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H ERRERO
H ERRERO
DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA
TRATADO
TRATADO
DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA
27
ESTUDIOS DE CRIMINOLOGÍA
POLÍTICA CRIMINAL
www.dykinson.com DYKINSON
DYKINSON
2013
Y
DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA
TRATADO
www.dykinson.com DYKINSON
CONSEJO EDITORIAL
Hans-Jörg Albrecht.
Martin Killias.
Raymond Paternoster.
Santiago Redondo.
Eugenio Raúl Zaffaroni.
CÉSAR HERRERO HERRERO
Doctor en Derecho. Graduado Superior en Criminología.
Licenciado en Ciencias Policiales y de Seguridad.
Facultativo Jurista del Ministerio del Interior (Jubilado).
Profesor de Derecho Penal y de Criminología
TRATADO
DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA
Todos los derechos reservados. Ni la totalidad ni parte de este libro, incluido el diseño de la cubierta, puede
reproducirse o transmitirse por ningún procedimiento electrónico o mecánico. Cualquier forma de reproducción,
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© Copyright by
César Herrero Herrero
Madrid, 2013
ISBN: 978-84-9031-688-7
Preimpresión por:
Besing Servicios Gráficos S.L.
e-mail: besing@terra.es
A Graci, una vez más,
porque tiene, también,
parte en este libro
ÍNDICE
Primera parte
DELIMITACIÓN DE LA CRIMINOLOGÍA CLÍNICA.
NACIMIENTO, EVOLUCIÓN Y RECEPCIÓN CRONOLÓGICA.
SU ESTADO ACTUAL
Capítulo primero
EL CONCEPTO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA. SU OBJETO, SU
MÉTODO Y SUS FINES
A. Introducción..................................................................................................... 33
B. Concepto de Criminología Clínica................................................................ 35
C. El objeto (material y formal) de la Criminología Clínica............................ 43
D. El método de esta misma Criminología........................................................ 47
E. Funciones y finalidad de la Criminología Clínica....................................... 49
F. La Criminología Clínica en la relación con otras ramas de Criminología
Aplicada............................................................................................................. 51
Capítulo segundo
NACIMIENTO Y EVOLUCIÓN DE LA CRIMINOLOGÍA CLÍNICA
A. Introducción..................................................................................................... 55
B. Las cuatro primeras fases en la recepción y aplicación de la
Criminología Clínica........................................................................................ 57
C. Fase Científica................................................................................................... 58
D. Fase Penitenciaria............................................................................................. 59
E. Fase Judicial...................................................................................................... 66
F. Fase legislativa.................................................................................................. 67
G. El periodo de mayor aceptación de la Criminología Clínica..................... 68
10 CésaR Herrero Herrero
índice
Capítulo tercero
CRISIS Y OPOSICIÓN A LA CRIMINOLOGÍA CLÍNICA
1º Visión básica y previa de las corrientes criminológicas
actuales más influyentes
A. Introducción..................................................................................................... 73
B. Las corrientes criminológicas, de algún modo activas, que siguen sien-
do hoy marcadamente influyentes............................................................... 75
C. Teorías criminológicas de la “Reacción Social”............................................ 76
D. Corrientes contestatarias intermedias entre las teorías de la “Reacción
Social” y del “Paso al Acto”............................................................................. 84
E. Teorías Ontológico-criminológicas, del “Paso al Acto” o Factorialistas.... 85
F. Criminologías de la “elección razonable” y de “la vida cotidiana”.......... 87
G. El Postmodernismo y la Criminología.......................................................... 90
Capítulo cuarto
CRISIS Y OPOSICIÓN A LA CRIMINOLOGÍA CLÍNICA
2º. Las teorías criminológicas expuestas en el capítulo precedente
y su afecto, o desafecto, para con la criminología clínica
A. Introducción..................................................................................................... 95
B. Teorías criminológicas de la “Reacción Social”............................................ 95
C. Las corrientes contestatarias intermedias entre las teorías de la
“Reacción Social” y las del “Paso al Acto”..................................................... 96
D. Teorías Ontológico-criminológicas, del “Paso al Acto” y Factorialistas.... 97
E. Las criminologías de la “Elección Razonable” y de la “Vida Cotidiana”. 99
F. El Postmodernismo y la Criminología Clínica............................................. 99
G. La Criminología Clínica en la actualidad tras su coyuntura adversa....... 100
Segunda parte
CONCEPTOS BÁSICOS Y CARDINALES
DE LA CRIMINOLOGÍA CLÍNICA
Capítulo quinto
EL “ESTADO PELIGROSO”, CONCEPTO CARDINAL DE LA
TRADICIONAL CRIMINOLOGÍA CLÍNICA
A. Introducción..................................................................................................... 113
B. La gran pluralidad de enfoques en la delimitación del concepto de
“estado peligroso”............................................................................................ 116
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA
índice 11
Capítulo sexto
OTRAS CUESTIONES RELEVANTES SOBRE EL ESTADO
PELIGROSO DE ÍNDOLE CRIMINOLÓGICA
A. Introducción..................................................................................................... 133
B. El posible desvelamiento del “estado peligroso”: Desde criterios
legales y desde criterios etiológicos............................................................... 133
C. Evaluación graduatoria del “estado peligroso”. Sus vías posibilitantes,
desde un punto de vista criminológico........................................................ 136
D. Determinación de la gravedad y persistencia del “estado peligroso” a
través de indicios legales................................................................................. 139
E. Clases de “estado peligroso”.......................................................................... 142
F. Reflexiones finales............................................................................................ 144
Capítulo séptimo
LA PERSONALIDAD CRIMINAL O CRIMINÓGENA. EL CONCEPTO
DE PERSONALIDAD “IN GENERE”, SU PLATAFORMA DE BASE
A. Introducción..................................................................................................... 151
B. El concepto de personalidad “in genere”..................................................... 152
C. Punto de partida como base de su comprensión: La persona como
plataforma imprescindible de la personalidad............................................ 154
D. Definiciones de personalidad “in genere”. Algunas reflexiones previas. 155
E. Algunas definiciones de personalidad “in genere”, ofrecidas por auto-
res reconocidos................................................................................................. 157
F. Nuestro concepto de personalidad “in genere”.......................................... 161
Capítulo octavo
LA PERSONALIDAD CRIMINAL O CRIMINÓGENA. CONCEPTO,
ELEMENTOS CONSTITUYENTES Y NUEVA ORIENTACIÓN
A. Reflexiones introductorias.............................................................................. 167
B. El concepto de personalidad criminal.......................................................... 168
12 CésaR Herrero Herrero
índice
Capítulo noveno
LOS ELENEMTOS COMPLEMENTARIOS O PERIFÉRICOS
DE LA PERSONALIDAD CRIMINAL. OBJECIONES
O CRÍTICAS A ESTE CONCEPTO
A. Introducción..................................................................................................... 195
B. El concepto de adaptación social (adaptabilidad)....................................... 196
C. El concepto de inadaptación social............................................................... 199
D. Adaptación social, o inadaptación, con relación a los rasgos periféricos
de la personalidad criminal............................................................................ 202
E. Enumeración y descripción de los principales rasgos complementarios
y periféricos de la personalidad criminal..................................................... 205
F. Críticas y objeciones al concepto de personalidad criminal...................... 208
G. Reflexiones finales............................................................................................ 211
Tercera parte
LOS ELEMENTOS COMPONENTES DEL OBJETO MATERIAL
DE LA CRIMINOLOGÍA O DEL FENÓMENO CRIMINAL.
SU PERSPECTIVA CLÍNICO-CRIMINOLÓGICA
Capítulo décimo
EL DELITO COMO OBJETO DE ANÁLISIS
DESDE LA CRIMINOLOGÍA CLÍNICA
A. Introducción..................................................................................................... 217
B. El delito en su concepción puramente legislativa....................................... 218
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA
índice 13
Capítulo once
EL DELINCUENTE DESDE LA CRIMINOLOGÍA CLÍNICA
A. Introducción..................................................................................................... 235
B. Algunas nociones de Delincuente, acordes con las orientaciones doctri-
nales seguidas para el concepto complementario, el de Delito................ 236
C. Nuestra visión del Delincuente desde la perspectiva de la
Criminología. Sobre todo, Clínica.................................................................. 240
Capítulo doce
EL DELINCUENTE EN PERSPECTIVA CLÍNICO-CRIMINOLÓGICA:
EL PASO AL ACTO CRIMINAL. SUS ELEMENTOS FUNDAMENTALES.
LAS FASES MÁS CARACTERÍSTICAS DE ESTE PROCESO
A. Reflexiones previas.......................................................................................... 249
B. El concepto de situación criminógena.......................................................... 250
C. El concepto de factores de protección o de resistencia.............................. 252
D. Las posibles clasificaciones de la situación criminógena........................... 253
E. El proceso, globalmente considerado, del paso al acto.............................. 254
F. Reflexiones finales............................................................................................ 257
Capítulo trece
EL DELINCUENTE PSIQUIÁTRICAMENTE DEFINIDO DESDE LA
CRIMINOLOGÍA CLÍNICA
A. Introducción..................................................................................................... 263
B. El concepto de delincuente psiquiátricamente definido. En sentido
estricto y en sentido amplio. Normalidad y anormalidad en la persona...... 265
14 CésaR Herrero Herrero
índice
Capítulo catorce
DESARROLLO DE ALGUNAS PSICOPATOLOGÍAS CONCRETAS EN
PERSPECTIVA CLINICO-CRIMINOLÓGICA.
1º LAS PSICOSIS
A. Introducción..................................................................................................... 281
B. El cocepto de psicosis y la enumeración de sus categorías........................ 281
C. La esquizofrenia y sus tipologías principales. Su vertiente criminógena..... 283
D. La psicosis maníaco-depresiva. Concepto y relevancia criminológica.... 288
E. Psicosis epiléptica (Epilepsía). Concepto y su dimensión criminógena..... 292
F. La Paranoia, como psicosis autónoma. Concepto y su relación con la
delincuencia...................................................................................................... 295
Capítulo quince
DESARROLLO DE ALGUNAS PSICOPATOLOGÍAS CONCRETAS
DESDE UNA PESRPECTIVA CLÍNICO-CRIMINOLÓGICA:
2º LA NEUROSIS, LA OLIGOFRENIA Y LAS PSICOPATÍAS
A. Introducción..................................................................................................... 301
B. La neurosis. Concepto y ubicación psiquiátrica. Su dimensión criminógena.... 301
C. La oligofrenia. Su concepto. Grados y capacidad criminógena................ 304
D. Las psicopatías. Su concepto y su proyección criminógena...................... 310
E. Afinidades y diferencias entre psicopatía y trastorno social de la perso-
nalidad............................................................................................................... 317
Capítulo dieciséis
LA VÍCTIMA COMO OBJETO DE ANÁLISIS
DESDE LA CRIMINOLOGÍA CLÍNICA
A. Introducción..................................................................................................... 323
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA
índice 15
Capítulo diecisiete
EL CONTROL SOCIAL CON RELACIÓN
AL DELINCUENTE CONCRETO
A. Introducción..................................................................................................... 349
B. Presupuestos básicos de convivencia y la necesidad de un adecuado
control para mantenerlos................................................................................ 350
C. El concepto de control social “in genere”. Sus clases.................................. 352
D. El control social específicamente orientado al delito. Su posible adapta-
ción a la práctica de la Criminología Clínica................................................ 354
E. El control social frente a la delincuencia desde algunas corrientes cri-
minológicas radicales...................................................................................... 357
F. Disfunciones de algunas formas del control social o del control del
delito.................................................................................................................. 359
Cuarta parte
LA DIMENSIÓN ETIOLÓGICA EN LA CONFIGURACIÓN DE LA
DELINCUENCIA. PROYECCIÓN CLÍNICO-CRIMINOLÓGICA
Capítulo dieciocho
LOS FACTORES MÁS DETERMINANTES EN LA CONFIGURACIÓN
DEL DELINCUENTE. PROYECCIÓN CLÍNICO-CRIMINOLÓGICA
A. Introducción..................................................................................................... 367
B. Concepto y alcance de las causas o factores de la delincuencia o influ-
yentes en la configuración del criminal o delincuente............................... 368
16 CésaR Herrero Herrero
índice
Quinta parte
METODOLOGÍA O METODOLOGÍAS GNOSEOLÓGICO-
OPERATIVAS EN EL ÁMBITO DE LA CRIMINOLOGÍA CLÍNICA
Capítulo diecinueve
LOS MÉTODOS DE LA CRIMINOLOGÍA CLÍNICA
A. Introducción..................................................................................................... 403
B. El método propio o característico de realización de la Criminología
Clínica.El Método Clínico-criminológico: su concepto.............................. 404
C. Las posibilidades gnoseológicas del Método Clínico-crimiminológico... 408
D. Fases o tiempos del Método Clínico-criminológico.................................... 414
E. La fase de Diagnóstico. Su concepto y funciones........................................ 415
F. La fase de Pronóstico. Concepto y funciones.............................................. 418
G. La fase de Tratamiento.Concepto y funciones............................................. 420
H. La metodología clínica aplicada a la víctima................................................ 423
Capítulo veinte
LA REALIZACIÓN DE LAS FASES DEL MÉTODO CLÍNICO-
CRIMINOLÓGICO. PRINCIPALES MEDIOS Y TÉCNICAS.
1º. La fase de diagnóstico
A. Introducción..................................................................................................... 427
B. Medios y técnicas de conocimiento y comprensión empleados en la
fase de Diagnóstico Criminológico................................................................ 428
C. El axamen médico-biológico criminológico................................................. 429
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA
índice 17
Capítulo veintiuno
LA REALIZACIÓN DE LAS FASES DEL MÉTODO
CLÍNICO-CRIMINOLÓGICO. PRINCIPALES MEDIOS Y TÉCNICAS.
2º. La fase de pronóstico
A. Introducción..................................................................................................... 455
B. Los medios y técnicas de predicción o pronóstico. Visión general actual..... 456
C. Factores predictores más relevantes y eficaces del comportamiento
criminal futuro del delincuente concreto..................................................... 462
Capítulo veintidós
LA REALIZACIÓN DE LAS FASES DEL MÉTODO CLÍNICO-
CRIMINOLÓGICO. PRINCIPALES MEDIOS Y TÉCNICAS.
3º. La fase de tratamiento
A. Introducción..................................................................................................... 475
B. La fase de Tratamiento. Su realización práctica. Algunas reflexiones
previas................................................................................................................ 476
C. Los programas de realización práctica del Tratamiento. Sus objetivos y
características.................................................................................................... 480
D. Enumeración de algunos programas concretos de Tratamiento, ya
contrastados...................................................................................................... 481
E. Sobre la elaboración, ejecución y efectividad actuales de los programas
de Tratamiento.................................................................................................. 485
F. Posibles contextos especiales e institucionales, extratradicionales, para
el Tratamiento................................................................................................... 487
18 CésaR Herrero Herrero
índice
Capítulo veintitrés
SEGUIMIENTO Y EVALUACIÓN
EN LA ACTIVIDAD CLÍNICO-CRIMINOLÓGICA
A. Introducción..................................................................................................... 493
B. Concepto, objeto y funciones de la evaluación........................................... 495
C. Medios, instrumentos, técnicas o métodos aplicables en la práctica de
la evaluación..................................................................................................... 499
D. Algunas otras observaciones, prevalentemente prágmáticas, con res-
pecto a la evaluación de programas o intervenciones clínico-criminoló-
gicas.................................................................................................................... 502
E. Los evaluadores. Cualificaciones requeridas para llevar a cabo su fun-
ción..................................................................................................................... 505
F. La elaboración y presentación formal del Informe de evaluación........... 506
Sexta parte
LA CRIMINOLOGÍA CLÍNICA, UNA ACTIVIDAD ESPECIALIZADA.
LOS PRINCIPALES ACTORES DE LA MISMA
Capítulo veinticuatro
LOS SUJETOS ACTIVOS DE LA CRIMINOLOGÍA CLÍNICA.
EQUIPOS Y SUS MIEMBROS COMPONENTES
A. Introducción..................................................................................................... 511
B. Los conocimientos científicos necesarios para la realización adecuada
de la actividad clínica criminológica más característica............................. 512
C. El personal penitenciario especialista, en relación con los conocimien-
tos ciéntíficos precedentes.............................................................................. 514
D. Funciones, “in genere”, de los especialistas del Equipo tratamental
clínico-criminológico....................................................................................... 517
E. Las funciones propias de cada uno de los miembros especialistas del
Equipo Técnico de la actividad clínico-criminológica................................ 518
F. Funciones propias del Médico especialista y del Psiquiatra...................... 519
G. Funciones propias atribuidas al Psicólogo y al Sociólogo o Trabajador
social................................................................................................................... 522
H. Funciones a desempeñar por el Técnico Moralista y por el Pedagogo.... 524
I. Funciones a desarrollar por parte del Criminólogo y el Jurista................ 528
J. Reflexiones finales............................................................................................ 531
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA
índice 19
Séptima parte
LA CRIMINOLOGÍA CLÍNICA EN EL PLANO NORMATIVO
NACIONAL Y SUPRANACIONAL ACTUAL
Capítulo veinticinco
LA ACTIVIDAD CLÍNICA CRIMINOLÓGICA
SEGÚN ALGUNOS ORGANISMOS INTERNACIONALES
O SUPRANACIONALES Y EN LA LEGISLACIÓN
DE ALGUNAS NACIONES DE NUESTRO ENTORNO CULTURAL
A. Introducción..................................................................................................... 539
B. El Tatamiento científico recuperador de los delincuentes
según los Instrumentos jurídico-doctrinales actuales de
Naciones Unidas.............................................................................. 540
C. El Tratamiento científico recuperador de los delincuentes
según los Instrumentos jurídico-doctrinales de la Unión
Europea............................................................................................. 543
D. El Tratamiento científico recuperador institucionalizado,
para delincuentes, en el Ordenamiento jurídico de algunas
Naciones europeas más representativas, incluida España....... 546
E. Conclusiones sobre la actividad clínica, centrada en el tratamiento re-
socilizador (generalmente penitenciario) desde el derecho comparado
deesarrollado en los apartados precedentes................................................ 552
1
J. DOZOIS y Otros: “La dangerosité: un dilemme sans issue? Réflexion à partir d’une re-
cherche en cours”; en Déviance et Societé, Vol. 5, 4 (1981) p. 397.
2
A este respecto, puede verse Chr. DEBUYST: “La notion de dangerosité, maladie infanti-
le de la criminologie”, en Criminologie, Vol. 17, 2 (1984), pp. 7-24.
3
Jean FRAÇOIS: “Pour une Clinique alternative en milieu carcéral; en Déviance et
Societé, Vol. 3, 2 (1979) p.178.
26 CésaR Herrero Herrero
4
Sara RUBINI: “La perizia criminologica. Un incontro tra interventi clinici e Discipline
Forensi”, These finale en “Sciences Criminologiques”, Université Européenne Jean Monet,
Bruxelles, June, 2009, p.17.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 27
EL AUTOR
5
René CARBONNEAU: “Les enjeux à venir pour la Criminologie Clinique: Approche
développementale et intégration avec les sciences biomédicales”, en Criminologie, Vol. 41, nu-
méro 1, printemps, 2008, pp.1-2.
Primera parte
DELIMITACIÓN
DE LA CRIMINOLOGÍA CLÍNICA.
SU NACIMIENTO, EVOLUCIÓN
Y RECEPCIÓN CRONOLÓGICA.
SU ESTADO ACTUAL
Capítulo primero
Las ciencias sobre la conducta humana (sea ésta regular o irregular) pa-
recen percibir, tras su estudio, una innegable realidad: la de que el comporta-
miento humano es producto de elementos comunes al hombre y de elemen-
tos intransferibles, propios de la singularidad de éste. Por ello, dichas ciencias
ofrecen una visión teórica, general, de su conocimiento, a la par que subra-
yan la necesidad de construir zonas gnoseológicas diferenciales (Psicología
diferencial, Pedagogía diferencial…)
A esa plural percepción de la realidad criminal no es ajena precisamente
la CRIMINOLOGÍA. Desde aquí se explica que, dentro del saber científico
criminológico, se hable, v. gratia, de Criminología GENERAL, Criminología
ESPECIAL APLICADA, Criminología OPERATIVA CONCRETA…
Son congruentes, a este respecto, las observaciones de W. BUIKHUISEN
y J. FRANÇOIS, al reclamar como imprescindible la presencia de una
Criminología diferencial, asegurando: “Cuando yo repaso las obras que
versan sobre criminología, una de las cosas que me sorprende es la genera-
lidad con la cual se habla del fenómeno de la criminalidad. Esta actitud se
refleja en numerosas teorías criminológicas existentes: son frecuentemente
sectoriales y se pretende con ellas un valor general. Así, según Eysenck, la
criminalidad halla su origen en la mala adaptabilidad del delincuente; para
Merton, el comportamiento criminal se explica por el hecho de que nuestra
sociedad crea toda suerte de necesidades sin permitir a todos la misma me-
dida de satisfacerlas a través de medios legales. Otros la atribuyen a las cla-
ses sociales (Cohen, por ejemplo) o a la organización de la sociedad (Taylor y
sus discípulos). Se podría citar a otros. Todas estas teorías, aunque diferentes,
presentan un punto común: el tratar de explicar la totalidad de la crimina-
lidad partiendo de una teoría bien determinada. Se olvida que numerosos
delitos tienen un carácter específico. El investigador que no tiene en cuenta
este último aspecto se priva no solamente de la posibilidad de desembocar en
una comprensión más profunda de la conducta estudiada, sino que también
desprecia igualmente elementos potenciales de tratamiento y de prevención
del delito concernido. (…) La heterogeneidad conduce a diluir las causas.
Una mejor comprensión no es posible sino a partir del momento en que se
trabaja con grupos más homogéneos. Ello significa en la práctica que será
34 CésaR Herrero Herrero
1
W. BUIKHUISEN y J. FRANÇOIS: “La Criminologie intégrale”, en Déviance et
Societé, Vol. 1º, 1 (1977) pp. 97-100.
2
Autores precitados, en Trabajo señalado, pp. 100.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 35
dirigida a ofrecerle esta posibilidad. Sea cuando aquél merezca premio o haya
de recibir castigo. En este último supuesto, la mejor ayuda social debe des-
cansar en proporcionarle los medios aptos de corrección. Y ello difícilmen-
te se podrá conseguir, criminológicamente hablando, si se desprecia o se
arrincona los instrumentos de una adecuada Criminología Clínica que, pre-
cisamente, supone tratar al delincuente como lo que, a pesar de todo, sigue
siendo: verdadera persona y no como puro sujeto activo de delincuencia.
A esa postura se refería E. De GREEFF cuando recriminaba la mala ges-
tión clínica de no pocos criminólogos, al dejar fuera de su examen al hombre,
siendo así que la indagación de la criminogénesis “supone al hombre presente,
implacablemente presente”. Por ello, a los asistentes al II Congreso Internacional
de Criminología (París, 1950) les comentó:
“Es suficiente leer un cierto número de estudios para caer en la cuenta de
que muchos criminólogos jamás se lo han exigido. Ellos suponen, muy fre-
cuentemente y con un inquietante candor, que un hombre es el lugar donde
se presencian ciertos acontecimientos biológicos, sociales, psicológicos, etc. y
que sus acciones son el resultado de cosas que han pasado en él… Brevemente,
el hombre es, a sus ojos, una unidad económica o social, dotada de cualidades
más o menos perfectas y que reacciona al medio según ciertas leyes”3.
Antes había insistido en que el criminal debe ser acercado, aproximado,
como cualquier hombre por el que se siente interés, dejándose llevar por un
espíritu intenso de plena simpatía, que permita al examinador sin aprobar sus
acciones, encontrarse con él estableciendo una determinada comunicación.
Que, para ello, es esencial despojarse momentáneamente de todo esquema
preconcebido, de toda tendencia a resolver el caso acudiendo a un simple
diagnóstico o colocando al sujeto en una categoría preestablecida4. Esta sería,
pues, la vía para poder intervenir, de forma positiva, en el delincuente con-
creto, máxima aspiración de la Criminología Clínica.
Teniendo muy en cuenta las precedentes observaciones, vamos a ver, a
continuación, qué entendemos por Criminología Clínica, cual es su objeto, su
método, sus funciones dentro del fenómeno criminal, su finalidad. Y haremos
referencia, también, a su relación con otras ramas de la Criminología Aplicada.
3
E. De GREEFF: “Criminogenèse”. Rapport des Actes du II Congrès Internacional de
Criminologie, Paris, 1950, p.296.
4
Dicho autor incluye este contenido en la mismo Estudio de nota anterior, p. 272.
36 CésaR Herrero Herrero
5
M. E. WOLFGANG y F. FERRACUTI: “La subcultura de la violencia”, trad. de A. GARZA
y GARZA, Edit. Fondo de Cultura Económica, México, Primera reimpresión, 1982, pp. 108 y 112.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 37
6
L. RODRÍGUEZ MANZANERA: “Criminología Clínica”, Editorial Porrúa, México,
cuarta edición, 2011, pp. 23-24.
38 CésaR Herrero Herrero
7
En la orientación del texto, R.CARIO hace referencia a la Criminología diciendo
que: “… Puede ser definida como una ciencia multidisciplinar que tiene por objeto el análisis
global e integrado del fenómeno social provocado por las acciones criminales, en su génesis y
en su dinámica, bajo la doble dimensión individual y social, desde el punto de vista tanto del
infractor como el de la víctima, con los fines de prevención y tratamiento”. (“Introduction aux
sciences criminelles”; Edit. L’Harmattan, 6ª Edition, Paris, 2008, p. 260).
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 39
8
C. HERRERO HERRERO: “Criminología. Parte General y Especial”, Edit. Dykinson, 3ª
edición, Madrid, 2007, pp. 47-48.
9
Véase su “Criminología”, Edit. D. Jorro, Madrid, 1913, o sus “Dos páginas de
Psiquiatría criminal”, Buenos Aires, 1900.
10
Para percibir, en B. Di TULLIO, cuál es su concepción de la Criminología Clínica,
es fundamental su obra: “Principios de Criminología Clínica y Psiquiatría Forense”, trad. de
D. TERUEL CORRALERO, Edit. Aguilar, Madrid, 1966.
11
Max Scheler habla de la capacidad de intuición del espíritu humano y de la ca-
pacidad de acceder a los valores desde la experiencia fenomenológica. (Ver, por ejemplo, su
obra “El Formalismo en la ética y la Ética material de los valores” (traducción de Clemente
FERNÁNDEZ, en su libro “Los filósofos modernos. Selección de textos”, tomo II, 3ª edición,
BAC, Madrid, 1976, pp.277 y ss., así como el estudio del mismo Scheler: “El puesto del hom-
bre en el cosmos”, traducción e integración en la misma obra de Clemente FERNÁNDEZ, pp.
286 y ss. Adviértase, desde luego, que, desde finales del siglo XIX y más de la mitad del XX,
estuvo en primer plano, en no escasos ambientes filosóficos, la “Fenomenología”, elabora-
da por E. HUSSERL y preludiada, entre otros, por Bernard BOLZANO y, sobre todo, por F.
BRENTANO, defensor, en el campo de la teoría del conocimiento, de la “intencionalidad de la
conciencia”. En medio de los planteamientos neocriticistas, antiempiristas y antipsicologistas,
Husserl va a orientarse de acuerdo a sus fundamentos fenomenológicos. “…La fenomenolo-
40 CésaR Herrero Herrero
gía –venía a decir el filósofo de Prossnitz (Moravia)– se ocupa del yo y de la “conciencia”, con
todas las formas de vivencias, actos y correlatos de actos. Cierto que comprender esto requiere
no pequeño esfuerzo en los hábitos de pensar dominantes. (…) La psicología es una ciencia
empírica…es una ciencia de realidades. Los fenómenos de los que trata como fenomenología
psicológica son sucesos reales que en cuanto tales, si tienen existencia real, se inscriben, con los
sujetos reales a que pertenecen, en el mundo espacio-temporal uno, como en la omnitudo reali-
tatis. En oposición a eso se fundará la fenomenología pura o transcendental, no como ciencia de
hecho, sino como ciencia de esencias (como una ciencia “eidética”), como una ciencia que quiere
exclusivamente fijar “conocimientos de esencias”, y no en absoluto “hechos”. (…) El paso a la
esencia pura da, por un lado, un conocimiento esencial de lo real, y, por otro, respeto de la es-
fera restante, conocimiento esencial de lo irreal. Se mostrará también que todas las “vivencias”
purificadas trascendentalmente son irrealidades, excluidas de toda inserción en el “mundo
real”. Esas realidades estudia precisamente la fenomenología, pero no como particularidades
singulares, sino en la “esencia”. (…) La intuición esencial es también intuición, y es contempla-
ción en sentido pleno y no una mera y quizá vaga representación; es una intuición que da ori-
ginariamente y que capta la esencia en su mismidad “personal”. (E. HUSSERL: “Ideas para una
fenomenología pura y una filosofía fenomenológica”; textos en el ya citado Clemente FERNÁNDEZ,
pp. 315-323). (Más adelante, cuando hablemos de los instrumentos metodológicos clínicos,
volveremos sobre esta cuestión).
12
F. DIGNEFFE y Chr. ADAM: “Le développement de la criminologie clinique à l’École
de Louvain. Une clinique interdisciplinaire de l’humain”; en Criminologie, vol. 37, printemps,
1 (2004)p.51.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 41
o básica entre todos los hombres de este universo. Lo que ocurre es que el
delincuente sin ser ontológicamente distinto del que no lo es, se caracteriza
por la manera diversa de posicionarse ante el mundo. En una palabra, que su
marco de referencias, de valores, es distinto. ¿Por qué? Porque, aún partiendo
de reacciones de normalidad, las situaciones existenciales posteriores, de ín-
dole longitudinal, propiciadas por el medio, percibidas por él como hostiles,
le van a ir mudando el marco primigenio. Y esta transformación va a conver-
tirse, para él, en plataforma de acciones impulsadas por el instinto de agresi-
vidad o de defensa, al mismo tiempo que se atrofia el de simpatía13.
Pero el mismo autor advierte que el delincuente puede rectificar toman-
do distancia con relación a esa actitud y orientarse hacia nuevos caminos.
Cabe una terapéutica, “sea de carácter psicológico o psiquiátrico, capaz de
liberar al individuo de determinismos que hacen imposible una vida de re-
lación y que, por el mismo hecho, perturban sus compromisos vitales, sean
ellos los que fueren”14.
Olaf KINBERG, que sigue la trayectoria médico-criminológica de su com-
patriota (H. SJÖBRING), en cuanto a su visión demasiado orgánica (constitu-
cionalista) sobre el concepto de personalidad, elabora un sistema clínico-cri-
minológico estupendamente bien trabado y coordinado. Recalcando, desde
este punto de vista, que la Criminología Clínica ha de entenderse como: La
ciencia proyectada a examinar a los delincuentes, de forma individualizada, con el
fin de fijar las causas de su delinquir –fruto de su personalidad reaccionante ante
determinadas circunstancias– con el fin de erradicar aquéllas y así hacer desaparecer
los síntomas o los efectos mediante la aplicación de terapias consistentes en medidas
individuales y de medidas relacionadas con el medio ambiente15.
Marvin E. WOLFGANG y Franco FERRACUTI, tras exponer que la
Criminología Clínica se circunscribe, sobre todo, a Europa, y que es su misión
prevalente servirse, con cierto grado de autonomía, de la ciencia criminoló-
gica para tratar de resolver problemas correccionales y forenses, afirman que
13
Sobre este particular son fundamentales los estudios de E. DE GREEFFF: “Le de-
venir, élément du processus criminogenèse. La durée, condition de son étude”; en L’homme
Criminel, Louvain, 1956, pp.169 y ss. También, su “Introduction à la Criminologie”, Edit.
Vander Plas, Bruxelles, 1947. Y, desde luego, su trabajo ya citado, “Criminogenèse”.
14
Chr. DEBUYST: “L’Observation psychologique des détenus et sa signification dans
les sciences pénitentiaires”; en L’homme Criminel, Louvain-Paris, 1956, p.146.
15
Olaf KINBERG: “Les problèmes Fondamentaux de la Criminologie”, éditions Cujas,
Paris, 1962” (Ver, sobre todo, los Capítulos 7 a 10 (= Sobre el acto delictivo en cuanto fenómeno
social, sobre la peligrosidad del delincuente y de la etiología delincuencial) y el Capítulo 14
(Sobre los medios para alcanzar los fines de la defensa social: profilaxis individual y social,
terapia para aplicar medidas individuales y medidas relacionadas con el medioambiente). Esta
obra de Kinberg es el desarrollo y modernización de la obra publicada por el mismo en la déca-
da de los treinta (1935) con el mismo título en inglés “Basic Principles of Criminology”.
42 CésaR Herrero Herrero
16
M. E WOLFGANG y F. FERRACUTI: “La subcultura de la violencia”, ya citada, p.54.
17
J. PINATEL: “Criminología”, artículo publicado en italiano en la “Enciclopedia delle
Science Sociali”, al final de la década de los 80. Puede verse en http:www.treccani.it/enciclope-
dia/criminología_ (Enciclopedia_delle_Science_Sociali).
18
J. PINATEL: “Tratado de Derecho Penal y de Criminología”, tomo III, Segunda
edición, trad. de X. Rodríguez de Canestri, Universidad Central de Venezuela, Facultad de
Derecho, Caracas, 1974, p.553.
19
G. L. PONTI: “Compendio di criminologia”, Ed. Cortina, Milano, 1987.
20
Marco STRANO: “Manuale di Criminología Clinica”, See Società Editrice Europea
di Nocodemo Maggiulli, Firenze, 203, p.47.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 43
21
L. RODRÍGUEZ MANZANERA: “Criminología Clínica”, ya citada, pp. 39 y 41.
44 CésaR Herrero Herrero
22
Creemos que la exposición ofrecida, en texto, sobre el objeto material de la
Criminología Clínica, es la apuntada por SARA RUBINI en estudio titulado: “La Perizia cri-
minologica. Un incontro tra interventi clinici e discipline forensi” (These finale en “Sciences
Criminologiques”), Université Européenne Jean Monnet, Bruxelles, June, 2009. En efecto, en
su p.11 escribe: “La criminología aplicada (se refiere a la criminología clínica) ha trabajado asi-
mismo en la dirección de elaboración de técnicas e instrumentos destinados a disminuir el
fenómeno criminal en su intensidad y frecuencia. Ello se realiza a diversos niveles: sea a través
de programas dirigidos a la prevención del fenómeno, sea mediante programas de tratamiento
del reo y prevención de la reincidencia. En razón de lo cual, el objeto de estudio del moderno
criminólogo clínico aparece, así, bastante diversificado, en proporción a la grande complejidad
del comportamiento humano, y concretamente, de la conducta criminal. Los elementos que
asumen relevancia criminológica, podemos sintetizarlos a la manera expresa de Ponti:
— Hechos delictivos: Los crímenes pueden ser notablemente diversos entre ellos, sea
tanto por las dinámicas operativas como por las motivaciones. El análisis de las con-
ductas criminosas puede ser realizado desde una óptica cuantitativa (v.gr., a través
de estudios estadísticos) o desde una óptica cualitativa (por ejemplo, a través de exa-
men de casos);
— Autores del delito: También los criminales son muy distintos entre ellos, sea por tipo
de motivación, sea por lo que respecta a la percepción del crimen, a su modalidad y a
la representación de los objetivos deseados, así como por la estructura de la persona-
lidad. Tal análisis está en la base para las valoraciones criminológicas en términos de
responsabilidad y culpabilidad.
— El ambiente y la reacción social: Todos los individuos tienden a adaptarse al am-
biente social con el que interactúan, mediante modificaciones perceptivas y compor-
tamentales, algunas lentas y progresivas, otras más rápidas y radicales; las solicitacio-
nes externas, entrando en interacción con el mundo simbólico interno del individuo,
determinan el proceso adaptativo. Para el criminólogo es de primera importancia
adquirir elementos útiles, para una análisis ajustado al contexto ambiental, contras-
tando tales informaciones con las que arroje el estudio del individuo;
— La victima: los estudios de Victimología buscan responder a una serie de interrogan-
tes con relación al tipo de interacciones que se desarrollan entre autor y víctima en
el acontecimiento delictivo, tales, por ejemplo, como: todas aquellas situaciones par-
ticulares que rodean a ciertas personas más vulnerables y mayormente expuestas al
riesgo, el papel jugado por la víctima en el favorecimiento de la comisión del delito,
los daños físicos, psicológicos, económicos y sociales derivados del hecho criminal;
— La desviación: O sea, aquellas manifestaciones no socialmente conformes, pero que
no violan alguna norma penal.
Tal concepto hace relación a una genérica desviación de la norma socialmente comparti-
da, si bien en el ámbito de intereses de la Criminología guarda una parcial superposición de
la desviación con la criminalidad, constituyendo, por lo demás, un terreno abonado para el
delito.”
46 CésaR Herrero Herrero
23
Sobre esta cuestión puede verse las reflexiones de la Escuela de Criminología de la
Universidad de Montreal bajo el título “Criminologie”, en http://www.crim.umontreal.ca/cri-
minologie.htm
24
L. RODRÍGUEZ MANZANERA: “Criminología Clínica”, ya citada, pp.25-26.
25
A este respecto, puede verse el magnífico estudio de D. SZABO: “Criminologie et
Defense Sociale: Dialogue à voix multiples”, en Annales Internationales de Criminologie, Vol.
29, numrs. 1-2 (1991) pp. 73 y ss.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 47
26
A este respecto, puede verse C. HERRERO HERRERO: “Criminología. Parte General
Especial”, ya citada, pp-39-40.
27
R. GASSIN: “Criminologie”, Edi. Dalloz, 6ª édition,Paris, 2007, pp. 38-39.
48 CésaR Herrero Herrero
28
J. PINATEL: “Criminologia”, en Enciclopedia delle Science Sociali, ya citado, p.5 del
estudio.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 49
lagunas, los progresos o regresos del tratado… Todo ello, con el fin de evitar
que, al final del proceso, la imprescindible evaluación definitiva pusiera de
manifiesto que el delincuente si apenas habría superado la situación precri-
minal de partida. Lo que supondría un clarísimo fracaso.
(Reiteramos que, más adelante, desarrollaremos los medios, instrumen-
tos, técnicas…, que han de utilizarse para hacer efectivo el método clínico
criminológico).
29
Así, Marco STRANO.Obra citada, p. 47.
30
J. CASTAIGNÈDE: “Hommage à Jean Pinatel et à sa oeuvre”; en Eguzkilore, 13
(1999)p. 223.
31
U. FORNARI y Otros: “Percorsi clinici e discipline forense”, Centro Scientifico
Editore, Torino, 2005.
50 CésaR Herrero Herrero
32
G. PICCA: “La criminología Clínica: Evolución y perspectivas”; en Eguzkilore, 7
(1993) p. 184.
33
A esta realidad parece referirse también Concetta MACRÌ cuando comenta: “Todavía,
como ya se ha explicado, hoy los sistemas teóricos y aplicativos parecen converger en una episte-
mología de la complejidad donde el sujeto deviene en “hombre social”. Constructor de significa-
dos, que elabora activamente la propia realidad. Un hombre al que viene restituida autonomía y
responsabilidad. En tal sentido, la explicación del crimen evoluciona de acuerdo a principios de
complejidad creciente, en línea con las nuevas impostaciones metodológicas y epistemológicas. El
aumento de la complejidad está, por consiguiente, en relación con la articulación de los fenómenos
sociales desviados y de los procesos que conducen a la formación de las normas de comportamien-
to. (“III. Criminología Applicata”; en C. Serra (a cura di), Giuffrè, Milano, 2003, p. 6 del estudio.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 51
34
Sara RUBINI: Trabajo ya citado, p. 18.
52 CésaR Herrero Herrero
35
Es conocida la distinción que, con un criterio conceptual, hace M. LÓPEZ-REY, de
la Criminología: Criminología Científica, Criminología Académica, Criminología Analítica y
Criminología Aplicada. Ésta última, según el autor, es la constituida “por las aportaciones de
la criminología científica y de la empírica, no siempre ortodoxamente científica, creada por los
jueces, funcionarios, etc., que forman parte del sistema penal, (policía, procedimiento penal,
Código penal, organización de Tribunales, tratamiento institucional, semiinstitucional y en li-
bertad, y prevención del delito; ésta última puede en buena parte hallarse fuera del sistema
penal). La aplicación puede darse en la formulación de una nueva o reformada política crimi-
nal, en un programa o práctica determinados o en cualquiera otrea actividad del sistema nece-
sitada de criminología. (” Criminología. Teoría, Delincuencia juvenil, Prevención, Predicción y
Tratamiento”, Editorial Aguilar, tomo I, pp. 3 y ss.
36
Los autores de esta clasificación dicen entender por “Criminología de Prevención”: la
que estudia las acciones puntuales coordinadas de la prevención colectiva frente a los delin-
cuentes (v.gr., las acciones de los Consejos Locales franceses). Y por Criminología Crítica, la
criminología orientada a a hacer ver las disfunciones de las instituciones de derecho positivo
a la luz de las enseñanzas de la criminología teórica, proponiendo reformas concretas. (Ver so-
bre esto: Documento Colectivo “Crimiminologie. Introduction”, en http://psychologie-m-fouchey.
psyblogs.net/public/fichiers%20joints/criminologie/psychiatrie_Cours_criminologie.doc.)
Capítulo segundo
NACIMIENTO Y EVOLUCIÓN
DE LA CRIMINOLOGÍA CLÍNICA
A. INTRODUCCIÓN
37
“La fama que da a Lombroso su obra fundamental –escribe CARLOS Mª
LANDECHO– reúne alrededor del mismo una serie de discípulos que han de ser sus mejores
auxiliares en el futuro y los propagadores de sus ideas. En primer lugar acude un grupo cada
vez más numeroso de esudiantes al Curso libre de Antropología Criminal. Desde que se puede
dar ésta en Laboratorio, su fisionomía ha cambiado por completo: se presenta a los estudiantes
tres o cuatro delincuentes, reclutados de entre los que andan en libertad, con la promesa de
una pequeña recompensa en metálico; enseguida se les somete a toda clase de medidas y
comprobaciones; y finalmente se discute en mesa redonda cada uno de los casos. Las sesio-
nes se prolongan a veces varias horas y el número de los asistentes crece de modo tan notable
que hay que ir con gran antelación para encontrar sitio en el aula.” (“La tipificación lombrosiana
de delincuentes”, UNED EDICIONES, tomo I, Madrid, 2004, p.87.
38
E. FERRI: “Sociología Criminale”, Bocca, Torino, 2ª ediz., 1900.
56 CésaR Herrero Herrero
39
Marc LE BLANC: “La criminologie clinique, un bilan rapide des travaux sur l’homme
criminel depuis 25 ans”; en Revue Internationale de Criminologie et de Police Technique, 2
(1989) p.118.
40
A este respecto, puede verse: C. HERRERO HERRERO: “Política Criminal
Integradora”, Edit. Dykinson, Madrid, 2007, pp. 59 y ss.
41
Marc ANCEL: “Les doctrines nouvelles de la Défense Sociale”; en Revue de Droit
Pénal et de Criminologie”, 1961, pp. 58 y ss.
42
Efectivamente, el Primer Congreso de esta índole se abre en Ginebra en 1955, con el
que aparecen ya las conocidas “Reglas Mínimas para el Tratamiento de los Reclusos (véanse,
sobre todo, sus arts. 61 y ss.).
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 57
C. FASE CIENTÍFICA
43
Sobre este particular puede consultarse Carlos Mª LANDECHO: “II. Génesis de la
doctrina criminológica lombrosiana”, en su libro “La tipificación lombrosiana de los delincuentes”,
tomo I, ya citado, pp. 235 y ss.
44
El contenido manifestado en texto puede verse en “Actes”, del mencionado
Congreso, pp. 440 y ss.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 59
D. FASE PENITENCIARIA
45
J. PINATEL: “Tratado de Derecho Penal y Criminología”, III, ya citado, pp.555-556.
46
Este informe está icluido en las Actas del referido Congreso Internacional celebrado
en la Capital británica. Ver, sobre todo, Vol. 3, pp. 197 y ss. Naturalmente, Vervaeck era conoci-
do ya en los círculos científicos de esta especialidad por diversidad de trabajos publicados en
Revistas del ramo. Ver, por ejemplo, su interesante trabajo: “La conception anthropologique
du traitement des condemnés”, en Revue de Droit Pénal et Criminologie, 1924, pp. 355 y ss.
60 CésaR Herrero Herrero
47
A este respecto, puede verse E. MEZGER: “Criminología”, traducción española en
Edit. de Orientación de la Revista de Derecho Privado, Madrid, 1950, pp. 156 y ss.
48
Se refieren los autores al libro de O. Kinberg: “Les problèmes fonfamentaux de la
Criminologie”; éditions Cujas, Paris, 1959.
49
M.E. WOLFGANG y F. FERRACUTI: La subcultura de la violencia”, ya citada,
p.137.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 61
50
Sobre este particular, B. Di TULLIO: “Principi di Criminologia Clinica e Psichiatria
Forense”, Istituto Italiano di Medicina Sociale, Roma, 1963.
51
A este respecto, ver A. NICEFORO: “Criminali e degenerati dell’Inferno dantesco”,
Torino, 1898; “El yo profundo y sus máscaras. Psicología obscura de los individuos y grupos
sociales”, 1956. Y, sobre todo, su “Criminologia”, Fratelli Bocca Editores, 4 vols., 2ª ediz., Milano
1949-1952. (Sobre lo expuesto en texto, puede leerse, especialmente, el capítulo III del tomo
III). Sobre esta “Criminología” del autor italiano, puede verse el comentario de C. BERNALDO
DE QUIRÓS: “Criminología”, en Boletín del Instituto, pp.187 y ss.
52
Paula CANEVELLO: “Criminología: la evolución del pensamiento internacional”;
en Working Paper, nº 71, p.9.
62 CésaR Herrero Herrero
53
F. DIGNEFFE y Chr. ADAM: “Le développement de la Criminologie clinique à
l’École de Louvain…”, ya citado, nº 13, p.5 del estudio.
54
Sobre este particular, C. HERRERO HERRERO: “España penal y penitencia (Historia
y Actualidad”, I. de Estudios de la Policía, Madrid, 1986, pp. 294 y ss.; “La Criminología en
España desde finales del siglo XIX hasta 1940”, en su “Criminología. Parte General y Especial”,
ya citada, pp. 159 y ss. A. SERRANO GÓMEZ: “Historia de la Criminología en España”,
Editorial Dykinson, Madrid, 2007, en diversidad de apartados de la Obra. L. MARCÓ DEL
PONT: “Criminólogos españoles en el exilio”, Ministerio de Justicia, Madrid, 1986. Sobre todo,
pp. 127 y ss.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 63
55
En este sentido, por ejemplo, Laura SUÁREZ y LÓPEZ-GUAZO comentan: “Las
obras de Ingenieros y sus seguidores Alfredo Nicéforo y Constancio Bernaldo de Quirós, re-
flejan claramente su concepción lombrosiana.” (“La antropología criminal y su influencia en el
campo de la salud mental en México”, en Llull, vol 23, 2000, p.696.
56
Sobre esta cuestión véase A. SERRANO GÓMEZ: “Historia de la Criminología en
España”, ya citada, en el Capítulo XIII de la Obra, pp. 447-481.
57
A este respecto, F. CASTEJÓN: “Datos para una reforma penal”. (Discurso leído en
la Universidad de Sevilla en la apertura del curso 1933-34), Tipografía de Archivos, Madrid,
1934.
58
“Los españoles, de los que nos ocuparemos, afirma “L. MARCÓ DEL PONT- eran
hombres formados, que habían obtenido sus cátedras, que tenían libros publicados, que llega-
ban a las extrañas tierrras sin bibliotecas, pero con sus ideas en la cabeza. Con esto quiero decir
que no vinieron a aprender, sino que estaban en plena producción y, en consecuencia, conti-
nuaron su labor, pero fundamentalmente vinieron a enseñar, a crear cátedras, a formar discí-
64 CésaR Herrero Herrero
pulos. Esto fue lo que perdió España y eso fue lo que ganó América Latina.” (“Criminólogos
españoles en el exilio”, ya citado, p. 14.
59
Esta obra de José INGENIEROS se volvió a imprimir en Madrid, en 1913. De nuevo,
en la Editorial Rosso, Buenos Aires, 1919. En la Editorial Elmer, B. Aires, 1957…
60
Ver sus obras: “Las fuerzas morales”, “Dos páginas de psiquiatría criminal”, “Principios
de Psicología genética”, incluidas en sus “Obras Completas”, Buenos Aires, 1930 y ss. Interesante
es también, al respecto, “Caracteres del delito en los alienados y en los simuladores de la locura” (en
conexión con su tesis doctoral) y puede verse versión en Ed. Del Cardo, Buenos Aires, 2003.
61
E. FERRI, en efecto, en un artículo publicado en la Revista “Scuola Positiva”, di-
ciembre, 1909, reproducido décadas después en la publicación argentina “Revista Penal y
Penitenciaria”, septiembre de 1936, escribía (recojo cita de la autora Paula CANEVELLO, ya
mencionada, en mismo trabajo, p. 15): “La Penitenciaría Nacional, inaugurada en 1877 y con-
vertida en 1880 en Instituto Federal, no ha cambiado, bajo la dirección de Ballvé, su estructura
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 65
En relación con América del Norte, es posible decir, en primer lugar, con
relación a Estados Unidos, que, aunque su Criminología ha sido, desde el princi-
pio, una criminología muy preponderantemente sociológica, no faltaron, tam-
poco desde el comienzo, orientaciones y prácticas de corte clínico. A principios
de siglo, en 1909, William HEALY, si bien confundiendo en demasía delincuen-
tes y enfermos, puso en marcha, en el Condado de Cook, una clínica psicopa-
tológica, destinada, sobre todo, a jóvenes gravemente infractores. Clínica que
después paso a denominarse “Instituto de Investigaciones Juveniles”62.
En 1913, se fundaba la Asociación Norteamericana de Criminología
Clínica. Y siguiendo la estela de los Congresos Penitenciarios Internacionales,
como el de Londres (1925) o los Congresos o similares de la misma cate-
goría, relacionados con Derecho penal y Criminología (así, la Comisión
Internacional Penal y Penitenciaria [Berna, 1937], Congreso Internacional ce-
lebrado en Roma y el Primer Congreso Latinoamericano, en Buenos Aires,
ambos de Criminología y acaecidos en 1938), empezaron a surgir institucio-
nes diversas unidas a la Criminología Clínica. En Estados Unidos es ejemplo
de éstas, el llamado “Guidance Center” en el Centro de Penados de San Quintín
(1944), existente en el Estado de California.
De éste último ha dejado escrito J. Pinatel que: A través de personal es-
pecializado, se ha venido llevando a cabo “un trabajo de observación, cuyos
resultados son condensados en informes que contienen una evaluación de la
personalidad del individuo y opiniones prácticas relativas a su tratamiento
en prisión”63.
No puede olvidarse, asimismo, que, en diversidad de Estados USA, han
venido existiendo variedad de clínicas de diagnóstico, con sede en centros
prisionales64. Y, desde luego, no deben pasarse por alto los trabajos sobre
multifactorialidad de la delincuencia, en la Universidad de Harvard, por
parte de los GLUECK a base de estudios individualizados, comparativos, de
los componentes de los correlativos grupos de jóvenes (delincuentes y no
arquitectónica de “panóptico celular”, que en su estilo ligero y claro no tiene nada de tétrico.
Pero le ha cambiado el alma y la llevó a ser, cuando la visité, en agosto de 1908, el instituto
carcelario humano, social y científicamente más perfecto que jamás haya visto en los diver-
sos paises de Europa y que haya conocido en los libros de ciencia carcelaria, si se exceptúa el
moderno Reformatorio de Elmira, cerca de nueva York, organizado por la Brockway y preci-
samente como aplicación de las doctrinas lombrosianas, o también la famosa colonia agrícola
de Mettray, hasta que su fundador Demetz fue, hacia mediados del siglo XIX, el alma directriz
–por instinto psicológico más que por método científico– en medio de los 700 a 800 menores
delincuentes por él recogidos”.
62
A este respecto, W. HEALY: “Individual Delinquent”, New York, 1915.
63
J. PINATEL: “Tratado de Derecho Penal y Criminología”, ya citado, p.560.
64
Sobre este particular puede verse J. LARGUIER: “Criminologie et science péniten-
tiaire”, Ed. Dalloz, Paris, 1989, p.8.
66 CésaR Herrero Herrero
E. FASE JUDICIAL
Por lógica competencial y procesal, parece obvio que debería haber sido
la autoridad jurisdiccional la que, antes que la autoridad administrativa (ad-
ministración para la ejecución o cumplimiento de penas), hubiera de haber
65
Ver, a este respecto, su libro. “Unravely juvenile delinquency”, publicado en 1950 y
su trabajo “Toward a tipology of juvenile offenders. Implication for therapy and prevention”,
New York, 1970. Dan gran importancia a los factores predisponentes. (Es muy conocida su ti-
pología psicofisica o costitucionalista). Trabajos interesantes antes de las fechas precitadas son,
por ejemplo, “500 Criminal Careers”, New York, 1930 y “500 Delinquent women”, New York,
1934.
66
D. SZABO: “La criminología en Québec. Una historia que ilustra las relaciones entre
ciencia y Política”; en su libro “Criminología y Política en materia criminal”, Siglo XXI Editores
(Nueva Criminología), México, 1980, p.237.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 67
F. FASE LEGISLATIVA
Ya hemos hecho mención al no despreciable número de Congresos
Internacioales de materia penal-penitencia y criminológica, celebrados antes
de sobrepasar los años iniciales de la primera mitad del siglo XX. Pero ha de
reconocerse que sus conclusiones apenas si fueron tenidas en cuenta por los le-
gisladores. Con el advenimiento de la década de los cincuenta iba a darse, sobre
el particular, un no inestimable giro. Concretamente, a partir del denominado
“Ciclo Europeo de Bruselas”, iniciado en 1951, caracterizado por los notables estu-
dios sobre la materia que nos ocupa, y patrocinado ya por Naciones Unidas.
67
J. PINATEL: “Tratado…”, ya citado, p.561.
68 CésaR Herrero Herrero
En este contexto, en efecto, van a ver la luz “Las Reglas Mínimas para
el Tratamiento de los Reclusos”, aprobadas en el primer Congreso de N. U.
(Ginebra, 1955), sobre “Prevención y Tratamiento del Delincuente”. Su in-
fluencia, en este campo, con la reiteración de numerosos documentos en
igual línea, de la misma Organización, iba a dejarse sentir, de forma ostensi-
ble, en las décadas siguientes y hasta nuestros días, en no pocas legislaciones
del entorno democrático. (Pero esto ya lo veremos ampliamente, en otro lu-
gar de este mismo estudio).
Lo malo, no obstante, está, precisamente, en que la generosa acogida le-
gislativa se ha proyectado, muy parcamente, en la actividad práctica68.
68
Sobre este extremo, puede verse Ana Mª FAVARD. “L’individualisation de la peine:
du paradigme clinique à la realité de la practique”; en Eres (2001) pp. 215 y ss.
69
La filosofía de estos Estados, en relación con el ser humano, la sugiere perfecta-
mente E. MOUNIER cuando describe: “Una civilización personalista es una civilización cu-
yas estructuras y espíritu están orientadas al acogimiento como persona de cada uno de los
individuos que la componen. Las colectividades naturales se las conoce aquí en su realidad y
en su finalidad propia, diferente de la simple suma de intereses individuales y superior a los
intereses del individuo entendido materialmente. Su fin último es éste: colocar a cada perso-
na en la situación de poder vivir como persona, es decir, posibilidad de acceder a un máximo
de iniciativa, de responsabilidad, de vida espiritual”. (Manifeste au service du personalisme”;
Oeuvres, Edit. Seuil, Paris, 1961.
70
Veamos, a este respecto, el texto siguiente de Marc ANCEL: “Después de su reconoci-
miento al principio del siglo XIX hasta la segunda guerra mundial, la política criminal, a reserva
de modalidades y matices diversos, ha consistido esencialmente en la organización racional (la
palabra es importante) de la represión retributiva, es decir, de la incriminación y de la sanción.
Se trataba esencialmente de una racionalización de la acción y de la justicia penal. Después, la
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 69
72
Se refiere el autor, sobre todo, a la práctica corriente de los estudios estadísticos mul-
tivariados y a las investigaciones longitudinales prospectivas.
73
Ver, a este respecto, M. LE BLANC, en su estudio ya mencionado “La Criminologie
clinique…”, pp. 120 y ss.
Capítulo tercero
CRISIS Y OPOSICIÓN
A LA CRIMINOLOGÍA CLÍNICA
1º Visión básica y previa de las
corrientes criminológicas actuales
más influyentes
A. INTRODUCCIÓN
74
G. I. ANITUA parece estar en la onda de lo que se afirma en texto cuando comenta:
“Y esta romántica mirada individualista tenía su correlato social pues implicaba la posibilidad
de realizar cambios sociales. Estaba la convicción optimista de que el hombre todo lo puede. El
ser humano no tiene marcado el destino, ni tiene por qué conformarse con lo que existe. Todo
puede cambiarse y, además, para cambiar algo hay que cambiarlo todo. Poner todo de cabeza.
(…) Había llegado el momento de la transformación. El momento de criticar el esto es así, el de
las cosas como deben ser o como están mandadas. Todo ello se pondría en crisis. Se discutiría
el modelo económico, el político, el científico, pero lo importante es que se discutía. Y así se
74 CésaR Herrero Herrero
asocial, caótico, magmático. Son, en parte, esas pluralísimas teorías las que
han dado a luz la “posmodernidad”, atenazada por el más amplio y puro re-
lativismo. Desde aquí tiene su sentido que se niegue la legitimidad de que
alguno se atreva a atribuir a alguien el calificativo de criminal. ¿Desde qué
criterios definir a alguien así?75
Por lo demás, los ataques a la Criminología clínica por las teorías “crí-
ticas” (no radicales) se habían iniciado ya, antes de los sesenta, tratando de
desvirtuar a una de las principales instituciones de aquélla: El tratamiento
penitenciario. Después vendría el desacuerdo con la comprensión de sus
principales conceptos (estado peligroso, personalidad criminal…). A esta ta-
rea crítica, repetimos, empezaron a sumarse, sin negar siempre la posibilidad
de otra clínica criminológica, autores de cierto predicamento y prestigio, for-
mados en principio dentro de la Criminología “clásica” o “tradicional”.
Pero esa Criminología “tradicional” (bastante alejada ya entonces, por
parte de no pocos cultivadores especialistas, de planteamientos puramente
positivistas) tenía, y sigue teniendo, no escasos e insignes valedores.
He ahí por qué, a partir, sobre todo, de la mitad de la década de los se-
tenta, empezaron a “verse las caras”, en torno a la Criminología Clínica, los
distintos enfoques criminológicos del momento. Era, por ello inevitable, al
estar entre partes disconformes y hasta enfrentadas, que esta Criminología
entrara en crisis.
Si esto es así, vamos a exponer ahora, a continuación, las coordenas fun-
damnetales de esas corrientes de la filosofía social, conformadoras de tales
orientaciones criminológicas radicales, de las corrientes críticas no radicales,
de los criterios, al respecto, de algunos autores contestatarios, próximos a és-
tos últimos, y, en fin, la versión, sobre este particular, de la teoría, en sentido
moderno y no positivista, de la personalidad criminal. Terminamos, en este
Capítulo, con las teorías actuales del pragmatismo económico.
Esta exposición está orientada a ofrecer todos esos mensajes doctrina-
les para poder compararles con el concepto y exigencias de la Criminología
Clínica (tal como la hemos conceptuado aquí) y así poder comprobar cuáles
de esas teorías admiten o no llevar a cabo, en Criminología, la precitada acti-
vidad clínica.
En este Capítulo, abordamos, tan sólo, la exposición del contenido del precitado
mensaje. En el Capítulo siguiente, trataremos de desarrollar la anunaciada actividad
comparativa. Empezamos, pues.
producía una lectura políticamente radical de todas las ideas”. (“Historia de los pensamientos
criminológicos”, Buenos Aires, 2005, p. 354.).
75
A este respecto, puede verse C. HERRERO HERRERO: “Política criminal integrado-
ra”, ya citada, pp. 137-140.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 75
76
Álvaro PIRES y Françoise DIGNEFFE: “Vers un paradigme des inter-relations sociales ?
Pour une reconstruction du champ criminologique”; en Criminologie, vol.25, 2 (1992) p. 17.
76 CésaR Herrero Herrero
Entonces, si son las precipitadas corrientes (en todo caso, nada unifor-
mes dentro de ellas mismas) las orientaciones criminológicas, aún hoy y a
pesar de todo las más relevantes, vamos a ver, ahora, en qué consisten cada
una, cuál es su mensaje criminológico, para luego relacionarlas con las exigencias de
la Criminología Clínica.
