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ENTRE PRESIONES Y PÉNDULOS

Es imprescindible dar señales claras de que la política nuclear no va a alterar sus metas

POR DIEGO HURTADO MAY 29, 2022

La venta del reactor OPAL en 2006 a Australia fue la mayor exportación de tecnología llave en mano de la historia argentina. Fotos: INVAP.

La política nuclear argentina es una singularidad: es un caso de éxito. La


Argentina logró desarrollar capacidades tecnológicas e industriales
autónomas en un sector de alta complejidad, exportar tecnología de punta y
sostener al sector en el tiempo. Es decir, un caso de éxito justo donde las
cosas se ponen muy difíciles para un país en desarrollo.

Es fundamental entender los obstáculos que explican el arduo e intrincado


proceso de evolución del sector nuclear argentino. Primero, los formidables
obstáculos geopolíticos, factor que suele ocultarse o ignorarse. Los marcos
regulatorios se complementan con presiones –formales e informales– que
actúan por goteo o en cascada –según el momento–, de forma persistente,
tenaz y sistémica a lo largo de las décadas (ver aquí y aquí).

Si se logra avanzar con una política exterior que atempere estas


arremetidas, luego hay que salir a competir con enormes desventajas con
grandes corporaciones respaldadas por los Estados de economías
avanzadas. Y, por último, hay que enfrentar fuerzas políticas y económicas
locales que históricamente se alinean con las presiones geopolíticas y
boicotean las metas del sector. Es decir, enfrentar a la derecha local, que
trabaja para la inversión extranjera y la financierización de los procesos de
cambio tecnológico.

Hoy estas presiones se despliegan en toda su plenitud y obscenidad,


motivadas por el objetivo de desconectar a América Latina de China. Como
botón de muestra, en un documento del Departamento de Estado de
Estados Unidos de noviembre de 2020 puede leerse:

“La influencia geopolítica de China se extiende profundamente en el patio


trasero de Estados Unidos. […] Además, Beijing busca contratos nucleares
en Brasil y la Argentina, no solo proporcionando financiamiento preliminar
sino también, en el caso de la Argentina, ofreciendo un fondo para
sobornos [slushfund] de más de 2.000 millones de dólares para que el
gobierno lo use como crea conveniente”.

Solo en clave geopolítica es descifrable la historia de las tecnologías


económicamente estratégicas en la Argentina –y en la región–, historia de
notables fracasos inducidos: aeronáutica, medicamentos, electrónica de
consumo, cohetes, siderurgia, hidrocarburos, aerogeneradores,
ferrocarriles. Todos sectores donde el Estado argentino hizo (y hace)
enormes esfuerzos sin lograr umbrales de sustentabilidad, autonomía y
capacidad de exportación.

La última dictadura, la década menemista y el gobierno de Macri son


períodos paradigmáticos donde la demolición de la industria y las
capacidades tecnológicas explican este desempeño como país.

En cambio, la Argentina sí logró algunas metas importantes en el sector


nuclear. Por ejemplo,

la cadena de valor del combustible nuclear;


la finalización de Atucha II, en 2014, a cargo de la empresa
Nucleoeléctrica; la producción y exportación de radioisótopos;
la exportación de reactores de investigación. En 2006, la empresa
argentina INVAP –un desprendimiento de CNEA– le vendió a
Australia el reactor OPAL por 200 millones dólares. Esta fue la mayor
exportación de tecnología llave en mano de la historia argentina. Este
hito es hoy superado por la venta del reactor Pallas a Holanda,
transacción de alrededor de 400 millones de euros.

El desarrollo de satélites de observación y de comunicaciones, así como la


producción de radares primarios y secundarios, son parte de sus efectos
multiplicadores. Por eso, el sector nuclear debe considerarse un caso
testigo de éxito para un país de la semiperiferia de América Latina. Hay
enormes aprendizajes que deben ser retomados para impulsar otros
sectores estratégicos a los que apuesta hoy la democracia argentina.

