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ANA MARÍA GONZÁLEZ LUNA

Università Cattolica "Sacro Cuore" di Milano

Escritura y biografía en las cartas


de Antonieta Rivas Mercado

Personaje emblemático, representativo de la vida cultural me-


xicana de las tres primeras décadas del siglo XX, Antonieta Rivas
Mercado (1900-1931) fue mecenas del grupo "Los Contemporáneos",
con ellos vivió la experiencia del teatro de vanguardia Ulises1; editó
Dama de corazones, de Xavier Villaurrutia; Novela como nube, de
Gilberto Owen; Los hombres que dispersó la danza, de Andrés He-
nestrosa; fundó la Orquesta Sinfónica de México con Carlos Chávez
como director; participó activa y económicamente en la campaña
electoral de José Vasconcelos en 1929.
Una mujer que nació durante el período del Porfiriato y vivió
la lucha y los cambios de la Revolución Mexicana. La suya es una
biografía apasionante con un final trágico, se suicida de un balazo
en la catedral de Notre-Dame de París.
Hija de un importante arquitecto, Antonio Rivas Mercado, se
casó con un americano de origen inglés, Donald Blair, con quien
tuvo un hijo; el matrimonio fracasó pronto y los conflictos legales
que se derivaron fueron largos y causa de angustias para ella. He-
redera de la fortuna de su padre, gastó con generosidad buena par-
te de ésta en proyectos artísticos, que buscaban un cambio y mejo-
ramiento de la vida cultural mexicana, y en la campaña electoral

1
Se trata del teatro de un grupo unificado por Antonieta Rivas Mercado que
en 1928 se reúne a ensayar y representar obras norteamericanas y europeas del
momento con el propósito de crear un público que sea sensible al nuevo teatro.
Participan Julio Jiménez Rueda, Xavier Villaurrutia, Salvador Novo y Celestino
Gorostiza; también intervienen Manuel Rodríguez Lozano, Gilberto Owen, Isabela
Corona, Clementina Otero y Julio Castellanos.

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de Vasconcelos.
De su rica, misteriosa y fascinante personalidad han surgido
mitos y leyendas. Las biografías hasta ahora escritas, aun inten-
tando ser retrato fiel de la figura real del personaje femenino mexi-
cano, alimentan esa dimensión mítica que la envuelve2.
De su actividad artística y literaria se cuenta con pocos tex-
tos, Las cartas de amor a Manuel Rodríguez Lozano forman parte
importante de ellos; algunos de sus escritos se publicaron en Ulises
criollo y El Preconsulado de José Vasconcelos.
Escritura y biografía se mezclan en esas cartas de amor que
dirige al pintor y escritor Manuel Rodríguez Lozano; múltiples lec-
turas se pueden realizar y en todas se reflejará con naturalidad su
personalidad y sus sentimientos; son a la vez testimonio de su labor
intelectual, de una vasta cultura mexicana y europea, y dan fe de
una búsqueda personal dolorosa y constante.
Testimonio documental, las cartas de Antonieta Rivas Merca-
do han sido fuente de incalculable valor en la elaboración de las
biografías que sobre ella se han escrito3; son, al mismo tiempo,
muestra de una escritura cuya espontaneidad e inmediatez no le
restan belleza y profundidad. Y no sólo, las cartas de amor de An-
tonieta han sido objeto de una reelaboración literaria: su escritura
ha sido rescatada en otra escritura, distinta y siempre nueva.
Así pues, escritura y biografía resultan inseparables. Las 87
cartas de amor por muchos años estuvieron en manos del pintor,
alumno y amigo de Manuel, Ignacio Nefero. La señora Concepción
Bermúdez de Nefero se las entregó a Isaac Rojas Rosillo, amigo de
su marido, quien, después de haberlas ordenado, las publicó por
primera vez en 1975. El orden que presentan las cartas no es exclu-
sivamente cronológico, muchas de ellas carecen de fecha; será pues
2
Me refiero a Fabienne Bradu, Antonieta, México, Fondo de Cultura Econó-
mica, 1991, y a la biografía novelada que escribió la esposa del único hijo de Anto-
nieta, Antonio, Kathryn S. Blair, A la sombra del ángel, México, Alianza Editorial,
1995.
3
En la biografía escrita por Bradu encontramos enteros párrafos de las car-
tas, aunque no siempre la autora da indicaciones completas de la fuente. Cfr. Fa-
bienne Bradu, Antonieta, cit, pp. 60, 85, 86, 90, 94, 100, 122, 123, 137, 139, 167-
168, 169-170, 174, 175, 187-188.