77
Sobre este particular puede verse R. CARIO: “Les spécificités criminologiques du phé-
nomène criminel juvénile”, Capítulo 3 de su obra “Jeunes délinquants. A la recherche de la socilisation
perdue”; ed. L’Harmattan, 2ª éd. Paris, 1999, pp. 155 y ss.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 77
78
En esta misma onda, escriben A. PIRES y F. DIGNEFFE: “El paradigma de la defini-
ción social es el más reciente y se desarrolla, primeramente, en Estados Unidos al principio de
los años sesenta. Ha recibido diversidad de apelaciones: teoría del etiquetamiento, criminolo-
gía de la reacción social, del control social, constructivismo, etc. Este paradigma se distingue
del paradigma del paso al acto por el hecho de concebir el objeto de otra manera. Se estudia
aquí la manera de definir los acontecimientos y de reaccionar frente a ellos. Las grandes cues-
tiones de la investigación son las siguientes: ¿ quien define el comportamiento como desviado,
como criminal, etc.? ¿Cuáles son las consecuencias de este proceso de etiquetamiento? ¿Cómo
son creadas y han evolucionado históricamente ciertas prácticas sociales de etiquetamiento?
Para este paradigma, el mundo social aparece menos como algo dado que como algo cons-
truido por la historia y por nuestras acciones actuales (Berger y Luckmann, 1966). Se trata de
ver cómo las gentes perciben, describen, interpretan y proponen definiciones de la situación y
cómo las gentes actúan en función de estas definiciones. Las definiciones son vistas como el re-
sultado de un proceso histórico y social. En esta perspectiva, lo que interesa al investigador es
el examen de cómo se viene a etiquetar a otras personas como desviados, locos, delincuentes,
etc.” (Trab. anteriomente citado, pp. 18-19).
79
Sobre este particular puede verse: D. SZABO: “Au milieu de l’affrontement des
doctrines crimiminologiques”, en Vol. Col. “La criminologie. Bilan et perspectives. Mélanges
offerts à Jean Pinatel”, Ed. Pedone, 1980, pp. 23 y ss.; M. COLVIN y J. PAULY: “A critique of
Criminology: toward an integrated structural-marxist theory of delincy production”, en
American Journal of Sociology, 1983, pp. 513 y ss.; C. HERRERO HERRERO: “Delincuencia y
criminología crítica o radical. La teoría del “Labelling approach”, en su obra “España penal y
penitenciaria. Historia y actualidad”, ya citada, pp. 379 y ss.
80
Sobre la orietación totalitaria de la Sociología, para interpretar el universo humano
y su comportamiento, no tiene más que recordarse la obra de P. BERGER y Th. LUCKMANN:
“The Social Construction of reality”, New York, 1966.
78 CésaR Herrero Herrero
81
E. Goffmann está muy próximo (en realidad es el máximo precedente) de los culti-
vadores del “Labelling Approach”. Puede verse, al respecto, su obra “Interaction Ritual. Essays
of face-to face Behavior”, Ed. Garden City, New York, 1967). Para una distinción entre teo-
rías del conflicto “in genere” y las teorías rotulatorias, de cuño marxista, puede verse: Th. J.
BERNARD: “The distinction between conflict and Radical Criminology”, en The Journal of
Criminal Law and Criminology, Vol 72, 1 (1981) pp.70 y ss.
82
Para una visión muy satisfactoria de estas corrientes criminológícas de la “Reacción
Social y la Criminología Crítica” puede verse A. TÉLLEZ AGUILERA: “Criminología”; Edisofer,
Madrid, 2009. En su Capítulo VI desarrolla lo que el autor denomina “Modelo de la reacción
social y la criminología Crítica”. Después de afirmar que: “Para entender la Criminología de
la reacción social hay que partir de estudiar el concreto marco ideológico de la que ésta trae
causa, el interaccionismo simbólico. Y para ello entendemos necesario conectar éste con sus
antecedentes más directos, la filosofía fenomenológica y con las corrientes vecinas al mismo,
la etnografía y la etnometodología” (pp.501-502), pasa a exponer, en efecto, estos anteceden-
tes tal como se encuentran, respectivamente, en autores como G.H. MEAD, CH. H. COOLEY,
H. BLUMER, E. GOFFMANN. Y, expresamente, entre las teorías enmarcables dentro de la
“Reacción Social, cabe citar las del etiquetamiento tal como han sido ofrecidas, entre otros au-
tores, por: M. LEMERT, H. S. BECQUER, K. T. ERIKSON, D. CHAPMAN, F. SACK… (pp. 562 y
ss.)
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 79
les y que la ciencia puede ser un medio para cambiar el status quo. En efecto,
como esta problematización de la construcción social de las cuestiones queda
fuera del modelo explicativo positivista, la criminología crítica, al menos en
sus comienzos, ha recibido una orientación ante todo antipositivista.
El acento ya no es colocado más sobre el comportamiento criminal in-
dividual sino sobre los análisis macrosociológicos de la desviación así como
sobre las instituciones mismas de control social.” Añadiendo, a continua-
ción, que de las cuatro fuentes intelectuales principales de las que ha bebi-
do la Criminología Crítica, además de la influencia general de la teoría po-
lítica y social y la muy influyente, de forma implícita, de los especialistas de
Francfort, sobre todo de Jürgen Habermas, los criminólogos europeos se han
inspirado también tanto en los post-estructuralistas franceses (principalmen-
te, Luis Althuser y M. Foucault) como en la tradición intelectual neomarxista
de Antonio Gramsci. Y que, aunque los criminólogos críticos se han inclinado
por seguir la tradición conformada por los especialistas angloamericanos, los
especialistas críticos europeos han escogido la tarea “de elaborar la perspecti-
va del etiquetamiento relacionando su orientación micro-meso-sociológica a
cuestiones macrosociológicas de poder”83.
83
René VAN SWAANINGEN: “Vingt ans de “Déviance et Societé” sous l’angle de
la criminologie critique”; in Déviance et Societé, vol. 21, 1 (1997) pp. 58-59. Ian TAYLOR, P.
WALTON y J. YOUNG (del área aglosajona) ya afirmaban, a mediados de los setenta, que:
“La ruptura con las interpretaciones individualistas (esto es, las genéticas, las psicológicas, y
similares) para adoptar interpretaciones sociales, nos han impuesto encarar la economía po-
lítica como el factor dominante primordial del marco social. Sostendremos más adelante que
los procesos involucrados en la génesis del crimen están íntimamente vinculados, en el últi-
mo análisis con las bases materiales del capitalismo contemporáneo y sus estructuras jurídi-
cas.” (“Criminología crítica”, Siglo XXI Editores, México, 1977, p.39). El ya citado A. TÉLLEZ
AGUILERA, en su ya también mencionada obra “Criminología” (p.625) resalta los aspectos no
convincentes que esta Criminología Crítica percibe (otra cosa es que todos ellos sean ciertos,
decimos nosotros) en la Criminología “tradicional”. Concretamente: el consenso social, la na-
turaleza patológica de la acción desviada, el propio status de acto desviado, la naturaleza abso-
luta de la reacción, el carácter fiable y objetivo de las estadísticas, el concepto de delito común,
el carácter determinista del delincuente, el fin reinsertador del sistema penal y el propio papel
que ha de desempeñar el criminólogo.
80 CésaR Herrero Herrero
84
I. RIVERA BEIRAS y Otros, creo que en parecida orientación a la del texto, describen
a este realismo de la manera siguiente: “Este realismo de izquierdas volverá a hablar de “cau-
sas” de la conducta delictiva.
La teoría de la “privación relativa” será útil para ello. Por medio de la misma se explica-
rá que la gente experimenta un nivel de injusticia en la distribución de los recursos y utiliza
medios individualistas en el intento de salir de esa situación. En este sentido el realismo de
izquierdas pretende separar “realidad de fantasía”, entendiendo que es la Política la que, en
definitiva, determinará las condiciones sociales que causan el delito, el grado de igualdad o
selectividad del sistema penal, la conformación y actuación de sus agencias de aplicación, etc.
(…) Si bien el positivismo erró en las causas del delito, indican estos autores, la criminología
debe considerar como importante tema a tratar, precisamente, el de las causas de aquel tipo de
comportamiento; ello será una importante tarea política a desarrollar para mejorar las condi-
ciones de vida materiales, cuya privación pueden llevar al delito. (…) Es una criminología que
expresa un compromiso con la investigación empírica minuciosa y reconoce la objetividad del
delito…” (“Política criminal y Sistema penal”, Edit. Anthropos, Barcelona, 2005, pp.216-217).
85
Ver su estudio en mismo lugar antes citado, p. 68.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 81
86
Son conocidas las obras de S. de Beauvoir, con relación a estas cuestiones. Así, “El
segundo sexo” (1949); “Las bellas imágenes” (1965) o “La mujer rota” (1967).
87
Véase cómo Sh. FIRESTONE expone el mensaje adelantado en texto: “Del mismo
modo que para asegurar la eliminación de las clases económicas se necesita una revuelta de la
82 CésaR Herrero Herrero
clase inferior (el proletariado) y, mediante una dictadura temporal, la confiscación de los me-
dios de producción, de igual modo, para asegurar la eliminación de las clases sexuales se nece-
sita una revuelta de la clase inferior (mujeres) y la confiscación del control de la reproducción;
es indispensable no sólo la restitución a las mujeres de la propiedad sobre sus cuerpos, sino
también la confiscación (temporal) por parte de ellas del control de la fertilidad humana. (…)
El objetivo final de la revolución femenina no debe limitarse a la eliminación de los privilegios
masculinos, sino que debe alcanzar a la distinción misma de sexo; (…) La reproducción de la
especie a través de uno de los sexos en beneficio de ambos sería sustituida por la reproducción
artificial. (…) Se destruiría así la tiranía de la familia biológica.” (“La dialéctica del sexo”, Edit.
Cairos, Barcelona, 1976).
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 83
raba las diferencias de clases sociales, las feministas, a su vez, han realizado la
misma denuncia en cuanto la ignorancia de diferencias de sexo.
El feminismo ha jugado un papel importante al señalar un actor olvida-
do en el ámbito de la desviación y del control social: la víctima. En los años 70,
cuando la criminología crítica evocaba a las víctimas, era en términos de vícti-
mas de la sociedad: los oprimidos, los desprotegidos. El feminismo y el movi-
miento feminista han colocado a la víctima de un crimen en un lugar propio,
autónomo, tanto práctica como analíticamente. (…) La crítica feminista ha
sido una gran fuerza de la reconceptualización de las ideas de la criminología
crítica sobre el control social y el poder.
Las feministas han tendido a centrar la atención sobre las necesidades
concretas de las víctimas, en particular de las víctimas de violencias sexuales.
Gracias igualmente a esta presión feminista, los estudios sobre victimología
han cobrado gran relevancia en la Criminología. Hemos aprendido mucho so-
bre la incidencia y el contexto de la violencia sexual; las estadísticas criminales
han llegado a ser más refinadas gracias a la introducción de sondeos regulares
sobre las víctimas; las técnicas de investigación criminológica así como las pers-
pectivas teóricas han sido mejoradas. Si el feminismo ha marcado el discurso
criminológico en la mayor parte de los países del continente, es, junto al Reino
Unido, en Noruega, donde existe una crimimonología feminista específica muy
pujante con, por ejemplo, el trabajo de Tove Stang Dahl sobre “Women’s Law”
(1987) y en Italia, con Tamar Pitch y su obra “Responsabilità Limitate” (1990)”88.
No hay duda de que ésta última es la parte positiva y que permite llegar a
conclusiones a través de investigaciones empíricas, sin que sea prudente dar
prioridad a especulaciones enraizadas, casi siempre, en ideologías dogmáti-
cas y, por lo mismo, cerradas.
Los trabajos, en esta orientación científico-empírica, como los llevados a
cabo, V. gratia, por autores como Colette PARENT, ponen de manifiesto que
la conducta antisocial de las mujeres posee, generalmente, una configuración
propia y que ha de huirse de estereotipos sexistas y que, desde luego, hay
que superar, por lo menos, algunos de los tradicionales axiomas positivistas,
anunciantes, por ejemplo, de determinismos perversos, generalizados en la
conducta de los delincuentes. Aquí, de las mujeres delincuentes. O que se
trate, en estas mujeres, de seres humanos distintos cualitativamente de las
otras mujeres no criminales. Sólo por esta vía, las investigaciones sobre las
mujeres podrán ayudarles a emanciparse de verdad. Y a esta forma de ver las
cosas es a lo que debe llamarse verdadero feminismo89.
88
René van SWAANINGER: Trabajo ya citado, mismo lugar, p. 70.
89
A este respecto, puede verse Colette PARENT: “Au delà du silence: Les productions
féministes sur la “criminalité” et la criminalisation de femmes”, en Déviance et Societé, Vol. 16,
84 CésaR Herrero Herrero
3 (1992); “La contribution féministe à l´étude de la déviance en Criminologie, vol. 25, 2 (1992);
“Feminisme et Criminologie”, Les Presses de l’Université d’Ottawa, 1998.
90
Ver estos autores en Trabajo ya citado, mismo lugar, pp. 20-21.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 85
91
F. DIGNEFFE y Ch. ADAM: “Le développement de la crimiminologie clinique à
l’École de Louvain”, en Criminologie, Vol 37, 1 (2004) p.13.
86 CésaR Herrero Herrero
92
Sobre esta cuestión, ampliamente, C. HERRERO HERRERO: “Explicación persona-
lista de la delincuencia (Teorías psicomorales)”, en su obra “Criminología…”, ya citada, pp.350
y ss. O en su estudio monográfico: “Delincuencia de menores. Tratamiento criminológico y
jurídico”, Edit. Dykinson, 2ª edición, Madrid, 2008, pp. 114 y ss.
93
En torno a la teoría “del paso al acto”, el mismo Robert CARIO ofrece las amplias
observaciones siguientes: “Constantemente enriquecida por los progresos de la neurofisiolo-
gía y de la sociología, la orientación biopsicológica del fenómeno criminal se expresa hoy a
través de los trabajos de la criminología del paso al acto, en algún caso reductible a la crimino-
logía clínica, rama particular de la criminología. Ella descansa sobre el principio de que el cri-
men es la respuesta de una personalidad a una situación. Los trabajos de O. KINBERG (sobre
las situaciones criminales) y de E. DE GREEFF (sobre los procesos del paso al acto) aparecen
así como los fundadores de la expresión más utilizada de esta corriente biopsicológica. Las
investigaciones de Juan PINATEL sobre la personalidad criminal se presentan como la síntesis
más seductora. La teoría que él propone, en las proposiciones siguientes, no han sido puestas
en tela de juicio en su globalidad, sino al contrario, por los criminólogos contemporáneos. En
este sentido, el criminal es un ser como los otros. Se diferencia solamente por una aptitud par-
ticular en el paso al acto, manifestando un umbral delincuencial menos elevado. Esa aptitud
es la expresión, en un plano cuantitativo, de diferencias de grado –y en algún caso de natu-
raleza– entre delincuentes y no delincuentes. En el plano cualitativo expresa no obstante la
consolidación de una estructura de personalidad descrita con la ayuda de rasgos psicológicos
específicos. Estos rasgos pueden ser reagrupados en un nudo central y en variables. (…) El
nudo central gobierna el paso al acto. (…) Las variables de la personalidad criminal dirigen las
modalidades de ejecución del acto, siendo neutrales con relación al paso del acto en sí mismo.”
(Jeunes délinquants. A la recherche…” ya citado, p.159).
94
R. CARIO: “Jeunes délinquants. A la recherche…”, ya citado, p. 160.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 87
Sin olvidar, por otra parte, que hasta las teorías interaccionistas modera-
das, que no hablan de personalidad criminal, hacen referencia a la produc-
ción, en el delincuente, de hábitos de reacción o de respuesta favorable a los
estímulos criminógenos, inducidos por los factores exógenos. Es decir, que
estamos, también, con ellas, ante interpretaciones factorialistas de la delin-
cuencia, sin excluir la cooperación consciente del individuo95. Y no sólo estas
teorías sino que, asimismo, otras versiones sobre el nacimiento del delito de-
fienden la necesidad de comprenderlo desde alguna clase de factorialidad o
etiología96. Sea de índole endógena o exógena. O de ambas a la vez. Incluso,
desde el “Conductismo” moderado, se habla del delincuente como persona
dotada de ciertos rasgos característicos. Es el caso H. J. EYSENCK. (También
lo veremos)97.
95
Recordar, a este respecto, el concepto de “campo” en las ciencias sociales, introduci-
do por K. LEWIN. (Ver su obra: “La teoría del campo en la ciencia social”, Paidós, Barcelona, 1970).
96
De los ocho modelos para la comprensión de la delincuencia que V. GARRIDO
GENOVÉS enumera en su obra “La prevención de la delincuencia: el enfoque de la compe-
tencia social “ (Tirant lo Blanch, Valencia, 1995): Modelo biológico, analítico-psicodinámico
de Freud, modelo humanista, modelo sociocultural, modelo conductual, modelo cognitivo,
el informado en el denominado “pensamiento saludable” de Kendall, modelo ecológico-con-
ductual, hacen referencia directa a una base factorial (prevalentemente endógena o exógena,
según). Naturalmente, en concordancia con la comprensión ha de ir la actuación o la inter-
vención. Sobre estos modelos puede verse un buen comentario sintético en F. BUENO ARÚS:
“Nociones de prevención del delito y Tratamiento de la delincuencia”. Editorial Dykinson, Madrid,
2008, pp.32-33.
97
H. J. EYSENCK: “Ver, por ejemplo, su trabajo “Crime and personality”, Routlege,
London, 1964, pp. 67 y ss.
88 CésaR Herrero Herrero
cia como efecto de una motivación especial, de una anomalía, de una patolo-
gía, de déficits de socialización o del influjo dominante de disfunciones ins-
titucionales, públicas o privadas, de estructuras gravemente irregulares o de
circunstancias externas spsicológica y socialmente desestabilizantes. El delito
es producto, como cualquier otra tarea, del juego de las actividades interre-
lacionales rutinarias. El delito ha de ser percibido como cualquiera otra acti-
vidad que conlleva riesgo en su realización y, por tanto, ha de calcularse si es
procedente ejecutarlo. El delito no es otra cosa que la consecuencia de llevar
a cabo un resultado económico, o ventajoso, superior al riesgo negativo con
que amenaza la Ley.
De acuerdo con tales premisas, la teoría de las actividades rutinarias conclu-
ye que el delito surgirá siempre que exista un potencial infractor, un blanco u
objetivo potencial rentablemente apetecible o atractivo y que no esté presen-
te nadie capaz de impedir el ataque (policía, vigilante de seguridad, amigos,
vecinos, dueños…)98.
Lo que procede, pues, es proteger “el blanco” con vigilancia competente
y eficaz y, en su caso, con la amenaza e imposición real de castigo verdadera-
mente disuasorio y “sin contemplaciones” de falsa piedad. Castigo eficaz con
el mínimo coste posible. He aquí, pues, la Política criminal a seguir para estas
teorías.
Como antes hemos hablado de un realismo de izquierdas, ahora pode-
mos decir, pues, que también existe un “realismo de derechas”, potencia-
do, al máximo, con las políticas informadas en la denominada “tolerancia
cero”99. Con ellas volvemos, al fin y al cabo, al enfoque y rigorismo de la
política criminal penal clásica, por una parte. Y, por otra, se ha extendido
98
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A este respecto, D. K. CORNISH y R. CLARKE: “The reasoning criminal, ration-
al choice perpectives on offending”; Ed. Springer Verlag, New York, 1986. A. CRAWFORD:
“Crime Prevention and community Safety. Policies and Practices”, Ed. Longman, Harlow,
1998, pp. 68 y ss.; Marcus FELSON y Otros: “Opportunity makes the thief. Practical theory for
crime prevention”, Police Research Series, Paper 98, ed. Barry Bebb, Home Office Research,
Development and statistics Directorate, 1998; Th. Mª PACHECO DE CARVALHO: “La ocasion
hace al ladrón. La prevención de la delincuencia por medio de la prevención situacional”, en Revista
Electrónica Derecho Penal Online [en línea]. Disponible en http://www.derechopenalonline.com
99
A este respecto, sobre las doctrinas de sociólogos-criminólogos como W. J. BRATTON,
J. WILSON o G. KELLIG, puede verse C. HERRERO HERRERO: “Reflexiones criminológi-
cas sobre la Ley Orgánica 5/2000, reguladora de la Responsabilidad Penal de los Menores”,
en ICADE 53 (2001)pp. 43 y ss. Sobre esta cuestión puede verse también:Emma BELL: “Le
tournant punitif. Une tentative d’explication”, en su trabajo: “L’État britannique entre le social
et le carcéral:Un étude du “tournant punitif ” de la Politique pénale neo-travailliste” (1997-
2007”, Thése de Doctorat, Université Lumière Lyon 2, 2008, pp. 146 y ss. Para ver cómo ha de
tratarse la exclusión superando la simple política criminal: J. F. MORALES y A. BUSTILLOS:
“Marginación y exclusión social: Consideraciones sociales clínicas en la España del Siglo XXI”;
en Vol. Col. “Violencia y salud mental. Salud mental y violencia institucional, estructural y so-
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 89
la convicción de que el control del delito no es sólo tarea del Estado, que se
manifiesta muy limitado para atajarlo y que, por lo mismo ha de abrirse a la
cooperación con agencias de carácter privado. (De aquí, la emergencia de la
actividad expansiva de la denominada “Seguridad privada”, eje ahora con-
solidado de la prevención situacional).
Estas políticas que, en realidad, sustituyen a la “opinión” de los expertos
por visiones de alguna manera populistas, han sido recibidas con satisfacción
en Occidente, más que por la población, por las autoridades correspondien-
tes. Empezando por Estados Unidos y Gran Bretaña, pero extendiéndose
también por el resto de los grandes países de Europa continental.
David GARLAND confirma, al menos en parte, la precedente afirma-
ción cuando, al hablar de “las nuevas criminologías de la vida cotidiana”, escribe:
“Uno de los desarrollos más significativos de las dos últimas dos décadas ha
sido el surgimiento de un nuevo estilo de pensamiento criminológico que ha
logrado atraer el interés de los funcionarios gubernamentales. Con el declive
de las justificaciones correccionalistas de la justicia penal y frente al dilema
contemporáneo del control del delito, los funcionarios gubernamentales han
ido descubriendo gradualmente una afinidad electiva entre sus propias pre-
ocupaciones prácticas y este nuevo género de discurso criminológico. Este
nuevo género –que podría denominarse las nuevas criminologías de la vida co-
tidiana– ha incidido escasamente en la opinión pública, pero ha funcionado
como un soporte crucial de muchas de las políticas públicas recientes. (…)
Es posible rastrear su influencia no sólo en la estrategia responsabilizante y
en los nuevos aparatos de la prevención del delito, sino también en las re-
cientes políticas de disuasión e incapacitación penal. (…) En contraste con
la criminología correccionalista, este enfoque ya no presenta al estado y sus
agencias como si fueran los actores fundamentales e inmediatos en las tareas
del control del delito. Y en la medida en que articula una imagen del sujeto
delincuente, esta figura no es ya la del inadaptado pobremente socializado,
necesitado de ayuda, sino, en cambio, la del consumidor oportunista, cuyas
actitudes no pueden ser modificadas pero cuyo acceso a ciertos bienes socia-
les puede ser obstaculizado. (…) Del mismo modo en que estos discursos han
sido puestos en funcionamiento en estrategias de prevención acordes con las
nuevas condiciones de la modernidad tardía, han jugado también un papel
en el renacimiento de estrategias más antiguas que ignoran estas condiciones
y descansan en los poderes penales tradicionales del estado soberano”100.
G. EL POSTMODERNISMO Y LA CRIMINOLOGÍA
101
Sobre estas cuestiones, puede verse G. MAROTTA: “Teorie Criminologiche. Da Beccaria
al Postmoderno”; Università degli Studi di Roma “La Sapienza”, 2004.
102
A este respecto, puede verse C. HERRERO HERRERO: “Política Criminal
Integradora”, Ya citda, pp. 138 y ss.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 91
103
“Criminología…”, ya citada, p.337.
Capítulo cuarto
CRISIS Y OPOSICIÓN
A LA CRIMINOLOGÍA CLÍNICA
2º. Las teorías criminológicas
expuestas en el capítulo precedente y su afecto, o
desafecto, para con la criminología clínica
A. INTRODUCCIÓN
conviene a los intereses de los que detentan el poder (poder legal, judicial,
gubernativo o administrativo). Y si no hay delincuencia real, tampoco hay
delincuentes reales. Y si no hay delincuentes reales, sobra la Criminología
Clínica y toda clase de Criminología.
Tampoco cabe la Criminología Clínica en las corrientes críticas si, a pesar
de admitir existencia de delincuencia real, ésta es atribuida, en exclusiva y en
totalidad a disfunciones graves estructurales, sobre todo de origen socioeco-
nómico.Tampoco, aquí, es posible esclarecer el fenómeno criminal desde per-
sonas individualizadas.
Lo mismo acontece con el “realismo de izquerdas”.Y aún más, desde lue-
go, con el feminismo radical, embarcado en la revolución del igualitarismo
de los sexos. ¿Por qué? Porque, antes de dar entrada a cualquier clase de
Criminología (que, en todo caso, sería puro constructivismo), habría que llevar
a cabo dicha revolución en unión del resto de revoluciones marxistas.
Otra cosa hay que afirmar, al respecto, con relación al feminismo mode-
rado, militante de la auténtica emancipación de la mujer, orientado a recono-
cerle, en virtud de su dignidad, igual a la del varón, la misma tabla de dere-
chos. Casi siempre, ajeno (como ya hemos insinuado) a postulados fuera del
marxismo o de filosofías colectivistas, en sí mismo no es incompatible con
dicha criminología.
También sería posible, creemos, la práctica de la Criminología Clínica con
orientaciones criminológicas al modo del interaccionismo moderado (por
ejemplo, el de E. H. Sutherland, Reckless…), porque habla de presencia, en
el delincuente, por influjo de factores exógenos, de un proceso de modela-
ción de sus hábitos reactivos y, aquí, puede tener entrada dicha Criminología,
para ayudar a reencauzarlos.
104
Recuérdese, precisamente, que A. PIRES y F. DIGNEFFE han titulado un de sus es-
tudios: “Vers un paradigme des inter-relations sociales? Pour une reconstruction du champ
criminologique”, ya citado.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 97
Son éstos, precisamente, los autores que han hecho entrar en crisis, sin
negarla del todo, a la criminología clínica del “paso al acto”. Y hablan, en efec-
to, de “paradigma” basado en el concepto de “interrelaciones sociales”.
Pero no parecen negar, del todo, la participación propia del individuo en
general en el surgimiento de sus actos delictivos.
En esta orientación, es, quizá, Chr. DEBUYST el que, intensamente in-
fluenciado por algunas propuestas de cierta Psicología (sobre todo, Psicología
social) y por algunos estudios de la denominada Segunda Escuela de Chicago
(sobre todo, los de Goffman), ha pasado a efectuar una profunda revisión
de los conceptos de “estado peligroso” (dangerosité) y de personalidad criminal,
conceptos cardinales de la Criminología clínica. Pero revisar, y hasta reconstruir, no es
igual a negar, sin más, tales conceptos. Caben reconstrucciones alternativas. Como
dice el mismo PIRES, sobre el precedente autor, sus críticas a las nociones de
de peligrosidad y de personalidad criminal tienen una finalidad. “Persigue
una reflexión con vistas a consolidar una orientación de psicología clínica
preocupada por el respeto y la emancipación de todos los sujetos. Esta clínica
no debe estar a merced de los sesgos introducidos por la ideología penal y
debe estar en condiciones de neutralizar las tentaciones reduccionistas que
afectan al problema de la “criminalidad”105.
Con estas corrientes contestatarias sí podría ser factible la Criminología
Clínica. Si bien, más o menos profundamente renovada y reorientada.
106
A. E. GONZÁLEZ SALAS: “Consecuencias de la prisionización”; en revista Cenipec,
20 (2001) p. 9 del estudio.
107
A este respecto, puede verse la amplia nota (1) de la pág. 365-366 de mi “Criminología.
Parte General y Especial”, ya citada.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 99
Nosotros creemos, desde luego, que esa vertiente sociológica está ya in-
corporada, al menos implícitamente, en la teoría del paso al acto, sistemati-
zada por PINATEL y preconizada `por E. De GREEFF. Si bien, sin ir tan lejos
como los que acabamos de denominar, en el apartado anterior, “contestata-
rios” de esa corriente.
Como ya hemos advertido, para estas teorías el delito es algo que aparece
dentro de las coordenadas de la vida social normal. Como efecto, más bien,
de la falta de control social adecuado, que como fruto de déficit de socializa-
ción y privación de los delincuentes.
La delincuencia, pues, no dejaría de ser un aspecto rutinario, común a
las sociedades modernas, perpetrada por individuos perfectamente norma-
les. Individuos que acceden al delito por motivos de rentabilidad económica
o por otras clases de gratificación, según fuere la naturaleza del bien social
quebrantado.
El mejor antídoto contra esa realidad, pues, habría de ser el representado
por medios de control basados, desde el primer momento, en la retribución
y en la disuasión penal correspondiente (“tolerancia cero”) y practicando, de
forma simultánea, las técnicas de la prevención situacional.
Si la delincuencia se produce cuando el delincuente, persona normal (sin
déficits específicos) percibe la actividad delictiva como un negocio rentable,
¿entonces para qué hablar, vendrían a decir, de clínica criminológica? Habrá
que hacer frente al delito con instrumentos que no lo hagan apetecible.
Claro que ese planteamiento aparca una interrogante básica: ¿Por qué,
ante la misma atracción y rentabilidad de los objetivos, unas personas de-
ciden delinquir y otras no? ¿No será por la presencia, en ellas, de distin-
tas motivaciones, factores impulsantes o causas? ¿Tanto endógenas como
exógenas?
1º Planteamiento de la cuestión
En conexión con todo lo que acaba de exponerse, cabe también, aquí,
interrogarse: ¿Pero cuál es el estado de la Criminología Clínica en la
actualidad?
¿Se atribuye, hoy, algún papel destacado, dentro del campo crimino-
lógico, a la Criminología Clínica? ¿Ha resistido los vaivenes de los cultiva-
dores de las “criminologías” de la reacción social? ¿Ha reaccionado ante las
dubitaciones de sus contestatarios salidos del umbral de la propia casa, fas-
cinados, en demasía, por planteamientos extraños a esta clase de orientación
criminológica?
Hemos de partir, en efecto, que, desde la década de lo sesenta, la
Criminología clínica empezó a recibir pluralidad de “desaires” por parte, so-
bre todo, de las más características criminologías de la reacción social y otras
orientaciones afines. Abel TÉLLEZ AGUILERA las sintetiza de la manera si-
guiente: “Así se le criticó la escasa relevancia que otorga a los aspectos sociales
de la criminalidad, discriminados a favor de los biológicos y psicológicos, su
insuficiencia para planificar una política criminal, al estar centrado su objeto
de estudio en la personalidad de cada delincuente; los excesos y fracasos de
las tablas de predicción; el desinterés prestado por los procesos de atribución
del rol de delincuente, la imposibilidad de formular teorías explicativas ge-
nerales, la falta de validación empírica de los resultados alcanzados con el
tratamiento y el maniqueo uso del concepto de peligrosidad. Todo ello, unido
a los peligrosos de identificar al delincuente con un enfermo, llevó a que la
Ciriminología Clínica cayera, ya en los años noventa, en una profunda crisis,
109
A. TÉLLEZ AGUILERA: “Criminología”, ya citada, p.376.
102 CésaR Herrero Herrero
Así, por ejemplo, J.C. HERAUT: “Le concept de personnalité criminelle à l’épreuve
110
111
C. HERRERO HERRERO: “Criminología…”, ya citada, págs. 191 y ss.; págs. 201 y ss.
104 CésaR Herrero Herrero
Por otra parte, ¿en qué estado quedaba, al final de la década de los
noventa, la Criminología Clínica, sometida a tan dura prueba?
Precisamente, cuando, sin salir de la década de los ochenta, esas
Criminologías de la Reacción Social entraron en crisis, la Criminología
Clínica empezaba a renovarse113. Decidida a cumplir mejor sus funciones.
(Como hemos visto, siempre necesarias, a pesar de sus detractores, situados,
con frecuencia, en perspectivas ideológicas dogmáticas. En torno al hombre y
en torno a la sociedad).
Gran parte de los más conspicuos partidarios de la Criminología clíni-
ca aceptaron, constructivamente, el reto. Y, por ejemplo, no parece que hoy:
a) No estén dispuestos a acoger las aportaciones bien fundadas de las cien-
cias empíricas del comportamiento que no contradicen, si no al contrario, los
postulados de las antropologías humanistas, que afirman la identidad y res-
ponsabilidad única e intransferible de cada hombre. Ello, al estar constituido,
114
En este sentido, y como advertencia, es asumible la preocupación de Chr. DEBUYST,
cuando reitera que se ha de tener presente, en el proceso investigativo, “la perspectiva penal y
los sesgos que ella impone a la perspectiva clínica” porque si se dejan entrar, en el examen clí-
nico, “trazos de personalidad como la agresividad, la insensibilidad afectiva, etc.,” podrían ser
determinados por su influencia. Lo mismo que podría ocurrir con otras variables situacionales.
(“Le concept de personnalité dangereuse consideré comme expresión d’un point de vue”, Edit. Médicine
et Higiene, Genève, 1980, pp. 27 y ss.)
115
G. PICCA: “La Criminología Clínica:Evolución y perpectivas”, en Eguzkilore, 7 (1993) p.184.
106 CésaR Herrero Herrero
116
R. CARBONNEAU” “Les enjeux à venir pour la criminologie clinique: approche
développementale et intégration avec les sciences biomédicales”, en Criminologie, Vol. 41, 1
(2008) n.33 (Conclusión).
117
Es el caso del Centre de Recherches Criminologiques de la Faculté de Droit/École
des Sciences Criminologiques de la Université Libre de Bruxelles (ULB). Ver amplia informa-
ción en Documento colgado en http://www.ulb.ac.be/rech/inventaire/unites/ULB067.html; o en
la Universidad de Montreal, Faculté des Arts et des Sciences, Baccalauréat en Criminologie,
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 107
CONCEPTOS
BÁSICOS O CARDINALES ESPECÍFICOS
DE LA CRIMINOLOGÍA CLÍNICA
Capítulo quinto
EL “ESTADO PELIGROSO”,
CONCEPTO CARDINAL DE LA
TRADICIONAL CRIMINOLOGÍA CLÍNICA
A. INTRODUCCIÓN
No es nada sorprendente que, a finales del siglo XIX, en plena eclosión del
Positivismo, como filosofía y como metodología científica, el área específica del
fenómeno criminal se separase, de forma muy clara, de los postulados que, has-
ta entonces, venían imponiéndose en el campo del Derecho Penal (a través de
la Escuela Clásica). Esta Escuela exponía la realidad del delito como producto,
casi en exclusiva, de la libertad de la persona (el delincuente delinque, sin más,
porque quiere). Además, en ella, estaba casi ausente toda referencia a cualquier
clase de etiología delictiva que no fuese el libre albedrío. El Positivismo, por su
parte, venía hablando de determinismo en la acción del delincuente y de plu-
ralidad de causas que impulsaban a éste, fatídicamente, a ella119.
Por eso, E. FERRI se dirigía a los cultivadores de esa Escuela, recriminán-
doles que no daban con la solución de la delincuencia, entonces en constante
aumento, porque acontecía que “no preocupándose en conocer científica-
mente la realidad humana y las causas de delincuencia, no les era posible
indicar los remedios adecuados”120.
Sucedía, en consecuencia, que, si el ser humano no era libre y, sin embargo,
unos cometían delitos (actos gravemente antisociales) y otros no, ello tenía que
ser debido a factores que actuaban dentro del hombre o a su alrededor (influyén-
dole), tanto de carácter endógeno (antropológicos), como físicos y sociales, que le
convertían, así, en destacadamente peligroso para pasar a la actividad criminal.
Su condiscípulo, Rafaelo GAROFALO (ambos discípulos coetáneos de
C. Lombroso), desde factores prevalentemente morales y psicológicos, acen-
tuaba, bajo perspectiva criminológica, la intensidad de la existencia, en el de-
lincuente, o en el que, de forma próximamente virtual, estaba destinado a
serlo, de ese atributo: la temibilità (peligrosidad cualificada de acceder a la con-
ducta delincuencial)121 y que, dentro de unos momentos, veremos, más exacta-
mente, qué entendía por ella.
119
A este respecto, C. HERRERO HERRERO: “España Penal y Penitenciaria, Historia y
Actualidad”, ya citado, pp. 238-241.
120
E. FERRI: “Principios de Derecho criminal”, Madrid, 1933, p. 355.
121
Marcela PARADA GAMBOA parece considerar, sin embargo, la temibilità consecuen-
cia de la peligrosidad. Y así dice: “Si Ferri inauguró el concepto de peligrosidad, con Garófalo
114 CésaR Herrero Herrero
el individuo es apto para la vida y no puede vivir fuera del medio social, al
cual, sin embargo, no puede adaptarse, la selección debe tener lugar artificial-
mente, es decir, mediante el poder social, que debe obrar del mismo modo
que la naturaleza en el orden biológico”124.
Estas ideas, las desarrolla en la Parte Tercera de su “Criminología”, donde
claramente concibe la represión de que habla desde la marginación total del
infractor hasta su eliminación física.
Después de lo expuesto, parece obvio que, si el delincuente llega a la de-
lincuencia por su estado de peligrosidad, el concepto de estado peligroso se
convierta en gozne, en quicio, de la Criminología Clínica que, entonces em-
pezaba a andar, pues parecía la única manera de descubrir ese “estado” y su
intensidad, y a determinar sus causas (como ha de hacer cualquier clase de
ciencia experimental o empírica) y así hacerle frente.
El inconveniente, trascendente, de esta concepción criminológica era,
pues, el negar “a priori”, ponerse de lado, o pasar por alto, el libre albe-
drío del delincuente. O lo que es lo mismo, aferrarse al determinismo de su
comportamiento.
Con todo, sus orientaciones ETIOLÓGICAS duran hasta nuestros días.
Si bien, ahora generalmente huyendo de atribuciones diferenciales ontoló-
gicas entre los que poseen y no poseen tal peligrosidad. Y, desde luego, sus
pretensiones de esclarecer el fenómeno delincuencial tan fácilmente ya han
perecido.
Es preciso, por tanto, tener en cuenta lo que, hace mucho tiempo, comen-
tara F. CASTEJÓN: “La doctrina de los positivistas hubo de morir, al querer
dar una explicación simplista de un fenómeno complejísimo como es la cri-
minalidad; pero murió indicando el camino que debía seguirse para resolver
el problema, aunque ella no pudo alcanzarlo. A otras teorías tocaba recoger la
herencia científica del positivismo”125.
Hoy, como vamos a ver, el concepto de “estado peligroso”, o el homólo-
go de “peligrosidad” (peligrosidad social) sigue siendo clave dentro de la
Clínica criminológica, pero despojado, aunque no para todos, de aspectos
deterministas, distinguiendo la gran diversidad de tales estados (los hay
criminológicos y no criminológicos) y esclareciéndolo, en el ámbito crimi-
nológico con el concepto más concreto y, por ello, más determinado, de per-
sonalidad criminal en sentido moderno.
De todas las maneras, por ser obligado discurso de base, por seguimiento de su
evolución y por su conexión con dicho concepto de personalidad, es preciso abordarlo
Código Penal de 1870”; Biblioteca Jurídica, Vol. II, tomo LXIX, Edit. Reus, Madrid, 1926, p.34.
116 CésaR Herrero Herrero
exponen también de manifiesto R. RIERA, S. BABRE, G. LAURAND y Otros al afirmar que: “El
estado peligroso (dangerosité) es multiforme. “Tan relativa como plural, esta noción es com-
pleja”. Añadiendo después que: “El peligro no nace forzosamente de la intención de dañar a
otro. Conducir su coche, con estricto respeto del código de circulación, es un acto peligroso en
el que las consecuencias dañosas posiblemente sobrevenibles no han sido buscadas.Si la razón
del peligro es el hecho mismo, la apreciación del riesgo reposará sobre condiciones objetivas.
Pero el peligro puede también explicarse por la naturaleza de una personalidad en todas sus
dimensiones: social, psíquica, biológica. El acto aquí no está separado de la personalidad de su
autor. La apreciación del riesgo descansará entonces sobre consideraciones subjetivas, depen-
dientes de representaciones sociales de una época y de los conocimientos científicos del mo-
mento.” Haciendo, luego, una distinción entre el estado peligroso de un enfermo en cuanto tal
y la peligrosidad criminológica. Y así señalan: “El paciente peligroso puede ser una persona
atacada por una enfermedad mental, inscrita en un sistema de cuidados o en un abandono
de los mismos, que en una fase imprevisible de descompensación, va a atentar contra su inte-
gridad física (autoagresión, tentativa de suicidio, mutilación) o a la de otro. Igualmente puede
tratarse de un individuo en estado de adicción (alcohol, sustancias estupefacientes) que, a la
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 117
omisión) tipificado penalmente como tal y cuando se den las restantes notas constitutivas del de-
lito. El estado peligroso en sí mismo, aún en el caso que pudiera ser suficientemente determina-
do y detectado, no es materia punible. Y objeto de medida de seguridad, sólo cuando haya sido
avalado por un delito o delitos y así esté legalmente establecido o permitido. Por eso, no caben
medidas de seguridad predelictivas. De la misma manera, no cabe calificar a nadie de delincuen-
te mientras no haya realmente delinquido (en un Derecho penal democrático no cabe el dere-
cho penal de autor).Hace algunas décadas, la Corte Suprema de New Jersey (Estados Unidos) a
través de una resolución que hacía jurisprudencia para tal Estado afirmaba: El comportamien-
to peligroso no se identifica con el comportamiento criminal. La conducta criminal implica no
solamente la amenaza de la violación de normas sociales asumidas por leyes penales, sino un
daño físico o psícológico grave a personas o una destrucción sustancial de propiedad. Las per-
sonas no deberían ser encarceladas indefinidamente porque presenten simplemente riesgos de
un futuro comportamiento socialmente indeseable.” (Cita de esta resolución en SHAH, S. H.:
“Dangerousness: a paradigm for exploring some issues in law and psychology”, en American
Psychologist, Vol. XXXIII, 3 (1978) pp.224 y ss. Hay autores (desde E. FERRI, en “Posprincipios
de Derecho Criminal”, p.272) que distinguen entre peligrosidad social y peligrosidad criminal.
Pero parece claro que tambíén la peligrosidad criminal, que nosotros ya hemos dicho por qué
preferimos denominar criminológica, es peligrosidad social. Además, peligrosidad social por ex-
celencia. La peligrosidad social sería el concepto genérico del resto de `”peligrosidades”.
128
Guy HOUCHON: “Évolution du concept de dangerosité en criminologie eurpéen-
ne (“Vingt ans après…)”; en Criminologie, vol. 17, 2 (1984) p.83.
129
A este respecto, R. GAROFALO: “La Criminología”, ya cita, pp. 327 y ss.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 119
130
E. FERRI: “Criminología Criminale”, ya citada, pp. 466 y ss.
120 CésaR Herrero Herrero
cuales una persona se halla, por los que hace correr a otro o a sus bienes un riesgo
importante de violencia, de daño o de destrucción”131. Se trata, obviamente, de una
noción genérica de peligrosidad (vemos que los autores del libro donde se
encuentra la definición lo titulan, como acabamos de ver, “dangerosités”). Si
bien, con las precisiones precisas, podría aplicarse a la peligrosidad estricta-
mente criminológica, tal como la hemos entendido aquí. Tampoco se hace re-
ferencia explícita a la naturaleza de los factores componentes de la precitada
situación.
Otros tratan de sintetizar las definiciones más corrientes elaboradas por
los estudiosos a través de todos estos periodos de tiempo, poniendo de ma-
nifiesto la casi identidad de las mismas con las que se acaba de transcribir. Así
cuando, por ejemplo, E. ESBEC RODRÍGUEZ, apelando a como se ha defini-
do la realidad que nos ocupa, viene a decir, objetivando el concepto, que ha
de entenderse: “El conjunto de circunstancias o condiciones que derivan en
alto riego para la producción de un daño contra bienes jurídicamente prote-
gidos.” Si bien, con anterioridad, nos da la visión subjetiva (enfoque directo y
explícito en una persona) diciendo que: “… Peligrosidad criminal es la tendencia
de una persona a cometer un delito (probabilidad de comisión de actos ilícitos
futuros) evidenciada generalmente por su conducta antisocial”132.
Hay autores (el anterior lo insinúa en segundo plano) que definen el es-
tado peligroso desde el concepto de probabilidad. Creemos que eso es confun-
dir la esencia o substancia de algo con las consecuencias derivadas de ellas.
Efectivamente, el “estado peligroso”, en este caso, no es ninguna “probabilidad
de delinquir” y, por tanto, no es definible como tal. La probabilidad de delinquir es
consecuencia inmediata y fundamental que se deriva de la naturaleza misma (la que
sea) de ese estado. No es, pues, tal estado.
Ejemplos de lo que acabamos de decir los tenemos, v. gr., en la definición
que de aquél nos ofrece R. GASSIN cuando contesta a la pregunta “de qué es
justamente el estado peligroso de un individuo”: “…A primera vista de las
cosas se puede decir que es la muy gran probabilidad de que un individuo cometa
un delito”. Si bien el mismo autor constata a continuación que esta definición
es demasiado vaga y que para aquilatar esta noción es necesario insistir sobre
tres puntos: sus elementos constitutivos, sus formas y su apreciación133.
El mismo Chr. DEBUYST parece aceptar esta definición de “peligrosidad”
al negarse a aceptar (estaba en su fase más crítica) una ampliación de su defini-
131
M. BÉNÉZECH: “Les dangerosités”, en Vol. Col., bajo la dirección del mismo Michel
Bénézech y otros, Éditions John Libbey Eurotex, 2004.
132
E. ESBEC RODRÍGUEZ: “Valoración de la peligrosidad (riesgo-violencia) en psico-
logía forense. Aproximación conceptual e histórica”; en Psicopatología Clínica Legal y Forense,
Vol. 3, 2 (2003) p.46.
133
R. GASSIN: “Criminologie”, ya citada, p.693.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 121
ción actual (“probabilidad de cometer una infracción…”) y así poder ofrecerse una
definición de la misma, englobante, por ejemplo, del área de conocimiento de lo
clínico, que fortaleciera el concepto134. Y, antes, en el mismo estudio citado a pie
de página en anterior nota, se había extendido comentando: “Introduciendo
algunas matizaciones, nosotros no nos perderemos en la investigación de una
definición. Nos contentaremos con decir, de una manera cómoda, que la peli-
grosidad es la probabilidad que presenta un individuo de cometer una infrac-
ción, con sin duda la limitación tradicional (en sí misma discutible) que quiere
que esta infracción sea una infracción contra las personas y contra los bienes.
Nosotros podríamos añadir diciendo que la peligrosidad es la probabilidad
que presenta una situación de dar lugar a comportamientos de este género.
(…) Para empeñar la discusión previmos partir de una cuestión que podría, por
lo demás, constituir un test: la definición de la peligrosidad establece una equi-
valencia entre los dos términos: estado peligroso (dangerosité)=probabilidad
de un comportamiento delincuente o de una reincidencia. ¿Se puede invertir
las proposiciones y decir que una probabilidad de reincidencia (o que una pro-
babilidad de comportamiento delincuente) debe necesariamente traducirse en
téminos de peligrosidad?”135
Y, en fin, se han dado definiciones que confunden el “estado peligroso” con
la vía de investigación para conocer qué es o en qué consiste. Es el caso del médi-
co-neurólogo, M. LAIGNEL-LAVASTINE cuando escribía que la peligrosidad o
estado peligroso era: El estudio completo e integral sobre el hombre con la preocupación
constante de conocer mejor las causas y los remedios de la actividad antisocial136.
Entonces, sin dejar de tener muy en cuenta todo lo que se acaba de expo-
ner sobre la definición del estado peligroso criminológico, todavía nos pre-
guntamos: ¿Podemos ofrecer algo más fundado y concreto?
Lo vamos a intentar en el apartado siguiente.
134
Chr. DEBUYST: “La notion de dangerosité, maladie infantile de la criminologie”; en
Criminologie, vol 17, 2 (1984) p.21.
135
Chr. DEBUYST, mismo trabajo anterior, p. 3.
136
Su concepción sobre la Criminología, en su obra: “Precis de Criminologie”, Edt. Payot,
París, 1950.
122 CésaR Herrero Herrero
de los grandes conceptos científicos. Sobre todo, en los grandes conceptos de las
Ciencias de la conducta (sean empíricas o normativas) y, en consecuencia, sería
muy difícil esperar otra cosa con relación, aquí, del “estado peligroso”.
Entonces, ¿cuál es nuestra percepción de este problema? ¿Podemos hablar, con
criterio de realidad, sobre el concepto de peligrosidad criminológica o de estado peli-
groso de la misma naturaleza? Creemos que sí y lo hacemos a continuación.
137
Nuestro criterio de distinción entre estado peligroso de naturaleza criminológica y
estado peligroso de naturaleza psiquiátrica estriba en que para nosotros no cabe estado peli-
groso de naturaleza criminológica si se hace presente alguna enfermedad totalmente alienante
124 CésaR Herrero Herrero
respecto del sujeto peligroso. Porque entonces faltaría el concepto de imputabilidad además del
de culpabilidad. Y su ausencia determinaría la inexistencia de delito. En este caso, habría estado
peligroso de carácter psiquiátrico. Lo que no obsta para que puedan concurrir, en un mismo
sujeto activo elementos parcialmente alienadores sin anular la capacidad de comprender y de
querer con la suficiente, aunque no plena, capacidad para ser imputable y culpable. En este caso
seguiríamos hablando de estado peligroso de índole criminológica. Sin embargo existen autores
que sostienen que no pasa de distinción inoperante la de discernir en “peligrosidad psiquiátrica”
y “Peligrosidad criminológica”. ¿Por qué? Porque, dicen, la diferencia fundamental estaría en la
presencia o no de patologías psiquiátricas. Pero el problema de esta distinción, entonces, consiste
en que existen, en la realidad, muchas probabilidades de cometer un acto antisocial peligroso
que está ligado a la presencia simultánea de factores de riesgo psiquiátricos y criminológicos.
Y aún más. Citando a otros autores como Marc L. BOURGEOIS (“Psychopathologie et comorbidité
psychiatrique”, en Vol. Col. “Les dangerosités”, direct. C. Bénézech y otros, ya citado, p.151) reiteran
su argumento advirtiendo que: “Las personas de alto riesgo criminal son aquellas que sufren de
la suma de handicaps médicopsicológicos (perturbación de la personalidad, patología del hu-
mor, síntomas psicóticos, adicciones, etc) y de handicaps sociales (familias maltratadoras, fracaso
escolar, desempleo, marginalidad)”. Nosotros ya hemos dicho que, en estos casos, si los factores
psiquiátricos no alienan plenamente al infractor, estaremos ante un estado peligroso criminoló-
gico, porque cabría, entonces, atribuir a aquél responsabilidad criminal aunque pasara al acto
con incidencia de dicha dualidad etiológica. La distinción es, pues, relevante por razones de o
tratamiento penal-criminológico o tratamiento médico-psiquiátrico. O los dos a la vez. (Sobre la
inoperancia de la distinción descrita, puede verse X. BABIN: “Peut-on prédire le risque de récidi-
ve crinelle?”; Institut pour la Justice, Paris, 2009, p.2).
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 125
138
Sobre las diversas críticas al determinismo en el plano criminológico, puede verse:
Marc STRANO: “Le critiche al determinismo”, en su obra Manuale di Criminología Clínica”,
ya citada, en su capítulo III, pp. 90 y ss.
126 CésaR Herrero Herrero
139
Sobre esta cuestión, puede verse J. DOZOIS, M. LALONDE y J. POUPART:
“Dangerosité et practique criminologique en milieu adulte”, en Criminologie, vol. 17, 2 (1984)
sobre todo en pp. 48-50.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 127
* Las críticas u objeciones desde los autores que aceptan, con mucha
dificultad, las teorías del “paso al acto”
Con respecto al concepto de estado peligroso o de peligrosidad, arguyen
que la comprensión tradicional del mismo es de una realidad estática, cuando
es fundamentalmente dinámico. Que no depende sólo del autor, sino que de-
140
R. GASSIN: “Criminologie”, 6ª edit., 2007, ya citada, pp.695-698. Se trata, en reali-
dad, en estas críticas y objeciones, de una especie de foto fija que estas corrientes colectivistas
hicieron públicas por las décadas del sesenta y setenta e, incuso, antes. Ver cómo las recoge,
por ejemplo, respecto de la definición de estado peligroso, C. MONTANDON: “Estos últimos
tiempos, una serie de publicaciones ha puesto en cuestión de manera más o menos radical la
definición de la peligrosidad. Si en el fondo los argumentos utilizados son enteramente in-
éditos, la manera en que los autores les utilizan en una crítica epistemológica fundamental es
nueva. Hay en primer lugar críticas concernientes a la relatividad de la definición de la peli-
grosidad. La definición de quien es peligroso depende del sistema normativo y de la estruc-
tura social que prevalen en cada sociedad. Así. Ciertos individuos, o categorías de individuos,
como por ejemplo los enfermos mentales, los delincuentes mentalmente perturbados, son
considerados como peligrosos, mientras que otras personas o grupos que pueden igualmente
presentar un peligro para la sociedad, se benefician de una actitud liberal, por ejemplo los
conductores borrachos. Se puede interrogar por qué la ley trata de manera diferente al joven
que agrede a otros en la vía pública y al dirigente que conscientemente descuida remplazar
las reservas defectuosas en los aviones de su compañía.” (“La dangerosité, revue de la littérature
anglosaxonne”; en Déviance et Societé, Vol. 3, 1 (1979) p.90.
128 CésaR Herrero Herrero
pende también del objetivo al que podría dirigirse el autor en caso de pasar al
acto criminal y, además, de la situación o contexto para llevar a cabo la acción.
Que todo en esta realidad se muestra como contingente, constantemente tran-
sitoria. Lo que, además, en virtud de esta transitoriedad, le hace impredecible
en su evolución y en su desenlace final. Esto es verdad, decimos nosotros, en
sus accidentes. Pero es más que discutible en su sustancia. Hay, creemos, en es-
tas afirmaciones, una notable confusión entre la realidad del estado peligroso y
el complejo proceso del paso al acto. A demás, ¿se puede decir, con alguna solidez,
que el delincuente en sentido criminológico o el habitual cambian, esencialmente, a casi
cada instante, en la entidad y en la orientación de su estado peligroso?141
Y, desde una posición asimétrica (más cerca de las corrientes de la reac-
ción social que de las teorías del paso al acto), Chr. DEBUYST señala: “a) La
noción de peligrosidad debería ser descartada como marco de conjunto en el
cual toma asiento la reflexión criminológica. Ella introduce un a priori como
punto de partida y no interpreta los datos sino en función de un diagnóstico
particular que interesa establecer y que reposa sobre preocupaciones políti-
cas. (Éstas pueden tener un sentido, pero deben ser definidas como tales.)
(…) b) Cuando se habla de “violencia de la sociedad” como dato situacional
más amplio en el que los diversos comportamientos toman lugar, ¿es introdu-
cir una confusión de nivel, o una toma de posición ideológica? Canepa hace
subrayar que lo que interesa a la Criminología es la violencia del individuo y
no la violencia de la sociedad y, por lo mismo, la peligrosidad del individuo.
Nosotros respondemos a esto que la violencia de la sociedad puede ser uno
de los elementos constitutivos de la violencia del individuo y que en el marco
mismo de una relación o de una intervención clínica (o de una gestión de co-
nocimiento) esta eventualidad no puede, en manera alguna, ser excluida. (…)
c) Un tercer punto consistiría en hablar de “útiles” o instrumentos. La noción
de peligrosidad es considerada como un instrumento práctico a través del
cual es posible aproximarse a u determinado problema. Este punto de vista
está sobrevalorado. (…) La noción de peligrosidad no es una noción “neutra”.
Ella implica de conjunto un punto de vista que desemboca en no ver a un
individuo más que a través de criterios a partir de los cuales su peligrosidad
podría ser establecida”142.
141
Sobre estas cuestiones: L. ROURE: “Les comportements violents et dangereux;
aspects criminologiques et psychiatriques”; Edit. Elsevier-Masson, Paris, 2003. Stamatios
TZITZIS: “Dangerosité. Et peine. Quelles certitudes?”, edt. Dalloz, Paris, 2010. ACTES DES
CINQUIÈMES JOURNÉES DE PSYCHIATRIE EN ARDÈCHE,18-19 MAI 1990 SUR “La dangero-
sité. Approche Pénale et Psyquiatrique”, edt. Privat, 1991. “DANGEROSITÉS. De la Criminologie à la
Psycopthologie. Entre Justice et Psychiatrie”, Vol. Col., Edit. John Libbey, Paris, 2004; Régis POUGET:
“La dangerosité. Rapport de médicine légale…”, edit. Masson, 1988.
142
Chr. DEBUYST: “La notion de dangerosité, maladie infantile de la criminologie”, ya
citado, pp.16-18.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 129
143
He aquí ese pensamiento con sus propias palabras: “La noción de peligrosidad
(dangerosité) se inscribe, pues, en esta perspectiva. No es una noción que haya sido construida
a partir de una preocupación intelectual proyectada a explicar un fenómeno. Halla su origen
en una voluntad política que queda afirmada claramente: la de gestionar una población de
individuos que tienen problemas, con el fin de disciplinar y de ejercer sobre ella un control,
sea para protegerse de ella, sea para hacerla entrar en la economía del país, sea para utilizarla
como medio de reorientar la agresividad del grupo social. En este sentido, se puede efectiva-
mente decir como lo afirman Foucault y a continuación Houchon, que esta noción participa
más de prácticas disciplinarias y de cuestiones de gestión política que de un esfuerzo de elabo-
ración científica.” (Trabajo precitado del mismo autor, p.5).
130 CésaR Herrero Herrero
144
Sobre esta cuestión, ya abordada más arriba, puede verse J. L. SENON: “Dangerosité
criminologique:Données contextuelles. Enjeux cliniques et expertaux”; Université de Poitiers,
2009, y de quien recojo la cita de texto.
Capítulo sexto
145
Desde un punto de vista criminológico, para B. Di Tullio, predispuesto (predispo-
sición) dice relación a todas las condiciones orgánicas y psíquicas que, de manera directa o
indirecta, propician en el individuo el desarrollo de pulsiones instintivas y de propensiones
afectivas de índole criminógena. (“Principios de criminología clínica y psiquiatría forense”;
Edit. Aguilar, Madrid, 1966, pp.270.
146
Jean DOZOIS y Otros: Trabajo ya citado, p. 44.
136 CésaR Herrero Herrero
¿Cuáles son las vías para poder acceder a esa doble evaluación?
Con tales fines, suele hacerse referencia a una doble manera: La vía del
diagnóstico clínico y la vía del diagnóstico etiológico.
a) La vía del diagnóstico clínico. Este camino de evaluación, en el sentido
afirmado, parte de los dos elementos componentes clásicos del estado peli-
groso. Ya definidos en su lugar.
Considerando, además, que se trata de dos componentes autónomos en-
tre sí (a pesar, o precisamente por ello) de su complementariedad. Queremos
decir que la capacidad criminal (elemento nuclear) y la adaptabilidad social
no siguen desarrollos paralelos, pudiéndose dar, por ejemplo, una capacidad
criminal alta y una adaptabilidad social baja. y viceversa.
Siendo posible la combinación entre sí de grados intermedios.
Siguiendo a J. PINATEL, podemos avanzar las siguientes y principales
formas clínicas de estado peligroso, derivadas de dicha combinación:
1ª Capacidad criminal muy intensa + adaptabilidad social muy eleva-
da = Forma más grave o alta de estado peligroso. En consecuencia,
grandes delincuentes. Tanto por la entidad de sus infracciones como
por la habilidad de buscar la impunidad. (V. gr., delitos socioeconó-
micos cualificados dentro de la delincuencia no convencional; asesi-
nos a sueldo profesionales o algunos de los asesinos en serie organi-
zados, dentro de la delincuencia convencional).
2ª Capacidad criminal muy intensa + adaptabilidad social baja o poco
elevada =Forma escasamente grave o nada grave de estado peli-
groso. Es el ámbito donde se encuentran una parte considerable de
los delincuentes profesionales. Sobre todo, los denominados por E.
