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ATANDO CABOS

AVANCES EN LAS NEGOCIACIONES DEL ACUERDO TRANS-


PACÍFICO DE COMERCIO
Giovanni E. Reyes (*)

Poco es lo que se sabe sobre las negociaciones, las cuales que se están desarrollando fundamentalmente entre
grupos técnicos de trabajo en representación de 12 países. Lo que se busca es conformar el Acuerdo Trans-Pacífico
de Comercio conocido por sus siglas en inglés: TPP. Mediante el mismo se trata de establecer lo que sería una zona
de libre comercio en toda la Cuenca del Pacífico.

Hasta ahora, los países participantes son doce: Australia, Brunei, Canadá, Chile, Estados Unidos, Japón, Malasia,
México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam. No se descartan otras adhesiones y en América Latina, en
especial se esperaría que la Alianza del Pacífico, en pleno, se integre a esta iniciativa de integración. Para ello,
solamente falta que de manera oficial se incluya a Colombia. Este sería el escenario a tener una vez se consoliden los
esfuerzos de fin del conflicto que adelanta el Presidente Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia
(FARC).

Es evidente que la firma del TPP establecería lo que se espera sean nuevas e importantes condiciones para el
comercio internacional de los países de la Cuenca del Pacífico. Con ello se afectaría de manera drástica, las
condiciones de desempeño de las naciones de esta gran región del mundo.

El principal rasgo inicial respecto al TPP, que cobra mucha relevancia en este momento, y desde los inicios de esta
negociación en 2010, es el secretismo imperante. Existe mucho desconocimiento de los contenidos de la
negociación. Esto limita la participación democrática y el debate al interior de cada país, y por otra parte establece el
riesgo de que solamente ciertos sectores económicos puedan resultar beneficiados.

Con ello se consolidarían instituciones excluyentes en lo social y económico, con lo que se seguiría un procedimiento
totalmente contrario a lo expuesto por Acemoglu y Robinson en su libro “Por qué Fracasan las Naciones” (2012)
obra en la cual insisten en que el desarrollo demanda entidades que efectivamente contribuyan a la inclusión social.
En la medida que el entramado social y económico de un país tenga instituciones que fortalecen la exclusión, se
genera pobreza y los países no pueden utilizar todos los recursos disponibles a fin de elevar la calidad de vida de los
habitantes.

Grupos de activistas señalan que las áreas en las cuales peligran derechos de la sociedad civil a partir de una
aprobación del TPP, incluyen fundamentalmente: (i) limitación a derechos humanos en comunicaciones; (ii) acceso a
medicamentos genéricos; (iii) acceso abierto al conocimiento y la cultura; y (iv) derechos de los consumidores.

En Chile, grupos de activistas han logrado que se exija, por parte del Ejecutivo y del Parlamento, que exista
transparencia en los procedimientos de las negociaciones. Asimismo, hasta hace poco, el gobierno de la Presidenta
Michelle Bachelet habría prometido estudiar el texto del TPP, considerando las amenazas que puede representar
para la economía y la sociedad chilena.

Se ha podido determinar que los textos de borradores completos del TPP se conforman de 26 capítulos, los que
pretenden regular un gran espectro de servicios y productos. Entre estos últimos se incluye al sector laboral –
propiciando una mayor flexibilidad de los esquemas de contratación- sector de producción láctea, derechos de
autor, patentes, compras públicas, inversiones de los Estados y medidas medioambientales.
La evidencia actual y según lo ha demostrado Alejandro Nadal desde México, indica que incluso los acuerdos
específicos del TPP, estarían por encima de acuerdos regionales que han estado muy consolidados, tal el caso del
Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN o NAFTA, por sus siglas en inglés). De tal suerte que ese
tratado sería transformado a fin de adecuarse a las nuevas disposiciones, las emanadas del Acuerdo Trans-Pacífico.

Un caso particular para ilustrar estas modificaciones a fin de respetar los contenidos del TPP sería la situación de la
industria automotriz. Se sabe que para que los vehículos y repuestos puedan tener acceso a las condiciones
preferenciales del TLCAN, se debía tener entre un 60 y 62 por ciento de componentes nacionales en su fabricación.
Con las nuevas medidas del TPP esos niveles de contribución de las empresas nacionales descenderían a 45 y 30 por
ciento, para autos y repuestos, respectivamente.

Es evidente que la importación de autos no estaría protegiendo a los productores locales y quienes se verían más
beneficiados son los productores que han estado copando desde hace años, los mercados internacionales,
especialmente la industria japonesa. Es cierto que los consumidores verían ampliados sus beneficios, pero no es
menos cierto que este esquema –basado en ventajas comparativas y competitivas- termina dañando las cuentas
nacionales de los países que se insertan en el mercado internacional mediante la venta de productos de escaso o
ningún valor agregado en sus productos.

Ese es el caso generalizado de los bienes de exportación de América Latina, en donde aún prevalecen, con mucho, el
componente de recursos naturales o materias primas. Es más, la condición fortalecida en la región latinoamericana
de este tipo de productos se amplió desde 2003 a raíz de los altos precios que este tipo de bienes tuvo en el
mercado internacional. Es de tomar en cuenta que si la región mejoró notablemente sus niveles de exportación fue
fundamentalmente debido a la factura de los productos en el exterior, más que a la cantidad que de los mismos se
colocó en los mercados foráneos.

Otro de los sectores que muy probablemente será castigado –aún más- sería el de la producción agrícola. A partir de
la aplicación generalizada y con moto-sierra de las medidas de apertura comercial, los países latinoamericanos y en
desarrollo en general, han visto como se hace prácticamente imposible competir con los subsidios agrícolas tanto de
Estados Unidos como de Europa. De allí que se tengan cada vez, menores niveles de seguridad alimentaria en la
región. Crecientemente, los alimentos están teniendo mayores cuotas en las importaciones en países
latinoamericanos.

Es difícil establecer conclusiones definitivas sobre el Acuerdo Trans-Pacífico cuando la secretividad es la norma, más
que la excepción. Las diferencias, no obstante, son bastante claras: se están perfilando desde ya, más amenazas que
promesas para economías que tienen de por sí, altos niveles de dependencia en la importación de bienes
fundamentales para la subsistencia.

(*) Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor de la Escuela de Administración de la Universidad del Rosario.

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