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su contenido lo que nos permitirá ubicarlas en un tiempo más o


menos preciso. Es claro que abarcan los últimos años de la vida de
Antonieta, desde 1927, aproximadamente, año en que conoció a
Manuel, hasta 1931, cuando murió suicida en París. Fechas y luga-
res se alternan constantemente, México, Estados Unidos, Francia,
no obstante, más allá de estos cambios y de la relación existente
entre Antonieta y Manuel, encontramos un hilo conductor de fondo:
un profundo proceso personal caracterizado por la necesidad de tra-
bajar intensamente en el ámbito intelectual y artístico. Ahora bien,
este proceso que Antonieta vive durante los años que corresponden
a sus cartas está lleno de vaivenes; a momentos buenos se siguen
otros malos; el entusiasmo por nuevos proyectos y recientes descu-
brimientos se transforma en depresiones fuertes durante las cuales
la labor intelectual, en concreto la escritura, parece representar la
única tabla de salvación posible.
Ahora bien, Rojas Rosillo, en la casi imposibilidad de presen-
tar las cartas bajo un estricto orden cronológico, las agrupa bajo tí-
tulos que quieren reflejar las etapas de un camino, que él llama via
crucis: empieza este doloroso camino con El acoso, título que quizás
intente subrayar la insistencia que impregna la escritura de los
continuos mensajes con los que Antonieta busca a Manuel; en efec-
to, se trata sobre todo de notas, recados breves que el chofer Igna-
cio llevaba a casa del pintor.
A este primer grupo de cartas le sigue el de la Espera contra
esperanza, título tomado de las palabras que ella misma repite en
varias de sus cartas y que mejor resume la relación que vivió con
Rodríguez Lozano: "He esperado y contra esperanza, esperaré"4; en
otra carta se despide jugando con el mismo verbo: "Lo espero con
intensa espera"5; el 20 de abril de 1929 le dice "Lo quiero y contra
esperanza, espero"6: En este grupo epistolar se percibe la ambi-
güedad de la relación: el intenso deseo carnal de Antonieta contras-
ta con las exigencias de una relación meramente espiritual por par-
4
Antonieta Rivas Mercado, 87 Cartas de amor y otros papeles, Veracruz,
Universidad Veracruzana, 1984, carta XLII, p. 46.
5
Ibidem, Carta LX, p. 61.
6
Ibidem, Carta LVI, p. 58

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te de Manuel. No resulta del todo claro si estas exigencias escon-


dían, como afirma Bradu en su biografía, la homosexualidad del
pintor, realidad ante la cual Antonieta manifiesta una total cegue-
ra, protegida quizás por la profunda admiración que sentía por él.
La tercera sección, Imagen política, comprende las cartas es-
critas durante la campaña de José Vasconcelos por la presidencia
de la República, que Antonieta vivió muy de cerca, como compañera
y amante 7 . El fracaso electoral de Vasconcelos y sus numerosos y
complicados problemas familiares la llevan fuera de México, a
Nueva York y a los Ángeles; las cartas que desde ahí escribió se
reúnen bajo el título de Estados Unidos, entre éstas encontramos
algunas de evidente interés, como la que contiene un retrato de
García Lorca a quién conoció en Nueva York. Y no sólo por lo que
significó para ella la relación de amistad que tuvo con el poeta an-
daluz, sino también por su capacidad de describir y retratar a tra-
vés de los rasgos de su carácter. En efecto, al describir al poeta an-
daluz hace analogías con personas con quienes tiene una estrecha
relación afectiva como Antonio su hijo o como el mismo Rodríguez
Lozano, y de esta manera parece acercalo a ella, lo comienza a
incluir entre sus afectos.

Federico es un angélico -con un sentido de la vida que es el de


usted- es una creatura de Dios con una estupenda, fina, aguda
sensibilidad inquietante -de trato fácil, como es fácil el trato con
mi Antoñico cuando se entrega- o intratable cuando la gente le
cae mal -así como usted, nada más que no es altanero, sino cla-
ridoso como chiquillo malcriado- va sólo a lo que le gusta, directo
pero no primitivo -sin más que un paladar y la criba de su
inteligencia8.