Ecosistemas tecnológico-industriales en la semiperiferia


¿Quién puede hacer reactores de investigación o satélites en la Argentina?
No hay emprendedores, ni empresas, ni organismos públicos que puedan
por sí solos. Solo las interconexiones robustas y fluidas entre universidades,
instituciones públicas de Investigación y Desarrollo (I+D) y empresas
públicas, mixtas y privadas son capaces de reunir y coordinar las
capacidades y competencias necesarias para desarrollar reactores o
satélites.

Desde que Perón creó la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) a


fines de mayo de 1950, la estrategia de CNEA fue:

1. Acumulación de capacidades de I+D.


2. Proyectos de I+D de largo plazo orientados a maximizar la autonomía,
no la frontera tecnológica que es su consecuencia.
3. Creciente enraizamiento cultural, político y económico (agricultura,
medicina, industria, energía).
4. Apoyo a las empresas nacionales: transferencia de tecnología,
desarrollo de proveedores, compra pública.
5. Protección y apoyo decidido y activo de las metas de la política nuclear
por la política exterior.
6. Exportación de tecnología nuclear, primero a países en desarrollo,
luego también a países desarrollados.
Con respecto al punto 1, Jorge Sabato –uno de los más lúcidos difusores de
la política nuclear argentina– se refería de forma recurrente y obsesiva al
“entrenamiento de personal”, a la disponibilidad de “personal calificado”, a
la “formación de cuadros científicos y técnicos altamente capacitados”.
Contaba que “hace algunos años un crítico corrosivo sostenía que la sigla
CNEA significaba realmente Comisión Nacional de Entrenamiento
Atómico”. Con referencia al amplio espectro de competencias que
demandaba la industria nuclear, explicaba:

“Físicos, químicos, biólogos, metalurgistas, geólogos, matemáticos,


médicos, cristalógrafos, veterinarios, ingenieros (nucleares, electrónicos,
civiles, de minas, mecánicos), abogados, economistas, etc.; y también
torneros, fresadores, matriceros, vidrieros, carpinteros, técnicos químicos,
técnicos electrónicos, electrotécnicos, microscopistas, peritos mineros,
cartógrafos, etc., recibieron entrenamiento a través de cursos en el país y en
el extranjero, seminarios, cursillos, conferencias, etc.”

En la jerga de las políticas industriales y tecnológicas, en las economías


centrales se habla de “ecosistemas de innovación” para referirse a la
evolución incremental de interconexiones densas entre organismos
públicos, empresas, regulaciones y mecanismos de financiamiento para la
economía real. El objetivo es hacer a un país competitivo en segmentos de
alto valor agregado.

En la Argentina, la CNEA evolucionó, se expandió y diversificó en lo que


podríamos llamar un ecosistema nuclear:
Versión simplificada del “ecosistema nuclear”.

La evolución del ecosistema nuclear, que incluye la colaboración regional y


los efectos multiplicadores hacia otros sectores de la industria (algo que no
se plasma en la figura anterior) se diversificó en lo que podríamos llamar
“ecosistema nuclear-espacial”:
Versión simplificada del ecosistema nuclear-espacial.

Lo primero que salta a la vista cuando se analiza la evolución temporal de


estas estructuras es la presencia masiva del Estado como coordinador,
empresario, inversor de riesgo, desarrollador de proveedores, impulsor de
procesos de transferencia de tecnología, promotor de incentivos, garante de
soberanía. El sector privado aparece al amparo de enormes inversiones
públicas, pacientes, a largo plazo y a riesgo.

