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1. iQUE DEMOCRACIA ES LA QUE CAE EL 5 DE ABRIL DE 1992? Desde 1980 se habian sucedido dos gobiernos democraticns que actuaron dentro de las normas de la Constirucidn y presidieron elecciones generales, municipales y la primera de las regionales dentro de los minimos normales en una democracia, Puede de- cirse bien que la democracia politica funcionaba en tanto méto- do para elegir gobernantes, aunque ciertamente, como en gran parte de la regién, con grandes limitaciones.! Se habla cumplido con los requerimientos de Huntington? sobre el punto de llegada de una transicién, mas no con el establecimiento de una poliar- quia, que seria el nivel minimo desde el cual se podia encaminar a una democracia consolidada. Tenfamos, como afirmaria O'Donnell, una democracia delegativa al estilo de otros paises luego de las transiciones en Latinoamérica. Pero el 5 de abril de 1992 hubs ion autogolpe dado por Alberto Fujimori, Presidente Constitucional elegido en 1990, tres generales y un almirante | Especialmente para el acceso de las fuerzas politicas alos medion de comuni- cacidm social mas sofisticados y para el pleno ejercicio de condiciones de ciudada- nila onte las fuerzas del orden, 2 Esto et, haber renido ya un segundo gobierno elegido par aufragio directo en el cual otro partido distinto al primero asume el gobierno y este lo entrega pacifica- mente, a su ve, al ganador de las elecciones. Huntington, Samuel P La tercena ola. La democtatizacicn a finales def nig 1X, p.239, 16 HENRY PEASE GARCIA que comandaban el Ejército, la Aviacién, la Policia y la Marina de Guerra. Todos ellos nombrados por Fujimori con el asesora- miento de Montesinos, tras defenestrar a sus antecesores. La década de los 80 permitié una continuidad en la practica de los movimientos sociales populares que fue clave para la cai- da del gobierno militar de la década anterior. Esta, sin embargo, quedé severamente afectada por la larga crisis econémica que destruia empresa y empleo, ciertamente también poder sindical y, en particular, por el actuar del rerrorismo de Sendero Lumi- noso y el MRTA, creciente en la década, asi como por la res- puesta militar que se le daba. En la democracia que precede al 5 de abril esta participacién con alta movilizacién, fue clave des- de su origen en los paros nacionales que habian arrinconado a la dictadura. Pero al igual que el Estado, cuyo desborde fue evi- dente, y la economia, deteriorada, junto con las capacidades estatales hasta extremos impresionantes, todo correspondia a una decadencia y la apertura de una crisis multidimensional.? Lo que cae el 5 de abril de 1992 es una democracia bajo tutela militar, que comencé a funcionar débilmente desde 1980 tras una transicién que manruvo la cuota de poder de las Fuer- zas Armadas que gobernaron los doce afios previos. Democra- cia débilmente institucionalizada, con partidos en crisis y un sistema de partidos embrionario donde primaba la légica de una radical confrontacién. Estébamos acosados por una crisis eco- némica recurrente —por lo menos desde 1975— y por la subver- sién terrorista frente a la cual el Estado venia fracasando en 3 Pease Garcia, Henry. Lor ator dels lergosta. Lr escener politica del fujimoriona. Lima: IPADEL, 1994. Véase el capinale Ill: «La crisis multidimensional del Perd. de los BO». IQUE DEMOCRACIA ES LA QUE CAE EL § DE ABRIL DE 1992! 17 mas de una década. En Ja cultura politica la idea democratica solo se asenté durante el siglo XX como un método para elegir gobernantes, la mayorfa de ellos atrapados en una concepcién en la que gobernar es mandar, donde, como maximo, democra- cia implicaba algo mas de permisividad pero -recurrentemen- te= la polftica contenia como en los tiempos oligdrquicos un orden de exclusién en nombre de diferencias econdmicas, étni- cas y raciales; aunque mucho hubiera sido recientemente re- movido con la migracién masiva que cambié el rostro de Lima y otras ciudades y con la reforma agraria que acabé con los gran- des terratenientes expresados en el poder regional y local. Capitulo 1 LA TRANSICION DEL GOBIERNO MILITAR ALA DEMOCRACIA TUTELADA Sobre los rasgos y limites de la transicidén iniciada en 1978 es- criben Julio Cotler,! Sinesio Lopez’ y Nicolas Lynch? Corler menciona el resurgimiento de antiguas practicas y estructuras polfticas antagénicas y exclusivistas en 1990, du- rante la transicién; atribuyéndolo a que luego de las eleccio- nes de 1980 -en las que Belatinde gana con un 45% frente al 27% del partido aprista- la transferencia del poder a los civi- les no se realizé baséndose en pactos. Para Cotles, los pactos habrfan facilitado una interaccién pluralista de las fuerzas po- liticas. Sinesio Léper escribe sobre una transicién institucional semi-negociada en la cual los partidos jugaron un papel im- portante, pero encuentra el Ifmite en que la izquierda no qui- so participar y no jugé a la transicién. Coeles, Julio. «Political Parties and Problems of Democratic Consolidation in Penis, En: Mainwaring (eds.). Building Democratic Systems in Latin America. Stanford Untyersity Press, 1995. 