidad no aparecen las anteriores gigantescas piedras ni la roca
firme metamórfica; por el contrario, se evidencia claramente una nueva capa húmica que
hemos denominado también ‘humus 3’. Se trata de una arcilla de color marrón oscuro
(5YR 2/2), de un espesor de 0,25m.
Esta profunda capa cultural fue ocupada por un grupo humano más antiguo que el de
las piscinas y de las tolas. La importancia de este hallazgo está confirmada por la existen-
cia de abundante material de cerámica y obsidiana, con rasgos y formas de clara filiación
formativa, y -en cuanto al elemento cerámico, a partir de una constatación personal- una
posible correlación con la del sitio arqueológico Cotocollao. Los estudios realizados en
la Universidad de Illinois, y particularmente por John Isaacson en sus trabajos de campo
de 1982, ubican esta cerámica en la tercera fase del período Formativo, es decir, en el
Formativo Tardío (1800 – 500 a.C.).
Finalmente, bajo esta capa J o ‘humus 3’, aparece una capa delgada de arena delezna-
ble en una matriz de roca firme metamórfica, y por consiguiente sin evidencias de mate-
rial cultural. Esta roca tiene una coloración rojiza y/o marrón (5YR 4/4 de Munsell); su
espesor no aparece expuesto de manera evidente y completa en sitio alguno.
41
Capítulo XII
El conjunto monumental
de las piscinas de Tulipe1
Página anterior:
E n términos de evidencias arquitec-
tónicas, las excavaciones han per-
mitido el rescate de las ocho estructuras
Conjunto monumental de las piscinas de Tulipe. conjunto monumental de
Tulipe. Vista general de
las cuatro primeras
hundidas que conforman este sitio arqueo- piscinas.
lógico, siete de las cuales se concentran en
el área nuclear y una octava a 500 m. más
al Noreste, dentro del valle de Tulipe.
Semicirculares piscinas 1 y 3
Rectangulares piscinas 2 y 4
Cuadrada piscina 6
Poligonal piscina 5
Circular piscina 8
Cámara estructura 7 o baño inca
1 Cuando los investigadores Salomon, Isaacson y Jara (1978-1980) llegaron al sitio de Tulipe, encontraron que estos ves-
tigios arqueológicos conservaban el agua no sólo en invierno sino también en gran parte del verano, por lo que los actua-
les colonos o moradores ya les denominaban piscinas de Tulipe. En el presente estudio adoptamos el término.
43
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
Piscina 1 de forma semi- Desde el punto de vista funcional y relacional, es importante señalar que las primeras
circular con sus rampas piscinas, las rectangulares y las semicirculares, ocupan en forma cuatripartita el área cen-
de acceso e inducción. tral del monumento constituyendo un grupo particular e independiente dentro del conjun-
to total. Las restantes, si bien tienen similares características constructivas, sus acueductos,
accesos y más detalles de forma, tamaño y diseño, parecen corresponder a otra función
dentro del mismo contexto.
P ara entender mejor la ubicación de cada una de las cuatro primeras estructuras, ten-
gamos en cuenta que este grupo se halla sobre una plataforma cuadrada que las encie-
rra. Dicha plataforma fue un replanteo del terreno y mide 54.50 m. por cada lado. Lastimo-
samente, el lado Sur ya no existe a causa de las dos construcciones habitacionales actuales.
Por otra parte, a nivel de la plataforma queda configurada una cruz horizontal, mientras
en sus espacios diagonales se hallan los cuadrantes ocupados por las cuatro piscinas. Aquí se
da una simbiosis de los dos elementos: piscinas y cruz. Las piscinas configuran la cruz, y la
cruz define las piscinas. Entre ellas se generan y condicionan mutuamente, conformando un
conjunto cuatripartito que funciona independientemente de las restantes estructuras.
EL CONJUNTO MONUMENTAL DE LAS PISCINAS DE TULIPE
A- Piscina 1
Ubicación de la piscina 1, en relación al
Ubicación conjunto de estructuras hundidas.
Forma
Dimensiones
Excavación
Una vez identificada plenamente la superficie de ocupación de esta piscina, las exca-
vaciones arqueológicas se orientaron en dos sentidos. Primero, a la apertura de algunas
unidades en profundidad para comprobar la estratigrafía tanto al interior como al exterior
de la estructura. Luego, en una amplia excavación en área como único medio para lograr
el seguimiento de los muros y más evidencias.
45
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
Evidencias de la piscina La segunda instancia de excavación, o liberación de evidencias arquitectónicas, fue rela-
1, antes de la tivamente fácil, pues muchos sectores de las piscinas –como en las esquinas- dejaban ver los
excavación. paramentos con su hilada más alta que coincidía con el nivel del piso cultural externo; deta-
lle de gran importancia, porque con esa información se ha obtenido la altura original de los
muros, según la evidencia. Esto se constituyó en el argumento para la restauración y conso-
lidación de los muros hasta la altura que hoy tienen, 1.80 m, incluidos sus cimientos.
En total se excavaron 40 unidades de 2 x 2 m., o sea 160 m2. que equivale al 40% de
toda la superficie de la piscina. El resto fue respetado, solamente liberándolo de la tierra
y basura acumuladas en los últimos tiempos, hasta devolverle lo más cercanamente posi-
ble su imagen y contexto originales.
Conservación
46
EL CONJUNTO MONUMENTAL DE LAS PISCINAS DE TULIPE
Arriba, paramentos
Después de la restauración. perimetrales de la piscina
1 en forma de muro de
contención.
Paramentos o paredes
Conviene señalar que estas paredes no poseen un paramento interno; al menos no presen-
tan una cara definida o hiladas regulares de piedra como ocurre con el paramento visto. Por la
parte posterior sólo se rellenó con piedras deformes y de diferente tamaño procurando que
interiormente, en el núcleo del muro, se traben y ‘amarren’ con las piedras que se observan
externamente.
Rampas
47
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
Rampa de inducción de siete gradas, de las cuales la primera coincide con el nivel superior de dicha pared, y las
la piscina 1, con su seis restantes descienden con dirección al centro de la piscina. De este graderío, la con-
acueducto. trahuella del escalón más alto coincide con el paramento curvilíneo del muro que circun-
da, mientras el escalón más bajo surge a 25 cm. del nivel del piso y a 4 m. de distancia de
la rampa de inducción.
Todo el graderío mide 4 m. de largo por 1.70 m. de ancho, con una altura de 1.80 m.
en la parte superior, que corresponde a la profundidad de la piscina en este punto. Si bien
no todos los escalones aparecen simétricamente iguales, permiten el acceso. Cada uno
tiene, entre 50 y 75 cm. de huella por 0.30 cm. de contrahuella, aproximadamente.
Técnica constructiva
En los espacios vacíos de las piedras no adheridas, es decir de las juntas y llagas que
no habían logrado coincidir totalmente, se evidencia el uso de mortero a modo de sim-
ple relleno. Su consistencia es mínima y no muestra algún vestigio de desgrasante.
48
EL CONJUNTO MONUMENTAL DE LAS PISCINAS DE TULIPE
Funcionalidad
En el capítulo XX, se tienta una explicación sobre la función
que esta estructura cumplía dentro del conjunto o independientemente. Ahora señalamos
que no resulta plausible pensar en la estructura con fines de mero reservorio de agua, con
fines exclusivos de manejo hidráulico. Pensamos que, más allá de lo utilitario, esta, como
las otras piscinas, tuvo una función ligada a la sacralidad y ritualidad, es decir, a la cosmo-
gonía misma del pueblo yumbo.
Como obra civil, lo que actualmente los ojos de todo profano aprecian hace referencia
más bien a su atractiva forma geométrica y a sus especiales componentes arquitectónicos,
como son las rampas, los acueductos y paredes, estrechamente vinculados con una función
hidráulica, o sea con el agua. Sin embargo, luego de observar con detenimiento y comparar
con las otras piscinas dentro de un gran contexto, inclusive los más escépticos en el tema
ritual, terminan por asignarle alguna connotación astronómica, religiosa o ceremonial.
49
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
Forma
2 A propósito del árbol -conviene recordarlo- tenía las raíces que se extendían abrazando a los muros hasta una distancia de
20 m. Fue el último ejemplar que, por iniciativa de su propietario el teniente Eustorgio Rosero, había quedado como testi-
monio de los grandes árboles que crecieron en toda la zona y que ‘irracionalmente’ fueron eliminados por los madereros.
51
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
Fogón localizado en la El descubrimiento de un fogón localizado junto a la rampa de acceso, al bajar y del
piscina 2 junto al muro lado izquierdo, constituyó uno de los eventos más importantes de la excavación. Era una
nororiental. tullpa conformada por tres piedras que todavía conservaban las huellas de hollín, y cubier-
ta por una apreciable cantidad de ceniza (2 libras aproximadamente). Por su ubicación
estratigráfica (sobre la capa de ceniza volcánica) la consideramos posterior a los yumbos,
pero el hecho de estar dentro de la piscina significa que en algún momento esta estuvo
seca y sirvió para actividades domésticas de los actuales colonos.
Conservación
Pero, el hecho de que con la sistemática excavación se haya recuperado todos los ves-
tigios, no significaba que estos podían quedar expuestos y sin riesgo de sufrir otras y peo-
res alteraciones. En ese caso, habría sido preferible cubrirlos nuevamente. La lógica
impuesta, al menos en este sitio, fue la de
Evidencias de la piscina 2, después de la limpieza de la vegetación. investigar, excavar y restaurar sus eviden-
cias arquitectónicas hasta ponerlas en valor.
Se procedió con la consolidación de todos
sus elementos originales y la reposición de
las piedras desmoronadas.
resolverlos, sin necesidad de manipular físicamente los elementos hasta cuando no este- Rampa de acceso de la
mos seguros de su originalidad, autenticidad, estabilidad y permanencia. piscina 2.
Rampas
53
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
Evidencias de la rampa nes originalmente debieron ser iguales, pero el tiempo, los efectos del medio ambien-
de inducción de la te, y las causas antrópicas recientes las han alterado. En todo caso, el promedio de las
piscina 2 (lado derecho huellas es de 66 cm. de ancho y el de las contrahuellas 30 cm. de alto. La restauración
de la fotografía).
aplicada a cada escalón corrigió varías anomalías que ciertamente generaban confusión
pero, en general, se ha optado por dejar la evidencia de algunas pequeñas deformacio-
nes previa consolidación.
En esta rampa habían colapsado todas las hiladas superiores, riesgo que también
corrían las restantes. En este caso, puesto que las piedras estaban en su alrededor, se
procedió a restituirlas hasta donde señalaba la altura de la gradiente del acueducto,
este sí in situ.
Técnicas constructivas
Al tener esta estructura una forma rectangular, todos sus muros, rampas y acueductos,
guardan una simetría, equidistancia y paralelismo. Sin duda esto es notorio y geométrica-
mente lógico.
Empero, lo que resulta más evidente quizá sean las técnicas constructivas de los cons-
tructores y especialistas yumbos. Los paramentos de las cuatro paredes aparecen con la
típica inclinación hacia atrás, mostrando así no sólo su solidez y estabilidad sino también
su originalidad y permanencia en el tiempo.
54
EL CONJUNTO MONUMENTAL DE LAS PISCINAS DE TULIPE
Para que se presenten con esa peculiaridad estética, los yumbos manejaron e impusie- Evidencias del
ron ciertos parámetros constructivos que están presentes, por ejemplo, en esta piscina 2. acueducto original que
Entre otros, señalaremos el tamaño y forma de las piedras, que son bastante regulares; la avanza hacia la
rampa de inducción de
cara más lisa y plana hacia fuera; las aristas y bordes preferiblemente coincidentes; inter-
la piscina 2.
namente cada piedra debía estar trabada o ‘amarrada’ con otras que no se perciben; los
vacíos de las juntas no se rellenaban con piedras pequeñas o ‘pachillas’, como ocurre en la
arquitectura cañari, o con revoques de morteros, sino con argamasa que desde el núcleo
del muro, por presión de las piedras, sale hacia fuera.
Piso
No se encontró una evidencia muy clara de los pisos de esta estructura, especialmen-
te en el sector nororiental, donde las raíces del gigantesco árbol de cedro, se habían teji-
do como una verdadera red, alterando así cualquier vestigio de piso y de la secuencia de
la misma estratigrafía.
Acueducto
Funcionalidad
55
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
Forma
Abajo, rampa de
inducción y su
acueducto, piscina 3.
a una ligera tendencia a achatarse en los extremos donde se une con el muro recto, mien-
tras que en la piscina 1 la tendencia era a cerrarse.
La piscina 3 tiene la escalinata en el lado del muro recto, mientras la rampa de inducción
está en el lado del muro circular; es decir, todo lo contrario de lo que ocurría en la piscina
1. Sin embargo, en los dos casos las rampas parten de la mitad de los muros, una frente a la
otra, y se dirigen hacia el centro de la estructura, quedando el escalón más bajo a poca dis-
tancia del chorro de agua que descendía por el acueducto de la rampa de inducción.
Dimensiones
Rampas
Conservación
Más que las causas naturales (derrumbes, lluvias, temblores, erupciones), han sido las
intervenciones humanas las que realmente han ocasionado severos daños a la integridad
de esta estructura. Esto se comprobaba a medida que avanzaban nuestros trabajos de lim-
pieza, sondeos y excavación. Se encontró evidencias de cultivos contemporáneos como
plantas de plátano, caña de azúcar, café y achiote en medio de piedras dispersas que en
cierto modo molestaban a la actividad agrícola.
Sin embargo, todas aquellas alteraciones no habían llegado hasta los cimientos y pri-
meras hiladas de los muros. Gracias a la cobertura de arena volcánica, arrastre de tierras
y acumulamientos periódicos de hojarasca, gran parte de los vestigios arquitectónicos
permanecían escondidos y preservados.
58
EL CONJUNTO MONUMENTAL DE LAS PISCINAS DE TULIPE
Técnicas constructivas
Piso
Sobre este piso, más natural que artificial, estaban algunos fragmentos de cerámica (13
en total) que probablemente bajaron arrastrados por los deslaves que se daban en tiem-
pos invernales.
59
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
Presencia probablemente Además estos vestigios, el medio más eficaz para diagnosticar su verdadero nivel cul-
simbólica del monolito, tural, ha sido la presencia de piedrecillas depositadas (arrojadas) horizontalmente y que
asociado al piso cultural coinciden con el nivel de aquellos materiales sedimentarios y ferruginosos, importante
y cimientos de la rampa
detalle que ya se descubrió y comprobó en la piscina 1.
de acceso, piscina 3.
Esas piedrecillas no son lascas, sino pequeños cantos rodados que debieron ser reco-
lectados de los ríos y quebradas. No se trata -creemos- de un material traído ex profeso
para pavimentar el piso o fondo de la piscina; puesto que sus tamaños, formas y volumen
son mínimos (0.04 a 0,07 m.), y que al pisarlos fácilmente se mueven y no garantizan nin-
guna fijeza y estabilidad. Su presencia se debería más bien a actos rituales en los que al
echarlos al agua, esta ‘se despertaba y reaccionaba’ con sus típicas ondas concéntricas.
Para el pueblo shuar, por ejemplo, esta es la forma de ‘despertar’ al arutam o benéfico espí-
ritu del agua que a veces se queda ‘dormido’.
Acueducto
Esta es la primera de las piscinas del grupo cuatripartito en receptar el agua del peque-
ño canal matriz que viene desde el sector suroriental del valle. Previamente, este canal
matriz atraviesa la andenería alta del sitio y mientras
Evidencias del acueducto que conducía el agua a la avanza hacia las piscinas va ramificándose y distribu-
piscina 3. yendo el líquido sagrado de una manera planificada,
ordenada y hasta geométricamente diseñada.
Funcionalidad
60
EL CONJUNTO MONUMENTAL DE LAS PISCINAS DE TULIPE
Forma
Conservación
62
EL CONJUNTO MONUMENTAL DE LAS PISCINAS DE TULIPE
durante los períodos invernales. La oquedad era mínima (0.40 m. en la parte central) y sus
capas freáticas ayudaban a un rápido proceso de secamiento o filtración.
El estado de conservación de esta piscina por tanto, era bueno, especialmente a partir
de los niveles internos, bajo los rellenos de tierra.
Con la excavación arqueológica, se logró liberar todos los muros, rampas y acue-
ductos, cuyas evidencias permanecían in situ en un 70%. El resto de este porcentaje
correspondía a las hiladas superiores de los muros largos y de la rampa de inducción
que se había desmoronado.
Paramentos
Un detalle que nos ha llamado mucho la atención, porque impone la diferencia con
las otras piscinas, ha sido la forma redondeada con que los yumbos construyeron la esqui-
na Noroeste de esta piscina. Dicha esquina no conforma exactamente un ángulo, sino
que desde los cimientos se levanta con una ligera pero clara tendencia ovoidal. Desde
luego, la proyección de los muros determina la existencia del ángulo recto de 90º, pero
físicamente no está y aparece redondeado.
63
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
Arriba, rampa de acceso En opinión de R. Erazo, R. Andrade, e I. Mantilla (2002), esta deformación construc-
de la piscina 4. tiva fue intencionada y debió tener un significado especial, quizá de una posible señal o
algún direccionamiento. En efecto, en la búsqueda por sustentar tal hipótesis se han rea-
Abajo, rampa de induc- lizado varios experimentos, llegando a demostrar en uno de ellos, cómo un madero colo-
ción de la piscina 4,
cado en el centro de la cruz -durante las mañanas y en determinados días del año- pro-
antes de su restauración.
yecta su sombra justamente hacia esa esquina.
A estos detalles y eventos se los suele calificar como coincidenciales, negando total-
mente su posibilidad simbólica y ritual. En nuestro caso, no pretendemos anotarlos como
parte de una interpretación absoluta; no obstante, pensamos que una correcta experimen-
tación de esos detalles podría constituir un elemento válido de análisis.
Rampas
Técnicas constructivas
Como en todas las otras estructuras, las paredes de la piscina 4 también presentan esa
típica inclinación de sus paramentos hacia atrás. Se trata de una suerte de forro de los cor-
tes o perfiles de tierra, que cuidadosamente los constructores yumbos elaboraron luego
de excavar toda el área de la piscina. Este simple adosamiento de cantos rodados que no
constituye por sí solo un verdadero muro de contención, al estar inclinado (10%) hacia
fuera, es capaz de contrarrestar la presión de las capas de tierra. La estabilidad estructu-
ral de las paredes se da entonces, una vez más, en esa inclinación bien calculada y, desde
luego, en el trabe de las piedras.
Al referirnos al proceso constructivo, hemos dicho que los yumbos primero excavaron
cada una de las fosas con sus respectivos elementos (rampas de acceso e inducción), según la
64
EL CONJUNTO MONUMENTAL DE LAS PISCINAS DE TULIPE
Piso
Funcionalidad
Al traspasar ese ingreso general de apenas dos escalones, que rompen al muro circun-
dante cuadrangular, se llega inmediatamen-
te a esta piscina cuya rampa de acceso es el Ubicación de la piscina 5, con relación al
elemento más cercano que invita a ser visi- conjunto de estructuras hundidas.
tado. Para el efecto, hay que subir aquellos
dos escalones y girar a la derecha donde se
encuentra la escalinata de siete gradas de
esta piscina.
E- Piscina poligonal 5 3
3 En las descripciones siguientes, no se seguirá el orden de exposición anterior (piscinas 1, 2, 3 y 4), dado que sus parti-
cularidades nos llevan a otro tipo de relaciones entre las partes que conforman las estructuras.
66
EL CONJUNTO MONUMENTAL DE LAS PISCINAS DE TULIPE
A primera vista, y en opinión compartida con varios y respetables estudiosos de la ico- Piscina 5, de forma
nografía andina (Simposio Internacional de Arqueología sobre Centros Ceremoniales poligonal con diseño
Prehispánicos, 2003), esta estructura sugiere la idea de una figura zoomorfa y estilizada, simbólico.
probablemente de un felino recostado, con sus extremidades recogidas y en posición de
acecho. De momento tratamos solamente de describir y resaltar el valor artístico o esté-
tico de esta obra prehispánica que, comparada con las otras piscinas del sitio, se destaca
con una presencia relevante. En la tercera parte de este estudio se retomará el tema.
67
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
Técnica constructiva de
los paramentos Planta poligonal de la piscina 5 e identificación de sus 20 lados.
sustentada en el trabe de
los cantos rodados,
característica de la
arquitectura yumbo, en
el centro ceremonial de
Tulipe. Fotografía de
Patricio Cando García,
2004.
En los lados surorientales se encuentran tres elementos muy importantes que confir-
man precisamente la originalidad y rareza de esta piscina 5:
1- Entre los muros 14 y 20 arranca una pasarela o corredor elevado de 2 m. de ancho con
dirección hacia la parte central de la estructura formando una escuadra. A través de
68
EL CONJUNTO MONUMENTAL DE LAS PISCINAS DE TULIPE
69
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
Además, la idea de construir una estructura especial en la que se diera una previa
decantación del agua, testimonia la gran importancia de esta poligonal. Desde el punto
de vista práctico probablemente la medida surgió ante la experiencia negativa que los
yumbos tuvieron por la acumulación de sedimentos en las otras piscinas. En cambio, el
agua que llegaba a esta piscina era limpia, precisamente por la purificación que recibía con
anterioridad en la piscina 6.
Antes de nuestra intervención el espacio ocupado por esta piscina evidenciaba una
oquedad alargada en “forma de una batea” en palabras del Sr. Luis Burbano (+), propieta-
rio del sitio y hombre campesino de extraordinaria valía cultural, quien al constatar la
manera delicada como íbamos descubriendo esta obra de los yumbos conservada en su
propiedad, nos ofreció donarla en escritura pública.4
4 Anecdóticamente, tanto el Museo del Banco Central del Ecuador como el autor no aceptaron por razones éticas, pues el
patrimonio cultural no es transferible y debe permanecer bajo el cuidado de la comunidad.
70
EL CONJUNTO MONUMENTAL DE LAS PISCINAS DE TULIPE
Esta estructura se diferencia de las pis- Piscina 6 alterada por la apertura de la carretera Nanegalito-Gualea-Pacto.
cinas rectangulares anteriormente descri-
tas, por dos aspectos muy importantes:
71
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
Piscina 6 y su pequeño Tal afirmación sobre su función retenedora de sedimentos se sustenta en la siguiente
canal de evacuación que evidencia: la parte occidental externa de esta estructura presenta acumulamientos de tie-
conducía el agua a la rra que han sido depositados en diferentes momentos sobre la capa cultural C. Esta estra-
piscina poligonal.
tigrafía alterada artificiosa corresponde justamente a la extracción de sedimentos, consti-
tuida mientras se realizaban las limpiezas periódicas por parte de los cuidadores yumbos.
72
EL CONJUNTO MONUMENTAL DE LAS PISCINAS DE TULIPE
Baños incas en el
Evidencias de la piscina 6 después de su excavación Piscina 6 después de su restauración. contexto yumbo. Se los
arqueológica.
ha identificado con el
Nº 7 según el orden de
descubrimiento de las
estructuras en Tulipe.
manera, los muros permanecieron intactos. De allí que, una vez descubiertas las cuatro pare-
des y liberados más de 60 m3 de sedimentos, se procedió con la consolidación total.
Hoy, el espacio de esta piscina compite con la carretera, estando seriamente amena-
zado con el permanente trajín vehicular.
G- Estructura 7
Baños incas
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
5 Hemos tenido la oportunidad de descubrir, investigar y restaurar este tipo de estructuras de diseño foráneo en sitios reco-
nocidamente incas como son Ingapirca en Cañar y Pumapungo en Cuenca (Jara, 1983; Idrovo, 2000).
74
EL CONJUNTO MONUMENTAL DE LAS PISCINAS DE TULIPE
Las cámaras identificadas como baños incas son dos espacios cuadrados de 6.25 m2 Arriba, evidencias del
cada uno (2.50 m. de lado), y que se conectan entre ellos a través de una pequeña puerta sumidero, banco
periférico y boca del
localizada en el extremo noroccidental del muro divisorio.
acueducto en el muro
norte de la cámara 2.
He aquí algunos de los principales elementos o detalles que componen a la estructura
7 y que la diferencian radicalmente de las piscinas: Abajo izquierda,
hornacina de la cámara
1- En la parte central del piso de cada cámara o baño existe un espacio hundido en forma 2 en el muro occidental.
cuadrada a modo de un ‘sumidero’. A este sumidero lo rodea un borde de 0.50 m. de
ancho por 0.40 m. de alto, que sugiere, igual que en Ingapirca, haber servido de ‘asien- Abajo derecha,
hornacina de la cámara
to’, banco o apoyo para el bañista inca. Tanto el ‘sumidero’ como el ‘asiento’ están
2 en el muro Sur.
construidos con cantos rodados.
2- A cada uno de estos baños llegaba el agua por un pequeño canal de piedra subterrá-
neo, cuya boca de salida está en el centro del parámetro del muro nororiental y a 0.90
m. de altura sobre el nivel del banco o asiento.
4- El elemento diagnóstico más llamativo de esta estructura, que apoya la idea de filia-
ción incaica, es el relacionado con la presencia de dos nichos u hornacinas ubicados
en los muros norte y occidental de la segunda cámara del baño. Ciertamente, la forma
de estas hornacinas más que trapezoidal tiende a ser rectangular, quizá porque los can-
tos rodados no se prestaban para esos detalles, pero es innegable la evidencia de los
dinteles, jambas y el fondo que caracterizaban a este tipo de nichos o falsas ventanas.
Conviene señalar que estos dos muros donde se hallan las hornacinas no habían sufri-
do ninguna alteración quizá por encontrarse adosados a los cortes de tierra, abiertos antes
de la construcción; mientras las otras paredes especialmente las autónomas (de dos para-
mentos), sí han perdido sus hiladas superiores.
75
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
5- A nivel del piso o ‘sumidero’ y en la parte central del muro occidental, confluyen dos
pequeños conductos subterráneos formando una ‘Y’. Su función era la de evacuar el
agua para que no se quede represada en el sumidero. El seguimiento de estos desagües
y de todos los canales de alimentación constituirá una incógnita hasta que los terrenos
de este sector puedan ser liberados, mediante una negociación justa con los señores
propietarios y se proceda con excavaciones en área.
8
2
7 6
2
3 2
3 1 Acueductos de ingreso
2 2 Bancos periféricos o apoyos
2 3 Sumideros
4 Ductos de evacuación o salida
2
5 Acceso a las cámaras
7 6 Muro divisorio de las dos cámaras
5 7 Hornacinas
CÁMARA 2
8 Muro de contención que continúa
4 CÁMARA 1 hacia el lado suroriental
Las últimas investigaciones etnohistóricas y arqueológicas nos hablan cada vez con
mayor seguridad de las incursiones incas en la zona noroccidental de Pichincha. Para
nosotros, esta estructura 7 es una evidencia de la presencia de los cuzqueños en Tulipe,
aunque en las escasas excavaciones arqueológicas no se haya encontrado material cerámi-
co claramente definido de esa cultura dentro de la estructura.
Según nuestro criterio, la construcción debió darse de una manera rápida y, quizá, sin la
presencia directa de los arquitectos incas. La mano de obra pudo haber sido local; de allí, el
gran parecido de los paramentos de estos baños con los de las piscinas. Además, debemos
tener en cuenta que los yumbos fueron un pueblo viajero y ‘comerciante’ por excelencia,
antes y durante la Colonia. Por esta razón, intercambiaron sus productos en la Sierra, y
habrían adquirido como contraparte no solamente las herramientas necesarias y los alimen-
tos propios de altura, sino también ciertos elementos de esa nueva sociedad cuzqueña, espe-
cialmente los relacionados con la arquitectura.
Los yumbos debían conocer muy bien la arquitectura inca. La apreciaron en Quito, y
seguramente en El Callo, Caranqui, Tomebamba, Ingapirca, etc., sitios en los que se cons-
truyeron ‘palacios’ para los estratos altos de esa nueva sociedad. De modo que los locales
distinguían muy bien entre sus técnicas y diseños constructivos, y las técnicas y diseños
incas. En esta estructura 7, se utilizó mano de obra y tecnología yumbo pero con estilo y
diseños incas.
