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Para hablar de 

déficit de atención, tenemos que aclarar su significado. La psicología


cognitiva señala que la atención debe ser entendida al menos en tres dimensiones o
clases: selectiva, dividida y sostenida.

Por atención selectiva entendemos la capacidad de un organismo para concentrarse en


una sola fuente de información y en la realización de una única tarea, excluyendo aquellas
otras fuentes que puedan interferir en ella. Una de las estrategias más eficaces para la
atención selectiva es la explotación exhaustiva de ambiente, buscando aquel estímulo que
se considera el relevante.

 La búsqueda selectiva es mejor cuando contamos con disposiciones que nos permitan
anticipar el modelo denominado "ciclo perceptual", donde se incluyen los esquemas
anticipatorios. Ahora bien, el modelo que mejor explica la atención selectiva es el
elaborado por Donald Broadbent, conocido como "metáfora del filtro" o "cuello de botella".

                        

                                              

La atención dividida se refiere a los mecanismos que una persona pone en


funcionamiento para atender simultáneamente varias demandas del ambiente. Para
actuar correctamente en esta situación, la persona tendrá que distribuir recursos de
atención hacia cada actividad. En estos casos lógicamente, la atención se concibe como
un almacén de recursos que hay que distribuir entre las diversas tareas, algunas de las
cuales pueden ser más exigentes que otras. Las que menos recursos demandan son las
acciones altamente automatizadas. Pero los recursos atencionales son limitados y
solamente podremos atender unas pocas actividades a la vez. Para que la distribución
sea eficaz debe existir un procesador central o ejecutivo que se encarga de planificar los
recursos.

Finalmente, tenemos que mencionar la atención sostenida. Esta se puede entender


como el tiempo que una persona es capaz de concentrarse en un estímulo simple o en
una representación antes de que empiece a cometer errores. En las actividades escolares
la atención sostenida es fundamental, al igual que en muchas actividades laborales
(controladores aéreos, controladores de tráfico, juegos, corregir galeradas, examinar
productos, etc.).

Además, la capacidad de la atención está influida por varios factores:

 1) Evaluación de esfuerzo que requiere la tarea.


 2) Disposición estable orientada a la supervivencia.
 3) Orientación a objetivos transitorios dependientes de las necesidades del
momento.
 4) El nivel de activación emocional (arousal).

Los niveles de activación son un factor crucial. Cuanto mayor es el nivel de activación,
mejores resultados se obtienen, siempre que no sobrepase el punto óptimo. Parece lógico
pensar que, en el déficit de atención, las diferentes clases de atención no se optimizan de
igual forma. Los tipos de atención que más se ven afectados en los niños con Déficit de
Atención suelen ser: la atención sostenida y selectiva.
Consejos prácticos para la estimulación de la atención
 Marcar el tiempo de la actividad, anticipar tiempos, utilizar estimulación visual
como reloj o pizarra.
 No realizar actividades demasiado largas en el tiempo, trabajo pausado con
intermitencias cada 15 a 20 min.
 Evitar distracciones.
 Seleccionar una zona de la casa como lugar de trabajo.
 Buena ventilación y luz.

Niños con baja tolerancia a la


frustración
En primer lugar es importante definir qué es la frustración. La frustración es
un sentimiento que surge cuando no logramos conseguir nuestros deseos.
Ante este tipo de situaciones, el niño suele reaccionar a nivel emocional con
expresiones de ira, de ansiedad o disforia, principalmente, aunque también
tiene reacciones físicas (más adelante lo veremos todo en detalle). Son
los niños con baja tolerancia a la frustración y, en su caso, el origen de la
problemática no se encuentra en las situaciones externas en sí mismas, sino
en la forma en la que el pequeño las afronta, y aquí los padres tienen muchos
trabajo qué hacer.
Educar a los niños con baja tolerancia a la frustración

Es fundamental enseñar a nuestros hijos a tolerar la frustración desde


pequeños, a afrontar esas situaciones en que no consiguen lo que quieren,
aunque eso signifique que de vez que veamos a nuestro hijo 'sufrir'. Pero ese
sufrimiento es pasajero y muy poco comparado con el que puede sentir
cuando se enfrente él solo a los 'NO'" o a los problemas de la vida y no tenga a
nadie que le 'alivie'.

Durante la infancia, los niños piensan que el mundo gira alrededor de


ellos, que el mundo existe porque ellos existen, son egocéntricos, (es
evolutivo), no saben esperar, (no tienen aún desarrollado el concepto del
tiempo), y les cuesta mucho pensar en los demás y sus necesidades.