2 Lépes Sinesio. -Perd, golpe, democradura y democracia». En Cuestién de Beales 4-5 set-oct, Lima; IDS, 1993. } Lynch Nicolds, La mransicie conservadors. Movimiento Social y Demacracia ened Peni 1975-1978 Lima: El sorro de abajo ediciones, 1992. 20 HENRY PEASE GARCIA Lynch va mis alld y sefiala la existencia de dos conceptos de democracia en los actores que eran la oposicién al gobier- no militar: los partidos tradicionales vefan la democracia como fepresentacién, entendida como individuos que periddicamen- te eligen a sus gobernantes para que mantengan un orden que garantice propiedades y jerarquias, y la sociedad civil popular que vefa la democracia como participacién, entendida como presencia activa en las movilizaciones, garantias de parte del Corwio, asf como satisfaccién de demandas econémicas y so- ciales. Martin Tanaka’ no trata de los limites de la transicién, pues no forma parte de su aniilisis, explica que son tres grandes tradi- ciones partidarias con origenes en los afios 20, las que se dispu- tan la hegemonfa del pais luego de una dictadura que no logré consolidar un nuevo orden alternative al oligarquico. Ve la tran- sicién como wn terreno fértil para apuestas y utopias. Fernando Tuesta,® por su lado, enfatiza que las instituciones polfticas se tornaron relevantes durante los procesos de consoli- dacién democritica de los 80 y encuentra que la democracia se refundé con cambios instirucionales aislados, contradictorios e ineficientes. En efecto, aunque ya en el mundo los mecanis- mos de participacién directa se abrian camino y aunque en la experiencia peruana, entonces reciente, se habfa trabajado mucho en la perspectiva de mecanismos de participacién mas 4 th, pal. 5 Tanaka, Martin. Los expejimos de la democracs: el colapso def sistema de parti- dos en el Peri, 1980-1995 en perspective comparada. Lima: IEP 1998, p.16. © “Tuesta, Fernando. «El impacto del sistema electoral sobre el sistema politico peruanas. En: Tuesta (ed.). Los enigmes del poder (Fujimori 1990-1996) Lima: Fun- dacién F. Ebert, 19976. LA TRANSICION DEL GORERNO MILITAR 2 directa, la Asamblea Constituyente de 1978 se negd a incorpo- rar siquiera algunas, como lo demandaba esa dividida izquierda que alcanzé el 30% de sus escafios pero que representaba a los movimientos sociales populares que los partidos mds antiguos s¢ prestaron a derrotar de la mano de los militares en la misma transferencia. Asi lo reconoce Marcial Rubio al escribir en el pri- mer ndmero de Ia revista QUEHACER de DESCO, a mediados de 1979: Finalmente, la Constirucién pretende desconocer el ejercicio efec- tivo de los derechos politicos del pueblo, al relegarlo al lugar de simple «elector de representantes que, una ver elegidos, actdan y toman decisiones a su libre arbitrio, os decis, segiin los intereses de sus grupos de presidn, sin que el pueblo tenga mecanismos para intervenir y enmendar las decisiones de quienes traicionan las promesas hechas.? Hacia una democracia rutelada En un trabajo hecho para prologar la primera edicidn del libro de M. Rubio y E, Bernales Constitucién y Sociedad Politica, sinte- tizo el proceso dado en la llamada transferencia del poder a la civilidad. Bajo el subtitulo Del Ocaso del Poder Oligdrquico al amanecer del Estado Modemo sefialo los limites de los partidos y cémo estos regresan sin mayor cambio tras doce aos en que mucho cambié en el Pert. Observo que un apoyo masivo pre- 7 Rubio Correa, Marcial. «La nueva Constitucién: icarta magna o carta blan- cals. QUEHACER n.* |, revista del Centro de extudios y promocisin del desarro- flo, Lima, DESCO, noviembre 1979, 22 HENRY PEASE GARCIA supone un proyecto hegemGnico que vaya més all4 de la co- yuntura y sus débiles promesas y doy cuenta de cémo en el proceso constituyente se ha asentado la cuota de poder de los militares como alternativa al frdgil régimen democritico que nacfa. Luego desarrollo, en sucesivos trabajos, lo que denomi- no =democracia tutelada» o «democracia bajo tutela militar», algo que recuerda al trato a los menores de edad y que no tiene mucho de imaginativo, aunque sf de realista, dado que las mismas Fuerzas Armadas aqui se definen constantemente como «instituciones turelares».° Aun antes, esta era la marca de fabrica de la transferencia del poder a la civilidad de la que hablaba el general Morales Bermédez. En 1979 sostuve: Al cabo de doce afios de gobierno, los militares volverin a sus cuarteles en julio de 1980, pero serdn indudablemente una par- te importante del poder palftico de este pais y no simplemente un aparato ejecutor, subordinado al gobierno. Mas adn, nada asegura que no puedan retornar a este luego de un perfodo mis © menos largo. Han sido alternativa de gobierno en el pasado oligirquico y aunque ahora la estructura de poder es mas compleja, las difi- cultades de una neta hegemonia en el campo burgués, la me- diocridad de los partidos en la conquista de las masas, y la propia insurgencia popular, resultado de un sistema politico endeble -reflejado en la propia Constitucién— que facilmente puede voltear el aparente espiritu democratico que ahora asu- men algunos sectores burgueses. Y en ese