76
EL CONJUNTO MONUMENTAL DE LAS PISCINAS DE TULIPE
Baños incas, evidencias antes de su excavación Baños incas, evidencias después de su excavación
arqueológica. arqueológica.
Nuestra interpretación más bien se pronuncia por una función ritual de estos baños.
Los incas se integraron al espacio sagrado del valle de Tulipe y construyeron o mandaron
a construir su propio recinto de purificación. Se podría decir que ellos respetaron el espa-
cio sagrado, los templos hundidos de las piscinas, y la simbología implícita: no los destru-
yeron ni edificaron sobre ellos, como ocurrió en Ingapirca sobre las construcciones caña-
ris, o Tomebamba sobre Guapondeleg.
77
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
Piscina 8 (en proceso de Con esta ocupación del espacio, los incas quisieron imponer su jerarquía mediante la
excavación y construcción de ‘baños purificatorios’ en un nivel topográfico más alto que el de las pisci-
conservación). nas, precisamente al inicio del recorrido del agua. En otras palabras: el líquido sagrado se
manejó con prioridades jerárquicas: debía pasar primero por el espacio inca y luego avan-
zar hacia el de los ‘súbditos’. Cuando los yumbos se percibieron este elemento de impo-
sición, probablemente ya fue tarde para pedir alguna rectificación. Su condición de
comerciantes exitosos, negociadores efectivos y hombres ‘realistas’ frente a la superiori-
dad bélica de los conquistadores -creemos- les condujo a superar o sublimar cualquier
acto de rebeldía en contra de aquellos cuzqueños.
H- Piscina Circular 8
En este sector, las colinas laterales que definen el valle se acercan entre ellas y confor-
man una estrecha garganta, por donde el río se esconde y se precipita en su recorrido
hasta encontrarse con el Alambi y luego con el Guayllabamba.
EL CONJUNTO MONUMENTAL DE LAS PISCINAS DE TULIPE
El punto central o núcleo de este sitio se halla a 1470 m.s.n.m., es decir, 7 m. más bajo Espacio correspondiente
en relación a las otras estructuras. Las coordenadas absolutas marcan 0°0´05” de latitud y a la piscina circular
antes de la excavación
78° de longitud.
arqueológica.
A diferencia de las otras piscinas, esta todavía permanece en medio de una vegetación
riquísima, alta y tupida, donde prevalecen los helechos, palmas, tiniches, y sobre todo las
gigantescas y bellas guadúas; de tal manera que, llegar a esta estructura constituye una
grata sorpresa e inspira recogimiento, tranquilidad, paz y conexión con la naturaleza.
Desde 1979, se la conocía como la “piscina de las guadúas”, pues sus vestigios de piedra se
hundían y entremezclaban con la enmarañada vegetación subtropical predominantemente de
guadúas y las raíces de un enorme cedro. Tal situación, sumada a la molestia de mosqui-
tos, bichos y serpientes, impedía el acceso para observar con claridad todas sus eviden-
cias superficiales. No obstante, en algunos veranos prolongados, la oquedad de la piscina
quedaba seca y ligeramente visible. Justamente en uno de esos veranos (1980) Frank
Salomon y el estudiante de geología Erickson Clark levantaron un gráfico aproximado de
este monumento, logrando determinar una forma circular de doble muro.
En todo caso, esas pequeñas deformaciones que denuncian las vicisitudes por las que
ha pasado el monumento a través de los siglos, no han sido corregidas por la restauración
y aún subsisten. Únicamente en las partes más críticas con amenaza de inestabilidad y
posibles colapsos, se ha procedido a restaurar, siempre guardando el máximo respeto por
su estado actual y evidencias in situ.
Si se tuviera que comparar esta estructura con algún elemento conocido, tendría que
ser, según los campesinos del lugar, con una gran batea o bandeja circular, en la que los
paramentos circundantes se inclinen hacia el exterior, ya que las paredes no se construye-
ron ‘a plomada’. Esta forma geométrica, presenta en consecuencia dos superficies: una
menor, que coincide con la base o fondo de la piscina, y otra mayor, que corresponde a
la orilla o bordes de la piscina.
79
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
Arriba, plataforma Su presencia general está dada por dos muros de diferente altura que recorren juntos
central o islote, núcleo de y paralelamente adosados todo el perímetro circular. El más alto es el externo y el más
la piscina circular. bajo está al interior a modo de un gran escalón o asiento. Este segundo muro se halla 60
cm. más bajo, mientras el primero define toda la periferie externa de la oquedad, dando
Abajo, evidencias de
cuatro de los cinco la idea de un anfiteatro circular. Entre sus principales elementos -además de aquellos
anillos concéntricos de la muros que por sí solos ya son impresionantes- se destacan: una plataforma central a modo
piscina circular. de islote, una rampa o pasarela que accede a ese islote, un acueducto de ingreso del agua,
un canal de evacuación y dos puertas pequeñas que rompen el círculo del muro mayor.
80
EL CONJUNTO MONUMENTAL DE LAS PISCINAS DE TULIPE
Inicia su recorrido con tres pequeños escalones de 0.60 m. de huella y 0.15 m. de con-
trahuella, y luego se prolonga 6 m. hasta el centro del monumento. El piso de la rampa
y del propio islote está 0,60 m. más bajo con relación al exterior de la piscina. De estos
tres escalones sólo el tercero es autónomo, mientras los otros dos coinciden en sus con-
trahuellas con los paramentos de los muros circundantes.
Acueducto de ingreso
Tanto el arranque de la rampa o pasarela, como el acueducto que traía el agua a la pis-
cina 8 se hallan en el costado occidental del perímetro, separados extrañamente sólo por
1 m. de distancia, cuando en las otras estructuras se constató que la llegada del agua esta-
ba al frente o lado contrario de alguna escalinata o acceso.
Excavación arqueológi-
Levantamiento planimétrico del acueducto en su ingreso a la piscina circular.
ca en área de los muros
bajo los cuales atraviesa
el canal de evacuación
en la piscina circular.
La forma y técnica constructiva de este acueducto son similares a las de los otros
pequeños canales que conforman la red hidráulica de las demás piscinas; es decir, se trata
de dos filas paralelas de piedras lisas colocadas verticalmente como paredes, de tal mane-
ra que sus caras planas se miran entre sí. En el medio de estos cantos rodados o paredes
paralelas aparecen como pavimento otras pequeñas piedras, también lisas, que permiten
que el agua fluya con absoluta facilidad.
Canal de evacuación
evacuación; era una piedra reutilizada que todavía conserva la forma de un metate frag-
mentado; mide 29 cm. de largo por 24 cm. de ancho y 10 cm. de alto.
Este hallazgo tuvo lugar mientras se realizaban las excavaciones arqueológicas del
nivel más bajo de la piscina; estuvo desplazada unos 0.30 m. con relación al ducto de sali-
da, lo que significa que al momento del abandono total toda la estructura quedó vacía.
El estado de conservación del canal de salida era bastante bueno, aunque los sedimen-
tos de tierra arrastrada por el agua se habían acumulado hasta clausurar completamente
todo el acueducto, por lo cual se tuvo que
Levantamiento altimétrico del muro en cuya base se halla el canal de evacuación.
extraer el relleno y consolidar las paredes,
Gráfico de Hólguer Jara Chávez y Patricio Cando García.
piso y dinteles que cubren el canal.
Puertas de acceso
Como se ha manifestado, en la parte oriental y opuesta a la rampa y acueducto de
inducción se hallan dos puertas estrechas que, rompiendo la continuidad del muro supe-
rior, conectan el exterior de la piscina con la cabeza del muro inferior. Sus jambas están
claramente definidas con 0.80 m. de luz. Quien atraviesa estas puertas, se siente tentado a
83
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
84
EL CONJUNTO MONUMENTAL DE LAS PISCINAS DE TULIPE
Capa A. Corresponde a la capa superficial en la que se enraíza toda la vegetación Estratigrafía y eviden-
actual. Se trata de una tierra con alto contenido humífero gracias a las acumulaciones de cias de las pequeñas
hojarasca, que durante el invierno se pudre y enriquece cíclicamente los suelos. Su colo- piedras que conforman el
piso o fondo de la estruc-
ración tiende a un matiz café oscuro correspondiente al 5YR 2.5/2 de Munsell. El espesor tura circular.
varía entre los 20 y los 75 cm. según la topografía del sitio.
Esta capa presenta material cultural de nuestra época, entre otros: un esferográfico,
correas de monturas, trozos de sogas y muchos restos de material plástico que habrán sido
arrastrados por las corrientes de agua lluvia o el viento desde la antigua carretera Tulipe-
Gualea-Pacto que pasa a 10 m. de esta piscina.
Capa B. Arena volcánica que, según las dataciones realizadas por el autor de este estu-
dio en 1980, se puede aseverar que corresponde a la erupción del volcán Pichincha de
1660. Tiene un acumulamiento muy definido de entre 20 y 30 cm. de espesor, siendo
mayor en las partes bajas de los paramentos, lo que significa que desde las hiladas supe-
riores o del corredor externo alto, esa arena se escurrió hacia la piscina.
Los cantos rodados (material básico y fundamental de las piscinas) fueron traídos pro-
bablemente desde el mismo río Tulipe que corre por el costado noroccidental del valle a
sólo 47 metros de la piscina 8. Igualmente, el mortero que prepararon los constructores
yumbos procedía de la capa vegetal que entonces era el suelo de esa población.
Con tales antecedentes se entiende que los constructores levantaron los muros de la
piscina 8 colocando una doble hilera de piedras: una para el muro más alto y otra para el
bajo, mientras que los núcleos fueron rellenados con tierra. Aquí también es notorio el
cuidado que pusieron en la selección de las piedras para que su cara más lisa y plana vaya
en los paramentos vistos.
3- Excavación de la oquedad dejando los cortes geológicos para ser revestidos por los muros.
4- Trazado de los círculos que conformarían los paramentos de los muros, así como sus
inclinaciones.
86
EL CONJUNTO MONUMENTAL DE LAS PISCINAS DE TULIPE
5- Apertura de los cimientos periféricos junto a los cortes geológicos y a un nivel más
bajo con relación al del fondo o piso de la piscina.
7- Colocación de piedrecillas menudas (10 x 6 x 2 cm.) en las cabezas de los muros como
medida de protección contra la erosión.
Morteros. En esta piscina circular, se evidencia el uso de una argamasa elaborada a base
del humus de la superficie vegetal, que existía en el momento de levantar todos los muros.
Esa tierra natural fue mezclada con agua, amasada o pisoteada y luego utilizada en la cons-
trucción. Probablemente en su proceso se incluía una etapa de maduración o putrefacción
del barro, costumbre ancestral en el tratamiento de los morteros, pues, con esa acción la
arcilla adquiría una mayor adhesión en las piedras o sillares. No se evidencia el uso de des-
grasantes como ocurre en ciertos sitios incas cuyas construcciones de pirka están levantadas
con mortero de chocoto seleccionado; o con paja icchu como en Trujillo (Perú); o también con
lapillí en Rumicuccho o cascajo con quillukaka en Ingapirca en el territorio ecuatoriano.
Si tan simple, frágil y poco efectivo fue ese mortero empleado en las edificaciones de
Tulipe, ¿cómo se explica la permanencia estructural y buena conservación de esos muros?
Una vez más debemos insistir: la estabilidad y durabilidad de estos muros se hallan en la
técnica constructiva de colocar o trabar las piedras poligonales y en la inclinación de los
paramentos de adentro hacia fuera, como si estuvieran recostados sobre las paredes de las
piscinas. Este tipo de edificaciones prácticamente son inamovibles no por el mortero sino
por dicha inclinación y trabe de las piedras.
Material cultural
Como ocurrió en las estructuras hundidas que investigó hace 20 años el Banco Central
del Ecuador, y en las otras excavadas por el FONSAL en el 2002, esta piscina circular pre-
senta escaso material cultural. Tal carencia quizá se deba al hecho de que su función era
absolutamente de carácter ceremonial y que su apertura tenía lugar sólo en determinados
períodos del año.
Lítico. Por primera vez ha sido posible encontrar una piedra trabajada y reutilizada.
Parece haber sido rota ex profeso quizá con fines rituales, como ofrenda al líquido sagra-
do de la piscina, y luego utilizada para cerrar el orificio de salida del agua. Estuvo a 30 cm.
de profundidad, dentro de la capa C y junto al paramento del segundo muro. Se trata de
un fragmento de piedra de moler de 25 cm. de largo, 15 cm. de ancho y 8 cm. de espesor.
87
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
Piscina 8 restaurada. En síntesis, refiriéndonos a los materiales culturales, el acontecimiento de los hallaz-
Fotografía de Patricio gos en Tulipe y particularmente en esta piscina 8 no está en los bienes muebles, sino en
Cando García, 2004. las características arquitectónicas de sus muros, paramentos, técnica constructiva, forma
y detalles únicos.
La restauración
Las técnicas aplicadas para el rescate físico y visual de las paredes o muros de la pisci-
na 8 son las estrictamente vinculadas con la conservación y consolidación de las eviden-
cias. En ningún momento se ha pretendido una ‘rehabilitación’ del monumento.
89
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
6- Añadido de una hilada más de piedra sobre la cabeza de los muros, con el fin de pro-
teger las evidencias frente a la lluvia, la erosión y el maltrato que puedan dar los turis-
tas, pero también para impedir la caída de tierra o agua lluvia desde las partes altas que
circundan la estructura.
7- Desde luego, todo este proceso ha estado debidamente documentado con levantamien-
tos planialtimétricos, fotográficos y registros de fichas por unidades. En el caso de esta
piscina se ha dividido en cuadrículas de 4 x 4 m. o de 6 x 4 m., siguiendo las denomi-
naciones numéricas de las coordenadas cartesianas de la excavación arqueológica.
Esta obra arquitectónica de los yumbos, así como todo el conjunto monumental,
actualmente se encuentra iluminada por la luz tenue de cuatro luminarias que FONSAL
acaba de colocar. El visitante entonces puede apreciar el sitio desde una nueva perspecti-
va nocturna. El ambiente se invade de magia y las sombras de la vegetación juegan con
los paramentos estáticos de los muros, mientras la luna y las estrellas se reflejan en el agua.
90
EL CONJUNTO MONUMENTAL DE LAS PISCINAS DE TULIPE
En todas las piscinas, pero especialmente en esta circular, era posible capturar a esa al
sol y a sus ‘acompañantes celestes’, pues al reflejarse en estos espejos de agua, se volvían
más asequibles a la observación e interpretación de los sacerdotes y sabios yumbos.
91
Capítulo XIII
Acueductos y distribución del agua
Página anterior,
E n 1980, mientras se realizaban las excavaciones en área en la parte externa del muro
recto de la piscina 1, se descubrió la presencia de alineamientos paralelos de peque-
ñas piedras paradas, a manera de estelas, que medían entre 0.15 y 0.20 m. de largo, 0.10 a
acueducto construido
con cantos rodados
que conecta las
0.12 m. de ancho, y 0.05 a 0.08 m. de espesor cada una. El espacio intermedio entre los piscinas 5 y 6.
dos alineamientos, a diferencia del exterior, apareció ocupado por arena volcánica amari-
llenta correspondiente a la capa B. En esta página, canal
que conducía el agua a
La liberación de esta arena permitió hallar in situ, aunque con ligeras alteraciones, los la piscina 1. Fotografía
vestigios de un pequeño canal que corría de Suroeste a Noroeste y terminaba en la pisci- de Patricio Cando
na indicada. Desde entonces, las intervenciones arqueológicas de 1982 y 1983 se afanaron García, 2004.
en hacer el seguimiento de las evidencias de toda la red de acueductos que suministraban
el agua a las diferentes piscinas. En total se ha logrado recuperar 114 m. de canales.
93
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
Arriba, acueducto con Sus dimensiones, orientación y gradiente varían de acuerdo al lugar topográfico por
paredes y base de piedra donde pasan adoptando en cada caso el modo más cómodo y rápido de conducir el
(salida de la piscina 6). agua. Esto ocurre en los canales de acometida que atraviesan los sectores elevados pró-
ximos al sitio monumental.
Abajo, cuando un
acueducto cambia de
dirección siempre lo hace
3- Acueductos con paredes y base de pie-
en ángulo recto dra. Son los canales de suministro que
(distribución hacia las se ramifican hacia las diferentes estruc-
piscinas 1 y 4). turas; actualmente se los puede apreciar
Fotografía de Patricio de manera integral.
Cando García, 2004.
4- Acueductos subterráneos y cubiertos.
Son canales de similares dimensiones y
características que los anteriores, pero
pasan bajo tierra o bajo paredes y pisos.
Esto ocurre, por ejemplo, con los acue-
ductos de llegada y de evacuación de la
estructura 7 de filiación inca.
Estos detalles dejan ver el sentido estético y el manejo racional y planificado del siste-
ma hidráulico por parte de sus constructores.
94
ACUEDUCTOS Y DISTRIBUCIÓN DEL AGUA
El proceso constructivo de estos canales debió seguir la siguiente secuencia: Punto de distribución
del agua hacia las
a- Concepción general acorde con un simbolismo estético y funcional. piscinas 1 y 2 .
Fotografía de Patricio
b- Diseño y señalización del recorrido.
Cando García, 2004.
c- Apertura del surco cuya profundidad y ancho varían de acuerdo al volumen de las pie-
dras que deben adosarse a las paredes o cortes de tierra.
d- Construcción de las paredes (0.15 m. a 0.25 m. de alto) mediante la colocación de pie-
dras paradas en dos hileras paralelas. La cara más lisa aparece hacia el interior del con-
ducto, mientras en la parte posterior hay evidencia del mismo mortero o barro que fue
utilizado en los muros de las piscinas, a modo de relleno.
e- Colocación de piedras pequeñas (0.10 a 0.15 m. de diámetro) en el fondo del canal,
siguiendo la gradiente regular del flujo del agua. Este pavimento, a la vez que asegura-
ba la estabilidad de las partes, impedía la filtración. Los espacios vacíos fueron rellena-
dos perfectamente con piedras más pequeñas, similares al ripio.
En las piscinas 1, 2, 3, y 4, es decir en las del grupo cuatripartito, los acueductos ingre-
san por el eje central de la rampa de inducción y con una gradiente más pronunciada, de
tal manera que el agua iba libremente hacia el centro de cada estructura simulando una
pequeña cascada.
Si una persona desciende por la escalera de acceso, frontalmente al chorro de agua. Este
acto pudo tener un significado espiritual en el pueblo yumbo, como ocurre en sitios simi-
lares de otros grupos aborígenes. Entre los shuaras, por ejemplo, se cree que estos sitios
sagrados son los lugares de cita de los espíritus que vagan como brisas echando espuma de
las cascadas (Harner, 1978: 127).
Probablemente, entre los yumbos, las características del descenso del agua -el ruido,
la forma misma del chorro, la espuma y burbujas de la cascada, el interminable vaivén del
líquido sagrado, purificador y quizá medicinal, con pequeñas olas y movimientos que
paulatinamente desaparecían entre las paredes de las piscinas- debieron ser elementos de
singular importancia. Tales manifestaciones naturales semi animadas debieron ayudar a los
iniciados en la búsqueda de su espíritu, a los yachakkuna en la consecución de sus prerro-
gativas, y al pueblo en el logro de su salud y purificación.
95
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
96
Capítulo XIV
Andenes y terracerías
Las versiones de varios moradores que nacieron y crecieron en Tulipe señalan que todas
aquellas laderas “tenían unos graderíos de piedra desde donde los antiguos debían divisar
las piscinas”; en efecto, en el sector Sur de las piscinas, se hallan vestigios de tres muros de
contención que recorren paralelos siguiendo las cotas 1.495-1.515 m.s.n.m., y que ahora
aparecen recuperados sobre la parte alta del camino que lleva a la escuela del pueblo y con-
tinúa luego hacia el barrio Las Islas.
2- Antecedentes
Estos monumentos están dispersos en todo el territorio yumbo (río Guayllabamba por
el Norte, confluencia del Mashpi y Guayllabamba por el Sur, cota de los 1.800 m.s.n.m.
por el Este y cota de los 600 m.s.n.m. por el Oeste).
En medio de esa constelación de tolas, las piscinas de Tulipe y estas terrazas con muros
de piedra son una excepción. Esto fue comprobado ya en 1978 por los primeros investiga-
dores que llegaron a Tulipe (Frank Salomon, Hólguer Jara, Olaf Holm, Hernán Crespo),
contando ya con la información verbal de los pobladores locales, particularmente del pro-
pietario de los terrenos, teniente retirado Eustorgio Rosero(+).
En los informes del Museo del Banco Central del Ecuador sobre los trabajos de rescate
llevados a cabo hasta 1984, se asevera efectivamente la existencia de dichos muros y se los
interpretaba como posibles graderíos de una galería que circundaba las piscinas.
En este mismo sector, y por primera vez, en 1980 el autor de este estudio descubre
material cultural formativo a 3.40 m. de profundidad; material que nada tenía que ver con
los muros de contención antes indicados.
Igualmente, en la parte alta, o cima de la colina, se identificaba una tola de forma pira-
midal trunca que también estaba integrada culturalmente a las piscinas. Posteriormente,
John Isaacson (1986), estudiante de la Universidad de Illinois, realizó excavaciones
arqueológicas en el estrato formativo, comprobando una vez más la diferencia cronológi-
ca de la cerámica temprana (1.800 a.C.) con el material cerámico de los depósitos tardíos
o yumbos (800 d.C.).
Con el fin de rescatar esas pocas evidencias de muros y andenes que todavía quedan, el
FONSAL decidió en el 2003 intervenir en un pequeño sector de 22 m. de largo por 18 m.
de ancho, previa autorización de los propietarios del terreno que actualmente lo explotan
en actividades ganaderas. Desde luego, esta decisión ha sido de suma importancia, tanto
por el rescate mismo de esta pequeña muestra, como por la visión más integral que ahora
se tiene de todo el contexto monumental del sitio.
3- Excavación arqueológica
98
ANDENES Y TERRACERÍAS
1- Negociación con la familia Rosero, propietaria de los terrenos, para poder ingresar. Evidencias de muros de
Cabe aquí resaltar su buena predisposición para colaborar. contención y andenes o
terrazas en el sector sur
2- Información a la comunidad sobre la importancia de este sector y su integración a todo del conjunto monumental
el conjunto arqueológico. de estructuras hundidas,
en Tulipe. Fotografía de
3- Cerramiento del sector con alambre de púa. Inés Mantilla, 2002.
4- Limpieza de la vegetación.
5- Construcción de un muro moderno de contención, para contrarrestar la erosión del
talud abierto a causa de la carretera hacia la escuela Alfonso Moreno de Tulipe y del
barrio Las Islas.
6- Revestimiento del muro nuevo y de todo el talud con vegetación (cucardas).
7- Excavación arqueológica en área y seguimiento de los muros de contención.
8- Excavación y seguimiento del acueducto que se descubrió y
que constituía el canal de acometida del agua para las pisci-
nas 1, 2, 3 y 4.
9- Consolidación y puesta en valor de los tres muros arqueoló-
gicos de contención, de sus terrazas y del acueducto.
Inmediatamente aparecieron los amontonamientos de pie- Levantamiento planimétrico y perfil de los muros de
dras dispersas que se habían caído de las hiladas superiores de contención, acueducto y andenes en el sector Sur del
los muros. Al extraer la tierra que cubría dichos amontonamien- conjunto monumental de estructuras hundidas,
tos aparentemente caóticos, aparecieron también in situ las hila- en Tulipe.
das inferiores de los muros; de modo que la excavación se vol-
vió relativamente fácil, pues una vez identificados los cimientos
bastaba hacer un seguimiento cuidadoso de las evidencias.
99
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
4- Estratigrafía
La primera capa corresponde al piso actual o humus que alimenta a la vegetación con-
temporánea (gramalote, pastos, etc.). La segunda es la arena volcánica de color amarillen-
to que se depositó en 1660 con la erupción del Pichincha.
Debajo de aquellas capas, de espesor es variable por la inclinación y alteración del terre-
no (10 a 50 cm.), las excavaciones arqueológicas permitieron el descubrimiento de una
serie de cantos rodados, varios dispersos, y otros, claramente alineados en hiladas, que se
orientaban de acuerdo a las cotas 1.495 -1.500-1.515 m.s.n.m. Es decir, se trataba de
muros que desde el Suroeste (linderos de la familia Rosero y de Washington Sánchez) se
dirigen hacia el Noreste. La excavación de algunas unidades de 2 por 2 m .llevada a cabo
hasta los cimientos, dejó entrever que en determinados sectores (Sur 54 -56 Este 1 - 2 y;
Sur 52-54 Este -11-12; Sur 55-60 Este - 5-8; Sur 57-60 Oeste 1-2 y Sur 61-63 Este 2-4),
los paramentos todavía quedaban en determinados lugares con dos, tres y hasta cuatro hila-
das de piedra y una altura promedio de 0.90 m.
Debajo de los cimientos y del nivel en el que se hallaban las piedras colapsadas, se pre-
senta un grueso estrato de depósitos volcánicos, por lo que la excavación en profundidad
no tenía objeto.
L os muros alcanzan una altura promedio de 90 cm., pero originalmente debieron ser
más elevados. Su ancho es muy variable, pues el paramento interno, el que da al
corte de la tierra, no está elaborado con el mismo cuidado que el externo. En el interior
simplemente se efectuó un relleno con grandes piedras poligonales, cuya función era pre-
cisamente la de sostener la tierra y contrarrestar la presión de las terrazas. Hacia el exte-
rior, se colocaron piedras seleccionadas cuya cara más plana trataba de cubrir la mayor
parte del paramento visto.
Ninguno de esos sillares muestra evidencias de haber sido cortado, tallado o labra-
do. Se trata más bien de cantos rodados traídos desde las quebradas aledañas y quizá
del mismo río Tulipe cercano al sitio. El hecho de utilizar directamente cantos rodados
100
ANDENES Y TERRACERÍAS
sin algún tallado exigió la aplicación de un arduo trabajo consistente en escoger las pie-
dras, trabarlas entre ellas y levantarlas con un declive uniforme hacia el interior; es
decir, con la misma técnica empleada en las piscinas.
La primera hilada de piedra aparece enterrada como cimiento de toda la estructura. Las
piedras se introducen vertical y horizontalmente con todo su gran volumen en matrices
previamente abiertas y suficientemente bien adecuadas, a fin de que las nuevas hiladas
superiores tengan la estabilidad deseada. Ya en las hiladas superiores, las juntas y llagas no
siempre se presentan coincidentes; por el contrario, dejan entrever espacios rellenados con
barro a modo de mortero.
6- Acueducto
La liberación de aquellas hileras dejó ver que se trataba de un acueducto, que por la
orientación e inclinación de su fuerte gradiente (15º a 20º), tenía la clara función de con-
ducir el agua a las piscinas del primer grupo cuatripartito: 1, 2, 3 y 4.
Concretamente, los vestigios del acueducto van desde S 64 E-9 hasta S-53.50 E-3.50,
y que en total suman 9 m. de recorrido descubierto. Tanto en la base o fondo del canal, así
como en las paredes, también utilizaron cantos rodados, lisos y planos, similares a los esco-
gidos para los canales de las piscinas, esto, desde luego, facilitaba el recorrido del agua. El
ancho promedio del acueducto es de 0.30 m, y su altura 0.25 m.
7- Restauración y conservación
L a metodología y técnicas aplicadas en este sector han sido las mismas de todo el pro-
yecto, es decir:
1- Liberación de las evidencias.
2- Determinación de alturas, inclinaciones y otras dimensiones.
3- Análisis morteros.
4- Identificación de materiales constructivos (cantos rodados).
5- Desmontaje de paramentos en riesgo.
6- Restitución de piedras o ‘reacomodo’ de piedras in situ.
7- Consolidación integral.
8- Puesta en valor (rellenos, limpieza, inclinación del terreno para aguas lluvias, etc.).
Esta secuencia de tareas se aplicó no sólo a los muros, sino también al acueducto, elemen-
to hidráulico que se había llenado de tierra, arena y basura desde hace siglos. Entre dichos
sedimentos apareció un único fragmento pequeño de cerámica de clara filiación yumbo; su
procedencia probablemente es de la parte alta de la colina que fue arrastrada por el agua.