Los niños cuando son pequeños, quieren todo y lo quieren ya. Si no se lo


damos, lloran, se enfadan, tienen rabietas, es decir, se frustran al no conseguir
sus deseos.

Perfil de los niños con baja tolerancia a la frustración

Por lo general, los niños que no consigue enfrentarse positivamente a la


frustración poseen un perfil y unas características así de aproximado:

- Son niños exigentes y demandantes.

- Buscan satisfacer sus necesidades en forma inmediata, por lo que frente a la


espera o postergación de sus necesidades suelen presentar pataletas y llanto
fácil.

- Les cuesta manejar las emociones.

- Más impulsivos e impacientes.


- Pueden desarrollar con más facilidad que otros niños problemas
de ansiedad.

- Son poco flexibles y les cuesta adaptarse a las situaciones nuevas o que no
son como se esperan.

Reacciones de los niños ante la frustración 

Cuando el niño no gestiona ni se sabe manejar la frustración, esta se acumula


y aparecen otros sentimientos como enfado, ira o rabia. Siente el impulso de
atacar, franquear el obstáculo e, incluso de escapar. Cada niño y cada persona
reacciona de manera distinta ante esta situación, pero podríamos esta
establecer cuatro:

- Agresión física o psicológica. Aquí habría que hablar, por desgracia, de


niños que se autolesionan o que expresan su agresividad con sus padres.

- Resignación o apatía. Los pensamientos negativos se agolpan en la cabeza


con niño. El pequeño se repite constantemente frases como 'no puedo hacer
nada' o 'he perdido'.

- Huida. Esta es una reacción más típica de adolescentes que, como no puede


soportar la situación, se aleja de ella.

- Conversión. La tensión que el niño lleva dentro puede desembocar al


dolores físicos o en fatiga y cansancio.

Hay que tener claro que ninguno de estas reacciones solucionará el problema
incluso pueden agravarlo.Reconozcamos las emociones y aprendamos a
canalizarlas para que sus consecuencias sean las mejores posibles.

Cómo enseñar al niño a tolerar la frustración


A manejar y tolerar la frustración se aprende desde pequeño, y depende
en gran medida de lo que los padres hagamos.

Cuando un niño presenta baja tolerancia a la frustración, en parte será debido


a los aprendizajes que haya tenido y en parte a su carácter. Por eso es
fundamental tener claro como padres que la frustración es un 'mal
necesario' y que los niños tienen que saber gestionarlo.

Si el niño consigue siempre o casi siempre lo que quiere cuando lo pide, o tras
una rabieta obtiene lo que deseaba o se libra de lo que no quería, o si le
evitamos cualquier tipo de sufrimiento, (porque nos da pena verle pasarlo mal,
porque no queremos que sufra, o por no escucharle más...) no le enseñamos a
manejar sus emociones y mucho menos sus conductas.

Por esto es fundamental enseñar a los niños a tolerar la frustración desde


pequeños y para ello los padres debemos tener claras una serie pautas:

- Las normas y límites son fundamentales y han de cumplirse con tranquilidad


pero con firmeza.

- El NO, aunque frustre a los pequeños, es necesario.

- Aprender a gestionar las rabietas cuando se produzcan, y no ceder ante ellas.

- Tener muy claro que la frustración es inevitable en la vida, y que si los


pequeños no aprenden a manejarla y aceptarla, en su vida adulta les costará
mucho más.

Qué puede hacer los padres con niños con baja


tolerancia a la frustración
Si nos encontramos con que nuestro hijo es un niño con baja tolerancia a la
frustración, como padres podemos reconducir esa situación, podemos
reeducar al niño para que poco a poco aprenda a manejarla.

- Primero debemos analizar qué ha podido llevar a esa situación, (¿normas


y límites poco claros?, ¿carácter?) y comenzar a cambiar lo que sea necesario.

- Ayudar al niño a diferenciar entre sus deseos y necesidades, ayudándole a


entender que no siempre se puede tener lo que se quiere cuando se desea.

[Leer +: Cuando la frustración la sienten los padres]

- Enseñarle a tolerar la demora del refuerzo o de conseguir lo que


quiere. Si me pide algo, no dárselo inmediatamente, sino cuando pueda o yo
como adulto considere oportuno y explicarle en qué momento lo tendrá, o por
qué no lo tendrá.