campo los militares no son ni simples ejecutores ni convidados de piedra, menos © Pease Garcia, Henry. «La Constituyente de 1979 en el proceso politico perun- noe. En Rubio y Berales, Peni: Constituaiin y Sociedad Polisica. Lima: DESCO, 1981. LA TRANSICION DEL GOBIERNO MILITAR 23 atin cuando tienen una larga experiencia en la administracién del Estado? Entonces, Sendero Luminoso no era parte del anilisis en la es- cena politica, pero la precariedad de la transferencia con rela- cién a lo que ocurria en la sociedad civil y en el poder militar era evidente para nuestro andlisis. El andlisis de todo el proceso de transferencia llevaba necesariamente a ver sus origenes no solo en la agudizacién de las contradicciones castrenses que analicé en mi primer libro,'° que hactian ridicula la reiterada «unidad de la Fuerza Armadas, sino en la dinamizacién de los movimientos sociales populares, en protesta frente a la crisis que se abria desde la economia y la frustracién de las reformas. A pesar de la profunda crisis econdémica y politica -que con el embare popular tocé fondo en 1977 y 1978— el gobierno de Mo- rales Bermudez logré finalmente imponer la transferencia gra- dual y construir para la burguesfa un régimen politico viable. Para ello debié asegurar tres objetivos entre 1977 y 1980; en- cauzar la politica de estabilizacién econdmica, superando el punto mds bajo de la crisis; lograr la renegociacién de alianzas burguesas, ganando tiempo preciso para que sus viejos partidos temocen la fachada; y derrotar al movimiento popular que insurgia amenazante desde fines de la primera fase." 9 Pease Garcia, Henry: «Transferencia: presente, futuro y posibilidad-. En: QUE- HACER, Lima, n.” 1, revista del Centro de estudios y promociin del desarnolla: DESCO, 1979. 10 Pease Garcia, Henry. El Okasa del Poder Oligdrquica, Liecha politica en ta escena oficial 1968-1977. Lima: DESCO, 1977. "" Pease Garcia, Henry, «Tras la meiscara demoliberal, el proyecto transnacional». En: QUEHACER, Lima, n.* 5, revista del Centro de estudios y promocidin del desarrollo: DESCO, junio 1980, p. 4. a4 HENRY PEASE GARCIA Como luego sefialarfa de manera coincidente Lynch, la trans- ferencia se hizo contra ese movimiento popular que en olea- das incubaba a los partidos de izquierda, enfrentados entre si, ocupando parte significativa del escenario, no menos del 30% de los votos que se dieron para la Asamblea Constituyente de 1978. Las alianzas dentro de la Asamblea solo incluyeron al partido aprista y al PPC. Las conversaciones de Morales Ber- miidez tuvieron en el primero a un interlocutor privilegiado pero se ampliaron al PPC y Accién Popular aunque este en gesto altivo que le dio mucho rédito en la coyuntura, no parti- cipé en las elecciones de 1978. La participacidn de los parti- dos de izquierda en esas elecciones sf fue un hecho significati- vo, porque era el primer paso para integrarse al sistema democratico que antes del 68 los exclufa y que en su insurgir de los 70 no existfa, No lo hicieron ni Patria Roja —que si lo hizo en 1980- ni Sendero Luminoso, variante del maofsmo que ya sabemos en 1980 opté de verdad, no solo de palabra, por la lucha armada con un claro corte terrorista. El nuevo régimen polftico se construye a partir de una estrecha vinculacién con los mandos de la Fuerza Armada y deja intocados en esta los roles tutelares que le permiten ser la al- ternativa politica en caso necesario. Belatinde [...] confirma este derrotero hasta el extremo: mantiene én sus puestos a los tres comandantes, hoy la junta, y les da vor en la busqueda de los tres ministros castrenses. Es lo que puede llamarse la demo- cracia tutelada, siendo la tutela su reserva para que en los afios en que el desgaste de un hueco populismo verbal empantane y aisle al gobierno.!? Dib p.6 LA TRANSICION DEL GOBIERNO MILITAR 25 Esta nocién la voy desarrollando en sucesivos textos y sosten= go que se plasma en la Carta de 1979, pero también mas alla de ella. Es obvio que los mandos militares no tienen hoy ¢l amplio mar- gen de autonomia que permirié a Velasco actuar entre 1968 y 1973 -decreciente a partir de entonces— y claro estd que las funciones de legislar y gobernar se cumplen ahora con distinto personal politico, al menos por un tiempo. Pero ha quedado refor- tado el caricter tutelar de estas instinuciones -que supone una efectiva intervenciém politica y una ampliacién de las nociones de defensa y seguridad nacional- obteniendo un tratamiento en el nuevo gobierno, que fas consagra como un Estado dentro del Estado. Esto es particularmente significative dado que no hay comparacién posible —cuantitativa y cualitativamente— entre el peso, la organizacidn, la disciplina, la formacién de cuadros y la capacidad de conduccidn existente en la Fuerza Armada y el resto de instituciones polfticas partidos y aparato estatal inclui- dos—; con esto hacemos referencia no solo al plano militar sino al conjunto de recursos y a los servicios que al decir del General Morales Bermidez hacen un «permanente andilisis de la situa- cién del pais». (Obvia referencia al Servicio de Inteligencia Nacional —SIN- y sus equivalentes en cada