Protección del talud El mortero utilizado en la restauración fue el mismo que las evidencias señalan, o sea el
sobre el cual se hallan humus o tierra del piso cultural yumbo. Cabe señalar que la estabilidad en este tipo de
los muros y andenes construcciones no se debe al mortero o argamasa que une a las piedras, sino a la técnica
arqueológicos, en Tulipe.
constructiva de traslapar y combinar las formas poligonales de tales sillares. A esta técnica
Fotografías de Inés
Mantilla, 2002. se suma también la inclinación de los paramentos que nunca aparecen ‘a plomada’, sino con
alrededor de 10º de inclinación hacia el interior.
La nueva hipótesis planteada, sin rechazar a la anterior, se orienta hacia una propuesta
más coherente con todo el contexto del sitio arqueológico. La vinculación tan cercana con
el sitio de las piscinas es un elemento imprescindible para cualquier interpretación. A par-
tir de esta premisa, creemos que la presencia de los andenes es la parte espacial y funcio-
nal que se integraba al ritualismo de todo el valle sagrado de Tulipe, cuyo centro debió ser
el complejo de estructuras hundidas o piscinas.
Una función muy evidente de las terrazas es la de facilitar de una manera estética el
recorrido del agua que bajaba por el acueducto, pues su descenso en correntada debía
producir el mismo efecto que hacen los saltos de agua y cascadas de las cercanas quebra-
das de Tulipe. Lo importante era recibir el elemento sagrado del agua con todas sus mani-
festaciones de movimiento, sonoridad y de purificación.
Conviene señalar también, la cercanía existente entre estos andenes o terrazas y la es-
tructura 7, a la que por sus detalles arquitectónicos (hornacinas, puerta, dos niveles de piso,
102
ANDENES Y TERRACERÍAS
etc.) se le ha asignado una filiación inca. Esta observación podría llevar a una posible vin-
culación cultural con el período inca, cuyos constructores fueron expertos en la modifica-
ción topográfica basada en el ‘terraceo’. Sin lugar a duda, futuras excavaciones en área acla-
rarían estas propuestas.
La minuciosa excavación arqueológica realizada a lo largo de todo este muro circundan- Derecha, muro de
te ha permitido poner al descubierto los lados Norte-Sur y Oeste, mientras que el oriental contención que delimita
despareció con las construcciones de las casas aledañas, como de la actual carretera Tulipe- el área sagrada de las 4
primeras piscinas de
Pacto. Esta plataforma mide 55 m. de longitud, es decir una superficie de 3.025 m.
Tulipe.
103
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
Capítulo XV
Conservación y restauración
Página anterior:
H emos hecho referencia breve a las técnicas de conservación y restauración aplica-
das en este quehacer arqueológico. En este capítulo explicitaremos el proceso. ilustración de las
estructuras hundidas de
Tulipe que fueron
Una vez puestos a la luz los vestigios arquitectónicos de cada piscina, se procedió a la construidas por los
delicada tarea de conservación y restauración, siempre bajo el criterio de que se trata de un yumbos durante el
testimonio vivo de los pueblos del subtrópico quiteño, y que su significado espiritual período de Integración
expresado en valores estéticos, históricos y en la materia misma del monumento debe pre- (600 d.C. a 1500 d. C.)
servarse con toda la rigurosidad que impone la restauración científica. Pintura de Galo
Jurado, 2002.
Ha sido un trabajo orientado a descubrir, distinguir y conservar la autenticidad de las
evidencias a fin de garantizar su integridad, estabilidad y permanencia en el tiempo.
Nuestro lema propuesto y orientador fue “intervenir lo mínimo y respetar lo máximo,
renunciando a toda hipótesis”, declaración no siempre fácil de cumplir cuando gran parte
de los vestigios (10 a 15%) ha sido alterada agresivamente por la acción de las actuales
generaciones, mediante la apertura de carreteras, construcción de viviendas y manejo agrí-
cola del sector.
1- Liberación
105
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
2- Consolidación
106
CONSERVACIÓN Y RESTAURACIÓN
4- Reconstrucción
Esta técnica tampoco es aplicable en el caso de Tulipe, pues todas las estructuras esta-
ban en un 90% bien conservadas, pero por tratarse de estructuras hundidas cuyas partes
más altas se habrían caído y sus faltantes se convertían en serias amenazas para que las
más bajas sigan colapsando, se imponía la necesidad de reconstruir reintegrando aquellos
sectores en peligro como las orillas o bordes de las piscinas , que comenzaban a erosio-
narse con la consecuente afectación de las hiladas inferiores.
Asimismo, los sectores más distantes de las esquinas formadas por las rampas habían
sufrido alteraciones agresivas, sea por probables movimientos telúricos y presión externa
sobre las paredes, sea por acciones antrópicas debido a la utilización del sitio en activida-
des agrícolas. En este caso se limpió la cabeza de los muros, se constató su estado de con-
servación, se consolidaron sus partes afectadas, y se repusieron las hiladas faltantes con
las piedras caídas de acuerdo a los gráficos, fotografías y documentos elaborados previa-
mente y durante la excavación.
107
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
Arriba, evidencias de De tal manera que, más que reconstrucción ha sido la misma técnica de reintegración y
áreas colapsadas en las consolidación la aplicada en este monumento, pues las evidencias eran determinantes en todo
rampas de inducción a sentido: materiales, técnicas, dimensiones y sobretodo la necesidad de conservación y man-
las que correspondía
tenimiento. No ha hecho falta entrar en el campo de la hipótesis o de la posible ‘creatividad’.
llenar sus faltantes en el
proceso de restauración
(rampa de inducción de Desde luego, estas ventajas estaban dadas por el emplazamiento hundido de las estruc-
la piscina 2). turas que simplemente con el tiempo se rellenaron de tierra y permanecieron con todas
sus evidencias in situ.
En el cemtro,
consolidación de la En todo caso, hemos incluido el término de reconstrucción para explicar y graficar
rampa que desciende al mejor una tarea tan compleja y difícil como es la restauración de los monumentos arqueo-
interior de la piscina 2
lógicos ecuatorianos; es una misión de responsabilidad y sinceridad extremas que no debe
Fotografía de Patricio
Cando García, 2002.
admitir equivocaciones.
Abajo, protección del piso Conviene señalar a continuación las medidas de conservación aplicadas en tres ele-
cultural mediante la mentos muy importantes de cada piscina: rampa de acceso, rampa de inducción y pisos.
colocación de una capa
vegetal aproximadamente
de 20 cm. Encespado de
la piscina 4. Fotografía
5- Reposición de partes no originales en las rampas de inducción
Patricio Cando García,
2003.
Estas habían perdido sus hiladas supe-
riores, dejando al descubierto el
núcleo de tierra y ocasionando, a su vez, la
dispersión de las piedras del acueducto. En
este caso se elevó la altura de las paredes
circundantes de cada rampa (1.80 m. en la
parte alta y 1.60 m. en la más baja) y se
reintegró el sistema de canales con los mis-
mos materiales dispersos.
6- Consolidación de las
rampas de acceso
108
CONSERVACIÓN Y RESTAURACIÓN
8- Señalización
E n una primera instancia, se decidió colocar señales en las piedras con el fin de dis-
tinguir las hiladas originales de las reintegradas. Se marcó con un pequeño punto
de pintura blanca a las piedras reacomodadas, con dos puntos a las reintegradas, y sin
señal a las originales. Pero su imagen estética se veía alterada, por lo cual se optó poste-
riormente por dejar una señalización solamente documentada -es decir, una explicación
de cuál fue el proceso- y no en el lugar físico.
Zonas intervenidas y señaladas con puntos en paramentos restaurados. Sección de una de las
paredes de la piscina 5. Gráfico Hólguer Jara Chávez.
9- Obras complementarias
Desde luego hay que diferenciar entre los materiales, técnicas y sistemas constructivos
manejados en los distintos monumentos: una cosa era construir las tolas y otra muy espe-
109
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
Ilustración del proceso de cial y compleja, las piscinas. En las primeras se puede comprobar que fueron edificadas con
diseño, replanteo, tierra acumulada o relleno, vieja tradición empleada en la Costa ecuatoriana y en América
excavación y en general. Por otra parte, las estructuras semi subterráneas de Tulipe, se construyeron con
construcción de las paredes inclinadas hacia el exterior y revestidas con mampostería de piedra a modo de
piscinas por parte de los muro de contención. Las piedras son grandes cantos rodados cuyas características de tama-
albañiles yumbos.
ño, forma y composición mineral indican que proceden del mismo sector, y probablemen-
Pintura del Galo
Jurado, 2002.
te del río Tulipe que corre justamente a 10 m. al Norte de las piscinas. El lecho del río está
formado de este material, desde su nacimiento en las estribaciones occidentales del Cerro
del Oso y del Cerro Mirador (2.125 m.s.n.m.) hasta su confluencia con el Alambi y el
Guayllabamba (750 m.s.n.m.).
El mortero que unía a los elementos líticos fue elaborado a base de tierra negra de la
capa húmica (capa C), que en aquel entonces constituía el piso superficial. De los análisis
realizados se comprueba que no hubo mezcla con otros elementos, a excepción del agua,
para formar la argamasa de consistencia mínima. Sin embargo, el éxito en la estabilidad de
estos muros no se sustenta en la ‘bondad’ del mortero que une las piedras. Por el contrario,
si hubiese dependido de este mortero ya habría colapsado en la ‘primera lluvia’ o represa-
miento de agua. Se trata de un mortero poco arcilloso, muy deleznable, sin desgrasante y
carente de elementos cementantes
Por la simetría de los detalles y sobre todo por la organización arquitectónica del espa-
cio contextual o global, se considera que el proceso manual de construcción, con sus res-
pectivas técnicas aplicadas, tuvo etapas secuenciales y cronológicas que obedecieron el
siguiente orden:
110
CONSERVACIÓN Y RESTAURACIÓN
Las paredes o revestimientos no siempre fueron construidos con doble fila de piedras;
es decir, no existe un paramento interno definido, sino un relleno de piedras pequeñas
y mortero, cuya principal función era la de trabar fuertemente a las que formaban el
paramento visto con los cortes de tierra internos. De allí que el ancho de los muros sea
variable, dependiendo de las circunstancias concretas del volumen de las piedras, de las
capas naturales, a menudo con predominio de arena deleznable y de la altura del muro.
En síntesis, el éxito en la estabilidad y conservación de estos muros que forran las pare-
des o cortes perimetrales de las ocho piscinas, se encuentra en las dos técnicas sencillas
pero muy efectivas, manejadas por los yumbos. La primera, la inclinación de los muros
hacia el exterior (sin plomada).La segunda, la colocación de las piedras en un sistema com-
plejo de trabe, en el que las formas poligonales de los cantos rodados hacen abstracción de
las conocidas hiladas, que tanto atormentaban y atormentan a los constructores de otras
culturas, incluyendo obviamente a las actuales.
111
TERCERA PARTE:
HACIA UNA INTERPRETACIÓN DE LA NACIÓN
YUMBO Y SU CENTRO CEREMONIAL DE TULIPE
Antecedentes
E n esta última parte del estudio, nos centraremos en la discusión sobre qué tipo de
sociedad conformaron los yumbos. Para este efecto, observaremos hasta qué punto
los criterios de nación, cacicazgo o conjunto de cacicazgos son aplicables a nuestra inves-
Página anterior:
vegetación de la zona de
tulipe.
tigación. Nos apoyaremos en la evidencia arqueológica de los patrones de asentamiento,
los conjuntos nucleados y los elementos de arquitectura sagrada de las piscinas.
Asimismo, observaremos el contexto natural y humano que construyeron las condiciones
en las que vivió el pueblo yumbo. Finalmente, describiremos algunas de las características
del actual asentamiento de Tulipe y los pasos necesarios -realizados o por realizarse- para
la protección del patrimonio cultural que allí se encuentra.
Por otra parte, en la evidencia arqueológica de Tulipe, se demuestra una intensa actividad
constructiva y una importante experiencia tecnológica acumulada a lo largo de varias centu-
rias (VIII a XV). Se puede ver una racional explotación del suelo, un ordenamiento espacial
con áreas especializadas (agricultura, comercio, religión), y una relación entre las actividades
productivas y las cotidianas (agricultura, comercio, caza, artesanal, textil, entre otras). Se
podría afirmar que todo esto condujo al pueblo yumbo a un mayor rendimiento y control de
la fuerza de trabajo, sobre todo en lo que se refiere a la construcción de estructuras pirami-
dales, caminos y centros ceremoniales, consolidándose así la identidad de la etnia.
La nación yumbo se vio entonces no sólo como una sociedad tecnológicamente desa-
rrollada en los campos de la arquitectura, vialidad, comercio y agricultura, sino también
solidamente estructurada por principios políticos ideológicos y religiosos que por ser
intangibles nos resulta ahora difícil descubrirlos e interpretarlos.
115
Capítulo XVI
La nación de los yumbos
Página anterior:
1- Conceptos de nación y de nación yumbo Canastero yumbo con
sus largos bastones y
Por otra parte, el ‘Estado-nación’ tiende a la integración de los habitantes bajo un único
sistema de regencia del poder, modificando así realidades culturales heterogéneas. Para
comprender esas realidades, necesariamente se deberá emplear una concepción pluri-nacio-
nal en el seno del Estado.
El Estado es una unidad política superior organizada, habrá surgido en la aparición de una
autoridad que se impuso sobre una comunidad, es decir, con la distinción entre gobernantes
y gobernados -que de acuerdo a nuestra aproximación al análisis marxista, coincidiría con la
división de las sociedades de clases, como consecuencia de la aparición de la propiedad pri-
vada. El estado así entendido es el que genera y garantiza la existencia de la vida política.
Se ha anotado una breve concepción de los que podría entenderse como Estado, partiendo
desde su funcionamiento en la época moderna. No obstante, y aunque exista una clara distin-
ción con el concepto de nación señalado, ciertos rasgos de regencia del poder manifestados en
el Estado podrían encontrarse, por aproximación análoga, en comunidades como la yumbo.
provincia de Pichincha. Para llegar a esta conclusión realiza una larga investigación etnohis-
tórica y recoge los resultados preliminares de las investigaciones arqueológicas que llevaron
a cabo John Isaacson y el autor del presente estudio durante la primera etapa de investiga-
ción, entre los años 1978 y 1982. Desde entonces, el término de ‘nación’ se ha utilizado para
referirse a los yumbos, pero con cierto reparo.
Frank Salomon descubre documentos fundamentales de 1570 que dan razón de la exis-
tencia de la cultura yumbo, en los siguientes términos:
“Esta provincia de yumbos […] toma de largo más de veinte leguas, tiene a el levante la
ciudad de Quito, a el medio día la provincia de los Sicchos, y al poniente la bahía de
Tacamez, y al norte la Sierra de Lita” (Cabello de Balboa [1579] 1945: 62).
Como se puede observar en la descripción precedente, Cabello de Balboa ubica con toda
seguridad a la cultura yumbo en el subtrópico quiteño, cuya delimitación actual estaría dada
por Quito en el Este, Atacames al Oeste, Sicchos al Sur, y Lita (Imbabura) al Norte.
En las tres siguientes citas, recopiladas por el mismo Salomon, igualmente se nombra en
fechas muy tempranas el término yumbo (1535, 1563 y 1566); su territorio debe ubicarse
con dirección occidental desde las partes altas de Cotocollao, Nono, y Calacalí:
“Una estancia questa de aquel cabo de Cotocollao ques donde están unos edificios de
unos tambos questan a la mano yzquyerda del camyno mas baxo por donde vamos a
yumbo [...]”(Salomon 1997: 20 [Primer libro de Cabildos LCQ t.1:139, 12 julio 1535]).
“Una estancia questa junto al acequya del agua que sale de los tambos y de la otra parte
con el camyno real que va a yumbo” (Salomon, 1997: 20 [Primer libro LCQ t.1:148: 21
de junio 1535]).
“[…] estancias y tierras de Nono como bamos a Calacalí desde la chorrera que cae de la
sierra de arriva que llaman los yndios Guangopolo y aguas bertientes a los yumbos...”
(Salomon, 1997: 21. [Primer libro LCQ t 1: 160,...1566]).
Cristóbal Landázuri compila una serie de documentos que hacen relación a la segunda
visita y numeración de los pueblos del Valle de los Chillos (1551-1559). En este se demues-
tra la presencia de los comerciantes de la región circunquiteña identificados con el gentili-
cio ‘yumbo’:
“En el caso de la movilidad de carácter andino, las zonas de residencia fueron Píllaro,
Yumbo, Puratico. Por otro lado, una emigración interétnica, preferentemente hacia
zonas templadas y subtropicales como Puratico, Sigchos y Yumbos [...]” (Landázuri,
1990: 27).
Igualmente, Segundo Moreno Yánez aporta con sus investigaciones para la definición
del ‘país yumbo’. El mencionado investigador recurre, como antes lo hizo Salomon, a
Cabello de Balboa y amplía la información con la Relación de los indios que hay en la Provincia de
los Yumbos y pueblos que en ella hay […], de cuyo análisis se desprende lo siguiente:
“Se podría suponer, por lo mismo, que la nación de los yumbos estuvo repartida en dos
fracciones que podrían denominarse yumbos del Sur y yumbos del Norte […]” (Moreno,
1981: 113-114).
118
LA NACIÓN DE LOS YUMBOS
Estas áreas si bien estaban integradas étnica y culturalmente conformando una ‘sólida
nación yumbo’, los pueblos del Sur se sentían vinculados también con otros grupos meridio-
nales como los niguas, los tsáchilas y de las zonas de Quevedo y La Maná; mientras que los
del Norte se asociaban estrechamente con los cacicazgos septentrionales de Píntag,
Cayambe, Otavalo y de la misma Quito. Indudablemente estas interrelaciones impuestas
por la vecindad debieron influir en las manifestaciones culturales de los grupos yumbos.
La literatura disponible (Landázuri, 1990: 17-27; Salomón, 1997: 19; Pomeroy, 1986: 31;
Lippi, 1998: 311; Moreno, 1981: 115; Caillavet, 2000: 50), conducirían al lector a concluir
que efectivamente ese era el nivel de vida y desarrollo de los yumbos. Esto sin considerar las
expresiones peyorativas que de ellos se manifiesta en crónicas o relaciones diversas:
“Que las primeras no merecen tales nombres, ni aún de los pueblos más miserables de las
provincias en que hemos visto. Y de los de esta, entre los dos primeros, están los de los
canelos que verdaderamente son de esta especie, pero tan silvestre, áspera e inculta que
no se puede aplicar a ningún uso, como lo reconocimos en extracto hecho por el alam-
bique; y que si se cultivase y beneficiase, como lo practican en la campaña de hacia los
holandeses y los naturales de la isla de Celián, pudiera ser que fuese / como aquella. Y
los otros de los Yumbos y Macas son de una condición tan torpe y incapaz de raciona-
lidad para reducirlos a cristiandad y policía que parece imposible, por más que trabajan
los curas y doctrineros para conseguirlo y que son monstruos de tercera especie entre los
racionales y los brutos, y por esto de mérito muy recomendable a los que viven deste-
rrados del trato civil humano de otras gentes en los beneficios curados de aquellas incul-
tas soledades, para ser brevemente promovidos a otros de mejor sociedad y más descan-
so” (Dionisio Alcedo y Herrera [1766] en Ponce L. Pilar, 1994, t. II: 452).
La realidad arqueológica sugerida en este libro demuestra que la ‘nación yumbo’ ocupa-
ba una región densamente poblada, y era artífice de una importante arquitectura monumen-
tal con fuertes visos de centros políticos, económicos, sociales y culturales. Además, traza-
ron una inmensa red vial para la comercialización de sus productos, y plasmaron su cosmo-
visión en mensajes que pueden leerse en varios petroglifos. Manejaron con racionalidad su
medio ambiente y exaltaron las bondades de la naturaleza como eran las cascadas, ríos, pie-
demontes y valles, considerándolos sagrados.
En esta página: Para alcanzar tal estadio, la población yumbo desarrolló un proceso de organización
izquierda, representación acorde con su medio ambiente y realidad geográfica: comenzó reconociendo su accidenta-
de un canastero o da topografía a la que terminó adaptándose mediante un patrón de asentamiento que ase-
mercader yumbo. Fuente: guraba su supervivencia. Distribuyó el espacio para su vivienda, para su agricultura y para su
archivos del Banco práctica religiosa. Esta adaptabilidad al medio ambiente, a todas luces ‘agresivo’ por su topo-
Central del Ecuador.
grafía, fue fundamental, para así volverlo productivo en beneficio y seguridad del grupo
En el centro, “Yumbo de
social, continuum de la evolución humana, como bien lo afirmara el investigador Darcy
los Colorados”. Ribeiro (1970).
Fuente: Imágenes
de identidad. La sociedad yumbo superó las etapas de desarrollo de sociedades meramente agrícolas
Acuarelas quiteñas no diferenciadas, como las del período Formativo. Sus intercambios culturales identificados
del siglo XIX, Quito, en términos de comercio la ubican entre los grandes cacicazgos andinos.
FONSAL, 2005,
p.419. Su organización social durante el período de Integración les impele a estratificarse de
acuerdo a su cosmovisión y simbolismo. Su territorio ocupó una superficie mayor a 1.500
Derecha, estatuilla de un km2. con límites culturales que se extendían hasta donde la etnia podía mantenerse cohe-
cargador mercader rente e integrada; es decir, hasta donde les fue posible manejar parámetros uniformes en los
yumbo. Fuente:
piedemontes, construyendo tolas mayores en las cimas, tolas medianas y menores a lo largo
Monasterio de la
Concepción, Quito.
de las crestas, plataformas de casa en lugares altos, chacras de cultivo con las partes latera-
Imagen tomada de les y, una relación ritual de las quebradas y zonas de agua.
Historia del
Ecuador, volumen 4, En síntesis, se puede decir que crearon las condiciones sociopolíticas, económicas y cul-
España, Salvat, 1980. turales para la explotación de los recursos, el manejo del entorno medioambiental y el
desarrollo de manifestaciones culturales tanto cotidianas como sagradas.1
Página siguiente:
canastero yumbo.
Fuente: Imágenes de
Identidad Acuarelas
quiteñas del siglo
XIX, Quito,
FONSAL, 2005,
p.220.
1 ¿Cómo es que un pueblo con tan avanzada infraestructura de tolas, cementerios, caminos a parte de su organización
socio-política, solvencia económica, control del espacio, etc. aparezca frente a los españoles en un estado de tanta
decadencia ‘selvática’ merecedor de epítetos como gente desnuda, belicosa, viciosa mindalae y salvaje? A este propósito
veamos como luego de 200 años son vistos algunos de los descendientes yumbo que todavía quedaban y servían como
transportistas mercaderes de la sociedad colonial.Se trata de una descripción histórico-topográfica de la provincia de Quito
de la Compañía de Jesús en la que el Padre Mario Cicala en 1771 narra una experiencia vivida por el Obispo Bernardo de
Arbiza, entre Esmeraldas y Cotacachi, mientras estaba de paso al Puerto de Paita, en el Perú.
De acuerdo a nuestro criterio, la cita se refiere claramente a un grupo de yumbos que en ese momento se encontraba en
Esmeraldas ejerciendo su característico oficio o trabajo de portadores de carga, mercadería e inclusive de personas, como
parece ocurrió con el mencionado Obispo que ocupó los servicios de aquellos “indios burdos”
para que le transporten en sus espaldas desde Esmeraldas a Cotacachi:
“Luego se encontró con una banda de veinte o más indios muy burdos, altos de cuerpo, muy robustos y fornidos, cada uno
con un palo muy grueso, de 9 a 10 palmos en la mano y con una especie de silla en las espaldas, desnudos hasta la cintura
pues el clima es muy ardiente […], se acercó el primer indio, de pronto se sentó en el suelo, se puso en la frente una correa
de cuero de cuatro dedos de ancho y cuatro palmos de largo, con los dos extremos bien fijados a ambos lados de la silla –
la jornada duró 12 días hasta llegar a Cotacachi” (Cicala, 1771: 308).
Algo similar había ocurrido en 1590 cuando varios feligreses yumbos guiaron al mercedario Juan de Salas a través de los
culuncos hacia Esmeraldas, obedeciendo órdenes de Cabello de Balboa, quien presionaba a los misioneros por la
evangelización de las “desnudas gentes” occidentales, convirtiéndose así los yumbos en colaboradores de la conquista y
sometimiento de los mulatos rebeldes de la Costa (Salomón, 1997: 24b).
120
LA NACIÓN DE LOS YUMBOS
121
122
Capítulo XVII
Patrones de asentamiento
Cabe señalar que estos son los límites políticos del Distrito Metropolitano, pero los
limites culturales de la nación yumbo se amplían hasta colindar con el río Intag por el
Norte, Mindo por el Sur, Cariyacu y Cachillacta por el Este y el Mashpi por el Oeste,
aunque esta ultima frontera cultural parece proyectarse más al noroccidente, hacia San
Juan de Puerto Quito y Los Bancos, ya fuera de los limites distritales.
Mientras en la segunda, hacia el Sur: Pacto, Saguangal, San José de Ingapi, Mashpi, hasta
la unión de los ríos San José – Pachijal, los piedemontes presentan una gradiente de dismi-
nución con la altitud, que aparece más arrugada y corta, dada la enorme cantidad de rama-
les laterales que hacen que las laderas de la zona sean más suaves y las partes terminales de
los piedemontes terminen cercanos a los ríos Pachijal, Mashpi y finalmente en el río
123
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
Entre los pastizales de las grandes fincas se levantan centenares de tolas o pirámides
truncadas, que siguen un diseño trapezoidal con plataforma rectangular, pero que varían
en tamaño y orientación.
Se puede asegurar que tanto las estribaciones occidentales como el área central de
todo el Noroccidente de Pichincha fueron ocupadas de manera intensiva y extensiva,
siendo la arquitectura la manifestación más relevante de ese desarrollo cultural.
El paisaje natural, que originalmente debió estar cubierto por grandes bosques, se
transformó en un paisaje cultural lleno de tolas, en medio de un ambiente productivo de
gran dinamia interregional, vinculado por una red vial compleja conocida como ‘culun-
cos’, por donde circularon productos para la subsistencia, el comercio y vida ritual tanto
de los personajes de rango como de la sociedad en general.
Esas estructuras de tierra, distribuidas sobre las ‘cuchillas’ de los piedemontes, general-
mente siguen la orientación longitudinal de las formaciones geográficas y coinciden con
vertientes, pogyos u ‘ojos de agua’ que luego alimentan a los cauces de las quebradas.
2- Promontorios y cementerios
124
PATRONES DE ASENTAMIENTO
Generalmente, en las ramificaciones laterales de los piedemontes que bajan hasta las
quebradas adjuntas, aparecen grupos de pequeños promontorios, sin orden aparente, que
corresponden a cementerios locales vinculados a los complejos arquitectónicos y que for-
man parte del patrón de asentamiento.
Un primer ejemplo que corrobora lo afirmado, se halla en la parte media del piede-
monte Pachijal, en los predios del señor Neptalí Alarcón, detrás de un conjunto de tolas,
se encuentra un cementerio claramente asociado a ese complejo; se trata de una serie de
montículos que sobresalen de la superficie inclinada a modo de pequeñas ondulaciones,
cada uno de aproximadamente 4 m. de largo por 1.50 m. de ancho y 1 m. de alto.
Algo similar ocurrió con otra tumba en Buenos Aires, barrio cercano a Tulipe. Los pro-
pietarios del sitio conservan cuentas de concha Spondylus y de concha madre perla, asegu-
rando que las “sacaron” en medio de huesos en proceso de pulverización y de muchos
fragmentos de cerámica.
Por otra parte, las tumbas de San Luis, conjunto de al menos 30 montículos rectangulares,
se distribuyen en excelente estado de conservación sobre las laderas del piedemonte San Luis.
3- Las laderas que bajan a las quebradas adjuntas fueron escogidas para utilizarlas como ce-
menterio.
125
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
piedemonte. Por ejemplo, los cementerios de Pachijal y de San José de Ingapi están
ubicados sobre las laderas que se orientan al occidente, mientras que los cementerios
de San Luis y de Santa Teresa están en las laderas que se orientan hacia el Oriente.