7
Para este período cfr. Antonieta Rivas Mercado, La campaña de Vascon-
celos, en Luis Mario Schneider, Obras completas de María Antonieta Rivas Merca-
do, México, Lecturas Mexicanas, 1987.
8
Ibidem, Carta LXX, p. 84. García Lorca estará presente en cartas sucesi-
vas que hablan de relación frecuente, de ayuda e interés en su trabajo intelectual,
de traducciones al inglés de algunos dramas escritos por el poeta andaluz. Cfr.
Carta LXXII, p. 87; Carta LXXIII, p. 89; Carta LXXVI, p. 93.

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Escritura y biografía en las cartas de Ántonieta Rivas Mercado 413

La recopilación epistolar termina con Francia, el país que


tanto significó en su vida, a donde huye con su hijo en un intento
desesperado por recuperarlo, y que representa el punto final del re-
corrido, de su vida.
Cuatro cuentos y la primera parte de una novela, que Rojas
Rosillo encontró entre los papeles que guardaba Rodríguez Lozano,
se incluyen en la segunda edición de las cartas de amor. Algunos de
estos textos tienen un signo claramente autobiográfico, me refiero
sobre todo a esas Páginas arrancadas9, esbozo de diario, que proba-
blemente iban acompañadas de la carta fechada 17 octubre, en la
que le pide guarde esos paples "pavorosamente biográficos"10.
¿Quién era Manuel Rodríguez Lozano, el hombre a quien van
dirigidas estas cartas de amor? Cuando en 1927 Ántonieta lo cono-
ció era un pintor de prestigio cuya vocación había iniciado tardía-
mente en París; un hombre con una historia trágica a sus espal-
das11. De notable belleza física pero también de gran altivez, tenía
el hieratismo de una máscara "todo en sus ademanes y en su atuen-
do transpiraba un anhelo de perfección que oscilaba entre la pulcri-
tud y la altivez, y su elegancia provenía de una sobriedad trabajada
por el orgullo que era a un tiempo su fuerza y su perdición"12. No
era fácil sustraerse a su seducción; en efecto Ántonieta desde su
primer encuentro cayó subyugada ante su refinamiento, su arro-
gancia la seducía al punto que en sus cartas vemos cómo llegó a
confundir su extrema altivez con el desinterés proprio de un alma
empeñada en la conquista de la pureza espiritual.
Octavio Paz reconocía en él un temperamento poderoso y una
mente clara. Rojas Rosillo lo describe como el pintor de la sobriedad
9
Ántonieta Rivas Mercado, Páginas arrancadas en 87 cartas de amor y
otros papeles, cit., pp. 129-135.
10
Ibidem, Carta XXXIII, p. 39.
11
Manuel Rodríguez Lozano (1895-1971) se había casado a los 18 años, en
1913, con Carmen, la hija del general Mondragón. Un acontecimiento trágico aca-
bó de tajo con el matrimonio: tuvieron un hijo que, a poco de nacer, Carmen asfixió
en la cama. Años más tarde Diego Rivera pintaría a Carmen después de que el
Doctor Atl la rebautizara como Nahui Olii.
" Fabienne Bradu, Ántonieta, cit., p. 86.

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y la desolación; valiente e intransigente se mantuvo independiente,


de la llamada escuela mexicana, en cuanto ponía el arte al servicio
de intereses ajenos a la búsqueda estética. Con el estilo agudo que
lo caracterizaba, denunció sin rodeos lo que definía como la dema-
gogia de los muralistas y la contaminación del arte por las ideolo-
gías; los acusaba de folkloristas y falsificadores de la realidad,
ideas que transmitió y, más tarde*, compartió con Antonieta.
En su libro Pensamiento y pintura, Manuel Rodríguez Lozano
dejó breve testimonio de su relación con ella:

Por el año de 1928 tuve el alto honor de conocer a Antonieta


Rivas Mercado, mujer extraordinaria desde todos los puntos de
vista por su excepcional inteligencia, su fuerza, su carácter, su
nobleza, su generosidad y su distinción. Por afinidad de intencio-
nes, se estableció entre nosotros una positiva amistad, y esta ex-
traordinaria mujer, que replanteaba constantemente interroga-
ciones sobre las cosas, y me hablaba de sus deseos de realizar una
labor constructiva en favor de México, y que tenía profundo sen-
tido estético arraigado desde su infancia por la práctica de la dan-
za, me propuso alguna vez crear un teatro moderno que colocara
a México, por su intención, al nivel de los países de Europa, de
donde acababa de llegar (...) Por aquella época, Antonieta Rivas
Mercado llegó a ser el centro del movimiento artístico mexicano".