- Cuando el niño se frustre, ayudarle a entender lo que le pasa. De donde


viene su tristeza o su enfado, y que exprese con palabras lo que le ocurra.

- Establecer y poner normas, límites y rutinas claros y acordes a la edad de


los niños.

En el caso en que la situación nos desborde, acudir a un profesional que nos


guíe y nos oriente siempre es la mejor opción que los padres podemos
barajar. Nos ayudará a analizar la situación y nos ayudará, también, en el
proceso.

¿Cómo mejorar la tolerancia a la frustración?


Mejorar la tolerancia a la frustración demanda reflexionar, detenerse a pensar en
que lo aceptado es un paso necesario para alcanzar la plenitud y realización.
Asimismo, significará disponer de un arsenal de ideas y significados que llenan de
comprensión, fuerza y esperanza para seguir creciendo. (esto es para adultos)

'Es fundamental disponer de más y mejores habilidades para leer y dar significado
a lo que nos ocurre. Contar con un código para descifrar el sentido de lo que nos
pasa (éxitos y fracasos) es una tarea que se hace cada día, apoyados en nuestra
historia, nuestra mente y en el seno de las tradiciones espirituales que brinda cada
cultura', sostiene. (esto es para adultos)

Las maneras de enfrentar la frustración dan cuenta de varios eventos psicológicos:

 Estado madurativo del individuo


 Desarrollo del pensamiento e inteligencia
 Desarrollo y autorregulación emocional
 Aprendizajes frente al rendimiento y el fracaso
 Estilo familiar
 Internalización de la cultura
 Configuración de personalidad 

RABIETAS

 Es fácil detectar una rabieta: el niño se tira al suelo, se suceden los


gritos, patalea, se golpea a sí mismo o lo que encuentra a su alrededor,
se cuelga de nuestras piernas o incluso puede llegar a pegar e insultar. 

 - Anticiparnos: los padres podemos detectar esas señales que indican


que se va a desencadenar un berrinche y podemos evitarlas, por
ejemplo, no pasar delante de la juguetería o del parque si no podemos
ir o dejar la compra para un momento en el que no estemos con los
niños.

 - Ser más flexibles: en ocasiones los padres recurrimos demasiado al


‘no’ y ponemos demasiadas normas y límites que frustran a los niños y
les hacen tener un berrinche. Antes de negarle tantas cosas, es
importante pensar si nos excedemos de autoritarios.

 - No discutir con el niño: en esos momentos de gran berrinche en los


que no escucha y sólo grita, es preferible mantenernos impasibles y
firmes, no mostrar ante el niño que nos desesperamos o nos ponemos
nerviosos. No prestar demasiada atención a lo que ocurre y esperar a
que se calme, incluso aunque esté en la calle y sea objeto de miradas
reprobatorias. 

 - Mantén la calma: aunque el niño grite, no eleves tu el tono de voz ni


te pongas nervioso. La paciencia es nuestro gran aliado en esos casos. Si
la situación lo permite y el niño puede escuchar, podemos cogerle de los
hombros, intentar que nos miren a los ojos y explicarles de forma
tranquila, por ejemplo, por qué hemos de ir a casa y no podemos seguir
jugando en el parque.

 - Evitar que se haga daño: si el niño se muestra agresivo, intenta


dañarse o dañar a otro sí debemos tomarle en brazos y mantener la
calma. No le zarandearemos ni gritaremos, sólo le tendremos en brazos
hasta que se vaya calmando.

 - Ofrecer alternativas: en caso de que el enfado vaya en aumento es


conveniente ofrecerle otra actividad que le guste, antes de que estalle el
gran berrinche. Por ejemplo, si no puede seguir jugando en el parque,
podrá jugar en casa porque vas a sacar sus pinturas favoritas y podrá
hacer un dibujo estupendo.

 - Dialogar con el niño: cuando la rabieta haya pasado es entonces


cuando podemos hablar con él y explicar por qué tomaste esa decisión,
qué hizo mal y por qué no debe comportarse así.

 - No des importancia a la rabieta frente al niño: si hablamos delante


de otros o del mismo niño constantemente sobre el berrinche que
organizó o la pataleta que montó en algún sitio le estaremos dando pie
a que sepa cuánto nos afecta esa conducta. Sabrá que tememos ese
momento y que puede volver a hacerlo. Es conveniente evitar frases del
tipo: a ver si hoy no montas un numerito o no sabes la que lió ayer el
niño en el supermercado. 

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