El dato más importante, sin embargo, es el relacionado con el contexto espacial y fun-
cional de estos monumentos funerarios. Los cementerios están adscritos a complejos pira-
midales nucleados, sugiriendo que el patrón de asentamiento está compuesto por las
estructuras piramidales y su correspondiente cementerio. Asociados en una íntima simbio-
sis, ocupaban un área en las que las actividades cotidianas se practicaban o vinculaban
cuando era necesario, con aquellas actividades rituales relativas a la muerte. El dualismo
de la vida y la muerte estaba presente y convivía; el espacio físico era compartido por
vivos y muertos formando un paisaje cultural organizado.
Los artefactos recuperados, no por excavación arqueológica sino por gentileza de sus
propietarios, no permiten todavía un diagnóstico del patrón de enterramiento propiamen-
te. Los torteros recuperados en la tumba huaqueada de El Porvenir sugieren la idea de for-
mar parte de una ofrenda funeraria relacionada con la actividad artesanal. Los collares de
concha Spondylus Princeps y las láminas de concha madre perla, de Buenos Aires pueden
considerarse como parte de un ajuar que acompañó a un personaje de alto rango. La abun-
dante cerámica de compoteras, ollas y cuencos sacados de una de las tumbas del cemen-
terio de San Luis por Boris Aguirre (2001) puede comprobar la importancia alfarera en el
ajuar funerario. En fin, lo único que puede asegurase es que los promontorios si son tum-
bas, y estas están agrupadas en cementerios junto a complejos monumentales de tolas.
La presencia de propulsores o atlatl en San José de Ingapi (terrenos del Ingeniero Santiago
Guerrón) es un claro indicador de que la cacería era una de las actividades fundamentales del
habitante yumbo. Están elaborados en piedra calcedonia de color verde jaspeado.
126
PATRONES DE ASENTAMIENTO
J ohn Stephen Athens (1980) propone una serie de supuestos teóricos y anota varias
hipótesis aplicables a los patrones de asentamiento de la provincia de Imbabura,
tipificándolos como “dispersos” y “nucleados”.
“Se espera que las sociedades en medioambientes uniformes tengan sus residencias
domésticas dispersadas, mientras que las sociedades de medioambientes estacionales
tengan residencias domésticas nucleadas” (Athens, 1980: 96).
Para reforzar sus hipótesis, este investigador aclara la definición de dispersas y nucle-
adas, término que hemos utilizado anteriormente:
“[…] Se refiere a la condición en que las unidades residenciales lindan entre sí. Si todas
las unidades residenciales de una unidad social primaria lindan entre sí, la sociedad está
nucleada al máximo” (Athens, 1980: 96).
127
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
como los de mayor longitud; la hidrología con sus innumerables quebradas, cascadas y
ríos, todos tributarios del Guayllabamba; la temperatura regular (18 a 24° C); y la pluvio-
sidad media anual que fluctúa entre los 3.000 y 4.000 mm.
En ese contexto natural, la tecnología acumulada de los yumbos generó una arquitec-
tura tendiente a solucionar los problemas y limitaciones que presentaba el bosque húme-
do subtropical, modificando el entorno paisajístico para el desarrollo de la sociedad
durante un período aproximado de mil años. Es decir, los yumbos crearon un ambiente
propicio para que el grupo se adapte y se relacione bajo reglamentaciones socialmente
reconocidas y pueda satisfacer sus necesidades fundamentales de subsistencia y posterior
desarrollo. Este fue un proceso evolutivo ascendente que le permitió a la sociedad yumbo
organizar instituciones de carácter social (familia), división del trabajo y esferas más com-
plejas como las políticas, religiosas, educativas y de salud, entre otras, hasta llegar a un
nivel, en nuestro criterio, superior al de los cacicazgos serranos y costeños.
“[…] aparece claro que los Yumbos no alcanzaron el nivel de ‘señoríos’, en sentido estric-
to, comparable a los grandes curacazgos serranos […]. La importancia de los pueblos
Yumbos radicó más específicamente en su papel dentro de la integración regional a través
del intercambio y de la producción de ‘bienes populares exóticos’ (Moreno, 1981: 116).
La incongruencia -o al menos la duda que surge entre las aseveraciones de los cronis-
tas, viajeros e historiadores respecto de los yumbos, y la evidencia arqueológica- plantea
entonces un problema de revisión y verificación del dato histórico y una mayor investi-
gación de los vestigios.
128
PATRONES DE ASENTAMIENTO
A cada complejo de tolas hay que sumarle plataformas rectangulares que a veces están
adosadas a las mismas o separadas, pero siempre al interior del contexto piramidal.
Igualmente se integran áreas de cultivo, asentamientos habitacionales o puntos de vigía,
túmulos funerarios, cementerios y culuncos o caminos antiguos.
Si se observan las tolas del callejón andino como Cochasquí, Socapamba, Ilumán,
Gualimán, Pinsaquí, Zuleta, entre otras, se puede constatar que representan a sociedades
dispersas sin un patrón definido. Aparecen en cualquier contexto topográfico y sus formas
son completamente variables. Desde luego aquí hacemos excepción de las tolas de
Cochasquí. Los complejos de tolas del Noroccidente se distinguen por su morfología,
monumentalidad y cantidad que superan en número a cualquier otra región culturalmente
identificada. Guardan una tendencia a la ‘nuclearización’ jerarquizada en cada piedemonte
cacical. Sin embargo, al atenerse a la funcionalidad, probablemente se deba que confluir en
un elemento muy importante de similitud: la funcionalidad, al parecer, tanto en la región
andina como en la región yumbo era de carácter astronómico, ceremonial y habitacional
elitista. Esa función estaba estrechamente vinculada al poder que lo ejercía un cacique.
3- Algo que distingue radicalmente a los dos proyectos es la diferencia cronológica de sus
asentamientos. En La Cadena-Quevedo-La Maná, la ocupación humana no se interrumpió
desde el Formativo Temprano (Valdivia: 3500-1800 a. C.) hasta la Integración (Milagro-
Quevedo: 500-1500 d. C.), inclusive sus investigadores informan de intrusiones que eviden-
cian la reutilización de los montículos. En la región yumbo, el proceso del Formativo se vio
interrumpido por las sucesivas erupciones del Pululahua y del Pichincha, sin posibilitar la
129
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
“Hasta hace poco la función principal que se atribuía a las tolas era funeraria. Los montí-
culos, que hasta la fecha han sido excavados por nuestro proyecto, revelan la presencia de
ocupaciones sucesivas de posible uso doméstico, artesanal o incluso ceremonial, no obs-
tante ninguna sepultura ha sido hallada hasta el momento” (Guillaume-Gentil, 1996: 61).
Igualmente en las tolas de la nación yumbo que han sido intervenidas por huaqueros
son excepcionales las que presentan evidencias de tumbas. Esta función concentrada en
los cementerios, en cuyos montículos sí se hallan los enterramientos humanos con su res-
pectivo ajuar funerario. Desde luego, la imagen histórica que en cierto grado se ha man-
tenido de los yumbos es aquella de los primeros cronistas que los encontraron en su colap-
so absoluto, tal como ya se manifestará en el capítulo XXI.
130
PATRONES DE ASENTAMIENTO
Esta investigadora concreta tres tipos de asentamiento para las sociedades costeras:
1- Asentamientos dispersos.
2- Asentamiento de agricultores.
Como se ve, Alcina Franch propone tres tipos de asentamientos que se enmarcan en
las siguientes categorías “dispersos”, “agrícolas” y “semi urbanos”, de acuerdo a sus inves-
tigaciones realizadas en asentamientos de la Costa. Según esta aseveración no se llega a
especificar una ‘traza urbana’ que sugiera ya un asentamiento organizado en ciudades.
“El patrón de asentamiento de las jefaturas es muy variable ya que al tiempo que se
concentra en aldeas, pueden llegar a tener varios miles de habitantes, especialmente
cuando incluyen la residencia del Jefe o Señor. Por otra parte, suelen presentar un
poblamiento disperso en forma de pequeños caseríos e incluso de viviendas aisladas.
Los poblados - cabeceras o ‘capitales’ de estas jefaturas no solamente concentran gran
número de habitantes, sino que incluyen la residencia del jefe y de su parentela o
seguidores, los templos o edificios destinados al ritual y las casas destinadas a artesa-
nos, sacerdotes y servidores” (Alcina,1986: 267).
131
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
mos, fueron los espacios reservados a la jefatura, conformando una suerte de ‘capitales’
más concentradas; allí debía estar todo el grupo social que acompañaba al jefe o cacique.
La propuesta de clasificación tipológica de las tolas basada en el registro arqueológi-
co, con datos que definen la forma clásica de las tolas de la región yumbo, contemplan
elementos tales como: pirámides truncas con o sin rampas, su dimensionalidad, distribu-
ción espacial, uso del suelo, entre otros. Pero lo que más caracteriza a los patrones de la
cultura yumbo es la conformación de los emplazamientos piramidales siguiendo la orien-
tación de los piedemontes, y ocupando las laderas y los ramales laterales.
El área nuclear que aglutinaba a estos conjuntos se encuentra en Tulipe, porque es aquí
donde se levanta el templo mayor de ocho estructuras con sus formas geométricas. Tulipe
no es un asentamiento poblacional de cotidiana permanencia y tampoco es una semi urbe
residencial. Es un lugar reservado, centro de peregrinaciones periódicas, cuya función era
absolutamente religiosa y ritualista. Dada la gran densidad poblacional, parece ser cierto
también que en algún momento otros lugares comenzaban a levantarse con similares
características a las de Tulipe (Yaupi, Guayabal).
Tulipe, como centro ritual, funcionaba independientemente de los emplazamientos nu-
cleados, aunque los aglutinaba como su gran referente dentro de un macro de espacio simbó-
lico. De allí que su arquitectura y contexto geográfico inmediato difieran de los emplazamien-
tos topográficos en los que se levantan los conjuntos nucleados de tolas. Para el efecto, basta
observar lo que ocurre con las grandes tolas que superan los 1.000 m2 de área construida: El
Mirador (Barrio Las Tolas), Santa Martha (Gualea Cruz), Loma California (Barrio El Porvenir),
Manchuri, Urcutambo, Bella Vista Bajo y Bella Vista Alto, y todos los asentamientos occiden-
tales que se distribuyen longitudinalmente sobre las ‘cuchillas’ y sus ramales laterales.
Denevan describe la presencia de centros urbanos en la cuenca del Guayas como sigue:
“A simple vista el conjunto de montículos o ‘tolas’ de varias formas y tamaños, algunos
realmente espectaculares, los identifican como un lugar de producción urbana” (Dene-
van et. al.,1987: 243-244).
El investigador se limita a señalar que los centros urbanos son un conjunto de tolas, a
veces espectaculares, pero no da mayores elementos sobre sus dimensiones, áreas construc-
tivas, distribución espacial, o traza que permita determinar su patrón de asentamiento.
En relación a este tema sobre la región Quevedo-La Maná, Guillaume-Gentil reporta
“tres sistemas distintos de gestión del espacio”, los mismos que se encuentran “en una
región con relieves accidentados y atravesada por un complejo sistema hidrográfico” a los
que categoriza como:
1- Sitios con un modelo simétrico compuesto de 8 y hasta 56 tolas.
3- Sitios con montículos aislados de grandes dimensiones. Estas últimas tolas pueden
medir más de 15 m. de alto y tener un diámetro superior a 70 m. (Guillaume-Gentil
et. al., 1998: 57-58).
Estos tres tipos de emplazamientos, nada tienen que ver con los emplazamientos de la región
yumbo; difieren en su distribución espacial, en la evolución cronológica, en sus dimensiones, y
en el diseño arquitectónico. En el subtrópico quiteño, parecerían no existir relaciones cronoló-
gicas con culturas inmediatamente anteriores (período de Desarrollo Regional), posibilidad que
no descarta de modo radical hasta cuando las evidencias, existentes o no, así lo determinen.
132
PATRONES DE ASENTAMIENTO
1- Loma Mirador del barrio Las Tolas, que presenta en la cima tres tolas mayores.
2- A las laderas del Sur con cinco tolas medianas con una y dos rampas y, a continuación
diez tolas menores sin rampas, tipo plataforma.
3- En Salento los emplazamientos están dominados por tolas mayores y medianas, que
siguen la orientación Sur-Norte del piedemonte, aunque sus ejes mayores no necesa-
riamente tengan esa orientación.
4- En Santa Elena, Camacpi y Barrio Lindo los emplazamientos son longitudinales con
predominio de tolas mayores y medianas con rampa.
6- En Tulipe las tolas mayores más cercanas (tolas Guerra y tolas Dávalos) se alinean en
sentido Suroeste-Noreste hasta vincularse con el barrio Las Tolas.
7- En el entorno inmediato a las estructuras sagradas de Tulipe, sobre los cerros que deli-
mitan el valle sagrado, se levantan cuatro tolas pequeñas que forman una cuatriparti-
ción y cuya función más directa era la de controlar y vigilar el sitio ceremonial (tola
Rosero, tola Miño, tola Pozo y tola Tonato).
133
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
11- En el Porvenir, las tres tolas Naranjo, que son las mayores están alineadas en sentido
Este-Oeste, mientras que las otras tres tolas medianas llamadas Tolas Franco se hallan
en el medio de la ladera oriental, independientemente de otras menores que circun-
dan a todo el piedemonte. Este patrón de asentamiento se repite en las tolas Miño,
Mena, Urcutambo, Bella Vista Alta, Bella Vista Baja, etc.
Área occidental
En esta área occidental, la estructura geofísica es más arrugada y los largos piedemon-
tes desaparecen, característica topográfica que permite observar los asentamientos como
más cercanos entre sí y aparentemente distintos a los del área nuclear.
S
in embargo, para entender mejor el patrón de asentamiento del pueblo yumbo,
hemos establecido la siguiente clasificación tipológica de las tolas en base a su
tamaño y área edificada.
Generalmente las del primer tipo rebasan los 40 m. de largo por 20 m. de ancho y los
10 m. de altura. Las del segundo tipo tienen un promedio de 20 m. de largo por 10 m. de
ancho y 6 m. de altura. Las del tercer grupo varían entre los 6 m. y 15 m. de largo por 2 a
5 m. de ancho, y 1 a 5 m. de alto. Estas últimas, en opinión de Alcina Franch, habrían podi-
do pertenecer a viviendas, pues sobre su plataforma se levantarían las estructuras habitacio-
nales como una unidad que se vincula a los conjuntos o posibles áreas nucleares de pobla-
miento (Alcina, 1979: 68). Esto se observa en los sectores de Pachijal, San José-Ingapi, San
Juan, Saguangal, Mashpi, en los piedemontes intermedios y los ramales laterales.2
En la finca El Pedregal, del señor Neptalí Alarcón en Ayapi-El Pachijal, dos complejos de
tolas, muy cercanos entre sí sugieren un ordenamiento de estructuras novedoso: en torno a
un área, cuadrada en un caso y rectangular en el otro, se distribuyen las tolas y plataformas
como tratando de delimitar espacios reservados. Además este emplazamiento, al que se
suman otras cuatro tolas de la finca vecina del señor Aníbal Molina,3 adquiere un significado
de mayor importancia por la presencia de un cementerio con 22 promontorios, cuyas dimen-
siones varían entre 1.50 m. y 2.50 m. de longitud por 1.50 m. y 2 m. de ancho y 40 cm. de
altura promedio. Por el costado Sur atraviesa un tramo de culunco en sentido Este-Oeste.
2 Para el lector que no dispone de mucho tiempo para visitar estos complejos, pero que desea comprobar la distribución
de las tolas sobre los piedemonte, basta que ascienda al Pachijal o a Guayabillas, desde donde podrá observar toda esta
topografía manejada por los yumbos.
3 En la casa del señor Aníbal Molina observamos metates descontextualizados que llaman la atención por su gran volumen
y acabado. A propósito, es frecuente el hallazgo de manos y metates por toda la región, denotando una intensa actividad
de molienda en tiempos de los yumbos. Actualmente, estos artefactos líticos, son utilizados en otras funciones domésti-
cas: por ejemplo como piedras de lavar o para dar de comer a los animales.
134
PATRONES DE ASENTAMIENTO
Entre las fincas de los señores Víctor Arteaga, Miguel Cordero, Manuel López y
Marco Muñoz en Ingapi contabilizamos un total de 30 tolas, emplazamiento interesan-
te que ocupa también los ramales laterales del piedemonte Pachijal.
Apreciación de las ramificaciones laterales con sus tolas en el piedemonte Ayapi-Pachijal, modelo que se
repite en todo el subtrópico quiteño.
Ejemplificaciones
1- Barrio Paraguas: en el que se encuentran las fincas de los señores Homero Leiva,
Milton Coronado, Amada Pérez, Segundo Pérez, Leonardo Almeida, Tarquino Yépez
y Jacinto Ordóñez. Allí se registraron 37 tolas que descienden desde 1.645 m.s.n.m.
hasta los 776 m.s.n.m., y que generalmente se levantan sobre las colinas más elevadas
que dominan esa topografía.
135
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
2- En la finca del señor Homero Leiva una tola mediana (744512E-019162N) de 598 m2
de área constructiva; (cota 1.645 m.).
3- A 100 m. de distancia de esta última, otra tola mayor (747314E – 020851N) de apro-
ximadamente 1.800 m2 de área construida, de forma piramidal trunca sin rampas.
4- En los predios de la finca del señor Segundo Pérez, otra tola mayor (745904E –
018906N) de 2.530 m2 de área construida.
5- En las cotas 1.609, 1.579 y 1.424 m.s.n.m. se levantan tres tolas, dos con doble rampa
y la tercera con una sola, medianas de 817, 420 y 444 m2 de áreas construidas.
6- En la cota 1.493 m.s.n.m. se encuentra una tola mayor rectangular sin rampas de 912
m2 (748251E – 019528N) de área construida, y en la cota 1.480 m.s.n.m. se levanta
otra de 850 m2 (747123E – 020292N) de forma rectangular con una rampa.
7- En el sector El Desobligo, se encuentra el complejo al que le hemos bautizado con ese mismo
nombre, integrado por dos tolas, una mayor de 940 m2 (cota 1.526 m.s.n.m.) y otra Mediana
de 624 m2 (cota 1.538 m.s.n.m.), ambas de forma rectangular con rampas, asociadas a varias
plataformas rectangulares. Generalmente, estas plataformas se vinculan a las tolas mayores y
medianas formando pequeños centros nucleados que se distribuyen sobre las cuchillas.
9- En la cota 1.099 m.s.n.m. está una plataforma rectangular con paredes inclinadas sin
rampas (743997 – 023866N), con un área constructiva aproximada de 3.000 m2.
10- En la cota 1.013 m.s.n.m. se levanta una tola (744436E – 024570N) de 646 m2 con
una rampa.
11- En la cota 1.105 m.s.n.m., otra tola de 274 m2 con una rampa.
12- En la cota 1.080 m.s.n.m. está la tola 743889E – 024222N, de forma rectangular con
dos rampas y 532 m2 de área construida; las plataformas restantes que se vinculan a
este complejo fluctúan entre los 200 y los 300 m2 de área constructiva. El espacio ocu-
pado por este complejo es de siete hectáreas aproximadamente.
Complejos de tolas
El cono de deyección Guayabillas, el más extenso de todos, formado por la confluen-
cia de los ríos Pachijal y Guayllabamba, presenta topográficamente varios ramales, sobre
los que se levantan verdaderos complejos de tolas, unas más espectaculares que otras.
Allí se registraron solo 44 estructuras ubicadas en las fincas de los señores José
Enchiglema, Víctor Córdova, Neptalí Collahuazo, Pedro Quinto, Gilberto Guerrero,
Milton Guerrero y José Ponce. Se encuentran cultivadas con pastos para ganado vacuno,
pero en el interior de los tupidos bosques secundarios que todavía quedan, es posible dis-
tinguir otros tantos complejos de tolas con difícil acceso para estudiarlas.
La zona Guayabillas desciende desde los 912 m.s.n.m. hasta los 572 m.s.n.m.; es decir,
la ocupación cultural se extiende en una región más bien baja, con amplias áreas planas
que se proyectan hacia la unión de los ríos Pachijal, Mashpi y Guayllabamba, sin perder
la constitución geofísica de piedemonte, sino definiendo las diferentes masas geológicas
que se forman desde las partes altas de los conos de deyección con sus ramales laterales.
De las 44 estructuras registradas en esta zona, a continuación citamos las más representativas:
2- Catorce metros más arriba, otra tola de 760 m2, coordenadas 734120E -021113N, en
la cota 757 m.s.n.m., plataforma rectangular sin rampas.
3- Una tercera tola de 560 m2 de área construida, ubicada en las coordenadas 734881E –
023357N, cota 747 m.s.n.m., con plataforma rectangular y dos rampas.
4- En la finca del señor Gilberto Guerrero se levanta otra tola de 600 m2 de área edifica-
da, cota 657 m.s.n.m., con plataforma rectangular y una rampa. Por coincidencia, en
nuestra visita se la salvó de una inminente alteración, pues ese día la iban a terraplenar
con tractor para sobre ella construir un tanque de agua.
Si este caso coincidencial fue anecdótico, mucho más fue el que experimentamos
cuando se nos informó y demostró que prácticamente todo el pueblo de Guayabillas
está construido sobre una tola. En efecto sobre la tola más grande hasta ahora regis-
trada, cuya área constructiva alcanzaba los 6.720 m2, se construyó la escuela, las can-
chas de la escuela, una calle de acceso y varias casas. Todavía se puede observar las evi-
dencias de los taludes periféricos. El sitio, actual pueblo, se encuentra en la cota 702
m.s.n.m. y se localiza en las coordenadas 732081E – 02294IN.
5- Cerca del pueblo se hallan otras tres tolas mayores. En la cota 744 m.s.n.m. consta
una tola con plataforma rectangular, una rampa y un área de construcción de 1.166 m2;
se ubica en las coordenadas 733398E – 023400N. Una plataforma rectangular sin ram-
pas con un área constructiva de 1.000m2, sobre la cota 629 m.s.n.m. y las coordenadas
733454E – 019735N. En tercer lugar, una tola con plataforma rectangular sin rampas
de 1.200 m2 de área construida, ubicada en la cota 687 m.s.n.m.
Veamos otro ejemplo de arquitectura monumental. Esta vez nos trasladamos hasta el
barrio Santa Teresa de la Parroquia Pacto, en donde se encuentra la hacienda Las Gemelas de
propiedad del señor arquitecto Mario Gómez, colindante con la hacienda de la señora Laura
Muñoz. Entre estos dos predios se levanta uno de los complejos arqueológicos mejor conser-
vados y con una variedad de elementos culturales y naturales que se complementan maravi-
llosamente: petroglifos, tolas con emplazamientos longitudinales y nucleados, cascadas, bos-
ques, etc. En la parte alta del cerro encontramos complejos nucleados de pirámides truncas y
que, mientras se desciende, se vinculan con otras plataformas rectangulares alineadas longi-
tudinalmente, muchas de ellas con las típicas rampas de acceso.
Para ilustrar la monumental área de construcción y su patrón de este sector, hemos elabo-
rado un cuadro con información de altitud, coordenadas y áreas construidas:
De este conjunto de tolas, ubicadas entre los 1.678 y 1748 m.s.n.m., cuatro de ellas
llaman la atención por estar construidas casi en cuadriculas, pues dejan un espacio inter-
medio a modo de una plaza, tal como ocurría con las tolas Alarcón-Pachijal, anterior-
mente descritas.
137
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
piedemonte en este sector. Se trata de seis tolas en buen estado de conservación, entre las que
sobresale una mayor y de doble rampa. El conjunto se distribuye de la siguiente manera:
Al integrar todo este gran contexto en las coordenadas 749655E-015401N y sobre los
1.500 m.s.n.m., se destaca la presencia del petroglifo Santa Teresa, al que nos hemos refe-
rido detalladamente en el capítulo III. Es uno de los petroglifos más significativos de la
zona, no sólo por su contenido simbólico, sino también por su concepción estética de
espirales que rodean a una figura zooforma y a otra antropomorfa.
Apreciación de los conjuntos Muñoz y Las Gemelas, petroglifo y cascadas, en el barrio Santa Teresa.
138
PATRONES DE ASENTAMIENTO
todas las tolas yumbo, aunque aquí distribuidas en semicírculo ovoidal debido a la geo-
grafía del lugar. Sus datos de ubicación son:
“Sin duda el recurso mineral de más trascendencia para la economía yumbo fue la sal.
Esta se extraía de salinas pertenecientes a Cachillacta, ‘pueblo de sal’ en quichua, topó-
nimo que al presente designa a una hacienda en la banda oriental del río Alambi entre
Nanegalito y Nanegal” (Salomon, 1997:18).
Página anterior:
A continuación se expondrán algunos ejemplos de áreas nucleadas con arquitectura
monumental piramidal. El objetivo es evidenciar la distribución de estos conjuntos
o complejos en el área registrada, su gran tamaño, nuclearización y distribución espacial.
conjuntos monumentales
y uso del espacio en el
territorio yumbo.
Cada conjunto nucleado, además del registro propiamente dicho, tiene el respaldo del Ejemplo tomado del
levantamiento topográfico, fotográfico, ubicación contextual en las cartas del Instituto mapa arqueológico,
Geográfico Militar, y una ligera descripción de datos complementarios. De esta manera tra- zona de influencia de los
taremos de sustentar y consolidar la propuesta sobre la existencia de una compleja organi- ríos San José y
zación social entre los yumbos que se ha cifrado bajo la modalidad de un sistema cacical. Pachijal.
Dados los altos costos para realizar los levantamientos topográficos de centenares de
vestigios, y dada también la dificultad para ingresar a muchos lugares todavía cubiertos
por bosques, nos limitamos a presentar algunos ejemplos de estos conjuntos en los que se
demuestra el manejo del espacio y la aplicación de ciertos parámetros que conforman el
patrón o los patrones de asentamiento de la nación yumbo. Estas construcciones nuclea-
das, en nuestro criterio, constituyen niveles iniciales de poblados semi urbanos, o quizá
una alternativa propia de ese pueblo para concentrar un gran número de individuos,
(1.000, 2.000, 3.000 o más) en cada uno de esos conjuntos.
Las pruebas de pala aplicadas con relativa sistematización (dificultades de acceso, bos-
ques, potreros) sobre las tolas o en áreas de influencia, en su mayoría (85%) arrojaron pre-
sencia de material cultural fragmentado, demostrándose así la ocupación bastante impor-
tante de todo el territorio por parte del pueblo yumbo.
Para su mejor comprensión, cada uno de los nueve conjuntos que a continuación pre-
sentamos, va ilustrado con su respectiva identificación, levantamiento topográfico y
exacta ubicación en el mapa arqueológico que el FONSAL se encuentra realizando a nivel
del Distrito Metropolitano de Quito:
141
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
Repitiéndose lo que ocurre en otros sitios, por sobre una de las tolas, la número 3,
atraviesa un culunco con dirección Suroeste-Noroeste, camino que permitía vincular este
conjunto de Ayapi con el centro ceremonial de Tulipe y con los sitios occidentales del
Pachijal y del bajo Guayllabamba.
E ste sector se ubica hacia la parte terminal del sistema montañoso pre montano, que se
vincula ya con el bosque tropical de la Costa. Está delimitado hacia el Occidente por
4 Al final de este capítulo, se encontrará la localización y los leventamientos topográficos correspondientes a las tolas estu-
diadas aquí. Se señalará en le texto las páginas de referencia.
142
CONJUNTOS NUCLEADOS
el río Mashpi y por el Norte por el río Guayllabamba, aunque su territorio se caracteriza por
la fluidez de varios ríos menores tributarios de los antes mencionados (página 150 y 151).
Cuenta con cuatro piedemontes principales, ocupados por sus respectivos conjuntos
de tolas piramidales, con área de construcción que en su mayoría sobrepasa los 1.000 m2
cada uno. Aprovechando estos alargados piedemontes, los yumbos construyeron sus pirá-
mides en secuencia, una tras de otra, a lo largo de los ramales y en las crestas más altas.