SEELIG “refractarios al trabajo y que hacen de sus figuras delincuen-
ciales (dentro de la delincuencia más convencional o tradicional) su
forma de vida (Delitos contra el patrimonio, prevalentemente). Aquí,
se suele encontrar también cultivadores de la delincuencia marginal,
a caballo entre la desviación y las leyes penales. También los delin-
cuentes pasivos, que se ponen al servicio de otros delincuentes, in-
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 137
147
A este respecto, J. PINATEL: “Tratado de Derecho Penal y de Criminología”, Tomo
III, ya citado, pp. 609-611.
148
No obstante, tratando de preparar el camino a esta cuestión, digamos que han sido
constantes los esfuerzos de los estudiosos especialistas, en estas materias, para intentar buscar
métodos eficaces respecto a la valoración predictiva del estado peligroso. El ya mencionado E.
ESBEC RODRÍGUEZ señala 5 etapas consecutivas en el tiempo, hasta ya entrado el siglo XXI,
y con abundante aportación de datos, en pro de esa dirección. En la primera etapa (hasta el
1970) se habría pretendido conseguir tal fin a través de: “Decisiones basadas en juicios clínicos
“no estructurados” (limitado a impresiones clínicas basadas en la entrevista)”. En la segunda
etapa (Década de los 70 y 80), la pretensión estaría representada por la investigación empírica.
“Decisiones basadas en juicios clínicos “estructurados” (estudio científico de factores de riesgo
de violencia). Uso de inventarios y escalas.” En la tercera etapa (alrededor de mediados de
la década de los 90) empezaron a dominar claramente: “Métodos exclusivamente actuariales
(utilización de técnicas estadísticas para la obtención de factores de riesgo de violencia).” En
la cuarta etapa (año 2000), “surge el debate sobre prevención vs. “manejo” del riesgo. Método
“mixto” (combinación de métodos actuariales y juicios clínicos estructurados). En la quinta eta-
pa (actualmente), se está optando por: “Nueva generación de métodos para la valoración de la
peligrosidad (“Árbol de decisiones”). (En trabajo ya citado: “Valoración de la peligrosidad crimi-
nal (riesgo-violencia) en Psicología Forense. Aproximación histórica”, p. 62).
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 139
149
El texto penal italiano entiende por “peligrosidad social” (aquí, referente a “peli-
grosità criminologica”): Una cualidad personal, caracterizada por la probabilidad de cometer en
el futuro delitos previstos como tales por la ley, tras haber perpetrado, con anterioridad, por
el mismo sujeto, otras conductas criminosas. (Art. 202-203 C.P.) Se trata, pues, de conceptuar
el estado peligroso (peligrosidad social) “post delictum o delicta”. Parece que el legislador está
pensando, aquí y ahora, en un concepto de peligrosidad que haga posible la aplicación de
medidas de seguridad, ya que, en un Estado Social y democrático de Derecho, la imposición
de tales medidas, por una peligrosidad diagnosticada y pronosticada “ante delictum o delicta”,
son ilegales e ilegítimas. (Sin embargo, no serían ilegales ni ilegítimas, aunque el que haya perpetrado
el delito o delitos sea un inimputable, o el delito sea imposible…) Entiende, no obstante, por capa-
cidad criminal la que ha de definirse como la simple posibilidad de delinquir sin requerirse,
para hablar de la misma, que el individuo haya previamente delinquido. (Arts. 102-108 y 133).
¿Pero es congruente, desde el punto de vista puramente conceptual, hacer esta separación tan
nítida? No parece. ¿Por qué? Porque La peligrosidad ha de nacer, necesariamente, de la capa-
cidad criminal. El mismo Texto Penal italiano, en su artículo 203, se remite al ya también citado
140 CésaR Herrero Herrero
artículo 133, disponiendo: “…La cualidad de persona socialmente peligrosa se induce de las
circunstancias indicadas en el art. 133” (Es decir, de los criterios referidos para poder identi-
ficar la existencia de la capacidad criminal). A pesar de ello, cierta doctrina italiana interpreta
el art. 203 del C.P. afirmando que la capacidad criminal ha de entenderse como posibilidad de
delinquir, mientras la peligrosidad social es la probabilidad de cumplimentar ilícitos penales.
(Véase, al respecto y en este último sentido: “Corso in Science psichologiche ed analisi delle
condotte criminali”, II Parte (Pescara), 2003-2004, pag. 4 del texto digitalizado.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 141
150
J. PINATEL: “Tratado de Derecho Penal y Criminología”, ya citado, p.581.
151
Autor y trabajo precit. en nota anterior, misma página.
152
F. MILLAUD y J. L. DUBREUCQ: “Évaluation de la dangerosité du malade mental
psychotique. Introduction”, en Annales Médico-Psychologiques, 163 (2005) p.850.
142 CésaR Herrero Herrero
F. REFLEXIONES FINALES
154
J. PINATEL: “Tratado de Derecho Penal y Criminología”, ya citado, p.580.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 145
155
En el fondo, son muy próximas a nuestras reflexiones las que nos ofrece RODRÍGEZ
MANZANERA acerca de esta misma cuestión. Y, así, afirma: “El concepto de peligrosidad es
un concepto operacional útil, que refleja una realidad innegable. Pocos conceptos han tenido
tanto auge y después tantas críticas, muchas de ellas justificadas. No tenemos un concepto
operacional que sustituya ventajosamente al de peligrosidad, por lo que es necesario definirlo
y mejorarlo. Las definiciones se han hecho de acuerdo a los valores de una cultura determina-
da, pero es necesario buscar algunos principios generales que permitan elaborar directrices, en
un mundo globalizado que se enfrenta a nuevas formas de peligrosidad transnacionales y de
gran capacidad victimizante.
Haciéndose un minucioso estudio de las críticas, puede observarse que lo que se repu-
dia es el “peligrosismo”; es decir, la perversa utilización del concepto peligrosidad y no tanto
el concepto mismo. Es claro que estamos contra el peligrosismo; la experiencia histórica nos
demuestra los resultados catastróficos de la aplicación de la peligrosidad en materia política,
basten los ejemplos del Derecho Penal Soviético y la Criminología marxista, de los Códigos
fascistas y a su aplicación en Italia y Alemania, o de la legislación Republicana Española, apli-
cada con singular alegría por el régimen franquista. Un régimen peligrosista, con medidas de
seguridad sin delito, dictadas por la autoridad diferente a la judicial, sin derecho a defensa y
aplicadas en forma indeterminada, es insostenible.
Debemos entonces estar atentos a la forma en que los políticos, los administradores, los
ejecutores, los que toman las decisiones, aplican los conceptos; no es más que el viejo dile-
ma de la ciencia: las herramientas que crean los científicos, los investigadores, los académicos,
pueden tener un uso criminal en manos de los poderosos.” (“Criminología Clínica”, ya citada,
pp.99-100).
156
Se hace referencia a “criminología actuarial, en este campo, porque en vez de llevar
a cabo un diagnóstico de peligrosidad individual a través de metodología clínica, se hace un
diagnóstico de riesgos aplicando al individuo el diagnóstico atribuido al grupo de riesgo en el
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 147
que previamente se le ha situado. Todo ello, utilizando estadísticas y grandes bases de datos.
Lo que, como es obvio, lleva a que la peligrosidad no sea diagnosticada desde una evaluación
clínica personalizada, sino como consecuencia de un cálculo de probabilidad estadística. Y,
por tanto, no superando el alcance de la mera probabilidad en el acierto. En realidad es la
aplicación, en este ámbito criminológico y penal, de las técnicas diagnósticas y prospectivas
proyectadas en el campo, por ejemplo, de los “Seguros”. O sea, de acuerdo a la “Ley de los gran-
des números”. (Sobre esta vía de conocimiento, en el campo de los comportamientos huma-
nos, puede verse la obra de Bernard HARCOURT: “Against Prediction. Profiling, Policing and
Punishing in an actuarial Age”, Chicago University, 2007. También, la entrevista de este autor,
realizada por Antoine GARAPON, que lleva por título “La Criminologie actuarielle”, publicada
en France Culture.Le Bien Común”, 23 avril (2008). De todas formas, estas “técnicas actuaria-
les” pueden reforzar, que no sustituir, los métodos propios de la criminología Clínica. En este
sentido, bienvenidos sean.
157
Como exponen Mélanie VOYER, Jean Louis Senon, Chr. PAILLARD y Nemat
JAAFARI, los trabajos de J. MONAHAN entre ellos,“Predicting violent behavior: an assess-
ment of the clinical techniques”; In Sage and J. Monahan, H.J. STEADMAN: “Violence and
mental Disorder: Developments in Risk assessment “, University of Chicago Press, 1996), van a
encontrar gran eco en Estados Unidos al constatarse, a través de éstos, que las predicciones de
los expertos (psiquiatras y psicólogos), en materia de “peligrosidad”, no superaban los aciertos
de 3 a 1. Lo que venía a reforzar las tesis de la “Nueva Penología”. Ello motivó, como escriben
los precedentes autores que: En muchos países, la evaluación psicológica individual iba a ser
abandonada a partir de los años 1992, “para volverse hacia una categorización de autores de
delitos, de crímenes, clasificados en grupos taxonómicos, determinados por trabajos de inves-
tigación estadística desde las tasas de base, librándose de la tablas de predicción del riesgo.
Después de los Estados Unidos, Australia y Nueva Zelanda, Gran Bretaña, luego gran parte
de los Estados Europeos, van hacer de la evaluación del riesgo de violencia un elemento im-
portante de la pericia psiquiátrica o psicológica. Para PRATT, “el cambio que llegaba consistía
en rechazar completamente el concepto de peligrosidad a favor del concepto de riesgo de vio-
lencia. Éste último es un concepto puramente estadístico y probabilista, y no indica en abso-
luto algún atributo verificable del individuo. Allí donde se demostraba que el diagnóstico era
imperfecto, la demanda actuarial iba a reducir la posibilidad de error humano por medio de la
comparación estadística de perfiles correspondientes a la población peligrosa. Esta criminolo-
gía incita, pues, a pasar del concepto de individuo peligroso a individuo en riesgo: si la peligro-
sidad caracteriza al individuo, el riesgo es percibido de manera más amplia. El mismo resulta
de la combinación de factores múltiples y de su asociación circunstancial. Como lo subraya
ROSE, “la peligrosidad es redefinida y no se la concibe ya como una psicopatología antisocial
escondida en el corazón y alma del individuo, sino como el resultado de una combinación de
hechos concernientes a la conducta pasada y con probabilidad de fracaso en el ejercicio de las
capacidades de control y reconducción de sí frente a las pulsiones agresivas de otros y frente
a los sentimientos encontrados de uno mismo.” Como lo analiza Verónica VORUZ es así como
148 CésaR Herrero Herrero
se identifican, en Gran Bretaña los “high-risk” o high-rate offenders”, que son objeto de un
tratamiento penal particular al margen de su psicopatología. Una nueva categoría clínica es así
introducida en Gran Bretaña: los DSPD (Dangerous and severe Personality Disorders”). Se trata,
en este ámbito, de reducir el riesgo de comportamientos violentos, sea por los mejoramientos
de las condiciones de vida del delincuente, sea por medidas limitadoras del riesgo de violencia
aislando o incapacitando a aquellos que han sido identificados, a través de las medidas proba-
bilísticas, como creadores de riesgo.” (En L’information Psychiatrique”, 85 (2009) pp. 722-723).
Capítulo séptimo
LA PERSONALIDAD
CRIMINAL O CRIMINÓGENA.
EL CONCEPTO DE PERSONALIDAD
“IN GENERE”, SU PLATAFORMA DE BASE
A. INTRODUCCIÓN
En la orientación del texto, según nuestra opinión, escribe J. LAMBERTH: “La per-
158
con valencia negativa tiende a alejarle de él a la persona. Por tanto, si conocemos el espacio
vital de un individuo y los vectores –valencias de los objetos, es posible predecir, con un rela-
tivo grado de precisión, el resultado de las fuerzas que actúan sobre esa persona o, dicho más
sencillamente, es posible predecir su comportamiento.” (Psicología Social”, Edit. Pirámide, 3ª
edición, Madrid, 1989, p.42).
159
Dentro de la clasificación dual (biotipológicas y psicológicas), L. RODRÍGUEZ
MANZANERA apunta a esa multitud de referencias sobre la personalidad: desde Hipócrates
a los principales estudiosos de nuestros días. (“Criminología Clínica”, ya citada, pp.103-
1099). A R. GASSIN, desde un punto de vista psicológico, parece agradarle el esquema de Y.
CASTELLAN (“Initiation à la psychologie moderne), que incluye cuatro corrientes del concepto
de personalidad, duarante el siglo XX y lo que va del XXI. Efectivamente, se refiere a: “1) La co-
rriente tipológica (Sheldon, sobre todo) para quien la personalidad depende de la constitución
física, del temperamento y del carácter;2) la corriente psicoanalítica (Freud), que distingue tres
instancias en la “plataforma psíquica”: el “Ello” (Ça o Soi), el “Yo” y el “Super-yo”, colocando el
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 153
desarrollo de la personalidad bajo el signo del conflicto entre las tres instancias; 3) la corriente
factorial (Cattel ante todo) que, analizando la personalidad por medio del llamado método fac-
torial, ha aislado los trazos profundos de ella a través de parejas antagónicas (ejemplo, Fuerza
del yo-Tendencias neuróticas; Inteligencia general-Deficiencia mental, etc.); 4) la corriente cul-
turalista (de Cardiner, preferentemente), para la que los miembros de una misma sociedad tie-
nen en común elementos semejantes de personalidad, que forman la personalidad de base.”
Añadiendo, también, que: “Más allá de ese inventario de grandes orientaciones en materia
de teorías de la personalidad, se pueden señalar dos grandes tendencias en la concepción de
la personalidad. Para la primera, la personalidad es la suma de cualidades de la persona y se
define como la síntesis global de todas ellas (concepción estática). Para la segunda, la persona-
lidad es la facultad de comportarse de tal o tal manera, de elegir tal o cual conducta en las más
diversas situaciones en las que un individuo se encuentra. Ésta es la concepción dinámica de
la personalidad que se adapta mucho mejor que la precedente al objeto de la Criminología…”
(“Criminologie”, ya citada, pp. 465-466). Nosotros mismos, en nuestra “Criminología. Parte
General y Especial”, damos una visión muy amplia de esta cuestión, partiendo, también des-
de una óptica psicológica y, por ello, ofrecemos pluralidad de teorías teniendo en cuenta las
más sobresalientes corrientes de la Psicología Empírica de nuestro tiempo. (Nota (4) págs.
351-356).
154 CésaR Herrero Herrero
La conducta del ser humano se caracteriza por su intencionalidad. (Ver sus obras: “Challenges
of humanistic psychology”, publicado en 1967, y “The search for Authenticity: An existential-analytic
approach to psychotherapy” (1965). Sobre esta corriente psicológica puede verse: M. VILLEGAS
BESORA: “La Psicología Humanista: Historia, concepto y método”; en Anuario de Psicología, 34
(1986).
161
En el sentido del texto, se expresa J.L.PINILLOS: “Que la Psicología se conciba como
la ciencia de la conducta no significa, por descontado, que la conducta carezca de sujeto. Las
acciones, afirmaban los escoláticos medievales, pertenecen a los sujetos que las ejecutan –ac-
tiones sunt suppositorum—y otro tanto hay que decir acerca de la conducta, que no consiste en
una colección de procesos monstrencos, sino en la forma de existir de los seres vivos en sus
respectivos medios, esto es, en funciones ejecutadas por una unidad de acción vital. (…) Si hay
algo que la personalidad no es, es una colección de procesos inconexos; de cualquier modo
que se entienda, el concepto de personalidad dice relación a algún tipo de substantividad, sea
anímica, consciente u orgánica. (…) Huelga decir, claro está, que sólo en una psicología que de
algún modo sea compatible con la noción de sujeto, tiene en realidad cabida el estudio de la
personalidad”. (“Principios de psicología”, Alianza Editorial, Madrid, 1995, pp. 579-580).
156 CésaR Herrero Herrero
tentes. Cada autor ha propuesto sus categorías, pero, a la postre, todas po-
drían ser integradas en el sistema de clasificación que ya en 1937 propusiera
Allport basándose en el criterio sobre el que se hace mayor énfasis en cada
definición: definiciones aditivas u ómnibus, definiciones configuracionales-
integradoras, definiciones jerárquicas, definiciones en términos de ajuste y
definiciones basadas en la distintividad.” Y prosigue: “A estas cinco categorías
añadiré, siguiendo a Pelechano (1993), una sexta, definiciones basadas en la
estabilidad, puesto que es éste un criterio que ha aparecido, con mucha fre-
cuencia, en las definiciones formuladas en los últimos 30 años al hilo de la
polémica “persona-situación” que tuvo lugar en los años 70”162.
Otros autores, en fin, hacen referencia a definiciones de personalidad,
perfiladas según diferentes teorías y con relación a diferentes modelos. Y, así,
hablan respecto a la noción de personalidad, sobre modelo psicodinámico
(SULLIVAN); sobre modelo humanista-fenomenológico-existencialista (C.
ROGERS); sobre modelo situacionista (B.F. SKINNER); sobre modelo rasguis-
ta (R.B. CATTELL o H. J. EYSENCK)163.
También se ha enfocado el concepto de personalidad desde la Sociología.
No es algo reciente. A finales del primer tercio del siglo XX, algunos antropó-
logos culturalistas, como R. LINTON y A. KARDINER, sirviéndose de ciertas
técnicas psicoanalistas, comenzaron a indagar cómo, en algunas formacio-
nes sociales, se llegan a producir, a través de la educación durante la infancia
y la primera socialización, “estructuras de base relativamente persistentes y
fuertemente organizadas en la psique individual”. Ejemplos de ello sería la
personalidad del “status”, que constituye, al parecer, “la personalidad de base
dominante en diferentes grupos de edad, de sexo, de condición socio-económica” y en
virtud de ello es posible indagar aspectos propios de esta sociedad compleja
en la que, a diferencia de las comunidades primitivas, es muy difícil indivi-
dualizar la personalidad de base…164
Más hacia nuestro tiempo, se consideran, sobre este particular, especia-
les los trabajos de la Escuela de Francfort (T. W. ADORNO, H. MARCUSSE,
M. HORKHEIMER…), dedicada al mismo tiempo a la investigación filosófi-
ca, psicológica y sociológica. Pero pesa en ella demasiado la ideología. Y, así,
por ejemplo, ADORNO, al hablar del ser humano, como hace observar N.
ABBAGNANO, “cree, por un lado, que el individuo es la única realidad úl-
162
J. SANZ FERNÁNDEZ: “Psicología de la personalidad”, en http:www.educa.ma-
drid.org/web/ies.barriodebilbao.madrid/FOL/ret/Introducción_d…
163
Sobre esta cuestión, ver Adelia de MIGUEL: “Definiendo Psicología de la
Personalidad”; Dpto. Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico, La Laguna, 2005,
pp.5-6 del estudio. (Puede localizarse en http://webpages.ull.es/users/admiguel/proyecto.pdf).
164
Para las observaciones de texto, ver “Enciclopedia delle Scienze Umane”, palabra
“Personalità”.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 157
tima, la esencia suprema, pero por otro lado afirma que esta realidad en la
sociedad contemporánea está reducida a apariencia o a inesencia porque la
sociedad es un “sistema” que no sólo “oprime y deforma a los individuos”
sino que “penetra hasta en aquella humanidad que antes determinaba como
individuos (“Minima moralia”, págs. 104 y 143)165. Naturalmente, entonces, las
formas de ser y reaccionar del ser humano están alienadas y podría decirse
que no le pertenecen. Su personalidad le es ajena. Este concepto de persona-
lidad, si es que es congruente hablar aquí de personalidad, no sirve al crimi-
nólogo clínico.
165
N. ABBAGNANO: “Historia de la Filosofía”, Editorial Hora, trad. de J. Estelrich y J.
Pérez Ballester, Vol. 3, Barcelona, 1981, p.801.
166
H. J. EYSENCK: “Dimensions of Personality”, Edt. Routledge y Kegan Paul, London,
1947, p. 23.
167
H. J. EYSENCK y M. EYSENCK: “Personality and Individual Differences”;
Plenum Press, 1985, p. 9. Traducción de cita de texto, de V. SCHMIDT y OTROS en “Modelo
Psicobiológico de Personalidad de Eyseck”, en Revista Internacional de Psicología, Vol. 11, nº 2,
158 CésaR Herrero Herrero
pág. 9 del estudio. En este último trabajo, los mismos autores precisan, tratando de esclarecer
este concepto de la personalidad en Eysenck, que: “En sus teorías del comportamiento huma-
no (inteligencia, creatividad, conducta criminal, etc) el rasgo psicológico ocupa un lugar cen-
tral (Eysenck, 1952;1976; Eysenck y Eysenck, 1985; Eysenck y Eysenck, 1994), razón por la cual
se suele considerar a la suya una teoría disposicional. Una disposición o rasgo es una tendencia
de conducta que da estabilidad y consistencia a las acciones, a las reacciones emocionales y a
los estilos cognitivos de los sujetos (Ortet i Fabregat, Ibáñez Ribes, Moro Ipola y Silva Moreno,
2001). En palabras del propio Eysenck, los rasgos son “factores disposicionales que determi-
nan nuestra conducta regular y persistentemente en muchos tipos de situaciones diferentes”
(Eysenck y Eysenck, 1985, p.17). La de Eysenck es, además de una teoría centrada en el rasgo,
una teoría dimensional. Las teorías dimensionales (o factorialistas) proponen la existencia de
factores de personalidad como dimensiones continuas sobre las que pueden disponerse cuan-
titativamente las diferencias individuales (Mayor y Pinillos, 1989). (Trab. precitado, p.9).
168
R. J. LARSEN y D. M. BUSS: “Personality psychology: domains of knowledge about
Human Nature”; McGraw Hill, 4th Revised Edtion, México, 2009.
169
La precitada autora, Adelia de MIGUEL, nos da, sobre la personalidad, la siguiente de-
finición acuñada por estos tratadistas: “La personalidad es el conjunto de rasgos psicológicos
y mecanismos dentro del individuo que son organizados y relativamente estables, y que in-
fluyen en sus interacciones y adaptaciones al ambiente intrapsíquico, físico y social.” Y nos
ofrece la siguiente explicación sobre este concepto, diciéndonos lo que hemos de entender por
cada una de sus términos o expresiones:
* “…Mecanismos psicológicos (MECANISMO: PROCESO PSICOLÓGICO compuesto de
tres ingredientes: entradas, reglas de decisión y efectos.
* Dentro del individuo: las fuentes de personalidad residen dentro del individuo (polé-
mica naturaleza-ambiente, evolucionismo, genética comportamental, aprendizajes).
* Que son organizadas y relativamente estables: modelos jerárquicos, factoriales, circunfle-
jos,… ciclo vital, cambio-estabilidad, cambios cualitativos (divergentes, convergen-
tes), cambios cuantitativos.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 159
* Y que influyen en (los rasgos influyen en la forma en que pensamos, actuamos y
sentimos).
* Sus interacciones con el ambiente (percepciones, elecciones, evocaciones,
manipulaciones).
* Y adaptaciones: (logro de metas, afrontamiento, ajuste y enfrentamiento a desafíos y
problemas); diátesis, stress, personalidad normal, evolucionismo, adaptación a nor-
mas, supervivencia.
* El ambiente (intrapsíquico, físico y social).” (“Definiendo psicología de la personalidad”, ya
citado, p.3 del estudio).
170
A. VEXLIARD: “Le clochard. Étude de psichologie sociale”; Edit. Desclée de
Brouwer, Paris, 1998.
171
R. B. CATTELL: “Personality: A systematic theoretical and factual study”; Ed.
Mcgraw-Hill, N. York, 1950. “The scientific use of factor analysis in behavioural and life scien-
ces”; Edt. Plenum, N. York, 1978; CATTELL, R. B. y R. M. DREGER (Edts.): “Handbook of mo-
dern personality theory”, Ed Willey, N. York, 1978.
160 CésaR Herrero Herrero
172
J. GOMARA PÉREZ: “R.B. Cattell y el 16 PF. Aproximación histórica, metodológica y
conceptual”; en http://www.terra.es/personal5/itaka2002/documents/cattell16pf.htm
173
Ana BENITO MARISCAL: “Estudio de la Quinta Edición del 16 PF”; Universitat
Politècnica de Catalunya, Barcelona, julio 2009, p.19 del estudio.
174
Lo que no es algo extraño. El concepto de rasgo, en los cultivadores (o simples
tratadistas) de esta teoría, presenta sus propias diferencias o matices. Y, así, escribe la misma
BENITO MARISCAL: “Para Cattell es la tendencia a reaccionar relativamente constante. Según
Guilford, rasgo era “cualquier cosa” perceptible y relativamente duradera en la que un indivi-
duo se diferencia de otro. Allport hablaba de constancias conductuale. Stern empleó el térmi-
no disposiciones para referirse a ciertas formas estables de comportamiento. Los conductistas
preferían hablar de hábitos, mientras los humanistas consideraban los rasgos como unidades
referenciales de la propia identidad de una persona.” (trabajo precitado, pp.18-19).
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 161
175
G. W. ALLPORT: “Personality: a psychological interpretation”, Holt, Rinehart, Winston,
1937, p.48. (Hay traducciones de esta obra al español. Por ejemplo, en Herder, Barcelona, 1980).
Ver también su obra: “Pattern and growth in personality”, Holt, Rinehart, Winston, 1961.
176
J. L. PINILLOS: “Principios de psicología”, ya citado, p.600.
162 CésaR Herrero Herrero
camente concebidos, podría ser complementado con la consideración filosófica que, sobre el
concepto de personalidad, hace nuestro Antonio BERISTAIN IPIÑA, insigne jurista, insigne
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 163
LA PERSONALIDAD
CRIMINAL O CRIMINÓGENA.
CONCEPTO, ELEMENTOS CONSTITUYENTES
Y NUEVA ORIENTACIÓN
A. REFLEXIONES INTRODUCTORIAS.
tura estática” obtenida desde la concepción del sujeto;es, al contrario, una “estructuracióm diná-
mica” que se configura progresivamente en el curso del periodo de formación de la personalidad
(hasta alrededor de los 25 años) y que continúa constantemente evolucionando bajo la influencia
de factores diversos. También conviene preguntarse ahora cómo se configura la “estructuración”
de la personalidad en un sentido delincuente. (…)Hoy no hay muchas personas que piensen
que ciertos individuos nazcan delincuentes, más bien el debate persiste siempre entorno a saber
si no es conveniente reservar un lugar a las “disposiciones personales” al lado de las “influencias del
medio” en la formación de la personalidad de los delincuentes. (Criminologie”, ya citada, p. 486.
168 CésaR Herrero Herrero
Sabemos (ya lo hemos dicho con anterioridad) que existen no escasos au-
tores que niegan la existencia de aquélla. Sea en sentido positivista, sea en
sentido moderno. Que otros la ponen en duda. Que hay quienes se pregun-
tan, con metodología cartesiana, si existe esa realidad. (En el momento oportu-
no, haremos algunas referencias a esto).
De todas formas, en el caso, como es el nuestro, de afirmar su existencia,
es obligatorio interrogarse:
¿Cúando o cómo, de forma concreta, la personalidad deriva en criminal
o criminógena? ¿Por qué una persona se ha convertido en capaz de perpetrar
acciones, llevar a cabo, con alguna habitualidad o reiteración, comportamien-
tos graves o muy graves contra los bienes, valores o intereses legítimos de la
sociedad, que, por ser tales, ordinariamente estarán penalmente tipificados?
¿Por qué, cuando existen personas que actúan así, podemos decir que existe en ellos
personalidad calificable de criminal o criminógena, tal como hoy ha de ser entendida?
¿Qué es, pues, la personalidad criminal o criminógena, cuándo o cómo se for-
ma? ¿Cúales son son sus elementos identificativos o nuclearmente constituyen-
tes? Vamos a tratar de contestarlo ahora.
181
“Decimos, pues, escriben A. PIRES y F. DIGNEFFE, que De Greeff identifica dos
grandes grupos de “instintos”: los que giran sobre la defensa y los que ruedan sobre la simpa-
tía. Se trata, en realidad, de dos tipos de impulsiones o de reacciones. Estas reacciones consti-
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 169
tuyen a la vez dos modos de religación fundamentales con el mundo y dos modos de conocimiento
del otro (Digneffe,1989, p.187; Debuyst,1991, p.7). La reacción de defensa –que tiene tendencia
a atribuir a las actividades externas, “dirigidas” contra el sujeto una intención hostil– produce
una imagen o un conocimiento reduccionista del otro. Por el contrario, la reacción de simpatía
–caracterizada por el amor parental o sexual– produce una imagen o un conocimiento valori-
zante o sacralizante del otro. (…) Llamamos la atención de que De Greeff no tiene una concep-
ción determinista de estas reacciones. Como se trata de una reacción emocional, ella “permite
una toma de conciencia en virtud de la cual el sujeto puede reaccionar siguiendo el sentido de
la reacción instintiva o, por el contrario, buscar bloquearla.” (Vers une padigme des inter-relations
sociales? Pour une reconstruction du champ criminologique”, ya citado, p.28).
182
Ver E. DE GREEFF: “Rapport general sur la criminogènese”, en Actes du IIe Congrès
Internacional de Criminologie (Paris, 1950), P.U. F., Paris, 1955, pp. 267-306.; “Introduction à la
Criminologie”, Edt. Van der Plas, Bruxelles,1946; “Les instincts de défense et de sympathie”,
P.U.F, Paris, 1947.
183
R. GASSIN. “Criminologie”, ya citada, pp.480-481.
170 CésaR Herrero Herrero
184
Sobre la variantes constitucionales, en O. Kimberg, escribe J. Pinatel: “La teoría bio-
constitucional adoptada por Olof Kinberg descansa en los trabajos de Sjöbring. Según éste
autor, los factores fundamentales de la constitución son cuatro: la capacidad, es decir, el nivel
máximo que puede alcanzar la inteligencia de un individuo bajo la influencia de condiciones
mesológicas óptimas;la validez, es decir, la cantidad de energía cerebral de que dispone el indi-
viduo; la estabilidad, que indica el grado de bienestar de los procesos cerebrales que conducen
al restablecimiento del equilibrio emocional, y la solidez, que indica el grado de unidad funcio-
nal de la actividad central o, inversamente, la tendencia a la disociación del sujeto. Estos fac-
tores o radicales constitucionales normales, hereditarios y presentes en cantidades variables
en todos los cromosomas humanos, variarían, además, de una manera continua. El número
de combinaciones o aleaciones constitucionales es, por lo tanto, ilimitado”. Teniendo en cuen-
ta el grado de estos factores, se habla de individuo: Supercapaz-subcapaz; Superválido-subválido;
Superestable-subestable; Supersólido-subsólido. La posesión de estos factores en distinto grado su-
pondrá, en su caso, una distinta orientación en el delinquir y en el “modus operandi” del mis-
mo. En cuanto a la Función moral, Olaf KINBERG distingue cuatro grupos según el grado de
sus conocimientos morales y la mayor presencia o ausencia de elementos emocionales ante
ellos. Éstos, relacionados con los factores precedentes, determinarán el grado de respuesta a la
adaptación (inadapatación) moral a la comunidad y, por tanto, a su grado de convivencia. (Ver,
a este respecto, J. PINATEL: “Tratado de Derecho Penal y Criminología”, ya citado, pp. 294-298;
de H. SJÖBRING: “La Personnalité”; éditions Doin, Paris, 1963).
185
Ver O. KINBERG: “Les problèmes fondamentaux de la Criminologie”, éditions
Cujas, Paris, 1962, ya citada. Sobre todo, el Capítulo XIV.
186
Ver B. Di TULLIO: “La constituzione delinquenziale nella etiologia e terapia del de-
litto”, Roma, 1929; Manuale di Antropologia e psicologia criminale, Roma, 1931; “Trattato di
Antropologia criminale”; Roma, 1945.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 171
187
B. Di TULLIO: “Principios de Criminología Clínica y Psiquiatría Forense”, trad. es-
pañola de D. Teruel Carralero, Edit. Aguilar, Madrid, 1966, p.24.
188
Jocelyne CASTAIGNÈDE, gran conocedora de la obra de Pinatel conviene, efecti-
vamente, en recalcar que: “Jean PINATEL es el padre de la teoría de la personalidad criminal,
teoría reconocida, pero que, no obstante, conoce detractores en el ámbito de la criminología
de la reacción social. Con todo, parece hoy que el impacto de esta teoría está lejos de haber
producido todos sus efectos, siendo ello debido a la riqueza de su contenido y que importa
desde luego recordar”. (“Hommage à Jean Pinatel et à son oeuvre”, en Eguzkilore, Diciembre,
13 (1999)p.221).
172 CésaR Herrero Herrero
189
De forma descriptiva, y apuntando a su finalidad, sí nos dice expresamente que: “La
personalidad criminal no es un tipo antropológico, una variante de la especie humana. No es el
criminal nato de la escuela positiva italiana de finales del siglo XIX. No es el estereotipo social
del criminal, nacido en la imaginación de los filósofos y de las aproximaciones de la frenología.
Es simplemente un modelo que el análisis criminológico utiliza en sus investigaciones. Es un
instrumento clínico, un útil de trabajo, un cocepto operacional. Nos permite simplemente des-
envolvernos en el estudio de los criminales, apreciar su peligrosidad, evaluar los efectos de un
determinado tratamiento. Es un sistema de referencia, una construcción abstracta sustitutiva
de la realidad subjetiva.” (J. PINATEL: “La sociedad criminógena”, ya citada, p.78).
190
Ver Jean PINATEL: “Teoría de la personalidad criminal”, en su obra “Tratado de
Derecho penal y Criminología”, ya citado, pp.665 y ss.; “La sociedad criminógena”; trad. de L.
RODRÍGUEZ RAMOS, Edit. Aguilar, Madrid, 1979, pp.80 y ss.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 173
191
M. LEBLANC y J. MORIZOT: “La personnnalité des délinquants de la latente à l’âge
adulte: stabilité ou maturation?”, en Revue Internationale de Criminologie et Police Technique
et Scientifique, Vol LIV, 1 (2001) p.37.
192
M. FRÉCHETTE y M. LE BLANC: “Délinquances et déliquents”, Gaétan Morin,
Chicoutini, 1987.
193
Marc LE BLANC: “La Criminologie Clinique, un bilan rapide des travaux sur
l’homme criminal depuis 25 ans”, ya citado, p.124 y ss.
194
Marc LE BLANC y J. MORIZOT: “La personnalité des délinquants de la latente à
l’âge adulte: stabilité ou maturation?”, ya citado, p.62.
174 CésaR Herrero Herrero
195
Marc LE BLANC y M. FRÉCHETTE: “Le síndrome depersonnalité délinquante”, en
Revue Internationale de Criminologie et Police Technique, 2 (1987)p. 140 y ss.
196
Autores anteriores, mismo trabajo y lugar. También, Marc LE BLANC: “La
Criminologie Clinique, un bilan…”, ya citado, pp.132-133.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 175
197
M. LEBLANC y J. MORIZOT: “La personnalité des délinquants de la latente…”, ya
citado, p.39.
198
Ver, por ejemplo, los Capítulos 2 (“Personalidad y demonio de Eysenck”) y 6
(“Accidentes y personalidad”) de su obra: “Psicología: hechos y palabrería”, Alianza Editorial
Madrid, 1983. Y C. HERRERO HERRERO: “”Criminología. Parte General y Especial”, ya cita-
da, pp.341-342.
176 CésaR Herrero Herrero
199
S. YOCHELSON y ST. SAMENOW: “The criminal personality”; en Jason Aronson,
New York, 1976 y 1977 (2 Vol.) Puede verse sobre estos autores, sobre todo del segundo, C.T.
GENRE: “Stanton Samenow. The Criminal Personality”, en https://www.criminology.fsu.edu/
crimtheory/samenow.htm
200
Algunos comentaristas afirman que la teoría del “bajo autocontrol” no tiene que ver
nada con la teoría de personalidad delincuente. (Ver, por ejemplo, A. SERRANO MAÍLLO: “2.
El auto-control bajo”·, en el Capítulo 8, pp.367 y ss., de su “Introducción a la Criminología”, 4ª
edición, Dykinson, 2005. Nosotros decimos que depende, para afirmar esto, de qué concepto
de personalidad criminal se parta. Si de un concepto positivista, de acuerdo. Si de un con-
cepto tal como nosotros venimos entendiéndolo, en el que es posible (y así se dará de forma
prevalente en la realidad) que la personalidad criminal se organice mediante rasgos formados
desde factores psicobiológicos, psicomorales o psicosociales, de carácter plástico, reversibles,
entonces se ha de disentir. ¿Por qué? Porque, entonces, puede concebirse una personalidad
delincuente con rasgos derivados de factores puramente psicosociales o psicomorales, con el
sello de sobrevenidos, transitorios, flexibles y, por lo mismo, neutralizables mediante trata-
miento. Insistimos que éste es el concepto de personalidad delincuente que debe ser acogido
en la actualidad. Y si ello es así, ¿por qué no puede atribuirse a los rasgos que caracterizan el
“bajo control” la virtualidad de conformar una estructura propia de esa clase de personalidad
criminal? No se olvide, además, que los mismos Hirschi y Gottfredson advierten que pueden
estar presentes, en la educación inadecuada del niño, factores biológicos y que el autocontrol
se fija en una edad temprana y se mantiene relativamente constante. Lo mismo podrá decirse
del “bajo autocontrol.
(Sobre los autores M. R. GOTTFREDSON y T. HIRSCHI, puede verse: “Self-control theory”,
Roxbury Publishing Coompany, Los Ángeles, 2001; “Punishment of children from the perspective o
control theory”, en “Advances, 12-Control theories of crime and delinquency” (C. L. Britt y M.R.
Gottfredson edts., 2003).
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 177
201
N. MAILLOUX: “Las vicisitudes del “super-yo” en el joven delincuente”, en
Revista de Estudios Penitenciarios,188 (1970) pp.143 y ss.; “Le criminel, triste meconnu de la
Criminologie contemporaine”, en Revue Internationale de Criminologie et Police Technique, 1
(1984) pp. 21 y ss.
202
Robert CARIO: “Jeunes délinquants. À la recherche de la socialisation perdue”, ya citado,
p.177.
178 CésaR Herrero Herrero
203
J. PINATEL: “”La Criminologie d’aujour’hui”, en Déviance et Societé, Vol. 1, 1 (1977)
p.88.
204
J. PINATEL: “Tratado de Derecho Penal y Criminología”, ya citado, p.549.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 179
205
M. LEBLANC y J. MORIZOT: “La personnalité des délinquants de la latente…”, ya cita-
do, p.38.
206
Me parecen ponderadas, al respecto, las siguientes reflexiones: “Sobre el origen del
egocentrismo, parece que se trata de una tendencia generalizada en el niño, que nace egocén-
trico. Esta fase se desarrolla en la primera infancia y es la educación y la socialización las que
van a permitirle descentrarse, progresivamente, de sí mismo, dando entrada a la integración
del otro. Es, en el periodo de esta etapa, cuando son posibles ciertos fracasos en el plano, pre-
valentemente, de la socialización y, en su virtud, el egocentrismo infantil puede entonces sub-
sistir en la edad adulta. Este egocentrismo va así a devenir problemático en la adaptación del
individuo a su entorno social. El individuo va a reaccionar frente al mundo desde la suscepti-
bilidad, la suficiencia, a veces desde la envidia y el despecho. Va a manifestarse con irritación
frente a su contexto y va a sentirse frustrado por no tener toda la atención.” (CENDRYNN:
Scènes de Criminologie: Criminologie Clinique”, en www. Scenescrimes.blogspot.com).
180 CésaR Herrero Herrero
cer, ante él, como agradable y provechoso. Sin que el sujeto activo, de perso-
nalidad notablemente versátil, fluctuante, sea capaz de prever las probables
inconveniencias de su acto. Esta versatilidad se manifiesta, por supuesto, en
su emotividad, en su afectividad y en sus relaciones interpersonales. En fin,
pasa, con gran fluidez, de una situación a otra, con respecto a su humor207.
c) Agresividad. Derivado, el nombre, del término latino “aggressus (su-
pino de aggredior) equivale a significar (y nos vale también aquí el significa-
do): atacar, emprender, acometer, hacer frente...
La agresividad, “in genere”, no es igual a violencia. Porque existe una
agresividad positiva que, precisamente, es necesaria para alcanzar, haciendo
frente a los obstáculos que sobrevienen en el curso de la vida, dentro del or-
den moral, social y jurídico, las metas constructivas, orientadas a la legítima y
necesaria realización del ser humano.
Pero existe, asimismo, una agresividad negativa, la necesaria para llevar a
cabo las empresas ilícitas (incluido el crimen) haciendo frente, sin atender a la
moral, a lo social, al Derecho, a los obstáculos que a aquéllas se opongan.
Sin agresividad (ahora hablamos de la positiva) el hombre no sería capaz
de hacer nada o casi nada constructivo. Estaríamos, en efecto, ante un indi-
viduo abúlico e indolente. Tampoco el delincuente (ahora nos referimos a la
agresividad negativa) podría llegar a serlo de forma consumada, si esa agre-
sividad le faltase. Aunque dispusiera de un alto grado de egocentrismo y de
labilidad. Esta agresividad es la posesión del impulso necesario para vencer
o eliminar los obstáculos y las dificultades que lleva consigo el paso al acto
criminal.
Como advierte el mismo J. PINATEL, una vez descrita la imprescindibi-
lidad, para el paso al acto delictivo, de estar presentes el egocentrismo y la
labilidad: “… Esto no es todo; es necesario que el sujeto no se arredre ante los
obstáculos materiales susceptibles de hacer imposible la jecución del crimen.
Para que el sujeto venza estos obstáculos, para que tenga la fuerza de llegar
hasta el fin, hace falta que impulsos particularmente intensos le inciten a per-
207
El lábil se acerca, creemos, a la combinación que puede hacerse de los rasgos de per-
sonalidad que H.J. EYSENCK denomina neuroticismo y extroversión. El primero de estos rasgos
coincide con la noción de inestabilidad emocional. Mientras el extrovertido típico, en palabras del
dicho autor: “…Es sociable, le gustan las francachelas, tiene muchos amigos, renecesita tener
personas con quien charlar y no le gusta leer ni estudiar a solas. Anhela el bullicio, es dado a
correr riesgos, se excede y compromete a menudo, actúa de forma espontánea e impremedi-
tada y es generalmente un individuo impulsivo, Es aficionado a las bromas, siempre tiene una
respuesta oportuna y por lo general le gusta el cambio; es despreocupado, optimista, y le gusta
la “zambra y regocijo”. Prefiere estar en movimiento y haciendo cosas, tiende a ser agresivo, y
pierde los estribos en seguida. En suma, no tiene un firme dominio de sus sentimientos, y no
siempre es persona de fiar. (“Psicología: hechos y palabrería”, ya citado, pp.72-73.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 181
severar. Hay que poseer una agresividad mantenida para barrer los obstácu-
los que encuentra en el camino del crimen (iter criminis)”208.
d) La indiferencia afectiva. Consiste en la ausencia suficiente, en el que de-
cide pasar al acto criminoso, de resonancia endotímica, de sensibilidad empáti-
ca y moral para con la persona del prójimo y, por lo mismo, con la desventura,
desgracia o daño, que vaya a sobrevenirle con la acción delictiva. Si esta ausencia
no se diera, aunque estuviesen presentes los otros tres elementos, el individuo
no pasaría al acto. Porque, entonces, no fallaría el último freno inhibidor. WAEL
HIKAL la define como ausencia de sentimiento, distorsión de la expresión de las
emociones, aplanamiento afectivo, “falta de emotividad o inhibición de los afec-
tos”209. Naturalmente, por parte del sujeto activo con relación a la víctima.
Una vez hecha esta exposición en torno a los rasgos nucleares de la per-
sonalidad criminal, enunciados por el gran criminólogo galo, ha de tenerse
en cuenta lo que ya hemos advertido sobre la teoría de la personalidad crimi-
nal y sus trazos en orden a que ésta pueda mantener su virtualidad efectiva.
Lo hicimos más arriba (al hablar del mismo criminólogo galo) apelando a un
texto sintético de Marc La BLANC. (Recuérdese que decíamos que esos ras-
gos, para ser efectivos, han de poseerse en grado superior a la media y que
han de actuar en confluencia recíproca, en constelación.
Como ya hemos adelantado, más arriba, estos tres autores, que trabajan
en colaboración entre ellos, siendo de ordinario el enlace Marc LE BLANC,
aseguran que, en sus investigaciones con jóvenes ajusticiados, los rasgos
(ellos denominan síntomas), que fundan la personalidad criminal, a la que
denominan personalidad egocéntrica, son tres: El enraizamiento criminal, una
asocialidad o disocialidad que perdura y un egocentrismo exacerbado.¿En qué con-
sisten? En lo siguiente.
a) El enraizamiento criminal. Este fenómeno del enraizamiento criminal
se manifiesta a través de cómo se inicia y continúa el proceso de actividad cri-
2005, en Capitulo VII, VII.6. 4 (Indifrencia afectiva). Según este autor, el afectado por esta in-
diferencia se muestra con esta notas: “carencia de contactos afectivos con el entorno; falta de
emotividad, embotamiento afectivo, falta de amor al prójimo, pobreza afectiva; insensible al
sufrimiento de la víctima; el sufrimiento ajeno le estimimula (sadismo); deficiencia para esta-
blecer relaciones; introversión e inmadurez emocional.” (Mismo trabajo y lugar).
182 CésaR Herrero Herrero
minal, en los sujetos activos examinados. Se integra por tres fases, a través de
las cuales se desarrolla el acontecer criminal: la activación, la agravación y la
saturación del mismo. Por medio de tales fases puede percibirse cómo el fe-
nómeno delincuencial se protagoniza por sus autores, reuniendo precocidad,
frecuencia, duración, variedad criminosa. Que, además, va, graduativamente
“in crescendo” en su gravedad y orientación ilícitas, según aquéllos van lle-
gando a las distintas etapas de su niñez, adolescencia y primera juventud o
según los distintos tramos de edad.
En este último sentido, Marc LE BLANC (y lo que dice puede atribuirse al
resto de dichos autores) escribe: “De forma breve. Este proceso en cinco estadios
significa que la aparición de la delincuencia sobreviene en el curso de la latencia,
con la comisión casi exclusiva de hurtos. A continuación, la exploración llega al
principio de la adolescencia con robo con escalo (à l’étalage) y vandalismo, para
transformarse en explosión en la mitad de la adolescencia, comprometiéndo-
se con delitos muy graves, sea el robo de vehículos de motor, sea el robo sobre
personas, el robo simple y, ante todo, el robo con fractura (“avec effraction”) del
que hay que anotar que, por su duración, este tipo de delito constituye la es-
pina dorsal de la evolución de la actividad delictiva. Ésta se amplía al final de
la adolescencia con una suerte de conflagración donde emergen delitos todavía
más serios, tales como los asaltos, el robo cualificado, el delito sexual, el tráfico de
drogas ilícitas, para acabar, al comienzo de la edad adulta, sea en una criminali-
dad astuta, representada por los recursos al fraude, sea en una criminalidad de
violencia articulada alrededor de conductas homicidas”210.
b) La asocialidad o disocialidad. Otro de los rasgos o síntomas, consti-
tuyentes de la personalidad delincuente, es la asocialidad o disocialidad del
que la posee. Pero, ¿por qué la presencia, en él, de esta disocialidad o asociali-
dad? Los jóvenes delincuentes “devuelven” lo que los grupos sociales, sobre
todo los de la primera socialización, les administran.
De acuerdo con sus trabajos de investigación (ya veremos cuáles en el
lugar oportuno), los factores disfuncionales del “medio” tienen gran influen-
cia en los niños, adolescentes y jóvenes. Se confirma, según sus datos, dicen,
un encadenamiento criminógeno, el impulso hacia la perpetración de delitos,
siendo cada vez más fuerte en la medida en que tales factores se suceden y
y se adicionan. Y, así, los factores predisponentes estarían representados por la
familia y el medio socioeconómico. Los factores precipitantes actuarían en la
escuela y en los espacios y tiempos de diversión o evasión. Los factores des-
encadenantes habría que atribuirles a la presión social, a la influencia de com-
pañeros o amigos (“pares”) marginales y al enrolamiento o compromiso con
otras formas de conducta desviantes.
210
Marc LE BLANC: “La Criminologie Clinique, un bilan rapide…”, ya citado, p.125.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 183
211
M. FRÉCHETTE y M. LE BLANC: “Délinquances et délinquants”, Gaetan Morin,
Boucherville, 1987. Marc LE BLANC: “La Criminologie Clinique, un bilan rapide…”, ya citado,
pp. 126-127.
212
Marc LE BLANC, trabajo anterior, pp.128-129. También, J. MORIZOT y M.
LEBLANC: “Le rôle des pairs dans l’émergence et le développement de la conduite délinquan-
te”, en Revue Canadienne de Psychoéducation, 29 (2000) pp. 87 y ss.
184 CésaR Herrero Herrero
en dosis más allá de la media, es, para estos autores, el elemento que aglutina
la estructura de esta clase personalidades.
No es extraño, pues, que la estructura de la personalidad egocéntrica, ca-
racterizadora de los delincuentes en sentido criminológico, aparezca ya ins-
talada, en los correspondientes individuos, a los diez años de edad. Según
estos investigadores, en el curso de la adolescencia evolucionaría más bien
poco y se atenuaría, muy notablemente, durante la juventud. Después, per-
manece prácticamente invariable.
Esta organización personal, egocéntricamente estructurada, arraiga en un
tejido de actitudes donde dominan la desadaptación social de fondo, la inefica-
cia, la negatividad y la inseguridad. Algo que, con respecto al plano intrapsíqui-
co, marca la calidad de la vida cognitiva y afectiva, y que provoca una cerrazón
para con los otros seres humanos213. Todos los estímulos exógenos que llegan a
estos individuos se “egocentrizan” y, en esta “sintonía”, se elaboran las respuestas.
Finalizando: ¿Cómo ha de catalogarse esta noción de “personalidad de-
lincuente”, de acuerdo con los síntomas o trazos descritos por estos autores?
Desde luego, no se trata de una única visión psicológica de la misma. Ya ve-
remos la variedad metodológica que estos investigadores utilizan en sus es-
tudios. Ellos mismos vienen a decir que: “A diferencia de los constructos de
psicopatía y de personalidad antisocial, nuestra definción se presenta como un
grado antes que de un estado. Se trata, pues, de una perspectiva continua; es
decir, que permite situar al conjunto de los delincuentes y de los no-delincuen-
tes sobre un “continuum” con respecto a cada uno de los predichos síntomas.
Por su parte, las nociones de psicopatía y de personalidad antisocial permiten
caracterizar el estado de una proporción limitada de delincuentes. Lo que es
más, a partir de los indicadores de dichos tres síntomas, nos ha sido posible
identificar tipos definidos de delincuentes. Que serán: de estructura psicopáti-
ca 38%, neurótica: 12%; marginal:20% o inmadura:30%”214. Reiteremos que su
visión no es determinista para los supuestos no definidos psiquiátricamente.
213
Marc LE BLANC y Julen MORIZOT: “La personnalité des délinquants…”, prece-
dentemente citado, pp.38 y ss.
214
M. LE BLANC y J. MORIZOT, trabajo precedentemente citado, p.38.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 185
215
J. PINATEL: “La Criminologie d’aujourd’hui”, en Déviance et Societé, Vol. 1, 1 (1977)
p.90.
186 CésaR Herrero Herrero
216
M. LE BLANC y J: MORIZOT: “La personnalité des délinquants de la latente…”, ya
citado, p.65. Ver R. J. SAMPSON y J. H. LAUB en: “Crime in the making”, Harvard University
Press, Cambridge, 1993. En cuanto al proceso de evolución de la personalidad como factor
criminógeno, ha de relacionarse con la hoy denominada “Criminología del Desarrollo”, a la
que Wael HIKAL sitúa diciendo de ella que es la que “estudia la evolución de los seres hu-
manos desde el nacimiento hasta la ancianidad. Por tratarse de criminología, ésta estudiará
además los problemas que se presentan en cada etapa del desarrollo para poder determinar
qué dificultades fueron las que influyeron en el sujeto como factores criminógenos para que su
conducta se tornara antisocial, y con el conocimiento de éstos, realizar la prevención. El crimi-
nólogo desarrollista ha de estudiar qué conductas tiene una persona adulta para saber en qué
momento de su desarrollo algo estuvo mal y no le permitió continuar de manera adecuada. La
técnica por excelencia será la historia, habrá que ir al pasado de los sujetos para entender su
conducta en el presente. (…)El crecimiento se explica por medio de etapas del desarrollo, cada
una de las cuales es una fase distinta de la vida, caracterizada por un conjunto particular de
capacidades, emociones, motivos o conductas que forman un patrón de comportamiento. Una
teoría del desarrollo debe reflejar el intento de relacionar los cambios en el comportamiento
con la edad cronológica del sujeto; es decir, las distintas características conductuales deben
estar relacionadas con las etapas específicas del crecimiento.” (“Criminología psicoanalítica,
conductual y del desarrollo”, Flores Editor, México, 2009, pp.16-17 (Capítulo II de la obra).
217
D. LAGACHE: “Psicoanálisis y estructura de la personalidad”, Ryaumont, julio,
1958.
218
Noel MAILLOUX: “Le criminel triste meconnu de la Criminologie ccontemporai-
ne”, en Revue Internationale de Criminologie et Police Technique, 1 (1984) pp. 21 y ss.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 187
por sus teorías respectivas: “Teoría integradora” y “Teoría del estilo de vida
criminal”. La primera, con sus cuatro fases para explicar una carrera delicti-
va: Motivación, obligada elección de métodos para delinquir, creencias criminógenas
interiorizadas y el papel de las circunstancias o situaciones en las tomas de de deci-
siones219. La segunda de las teorías, elaborada para el delincuente crónico, con
el señalamiento de cuatro aspectos relevantes: las condiciones, la elección,
la cognición y el comportamiento mismo220. Robert CARIO se manifiesta en
la misma línea en torno a esta cuestión. Y, así, escribe: “No es inútil recalcar
que gran parte de las investigaciones criminológicas disponibles ponen en
evidencia las características particulares respecto de los delincuentes, auto-
res de hechos graves o, más generalmente, delincuentes crónicos. En el exa-
men, las semejanzas, si no en los conceptos o las expresiones, con las propo-
siciones renovadas sobre la personalidad criminal, son bastante flagrantes.
En este sentido, trabajos mayores revelan la influencia, sobre el paso al acto,
del sentimiento, vivido por el delincuente, de injusticia padecida, de su bajo
control de sí, de su presentismo, de su fragilidad, de la prevalencia de su pla-
cer/provecho sobre los daños causados a las víctimas. En el mismo espíritu,
las nuevas investigaciones sobre la prevención precoz de los comportamien-
tos criminales indican netamente que, entre los factores de riesgo de paso
al acto criminal, aislado o reiterado, en un futuro más o menos próximo, las
características individuales juegan un papel de primer plano: hiperactividad,
impulsividad, egocentrismo, dificultad para reflexionar sobre las consecuen-
cias de los actos puestos, indiferencia con relación al perjuicio del prójimo.
Intencionadamente, M. CUSSON llama la atención todavía sobre que “todo
individuo, cuya integración deja mucho que desear, es sujeto de desviación,
que se realiza tanto para el suicidio como pata el crimen”221. (De estos auto-
res hablaremos más adelante en relación con los factores criminógenos, de forma más
monográfica…)
¿ Pero qué entendemos, aquí y ahora, por factores? No los entendemos
como causas naturales o como elementos ontológicos que conllevan produc-
ción de efectos de manera determinista, físicamente infalible. Los entende-
mos como causas en el sentido de las ciencias empíricas del comportamiento.
Es decir, como fenómenos o variantes (estímulos, incentivos, motivaciones,
condicionamientos, impulsos…) que impelen al individuo a pasar al acto
delincuencial, pero sin anular, en principio, la capacidad de autodetermi-
nación (libertad) del ser humano afectado. Los factores referenciados (sean
219
Sobre esta materia, puede verse D. P. FARRINGTON: “Longitudinal Research on
crime and delinquency”, M. Tonry y N. Morris edtrs., 1979.
220
G. WALTERS: “The criminals Lifestyle”, edt. Sage, Newbury Parck, 1990.
221
R. CARIO: “Jeunes délinquants. À la recherce de la socialisation perdue”, Edit.
L’Harmattan, 2ª édition, Paris, 1999, pp.178-179.
188 CésaR Herrero Herrero
Esta cuestión reviste una gran relevancia. ¿Por qué? Porque, en la medida
en que estos rasgos fuesen absoluta o casi absolutamente rígidos ex se, resul-
tarían inmodificables, irreversibles. Y, con ello, renuentes a cualquier clase
de Tratamiento, fuera o no científico. Por tanto, los delincuentes afectados
por esa organización estructural en que la personalidad criminal consiste, ha-
bría que ponerlos al margen de cualquier programa de reeducación y reinser-
ción social de las penas.
Ana Mª Favard quien, describiendo lo que hay sobre esto, comenta: “La lógica inherente a las
investigaciones longitudinales es que la observación de la evolución de un fenómeno en el
tiempo permite explicarlo. El orden temporal es, de buenas a primeras, elevado al significado
de orden causal, implicando que lo precedente es prenda de etiología o que el aspecto crono-
lógico da cuenta del surgimiento del fenómeno. Este tipo de paradigma es particularmente
sensible en la evocación de la edad, o más precisamente de la precocidad como factor de de-
lincuencia persistente grave y de enrolamiento en carrera criminal. Así, si la curva de edades
es generalmente confirmada en los estudios longitudinales criminológicos (“demarraje” hacia
los 8-10 años, después progresión con dos picos, uno a los 16 años, el otro a los 21, después
regresión a partir de los 25 años), ello asevera que en el estudio de la evolución hacia la carrera
criminal, la precocidad es interpretada como predictor de duración, de frecuencia, de varie-
dad, de la actividad criminal. Pero la edad no debe interpretarse indebidamente como factor
de riesgo, sino como marcador de riesgo. El marcador es en efecto un falso criterio de causa-
lidad. (…) Entre la edad de entrada en la delincuencia (precocidad) y la delincuencia ulterior,
hay una variable intermediaria, que es de hecho explicativa: la personalidad. La precocidad
de la entrada en la delincuencia corresponde a la estructuración precoz de una personalidad
delincuente, diagnosticable desde la edad de 10 años.” (“Politique criminelle appliquée…”,
precitado, pp.113-114).
224
El “análisis estratégico del delito”, propuesto por M. CUSSON, concibe el crimen como
un acto, una actividad o un comportamiento destinado intencionalmente a producir resulta-
dos. Todo ello, desde una lógica o racionalidad característica, propia, elaborada desde las opor-
tunidades que les son ofrecidas al actor, teniendo en cuenta, de forma simultánea, la conducta
o reacción de sus potenciales o actuales oponentes. Aquí, en el análisis, interesa sobre todo
el acto más que el agente. Interesa lo que el actor hace más que lo que es o cómo es. Es algo
similar, desde mi punto de vista, al planteamiento de las “criminologías de las actividades ru-
tinarias o cotidianas”. (Puede verse M.CUSSON: “Prévenir la delinquance. Les méthodes efficaces”,
PUF, Paris, 2002; “La Criminologie·, Edt. Hachette, 1998, pp. 67 y ss.
225
Ana Mª FAVARD: “Politique criminelle…” precitado, p.113.
190 CésaR Herrero Herrero
¿Qué decir, entonces, sobre esta cuestión planteada? Que, en los delin-
cuentes no psiquiátricamente definidos, esos rasgos son sobrevenidos, y for-
mados y mantenidos desde factores no deterministas. Y, si tales “causas” no
son deterministas tampoco los efectos son en sí indelebles. Lo que no quiere
decir que no mantengan una cierta estabilidad (propia de cualquier organi-
zación estructural), al menos mientras no sean sometidos a intervención neu-
tralizadora o mitigante.
Desde este punto de vista, Le Blanc y Otros hablan de perspectiva evo-
lucionadora de la “personalidad egocéntrica”, describiendo las características
evolutivas propias en cada etapa de la vida por la que el sujeto atraviesa en
compañía de tal personalidad (latencia, adolescencia, edad adulta…)226. Y si
cambia la personalidad en sí es porque cambian sus rasgos. Hay no pocos
estudiosos del tema que sostienen que la personalidad (sea o no criminal) es
una construcción en evolución y que no hay que ver contradicción entre rela-
tiva estabilidad y cambio227.