Para demoler el mito del emprendedorismo de los individuos, que está en


la base de la operación cultural neoliberal, la economista ítalo-
norteamericana Mariana Mazzucato toma el ejemplo de la empresa de
Steve Jobs, arquetipo hollywoodense de emprendedor: “Apple fue capaz de
subirse a la ola de la inversión masiva del Estado [norteamericano] en
tecnologías ‘revolucionarias’”, como Internet, GPS, las pantallas táctiles y
otras tecnologías de la comunicación. Ahora bien, sin “la mano bien visible
del Estado”, los atributos individuales de Steve Jobs “podrían haber
conducido solamente a la invención de algún nuevo juguete”.
El péndulo nuclear
La evolución del ecosistema nuclear no escapa al patrón pendular que
impusieron las dictaduras hasta los años ‘80 y, desde el retorno a la
democracia, la misma derecha en su versión neoliberal periférica:

El gobierno de Alfonsín heredó un sector nuclear sobredimensionado


para las capacidades económicas y financieras de un país endeudado,
extranjerizado, desindustrializado y quebrado. Las presiones
norteamericanas fueron intensas. Según David Sheinin, el único
“fuerte desacuerdo” entre Estados Unidos y la Argentina durante el
gobierno de Alfonsín fue el desarrollo nuclear. En su visita a la
Argentina en marzo de 1984, el vicesecretario de Estado para Asuntos
Interamericanos, Lowell Kilday, sostuvo que el “reordenamiento del
plan nuclear” era condición para la renegociación de la deuda. En
simultáneo se inicia la paralización de obras y se recorta en 50% el
presupuesto de CNEA.
Durante los años ‘90, la política exterior de alineamiento incondicional
hizo estragos en muchos sectores científico-tecnológicos y estuvo a
punto de lograr el desguace del sector nuclear. “Estados Unidos avala
los planes nucleares de Menem”, titula la edición de julio de 1990 del
prestigioso The Bulletin of Atomic Scientist.
The Bulletin of Atomic Scientist, julio de 1990.

Entre 2003 y 2015, en el contexto de un nuevo ciclo de


industrialización, se relanzó el plan nuclear y se logró reiniciar,
recuperar, recomponer senderos tecnológicos cruciales. La empresa
Nucleoeléctrica lidera la finalización de Atucha II (paralizada a
comienzos de los ‘90), se pone en marcha el plan nacional de medicina
nuclear, se recupera el Centro Tecnológico Pilcaniyeu, se inician la
obra civil del prototipo de reactor modular CAREM, el reactor
multipropósito RA-10 y la extensión de vida de la central nuclear de
Embalse, y se firma un acuerdo entre Estados con China, que incluye la
compra de dos centrales nucleares de potencia, una CANDU y una
Hualong I.
Entre 2016 y 2019 se volvió a desarticular y desfinanciar el sector
nuclear, pero sin dejar de vociferar anuncios que nunca se cumplieron.
Se anunció que la quinta central –la segunda que se compraría a
China– se iba a emplazar en Sierra Grande (Río Negro), pero el
proceso terminó con una ley antinuclear en Río Negro. Se habló de
renegociar el acuerdo con China, se decidió que se compraría solo una
central –se abandona la compra de la central CANDU–, pero todo
quedó inconcluso. En contexto de desaparición de más de 20.000
PyMEs, fue dramática la sangría de personal en la Planta Industrial de
Agua Pesada (Neuquén), CNEA y Nucleoeléctrica. Además, se
paralizaron las obras de la nueva planta de Dioxitek en Formosa, se
inició el proceso de cierre de las instalaciones en Pilcaniyeu, se
perjudicó a CNEA en su participación accionaria en varias empresas y
se generaron deudas que hoy CNEA trabaja para saldar.
Fuente: CEPA.

Piden todo y no dan nada


Con la nueva gestión de gobierno que se inicia en diciembre de 2019 se
recuperan las metas de la política nuclear. En contexto de pandemia y
endeudamiento heredado del macrismo, el reinicio de las obras del
prototipo del reactor CAREM –a cargo de CNEA– y la firma, a comienzos
de febrero, del contrato entre Nucleoeléctrica y la empresa china CNNC por
la compra de la central Hualong I –que incluye la transferencia de
tecnología de sus combustibles– despertaron viejos fantasmas.