Instituto castrense: ast como al CAEM y otras instancias,) En las intervenciones del presidente Morales Bermadez que tratan de «parametrare la Asamblea Constituyente hay mu- chos elementos de lo que las FEAA. de entonces entienden por tutela militar, y que varios sectores politicos aceptan sin 3 Pease Garcia, Henry: «Pend: del reformismo militar a la democracia ruteladar, En: Pease et al. América Latina 60: democracia y movimiento popular. Lima: DESCO, 19BL, 26 HENRY PEASE GARCIA chistar, E] mismo sustenta la ampliacién de esa misién tutelar «asignada a la Fuerza Armada» y la presenta con explicita capacidad deliberante. Hubo una famosa frase del general, al finalizar 1977 que, aunque aparentemente enigmatica, tenfa bastante de verdad: sostuvo que habria transferencia de go- bierno, no de poder y suscité un terremoto de respuestas.!* Un poco después, en otro libro que comienza formulando un balance, sefialo los rasgos resultantes de la transferencia tras el docenio militar. En estos se puede ver la herencia au- toritaria ~ademds de los limites planteados por todos los au- tores citados— que influye en el curso de la transicién y en el fracaso de su consolidacién en perspectiva democritica.!? Los militares no salieron derrotados, lo que implicé un fortale- cimiento de la clase dominante en su conjunto y la presencia de la tutela militar, incluyendo su posibilidad de ser alternativa de gobierno. El movimiento popular sufre derrotas parciales pero importan- tes. Ain asf, luego de la transicién, la izquierda seguird con- tando con presencia cn cl movimiento sindical y llega a alcan- zar representacién parlamentaria mayor a la del pasado. Se mantienen las condiciones de polarizacién social preceden- tes, la politica econdmica las alienta. En la polarizacién politica con que se abren los 80, influye la presencia de la izquierda que no se sintié parte del pacto encre el partido aprista y el PPC en la Constituyente de 1979; influye en el comportamiento del empresariado y los partidos més conserva- “4 Pease Garefa, Henry, Los Caminas del Poder. Tres afios de crisis en la escena politica. Lima: DESCO, 1979, pp. 332-333. 'S Pease Garcia, Henry. Lin Perfil del Proces Politico Peruano. A un arto del segundo Belmeudismo, Lima: DESOO, 1981. LA TRANSICION DEL GOBIERNO MILITAR aq dores el proceso vivido desde 1968, y en este extremo se usa a Sendero Luminoso para acabar con la izquierda, ampliando el campo enemigo desde principios de la década. Este fue un factor que impidié una evaluacién mas objetiva del terrorismo y restd eficacia a la respuesta. Los partidos polfticos son fundamentales para consolidar la transicién. En este caso la herencia de doce afios de dictadu- ra dificulté la organizacién partidaria, la interaccién entre partidos y la capacidad de gobierno. Si se le suma la crisis pre- cedente y su débil estructuracién en todo el siglo, asf como el diseurso antipartide del velasquismo -presente también en los movimientos sociales- el cuadro que inaugura los 80 no es prometedor. [..-] los partidos existentes en la déeada de loa 80 |...) queda- ron fuera de juego durante doce afios de dictadura militar en- tre 1968 y 1980 |...]. El discurso antipartido del general Velasco. (1978-1975) no era menos duro que el de Fujimori en lot atios 90 y ambos recogian el estado de dnimo popular, porque el 68 los partidos vivieron también una profunda crisis [...]. Pero los partidos que existian en los 60 regresaron a la vida politica sin mayores cambios programiticos o ideoldgicos, con los mismos lideres, con més canas y més mafias [,..], Es que los tempos de exclusién no ayudan a cambiar a los partidos, mas atin, confire man a sus viejas dirigencias porque estas no pueden ser cucs- tionadas por sus partidarios cuando estin perseguidas o ame- nazadas. Congelaron asf el cambio que los partidos politicos requerian al quebrarse el orden anterior {...).!° "6 Th. pp. 63-65. 18 HENRY PEASE GARCIA El agotamiento del Estado Intervencionista El agotamiento del Estado Intervencionista impuesto por los militares del 68 y de su versiGn constitucionalizada en la Carta de 1979 es un ingrediente de la transicién que analizamos, aun- que para otros es un componente de la fase de consolidacién. Una forma de Estado que para muchos observadores liberales fue presentada como comunista la caractericé asi —como Esta- do Intervencionista—en los 70 cuando era evicente que se acen- tuaron, hasta transformarlos, los rasgos del Estado promotor precedente que, desde por lo menos 1957, recibié la presién del empresariado privado urbano y antioligérquico para mantener con sus inversiones cl nivel de la actividad econdmica frente al declinamiento de la inversién minera del exterior y la creciente inestabilidad de los precios de los productos de exportacién. El Estado oligérquico como forma de dominacidn parece asi cancelado, Ha cambiado la composicién y caractertsticas de la clase dominante, elimindndose 0 reduciéndose asf a su mini- ma expresién el poder de las fracciones oligirquicas que pri- mero lo definieron y luego -en decadencia, durante la larga crisis 1956-68— impidieron, por empate, la hegemonia de la fraccidin industrial moderna y con proyeccién al mercado in- temo, Ha cambiado también la base de relacidin de lo econd- mico y lo politico: este no es un Estado gendarme, sin poder de intervencién en la economia. Tampoco es el Estado pero atin liberal, que propugnaba la fraccién industrial en la década del 60. Es un Exado intervensor, gestor directo, empresa- rio y controlista, con peso definitorio en la economia y grupos socia- kes aparentemente dispuestos a defender el poder que les confiere la gestién de ese poder econdmico.! 