Ha sido Giacomo CANEPA el que asegura también, con vigor, que las in-
vestigaciones por él realizadas ponen de manifiesto:
— Que los factores múltiples (biológicos, psicológicos y sociocultura-
les), que inducen a la conducta delincuente, del que está afectado
por personalidad criminal, están en conexión con ciertos trazos psi-
cológicos, tales como la impulsividad, la indiferencia afectiva, el ego-
centrismo, la agresividad, la oposición y el escepticismo.
— Que esos trazos psicológicos son modificables por la influencia de
factores ambientales sobre el desarrollo y evolución de la personali-
dad. Por lo que ha de sostenerse que: “…La personalidad criminal es
modificable y plástica, dado que se puede modificar bajo el influjo
de factores culturales y sociales, y que estos factores devienen en cri-
minógenos en la medida en que cada sujeto los acepta en el fondo
de su propia psicología hasta el punto de modificar la imagen de sí
mismo (“identidad negativa”), considerada como “el nudo en torno
al cual tales trazos se organizan (STAGNER y SOLLEY).”
— Que estas consideraciones nos permiten concluir que la personali-
dad criminal, evaluada desde una perspectiva actual, resulta ser de
226
Así M. LE BLANC y J. MORIZOT: “La personnalité des délinquants de la latente…”,
ya citado, pp. 40 y ss.
227
Sobre esta realidad, puede verse S.K. WITHBOURNE y OTROS. “Psichosocial
Development in adulthood”; en Journal of Personality and Social Psychology”, Vol. 63, 2 (1992)
pp. 260 y ss.; S. SOLDZ y G. E. VAILLANT: “The big five personality traits and the life course”,
en Journal of Research in Personality, Vol. 33 pp. 208 y ss.; J. L. WEINBERGER: “Can persona-
lity change?”, en Vol Col. del mismo título, dir. By T.F. Heatherton y J. L. Weinberger, A.P.S.
Association, Washington, 1994.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 191
228
G. CANEPA: “La personnalité criminelle. Orientation traditionnale de la recher-
che, intérêtactuel et perspectives d’avenir”; en Revue Internationale de Criminologie et Police
Technique, 1 (1987) pp.28 y ss.
229
Chr. DEBUYST: “Modèle éthologique et Criminologie”, edit. Mardaga, Bruxelles,
1985.
230
J. PINATEL: “Connaissance scientifique el Criminologie clinique”, en Revue de
Science Criminelle et Droit Pénal Comparé, 1 (1988) p.144.
231
Giacomo CANEPA: “Personnalité criminelle…”, ya citado.
232
Ana Mª FAVARD: “Opérationnalisation et validation du modèle clinique de person-
nalité criminelle”, Ed. Sauvegarde de l’Enfance du Pays Basque, Bayonne, 1985.
192 CésaR Herrero Herrero
Marc LE BLANC: “La Criminologie Clinique, un bilan rapide des travaux sur
233
LOS ELEMENTOS
COMPLEMENTARIOS O PERIFÉRICOS
DE LA PERSONALIDAD CRIMINAL.
OBJECIONES O CRÍTICAS A ESTE CONCEPTO
A. INTRODUCCIÓN
unos, ésta se presenta débilmente, para otros actúa fuertemente. (…) No hay, pues diferencia,
aquí, de naturaleza entre los hombres sino solamente diferencias de grado”. (“La Criminologie”,
Edit. Spes, Paris, 1960, p. 98).
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 197
236
Citado por Giuliano VETTORATO, en sus “Apuntes” sobre “La devianza giovanile:
Disagio, disadattamento, rischio”, en su Capitolo VIII, Università Salesiana di Roma, 2011, p.144.
(En http://vettorato.unisal.it/contenuti/CAP-08.pdf).
237
Con relación con lo que se expone en texto, Luigi VIGGIANI invocando a G. Gozzer,
hace observar: “ Es útil tener presente en mente que cada individuo tiene su propio ritmo de
desarrollo, el cual condiciona, de modo diverso, el adaptamiento a la vida. En efecto, ante
un idéntico estímulo significativo, proveniente del exterior, cada persona responde con un
particular tipo de reacción y, sucesivamente, un particular tipo de acción.” Se trata de estados
de ánimo no conscientes que estimulan y orientan el pensamiento y el actuar, diferenciando
en cada uno el modo de hacer y de reaccionar en relación con las condiciones de la realidad
en que vive. Son elementos constitutivos del carácter, definido por Heuyer como “el conjunto
de las tendencias afectivas, innatas o adquiridas, que orientan las reacciones del individuo en
particular de acuerdo a las condiciones ambientales en que vive”. La adaptación social asu-
me características y manifestaciones particulares en cada fase del desarrollo tanto físico como
psíquico y están en relación con el grado de inteligencia, de experiencias y con el tipo de rela-
ciones personales y sociales, cuya “normalidad” no debe ser en absoluto preconstituida, sino
contemplada en referencia a los “específicos criterios que vienen utilizados para establecerla,
en un determinado sistema social y un determinado momento histórico”. (“Disagio, devianza
minorile e risposta instituzionale”, Edt. Aracne, Roma, 2003, pp.18-19).
198 CésaR Herrero Herrero
compañía de los otros, que tiene, a su vez, como objetivo, el de superar jun-
tos los obstáculos impuestos por el ambiente o por el contexto social, obstá-
culos que cada uno, aisladamente, no alcanzaría a vencer. (Con este fin, por
ejemplo, se piensa en la subdivisión del trabajo como práctica colaborativa
para optimizar los resultados)”238.
Es claro que el hombre adaptado se manifiesta beneficioso y solidario
en las principales facetas de la vida social: Trabajo, relaciones con los de-
más…Respetuoso con los derechos del prójimo y con el cumplimento de las
propias obligaciones para con él. Naturalmente, algo que espera, de forma
razonable, que se lleve, asimismo, a cabo con él. Porque es, en esta recipro-
cidad, donde el ser humano adaptado se siente con la suficiente autoestima
y sintonía con los propios sentimientos, en consonancia con su constructiva
conducta social.
Y todo ello, con fidelidad a la constancia. El ser humano no adquiere una
sola y misma adaptación social para siempre. Podríamos decir que ha de estar
siempre readaptándose para poder estar socialmente readaptado.
O, en fin, el hombre adaptado, aunque tentado por impulsos de egocen-
trismo, labilidad, agresividad, indiferencia afectiva, siempre inferiores en
intensidad a los del individuo poseedor de personalidad criminal, es capaz,
salvo excepciones, de representarse al otro, aunque fuere de forma intuitiva,
como un tú y no como un ello, desplegando con él sentimientos de simpatía
humana y, por lo mismo, considerándole digno de los mismos derechos y
respeto que a él mismo se atribuye. Como reflexiona Gabriel MARCEL, desde
los criterios de la Filosofía existencialista cristiana:
“No es la esencia en tanto que naturaleza lo que yo capto en el tú. En efecto,
cuando yo trato al otro como un ello le reduzco a no ser más que naturaleza:
un objeto animado que funciona de tal manera y no de tal otra. Al contra-
rio, tratando al otro como un tú, yo le trato, yo le comprendo como libertad;
yo le percibo como libertad porque él es también libertad y no solamente
naturaleza. Aún más, yo le ayudo en cualquier situación a ser liberado, yo
colaboro a su libertad –fórmula que parece extremadamente paradójica y
contradictoria, pero que el amor no deja de verificar. Mas, por otra parte, es
en tanto que libertad que él es verdaderamente otro; en tanto que natura-
leza, en efecto, él me aparece idéntico a éste que yo mismo soy en tanto que
naturaleza, y es sin duda por este sesgo y por este sesgo solamente que yo
pueda obrar sobre él por sugestión (confusión tremenda y frecuente entre
la eficacia del amor y ésta de la sugestión)”239.
Gabriel MARCEL: “Étre et avoir”, del “Journal Métaphysique”, cita en texto de Clemente
239
FERNÁNDEZ: “Los filósofos modernos. Selección de textos”, B.A.C., Madrid, 1976, nº 1962.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 199
En este sentido, el profesor VETTORATO advierte que, por tales razones de comple-
240
jidad y dificultad, relacionadas con el proceso de adaptación, “... Parece evidente que es fácil la
verificación de continuas crisis, conflictos y fracasos en su actuación, así como es obvio que ello
requiera continuados esfuerzos aún de grande intensidad. Por estas razones, frecuentemente,
también el individuo que no tiene especiales dificultades existenciales y que manifiesta un
comportamiento “normal” mantenido (y, por ello, sustancialmente adaptativo), puede llegar
a vivir momentos de inadaptación, más o menos grave, de breve o prolongada duración, sin
que por eso incurra en patología comportamental. Que ésta última, en efecto, se realiza sólo
cuando el comportamiento global del individuo es disfuncional, cuando no hay lugar a mani-
festarse con una conducta congrua, con respuestas adecuadas a los estímulos del ambiente y
funcional respecto de su necesidad interior, cuando no se empieza a activar una provechosa
relación de cambio entre el propio yo y las condiciones de su ambiente social.” (Trabajo ya cita-
do, pp. 146-147).
200 CésaR Herrero Herrero
241
R. BOCCIERO: “Indagine filosofica sul disadattamento e sulle difficoltà comunicative
dell’uomo nel contesto sociale contemporaneo”, en Filosofia e Logos, iuglio (2011) p. 1 del estudio.
(Puede verse en http://www.filosofiaelogos.it/Pagine/disadattamento_delluomo.html).
242
L. VIGGIANI: Trabajo ya citado, p.16.
243
En el sentido del texto, ha escrito M. MALAGOLI: “El individuo desadaptado es
una persona que ha padecido privaciones o carencias afectivas. Ha tenido, a menudo, padres
inadecuados, hostiles o rehusantes, que no han corrido el riesgo de desarrollar el “sentido
social” del niño. En contra de las variadas manifestaciones de rechazo por parte de los geni-
tores, los mecanismos de conducta social y de control no han sido interiorizados, el proceso
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 201
También, aquí, para concluir este apartado, como hemos hecho con res-
pecto al concepto de adaptación, aclaremos que, con relación al concepto de
inadaptación, cabe una visión parcial y marginal del contenido del mismo,
en virtud de la cual, es posible hablar, simplemente, de inadaptación, en base
a la inadecuada (por ilegal) aplicación y destino, por parte del individuo, de
los medios operativos institucionales o sociales. Estando, sin embargo, extraor-
dinariamente bien adaptado a ciertas metas, “valores” u objetivos, vigen-
tes, al menos de hecho, en la sociedad como tal. Es el caso de las situaciones
descritas por el concepto de anomia de E. Durkheim y, sobre todo, de R. K.
MERTON244, donde los infractores comparten, de forma intensa, determi-
nadas metas u objetivos de una parte de la sociedad, siempre influyente
e impregnante de determinadas “valencias” sociales. Informadas en una
“cultura” de inversión de valores, donde lo económico es elevado al valor
supremo de la pirámide comunitaria (acaparamiento de la cultura del tener
sobre la del ser). Situación en la que la sociedad se manifiesta claramente
criminógena245. Y muchos ciudadanos también, al participar de esos mis-
mos subvalores sociales que, para encarnarlos, acuden a los medios que,
institucionalmente, se consideran inadaptados por ilícitos.
Es a esa cuestión a la que parece hacer referencia J. VALVERDE MOLINA
cuando comenta: “… En el proceso de inadaptación social, o de adaptación
social al contexto, se pueden distinguir al menos dos situaciones fundamen-
tales: 1º Situación de Inadaptación objetiva: Una situación en la que el comporta-
miento desadaptado es plenamente utilitario. Su objetivo es alcanzar las me-
tas sociales adaptativas por medios distintos a los considerados “adaptados”
por el sistema social. Pero a menudo los más eficaces, e incluso los únicos
posibles en “su ambiente”: Situación anómica. En consecuencia, se trata de
de identificación viene perjudicado y la vida emotiva del menor queda orientada en sentido
egocéntrico, por lo cual la agresividad –no consiguiendo dirigirse hacia el interior y contribuir
a la formación de los mecanismos interiores de autocontrol—viene manifestada a través de
comportamientos antisociales.” (“Famiglia e adolescenti. Condizioni di rischio e risorse psi-
cosociali”; en Età Evolutiva, 53 (1996) pp. 99 y ss.) Sobre esta cuestión puede verse asimismo:
T. PONCE GONZÁLEZ, quien después de afirmar que: “El inadaptado social es una persona
que por su comportamiento en interacción con los demás y por su estilo de vida no encaja en
los patrones normales de comportamiento social, aceptados por la comunidad”, sostiene que
la inadaptación” no es el resultado de una relación lineal y unidimensional sino de la con-
fluencia interactiva de varios factores o contextos. La ambivalencia de la causalidad tampoco
se puede resolver (intrínseca/extrínseca: ¿El inadaptado nace o se hace?).” En su estudio: “La
inadaptación social en el sistema educativo”, en Innovación y Experiencias Educativas, 15 (2009)
pp. 3 y 4 del Trabajo.
244
A este respecto, C. HERRERO HERRERO: “E. La Anomia”, en su obra “Criminología.
Parte General y Especial”, ya citada, pp.462-463.
245
Sobre esta cuestión, puede verse C. HERRERO HERRERO: “Fenomenología
Criminal y Criminología Comparada”, Edit. Dykinson, Madrid, 2011, pp. 47 y ss.
202 CésaR Herrero Herrero
una inadaptación no a las metas sociales sino a los medios considerados legí-
timos por la sociedad para conseguirlos: “el inadaptado es un individuo tan
adaptado (a las metas) que se inadapta (a los medios) para adaptarse (a las
metas). Se trata de una situación que el individuo no vivencia como anormal,
pero que las instituciones de control social sí van a interpretar como desvia-
da, anormal, desadaptada o delincuente”246.
246
J. VALVERDE MOLINA: “Lo que libera al hombre es la cultura: Cultura y Educación en el
proceso de exclusión social y su papel en el proceso de inclusión”; Conferencia del autor en “Las Cuartas
Jornadas Nacionales y Seminario Interdisciplinario sobre Cultura y Educación en elproceso de inclu-
sión”, 8 de nov., 2006, p. 7 del estudio.
247
O. SPENGLER: “La decadencia de Occidente. Bosquejo de una morfología de la
Historia Universal”, trad. de M. GARCÍA MORENTE, Madrid, 1948, Vol. I, pp. 140 y ss.
248
E. B. TYLOR: “Primitive Culture”; Edit. Murray, London, 1871, p.1.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 203
249
En este sentido, escribe L. NGUIMFACK: “La delincuencia tiene, en efecto, una re-
lación con la adaptación social en tanto que proceso. Ella está asociada a falta de éxito en este
proceso. Ello quiere decir que una adaptación social eficiente constituye una protección contra
la delincuencia. El sujeto que está bien adaptado a la sociedad ha integrado a su personalidad
las reglas y las normas que prevalen y rigen los comportamientos y conductas en su seno.
Aquél (el bien adaptado) considera al otro como un valor cuyos derechos deben ser respeta-
dos. De la misma manera, la sociedad es para él un valor sublime, que no debe ser puesto en
cuestión. Un individuo así funciona en armonía con su grupo social. Su conducta en el seno de
este grupo y el equilibrio de su personalidad en su globalidad dependen de ello. Esto no se da
para el delincuente cuyos lazos sociales están perturbados. Está inadaptado socialmente, aun-
que adaptado a lo real (“au réel). La delincuencia se explica, pues, según este punto de vista
por un defecto de adaptación social.” (“Readaptation des mineurs délinquants placés en Institution
à l’environnement familial au Cameroun contemporain. (Implications des thérapies familiaux sys-
temiques)”; Tesis doctoral, Université Charles de Gaulle-Lille 3, École Doctorale “Sciences de
L’Homme et de la Societé, U.R.F. de Psychologie, 2008, p.92).
250
L. MUCCHIELLI habla de “disocialidad” (“Dyssocialité), para designar el ámbito
donde cabe albergar a los inadaptados sociales de verdad, a los que él llama “armada de los
“fuera de la ley” (“les hors-la-loi”), como: los vagabundos, los gangsters, los proxenetas, de-
fraudadores, los fuguistas inveterados, los truhanes, los delincuentes reconocidos o confirma-
dos… (Comment ils deviennent délinquants: genèse et développement de la socialisation et
de la dyssocialité”, E. S. F., Paris, 1986.).
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 205
251
Marc LE BLANC: “Le développement de la conduite delictueuse chez les adoles-
cents: de la recherche fondamentale a une science appliquée”, en Revue Internationale de
Criminologie et Police Technique, 2 (1995) pp. 167 y ss.
252
L. NGUIMFACK: Trabajo citado, p. 92.
206 CésaR Herrero Herrero
253
J. PINATEL: “La sociedad criminógena”, ya citada, pp. 81-82.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 207
medios utilizados… Sólo así podrá hacerse una idea documentada del perfil
del delincuente. (Por ejemplo, Los actos terroristas del 11-S ó del 11-M, por su
complejidad en la planificación, en la programación, la sofisticación de los me-
dios técnico-operativos de la ejecución, no pueden ser explicados atribuyéndo-
los a actores pasivos, de escasa inteligencia, sin capacidad creativa o de cálculo
para la sincronización de las fases y elementos, integrantes de tan complicada
operación criminal. Porque, efectivamente, tampoco en el campo del delito, na-
die da lo que no tiene ni obra de forma diferente a como es.
Todo ello quiere decir que el criminólogo clínico, a la hora de examinar al
delincuente concreto, no sólo debe investigar, para conocerle mejor, la intensi-
dad criminógena de su personalidad; sino, además de la determinación pro-
funda de su acción criminal, tendrá que ir al estudio (interpretándolo) de todo
el complejo operativo que ha dado cuerpo visible a tal acción. Porque esto, al
fin y al cabo, forma parte de los modos diferenciales de proyectarse externa-
mente el trangresor y ello tiene un significado complementario para conocer-
lo254. En esta onda, Marc STRANO, partiendo de un caso concreto, el de un
homicida, comenta: “La red para el análisis de los homicidas… no se concentra
solamente sobre las referencias motivacionales, sino que asume un cuadro con-
ceptual que somete a hipótesis a un homicida que presenta comúnmente una
capacidad para cuantificar y atribuir significado a la acción criminal que está
por realizarse, yendo al homicidio después de haber evaluado (aunque sea bre-
vemente) los riesgos, el miedo de ser capturado, la posibilidad de sanción, la
actitud del ambiente social con respecto a la acción, las sensaciones producidas
por la víctima, etc. En tal óptica debemos así considerar tres componentes espe-
cíficos: el autor, la acción y la víctima. Por lo que atañe al primer componente, al
autor, nuestro análisis deberá considerar algunos factores como las caracterís-
ticas físicas (edad, sexo, etc.), las características socioculturales (grupo social de
pertenencia, status social, religión, etc.) y las notas psicológicas (características
de la personalidad, agresividad, socialidad, etc.). Del segundo componente, la
acción, hemos de considerar el modo en que ha sido realizada, el lugar donde
se ha desarrollado, las eventuales situaciones que favorecen u obstaculizan la
misma, etc. Importante, en fin, es considerar las características de la víctima
(también en este caso las físicas, sociales y psicológicas) con el fin de compren-
der si la misma ha tenido un papel activo o pasivo en el área de la conducta
homicida y si tenía relaciones de cualquier género con el autor”255.
254
Conocer, por ejemplo, las aptitudes y actitudes positivas de un delincuente puede
hacer posible el intentar transformar esos aspectos positivos en factores protectores frente a la
delincuencia.
255
Marc STRANO: “Omicidi”, en su “Manuale di Criminología Clinica”, See Edizioni,
Firenze, 2003.
208 CésaR Herrero Herrero
A este respecto puede decirse algo muy parecido a lo que dijimos al tratar
del “estado peligroso.” Pues, como sabemos, el concepto de personalidad crimi-
nal se mueve en el ámbito de aquél.
Sintetizando, tres son los frentes desde los que se ha venido objetando y
criticando el concepto de tal personalidad:
1º Desde las Criminologías de la “Reacción social”. Para éstas, que par-
ten de un concepto sesgado de antropología, el concepto de personalidad cri-
minal es una transferencia que la Criminología tradicional hace, en relación
al estigmatizado como delincuente, siguiendo pasos del poder establecido,
elitista y discriminador. El individuo que reacciona con actos que los grupos
del “stablishment” juzgan como gravemente antisociales o antijurídicos no
hace otra cosa que dar respuestas de legítima defensa frente a las disfuncio-
nes sociales provocadoras e inductoras. Ante estas disfunciones, el indivi-
duo es irresponsable. Y, desde luego, sería arbitrario atribuirle personalidad
criminal.
El ser humano, para las filosofías de base que sustentan estas criminolo-
gías, no es más que un producto social. La delincuencia individual es puro
constructivismo criminológico. Hablar de delicuentes, de personalidad cri-
minal, es pura atribución y rotulación. Y, al fin y al cabo, instrumentos de
manipulación y control.
Naturalmente, se trata de corrientes ideológicas, pero no estrictamente
científicas. Aunque, sin negar que han realizado algunas observaciones inte-
resantes en el campo criminológico256.
2º Desde posturas criminológicas que, sin renegar, de forma absoluta,
de los postulados de la Criminología del paso al acto, científicamente se-
ria, se han contaminado con las aseveraciones de las criminologías de la
Reacción social. Es el caso, por ejemplo, como ya lo hemos indicado, de Chr.
Debuyst.. De aquí su aserto de que la Criminología Clínica está puesta al ser-
vicio de la represión penal, sin tener en cuenta el contexto sociopolítico y sus
violencias. Su tesis, al respecto (hemos hecho ya alusión a ella) la ha resumi-
do muy bien J. Pinatel, en su recensión al libro de aquél: “Modèle éthologique
et criminologie”. Y, así, escribe sobre este autor: “La expresión “violencia de la
criminología” ha sido extraída por Debuyst de G. Casadamont. Éste último,
en efecto, se ha preguntado si la criminología clínica, privilegiando el estudio
256
Sobre estas Criminologías puede verse C. HERRERO HERRERO: “Delincuencia
y criminología crítica o radical. La Teoría del Labelling Approach”, en “Criminología. Parte
General y Especial”, ya citada, pp. 379 y ss.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 209
257
J. PINATEL: “Connaissance scientifique et criminologie Clinique”, en Revue de
Science Criminelle et Droit Pénal Comparé, 1 (1988) p.143.
258
Ver sus estudios: “Le concept de dangerosité et un de ses éléments constitutifs: la
personnalité (criminelle)”; en Deviance et Societé, Vol. 1, 4 (1977) pp. 363-38; “Histoire des savo-
irs sur le crime et le peine”, Vol. 2, Edit. Larcier, 2008, sobre todo, en “B. Études comparatives.
2.- Débats autour de la notion de personnalité criminelle”, pp. 89 y ss.; “La personnalité crimi-
nelle”; Genève, 1982; “Criminologie clinique et inventaire de personnnalité. Utilisation
�������������������
quanti-
tative ou qualitative”; en Déviance et Societé, Vol. 13, 1 (1989) pp. 1-21; sobre todo, pp.5-13.
210 CésaR Herrero Herrero
y accionar del ser humano (aquí, del delincuente). En el fondo, ¿no está no-
tablemente presente, también, una concepción behaviorista de la conducta
humana?259
3º Desde autores críticos no con el concepto, sino con la metodología de
su elaboración. En este sentido, tales autores exponen que este concepto de
personalidad criminal, tal como está elaborado, parece sustentarse sobre un
base excesivamente estática, petrificada, siendo así que el ser humano es, por
naturaleza, dinámico, evolutivo. Que los rasgos nuclearmente constituyentes
son muy escasos en número. Que la metodología utilizada para adquisición
de los mismos ha sido demasiado unidireccional, sin diversidad… Que se tra-
ta de un concepto de personalidad criminal unido a “una racionalidad deter-
minista, lineal, de raíz positivista”.
¿Qué decir de todo esto? Que no es cierta ninguna de todas estas objecio-
nes. Porque los rasgos constituyentes son considerados evolutivos, dinámi-
cos, flexibles (recuérdese, por ejemplo, las investigaciones, ya descritas, de G.
CANEPA). Se ha llegado a ellos a través de metodologías múltiples (es el caso
de los trabajos de investigación de Marc LE BLANC y Otros, ya estudiados).
Y, desde luego, los rasgos constituyentes son los que las investigaciones cien-
tíficas dicen que son. Tampoco hay defensa de determinismos. Positivistas o
no. Al contrario, se habla de flexibilidad y de posible neutralización por trata-
miento científico voluntario. A modo de ejemplo, puede leerse lo que escribe
G. CANEPA:
“En efecto la personalidad criminal corresponde a un modelo operacional
de una estructura plástica y modificable, dándose por supuesto que la
259
A esto apuntan, de alguna forma, sobre Debuyst, autores como P. LAGIER y A.
NORMANDEAU, quienes comentan: “A propósito de la personalidad peligrosa, pues, y con
todos los matices deseables, C. Debuyst critica la criminología clínica basada sobre el concepto
de personalidad. Las características específicamente reconocidas a los delincuentes habituales
o persistentes, dice él, proceden de un punto de vista “vertebrado sobre la idea de que el com-
portamiento delincuente es expresión de características negativas de la personalidad” (p.21). Y
este punto de vista, prosigue él, “restringe considerablemente los elementos que nos parecen
estar como causa en una situación conflictiva susceptible de dar lugar a delincuencia” (p.22).
De aquí, la necesidad de “modificar las perspectivas e introducir el concepto de situación o de
posición ocupada `por el individuo” (p.21). Por relación a un grupo o por relación al otro esta posi-
ción determinará el sentido del comportamiento. (…) La demostración de Debuyst no explica por
qué la situación primaría sobre la personalidad en la determinación del sentido del compor-
tamiento. O bien, en efecto, se tiende a un “behaviorismo” estricto y el comportamiento no es
otra cosa que la respuesta ad hoc a un estímulo situacional, o bien se ha de aceptar forzosamen-
te que la situación inmediatamente percibida por el sujeto –en este caso, el delincuente– im-
pregna su personalidad tanto en lo que concierne a sus mecanismos cognitivos cuanto en sus
instancias inconscientes, hasta el punto de contribuir a su estructuración, sobre todo cuando
aquélla se repite.” (“Dangerosité et justice: la peur du criminel ou la peur de la criminologie?”; en
Criminologie, Vol.15, 2 (1982) pp. 106-107).
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 211
G. REFLEXIONES FINALES
260
G. CANEPA: “La personnalité criminelle. Orientation traditionnelle de la recher-
che, interêt actuel et perspectives d’avenir”, en Revue Internationale de Criminologie et Police
Technique, 1 (1987)pp.34-35.
212 CésaR Herrero Herrero
delincuentes, ésta es vista, pues, como un síndrome clínico. Según varias de-
finiciones de la personalidad de los delincuentes, el mismo comprende tres
categorías de síntomas: una conducta delincuente repetitiva, dificultades de
adaptación social y una estructura psicológica particular”261.
Que debe recordarse, asimismo, que el concepto de personalidad anti-
social, tal como fuera descrito por L.N. ROBBINS, a finales de la década de
los sesenta262, y tal como ha sido acogido por la AMERICAN PSYCHIATRIC
ASSOCIATION (DSM-IV)263, en 1994, no se aparta de la dirección, en el méto-
do y rasgos, seguida por la Criminología Clínica para el concepto de persona-
lidad criminal. M. ZUCKERMAN refiriéndose a los conceptos de ROBBINS
y de la A. P. A. señala, en efecto, que tal concepto de personalidad antisocial se
compone de rasgos y que estos rasgos son, fundamentalmente: la agresividad, la im-
pulsividad, la escasa empatía, el egocentrismo, el narcisismo, la irritación. ¿No son
estos rasgos básicamente reductibles a los ya expuestos, aquí, para la perso-
nalidad criminal, de la criminología clínica?
261
Marc LE BLANC y J. MORIZOT: “La personnnalité des délinquants de la latente à
l’âge adulte: stabilité ou maturation?”, ya citado, pp. 35-36.
262
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L. N. ROBBINS: “Deviant Children grown up”; Baltimore, 1966. �������������������
Sobre este particu-
lar, C. HERRERO HERRERO: “Delincuencia de menores. Trtamiento criminológico y jurídico”,
Edit. Dykinson, 2ª edición, Madrid, 2008, pp.110 y ss.
263
AMERICAN PSYCHIATRIC ASSOCIATION: “Diagnostic and statistical manual of
mental disorders”, Washington, 1994. Sobre esto, M. FERNÁNDEZ ZAVARSE: “Un enfoque
psicológico de la personalidad criminal. Introducción”; sobre todo, en “Conclusiones”. (Texto,
en www.buenas tareas.com/temas/cuadro…enfoque-psicologico/0).
Tercera parte
264
Chr. DEBUYST: “Criminologie et Éthique. Quelques reflexions sur l’oeuvre du
Docteur Étienne de Greeff: Psychanalyse de la violence”, en “Essais de criminologie clinique:
entre psychologie et justice pénale”, Edt. Larcier, 2009. Y, sobre todo, “Modèle éthologique et
criminologie”, Pierre Mardaga Éditeur, Bruxelles, 1985.
265
F. CARRARA define, en efecto, el delito como: “El quebrantamiento de la ley del
Estado, promulgada para tutelar la seguridad de los ciudadanos, derivado de un comporta-
miento externo del hombre, sea negativo o positivo, moralmente imputable y políticamente da-
ñoso” (“Programma del Corso de Diritto Criminale”; Firenze, 1860, en vol. I.
220 CésaR Herrero Herrero
269
R. GASSIN: “Criminologie”, ya citada, pp.43-44.
222 CésaR Herrero Herrero
Behavior: Crime, Conflict, and Interest Groups”; Pearson Education, Fight edition, 2007. Sobre
todo, los dos capítulos primeros. También: Howard B. KAPLAN: “Self-Referent Processes and
Explanation of Deviant Behavior”, en Vol. Col. “Handbook on Crime and Deviance, edt. By M.
D. KROHN y Otros, Springer, New York-London, 2009. Sobre todo, pp. 140 y ss.
271
H. GÖPPINGER: “Criminología”, Editorial Reus, Madrid, 1975, p.5.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 223
272
A. PIRES y F. DIGNEFFE: “Vers un paradigme des inter-relations sociales? Pour une
reconstruction du champ criminologique”, ya citado, p.17.
224 CésaR Herrero Herrero
273
Th. SLINGENEYER: “La nouvelle pénologie, un grille d’analyse des transformatio-
ns des discours, des techniques et des objectifs dans la pénalité”, en Champ Pénal/Penal Field,
Nouvelle Revue de Criminologie, Vol. IV (En ligne), 15 octobre 2007, p.3.
226 CésaR Herrero Herrero
penales? O, como decía nuestro JIMÉNEZ DE ASÚA, ¿ que: “…A pesar del
esfuerzo de los criminólgos para hablar de un “delito natural”, es lo cierto que la in-
fracción punible fue siempre un hecho contrario a Derecho”?
¿Lleva razón nuestro ilustre jurista con esta afirmación? No hay duda de
que, en una sociedad jurídica y democráticamente organizada, el delito no se
concibe, si previamente una conducta no está como tal penalmente tipificada
(es sagrado, aquí, el principio de legalidad para salvaguardar, precisamente,
el principio de seguridad jurídica). Nadie podrá ser detenido, ni acusado, ni
procesado, ni enjuiciado ni menos condenado, aunque fuese gravísamente
dañoso su comportamiento para la comunidad o sus miembros, mientras tal
comportamiento no se halle adecuadamente definido como infracción grave,
castigada con la correlativa pena, en una ley “ad hoc”. Si es esto lo que quiere
decir el gran penalista, lleva razón.
Si tratara, no obstante, de aseverar que, para crear delitos y penas,
asumibles sin reparos, basataría con que el legislador los hiciera entrar
en vigor mediante la correspondiente norma legal, no estaría en lo cierto.
¿Por qué? Porque así se estaría observando el principio de legalidad, pero
no el de legitimidad. En los Estados Sociales y Democráticos de Derecho,
en cuyo ámbito está llamado a vivir, desde luego el ser humano, los de-
rechos fundamentales del hombre forman el frontispicio de su filosofía
política y social de base. ¿Qué quiere esto decir? Que estos Estados, para
garantizar, frente a la amenaza de terceros agresores, la seguridad ciuda-
dana y, en lo posible, la de cada ciudadano, así como el libre ejercicio de
tales derechos y libertades, puede y debe hacerlo con las leyes penales
como instrumento, cuando no quede otro remedio. Es decir, utilizándolas
como “ultima ratio”. Y, en todo caso, procurando recortar, lo menos posi-
ble, y de forma ponderada, los derechos de los infractores. Siempre, tam-
bién, sujetos de derechos.
De otra manera. El estado ha de seguir en la creación de delitos y pe-
nas, el principio de proporcionalidad. Teniendo en cuenta la cantidad y ca-
lidad del mal causado para cuantificar y cualificar la pena. Naturalmente,
en los supuestos de no existir valores, bienes o intereses de la sociedad, o de
sus miembros, que defender a través de esa herramienta jurídico-penal, sea
por estar ante valores, bienes o intereses, no relevantes para la comunidad
(Principio de tutela penal sólo de determinados bienes y valores) no cabe la
creación de delitos. Sobre todo, cuando la pena impuesta hubiera de trascen-
der, desproporcionadamente, la limitación de derechos fundamentales del
culpable. Sería desproporcionado, por ejemplo, crear un delito para castigar,
con pena de privación de libertad grave o menos grave, el tirar los desechos
de plástico en el contenedor “general” de las basuras, en vez de en el desti-
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 227
274
Sobre estas cuestiones, puede verse C. HERRERO HERRERO: “Los principios jurídi-
co-penales fundamentales (derivados de la Constitución) en el Codigo penal vigente. Especial desarro-
llo del principio de culpabilidad”; en su obra: “Introducción al nuevo Código Penal”, Edit. Dykinson,
Madrid, 1996, pp.23 y ss.
275
Sobre esta orientación, o parecida, puede verse también, Marie Andrée BERTRAND
“Nouveaux courants en Criminologie”. Études sur la justice et zémiologie”, en Criminologie,
Vol. 41, 1 (2008) pp. 177-200.
276
Ver p. 48 de obra señalada en texto, ya citada.
228 CésaR Herrero Herrero
277
Sobre esta custión, R. BOUDON: Le Juste et le vrai. Études sur l’objectivité des valeurs et
de la connaissance”, edit. Fayard, París, 1995, pp. 23 y ss.
278
Así, por ejemplo, y en dirección de lo apuntado en texto sobre el constructivismo
criminológico, Antonella BETTI, después de exponer que la Criminología es la ciencia que es-
tudia los delitos, los autores, las víctimas, los tipos de conducta criminal y la consecuente reac-
ción social y las formas posibles de control y prevención, asegura que “el objeto fundamental
de estudio es el delito, cuya definición es exclusivamente social”. Que se han hecho, en el pa-
sado, tentativas de llegar a definir delitos naturales, al margen, como tales, de toda la cultura,
pero no se ha llegado, de hecho, a nada efectivo” pues el delito “no es un hecho biológico o
absoluto sino el fruto de alguna definción social que varía en función del tiempo (historia) y
del espacio (geografía), o sea que varía de cultura a cultura. Crimen, derecho y cultura son por
tanto conceptos profundamente interrelacionados entre sí.” (Ver su artículo “Criminologia &
Devianza Sociale”; texto, en www. servizisocialionline.it/articolo%20criminolog).
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 229
279
R. GASSIN: “De la peau de chagrin au noyau dur: Réponse a Jean-Paul Brodeur”; en Revue
Internationale de Criminologie et Police Technique et Scientifique, 1 (1998) pp. 65-66.
280
Concretamente, el trabajo de T. W. ADORNO, al que se sugieren en texto, es su
opúsculo “Minima Moralia”, publicado por el autor en 1951.
281
J. ORTEGA y GASSET: “Historia como sistema”, texto en “Los Filósofo modernos.
Selección de textos”, de Clemente FERNÁNDEZ, B.A.C., Tomo II, Madrid, 1976, pp.495-496.
“La filosofía de J. F. Herbart.IV. Ética”, en su obra “Ideas y creencias”, Colección Austral, Edit.
Espasa-Calpe, octava edición, Madrid, 1976, pp. 133 y ss.
230 CésaR Herrero Herrero
medida de todas las cosas282. El hombre no explica su ser desde sí mimo y, por
lo tanto, tampoco puede arrogarse capacidad para crear “ex novo” los bienes
y valores paradigmáticos. Ellos le preexisten. Sólo, peregrino del espacio y
del tiempo, tiene posibilidad de seleccionarlos y revestirlos de distintas for-
mas para tratar de vivirlos, a no ser que decida, alienándose, recusarlos. Lo
demás es desfondarse en puro relativismo. Es precisamente el mensaje de las
modernas Declaraciones “universales” de Derechos y de tantos filósofos de tan
diversas “ideologías.”
En la actualidad, serían las tablas supranacionales de “Derechos
Humanos” la fuente de esa moral de mínimos. Sería ésta, sobre todo, el núcleo
inviolable a proteger por el Derecho Penal y destinado a formar el contenido
de los delitos no artificiales283.
282
Agustín de Tagaste (el gran Obispo de Hipona) encarecía, para llegar a conocer la
realidad (objetiva) empezar conociéndose a uno mismo, entrando en la propia intimidad (en el
hombre interior), donde se nos revela la verdad de lo que somos, seres finitos y, por lo mismo,
mudables, contingentes. Lo que intelectualmente nos exige trascendernos a nosotros mismos en
busca del Ser Absoluto, fundante de los verdaderos conceptos de bien y de valor. (Es muy conoci-
da esa invitación agustiniana: “Noli foras ire, in te ipsum redi; in interiori homine habitat veritas;
et si animam mutabilem inveneris, transcende te ipsum”; in “De vera religione, 39,72). El mismo E.
KANT concluía que una ley para valer moralmente o ser el fundamento de una obligación debe
conllevar una necesidad absoluta de obedecerla. Que, por ejemplo, el mandato: “No debes men-
tir, no tiene validez limitada a los hombres, como si otros seres racionales pudieran desentender-
se de él, y asimismo las demás leyes propiamente morales.” Y ello es así porque el fundamento
de la obligación no está en la naturaleza del hombre o en las circunstancias del universo en que
habita, sino, “a priori”, exclusivamente en conceptos de la razón pura, no en fundamentos empí-
ricos, que es algo sin consistencia y coyuntural. Y de aquí concluía: “Obra de tal modo que uses
la humanidad tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin al
mismo tiempo y nunca solamente como un medio. (…) Siendo el sujeto fin en sí mismo, los fines
de éste deben ser también, en lo posible, mis fines… (…) Este principio de humanidad y de toda
naturaleza racional como fin en sí mismo, principio que es la condición suprema limitativa de
la libertad de las acciones de todo hombre, no se deriva de la experiencia…” (“Fundamentación
para la Metafísica de las costumbres”, trad. de M. GARCÍA MORENTE. Espasa-Calpe, Madrid,
1919, texto recogido en Clemente Fernández: “Los Filósofos modernos, Tomo I, B.A.C. Madrid,
1976, pp. 569 y ss). Y nuestro mismo A. MACHADO, desde su intuición poética, hacía mención a
la objetividad de la verdad (y, por tanto de la realidad como bien y valor) expresando: “La verdad
es lo que es/ y sigue siendo verdad/si la piensas al revés”; y también: “¿Tu verdad? No, la Verdad,/ y ven
conmigo a buscarla, / la tuya, guárdatela.” En “Canciones”, “Obras Completas”, Col. Austral, Espasa-
Calpe, Duodécima edición, Madrid, 1968, p. 208 Madrid).
283
En texto me refiero, sobre todo, a la “Declaración Universal de Derechos Humanos”
(10 de diciembre de 1948). Aprobado y proclamado por la O.N.U. Los hechos que precipitaron
el acuerdo de esta Declaración fueron, sobre todo, los macabros abusos contra el hombre, per-
petrados durante las dos guerras mundiales. El “Preámbulo” de la “Declaración” es explícita
a este respecto. Por ello, sus primeros “Considerandos” hacen hincapié en que “la libertad, la
justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de
los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana”. Y que, preci-
samente, ha sido este desconocimiento y menosprecio los que han originado “actos de barba-
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 231
Droit Pénal et de Criminologie, vol.15, 2 (1935) pp. 153 y ss. viene a decir, a este respecto, que
la cuestión consiste en saber cómo un individuo normal puede llegar a quitarse de en medio
a una persona a la que vive como obstáculo. También, por ejemplo, Chr. DEBUYST: “Les diffe-
rents types de “constellations psychologiques” liées à l’acte commis”, en su trabajo “La clinique crimi-
nologique à la croisée des chemins”, en Déviance et Societé, 1 (2010)pp. 71 y ss.
Capítulo once
EL DELINCUENTE
DESDE LA CRIMINOLOGÍA CLÍNICA
A. INTRODUCCIÓN
287
Sobre esta corriente totalitaria, “decisionista”, de Derecho penal, puede verse una
apretada síntesis, muy bien hecha, de J. Mª RODRÍGUEZ DEVESA –A. SERRANO GÓMEZ,
en su texto “Derecho penal español. Parte general”, Edit. Dykinson, Décimoquinta edición,
Madrid, 1992, pp.333-335. También, E. CUELLO CALÓN: “El futuro Derecho Penal Alemán”
(texto, en www.deredin.mec.es/documentos/00820073000061 pdf). Publicado por el autor en la dé-
cada de los curenta. Puede verse, asimismo:Andreas HOYER: “Ciencia del Derecho penal y
Nacionalsocialismo; en Revista Penal, 23 (2009) pp. 41 y ss.
236 CésaR Herrero Herrero
Recuérdese, sobre este particular. que hemos hecho referencia, con rela-
ción a una posible noción criminológica de delito, a criterios: legislativo, éti-
co-filosófico, sociológico, desde la visión de las criminologías del “paso al acto”
y de la “reacción social”, desde la óptica de la llamada por algunos “nueva peno-
logía, terminando con el concepto desde nuestra propia perspectiva.
Siguiendo, pues, esa misma senda para la noción del delincuente, ten-
dríamos, en consecuencia, que decir lo que sigue:
1º Aplicando un criterio puramente legislativo. Sería delincuente: La
persona,, jurídicamente capaz, que llevase a cabo, en forma consumada o en gra-
do de tentativa, una acción (en su caso, omisión) típica, antijurídica, culpable y
punible.
Esta definición no es suficiente para la Criminología. Sobre todo, para
la Criminología Clínica. ¿Por qué? Porque, en esta definición, cabe afirmar
también como delincuentes a sujetos activos de los que hemos denominado
delitos artificiales, fruto de un arbitrario proceso de criminalización.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 237
al tratar de definir al delincuente como “actor social” (acteur situé), parece mo-
verse dentro de esa visión un tanto sincrética, cuando expresa estar más cerca
de la concepción de los sociólogos de la Escuela de Chicago que de la visión
clínica positivista, centrada en la investigación de una diferencia cualitativa en-
tre delincuentes y no delincuentes. Advirtiendo, por ello, que no hay que caer
en el llamado por los psicosociólgos “error fundamental de atribución”. ¿Por qué?
Porque, en virtud de él, frente a un problema por complejo que sea, se achaca,
en exclusiva, al individuo concreto un conjunto de características, siempre ne-
gativas, como integradoras de su personalidad, como si tal individuo estuviera
y pudiera ser separado de su medio o de su grupo social, también responsable,
y también, por ello, revestido de variantes negativas y perturbadoras288.
“Hoy –escriben A. PIRES y F. DIGNEFFE– es sobre todo en la Escuela de
Lovaina en donde asistimos al desarrollo de una criminología clínica alterna-
tiva que toma muy en serio la contribución hecha por el paradigma de la defi-
nición social. Es más, esta escuela participa activamente en el trabajo de cons-
trucción de un tercer paradigma orientado a superar los dos precedentes. Éste
nuevo muestra que el paradigma de la definición no es enteramente inútil, como
se ha pretendido, desde un punto de vista práctico y clínico. Inversamente, se
puede percibir que la criminología clínica contribuye activamente a la reflexión
sociológica sobre los paradigmas.” Añadiendo en nota de la misma página, que
existen otros lugares en los que también se desarrolla una nueva perspectiva
clínica. Haciéndose referencia a los trabajos de LODE WALGRAVE, en Bélgica,
y de Humberto GATTI, en Italia, o de LAPLANTE en Québec289.
En todo caso, el delincuente, para esta corriente criminológica, es casi,
en monopolio, su circunstancia y, para los menos extremistas, mucho más su
circunstancia que cualquiera dimensión personal endógena.
5º Aplicando criterios de la autodenominada “nueva penología”. Esta teoría
criminológica sigue, a la hora de delimitar el concepto de delincuente, el mismo
camino que el andado para el delito. Si el crimen o el delito es, para ella, un fenó-
meno de riesgo nomal, detectable a través de instrumentos actuariales y la lógica
de la prudencia; gestionable, para prevenirlo en lo posible, como cualquiera otra
clase de riesgo social, el delincuente ha de ser concebido, más que como persona
racional y moralmente responsable, como individuo caracterizado por ser foco
de riesgo, relacionable con un subgrupo de referencia, casi siempre de clase mar-
ginada y, desde luego, poseedor colectivo de idéntico perfil.
Se pasa por alto el concepto de estado peligroso para calificarle. Lo que
interesa es poder determinar o prever qué peligro social (a través de su com-
288
Chr. DEBUYST: “Les paradigmes du droit pénal et les criminologies cliniques”; en
Criminologie, Vol.25, 2 (1992) pp. 49 y ss.
289
Autores precitados, en su estudio: “Vers un paradigme des inter-relations socia-
les?...”, ya citado, p. 23.
240 CésaR Herrero Herrero
Th. SLINGENEYER: “La nouvelle pénologie, une grille d’analyse…”, ya citado, p.5
290
del estudio. Sobre esta orientación, ve, también, C. HERRERO HERRERO: “Política criminal
integradora”, Editorial Dykinson, Madrid, 2007, pp. 145 y ss.
291
En este sentido, Max SCHELER, el filósofo del “mundo de los valores y la persona”,
afirma que el mundo de los valores es un mundo objetivo, independiente del acto o del hecho
de su captación y que, por ello, por ser mundo objetivo, posee, a priori, sus propias leyes. Lo
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 241
que afecta, también, a la modalidad de los valores espirituales, donde estarían los valores jurí-
dicos como tales y los éticos. (“El formalismo en la ética y la ética material de los valores”; trad. de H.
Rodríguez Sanz, Madrid, 1941).
242 CésaR Herrero Herrero
M. CUSSON: “La délinquance, une vie choisie. Entre plaisir et crime”, Edt. Cahiers
292
du Québec, Vol. 143, Hurtubise HMH, Québec, 2005. Ve, sobre todo, Introducción y el Capítulo
244 CésaR Herrero Herrero
Otros trabajos dicen poner de manifiesto que, por ejemplo, las disfun-
ciones familiares influyen en la formación de la personalidad del adolescen-
te poniéndole en riesgo de desviación y que, por ello, es un error descuidar
las implicaciones, en el desarrollo de la delincuencia juvenil, de la conducta
de los padres. Porque puede verse cómo, bajo la influencia de los grupos de
factores disfuncionales familiares –dice O. KOUDOU– se van desarrollando
progresivamente “un conjunto de trazos o rasgos de la personalidad con ries-
go de desviación…”293.
Por lo demás, tampoco parece que la mujer delincuente se aparte, en
sustancia, de este esquema trazado respecto de la personalidad criminal que
venimos describiendo. En este sentido, por ejemplo, R. CARIO sostiene, des-
pués de ratificar el valor operativo y heurístico de la teoría de la personalidad
criminal básicamente tal como la ha concebido Pinatel, que no hay diferen-
cias de naturaleza entre el delincuente y la delincuente, que las mujeres no
difieren, de manera fundamental, de los criminales masculinos294.
Ana Mª FAVARD y Otros, comentando la posición, en este campo, del
precedente autor escriben: “Aún más, él indica que las mujeres se caracterizan
bien por trazos psicológicos que forman el núcleo central de la “personalidad
criminal”. Nos dice que “la importancia del aprendizaje en la formación y en
la consolidación de estos trazos psicológicos… es incontestable (…) Que la
emergencia y la persistencia de los rasgos psicológicos suponen carencias en el
aprendizaje y en la educación recibida… (…) carencias en los planos educativo,
afectivo, profesional, cultural.” Así, las mujeres están menos presentes en la cri-
minalidad porque los roles sociales atribuidos les imponen tareas domésticas y
educativas y determinan en ellas “la consolidación de una personalidad espe-
cífica, de una manera tal que ellas se hallan alejadas positivamente de la crimi-
nalidad”. Que, finalmente, la criminalidad se explica no por la presencia de un
carácter inherente de trazos psicológicos específicos del criminal, sino más bien
por la diferencia de grado de los rasgos psicológicos (egocentrismo, labilidad,
agresividad, indiferencia afectiva) entre delincuentes y no delincuentes”295.
Y, en fin, sobre la incidencia de la adaptabilidad social del que va a pasar
al acto delictivo, en la elección del registro criminoso y en el modo de lle-
segundo de la obra. Misma orientación, en “La délinquance, une vie choisie”, en Revue
Internationale de Crimiminologie et Police Technique et Scientifique, 2 (2006) pp. 131 y ss.
293
O. KOUDOU: “Dyfonctionnements familaux et formation de la personnalité à ris-
qué deviant chez l´adolescent”, en Revue Internationale de Criminologie et de Police Tecnique
et Scientifique, 3 (2008)p.264.
294
R. CARIO: “Les femmes résistent au crime”, Edit. Harmattan, Paris, 2001.
295
Sonia HARRATI, David VAVASSORI y Ana Mª FAVARD: “La criminalité des fe-
mmes: données théoriques”, en Revue Internationale de Criminologie et Police Tecnique et
Scientifique, 3 (2001) p.344.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 245
varse cabo el delito concreto, es un hecho que tampoco está ausente en los
comentaristas del presente siglo. Así, ello se efectúa, por ejemplo, al tratar
del vínculo inteligencia-crimen. Es el caso de estudios como el realizado por
J. P. GUAY, J. PROULX y M. OUIMET, quienes, luego de exponer la larga con-
tienda doctrinal en torno a este problema, vienen a sostener que, en nuestro
tiempo, trabajos de naturaleza más fenomenológica nos ofrecen, sobre todo,
percibir la posibilidad de que los diferentes tipos de crímenes reclamen dife-
rentes cualidades cognitivas. Por ejemplo –exponen– “las competencias cog-
nitivas requeridas por los nuevos tipos de crímenes, como los delitos econó-
micos e informáticos, se distinguen fácilmente de las exigidas para pequeños
hurtos”296. Al simple “ratero”, en efecto, no le será posible cometer un delito
de ingeniería financiera. Ya hemos insistido, a este respecto, que, tampoco en
este campo, nadie da lo que no tiene, porque el actuar es fruto del ser297.
** Antes de terminar este apartado, una observación muy relevante: Lo que
acabamos de exponer, en este apartado, forma la dimensión subjetiva, interna, del
que probablemente más pronto que tarde delinca. Pero, todavía, esa estructura psí-
quica que forma la personalidad criminal (lo hemos reiterado ya) no convierte a su
poseedor en delincuente. Para poder atribuírsele tal calificación, ha de llevar a cabo,
DE FORMA EXTERNA, MATERIAL, el paso al acto delictivo. Por ello, hemos
de indagar (lo haremos en el Capítulo siguiente) en qué consiste y cómo se
produce el paso al acto criminal del que está dotado de esa predisposición
al delito.
296
Jean –Pierre GUAY y Otros: “Le lien intelligence-crime”; en Revue Internationale de
Criminologie et Police Technique et Scientifique, 2 (2002) p. 151.
297
Sobre toda esta cuestión puede verse, también, Gianluigi PONTI e Isabella
MERZAGORA BETSOS: “Compendio di Criminologia”, Cortina Raffaelo Editore, 5ª edizione,
2008; sobre todo, en el apartado: “Profilo criminale, la metodica investigativa basata sulla deci-
frazione delle dinamiche psiclogiche e comportamentali dell’autore di reato”.
Capítulo doce
298
R. MERLE y A. VITU: “Traitè de Droit Criminal”, Tomo I (”Problèmes généraux de
la science criminelle”), édition Cujas, 7ª édition, Paris, 1997, en “Introduction Génerale” de la
Obra, n. 40.
250 CésaR Herrero Herrero
300
En este sentido R. GASSIN afirma que: “Entre los diversos elementos de la situación
precriminal, la víctima ha llamado particularmente la atención de la criminología moderna. El
estudio de las relaciones de la víctima y del autor del acto delictivo ha dado lugar, asimismo,
a la creación de una rama especial de la Criminología: la victimología. Esta concepción de la
victimología que se inscribe en el estudio de la explicación del acto criminal no debe ser con-
fundida con la criminología victimológica que estudia las víctimas en tanto que ellas constituyen
uno de los aspectos de la reacción social y centra su objeto alrededor de la satisfacción de rei-
vindicaciones de dichas víctimas.” (“Criminologie”, ya citada, pp. 509-510).
301
Sobre estas cuestiones puede verse A. CRAWFORD: “Crime prevention and
Community Safety. Politics, Policies and Practices”, Ed. Longman, Harlow, 1998. Sobre todo, en
pp. 88 y ss.
302
E. SEELIG: “Tratado de Criminología”, trad. de J. Mª RODRÍGUEZ DEVESA,
Instituto de Estudios políticos, Madrid, 1958, pp. 240 y ss.
252 CésaR Herrero Herrero
303
MERLE y VITU: Obra citada, mismo lugar.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 253
Son variadísimas. Tantas como criterios desde los cuales se trate de verte-
brar la clasificación criminógena.
A nosotros nos interesa señalar la clasificación elaborada a partir de la
forma de llegada de tal situación al virtual delincuente. Y, desde este punto
de vista, cabe hablar de: Situación espontánea: La que se presenta por coin-
cidencia o sin buscarla. Situación provocada: La que se hace presente en vir-
tud de la búsqueda o provocación del virtual delincuente. La primera suele
ser “compañera” (única) del delincuente pasivo. La segunda, producto del
delincuente activo, quien puede aprovecharse también de la primera.
E interesante es, desde luego, la clasificación ofrecida por O. KINBERG,
tomando como referencia la intesidad criminógena de la situación en relación
con el delincuente virtual. Concretamente, el criminólogo sueco distingue:
304
G. STEFANI y Otros: “Criminologie et Science Pénitentiaire”, Edit. Dalloz, Paris,
p.140-141.
305
J. C. HOWELL: “Moving Risk actors into development of gang Membership; en Youth
Violence and Juvenile Justice, vol 3, 4 (2005). J.C. HOWELL and J. David HAWKINS: “Prevention
of Youth Violence”, en Crime and Justice, Vol. 24 (Youth Violence), 1998, pp. 263-315. D. D.
McDaniel: “Risk and protective factors associated with gang affiliation among high youth: a public
health Approach”, BMA House, London 2012. Puede verse también: C. VÁZQUEZ GONZÁLEZ:
“Predicción y prevención de la delincuencia juvenil según las teorías del desarrollo social (“Social
Development Theories)”, en Revista de Derecho, Vol. XIV, julio (2003) pp. 135 y ss.
254 CésaR Herrero Herrero
Forense”, ya citada.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 255
308
E. H. SUTHERLAND: “Principles of Criminology”; J. B. Lippincott, Philadelphia,
1947.
E. De GREEFF: “La Psychologie de l’assassinat”, en Revue de Droit Pénal et de
309
do, p. 24.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 257
F. REFLEXIONES FINALES
Así, por ejemplo, F. MILLAUD: “Le passage à l’acte: Aspects cliniques et psychodinami-
312
ques”; Edts. Elsevier Masson, Paris, 2011. Sobre el paso al acto, puede verse, asimismo, Henri
Nhi BARTE y G. OSTAPTZEFF: “Le pasage à l’acte criminel”, en su obra “Criminologie Clinique”,
Edt. Eselvier-Masson, 1992, p. 13 y ss.
258 CésaR Herrero Herrero
313
Guy HOUCHON: “Évolution du concept de dangerosité en criminologie européenne”, en
Criminologie, vol. 17, 2 (1984) p.87.
314
D. SZABO describe perfectamente la evocación del texto cuando escribe: “Llegaron
entonces tiempos de turbulencias en el curso del decenio 70-80. Sus efectos fueron gravemente
perturbadores. Importantes obras resultaron de los movimientos de ideas y sociales radica-
les tardoseptentistas, denominados también “post-modernos”. Los intelectuales favorecidos,
llevados por el espíritu del tiempo, veían la puesta en cuestión radical los fundamentos mis-
mos del orden social. Sus escritos fueron amplificados por los mas-media. Autores, tales como
Michel Foucault, Pierre Bourdieu, Gilles Deleuze, Jean Lapassade o Félix Guattari, por no men-
cionar sino a los más conocidos, ocuparon las delanteras de la escena. Ellos sembraron graves
perturbaciones en el espíritu de muchos investigadores en las ciencias del comportamiento.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 259
EL DELINCUENTE
PSIQUIÁTRICAMENTE DEFINIDO,
DESDE LA CRIMINOLOGÍA CLÍNICA
A. INTRODUCCIÓN
317
G. STEFANI y Otros: “Criminologie et Science Pénitentiaire”, ya citada, p.161.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 267
318
Ugo FORNARI: “I Disturbi gravi di personalità rientrano nel concetto di infermità?”,
Università degli Studi di Torino, 2006, pp. 3-4 del estudio. El mismo autor, en el mismo estudio
(p.4), hace referencia a las funciones propias del “Yo”, mencionando: las funciones perceptivo-
memorizativas (percepción de las situaciones tanto internas como externas, la percepción for-
mal, la atención, la memoria en sus diversas modalidades); las funciones organizativas (análisis,
comprensión y atribución de significado a los mismos); las funciones de previsión (proyección,
previsión y valoración de las consecuencias de las propias decisiones respecto del mundo exte-
rior, mediante el examen, actitud crítica y correlativo razonamiento o juicio); funciones de deci-
sión (ante los pros y los contras representados y analizados); funciones ejecutivas (planificación,
programación y selección de los modos y medios para llevar a cabo la decisión elegida).
268 CésaR Herrero Herrero
319
R. RIERA y Otros: “La prise en charge des patients susceptibles d’être dangereux”;
Informe comisionado por Inspection Générale de l’Adminitration, des Services judiciaires et
des Affaires Sociales”, de la République Française, Fevrier, 2006, p. 6.
320
Jean-Charles PASCAL, contestando a la preguta de si existe una peligrosidad psi-
quiátrica específica, afirma que lo primero que hay que constatar es lo sorprendente que
aperece esta cuestión, al costatar la ausencia de consenso. “Estos –dice– que calificaría de
esencialistas, niegan toda clase de peligrosidad psquiátrica.” (Comment définir la “dangerosité
psychiatrique” dans le champ des langerosités?”; en Vol Col. “Dangerosité psychiatrique: étude et éva-
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 269
luation des facteurs de risque de violence hétéro-agressive chez les personnes ayant une schizophrénie ou
des troubles de l’humeur”, Haute Autorité de Santé (HAS), Paris, Décembre 2010, p. 19).
321
Daniel NAVARRO: “El mito de la peligrosidad”; Ponencia del autor en el Primer
Congreso Internacional de Criminología y Psiquiatría Forense, Buenos Aires, septiembre, 2009,
pp.6-7 del estudio.
270 CésaR Herrero Herrero
Encycl. Med. Chir. (Éditions Scientifiques et Médicales, Elsevier SAS, Paris, 2002, p. 1 del estudio.
323
Autores de nota precedente, mismo estudio, pp. 3-4.
324
A este respecto, puede verse el trabajo de S. HODGINS: “Mental disorder, intellec-
tual deficiency, and crime. Evidence from a birth cohort”; en Archives General Psychiatry, 49
(1992) pp. 476 y ss.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 271
325
R. GOUREVITCH: “Quelles sont les données de la litterature concernant la violence hété-
ro-agressive chez les personnes présentant une schizophrénie?”; en Vol Col. “Dangerosité psychiatri-
que: étude et évaluation des facteurs de risque de violence hétéro-agressive chez les person-
nes ayant une schizophrénie ou des troubles de l’humeur ”; Haute Autorité de Santé (HAS),
Paris, Décembre, 2010, pp. 49-50.