Emilio Apud, integrante de la pintoresca armada Brancaleone apodada


grupo de ex secretarios de energía, sostuvo en una nota en Clarín
(09/02/2022) que la Hualong I “es un reactor moderno” pero con “poco
rodaje”. A continuación aporta datos equivocados. Reclama a la oposición
“señales claras a Occidente” y, como si viniera de hibernar cuatro años,
explica que la oposición tiene que “evitar que el kirchnerismo continúe
empeñando el futuro del país endeudándose”.

Entre el 4 y 8 de abril estuvo en el país una delegación de Estados Unidos


encabezada por Ann Ganzer, funcionaria del Departamento de Estado,
experta en Política de No Proliferación, para participar de la reunión anual
del Comité Permanente Conjunto de Cooperación en Energía Nuclear entre
Argentina y Estados Unidos, luego de dos años de suspensión por la
pandemia. La CNEA, en calidad de organismo que debe asesorar al Poder
Ejecutivo, sugirió a Cancillería la conveniencia de que la reunión se
retrasara algunos meses, pero la propuesta no fue tomada.

Las presiones para que la Argentina diera marcha atrás en la compra de la


central nuclear a China fueron graves por su nivel de injerencia. El interés
por el CAREM también fue explícito. En una entrevista de La Nación
(11/04/22), explica Ganzer: “Queremos asociarnos con la Argentina para
proveer estos reactores al resto de la región. Tal vez el que está diseñando
la Argentina o alguno nuestro o de algún otro país”.

El vicepresidente de Nucleoeléctrica, Jorge Sidelnik, cuenta en una


entrevista en Página/12 (03/05/2022): “Nosotros le preguntamos a esta
funcionaria qué posibilidades había que Estados Unidos financie un
proyecto como el Candu y no contestó”. Los detalles de esta visita habían
sido desarrollados un mes antes en El Cohete.
Creemos importante enfatizar la necesidad de proteger al sector nuclear de
este tipo de injerencias, que en el pasado tuvieron consecuencias sombrías,
y dar señales claras de que la política nuclear no va a alterar sus metas:
concretar el 100% de financiamiento que hará posible iniciar el proyecto
Atucha III, buscar financiamiento para la quinta central tipo CANDU, y
garantizar la continuidad del CAREM prototipo, la puesta en marcha de la
Planta Industrial de Agua Pesada, la finalización del reactor multipropósito
RA-10 y la finalización de la nueva planta de Dioxitek en Formosa.

[1] Hurtado, D. 2014. El sueño de la Argentina atómica (1945-2006). Buenos Aires: Edhasa.
[2] Hurtado, D. 2015. “Semi-periphery and capital-intensive advanced technologies: The
construction of Argentina as a nuclear proliferation country”, Journal of Science
Communication (Trieste: SISSA), v. 14, n. 2.
[3] O ce of the Secretary of State. 2020. The Elements of the China Challenge.
[4] Sabato, J. 1968. “Energía Atómica en Argentina”, Estudios Internacionales, v. 2, n. 3,  pp.
332-57.
[5] Mazzucato, M. 2013.The Entrepreneurial State: Debunking Public vs. Private Sector Myths.
Londres: Anthem.
[6] Sheinin, D. 2006. Argentina and the United States: An Alliance Contained. Athens, Georgia:
The University of Giorgia Press.
[7] Primera Plana. 1984. “Ya vino Mr. Lowell Kilday”, n. 47, 23 de marzo, p. 9.
[8] Verbitsky, H. 2022. “Béliz, el radioactivo”, El Cohete a la Luna, 10 de abril.
[9] Dandan, A. 2022. “El lobby estadounidense para bloquear la producción de energía nuclear
argentina”, Página/12, 22 de mayo.

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