1 Pease Garcia, Henry. El Qcaso del Poder Oligtnquico, Lucha politica en te etcena oficial 1968-1975, Lima: DESCO, 1977, p. 214. LA TRANSICION DEL GOBIERNO MILITAR 9 La Constitucién de 1979 fue un pacto de dos partidos; aprista y popular cristiano, con el apoyo desde fuera de Accién Popu- lar y la autoexclusién de las izquierdas que, aunque participa- ron de la Asamblea Constituyente, no firmaron la Constitu- cién. El gobierno militar que organiz6 la trasferencia demandé reiteradas veces la inclusién de sus reformas y algo consiguid, pero lo esencial, mds que el texto constitucional, era la reali- dad del Estado que pasaba a manos del nuevo gobierno de Fernando Beladnde: un Estado empresario, de amplio espec- tro, que no fue desmontado en la década de los 80, sino bajo el fujimorismo, aunque tuvo en el gabinete de Manuel Ulloa una polftica de apertura neoliberal y una prédica que la im- pulsara incluso con la presencia de Milton Friedman y Frede- tic von Hayeck en persona. Tras la sustitucién del Estado Oligdrquico, la burguesia be- neficiaria tiene un escudlido liderazgo politico y es marginal en la economia que comienza la globalizacidn. Solo a fines del gobierno aprista —tras la nacionalizacién de la banca en torno al liderazgo de Mario Vargas Llosa-, parecieron comprender algunos empresarios que tenfan que entrar directamente a la arena politica que con desdén aristocritico despreciaban des- de tiempos oligdrquicos. El primer intento neoliberal encabe- zado por el ministerio de Manuel Ulloa en 1980 habia fracasa- do, enfrentado con buena parte del propio empresariado y combatido por el partido aprista, la Inquierda Unida y el movi- miento popular. No olvido un Seminario en DESCO sobre estrategias y po- Iiticas de industrializacién, donde pregunté al empresario re- presentante de la Sociedad Nacional de Industrias, por qué apoyaba un proyecto de ley de industrias muy parecido al ve- 30 HENRY PEASE GARCIA lasquista —gobierno que tanto combatieron— me contesté con franqueza: «iQuién le ha dicho que solo los socidlogos y los politicos pueden hacer autocritica?». Es que estfibamos en el tiempo en que muchas empresas comenzaban a cerrar frente a la abrupta entrada de la competencia exterior y eso hacia rechinar con mucho ruido los engranajes empresariales. Tras Ulloa no hubo rumbo econémico claro en el segundo belaundismo. Las presiones locales no eran las Gnicas. El FMI sagarré viaje» para imponernos el pago de la deuda desde 1982 y toda la regién tambaleé. Los dos primeros afios de Alan Gar- cia fueron una verdadera luna de miel con el empresariado local. No hay que olvidar a «los doce apéstoles de la econo- mfam, frase acufiada en ese contexto, Los afios finales de ese gobierno son lo Gnico que hoy se recuerda, lo que impide una evaluacién de conjunto centrada no solo en un actor. La luna de miel, que lo fue con las masas también, acabé abrupta- mente —como cuando la amada descubre la primera amante— con la nacionalizacién de la banca, verdadera huida hacia adelante de Alan Garefa cuando vio que se derrumbaba el escenario de su politica suicidamente cortoplacista iniciada con éxito en 1985.!* El desborde del Estado que describié a tiempo José Matos Mar"? se expresa en toda la década del 80, mds atin cuando se agudiza la crisis por las presiones para el pago de la deuda ex- terna que desestabilizan a toda América Latina desde 1982 y 1 Pease Garcia, Henry Democracia y precariedad bajo el populisms aprista. ‘Cuadernos DESCO 12. Lima, 1988. 19 Matos Mar, Jou. El dethorde popular y crisis del Estado. El nuevo rostva del Pers ven la década de 1980. 7" edicién. Lima: CONCYTEC, 1988, ‘LA TRANSICION DEL GOBIERNO MILITAR i llevan a la inviabilidad al Estado intervencionista. Hay un deterioro evidente en Educacién, Salud y Vivienda que toca a la vida cotidiana de la gente y se aprecia desde fines del velasquismo en un Estado que pretende invertir en todo, Toda la década de los 80 vive la descomposicién de las empresas pdblicas con diversos ejemplos de corrupcidén acumulada. El gobierno de Alan Garcia, que encanté en la coyuntura de los dos primeros afios, termina en hiperinflacién con cifras que no solo golpearon al partido aprista de entonces, sino también al Estado intervencionista heredado, Los partidos e instituciones del Estado llegan asf a una crisis global que se expresa en la violencia terrorista y de una respuesta estatal con verdadero terrorismo de Estado y de la crisis del modelo de desarrollo imperante, que Tanaka llama modelo estadocéntrico.” La tutela militar de la de- mocracia fue desestabilizadora de esta. No fueron simple- mente excesos, sino una concepcidn anridemocrdtica —vio- latoria de valores esenciales de la democracia—lo que definié la respuesta estatal a Sendero Luminoso y el MRTA en la década de los 80 y en la de los 90. Y el Estado intervencio- nista termind siendo inviable no solo porque en la década del 80 los que lo heredaron de los militares lo manejaron sin cambiar su esencia —incluso contra su prédica particular en tanto partidos-, sino porque su existencia no era compatible con lo que cambiaba fuera del Peri y también dentro, en una sociedad donde mas y mds peruanos querian un espacio propio para construir su destino. 