Este sitio aparece alterado tanto por la acción agrícola como por el asentamiento del
barrio Guayabillas, que incluye su iglesia, escuela y casas semi dispersas. Sin embargo, al
recorrer el área cultivada es posible reconocer una estratigrafía secuencial con presencia
de abundante material cerámico y lítico (metates y manos de moler) de filiación yumbo.
En este caso una tola mayor de doble rampa que se halla sobre la cota de los 1.595
m.s.n.m. y que domina todo el sector. Constituye el centro jerárquico de todo el conjunto.
143
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
Este conjunto compuesto por seis tolas levantadas a lo largo del piedemonte Mashpi.
Se halla al Occidente de la parroquia Pacto. Se distribuyen en 18 hectáreas de
terrenos pertenecientes a las fincas de las familias Córdova, Apolo y Tandazo, de cuyos
apellidos hemos tomado la denominación de las tolas (páginas 154 y 155).
Si bien todas siguen las cotas entre 740 y 750 m.s.n.m. sobresale la tola número 5,
tanto por su gran tamaño, excelente estado de conservación y por hallarse en la colina
más elevada. Entre la primera y la última existe una distancia de aproximadamente 2 Km.
lo que permite apreciar una ondulación superficial del piedemonte en cuyas partes altas
se suceden linealmente las tolas.
No todas las tolas de este conjunto poseen rampas de acceso, confirmándose así una
observación anteriormente señalada: las tolas que se hallan bajo la cota de los 800
m.s.n.m. guardan ciertas diferencias con respecto a aquellas de altitud mayor.
Entre las tolas 1 y 2 avanza un camino que vinculaba Tulipe, Gualea, Pacto, con las
poblaciones ubicadas en la cuenca del Mashpi y Guayllabamba. Es uno de los pocos ejem-
plos en que el culunco no atraviesa sobre las tolas, detalle que constantemente se obser-
va en otros conjuntos o tolas importantes.
144
CONJUNTOS NUCLEADOS
A excepción de la primera y sexta estructuras, las cuatro intermedias son relativamente peque-
ñas debido, en gran parte, a las pendientes laterales que caracterizan a este alargado piedemonte.
E l piedemonte Paraguas está delimitado al Sur por el río Pishashi y al Norte por la que-
brada de Parcayacu, siendo precisamente el cerro Paraguas (1518 m.s.n.m.) el encla-
ve desde donde se suceden las diferentes tolas, entre las cotas 1.480 a 1.465 m.s.n.m. El pie-
demonte tiene una dirección general que va de Noroeste a Sureste (páginas 158 y 159).
145
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
Por encontrarse en la finca de la familia Pérez, a estas cinco estructuras se las ha deno-
minado con el nombre de tolas Pérez.
Este importantísimo sitio desde el cual el pueblo yumbo extraía y exportaba la sal tanto
a la Sierra como a la Costa se encuentra en las coordenadas 762625E-012210N.
Actualmente se halla sometido a una intensa actividad agroganadera por lo que varias de las
tolas que hace 20 años conocimos ya no existen. Sin embargo, aún quedan once estructu-
ras diagnósticas que conforman uno de los complejos más importantes del Norte del país
yumbo. De este conjunto presentamos el levantamiento topográfico de cinco tolas que por
su cercanía y monumentalidad nos permiten, una vez más, demostrar el patrón de asenta-
miento de ese pueblo. A esto cabe añadir la extraordinaria cantidad de fragmentos cerámi-
cos que se hallan dispersos en superficie, denotando una densa ocupación poblacional, pro-
bablemente de tres veces o mayor a la actual (páginas 160 y 161).
Cachillacta se asienta entre las estribaciones del bosque Maquipucuna y las laderas orienta-
les del piedemonte Salento, teniendo como cuenca hidrográfica principal el río Alambi. En este
sector, el piedemonte Cachillacta se ensancha hasta adquirir una especie de gran planada, pero
con una orientación general que va de sur a Norte y con ciertas ramificaciones hacia el Noreste.
En el piedemonte Santa Teresa, que se extiende entre las quebradas Santa Ana y Piripe,
se halla uno de los complejos más interesante y significativos del país yumbo, pues
en las diferentes fincas subsisten grandes tolas monumentales vinculadas con culuncos,
petroglifos e inclusive cascadas (páginas 162 y 163).
146
CONJUNTOS NUCLEADOS
Hacia el Norte de esta última estructura se halla una serie de montículos que conforman
uno de los cementerios yumbos de este asentamiento. Sin embargo, aunque no conste en el
levantamiento topográfico, en este sector se halla la tola Méndez, una de las más importan-
tes del piedemonte Santa Teresa, tanto por su tamaño como por su destacada ubicación, pues
desde ella es posible dominar visualmente una amplia superficie del subtrópico quiteño.
I ngapi es uno de los barrios alejados de Pacto que se asienta sobre el piedemonte con-
formado por los ríos Chalupa al Sur y Chiripe al Norte, a 2.05 Km. hacia el Suroeste
de ese centro parroquial (páginas 164 y 165).
El complejo arqueológico registrado se compone de seis estructuras que siguen las cur-
vas de nivel 1.200 a 1.205 m.s.n.m. y se distribuyen a modo de escuadra, a lo largo del
segmento de este piedemonte.
148
CONJUNTOS NUCLEADOS
149
Levantamiento
topográfico del
conjunto
monumental
Ayapi-Alarcón.
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
Localización del
conjunto monumental
Enchiglema-
Guayabillas.
150
CONJUNTOS NUCLEADOS
151
Levantamiento
topográfico del conjunto
monumental Enchiglema-
Guayabillas.
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
Localización del
conjunto monumental
Pérez-el Desobligo.
152
CONJUNTOS NUCLEADOS
153
Levantamiento
topográfico del conjunto
monumental Pérez- El
Desobligo.
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
Localización del
conjunto monumental
El Mashpi 1
154
CONJUNTOS NUCLEADOS
155
Levantamiento
topográfico del Conjunto
Monumental El Mashpi 1.
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
Localización del
conjunto monumental
Saguangal.
156
CONJUNTOS NUCLEADOS
157
Levantamiento
topográfico del conjunto
monumental Saguangal.
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
Localización del
conjunto monumental
Paraguas.
158
CONJUNTOS NUCLEADOS
159
Levantamiento
topográfico del conjunto
monumental Paraguas.
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
Localización del
conjunto monumental
Cachillacta.
160
CONJUNTOS NUCLEADOS
161
Levantamiento
topográfico del conjunto
monumental
Cachillacta.
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
Localización del
conjunto monumental
Santa Teresa.
162
CONJUNTOS NUCLEADOS
163
Levantamiento
topográfico del Conjunto
Monumental Santa.
Teresa.
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
Localización del
conjunto monumental
Ingapi.
164
CONJUNTOS NUCLEADOS
165
Levantamiento
topográfico del conjunto
monumental Ingapi.
Capítulo XIX
El país yumbo: ¿un gran cacicazgo o un
conjunto de cacicazgos?
Página anterior:
“L a documentación perteneciente al último siglo de dominación (siglo XVIII) revela
que gran parte de la población indígena estaba todavía congregada en agrupaciones
vinculadas a un terreno comunal, sujetas a autoridades étnicas y denominadas ‘ayllus’ o,
vestimenta festiva,
riqueza y poder, signos
vinculados a personajes
en el territorio de la Audiencia de Quito importantes de las zonas
más frecuentemente ‘parcialidades’. Estos subtropicales. Fuente:
grupos de parentesco o linaje, vinculados archivo documental del
a un territorio poseído en común y cons- Banco Central del
tituidos por todos aquellos considerados Ecuador.
como descendientes de un antepasado
común mítico o real estaban regidos por En esta página: indio
‘caciques’, quienes contaban a su vez con gobernador de maynas.
Fuente: Imágenes de
colaboradores en el mando llamados
identidad. Acuarelas
‘principales’. Al frente de varias parciali- quiteñas del siglo
dades reducidas en la entidad mayor XIX, Quito,
denominada ‘pueblo’, se encontraba el FONSAL, 2005,
cacique de la parcialidad más representa- p.217.
tiva, con el título de ‘gobernador’ o ‘caci-
que principal’ (Moreno, 1978: 33-34).
1 En este punto, se considera prudente explicitar que entendemos al pueblo yumbo como una organización social comple-
ja que, internamente, funcionaba mediante cacicazgos y los elementos de poder que este concepto implica. No obstante,
estos cacicazgos estaban relacionados entre sí por matrices culturales que nos han permitido hablar y plantear el uso de
nación para el examen de este pueblo prehispánico.
167
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
“Indio Yumbo de las como la supervivencia, a la llegada de los españoles, de poderosos caciques, con con-
inmediaciones de Quito trol efectivo de los principales y una numerosa población, lo estarían sugiriendo.
con su trage de plumas Athens y Osborn (1974a, 1974b) hacen hincapié, basándose en investigaciones de
de Cormillos de
Erasmus (1965), en que la alta inversión de trabajo requerida para construir las tolas,
Animales de Caza de
que usan cuado están de postula la necesidad, de un nivel de complejidad social equivalente al ‘cacicazgo’ o
Gala Imágenes de ‘señorío’. Incluso llegan a sugerir que ‘tal vez cada agrupamiento de tolas represente
identidad”. Imagen el centro de una unidad sociopolítica dentro de la región” (Larraín, 1980: 31).
tomada de la obra de
Albán, en Imágenes Como se anotó en el capítulo XVII relacionado con el patrón de asentamiento, el terri-
de identidad. torio noroccidental está lleno de tolas y conjuntos nucleados que se asientan en sus típi-
Acuarelas quiteñas cos piedemontes, demostrando un ordenamiento en el uso del espacio impuesto por la
del siglo XIX, Quito,
topografía y, a la vez, una organización social que se desarrolla en esos espacios con rela-
FONSAL, p.140.
tiva independencia entre ellos pero también integrados a la gran unidad yumbo.
168
EL PAÍS YUMBO: ¿UN GRAN CACICAZGO O UN CONJUNTO DE CACICAZGOS?
Una jefatura ocupa un nivel de integración social que trasciende la sociedad tribal en
dos aspectos importantes. En primer lugar,
“[...] una jefatura es usualmente una sociedad más densa de lo que es una tribu, una
ventaja que se hace posible para una productividad mayor. Pero, en segundo lugar, más
organizada, siendo particularmente distinguible de las tribus por la presencia de cen-
tros que coordinan actividades económicas, sociales y religiosas” (Service, 1971:133).
A ello ira acompañado, sin lugar a duda, el desarrollo de la tecnología que permite una
clara distinción entre el nivel tribal y el de los Estados, elemento que se lo puede com-
probar a partir del registro arqueológico. Su carácter quizás más significativo es, sin em-
bargo, el de ser fundamentalmente una sociedad redistributiva, como “consecuencia de la
especialización y las relacionadas necesidades para la coordinación y para la alocación de
productos” (Alcina, 1986: 266).
No necesariamente debe encontrarse la ciudad o la gran aldea semi urbana para ase-
verar la existencia del cacicazgo; también una sociedad de poblamiento disperso puede
ejercer esta categoría, tal como asegura Alcina:
“El patrón de asentamiento de las jefaturas es, ordinariamente, muy variable ya que al
tiempo que se concentra en aldeas, que pueden llegar a tener varios miles de habitan-
tes, especialmente cuando incluyen la residencia del jefe o señor, suelen presentar un
poblamiento disperso en forma de pequeños caseríos e incluso de viviendas aisladas.
Los poblados-cabeceras o ‘capitales’ de estas jefaturas no solamente concentran gran
número de habitantes, sino que incluyen la residencia del jefe y de su parentela o
seguidores, los templos o edificios destinados al ritual y las casas destinadas a artesa-
nos, sacerdotes y servidores” (Alcina, 1986: 267).2
“En el sistema económico de las jefaturas juegan un papel importante: los excedentes
de producción, la organización centralizada, la especialización y la redistribución. Los
excedentes de producción serán básicamente alimentos agrícolas, de pesca o caza, etc.
2 Autores como Flanery (1975: 18) y Sanders-Morino (1973:16) compartirían elementos de esta definición.
169
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
pero muy pronto serán también artesanales. De ahí que la sal, el ají, o procedimien-
tos como el ahumado, la fabricación de tortas y otros productos de interés suntuario,
ritual, etc. deben proceder en primer lugar de los ascentamientos locales, pero tam-
bién pueden ser el resultado de intercambio o comercio en incipientes ‘mercados inter-
nacionales’ o producto de la rapiña por parte de grupos ‘militares’ de caracter incipien-
te, al servicio del jefe” (Alcina, 1992: 267).
Otro elemento muy importante que surge y se desarrolla en este tipo de sociedades es
el vinculado con la creencia y práctica, en la que el cacique ejerce una función dual, jefe
y sacerdote:
“Otro sector importante de las personas ‘dependientes’ del jefe es el complejo shamán-
sacerdote, en el que es apreciable una tendencia evolutiva en el sentido de constituirse
de manera cada vez más sólida un sistema eclesial o sacerdotal, con templo, rituales for-
malizados, etc. La naciente clase sacerdotal puede tener una relación directa con la jefa-
tura, hasta el punto de que el jefe es al mismo tiempo ‘cabeza’ de esa naciente iglesia, y
cabeza del poder político, o bien puede desarrollar su propio sistema jerárquico con
independencia del poder político, pero de manera paralela a él” (Alcina, 1992: 270-271).
“Estas gentes, si bien hablan con el demonio, tienen el Sol como a su Dios principal y
cuando quieren pedirle alguna gracia, suben, así señores como sacerdotes, muy de
mañana apenas éste sale, sobre un montículo […]” (Benzoni, 1985: 115 [1547 –1550]).
Sobre los templos, Alcina Franch sostiene que en principio serían simples casas para
realizar determinadas ceremonias; luego llegarán a constituirse en santuarios o lugares de
peregrinaciones con carácter ‘internacional’. Después construirán centros ceremoniales y
festivos en los que el mercado y centro ceremonial se asocian con el crecimiento de las
jefaturas, especialmente de aquellas que están orientadas decisivamente hacia un sistema
teocrático (Alcina, 1992: 271).
David Stemper (1987), al interpretar las estructuras sociales de las antiguas poblacio-
nes de sitios arqueológicos de la Costa, como en el caso de Colimes de Balzar, provincia
del Guayas, sostiene que los cacicazgos como forma de organización política menos com-
pleja que los Estados, son sociedades jerarquizadas con cargo permanente de jefatura y
control directo sobre un territorio fijo y poblaciones grandes. Es decir, los elementos jefa-
tura, territorio y población, son inherentes a la categoría del cacicazgo. Dichas formas
de cacicazgos según Estemper, incluyen campos elevados para agricultura, montículos
para viviendas, pirámides truncadas a menudo con rampas, objetos de oro y cobre y entie-
rros de distintos tipos con ofrendas funerarias en cantidades y calidades variables.
A excepción de los ‘campos elevados’ (tecnología apropiada para campos bajos y pan-
tanosos) todas las demás características, absolutamente todas, se ajustan a la macro área
de Tulipe. Inclusive en la metalurgia, es frecuente escuchar a los habitantes de la región
el hallazgo de piezas de metal sobre todo en oro. Dada la metodología de la prospección,
nosotros hemos recuperado pocos ejemplares de metales, pero no se descarta esta posibi-
lidad cuando se ingrese en futuros trabajos de excavación arqueológica. Los mismos docu-
mentos etnohistóricos sostienen que los ‘mindalaes’ yumbos, mercaban oro proveniente
de su región por toda el área circunquiteña.
170
EL PAÍS YUMBO: ¿UN GRAN CACICAZGO O UN CONJUNTO DE CACICAZGOS?
Pero los cacicazgos de la macro área yumbo, en nuestro criterio, van mucho más allá:
mantienen un comercio interregional durante todo el período precolombino de mayor
crecimiento económico y cultural como es el período de Integración. En efecto, transpor-
taban obsidiana, probablemente desde los Andes Septentrionales que, no sólo servía para
la elaboración de artefactos utilitarios, que de por sí ya son importantes para medir inclu-
so el desarrollo tecnológico de las fuerzas productivas, sino también como artefactos de
tipo ritual y ceremonial cuya presencia es una constante en la región costanera y en el
Interland durante todo aquel período (Salazar, 1992: 119 –122). Esto para citar un ejem-
plo, pero ya se ha dicho también que comercializaban con otros tantos productos apete-
cidos en una u otra región: Spondylus, tejidos, algodón, plantas medicinales, objetos sun-
tuarios, coca, frutas, etc.
Para tales interrelaciones comerciales,3 debieron por fuerza haber manejado no sólo su
lengua materna, sino también aquellas lenguas de pueblos no yumbos que se habían
desarrollado a lo largo del callejón interandino, de la Costa y quizá de la Amazonía. “Los
Yumbos casi sin lugar a duda hablaron un idioma de la familia barbacoa, parecido a los idio-
mas tsafiqui (de los tsáchilas) y chachi (de los chachis)” (Lippi, 1998: 53 y 185). Nosotros
afirmamos que fuera de su país, tenían que hablar ‘lenguas extranjeras’ lo cual les colocaba
en un nivel ciertamente de mejor estatus interétnico y de mayor jerarquía comercial.
2- Evidencia cerámica
3 A lo largo de este capítulo, así como en otras secciones de este estudio, se ha utilizado términos como ‘comercializar’,
‘mercado’, ‘mercar’, entre otros similares. En lo posible, se ha evitado su uso al pertenecer a nociones que dan cuenta de un
tipo de economía que suele implicar el elemento monetario. Empero las empleamos aquí como herramientas de descrip-
ción que nos permiten referirnos a sistemas de intercambio complejos de productos operados por el pueblo yumbo.
171
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
Algo que merece resaltarse es el hallazgo de varios artefactos que denuncian activida-
des relacionadas con el aspecto textil (elaboración de hilos): son las fusayolas o torteros.
Estas evidencias tangibles recuerdan la descripción de documentos etnohistóricos que
hablan sobre una importante producción de hilo de algodón que los yumbos transporta-
ban hacia la Sierra; actividad o tradición que posteriormente, según Frank Salomon, influ-
yó en el desarrollo textilero y obrajero del Quito colonial.
3- Evidencia lítica
E
n lítica sorprende la abundante producción de manos de moler y metates, general-
mente trabajadas en piedras andesitas, con formas similares a las encontradas en
Cochasquí, La Florida o Rumipamba. Su funcionalidad estaba orientada a moler o triturar
granos para preparar alimentos que servían para el autoconsumo cotidiano y, desde luego,
también para los actos festivos.
4- Tolas
E n cuanto a las tolas, en el Capítulo II hemos dicho que las del territorio yumbo son
realmente únicas, aunque la tradición de la construcción pudo venir desde tiempos
más tempranos. La periodización de las tolas y su posible relación con el proceso evolu-
tivo, se confirman con dataciones arqueológicas que se remontan al período de la revolu-
ción agrícola valdiviana pues ya en los albores del período Formativo:
“A través del tiempo y los períodos Valdivia, el poblado surge y crece y con él, las
viviendas y sus montículos ceremoniales, que para la época de Valdivia III (5.000 a. p.)
se enmarca perfectamente en una plaza central, a la que se agregan dos montículos
menores más” (Marcos, et. al. 1985:12). Es un trazado aldeano con plaza y montícu-
los ceremoniales.
Isaacson y Jara (1983) obtienen una datación de muestras de carbón vegetal que ubica
a las tolas de Tulipe en el 800 d. C., perteneciente al período de Integración. Igualmente
para los complejos arquitectónicos de la Sierra, Athens obtiene dataciones calibradas que
se ubican entre los 500 y 1.500 d.C. (Athens, 1997).
172
EL PAÍS YUMBO: ¿UN GRAN CACICAZGO O UN CONJUNTO DE CACICAZGOS?
P ara una mejor ubicación cronológica de este pueblo, brevemente conviene insistir
en la confrontación que los arqueólogos suelen hacer entre vestigios culturales y
periodización. La presencia de cerámica y lítica en el área de Tulipe correspondientes al
Formativo (2000 a. C.-500 a. C.) y sus 50 km2 de área ocupada, nada tienen que ver con
el pueblo yumbo.
Los yumbos ocupan este espacio como una segunda civilización a partir del 800 d. C.,
es decir, después de unos 1.300 años de la desaparición de los pobladores del Formativo
a causa de erupciones volcánicas. Entre los estratos culturales de los dos grupos humanos
se interponen alrededor de 3 m. de arena y ceniza de varias erupciones, ocurridas entre el
año 2000 a. C. hasta el año 800 d. C.
Durante el período de Desarrollo Regional (500 a.C.-500 d.C.), la región estuvo des-
poblada y, por tanto, no aparece material arqueológico que evidencie ocupación alguna.
173
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
Continúa el autor:
“Así pues, del estudio arqueológico de los montículos artificiales y de los antiguos auto-
res, se deduce, que los constructores de tolas llegaron a Imbabura desde las selvas del
litoral, en tiempos relativamente modernos” (Jijón y Caamaño, 1920, 212-213-222-231).
Aquí surge otra de nuestras hipótesis: creemos que tales constructores emigrantes
hacia las vecinas tierras imbabureñas fueron los expertos constructores del país yumbo,
que no tuvieron problema en difundir sus amplios conocimientos y tecnología entre los
años 1200 -1400 d.C.
Esta breve relación de los estudios de finales del siglo XIX y principios del XX, bási-
camente ayuda a demostrar la presencia de construcciones monumentales elaboradas arti-
ficialmente en la región Costa y su posible avance cultural hacia el callejón interandino
(Imbabura y Pichincha), como vinculantes de un proceso en el que participaron los yum-
bos, los cuales no conformes con haber edificado sus conjuntos nucleados que estructu-
raban organizacionalmente a los cacicazgos, ‘exportaron’ su tecnología hacia la sierra.
En la siguiente página sostiene que “Francisco de la Carrera y su hijo del mismo nom-
bre, tuvieron la encomienda de Pansaleo y de los yumbos. […]. Carlos de Salazar, reci-
bió también de La Gasca, la Encomienda de Cotocollao y de los yumbos” (Jijón y
Caamaño, 1919, 347).
174
EL PAÍS YUMBO: ¿UN GRAN CACICAZGO O UN CONJUNTO DE CACICAZGOS?
Niguas, Llulluto, Cachillacta, Mindo, Tusca [¿Tusa?], Topo, Nambe, con tres mil morado-
res (Jijón y Caamaño [1919] en Ponce Leiva, 1994, t. II: 296).
El investigador señala también que para mediados del XVIII, Canzacoto, Santo
Domingo y San Miguel, “pueblecillos miserables”, situados entre el río Toachi y el
Quinindé, formaban la misión de Santo Domingo de los Colorados; en la región de los
yumbos, apenas si subsistían las aldeas casi en extinción de Gualea, Nanegal, Mindo,
Nono, Tambillo, Niguas, Cachillacta, Yambe y Cocaniguas.
Lo interesante está en que varias de las poblaciones cuyos nombres se repiten en las tres
listas de Jacinto Jijón y Caamaño, muy probablemente corresponden a los antiguos cacicaz-
gos yumbos propuestos por nosotros, pues al menos varios de sus actuales asentamientos
aproximadamente ocupan los ancestrales espacios en los que se evidencian los conjuntos
nucleados de tolas.
Algo que llama la atención, es cómo, Jacinto Jijón y Caamaño y otros clásicos inves-
tigadores no conocieron Tulipe y, más que todo, no descubrieron la presencia de cente-
nares de tolas en la amplia franja que se ubica en las costas que van desde los 800 m. hasta
los 1.700 m.s.n.m., y desde aproximadamente Pedro Vicente Maldonado por el Sur hasta
Imbabura por el Norte.
Si aquello no les fue posible, desde luego sería demasiado exigente de nuestra parte
pedirles referencias sobre complejos arquitectónicos monumentales nucleados, distribui-
dos sobre los piedemontes que conforman más de 1.000 km2 de la región que reciente-
mente, por el desbrozamiento indiscriminado de los bosques, estamos descubriendo.
Esta situación de ‘anonimato’ perjudicó a los yumbos, porque no les permitió constar
en ‘los relatos’ de la historia tradicional ecuatoriana. Pero ahora se lo está conociendo
como un pueblo que siguió su propio proceso histórico, en una región internada entre la
Costa y la Sierra, y que por más de mil años acumuló una gran experiencia tecnológica
hasta lograr transformar un paisaje natural de bosque muy húmedo pre montano
(bmhpm) en un paisaje cultural habitable.
En algún momento señalamos que la presencia de las tolas no debía observarse sola-
mente como un testimonio de las fuerzas de trabajo especializadas de este pueblo orga-
nizado, sino que va más allá. Precisamente, esa monumentalidad es muestra de la trans-
formación del paisaje natural del bosque húmedo en territorio productivo; en esta trans-
formación está implícita la explotación de tantos otros recursos como la sal y el oro, y no
se diga de aquellos productos fundamentales para satisfacer sus necesidades básicas. Caso
contrario, esa sociedad no se hubiese desarrollado y se habría quedado estancada a nivel
de pequeños grupos horticultores endogámicos de la categoría tribal.
Ese paisaje natural transformado incluía el uso de los ríos como espacios oportunos y
especiales para los mensajes de orientación sagrada del pueblo. Entre los ríos y quebradas
se hallaban los centros arquitectónicos nucleados, los culuncos, los petroglifos y las cas-
cadas que cubren esa geografía. Estamos hablando, entonces, de un medio ambiente
sagrado, de una geografía sagrada, que a lo largo de los caminos y al cruzar las quebra-
das se encuentran hitos con diseños grabados en piedras ciclópeas recordando a los via-
jeros y peregrinos el mensaje de los dioses estelares y su obligación de rendirles culto.
175
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
Para 1964, la misión científica alemana dirigida por Udo Oberem interviene en uno
de los complejos piramidales emblemáticos de la región septentrional del callejón inter-
andino: Cochasquí. Los resultados permitieron algunos datos de suma importancia como
el establecimiento de su cronología. Su posición cronológica corresponde a la segunda
mitad de la fase de integración (1.000 d.C.-1500d.C):
“A mediados del siglo XIII parece iniciarse, por lo menos en tres sitios al mismo tiem-
po, la ola de construcciones de pirámides truncas y de montículos funerarios […].
Cochasquí significó un cambio del área habitada y la inserción en el antiguo sistema
de montículos funerarios […]. Consta de 15 pirámides truncas, de las cuales 9 tienen
rampa, y de 30 montículos” (Oberem, 1981: 21-22).
Por otra parte, la misión arqueológica española, con su proyecto sobre la arqueología
de Esmeraldas, dirigido por Alcina Franch durante las temporadas de trabajo de 1973,74
y 75, nos indica que:
“[…] el tipo de asentamiento urbano o semi urbano del que conocemos dos casos,
Atacames y Tonsupa (Provincia de Esmeraldas), está constituido por una agrupación
probablemente planificada de tolas de diferentes tamaños y forma, cada una de las
cuales puede representar, en términos de unidades de habitación, una, dos, tres o más
casas y cuya altura -hasta tres o cuatro metros- representan el tiempo de ocupación de
la vivienda nos ha permitido esbozar no solo el patrón de asentamiento de las villas
del período de Integración de su localización, donde comercio y ceremonialismo se
unirían, como es ordinario actualmente y en el pasado” (Alcina Franch, 1979: 68-70).
Por otro lado, el padre Pedro Porras Garcés, en su libro Arqueología sobre Palenque y la
Ponga, señala que “los montículos de tierra (tolas) construidos artificialmente, constituyen
una de las estructuras predominantes en la arqueología ecuatoriana” (Porras, 1983: 17), y
recopila los nombres de los estudiosos que han dedicado sus esfuerzos a este tema no sólo
en nuestro territorio, sino también en América. Con relación a sus investigaciones en la
región amazónica (Sangay), explica que
Como se ve, son varios los arqueólogos que han dedicado sus esfuerzos al conocimien-
to de las tolas. Igual mención que los investigadores citados merecen Víctor Emilio
Estrada (1958), Collier (1943), Saville (1907). Pero quizá el grupo suizo presidido por
Guillaume-Gentil sea el más destacado por su estudio estrictamente orientado al conoci-
miento de montículos, tolas y conjuntos en una amplia área, similar a la de los yumbos,
como es la de La Maná-Santo Domingo de los Colorados.