326
En sentido del texto, hace observar el ya mencionado J. Ch. PASCAL: “La rehuida en
abordar la cuestión de la peligrosidad de ciertos enfermos mentales no puede considerarse como
pertinente cuales quieran que sean la expresión del drama y su manipulación mediática. Cuando
el jefe del Estado (Sarkozy), en su discurso pronunciado en la IEPS-Erasmo, el 2/12/2008, hace re-
ferencia a la cuestión planteada por un pase al acto homicida realizado, algunos días antes, por
un enfermo mental, de salida en prueba, ¿cómo no estar de acuerdo con él? ¿Cómo no estar de
acuerdo sobre la necesidad de mejorar los niveles de toma en consideración de los pacientes que
nos preocupan por su potencialidad agresiva o su observancia malvada? ¿Pero cómo, también,
no estar de acuerdo sobre la voluntad expresada repetidas veces en torno al “riesgo cero”, que
no sólo es una añagaza, sino que conduciría inexorablemente a una sociedad orweliana, donde
el objetivo de superación se sustituiría por el de igualdad y que para controlar una fracción de la
sociedad se convertiría en liberticida para una gran mayoría? Debemos, por tanto, estar vigilan-
tes sobre este punto del que sabemos, por lo demás, que los primeros ciudadanos expuestos a las
derivas securitarias son los enfermos mentales, cuya inmensa mayoría no aparecen concernidos
por pasos al acto violentos.” (Trabajo ya citado, pp.21-22).
272 CésaR Herrero Herrero
mos, tanto de factores endógenos como exógenos, siempre que estén presen-
tes en el individuo en el momento de actuar o de reaccionar en el proceso del
paso al acto.
A este respecto, son esclarecedoras las reflexiones de M. BÉNÉZECH,
P. LE BIHAN y M.L. BOURGEOIS, al tratar de aproximarse clínicamete al fe-
nómeno: “La postura consistente en concebir un crimen únicamente a partir
de la psicopatología de su autor y del diagnóstico es ciertamente reduccionis-
ta. Si los crímenes cometidos por los enfermos mentales se incriben en una
dinámica criminógena propia en el paciente –proceso más o menos largo ja-
lonado de dramas existenciales y de situaciones frustrantes– el estudio de un
paso al acto criminal debe tomar en consideración los factores situacionales
así como los ligados a la víctima.
(…) La comorbidez es igualmente importante a considerar. En el estudio de
Swanson y otros,327 elaborado con un método riguroso, la frecuencia de la violen-
cia aumenta con el número de diagnósticos categoriales para un mismo pacien-
te. Esta comorbidez, sea diagnosticada como categorial o dimensional, aumenta
considerablemente el riesgo de violencia, de hétero o de autoagresión. La comor-
bidez entre un trastorno mental (esquizofrenia) y un abuso de sustancias es par-
ticularmente asociada a un riesgo agudo de comportamiento violento.”328
Entonces, si lo ordinario es que, en el paso al acto violento, criminal, el
enfermo psíquico, se vea influenciado, también, por variedad de factores dis-
tintos de los generados por la enfermedad misma, debemos entender que
es posible que no siempre la enfermedad sea decisiva en el surgimiento del
comportamiento delictivo concreto. Que debe descubrirse cómo influyen los
diversos factores en presencia. ¿Cómo poder saber cuándo y cómo ocurre
esto, de gran relevancia criminológica y penológico-jurídica? (Decimos que
de gran relevancia penológico-jurídica, porque estamos en un campo donde
puede quedar comprometida, en mayor o menor grado, la imputabilidad o
no imputabilidad de estos sujetos activos. Y hablamos de gran relevancia con
relación a la Criminología (sobre todo Clínica), porque es misión fundamen-
tal de ésta el indagar los factores impulsores de la acción antisocial o ilícita
para tratar de neutralizarlos mediante los correspondientes medios de pre-
vención, intervención o de adecuado tratamiento).
Entonces, ¿qué factores criminógenos pueden influir, en el enfermo psíqui-
co, y cuáles pueden ser los criterios para ponderar o medir su influencia? Vamos
a verlo, respectivamente, en los dos siguientes apartados.
327
Este estudio de J.W. SWANSON, C.E. HOLZER, V. K. CANJU y R.T. JONO es el que
lleva por título: “Violence and Psychiatric disorder in the community:evidence from the epidemiologic
catchment area surveys”; en Hosp. Community Psychiatry, 42 (1990) pp.761 y ss.
328
M. BÉNÉZECH y Otros: “Criminologie et Psychiatrie”, ya citado, p.5 del estudio.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 273
330
Este esquema muy pormenorizado puede verse en M. BÉNÉZECH y Otros:
“Criminologie et Psychiatrie”, ya citado, pp.4-5 del estudio.
331
Ver C.D. WEBSTER y Otros: “HCR-20: Assessing risk of violence, version 2”; Mental
Health, Law and Policy Institute, Simon Frazer University, Vancouver, 1997. �����������������
(HCR son las ini-
ciales de Historical factors, de Clinical factors y Risk assessment factors. El 20= al número de
items incluidos y sumados entre los tres conceptos anteriores).
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 275
¿Cuáles pueden ser los criterios para ponderar la influencia de cada uno de
dichos factores y el influjo de la enfermedad psicopatológica en el paso al acto
gravemente antisocial o delictivo?
En la doctrina334, se suele acudir a cuatro criterios en orden al precitado
discernimiento: Criterio cualitativo, referente a la naturaleza de los factores
en presencia y, aquí, sobre todo, de la psicopatología. Criterio cuantitativo, re-
lacionable con la intensidad y el grado de los mismos. Criterio cronológico,
vinculado a la presencia de tales factores o psicopatología durante el proceso
de surgimiento del comportamiento antisocial o criminoso (sincronización).
Criterio ligado a la relación de causalidad entre tal compotamiento y dichos
factores y psicopatología (sea simple o compleja).
Expliquemos algo más sobre el contenido del párrafo precedente.
332
Sobre esto, ver M. VOYER, J. L. SENON y Otros: “Dangerosité psychiatrique et pre-
dictivité”, en Information Psychiatrique, Vol. 85, 8 (2009)pp. 745 y ss.
333
J. Ch. PASCAL, trabajo ya citado, pp.20-21.
334
Ver, por ejemplo, J.J. CARRASCO GÓMEZ y J. M. MAZA MARTÍN: “Manual de
Psiquiatría Legal y Forense”; Editorial La ley-Actualidad, Madrid, 1997.
276 CésaR Herrero Herrero
335
Ugo FORNARI: Trabajo ya citado, p.12.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 277
336
A. VILLAREJO RAMOS: “El criterio de causalidad en la valoración de la imputabilidad de
los tratornos de la personalidad”; en Cuadernos de Medicina Forense, julio 33 (2003) pp. 5-7 del
estudio.
Capítulo catorce
DESARROLLO DE ALGUNAS
PSICOPATOLOGÍAS CONCRETAS
EN PERSPECTIVA CLÍNICO-CRIMINOLÓGICA.
1º LAS PSICOSIS
A. INTRODUCCIÓN
Una vez expuestos las cuestiones y conceptos básicos “in genere” sobre
los denominados delincuentes “psiquiátricamente definidos”, pasamos, aho-
ra, a exponer un conjunto de tipologías psicopatológicas, o afines, a las que
se considera más comunes y frecuentes y, desde luego, las más conocidas y
tratadas por los especialistas de la Psiquiatría. Y son, también, las que confor-
man, en este campo, su relación más frecuente con la Criminología. Entre las
psicosis, ha de incluirse: la esquizofrenia, la psicosis paranoica, psicosis ma-
níaco-depresiva (con su doble episodio: la depresión y el episodio maníaco),
la epilepsia. Además, fuera del círculo psicótico, es importante la neurosis y,
en relación con la inteligencia en cuanto tal, la deficiencia intelectual u oli-
gofrenia. Vamos a hacer mención, asimismo, de las psicopatías, del trastorno
antisocial de la personalidad y de los trastornos graves de la personalidad. En
fin, sin olvidar que existen otros síndromes y trastornos. Así, por ejemplo, el
trastorno del control de los impulsos, trastornos de ansiedad, trastornos del
sueño. Y, por su extensión y actualidad, no puede dejarse de nombrar el abu-
so de alcohol y de sustancias estupefacientes.
Aquí, en este Capítulo, vamos a hacer referencia, haciendo prevalecer el
punto de vista criminológico, a las características propias de las mencionadas
psicosis y a su relevancia criminógena.
Las características propias de la neurosis y sus referencias delictivas, las
oligofrenias y las psicopatías (algunas tipologías) y su proyección criminóge-
na, así como las afinidades y diferencias entre la psicopatía y el trastorno an-
tisocial de la personalidad, serán objeto, respectivamente, de los dos Capítulos
siguientes.
(APA): “Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders”, American Psychiatric Association,
Fourth Edition, Washington, 1996. (DMS [APA]=Diagnóstico de Desórdenes Mentales-
Asociación Americana de Psiquiatría).
338
CIE-10 (OMS): “Classification Internationale de Troubles mentaux et des Troubles du
comportement”, O.M.S., Edt. Masson, Maris, 1993. (CIE= “Clasificación Internacional de
Enfermedades).
339
Sobre esta materia puede verse también: Fernando COLINA: “Melancolía y para-
noia”; Editorial Síntesis, Madrid, 2011, en pp. 11 y ss.
340
Ver S. FREUD: “La pérdida de la realidad en la neurosis y en la psicosis”; Obras
Completas, edic. de J. Strachey y traducción de J. L. Echeverri y L. Wolfson, editorial
Amorrortu, B.Aires, Vol. 19. (El trabajo fue publicado por el autor en 1924). También, puede
verse del mismo autor: “La escisión del yo en el proceso defensivo”, en Vol. 23 de las anteriores
Obras Completas. (Trabajo publicado por Freud en 1938).
341
H. MARCHIORI: “Personalidad del delincuente”, Editorial Porrúa, México, 2009,
pp.47-48.
342
Siguiendo la doctrina especializada y las evoluciones de la “sanidad oficializada”
(DSM-IV y CIE-10 de la OMS), Andrea LAGOS y Otros refuerzan lo que venimos diciendo en
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 283
Entre las categorías de psicosis más relevantes (no entramos, aquí, en las
complejas clasificaciones de la DMS-IV, por razones pedagógicas y prácticas),
destacamos, como ya hemos insinuado, la esquizofrenia, la psicosis manía-
co-depresiva, la paranoia y la epilepsia. Veamos, sucintamente cada una de
ellas en los apartados que siguen.
343
Para más detalle, pues, digamos que es común ver expresado, entre los autores de
esta especialidad, un conjunto de referencias a la esquizofrenia, próximas en contenido, distin-
tas en forma, no discrepantes con las por nosotros arriba expuestas, que podríamos sintetizar
de la siguiente manera: 1ª Alteración de las sensopercepciones (aluciones acústicas o auditi-
vas en forma de murmullos. Otras veces, se escuchan voces como de otra persona situada al
exterior o por encima del paciente, y como si vinieran de “lo alto”. Incluso, como si alguien
pensara en voz alta dentro de su propia cabeza (fenómeno de sonorización del pensamiento).
2ª Alteraciones del curso del pensamiento (confusión o alteración de ideas, farragosidad en
las mismas, desplazamiento constante del discurso…). 3ª Alteración del contenido del pensa-
miento (juicios falsos, creyéndoles, con gran fuerza, verdaderos; delirios en forma de sistema,
concatenados, en cuyo comienzo la perspción puede ser correcta, pero seguida de interpreta-
ciones peregrinas, extrañas; ocurrencias delirantes o autorreferencias incongruentes; humor
delirante, por el que se siente, emotiva o afectivamente, que el contexto cambia, que cambia
lo que le rodea, sin que, objetivamente nada ni nadie cambie. 4ª Alteraciones de la volición y
del propio vivenciar del Yo. Desaparecen las ganas de obrar activa y animosamente. Se da un
especie de fuga de la identidad del yo, una despersonalización, como si el paciente sintiese
que ya no es una sola persona. 5ª Alteraciones en el ámbito de la afectividad y de las emocio-
nes, de tal menera que no hay resonancias en el fondo endotímico, sino indiferencia para con
la realidad emocional circundante. (Síndrome de embotamiento afectivo). 6ª Mutaciones en la
psicomotricidad hasta poder desembocar en el denominado síndrome catatónico.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 285
344
Ch.G. MORRIS: “Psicología. Un nuevo enfoque”; Prentice-Hall Hispanoamericana, 5ª
edición, Méjico, 1987.
286 CésaR Herrero Herrero
345
Sh. HODGINS: “ Quelles son les données de la littérature concernant la violence hétéro-
agressive chez les personnes ayant une psychopathie associée à une schizophrénie ou à un trouble de
l´humeur?; en Vol. Col. “Dangerosité psychiatrique: étude et évaluations des facteurs de risque
de violence…”, ya citado, pp. 101 y ss.
346
A este respecto, puede verse L. MUCCHIELLI: “Quelles sont les données de la litté-
rature concernant la violence hétéro-agressive chez les personnes ayant une addiction asso-
ciée à une schizophrénie ou à un trouble de l’humeur?, en Vol. Col. citado en nota anterior,
pp. 91 y ss. Son también interesantes las observaciones, sobres estas materias, ofrecidas por
M. BÉNÉZECH y Otros, partiendo, por supuesto, de estudios solventes, y que, por ello, en-
riquecen el marco de conceptos que acabamos de exponer. Al tratar de describir, en efecto, su
aproximación clínica a este fenómeno, escriben: “El paso al acto, en particular al homicidio,
que inaugura la enfermedad, es clásico. El mismo, en efecto, puede revelar trastornos anti-
guos, pasados desapercibidos, o disimulados por el enfermo y su entorno. Las violencias hacia
las personas conciernen principalmente a los próximos. Los homicidios son cometidos, ante
todo, contra los parientes. Más raramente se trata de agresiones a un desconocido. El acto se
caracteriza clásicamente por su gravedad, con obstinación sobre la víctima, sirviéndose fre-
cuentemente de un arma blanca. Las formas paranoides y hebefrénicas son las más presentes.
Los temas delirantes de persecución, y de incidencia con ideas de influencia y de control de
ideas, son los más criminógenos, en unión de los delirios místicos. La agresión puede ser súbi-
ta, inmotivada, irracional, sin señal anunciadora previa o, a la inversa, sobrevenir en un con-
texto clínico, surgiendo en el curso de una fase productiva de la enfermedad. La ausencia de
culpabilidad, la frialdad y la indiferencia caracterizan, algunas veces, los crímenes perpetrados
por los hebefrénicos. Algunos delitos no son específicos de la enfermedad. Un esquizofréni-
co puede, desde luego, tener un comportamiento violento en relación con un trastorno del
288 CésaR Herrero Herrero
a) Su concepto
Esta psicosis ha de encuadrarse en el ámbito de los “trastornos afectivos”,
que obedecen a la perturbación grave del estado emocional, a perturbaciones
graves del afecto que suelen presentarse en forma bipolar. Aquí, en forma de
manía y en forma de depresión (“trastorno bipolar”). Por ello, el nombre con
que se conoce a tal psicosis.
1º Fase de manía. En ella, el trastorno afectivo o emocional se hace pre-
sente en la persona manifestándose ésta hiperactiva, muy excitada, con fal-
humor, con una intolerancia a las frustraciones, con los efectos secundarios de su tratamiento
neuroléptico (akathisia) o con un abuso de sustancias. Puede igualmente cometer una infrac-
ción con toda conciencia, de forma no ligada directamente a su patología. Las motivaciones del
acto se asemejan entonces a las de los delincuentes ordinarios: utilitaristas o en relación con
factores no psiquiátrisos. Notamos la frecuencia de fantasmas agresivos y perversos en los es-
quizofrénicos, autores no excepcionales de violencias sexuales.” (“Criminologie et Psychiatrie”,
ya citado, p.6 del estudio).
347
Sh. HODGINS: “Quelles sont les donnèes de la littérature…”, ya citado, p.101.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 289
348
Ch. G. MORRIS: “Psicología. Un nuevo enfoque”, ya citada.
290 CésaR Herrero Herrero
suele desistir. Los delitos de abusos sexuales se abren paso, sobre todo, en en-
fermos que combinan la manía con el alcohol o sustancias estupefacientes349.
En la fase de depresión (fase de melancolía de S. Freud)350, el paciente no
suele presentar peligrosidad muy significativa (lo vamos aver de inmediato).
Como posibles ataques a bienes jurídicos, suelen hacerse presentes, de vez en
cuando, el suicidio y el denominado “suicidio ampliado”.
Que se lleve a cabo el suicidio dependerá de su sistema de ideas, de su
código moral, de su código religioso, poseído y practicado; y, sobre todo, de-
penderá, al final, de que sea capaz, o no, de realizarlo, de acuerdo a su grado
de inhibición.
El suicidio, su ideación, está conectado con la idea de fracaso personal, de
frustración existencial, de ruina personal demoledoramente sentida.
El “suicidio ampliado” parece nacer, en su raíz, de un complejo de culpabi-
lidad y, a la vez, del asco y hastío que el así afectado siente por su entorno.Se
siente culpable por la situación de infortunio que él vive y que proyecta sobre
349
La opinión común de que el alcohol y las sustancias adictivas (estupefacientes y
psicotrópicos) despliegan una influencia criminógena poderosa, en virtud de sus efectos
desinhibidores y correspondiente liberación de las funciones intelectual-reflexivas, está hoy
contrastada a través de multitud de trabajos científicos. Delitos de malos tratos familiares,
comportamientos pendencieros de todo tipo, conatos de agresión sexual, otra diversidad de
conducta violentas, conducción temeraria de vehículos de motor… y otros muchos, nacen al
amparo de tales ingestas y consumos, en comandita con otros factores. Estos otros factores
pueden ser, perfectamente, referidos a una gran parte de las psicopatologías que venimos
describiendo. (No sólo a la psicosis maníaco-depresiva). Con no escasa frecuencia, aparece la
figura de la comorbidez, formada por alguna de dichas enfermedades y el alcohol y las pre-
citadas sustancias. No olvidemos, por lo demás, que el abuso del alcohol y de tales sustancias
fraguan, a menudo, en auténticas psicosis y, en consecuencia en graves trastornos mentales.
Pero no podemos olvidar, tampoco, algo que viene siendo “leiv-motiv” en este trabajo, que los
comportamientos antisociales o delictivos suelen ser fruto siempre, o casi siempre, de la con-
fluencia de factores endógenos y ambientales. (Sobre esta materia, puede verse: D. A. REGIER
y Otros: “Comorbidity of mental disorders with alcohol and other drug abuse. Results
�������������������������
from the epidemi-
ologic catchment area (ECA) study”; en JAMA, 264 (1990) pp. 2511 y ss.; E. ROBIN, Ph. D. CLARK
y Otros: “Legal System Involvement and costs for persons in Treatment for severe Mental Illness
and Substances use Disorders”;, en Psychiatric Services, Vol 50, 5 (1999); Myriam TÉTRAULT,
Serge BROCHU, Marie M. COUSINEAU y Fu SUN: “Dépendance aux substances psychoactives,
délinquance et violence chez contravenants”, en Revue Internationale de Criminologie et Police
Technique et Scientifique, 4 (2007) pp. 417 y ss.; C. HERRERO HERRERO: “El consumo de
estupefacientes. Efectos y problemas derivativos. Su dimensión criminógena”, en su obra
“Criminología. Parte general y Especial”, ya citada, pp. 671 y ss.
M. BÉNÉZECH Y Otros: “Criminologie et Psychiatrie”, ya citado, pp. 8-9; E. VICENS Y
OTROS (Grupo “ESTUDIO PRECA”): “The prevalence of mental disorders in Spanish Prisons”, en
Criminal Behaviour and mental Health, Vol. 21, 5 (2011) pp. 321 y ss.
350
Sobre estas cuestiones puede verse el libro de Fernando COLINA: “Melancolía y pa-
ranoia”; Editorial Síntesis, Madrid, 2011, pp. 39 y ss.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 291
sus allegados más íntimos. Situación que contempla, además, sin salida. Se
trata, en fin, de una vida “que no merece la pena vivirse”. Por si fuera poco,
está convencido de que su ausencia aumentará el malestar familiar. La con-
vengencia de tales sentimientos, e ideas “sentidas”, hacen posible la decisión
de autoaniquilarse y la héteroaniquilación de sus seres queridos.
En esta fase de depresión, el peligro notable de cometer delitos graves
(incluidos homicidios) deviene cuando la depresión se asocia a ideas deliran-
tes de índole paranoide351.
Sin contradecir lo que se transcribe con anterioridad, expuesto por M.
BÉNEZECH Y Otros, puede decirse, no obstante, que, si tenemos en cuenta
que los suicidios simples no suelen ser concebidos generalmente como deli-
tos (lo que no quiere decir que tales acontecimientos no tengan trascenden-
cia social, ética y criminológica) podemos aceptar, también, que la relevancia
estadística criminológica de la psicosis maníaco-depresiva no es muy impor-
tante. Por eso, otro gran experto en este campo, P. LE BIHAN recientemente
ha asegurado:
“La proporción de personas, que sufren trastornos afectivos mayores, en-
tre el conjunto de los autores de crímenes o de violencias es poco impor-
tante. Los trastornos del comportamiento en dimensión médico-legal no
son sin embargo raros en estas afecciones y pueden aparecer en primer
plano de la escena clínica.
La patología depresiva está, a veces, en el origen de crímenes graves, fre-
cuentemente contra los allegados, notoriamente en casos de asociación
a una situación de crisis existencial (separación de pareja, episodio pa-
sional), a una psicosis delirante, a un trastorno grave de la personali-
dad (disocial, límite, narcisista, paranoico), a un abuso de alcohol y/o de
sustancias.
351
En este sentido el mismo M. BÉNÉZECH y Otros comentan: “Varios estudios re-
cientes revelan una proporción relativamente importante –entre 16 y el 28%– de patologías
depresivas, antes de los hechos, en las series de autores de homicidios o de actos de violencias
graves. La unión de elementos depresivos y de ideas delirantes de naturaleza paranoide pare-
ce ser un factor de riesgo homicida a corto término en los psicóticos. Es probable que el poten-
cial criminógeno de la depresión y de ideas suicidas sea subestimado por los clínicos y peritos.
El suicidio o su tentativa en los homicidas es un fenómeno corriente pues su frecuencia varía
del 2 al 6% en los Estados Unidos, hasta un 42% en Dinamarca. Estos homicidas-suicidas ha-
cen referencia, sobre todo, a criminales pasionales, presentando un encelamiento patológico,
en madres depresivas, autoras de infanticidios (libéricides), en padres de familia o en parejas
añosas y deprimidas, pacientes de afecciones físicas invalidantes o dolorosas, en asesinos en
masa. La proporción de deprimidos en los homicidas-suicidas es importante, yendo de 36 a
75% según los estudios. La frecuencia de la depresión es igualmente elevada en los pactos de
suicidio, acuerdo mutuo entre dos personas que deciden morir juntos, en particular para el
instigador del doble suicidio.” (“Criminologie et Psychiatrie”, ya citado, p.7).
292 CésaR Herrero Herrero
sive chez les personnes presentants un trouble de l’humeur?” en Vol. Col. “Dangerosité psyquiatrique:
étude psychiatrique et évaluation des facteurs de risque de violence hétéro-agressive chez les person-
nes ayant une squizophrénie ou des troubles de l’humeur”, Haute Autoricé de Santé (HAS), Paris,
Décembre, 2010, pp. 84-85.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 293
353
Sobre estas cuestiones puede verse I. C. DAVIDOFF: “introducción a la Psicología”,
Ed. Mc Grown-Hill, México, 1980; J. A. GARCÍA ANDRADE: “Psiquiatría criminal y forense”,
ed. C. de E. “Ramón Areces”, Madrid, 1993.
294 CésaR Herrero Herrero
355
Sobre este particular puede verse la investigación de Seena FAZEL: “No Excess of
epilepsy in prisoners”; en British Medical Journal, Vol. 324, Issue 7352, de 20 June, 2002.
356
H. MARCHIORI: “Personalidad del delincuente”, ya citado, p. 145.
296 CésaR Herrero Herrero
357
Para esta materia puede verse: W. SACCÀ: “Manuale del paranoico asociale”, Edit.
Neftasia, 2012; Ugo FORNARI: “Paranoia. Dal disturbo di personalità alla psicosis delirante”,
Express Edizioni, 2011; Fernando COLINA: “Melancolía y paranoia”, ya citado, pp. 95 y ss.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 297
358
M. B´NÉZECH, P. LE BIHAN y M. L. BOURGEOIS: “Criminologie et psychiatrie”,
ya citado, p. 6.
Capítulo quince
DESARROLLO DE ALGUNAS
PSICOPATOLOGÍAS CONCRETAS
DESDE UNA PERSPECTIVA
CLÍNICO-CRIMINOLÓGICA:
2º LA NEUROSIS, LA OLIGOFRENIA
Y LAS PSICOPATÍAS
A. INTRODUCCIÓN
359
S. FREUD: “Neurosis y psicosis”; en Obras Completas, Vol. 19, trad. J. Strachey y J.L.
Etcheverry, edit. Amorrortu, B. Aires, 1978, p.195. Sobre esta materia, también: S. FREUD: “La
pérdida de la realidad en la neurosis y la psicosis”, en Obras Completas, citadas, Vol. 12. Sobre es-
tas cuestiones puede verse J. I. TABARES VELÁSQUEZ e Y.VERA QUICENO: “El concepto de
psicosis en Freud”, en Revista Electrónica Pyconex, Vol. 2-3 (1910) pp. 1-9. También, G. A. VERA
ANGERITA y Manuela VALENCIA PIEDRAHITA: “Neurosis y psicosis en Freud. Mecanismos defi-
nitorios y vinculaciones con la realidad”, en Revista Electrónica anterior, 1-15 pgs.
360
André AMAR y Otros: “La Psicología moderna de la A a la Z”; Ediciones Mensajero,
2ª edición, 1976, p.256.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 303
trastornos neuróticos son los trastornos mentales sin ninguna base orgáni-
ca demostrable y frente a los cuales el enfermo puede guardar una perfec-
ta lucidez, sin acompañarse de alteración alguna del sentido de la realidad
y con relación a los mismos, habitualmente, el individuo no confunde sus
experiencias subjetivas y sus fantasmas mórbidos con la realidad exterior. El
comportamiento puede ser muy perturbado, si bien quedándose general-
mente dentro de limites socialmente aceptables, pues la personalidad no está
desorganizada. Las principales manifestaciones son una ansiedad excesiva,
síntomas histéricos, fobias, síntomas obsesivos y compulsivos, depresión”361.
Por lo demás, para comprender, de forma adecuada el fenómeno de la
neurosis en no pocos miembros de nuestras sociedades, es necesario tener
en cuenta una visión amplia y multidisciplinar de cómo influye el ambiente
cultural, económico-político y, en general, el medio social en el fenómeno de
la neurosis362.
b) Su dimensión criminógena. Sobre este particular es de subrayar que
existe una categoría de neuróticos (los denominados “neuróticos compulsi-
vos”) que, en busca de catarsis, “deciden” resolver sus conflictos intrapsíqui-
cos, a los que se enfrentan, poniendo en acción comportamientos antisociales.
A veces, graves. Incoscientemente, buscan, con éstos, liberarse de su altísima
tensión descargándola sobre los demás, culpándoles de ella, manifestándose
con gran agresividad, seguida, no frecuentemente, de no escasa violencia.
Violencia que se materializa en insultos, injurias, lesiones…363
Otros enfermos de neurosis (obsesivos no compulsivos…) tratando de
liberarse de su densa e intensa angustia “cambian” necesidad de catarsis por
delitos, con cuyo próximo castigo esperan compensar su conflicto interior,
nacido, a veces, de un complejo de culpabilidad. En este empeño, pueden
cometer, por ejemplo, actos de piromanía, de cleptomanía, abusos sexuales…
Sin descartar casos en que se autoacusan falsamente con el mismo fin364.
De todas formas, lo neuróticos en general no manifiestan ni amplia ni
grave orientación delictiva.
361
CENTRE D’ ÉPIDÉMIOLOGIE SUR LES CAUSES MÉDICALES DE DÉCÈS (CEPIDC),
DE LA FRANCE; texto de la cita en http://www.cepidc.inserm.fr./inserm/html/pages/ICD-9fr/300.htm
362
A este respecto puede verse Karen HORNEY: “La personalidad neurótica de nues-
tro tiempo”; trad. de Ludovico Rosenthal, edit. Paidós, Barcelona, 2000.
363
Para entender mejor el porqué del paso al acto delincuencial del delincuente neu-
rótico, sobre todo de los infractores neuróticos jóvenes, puede verse Ph. KING BROWN: “The
Neurotic Basis of Juvenile Delinquency. With the study of some special cases mostly from the
San Francisco Juvenile Court”; en The Journal of American Medical Association (JAMA), Vol.
LVIII, 3 (2012) pp.184 y ss.
364
Sobre esta materia puede verse Arthur H. WILLIAMS: “Neurosi e delinquenza. Uno
Studio psicoanalitico dell’omicidio e di altri crimini”, Edit. Borla, Roma, 2000.
304 CésaR Herrero Herrero
365
H. MARCHIORI: “Personalidad del delincuente”, ya citado, p.95.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 305
366
Sonia APAZA COCORICO. “Oligofrenia y Criminología”; en www.Scribd.com/
doc/57151806/OLIGOFRENIA-Y-CRIMINOLOGIA. Del 6 de mayo del 2011, pp. 3-4 del
estudio.
306 CésaR Herrero Herrero
mo, con capacidad muy escasa (o nula) de aprender. Si bien, son capaces
de reconocer a padres y allegados y manifestar ciertas emociones ante las
personas que les atienden. Su edad mental oscila entre los cuatro y siete u
ocho años. Difícilmente tienen alguna comprensión de las consecuencias
de sus actos y no tienen conciencia de la situación contextual en que viven o
se encuentran. Escasa o nula tabla (al menos jerárquica) de valores. Si bien,
sí tienen noción sobre las normas de conducta y ejercen actos con algún
grado de elección.
Los circunscritos al círculo de afectados de oligofrenia calificada como
de Debilidad media (con 60 a 70 % de C. I. y correspondientes, al menos en
parte, a la oligofrenia débil de la clasificación clásica), así como los consi-
derados en el ámbito de la Debilidad leve (70 a 85 ó 90 % de C. I, he aquí la
novedad) presentan, como lo transcribe Babio PELOSO, experto psiquia-
tra, un cuadro psíquico y externo como el siguiente, cuando comparecen a
entrevista:
— Generalmente acompañados, aunque sin demasiado esmero en el vestir.
— La actitud es poco colaboradora.Se manifiesta asustado o intimida-
do. La mímica y la gestualidad ofrecen pobreza expresiva. El discur-
so es lento y de escaso contenido.
— La comprensión es dificultosa. La atención apenas la mantiene y por
breves periodos. La memoria está habitualmente bien conservada.
La conciencia suficientemente lúcida.
— La orientación en el tiempo y en las relaciones interpersonales está
muy presente, al revés de lo que ocurre con la que respecta al espa-
cio, que puede manifestar algunas dificultades.
— La ideación ofrece incapacidad asbtractiva; el pensamiento concreti-
zado, perseverante y repetitivo.
— La afectividad puede ser sana y perturbada y el instinto de autocon-
servación es limitado. La sexualidad se manifiesta con claro déficit.
Las emociones, inadecuadas al estímulo. Los sentimientos están ca-
tegorizados: “bueno-no bueno”, sin salir de este círculo.
— Crítica y juicio existen, pero siendo problemáticos en su conexión
con la inteligencia.
El mismo autor termina diciendo, sobre la adaptación al medio de estos
“débiles mentales leves y medios”, que: “…Tienen dificultad para modificar su
adaptación al ambiente en el que viven: es muy difícil pretender variar los
hábitos de un “débil”, en cuanto que, por paradójico que parezca, su desa-
rrollo evolutivo siga modelos de hiperadaptación. Hipotizar que un débil de
media o leve entidad pueda comprender el motivo de un despido, a causa de
una situación conyuntural adversa, es verdaderamente difícil por cuanto su
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 307
367
Fabio PELOSO: “Psichiatria clinica e Psichopatologia speciale”; Compendio realizzato
sulla base delle lesione tenute dal Dr. G. LOMBARDI durante il Corso SCCI formazione in
pschiatria; en www. maella.it/…/Psichiatria%20, año 1999, pp.10-11 del texto.
368
Para el planteamiento entre el vínculo “inteligencia-crimen”, relacionado con de-
lincuentes-no delincuentes, puede verse, entre otros trabajos, el magnífico estudio de J. P.
GUAY, J. PROULX y Marc OUIMET: “Le lien intelligence-crime”; en Revue Internationale de
Criminologie et de Police Technique et Scientifique, 2 (2002) pp.131 y ss.
369
Así, por ejemplo, los estudios de S. HODGINS. Claramente, en su estudio: “Mental
disorder, intllectual deficiency and crime. Evidence from a Birth Cohorte”; en Archives Gen. Psychiatry,
49 (1992)pp. 476 y ss.
308 CésaR Herrero Herrero
370
Sonia APAZA COCORICO: Trabajo ya citado, pp. 16-17.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 309
que tienen una capacidad intelectual límite ya que como síntomas aso-
ciados a su deficiencia intelectual se encuentran otros como una gran
sugestionabilidad, impulsividad, baja tolerancia a la frustración, agre-
sividad y escaso control. Frecuentemente entran en conflicto con la ley
por delitos contra las personas (lesiones y homicidios), contra la libertad
sexual (agresiones y abusos sexuales) y contra la seguridad (Cabrera y
Fuentes, 1997)”371.
Pero, además de su déficit intelectivo y de su modalidad clínica, hay que
tener en cuenta (para poder comprender y en lo posible pronosticar el com-
portamiento antisocial, o no, del oligofrénico, al menos del oligofrénico “dé-
bil”) el modelo de desarrollo de la personalidad del mismo.
Parece que estos modelos pueden sintetizarse, básicamente, en tres:
Modelo neurótico-ansioso-depresivo; modelo Reactivo-conflictual y modelo de
desarrollo paranoide.
Fabio PELOSO los entiende de la siguiente manera:
— Modelo neurótico-ansioso- depresivo. El “débil”, que “sigue” este mo-
delo, para hacer aceptar su condición en el medio donde vive (fami-
lia, trabajo…) pone en acción mecanismos expresivos de aceptación
de las diversas situaciones. Así, en el trabajo, su comportamiento es
sumiso, sin reclamación alguna, prescindiendo de su posible capaci-
dad propositiva. Esto podría conducir a una “comprensión emocio-
nal” portadora de fenémenos de carácter depresivo, ansioso, neurótico.
— Modelo reactivo-conflictual. En contraposición al modelo anterior,
en este modelo, de índole caracterial, de orden psicopático, el débil
mental (de debilidad media), incapaz de soportar o de aceptar frustra-
ciones, podría desembocar en comportamientos de carácter reactivo,
conflictual o agresivo. Si se vale de la agresividad, que no siempre
acude a ella, lo hará para, mediante esta emoción de tipo defensi-
vo, proteger su integridad y su propio territorio. Podría suceder que
hasta llevase a cabo los denominados actos pantoclásticos, es decir ac-
ciones dirigidas a destruir físicamente todo lo que le rodea.
— Modelo de desarrollo paranoide. En este modelo, el oligofrénico es
confrontado a las necesidades que le interpelan, y a las cuales no
se arriesga a responder. Por esta razón, las proyecta sobre alguien o
sobre algo. Estamos en presencia de un delirio, fundado, como ya
sabemos, sobre un mecanismo de interpretación, proceso de defen-
371
Mª del carmen CANO LOZANO y Mª del Pilar MARTÍN CHAPARRO (Universidad
de Jaén): “Perfil delictivo de individuos con tratornos mentales”; Congreso de la Asociación
Latinoamericana de Psicología Jurídica y Forense, diciembre, 2005, p. 2 del estudio.
310 CésaR Herrero Herrero
a) Concepto. Sobre qué sean las psicopatías han corrido ríos de tinta,
para tratar de esclarecerlas. Por eso nostros, aquí, vamos a tratar, teniendo en
cuenta el fin de la presente obra, de ofrecer sobre ellas lo que nos parece lo
más razonable y orientado.
¿Qué podemos entender, entoces, por psicopatía?
K. SCHNEIDER, desde su perspectiva psiquiátrica, describía a los psicó-
patas como: “Las personalidades … que sufren por su anormalidad o que, por razón
de ella, hacen sufrir a los demás”375.
Naturalmente, se trata de un concepto que no hace referencia al “quid”
de la cuestión, sino a algunas de las consecuencias, fundamentalmente inte-
Sobre este particular, puede verse E.H. SUTHERLAND: “Mental Deficiency and
373
376
H. CLECKLEY: Ver sus estudios: The mask of sanity”; Edt. Mo-Mosby, Saint Louis,
5ª edit.. 1976. También: “Psychopathic states”; Vol. Col. “American Handbook of Psychiatry, N.
York, 1959.
377
E. MIRA y LÓPEZ: Ver sus obras: “Tratado de Psicología jurídica”, Edit. El Ateneo, ree-
dición, B. Aires, 1945. También: “Manual de Psiquiatría”; Editorial Savat, Barcelona, 1935 y edi-
ciones siguientes. Además: “Manual de Psicología General, Ed. Kapelusz, B. Aires, 1969.
312 CésaR Herrero Herrero
378
R. HARE: Ver su obra: “La psicopatía: teoría e investigación”; Edit. Herder, Barcelona,
1974.
Francisca CANTERO: “ ¿Quién es el psicópata? En Vol. Col. “Psicópata”, Vicente
379
380
RED DE UNIVERSITARIOS: “Las psicopatías. Su revisión conceptual”, 2004; tex-
to en http://www.universitarios.cl/universidades/ciencias-criminaliticas/195-las-psicopatias, p. 8 del
estudio.
381
Recuérdese que ya hemos hablado del trastorno grave de personalidad más arriba.
Ugo FORNARI, siguiendo al DMS-IV (1994) F60.31, lo describe de la siguiente forma: “Está
caracterizado, según el funcionamiento, en situación límite (“borderline”) de la personalidad,
314 CésaR Herrero Herrero
cho menos, un trastorno mental, ni tampoco puede equipararse con el trastorno antisocial
de la personalidad. Por otro lado, asegurar que los delincuentes tienen un trastorno antiso-
cial de la personalidad ni constituye mérito alguno ni tampoco soluciona nada que digamos.
Lógicamente, se entiende que la persona que ha cometido una infracción penal, anti-norma-
tiva, es, por definición, antisocial. En 1993, el profesor ADRIAN RAINE escribió un libro titu-
lado: “The Psychopathology of Crime: Criminal Behavior as a Clinical Disorder”, en el que explicaba
claramente las negativas consecuencias legales y sociales de considerar una especie de psico-
patología del crimen o considerar la conducta delictiva como un trastorno clínico; una de esas
negativas consecuencias sería la de asumir, cuando precisamente la mayoría de los estudios
indican lo contrario, que todos los delincuentes deben padecer algún tipo de trastorno mental,
lo que a nivel jurídico-penal sería un tremendo desacierto, habida cuenta de que las perso-
nas con trastornos mentales forman un reducidísimo grupo dentro del submundo delincuen-
cial.” (“Trastornos de la personalidad, psicopatía y antisocialidad en la vida moderna: Entre lo
normal, lo pseudo-psicopatológico y lo peligroso-delictual”, aportación de los autores al XIII
Congreso Virtual de Psiquiatría.Com, INTERPSIQUIS, 2012, 1 a 29 de febrero. Resumen del
estudio).
385
A este respecto, puede verse Teresa MARTÍNEZ DÍAZ Y OTROS: “Los trastornos de
la personalidad en el Derecho Penal: Estudio de casos del Tribunal Supremo”, en Psicopatología
Clínica, Legal y Forense, Vol nº1, 1 (2001)pp. 87 y ss.
386
Al hacer obsevar que hay autores que destacan, entre los psicópatas, la reiterada vio-
lación de las normas sociales y la explotación de los demás y, por último, que, judicialmente,
estamos ante una conducta delictiva persistente y particularmente violenta, Mª José LÓPEZ
MIGUEL y Mª del Carmen NÚÑEZ GAITÁN, comentan: “Sin embargo, recientes investigacio-
nes plantean la posibilidad de que en la psicopatía no se trate de una categoría discreta, sino
de una dimensión continua, lo cual tendría importantes implicaciones para la evaluación, la
investigación etiológica y el tratamiento de este trastorno (Marcus, John y Edens, 2004): A pe-
sar de ello, no todos los psicópatas son iguales; las diferencias entre los subtipos de psicopatía
podrían separarse en términos de frecuencia, naturaleza e intensidad de los delitos cometidos;
la ocurrencia de actos impulsivos y violentos puede esperarse con más frecuencia entre los
psicópatas agresivos, mientras que los actos de fraude y violencia instrumental son más carac-
terísticos de los psicópatas estables (Hicks y cols., 2004). (“Psicopatía versus trastorno antisocial de
la personalidad”; en Revista Española de Investigación Criminológica, 7 (2009) p. 6).
316 CésaR Herrero Herrero
387
Y no se olvide, además, la capacidad de enmascaramiento del verdadero psicópata
que, como advierte Hugo MARIETÁN: “La mente de un psicópata tiene la posibilidad de ubi-
carse en dos planos, el plano de lo cotidiano, lo común, y el plano de lo psicopático. Es así que
pueden desempeñar tareas y ejercer conductas que no resultan desfasadas de las conductas
comunes a una comunidad. O que le permiten insertarse sin estridencias en cualquier ámbito
del corte social y, en el otro plano, con otras personas u otras circunstancias, desarrollar sus
actos psicopáticos. En resumen, el psicópata no tiene el ciento por ciento de acciones psicopáti-
cas, si no sería fácilmente detectable, señalado y margianado.” (“Tipos de relación del psicópa-
ta”, en Revista Alcmeon, 47 (2005) p. 1 del estudio).
388
F. LÓPEZ REYES: “Diagnóstico y tratamiento de la psicopatía en la adolescencia”; en
Innovación y Experiencias Educativas, 23 (2009) p. 2 del estudio. Ver también: M. GOSLING:
“The psychophatic offender and risk to community”, en “The Police Journal, 1 (1999)pp. 42
y ss. �������������������������������������������������������������������������������
También, la interesante obra de C. BERBELL y S. ORTEGA MALLÉN: “Psicópatas cri-
minales: Los más importantes asesinos en serie españoles”; editorial La Esfera de los Libros,
Madrid, 2003.
389
A este respecto, puede verse el trabajo de Magnus RANSTORP: “Le terrorisme au
nom de la religión”; Institute de Strategie Comparé, École Practique de Hautes Études de
Sciences Historiques et Philologiques, La Sorbonne, Paris, 1998-2002, p. 6 del estudio.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 317
390
Ver, a este respecto, Hugo MARIETÁN: “Personalidades psicopáticas”, en Revista
Alcmeon, Vol.7, 3 (1998), en “Conclusiones” sobre la psicopatía.
391
Ángela Cr. TAPIAS SALDAÑA y Otras: “Factores psicológicos asociados al trastorno
de la personalidad antisocial”; 2004; texto, en http://psicologiajuridica.org/psj24.html, p. 1 del estu-
dio. También, T. MILLON: “Trastornos de la personalidad. Más allá del DMS-IV”; edt. Mason,
Madrid, 1998.
318 CésaR Herrero Herrero
¿No son todas ésas las señas máximas para la descripción del psicópata?
Hay apreciables matizaciones. Son muchos los tratadistas que intentan
diferenciarlos. Ya HARE ha hecho observar que la concepción del trastorno,
en cada uno de ellos, es diferente. En el origen de la deriva antisocial de la
personalidad estarían la experiencias infantiles negativas, tanto familiares
como del resto del entorno. En el origen del trastorno psicopático, estaría la
influencia de factores biológico-genéticos y psicológicos392.
Otros autores, sin contradecir lo precedente, concluyen que la diferen-
cia descansaría en que la psicopatía afecta directamente a la personalidad (el
psicópata es, no es que “esté” psicópata) y, por ello, es desde esa personali-
dad donde se incuban y, en su caso, se desencadenan, los comportamientos
desviados. El trastorno antisocial de la personalidad, sin embargo, apuntaría
directamente, como fuente para el comportamiento anormal, al transfondo,
internalizado y consolidado en el sujeto activo, del contexto sociofamiliar de
la primera infancia. Ésta parece ser la orientación, respectivamente, del CIE-
10 y del DSM-IV-APA, de 1994 y 2002.
“Así, pues, comentan Mª José LÓPEZ MIGUEL y Mª del Carmen
NÚÑEZ GAITÁN, la psicopatía y el trastorno antisocial de la persona-
lidad no son la misma cosa; aunque la relación entre una y otra es incier-
ta, los dos síndromes no se solapan clara y perfectamente (Hare, 1983;
Miller y col., 2001). Sin embargo, el mismo Hare (2003) afirma que la
psicopatía es un trastorno de la personalidad definido por una serie de
conductas y rasgos de la personalidad característicos que socialmente no
se consideran positivos. La diferencia estriba en que la psicopatía es defi-
nida por un conjunto de rasgos de personalidad y conductas socialmente
desviadas, mientras que el trastorno de la personalidad antisocial se re-
fiere fundamentalmente a un grupo de conductas delictivas y antisocia-
les, con lo que muchos delincuentes no psicópatas podrían incluirse. La
relación entre psicopaatía y trastorno antisocial de la personalidad es,
por lo tanto, asimétrica, es decir, prácticamente el noventa por ciento de
los delincuentes psicópatas cumplen los criterios del trastorno antiso-
cial de la personalidad, pero sólo veinticinco por ciento de éstos podría
diagnosticarse de psicopatía según la Psychopathy Checklist-Revised
(PCL-R)”393.
392
R. D. HARE: “The Hare Psychopathy checklist-Revised Manual; Multi-Heath
Systems, 2ª Edition, Toronto, 2003.
393
Mª José LÓPEZ MIGUEL y Mª del Carmen NÚÑEZ GAITÁN: “Psicopatía versus
trastorno antisocial de la personalidad”; en Revista Española de Investigación de Criminología,
7 (2009)pp. 12-13. Sobre la escala psicométrica de R. HARE: Psychopathy Checklist-Revised
(PCL-R), puede verse Jorge O. FOLINO y G. MENDICOA: “La psicopatía, el MMPI y la Hare
PCL-R”; en Revista Argentina de Clínica Neuropsiquiátrica, Vol. 13, 2 (2006)pp. 43 y ss.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 319
Si existe tanta ambigüedad entre las dos figuras, ¿por qué insistir tanto
en diferenciarlas? Porque es preciso, para un acertado tratamiento, conocer
sus causas o factores. Es decir, es preciso, a tal fin, poder practicar un adecua-
do diagnóstico.
Capítulo dieciséis
Concretamente, abordaremos:
— El concepto criminológico de víctima. Su enfoque adecuado más allá
del Derecho Penal. Y el papel de ella en el proceso de victimización.
— El papel de la víctima en el nacimiento del proceso victimizador.
Orientación moderna.
— Los distintos factores victimógenos.
— Algunas clases de víctimas más interesantes desde el punto de vista
de la Criminología Clínica.
— Distintas formas o modelos de victimización: Victimización prima-
ria, secundaria y terciaria.
— El concepto de clínica victimológica y el fundamento real de la
Victimología clínica.
394
En sentido del texto, comenta H. MARCHIORI: “Se observan, en algunas víctimas,
conductas (lo que se denomina reacción crónica retrasada) donde los síntomas se presentan
nuevamente después de un periodo de tiempo. El temor a la delincuencia que sienten las vícti-
mas afecta a todos los aspectos de su vida, impidéndolos realizar sus actividades, reunirse con
sus amistades, lo que acentúa su aislamiento. El miedo a ser atacado nuevamente constituye
un elemento fundamental que angustia de tal manera que refuerza el autoconfinamiento de
la víctima y de su familia. (…) La familia, de la misma manera que la víctima, sentirá miedo,
angustia, temor a la repetición de la violencia, se identificará con la víctima –en su autocon-
finamiento– o en otras reacciones, rechazará a la víctima, la culpará de lo sucedido, negará
el hecho o intentará un comportamiento de venganza, de aislamiento, de autorreproche.”
(“Criminología. La víctima del delito”; Edit. Porrúa, México, 1998, pp 6-7).
326 CésaR Herrero Herrero
Sobre esta cuestión puede verse el estudio de Evelyn JOSSE: “Victime, une épopée
396
399
Sobre este particular, puede verse A. PEARSON.”La victimología y sus desarrollos en
América Latina”; en ALPJF, octubre, 2009. Texto, en htpp://psicologiajuridica. Or/archives/58.
400
J. NOIREL: “L’influence de la personnalité de la victime sur la répresentation exer-
cée à l’encontre de l’agent”; en Revue Internationale de Droit Pénal, 1-2 (1959) pp. 181 y ss.
401
Ezzat FATTAH: “La victimologie au carrefour entre la science et l’ideologie”; en Revue
Internationale et Police Technique, 2 (1995) pp.133.
328 CésaR Herrero Herrero
402
Sobre estas cuestiones, ha sido H. E. KEMPE quien ha tratado, con sistema, las conse-
cuencias de los malos tratos de los niños (“Síndrome del niño maltratado”).. Véase su obra (en unión
de R. KEMPE): “Child Abuse”; Edic. Fontana-Open Books, London, 1978. El estudio a que se hace
referencia en texto es el “Informe” del OSSERVATORIO ABUSO SU MINORI”, elaborado en la
Provicia de Salermo, en 2011. La cita puede verse en pp. 30 y ss. De dicho “Informe”.
403
Pegada a la realidad es la “Declaración de Hong Kong de la Asociación Médica Mundial
sobre el maltrato de ancianos”, adoptada por la 41ª Asamblea Médica Mundial, celebrada en dicha
ciudad en septiembre de 1989, cuando declara que: Los ancianos presentan patologías múl-
tiples como problemas motores, psíquicos y de orientación. Y que: “Debido a esto, necesitan
ayudas en sus actividades diarias, circunstancias que pueden llevar a un estado de dependen-
cia. Esta situación puede hacer que sus familias y la comunidad los consideren como una carga
y limiten la atención y servicios a un mínimo. Es en contra de estos antecedentes que se debe
considerar el tema del mal trato de ancianos. El maltrato de ancianos se puede manifestar de
diversas maneras: como maltrato físico, psicológico, financiero y/o moral, en modo de maltrato
médico, o de autoabandono. Las diferencias en la definición del maltrato de ancianos presen-
tan dificultades al comparar las causas y naturaleza del problema. Se han propuesto algunas
hipótesis preliminares sobre la etiología del maltrato de ancianos, incluidas: la dependencia
de otros para prestar servicios, falta de lazos familiares estrechos, violencia familiar, falta de
recursos económicos, psicopatología de la persona que maltrata, falta de apoyo comunitario.
En cuanto a los factores institucionales: entre otros, bajas remuneraciones y malas condiciones
de trabajo que contribuyen a actitudes pesimistas de las personas encargadas, lo que trae como
resultado el abandono de los ancianos.” (pag. 1 del Documento). Sobre Esta cuestión puede
verse también: E. ESCARD y Otros: “Approches pour une meilleure comprenssion et préven-
tion des violences institutionnelles envers les personnes âgées”; en Revue Internationale de
Criminologie et Police Technique et scientifique, 2 (2002) pp. 183 y ss.
404
Sobre este particular, C. HERRERO HERRERO: “Fenomenología criminal y
Criminología Comparada”; Edit. Dykinson, Madrid, 1911, pp. 265 y ss. Y 309 y ss. Para matizar
las afirmaciones del texto, puede verse Martin KILLIAS: “La violence envers les femmes. Quelques
résultats surprenants de l’International Violence Against Women Survey (IVAWS) et l´étude helvéti-
que”, en Revue Internationale de Criminologie et de Police Technique et Scientifique, 2 (2007)
pp. 165 y ss.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 331
¿Cuáles son las formas de aparecer de las víctimas? ¿Cuáles son sus ti-
pologías? En nuestra “Criminología. Parte General y Especial” (pág.221) se afir-
ma sobre el partricular: “La aparición o el llegar a ser víctima tiene su origen
en multitud de presupuestos. Puede deberse a la elección espontánea llevada
a cabo por el que crea la ideación del delito y pone en movimiento el “iter
criminis”. Puede deberse a la iniciativa de la misma víctima que provoca o
Sobre este asunto puede verse: L. E. COHEN: “Residential Burglary in the United
405
States: Life-style and Demographic Factors Associates with the Probability of Victimization”; en Journal
Of Research in Crime and Delinquency, 18 (1981)pp. 113 y ss.; T. D. MIETHE y R. F. MEYER:
“Criminal Opportunity and Victimization Rates: A Structural Choice Theory of Criminal
Victimization”, en Revista anterior, 27 (1990) pp. 243 y ss.; Dan R. HOYT, K. D. RYAN y Ana M.
CAUCE: “Personal Victimization in a high-risk enviroment: Homeless and runaway adoles-
cents”, en Revista anterior, 4 (1999)pp. 371 y ss.; Guido V. TRAVAINI y Otros: “Paura e criminal-
ità. Dalla conoscenza all’Intervento”, Edt. Franco Angeli, 2002, ver la sección “Ridurre la paura
per intervenire sul crime (Prevenzione situazionale)”.
332 CésaR Herrero Herrero
Existe una multitud de esta clase de clasificaciones. Muy interesante (sobre todo,
406
a nuestra manera de ver, para la Criminología General) es la Clsificación elaborada por Hans
von HENTIG. Puede verse expuesta y sistematiazada en nuestra “Criminología. Parte General Y
Especial”, ya citada, en pp. 223 y ss. El autor ofrece el material explícito para esta clasificación
en su obra “El delito. El delincuente bajo la influencia de las fuerzas del mundo circundante”;
Edit. Espasa-Calpe, Madrid, 1972, II, pp. 443 y ss.).
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 333
408
Sobre estas cuestiones, puede verse Graziano PUJIA y Roberta NARDONE: “La vio-
lenza nelle relazioni familiari”, 2010; texto en Ressegna 1_2010_corr.indd 5
409
Para esta clasificación de G. LANDROVE DÍAZ, ver su obra: “Victimología”, Edit.
Tirant lo Blanch, Valencia, 1990, p. 42.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 335
410
Gianluigi PONTI: “Compendio di Criminologia”; Raffaello Cortina Editore, 1999. Sobre
esta cuestión puede verse A. BARBAROSSA: “Una passione “da morire”. Vittimologia”, pp. 9 y
ss.; texto, en www. cepic.psicologia.it/index.php?
336 CésaR Herrero Herrero
las víctimas de un crimen que, por razones obvias, los profesionales han de
conocer, para actuar con conocimiento de causa, a favor de las víctimas. Al
menos, en los primeros momentos o a corto plazo.
Con tal fin, se hace mención concreta, en este campo: Al plano de humor
y las emociones, donde afloran: miedo, fobias, cólera, hostilidad, molestias
generalizadas, ansiedad, depresión, aflicción, culpabilidad, bochorno, emo-
ciones difíciles de encauzar, apatía, embotamiento, baja autoestima. Al plano
social, donde se producen cambios de relaciones con los otros, prevención,
alienación. Al plano del pensamiento y de los recuerdos, constatándose recuer-
dos obsesivos, bajo rendimiento intelectual, vigilia, evocaciones del aconte-
cimiento criminal, confusión y falta de concentración, disociación, puesta
en cuestión de creencias espirituales. Al plano físico, donde se hacen pre-
sentes náuseas, problemas de estómago, tensión muscular, trastornos del
sueño, pérdida de peso, dolores de cabeza, vértigos, sensaciones corporales
de calor o de frío.
Añadiendo a esto que los profesionales que intervengan en relación con
el acontecimiento victimizador, pueden llegar a observar “estas mismas reac-
ciones de la víctima directa en los amigos y en la familia de las víctimas, por-
que el acto criminal produce efectos sobre los amigos y los allegados, el me-
dio escolar, el lugar de trabajo y en la sociedad en su conjunto (Burlingame y
Layne [2001])”411.
Pero esos efectos perversos, o asimilados, no siempre, ni mucho menos, son
exclusiva de la que acabamos de denominar como “Victimización Primaria”. No
pocas veces, el proceso victimizador se prolonga, de modo diverso, con nuevos
actores. Entramos, entonces, en el ámbito de la Victimización Secundaria”.
2ª Victimización Secundaria. Es la victimización padecida por la misma víc-
tima que ha padecido, o viene padeciendo la primaria, cuando el acontecimiento crimi-
nal victimizador de aquélla pasa a ser tratado por las correspondientes instituciones
sociales-asistenciales (públicas o privadas) o por las instituciones gestoras del sistema
penal y las mismas cumplen sus funciones deficitariamente, proyectándose las corre-
lativas disfunciones sobre la persona ya primariamente victimizada.
Se trata, desde luego, de una experiencia que puede traumatizar a la víc-
tima más que la experiencia directa de la comisión del delito contra ella. Todos
los efectos destructores, más arriba señalados, pueden, en realidad, intensi-
ficarse seriamente, ante el desconcierto y la frustración de constatar cómo
los que debieran protegerla no la protegen, los que debieran comprender
su situación la envilecen. No digamos cuando, incluso, hicieren desaparecer
411
Me refiero, en texto, al estudio, elaborado bajo la dirección de James K. HILL, ti-
tulado: “Guide de traitement des victimes d’actes criminels. Application de la recherche à la practique
clinique”; Ministère de la Justice (Canada), Deuxième Edition, 2009, pp. 27-28.
338 CésaR Herrero Herrero
412
Esta clase de victimización se puede manifestar por ejemplo,, según los trabajos em-
píricos, recogidos en dicha “Guide…”, dirigida por James K. HILL: “…Cuando la víctima tiene
que repetir la recitación del crimen con el sentimiento de estar siendo tratada injustamente
o con la impresión, ante el comportamiento de los demás, que no se la escucha o que no se
la cree. Es necesario subrayar aquí que las víctimas se sienten más en contacto con los otros
cuando ellas consideran que los policías han sido “amables” o benévolos (Norris el coll. [1997]).
Por el contrario, las experiencias negativas con los especialistas agravan los síntomas del es-
trés postraumático (Campbell et coll. [1999] y disminuyen la probabilidad de su comunicación
(Monroe et Coll. [2005]). Afortunadamente, las víctimas que han recibido cuidados de salud
mental, después de haber vivido tales experiencias negativas, han visto su estrés disminuir
(Campbell et coll. [1999]).” (Pág 35 de dicho estudio).
413
Sobre estas cuestiones, C. A. BYRNE y Otros: “The socio-economic impact of interperso-
nal violence on women”; en Journal of Consulting and Clinical Psychology, Vol. 67, 3 (1999) p.362
y ss.; D. E. PELEIKIS y Otros: “The relative influence of Childhood sexual abuse and other
family Background risk factors on adult adversities in female outpatiens treated for anxiety
disorders and depression”; en “Child Abuse and Neglect, Vol. 28 (2004) pp. 61 y ss.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 339
414
Sobre estas cuestiones puede verse F. H. NORRIS y Otros: “The Psychological conse-
quences of crime: Findings from longitudinal population-based Studies”; en Vol Col. “Victims of Crime”
(R.C. DAVIS y Otros, Directors), Edt. Sage Publications, 1997, pp. 146 y ss. También, en D.E.
PELEIKIS y Otros, en trabajo ya citado.
340 CésaR Herrero Herrero
415
“Guide de traitements des victimes dáctes criminels…”, ya citada, p. 19.
416
Así, por ejemplo, R. GASSIN: “Criminologie”, ya citada, pp.509-510.
342 CésaR Herrero Herrero
417
Sobre la relación delincuente-víctima, además de las aportaciones ya citadas de
H.von HENTIG, puede verse el clásico estudio de H. ELLEMBERGER: “Relations psycho-
logiques entre le criminel et la victime”, en Revue Internationale de Criminologie et Police
Technique, 1 (1954) pp. 103 y ss. Sobre este particular puede verse, asimismo:Daniela AGROSI
y Sonia PRECONE: “Criminali e Vittime. Profilo psicologico. Moventi, possibili interventi”; Corso
di Criminologia, Ciampino 2002-2003, pp. 24 y ss. No podemos olvidar, tampoco, a este res-
pecto, que la denominada actualmente victimodogmática viene presentándose como nudo
de conexión respecto de la interacción víctima-delincuente o delincuente-víctima, derivando
la cuestión hacia la posible incidencia de esa interrelación en el esquema de la teoría técnico-
jurídica del delito. Sobre todo, en materia de la “compensación penal”, referida al delincuente
por posible debilitamiento de su responsabilidad cuando la interacción de la víctima excediese
lo normal. (A este respecto, puede verse A. SERRANO MAÍLLO: “Pensamiento contemporáneo y
participación de la víctima en el delito. La victimodogmática”; en su obra “La compensación en Derecho
Penal”, Edit. Dykinson, Madrid, 1996, pp. 241 y ss.).
418
Sobre este particular, J. LÓPEZ VERGARA: “Criminología. Introducción al estudio
de la conducta antisocial”; ITESO, tercera reimpresión,, México, 2000; sobre todo, pp. 161 y ss.