0 Tanaka, Martin. Los espejitmos de la democracia, El colapso del sistema de partidos en el Peni. Lima: IEP 1998, Hn HENRY PEASE GARCIA Retomando a Sinesio Lépez quien nos recuerda plantea- mientos de Huntington en 1992 para las consolidaciones de- mocraticas, vemos ocho tipos de problemas contextuales que presenta el Perdi de los 80: (1) insurrecciones de gran enver- gadura; (2) conflictos étnicos y raciales; (3) extrema pobreza; (4) desigualdades econémicas importantes; (5) inflacién cré- nica; (6) deuda externa importante; (7) terrrorismo sin insu- rreccién (en el caso peruano fue con insurreecién); y (8) ex- cesiva participacién del Estado en la economia. Lépez sostiene que: [..] los gobiernas y bos partides no pudieron resolver los proble- mas de la herencia autoritaria velasquista que erigia a los mili- tares en pretores del orden interno en situaciones de emergen- cia, ni pudieron consolidar las instituciones estatales, sino que introdujeron mas bien una aguda desinstirucionalizacién con su incapacidad para enfrentar y derrotar al terrorismo y para resolver la contradiccién estructural entre las presiones inter- nas por mayor distribucién y democracia y las presiones inter- nacionales por el pago de la deuda y el cambio del modelo de desarrollo, ni lograron tampoco que el pluralismo polarizado de los partidos del 80 desarrollara un poderoso centro politico que neutralizara a las fuerzas centrifugas.*! *! Lopes, Sinesia. «Mediaciones politieas, democracia ¢ interés pablico en el Peride los 90-. Em Urzua Radl y Felipe Agdero. Fracturas en kt gobermabilickad demo erdtica. Santiago de Chile: Centro de Andilisis de Politicas Piblicas, Universidad de (Chile, 1998, pp. 494-495, LA TRANSICION DEL GOBIERNO MILITAR 3 iFracasé la transicién o la consolidaci6n democratica? Definitivamente la transicién a la democracia que con énfa- sis se declaré a fines de los 70 queda un poco ancha a lo que ocurrid. Insisto en apellidar la democracia como democracia tutelada o democracia bajo tutela militar para entender el nuevo régimen polftico que surge tras la Constitucién de 1979 y las elecciones generales de 1980. Ciertamente tengo mis dudas respecto a que la existencia de elecciones generales libres y limpias sea suficiente para que la democracia se abra camino firme como régimen politico. Tampoco es suficiente un texto constitucional democratico, menos atin si tanto en el capitulo Defensa Nacional como en los Regimenes de ex- cepcién la cuota de poder de las Fuerzas Armadas es muy consistente. Si sigo, ademds, la definicién que dio Schmitter con O'Donnell de régimen (politico) («conjunto de patrones, ex- plicicos o no. Que determinan las formas y canales de acceso a los principales puestos gubernamentales, las caracteristicas de los actores que son admitidos y excluidos de ese acceso y los recursos y estrategias que pueden utilizar para conseguir acceso [...] ademms de determinar las reglas para determinar la forma como son tomadas las decisiones colectivas»™*) y lo comparo con lo que se denominé la militarizacién en el combate al terrorismo, con la ausencia de iniciativa civil en esta materia desde antes que se desencadenara la «guerra sucia y con las reglas que ope- raron en el ejercicio real de la autoridad para casi todo el terri- torio nacional, por lo menos tengo que reconocer las enormes 22 Schmirter Philippe C. Porngal: def quaprinariemo a la democracia. Lisboa: Instinuto de Ciencias Sociales de la Universidad de Lisboa, 1999, p. 300, Mu HENRY PEASE GARCIA restricciones que habfa en el régimen democratico y la forma desmesurada en que crecié la tutela militar, a pesar de los procesos electorales, hasta variar el curso de la transici6n y Nogar al 5 de abril de 1992. Es decir, lo que entonces se des- plomé no era un régimen democritico a secas y si es obvio que se desvié definitivamente del curso precedente, la ldgica es- taba en este curso y no en un factor externo. O'Donnell y Schmitter definen la transicién como el inter- valo que se extiende entre un régimen politico y otro, sefialan que esta delimitada de un lado por el inicio del proceso de disolucién del régimen autoritario y del otro por el estableci- miento de algiin otro régimen. Los procesos de transicién lle- van de un régimen autoritario hacia «alguna otra cosa» in- cierta: la instauracién de una democracia polftica; una nueva forma de régimen autoritario; un desenlace confuso o violen- tas confrontaciones que desembocan en regimenes revolu- cionarios.? La