176
EL PAÍS YUMBO: ¿UN GRAN CACICAZGO O UN CONJUNTO DE CACICAZGOS?
Un proyecto de rescate de gran significado para el país, fue el auspiciado por el Museo
del Banco Central y dirigido por Francisco Valdez en el sitio de La Tolita, provincia de
Esmeraldas. De este estudio se sabe que las tolas de ese santuario fueron construidas en el
“Período Clásico Tolita”, entre los años 300 a.C. y 90 d. C., en pleno período de
Desarrollo Regional.
177
Capítulo XX
Geometría y trazado armónico
de las piscinas
Página anterior:
1-Visión ‘etnocentrista’ sobre los yumbos históricos representación de la cruz
y su reivindicación a partir de la evidencia arqueológica cuadrada en oro
repujado proveniente de
Alacao, provincia de
C omo ya se ha manifestado, la opinión generalizada respecto de los yumbos ha sido
peyorativa, probablemente porque desde un inicio los cronistas los calificaron como
gente selvática, exentos de poder y sin ninguna manifestación de arrogancia militar.
Chimborazo, cultura
puruhá. Fuente: Banco
Central del Ecuador.
Mientras los pueblos serranos -al menos es lo que se conoce de las postrimerías del
período de Integración- estaban envueltos en conflictos por la hegemonía de sus cacicaz-
gos y fundamentalmente preparándose para la defensa de sus territorios ante la amenaza
y, luego, efectiva conquista de los cuzqueños, los yumbos desarrollaban sus tradicionales
actividades agrícolas, comerciales y religiosas.
En una oportunidad los mismos yumbos manifestaron a Cabello de Balboa que “ellos
nunca tuvieron guerra con nadie” (Cabello de Balboa, 1945 [1579?]: 56). Lo contrario
sucedía con los niguas, cayapas, cayambis y otras bandas multiétnicas de la Costa y de la
Sierra que, se sabe, provocaban situaciones bélicas con sus vecinos.
Con estas condiciones favorables en las que las necesidades primarias estaban ‘supera-
das’, se entiende que en un proceso progresivo los yumbos se fueran a la conquista de
otros niveles de crecimiento humano: atienden su religiosidad, su producción selectiva y
su organización social estratificada, probablemente teocrática.
179
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
Sin embargo, la visión que tuvieron ciertos cronistas (Cieza de León, Garcilaso de la
Vega, Cabello de Balboa, en menor grado), y que heredaron algunos etnohistoriadores,
fue desafortunadamente la de ‘pueblos primitivos’, ‘grupos dispersos’ o ‘sociedades triba-
les’, comparables únicamente con los grupos humanos de la selva. Esta visión ‘etnocen-
trista’ creemos que siempre existió, primero por parte de los cacicazgos pre incas, luego
por los cuzqueños, después por los españoles y, por inercia apriorística -no podían faltar-
también por parte de políticos y estudiosos contemporáneos, que han repetido afirma-
ciones de cronistas que nunca estuvieron en la región yumbo.
La verdad es que la nación yumbo se formó sin enemigos o contrincantes, salvo aque-
llos que los asaltaban en los caminos mientras transportaban sus mercancías, acusación
hecha a los niguas. Por el contrario, la actividad comercial que predominaba en los yum-
bos y su misma ubicación geográfica, tan distinta y distante de la serrana y de la coste-
ña, les llevó a adoptar un comportamiento ‘diplomático’, negociador y pacífico, del cual
obviamente ellos obtenían los mayores beneficios, como ha quedado señalado.
Los yumbos no ejercieron la guerra. Su lucha de todos los días era con la naturaleza,
de la que le extraían racionalmente sus productos naturales y agrícolas. Si es que cono-
cieron la guerra fue porque estaban informados de las constantes rencillas y hostilidades
entre las provincias serranas de Cayambe y Caranqui, o los por problemas de tierras y sus
productos (Espinosa S., 1983, t. II: 76-79), o cuando constataron la invasión cuzqueña a
todos los cacicazgos y señoríos andinos con quienes habían mantenido permanentemen-
te relaciones comerciales. Los yumbos históricos recién actuaron con posibles sistemas
de ataques guerrilleros cuando, en una reacción panandina contra los españoles, tuvieron
que defender su macro región. Desde luego, al no estar preparados militarmente, su larga
resistencia (1537-1570) tuvo que ceder ante la superioridad militar de los colonizadores.
2- Deducciones interpretativas
180
GEOMETRÍA Y TRAZADO ARMÓNICO DE LAS PISCINAS
Los accidentes naturales de la región andina tan distintos a los de otras partes del mundo,
han confluido en la estructuración evolutiva de un ser humano que se ha adaptado a innume-
rables nichos ecológicos y que paulatinamente ha ido construyendo su micro cosmos. Al res-
pecto, Mircea Eliade sostiene que “todo micro cosmos, toda región habitada, tiene lo que
podría llamarse un ‘centro’, es decir, un lugar sagrado por excelencia” (Eliade, 1979: 43).
Desde este centro el hombre ha ido conquistando un macro espacio hasta alcanzar, según
los antropólogos, arqueólogos, etnógrafos y sociólogos, una identidad propia que hay que
descifrar. En nuestro caso, Tulipe es uno de esos centros de irradiación y convergencia cultu-
ral que nos permite seguir una pista del hombre andino subtropical que nos antecedió.
Los violentos cambios topográficos en Ecuador, que juegan con alturas que van desde
el nivel del mar hasta las nieves perpetuas, han facilitado el crecimiento de exuberantes y
variadas formas de flora y fauna, confluyendo con su explotación racional para que este
hombre andino desarrolle estrategias de vida peculiares y variadas que deben investigarse.
Esta compleja dinamia exige en nuestros días una aplicación especializada de las ciencias
humanas tendiente a estructurar e interpretar un tipo de arqueología que bien podría llamar-
se ‘arqueología andina. Es decir una ciencia con métodos científicos y reconocidos global-
mente, pero adaptados y adaptables para el descubrimiento del hombre que habitó este con-
texto geográfico con sus peculiaridades ecológicas; métodos que aseguren la correcta inter-
pretación de los materiales culturales y que garanticen su integridad y conservación.
Esta tarea a nivel andino, de ninguna manera puede resultar fácil; de hecho, desde hace
más de treinta años varios arqueólogos modernos vienen trabajando en esa línea. Lumbreras,
L.G. (1974) señala que es correctísima la búsqueda de evidencias en sitios puntuales para
descubrir a su artífice local, aunque más importante será llegar a conocer al hombre que en
profundo y permanente diálogo con la naturaleza elaboró una identidad andina.
Más difícil se vuelve esta indagación si se considera que los diferentes pueblos -que se
acomodaron a las sinuosidades de los gigantescos Andes y a sus inmensas llanuras que
recorren paralelamente de Norte a Sur y se extienden de Este a Oeste- participaron tam-
bién de una macro cosmovisión en la que está involucrada la cosmogonía y cosmología
(Milla Uribe 1990: 45); es decir, la complejidad de esta tarea antropológica se multiplica,
imponiéndose la necesidad de contar con investigaciones de largo alcance y con el apor-
te interdisciplinario de muchos profesionales.
181
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
Página siguiente arriba, sencia de tolas a lo largo de los piedemontes con sus sistemas de relativa autonomía de
templo circular de los subsistencia, nos conduce a propuestas de pequeños cacicazgos que integrados -no sólo
yumbos conformado por por una gran red de caminos, sino por relaciones étnicas, religiosas y de intercambio labo-
muros de contención en
ral- constituyeron la nación yumbo. Los últimos capítulos hacen referencia a la desesta-
forma de anillos
concéntricos. Fotografía bilización de esa nación subtropical a causa de la invasión cuzqueña sobre la región de los
de Patricio Cando señoríos serranos, y del inmediato advenimiento de la conquista española, además de los
García, 2004. eventos telúricos del volcán Pichincha con sus repetidas erupciones.
Abajo, círculos
concéntricos diseñados y
esculpidos en petroglifos 3- El trazado armónico en los grandes monumentos
del territorio yumbo arqueológicos e históricos. El círculo: abstracción
(Petroglifo Chirape 1).
simbólica y aplicación arquitectónica
Los textos de las ciencias exactas citan, entre otros, a los pueblos mesopotámicos, ára-
bes, egipcios y a los de extremo oriente, como los creadores de las matemáticas, la geo-
metría, el álgebra, etc. En verdad, de aquellos pueblos han quedado evidencias escritas y
claros testimonios de sus inventos y aplicación.
De hecho, las monumentales pirámides del antiguo Egipto son ejemplos de alta ingenie-
ría; es decir, demuestran ser producto de previas abstracciones conceptuales relacionadas con
los números, las proporciones, el cálculo, la escala, el diseño, etc. No
fueron construidas de manera fortuita o arbitraria ni tampoco cons-
Conceptos matemáticos y de geometría utilizados tituyeron un ‘monumentalismo’ de albañilería.
por los faraones en sus famosas pirámides egipcias.
Fuente: Cole, 2003.
Las directrices geométricas se desarrollaron en todas las culturas y
se aplicaron magistral y artísticamente en sus templos. Tal es el caso,
por ejemplo, de la construcción y función del mandala. Según Eliade:
El círculo es considerado desde tiempos inmemoriales como una de las figuras sagradas
más constantes del arte, primero rupestre y luego universal. La representación del sol por
ejemplo, en todas las culturas precolombinas, siempre aparece asociada a una serie de círcu-
los concéntricos, y en el caso de Tulipe se plasma en los petroglifos y particularmente en la
piscina 8, cuya planta se forma de cinco círculos concéntricos.
182
GEOMETRÍA Y TRAZADO ARMÓNICO DE LAS PISCINAS
183
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
Varios siglos antes de Cristo, los hindúes con stufas, los chinos con kejias o hakkas, los
etruscos con tumbas, y los mismos romanos y griegos con templos y odeones, manejaron
con alta precisión la circunferencia y sus elementos (gráficos a continuación); no se diga
los grandes maestros y arquitectos de mausoleos, tumbas, palacios y templos paleocristia-
nos, bizantinos, musulmanes y renacentistas.
Aquí lo atrevido de nuestra comparación: si observamos los gráficos de las páginas 184
y 185, se podría constatar que la planta circular de la piscina 8 de Tulipe comparte en tér-
minos generales la misma de aquellas centralizadas que se repiten en los edificios repre-
sentativos de las grandes sociedades antiguas. En efecto, allí está el centro o núcleo del
espacio circular desde donde parten los círculos concéntricos hacia la periferia, allí está el
espacio más perfecto con delimitaciones infinitas que recuerdan el firmamento, el sol, el
universo, lo cíclico, lo eterno, la vida y la misma muerte que da sentido a la vida.
Los yumbos, creemos, estaban concientes de todos estos atributos del círculo y por
eso edificaron en un lugar especial, inclusive separado del conjunto principal, su gran
templo circular, identificado como piscina 8.
Planta circular de una stufa en la que se Planta circular de una Kejia o Hakka
realizaba el rito de la Pradakshina, girando (“familiar huésped”) en Fujian, China,
en torno de ella según las agujas del reloj. siglo III a.C. Fuente: Cole, 2003.
India, siglo III a.C. Fuente: Cole, 2003.
184
GEOMETRÍA Y TRAZADO ARMÓNICO DE LAS PISCINAS
Planta circular de la tumba de Porsenna-Chiusi, Planta circular del templo de Vesta, Roma
Etruria siglo VI a.C. Fuente: Cole, 2003. Antigua, siglo I a.C. Fuente: Cole, 2003.
Planta circular del Odeón de Herodes Atico, Planta circular de un Mausoleo o tumbas del
Atenas-Grecia Antigua, siglo II d.C. período Paleocristiano y Bizantino, que siguieron la
Fuente: Cole, 2003. tradición romana siglo III d.C. Fuente: Cole, 2003.
Planta circular de la Tumba de Planta circular del Tempietto de Bramante Planta de los cinco círculos
Mohamed Adil Shah, a la que se le construido sobre el domo martirial de San concéntricos utilizada por los yumbos
ha incorporado una delimitación Pedro, Roma siglo XVI en pleno en su templo circular, piscina 8.
cuadrada además de unas torrecillas Renacimiento. Fuente: Cole, 2003.
en las esquinas en Bijapur-India del
Islam, siglo XVII. Fuente: Cole, 2003.
185
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
186
GEOMETRÍA Y TRAZADO ARMÓNICO DE LAS PISCINAS
“Las leyes de formación armónica del diseño andino se basan en procesos de construc-
ción que conjugan los trazados ortogonales y diagonales, de
manera que mediante el desarrollo de la geometría proporcional,
se ordenan las particiones del espacio a partir de operaciones
convencionalizada [sic] ritualmente” (Milla, Z. 1990: 22).
5- A partir del ángulo recto, el proceso evoluciona e ingresa en una progresión y comple-
jidad de las formas y figuras geométricas. Las líneas rectas, las paralelas y los ángulos
de 90º se vinculan y generan la figura rectangular y cuadrada, tal como se comprueba
en las estructuras de cuatro lados de Tulipe. En nuestro criterio, primero generaron la
figura rectangular que exige el dominio
fácil de las dimensiones largo por
Figuras cuadradas y rectangulares plasmadas en las piscinas 2, 4 y 6. ancho, mientras el cuadrado debió
plasmarse con posterioridad, pues se
trata de una figura que exige mayor
PISCINA 4 PISCINA 2 abstracción en lo que se refiere a dispo-
ner de una superficie encerrada en cua-
tro lados, cada uno de igual longitud.
188
GEOMETRÍA Y TRAZADO ARMÓNICO DE LAS PISCINAS
8- Pero, antes de someter la implantación real de Tulipe a una plantilla de geometría abs-
tracta -o la plantilla de geometría abstracta a la implantación real de Tulipe- que expli-
ca el sistema geométrico, armónico y ritual del conjunto como conjunto, continuemos
con el proceso primario que les permitió a los yumbos ir descubriendo los elementos
y figuras básicas de su geometría. En ese contexto, el trazado de una línea recta que
unía dos puntos del perímetro de una circunferencia y que pasara por el centro, gene-
ró el conocimiento del diámetro.
189
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
Este elemento fue tan importante que les inspiró a descomponer un círculo en dos
semicírculos y, de esta manera, construir las piscinas 1 y 3.
Piscinas 1 y 3 en las que se aplicó el semicírculo convirtiéndolo el diámetro en uno de los muros rectos.
PISCINA 1
PISCINA 3
Piscinas rectangulares cuyas dimensiones de largo y ancho coinciden con el diámetro y radio de las
estructuras semicirculares.
El culto al falo ha sido una práctica ancestral de todas las culturas e, inclusive hoy cier-
tas sociedades secretas lo destacan en sus ceremonias de iniciación y en los ritos destina-
dos a lograr la fertilidad agrícola. Son célebres las pinturas rupestres de Cogull, en Mérida
(España), donde se observa a un ‘mago’ o personaje fálico muy adornado, en torno del
cual se halla un grupo de mujeres con faldas de forma acampanada, realizando acaso una
danza ritual. En Abú Simbel (Egipto), se destaca una estatua itifálica (falo en erección) del
faraón Ramses II. Entre las deidades hindúes, el dios Shiva tenía sus propios altares en los
que se rendía culto al lingam o símbolo fálico, generalmente esculpido en piedra blanca,
porque representaba al espíritu creador. En América, sobresalen las figurillas fálicas de las
culturas mochica y chimú y, en el Ecuador prehispánico también se halla la cerámica con
figuras eróticas y fálicas, especialmente en la tolita y tuncahuán.
190
GEOMETRÍA Y TRAZADO ARMÓNICO DE LAS PISCINAS
La interpretación generalizada respecto de estas representaciones prescinde de todo Piscina poligonal que
carácter obsceno y, por el contrario siempre se les atribuye un simbolismo de fecundidad, insinúa un diseño
fertilidad y fuerza creadora. Ya en la práctica, su culto motivaba la elaboración de peque- zoomorfo.
ños artefactos de metal o de cuero a modo de amuletos protectores, y en el caso de los
romanos las esculturas fálicas, como símbolos Dionisio, servían de enseña procesional en
las ceremonias o faloforias, llegando a la exageración de divinizarlo bajo la advocación de
Fascinus Deus (cédula del museo arqueológico de Siracusa).
Por las diferencias de diseño, forma, tamaño, concepción y funcionalidad que tiene
frente a las otras estructuras, la piscina 5 parece pertenecer a un nivel superior o al menos
distinto de abstracción geométrica y simbólica. Se halla en el mismo contexto físico del
sitio, pero figurativamente se distancia de las anteriores en una suerte de mayor comple-
jidad. Esta situación, nos exige también una interpretación distinta.
10- En este punto, siempre dentro de un marco hipotético, analicemos lo que sucede en
las cuatro primeras estructuras que conforman un ‘mundo cuatripartito’. Se constata que
sus característicos elementos arquitectónicos como las rampas de inducción y de acceso
de cada una de ellas, arrancan equidistantemente desde los lados de los muros y se diri-
gen hacia el centro de las piscinas, denotando una vez más la planificación y el manejo
de la simetría dentro de un espacio organizado:
“La valoración semiótica de los símbolos contenidos en las estructuras del sitio
arqueológico Tulipe, desprende que están fuerte y estrechamente vinculados a la astro-
nomía, cosmología y cosmogonía de la nación yumbo y que la funcionalidad de las
estructuras estaba dedicada a los rituales y ceremonias de iniciación y de purifica-
ción“ (Erazo, 2001: 49).
191
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
Estatuilla antropomorfa
femenina en cuyas Cruz formada por las estructuras del
decoraciones geométricas grupo cuatripartito.
se destaca una cruz, a
nivel de vientre bajo;
cultura chorrera.
Fuente: Museo del
Banco Central del
Ecuador.
192
GEOMETRÍA Y TRAZADO ARMÓNICO DE LAS PISCINAS
Para unos será el simple signo matemático de sumar o el encuentro y partida de coor-
denadas, mientras para otros se convierte en un signo post mortem, etc. Pero la cruz adquie-
re significados trascendentes cuando se ha superado su simple dimensión figurativa.
193
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
CRUZ EGIPCIA CRUZ TAU CRUZ DE MALTA CRUZ POTENZADA CRUZ CELTA CRUZ RUSA
CRUZ LATINA CRUZ ASPA CRUZ TREBOLADA CRUZ PAPAL CRUZ GAMADA CRUZ ANCORADA
la cruz papal con seis brazos transversales, etc.; y la cruz cuadrada del mundo andino, tal
como aparece en Tulipe con sus cuatro brazos iguales que inspiraron a los yumbos la ubi-
cación de ciertos elementos arquitectónicos.
12- Este proceso de análisis geométrico exige continuar con una proyección de círculos
concéntricos y de cuadrados que los encierren, llegándose a comprobar que otros vesti-
gios de estas piscinas, como son los muros de contención que los rodea, acueductos y los
brazos más largos de la cruz, van integrándose dentro de una lógica geométrica, pues
nada se halla fuera de una disposición o planificación del conjunto. No obstante, es cier-
to que algunos detalles escapan a la absoluta precisión de las dimensiones que sólo hoy
podemos conocer o aplicar gracias a instrumentos modernos.
194
GEOMETRÍA Y TRAZADO ARMÓNICO DE LAS PISCINAS
Entre las cuatro esquinas o ángulos internos de las cuatro estructuras se forma un cuadrado perfecto,
equilátero, con sus ángulos de 90º cada uno. Este cuadrado viene a ser el espacio central de la cruz
recortada entre las cuatro piscinas. Para iniciar el proceso de geometrización se ha trazado las líneas
diagonales que cruzan los ángulos opuestos de dicho cuadrado, determinan el centro o núcleo de este
espacio sagrado y al proyectarse hacia el infinito, lo hacen topando las rampas de acceso y de inducción
de tres estructuras (1-3-4).
El cuadrado central ha sido repetido en los cuatro lados adyacentes obteniéndose una primera cruz
cuadrada. El extremo de los brazos de esta cruz coincide con los elementos contrarios (rampas) por donde
cruzaban las anteriores diagonales largas. Además, para avanzar con el proceso, se ha trazado cuatro
diagonales menores que atravesando el núcleo del espacio sagrado unen los ángulos o esquinas opuestas de
la cruz.
195
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
Se ha cerrado en un primer círculo al cuadrado original y en un segundo círculo a la primera cruz cuadrada.
Obviamente los dos círculos y todos los siguientes siempre compartirán el mismo punto central o núcleo del
primer cuadro y de todo el espacio sagrado. Este paso se concluye con el encierro del segundo círculo en un
cuadrado (cuadratura del círculo). En este cuadrado se incluyen exactamente las rampas de las estructuras,
excepto el acceso de la piscina 2.
Regresamos hacia el primer círculo que circundó al primer cuadrado y unimos los puntos de
convergencia entre ese círculo y las diagonales de la primera cruz, obteniéndose una nueva cruz
cuadrada, menor que la anterior.
196
GEOMETRÍA Y TRAZADO ARMÓNICO DE LAS PISCINAS
Al cuadrado que encerraba al círculo periférico de la primera cruz cuadrada se lo ha circundado de un nuevo
círculo (segunda cuadratura del círculo) e, igualmente prolongando las diagonales menores se ha obtenido la
tercera cruz cuadrada. Al círculo de esta tercera cruz cuadrada la encerramos en un nuevo cuadrado (tercera
cuadratura del círculo) y se constata que coincide con los lados Norte y Sur de las cuatro estructuras y se
acerca al muro periférico que encierra al complejo cuatripartito.
Finalmente, se lo ha encerrado al último cuadro en un círculo, el cual permite ver la relativa y muy cercana
precisión del trazado geométrico de las cuatro estructuras. Además, a partir de este trazado, se ha deducido el
lado oriental del muro que circundaba a ese espacio cuatripartito y que ahora no existe por la apertura de la
carretera Nanegalito-Gualea y la edificación de varias casas.
197
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
Esta estructura, tan compleja en su forma y diseño, nada tiene que ver con aquellas
del grupo cuatripartito. Sus 20 lados se distribuyen simétricamente formando una
figura alargada que sigue la misma dirección del río, del valle y del conjunto arqueológi-
co en general. Está emplazada justamente en la cabeza de la cruz que se forma entre las
cuatro primeras piscinas ya descritas. Sin embargo, su unicidad e independencia funcio-
nal no encajan en la interpretación anterior de la cruz cuadrada y sus secuencias de círcu-
los y cuadrados.
Es posible que cada piscina cumpliera con un propósito especial. Empero, el hecho de
que a ella fluya agua limpia, previamente purificada en la piscina 6 de sedimentación, nos
permite deducir que su función era de mayor importancia.
El centro de esta figura, se obtiene trazando las líneas diagonales desde los ángulos
opuestos; su cruce ocurre en el punto más importante de la pasarela que se introduce hacia
el centro de la piscina. Este punto vendría a ser el ‘centro áureo’ (punto nuclear de un
espacio sagrado) desde donde quizá el yachak podía presidir los ritos de purificación o las
ceremonias de contenido astronómico.
Algo curioso y que merece citarse es la coincidencia que se da entre la planta general
de la piscina poligonal y la planta de las tolas de doble rampa, típicas del territorio yumbo.
En los dos casos, el diseño y el proceso constructivo tuvo lugar a partir de un rectángulo,
al que sus constructores mutilaron las esquinas, generando así salientes simétricas centra-
les en los dos extremos del eje mayor y que, al interpretarlos, resultarían ser la cabeza y
cola del felino de la figura zoomorfa; mientras en las tolas corresponderían a las rampas de
acceso. Aquí estaría la razón por la que las rampas de las tolas yumbo son cortas y empi-
nadas, contrariamente a lo que ocurre con las de Cochasquí cuya única rampa se prolonga
en una distancia al menos equivalente al de su respectiva tola. Es decir, la tendencia hacia
las formas geométricas como base del sistema constructivo es también perceptible en los
monumentos piramidales, pues la volumetría lograda artificialmente mediante rellenos de
tierra, obedece a complejos diseños simétricos armoniosamente elaborados.
Desde luego, al señalar que los monumentos yumbo incluyen la geometría sagrada, el
trazado armónico, la cuadratura del círculo y la cruz cuadrada no estamos aseverando que
sólo ellos conocieron y aplicaron estos elementos abstractos. Lo que sí se puede afirmar
es que este pueblo plasmó su geometría en una expresión artística compleja como es la
arquitectura sagrada, mientras que la mayoría de culturas prehispánicas del Ecuador lo
198
GEOMETRÍA Y TRAZADO ARMÓNICO DE LAS PISCINAS
Piscina poligonal 5 diseñada y construida por los Tola de doble rampa diseñada y construida a
yumbos a partir de un rectángulo. partir de un rectángulo Esquema representativo de
las tolas yumbo.
hicieron a nivel de ‘bienes muebles’. Por otro lado, Cochasquí no incluye la totalidad de
los elementos que solamente Tulipe presenta.
Exige una lectura más profunda, capaz de observar la funcionalidad simbólica que tuvo
para sus constructores. Se impone un pensamiento y una lógica inductivos para dar cuen-
ta de los signos, ritos y probables mitos de los vestigios y elementos encontrados.
Pero, en un ejercicio de análisis inductivo, dentro de los límites estrictos que también
la arqueología y las evidencias imponen ¿es posible explicar un monumento arqueológi-
co? En el caso concreto de Tulipe, del que no ha quedado tradición o historia sagrada,
¿debe ser solamente descrito en sus vestigios, formas, tamaños y dimensiones?, ¿es admi-
sible intuir desde el presente lo que fue y significó en el pasado?
1 A la luz del pensamiento greco- romano y cristiano -que como premisa casi dogmática nos lleva a creer que la configu-
ración básica de la ciencia- nació y se desarrolló solamente dentro del escenario de la civilización occidental, con aportes
de los babilónicos, egipcios, hindúes y chinos. Esta configuración hace que gran parte de la interpretación de la
cosmovisión andina sea visualizada como una mera especulación. Por ejemplo, a la geometría andina se la considera en
medio de un disimulado menosprecio como exótica y se niega la existencia de unas matemáticas finitas, inductivas que el
hombre del Nuevo Mundo generó y desarrolló su contexto. Hará falta despojarnos de esta actitud etnocéntrica y hacer un
esfuerzo por adoptar también nosotros el método inductivo para poder descubrir y conocer el pensamiento y la ciencia que
caracterizaron al hombre andino.
199
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
7- Representación de la luna
Arqueólogos
participantes en el I
Simposio Internacional
C omo espejo de agua durante la noche tiene completa vigencia su funcionalidad,
pues de entre todos los cuerpos celestes y galácticos, la luna se refleja con mayor
belleza, volumen y cercanía. Impone su presencia igual que lo hace en el firmamento,
de Arqueología sobre
pero con una particularidad: al reflejarse en el agua, los yumbos la ‘hacían prisionera’ y la
centros ceremoniales,
realizado en Quito y ‘sometían’ al mundo de abajo. La piscina 8 parecería ser la residencia insondable de la
Tulipe en noviembre del luna, en donde aparentemente se mueve y se confunde con el agua. Más aún, su forma
2003. De izquierda a circular hundida la representa: es una luna llena. De hecho, para los tratadistas de símbo-
derecha, Santiago los: la luna y el agua así como la naturaleza, la noche, la serpiente, la mujer, tienen el
Uceda(Perú), Hólguer mismo significado: son símbolos de fertilidad (Eliade, 1979). Gracias a esos elementos la
Jara (Ecuador), vida sigue, la humanidad subsiste y el cosmos adquiere sentido.
Raymond Brulet
(Bélgica), Zadir Milla
(Perú), Antonio Fresco En los períodos de luna llena, llegan a confundirse en el agua las misteriosas formas del
(Ecuador), Rodrigo templo circular y de la luna redondeada. Al contemplar este escenario acuático y noctur-
Erazo (Ecuador), José no, podríamos especular que simplemente el hombre termina por olvidar los mundos de
Canziani (Perú). aquí y de arriba, de la tierra y del cielo, del presente y el futuro. Este hombre mira hacia
Fotografía Patricio atrás, revive los mitos y periódicamente los reconstruye en un espacio de ritualidad.
Cando García, 2003.