Pero la Victimología, aún como rama dentro de la Criminología, ha tenido enemigos. Autores
tan prestigiosos como M. LOPEZ-REY escribía a finales de la década de los setenta: “La victi-
mología significaría la existencia de victimólogos, y cabe preguntarse cuál, aparte de una pro-
liferación de disquisiciones, debería ser su cometido. ¿Sería el de prevenir o reeducar a toda
posible víctima? El papel de la víctima, incluso respecto a su personalidad, ha sido ya en parte
tenido en cuenta por los códigos penales, especialmente en la formulación de ciertas agravan-
tes y atenuantes. Las mismas, al igual que ciertas figuras delictivas, muestran que las víctimas
pueden ser provocadoras, poco escrupulosas y otras cosas más, pero ¿justifica ello la erección
de una disciplina nueva? ¿Puede tomarse en serio que, en todos los casos delictivos, se proce-
da al examen psicológico y psiquiátrico de la víctima a fin de determinar la coactuación de su
personalidad? Aun suponiendo que ello fuera económicamente hacedero, ¿se justificaría que
las víctimas de los grandes agiotajes, contaminaciones, persecuciones políticas, de los tortura-
dores, de una serie de depredaciones en tiempos de paz y guerra, de motines y algaradas, de
secuestros de personas, pasajeros y demás, del cotagio venéreo, de envenenamiento o defor-
mación como consecuencia de ingerir sustancias alimenticias, productos farmacéuticos, etc.,
las lesionadas como consecuencia de una serie de accidentes y otras muchas, fueran examina-
das psiquiátricamente? ¿Olvidan los que postulan la invención de la victimología que sólo tie-
nen en cuenta una pequeña parte de la criminalidad para justificarla y que el sistema de cajas
de indemnización y compensación, que no es nada nuevo, pero que funciona ya en bastantes
países, da resultados más rápidos y mejores que los que podrían aportar los victimólogos? Si
ha de ser inventada una victimología, ¿por qué habría de reducirse sólo a lo criminal? ¿Sería
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 343
nía como: “Disciplina cuyo objeto es el estudio de la víctima de un delito, de sus per-
sonalidad, de sus características biológicas, psicológicas, morales, sociales, así como
culturales, y de sus relaciones con el delincuente y del papel que ha desempeñado en
la génesis del crimen”419. En su evolución, sin desviarse del anterior contenido, vino a
interesarse, de forma intensa, por los derechos de la víctima, hasta tal punto que, como
sintetiza RODRÍGUEZ MANZANERA: “Tema funadamental de la Victimología
moderna es el estudio y tratamiento de la víctima, considerado actualmente como un
derecho del ofendido por una conducta criminal”420.
Podemos ver, entonces, cómo, a travès de la unión de esas dos visiones,
estrictamente complementarias, el concepto de Victimología engloba los dos
extremos que, hace unos momentos, acabamos de describir, y que no hay que
sacar fuera del cometido criminológico.
Hay ya autores reconocidos, por ello, que, a la hora de definir la
Criminología Clínica, engloban directamente en ella a la VÍCTIMA. Es el caso,
por ejemplo, de Fulvio FRATI que conceptúa dicha Criminología, diciendo
que es:
“La rama de la Criminología que utiliza, en la aproximación a los aconte-
cimientos criminosos, una modalidad de interpretación específicamente
proyectada a comprender los sentimientos, las experiencias y vivencias
subjetivas, sea de los autores o sea de las víctimas de los delitos, con el
propósito de intervenir (en unión de otras modalidades interpretativas
de diverso tipo, sobre todo de las relacionadas con las sociológicas y las
jurídicas) para intentar alcanzar la reducción de los comportamientos
penalmente sancionados y del sufrimiento que a éstos habitualmente
acompaña”421.
necesario inventar una victimología civil, comercial, industrial y muchas más?” (“Criminología.
Criminalidad y planificación de la Política criminal”; Editorial Aguilar, tomo II, Madrid, 1978, p.
146).
419
G. GULOTA: “La vittima”; Ed. Giuffré, Varese, 1976, p. 9.
420
L. RODRÍGUEZ MANZANERA: “Criminologia Clinica”, ya citada, p. 333.
421
Fulvio FRATI: “La Psicologia penitenziaria e criminologia”; en Bolletino d’Informazione
dell’Ordine degli Psicologi dell’Emilia Romagna, 1 (2002) p. 2 del estudio.
422
Sobre este aspecto, R. GASSIN: “Criminologie”, ya citado, pp. 713 y ss.
344 CésaR Herrero Herrero
423
André NORMANDEAU hace observar cómo, a pesar de las deficiencias existentes,
en materia de servicios sociales y jurisdiccionales con relación a las víctimas, desde hace ya
bastantes años, al menos en América del Norte y en Europa (democrática) ha venido aumen-
tando de forma muy considerable en ambos aspectos. Gracias, en gran parte, por “la conjuga-
ción de cinco tipos de actividades independientes pero complementarias: a)La introducción
de programas de indemnización de las víctimas; b) el desarrollo de un campo de estudio cono-
cido bajo el nombre de “victimología”; c) el movimiento femenino; d)el incremento de la cri-
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 345
426
ARISTÓTELES: “Moral a Eudemo”, Ed. Espasa-Calpe, Colección Austral, nº 296,
Madrid, sexta edición, 1976, Capítulo X (“De la sociedad civil y política”) p. 211.
427
ARISTÓTELES: “La Política”; Ed. Espasa-Calpe, Colección Austral nº 239, décimo-
tercera edición, Madrid, 1978, Capítulo I (“De la sociedad civil”), p.24.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 351
428
Podemos decir, según lo expuesto en texto, que hay sociedad humana, cuando esta-
mos ante la reunión orgánica y permanente de individuos y grupos humanos destinada, por
su propia naturaleza, a cumplir, mediante la mutua cooperación, todos los fines o necesida-
des de la vida humana. (A este respecto, puede verse C. HERRERO HERRERO: “La delincuen-
cia. Su concepto, Su dimensión social. B. El concepto de sociedad”, en su Obra “Criminología. Parte
General y Especial”, ya citada, pp.287 y ss.).
429
Sobre esta cuestión, puede verse el apartado F. (“Nuestro concepto criminológico del
Delito”) del Capítulo X de esta obra.
352 CésaR Herrero Herrero
M. CROZIER: “La transformation des modes de Contrôle social et la crise des régulations
430
431
A. BAGNASCO y Otros: “Elementi di Sociologia”; Edizioni del Mulino, Bolonia, 2004,
en su Capítulo 5 (Controllo sociale, devianza e criminalità”).
432
Sobre la primacía del individuo con relación a la sociedad, en Max Weber, puede ver-
se: Pablo NOCERA: “Mediaciones conceptuales en la sociología de Max Weber. A cien años de
“La Ética protestante y el espíritu del capitalismo”; en Nómadas. Revista de Ciencias Sociales y
Jurídicas, Vol. 13, 1 (2006).
433
Para E. DURKHEIM, en efecto, el individuo es producto de la sociedad. ¿Por qué?
Según él, porque la sociedad es exterior y previa al individuo. Es exterior porque se impone a
sus miembros con coacciones o sanciones. Es previa o anterior porque así, según él, claro, la
Historia testifica que ha aparecido primero la sociedad y luego el individuo y, desde luego,
porque la formación de las conciencias individuales se deriva de la evolución histórica de la
sociedad. Lo mismo pasa con la vida colectiva. Ésta no surgió desde la vida individual, sino la
vida individual de la colectiva. Lo que quiere decir que el individuo, al surgir de lo colectivo,
lleva en sí su orientación y su marca. Por eso, la persona individual se siente solidaria de esa
sociedad de donde procede y por ello se adapta para no destruir el orden colectivo. El indivi-
duo, en principio, no es antisocial, porque es producto de la sociedad.” (Véasé su obra “De la
division du travil social”, ed. P.U.F., Paris, 2004). Pero, entonces, ¿por qué existe delincuencia?
La delincuencia, que no es nada excepcional sino algo normal, se cultiva en la sociedad misma
354 CésaR Herrero Herrero
en que aparece. Depende de los valores y las normas vigentes en la sociedad e impuestos por
el Derecho. (Véase su obra “Les règles de la méthode sociologique”, P.U.F., Paris, 1977).
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 355
434
G. KAISER: “Criminología. Una introducción a sus fundamentos científicos”, Edit.
Espasa-Calpe, Madrid, 1983, p.83.
435
Sobre esta cuestión, en perspectiva social, puede verse Pedro OLIVER OLMO: “El
concepto de control social en la Historia Social: estructuración del orden y respuestas al desorden”; en
Historia Social, 51 (2005) pp. 73 y ss.
356 CésaR Herrero Herrero
del Instituto de Estuios de la Policía (Dirección General de la Policía), Madrid, 1986, p.610.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 357
cación efectiva del castigo, se pone a los ciudadanos ante una elección: o se
somete a la ley o incurre en una pena. Quiera o no lo quiera el infractor.
En lo que atañe a la justicia, como manera de control del delito, está re-
ferida a que el ser humano, por lo menos aun el no pervertido, es sensible
a la paz y bienestar que produce el vivir conforme a relaciones sociales, in-
formadas en principios de justicia. En el respeto de cada uno a sus derechos
legítimos. Ünica forma, por lo demás, de vivir en verdadera libertad, cuando
se respeta los derechos del otro437.
Es manifiesto que estas cuatro tipologías de control social del crimen son
plenamente aplicables al delicuente concreto y, por ello, utilizables por la
Criminología Clínica. (De esto hablaremos más adelante).
pp.21-23.
358 CésaR Herrero Herrero
438
C. HERRERO HERRERO: “Política Criminal Integradora”, Editorial Dykinson,
Madrid, 2007, pp.15-16.
439
En el sentido del texto, ha escrito Françoise LOMBARD: “En la concepción interac-
cionista, el control social deviene en productor de la desvianza verdadera, es decir la que se
instituye para durar en una imposición de rol estable (ver Becker). El control social es, pues,
la causa, la génesis de la desviación. El concepto de control social ha cambiado entonces de
connotación: ha llegado a ser sinónimo de poder, de dominación. (…)La atención va ser focali-
zada sobre los aparatos de control social o, más ampliamente, sobre los lugares y prácticas ge-
neralmente controlados por el Estado y que implican una dominación ideológica y represiva,
teniendo por fin el desarrollo de una sociedad disciplinaria y normalizante.. (…) Los aparatos
del Estado, la prisión, por ejemplo, aparecían como una manifestación del poder del mismo
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 359
¿Qué decir de esta orientación radical sobre el concepto y papel del con-
trol social (afectante, claro está, al control social del delito)?
Lo que ya dijimos sobre su concepción en torno al delito y delincuente.
Que, al partir de un concepto antagónico de sociedad al de las sociedades
democráticas occidentales, se proyecta, necesariamente, la visión en su con-
junto de su sistema sociopolítico a los conceptos básicos de la realidad so-
cial. No sólo ven déficits, disfunciones, errores, en las intituciones de aque-
llas sociedades, sino vicios de raíz e inservibles de acuerdo a su ideología.
Por eso, hacen afirmaciones “confundiendo” la parte con el todo. (La delin-
cuencia (toda) el delincuente (todo) de las sociedades liberaldemocráticas
es pura invención o etiquetamiento de los que ostentan el poder. El control
social, entonces, y de forma consecuente, es el instrumento para llegar a esa
rotulación.
A nosotros nos parece, de forma fundada, que nuestras sociedades de-
mocráticas actuales son, en parte, criminógenas (porque adolecen de no po-
cas contradicciones), que crean, en alguna proporción, delitos y delincuentes
artificiales, que no raras veces utilizan medios de control social disfunciona-
les… Pero que, a pesar de todo, sus formas de control social permiten trans-
mitir principios, valores y normas básicos para poder vivir con suficiente e
imprescindible conformidad. O, simplemente, para poder convivir civiliza-
damente, en libertad, en solidaridad, en paz, en respeto de los otros sin eludir
o prohibir la inevitable, pero enriquecedora, discrepancia…, o diversidad. Lo
que no quiere decir que no sean manifiestamente mejorables.
sobre la sociedad civil. Esta evolución es tan fuerte que se ha observado en los años setenta
una tendencia a reservar el término de control social a las solas situaciones donde inteviene al-
guna de las intituciones estatales especializadas. Y, para trazar la demarcación, se ha ensayado
poner en práctica múltiples distinciones: Se ha querido oponer el control social (activado por
el Estado) al control social (el llevado a cabo por la sociedad civil). Luego, se ha contrapuesto
el control institucional al control informal, el control especializado al control general… etc. La
tendencia más reciente consiste en oponer la regulación social –que es definida como la presión
hacia la conformidad en el curso normal de la socialización sin entrada en escena de las re-
des especializadas en considerar desviados y desviaciones– y control social, que se emplea para
describir justamente la entrada en escena de redes especializadas y estatales.” (“Criminologie”,
Université de Lille II, Faculté des Sciences Juridiques, Pilitiques et Sociales, 2000, Chapitre 2:
“Une rupture épistemologique: La Sociologie pénale”. Section 1: Le paradigme du contrôle social”, pp.
98 y ss. del estudio).
360 CésaR Herrero Herrero
penale. Una lettura di David Garland”, en Dignitas, 5 (2004) pp. 6 y ss. También, Mark BROWN:
“Prevention and the security state: Observations on an emerging jurisprudente of risk”, en Champ
Pénal/Penal Field [en ligne], 8 (2011). También, Loic WacQUANT: “La mondialisation de la “tole-
rance zero”, en Agone:Philosophie, Critique, littérature, 22 (1999) pp. 127 y ss.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 361
442
Sobre esta materia puede verse el libro de A. SILVA SERNAQUÉ: “Control social, neo-
liberalismo y Derecho penal”; UNMSM, Fondo Editorial, Lima, 2002.
443
Sobre estas cuestiones, M. PAVARINI: “Per una penalitá sostenibile”, en Dignitas, 3
(2003) pp.6 y ss. Del mismoa autor: “L’irrisoltà ambigüita del punire”, en misma revista, 8 (2005)
pp.6 y ss.
Cuarta parte
LA DIMENSIÓN ETIOLÓGICA
EN LA CONFIGURACIÓN DE LA DELINCUENCIA.
PROYECCIÓN CLÍNICO-CRIMINOLÓGICA
Capítulo dieciocho
Este es, por tanto, el cocepto que vamos a atribuir a los factores que venimos
incluyendo en nuestro sistema etiológico: Factores psicomorales, factores psi-
cosociales. E, incluso, a los factores de carácter psicobiológico, cuando éstos
no comporten vínculos psquiátricamente definidos (de los que, aquí, no va-
mos a hablar, por haber desarrollado ampliamente ya esta cuestión).
Pero, antes de terminar esta introducción, una cuestión última. ¿Por qué
volver, en un estudio de Criminología Clínica, sobre los factores explicativos de la
delincuencia, o actuantes en los delincuentes, si son ya tratados en la Criminología
General? Porque el criminólogo clínico debe conocer de antemano lo “colecti-
vo”, para poder diferenciar luego lo individual, o situar cuáles de los factores
que se consideran generales se encarnan o actúan el la persona singular, ob-
jeto de su actividad profesional o para la que posee reconocida competencia
real y oficial. (Volveremos, en su momento, sobre ello).
En el presente Capítulo, en concordancia con lo que se acaba de exponer
en la presente Introducción, desarrollamos los siguientes apartados:
— Concepto y alcance de las causas o factores de la delincuencia o in-
fluyentes en al configuración del criminal o delincuente.
— Nuestro esquema básico de factores criminógenos de acuerdo a
la dimensión humana de procedencia. Su manera recíproca de
interacción.
— Factores de base, de orientación psicobiológica.
— Factores de base, de orientación psicomoral.
— Factores de base, psicosociales o de carácter exógeno permanernte.
— Los factores situacionales o de carácter exógeno no permanente.
— Los factores criminógenos en el delincuente concreto. Los fac-
totres contracriminógenos o factores de protección en el mismo
delincuente.
— Los factores criminógenos en la mujer. ¿Alguna diferenciación?
444
A este respecto, puede verse J. ORTEGA y GASSET: “¿Qué es Filosofía?”, Madrid,
1958. J. FERRATER MORA: “Diccionario de Filosofía”, 1, letras A-D, Círculo de Lectores,
Valencia-Barcelona, 1991, p.462. G. FRAILE: “Historia de la Filosofía”, B.A.C., Madrid, 1976,
tomo I, pp. 26 y ss.
370 CésaR Herrero Herrero
445
Ver A. QUETELET, ver sus obras “L’homme et le développement de ses facultés, ou Essai de
physique sociale”, 2 vols, publicados en 1835, y “The propensity to Crime”, 1831.
446
E. DURKHEIM: “Les règles de la methode sociologique”, P. U.F., Paris, 1949,p.103.
447
E. FERRI, ver su “Sociologia Criminale”, Bocca, Torino,2ª ed. 1900.
448
J. PINATEL: “Tratado de Derecho Penal y Criminología”, ya citado, p.144.
449
Sobre esta cuestión, C. HERRERO HERRERO: “Criminología. Parte General y
Especial”, ya citada, pp. 206 y ss.
450
Hemos de enetender por condiciones criminógenas ocasiones o estímulos suplemetarios
que hacen aflorar la oportunidad de delinquir. El móvil criminógeno equivale a movimiento de la
voluntad, por razones psico-morales, hacia la consecución de un objetivo (matar por venganza,
maltratar por celos…). Equivale al porqué de la actuación. Índice criminológico es la huella, señal
o signo que nos revela, con relación a una persona, ciertos aspectos relacionados con su estado
delincuencial, propiciándonos su diagnóstico en este campo. (No hay que confundirlo con el lla-
mado “índice criminal” o relación existente entre el número de delitos y la población). “Síndrome”
es la reunión conjunta de señales o signos y síntomas, relacionados con un cuadro criminológico,
manifestado en un individuo. Para mayor extensión en torno a estos conceptos, puede verse a L.
RODRIGUEZ MANZANERA: “Criminología Clínica”, ya citada, pp. 278 y ss.)
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 371
451
A este respecto es de sentido común, pero ilustrado y profesional, tener en cuenta
reflexiones como las que ofrece H.E. BERDUCIDO MENDOZA: “No todos los factores perso-
nales son igualmente importantes en el análisis de la conducta criminal como no lo son las va-
riantes situacionales. La tarea de la teoría y la práctica es descubrir las variables más relevantes,
medir esas variables con diseños que permitan conocer las relaciones significativas entre las
mismas y explorar las posibles amenazas a la validez. Por ejemplo, junto con los orígenes de
una clase social baja, el dolor personal (ansiedad, depresión) y la anomia y la alineación (sen-
timientos de soledad, de sentirse sin rumbo, impotencia, conciencia de oportunidades muy
limitadas), son factores de riesgo menos importantes de criminalidad que otros indicadores de
propensión a la antisocialidad derivados de la familia y otros agentes de socialización (cohe-
sión y prácticas de crianza, amigos antisociales, indicadores de logros académicos) y especial-
mente del propio individuo y su historia conductual (actitudes, creencias, cogniciones, emo-
ciones, impulsividad)”. (“Factores criminógenos y Psicología del delincuente”, Universidad
Mesoamericana de Guatemala, 2008, p.22 /2008/04/f-factores).
452
Y, desde luego, ha de procurarse, además de su jerarquización, determinar o medir
el peso en el desencadenamiento de la conducta delictiva de cada uno de los factores locali-
zados, su interacción…, partiendo de la correspondiente observación sistemática… etc., etc. Y
sirviéndose de las técnicas existentes adecuadas.
372 CésaR Herrero Herrero
453
CENTRE INTERNATIONAL POUR LA PRÉVENTION DE LA CRIMINALITÉ:
Rapport International sur “Prevéntion de la criminalité et sécurité quotidienne. Tendances et
perspectives”, Montreal, 2008, p.35.
454
Ver exposición de esta teoría en P. PELLETIER: “Cours de délinquance et criminalité”;
Département de Psychologie, Université Laval, Montreal, 1998.
455
Brigitte DOYON y Martin BUSSIÈRS: “Recherche sur la criminalité et la délinquence:
une distinction selon le sexe”; Département de Sociologie de la Faculté des Sciences Sociales,
Université Laval-Conseil Pernament de la Jeunesse, Montreal, 1999, p.26 del Informe-estudio.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 373
456
Ver esta exposición en Brigitte DOYON y Martin BUSSIÈRES, trabajo precitado en
nota anterior, pp.26-27.
457
A este respecto, W.BUIKHUISEN y J. FRANÇOIS: “La Criminologie intégrale”, en
Déviance et Societé, Vol 1, 1 (1977) pp. 100 y ss.
374 CésaR Herrero Herrero
458
Richard WURTMAN, en efecto, en su estudio “Trastorno bioquímico: Serotonina”
(“Crime Times”), E.U.A., 1995, viene a decir que dietas de alto contenido en carbohidratos,
en unión de contenido bajo en proteínas, repercuten negativamente en los niveles normales
de la serotonina. La serotonina, por su naturaleza de neurotransmisor, cuando se altera su
nivel ordinario produciría efectos cerebrales que se relacionan con tendencias especialmente
agresivas (autoagresivas o héteroagresivas; es decir, puesta en práctica de agresión o violencia
consigo mismo (suicidio, ataques a otros, etc.). A este respecto, puede verse, también, John W.
HILL y Doris K. KOLB: “Química para el nuevo milenio”, 8ª edición, Ed. Prentice Hall, México.
1999), sobre todo, en Apartado 5: “Enlaces químicos: Lazos que unen”, pp. 106 y ss. y Apartado
10: “Polímeros: Gigantes entre las moléculas”, pp. 250 y ss. (Original en inglés: “Chemistry for
Changing Times”, eighth Edition, Prentice Hall, New Jersey, 1998).
459
Angie VÁZQUEZ ROSADO: “Psicología forense: sobre las causas de la conducta crimi-
nal”; en Revista Psicología Científica.com, 6 (4), 4 de marzo 2004, pp. 1 y ss. (Disponible en:
http://www.psicologiacientifica.com/bv/psicologia-135-1-psicologia-forense-sobre-las-causas-de-la-con-
ducta-criminal-html; en esta misma orientación, Wael HIKAL: “Criminología psicoanalítica, con-
ductual y del desarrollo”, Flores Editorial, México, 2009, sobre todo, en su capítulo V (“Factores
endógenos”), 3. “Delito y herencia, a) Trastornos bioquímicos. Serotenina”, pp. 61 y ss.).
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 375
460
Ver, a este respecto, además del ya citado estudio de A. VÁZQUEZ ROSADO y la
obra precitada de Wael HIKAL en lugar apuntado, la obra de este mismo autor: “Criminología
etiológica multifactorial. Los factores criminógenos”, Flores Editorial, México, 2009.
461
Así, por ejemplo, en el libro de Yvan D’AMOURS: “Le point sur la délinquance et le
suicide chez les jeunes”, C. P. J., Québec, 1995, donde se asegura que: “la investigación biomé-
dica ha permitido establecer que algunas deficiencias neurológicas, fisiológicas o endocrinas
pueden modificar profundamente el comportamiento de los individuos.” (Pág. 39 de la obra).
462
Brigitte DOYON y Martin BUSSIÈRES: “Recherche sur la criminalité et la délin-
quance: une distinction selon le sexe”, ya citado, p. 23 del estudio.
376 CésaR Herrero Herrero
463
J. L. LÓPEZ ARANGUREN: “Ética”, Madrid, 1972, pp.348-349.
464
Sobre esta materia, puede verse C. HERRERO HERRERO: “Los factores de la delin-
cuencia. Teorías explicativas.2. Teorías psicomorales”, en su “Criminología. Parte General y Espacial”,
ya citada, pp. 349 y ss.
465
O. KOUDOU, en su estudio “Dysfonctionnements familaux et formation de la per-
sonnalité à risque déviant chez l’adolescent” (en Revue Internationale de Criminologie et Police
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 377
Technique et Scientifique, 3 (2008)pp. 259 y ss. sintetiza sus investigaciones sobre esta materia
de la manera siguiente: “Los estudios en Criminología juvenil occidental y en Criminología ju-
venil africana sobre las familias y sus implicaciones en el desarrollo de la delincuencia juvenil
deberían ser reforzados en el sentido de la toma en consideración de la conducta de los padres.
En efecto, será necesario no hablar ya más de un solo factor familiar particulat (padre o madre,
generación de familias, familia unida o familia desunida), sino de constelaciones o grupos de
factores familiares: abandono y rechazo, separación precoz padres-hijos; desvalorización del
niño; conflictos conyugales; inversión de la autoridad familiar. Estos factores familiares están
en interacción e influenciarían progresivamente la formación de una personalidad en riesgo
de desviación: representación familiar socio-negativa, representación de sí negativa, necesi-
dad de seguridad y de afiliación, aislamiento socioafectivo, representación pesimista del futu-
ro. Una estrategia preventiva giraría en este caso sobre la comunicación social que nos debería
incluir en una estrategia preventiva integrativa.” (p.268).
466
Sobre la influencia de los déficits de control de sí en la desviación social y delin-
cuencial puede verse, además de los trabajos clásicos de Gottfredson y Hirshi, el estudio de F.
OUELLET y P. TREMBLAY: “Les paradoxes du manque de contrôle de soi: délinquants, joueurs compul-
sifs et étudiants”; en Revue Internationale de Criminologie et Police Technique et Scientifique,
3 (2008) pp. 273 y ss.
378 CésaR Herrero Herrero
467
Ver D. M. FARRINGTON: “Longitudinal Research on crime and delinquency”, M. Tomry
y N. Morris, editors, 1979. También: “The explanation and prevention of youthfull offending”, en
Vol Col. “Delinquency and Crime. Current Theories”, J. D. Hawkins editor, Univesity Press,
Cambridge, 1996. “Human Development and criminal careers”, Vol. Col., M. Maguire, R. Morgan
y R. Reiner (editors): “The Oxford Handbook of Criminology”, 2nd ed., Clarendon Press, Oxford,
1997, pp.361-408. “Origins of violent behaviour over the life span”, Vol. Col., D. J. Flannery, A. T.
Vaszonyi e I. Waldman (editors): “The Cambridge Handbook of Violent Behaviour”, Cambridge
Univesity Press, 2006.
468
D.M. FARRINGTON: “ Criminología del desarrollo y del curso de la vida”; en Vol.
Col. “Derecho Penal y Criminología como fundamento de la Política criminal. Estudios en
Homenaje al Profesor Alfonso Serrano Gómez”; José Luis GUZMÁN DÁLBORA y Alfonso
SERRANO MAÍLLO (editores), Editorial Dykinson, Madrid, 2006, p. 259.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 379
469
G. WALTERS, en inglés, titula su obra: “The Criminal Lifestyle”; Sage editions, New
bury Parck, 1990.
470
H.E. BERDUCIDO MENDOZA: “Factores criminógenos y psicología del delincuen-
te”, ya citado, p. 25 del estudio.
380 CésaR Herrero Herrero
471
R. CARIO ha venido hablando de la socialización deficiente, errada o lastrada de los
delincuentes (“socialisation manquée des criminels”).Concretamente, hace observar al respecto:
“Bajo el eco de las investigaciones más utilizadas, teniendo en cuenta las características ob-
servadas de la criminalidad, es posible en efecto recalcar que su personalidad (la de los delin-
cuentes) se ha construido en un medioambiente afectivo y sociocultural perturbado, del que
son testigos las rupturas matrimoniales y las inestabilidades socioculturales principalmente
vividas por sus padres. La indisponibilidad afectiva de éstos, sus débiles prácticas lingüísticas
(provienen de carencias de la misma índole acumuladas durante la infancia), sus propios sufri-
mientos (no asumidos), no les han permitido responder de manera satisfactoria a las necesida-
des del hijo devenido en delincuente en términos de continuidad relacional, de identificación
como diferenciación. Estas familias son calificadas cada vez más frecuentemente de “dimisio-
narias” en un modo anormalmente peyorativo. (…) Esta vulnerabilidad de origen familiar ha
comprometido fuertemente la inserción social de los afectados, desguarnecidos de pràcticas
comunicativas eficaces y valorizantes. Más bien, la deprivación así vivida está en el origen de
su tendencia antisocial. En oposición más o menos abierta con el sistema educativo institucio-
nal, ellos han experimentado entonces las más grandes dificultades para conformarse a los
standars culturales dominantes. En desajuste social más o menos profundo, sólo el recurso a
conductas prohibidas ha autorizado la satisfacción de necesidades identificadas como gratifi-
cantes, o la eliminación de las consideradas como dolorosas. La proximidad de pares, atrave-
sando o habiendo atravesado las mismas crisis, la amplitud de la precariedad, les afectan; la
intensidad de la emoción provocada por la persona o por el objeto codiciados, o detestados,
han determinado los pasos agresivos al acto.” (“Devenir criminel. De la socialisation manquée au
comportement social différentiel”; Vol. Col., T. Albernhe (Directeur), “Criminologie et psychiatrie”,
Ed. Ellipses, 1997, pp. 458-469.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 381
Ya hemos dicho, con profusión, que el ser humano viene a este mundo,
desde su llegada al universo intrauterino, rodeado de otro universo exterior,
que denominamos medio-ambiente. Universo que, tomando contenidos,
formas y modalidades distintas, durante la andadura histórica del hombre,
le acompaña donde se halle, interpelándose mutuamente. Siéndole muchas
veces favorable y no siempre propicio o positivo. Situando a aquél, con al-
guna frecuencia, en trance de responder dañándose a sí mismo o al prójimo.
Somos, pues, lo repito una vez más, tributarios forzosos del medio-ambiente.
Acontece, por otra parte, como ocurre con una gran parte de los términos
de nuestro lenguaje, que tampoco la expresión “medio-ambiente” significa
siempre lo mismo. Y no lo significa, porque no existe una sola forma de me-
dio-ambiente y, en consecuencia, su concepto no es un cocepto unívoco sino
polisémico. Es manifiesto que no es unívoca la realidad medio-ambiental,
encarnada en “medios-ambientes” dimensionalmente distintos. Así, cuando
nos referimos a medio-ambiente físico o climático, medio-ambiente político
o social, medio-ambiente cultural o económico, ecológico, medio ambiente
rural o urbano. Todos ellos influyen en el ser humano, pero de forma diversa.
Todos ellos pueden obedecer a un concepto abstracto como el de que entrañan
un conjunto de factores que operan, actúan o influyen de manera constante o per-
manente sobre los seres vivos y, especialmente, sobre el hombre. Pero la diferencia
surge cuando iniciamos la especificación de tales factores y comprobamos su
diferente incidencia. V. gratia, los factores ambientales emanados del medio
social (de los grupos de personas, siempre heterogéneos, dentro delos que se
mueve y vive el individuo concreto) y los nacidos del medio físico472.
472
Puede entenderse, por tanto, por medio-ambiente el contexto circundante en el que
una persona vive, se desarrolla o se desenvuelve. Es, pues, el grupo de personas y el conjun-
to de circuntancias físicas (climáticas, estacionales, regionales, sociales, económicas, cultura-
les, políticas religiosas…) que rodean al ser humano en cada momento de su existencia. Este
contexto circundante además de variado en cuanto a los distintos grupos hamanos, tiempos
y regiones, es dinámico dentro de esa variedad, pues evoluciona y cambia continuamente.
Además, como se reitera en texto, cada unidad grupal de circuntancias (económicas, políticas,
físicas…) forman “submedio-ambientes” distintos entre sí, puesto que cada uno de ellos ejer-
cen influjos diversos sobre el individuo. Cabe hablar, asimismo, de medio-ambientes volunta-
rios, elegidos o aceptados (familia, hogar, escuela, profesión…) y de medio-ambientes impues-
tos o padecidos (cárcel, el derivado del sometimiento a la situación de trata de personas…). O,
en fin, cabe la referencia también a “micro- medio-ambientes” (familia, escuela, lugar de trabajo,
vecinaje., clase social…) y “macro-medio-ambientes” (medio-ambiete rural, medio-ambiente
urbano, regional, nacional internacional y supranacional). Todos ellos influyen, o pueden in-
fluir, según su naturaleza, en los individuos y, en su caso, en sus asociaciones, pero de manera
distinta en cada uno de ellos. No hay duda, por ejemplo, que el medio-ambiente internacio-
382 CésaR Herrero Herrero
nal (dentro de sus distintas orientaciones: económicas, políticas, sociales…) puede influir en
la orientación de la delincuencia y en la de los delincuentes. Por ejemplo, en la eclosión de
delincuencia organizada transnacional y, por lo mismo, en la formación de asociaciones de
delicuentes dedicados a ella.
473
Sobre este particular puede verse el estudio de investigación, lleno de sentido co-
mún sin dejar de ser científico, de Edmond ROSTAND NSHEUKO: “L’influence du milieu cri-
minogène sur la personnalité du delinquant: L’exemple de la ville de Dschang”; Université de Dschang-
Maitrise, en Droit et Carrières Judiciaires, 1998.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 383
474
Ver B. DOYON y M. BUSSIÈRES, en trabajo ya citado, pp. 21 y ss.
475
Sobre estas cuestiones, C. HERRERO HERRERO: “Criminología. Parte General y
Especial, ya citada, pp. 462 y ss.
476
A este respecto, puede verse S. HALLSWORTH y T. YOUNG: “Getting Real About
Gangs”, en Criminal Justice Matters, 55 (2004) pp. 11 y ss.
477
Esta obra es “Culture, conflict and crime”, New York, 1958.
478
Véase, por ejemplo, L. MUCCHIELLI: “Délinquance et immigration: le sociologue
face au sens commun”, en Hommes et Migration, 1241 (2003) pp. 21 y ss.
384 CésaR Herrero Herrero
479
Yvan D’AMOURS: “Le point sur la délinquance et le suicide chez les jeunes”; C. P. J.,
Québec, 1995, p.39.
480
E. B. TYLOR: “Primitive Culture”; Edit. Murray, London, 1971, p.1.
481
Ampliamente sobre esto, C. HERRERO HERRERO: “El papel de la familia, en la prác-
tica de la prevención primaria”, en su obra “Delincuencia de menores. Tratamiento criminológico y
jurídico”, Edit. Dykinson, 2ª edición, Madrid, 2008, pp.228 y ss.
482
Sobre estas cuestiones se leen aún con interés y provecho trabajos de los GLUECK
(Sheldon y Eleanor) como: “Working Mothers and Delinquency”, in Mental Hygiene, Vol. 41, 3
(1957). Puede verse ahora texto también en “Ventures in Criminology Selected Recent Papers”, tra-
bajos y artículos, aparecidos en diversas publicaciones, de los precitados autores; International
Library of Criminology, Editors E. Glover, H. Manheim and E. Miller, London, 1964, pp. 31 y ss.
También, E.T. GLUECK: “Role of the Family in the in the Etiology of the Delinquency”, en Bulletin de
la Societé Internationale de Criminologie, 1er. Semestre, 1960; puede verse texto, asimismo, en la
precitada obra “Ventures…”, pp. 60 y ss.; asimismo, de Sh. and E. GLUECK: “Family Environment
and Delinquency in the perspective of Etiology Research”, in International Annals of Criminology, 1er.
Semestre 1963. Puede verse texto también en dicha obra “Ventures…”, pp. 71 y ss.
483
T. PARSONS: “Essays in sociological theory”, Free Press, New York, 1964.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 385
484
Sobre esta materia, también ampliamente, en C. HERRERO HERRERO, obra ante-
rior, pp.230 y ss. Puede verse, desde luego, el ya lejano, pero siempre sólido y riguroso, estudio
de Sh. GLUECK: “The Home, the School and delinquency”; en Harvard Educational Review, Vol.
23, 1 (1953), y que, ahora, puede verse también texto en la citada obra “Ventures in Criminoly…”,
pp. 13 y ss.
485
E. ROSTAND NSHEUKO: Trab. ya citado, en el apartado “L’influence de l’habitat et du
voisinage”.
386 CésaR Herrero Herrero
486
A este respecto, C. HERRERO HERRERO: “Política Criminal Integradora”, Edit.
Dykinson, Madrid, 2007, pp. 149 y ss.
487
CENTRE INTERNATIONAL POUR LA PRÉVENTION DE LA CRIMINALITÉ:
“Rapport International sur la Prévention de la Criminalité et Sécurité quotidienne:Tendences et perspec-
tives”, Montreal, 2008, p.35.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 387
488
Ver dicho CENTRE INTERNATIONAL y su mismo Informe Internacional, de nota
anterior, en pp. 35-41.
489
Ver su documento (Resolución 60/177 de la Asamblea General de N.U.): “Sinergias y res-
puestas. Alianzas estratégicas para la prevención del crimen y la justicia penal”; 16 dciembre, 2005.
388 CésaR Herrero Herrero
nalidad. Sobre todo, por lo que respecta a los delitos de corte patrimonial, ya
que éstos están fuertemente relacionados con el vigor de la economía o con la
recesión de la misma. No estando bien determinado cuándo la tasa criminal
aumenta y cuándo disminuye. Hay versiones diversas.
Por lo que a la Tecnología respecta, se dice que: “...La innovación tecno-
lógica, sobre todo bajo la forma de ordenadores, de comunicaciones y de in-
formación, contribuirá cada vez más a facilitar la actividad criminal. La nueva
tecnología permitirá a los particulares y a los pequeños grupos cometer crí-
menes que otras veces estaban fuera de su alcance, reduciendo además los
riesgos de tales comportamientos. Ella les facilitará el acceso a los sistemas, a
las instalaciones, a los bienes y a la información; suprimirá los obstáculos geo-
gráficos a la criminalidad; hará la criminalidad potencialmente todavía más
lucrativa; y acrecentará el anonimato y la capacidad de los delincuentes para
escapar de la justicia. El problema se agrava por el hecho de que las nuevas
tecnologías son comercializadas sin mirar las consecuencias para la criminali-
dad (Association of British Insurers, 2000; Foresight Directorate, 2000b)”.
Y, en fin, la mundialización y la correlativa y creciente transnacionaliza-
ción de la criminalidad, unidas a las precitadas tecnologías, están ya propi-
ciando (y seguirán) la variación y variedad de la delincuencia en cantidad y
calidad, al reforzar la eficacia de los delincuentes y debilitar la posibilidad y
riesgo del castigo. No olvidemos, a este respecto, que, por si fuera poco, esta
delincuencia se presenta fuertemente organizada490.
490
El Informe aludido en texto es el elaborado,en sentido dicho, por Stephen
SCHNEIDER con el título: “Évolution de la criminalité:état de recherche. Rapport sommaire,
rr2002-7f, School of Justice Studies, Université Ryerson, Canada, puesto al día en agosto de
2010, pp.8 y ss. del estudio.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 389
491
W. BUIKHUISEN y J. FRANÇOIS: “La Criminologie intégrale”, en Déviance et Societé,
Vol 1, 1 (1977), p.101.
492
R. MERLE y A VITU: “Le pasage à l’acte”, en su obra “Traité de Droit Criminal”, Tomo
I (“Problèmes généraux de la science criminelle”), Edition Cujas, 7ª Edition, Paris, 1997, en
“Introduction Général” de la Obra, nº 44.
390 CésaR Herrero Herrero
493
Per-Olof H. WIKSTRÖN: “Personas, entornos y actos delictivos:mecanismos situaciona-
les y explicaciones del delito”; en Vol. Col. “Derecho penal y Criminología como fundamento de la
Política criminal. Estudios en Homenaje al Profesor Alfonso Serrano Gómez”; F. BUENO ARÚS y
otros (Dir.) y J. L. GUZMÁN DÁLBORA y A. SERRANO MAÍLLO (edits.), Edit. Dykinson, Madrid,
2006, pp. 533-535. Esta interacción entre delincuente y oportunidad derivada de la situación en que
aquél se encuentre, para explicar el delito, no es ajena, como no podía ser de otra manera, a la teoría
del autocontrol de Hirshi y Gottfredson. Éste último, por ejemplo, escribe al respecto: “De acuerdo
con esta teoría, las diferencias en el autocontrol no son la única causa de la delincuencia y el delito,
pero casi siempre desempeñan un papel importante. Otra característica de la teoría del autocon-
trol es que se centra en el concepto de oportunidad como causa adicional del delito. La teoría del
autocontrol estuvo influida por los desarrollos de las teorías de la oportunidad o de la actividad
rutinaria, que centraron su atención en elementos de situación del delito tal y como suele suceder
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 391
En este sentido, decimos nosotros, la situación, por ser la única que ofre-
ce oportunidades, es también, en la delincuencia, tan imprescindible como la
predisposición o propensión del delincuente a llevar adelante proyectos delic-
tivos. Naturalmente, si no existiesen personas dispuestas a delinquir en ningún
caso, tampoco cabría hablar en serio de oportunidades para ello, ofrecidas por
alguna situación, porque ésta sería subjetivamente inexistente. La existencia
del delito se produce por relación dialógica entre propensión de personas a
delinquir y el encuentro (buscado o encontrado sin buscarlo) de una situación
propicia. Propicia, por ofrecer oportunidades a quien desea encontrarlas. Es
evidente que, si esto es así, cuantas menos personas sean propensas a delinquir
y menos situaciones para delinquir existan, menos delincuencia nacerá o se irá
recortando el volumen, orientación, intensidad y frecuencia de la delincuencia
que, potencialmete, pudiera estar llamada a existir.
Por tanto, el criminólogo, también el criminólogo clínico, deberá actuar
o intevenir sobre el delincuente teniendo en cuenta las dos dimensiones (su
personalidad criminal y su entorno) tratando de neutralizarlas o reorientar-
las en positivo.
(Hindeland, Gottfredson y Garofalo, 1978; Cohen y Felson, 1978). La teoría del autocontrol supone
que las diferencias entre las personas respecto al autocontrol también están relacionadas con la dis-
tribución de las personas en entornos que varían en cuanto a oportunidades para el delito y la de-
lincuencia. Así, estar entre varones adolescentes en entornos no supervisados, especialmente por
la noche, y en presencia de drogas o alcohol disponibles, aumenta las oportunidades de delinquir,
y también da lugar a un escaso control. De modo similar, la persistencia en el colegio y en el trabajo
se vinculan a personas con niveles más elevados de autocontrol, y también a oportunidades más
reducidas para el delito y la violencia. A lo largo del curso vital, las diferencias entre personas en
cuanto a autocontrol influyen en las relaciones de amistad y familares, en los modelos de empleo,
y en muchas otras experiencias de la vida, que a su vez afectan a las oportunidades de violencia
(Tangey et alii, 2004).” (Michael R. GOTTFREDSON: “Una teoría del control explicativa del delito”, en
Vol. Col. anterior, pp.340-341).
392 CésaR Herrero Herrero
W. RECKLESS: “Criminal behavior”, Mc Graw-Hill, New York, 1940; También: “The crime
496
problem”, Appleton Century Crofts, New York, 1973. Puede verse la exposición de esta teoría, en
C. HERRERO HERRERO: “Criminoogía.Parte general y Especial”, ya citada, pp. 370-371.
394 CésaR Herrero Herrero
500
R. CARIO: “Contribution à la connaissance et à l’explication de la criminalité des
femmes”; en Revue Internationale de Criminologie et Police Technique, 3 (1987) pp. 312 y ss.
501
H. LAGRANGE expone estas ideas en su estudio “La pacification des moeurs et ses limi-
tes. Violence, chômage et crise de la masculinité”; en Esprit, décembre, 1998, pp. 48 y ss.
502
B. DOYON y M. BUSSIÊRES, trabajo ya citado, pp-34-35.
396 CésaR Herrero Herrero
503
Es interesante recordar que se habla, en la doctrina, de factores protectores ex-
ternos e internos. Entre los externos cabe mencionar, por ejemplo: la familia (relaciones
con los padres, altas expectativas, oportunidad para la participación significativa y super-
visión), la escuela (alta vinculación escolar, participación significativa y percepción de tra-
to justo por los profesores) y los amigos (nivel alto de apoyo, amigos prosociales). Entre
los factores internos, se señalan, entre los principales: apoyo social en la resolución de
problemas, empatía, autosuficiencia, autoconocimiento, objetivos y actitudes hacia el fu-
turo, resolución pacífica de los problemas. (Ve, a este respecto: R. BARTOLOMÉ y Otros:
“Los factores de protección frente a la conducta antisocial: ¿Explican las diferencias en
violencia entre chicas y chicos?”; en Revista Española de Investigación Criminológica, 7
(2009), p.4. En relación con esta materia, es interesante el estudio de Teresa I. JIMÉNENZ,
Sergio MURGUI, Estefanía ESTÉVEZ y Gonzalo MUSITU: “Comunicación familiar y com-
portamientos delictivos en adolescentes españoles: el doble rol mediador de la autoestima”, cuyo
mensaje resume el mismo estudio exponiendo que este trabajo de investigación analiza las
relaciones entre la comunicación familiar (autoestima familiar, escolar, social y física) y los
comportamientos delictivos en adolescentes. Se utilizan dos muestras independientes: la
primera está constituida por 414 chicas y chicos de 12 a 17 años y la segunda por 425 chicas
y chicos de 11 a 20 años. Se observa, según el estudio, en las dos muestras, una influencia
indirecta de la comunicación familiar en el comportamiento delictivo a través de una me-
diación de la autoestima. Además, se observa, tanto un efecto protector de las autestimas
familiar y escolar frente a la implicación en comportamientos delictivos, como un efecto
de riesgo de las autoestimas social y física. (El texto del estudio puede verse en Revista
Latinoamericana de Psicología, Vol. 39, Bogotá, 3 (2007).
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 397
ciones con el padre tienen un efecto mayor en los chicos, lo que va en contra
de los resultados de otras investigaciones (Alarid et al., 2000). En general, hay
cierto acuerdo en considerar que el efecto de los factores de riesgo es mayor
en los chicos (Fagan, Van Horn, Hawkins y Arthur, 2007).” Pero si son más,
entre los factores estudiados los que tienen un efecto protector sobre los jóve-
nes varones), “¿por qué, se interrogan los mismos autores, no están finalmen-
te los chicos más protegidos frente a la conducta antisocial?“504
Como hipótesis, que habrá que adverar, cabe dar, a la precedente inte-
rrogante, una respuesta lógica. Los factores criminógenos o de riesgo, con
relación alos varones, son de tal extensión e intensidad que vencen, al menos
con frecuencia, a los factores protectores y, por lo mismo, éstos son incapaces
de neutralizar, o de aminorar a aquéllos, en su virtualidad delictógena.
504
R. BARTOLOMÉ y Otros: “Los Factores de Protección frente a la Conducta Antisocial:
¿Explican las diferencias en violencia entre chicas y chicos?”; en Revista Española de Investigación
Criminológica, 7 (2009) p. 11 del estudio. (Puede verse texto de la Revista en www.criminolo-
gía.net).
Quinta parte
METODOLOGÍA O METODOLOGÍAS
GNOSEOLÓGICO-OPERATIVAS EN EL
ÁMBITO DE LA CRIMINOLOGÍA CLÍNICA
Capítulo diecinueve
LOS MÉTODOS
DE LA CRIMINOLOGÍA CLÍNICA
A. INTRODUCCIÓN
505
H. F. ELLENBERGER y D. SZABO: “L’approche multidisciplinaire des problèmes de la
criminologie”, aportation à “Étude Internationale sur les tendances principales de la recherche dans les
sciences”, UNESCO, Paris, 15 juillet, 1966, pp.2-3.
406 CésaR Herrero Herrero
cer los pronósticos correspondientes del mismo. El método clínico, por ello,
ha de tener muy en cuenta que el delincuente no solamente es su Yo, sólo
endógenamente construido, sino que se ha alimentado, se alimenta y seguirá
alimentándose, de “su circunstancia”. Sin olvidar, tampoco, que los mismos
factores criminógenos no modelan a todos los delincuentes de la misma ma-
nera (no ha de existir, por ello, sólo pura objetividad en la estimación), sino
que interactúan con la subjetividad, única e intransferible, de cada individuo.
No caen ni influyen en un vacío psicológico. (Volveremos sobre esto).
Por eso, autores, como Gianlugi PONTI, por ejemplo, al referirse a la cri-
minología centrada sobre el individuo, hace observar: “Las teorías socioló-
gicas dan cuenta de las múltiples razones ligadas al ambiente y a las reac-
ciones que favorecen las elecciones criminosas de muchos individuos, pero
ellas no pueden explicar la variabilidad del comportamiento individual fren-
te a análogos factores socioambientales que se observan de hecho en los ca-
sos singulares: variabilidad debida a las diversas características psicológicas
y biológicas de cada individuo. Es, por ello, necesario utilizar un método o
enfoque integrado, destinado a evidenciar cuáles son los factores que con-
vierten a una persona en una entidad única e irrepetible y que hace que las
respuestas a los estímulos criminogenéticos, ínsitos en la sociedad, sean tam-
bién diferentes. Estímulos que ponen al descubierto otros tantos componen-
tes de vulnerabilidad individual en relación con las decisiones delictuosas.”
Entiende el mismo autor por “componentes de vulnerabilidad individual” (da su
versión un poco después de lo citado), “todos aquellos factores, distintos en
cada persona, sean biológicos o psicológicos, que dan razón de la resistencia
o de la mayor fragilidad o de la electiva propensión de cada uno a compor-
tarse, en igualdad de condiciones macrosociales o microsociales, conforme a
las normas, o bien, criminalmente, en su contra, ante los condicionamientos
provenientes del ambiente social”506.
La Criminología General no puede ofrecernos la dinámica más propia y
singular que contribuye a poner en pie el comportamiento criminal del indi-
viduo concreto que es, además, se quiera, o no, en quien se hace visible el de-
lito. Por otra parte, debería ser convencimiento universal que, en este mundo,
lo más importante para el hombre es el hombre y que, desde luego, lo mejor
que puede suceder a la humanidad, para alcanzar el verdadero bienestar, es
conseguir la mejoría (individual y social) de la persona humana. A este fin
tendrían, por tanto, que someterse, con prevalencia, los recursos económicos
y políticos, en vez de tratar, muy frecuentemente, los problemas de esta natu-
raleza, de manera tan abstracta e indeterminada. Es necesario, en consecuen-
Criminalità, nº 50.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 407
507
Refiriéndose al método clínico y apuntando ya a los obstáculos a los que se hace
referencia en texto, Chr. DEBUYST, cuando aún no había desembocado en su “semiagnosticis-
mo” con relación a la Criminología Clínica, señalaba algunos, al escribir: “Se ha recordado con
frecuencia que, tomado en su sentido etimológico, el término “clínico” significa: “lo que se de-
sarrolla desde la cama del enfermo”. El diálogo clínico consiste en establecer con el individuo
un contacto personal. En un tal ambiente, aquél podrá expresarse y decir lo que él siente y lo
que él ha vivido, para que, a partir de estos datos así como de la observación, el clínico esté en
situación de formular un diagnóstico y de prescribir un tratamiento. Al método de la interlo-
cución puede añadirse la utilización de pruebas y de tests. El profesor Lagache habla, a estos
efectos, de “clínica armada.” Pero, de todas las maneras, el examen que mira a comprender la
etiología de la enfermedad y a establecer un diagnóstico implica una prolongación terapéutica.
El problema se presenta en términos un poco diferentes en lo que concierne al examen clínico
del delincuente. De una parte, éste no comparece como un enfermo. No viene a quejarse de
un síntoma determinado. Podemos decir sin duda que su comportamiento antisocial revela un
trastorno de socialización, o al menos prueba que ciertos valores sociales importantes no guar-
dan para él –o no guardan lo suficiente– significación. Y es raro, sin embargo, que el mismo
tenga de ello conciencia o, en todo caso, que venga a hablar espontáneamente de las dificulta-
des que él sufre, demandando que se les ponga remedio. La delincuencia, en efecto, no se vive
como un comportamiento aberrante. Ella es el resultado de una orientación querida y elegida,
y ello, sean cuales fueren los determinismos subyacentes que, a los ojos de un observador ex-
terior, puedan explicar este comportamiento. La investigación clínica de la etiología del crimen
tendrá pues un carácter específico. Deberá tener en consideración esta particularidad y no
podrá consistir en una simple indagación de “factores” objetivos de la delincuencia. Por otra
parte, constatamos que el encuentro clínico se desarrolla en un contexto que difícilmente per-
mite conceder la palabra al delincuente.” (Chr. DEBUYST: “Méthodes modernes en criminologie”,
en Revue Internationale des Sciences Sociales, Vol. XVIII, 2 (1966) pp. 164-165).
408 CésaR Herrero Herrero
510
La retahila de defectos atribuibles por muchos al método clínico puede verse en C.
MONTANDON: “B. Prédiction de la dangerosité: une illusion dangereuse. Méthode Chinique”, en
su estudio “La dangerosité, revue de la littérature anglo-saxone”, en Déviance et Societé, vol. 3, 1
(1979) pp. 95-96.
511
Fundamentales para conocer esta orientación gnoseológica de W. DILTHEY son sus
obras: “Introducción a las Ciencias del espíritu” (1883), “Contribución al estudio de la in-
dividualidad” (1896), “Ideas para una psicología descriptiva y analítica” (1894), “Estudios
sobre los fundamentos de las ciencias del espiritu” (1905), “Los tipos de intución del mundo”
(1911). En su obra conjunta hay un “leiv motiv”:En las ciencias naturales, el ideal de conoci-
miento es la conceptualidad en orden a explicar la realidad, objeto de su estudio, acudiendo, sobre
todo,al principio de causalidad. En las ciencias del espiritu, lo sustancial es llegar a comprender el ob-
jeto de su investigación. La comprensión es, aquí, la actividad cognoscitiva fundamental. En
410 CésaR Herrero Herrero
posible “la intuición de su esencia, siempre valiosa, ideal e individual”. La plataforma para este
acceso al otro, en las relaciones interpersonales, la sitúa Scheler en la “simpatía”, concebida,
más allá de su naturaleza psíquica, como realidad fenomenológica y metafísica. La simpatía,
que supone el considerar al otro como distinto, nos permite, y ésta es su principal función, des-
truir la “ilusión solipsista” y ponernos de manifiesto la realidad del otro en cuanto otro, dotada
de un valor igual a la nuestra. Porque la simpatía, vehículo del amor proyectado sobre el otro,
“es una relación de trascendencia, según sintetiza N. ABBAGNANO (obra citada, p. 721), que
comporta la trascendencia recíproca de las personas, y así es, al mismo tiempo, el fundamento
de su automía y de su posibilidad de comprensión y de entendimiento.” Impulsándonos, por
supuesto, a ponernos, sobre todo ante sus dificultades y problemas, en el lugar del otro. (Para
esta segunda parte del discurso, ver M. SCHELER: “Esencia y forma de la simpatía”, publicada
en 1923).
412 CésaR Herrero Herrero
Para conocer suficientemente una cosa (no persona), por ejemplo, una
brújula, es menester saber qué agentes o condicionamientos han llevado a su
confección y que, por ello, tengamos ante nosotros dicho objeto. Pero, tam-
bién, es preciso para comprender su existencia, cuál es la finalidad dada por
sus creadores. La comprensión de esta cosa se agota con el conocimiento de
su finalidad o de su sentido.
Pero esos dos pasos (conocimiento de la causalidad eficiente y causalidad
finalista) no son suficientes para comprender la biografía humana. Es preciso
tener en cuenta que el hombre tiene una tercera dimensión que las cosas o
artefactos no tienen: La dimensión espiritual.
Como advierte el mismo autor, el hombre no es un artefacto “que está
ahí porque le han producido ciertos agentes y puede servir a fines que le son
prefijados. El hombre es más, mucho más que esto, porque tiene una tercera
dimensión a la que llamamos interioridad.
Es precisamente la interioridad la vertiente humana que es necesario te-
ner sobre todo en cuenta si se quiere conocer al hombre de un modo adecua-
do. El hombre, más que producto de una situación, más que expresión de
una meta que se le propone o que él mismo se señala, es vida interior. (…) Por
lo mismo, es esta vida interior lo que nos debe interesar conocer.“
El hombre, efectivamente, está afectado por condicionamientos tanto ex-
teriores como interiores, pero no es un ser determinado por ellos, salvo que
revistan los caracteres de ciertas psico-patologías. No es un ente configurado
sustancialmente a modo automático de estímulo-respuesta, ni es un produc-
to de ninguna clase de estructuralismo cosificador.No es producto (aunque
está condicionado por ellas) de estructuras sociopolíticas, socieconómicas, ét-
nico-culturales…514 El hombre “normal” es capaz de crear, sin poder ladear
totalmente el influjo del medio, su propia historia o su propia biografía. Para
comprenderlo, y comprender éstas, es preciso, por ello, acceder, de alguna
manera, a su interioridad o intimidad. Hay que trascender, por tanto, el mero
explicar los hechos y el mero comprenderlos mediante el desvelamiento de su fi-
nalidad o meta o su sentido o significado. ¿Cómo…?
El profesor RIVERA DE VENTOSA remata su exposición resumiendo:
“…Se puede comprender un hecho al entender su sentido, su significación,
la meta hacia la que apunta. Pero se le puede comprender mucho mejor si se
514
Al menos algunos estructuralistas dan la sensación de tratar de eliminar al hombre
como sujeto de la historia y de la propia vida. Los hombres estarían sometidos a las estructuras
y no a la inversa. Ciertos mecanismos, al margen siempre de la decisión del hombre, actuarían
como fuerzas estructurantes del ser humano, ajeno a toda capacidad de autorrealizarse de
forma autónomamente creadora. El hombre sería como un muñeco de las estructuras, siempre
fuera del alcance de sí mismo. (A este respecto, puede verse, J. A. MERINO: “Antropología filo-
sófica”, Madrid, 1982, sobre todo, en pp. 29 y ss.).
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 413
515
Para esta larga referencia al profesor E. RIVERA DE VENTOSA ver su obra:
“Acercamiento al alma de San Francisco”, editor A. PENA GONZÁLEZ, Escuela Superior de
Estudios Franciscanos, Madrid, 2008, pp.63-69.
516
Obras fundamentales de E. De GREEFF son, sobre todo: “Criminogenèse”, aporta-
ción del autor al 2º Congreso Internacional de Criminología, París, 1950. Su texto, en “Actes”,
del Congreso; “Instincts de défense et de sympathie”; P.U.F., Paris, 1947; “Bilan d’une expérience.
Trente ans comme médecin anthropologue des Prisons en Belgique”; “Le devenir, élément du pro-
cessus criminogènese. La durée, condition de son étude”, en “L’homme criminel”, Edit. Nauwelaerts,
Louvain, 1956, pp. 169 y ss.
414 CésaR Herrero Herrero
¿Cúales son las fases o tiempos que integran el proceso mediante el que
se realiza o lleva a cabo el Método Clínico Criminológico?
Para procesar, adecuadamente, estos tiempos o fases del precitado mé-
todo, ha de tenerse fundamentalmente en cuenta el objeto, funciones y fina-
517
F. DIGNEFFE y Chr ADAM: “Le développement de la Criminologie Clinique à
l’École de Louvain. Une Clinique interdisciplinaire de l’humain”, ya citado, pp. 21, nrs. 17-118.
518
Ve, al respecto, mismos autores y trabajo de nota anterior, p. 21, nº 19 y ss.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 415
Es la fase del método clínico que tiene por fin u objetivo el detectar, en la
persona concreta examinada, la presencia y persistencia del estado peligroso
criminológico, la delimitación del grado del mismo, así como determinar los
factores que están en su raíz o base519. Ello se lleva a cabo mediante la reco-
gida y ordenamiento orgánico, sistemático, de los datos pertinentes, a través
de los medios y técnicas de observación-descripción o estudios y exámenes
adecuados y especializados (técnicas de observación, entrevistas, exámenes
médico-criminológicos…)
“La diagnosis criminológica –afirma el conocido especialista italiano
Saverio FORTUNATO– consiste: ya sea en la recogida, mediante una
serie de investigaciones destinadas a su configuración, de los trazos de
la personalidad del reo, evidenciando los factores individuales y sociales
que aperecen haber tenido relieve en la conducta criminal; ya sea en la
individuación de la capacidad criminosa del reo”520.
519
Es decir, ha de indagarse, fundamentalmente, una triple variante: la variante feno-
menológica (forma de aparecer y grado del estado peligroso) y la variante etiológica (factores
conformantes de dicho estado), así como la variante “clínica” (relacionada con los factores in-
mediatos de provocación al paso al acto criminoso o gravemente antisocial en el sujeto activo
concreto. Es decir, la constatación del grado de peligrosidad mediante el análisis conjunto de
capacidad criminal y adaptabilidad social).
520
S. FORTUNATO: “Nuovo Manuale di metodologia Peritale. Criminologia Clinica.
Psichiatria Forense. Grafologia Forense. Ermeneutica. Epistemologia”, Ursini Edizioni, 2ª
Edizione, 2007, p.288.