transicién en este caso peruano comienza con un gober- nante autoritario: cuando el general Morales Bermiidez anun- cia la convocatoria a una Asamblea Constituyente después del paro nacional del 19 de julio de 1977. Como lo sostuve enton- ces, sigo pensando que la decisién de sacar a Velasco y empren- der el llamado gobierno de la segunda fase no inicia la transi- cién. Viene tras el intento de Morales Bermadez de recomponer su telacién con la burguesia en particular con el empresariado ya desligado de los oligarcas~ que combatia su 5 O'Donnell, Guillermo y Schmister, Philippe C. Trumsiciones desde umn Gobler- no Autontarto, Vol. 4; Conclusiones tenmtivas sobre has democracias inciertas. Buenos Aires: Paidés, 1991, p. 16. LA TRANSICION DEL GOBIERNO MILITAR 35 gobierno, cuestién que estalla con la renuncia del ministro Walter Piazza, que se enfrenta a los comandos que reclama- ban seguir en plena crisis la compra de armas y en particular tras la amplisima movilizacién popular que Ilevé a ese paro realizado mientras los empresarios cruzaban los brazos y no apoyaban al gobierno. Desde entonces, mientras reprimia a fondo a las organizaciones populares y sus dirigentes, empren- dié la «Transferencia de poder a la civilidad» que primero limé asperezas con los empresarios corrigiendo las reformas ya de- bilitadas, luego traté con los partidos del orden y flexibilizd teglas autoritarias realizando las alianzas precisas para poner todo contra esos movimientos sociales que enrumbaban con- tra el sistema y no solo contra el gobierno. La detrota fue par- cial, pues estos se incorporaron a la Asamblea Constituyente, con un 30% de la votacién, pero fue derrota porque llegaron fragmentados en varios partidos peleados entre sf, sin expe- tiencia alguna de trabajo dentro de una institucionalidad po- litica como esa y enfrentados en bloque por los partidos que formaron mayoria en la Constituyente.?* Pero la transici6n no acaba con las elecciones de 1980. A diferencia de la transicién que se abre luego en el afio 2000 y que —en mi opinién—no ha concluido, en esta el régimen auto- ritario se desploma con la movilizacién popular —marcha de los cuatro suyos—, la destruccién moral del régimen con la apari- cién del primer vladivideo de la corrupcién y la cobarde huida del presidente Fujimori que ni sus partidarios pudieron justifi- car y llevé a que terminaran totalmente divididos. Los milita- 4 Pease Garcia, Henry. Los camino: del poder. Tres arios de crisis en lr escena politica, Lima: DESCO, 1979. % HENRY PEASE GARCIA res, en cambio, condujeron con mano firme la transicién has- ta julio de 1980, garantizaron con los partidos que formaban mayorfa en la Asamblea Constituyente una cuota de poder suficiente para la tutela militar y la fueron ampliando durante el nuevo gobierno hasta extremos que luego Sendero Lumi- noso y el MRTA hicieron inmensa. El presidente Belatinde mantuvo al frente del comando de cada Instituto de las FEAA. a los generales y el almirante que integraban la Junta Revolucionaria que presidia el general Mo- rales Bermidez. Si este no hubiera sido retirado desde antes, de repente lo hubieran hecho presidente del Comando Con- junto. Las normas més significativas, incluso la ley de moviliza- cién, dadas por el régimen militar siguieron vigentes. Nombré Belatinde como Ministros de Guerra, Aviacién y Marina a dos generales y un almirante que estaban en retiro desde antes del gobierno militar del 68, es decir, personas cercanas a los 70 afios, alejadas del mando militar, que muy dificilmente mandarian sobre los tres comandantes. El poder militar fue muy influyente y creciente conforme se acentuaba la presencia senderista, y los dos gobiernos civiles de la década carecian de una estrate- gia democraticamente concebida y se limitaron a poner en ma- nos de las Fuerzas Armadas toda la decisién de este combate. Cuando Alan Garcia pretendié tomar las riendas, no pudo ni sabia cémo hacerlo. En una triste circunstancia, destituyd mandos importantes al descubrir una masacre pero poco des- pués se ascendi6 al subteniente Hurtado, autor de la misma. El que este asesino llegara a mayor es obra de Fujimori, pero la impunidad comenzé en la década anterior por una concepcién de la institucionalidad militar que es incompatible con la de- mocracia y que es parte de la cuota de poder que los militares LA TRANSICION DEL GOBIERNO MILITAR yn consiguieron. Por eso, muchas veces han interpretado que cuan- do la Constitucidn dice que estiin subordinados al Poder Cons- titucional, este no estd en la Constitucién o en la ley, menos en el Poder Judicial del que se sienten protegidos por su «Fue- to» —que no es tal-, sino en el presidente de la Repiblica, definido como Jefe Supremo y, en su concepcién, incorporado como el primer militar, mundo aparte a la civilidad que creen deben tutelar como a un menor de edad. Estas continuidades presentan otras dimensiones que no ana- lizamos aqui, pero que tiften la transicién. De ahi que, aunque hay amplia razonabilidad en los textos que la definen y a la vez la distinguen de la consolidacién democratica, yo tengo la im- presién de