Entre los pueblos pre-colombinos de América, el culto a la divinidad solar fue de suma
importancia, ocupando ya sea el primer sitial ya sea un lugar privilegiado entre los otros ele-
mentos terrestres, celestes e imaginarios. Por ejemplo, entre los aztecas se distinguía al sol
naciente del sol brillante en su cenit y se los representaba por el dios Quetsalcoalt y el dios
200
GEOMETRÍA Y TRAZADO ARMÓNICO DE LAS PISCINAS
Huitzilopochtli, respectivamente; entre los mayas fue Kinich Ahau; y entre los incas, su funda-
dor fue el dios Inti, cuyo culto tuvo una omnipresencia impuesta por la conquista cuzqueña.
Pese a la centralidad y ‘fama’ de esta máscara, pensamos que el simbolismo que se halla
plasmado en la piscina 8 del centro ceremonial de Tulipe, se podría decir que esa estruc-
tura responde a la forma iconográfica de círculos concéntricos con que se representaba al
sol en el mundo andino. Efectivamente, está formada por cinco círculos que coinciden
con los lineamientos concéntricos de sus muros de contención. Vistos en planta, esos
muros y sus paramentos, interno y externo, giran en torno de un núcleo central. Si recor-
damos, esta representación de cinco círculos concéntricos se hallaba también en los
petroglifos yumbos descritos en el capítulo III.
Los yumbos no ‘inventaron’, entonces, una deidad especial o una escultura, sino que
plasmaron directamente el símbolo en el signo y el significado en el significante, la divini-
dad en la forma geométrica. Para ellos el sol pudo ser el dios que está arriba, visible pero
no tangible, que diariamente aparece circunvalando el espacio cósmico propio, del cual se
recibe sus efectos divinos (luz, calor, fecundidad). Su representación está dada por la forma
geométrica abstracta e infinita de la circunferencia y de los círculos concéntricos.
2 Esta máscara, en un rostro aparentemente antropomorfo, incluye y fusiona los poderes de dioses animados como la fuer-
za y sagacidad del felino (representadas en sus fauces y colmillos), la prudencia y signos tanto creador de vida como
portador de muerte de la serpiente (expresados en la cabellera o rayos solares); el poder y dominio del espacio atribuido al
águila (cuyo pico forma la nariz de la máscara); y finalmente el poder y dominio de la tierra y agua (representados en los
dos caimanes que rematan la corona de este sol dorado).
201
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
21 MARZO
Aquí viene lo interesante: el 21 de
marzo (equinoccio de invierno) la sombra
llega a su tope máximo meridional, mien-
tras el 21 de junio (solsticio de verano)
6 MAYO
llega a su extremo máximo septentrional.
La rampa o pasarela de la piscina que parte
21 JUNIO
del centro y se dirige hacia el poniente,
‘coincide’ exactamente con el recorrido del
sol en el día intermedio entre las dos
fechas señaladas, el 6 de mayo. Este día la
sombra del madero recorre o retrocede por
la pasarela o rampa de la piscina.
Esa pasarela, que además está orientada con el resto de piscinas, ¿fue colocada ex pro-
feso en esa dirección solar? ¿Quizá ese día tuvo un significado especial para los yumbos?
¿Es una simple coincidencia o realmente los constructores obedecieron esquemas precon-
cebidos, simbólicos y religiosos a partir del conocimiento de los solsticios y equinoccios?
202
GEOMETRÍA Y TRAZADO ARMÓNICO DE LAS PISCINAS
En nuestro criterio, evitando caer en las aseveraciones antojadizas creemos que este El 6 de mayo el sol
hecho va más allá de la simple ‘coincidencia’. Los yumbos manejaron los principios bási- recorre de Este a Oeste
cos y fundamentales de una astronomía natural, siendo precisamente esta piscina circular pasando justamente por
uno de sus observatorios solares y lunares. El 6 de mayo, día en el que el sol se paseaba el punto central de la
sobre la rampa y que al llegar al cenit ‘hacía desaparecer la sombra’ de los yachakkuna, cura- piscina y proyectando la
sombra del poste ubicado
cas, sacerdotes, o de algún elemento sagrado implantado en el centro áureo, debió ser
en ese lugar a lo largo de
probablemente el día más importante de su calendario cotidiano y festivo. la pasarela.
203
204
Capítulo XXI
Conquistas foráneas, erupciones volcánicas
y colapso del mundo yumbo
Página anterior:
S in duda, un proceso de consolidación económica, social y política estaba ocurrien-
do en el pueblo yumbo. Su apogeo relativo durante los siglos XV y XVI está
demostrado con el importante número de vestigios monumentales, que no podían edifi-
“Indios (Yumbos) de
Archidona”, en Charles
Wiener “Amazone et
carse sin una organización estructurada y sin una base económica de subsistencia cómo- cordillères” 1879-1882
da. Les habría sido imposible generar una infraestructura de tolas, caminos, centros cere- en Le tour du monde, t.
moniales, conjuntos nucleados, y unos aspectos de superestructura religiosa, ritual, sim- XLVI y XLVII,
bólica, astronómica, geométrica, de medicina natural y ‘shamanismo’, si previamente no Èdouard. Fuente:
hubieran superado niveles de necesidades básicas. Imágenes de
Identidad. Acuarelas
Este proceso se vio interrumpido violentamente por causas de diferente índole, que en quiteñas del siglo
corto tiempo desestabilizaron y acabaron con el sistema yumbo. El pueblo sufrió a la par XIX, Quito,
FONSAL, p. 152.
el genocidio y etnocidio de su gente y de su cultura; no resistió a la crisis producida en
los altos Andes septentrionales, su ámbito de intercambio y comercio, ante la invasión
militar cuzqueña, ocurrida entre los años 1520 y 1534. Igualmente, cuando recién estaba
acomodándose al nuevo sistema impuesto desde el Sur a través de la élite incaica de
Quito, llegó la segunda invasión, la española, tan o más ambiciosa que la primera, que en
corto tiempo eliminó los intentos de reivindicación de estos pueblos noroccidentales.
Por otra parte, las epidemias de enfermedades europeas también entraron en juego y
diezmaron la población; se conoce que solo en la década de 1560, murieron cerca de
15.000 afectados (Salomon, 1997:47).
El objetivo de este capítulo es precisamente resaltar esas causas, tanto las exógenas y
militares como las naturales y telúricas, por las que estos mercaderes, constructores, agri-
cultores, artesanos y religiosos yumbos desaparecieron, al menos de su territorio original
y como nación étnica y culturalmente estructurada.
En primer lugar, la presencia inca en Tulipe se certifica mediante algunos datos histó-
ricos que hacen referencia a Rumiñahui y la familia de Atahualpa; datos puntuales que,
ciertos o no, quedan superados por la evidencia arqueológica cuando, en capítulos ante-
riores, mencionamos los descubrimientos de baños ceremoniales en Tulipe, los pucarás de
Chacapata, Palmitopamba y Capillapamba y cerámica de filiación inca. En segundo lugar,
existe una rica información en archivos de cabildos, cofradías, es decir, en actas y escritos
históricos de los siglos XVI, XVII y XVIII que relatan con crudeza las erupciones del
205
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
Partimos de que los incas llegaron y estuvieron en el territorio yumbo. Sin embar-
go, en nuestro criterio, su presencia física no tuvo o no generó una repercusión
transformadora como la motivada en otras regiones andinas. Su permanencia en estas
montañas noroccidentales fue de corta duración. Al menos, es lo que se puede inferir si
analizamos la evidencia arqueológica: ni cualitativa ni cuantitativamente representa a una
cultura tan poderosa y avasalladora como la inca, que ‘por donde pasaba’, dejaba suficien-
tes vestigios de su claro estilo conquistador. Los escasos fragmentos de materiales cultu-
rales en cerámica, lítica o metalurgia son tan esporádicos que apenas alcanzan un 2%, y
esto en monumentos reconocidamente incas como es el caso de los pucarás.
Hace poco el FONSAL publicó el libro Tras las huellas de Rumiñahui (2003), de la histo-
riadora Tamara Estupiñán Viteri, obra en la que se destaca el país de los yumbos como el
refugio escogido por ese inca quilliscacha para la protección de los hijos de Atahualpa e
inclusive, en opinión de la autora, como el depositario sagrado de los restos momifica-
dos de este último inca del Tahuantinsuyo, después de que fuera ejecutado en Cajamarca
por los españoles.
Rumiñahui habría llevado no solo los tesoros de Atahualpa y, quizá, los de su padre
Huayna Cápac al país de los yumbos, sino también a los hijos, esposas, y a la misma
‘momia’ de Atahualpa (Estupiñán, 2003: 134). Habría recibido el cuerpo momificado en
Liribamba, principal asentamiento Puruhuá (antigua Riobamba, actuales Sicalpa y
Cajabamba, Villa La Unión Colta) de manos de Cuxi Yupangue, cuñado de Atahualpa, a
quien después asesinaría como medida de protección para los hijos del difunto monarca.
Esta medida puede ser tomada como exagerada, pero la fidelidad de Rumiñahui al impe-
rio y a sus legítimos dueños le llevó a tales decisiones. Lo mismo hizo en el Sur con los
cañaris y, en Pomasqui con los indios quitus, collahuazos, pillajos y zámbizas, quienes se
aliaron a los españoles en detrimento de los intereses del incario.
Tomando en cuenta la información que nos proporciona Estupiñán Viteri (2003: 132-
140), sinteticemos y complementemos los hechos que guardan relación con el territorio
yumbo o con los mismos pobladores de esta región.
Cuando los incas bajaron desde la región de Quito a estas tierras subtropicales, debie-
ron hacerlo aprovechando la red vial de los yumbos, ya sea por los caminos del Sur del
Pichincha que todavía existen (Chiriboga, La Victoria, Saloya, etc.), ya sea por los caminos
del Norte (Cotocollao-Nono- Pahuma, Calacalí-Yunguilla-Nieblí-Cachillacta) que también
siguen vigentes. Estos, conforme se ha manifestado, eran caminos de relativo acceso.
206
CONQUISTAS FORÁNEAS, ERUPCIONES VOLCÁNICAS Y COLAPSO DEL MUNDO YUMBO
Efectivamente, solo los yumbos eran sus expertos transeúntes, pero ante el poder cuzque-
ño debieron abrirse sin obstáculo alguno.
Una vez llegados los incas a la zona central de este territorio (Cachillacta, Nanegal,
Gualea, Cocaniguas) probablemente se sorprendieron de todo cuanto encontraron (tolas,
culuncos, petroglifos, templos, grandes cultivos, sal, coca, etc.). Su estrategia fue la alianza.
No destruyeron el centro ceremonial de Tulipe. Levantaron construcciones -baño de puri-
ficación- en el territorio, dando a entender cierta jerarquía en la ocupación del espacio.
Este paraíso natural y cultural del subtrópico quiteño, exento de los problemas serra-
nos, escondido topográficamente por los declives del Pichincha, dotado de los productos
más indispensables y con una infraestructura civil y religiosa extraordinaria, y sobre todo
manejado por una población ajena a la belicosidad, debió atraer la atención de la élite
cuzqueña. Rumiñahui y el mismo Atahualpa debieron estar más de una vez en Tulipe. En
su estrategia y avance expansionista ellos sabían que debían necesariamente contar con el
pueblo yumbo: de ninguna manera desde el punto de vista militar, sino como fuente de
aprovisionamiento y refugio para su seguridad y descanso.
En nuestra opinión, el gran tesoro que a toda costa trató de esconder fueron los hijos
y mujeres de su señor que, por lo que dice Fernández de Oviedo (en Estupiñán, 2003:
134), habrían sido once príncipes huambrakuna y cuatro mil acllakuna entre esposas predi-
lectas, yanaconas y vírgenes del sol. El mejor y único escondite que podía darse era el terri-
torio yumbo. Por desgracia, tal indefensa comitiva fue poco después descubierta y se-
cuestrada por Ruy Díaz (en Estupiñán, 2003: 134), uno de los más cercanos colaborado-
res del conquistador Benalcázar. Esto habría ocurrido, según las cuentas de Jijón y Caamaño
1 El autor de este libro, en 1990 y 1991, intervino en dos expediciones, las más grandes que se han realizado hasta ahora,
a los Llanganates, previa autorización del gobierno ecuatoriano y del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural, bajo el
auspicio de ciudadanos norteamericanos y con propósitos de estudio y filmación. Los resultados fueron de gran éxito,
gracias a la conformación interdisciplinaria de 17 profesionales, entre biólogos, ornitólogos, geólogos, antropólogos,
arqueólogos, buzos, etc. Una de las películas filmadas, allí que por primera vez mostraba secretos inhóspitos y casi mági-
cos de esa inaccesible geografía tremendamente lluviosa y nublada, fue premiada en un festival internacional de novedosas
expediciones contemporáneas en Canadá. En estos recorridos de más de un mes en torno al misterioso Cerro Hermoso,
centro e hito geográfico del territorio Llanganate, no se constató ninguna evidencia respecto del legendario tesoro que
fuera desviado por Rumiñahui hacia esa zona y que, según una de las leyendas, podría fácilmente descubrirse siguiendo el
“derrotero de Valverde”.
Desde el punto de vista arqueológico, área que nos correspondía, se pudo identificar la evidencia de un camino prehispá-
nico que, desde la Amazonía, ascendía hacia una pequeña mina ubicada en Cerro Hermoso y que, en opinión de los
compañeros geólogos, sirvió para extraer el oro allí existente. Al interior de esa mina o cueva encontramos fragmentos de
cerámica no diagnóstica, un par de hachas de piedra y tres boleadoras.
207
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
(en Estupiñán, 2003: 137), entre el 26 de junio y el 7 de julio, tan pronto como los españo-
les llegaron a Quito por primera vez; demostrándose que las maniobras de Rumiñahui y sus
relaciones con el mundo yumbo eran temas conocidos por los informantes quiteños, quie-
nes por temor o por el contexto de enfrentamiento en sí -lo más probable es por los dos
motivos juntos- contaron todo a los españoles y les guiaron hasta dar con las víctimas y sus
tesoros reales. La participación indígena serrana aquí y en este momento histórico, fue deter-
minante, llámense quiteños, pillajos, collahuazos, o zámbizas. Lo cierto es que la interven-
ción local fue la mejor -si no la única- estrategia que favoreció a los españoles; estrategia en
la que se habían especializado, aplicándola con anterioridad en otros pueblos vecinos. Caso
contrario, no se entiende de la rápida y efectiva captura de la familia de Atahualpa.
Los caminos hacia el territorio yumbo se bifurcan en verdaderos laberintos que exigen
la ayuda de guías conocedores, especialmente en el que consideramos fue el más utiliza-
do por los conquistadores: Calacalí-Cachillacta-Urcutambo. La familia real, en nuestro
criterio, pudo haber estado escondida en el pucará de Capillapamba, a orillas del Alambi,
un lugar con agua, protegido por el piedemonte de Salento y por los pucarás de
Chacapata y Palmitopamba, implementado de infraestructura, y cuyo difícil acceso coin-
cide con la estrategia defensiva del sistema inca. Futuras investigaciones arqueológicas en
este pucará podrían confirmar tales hipótesis.
Estos datos relatados también por Betanzos (1987), tendrían una alta dosis de verdad,
pues la cercanía que este cronista tuvo con Cuxirimay Ocllo, hermana de Cuxi Yupangue
y esposa de Atahualpa, de cuya muerte fue testigo, permitió que él conozca de primera
fuente una serie de hechos reservados. Cuxirimay Ocllo llegó a saber de la muerte de su
hermano Cuxi Yupangue en manos de Rumiñahui después que este le entregó el cuerpo
de Atahualpa en Liribamba. En ese contexto, Rumiñahui habría considerado, según nues-
tra opinión, absolutamente oportuno llevarlo al país de los yumbos, donde también había
dejado a la familia real. Desde luego, este militar inca -de origen quilliscacha y no píllaro
según la mencionada historiadora- no contaba estrategia de los pueblos locales contra los
incas y que, a la larga, favoreció a los nuevos conquistadores.
En todo caso, queda muy en claro que Rumiñahui siempre consideró a los yumbos
como su mejor alternativa, tanto para proteger a la familia real como para su propio
escondite. Ir al Norte no le aseguraba ningún respaldo; retroceder al Sur, tampoco, por-
que por este lado ascendían los españoles, liderados por Benalcázar (inclusive, Pedro de
Alvarado que también había llegado a Tungurahua); ir a Quijos, probablemente le conve-
nía pero en esas circunstancias de apremio ya resultaba inoportuno. Quedaba solo el
Occidente. Pero, nos distanciamos de Estupiñán Viteri. Ella manifiesta que
“[...] los yumbos no era una región ajena a Rumiñahui, había sido conquistada en la
época de Huayna Capac y tenía una importante infraestructura militar, administrativa
y ceremonial” (Estupiñán Viteri 2003: 136).
Esta deducción del dato arqueológico explica el fácil y rápido ingreso que tuvo Ruy Díaz
al territorio de los yumbos a través de los buenos culuncos, y así capturar con apenas seten-
ta hombres a los hijos de Atahualpa. Allí no hubo resistencia, no hubo pelea; tanto más que
el mismo Rumiñahui confiado de la paz y seguridad que brindaba la zona yumbo, previa-
mente había salido con dirección a Sigchos y los quijos, dejándoles solos, probablemente
en las kallankakuna de Capillapamba. Sin embargo, el mismo hecho de que los yumbos hayan
sido los constructores y expertos conocedores de sus redes viales, bien pudo motivar que
varios de sus integrantes hayan colaborado, en calidad de guías, con los españoles que cap-
turaron a los hijos de Atahualpa y posteriormente a Rumiñahui. No hay que olvidar, como
manifiesta Segundo Moreno (informe de lectura crítica, 2005) entre las observaciones de
este libro, que muchos grupos étnicos apoyaron a los españoles por considerarlos liberado-
res de las tiranías de Atahualpa (por ejemplo los cañaris, las panacas seguidoras de Huáscar,
etc.). Tampoco hay que olvidar la larga contienda de los cayambis y caranquis contra los
incas que terminó con el etnocidio de Yaguarcoha, la casi destrucción de la etnia caranqui
al sobrevivir solo niños (huambrakuna) y el destierro de la mitad de los sobrevivientes cayam-
bis al centro del Perú para cultivar, como trabajadores forzados, los cocales del inca.
El tránsito en esta zona yumbo se desarrolló con tranquilidad. Si todos estos aconte-
cimientos ocurrieron, de acuerdo con los cálculos de Jacinto Jijón y Caamaño en los
meses de junio, julio y agosto del 1534, el ingreso de Ruy Díaz al país de los yumbos y la
captura de los ‘refugiados’ debieron coincidir con el buen tiempo de verano, cuando todos
los culuncos estaban secos.
A- Resistencia yumbo
‘tributos coloniales’ y,2 por otra, los frailes mercedarios lograron imponer su hegemonía según
las “ordenanzas para los yumbos” de 1578, a través de las doctrinas de Alambi, Cachillacta,
Nanegal, Gualea, San Juan Niguas o Bola Niguas, Anope y Guacpi (Salomon, 1997: 614).
No menos célebres fueron las enfáticas y radicales negativas que los pocos yumbos hicie-
ran luego, en los siglos XVII y XVIII, a los proyectos de vialidad que determinados grupos
de poder local y serrano trataban de abrir a través de estos territorios. La resistencia fue tal,
que el primer proyecto vial de Nicolás de Andagoya presentado en 1677, que pretendía
modernizar la ruta Quito-Nanegal-Gualea abriéndose paso por sobre culuncos precolombi-
nos, a pesar de tener la autorización de la Real Audiencia no pudo llevarse a efecto.
Pero la aspiración de los quiteños por abrirse campo hacia la Costa a través del país
yumbo no comienza en tiempos de Maldonado. Apenas fundada la ciudad de Quito, los
españoles deseaban llegar directamente, por ejemplo, al cercano Puerto Viejo en las
actuales costas manabitas, siguiendo los antiguos trazados yumbos:
“Estando yo por gobernador de Quito, porque este puerto y ciudad, como he dicho,
es jurisdicción (digo) es Provincia de Quito y estaba debajo de una gobernación, quise
abrir un camino desde Quito a este puerto por mitad de los indios yumbos de guerra;
y abriéndose por allí, hay por la altura no más de 40 leguas, de manera que desde aquel
puerto se podrán traer las mercaderías con menos costa; […]” (Salazar de Villasante
[1570-71] en Ponce Leiva, 1992, t. I: 91).
“El abrir este camino, habrá de ser yendo primero conquistando aquellos indios yum-
bos, que serán hasta 12.000, y para ello yo había mandado abrir un camino de una sie-
rra que estaba entre Quito y ellos, que es la sierra del volcán […]” (Salazar de
Villasante [1570-71], en Ponce Leiva, 1992, t. I: 91).
Estas esporádicas y tardías manifestaciones de rebeldía podrían sugerir que aún durante
la Colonia continuaba vigente la estructura de la sociedad yumbo, o que todavía conservaban
2 “Hay en la ciudad de Quito un monasterio de Nuestra señora de La Merced donde están de ordinario dos o tres sacerdo-
tes. Tienen ocho leguas de allí una doctrina que se llaman los Yumbos de Gualla, la cual les señaló el Obispo en nombre de
Su Majestad; tienen allí un religioso y hay tributarios” (Fr. Pedro de la Peña [1572], en Ponce Leiva, 1992, t. I: 174).
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CONQUISTAS FORÁNEAS, ERUPCIONES VOLCÁNICAS Y COLAPSO DEL MUNDO YUMBO
la fuerza suficiente como para enfrentarse a las decisiones de la Audiencia; pero, en realidad
no fue así. Los pueblos y sitios más estratégicos fueron ocupados por los españoles
(Nanegal, Chacapata, Pueblo Nuevo o Nanegalito, Gualea, etc), cuyas evidencias hemos
demostrado con la presencia de la mayólica vidriada sobre los estratos prehispánicos. Los
yumbos históricos, particularmente aquellos del siglo XVIII, no eran más que contados des-
cendientes de las generaciones prehispánicas que se habían salvado de las enfermedades tra-
ídas por los europeos y que fueran interpretadas como acciones maléficas de brujos y hechi-
ceros, o que habían huido hacia rincones alejados de Esmeraldas y, por tanto quedaron fuera
del alcance de las catástrofes telúricas, que justamente a continuación se describe.
Sobre la capa de tierra húmica, tan bondadosa para los yumbos, cayó un depósito de
ceniza volcánica, cuarzo y lapillí, de hasta 0,25 m. de espesor, que cubrió completamente
los acueductos y gran parte de las piscinas. Muchas piedras de las paredes se desprendie-
ron de sus hiladas originales, envueltas en una matriz de aquella ceniza. Lo que significa
que hubo un desmoronamiento contemporáneo a la erupción. Las consecuencias, como se
ha dicho, debieron ser funestas, no sólo para las estructuras arquitectónicas, sino para todas
las formas de vida de esta zona, pues según los estudios geológicos, las erupciones del
Pichincha tienden a ser del tipo ‘peleano’ o de nuée ardente (Hall, 1977: 52), sumamente des-
tructoras para la vida vegetal y animal, y muy propensas a dejar capas de ceniza fina.
Los eventos registrados en los últimos siglos han sido varios, entre los cuales se halla
el de 1534 que coincidió con la llegada de Pedro de Alvarado a Quito desde Caráquez;
seguidamente el de 1539 cuando los españoles se esmeraban construyendo sus primeras
casas al puro estilo castellano; luego los de 1577, 1587-1588, 1660, 1661, 1859, 1868; y
la última erupción de 1999 de tipo ‘benigno’, de cuya ceniza constatamos su imagen en
forma de un descomunal hongo que se elevó varios kilómetros desde el Guagua
Pichincha, y que luego se depositó sobre las calles de Quito en un espesor de apenas dos
centímetros pero que causó un desesperante malestar.
211
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
De acuerdo con los análisis de C14 aplicados a varias muestras de arena volcánica
(capa B de la estratigrafía de Tulipe) que cubre la capa cultural yumbo, estas arenas corres-
ponderían con mayor acercamiento a las erupciones de 1660 y 1661, pero que, dada la
intensidad y magnitud reconocidas y descritas por geólogos e historiadores (Humboldt
1878, Wolf 1904, P. de Velasco 1946, P. Aguilar 1868, Cabildos y Cofradías 1774, Hall
1977), creemos que la de 1660 fue la que depositó aquella gruesa capa amarillenta (10 Y/R
5/6) de veinte y más centímetros de espesor.
Esa furiosa erupción, la más terrible en comparación con las anteriores, comenzó el 24
de octubre con bramidos y estruendos aterradores y llegó a su clímax el 27 del mismo mes
con temblores terráqueos, lanzamientos de piedras incandescentes, incendios y obscure-
cimiento total por varios días, a más de los depósitos de ceniza en un área que superaba
las 200 leguas de diámetro ( P. Juan de Velasco 1946:128; P. Aguilar 1968: 5).
Para precisar con respecto a lo ocurrió ese 27 de octubre de 1660, consideramos opor-
tuno reproducir el documento del Archivo del Real Acuerdo con el propósito de conocer
el origen de la devoción y veneración que el pueblo quiteño mantenía fervientemente a
la Santísima Virgen de La Merced. Concretamente se trataba de la “Partida del caso y jura-
mento con voto que hicieron los señores Presidente y Oidores de esta Real Audiencia por
la reventazón del volcán Pichincha”, que fuera originalmente escrita en el Libro de
Acuerdos del año de 1660 en 365 “fojas” [hojas], y que permite apreciar la constante pre-
ocupación y desesperación de los quiteños ante las erupciones del Pichincha.3
3 Extracto con ortografía actualizada de la “Certificación de la Partida del caso y juramento con voto que hicieron los seño-
res Presidente y Oidor de esta Real Audiencia por la reventazón del volcán Pichincha” (Archivo del Real Acuerdo, Archivo
Arzobispal de Quito, sección Cofradías, caja No2, 16 de marzo de 1774).
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CONQUISTAS FORÁNEAS, ERUPCIONES VOLCÁNICAS Y COLAPSO DEL MUNDO YUMBO
D espués de estos relatos, la percepción que queda respecto del volcán es la de una
montaña que destruyó al pueblo yumbo; pueblo acostumbrado a la actividad vol-
cánica, pero que en esta ocasión, recibió efectos mucho más devastadores.
217
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
Evidencia de cimientos y De hecho el topónimo ’Pichincha’ procede también de pi que como en Tulipe signifi-
material cultural caría agua; chen pozo, hoyo, cueva con agua y; chaa cumbre, cresta; resultando hipotéti-
cubiertos con ceniza camente: agua que está o que baja desde los pozos de las alturas (Diccionario etimológi-
volcánica de la erupción
co comparado del quichua del Ecuador, 1955).
del Pichincha de 1660
en el sitio de
Rumipamba o Ciudad En este contexto, los yumbos sabían que el Guagua Pichincha, como elemento sagrado,
Metrópoli. Fotografía de concentraba en sí el poder ambivalente y dialéctico de bondad y maldad, premio y castigo,
Manuel Coloma, 2004. vida y muerte, y al que, por tanto, había que ‘tributar’ periódicamente fervorosos ritos.
El Padre Juan de Velasco asevera que los estruendos de esa erupción llegaron a escu-
charse hasta la Amazonía y que las piedras, arena y ceniza cayeron sobre la ciudad oca-
sionando el derrumbe de muchas casas (Velasco, 1946: 129).
Uno de los datos que resulta muy importante para el caso del Noroccidente es el rela-
tado por el mismo Padre Juan de Velasco cuando, refiriéndose a la dirección y destino de
los piroclastos, manifiesta que “se abrió
una nueva y muy baja boca, por la parte
contraria a la ciudad, (¿permitiendo?)
hiciese toda la inundación por allá”
(Velasco,1946:128). Por su parte, el
padre Aguilar asevera que “en este año
de 1660 se abrió la salida, que aún per-
manece, y por donde derrama sus lavas
hacia el Occidente” (Aguilar 1968: 5).