416 CésaR Herrero Herrero
521
ISPEC: “Le contenu de la Criminologie”, Paris s/f, p.4 del estudio.
418 CésaR Herrero Herrero
Fulvio FRATI: “Lo psicologo in ambito penitenziario e le sue relazioni con la Criminologia
522
524
R. GASSIN: “Criminologie”, ya citada, p.705.
420 CésaR Herrero Herrero
525
L. RODRÍGUEZ MANZANERA: “Criminología clínica”, ya citada, pp.241-242.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 421
Tan sólo, por ello, voy a intentar decir, de momento, lo más preciso. Entre
otras cosas, lo que sigue.
Cabe hablar de tratamiento en sentido amplio y en sentido estricto.
1º En sentido amplio, podría entenderse por tratamiento el conjunto de
medidas tomadas con respecto al delincuente en virtud de su acción antiso-
cial o delincuencial, sea por razones de prevención general o especial.
En este ámbito, serían actividades de tratamiento hasta las formas muti-
lantes o deteriorantes de la persona humana (el delincuente también lo es).
V.gr., los tratamientos de carácter quirúgico (castración, lobotomía, tálamoto-
mía…); los electrochoks, con sus consecuencias anulatorias de la personali-
dad del receptor… (Naturalmente, inaceptables).
Dentro de otros métodos no mutilantes ni deteriorantes, o similares, se-
rían, asimismo, tratamiento las intervenciones en grupo mediante terapias
conductuales, las orientadas a asimilar habilidades cognitivas… (técnicas que
pueden ser utilizadas como elementos aislados de verdadero tratamiento, el
sistemáticamente diseñado e individualmente impartido, que vamos a ver a
continuación.
2º En sentido estricto. Es la actividad que se dirige en todo caso, de for-
ma coordinada y sitematizada, dentro del respeto a los derechos, sobre todo
fundamentales, del tratando, a neutralizar los factores constitutivos de la per-
sonalidad criminal o criminógena o del estado peligroso de la misma natura-
leza, tal como han sido desvelados y ponderados en las fases de diagnótico
y de pronóstico. Todo ello, a poder ser, practicando tal actividad con rigor de
ciencia.
Para nosotros (ya sé que hay opiniones en contra), en el Tratamiento que
acabamos de describir (y que completaremos dentro de unos instantes), es
clave la idea de “retractación”, “conversión”, “rectificación voluntaria”. No tiene
sentido el imperativo externo o coactivo. Ello sería algo “contra natura”, una
“contradictio in terminis”. Lo que no obsta, a nuestro parecer, para que el tra-
tamiento pueda presentarse ante el delincuente (y así hay que dejárselo ver)
como un deber moral de su parte (algo más que de índole cívica) con respecto
a la sociedad en donde vive y, desde luego, para consigo mismo. Si el trata-
miento ha venido a concebirse, por parte de la sociedad, como un derecho,
dando un paso de claro humanismo, el delincuente debería responder obli-
gado por la gratitud. Aquí, en un sentido suave, podría decirse que los dere-
chos y deberes forman maridaje. No se trata, obviamente, de una obligación
o deber jurídicos con respecto al tratando.
En concordancia con lo que terminamos de expresar, existen, al menos,
estas dos vertientes sobre el concepto científico de tratamiento:
422 CésaR Herrero Herrero
“Espeña Penal y Penitenciaria. Historia y Actualidad”; ya citado, sobre todo, en pp. 23 y ss.;
534 y ss.; “Criminología. Parte General y Especial”, ya citada, pp. 442 y ss.; “Política criminal
integradora”, ya citada, pp. 167 yss. ss.; “Delincuencia de Menores. Tratamiento criminológico
y jurídico”, ya citado, pp. 345 y ss; 557 y ss.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 423
te. A destacar, en fin, que tales medidas girantes sobre el reforzamiento de los
recursos (strength-based approaches) reclaman cada vez más la atención de los
medios concernidos por la reinserción social de los delincuentes. Se trata de
intervenciones consistentes en movilizar y reforzar el conjunto de recursos
personales y comunitarios disponibles para ayudar a los salidos en libertad a
hacer frente a los desafíos con los que están confrontados y reencontrar así su
lugar en la sociedad (Maruna y Le Bel, 2002)”527.
Es ésta, en esencia, la visión de tratamiento que acabanos de exponer, la
que ha sido acogida en los Ordenamientos jurídicos de los países democrá-
ticos, concretamente, en los de nuestra área de cultura. Sin ignorar, como ya
hemos insinuado en otro lugar de esta obra, que, desde los últimos años de la
última década del pasado siglo XX, ha venido abriéndose camino una nueva
orientación terapéutica, informada en programas de inspiración “cognitiva”,
en la multiplicación de instrumentos actuariales (prevalentemente estadísti-
cos) y en la necesidad de hacer protagonistas responsables del proceso trata-
mental tanto a los tratados como a los que participan en esta forma “nueva”
de tratamiento.
527
Curt T. GRIFFITHS y Otros: “La réintegration sociale des délinquants et la prévention du
crime”; Ministère de Sécurité Publique de Canada, 2007, p. 4 del estudio.
528
R. GASSIN: “Criminologie”, ya citada, p. 713.
424 CésaR Herrero Herrero
529
Lina TORRES: “Diagnóstico y pronóstico victimal”; en Criminalia, nros. 1-2 (1986).
Capítulo veinte
Véase, por ejemplo mi “Criminología. Parte General y Especial”, ya citada, pp. 335 y ss.
530
offenders. Implication for therapy and prevention”, Edt. Grune and Stratton, New York, 1970.
428 CésaR Herrero Herrero
D. EL EXAMEN PSICOLÓGICO-CRIMINOLÓGICO
temperamento, bien directamente o, como sucede más a menudo, mediante procesos en los
que las tendencias latentes y potenciales se transforman en dominantes y activas.” (“Métodos
de la Criminología”, “Criminología, Parte II, en el apartado “Método y Técnicas de Investigación
criminológica. Examen particularizado de algunas técnicas de Investigación. La Exploración”, 2011).
533
V. MASTRONARDI.”Manuale per operatori criminologici e psicopatologici forensi”, Dott
A. Giuffrè Editore, Quarta edizione, Milano,2001, p.273.
534
La denuncia de este peligro viene de largo. Los autores ya citados, H.F.
ELLENBERGER Y D. SZABO, después de relacionar la psicología y la criminología, mencio-
432 CésaR Herrero Herrero
ellos, construidos desde bases diversas. Así, elaborados desde técnicas psicoa-
nalíticas, están: El test de RORSCHACH, con virtualidad para poner de ma-
nifiesto determinadas enfermedades mentales a través de diez láminas con
manchas de tinta, y sobre las que el examinado ha de decir lo que él se figura
que esas manchas respresentan. La visualización llevada a cabo de las mis-
mas parece dejar concluir, desde una perspectiva ciminológica, que los delin-
cuentes visionantes dan posibles respuestas que dejan translucir: oposición
agresiva, frialdad o ausencia afectiva y retraso en el conocimiento y control
de sí mismos. Entre otras.
Dentro de esta misma categoría de tests, está tambien el T.A.T. (=Thematic
Apperception Test), de MURRAY. Este test (“Test de Apercepción Temática”),
apareció, por vez primera, bajo la autoría de Morgan y Murray (1935). Fue en
1938, cuando éste último, incorporando al test las conclusiones aportadas por
él sobre la personalidad, incluidas en su libro “Personality Exploration” dio a
aquél la forma con que hoy se aplica (1947).
El test consta de 31 láminas con las que se puede elaborar narraciones, a
través de las cuales, según se va avanzando, puede percibirse lo que hay de
constante en el examinado, aunque dichas narraciones varíen. Naturalmente,
lo que permanece es interpretado como la base sobre la que descansa la orien-
tación de la persona, su prevalente forma de ser, por lo que la quiere pre-
servar. Cuando en las narraciones surge algún conflicto, el delincuente, si le
afecta a él, manifiesta una especial sensibilidad538.
Interesante es, asimismo, el denominado TEST DE KOCH o TEST
PSICOLÓGICO DEL ÁRBOL DE KOCH, test proyectivo orientado al cono-
cimiento de la denominada como “personalidad profunda” y, por lo mismo,
inspirado en las teorías de la psicología del mismo calificativo. Las deduc-
ciones sobre la personalidad de un individuo se llevan a cabo a partir de la
reproducción gráfica de un árbol, al que se puede percibir surgiendo, o no,
desde un suelo obsevable, ya que éste, según se dé o no, y según se le atribu-
ya, o no, presencia (gráfica) de pastos u otros elementos, habrá de interpre-
tarse de forma distinta con relación a la personalidad (segura o insegura) del
obsevador y a su situación (con conflictos o no, etc.).
Dentro de los tests proyectivos, informados sobre concepciones
biológicas,se encuentran, entre otros:
— El TEST PROYECTIVO de SZONDI, conocido también como “Tratado
del Diagnóstico experimental de los Instintos”. Está integrado por 48 fo-
tografías con rostros diferentes, divididos en series (seis series), cada
una con un contenido distinto: Un homosexual, un homicida sádico,
Puede verse una exposición suficiente de este test en “Test de Apercepción Temática”,
538
539
El mismo MIRA y LÓPEZ comenta sobre este test: “Precisaba asociar o combinar las
ventajas de las pruebas proyectivas y las pruebas de expresión activa e involuntaria para hallar
una base más sólida desde la que pudiéramos lanzarnos con cierta seguridad a la investiga-
ción de los rasgos típicos de cualquier personalidad humana. Creemos haber encontrado esa
deseada combinación colocando a los sujetos en una situación experimental en la que no sola-
mente no puedan percibir la finalidad que con la investigación se persigue, sino que tampoco
sean capaces de controlar el rendimiento o la respuesta, pues ésta es obtenida en condiciones
técnicas que excluyen el control voluntario y permiten que sea expresiva de las tendencias
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 435
E. EL EXAMEN PSIQUIÁTRICO-CRIMINOLÓGICO
naturales ancladas en una de las zonas más profundas del psiquismo: la miopsique. Se trata,
pues, de establecer el diagnóstico psíquico a través de las peculiaridades de ciertos movimien-
tos realizados por el sujeto; de ahí el título que hemos dado a nuestra técnica: Psicodiagnóstico
Miokinético (P.M.K.) o sea: diagnóstico psicológico por medio de los movimientos muscula-
res.” (Para este asunto, puede verse E. MIRA y LÓPEZ: “Psicodiagnóstico Miokinético (PMK)”;
Editorial Paidós, B. Aires, 2ª edición, sexta reimpresión, 1979. Sobre este test puede verse la
obra de Alice GALLAND DE MIRA publicada en portugués, en Vetor Editora, Sao Paulo, 1987
y en español, en 2002. Y un estupendo resumen de la obra de Mira y López, en http://www.
miraylopez.com/español.htm).
540
Sobre los tests de inteligencia y los tests de aptitudes puede verse: Alain SARTON:
“Los tests”, en Vol. Col. “La Psicología moderna”, ya citado, pp.490 y ss.
436 CésaR Herrero Herrero
541
ISPEC, trabajo ya citado, p. 2 del estudio.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 437
542
L. BINI y T. BAZZI: “Trattato di Pschiatria”; Ed. Vallardi, Milano, 1979. Cita recogida de
V. MASTRONARDI: “Manuale per operatori…”, ya citado, p.57.
543
L. RODRÍGUEZ MANZANERA: “Criminología Clínica”, ya citada, pp.206-207.
544
SALAH-EDDINE ABBASSI y M. THIERRY TOUTIN: “La Criminologie: Objet,
Objectifs et Moyens. Pourqoi la Criminologie?” (Conference), Rennes, Mars 2010, p.15 del
trabajo.
438 CésaR Herrero Herrero
“En cuanto a la visita domiciliaria, ésta es una de las funciones más caracterís-
ticas del trabajo social. Al acudir a la casa del sujeto en estudio y/o de su familia,
se debe observar una serie de aspectos sociales como:
a) El lugar, zona (rural o urbana), ciudad, pueblo, colonia, barrio, etc.
b) Características culturales, económicas y sociales en general, de la
familia y de su entorno.
c) La casa-habitación, número de habitantes, cantidad de habitacio-
nes, muebles, facilidades, etc.
d) Estructura familiar, dinámica y conflictos, integración o
desintegración.
e) Problemas y necesidades familiares (enfermedades, desempleo,
promiscuidad).
f) Problemas victimilógicos, sobre todo si se trata de un delito
intrafamiliar.
La visita debe ser programada, avisar a la familia, ser puntual y procurar
la mayor discreción del caso. El Trabajador Social debe asegurarse de la
identidad de las personas que entrevista y de la privacidad de la sesión,
cuidarse de la presencia de individuos no pertenecientes al núcleo fami-
liar y, en su caso, entrevistarlos separadamente”545.
Es manifiesto, por lo demás, que sería grandemente deseable que los
Trabajadores Sociales o Técnicos Sociales conociesen a los agentes y corre-
lativos contextos de la socialización primaria y secundaria, del aquí y ahora
afectado, en orden a la recolección de datos específicos para el caso.
No obstante, debemos llamar a la necesidad de adaptarse al sentido de la
realidad. ¿Por qué? Porque todo lo que acabamos de describir no deja de ser
una gran y noble aspiración. En nuestras sociedades urbanas, postindustria-
lizadas y burocratizadas, donde las formas de urbanización, la masificación
del “habitat”, de la Escuela y del Trabajo, de su lejanía respecto a la sede do-
miciliar, el frecuente desmembramiento familiar, la fluida relación entre cole-
gas y “amigos”, fomentan el anonimato, fomentan o refuerzan las relaciones
secundarias y, al fin y a cabo, el desconocimiento y el desinterés por el otro y
su comportamiento. Lo que, efectivamente, ponen en muchas dificultades el
cumplimiento de lo arriba enumerado. Pero no sólo ello. Llevar a cabo (si fue-
ra posible) todas esas gestiones apuntadas supondría un número nada escaso
de medios personales y reales. ¿Pueden y están dispuestos a facilitarlos los
responsables políticos de la Política Criminal?
Los partidarios de la Criminología Clínica, con las funciones y objetivos
previstos para la misma, tal vez hayamos de contentarnos, sobre este parti-
545
L. RODRÍGUEZ MANZANERA: “Criminología Clínica”, ya citada, pp. 206-207.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 439
546
A esta idea parece responder el siguiente comentario de Chr. DEBUYST: “Finalmente,
nosotros podemos igualmente constatar una toma de conciencia progresiva de la importancia
de las infraestructuras psicosociológicas y de la significación que puede tener en esta campo
una actitud clínica. Sin duda, en un dossier de personalidad, una parte importante es la con-
fiada a la encuesta social. Sin embargo, esta encuesta social no consiste, muy frecuentemente,
sino en la recolección de un cierto número de datos indispensables para que el clínico pueda
tener una visión completa de la personalidad que él estudia. A partir de un cierto momento,
viene a parecerle que esta información social no se le puede revelar con la facilidad que él
había imaginado. Para penetrar en la cultura de un grupo, el contacto directo y prolongado se
manifiesta cada vez más necesario y se llega a preconizar una actitud de participación aproxi-
madora, en distintos aspectos, de la actitud etnológica. “ (“Méthodes modernes en Criminologie”,
ya citado, p.172).
440 CésaR Herrero Herrero
547
Sobre este conjunto de Informes que acabamos de exponer, puede verse, para
constatar cómo se orientaban y se trataba de llevar los a la práctica, la recientísima obra de A.
SERRANO GÓMEZ y Mª Isabel SERRANO MAÍLLO: “El mandato constitucional hacia la ree-
ducación y reinserción social”; Editorial Dykinson, Madrid, 2012. Sobre todo, su Parte Segunda,
donde examina los estudios (a través de tales exámenes, derivantes de otros tantos correlativos
Informes) que, en su día, llevara a cabo la Central Penitenciaria de Observación, dependiente
de la Dirección General de Instituciones Penitenciarias, entonces incardinadas en el Ministerio
de Justicia. (Ver pp.109-221. Aquí se hace referencia: Al Informe jurídico criminológico, al infor-
me psicológico, al Informe psiquiátrico, al Informe pedagógico, al Informe del asistente social,
al Informe sociológico. Todos ellos, base de la denominada, como ya hemos hecho nosotros
mención, “Síntesis criminológica”).
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 441
548
Como advierten G. STEFANI, G. LEVASSEUR y R. JAMBU-MERLIN: “El criminólo-
go no puede entrar a conocer prácticamente más que a los delincuentes en el sentido legal del
término, es decir, los individuos en instancia de condena o condenados, que han cometido un
acto o una serie de actos recogidos por las leyes penales del país. Se le priva, por tanto, de toda
posibilidad de observación sobre dos categorías esenciales de individuos, de una parte, sobre
los delincuentes que han escapado a la policía y a la justicia y, de otra, sobre los predelincuen-
tes…” (“Criminologie et Sciencie Penitentiaire”, ya citada, pp. 153-154).
442 CésaR Herrero Herrero
549
J. C. VILORIO DE LA FUENTE: “Método y técnicas de investigación criminológica”; en
su estudio “Metodos de la Criminología. Crriminología II, 2011; texto en htpp://www.roberttexto.com
(archivo7/criminal 2.htm).
550
El ISPEC francés hace referencia a la Observación directa, en primer lugar, cuando se
utilizan métodos de observación encaminados a determinar la actitud del sujeto, comentan-
do, a este respecto, que la actitud positiva del individuo manifestada “vis-à-vis” por sus actos
“es una cuestión fundamental porque el tratamiento reside en la adhesión del mismo a éste”.
De tal forma que, sin ella, “el sujeto no será convencido de que su infracción es un mal y que
debe por su bien adoptar una actitud diferente. Es necesario que sea persuadido porque en su
defecto no podrá alcanzar su transformación. Es preciso que tenga esa elección por su parte.”
Y añade la Institución: “Son los trabajadores sociales quienes deben en tanto que observado-
res, preparar un plan, una suerte de asistencia-memoria, con la ayuda de la cual ellos pueden
dirigir la conversación con el delincuente que han de ver todos los días. Se debe provocar
sus confidencias sin contradecirles, en un clima de confianza. Los trabajadores sociales deben
saber escuchar. Aquí existe un principio: el detenido debe saber, desde que ha traspasado la
puerta de la prisión, que su pasado ya no es problema sino su porvenir o futuro.” También con-
sidera dicho Organismo Observación directa, cuando se emplean métodos que ponen de ma-
nifiesto el comportamiento social del sometido a obsevación. Son métodos que, según aquél:
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 443
553
R. GASSIN: “Criminologie”, ya citada, p.704.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 445
554
Sobre esta materia, puede verse H. ROLDÁN BARBERO: “Sobre Encuestas y
Entrevistas”, Cap. IV, pp.67 y ss. de su obra “Introducción a la Investigación Criminológica”, 2ª edi-
ción, Granada, 2009.
555
H. MARCHIORI: “El estudio del delincuente”, Edit. Porrúa, México, 1982, p. 57.
446 CésaR Herrero Herrero
556
Chr. DEBUYST: “Méthodes modernes en Ciminologie”; en Revue Internationale des
Sciences Sociales, vol. XVIII, 2 (1966) pp.167-169.
557
E. De GREEFF: “Criminogèse”; II Congrèse Intenational de Criminologie, Paris,
1950, p.273 de Las Actas del mismo Congreso.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 447
558
F. DIGNEFFE y Chr. ADAM: “Le devéloppement de la criminologie à l’École de
Louvain…”, ya citada, p. 8 del estudio.
559
A. HESNARD: “La Psychologie du crime”, Edit. Payot, 1963. (Traducción española:
“Psicología del crimen”, 2ª edición, Barcelona, 1974.
560
D. LAGACHE: “Psycho-criminogenèse”, II Congrès International de Criminologie,
Actes en P.U.F., Paris, 1952, Tomo VI.
561
O. KINBERG: “La connaissance de l’infastructure biologique de l’acte delictueux comme
base d’une Criminologie objective”; en L’Homme Criminel, 1956, pp. 35 y ss.
448 CésaR Herrero Herrero
562
C.R. ROGERS: “Este soy yo. Autobiografía de Carl R. Rogers”; (Texto, en http://vinculan-
do.org/psicologia_psicoterapia_soy_yo). Ver también sus obras: “El proceso de convertirse en persona”;
Edit. Paidós, México, 1964; reimpresión, 2009. También: “Client-Centered Therapy: Its Current
Practice. Implications and therapy”, 2003.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 449
563
Teniendo en cuenta las reflexiones que se acaba de hacer en texto, podemos dar
por admisibles las afirmaciones, sobre el particular, de Saverio FORTUNATO: “El criminólogo
clínico en el examen de personalidad debe obrar como el investigador científico (o sea, como el
que investiga para conocer), no interesado en problemas del Bien y del Mal, de lo Justo o de lo
Injusto, de lo Mejor o de lo Peor (son competencias atribuidas al Juez o a otros profesionales),
más bien debe basar sus atribuciones en los criterios de escientificidad: limitarse a valorar las
afirmaciones de orden categorial y no normativo, es decir, ocuparse de aquellas afirmaciones
concernientes a lo que es y no a lo que debiera ser. La criminología clínica nada puede decidir
sobre cómo la sociedad (o también la vida, y por ello, el futuro mismo del “paciente” observa-
do) debería andar, y no hace recomendaciones sobre cuestiones pertinentes a la criminología
social o a la política criminal. Éste es el canon que distingue la criminología clínica fundada en
un sentido epistemológico, en criterios científicos, de la criminología social, de la sociología, de
la psicología, psquiatría, religión, ética social y de la filosofía política y social. El criminólogo
clínico que actúa como el investigador científico usa criterios de objetividad y de neutralidad
ética. Objetividad significa que las conclusiones a las que se accede como resultado de la in-
dagación y de la búsqueda son independientes de la raza, credo, profesión, nacionalidad, reli-
gión, preferencias morales y propensiones políticas del investigador, si bien este tipo de obje-
tividad es difícil de conseguir a la perfección, porque el investigador debe siempre contar con
los prejuicios sociales así como de aquéllos propios de su personalidad. Neutralidad ética sig-
nifica que el científico en su papel profesional no se ocupa de ninguna manera en cuestiones
de significado moral o ético. El científico, en cuanto tal, no tiene preferencias éticas, religiosas,
políticas, literarias, filosóficas, morales.” (”Il colloquio clinico nell’esame scentifico di personalità”;
texto, en http://www.ristretti.it/areestudio/giuridici/studi/colloquio.htm, p.1 del estudio). Lo que no
quiere decir, afirmamos nosotros, que no haya de tenerse en cuenta los valores socio-consti-
tucionales de convivencia para inculcarlos al tratando en orden a que pueda emprender una
vida en sociedad sin cometer delitos y respetando los derechos, sobre todo fundamentales, de
los demás ciudadanos.
450 CésaR Herrero Herrero
que han aparecido otros con semejante finalidad. Me refiero, sobre todo, a
las “historias de vida” o “biografías de delincuentes” de José INGENIEROS, a los
llamados “estudios longitudinales” (”criminal careers), “Follow-up Studies… Hoy
se habla, también, de “talking to offenders”, de “Observación permanente”, de “epi-
demiología clínica” como método de observación criminológica… Gran parte de es-
tos medios de investigación criminológica tienen, o pueden tener, similitudes
con la premencionada “Historia Clínica”; mas, a nuestro modo de ver, ningu-
no ha de ser identificado con ella. (Ahora, no obstante, no vamos a entrar, por
razones obvias, en exposición sobre los mismos564. Nos interesa, precisamen-
te, dicha “Historia Clínica Criminológica”, que es la que pasamos a desarrollar).
1º Su origen y concepto. Parece que debe su primer modelo, en las
primeras décadas del siglo XX, al doctor y profesor argentino Osvaldo
LOUDET.565 Se trata de una investigación en sucesión cronológica (vertida luego
564
Sobre estos métodos puede verse, por ejemplo, Cr. Beatriz FERNÁNDEZ: “Las his-
torias de vida en José Ingenieros”, en Anclajes, Vol. 13, 1 (2009); E. G. M. WEITEKAMP y H. J.
KERNER: “Cross National Longitudinal Research on human development and criminal beha-
vior”, Behavioural and Social Sciences, vol. 76, Kluwer Academie Publishers, 1994; D. SZABO
y Marc LE BLANC: “ Traité de Criminologie Empirique”, Presses de l’Université de Montréal,
2ª Edition, 1994; Anne Marie FAVARD: “Politique criminelle et recherche criminologique lon-
gitudinale. Aspects critiques”, en Archives de Politique Criminelle, 23 (2001) pp. 107 y ss.; C.
HERRERO HERRERO: “Criminología. Parte General y Especial”, ya citada, pp. 277 y ss.
565
Se conserva un diseño, sobre el que habría que elaborar la “Historia Clínica
Criminológica”, del mismo Osvaldo LOUDET. He aquí su formato:
cepción y memoria. Aparece un nuevo apartado: alienación mental, por lo cual se estudia al
penado bajo la mirada psiquiátrica. También se detectan diferencias en relación a conceptos ta-
les como el pronóstico y el tratamiento. En relación al pronóstico, se introduce en esta historia
clínica el índice de peligrosidad, producto de tendencias congénitas o hábitos adquiridos o de
factores emocionales, pasionales u ocasionales, que sólo en un momento particular convierten
a un sujeto en un delincuente. Hay indicadores de mayor peligrosidad (vida deshonesta, odio,
venganza, tener condiciones psíquicas y orgánicas anormales) o menor peligrosidad (hones-
tidad, laboriosidad, intentar resarcir el daño luego del delito, arrepentimiento, confesión del
mismo). Se eleva la graduación del pronóstico de peligrosidad con aquellas características que
evidencien fijeza en el actuar, dificultando su modificación por la vía correctiva. En cambio,
el carácter de excepcionalidad como así también variables subjetivas como la figura del arre-
pentimiento o la emergencia de condiciones personales determinadas, disminuyen el riesgo,
favoreciendo el pronóstico. El pronóstico se completará a partir de la evolución de la adaptabi-
lidad: 1) adaptabilidad a la vida social; 2) Adaptabilidad bajo tutela; 3) Inadaptabilidad. En este
último caso se van a sugerir medidas de seguridad, mientras que en el segundo ya se interpela
a la figura del Patronato, como referente institucional.
El tratamiento, que tendría por fin reducir la peligrosidad del penado, va a estar com-
puesto por tres ejes: la educación, el trabajo y el comportamiento dentro de la institución,
e introduce la importancia de profundizar el estudio centífico del penado y la individua-
lización de su tratamiento.” (Texto de este diseño y formato, en www.psi.uba.ar/acade-
mica/...historia.../1932-institutocrimino.htm). Como puede observarse, las referencias a
factores psicosociológicos es escasa o nula. La omisión era muy corriente en no pocos au-
tores de la época, en los que preponderaba la visión biopsicológica en la explicación de la
delincuencia.
566
Por ejemplo, ver la obra de Patricia R. TRUJILLO MARIEL: “La Historia clínica crimi-
nal”, Eitorial Alfil, México, 2005. Sobre todo en pp.39 y ss. Las diez observaciones o reglas que ofre-
ce esta autora, las recoge al pie de la letra L. RODRÍGUEZ MANZANERA en su “Criminología
Clínica”, ya citada, pp. 220-223.
452 CésaR Herrero Herrero
567
Sobre este particular, véase E. B. ELBOGEN: “The process of violence risk assessment: a
review of descriptive research”; en Agression and Violent Behavior, 7 (2002)pp. 591 y ss.;también,
C.HERRERHERRERO: “Criminología. Parte General y Especial”, ya citada, pp.84-85. Un es-
quema básico actual, sobre esta “historia clínica criminológica”, podría ser el siguiente:
I. Datos de identificación del delincuente bajo investigación clínica (nombre, apellidos,
fecha y lugar de naciniento, edad, nacionalidad, lugar de residencia, lugar de detención…)
II. Indagación sobre algunos aspectos de la familia próxima (salud, algunas enfermeda-
des, modelo familiar (completa, incompleta, integrada, desintegrada, ambiente intrafamiliar,
los distintos roles entre los diferentes integrantes de la misma…)
III. Estudio panorámico del INDIVIDUO desde la triple dimensión bio-psico-sociológica,
a través de la infancia, la adolescencia, la primera juventud, la etapa adulta, en su caso.
IV. Estudio detenido del temperamento.
V. Estudio detenido del carácter.
VI. Estudio específico de la personalidad siguiendo y profundizando los dos precedentes
componentes de la misma en su interacción dinámica. Subrayando, de manera especial, sus
características disfuncionales, pero sin olvidar sus posibles factores protectores, encarnados en
tendencias biológicas y psicológicas constructivas. Y, desde luego, haciendo hincapié, asimis-
mo, en su dimensión psicosocial o interaccionista.
VII. Estudio de su perfil escolar o académico.
VIII. Dimensión laboral del examinado.
IX. Actitud sexual del mismo.
X. Diagnóstico, pronóstico y Tratamiento.
568
L. RODRÍGUEZ MANZANERA: “Criminología Clínica”, ya citada, p.153.
Capítulo veintiuno
Antes de nada, debe quedar clara una cosa. Que, cuando se habla en se-
rio sobre medios o técnicas de predicción o pronóstico, tanto en el campo de
las ciencias psicosociales como criminológicas, no cabe, siempre, la referencia
razonable a predicciones con certeza. Y menos, con certeza absoluta. Estamos
moviéndonos, simplemente, en razón de la complejidad de factores que pue-
den incidir en un acontecimiento, referido al grupo o individuo humanos, en
el campo de la probabilidad. Y ello, la cuando la metodología usada al efecto se
utilice con competencia y rigor. Naturalmente, en la medida en que los méto-
dos específicos de predicción se vayan perfeccionando, será congruente ase-
gurar que el grado de probabilidad de acierto ha de elevarse en proporción al
perfeccionamiento.
Entonces, ¿en qué situación estamos con respecto a esta materia en el ámbito
criminológico?
“De las tareas de predicción –escribe H. BERDUCIDO MENDOZA–
pueden derivarse dos tipos de índices diferentes: índices estadísticos,
objetivos, del riesgo de futura conducta criminal, o índices basados
en la evaluación subjetiva del riesgo, propia de la predicción clínica.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 457
569
H.E. BERDUCIDO MENDOZA: Trabajo ya citado, p.10.
570
ISPEC (INSTITUT DE SCIENCES PÉNALES ET CRIMINOLOGIE”), “Le contenu de
la Criminologie”, ya citado, p.5.
458 CésaR Herrero Herrero
571
La ASSOCIAZIONE DE STUDI E RICERCHE CRIMINOLOGICHE (de ITALIA) co-
menta al respecto: “Por lo que atañe a la dimensión pronóstica, que tiene por objeto funda-
mental evaluar la mayor o menor peligrosidad social de un sujeto, así como estimar la mayor o
menor probabilidad de recuperación social del mismo, un modelo “previsional” que ha tenido
éxito notable en el pasado, es el desarrollado por el matrimonio Glueck. Este modelo hipotiza
que tres grupos de variables permiten prever la mayor o menor probabilidad de incurrir al-
guien en una “carrera criminal”:
* Variables ligadas a la familia de origen (clima familiar, actitud de los progenitores, valo-
res o contravalores transmitidos, etc.)
* Variables ligadas a la estructura de la personalidad del individuo (estabilidad o ines-
tabilidad emotiva, más o menos resistencia a la frustración, mayor o menor impulsividad, etc.)
* variables ligadas a los comportamientos concretos realizados por el sujeto (mayor o
menor precocidad de manifestación de los episodios desviados, más o menos tendencia a la
reincidencia, mayor o menor tendencia a hacer uso de sustancias voluptuosas o estupefacien-
tes, etc.” (“Storia e Applicazioni Della criminologia”, apartado “La Criminologia Clinica”; texto, en
http://www.aserc.it.gg/Storia-e-applicazioni-dell-criminologia.htm).
572
SHELDON and ELEANOR GLUECK: “Unraveling Juvenile delinquency”,
Commonwealth Fund, 1950. También, “Ventures in Criminology Selected Recent Papers”, International
Lybrary of Criminology, Editors E. Glover, H. Manheim and E. Miller, London, 1964 (sobre
todo, ver el trabajo: “Predictive Devices and the individualization: A Panorama”, pp. 194 y ss.).
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 459
573
Los medios o instrumentos actuariales permiten desplegar posibilidades, consisten-
tes en recolectar informaciones sobre delincuentes en torno a aspectos preseleccionados, en
los que descansan, precisamente, los llamados predictores, que permiten dar, ponderadamen-
te, respuestas (los pronósticos concretos) sobre la conducta futura de determinados crimina-
les). Todo ello, mediante “un modelo de regresión múltiple”, versante sobre las distintas variables
aparecidas en los subtipos anteriores de delincuentes) y, en virtud de esto, atribuyendo a los
delincuentes de subtipos homólogos, ahora observados, una puntuación o calificación correla-
tiva. Como advierten M. FEELEY y J. SIMON, esos predictores empleados en el citado modelo
de regresión se derivan, generalmente, de los estudios u observaciones de las conductas anti-
sociales de delincuentes precedentes. (Véase a estos autores en “Actuarial Justice:The Emerging
New Criminal Law”, en Vol. Col. “The Futures of Criminology” (D. Nelken, Director), Sage Editions,
London, 1994, pp. 173 y ss).
460 CésaR Herrero Herrero
574
Thibaut SLINGENEYER: “La Nouvelle Pénologie, une grille d’analyse des transformations
des discours, des techniques et des objectifs dans la pénalité”; en Champ Pénal/Penal Field, Nouvelle
Revue Internationale de Criminologie, Vol. IV, 2007, pp. 10-11.
575
Esta tarea predictiva (mediante el establecimiento de predictores del riesgo de vio-
lencia y de principios procedimentales importantes para la evaluación del mismo) trata de
desarrollarse con conciencia clara de lo que se persigue. Conciencia clara que exige saber, como
exponen Mary Ann CAMPBELL y Otros, que: ”Una característica necesaria de una evaluación
del riesgo eficaz es la definición de las variables que contribuyen al comportamiento criminal
de un individuo [Bronta (2002)]. Muchos estudios han sido consagrados a esta tarea y han
hecho rememorar un cierto número de factores históricos y psicosociales importantes que son
pertinentes para la predicción de la peligrosidad y la criminalidad persistente [voir Andrews
et Bonta (2003); Borum (1996)].Para resumir brevemente dos meta-análisis exhaustivos sobre
los predictores de la reincidencia, Bonta et coll. (1998); y Gendreau, Little y Gogin (1996) han
definido las actitudes antisociales, los pares antisociales, la toxicomanía, las disfunciones fa-
miliares, los conflictos interpersonales y los modos de vida negativos o inestables, así como
ciertas variables demográficas (sexo masculino, celibatario y jóvenes) como predictores útiles
de la reincidencia general y violenta. En lo que concierne a la reincidencia con violencia, exis-
ten otros predictores, especialmente el diagnóstico de trastorno de personalidad antisocial o
de psicopatía, los antecedentes de comportamiento violento y problemas de empleo [Bonta et
coll. (1998)]. Aún más, estos predictores importantes del riesgo son corrientes en las poblacio-
nes carcelarias generales y en los delincuentes que sufren de trastonos mentales [Bonta et coll.
(1989; Phillips et coll. ( (2005)]. Igualmente vale la pena mencionar que buen número de facto-
res clínicos tradicionales utilizados para la evaluación del riesgo (p.ex. inteligencia, trastornos
de humor, psicosis, estima de sí) han producido las valoraciones predictivas más débiles para
la reincidencia con violencia y general (Bonta et coll. (1998; Gendreau et coll. (1996)]. La eva-
luación exacta del riesgo constituye una etapa esencial de la reducción de la eficacia de éste.
Los principios directivos de base o de la adaptación de la evaluación eficiente del riesgo son
los principios del riesgo, de la necesidad y de la receptividad, descritos por Andrews y Bonta
(2003). Según su modelo, el principio del riesgo está fundado sobre la hipótesis de que es posible
predecir el comportamiento criminal y que la intensidad de la intervención orientada a reducir
este riesgo debe corresponder al nivel de riesgo del delincuente. En segundo lugar, el principio
de la necesidad reconoce que ciertos factores de riesgo pueden ser cambiados en orden a reducir
el riesgo. Estos “factores criminógenos” se han fraguado con el modo de vida, con las cogniciones
y con el comportamiento del delincuente (p.ex. actitudes antisociales, toxicomanía) y están
ligados empíricamente al riesgo de violencia y/o a la criminalidad general. Las intervenciones
destinadas a disminuir el riesgo deben permitir hacer frente a los factores criminógenos antes
que a los factores que tienen vínculos débiles con la reincidencia (p.ex. estima de sí, depresión).
En fin, el principio de la receptividad concierne al modo y al método de intervención, utilizados
para señalar los factores criminógenos.” (“Évaluation de l’utilité des outils d’évaluation du risque et
des mensures de la personnalité pour la prédiction de la récidive avec violence chez les délinquants adul-
tes”; Ministerio de la Seguridad Pública y de Protección Civil (Canada), abril, 2007, modificado
en abril 2008, p.1. (Puede verse texto en PDF 243Ko).
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 461
también, por una parte bastante nutrida de investigadores. Desde este punto
de vista pueden destacarse, por ejemplo, el INS-R (Método de Evaluación del
Riesgo fundado sobre entrevistas combinadas con exámenes de dossiers, al
igual que la Escala HCR-20); el ISGR (Información estadística general sobre la
reincidencia una vez puestos los condenados en libertad); el NS-IGC (Método
estructurado de forma dinámica para evaluar el riesgo; el RAE (Cuestionario
de evaluación de los factores criminógenos); La VRAG, Guía de Evaluación
del riesgo de violencia. Pero, no obstante, existe un problema en relación con
los instrumentos precedentes: Su, tal vez, no suficiente contrastación o ad-
veración empíricas y que algunos de ellos funcionan estáticamente. Y, desde
luego, parece que otro aspecto frecuentemente marginado es la posible in-
cidencia de los factores de protección a la hora de valorar el riesgo de vio-
lencia576. Insistimos en que estos métodos o técnicas actuariales577 pueden potenciar
(o completar) al método clínico, pero nunca suplantarlo. Quedaría al descubierto el
porqué más singular e íntimo del surgimiento del fenómeno delincuencial en el delin-
cuente concreto, en este delincuente578. Porque las técnicas o métodos actuariales no
576
Anne Mary CAMPBELL y Otros, trabajo citado en nota anterior, pp. 30-31.
577
Según ANDRÉS PUEYO y REDONDO ILLESCAS, la valoración actuarial: “Se ca-
racteriza esencialmente por un registro cuidadoso y detallado de todos los datos relevantes de
la historia personal del sujeto, especialmente aquellas informaciones que se relacionan empíri-
camente con el comportamiento o criterio a predecir. De ahí su calificativo de actuarial ya que
el término actuario, etimológicamente, significa registrar detalladamente informaciones an-
teriores para hacer valoraciones de riesgo. Pero además del registro detallado de informacio-
nes relevantes, los procedimientos actuariales implican también una ponderación adecuada
(también obtenida empíricamente) de la importancia de cada información por medio de reglas
de combinación matemáticas. Estas reglas permiten obtener una puntuación de probabilidad
determinada que refleja, con gran exactitud, el riesgo de que suceda aquello que queremos
predecir (Hart, 1997; Quinsey y Harris, 1998). Los actuarios predicen el futuro en base a una
única presuposición según la cual la probabilidad futura de que suceda un hecho depende de
la combinación ponderada de los factores que determinaron su aparición en el pasado (Meehl,
1954; Grove et al. 2000).No hay un modelo teórico, causal o determinístico que explique el por-
qué de las conductas ya que, para la predicción actuarial, no se necesita. El futuro es una repe-
tición del pasado. (…) Si la historia nos dice que la presencia de psicopatía y los problemas de
conducta en la infancia son antecedentes de la conducta antisocial del adulto (Simonoff, 2004),
podremos predecir el incremento de riesgo de violencia en un sujeto que presenta ambos da-
tos en su historia biográfica.” (“Predicción de la violencia: entre la peligrosidad y la valoración
del riesgo de violencia”; en Papeles del Psicólogo, Vol. 28, 3 (2007) p.7). Como puede percibirse,
a mi modo de ver, ¿no es esto puro determinismo behaviorista? Si esto es así, no se necesita pre-
decir futuro alguno, basta con “leer” el pasado. Pero esto no es asumible y ya lo hemos razonado
en otro lugar.También, lo hemos tratado en esta obra. Allí me remito.
578
Por ello, algunos autores, percatándose de la falta de “perfección” de cualquiera de
estos métodos o técnicas, hacen referencia a que existen dos grandes tendencias en torno a los
mismos. Que una aborda la cuestión de la predicción bajo una perspectiva actuarial, es decir,
puramente estadística. Que la otra añade a las variables estáticas índices dinámicos ligados a
aspectos clínicos y al contexto futuro en el cual la persona está llamada a vivir. Pues bien, afir-
462 CésaR Herrero Herrero
entran en esa intimidad, sino en el haz de hechos del individuo, aplicando luego, en
realidad, criterios evaluatorios de grupo o subgrupo a la persona concreta. Todos los
individuos con la “misma historia factual” fabricarían, comportamentalmente, según
los precitados métodos y técnicas, un futuro muy semejante.
man, como lo hace Gilles CÔTÉ, que “ambas tendecias, adolecen de incógnitas en los planos
metodológico, epistemológico y ético.” (Gilles CÔTÉ: “Les instruments d’ évaluation du risque
de comportaments violents:mise en perspective critique”; en Criminologie, vol. 34, 1 (2001) pp.
32 y ss.).
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 463
579
H.E. BERDUCIDO MENDOZA:Trabajo ya citado, pp. 11-12.
464 CésaR Herrero Herrero
Desde el punto de vista del contenido expresado en el texto, Maurice CUSSON hace
581
observar que: “Para comprender las relaciones que los delincuentes mantienen con el espacio
urbano, deberían ser distiguidos tres tipos de territorios: 1- el santuario, que es el sector en
el cual viven los delincuentes y en el cual ellos tendrán necesidad de asegurar su seguridad
contra las interferencias policiales u otras; 2- el terreno de caza, es decir las porciones de espa-
cio urbano en las cuales los ladrones tienen las mejores oportunidades de encontrar objetivos
interesantes; y 3- los mercados de placeres o diversiones, que son los lugares hacia los que los
delincuentes convergen para comprar y vender sus bienes, servicios o sustancias ilícitas y que
ellos frecuentan para pasar sus ocios en agradable compañía. (…) Santuario, terreno de caza,
mercado de placeres: estas tres referencias diferentes del delincuente en el espacio urbano no
se dejan fácilmente detectar por la cartografía. La criminalidad colateral viene a enmascarar
las cartas. Ciertas zonas acumulan las tres funciones. De un lado, nos encontramos factores de
concentración y, del otro, factores de dispersión. La concentración espacial de la criminalidad
resulta del hecho de que los barrios en vía de “santuarización” y de placeres son los polos de
atracción de una criminalidad diversificada por las razones siguientes: 1- Los delincuentes son
impulsados a actuar en la proximidad de los lugares donde ellos viven y en donde ellos dis-
frutan sus evasiones placenteras. 2- Ellos toman, prevalentemente, “blancos” mal protegidos
y prefieren operar en las zonas donde las oportunidades de impunidad son las mejores. 3- La
huida de familias enteras y acomodadas hacia barrios seguros acentúa la vulnerabilidad de
los barrios que son abandonados. 4- Allí donde se concentra la pobreza, las gentes difícilmen-
te llegan a controlar con eficacia la juventud turbulenta. 5- Para afianzar la seguridad de sus
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 465
transacciones, los comerciantes tienden a hacer sus ventas a las personas que forman parte de
su entramado social. 6- La mayor parte de los crímenes violentos tienen como protagonistas
a gentes conocidas y que tienen tendencia a vivir en proximidad los unos de los otros. Por el
contrario, otra serie de factores contribuirá a desparramar la criminalidad un poco por todo el
territorio de la ciudad: 1- Los delincuentes tienen redes personales que desbordan las fronte-
ras de los barrios donde ellos viven. 2- Los medios modernos de telecomunicación y de trans-
porte les permiten aprovecharse de los objetivos alejados de los lugares que ellos frecuentan
y de seguir estando en donde ellos se encuentran. 3- Los “blancos” interesantes y vulnerables
pueden ser hallados casi por todas las partes.4- La acción policial contra la “santuarización” y
los mercados de placeres dispersa delitos y delincuentes.” (“Les territoires de la délinquance”; en
Revue Internationale de Criminologie et Police Technique et Scientifique, 4 (2003) pp. 387 y
394-395). Sobre estas cuestiones puede verse, asimismo, Marion VACHERET y Marie Marthe
COUSINEAU: “L’évaluation du risque de récidive au sein du Systeme Corretionel Canadien: Regards
sur les limites d’un Systeme”; en Médecine & Hygiène/ Déviance et Societé, Vol. 29, 4 (2005)pp.
379 y ss.
582
Desde esta perspectiva, Étienne BLAIS y Marc OUIMET, por ejemplo, en un estudio
titulado “Météo, criminalité et conduites asociées” señalan: “En este artículo, se ha demostrado
que un conjunto de condiciones, especialmente las condiciones metereológicas, influencian
las variaciones cotidianas de los crímenes contra la persona, los accidentes en ruta y, en una
menor medida, los suicidios. El modelo de las actividades rutinarias puede, pues, muy bien ser
utilizado para tratar de explicar cómo un conjunto de condiciones estructuran no solamente
las actividades de todos los días, sino también las variaciones en el volumen cotidiano de acci-
dentes y de crímenes. Parece que la teoría de las actividades rutinarias se integra en una estra-
tegia analítica que considera el día como unidad de análisis, en cuyo sentido puede ser tomada
para estudiar los datos mensuales (Field, 1992) o anuales (Cohen y Felson,1979). Sin embargo,
el vínculo directo entre la condición y su influencia sobre la modificación de la estructura de
las actividades cotidianas queda por demostrar más implícitamente. El cuadro de Cohen y
Felson (1979) da una razón de ser teórica a este estudio. Se puede también afirmar que este
estudio ofrece más problemas que respuestas. Es razonable pensar que los sondeos sobre há-
bitos de vida de los individuos podrían establecer resultados interesantes, entre otros, sobre la
planificación diaria de actividades en función de diferentes condiciones, tanto sociales como
metereológicas. El recurso a los modelos estructurales podría asimismo ofrecer una medida
más justa de la interacción entre las condiciones, la estructura de las actividades rutinarias y el
paso al acto o a la victimización.” (Págs. 413-414 del citado trabajo).
466 CésaR Herrero Herrero
583
A este respecto, puede varse: C. HERRERO HERRERO, con relación a la delin-
cuencia juvenil: “La factorialidad criminógena en determinados contextos sociales e institucionales”,
en su obra “Criminología. Parte General y Especial”, ya citada, pp. 505 y ss.; del mismo autor:
“Algunos de los modelos actuales de criminalidad no-convencional:La Trata de seres humanos”, en su
obra “Fenomenología Criminal y Criminología Comparada”, Editorial Dykinson, Madrid, 2011, so-
bre todo, en pp. 359 y ss. Puede verse, también, Cecilia PISA y Mariagrazia MARCHESI: “La
valutazione del rischio di recidiva nei servizi della Giustizia minorile”; en Ressegna Italiana di
Criminologia, nuova serie, Anno II, 3 (2008) pp. 481 y ss.
584
C. VÁZQUEZ GONZÁLEZ: “Predicción y prevención de la delincuencia juvenil según
las teorías del desarrollo social (Social Development Theories)”; en Revista de Derecho, Vol.XIV, julio
(2003) p.143.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 467
585
Sobre esta relación, C.D. WEBSTER, K. S. DOUGLAS Y Otros: “Assessing risk for
violence-version 2”, Mental Healh (Vancouver), Simon Frazer University, Law and Policy
Institute, 1997.
468 CésaR Herrero Herrero
586
Jan ter LAAK y Otros: “Incarcerated adolescent Girls: Personality, social competence, and
delinquency”; en Adolescence, vol. 38, Summer, 150 (2003) p. 252.
587
J. TOUPIN y Otros: “Adaptation de la PCL-VS à l’évaluation des adolescents sui-
vis en Centre Jeunesse: une étude préliminaire”, en Canadian Journal of Criminology and
Criminal Justice, Vol. 50, January, 1 (2008).
588
Valga por todos, sobre este particular, el siguiente comentario de A. ANDRÉS
PUEYO y Santiago REDONDO ILLESCAS: “La creencia de que la “peligrosidad” es la causa de
la conducta violenta ha mantenido entre los profesionales una cierta quimera según la cual si
se “acertaba” en la identificación de este atributo, se garantizaba la seguridad y la prevención
de la reincidencia violenta. En ciertos casos así ha sido, pero en otros muchos casos se han co-
metido errores y estos son de dos tipos. El más grave se llama falso negativo y es el que se pro-
duce cuando se rechaza la presencia de peligrosidad en el sujeto y este vuelve a cometer un
acto violento.El otro tipo de error que se comete es el llamado falso positivo y consiste en iden-
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 469
592
El autor citado se refiere al informe de J. BONTA y D. A. ANDREW, titulado: “Modèle
d’évaluation et de réadaptation des délinquents fondé sur les principes du risque, des besoins
et de la réceptivité. Rapport pour spécialistes”, Sécurité Publique du Canada, Ottawa, 2007.
593
Xavier BÉBIN: “Peut-on prédire le risque de récidive criminelle?”, Institut pour la Justice,
Paris, avril, 2009, pp. 3-4 del estudio.
Capítulo veintidós
594
Bastien QUIRION: “Les transformations de l’intervention thérapeutique en milieu co-
rrectionnel: pérennité de la logique dominante ou innovations pénales?; en Champ Pénal/penal Field,
Nouvelle Revue Internationale de Criminologie [En ligne], Séminaire Innovations Pénales, mis en
ligne le 29 septembre 2007, nº 20 del estudio.
476 CésaR Herrero Herrero
“Actes du Coloque International sur “Le sens de la peine”, tenu à Agen du 8 au 10 no-
595
596
J. MCGUIRE: “El renacimiento de la rehabilitación en programas de medio abierto”;
en Vol col. “La delincuencia violenta” (J. CID y E. LARRAURI [Coordinadores], I. Andaluz de
Criminología y Tirant lo Blanch, Valencia, 2005, p.100.
478 CésaR Herrero Herrero
Sobre este particular puede verse C. HERRERO HERRERO: “España penal y peni-
597
598
Hace algunas décadas, en su interesante obra “La resocialisation du jeune délin-
quant”, Maurice CUSSON, al referirse a los “Objetivos” de tal resocialización “a largo y me-
dio plazo”, reflexionaba: “Para resocializar, es necesario, pues, fijar los objetivos, los fines que
se tratará de realizar. La primera cualidad de un fin es que su realización sea observable. En
efecto, para que un objetivo signifique alguna cosa para el que lo persigue (en este caso, el
educador), el mismo debe ser suficientemente preciso y concreto (así como mensurable) de
suerte que el actor sepa hasta qué punto el objetivo deseado es efectuado por su acción. El que
fija objetivos demasiado vagos o excesivamente lejanos no sabrá jamás si su acción le permite
realizar sus objetivos, éstos no tendrán objetividad alguna, restarán impulsos, caucionando
aquélla sin orientarla nunca ni modificarla. (...) Para el educador, la no-reincidencia no es, por
ello, un fin cuya realización sea observable; este criterio, por tanto, no le será útil para evaluar
la eficacia de sus intervenciones ni para aportale la regresión de la que tenga necesidad para
modificar su acción. (…) No quiere decirse con ello que la reincidencia no sea un importante
criterio en la evaluación… pero está en excesiva lontananza para el educador”. Los que son
visibles, decimos nostros, son los contenidos y medios para hacer desaparecer o hacer retro-
ceder, de forma notable, la reincidencia. El mismo autor, en esta onda, se pregunta, de forma
congruente con su discurso anterior, cuáles deberían ser, entonces, en estos casos, los objetivos
de realización, respondiendo: “Los educadores deberían ir a transformar el comportamiento
y las actitudes del joven durante su estancia en institución y poner en suerte que esta trans-
formación permita al joven adaptarse normalmente en la sociedad. El educador debe pues
esforzarse por hacer adquirir al joven cualidades, capacidades, hábitos, comportamientos, etc.
que sean incompatibles con un estilo de vida delincuente, haciéndole perder todo aquello que
favorezca la delincuencia. Tales fines podrán sustituir a la no-reincidencia. Es evidente, no obs-
tante, que tales objetivos deben estar ligados, en último término, a la no reincidencia.” (Págs.
16-17 de dicha obra, publicada en Les Press de l’Université de Montréal, 1974).
480 CésaR Herrero Herrero
599
Court GRIFFITHS y OTROS: Trabajo precitado, p. 6.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 481
17-18 del estudio. Por su parte, Maurice CUSSON, al hablar de los medios para conseguir los
objetivos de la fase de tratamiento, menciona tres áreas distintas, pero coordinadas, integran-
tes de tales medios: La Intervención individualizada, la acogida de las intervenciones de los educado-
res por parte de los tratandos y el trabajo de organización. Puntos que el autor desarrolla en los
Capítulos V, VI y VII de su obra precitada: “La resocialisation du Jeune délinquant”.
482 CésaR Herrero Herrero
se, por ejemplo, como programas puestos en práctica, sobre todo, en USA,
Gran Bretaña, Canada, Australia…, 1º Los destinados a jóvenes (V.gr., el “HIT”
=Tratamiento de Alta Intensidad). Es combinatorio de disciplina militar y
tratamientos específicos para jóvenes infractores (formación escolar, desarro-
llo de habilidades necesarias para el desenvolvimiento en la vida cotidiana,
formación profesional, modificación de las estructuras de pensamiento so-
bre el comportamiento criminal… 2º Los destinados a mujeres (V.gr., el “PIDT”
=Programa de Intervención para Mujeres Delincuentes Toxicómanas), don-
de se ofrece a las mismas un sostén continuo, ayudándolas a elegir un esti-
lo de vida responsable. 3º Los destinados a varones adultos (V.gr., el “TEM” =
Tratamiento de sustitución de heroína por metadona) para intentar erradicar,
entre los internos, el consumo por inyección de heroína y para así desterrar
el reparto de jeringuillas. O el “Inner Chance Freedom Iniciative” (Programa
previo a la puesta en libertad, con orientación cristiana, orientado a dispen-
sar a los internos formación escolar, laboral, habilidades para enfocar los pro-
blemas diarios en libertad, restructuración de la gama de valores y un con-
trol estricto. Dividido en varias fases, este programa puede durar hasta tres
años…601
En lo que atañe a los Programas de Transición basados en la sobrevigilancia de
los ex-presos, dentro de la comunidad, hay una amplia variedad de los mis-
mos. Entre ellos se citan, como relevantes, cuatro modalidades. En el magní-
fico estudio de Court T. GRIFFITHS y Otros (a quienes seguimos, de forma
prevalente, en este apartado) se hace mención a: La supervisiones o sobre-
vigilancias basadas en el riesgo, en las necesidades de los sobrevigilados, a la
basada en las dos precedentes (middle-ground) y la basada en el reforzamiento
de los recursos de la comunidad (strenght-based model) a favor de los someti-
dos a esta supervisión, porque, según esta orientación, “los delincuentes consti-
tuyen un capital a explotar y no un fardo a llevar” (Maruna y Le Bel, 2002). Entre
los programas concretos, referentes a este ámbito, pueden señalarse a modo
de ejemplo: el “Hot Spot Community Initiative”, que se centra en la supervi-
sión en los llamados “puntos calientes” de las respectivas comunidades.Éstas,
cuando participan en el programa, movilizan algunos de los recursos que dis-
ponen: servicios de policía comunitaria, servicios de “probation”, programas
de sostén y mantenimiento de lazos comunitarios, actividades de preven-
ción para los jóvenes… El “ISPP” (= “Intensive Supervision and Surveillance
Program”). Es un programa complejo destinado a jóvenes infractores, para
intentar remediar, en lo posible, sus necesidades de todo tipo (formación es-
601
Sobre estos programas, puede verse: D.P. FARRINGTON y Otros: “Evaluation of
Two Intensive regimes for Young Offenders”, Home Office Research study 239, London, 2002; B.R.
JOHNSON y D. B. LARSON: “The Inner Change Freedom Inicitive: A Preliminary Evaluation of a
Faith based Prison Program”, Centre for Research on Religion and Urban Civil Society, 2003.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 483
602
Sobre esto, puede verse N.L. PIQUERO: “A recidivism Analysis of Maryland´s Community
Probation Program”, en Journal of Criminal Justice, vol. 31, 4 (2003) pp. 295 y ss. También, E. GRAY
y Otros: “ISSP: The Final Report”, London, 2005.
603
Sobre estos programas puede verse, por ejemplo: P. K. LATTIMORE y Otros:
“National Portrait of SVORI-Serious and Violent Offender Re-entry intiative”; Justice Policy
Center, Urban Institute, Washington, 2004. También: J. ROMAN y Otros: “Impact and Cost-
Benefit Analysis of the Maryland Reentry Partnership Initiative”; Justice Policy Center, Urban
Institute, Washington, 2007. Para un más amplio estudio de conjunto de toda este apartado,
ver, como ya hemos señalado, el trabajo de Curt T. GRIFFITHS y Otros: “La réintegration socia-
le des délinquents…”, pp. 6-27.
484 CésaR Herrero Herrero
604
Los programas cognitivo-conductuales tienen base conductista. Con ellos se persigue,
entre otros, varios objetivos descollantes. De acuerdo con F. T. Cullen y P. Gendreau, el primero de
aquéllos consiste en buscar cómo “re-estructurar de un modo cognoscitivo la percepción distor-
sionada o errónea del individuo”. En segundo lugar, se intenta “ayudar a la persona a aprender
habilidades cognitivas nuevas y adaptadoras.”. Estos autores, tratando de explicitar los preceden-
tes fines, aseguran: “En el caso de los delincuentes, las distorsiones cognitivas existentes son los
pensamientos y los valores que justifican las actividades antisociales (por ejemplo, la agresión, el
hurto, el abuso de sustancias…). (…) La mayoría de los delincuentes también posee únicamen-
te un mínimo de habilidades cognitivas que no les permite comportarse de manera prosocial. En
vista de estas deficiencias, los programas cognitivos-conductuales eficaces intentan ayudar a los
delincuentes a:1) Definir los problemas que los llevaron a entrar en conflicto con las autoridades,
2) seleccionar metas, 3) generar nuevas soluciones prosociales alternativas y, a continuación, 4)im-
plantar esas soluciones. Los terapeutas cognitivos deben crear una relación con el cliente que sea
abierta y humanitaria, pero que al mismo tiempo permanezca dentro de los límites éticos que en-
cierran la relación paciente-terapeuta.” (“Evaluación de la rehabilitación correccional: Política, práctica y
perspectivas”; en Vol. Col. “Justicia Penal Siglo XXI. Una selección de Criminal Justice 2000”, edición
de R. BARBERET y J. BARQUÍN, Granada, 2006, pp. 318-319). Se trata, en lo descrito, de teorías pu-
ramente conductistas. Inasumibles cuando estiman que bastaría, para evitar la actividad antisocial
del transgresor, el “ordenar” sus “archivos” de conocimientos. Como si sólo delinquiera el que no
sabe o el que estuviera equivocado. Pero resulta que el hombre es, con los inevitables condicio-
namientos, libre, y puede decidir cometer delitos a pesar de sus saberes. Si sólo fuese cuestión de
saberes y habilidades, sería difícil explicar, por ejemplo, la delincuencia de “cuello blanco” o la de
“moralistas” reconocidos... No ha de confundierse aptitudes con actitudes.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 485
605
Ver desarrollo más amplio de estos programas y su evaluación en J. MacGuire: “El
renacimiento de la rehabilitación en programas de medio abierto”, ya citado, pp.119 y ss.
606
Sobre este asunto, F.T. CULLEN y P. GENDREAU: “Evaluación de la rehabilitación
correccional: política, práctica y perspectivas; en Vol. Col. “Justicia penal Siglo XXI. Una se-
lección de Criminal Justice 2000”, edición de R. BARBERET y J. BARQUÍN, Granada, 2006.