La otra faceta de la relación se descubre a través de las cartas


de Antonieta, escritos de primera intención, donde la forma se ma-
nifiesta sin correcciones y con la espontaneidad de quien quiere,
sobre todo, comunicar las propias vivencias, reflexiones y senti-
mientos. Solía usar el usted para dirigirse a Manuel, sin que por
ello se limitara la expresión y la cercanía con la que se comunicaba,
sin embargo, era una clara manifestación de la actitud de devoción
y sumisión que casi siempre predominó en ella ante el hombre que
amaba y que a la vez consideraba su maestro, su guía, su Dios; re-
lación que se manifestaba con términos como petición, ruego, ado-

13
Antonieta Rivas Mercado, 87 cartas de amor y otros papeles, cit., p. 13

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ración, reflejando, además, la relación de dependencia que había


por parte de ella; situación que probablemente se alimentaba con la
no correspondencia por parte de Manuel, al menos en cuanto a las
espectativas de ella de un amor carnal. La devoción que sentía por
el pintor la lleva a emplear un lenguaje religioso con el que lo defi-
ne "mi camino de perfección, el camino que lleva a Dios"14; reite-
rándose "suya por la gracia de Dios" empieza su carta del 22 de
abril de 1929, y en otra, después de haber analizado el amor que
siente y vive, llega a afirmar que Manuel es su esposo, según el es-
quema católico de la iglesia como esposa de Cristo:

Amor, Manuel, cuyo milagro ha hecho que le reciba, en mí como


al esposo. Ud. es mi esposo. Con su gracia redimió mi alma. Sin
Ud. qué negrura, qué desolación, la muerte del alma15.

Una vez más la sumisión y la rendición -"Me someto. Mi


sumisión es conciencia y mi conciencia, amor"16; "¿Qué quiere Ud.
hacer de mí?"17; "En mi corazón, en mi vida, Ud. es dueño y
señor"18- que parecen implicar la anulación de sí misma pero que,
sin embargo, no ciegan del todo sus propias necesidades; la lucha
entre querer agradarlo y amarlo como él desea contrasta con su
modo personal de amar, el deseo de ella está limitado por él y por
sus exigencias. La obra de redención que según Antonieta ha hecho
Rodríguez Lozano en ella, sacándola de un 'lepra sensual' que la
corroía, es la misma del creador, es lo que quisiera decirles a todos:
"Yo no valía nada. Era el barro que espera el impulso que en el
torno le dé forma. Él hizo todo. Soy su obra y más que su obra.
Porque la obra no ama y yo le amo". Pero con un amor que "libre al
nacer, no implica servidumbre alguna"19. Esta alegría de amar que
en ese momento vive sigue expresándose en metáforas que enrique-

" Ibidem, Carta XLVI, p. 49; Carta XLIX, pp. 51-52.


16
Ibidem, Carta XXXVII, p. 41.
16
Ibidem, Carta LVI
"76¿dem,CartaLII
18
Ibidem, Carta LIV
19
Ibidem, Carta XXXII, p. 38.

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cen aún mas la carta que -como ella misme admite- tiene caracte-
res de monòlogo:

Sé que yo no lo he encontrado y, si hoy le escribo, no es para de-


cirle nada nuevo, sino porque hay danza en mi corazón. Sabe, Ud.
tiene el don del creador. [...] Haga cuenta una vasija a punto de
derramar el agua más transparente y, en ella, desprendidos del
fondo, en suspenso, cientos de burbujas que no llegaban a la su-
perficie20.

La euforia de ese sentimiento despierta los deseos de un amor


libre, sin ataduras, que no pesa, con un desapego que la empuja a
ofrecerle alas nuevas: "si pudiera daría nuevas, otras más, para que
volara, si volar quisiera"21.
Ahora bien, además de la inmensa dificultad de situar crono-
lógicamente todas las cartas, considero necesario al menos mencio-
nar la variedad de contenidos, estilo y estructuras que es posible
encontrar. Las hay breves, a modo de recado apresurado, y las hay
extensas, con profundas relfexiones en las que el tono se modifica
cuando el tema amoroso resulta dominante, entonces el estilo es
más literario, abundan las metáforas y las analogías, son frecuen-
tes las reiteraciones que describen al sujeto de amor y reafirman
sus sentimientos22. En muchos casos se incluyen descubrimientos
personales e intelectuales, proyectos, noticias y comentarios políti-
cos -sobre todo en las cartas que corresponden al período de la
campaña electoral de Vasconcelos-, o asuntos prácticos de carácter
administrativo como la venta de cuadros. El estilo es siempre direc-
to, sin premisas ni formalismos entra desde el principio en el tema
que le interesa, como si retomara una conversación reciente; el es-