Es decir, las dos citas confirman la exis-
tencia de una boca del Pichincha orien-
tada a Tulipe y al país yumbo (esto es
fácilmente comprobable; de hecho se lo
aprecia a simple vista desde este sector)
y, el lanzamiento de arenas incandes-
centes hacia ese lado Oeste; mientras
las grandes piedras bajaron por las lade-
ras y quebradas orientales hasta el valle
de la ciudad. Precisamente, a estos
eventos telúricos se debe la impresio-
nante cantidad de piedras grandes que
el FONSAL está descubriendo en el
sitio arqueológico de Rumipamba,
Norte de Quito.4
4 Pese a todo lo descrito respecto de esta erupción, vemos que la ciudad de Quito persistió en continuar su vida urbana en
el mismo espacio. Su proceso de crecimiento quizá ha sido lento, pero nunca se vio interrumpido. Sus moradores no se
plantearon posibles reubicaciones como ocurrió, por ejemplo, con la antigua ciudad de Riobamba. Por el contrario, los
desastres ocurridos al otro lado, hacia donde se abrió la nueva boca y salieron millones de toneladas métricas de arena
volcánica, significaron en la destrucción casi total de flora, fauna y población.
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CONQUISTAS FORÁNEAS, ERUPCIONES VOLCÁNICAS Y COLAPSO DEL MUNDO YUMBO
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TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
Abajo, “Yumbo de
Macas, posible descendi-
ente de los Yumbos
noroccidentales”.
Imágenes de Identidad.
Acuarelas quiteñas
del siglo XIX, Quito,
FONSAL,
p. 437.
Sin embargo la fuerza del ritualismo y religiosidad debía subsistir, pues los valores
de una cosmovisión suelen ser los últimos en perderse, especialmente en la ‘clase sacer-
dotal’. De allí que el choque o confrontación de las culturas, americana y española,
yumbo y colonial, generó en el campo religioso, un caos cultural, en el que las creen-
cias y los rituales se vieron coartadas por otros sentidos nuevos que, en un primer
momento, habrían de desequilibrar las prácticas de los yumbos, así como de otras
comunidades étnicas que experimentaron la conquista y la colonización.
miento de dos concepciones culturales, espirituales, de ritos, de una cosmovisión local y Yumbos de Nanegal
otra exógena: situación de ‘vida o muerte’ para las dos culturas. Este antagonismo de con- posando con visitantes
tenidos sagrados, generó y genera un tambaleo, una inestabilidad, frente a las creencias (1920-1930?). Fuente:
y la vida misma. archivo documental del
Banco Central del
Ecuador.
Esto se evidencia cuando los ‘shamanes’ de Gualea –probablemente sacerdotes de
Tulipe- se declaran enemigos de los sacerdotes católicos y se desquitan mediante brujerí-
as contra los cristianos conversos. Hasta podría imaginarse una escena de competencia
entre sacerdotes católicos y sacerdotes yumbos tratando de demostrar su superioridad de
efectos ritualistas, similar a aquella narrada por la Biblia:
“Se presentaron Moisés y Aarón al faraón, hicieron lo que Yavé les había ordenado, y,
al echar el bastón delante del faraón y de sus ministros, este se convirtió en serpiente.
El faraón llamó entonces a sus sabios y brujos, los cuales hicieron algo semejante con
sus fórmulas secretas; arrojando todos ellos sus bastones, también se convirtieron en
serpientes; pero el bastón de Aarón devoró a los de ellos “(Éxodo 7: 10-12).
“Ustedes destruirán totalmente todos los sitios donde los pueblos que van a desalojar
han dado culto a sus dioses. Ustedes lo harán tanto en los altos cerros como en las
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TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
Página siguiente: vista lomas y bajo los árboles frondosos. Demuelan pues sus altares, rompan sus pedestales,
aérea de la zona de quemen sus troncos sagrados y hagan pedazos las esculturas de sus dioses. Procuren
Tulipe en la actualidad. borrar en dichos lugares, hasta el nombre de sus dioses” (Deuteronomio 12: 2-3).6
Desde luego, los últimos descendientes yumbos que quedaban hasta 1940 en Nanegal,
habían perdido gran parte de su tradición cultural y habían experimentado fuertes ataques
a su dignidad humana. Prácticamente eran ‘seres en extinción’ que ciertos pintores moder-
nos, ávidos de ejemplares exóticos, tomarían como inspiración para plasmar la tragedia en
famosos lienzos. Algo similar ocurrió con viajeros y terratenientes ‘guapos’ y ‘blancos’,
cuando a principios del siglo XX llegaron las primeras cámaras fotográficas y que, para
resaltar las diferencias ‘raciales’, posaban junto a los ‘sucios’ y ‘escuálidos’ yumbos.
Extinguidos los yumbos, ¿qué nos queda de ellos? La herencia que nos han dejado
corresponde a un paisaje natural y cultural extraordinariamente atractivo y rico.
Las capas de arena volcánica son simples testimonios que interesan solamente a los estu-
diosos, mientras las vicisitudes de los yumbos históricos así como su apogeo pre-inca,
están sepultados en el olvido.
6 Si en ciertos casos resulta criticable el modus operandi aplicado por los primeros evangelizadores, también hay que anotar
la responsabilidad asumida por la Iglesia. De hecho, actuó frente a la pobreza colonial y republicana americanas como nin-
guna otra institución, pensamos, lo ha hecho. Al observar que no había autoridad civil o militar que se hiciera cargo de
ciertos sectores de la vida pública, y tomando en cuenta el poder que significaba la ingerencia en ellos, comenzó al igual
que en Europa, a atender la educación, fundar escuelas y universidades, crear talleres de artes y oficios, cuidar la salud con
hospitales, hospicios, orfanatos, colonizar y valorizar las tierras sin cultivo, etc., llegando inclusive más de una vez a con-
fundir su misión primordialmente espiritual y redentora.
222
224
Capítulo XXII
El actual asentamiento de Tulipe
Al margen de los remanentes de flora y fauna silvestres, es decir, en los grandes espa-
cios desbrozados estaban los rústicos ranchos de madera, chonta (Bactris macana), gua-
dúa (Bambusa guadua), jade (Neurolfena lobata) y bijao (Heliconia bihai L), materiales nativos
que se integraban armoniosamente al hábitat subtropical y, que pertenecían a un grupo
de hombres y mujeres venidos desde la Sierra con el fin de radicarse por completo en
este medio ecológico. Desde 1870 aproximadamente, esta gente protagoniza la nueva
historia del lugar; una historia integrada a la vida nacional con todas sus manifestacio-
nes modernas, pero dispuesta también a conocer, conservar y difundir todos los vesti-
gios de los pueblos predecesores.
225
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
vez más, los viejos culuncos fueron aprovechados para el transporte de la madera, caña y
aguardiente en largas recuas de mulas. Esta es la razón por la cual en las calzadas de esos
caminos, estratigráficamente, se encuentre material cultural no solo temprano (obsidiana
serrana, Spondylus costeña), cerámica yumbo, inca y colonial, sino también, en las capas
superiores, trozos de garabatos, encauchados y aparejos que los muleros dejaron abando-
nados luego de declararlos inservibles.
Como testimonio de la tala de bosques y de aquellas duras tareas del cultivo, proce-
samiento y molienda de caña queda un paisaje abierto y desbrozado en un 70%. En algu-
nos rincones, entre hierros oxidados, hornos y montañas de bagazo, es posible encontrar
todavía los trapiches destartalados que trituraron toneladas métricas de caña generando
millones de galones de aguardiente. Fue toda una industria, dicho sea de paso, que man-
tuvo por décadas a un sistema corrupto de estancos e impuestos estatales.
Al ser el actual asentamiento de Tulipe uno de los típicos barrios, caseríos o poblados
del subtrópico quiteño, resulta importante que citemos a continuación algunos datos de
ese contexto geográfico-social para que el lector disponga de mayores elementos sobre
esta zona rural del Distrito Metropolitano de Quito.
L
a Ordenanza de Zonificación No. 002, emitida el 14 de diciembre de 2000, en el
Art.2, contempla que el Distrito Metropolitano de Quito está conformado por
parroquias metropolitanas centrales y parroquias metropolitanas suburbanas o rurales y, a
continuación el Art.3, literal b.1 de la misma Ordenanza señala que la “zona metropolitana
suburbana noroccidental incluye las parroquias de Pacto, Gualea, Nanegalito y Nanegal”.
226
EL ACTUAL ASENTAMIENTO DE TULIPE
Pacto
Fecha de fundación: 27 de marzo de 1936
Norte: Provincia de Imbabura
Sur: San Miguel de los Bancos
Este: Parroquia Gualea
Oeste: Pedro Vicente Maldonado
Gualea
Fecha de fundación: 29 de mayo de 1861 como parroquia civil, y 25 de agosto de 1951
como eclesiástica. Es la más antigua parroquia del Noroccidente.
Norte: Provincia de Imbabura, río Guayllabamba
Sur: San Miguel de los Bancos, río Pachijal
Este: Nanegal, Nanegalito, quebrada de las Islas
Oeste: Pacto, ríos Piripe y Chirapi
Nanegalito
Fecha de fundación: 14 de noviembre de 1952
Norte: Nanegal y Gualea
Sur: San Miguel de los Bancos
Este: Nanegal
Oeste: Gualea
Nanegal
Nanegal es elevada a la categoría de parroquia civil, en 1881.
Norte: Provincia de Imbabura
Sur: Nono
Este: San José de Minas y Calacalí
Oeste: Nanegalito y Gualea
227
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
“[…] uno de los problemas que afectan a las familias, es la falta de empleo, los bajos
salarios, la inestabilidad laboral y la pobreza. El alcoholismo y el maltrato a la mujer
son otros de los problemas que inciden en su autoestima. Respecto de la situación de
los niños y niñas, las inquietudes se centran en el abandono escolar por el trabajo [...]
es mayor el porcentaje de niños trabajadores y que este es más alto en Gualea. No
obstante, el número de niñas que no trabajan ni estudian es mucho mayor que el de
los niños, en los dos tramos de edades y en las dos parroquias. Estos datos son muy
importantes porque en su mayoría corresponde a niñas(os) que realizan quehaceres
domésticos al interior de sus hogares o actividades no clasificadas como trabajo”
(Tamayo, 2003: 24).
“[…] merece una especial protección, desarrollo y gestión por su valor, uso y/o voca-
ción ecosistémica, agropecuaria, forestal, paisajística e histórico-cultural. Se trata de
suelos en los que es vital se garantice la explotación racional y sustentable de sus
recursos; por tanto, no pueden ser habilitados ni desarrollados con fines de urbaniza-
ción” (Municipio de DMQ, 2001).
El Plan General de Desarrollo Territorial del Distrito Metropolitano de Quito señala que las parro-
quias suburbanas de Nanegal, Nanegalito, Pacto y Gualea, forman parte de las 19 parro-
quias que “conservarán un crecimiento bajo-moderado, y que garantizarán la conserva-
ción de sus usos agropecuarios y eventuales intervenciones de infraestructura ecoturísti-
ca” (Municipio del Distrito Metropolitano de Quito, 2001: 44).
228
EL ACTUAL ASENTAMIENTO DE TULIPE
Por tanto, cualquier proyecto de desarrollo que se plantee para el ubtrópico quiteño debe
cumplir con estos principios de protección y conservación del suelo y medio ambiente, sin
descuidar el crecimiento socioeconómico y cultural de su población. Aquí no se incluye
entonces, ninguna actividad agresiva como la minería que comienza a amenazar a la zona.
El poblado de Tulipe está compuesto por inmigrantes de diferentes lugares del país; su
emplazamiento tiene lugar en el mismo pequeño y estratégico valle que otrora utilizaran
los yumbos, a una altura de 1.500 m.s.n.m. y a una distancia de aproximadamente 12 Km.,
desde Nanegalito, y 75 Km. de la ciudad de Quito.
Tulipe es un espacio antrópico cuyo paisaje está marcado por la dirección del río
Tulipe y de las quebradas que fluyen a él, en sentido Sur-Norte. Esa dirección está al
mismo tiempo acotada por límites físicos de pequeñas colinas alrededor del punto de inte-
rés que son las piscinas. Estas estructuras, conforme se ha dicho a lo largo del libro, con-
trastan con las tolas o pirámides truncas que se levantan sobre esas colinas definiendo un
ordenamiento que alude al principio dualista de la cosmovisión andina: dualidad por opo-
sición y por complementariedad.
En base a los datos proporcionados por uno de los equipos consultores del FONSAL,
corresponde hacer un diagnóstico sobre el estado actual del poblado de Tulipe. Es un
corte a la fecha que, como es obvio, puede variar en cualquier momento debido a dife-
rentes motivaciones fundamentalmente de orden económico (Informes de la consultoría
del arquitecto Juan Gangotena, 2003).
229
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
El actual poblado está dividido en 44 lotes cuyas superficies van desde los 100 m2,
hasta fincas de 70 hectáreas que se extienden periféricamente. A parte de las cons-
trucciones, el 78% de estos lotes permanece baldío, el 20% tiene algún cultivo de cítri-
cos, yuca, plátanos, o zanahorias, y el 2% se lo dedica a la ganadería.
F- Materiales
D e los elementos de mayor impacto visual en las edificaciones como son las cubier-
tas y las paredes se desprende que existe una tipología bastante similar de edifi-
cación. La mayoría de las construcciones son a dos aguas con cubierta preponderante-
mente de zinc, alguna de eternit y una sola de teja.
G- Cubierta
L a mayoría de las casas tienen cubierta de zinc y son a dos aguas, lo que le da al pue-
blo una imagen ocre uniforme, alterada únicamente por las variaciones de color a
causa del tiempo de su utilización.
H- Paredes
S abido es que las paredes y las cubiertas completan la imagen de cada una de las
construcciones y, por ende, la imagen global de un poblado. El material predomi-
nantemente utilizado en las paredes de las edificaciones de Tulipe es la madera, quizá
como una muestra de su inserción dentro de este bosque húmedo, antiguamente rico en
especies maderables de alta calidad. Luego, con una tendencia cada vez más agresiva está
el bloque, debido precisamente a la carestía de la madera y, en parte, a alguna ventaja que
estos nuevos materiales tienen frente a la humedad.
231
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
J- Pisos
L os pisos por lo general son de madera, pero los de cemento también aparecen con
una gran preferencia especialmente en las plantas bajas.
En general, el estado de conservación de los materiales con los que están construidas
las casas del actual asentamiento de Tulipe es muy bueno. La imagen de las cubiertas y
paredes es bastante uniforme y atractiva, es decir, no demandan intervenciones importan-
tes de reparación o reposición; sin embargo, todas las edificaciones requieren de pintura
y mantenimiento exterior.
Conviene mencionar que en las zonas aledañas de Tulipe se levantan algunas construc-
ciones cuyos materiales y técnicas podrían calificarse como ‘mixtos’, pues las paredes son de
232
EL ACTUAL ASENTAMIENTO DE TULIPE
K- Implantación
L- Tipología de la edificación
T ulipe, junto con Gualea Cruz, Santa Marta, El Porvenir y Urcutambo, aprovechan
de los ‘ojos de agua’ localizados a 4 Km. en la parte alta de la quebrada Las Islas,
afluente del río Tulipe. Este sistema de abastecimiento que funciona por gravedad capta
las aguas de esas vertientes naturales, las conduce hasta un tanque de 36 m3 de capacidad,
y allí se las somete a un proceso de cloración para luego distribuirlas a los usuarios.
Este sistema fue construido hace 20 años por el antiguo Instituto Ecuatoriano de Obras
Sanitarias (IEOS). En la actualidad, su administración, operación y mantenimiento depen-
den de la empresa EMAAP-Quito. Todas las viviendas conectadas a la red cuentan con
medidor, un operador realiza mensualmente las lecturas y remite los resultados para que
sean emitidas las planillas por la Empresa Metropolitana de Agua Potable y Alcantarillado
de Quito (EMAAP)El valor por metro cúbico es de aproximadamente 18 centavos de dólar.
233
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
En general el servicio es bueno, aunque en las temporadas secas de verano se dan sig-
nificativas reducciones de caudal, pese a que las fuentes son permanentes. En la época
invernal el agua llega bastante turbia, por lo cual la población la califica no como potable
sino como agua entubada.
B- Alcantarillado
C- Desechos sólidos
Esto último agrava aún más la situación ya descrita acerca de la contaminación del río
y sobre sus posibilidades de utilizarlo como atractivo turístico. Además conduce a que
existan focos de contaminación, particularmente en las orillas del río, los que permane-
cen así hasta que la providencia envíe las crecientes invernales y los ‘limpie’ arrastrando la
basura por el Tulipe hasta el Guayllabamba y luego al mar.
D- Energía eléctrica
E- Teléfonos y comunicaciones
Actualmente, además de una cabina pública, existe servicio de teléfonos en todos los
domicilios del centro poblado, servicio que se complementa con los radios de la red
de seguridad. La entrada y salida para teléfonos móviles o celulares todavía no es posible.
F- Educación
niveles. No existe jardín de infantes ni colegio, por lo que los parvularios no gozan de este
beneficio y los jóvenes se ven obligados a acudir a los centros de nivel intermedio de los
poblados más próximos; la mayoría lo hace en el colegio de Nanegalito.
La escuela Julio Moreno de Tulipe está localizada en el extremo Sur del poblado y del
conjunto arqueológico, frente a la iglesia, ocupando un área de aproximadamente 2.000
m2. Cuenta con dos bloques relativamente nuevos en los que funcionan tres aulas, un
salón para 100 personas, servicios higiénicos en buen estado, oficina de la dirección, una
pequeña vivienda para uso de los profesores, cocina para preparar refrigerios para alum-
nos o eventos sociales, patio pavimentado que sirve de cancha múltiple y una cancha de
‘indor-fútbol’. Todas estas instalaciones cuentan con un cerramiento de malla hacia el reti-
ro frontal y de madera hacia el posterior.
Entre los aportes a favor de todo el proyecto de Tulipe, el FONSAL ejecutó también
la restauración de la antigua escuela que se halla dentro de ese espacio educativo. Tal
inmueble es hoy el centro donde se desarrollan todas las actividades sociales y culturales
de la población. Además al haber utilizado los mismos materiales, técnicas y sistemas
constructivos de la zona, constituye una muestra de la arquitectura vernácula.
G- Salud
L amentablemente, Tulipe no cuenta todavía con algún tipo de servicio de salud local,
por lo que se ve obligada a acudir a Nanegalito en donde se halla el hospital más cer-
cano y concurrido de la zona, o directamente a la ciudad de Quito. En casos de emergencia
mayor, que no son pocos, la población recurre al sistema de radios de la Red de Seguridad
del Noroccidente de Pichincha, para con su ayuda acceder a los centros de salud en Quito.
H- Vías de transporte
A l igual que La Armenia, Santa Elena, Gualea Cruz y otros, el actual poblado de
Tulipe, como se ha dicho, nació y creció a lo largo de la carretera antigua y ahora
nueva que pasa entre Nanegalito y Pacto, en uno de los lugares de envidiable ubicación
estratégica y topográfica del sector como es el pequeño valle de Tulipe. Su principal ges-
tor fue el teniente Eustorgio Rosero, propietario de los terrenos y de las piscinas arqueo-
lógicas.
Con relación al sistema de comunicación vial de paso, el centro del poblado conserva
todavía la antigua carretera que bordeaba el sector Norte del valle y que pasa junto a la
piscina circular. Se trata de una vía adicional que se integra al recorrido turístico y ecoló-
gico del proyecto.
235
TULIPE Y SUS RUTAS DE CONEXIÓN HACIA OTROS SITIOS ARQUEOLÓGICOS CIRCUNVECINOS
236
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
EL ACTUAL ASENTAMIENTO DE TULIPE
La actual carretera de paso tiene 12 m. de ancho y bordea el costado Occidental del Habitante de la
valle. Gracias a la gestión del Gobierno de la Provincia de Pichincha ahora es una vía de localidad de Tulipe,
primer orden, pavimentada y cómodamente transitable. Por desgracia, junto con el asen- medio ecológico
subtropical.
tamiento general del pueblo, su impacto ha sido mayúsculo para la conservación e inte-
gridad del sitio arqueológico; no solo que afectó a una de las estructuras (de cuadrada se
redujo a rectangular) sino que rompió abruptamente el espacio físico y la sacralidad sim-
bólica del valle yumbo.
El resto de vías son de tercer orden y presentan menores dimensiones, llegando su cal-
zada de apenas tres o cuatro metros de ancho. Todas están lastradas y reciben un periódico
mantenimiento, brindando así un buen acceso a las diferentes fincas de la zona.
I- Transportes
J- Seguridad
P or iniciativa del señor Bruno Herstum, miembro de la comunidad, Tulipe está inte-
grado a una Red de Seguridad del Noroccidente de Pichincha. Este interesante sis-
tema basa su accionar a partir de radios particulares de los finqueros en banda de 11 m.,
conectados permanentemente con la policía, la cual a su vez mantiene controles de paso
y comunicación con los puntos de acceso al sector. Un sistema nada complejo ni costo-
so que ha permitido no solamente brindar seguridad a la población contra cuatreros y
delincuentes, sino que ha pasado a constituirse en uno de los medios más efectivos de
comunicación para resolver problemas emergentes de atención médica y hospitalaria,
como se ha dicho. Por esta razón el sistema ha sido asumido y ampliado por el Gobierno
de la Provincia de Pichincha para todo el Noroccidente.
S e debe aseverar que ninguno de los pobladores de Tulipe puede ser considerado
descendiente del grupo étnico yumbo, aunque al recorrer el territorio norocci-
dental es posible encontrar a individuos con rasgos indígenas
no procedentes de la Sierra o de la Costa, y que al entrevistar-
los manifiesten ser originarios de los bosques occidentales del
Pichincha. La mayoría, o quizá la totalidad, de la actual pobla-
ción corresponde a una ascendencia mestiza que inmigró de la
sierra. Últimamente, han ingresado algunas familias de trabaja-
dores venidas del Chota, indígenas de Otavalo y mestizos
colombianos. Los descendientes de las pocas familias que se
asentaron a principios del siglo pasado, y que se consideran los
genuinos fundadores del actual asentamiento, pertenecerían a
una filiación étnica mestiza.
237
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
Según el corte en mayo de 2005, en las 24 residencias permanentes del centro pobla-
do habitan 24 familias con un total de 82 personas: 38 hombres y 44 mujeres. La compo-
sición familiar es por tanto bastante baja, de 3 a 4 miembros por familia. Si se compara a
la población existente en las últimas décadas del siglo pasado, se constata un continuo
decrecimiento, provocado especialmente por la migración a ciudades grandes o a Europa,
ante la falta de trabajo local, ausencia de centros de educación media y la severa crisis eco-
nómica que afectó al campesinado en general.
C- Actividades económicas
D- Organización social
238
EL ACTUAL ASENTAMIENTO DE TULIPE
Los sábados, cada dos semanas, existe un servicio religioso en la iglesia del pueblo pre-
sidido por los sacerdotes de La Armenia-Nanegalito. Esta suele ser también la oportuni-
dad para analizar las necesidades de la comunidad y generar iniciativas de solución.
E- Fiestas
D urante el año se celebran tres fiestas importantes y significativas para Tulipe: una
de carácter religioso en honor de la Santísima Virgen del Rosario, a la que con-
curren todos los feligreses tulipeños residentes e inmigrantes en función de su reencuen-
tro espiritual, familiar y étnico. Este estado anímico generalmente les conduce a un derro-
che de sentimentalismo y afectividad plasmado en manifestaciones populares como bai-
les, lidia de toros, pelea de gallos, exaltación de las reinas y variados encuentros deporti-
vos. Es una fiesta preparada con mucha anticipación, y también largamente comentada
luego de su celebración. Tiene lugar el 7 de octubre de cada año.
239
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
Izquierda, Segundo
Paucar Ñato,
reconocido yachak,
fotografiado mientras se
preparaba para su rito
junto a la cascada
Carisuro. Fotografía de
Patricio Cando García.
Derecha, Segundo
Paucar Ñato, en actitud
reverente, de frente a la
cascada Guarmisuro,
recibiendo el arutam.
Fotografía Patricio
Cando García.
240
EL ACTUAL ASENTAMIENTO DE TULIPE
G- La yumbada
E s una de las pocas huellas culturales que todavía queda como reminiscencia de las largas
y periódicas fiestas que los yumbos realizaban en sus centros ceremoniales, y que poste-
riormente fueron admitidas en las procesiones religiosas de la Colonia. No sabríamos señalar el
grado de transformación de la fiesta original. Empero, detrás de los elementos generales como
los danzantes, los yumbos, la música sarcástica y repetitiva, los movimientos rítmicos y semi
acrobáticos, y la vestimenta exótica llena de sonajeras y colorido, creemos que subsiste el sim-
bolismo de agradecimiento a la tierra, la alegría por la vida y la representación del ascendiente
ancestral que provino de los bosques subtropicales. Los personajes que interviene en estas com-
parsas o procesiones (sacharunas, osos, monos, diablos) tratan de recordar, con bastante sátira, a
ese hombre de la selva y del bosque, más mítico que real, que todos lo llevamos dentro.
Hablar de Tulipe es hablar de arqueología; se lo identifica con las ruinas de los yum-
bos, las piscinas; pero por extensión también se lo asocia a las tolas, culuncos y demás ves-
tigios dispersos en el subtrópico quiteño.
Área de primer orden: La planicie en donde se hallan las piscinas arqueológicas, el cen-
tro poblado y su entorno natural inmediato entre el río y la carretera, en una longitud
242
EL ACTUAL ASENTAMIENTO DE TULIPE
Área de segundo orden: Corresponde al valle de Tulipe, encerrado por las cuatro tolas
que custodiaban a las piscinas Alfonso Pozo, Tonato, Miño y Rosero, y que prácticamen-
te coinciden con las laderas que circundan al área de primer orden. Aquí deberá favore-
cerse la forestación de los bordes de los caminos y la conservación de la vegetación nati-
va en las quebradas, las fuentes de agua, fauna nativa, así como el control de la edifica-
ción de nuevas casas, según la misma ordenanza municipal.
Área de tercer orden: Comprende todo el territorio noroccidental de las cuatro parro-
quias, pues, conforme se ha demostrado en este libro, en los 842.85 Km2 existen eviden-
cias arqueológicas de la nación yumbo. Esto no significa que dichos vestigios deban obs-
taculizar el desarrollo y crecimiento de los actuales pobladores, pero sí deben ser objeto
de conservación, mantenimiento y máximo respeto.
I- Museo de Sitio
D urante el proceso de edición de este libro, el FONSAL, por decisión del señor alcal-
de del Distrito Metropolitano de Quito, construye el museo de sitio de Tulipe, lugar
diseñado bajo parámetros museográficos modernos pero también integrados al medio rural
y cultural del actual poblado. En este museo se expondrán los materiales culturales rescata-
dos y se impartirá toda la información de Tulipe y de sus artífices, los yumbos.
Desde este centro de interpretación construido en terrenos donados por los señores
Euclides Miño y Bruno Herstum en la ribera izquierda del Tulipe, el visitante descenderá
al sitio de las piscinas para conocer el significado y simbolismo que cada uno de estos
espacios hundidos encierra entre sus piedras. Luego recorrerá a lo largo del río informán-
dose en paneles expuestos y guías escritas sobre diferentes tópicos de la zona (flora, fauna,
arqueología, volcanismo, historia aborigen, mitos, ritos, leyendas, tolas, petroglifos, cu-
luncos, etc.), hasta llegar a la piscina circular. Allí podrá observar la ubicación y recorri-
do del sol y calcular los solsticios y equinoccios, además de acceder a las interpretaciones
de los arqueólogos sobre el sitio. Después volverá al museo por las dos calles del pueblo
disfrutando de la artesanía, arte culinario elementos típicos de la zona.
Una vez culminado este recorrido en el centro ceremonial de Tulipe, conviene que el visi-
tante continúe hacia alguno de los sectores (Urcutambo, El Porvenir, Las Tolas, etc.) para que
conozca los monumentos piramidales de las tolas. Para el efecto, desde Tulipe parten varios
caminos; si bien no están pavimentados, tienen un excelente mantenimiento.
244
TULIPE Y LA CULTURA YUMBO
EL ACTUAL
ASENTAMIENTO DE TULIPE
245
Monumentos
arqueológicos y del
centro poblado en el
valle de Tulipe.