486 CésaR Herrero Herrero
Y puede apreciarse tal eficacia (sin que quepa estar satifechos), a pe-
sar de que que existen muchas razones para poder remitir, a hechos aje-
nos a la institución misma del Tratamiento, el no haber alcanzado, hasta el
momento, el rendimiento deseado y deseable. Curt T. GRIFFITHS et Coll.,
tras su amplio estudio sobre estos programas, utilizados en USA, Canadá,
Gran Bretaña y Australia, y varias veces aquí ya recordados, advierten que,
efectivamente, las razones para no haber alcanzado el éxito esperado son
múltiples. “Primeramente, porque la concepción y las modalidades de la
puesta en obra de los programas dejan mucho que desear. En segundo lu-
gar, porque subsisten obstáculos a la colaboración entre los organismos con-
cernidos, no obstante representar ésta una condición necesaria para el buen
resultado de los programas. Según un estudio realizado en el Reino Unido
sobre los resultados de las intervenciones, proyectadas sobre los jóvenes
delincuentes reincidentes, existen lagunas notables en la cooperación entre
organismos, en el reparto de la información, en la evaluación y planifica-
ción de las intervenciones basadas sobre los riesgos y las necesidades, así
como en la documentación de los detalles relativos a las evaluaciones y a las
intervenciones (Arnull et col., 2005). Todo lo expuesto pone a la luz el hecho
de que los problemas en la ejecución de los programas pueden comprome-
ter el resultado de los programas mejor concebidos y reducir a la nada los
esfuerzos realizados por el personal encargado de la intervención y por los
mismos delincuentes”607.
James McGUIRE, por su parte, hace, al respecto, observaciones como
éstas:
1ª Que hay menester de mayores y precisas investigaciones sobre los va-
riados factores que inciden en la violencia, porque esta deficiencias
repercuten, negativamente, tanto en al evaluación de los delincuen-
tes individuales como en su emplazamiento adecuado en los corres-
pondientes programas de tratamiento.
2ª Que, para acomodar la gran pluralidad de los participantes en los
programas, hay que estudiar más cuidadosamnte las variaciones y
modificaciones que, para tal fin, requieren los correspondientes pro-
gramas. Así, es grande la ignorancia sobre “la importancia del género,
la etnicidad, la cultura, la edad o la sexualidad como factores que in-
fluyen en las respuestas a los programas.” Y no puede olvidarse, por
ejemplo, la gran incidencia, en la criminalidad, que tienen muchas
minorías étnicas en no pocos países.
608
J. MacGguire: Trabajo anterior, pp. 134-135.
488 CésaR Herrero Herrero
des y los riesgos que comporta una tal empresa. Los análisis de la criminología
y la sociología radicales, los trabajos como los de Foucault, las investigaciones
evaluativas sobre la eficacia del tratamiento penitenciario invitan a los clíni-
cos y a los trabajadores sociales a adoptar una perspectiva crítica a la vista de
su práctica. Todo ello, empero, no conduce necesariamente a los que com-
parten tales críticas a renunciar a toda forma alternativa de práctica social y
clínica en medio penitenciario”609.
Lo que no quiere decir que, a ser posible, teniendo en cuenta los delitos
cometidos, la personalidad del condenado, la existecia de recursos (perso-
nales y reales) adecuados no pueda ensayarse, y aún deba ensayarse, fuera
de los muros prisionales. Esto ha de hacerse cuando sea posible teniendo en
cuenta las circunstancias personales del interno y la disposición suficientes
de recursos (personales y reales). Hay que propugnar, desde luego, que los
internos, en lo posible, puedan llevar a cabo en prisión una vida en continua
relación con el contexto de la sociedad y sus miembros libres610.
Y, desde luego, no puede olvidarse, en conexión con estas cuestiones, la
realidad y el lugar de la denominada hoy “Justicia reparadora”, en beneficio
personal de la víctima y en beneficio recuperador del delincuente, sin ladear,
en el mismo sentido, a la sociedad en cuanto tal. De esta materia están co-
609
Jean FRANÇOIS: “Pour une Clinique alternative en milieu carcéral”; en Déviance et
Societé, Vol. 3, 2 (1979) p.178.
610
Alejandro AYUSO VIVANCOS, llevado por un laudable deseo, escribe al respec-
to: “Los Centros Penitenciarios se deberían constituir en Centros Cívicos y Culturales donde
el interno ocupa realmente su tiempo, recupera habiliades perdidas, descubre dimensiones
desconocidas de su personalidad y aprende nuevas tareas y oficios. En estos Centros se nece-
sita por tanto Cultura, trabajo, Formación, Técnicas de Conducta y Clima Social. Es necesario
algunos cambios importantes, para que la seguridad no sea lo primero, y el Régimen esté su-
peditado al Tratamiento (proceso educativo): 1. Mínima intervención de la Institución en todo
lo organizado con la máxima participación de los internos, llegando incluso a la autogestión
(ensayo de vida en libertad). 2. Cercanía a los hábitats humanos como integración de la prisión
en la ciudadanía. La privación de libertad no significa aislamiento absoluto respecto del medio
social. 3. Tratamiento colectivo (dimensión grupal, comunitaria y colectiva) frente al inexis-
tente Tratamiento Individual. 4. Retención y custodia del preso entendidos como condiciones
mínimas para su volunatario proceso de reeducación. Si no se dan estos cambios estructurales,
la Animación Sociocultural Penitenciaria no puede empezar, lo cual caracteriza al Tratamiento
Penitenciario actual, “querer y no poder”. (“La intervención socioeducativa en el tratamiento
penitenciario”; en Pedagogía Social. Revista Interuniversitaria, 2ª época, 6-7 (2001) pp. 88-89).
Sobre esto, una matización, en el sentido de que, claro, esta versión sería plenamente aceptable
también para nosotros, siempre y cuando no se inclinara al otro extremo. Cultivar el “tratamien-
to” comunitario, sí; pero como complento del tratamiento científico individualizado, porque el
delincuente, como toda persona tiene una vertiente individual, intrasferible, y una vertiente so-
cial. Y, por ello, hay que ver en cuál de las dos dimensiones (o si en las dos) están anclados los
déficits, anomalías, factores…, que le han impulsado e impulsan a cometer delitos. No hay dos
delincuentes iguales como no hay dos no delincuentes idénticos.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 489
rriendo ríos de tinta. Pero, por seleccionar algún mensaje positivo en torno a
la misma, podemos transcribir el que nos ofrece André VALLOTTON: “Los
nuevos procedimientos centrados sobre la reparación de daños, la restaura-
ción del equilibrio social, y no sobre la retribución, toman un lugar cada día
más importante. Reglamento eficaz de conflictos de proximidad, esta nue-
va forma de mediación, de reparación y de restauración, reemplazan poco
a poco la justicia cada vez que el autor y víctima aceptan, bajo arbitraje, la
discusión abierta de sus diferencias. Los estudios comprometidos muestran
que estas nuevas formas no carecen de interés. Su eficacia sobre la restaura-
ción de un equilibrio para la sociedad, el autor y la víctima, parece rebasar,
en ciertas circunstancias, éstas de la Justicia clásica. Para el especialista de la
ejecución de las penas, ofrecen todas las ventajas de invitar al delincuente a
un análisis lúcido de los daños por él causados, que es el nudo central de todo
proceso de cambio”611.
611
André VALLOTTON: “La place de la justice réparatrice et des nouveaux modes de résolu-
tion des conflicts dans la justice contemporaine”; en Revue Internationale de Criminologie et Police
Technique et Scientifique, 1 (2001) p. 26 y 33.
Capítulo veintitrés
SEGUIMIENTO Y EVALUACIÓN EN LA
ACTIVIDAD CLÍNICO-CRIMINOLÓGICA
A. INTRODUCCIÓN
612
CENTRE INTERNATIONAL POUR LA PRÉVENTION DE LA CRIMINALITÉ:
“Rapport International. Prévention de la Criminalité et Sécurité quotidienne: Tendances et Perspectives,
2008”, Montréal, juin, 2008, p.177.
494 CésaR Herrero Herrero
617
En uno de sus últimos “Informes” (Rapports) el CENTRO citado en nota precedente
recalca lo que se acaba de decir en texto. Concretamente, comenta: “La evaluación de las prác-
ticas de prevención de la criminalidad ha devenido, en la actualidad, una apuesta tanto para
las organizaciones internacionales prestadoras de fondos como para los gobiernos locales y na-
cionales. La práctica de la evaluación tiende a generalizarse; cada vez más los gobiernos ponen
el acento sobre la necesidad de apreciar la calidad de los programas llevados a la práctica. Esta
evolución se inscribe en un movimiento más amplio que incita a los gobiernos a rendir cuentas
de su gestión y de la realización de las políticas públicas. Estas tendencias testimonian la gran
importancia que ocupa la evaluación en el campo de la prevención de la criminalidad y de la
seguridad cotidiana. Como para toda política pública, y particularmente toda política pública
“social”, la evaluación de la prevención hace surgir numerosas dificultades tanto técnicas (v.gr.,
asegurar, ¿qué tal resultado se deriva de tal acción?) como estratégicas (por ejemplo, ¿cómo in-
terpretar y utilizar los resultados de la evaluación?). (“Raport International. Prévention de la
Criminalité et Sécurité quotidienne: Tendances et Perspectives. 2010”; Montréal, 2010, p.173).
618
P. MULLER: “Les politiques publiques”, P.U.F., Paris, 1998, pp.122 y ss.
496 CésaR Herrero Herrero
620
CENTRE INTERNATIONAL POUR LA PRÉVENTION DE LA CRIMINALITÉ…”,
“Rapport International … 2010”, ya citado, p.185.
621
Lo señalado con cursiva es del autor, tratando de extender el contenido del GRUPO
de Naciones Unidas, sobre este particular, a sujetos activos que no sean entes de dichas
“Naciones”.
622
GROUPE DES NATIONS UNIES POUR LA EVALUATION: “Normes d’évaluation
applicables dans le système des Nation Unies”, 29 abril, 2005, pp. 4-5 del texto francés.
623
Este contenido transcrito con cursiva es mío y se incluye con la misma finalidad que
la más arriba expresada.
498 CésaR Herrero Herrero
626
La fuente mencionbada en texto es: Manuel du responsable en évaluation de program-
me”, del que son autores: Yves BANNON, Diane CHAREST, Alice DIGNARD, Guy GIGUÊRE,
Serge HAMEL y André VIEL; Graep, Goubernement du Québec, février, 2009, pp. 60-62.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 501
627
D. SZABO: “Investigación evaluativa y política social”, en su libro “Criminología y Política
en materia criminal”, Siglo XXI Editores, México, 1980, pp. 116-117.
628
Hay países que sí poseen estos programas. Por ejemplo, Marc LE BLANC afirma
que las investigaciones clínicas y teóricas, durante numerosos años, han conducido a la elabo-
ración de un programa de reeducación en internado (concretamente en BOSCOVILLE), pro-
grama que ha sido ampliamente rodado antes de ser evaluado de manera sistemática gracias a
un modelo longitudinal, completo, ecléctico y comparativo en la investigación. El mismo autor
hace referencia a una orientación semejante en el mundo occidental. (“La réadaptation des jeunes
délinquants”, Chicoutini (Québec), 2006, p. 38). En semejante sentido, el mismo M. LE BLANC
y M. CUSSON, en la nueva edición (la 4ª) de su “Traité de Criminologie Empirique”, al abordar la
materia sobre Criminología Clínica, concretamente, en el Capítulo sobre “Evaluation clinique,
les mesures et la réadaptation des jeunes délinquants” (pp.413-441), hacen referencia a varios me-
dios o técnicas (protocolos de entrevista sistemática, o cuestionarios) de evaluación clínica, con
proyección en torno a la reinserción social de dichos delincuentes. Concretamente, destinados
a medir el grado de adaptación de los delincuentes jóvenes o adolescentes. Se mencionan ex-
presamente, sobre este particular, el MASPAQ (=”Medidas de la Adaptación Social y psicoló-
gica para loa Adolescentes de Quebec) y el IHSAQ (=Inventario de Habilidades Sociales para
los adolescentes de Quebec). La edición 4ª de la obra ahora citada (“Traité de Criminologie
Empirique”) es de 2010. (Puede verse una recensión, casi exhaustiva, de la misma, realizada
por R. GASSIN, con el titulo “Compte rendu de la 4ème Édition 2010 du Traité de Criminologie
Emprique”, texto en www.ccja-acjp.ca/fr/rccr.html).
502 CésaR Herrero Herrero
629
“Instrumento de la Evaluación de las necesidades en materia de prevención de la
delincuencia”; Oficina de las N.U. contra la Droga y el Delito (UNODOC), Naciones Unidas,
Nueva York, 2009, p.38 del texto en español.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 503
630
Curt T. GRIFFITHS y Otros: “La réintegration sociale des délinquants et la prévention du
crime”, ya citado, p.35.
631
Marc LE BLANC y M. CUSSON: “Traité de Criminologie Empirique”, ya citada, pp.
420 y ss. Ver, en esta línea, asimismo y por ejemplo, Vicent LAMANDA (Premier Président de
la Cour de Cassation, La France): Rapport à M. le Président de la République: “Amoindrir les
risques de récidive criminelle des condamnés dangereux”, Paris, mai, 2008.
632
A este respecto, puede verse A. BONTA y Otros: “The prediction on Criminal and
Violent recivism Among Mentally Disordered Offenders: A Meta-analysis”; en Psychological Bulletin,
123 (1998) pp. 123 y ss. Son reveladoras, por el contrario, las orientaciones-recomendaciones
ofrecidas, desde datos contrastados, por Curt T. GRIFFITHS, Yvon DANDURAND y Danielle
MURDOCH, cuando tratan de hacernos observar “CÓMO DESARROLLAR LOS PROGRAMAS
EFICACES DE REINTEGRACIÓN”, en donde, claro está, se hace referencia a “utilizar métodos
apropiados para evaluar las necesidades y los factores criminógenos o de riesgo de los delin-
cuentes”. (“La réintegration sociale des délinquants et la prévention du crime”, ya citado, pp.35-36).
504 CésaR Herrero Herrero
633
Esta es la orientación que, v. gr., parece haber adoptado el vigente Reglamento
Penitenciario español (Real Decreto 190/1996, de 9 de febrero) en su artículo básico (art.110)
sobre el Tratamiento penitenciario, que dice: “Para la consecución de la finalidad resocioalizado-
ra de la pena privativa de libertad, la Administración Penitenciaria: a) Diseñará programas formati-
vos orientados a desarrollar las aptitudes de los internos, enriquecer sus conocimientos, mejorar sus
capacidades técnicas o profesionales y compensar sus carencias. b) Utilizará los programas y las técni-
cas de carácter psicosocial que vayan orientadas a mejorar las capacidades de los internos y a abordar
aquellas problemáticas específicas que pueden haber influido en su comportamiento delictivo anterior. c)
Potenciará y facilitará los contactos del interno con el exterior contando, siempre que sea posible, con los
recursos de la comunidad como instrumentos fundamentales en las tareas de reinserción.” Nada se dide
de actitudes, educación de la voluntad, de valores de convivencia cívica, de factores crimi-
nógenos actuantes en el “intervenido”… Sólo de “conocimientos”, de programas formativos
de aptitudes, de capacidades técnicas o profesionales… Naturalmente, alejándose, con ello,
del mensaje articulado (en los arts. 59 y ss. de la Ley O. 1/1979, de 26 de septiembre, General
Penitenciaria, plenamente en vigor y que por lo mismo, tendrá que ser respetada por las regu-
laciones del Reglamento en virtud del principio constitucional de “Jerarquía de las normas” (art.
Noveno, 3. de nuestra Carta Magna). En lo que sí conviene, desde luego, hacer hincapié es en
el hecho de a quiénes debe extenderse el Tratamiento en sentido estricto, abordado por dicha
Ley Orgánica. Porque, evidentemente, hay delincuentes, en sentido jurídico, que, como ad-
vertimos en texto, no necesitan tratamiento en sentido propio, porque sus comportamientos
ilícitos o antisociales no nacen de ningún enraizamiento criminal (que son quizá una gran ma-
yoría) y a éstos sí les bastaría intervenciones parciales (desarrollo de aptitudes, habilidades…).
Y existen delincuentes que, aún poseyendo claramente personalidad criminal, acceder a dicho
Tratamiento les sería totalmente inútil por su radical indisposición a asimilarle. El Tratamiento
en sentido estricto, tal como le recoge nuestra Ley Orgánica General Penitenciaria, parece que
ha de destinarse, más bien, a una cualificada minoría de internos condenados.Pero, en cual-
quier caso, al margen de opiniones y de corrientes doctrinales, ha de respetarse mientras la
Ley siga en vigor. Que no tiene por qué no seguir, puesto que, además de lo que acaba de
afirmarse, como veremos en el último Capítulo de esta obra (el veinticinco), el tratamiento en
sentido estricto viene recogido y defendido en la gran mayoría de los Ordenamientos jurídicos
de las Naciones de nuestra área de cultura y en los textos correspondientes de los Organismos
Supra e Internacionales, competentes en esta materia (O.N.U., U.E. …)
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 505
Baste, ahora, con trascribir, aquí, las observaciones que, sobre este parti-
cular, hace el precitado “Groupe des Nations Unies pour l’évaluation”, en su
documento, también ya citado: “Règles d’évaluation aplicables au sein du Système
des Nations Unies”. Viene a decir lo que sigue. Que el Informe final de la eva-
luación debe presentar una articulación lógica y exponer, sobre la base de los
hechos, las constataciones, las conclusiones, las enseñanzas y las recomenda-
ciones. Ha de estar exento de toda información que no cuadre con el análisis
de conjunto. Tiene que velar por no presentar nada más que datos accesibles
y comprensibles.
Que al lector del informe de evaluación se le ponga en situación de com-
prender: el objeto de la evaluación; lo que ha sido evaluado; cómo la eva-
luación ha sido concebida y realizada; los elementos de prueba que allí han
aparecido; las conclusiones que se han derivado; las recomendaciones que se
hacen; las enseñanzas que han sido extraídas635.
634
Sobre este particular, puede verse: GROUPE DES NATIONS UNIES POUR
L’ÉVALUATION: “Normes d’évaluation aplicables dans le Système des Natios Unies”, ya ci-
tado, p.10 del texto francés; del mismo: “Règles d’évaluation aplicables au sein du Systéme
des Nation Unies; 29 de avril, 2005, p.17 del texto francés. CENTRE INTERNATIONAL POUR
LA PRÉVENTION DE LA CRIMINALITÉ: “Rapport International. Prévention de la criminalité
et sécurité quotidienne: Tendances et Perspectives”, ya citado, pp. 183-184; Yves BANNON y
Otros: “Manuel du responsable en évaluation de programme”, ya citado, pp. 78 y ss.
635
Ver pág. 17 del Documento citado en texto, en versión francesa.
Sexta parte
LA CRIMINOLOGÍA CLÍNICA,
UNA ACTIVIDAD ESPECIALIZADA.
LOS PRINCIPALES ACTORES DE LA MISMA
Capítulo veinticuatro
637
Alejandro AYUSO VIVANCOS, después de apuntar que los programas de Acción
Sociocultural, debidamente documentados y coordinados, tienen como finalidad preferente:
Evitar la prisionización, normalizar la vida en los centros penitenciarios, ofertar otras opciones
de existencia en prisión, señala como condiciones intrapenitenciarias de la animación socio-
cultural en el marco del Tratamiento Penitenciario: El considerar esta animación como proceso
cultural en sentido propio, sin identificarlo con un medio de diversión o entretenimiento, ni
de un instrumento sustitutivo de problemas o conflictos propios de estos centros (problemas
514 CésaR Herrero Herrero
638
REGLAS MÍNIMAS PARA EL TRATAMIENTO DE LOS RECLUSOS”. Primer
Congreso de las Naciones Unidas sobre Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente,
Ginebra, 1955, nrs. 46-47.
639
“RÈGLES PÈNITENTIAIRES EUROPÉENNES”, Recommandation nº R (87) 3, adop-
tée par le Comité des Ministres du Conseil de l’Europe le 12 février 1987 et Exposé des motifs,
Strabourg, 1987, “Exposé de Motifs”, Troisième Partie (Personnel), nº 50, p.55.
516 CésaR Herrero Herrero
640
“RÈGLES…” de nota anterior, n.57, p.57.
641
Regla 89.1 de estas nuevas Reglas.
642
Insistimos en que la tarea clínica que venimos describiendo y exponiendo necesita
del compromiso, en el grado de su “status” funcionarial, de cada miembro del establecimiento
penitenciario o del lugar donde dicha tarea se desarrolle. Y, desde luego, que ciertos funcio-
narios, aunque no sean los especialistas mencionados en texto, son, aquí, absolutamente im-
prescindibles. Además de los vigilantes, es el caso de maestros de talleres, jefe de talleres, ges-
tores de empresas intrapenitenciarias… Con todo, el EQUIPO ESPECIALISTA O TÉCNICO
(denominado en algunos países “Equipo Técnico de Tratamiento o “Consejo Criminológico”,
etc.) debe estar integrado por miembros suficientes para estudiar las distintas dimensiones
(ya mencionadas) del hombre-delincuente. Sin llegar, en todo caso, a la composición de tantos
miembros que resulte algo inmanejable.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 517
644
En Canadá, por ejemplo, según Jean PROULX: “Las actividades clínicas se ejercen
en los medios siguientes: prisiones (adultos), centros de acogida (menores), “Probation” y tra-
bajos comunitarios, casas de transición y libertad condicional, centros para los toxicómanos
judicializados, centros de ayuda para las víctimas de actos criminales…” (“Profession criminolo-
gue”, Les Presses de l’Université de Montréal, Montréal, 2006, pp. 26 y ss).
645
Esta tarea de indagar, situar y hacer aflorar tales contrafactores es ya casi un “leiv-
motif ” en criminólogos “centristas” documentados. Sea cual fuere su procedencia académica de
base. Valgan, como ejemplo a este respecto, las reflexiones de Bruno GRAVIER: “Si una atención
particular debe ser puesta con relación a los factores de riesgo, el experto, en compensación, no
debe subestimar los factores de protección, éstos que podrán ponderar el riesgo evaluado. Entre
estos factores, se destaca la importancia del apoyo social, de la existencia de vínculos relacionales
fuertes, la presencia cercana de figuras de autoridad o de rasgos de personalidad neutraliza-
dora. Del mismo modo, todos los prácticos saben bien que una verdadera alianza terapéutica,
una observancia medicamentosa rigurosa o un entorno familiar o acogedor adaptado contribu-
yen fuertemente a disminuir el riesgo.” (“Comment évaluer la dangerosité dans le cadre de l’éxpertise
psychiatrique et quelles sont les dificultés et les pièges de cette évaluaation?”; Service de Medecine et de
Psychiatrie Pénitentiaires, Département de Psychiatrie du CHUV, Cery, 2007, p. 16 del estudio.
520 CésaR Herrero Herrero
646
A este respecto puede verse J. ALARCÓN BRAVO y Otros: “Un sistema de trabajo en
el estudio de la personalidad criminal”; Central penitenciaria de Observación de Carabanchel,
Madrid, 1970, pp.29 y ss.
647
Sobre este particular, puede verse D. GONIN: “Questions sur la Médecine pénitentiaire”;
en Déviance et Societé, vol.3, 2 (1979) pp. 161 y ss. Asimismo, puede verse pars “II. Specificité du
rôle du médecin et des autres personnels de santé dans le contexte de milieu pénitentiare”, en
Recommandation nº R (98) 7, du Conseil de L’Europe, Comité de Ministres, “Relative aux aspects
éthiques et organisationnels de santé en milieu pénitentiare”, pp. 41 y ss. del texto francés.
648
J. PINATEL: “Criminologia”; en Enciclopedia delle Scienze Sociali”, en la palabra
Criminologia, pág. 10 del estudio (“5. Criminologia clinica”).
649
Samuel LÉZÉ: “Les politiques de l’expertise psyquiatrique. Enjeux,
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démarches et ter-
rains”; Séminaire GERN: “Longues peines et peines indéfinies. Punir la dangerosité”, Vendredi,
21 mars 2008; puede verse texto del artículo en Champ Pénal/Penal Field, novembre, 2008.
650
Jean-Louis SENON: “Évolution des attentes et des représentations en clinique dans les
rapports entre psychiatrie et justice. Psychiatrie and justice, toward a new clinic?”; en L’évolution
Psychiatrique, 70 (2005)p. 117.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 521
651
B. GRAVIER se refiere a los estudios de F. MILLAUD y J. L. DUBREUCQ, aparecidos
en Annales Médico-psyclogiques, 163 (2005) pp. 846 y ss. y 852 yss, respectivamente, con los
títulos: Évaluation de la dangerosité du malade mental psychotique. Introduction” y “Risque de violence
et troubles mentaux graves “. Sobre el estudio de la “Mc Artur”, puede verse: J. MONAHAN y
otros: “Rethinking risk assessment. The Mc Arthur Study of mental Disorder and Violence”;
Oxford University Press, Oxford, 2001.
522 CésaR Herrero Herrero
652
A este respecto, puede verse Orazio LICCIARDELLO: “Ruolo e posibilità operative de-
llo psicologo all’interno del carcere. (Alcune riflessioni sulla “personalità del delincuente” con riferimen-
to ad un possibile modello di “trattameto”); en Ressegna Penitenziaria e Criminologica, 2-3 (1983)
pp. 673 y ss.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 523
“ideología” (la del sistema vigente) desde la ideología (la suya, que es la “ver-
dadera”). Se empeñan en que la actividad clínica (sobre todo el tratamiento
penitenciario) es infractora “ex se” de los derechos humanos (ya hemos visto
que esto es una “fijación”). Y, en fin, “se desautoriza” a cualquier aportación
de los psicólogos (por el hecho de aplicar los principios de la Psicología) por-
que se equivocan. (Como si, con el uso de otras técnicas, se accediera a la
infalibilidad).
Nosotros creemos que, desde el punto de partida de una antropología
verdaderamente humanista (no reduccionista del hombre), la intervención
del psicólogo, auténticamente especialista, es necesaria para la integridad de la
ya descrita “síntesis criminológica”, hecha desde el diagnóstico, el pronóstico y
para el Tratamiento. Y, por supuesto, para el seguimiento de éste y la evalua-
ción de todo el proceso.
En un modelo de Tratamiento científico individualizado, programado
desde niveles debidamente coordinados (como ya le propusiera, por ejem-
plo, M.B. WOLFGANG a finales de la década de los sesenta)653, es menester
la cooperación del psicólogo para conocer la estructura de la personalidad
(funciones y disfunciones o fallas) del tratando, las motivaciones de su com-
portamiento… Qué es lo que en la sociedad, en la familia, en el desarrollo o
evolución personal, impulsa al individuo a perpetrar, a veces, los crímenes
más graves…654
Lo que no debe admitirse es la pretensión de algunos psicólogos de des-
embocar en una “Psicología totalitaria”, o pretensión de psicologizarlo todo.
Nosotros ya hemos argumentado que el hombre es también “biología”, “so-
ciología”, conciencia ética, proyección religiosa… y, desde estas perspectivas,
también hay que examinarlo, para entenderle en su ser, estar, obrar y reaccio-
nar. Todo ello siempre, y volvemos a reiterarlo, dentro del máximo respeto a
los derechos, sobre todo fundamentales de la persona.
2º Con relación al sociólogo o trabajador social. Desde luego, no es ad-
misible, tampoco, la pretensión de absorber la Criminología en la Sociología
653
M. B. WOLFGANG, efectivamente, se refiere a tres niveles, bien trabados, como es-
quema a desarrollar durante el proceso del tratamiento. El primer nivel (general) habría de
centrarse sobre la vida de relación del interno en la prisión. El segundo nivel consistiría en in-
tervenir sobre el interno utilizando técnicas de grupo. El tercero descansaría sobre el estudio y
consulta de los problemas que invierten la estructura de la personalidad, manifestando carac-
terísticas anómalas o patológicas. Es aquí donde ha de intervenir de forma profesional, como
especialista, el psicólogo. (“Ricerca sul trattamento reeducativo”; en Quaderni di Criminologia
Clinica, III, 1966, pp. 259 y ss.).
654
Sobre esta cuestión, puede verse también: Michel BORN: “Psychologie de la Délinquance”,
De Boeck Université, 2ª Edition, 2005. Asimismo: Dianne CASONI y Louis BRUNET: “La psicho-
criminologie: apports psychanalytiques et applications cliniques”, PUM Éditor, 2003.
524 CésaR Herrero Herrero
655
Sobre esta cuetión y similares, escribe R. GASSIN: “El hecho de que la Criminología
y la Sociología penal deban ser cuidadosamente distinguidas, no excluyen, de ninguna mane-
ra, la existencia de relaciones a veces fuertemente estrechas en las dos disciplinas. Los trabajos
de sociología del derecho penal y de la justicia criminal son en efecto muy útiles a los criminó-
logos para mejor comprender ciertos aspectos de la acción criminal. Es así como los conceptos
de “desviación secundaria” y de “carrera criminal” imaginadas por la perspectiva interaccio-
nista aportan una contribución no desdeñable a la comprensión del problema de la reinciden-
cia. Del mismo modo las insuficiencias y defectos del sistema de justicia penal puestos en evi-
dencia por la sociología penal no son extrañas a la constitución de situaciones precriminales así
como a la formación de la personalidad de ciertos delincuentes. Pero las influencias no son en
sentido único. La sociología penal contemporánea no acoge, demasiado frecuentemente, todo
lo que ella puede extraer en el estudio de la acción criminal. ¿Los delitos y los delincuentes no
inducen, en alguna medida, la manera en que la justicia penal funciona? ¿Si el juez contribuye
a amoldar al criminal, el criminal no determina también en parte la manera de reacionar del
juez en su interacción singular? Éstas son, sin duda, algunas, entre las numerosas cuestiones
sugeridas por la Criminología, que los sociólogos del derecho penal y de la justicia penal ha-
rían bien en considerar.” (“Criminologie”, ya citada, pp.25-26).
656
L. RODRÍGUEZ MANZANERA: “Criminología Clínica”, ya citada, p.138.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 525
657
Theodor W. ADORNO: “Minima Moralia. Reflexiones desde la vida dañada”; Grupo
Santillana de Editores, traducción castellana de J. CHAMORRO MIELKE, Tercera edición,
2001.
526 CésaR Herrero Herrero
658
Sobre estas cuestiones creemos de interés, aún, la obra ya citada de J. ALARCÓN
BRAVO y Otros: “Un sistema de trabajo en el estudio de la personalidad criminal”; ver págs. 46 y ss.,
sobre todo.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 527
659
Hace ya algún tiempo, Enrique ARNANZ hacía observar al respecto: “…Hacer
Animación Sociocultural Penitenciaria, es educar, o sea, contribuir a la transformación lo más
profunda posible de la realidad del interno, para que descubra caras y posibilidades de su
personalidad hasta ahora desconocidas, para que aprenda cosas y desarrolle habilidades que
le sean útiles en el futuro, y para evitar que recaiga en prisión. Ya dijimos… que la campaña de
estimulación a la lectura, los talleres ocupacionales, el cine y el teatro, las exposiciones artesa-
nales, los ciclos de vídeo, los cursos de socorrismo, el taller de informática básica o el inverna-
dero…, son iniciativas en las que toma forma ese proceso educativo materializado en un pro-
grama, y en las que se va haciendo vida cotidiana esa transformación del interno. Así, pues, el
Animador Sociocultural Penitenciario (sea o no sea funcionario de prisiones) es un educador.
Con más razón aún, el profesional penitenciario debe asumir que su trabajo, por el mandato
constitucional en el que se enmarca –sea cual sea el rol que desarrolle–, y su incorporación
sociocultural al Centro –por la definción misma de la ASP– se dirige a educar. No se puede
tener ya una concepción asistencial de la profesionalidad y de la intervención en el medio pe-
nitenciario; hay que actuar desde una concepción socio-educativa, y a todos los niveles.” Por
ello, el mismo autor subraya la gran importancia de esta clase de Animador, para quien refiere
un perfil basado en rasgos como los siguientes: Tener: “Una gran capacidad de conocimiento
del interno, de sus problemas, de su realidad.” Tener: “Capacidad de planificar su intervención
y de trabajar con programa y método”. Poseer: “Capacidad de trabajar en equipo”. Estar do-
tado de: “Capacidad funcional de llevar a témino la tarea encomendada.” (“Cultura y Prisión.
Una experiencia y un proyecto de acción sociocultural penitenciaria”; Editorial Popular, S.A., Madrid,
1988, pp. 46-47 y 51-52.
660
Utilizo texto francés del opúsculo: CONSEIL DE L’EUROPE: “Éducation en prison”;
Recommandation nº R (89) 12 adoptée par le Comité des Ministres du Conseil de l’Europe, le 13 oc-
tobre 1989 et exposé des motifs. (Ver sus distintos Capítulos). Desde luego, al hablar de los objetivos
de la educación en prisión, en este documento, el Consejo de Europa advierte que: “Los servicios
de educación en prisión deben tener ante todo por objetivo facilitar el derecho de aprender, del que
528 CésaR Herrero Herrero
gozan todos los hombres y todas la mujeres, y que constituye la llave de su realización en tanto que
personas. (…) El derecho de aprender es definido en la declaración adoptada por la 4ª Conferencia
Internacional de la UNESCO sobre la educación de adultos. Se diversifica así: -Derecho de leer y
de escribir; -derecho de cuestionar y de reeflexionar;-derecho de imaginar y de crear; -derecho de
leer sobre el entorno propio y de escribir la historia; -derecho de accder a los recursos educativos;
-derecho de desarrollar las competencias individuales y colectivas”. Pero, junto a este derecho de
la propia realización como persona, a través de la educación, el mismo Consejo reconoce, también,
que la educación en prisión se considera, a veces, como un medio de favorecer la socialización o
la resocialización, lo que puede ser un objetivo válido a condición de que no se imponga un com-
portamiento a los individuos. Una verdadera educación supone el respeto de la integridad y de la
libertad de elección de los alumnos; pero ella puede también despertar en ellos un potencial posi-
tivo y hacerles tomar conciencia de nuevas posibilidades. En esta medida, ella puede ayudarles a
decidir por ellos mismos a renunciar a la delincuencia.” (Opúsculo citado, pp.17-18 y 20).
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 529
661
Saverio FORTUNATO: “Il colloquio clinico nell’esame scientifico di personalità”; en http://
www.ristretti.it/ areestudio/giuridici/Studio/cooloquio.htm; fecha 2004., p.1 del estudio.
662
Acuérdese qué dijimos sobre el tratamiento de algunas víctimas, al hablar de la vícti-
ma en esta Obra.
663
En torno a este particular, Denis LAFORTUNE y Richard LUSIGNAN, en la exposi-
ción sobre las “conclusiones” relacionadas con la profesionalización de los criminólogos, ofre-
cidas por un Comité de Prácticos Universitarios, en Quebec, hacen observar: “Varias caracte-
rísticas nos llevan a concluir que la práctica de los criminólogos respecto de individuos, grupos
y colectividades puede ser reconocida como una profesión: Ella se funda sobre una formación
universitaria que comporta saberes fundamentales, aplicados y especializados; ella delimita
un campo bien específico, como es el de la delincuencia; y ella implica actos que necesitan un
encuadramiento ético/deontológico. En varias instancias, nos proponemos que la formación
de los criminólogos les habilite y les prepare para intervenir ante diversas poblaciones, algu-
nas de las cuales son vulnerables. Añadiremos que los criminólogos ejercen actividades que
comportan un alto grado de riesgo para el delincuente, la víctima, los próximos de éstos, o la
colectividad. Nosotros demandaremos a la Oficina de Profesiones reconocer: a) Que el encua-
dramiento de los criminólogos en un orden profesional debería permitirles ejercer más fácil-
mente y plenamente sus competencias;b) que con el fin de proteger al público, importa que
los criminólogos sean imputables por sus actos, que se sometan a una obligación de formación
continua y a un código de deontología; c) que toda persona debidamente formada en el ejer-
cicio de la Criminología y que posea las cualificaciones referidas debería tener la obligación de
pertenecer a la orden profesional de los criminólogos, para poder ejercerle.” (“La Criminologie
québécoise à l’heure du rapport Bernier: vers une professionnalisation?”; en Criminologie, Vol. 37, 2
(2004) p.195.
530 CésaR Herrero Herrero
664
G. TARTAGLIONE: “La Criminologia e i suoi rapporti con le discipline giuridiche e socia-
li”; en Scuola Positiva, 1970, p. 453.
665
No están lejos de nuestra sintonía, al respecto, las reflexiones de Luis RODRÍGUEZ
MANZANERA, al hacer mención del papel del Jurista en el campo que estamos ahora abor-
dando: “En nuestra sociedad, para cualquier actividad relacionada con la justicia, se hace im-
prescindible la opinión de un técnico en derecho. Como las opiniones y decisiones del Consejo
Criminológico tienen trascendencia jurídica, es necesario que sean hechas con estricto derecho
y supervisadas por el jurista. El jurista sabe cuándo proceden las libertades preliberacionales,
la remisión, la preparatoria, la anticipada, etc. Es este técnico el primero en estudiar el expe-
diente y conocer la situación jurídica del recluso, y en ocasiones puede ser el factor determi-
nante para corregir los errores y anomalías de la administración de justicia, y auxiliar al reo del
abandono en que, generalmente, lo ha dejado su defensor, sin que esto implique, desde luego,
que su función sea la de un abogado defensor de oficio.” (Criminología Clínica”, ya citada,
p.137).
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 531
J. REFLEXIONES FINALES
Sé que, desde hace décadas, vienen levantándose contra ella voces agu-
damente discrepantes y aceradamente críticas. Personalmente (según los
análisis, aquí ya ofrecidos), no todas esas voces se mueven dentro de un
contexto de equilibrio, de objetividad y de realismo científico. Algunas no se
mueven dentro del ámbito de la realidad porque presentan una criminología
clínica que no es la concebida por sus más conspicuos teóricos y prácticos. Es
la postura, por ejemplo, de aquellos que se empeñan en asegurar que esta
Criminología deja fuera la dimensión sociológica del delincuente examinado,
lo que ya hemos visto que es falso y que no se puede confundir deficiencias
de ejecución con deficiencias “ex se”, de naturaleza o de constitución. Otras
no se mueven dentro de un clima intelectual de objetividad, porque argu-
mentan desde esquemas de superestructura ideológica, apriorística (v.gr., no
pocas voces de las llamadas criminologías de la reacción social, radical, crítica
o, en el otro extremo, de las denominadas criminologías de la cotidianidad,
economicistas o las de “tolerancia “cero”). Y, en fin, otras voces la ponen en
“solfa” porque tratan de exigir a la criminología clínica la seguridad o certeza
que no se exige a ninguna de las ciencias de semejante carácter y entorno. (Y
así hablan, por ello y por ejemplo, con total descalificación, de sus errores en la
evaluación de la peligrosidad y de los riesgos de reincidencia”).
Y, como no podía ser menos, se acusa, con perecidos argumentos y pers-
pectivas, a la criminología clínica, de girar en torno a conceptos (el de estado
peligroso, de personalidad criminal…) que carecen, ex se, de entidad cientí-
fica. El hecho de atribuir cualidad científica, o no, a estos conceptos, ha de-
pendido de las distintas etapas por las que han pasado los estudios científicos
respecto de la peligrosidad. Es decir, ha dependido, más bien, de las orienta-
ciones “científicas” de moda. Sobre este particular, el mismo Chr. DEBUYST
las ha ordenado en tres etapas, que expone en pluralidad de sus publicacio-
nes666. En la primera etapa, se hacía descansar el atributo científico del estado
peligroso en la fenomenología de factores esencialmente endógenos (época
de B. Di Tullio). En la segunda, ya con dudas, prevalentemente en factores
situacionales (De Greeff y De Waele). En la tercera, el concepto de estado pe-
ligroso sería fruto de la invención de las relaciones interaccionistas. Donde se
impone, dictamina y rotula el que maneja el poder.
¿Qué decir, aquí y ahora, de todo esto en torno a este concepto básico de
la Criminología Clínica?
No parecen descabelladas, sobre el particular, las observaciones ofrecidas
por V. MASTRONARDI, basadas en la exposición e interpretación de otros
666
Ver sus obras, ya citadas: “La notion de dangerosité et sa mise en cause”; VIII
Journées Internationnales di Criminologia, Genova, maggio, 1981; “Le concept de dangerosité
et un de ses élements constitutif: la personnaliteé criminelle”, e Deviance et Société, 1-4 (1977)
pp. 363 y ss.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 533
667
V. MASTRONARDI: “Manuale per operatori criminologici e psicopatologici foren-
si”; Dott.A.Giuffrè Editore, Quarta Edizione, Milano, 2001, pp.403-404.
534 CésaR Herrero Herrero
LA CRIMINOLOGÍA CLÍNICA
EN EL PLANO NORMATIVO NACIONAL
Y SUPRANACIONAL ACTUAL
Capítulo veinticinco
Marc ANCEL: “La noción de tratamiento en las legislaciones penales vigentes”; en Revista
668
669
“Reglas Mínimas…”, ya citadas, nrs. 58-59.
670
Num. 61 de las mismas “Reglas”.
671
Para comentarios ponderados sobre estos contenidos de las “Reglas”, puede verse
“Manual de Buena Práctica Penitenciaria. Implementación de las Reglas Mínimas de Naciones Unidas
para el Tratamiento de los Reclusos”; producido con la ayuda del Ministerio de Justicia de los Países
Bajos, Instituto Interamericano de Derechos Humanos, 1998, pp. 29 y ss. de la versión castellana.
672
A este respecto, puede verse Res. 43/173 de la Asamblea General, sobre “Conjunto de
Principios para la protección de todas las personas sometidas a cualquier forma de detención o prisión”.También,
Res. 45/111 de la misma Asamblea General sobre “Principios básicos para el tratamiento de los reclusos”.
673
“Directrices para el tratamiento de mujeres…”, citadas en texto, Naciones Unidas, 1993,
revisadas en 2005; directrices 42-47.
542 CésaR Herrero Herrero
“El 12º Congreso de las Naciones Unidas sobre Prevención del Delito y
Justicia penal “, en continua remisión a las “Regalas Mínimas”, venía a decir
también, sobre este particular, que: “Aún cuando el sistema penitenciario en
todo el mundo enfrenta numerosos problemas, como el hacinamiento, la fal-
ta de infraestructura necesaria y la insuficiencia de personal, pueden encon-
trarse medios de mejorar las condiciones de los reclusos con miras a lograr su
reforma y rehabilitación social, que el Pacto Internacional de Derechos Civiles
y Políticos define como objetivo esencial del tratamiento de los reclusos”674.
Y, en fin, cualquiera de los Documentos de Naciones Unidas en torno al
menor, con relación a esta materia, deja meridianamente bien sentado que es
necesario ofrecer al menor infractor, ya declarado culpable, el sometimiento,
en todo caso a aceptar libremente, al proceso de un auténtico “tratamiento
rehabilitador”, con ocasión del cumplimiento de sanción o medida de seguri-
dad jurisdiccionalmente impuestas.
Cualquier clase de tratamiento, en relación con el menor infractor de le-
yes penales, ha de tener como referencia, según el art. 40.1 de la “Convención
sobre los Derechos del Niño”, el derecho a que se fomente, en él, el sentido y
valor de su dignidad, potenciando el respeto por los derechos humanos y las
libertades fundamentales de terceros y que, sin dejar de tener en cuenta su
edad, se considere la importancia de promover su integración y de que se asuma una
función constructiva de la sociedad.
Siendo aplicable aquí, desde luego, la Regla 19 de las “Reglas de Beijing”,
que afirma: “El confinamiento de menores en establecimientos penitencia-
rios se utilizará en todo momento como último recurso y por el más breve
plazo posible.” Habiéndose de intentar, también en esta situación, el corres-
pondiente tratamiento recuperador, en orden a “garantizar su cuidado y
protección, así como su educación y formación profesional para permitirles
que desempeñen un papel constructivo y productivo en la sociedad.” (Regla
26,1y 2 de dichas Reglas).
El camino del “tratamiento rehabilitador” de tales menores ha de revestir
las características de un proceso claramente dinámico. Por ello se faculta a
la Autoridad Judicial competente (Juez o Tribunal de Menores) para que, de
forma periódica, pueda modificar las órdenes o decisiones por ella preesta-
674
Este Congreso de N.U. se celebró en Salvador (Brasil) del 12 al 19 de abril, de 2010.
El Documento concreto en que se incluye la cita es el A/Conf. 213/13, referente al Seminario 2
sobre: “Estudio de las mejores prácticas de las Naciones Unidas y de otras instituciones en cuanto al tra-
tamiento de los reclusos en el Sistema de Justicia penal”, pág. 1 del Documento. Por lo que respecta
a su mención del “Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos”, es efectivamente el art. 10,
3., el que manifiesta que: “El régimen penitenciario consistirá en un tratamiento cuya finalidad
esencial será la reforma y la readaptación social de los penados.” Esta será, pues, la finalidad
del tratamiento, no sólo la adquisición de habilidades.., etc.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 543
675
Para toda esta materia, ver C. HERRERO HERRERO: “El tratamiento resocializador
institucionalizado, en la delincuencia de menores, según los textos jurídicos específicos supranacionales
(O.N.U.)”, en su obra: “Delincuencia de menores. Tratamiento criminológico y jurídico”; Editorial
Dykinson, 2ª edición, Madrid, 2008, pp.243 y ss.
676
Así, entre otros Documentos de la Organización señalada en texto, el referido al
Seminario, 2.: “Potenciación de la Reforma de la Justicia penal, incluída la Justicia Restaurativa”
(A/CONF. 203/10, de 2005), “11º Congreso N.U. sobre Prevención del delito y Justicia Penal”
(18 a 25 abril 2005, celebrado en Bangkog). En la letra C. “Justicia restaurativa”, se dice: “6. Los
procesos restaurativos, definidos en los Principios básicos sobre la utilización de programas
de justicia restaurativa en materia penal (Resolución 2002/12 del Consejo Económico y Social,
anexo), son aquellos en que los infractores, las víctimas y otras personas afectadas por un delito
participan,a menudo con ayuda de un facilitador, en la solución de las cuestiones dimanantes
de ese delito. En esos casos se hace hincapié en las necesidades individuales y colectivas y en la
reintegración de la víctima y del delincuente. Los procesos de justicia restaurativa han pasado
a ser importantes alternativas a los procesos de enjuiciamiento en la justicia penal y alterna-
tivas a la utilización del encarcelamiento como medio de imputar la responsabilidad al delin-
cuente. La justicia restaurativa puede considerarse también como complementaria de los pro-
cesos más formales.” Sobre esta materia, puede verse C. HERRERO HERRERO: “Fenomenología
criminal y criminología Comparada”; Edit. Dykinson, Madrid, 2011, pp. 463-464.
677
Esta interpretación la confirma la “Exposición de Motivos”, aneja a las “Reglas”. En el n. 3. de
tal exposición, efectivamente, se comentaba: “La referencia al tratamiento que figura en esta regla (la
544 CésaR Herrero Herrero
3 de los “Principio Fundamentales”) es una noción general. Ella designa, en el sentido más amplio, to-
das las medidas (trabajo, formación social, instrucción, formación profesional, educación física y pre-
paración a la liberación, etc.) tomadas para conservar a los internos su salud física y mental o hacerlas
recobrar, facilitar su reinserción social y mejorar las condiciones generales de su encarcelamiento. Es
evidente que el tratamiento variará en función de las posibilidades ofrecidas por los establecimientos,
de la duración de las penas y del ambiente carcelario.” (Pág. 35 del texto francés).
678
“Règles pénitentiaires européennes”, ya citadas, Première Partie, Principes fondamen-
taux, 3., pág 7 del texto en francés.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 545
679
A este sentido interpretativo apunta B. MAPELLI CAFFARENA, cuando al co-
mentar el apartado de los “Principios Fundamentales” de estas “nuevas” Reglas, al referirse
al “Pricipio de reinserción social”, escribe: “Esta nueva formulación de los fines preventivos
especiales en el ámbito de la ejecución de la pena arranca de las críticas y el fracaso de las
pretensiones resocializadoras, más ambiciosas y que a la postre ha servido sobre todo como
un poderoso instrumento legitimante de la prisión gracias al cual lejos de convertirla en una
pena excepcional de ultima ratio, se nos aparece no sólo como la pena hegemónica en relación
con las demás, sino que en sí misma considerada se emplea con más intensidad y frente a
más infracciones que en cualquier otro momento de su historia. La reinserción social nos sitúa
frente a un condenado más real, más concreto; ante un sujeto con muchas carencias, algunas
de las cuales tienen su origen en su propia condición de recluso. El sistema penitenciario no
puede pretender, ni es tampoco su misión, hacer buenos a los hombres, pero sí puede en cam-
bio, tratar de conocer cuáles son aquellas carencias y ofrecerle al condenado unos recursos y
unos servicios de los que se pueda valer para superarlos. En cierta forma se propone que las
terapias resocializadoras y la sicología sean desplazadas por la oferta de los servicios sociales y
la sociología.”. (“Una nueva versión de las normas penitenciarias europeas”, traducc. y comentarios
del autor de este artículo; en Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología” 08-r1 (2006)
p. 4). Nosotros volvemos a repetir que el ser humano (sea o no delincuente) no es sólo so-
ciología y, menos aún, sociología construida desde superestructuras ideológicas, claramente
reduccionistas respecto al hombre.
680
PARLAMENTO EUROPEO: “Carta Europea de los Derechos del Niño”; DOCE nº
C241, de 21 de septiembre de 1992, letra D, n.17, de dicho texto.
546 CésaR Herrero Herrero
681
Este artículo 27 (“Costituzione della Repubblica Italiana”, de 1947, aggiornata alla
L. cost. di 30 maggio 2003, nº1) dice al pie de la letra: “Las penas no pueden descansar en
tratamientos contrarios al sentimiento de humanidad y deben tender a la reeducación del
condenado.”
682
T. BARBERIO: “Osservazione scientifica della personalità del detenuto”; Università
de Firenze, 2001, al principio de sus “Conclusioni”. Puede verse también: DAGA, Luigi:
“Trattamento e sicurezza nell’Ordinamento Penitenziario italiano”; en Scritti e Discorsi 1980-
1993, del mismo autor; Ministerio della Giustizia, Roma, 2008.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 547
683
Antonio SALVATI: “L’Evoluzione della Legislazione penitenziaria in Italia”; en
Amministrazione in Cammino. Rivista di Diritto Pubblico, di Diritto dell’Ecnomia e di Sciencia
dell’Administrazione, 1 (2011) nº 4. del texto.Sobre esta materia puede verse, asimismo, la tesis
doctoral de Valeria BAGNOLI: “Subcultura Penitenziaria e Trattamento Rieducativo”; Università
degli Studi di Milano, Facoltà di Giurisprudenza, Anno Accademico 2007-2008, sobre todo, en
el apartado: “Gli strumenti del Trattamento Rieducativo”, pp. 17 y ss. del texto original.
684
Ver arts. 5 y ss. de la “Ley de Principios…”
548 CésaR Herrero Herrero
685
Como hacen constar los mismos autores J. Detienne y V. Seron, citando los artículos
49 y 51, respectivamente, de la mencionada “Ley de Principios…”, por “régimen de vida en comu-
nidad” se entiende la presencia de los reclusos en los lugares de trabajo y de estancia comunes,
así como la participación en común en actividades que se lleven a cabo dentro del recinto pe-
nitenciario. Por “regimen en semicomunidad” se hace referencia a que los internos dentro de su
espacio de estancia pueden poner en práctica actividades en común.
686
Jean DETIENNE y Vicent SERON: “Politique pénitentiaire et droits des détenus en
Belgique”; en “Actes du Colloque de la FIPP”, Stavern (Norvège), juin, 2008, pp. 254-255.
687
Ley publicada en JORF, de 27 septembre de 2003.
688
Ley publicada en JORF de 10 septembre de 2002. Una visión global del Sistema peni-
tenciario francés, puede verse en Jean-Paul CERÉ: “Le Système pénitentiaire français”, Université
de Pau et de Bordeaux IV, 2006.
689
Su publicación se ha llevado a cabo en el JORF nº 0273 du 25 novembre 2009, page
20192, texte nº 1).
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 549
intereses de la sociedad, a los derechos de las víctimas y a los derechos de las personas
encarceladas. Está organiza de manera que asegure la individualización y la gestión
de las penas de las personas condenadas.” En el art. 89 se introduce el siguiente
mensaje: “Desde su acogida en el establecimiento penitenciario y en el lapso
de un periodo de observación pluridisciplinar, las personas presas han de ser
objeto de un balance de personalidad. Un plan de ejecución de la pena debe
ser elaborado por el jefe del establecimiento y del servicio penitenciario de
inserción y de probation para los condenados, en concertación con estos últi-
mos, a partir de que su condena sea definitiva”.
Jean Charles FROMENT, haciéndose eco, sobre todo, de esta Ley, y no
obstante afirmar que ella “constituye simbólicamente un momento esencial
en la evolución del servicio público penitenciario”, titula su estudio: “La refor-
ma penitenciaria en Francia. Debates intemporales, evoluciones conyunturales”690.
Por lo que respecta a ALEMANIA, la “Ley de Ejecución de Penas”
(Strafvollzugsgesetz) que, a pesar de todo, ha venido estando en vigor desde el
1 de enero de 1977, determinaba ya y determina, en su primer parágrafo (de
los 202 que la integran) que es su ámbito de competencia: la ejecución de la
pena privativa de libertad en establecimiento penitenciario y de las medidas
de reeducación y de seguridad a cumplimentar en lugar cerrado. En los tres
parágrafos siguientes, dicha ley hace constar, entre otros mandatos, que la
pena de prisión tiene como fines la resocialización del penado y la protección
de la sociedad. Que ha de ser tenido como principio, entre otros, el de la par-
ticipación del interno en el tratamiento penitenciario de él mismo691.
Sobre esta Ley y sobre su situación actual, acaba de escribir Grégory
SALLE, investigador en el CNRS francés y autor de un interesante libro en
esta materia692, relacionado con Francia y Alemania, aparecido recientemen-
te: “Esta ley inspira el respeto de juristas modernizadores porque consagra
jurídicamente un principio de resocialización. Éste figura como el fin último
de la pena de prisión, al cual está subordinado el de asegurar la protección de
la colectividad. El texto precisaba tres principios encargados de dar cuerpo al
cambio de modelo penitenciario. Un principio de armonización: las condi-
ciones del centro deben ser calcadas, en la medida de lo posible, sobre las de
afuera. Un principio de oposición: los efectos nefastos propios del encerra-
690
Jean-Charles FORMENT: “La réforme pénitentiaire en France. ��������������������������
Débats intemporels, évolu-
tions conjoncturelles”; en Droit et Societé, 78 (2011) pp. 371 y ss.
691
Para estos dos últimos Ordenamientos, puede verse: Isabelle MANSUY.: “Principe de
legalité et execution des peines en France et Allemagne”; en Champ Pénal, Vol. II (2005).
692
Se trata de la obra: “La Part d’ombre de l’Etat de Droit. La question carcérale en France et
en République Féderal d’Allemagne despuis 1968”; École des Hautes Études en Sciences Sociales
(EHESS), Paris, 2009.
550 CésaR Herrero Herrero
694
Sobre esta materia, puede verse C. GARCÍA VALDÉS: “Comentarios a la legisla-
ción penitenciaria”; Edit. Civitas, 2ª edición, Madrid, 1982. C. HERRERO HERRERO: “Visión
panorámica de la Ley. Trato y Tratamiento del delincuente”, en su obra “España Penal y
Penitenciaria. Historia y Actualidad”, ya citada, pp. 540 y ss.
695
Para confirmar estas aseveraciones, puede verse C. HERRERO HERRERO: “El tra-
tamiento resocializador institucionalizado en la delincuencia de menores, según documentos
específicos de la U.E. y los Ordenamientos jurídicos de algunos Estados más representativos”;
Capítulo Décimotercero de su obra “Delincuencia de menores. Tratamiento criminológico y
jurídico”, ya citado, pp. 355 y ss.
552 CésaR Herrero Herrero
Parece que puede afirmarse que, en la medida en que los Estados encar-
nan una legislación a tono con los principios fundamentales del estado Social
y Democrático de Derecho, se ha introducido, y sigue conservándose, con re-
lación a la materia aquí abordada, la institución del Tratamiento recuperador
o resocializador (generalmente penitenciario). Si bien, ello no quiere decir
que a cada condenado (al margen de su orientación e intensidad delictiva)
haya de ofrecérsele el modelo de tratamiento en sentido estricto, propio o
completo. Ello habrá que hacerlo con los delincuentes condenados por de-
litos graves o muy graves en los que pueda observarse, sin duda razonable,
por verdaderos especialistas, la posesión arraigada de personalidad criminal,
entendida ésta en sentido actual y no positivista, y exteriorizada por los indi-
cios inequívocos de una carrera criminal. (Visión que ha sido ya expuesta, en
esta obra, con amplitud).
Parece que este cocepto de personalidad criminal no cuaja en una mayo-
ría de delincuentes (ocasionales, “por crisis”, por clara preponderancia de fac-
tores socio-estructurales y situacionales con gran intensidad criminógena…)
Para éstos bastaría, seguramente, el poder ser asistidos a través de tratamiento
en sentido impropio o constiuido, tan sólo, por determinadas intervenciones
(habilidades cognitivas, laborales, cambios de ambiente…)… Pero sin excluir,
“a priori “, ninguno de los dos paradigmas de tratamiento, a aplicar, siempre
con el consentimiento libre del sentenciado, según sus propias necesidades.
Por ello, la regla nº 59, de las “Reglas Mínimas”, como hemos ya visto, exhorta
a que, para lograr que el delincuente salga de la prisión con el propósito, y
capacidad de hacerlo, “de respetar la ley y proveer a sus necesidades, “…el
régimen penitenciario debe emplear, tratando de aplicarlos conforme a las
necesidades del tratamiento individual de los delincuentes, todos los medios
curativos, educativos, morales, espirituales, y de otra naturaleza, y todas las
formas de asistencia de que pueda disponer.” (Ver supra). Y, por supuesto,
todo ello habrá de llevarse a cabo dentro del contexto más apropiado a cada
delincuente necesitado de ayuda.
Respecto a un tratamiento así entendido (y que es el de la letra y espíritu
de al menos los documentos jurídico-doctrinales de las Organizaciones aquí
mencionadas y de las legislaciones nacionales que acabamos de recordar) no
son pocas las voces (a pesar del canto de defunción del Tratamiento por parte
de los adversarios) que áun siguen defendiéndolo y pretendiéndolo. Sin ig-
norar, por lo demás, que una cosa es el mensaje y otra, su cumplimiento.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 553
696
Isabelle MANSUY, en su estudio “Principe de légalité…”, ya citado, pp.4-5.
697
Sobre la situación de este nada desdeñable extremo la reflejan perfectamente (explí-
cita e implícitamente a la vez) las observaciones siguientes de J. NISTAL BURÓN, al abordar la
especialidad de Criminología en dichos Centros: “De los conocimientos especiales que inte-
gran el Cuerpo Técnico, la Ley creadora del mismo (ley 39/70, de 22 de Diciembre) exigía entre
otros el de Criminología junto, como hemos visto, con el de Psicología, Sociología, Pedagogía
Psiquiatría, Endocriminología y Moral. Las convocatorias de los procesos selectivos para el
ingreso en dicha especialidad exigían: la Titulación superior de Licenciado en Derecho y la
Titulación media de Diplomado en Criminología, titulación, ésta última, mediante la cual se
entendía que era la forma de acreditar los conocimientos de la especialidad requerida. La exi-
gencia de esta doble titulación en el proceso selectivo determinó que la denominación de pues-
to de trabajo relativo a la especialidad de Criminología recibiera la denominación de Jurista-
Criminólogo, denominación que fue motivo de una “amputación” en su contenido, pasando
a llamarse dicho puesto de trabajo simplemente de jurista, a raíz de la modificación operada
por la Comisión Interministerial de Retribuciones en las Relaciones de Puestos de Trabajo, que
suprimió la exigencia de la Titulación de Criminología para acceder a la especialidad del men-
554 CésaR Herrero Herrero
cionado Cuerpo Técnico, entendiendo que los “conocimientos especiales en criminología”, que de-
terminaba la Ley creadora, no exigían necesariamente estar en posesión de una Titulación me-
dia en Criminología, sino que simplemente sería suficiente demostar esos conocimientos en
las correspondientes pruebas selectivas. Es en una de estas pruebas, la correspondiente al alo
1992, en la que por primera vez no se exige para el acceso al Cuerpo Técnico, en su especilidad
de Criminología, la Titulación en esta especialidad, acreditándose los conocimientos exigibles
a través del correspondiente temario de la convocatoria.” (“Perspectivas laborales del criminólogo
en prisión”; en Eguzkilore, 11 (1997) p. 133). Y así se sigue.
698
T.W. HARACHI: “A Prevention Science Framework Ahmed at delinquency”; en
Resource Material Series, 59 (2002) p.183.
TRATADO DE CRIMINOLOGÍA CLÍNICA 555
699
A este respecto, ver el magnífico estudio de B. QUIRIÓN: “Traiter les délinquants
ou côntroler les conduites: les dispositif thérapeutique à l’ère de la nouvelle pénologie”; en
Criminologie, vol. 39 2(2006) pp. 150 y ss.
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