que se desvia antes de esa ruta. Siguiendo a estos autores, ic6mo hablar de liberalizacién en materia de habeas corpus, inviolabilidad de la correspondencia y de la vida privada © protecciones a los individuos con los elementos clasicos de la tradicién liberal comparando los setenta y los ochenta? No fue el velasquismo algo parecido en represién a Pinochet o Videla. La segunda fase con su represidn a los sindicatos nos acercé al Cono Sur pero sus desmanes fueron parecidos, aunque meno- tes en términos cuantitativos si los comparamos con las ma- sactes que en la década de los 80 se causaron en la guerra con- tra Sendero. En los 80 hubo mds garantias para las marchas contra el gobierno pero también mas violaciones a los derechos humanos —en particular al derecho a la vida—que en la segunda mitad de los setenta y en ambos hubo més violaciones a los derechos humanos que en la llamada primera fase, del 68 al 75. La democratizacién avanzé en los sesenta y en el velasquis- mo pero con limites provenientes de la precariedad institucio- 38 HENRY PEASE GARCIA nal y del ejercicio de dictadura. Fue mas bien un espacio artan- cado socialmente a los poderosos, en la lucha por la tierra dada en el mundo rural y urbano, y que se asentaba en un espacio propio. En el agro de los setenta se oyd a Velasco decir: «Cam- pesino, el patrén no comerd mas de tu pobreza» y este tuvo la sensacién de que la tierra seria suya mientras el patrén sentia que la tortilla del canto espafiol podia voltearse. El empobre- cimiento gané la partida y el retorno comenzé pero atin no acaba y algunos siguen creyendo que la Gnica salida es volver a expulsar a los que Ilegaron a la tierra con la reforma agraria. Alli para hablar de ciudadanfa se requeria acabar con el pre- capitalismo y la marginaciGn, y eso quedé a medias. En la ciu- dad, ciudadanfa tenia que ver con un pedazo de tierra para vivir y un pedazo de pista para el comercio ambulatorio. Se impuso o se arrancé, también con contramarchas pero tanto en afios de dictadura como en afios de «democracia». En fin, la socializacién de la que hablan estos autores es atin mas pre- earia porque para el rey del ajedrez de la transicién, que no se debfa jaquear sin poner en peligro la transicién (el rey expre- saba los derechos de propiedad de la burguesfa), tras las ame- nazas del velasquismo vinieron tiempos de disturbios exter- nos que terminan en la globalizacién que también los destrona y para la reina del régimen de transicién -las FEAA.— que tampoco se podia cobrar en el camino, esta transicién simple- mente significd, como en El gatopardo (1958), novela de Giu- seppe Tomasi di Lampedusa, «que algo cambie para que todo quede como estd», ciertamente olviddndose del discurso ve- lasquista y su componente mesoeritico. En efecto, estas visiones de la transicién muestran limites en la conceptuacién y en la realidad. Ver ast la consolidacién de- LA TRANSICION DEL GOBIERNO MILITAR. » mocratica a partir de la democracia tutelada, aparece una ilu- sién en la que todos terminan cayendo, simplemente porque ninguna psicologia medianamente normal convive pata siem- pre con el conflicto. Es dificil ver la década del 80 como afios de menos incertidumbre,’* donde predomina la guerra de posicio- nes sobre la guerra de movimientos, como piensan los autores aqui mencionados. No hay trincheras fijas, salvo en una visidn formal y aislada de algin momento inicial que no duré ni dos afios, Se avanza sf en la cantidad de procesos electorales, nacio- nales y municipales, hasta los hay regionales por primera vez, pero en medio de una guerra interna que crece y desestabiliza. No hay pactos firmes entre partidos, estos resucitan tras doce afios, lo nuevo fue en el aprismo el surgimiento de un nuevo lider carismatico, tras la muerte de Victor Radl, lo nuevo fue tambien la alianza [zquierda Unida que estallé en pedazos antes de terminar la década y dejé en el aire a una enorme porcién del electorado. Nada mds cambid. Este fue el segundo taldén de Aduiles de la transicién: no se basé en un amplio acuerdo de partidos, que construyera un sistema vigoroso para defender el régimen. Pluralismo polarizado le llamaron los que crefan ver un sistema de partidos. Pero la gente comin y corriente los cul- péa todos, persistié en la distancia, apelé a lo que oligarcas, funcionarios, empresarios y militares le predicaron persistente- mente: hay que buscar un Mesias por fuera de los partidos -que 35 Es difteil ver la década del 80 como una democracia consolidada en. los términos de Scheniteer. Para él, la consolidacidn de un régimen consiste en trans- formar las disposiciones accicdentales inciertas en relaciones conocidas con seguri- dad, practicadas y aceptadas por os ciudadanos. Véase Schmitner, Portugal: del autortariima a la Democracia. Lisboa; Instituto de Ciencias Soctales de la Univer- sidad de Lisboa, 1999. 0 HENRY PEASE GARCIA ademas eran mesidnicos— porque estos «son corruptos y solo quieren la suya». Aparecié asf el fendmeno de los «outsiders», primero en las elecciones municipales, luego en las presiden- ciales.

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