20
Ibidem.
21
Ìbidem, p. 39.
22
En cartas que corresponden a la primera fase de la relación se repiten vo-
cablos, en muchos casos como elementos de metáforas, con el mismo contenido
semántico como, puro, pureza, depurar "fuego que me depura", "con solo vivir de-
pura" o sabiduría, perfección, perfecto, con los que define a Rodríguez Lozano. Cfr.
Ibidem, Carta XLIII, p. 47; Carta XLIV, p. 47.

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tado de ánimo del momento determina el tono de la epístola: eufo-


ria, depresión, serenidad se alternan. Plantear, pues, la posibilidad
de una clasificación requiere una clarificación de criterios que evi-
ten o limiten el riesgo de una imputación.
No obstante, es posible señalar la existencia de algunos temas
que están presentes también en sus escritos. El nacionalismo en el
arte se plantea en la carta del 22 de enero de 1931 al exponerle a
Manuel el esquema de la historia que constituiría la novela El que
huía23 y de la que en realidad alcanzó a escribir sólo un fragmento.
Era pues un argumento que tenía intenciones de tratar amplia-
mente en el texto, criticando tanto la tendencia a imitar a los escri-
tores extranjeros, principalmente a los franceses, como el folklo-
rismo de escritores y pintores mexicanos:

Quiero echar un clavado en medio de lo más puramente mexica-


no, sin "jicarismo", sin que a nadie se le ocurra hablar de "color
local", y pretendo hacer del libro algo humano, humilde, pene-
trante y translúcido, como ciertas mañanas de azul que me em-
briagaron24.

El tema de la mujer, desde lo meramente autobiográfico de su


intenso relato Páginas arrancadas25, hasta el manifestado interés
por personajes femeninos como la madre del protagonista de su
novela "toda presentimiento que jamás se traduce en acto fecundo,
venero que no riega, alma que se consume sin dar calor"26, es otra
constante en la escritura de Antonieta. Quizás el más emblemático
es su cuento Equilibrio21', historia de una -y en ella están todas-
mujer oprimida por una sociedad en la que la autoridad es el hom-
23
Ibidem, pp. 137-165.
24
Ibidem, Carta LXXXIII, p. 102. Vale la pena recordar que cuando en
1928 surge el Teatro de Ulises, a Antonieta y a su grupo se les criticó precisa-
mente de extranjerizantes por representar obras de autores europeos y norteame-
ricanos como Eugene O'Neill, Cocteau, Charles Vildras, etc., cfr. nota 1.
26
Ibidem, pp. 129-135.
"Ibidem, Carta LXXXIII, p. 102.
27
Antonieta Rivas Mercado, Equilibrio, en 87 Cartas de amor y otros pape-
les, cit., pp. 119-124.

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bre; el costo personal y el modo en que una madre se rescata empu-


jando a su hija más pequeña a vivir una vida propia, la que ella no
pudo tener. El análisis es puntual, atinado y agudo, sin caer en
ideologías o retóricas: "Nunca había hecho nada por gusto, sujeta
siempre a un gusto extraño. Ignoraba cuál era su gusto, pero pre-
sentía que sin aquella sujeción alguno habría tenido"28. Seguramen-
te su propia historia está también aquí: la cárcel que representa el
matrimonio y los espacios de libertad que a pesar de todo se logran
mantener en el corazón, en la imaginación y, por fin, a través la es-
critura. En este sentido la relación con Páginas arrancadas es obli-
gada. La voz cambia, pasa a un monólogo que da a la expresión es-
crita de la opresión vivida en primera persona, un tono más dramá-
tico a la relación con su marido:

Me prohibe todo contacto con al gente. He tenido que decir que


estoy enferma, recluida. Y lo estoy de dolor por dolor. He llorado
hasta sentir el vértigo del desmayo, hasta no sentir sino un sollo-
zo aplastando mi frente vacía. Hubo un instante en que creí que
mis lágrimas iban a desleír mi pena, a borrarla de mi alma. Pero
cuando vi que, exhausto el cuerpo del letargo, renace la concien-
cia, la encontré dura, enorme, oscura: mi pena allí estaba in-
tacta29.

El lenguaje personal, que es caracterísitca constante de esta


relación epistolar, es enriquecido por Antonieta a través del recurso
a citas literarias. En general se trata de versos o frases que toma
prestados a poetas franceses como Gide y Valery, a españoles como
Juan Ramón Jiménez o a mexicanos como Alfonso Reyes, y con los
cuales añade una expresión nueva y universal a su amor. No se li-
mita a citarlos, suele colocarlos como epílogo lógico de lo que acaba
de decir. También se encuentran fragmentos de traducciones30.

28
Ibidem, p. 122.
29
Antonieta Rivas Mercado, Páginas arrancadas, en 87 cartas de amor y
otros papeles, cit., p. 132.
30
Cuando estuvo en Estados Unidos lo mismo traducía del inglés al español
que del español al inglés, trabajó en la traducción de un libro de Anita Brenner, en

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Escritura y biografía en las cartas de Antonieta Rivas Mercado 419

La biografía y la escritura de Antonieta en sus cartas, a


través de ellas, ha sido también motivo de reelaboración literaria.
Juan Tovar, dramatrugo mexicano, escribió en 1976-77 El destie-
rro31, cuya trama proviene principalmente del texto que nos ocupa y
del Procunsulado de Vasconcelos32. Se estrenó en 1982 como drama
histórico, pero en realidad nació como proyecto cinematográfico de
Rafael Castañedo, cuyo rodaje, nos dice el mismo Tovar, se sus-
pendió a la voz de "Cállese, amigo".
Tovar rescata de las cartas y testimonios, personas, hechos y
acciones, presentándolos como un episodio de la historia de México.
Las cartas de amor son, entonces, parte fundamental de la obra; en
boca del personaje Antonieta, encontramos las palabras escritas
por ella misma, en algunos casos sin ninguna modificación, en otros
con los cambios que la construcción de la escena requiere. Segura-
mente lo directo y espontáneo de las cartas ha facilitado el que el
autor las utilizara ampliamente dándoles nuevamente vida. La vi-
da y la muerte de Rivas Mercado adquiren mayor dramaticidad en
el texto teatral precisamente a través de las propias palabras que
ella escribió en su diario:

He decidido acabar. Ya está en mi poder la pistola que saqué de


entre los libros de Vasconcelos. [...] Ya tengo apartado el sitio, en
una banca que mira al altar del Crucificado, en Notre Dame. Me
sentaré para tener la fuerza de disparar. Pero antes será preciso
que disimule. Voy a bañarme porque ya empieza a clarear33.

la novela Los de abajo, menciona, asimismo, la traducción de obras de García


Lorca. Cfr. Ibidem, Carta LXXI, pp. 85-86; Carta LXXIII, p. 89; Carta LXXVII, p.
95.
31
Juan Tovar, El destierro, México, Joaquín Mortiz-Secretaría de Educación
Pública, 1987.
32
José Vasconcelos, El Proconsulado, México, Ediciones Botas, 1939.
33
Juan Tovar, El destierro, cit, p. 128. Esta última página del diario de An-
tonieta Rivas Mercado se encuentra en el libro de José Vasconcelos, La Flama. Los
de arriba en la Revolución Mexicana. Historia y tragedia, México, Editorial Continen-
tal, 1959. La idea de la muerte y, en concreto, del suicidio aparece como una constan-
te en varias de sus cartas, cfr. Antonieta Rivas Mercado, 87 Cartas de amor y otros
papeles, cit., Carta LIV, p. 56; Carta LXXTV, p. 91; Carta LXXVI, p. 92.

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Esta reelaboración literaria que a partir de textos autobio-


gráficos y epistolares reconstruye hechos de la historia y a la vez
crea una nueva obra de teatro, es testimonio del valor literario e
histórico de los mismos.
No cabe duda que los escritos de Antonieta están íntimamen-
te ligados a su vida, sus cartas pueden ser leídas como manifesta-
ción tangible de un personaje complejo, de su época, como textos de
valor literario, sin embargo, es fundamental tener presente que re-
presentan sólo una faceta y un período preciso de la vida de una
mujer tan llena de contradicciones que hasta su amigo Xavier Vi-
llaurrutia decía que prefería quererla que juzgarla34.

1
Fabienne Bradu, Antonieta, cit, p. 119.

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